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Tal da como hoy, la madre

Cuando el tiempo slo era tiempo o nada, la creacin no haba nacido, slo la mujer andaba entre sus propios bostezos sacudiendo arenales y amontonando espacios, donde un sueo se hiciera posible. La madre que aun no era, se estremeca ante los rayos secos y sus desvaros. Un mes, que pareca miles y sin poder contar, un mes para que el nocturno la tocara, hiriendo sus adentros, desde donde manaba un llanto rojo que se deslizaba por sus piernas y humedeca la tierra que su planta tocaba. En un espacio recogido, tumb su figura, arrop su entraa con barro amasado y durmi. Despert y no lloraban sus adentros. Del barro amasado, cual blsamo cicatrizante, haba surgido un igual que la llenaba colmando sus vacos con prolongaciones. Midi, comprob repetidas veces la plenitud de las formas. Calzaba y no haba ms que hacer slo probarse entre los lquidos que ahora ambos manaban. De ellos naci el musgo, la hierba; naci la semilla y el manantial. Por un tiempo dej de existir el tiempo, slo goce. Luego, brotaban iguales desde el tnel del placer, nfimos seres que los repetan. La caricia se transformaba en germen, sin heridas se poblaba la tierra. Por el placer nacemos, para el placer vivimos, sin l seramos un planeta en el olvido, despoblado, inmensos arenales y seres de vista velada sera. Sin voz ni cuentos. Sin el da que le da sentido a la noche. Madre, el placer de tu vientre me sembr en ti, he nacido. Te celebro

Emilio Farrera Mayo 2011

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