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PENSAMIENTO POSITIVISTA LATINOAMERICANO EL POSITIVISMO I 1. LATINOAMERICA COMO CONFLICTO En 1852, el argentino Juan Bautista Alberdi (1810-1884), al referitse al sistema educativo propio para pueblos como Jos latinoamericanos, que tratan de rebasar hébitos y costumbres impuestos por ut largo dominio colonial, escribe: “En nuestros planes de instruccién debemos huir de los sofistas, que hacen demagogos, y del monarquismo, que hace esclavos y caracteres disimulados. Que el clero se eduque a si mismo, pero no se en- cargue de formar a nuestros abogados y estadistas, a nuestros negociantes, matineros y guerretos. ¢Padrd el clero dar a nuestra juventud los instintos mercantiles e industriales que deben distinguir al hombre de Sudamérica? eSacard de sus manes esa fiebre de actividad y de empresa que lo haga ser el yankee bispanoamericano?’.1 Medio siglo después, en 1902 al otro extremo de esta América, el mexicano Justo Sierra (1848-1912), se referia también a la necesidad de formar a los mexicanos dentro de una educacién que los preparase a resistir las nuevas formas de colonialismo, “México ha tenido dos tevoluciones —decia—: la de independencia y Ja de refor- ma”, “Esta segunda revolucién fue determinada por la invasién americana que demostré la impotencia de las clases privilegiadas pata salvar a la patria y la inconsistencia de un organismo que apenas si podfa Namarse nacién. En el fondo de Ja historia ambas revoluciones no son sino dos manifestaciones de un mismo trabajo social: emanciparse de Espafia fue lo primero; lo segundo fue emanciparse del régimen colonial: dos etapas de una misma obra de creacién en una persona nacional dueiia de sf misma”, ? 1 Juan Bautista Alberdi, Bases yp puntos de partida para la organizacicn politica de la Repdblica Argentina, Buenos Aires, 1852. Justo Sietra, La evolucide politica del pueblo mexicano, México, 1900. Ultima Edicién por Ja Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1977, x El argentino, como sus pares a Jo Jargo de la América Latina de acuerdo con lo expresado por el mexicano José Maria Luis Mora (1794-1830), se empefiaba en alcanzar lo que éste lamaba “emancipacién mental”, Lograda la emancipacién frente al poder politico de la Colonia, necesario era dar el segunda paso, la emancipacién del espiritu, frente a haébitos y costum- bres que ésta habia impuesto 2 los americanos, Los mexicanas, al Jado de un poderoso vecino, los Estados Unidos, sabian ya lo que se puede es- perar de él: Ja nacién mexicana, en 1847, habia ya sido despojada de més de la mitad de su territorio y estaba, por la misma debilidad que le habia conducido a la derrota, expuesta a ser nuevamente objeto de un mayor despojo; expuesta a ser absorbida en su totalidad. Alberdi, por su lado, hablaba de Ja necesidad de alcanzar «l progreso, de ingresar a la civiliza- cién de la que la América del Sur habfa quedado marginada por obra de Ja colonizacién espafiola. Movido por una mayor urgencia, José Maria Luis Mora hablaba de la necesidad de pasar del retroceso al progreso. Mora ha- bia sido testigo de los desastrosos resultados de la guerra con el vecino del norte. Era menester fortalecer a la débil nacién; fortaleciéndola, en ptimer lugar, mediante una educacién que permitiese a los mexicanos ser tan fuertes como sus poderasos vecinos, semejatse a ellos. Sélo semejdn- dose a ellos, podria resistir cualquier nuevo embate. “Colonizacién, brazos y capitales para explotar nuestra riqueza —dird décadas mds tarde Sierra—, vias de comunicacién pata hacerla circular, tal era el desiderdtum social; se trataba de que la Republica... pasase de la eva militar a la era indus- trial”. Y todo con utgencia, “que pasase aceletadamente, porque el gigante que crecia a nuestro lado y que cada vez se aproximaba mds a nosotros a consecuencia del auge fabril y agricola de sus estados fronterizos y al in- cremento de sus vias férreas, tendia a absorbernos y disolvernos si nos encontraba débiles”.* Se trataba, como jo habia dicha Alberdi, de hacer de los hispanoamericanos los yankees del Sur. Otro argentino, Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888) propondréd este mismo proyecto, mediante el cual los hombres de esta América pudie- sen incorporarse al progteso como agentes activos de la civilizacién. Habré que ser como la poderosa nacién al norte de la América, ser como los Estados Unidos. “Llamaos —escribia en 1850— los ESTADOS UNIDOS DE LA AMERICA DEL SUR, y el sentimiento de la dignidad humana y una noble emulacién conspirardn en no hacer un baldén del nombre a que se asocian ideas grandes”. * Y en 1883 volverd a insistir: “La América del Sur se queda atrds y perderd su misidn providencial de sucursal de la civilizacidn moderna. No detengamos a los Estados Unidos en su marcha; es lo que en definitiva proponen algunos, Alcancemos a los Estados Unides. Seamos la América, como el mar es el Océano. Seamos Estados Unidos”. ® 3 Justo Sierra, Opus cit. + Domingo F. Sarmiento, Argirépolis, Buenos Aires, 1850. Cf. esta Antologia. 5 Domingo F. Sarmiento, Conjlictos y armonias de las razas en América, Buenos Aires, 1883, Cf. esta Antologia.

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