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Nuestra vida oculta con Cristo en Dios en el corazón del cosmos

Combate espiritual y oración continua

Por los descubrimientos de la ciencia del siglo XX se nos ha abierto una nueva visión del cosmos. Es
un reto para nostras ampliar nuestra manera de pensar en la vida que nos rodea y de responder a ella.
Ahora, la Palabra de Dios que alimenta nuestra vida de oración, toma una dimensión cósmica que
estamos descubriendo poco a poco. “Demos gracias a Dios Padre…Él nos libró del poder de las
tinieblas y nos trasladó al Reino de su Hijo querido…en él fueron creadas todas las cosas, en los
cielos y en la tierra.” Col 1, 12ss. En el corazón de esta nueva visión del Cosmos vivimos nuestra vida
oculta con Cristo en Dios.

Oración continua

 Estamos llamadas por vocación a una vida de oración continua que pide una atención constante a
fin de abrirnos cada vez más para descubrir la presencia de Dios en nosotros y en todo el cosmos, de
acoger su Amor totalmente gratuito, de escuchar sus llamadas a través de todo y de responder a ellas.
La oración continua es comunión con Dios, fuente de todo lo que existe. Ser conscientes de que
Dios está en el mundo creado, y está constantemente “haciendo nuevas todas las cosas” y que
estamos en interrelación con el conjunto de lo que existe, nos abre al maravilloso misterio de nuestro
Dios. Esto nos ayuda a poner toda nuestra confianza en Él y esta confianza nos libera de nuestro ego…
 Los descubrimientos científicos nos muestran que el Espíritu Creador trabaja siempre. Dios se
revela en la inteligencia de los humanos que él ha creador a su imagen. Hemos recibido el poder,
somos capaces de escuchar la llamada de Dios a vivir una relación con el Divino, al servicio del amor.
Por todo y en todo la vida surge más luminosa y resplandeciente que nunca. Sí, toda la vida llega a ser
“adoración”, alianza del Amor de Dios. ¡Qué maravilla saber que vivimos en un universo en
expansión, que la creación continúa, que todo en el cosmos está interconectado! Y nosotros
participamos en el acto de la creación divina más que ninguna otra generación anterior ha sido capaz
de hacerlo. Siendo verdaderamente libre es como damos lugar a Dios para que haga su obra en
nosotros y a través de nosotros. La energía divina del Espíritu Santo es infinitamente poderosa y
creativa. Es obra de Dios. Así oramos en todo momento, cualesquiera sean las actividades en las que
estemos ocupadas, en seguimiento de Jesús, con Jesús.
 Ahora, nuestra fidelidad a los momentos de oración personal y comunitaria no es algo impuesto,
algo que debemos hacer, sino un encuentro amoroso e íntimo con el Señor de toda la creación. Estando
más conscientes de la dimensión cósmica de la Escritura, adoración, alabanza y acción de gracias
brotan naturalmente de la profundidad de nuestro ser. Entonces, silencio y soledad se convierten en
una necesidad interior – abandono de todo, incluso de nuestra „imagen‟ de Dios, para poner toda
nuestra vida en manos de Dios, para abrirnos al Misterio que se revela hoy.

El combate espiritual

 El combate espiritual en nuestra vida se sitúa en esta dinámica de una vida con Dios y para Solo
Dios. Hemos sido creadas a imagen y semejanza de Dios a fin de participar en su propia vida divina.
Desde el principio de la creación las fuerzas del mal están actuando, comporta combate, división,
lucha. La Biblia está llena. Encontramos este combate sobre todo en los Salmos; Jsús también ha
conocido la tentación y nos enseña cómo afrontarla. Él ha dado su vida “para que la tengamos en
abundancia” y que toda la humanidad encuentre su unidad en la unidad de Dios. San Pablo en la
epístola a los Rm (8,20) dice: “la creación, en efecto, fue sometida a la caducidad, no
espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la esclavitud de la
corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación
entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto”.
 El combate personal: Jesús desea darnos todo su amor, invadirnos totalmente, introducirnos con Él
En la relación con el Padre, por la fuerza de su Espíritu. Como Jesús, hemos de entregar nuestra
vida para que venga el Reino de Dios hoy. Esto supone un gran desprendimiento de nosotras
mismas, un desposeimiento para que el señor pueda ocupar todo el lugar. Aquí se sitúa el combate
espiritual de cada instante: combate contra las fuerzas del mal que están en nosotras: nuestro
egoísmo, tendencia a la envidia, al poder, al rencor, a la comparación, a la proyección sobre el otro,
Mi hermana… La oración nos ayuda a tener los ojos fijos en Cristo. Él nos muestra el camino de la
conversión, a encontrar una nueva vida a través del combate, el caos e nuestro corazón… El
universo entero está lleno de este misterio de “muerte y resurrección”.

 Este mismo combate se encuentra en nuestra vida comunitaria, en nuestras relaciones con los
demás. Somos diferentes pero complementarias, llamadas “juntas” para vivir el combate que nos
conduce hacia la esperanza, en el corazón de mundo, en comunión con todos nuestro hermanos y
hermanas en humanidad, con todo el cosmos.
Actualmente, afrontamos una nueva realidad que viene del envejecimiento, del hecho de ser pocas
hermanas, de los límites de salud, con cuestiones concretas que surgen en cuanto al futuro. Es una
llamada a esperanza para nosotras y para el mundo entero. El presente y el futuro están en las
manos del Señor. Juntas, estamos llamadas a sobrepasar los miedos, “a escoger la vida” con
confianza, paz, serenidad, viviendo plenamente el momento presente en unión con Dios.

 La humanidad entera y toda la creación luchan, combaten por la vida, por la liberación. Tantos
pueblos viven la violencia, la guerra, el hambre, faltos de amor y de comprensión. Incluso la
naturaleza conoce actualmente una violencia, un trastorno (Tsunami – inundaciones, tempestades de
todo tipo,… calentamiento del planeta, polución… ¿Hasta qué punto nos sentimos interpeladas por
esto? ¿Somos conscientes de nuestra responsabilidad? No es sencillamente una oración que
formulamos, sino una oración continua a través de nuestras actitudes en cada aspecto de nuestras
vidas. La resurrección de Jesús puede ser el icono de la vida nueva para el individuo, la nación y la
Tierra.
Es también San Pablo quien nos anima en su Carta a los Efesios: “Revestíos de las armas de Dios para
poder resistir a las acechanzas del diablo…siempre en oración y súplica, orando en toda ocasión en el
Espíritu, velando juntos con perseverancia…” (Ef 6, 10-20).

En resumen:

 Podemos decir que el combate y la oración están íntimamente unidos.


 El combate es una realidad positiva que conduce a la vida, a la libertad de los hijos de Dios, a la
verdad y a la comunión.
 Pero pide un desprendimiento de sí a fin de que la vida llegue a ser una irradiación de la Gloria de
Dios. Es el misterio pascual en la vida cotidiana.
 El combate como la oración continua engloban toda la vida con lo que se presenta, interior y
exteriormente.
 Proseguir la ruta con los ojos fijos en Jesús, el Señor. He ahí nuestra vocación contemplativa en el
corazón del cosmos, en el corazón de la Iglesia, hasta el momento en el que el Señor dirá “Ven”…
El momento en el que Cristo resucitado entregará toda la creación a su Padre, “en el que el cosmos
entero será renovado: un cielo nuevo y una tierra nueva… Esta es la morada de Dios con los
hombres… y él, Dios-con-ellos, será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya
muerte, ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas; …Mira que hago nuevas todas las cosas” (Ap 21)

Juan de la Cruz nos ofrece una luz sobre la oración y el combate en el corazón del cosmos:
“En una noche oscura, con ansias en amores inflamada, ¡oh dichosa ventura!, salí sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada. Juan camina con la confianza del silencio contemplativo teniendo fe en
la oscuridad de la noche.

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