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José González Parada.

-Todavía llevo en mi cartera el recorte de un artículo del Diario


de Cádiz de fecha 13 de marzo de 1.994, del apartado de efemérides, “Hace 25 años”,
donde en titulares dice: “El pesquero “SAMARITANA” abordado y hundido”, dando
una pequeña descripción de la desgracia de este barco y de la mayor parte de su
tripulación en agua del Estrecho de Gibraltar y que dice así:

“El pasado día once se produjo una tragedia en aguas del Estrecho, frente al
litoral de Conil, al ser abordado y hundido el pesquero “Samaritana” con base en
Sanlúcar de Barrameda, por un buque de gran porte que lo partió en dos y continúo su
rumbo sin recoger a los hombres que luchaban por salvarse.
Seis de los tripulantes del pesquero desaparecieron. El “16 MONTENEGRO”,
que había salido de Cádiz para efectuar sus faenas de pesca, rescató a tres
supervivientes, que ingresaron en un hospital; José Vicente Durán, Miguel García
Blanco y José Antonio Pedro Crespo”.

Por aquella fecha, yo me encontraba embarcado desde el día 7 de octubre de


1.968 y hasta el día 11 de abril de 1.969, en un barco con base en el Puerto de Santa
María de nombre “BAUTISTA Y MARÍA”, arrastrero de popa, tenía el folio de
Alicante; 3ª-AT-3-1820, construido en 1.967 y llevaba un motor Beduím de 160 CV de
12 cilindro -6 y 6 en línea-, y que fue desguazado en 1.991.
Desde el mismo fuimos enterados de ésta desgracia de nuestros paisanos y, una
vez en tierra pude averiguar los nombres de todos los tripulantes y recopilar los
suficientes datos de boca de José Vicente Durán “el niño” que, luego, navegamos juntos
en otros barcos del “moro” y de la Bahía.

El “SAMARITANA” era un barco de Antonio Barcena Blanco que había salido


desde Sanlúcar con la intención de tentar la pesca en el caladero de “La Barrosa” y, si
ésta era buena cargar y volver a Sanlúcar para vender un buen turno pero, después de
estar trabajando desde el mediodía del 11 de marzo y una vez chorrado, no se conforma
con el pescado extraído en la corona y pone rumbo hacía la “Sotá” y “El Cruce” con
ánimo de recuperar la noche si esta se da buena.

Lo mismo la “Sotá” como “El cruce” son dos caladeros que se encuentra en el
mismo Estrecho de Gibraltar bastantes peligrosos por encontrarse en el mismo camino
de paso de los mercantes que proceden del Mediterráneo hacía el Océano Atlántico
como a la inversa, pero si no se coge clavellinas, y el pescado viene limpio, seguro que
es abundante y de buena calidad a pesar de que hay que trabajar con los ojos visores y
con antorchas preparadas para encender al menor vistazo de la navegación de cualquier
mercante que se atraviese con ellos.

Su tripulación estaba compuesta por los siguientes marineros y partes técnicas:

· PATRÓN:........................... Manuel Merino Muñoz (Roque), de 47 años de edad y


casado con doña Mercedes Vidal Ávila. Fallecido.

· 1º MOTORISTA................. Manuel Domínguez Cruz, de 37 años, casado con


doña Regla Díaz Prado. Fallecido.

· 2º MOTORISTA:................Luís Mendoza Monge, de 42 años, casado con doña


Cristobalina Pérez Ramírez. Fallecido.
· CONTRAMAESTRE:.........Manuel Pérez Delgado (El Mijita), de 35 años, casado
con doña Rosario Rodríguez Díaz. Fallecido.

· COCINERO:......................Manuel Pedrote Castellano, de 30 años casado con


doña Mercedes Amate Espinar. Fallecido.

· NEVERO:...........................José; Cáceres Benítez, de 41 años, casado con doña


Rosario Benítez Ruiz. Fallecido.

· NEVERO:........................... Miguel García Blanco: (El Cambembo),


sobreviviente.

· MARINERO:.....................José; Antonio Pedro Crespo: sobreviviente.

· GRUMETE:.......................José Vicente Durán: sobreviviente.

El “SAMARITANA” llega a la “Sotá”, y cala el arte preparando todos los elementos


imprescindibles para prevenir cualquier acontecimiento adverso que pueda surgir
durante el tiempo que piensa correr el arte en la “Sotá”.

Roque -el patrón-, quiere quedarse en el puente en la primera corrida hasta


chorrar y saber si valía la pena quedarse allí o buscar otro caladero más rentable y
manda a los marineros que se vayan a descansar la hora o hora y media que piensa darle
a la corrida, pero en estos lugares es raro que ningún marinero se meta en el rancho a
dormir a pesar que estamos en pleno invierno y en cubierta hace frío, pero es más el
miedo y la desconfianza al lugar que el frío que se pueda pasar en el tiempo que va a
durar la corrida.
Una vez que el cocinero ha preparado un poco de café para la tripulación, el barco
apaga las luces en cubierta dejando las reglamentarias en situación de calado y Roque se
dedica a observar los cables desde el puente a la vez que otea el horizonte observando
todo tipo de luz que se pueda observa en la mar.
No llevan más de media hora de calado cuando Roque desde el puente ve como
las luces de, al parecer un mercante, navega con rumbo inequívoco hacía el lugar en el
que se encuentra el pesquero calado, pues sus luces, verde y roja de los costado, así
como los torrotitos del palo de proa y el de popa están enfilado hacía ellos sin que se
note cualquier cambio de rumbo.
El patrón observa que éste se acerca cada vez más sin que se le note el menor
gesto de cambio de rumbo y, empieza a gritarle a los marineros que están echado en los
catres del rancho de proa a que salgan del mismo y se dispongan a preparar las
antorchas impregnadas en gas-oil para llamar la atención a aquel monstruo que surca el
agua sembrando la muerte a su paso.

La tripulación enloquecen gritando los unos, mientras que otros tratan de cortar el
calamento con ánimo de poder maniobrar y zafarse de la tragedia que están viviendo,
pero el tiempo se acaba, al mercante no le intimida los gritos de los marineros, ni
tampoco las antorchas encendidas de los mismos en aptitud de amenaza y con ánimo de
lanzarla hacía el buque que no se aparta de su camino.
Los primeros marineros empiezan a saltar al agua perdido los nervios, mientras
otros dudan hacerlo al no saber nadar o esperando una última maniobra del mercante
que pueda dar una solución a la pesadilla que están viviendo.
Roque, hombre fuerte, desesperado, trata de apartar al mercante poniéndose sobre
la borda a proa con las manos extendidas para así; poder amortiguar el golpe, pero éste
es mortal. En décima de segundo el mercante parte en dos al pesquero al abordarlo y lo
hunde, continuando su rumbo como si nada hubiese ocurrido sin enterarse siquiera de la
desgracia que había causado y sin dignarse a recoger a los hombres que luchaban en el
agua por salvarse.

En medio de la oscuridad de la noche, cada uno se defiende como puede mientras


se van dispersando entre gritos y nadando gritándose unos a otros, hasta que estos
gritos se van difuminando en la inmensidad del Océano mientras que el monstruo que
los echa al fondo sigue su navegación ajeno al desastre causado y en las muertes que se
están produciendo.

Uno de los marineros, Miguel García Blanco, gran nadador, divisa en la


oscuridad de la noche la balsa que, a igual que ellos, flota a la deriva y, sin dejar al niño
del barco, José Vicente Durán, nada hasta alcanzarla pero ésta está cerrada, no se puede
abrir porque el cable que la mantiene cerrada ha quedado sujeto al envase de la balsa y
éste es de acero.
Miguel, sin dejar a José; que se aleje de él, trata con los dientes de ir cortando
aquel cable de acero que puede darle la salvación y después de horas de intento, por fin
lo logra no sin haber dejado gran parte de la dentadura en el intento y, así de esta forma,
consigue rescatar del agua a José Vicente Durán y a José Antonio Pedro Crespo.
Desde el mismo instante en que logran asirse a la balsa, su máximo afán es
conseguir visualizar algún barco que puedan recogerlo de las aguas, pues el cansancio
es mucho y el frío está consiguiendo vencerles cuando a lo lejos, haya en el horizonte,
ven venir las luces de un buque a la vez que el alba va siendo testigo de esta desgracia,
cuando se va aproximando se divisa el nombre del buque, es el “16 MONTENEGRO”,
un barco de pesca que se dirigía a los caladeros del sur y que había salido de Cádiz y
que los rescatan del mar no pudiendo hacer nada más por el resto de los compañeros que
quedaron en la “Sotá” para siempre.
El “16 MONTENEGRO”, a media mañana, regresa al puerto de Cádiz dejando a
los tres marineros en el Hospital ingresados y al cuidado y protección de las autoridades
portuarias, que se hacen cargo de ellos pasando aviso a sus familiares y al armador del
barco hundido.
El 2º motorista, Luís Mendoza Monje, había perdido a su hermano dos años antes
en el “MASCATO I”, otro pesquero sanluqueño que lo partió las piedras de Salmedina.

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