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Lina Sala Díaz

Lina Sala Díaz va néixer a


Mèxic Districte Federal, de
pares valencians.

Els seus pares són Francisco


Sala Gómez i Mercedes Díaz
Roig. Els avis materns van
ser José Díaz -asturià- i
Mercedes Roig -madrilenya-;
els avis paterns no els va
conèixer i no recorda els seus
noms.

L'avi patern va morir en la


guerra quan el pare de Lina
tenia 6 anys. L'àvia va enviar
al pare de Lina i al seu germà
a Mèxic, en l'embarcament
de nens que va organitzar la
República i el govern de
Mèxic, coneguts com “los niños de Morelia”. L'àvia es va quedar amb la seva filla a
Alacant.

Estant a Morelia el pare de Lina va ser apadrinat per Emilio Prado que pertanyia al
comitè de l'exili que va tenir a veure amb l'organització de “los niños de Morelia”, pel
que l'avi patern de Lina ha estat en realitat Emilio Prado.

L'avi matern José va ser diputat en la República per Astúries, va estar a la presó en
diverses ocasions. Durant la guerra els avis i la mare de Lina van estar primer a Madrid
i al final a Barcelona, per a creuar els Pirineus i acabar a Toulouse, ciutat en la qual va
morir l’avi. L'àvia i la mare de Lina es van embarcar en el Nyassa que les va dur a
Mèxic. La mare de Lina, Mercedes, va anar a l'Instituto Vives on va conèixer a
Francisco, el pare de Lina.

Lina i la seva germana Marisol, van anar al Colegio Madrid. Lina va decidir residir a
Barcelona el 1985.

Lina Sala Díaz nació en México Distrito Federal, de padres valencianos.

Sus padres son Francisco Sala Gómez y Mercedes Díaz Roig. Los abuelos maternos
fueron José Díaz -asturiano- y Mercedes Roig -madrileña-; los abuelos paternos no los
conoció y no recuerda sus nombres.

El abuelo paterno murió en la guerra cuando el padre de Lina tenía 6 años. La abuela
envió al padre de Lina y a su hermano a México, en el embarque de niños que organizó
la República y el gobierno de México, conocidos como “los niños de Morelia”. La
abuela se quedó con su hija en Alicante.

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Estando en Morelia el padre de Lina fue apadrinado por Emilio Prado que pertenecía
al comité del exilio que tuvo que ver con la organización de “los niños de Morelia”,
por lo que el abuelo paterno de Lina ha sido en realidad Emilio Prado.

El abuelo materno José fue diputado en la República por Asturias, estuvo en la cárcel
en varias ocasiones. Durante la guerra el abuelo la abuela y la madre de Lina
estuvieron primero en Madrid y al final en Barcelona, para cruzar los Pirineos y
terminar en Toulouse, ciudad en la que murió el abuelo. La abuela y la madre de Lina
se embarcaron en el Nyassa que las llevó a México. La madre de Lina, Mercedes, fue al
Instituto Vives donde conoció a Francisco, el padre de Lina.

Lina y su hermana Marisol fueron al Colegio Madrid. Lina decidió residir en


Barcelona en 1985.

Entrevista
Tu nombre, el de tus padres y abuelos? ¿Qué parte de tu familia fue exiliada?

Me llamo Lina Sala Díaz, mi hermana se llama Marisol, mi madre fue Mercedes Díaz
Roig, mi padre Francisco Sala Gómez y mi abuela materna fue Mercedes Roig, mi
abuelo materno fue diputado por la Republica, José Díaz Fernández. Mis abuelos
paternos no los conocí.

Mi padre al llegar a México, que era de los llamados niños de Morelia, fue apadrinado
por el poeta Emilio Prado, o sea que realmente mi abuelo paterno fue Emilio Prado. Mi
padre salió junto con su hermano Luis Sala Gómez, fueron casi de los 500 niños que el
gobierno del general Lázaro Cárdenas acogió para que no sufrieran los bombardeos de
las tropas franquistas y fueron a dar a México.

¿A qué edad que llegaron tu padre y tu tío a México?

Tenían me parece 12 y 14 años más o menos, no lo recuerdo exactamente, su madre se


quedó aquí en Barcelona con su hija, que claro tenía que ser cuidada por la mujer de la
familia, el padre ya había muerto y envió a sus dos hijos varones a México.

¿Volvieron a ver a su madre?

No, la madre de mi padre murió estando mi padre en el exilio y como estaba el régimen
franquista nunca se volvieron a ver, mantenía relación con su hermana por
correspondencia.

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¿Sabes cómo fue la vida de tu papá?

Los niños de Morelia es una historia muy larga, fueron en la escuela España México que
sigue existiendo hoy en día en Michoacán, la mantienen aún, cerró en su día porque el
general Cárdenas dejó de ser presidente y dejó de llegar dinero a la escuela y por lo
tanto la cerraron, a partir de ahí mi padre y todos los niños y niñas de Morelia se
buscaron la vida.

¿Y después qué pasó con tu padre?

Mi padre no hablaba mucho de esto, la muerte de Emilio Prado que fue en el 60 y pico,
lo dejó absolutamente destrozado, fue la única familia real que tuvo, pues su madre lo
sube a un barco y lo envía al otro lado del mundo.

Padre de Lina, Francisco Sala

¿Y tu padre como conoció a tu madre?

Mi padre, como todos los niños exiliados en aquel momento, quedó vinculado al
Instituto Luis Vives, ahí terminó los estudios, el bachillerato, no pudo estudiar más
porque tenía que trabajar para mantenerse. A través de Emilio Prado quedó vinculado al
trabajo de imprenta, alguna vez fue segundo Premio Mundial de Impresión, estuvo
vinculado con publicaciones que realizaron Emilio Prado y otros poetas en el exilio, a la
imprenta Madero y todo aquello.

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Conoció a mi madre a través del Luis Vives, ahí se conocen, se enamoran y se casan, mi
hermana y yo nacemos en México.

Ahora cuéntanos de la parte de tu madre.

Mi abuelo materno era diputado por la República, por Asturias, la familia por parte de
mi abuela materna era valenciana e igual que la familia de mi padre, fueron emigrantes
económicos a Barcelona, vienen a trabajar en las fábricas. Mi madre nace en Madrid,
pero su familia es de Valencia.

¿Tu abuelo era diputado de qué?

Era diputado por la República evidentemente, no sé exactamente de qué partido, porque


eso no tenía importancia, era republicano y punto. Era por Asturias y también tenía
familia en la zona de Castropol. No sé dónde nació mi abuelo, alguna vinculación tiene
que tener con Asturias, pero tampoco se hablaba mucho de eso en casa.

¿Tú sabes cómo salieron de España? ¿Sabes si estuvieron en campos de


concentración?

Salieron todos juntos, mi abuelo al ser diputado sale de Madrid con su familia cuando
las tropas ya empiezan a cercar, se van a Barcelona, están con el gobierno del exilio y
cruzaron los Pirineos a pie y van a dar a Toulouse.

Ahí estuvieron viviendo junto con otra comunidad de republicanos, nunca llegaron a
estar en campos de concentración. Mi abuelo materno muere en Toulouse, víctima como
Machado de la pena y de la tuberculosis que le había generado el estar en la cárcel, de
tantas veces que entró y salió ya desde antes de la República, y pues eso, con su salud,
sólo le faltaba el exilio para terminar.

¿Tu abuela y tu mamá llegan a México en barco?

Sí en el último barco que sale con refugiados, en el Nyassa. En Francia mi madre fue a
la escuela pública, así que habla francés como lengua casi materna.

¿Tu madre llegó como con 10, 11 años a México?

Sí más o menos, al barco llegó sin zapatos, no tenían dónde caerse muertas, mi madre
recuerda que el capitán del barco cuando ya salieron a alta mar, tenía toda una mesa
larga llena de pan y mantequilla y que eso fue el no va más porque habían pasado más
hambre que un perro.

Llegan a México y el gobierno republicano se hizo cargo de los refugiados, en el sentido


de que había pactado con el gobierno del general Lázaro Cárdenas su admisión. Dicen
que se pagó dinero por ellos, se pagara o no se pagara es igual, los refugiados llegan a
México, nadie les regala nada pero tampoco nadie les impide nada. Con lo cual, dicho
sea de paso y que conste en acta, que sirva de ejemplo para las actuales autoridades
españolas, sean del partido que sea, que los españoles, muchos, han vivido gracias a la
generosidad de otros países o al trabajo que se les ha proporcionado en otros países,
porque en su propio país se morían de hambre y es una vergüenza.

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Entonces tu mamá llega con tu abuela y en ese momento, ¿qué pasa con ellas?

Bueno van a dar como la inmensa mayoría de refugiados a la calle López, el gobierno
de México les presta asistencia, les da papeles de inmediato, la famosa carta verde y a
partir de allí fueron más o menos mantenidos por el estado mexicano durante un período
de tiempo que no recuerdo si fue de
2, 3 o 4 meses. Después se tienen que
buscar la vida como todos. Mi madre
tuvo que empezar a trabajar, tendría
unos 12, 13 años.

Dime ¿cómo vivían ellos la


cuestión del exilio?

Antes de entrar a eso te diré que mi


madre cuando mi hermana y yo ya
fuimos más o menos grandes como
para quedarnos solas, estudió en el
Liceo Francés, se licenció, hizo toda
la carrera de Francés y Literatura.
Después a los 40 años entró a la
Universidad Nacional Autónoma de
México, hizo la carrera de Letras
Españolas y después hizo el
doctorado en el Colegio de México.
Dio clases como profesora tanto en la
universidad como en el doctorado y
era una de las 10 especialistas que
hay en el mundo sobre el Romancero
Español, es una figura muy
reconocida en su terreno y en todo el
ámbito de la literatura.
La madre y la abuela de Lina

¿Cómo sabías tú todo esto, se hablaba de la guerra y del exilio en tu casa?

De que se contaba en casa evidentemente, pero hay cosas que no sé por qué no se
contaban y si preguntabas no había respuesta, fundamentalmente de mi padre porque
fue excesivamente doloroso. Tú imagínate, tu madre te sube en un barco que te manda
al otro lado del mundo más o menos, a tierras ignotas porque México en aquel entonces
imagínate, mi padre llegó a México en el 37. Si hoy en día hay gente que me pregunta si
en México vamos a caballo y si todos usamos sombrero de Pancho Villa; primero, me
sorprende la ignorancia, pero segundo, yo pienso que cuando mi padre llegó a México
casi, casi.

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¿Y él cómo vivió todas estas cosas del exilio?

Pues a partir de ahí imagínate lo que fue la historia de los niños en Morelia. Llegan a
una escuela militarizada prácticamente, claro porque 500 niños tampoco los puedes
tener en plan ir por libre, era pues muy normatizada, es lógico.

Cuenta que una vez llegó el general Cárdenas a preguntar cómo estaban porque el
proyecto de la escuela España México era de Lázaro Cárdenas, no del Estado sino
propio de él, y llegó a ver cómo estaban los niños y les preguntó “¿qué comen?” y ellos
dijeron “pues mire general comemos frijoles y carne por la mañana, frijoles y carne al
medio día, frijoles y carne por la noche”, y él dijo “pues es mucha carne” y ellos
contestaron que “no, son los gusanos de los frijoles”, o sea que imagínate cómo
debieron de vivir esa realidad. El dinero que
presidencia daba la escuela era robado, no
llegaba a la escuela, se quedaba en los
sucesivos mandos, por lo cual pues ¡imagínate
tú!.

Mi padre contaba que una vez se levantaron en


armas realmente porque se morían de hambre,
aquello ya era el no va más y a raíz de todos
estos acontecimientos cerraron la escuela, les
dan una patada en el culo y les dicen “mira
niño, búscate la vida”. No tienes profesión,
estás en un país que no conoces, porque
llegaron de Veracruz a Michoacán y basta, sólo
conocían Morelia y pues ahora ¿a ver? ¿qué
haces para comer mañana? y ¿a ver? ¿en dónde
duermes?, o sea que imagínate cómo vivió mi
padre el exilio, como una cosa traumática, lo
menos que se puede decir es esto.

Abuelo de Lina, José Diaz

¿Él pensaba que volvería a ver a su madre que volvería a España? ¿Tú sabes qué
pensaba?

Pues en mi casa en un momento dado, volvimos como turistas porque todavía vivía
Franco, porque mi madre dijo: "está visto que este cabrón no se muere, me voy morir yo
antes que él y yo quiero regresar por lo menos una vez a ver mi tierra”, así que
regresamos como turistas. Evidentemente en aquel entonces no había embajadas, el
gobierno en el exilio era con quien tenía tratos el gobierno mexicano y había una
especie de representación comercial que funcionaba como diplomática.

Sin embargo, para decirte esto de cómo pasaron el exilio, del síndrome de guerra, pues
fíjate que mi madre después de 40 años en México, seguía teniendo en la despensa una
caja de cartón botes de garbanzos, de frijoles, no sé cuantos kilos de azúcar, chocolate y
una botella de aceite por si pasaba algo. Y tú le decías “mamá por favor estamos en
México, estamos muy bien, hay dinero suficiente, ¿para que sigues guardando eso?”,

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pero era una tranquilidad psicológica, porque evidentemente no lo necesitábamos, pero
ella los tenía que guardar por si acaso.

O sea que fíjate cómo vivían el exilio, con la


añoranza, con la desesperación y sobre todo la
sensación de que el mundo se había roto, su
realidad, su vida se había roto,

¿En México, se juntaban con gente del exilio?

En mi casa la política era cosa de cada día, se habló


de la guerra, de política y venían otros refugiados,
básicamente los amigos eran refugiados. Antes o
después se tocaban temas de política, del pasado o
actuales, tanto de la política de España como de la
política mexicana, eran temas normales y
corrientes. Mi padre no hablaba mucho, para él
tenía que haber sido todo tan tremendamente
doloroso que simple y llanamente no hablaba, mi
madre sí, mi madre nos inculcó nociones de
solidaridad y de libertad.
Periódico El Noroeste

¿Cómo ha influido en ti y en tu hermana el hecho de ser hijos de exiliados?

Los refugiados, a diferencia de los gachupines, en general se vincularon y se


preocuparon por el país, mi madre decía que ella sería española pero que era mexicana y
que siempre votaría al PRI, no porque estuviera de acuerdo con las marranadas del PRI,
sino porque era el partido de Lázaro Cárdenas y le debía lealtad.

Lo que nos enseñaron en casa fue en términos, que desde luego ya no se estilan, como
honradez, nobleza, lealtad, solidaridad, el deseo de un mundo en el que todos fuéramos
iguales, la democracia, lo que es un estado democrático, en fin todo ese tipo de
conceptos tan poco en boga.

Puede decirse que desde luego el provenir de una familia de refugiados influye, influye
en tu educación, influye en lo que escuchas en casa, en lo que aprendes, en tu formación
y en lo que serás.

¿A dónde ibas, con quiénes se veían, qué amigos tenían?

El Madrid al menos cuando yo iba, era la mejor escuela de México en su día y gratis.
Había mexicanos e hijos de refugiados, porque la cuestión era que el niño o la niña
hiciera su escuela, yo recibí una educación en la cual lo importante era el trato entre las
personas.

¿Fuera de la escuela a dónde ibas?

Nos movíamos en el grupo de la escuela totalmente, eso no quiere decir que yo no


tuviera contacto con mexicanos, porque en casa desde luego todos éramos iguales, mis

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padres nunca tuvieron ningún problema porque sus amigos fueran mexicanos o
mexicanas, eran recibidos en casa exactamente igual que cualquier otro, eran iguales.
De hecho mi hermana se casa con un mexicano, otra cosa es que las diferencias
culturales pesaran en ese matrimonio.

Los niños de Morelia

¿Iban a la casa Valencia?

Nunca, por ejemplo no fuimos al Orfeó Català porque siempre ha sido un sitio exclusivo
y de exclusión, si no eras catalán y no hablabas catalán no tenías cabida, en cambio
muchas veces fuimos a la casa de Aragón o a la de Asturias o a la de Valencia.

Nosotros jamás recibimos la educación de decir tenéis que estar sólo entre españoles o
sólo entre gente de tu clase. Lo que sí es cierto es que pues ¿con quién sales en la
adolescencia? pues con tus compañeros de clase, que eran todos hijos de refugiados.
¿Los profesores? todos refugiados o hijos de refugiados.

¿Tú te sentías extraña entre los mexicanos en el sentido de cómo se hablaba, lo que
se comía? ¿Ellos cómo te veían?

Sí, nosotros recibimos una educación, una cultura, parámetros filosóficos, políticos,
morales de la República, pero de una República más imaginada que real, porque claro si
mi madre sale con nueve años o por ahí, ¿qué vivió de la República? Si sale en el 39, no
le dio tiempo ni a respirar. ¿Qué tenían ellos? Unos ideales pero muy ideales, no tenían
conciencia, mi madre jamás hablaba por ejemplo de todas las bullas y broncas ni

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historias que había entre los propios partidos republicanos, de eso no se hablaba porque
era como un acto de traición a la República, a la idea de democracia. Era una República
basada en la democracia, no en yo voy y hago lo que me da la gana, porque eso no es la
República.

Y también en México lo que aprendimos fue que todos somos mexicanos, porque mi
parte mexicana a mí no me la quita ni Dios, podré ya no tener la documentación, pero
sigo siendo mexicana en ciertos aspectos, no sólo del lenguaje, sino en modos de ver la
vida.

Sin embargo a ojos de los mexicanos éramos todos gachupínes, ése es el problema de la
identidad mexicana, que todos dicen que tuvieron un abuelito español, pero por el otro
lado los españoles le quemaron los pies a Cuauhtémoc, ésta es la paradoja de la
identidad mexicana.

Fuiste a la en Universidad y ¿qué estudiaste?

Letras Clásicas, o sea latín y griego. Luego fui al Instituto Nacional de Bellas Artes e
hice arte dramático que allí es carrera universitaria.

¿Estuviste en algún momento dado vinculada a algún movimiento social en


México?

A todos los habidos y por haber pero de manera extraoficial, nunca pertenecí a ningún
partido político.
Pertenezco a un sindicato
porque al llegar a España
con el problema de los
papeles, -que dicho sea de
paso hay españoles de
primera y de segunda-, el
problema de los papeles
me los resuelve comisiones
obreras. ¡No veas tú la que
tuvimos que organizar! Y
yo sigo perteneciendo a
comisiones obreras pero
porque es un sindicato que
a mí me ha funcionado.
El General Cárdenas con algunos niños

¿En que más has participado?

Si se necesitaba alguna cosa nos movíamos. En el 68 evidentemente todos los


refugiados participamos, mi madre la primera en la manifestación, mi padre no porque
trabajaba. Mi madre iba a las manifestaciones, repartíamos octavillas, juntábamos
dinero, bueno hicimos lo que se tuvo que hacer.

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Por supuesto a mi casa llegó una carta de la Secretaría de Relaciones Exteriores
diciendo “le recordamos el artículo 33 constitucional en el que dice que usted (por ser
extranjero) no puede intervenir en política nacional”, pero seguimos interviniendo.

¿En qué momento decides venir a Europa y en qué momento decides que Cataluña
es tu lugar para vivir?

Por mi manera de ser, en la que evidentemente influye la educación recibida, los padres,
etc., yo soy más de aquí que de allá. Vinimos de turistas, volvimos a venir al cabo de los
2, 3 años en el 74 y yo dije “a mí esto me gusta, esto va conmigo”.

Así que para resolver el problema de venir aquí, la embajada española en México, no
sólo no me ayudó en nada sino que encima me liaron todo lo que pudieron, también hay
que decirlo. Entonces cuando yo llego aquí me veo como extranjera perniciosa y la
única manera que tenía para resolverlo era ser estudiante y tener una inscripción en una
escuela oficial.

Me vine y debo decir que a mí me recibió la oficialidad catalana en la Escuela de


Teatro, diciéndome que por delante mío pasaría cualquier mujer catalana sólo por ser
catalana independientemente de mis méritos, también tengo que decir que yo al señor de
turno le contesté que podía meterse su escuela y todo lo demás por dónde le cupiera y
que yo lo que quería era la inscripción para solucionar un problema de papeles.

A partir de ahí me quedé aquí pero no porque yo escogiera este destino, tampoco tengo
nada en contra de él, para mí tanto vale Cataluña como cualquier otro lugar, no tengo
prejuicios al respecto.

Sin embargo, no puedo sentirme catalana ni me sentiré catalana nunca cuando lo que me
rodea, a nivel estatal, a nivel oficial, no de la gente, no de toda la gente, es un deja de
ser tú misma, abandona tus costumbres, tu idioma, abandona quien eres para poder ser
de aquí, entonces lo siento mucho pero no.

Ellos son los primeros que dicen que la desaparición de una cultura es un hecho
lamentable, sea cual sea, me parece igualmente triste que desaparezca el tarasco como el
catalán, al fin es lo mismo. Las culturas, aunque sean minoritarias, no tienen por qué
desaparecer, ni sus respectivos idiomas, ni tradiciones, ni nada, es una riqueza para
todos.

Pero si lo que planteamos es por imposición, pues mira a mí las imposiciones no me


van, no van conmigo y eso es una de las cosas que me enseñaron mis padres, la
República es igualdad y todo el mundo tiene cabida en ella y por lo tanto las
imposiciones no me van.

Lo mismo me da que sea el señor Franco que dice que aquí no se puede hablar en
catalán, lo cual me parece una burrada, a que me digan que aquí no se puede hablar en
español, me da exactamente lo mismo porque el hecho es el mismo, es lo mismo de un
lado que del otro, por lo tanto ése fue mi recibimiento, no te cuento más.

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¿Te has dedicado en algún momento del tiempo que llevas aquí a ir a los lugares
donde nacieron tus abuelos, a hacer un poco de recorrido para encontrar tus
raíces?

Sí, pero sin exageraciones, sé que mi madre vivió en Rosales y por supuesto he paseado
por esa calle, no sé en qué casa vivía, porque ella cuando vino no lo recordaba bien,
claro era muy niña.

Cuando estuvimos en Barcelona sí que se acordaba del hotel en el que estuvieron, que
sigue estando en Gran Vía, hemos estado en Elche, hemos estado en Valencia que es la
tierra de mi abuela materna, he estado por supuesto en Asturias. Mi padre nos comentó
en alguna ocasión que se acordaba de la carrera de coches de Montjüic, etc., pero tanto
como buscar los orígenes, las raíces, no.

¿Te ha sido fácil encontrar trabajo en Cataluña?

¡Uf! Nunca ha sido fácil, Cataluña no es un lugar fácil en absoluto para nada, ni para
hacer amistades, ni para relacionarte, ni para encontrar trabajo, por lo menos esa es mi
experiencia, yo me he encontrado con que me llamen ‘extranjera’ en tono despectivo,
‘sudaca’, en fin de todo lo que hay por haber.

¿No has sido reconocida como hija de exiliados?

No, cuando me preguntan, “¿tú de dónde eres?”, yo digo que tengo la nacionalidad
española, eso hay que decirlo por delante para que luego lo de ‘sudaca’ sea de menos
peso, pero bueno ‘soy de nacionalidad española, nací en México y soy hija de
refugiados’, "¡ah!" eso es la respuesta.

¿Qué piensas en general de los catalanes y de Cataluña?

Conozco a catalanes que son personas excelentes, desde que llegué yo decidí que no me
vinculaba en ambientes cerrados como puede ser buscar el núcleo de mexicanos o estar
vinculada a la embajada, porque yo venía a vivir aquí y por lo tanto tenía que hacer la
vida de aquí.

Sí me he encontrado con mucha xenofobia, mucha, me encuentro constantemente con


rechazos porque yo he decidido que tengo la cultura que tengo, el pensamiento que
tengo, el idioma que tengo, no tengo problemas en entender el catalán, ni en leerlo, no
lo escribo bien porque no lo hago servir, pero no tengo absolutamente ningún problema.

¿No lo hablas?

Sí, pero sinceramente no es un idioma que práctico lo suficiente, tampoco me interesa


mayormente. Es decir hablo en catalán como puedo hablar en inglés, si tengo necesidad
lo hablo chapuceramente digo yo, no tengo ningún problema en que me hablen en
catalán, pero mi idioma es el español.

Por lo tanto lo que he vivido en ese sentido no es acogimiento, ni bienvenida, los


trabajos que he tenido, son trabajos de pacotilla como cualquier inmigrante, sueldos
miserables, sin seguridad social bla, bla, bla, la historia de siempre.

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Y estoy hasta el mismísimo gorro de este rollo patatero de independentismo, del
catalanismo e insisto en que la cultura no se pierda nunca, todos tenemos derecho, pero
todos. Estoy hasta el gorro de que se te cierren las puertas porque no tienes el nivel ‘x’
de catalán, hasta el mismísimo gorro de toda una serie de cosas derivadas, los ‘ismos’
son malos per se y mi intención es emigrar.

¿Qué piensas sobre la ley de la memoria histórica?

Pues que se queda corta, que se


queda muy corta porque todavía
la derecha aquí pesa. Qué no están
los obispos haciendo las movidas
que hacen, a estas alturas después
de cuantos años, en esta supuesta
democracia con un estado
supuestamente aconfesional.

En España, los 50 o 40 años del


franquismo no han pasado en
balde, sigue siendo un país rancio
en ciertos aspectos,
verdaderamente rancio, se burlan
de los sudamericanos y se les
olvida que nosotros tenemos una
tradición democrática
infinitamente anterior a la suya.
Otra cosa es cómo se practica
pero como tradición, como
sentido de la democracia, tenemos
mucho más en América Latina, en
México que aquí y en cierto
sentido esta democracia es un
pitorreo, con todos mis respetos.

Lina en el Colegio Madrid

Antes me preguntabas que ¿a qué vine? y yo te dije un poco en guasa, pero también en
serio, a devolverles el favor de la conquista, porque este país es viejo en ciertos
aspectos, es carca y todavía en muchos aspectos facha, todavía mandan y yo creo que la
ley de la memoria histórica se queda corta por puritito miedo.

Después de la muerte de Franco entiendo que se llegara a un acuerdo en el cual todo el


mundo cedió mucho porque tampoco era cuestión de organizar otra guerra, la
circunstancia histórica debía ser tremendamente delicada y yo creo que no nos cuentan
ni la mitad de lo que en ese momento hubo.

Vale, tenemos una constitución con sus más y sus menos, el momento histórico no daba
para más, tenemos una monarquía que con todos mis respetos a esa familia -no tengo
nada personal- pero es que a mí me da risa tener rey. Mi sobrino que también es español

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pero absolutamente mexicano y cuando le digo que tiene rey se parte de la risa. Claro,
como mexicanos y en eso seguiremos siendo mexicanos siempre, lo de la monarquía
nos parte de risa.

Tal vez supongo que los hijos de refugiados que tan de cerca hemos vivido la política,
pues tal vez somos los más desencantados, porque bueno me parece imperdonable,
sobre todo que en este país no recuerden ¿cómo han tenido que vivir?, ¿gracias a qué y a
quiénes?, que se les olvide.

Mi madre decía que lo mejor que se le podía dar a Franco era el olvido, pues yo no
opino como ella, ha de recordarse, ha de recordarse las brutalidades del franquismo, han
de recordarse las brutalidades de una Guerra Civil, como ha de recordarse la Segunda
Guerra Mundial y los campos de concentración, han de recordarse porque es frágil la
memoria y es fácil volver a caer en ello.

Y en este Estado, tanto si es el PP como el PSOE, que no dejan de ser lo mismo, se


olvida porque es conveniente olvidar y yo creo que ya va siendo hora de plantar cara y
de decirle a los señores curas y obispos que si no les gusta, que se vayan al Vaticano que
es su país y es donde tienen que estar, en el Vaticano todos ahí metiditos. Zapatero a tus
zapatos, si el Estado no va a misa no veo por qué se les admite y se les consiente a los
eclesiásticos, sea de la religión que sean, a meterse en política. Que se queden en su
púlpito y que hablen de la santísima trinidad que es lo que tienen que hacer y no hablar
de política.

No obstante es evidente que la vida aquí es mejor, pero no por lo económico, porque
también evidentemente lo económico cuenta, pero lo que es mejor es que es una vida
más libre, México está todavía lleno de moralismos, por mucho que ha avanzado,
porque evidentemente cada vez que voy es diferente, diferente a mejor, pero sigue
siendo un país atrasado culturalmente.

Cuando llegué y oí esto de que aquí en Cataluña son 6 millones y pensé bueno pues
como Mixcoac y el barrio que sigue, ¿dónde está el mérito? Es una cosa que me llama la
atención de la realidad española, que todos amamos lo que antes se llamaba la patria
chica.

Y en este país, que es una mierdecita de país, con 41 millones de habitantes y tanta
división y subdivisión y división de las divisiones y división de la división de las
divisiones, que dices ¡pero bueno, por favor!. Eso no va conmigo, yo ahí sí que no
participó, no puedo entrar en esa forma de pensamiento de yo y mi casa, mi casita
dentro de mi lugarcito, eso al lado del mundo ¿qué es?

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