Hay un dato que es parte importante de lo que originó la enorme necesidad de
comenzar un programa para el desarrollo del liderazgo en el país. Un programa que, sin prisa pero con urgencia, no puede esperar más. Que debe fortalecer las capacidades de quienes hoy conducen, en todos los niveles, las organizaciones (empresas privadas, instituciones públicas, organizaciones sin fines de lucro y otras) para llevarlas a ser protagonistas, en forma productiva y rentable, del crecimiento y el desarrollo.
El dato:
De acuerdo al Fondo Monetario Internacional, la cifra del crecimiento en
Chile, desde 1991 a 1997, fue de un 8%. En 1998 cayó casi a la mitad, es decir, 4,4% A partir de 1999–2000 hasta 2006, tuvo un repunte para llegar a 5–7% de crecimiento. El crecimiento esperado para 2008 – 2008 es de 4.5 a 5.5%
.El crecimiento es para un país el síntoma visible más contundente para
evidenciar que se están haciendo bien las cosas, ahora. También es un efecto que, siendo positivo en el corto plazo, puede llegar a ser una aplanadora que aplaste todo a su paso, si se dejó de lado un pilar fundamental para sustentar este crecimiento. Y es la preparación de las personas que intervienen en este proceso.
En definitiva, hay gestores del crecimiento y para pasar de “crecimiento” a
“desarrollo” se incorpora uno de los elementos más importantes: “la comunidad de líderes” que conducirán los gestores en la dirección adecuada.
LO QUE ESTÁ IMPLÍCITO EN EL CRECIMIENTO
Al crecer el país, crecen las organizaciones.
En este crecimiento aumenta el número de las personas que se desempeñan en ellas y se requiere de líderes que las conduzcan para el logro de los objetivos.
Al no haberse estructurado, desde el inicio, un programa para prepararse para
este crecimiento, lo que se generalizó fue una improvisación en la movilidad de personal de base hacia las funciones de liderazgo. No fueron preparados mentalmente ni capacitados en las herramientas técnicas necesarias para el liderazgo. Además, este fenómeno sucedió a mucha velocidad ya que se incorporó paradigmas vinculados a la falsa creencia en que “hacer mucho en poco tiempo” es sinónimo de productividad.
Las personas que asumieron funciones de liderazgo entraron a vivir conflictos,
básicamente por la incapacidad de gestión y los llevó, en general, a una respuesta instintiva. O “huía” o “atacaba”. Evidentemente, al sentirse mejorado en aspectos económicos, de motivación, sociales y otros, no “huyó”. Por lo tanto se quedó y “atacó” y se configuró un líder no cercano a las personas, aislado en el dominio de su campo profesional original (el contador en la contabilidad, el vendedor en la venta, el médico en la medicina, el ingeniero en la ingeniería, etc.) Con un “trato humano” lejano a lo que crea ambientes positivos y constructivos, motivadores y esperanzadores. No “cuidó” a sus colaboradores y por el contrario, apareció casi como un concepto generalizado, el mal trato, a veces la agresión verbal y muchas otras veces la indiferencia como “modos de ser y estar” de estos líderes.
Aquellos que, por poseer un desarrollado grado de sentido común y
condiciones natas en el buen trato con las personas, han tenido mucho menos dificultades aunque requieren manejar las “herramientas técnicas del liderazgo”. Han llegado a ser capaces de “contener” en buena forma a sus equipos de colaboradores, crear ambientes gratos de trabajo y mantener buenas relaciones con su equipo. No siempre logrando llegar a los objetivos propuestos ni liderando operaciones en forma productiva y rentable. Por lo que, de alguna manera, aún no se han incorporado al “desarrollo” aunque son protagonistas del “crecimiento”