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La pregunta científica que yo creo que jamás tendrá respuesta es cuáles son los
componentes últimos de la materia y la energía, las subpartículas más pequeñas.
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Como es sabido, el concepto de átomo nació en la Grecia Clásica, con Demócrito.
Aunque es indudable la importancia del concepto introducido por el griego, mucho más
significativo es el haber llegado a plantear la pregunta ante la cuál él tomó la orientación
negativa, la misma que nos ocupa: ¿es la materia divisible hasta el infinito?.
pequeñas que las descritas por esta teoría: bosones gauge, leptones y quarks.
Últimamente se ha especulado con la posibilidad de que los quarks posean
subestructura.
¿Pero realmente este proceso infinito en ambos sentidos sería posible físicamente? Es
una pregunta muy difícil de responder. Si nos trasladamos al campo de las matemáticas,
vemos la idea no es tan extravagante, porque conocemos los fractales, en los que
podemos encontrar infinitas super y subestructuras; pero la existencia matemática de un
concepto no implica su existencia física.
Como ocurre con cualquier teoría física (y ahí queda patente la humildad de la Ciencia),
una única contradicción daría al traste con el modelo completo. La primera posibilidad
que se nos podría ocurrir sobre nuestro caso es que si hubiera infinita profundidad tanto
en lo grande como en lo pequeño, notaríamos las perturbaciones provocadas por su
existencia; pero examinemos las ocasionadas por las estructuras conocidas:
MICROCOSMOS: Que la materia está hecha de átomos puede observarse, por ejemplo,
en el Movimiento Browniano, el “rebote” caótico de un grano de polen en las
moléculas del agua en el que está sumergido. La estructura atómica en núcleo más
electrones se observa en el conocido experimento de Rutherford, o en el fenómeno
de los rayos catódicos, que no son ni más ni menos que “chorros” de electrones.
La subestructura del núcleo se observa en las radiaciones nucleares, y la
constitución interna de protones y neutrones es casi imposible de detectar, si no
fuera por los enormes aceleradores que poseemos.
Como hemos podido ver, a medida que nos alejamos en la escala hacia cualquiera de los
dos límites, las consecuencias de los nuevos descubrimientos influyen cada vez menos
en nosotros, así que en principio tenemos carta blanca para la idea de una sucesión
infinita de estructuras cósmicas.
Otra consecuencia interesante sería que no existe la posibilidad de llegar a una teoría
física cerrada y definitiva sobre el Universo, ya que aparecerían más y más fenómenos
nuevos al acercarnos o alejarnos de nosotros mismos. Pero no creo que eso moleste a
nadie: incluso suponiendo que la escala empieza y termina realmente en los límites que
conocemos, una teoría física del Todo está lejos de ser alcanzada.
Si suponemos que las infinitas subestructuras existen, la cabeza se nos llena con miles
de preguntas: ¿Es posible que no existan a priori, sino que se vayan “creando” a medida
que son descubiertas? ¿Se puede encontrar una teoría sobre cómo serán las nuevas
estructuras que se vayan hallando, tal y como ocurre en un fractal? ¿Debería admitir la
Ciencia que es absolutamente imposible conocer el Universo? ¿Se podría imaginar a
Dios como el final inalcanzable de la escala, ya que allí estaría necesariamente la
“Causa Primera” aristotélica?