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There is no such thing, at this date of the worldʹs history, in America, as an independent press. You know it
and I know it. There is not one of you who dare to write your honest opinions, and if you did, you know
beforehand that it would never appear in print. I am paid weekly for keeping my honest opinion out of the
paper I am connected with. Others of you are paid similar salaries for similar things, and any of you who
would be so foolish as to write honest opinions would be out on the streets looking for another job. If I allowed
my honest opinions to appear in one issue of my paper, before twenty‐four hours my occupation would be
gone. The business of the journalists is to destroy the truth, to lie outright, to pervert, to vilify, to fawn at the
feet of mammon, and to sell his country and his race for his daily bread. You know it and I know it, and what
folly is this toasting an independent press? We are the tools and vassals of rich men behind the scenes. We are
the jumping jacks, they pull the strings and we dance. Our talents, our possibilities and our lives are all the
property of other men. We are intellectual prostitutes.
“No hay en Estados Unidos, a esta fecha de la historia del mundo, tal cosa como una prensa independiente.
Ustedes y yo lo sabemos. No hay uno de ustedes que se atreva a escribir sus honestas opiniones; y si lo hiciera,
sabe de antemano que nunca aparecerían impresas. Me pagan semanalmente para que mantenga mi honesta
opinión fuera del diario al cual estoy relacionado. Otros de ustedes son asalariados para fines similares, y
cualquiera que fuera tan tonto como para escribir sus honestas opiniones estaría en las calles buscando otro
empleo. Si permitiera que mis honestas opiniones aparecieran en una de las ediciones de mi periódico, antes de
veinticuatro horas mi ocupación se habría esfumado. El negocio de los periodistas es destruir la verdad, mentir
descaradamente, pervertir, envilecer, adular a los pies de Mammon [espíritu de la codicia, dios de la riqueza,
N. del T.] y vender a su país y a su raza por su pan cotidiano. Usted y yo lo sabemos, ¿y qué insensatez es ésta
que brinda por una prensa independiente? Somos herramientas y vasallos de hombres ricos que actúan detrás
del escenario. Somos marionetas, ellos tiran de las cuerdas y nosotros bailamos. Nuestros talentos, nuestras
posibilidades y nuestras vidas son propiedad de otros hombres. Somos prostitutas intelectuales”.
Palabras atribuidas al periodista estadounidense John Swinton, tomadas y traducidas de
http://www.answers.com/topic/john‐swinton‐journalist
Los dueños de periódicos, emisoras de radio y plantas de televisión mantienen una campaña
denunciando “amenazas” (que hasta ahora no se han cumplido) de parte del gobierno
nacional contra la libertad de expresión.
Para el abono de su llanto, regado solidariamente por la inefable SIP, por representantes de
la jerarquía clerical, por políticos que cuando gobernaron cerraron medios y apresaron a
periodistas, y por “periodistas” como los retratados por el señor SWINTON en el epígrafe del
presente trabajo, los dueños de medios de confusión masiva han mentido a mansalva y han
retorcido hechos como el auto de detención dictado contra un periodista por presunta estafa,
la remoción de una antena de transmisión radial por razones de utilidad pública y una
demanda judicial por desocupación del edificio donde funciona un periódico local como
aberrantes “atentados del gobierno contra la libertad de expresión”.
Es preciso entonces recurrir a la historia para precisar algunos datos que nos ayuden a tener
una visión más clara del problema.
¿”LIBERTAD DE EXPRESIÓN” O DERECHO ABSOLUTO DE PRESIÓN?
“… En Venezuela reina la paz de los cementerios. Las emisoras siguen multiplicándose en
medio de una guerrilla patronal (su Cámara se ha escindido dos veces en los últimos años),
y peleándose el rating en una carrera impune a la más desenfrenada vulgaridad; la
publicidad en cine, radio y televisión no conoce límites; el poder de los radiodifusores es
absoluto: los presidentes de la República los siguen condecorando y felicitando por su «gran
sentido de responsabilidad», que los ha puesto «a la cabeza del continente» (declaraciones
presidenciales del 12‐3‐1970). Dos intentos: de reformar el vetusto Reglamento de
Radiodifusión y de introducir a las Cámaras Legislativas una ley del Cine, han sido
enterrados con brutal violencia ideológica. La ley sobre Propaganda comercial es la misma
de la Venezuela provinciana de 1944; no existe todavía una Asociación de
Radiotelevidentes; la Dirección de Telecomunicaciones es coto de caza de los industriales
del ramo, y la Dirección de Industrias del Ministerio de Fomento oficializa la política de
nuestra «industria cinematográfica»…”
COMUNICACIÓN Y CULTURA DE MASAS – Antonio PASQUALI, Monte Ávila Editores,
Tercera Edición – 1976 – Prefacio a la Segunda Edición, pp. 36‐37.
Resalta en la cita que intentos de reformas de reglamento y de promover una ley fueron
enterrados “con brutal violencia ideolٕógica” y que la Dirección de Telecomunicaciones era
“coto de caza” de los industriales del ramo. Y dejamos constancia de que el profesor
PASQUALI parece desdecir hoy lo entonces afirmado [ver archivo tomado de página
http://www.el‐carabobeno.com/e_pag_flun.aspx?art=a030706lun&id=t030706‐lun] y defiende a quienes
ayer acusaba, pero en esa práctica no es el primero ni será el último, así que continuaremos
usando su libro como fuente de datos pues lo que en él se relata ocurrió hace poco y los
actores de ese drama están –en su mayoría– vivos, unos reclamando privilegios quizá
perdidos y otros avivando la memoria colectiva para que tales prácticas no se repitan en el
país.
Porque hay grupos económicos a los cuales, en cada gobierno, les “tocaba” un reparto
ministerial en la sacrosanta continuidad republicopeyana y harto conocida es la gran habilidad
de tales grupos y de muchas de sus individualidades para “confundirse con el entorno”, por
lo cual nada del otro mundo es que los veamos hoy en lo suyo, pero, contrariando al poeta
Manuel MACHADO, «todos de rojo hasta los pies vestidos», buscando continuar su fiesta
privada en nombre de “la revolución”.
En lo que a medios se refiere, veamos cómo empezó la historia.
“Hay una circunstancia cronológica que merece señalarse. La implantación, difusión y
control privado de los medios de masas comienza en Venezuela a partir de los años treinta,
sin que «la exclusiva competencia del Estado» en las telecomunicaciones, platónicamente
sancionada por el Reglamento de Radiodifusión del 5‐3‐1941 del gobierno de López
Contreras, pudiese constituirse en impedimento o factor racionalizador de esta novedosa
ruée vers l´or (oleada hacia el oro, Nota de ACCE).
[…] De la media docena de instituciones básicas que se reparten el control de los mass media
(todas ellas privadas y patronales), sólo la Cámara de la Industria de la Radio y la Televisión
(desde 1969 desdoblada en dos Cámaras independientes y paralelas) nace en vísperas de la
dictadura: el 28 de agosto de 1950. ANDA es fundada el 30 de agosto de 1957. El Bloque de
Prensa (asociación sindical de patronos «para la protección y defensa de los intereses
comunes»), el 23 de septiembre de 1958; la Cámara Venezolana de la Industria
Cinematográfica y la Federación Venezolana de Agencias Publicitarias (FEVAP) el mismo
día: 26 de septiembre de 1958; el Consejo Venezolano de la Publicidad (que reúne a todos
estos organismos), el 10 de agosto de 1961. Tal coincidencia no puede considerarse
puramente fortuita.
Ella debe interpretarse más bien como el cierre de filas de la élite oligárquica de la
información ante el despertar de los anhelos populares que, sobre todo en 1958, favoreció
una extraordinaria aunque fugaz toma de conciencia de los grandes problemas colectivos.
Esta «coincidencia» permitió la constitución de lobbies bien organizados en sustitución del
antiguo compadrazgo personalista; facilitó la defensa «científica» de los intereses comunes;
creó el gran instrumento patronal para la protección de una industria cultural en víspera de
su gran expansión; favoreció, finalmente, la infiltración de «expertos» y «tecnócratas» en las
dependencias más importantes de la administración pública…” (Ob., cit., pp. 132‐133)
La función comunicar devino en mero asunto comercial con el agravante de un control
absoluto de esa oligarquía que impone la unilateralidad de su visión‐intereses, dejando al
colectivo bajo el peso de una masificación cultural limitada y en estado de indefensión, pues
por ser canal no‐comunicante sino informador que no da posibilidad de apelación o
respuesta, la imbricación de los propietarios con el aparato estatal administrativo actúa en el
sentido de obstaculizar cualquier organización defensiva. Y si un medio escapa o trata de
escapar del control de la élite, la presión de las agencias de publicidad vuelve a la díscola
oveja al redil.
“En octubre de 1962, por ejemplo, al circular por el país rumores frenéticos de que el
gobierno había recibido un nuevo ultimátum del poder militar exigiendo una drástica
represión de la izquierda, una alocución del jefe del partido derechista de coalición dio pie
a la conjetura de que el gobierno estaba realmente vacilando, o parecía contener un llamado
patético al Jefe de Estado para que no claudicara. En una sucesiva alocución, el mismo
Presidente informó que nada había sucedido, y que seguía reinando el orden. El periódico
El Nacional, que había transcrito todos los mensajes y publicado abundantes informaciones,
pero que, como de costumbre, no había dedicado una sola línea de comentarios a estos
graves sucesos, resumió su punto de vista sobre el bloque de acontecimientos con una
mancheta del 15 de octubre que decía, refiriéndose al Presidente: Habla pero oye. Este juego
de conjeturas en clave para las múltiples conjeturas del receptor tuvo su clímax, entre
patético y grotesco, en marzo de 1963, cuando El Nacional, definitivamente acorralado por la
oligarquía publicitaria, tuvo que ser vendido a un equipo representativo de esa misma
oligarquía, encabezado por un ex Ministro del gobierno Betancourt y ex apoderado de las
empresas Rockefeller en Venezuela. El frenético juego de hipótesis y conjeturas que sacudió
a la parte más sensible del país culminó el 15 de marzo cuando el propio periódico, como
única insinuación en clave de lo sucedido y a manera de despedida, publicó su última
«mancheta libre»: Caminito amigo, yo también me voy.
Este tango tuvo su réplica inmediata en una mancheta‐copla del nuevo equipo dirigente que
decía: Por ser la primera vez / que yo en esta casa canto / nada me atrevo a decir / cuando quiero
decir tanto. Estos mensajes en clave fueron todo lo que las élites de la información tuvieron a
bien comunicar a las masas sobre uno de los episodios más significativos de la realidad
comunicacional venezolana. En cambio, el periódico informaba regocijado en los días
siguientes (24, 25 y 27 de marzo) que las Juntas directivas de ANDA, del Consejo
Venezolano de la Publicidad y de la Internacional Advertising Association (es decir, sus
propios ex enterradores y sus nuevos y auténticos amos) visitaban el periódico para
«departir cordialmente». En los días siguientes el flujo de pautas publicitarias de los
grandes anunciantes (Sears inclusive) volvía para El Nacional a sus antiguos niveles”. (Ob.,
cit., pp. 115‐116)
Sobra decir que tales trapisondas ni tan repudiables métodos fueron criticados o combatidos
por la SIP, ya que todo eso forma parte de las “reglas del juego” capitalista del tiburón y las
sardinas, tan al gusto de ese grupo patronal.
Había, sin embargo, quienes desde una perspectiva distinta dejaban oír sus voces de crítica,
denuncia y protesta. El primero de mayo de 1971 circuló el primer número de la revista
REVENTÓN, dirigida por Pablo ANTILLANO, Raúl FUENTES, José Luís GARRIDO,
Richard IZARRA, Carlos RAMÍREZ FARÍA, Enrique RONDÓN, Armando VALERO y
Domingo CHAPELLÍN. Los trabajos principales en ese ejemplar eran “¿A quiénes pertenece
Venezuela?” [adelanto de lo que Domingo Alberto RANGEL exponía en su libro “La
Oligarquía del Dinero”], y “Los Amos de la Televisión”, de Armando VALERO.
Pues bien, el segundo número de esa revista fue recogido por la policía y sus redactores
fueron citados ante un Tribunal Militar, por órdenes del general García VILLASMIL, a
resultas de lo cual IZARRA terminó preso (luego lo seguirían otros) en el Cuartel “San
Carlos”.
Recordemos que por esos tiempos el gobierno estadounidense se hallaba en afanes de sacar al
presidente ALLENDE del gobierno en Chile, tarea que NIXON encargó a KISSINGER y éste
delegó en la CIA; y mientras hechos como el encarcelamiento de periodistas y secuestros de
revistas y periódicos eran moneda corriente en Venezuela, el diario “New York Times” se
quejaba amargamente de las “restricciones” contra la libertad de
prensa en Chile y la SIP señalaba que nuestro país vivía la
normalidad más plena en ese terreno, para mayor gloria de los
gobiernos adecopeyanos y de sus patronos, FEDECÁMARAS en
lo interno y el capital internacional detrás del trono.
En su tercer número la revista REVENTÓN reseñaba:
Porque esas “élites” que falsean los hechos e imponen un
pensamiento único a través de sus televisoras, de sus radios y de
sus publicaciones escritas son las mismas que afincan su dominio
en otras áreas de la sociedad, como la economía, la cultura y la
educación.
Y para ellas es necesario enmascarar esa realidad con ficciones de libertad, democracia e
igualdad, tarea encomendada a los partidos políticos, a la jerarquía eclesiástica y a otros
aparatos de control.
Sigamos citando a PASQUALI:
“… Tal historia se centra básicamente, y es fruto de una política excesivamente liberal del
Estado venezolano, cuya máxima aspiración es mantener un estado de no‐agresión con los
medios y una relación de favores mutuos. La Dirección de Radiodifusión del Ministerio de
Comunicaciones ha sido, desde siempre, el lugar donde esa política se ha concretado. A
cambio del silencio, o de una incondicionada solidaridad con los puntos de vista
gubernamentales, el Estado ha aceptado pasivamente la violación de todos los reglamentos
y disposiciones de la materia. Cambian las formas, los protagonistas y el estilo de este
contrato no escrito; pero los radiodifusores siguen siendo un invencible grupo de presión
que siempre logra la entente cordiale con militares, dictadores o presidentes electos. Ellos y el
gobierno son las únicas dos instituciones que en un momento determinado pueden dirigirse
a todo el país por radio y televisión. La radio ha institucionalizado tal posibilidad con una
alocución diaria transmitida por todas las estaciones comerciales, cuyo contenido es un
híbrido de política patronal y gubernamental, salpicado de moralejas y consejos pueriles y
siempre destinado a ensalzar los fueros inviolables de su incondicionada libertad de
expresión. Esta consiste básicamente en ceder sus micrófonos y cámaras a personeros del
gobierno de turno y a empresas o instituciones privadas, y en medida infinitamente menor a
la oposición. A cambio de este «equilibrio de poderes», todos los presidentes de la República
(dictadores o democráticos) han condecorado siempre y favorecido a todos los
radiodifusores. Estos vínculos tan estrechos tienden a consagrar y perpetuar las funciones
del pool medios‐gobierno como coincidencia de intereses político‐comunicacionales. En la
inminencia de un cambio de gobierno, medios y agrupación política siempre comienzan por
asustarse recíprocamente, para lograr un mejor sincronismo en sus movimientos y una
mejor identificación final de sus metas. Los gobiernos de Acción Democrática, por ejemplo,
concedieron permisos, condecoraciones y garantías a los radiodifusores, a cambio de
sustanciosos privilegios. Los democristianos ‐‐en la oposición‐‐ lanzaron su fiero rugido:
“Nacionalizaremos la televisión”. Pero era un tigre de papel. A un año tan solo de ascenso al
poder, ratificaron su aceptación del modus vivendi como nuevas partes en el vigente contrato
gobierno‐medios. El 12 de marzo de 1970 tal situación quedó consagrada oficialmente en
una rueda de prensa presidencial cuyos únicos interlocutores eran los dueños de los medios
radioeléctricos. Estos felicitaron al Presidente de la República por el «uso científico del
medio televisión» (un diálogo semanal con los periodistas) y le pidieron que les quitara del
medio la última pajita que aún estorba su «libertad de expresión»: la ya incompetente e
impotente Comisión Asesora del Ministerio de Comunicaciones”.
(Ob., cit., pp. 144‐145)
Las “ofertas electorales” incluían por eso un freno, obviamente necesario y cada vez reclamado
con más insistencia por grupos e individualidades, a las tropelías de los dueños de los
medios, quienes no dudan en hacer uso de cualquier método (hasta “la brutal violencia
ideológica”… y de la otra) para continuar con la sartén del monopolio por el mango.
Pero esas ofertas nunca pasaron de allí, de ser ofertas, como sucedió con el “fiero rugido”
copeyano de nacionalizar la televisión, de adecentar la programación y eliminar la cotidiana y
masiva estupidización impuesta mediante las telenovelas.
Como explica PASQUALI, apenas un año
después del cambio de gobierno la verdadera
fiera sacó las garras y bien sabido es que
donde roncaba tigre mediático no había burro
gubernamental con reumatismo reformador.
Tomado de “REVENTÓN” 8 del 18‐08‐1971
Entonces operaban aquí tres plantas televisoras, a saber, Radio Caracas Televisión [Grupo
Phelps], vinculada a la American Broadcasting Company (ABC); Venevisión [Grupo Cisneros],
a Columbia Broadcasting System (CBS), y Cadena Venezolana de Televisión [Grupo Vollmer],
a la National Broadcasting Company (NBC). En la primera el noticiero estelar se llamaba “El
Observador Creole”, y el casi siempre infame editorial era leído por Rafael POLEO. En el
segundo el editorial, redactado por personal de la embajada estadounidense, era leído por
Aureliano ALFONZO.
Respecto a la prensa escrita, los principales diarios nacionales eran “Últimas Noticias”,
perteneciente a la entonces unida familia CAPRILES; “El Nacional”, con Oscar de
GURUCEAGA, Eduardo MENDOZA GOITICOA y Alfredo BOULTON en su Junta
Directiva, y “El Universal”, propiedad de Luís Teófilo NÚÑEZ.
No era extraño ver a propietarios, directores y representantes de esos medios ocupando
cargos parlamentarios, diplomáticos y de otra índole en los gobiernos de turno.
“… Toda información masiva es sinónimo, para el sociólogo, de «propaganda», aun en
condiciones normales de uso. Este fenómeno, que una dirección estatal, independiente o
multilateral del medio pudiera minimizar, queda exaltada cuando éste pasa a manos de
pequeños pero potentes grupos de presión, convertidos en únicos informadores
institucionales. Tal es el caso de Venezuela, país en el cual una élite industrial de la
información monopoliza el uso de los canales radioeléctricos, y que en dieciocho años ha
sido incapaz de originar (siquiera para justificarse) una sola radio o televisora educacional o
cultural. ¿Cómo combinar el negocio y el bien común, el dinero y la objetividad? Tras
descomponer el mensaje de nuestra televisión en sus componentes básicos, veremos cómo
ese imposible matrimonio concluye en el proxenetismo y la alienación. Una «cultura»
degradada, manipulada y envilecida es exhibida para que produzca dividendos a su
explotador. Por lo cual el significado empírico e inmediato que el término «televisión» tiene
para nosotros incluye, al menos, los siguientes elementos: 1° La subordinación de toda
pauta programática a los requerimientos formales e ideológicos (próximos o remotos) del
mensaje comercial; 2° La distribución irracional del medio a las áreas más explotables
comercialmente, con la capital como centro básico de producción en el país; 3° La
conversión de la audiencia, o universo de perceptores, en una masa despersonalizada de la
cual sólo se suponen, alimentan y dirigen los estímulos mercantiles y genéricamente
irracionales”. (Ob., cit., p. 291)
La pareja proxenetismo – alienación goza de buena salud y tiene múltiples maneras de
manifestarse. Revisemos, por ejemplo, los nombres de quienes han encabezado los equipos
ministeriales y encontraremos el intercambio entre los ex presidentes de FEDECÁMARAS y
aquellos, o la ininterrumpida línea de ejecutivos de unas determinadas empresas en las
direcciones de Hacienda y Fomento.
Cuando privatizaron las empresas aéreas el gobierno quedó con el 51% de acciones y la
“empresa privada” con el 49%, pero en la Junta Directiva solo había representantes de la
segunda. Y luego del accidente aéreo que sufrió VIASA en su vuelo 742 el 16 de marzo de
1969 en Maracaibo, la felicísima pareja proxenetismo – alienación apeló a sus íntimas
relaciones para ocultar muchas de las razones de ese accidente, que costó la vida a ciento
cincuenta (150) personas. Eso, en el lenguaje de la “élite”, se llama «objetividad»:
“En 1967, la información difundida por la televisión venezolana se redujo a un 10,7 por ciento
del «vivo», es decir, a un alarmante 2,05 por ciento del total diario de programación. Un
análisis de las fuentes de esa información (por no hablar de contenido y efectos) sólo
confirmaría la tesis de que la televisión comercial venezolana informa muy poco,
tendenciosamente y sin iniciativa propia. Venezuela es un país cuya información televisada
no está manipulada por el partido en el poder (lo que sería de lamentar), sino por la gran
finanza internacional presente en el país, lo cual es a todas luces catastrófico. Ante los
grandes temas de la actualidad nacional e internacional (reforma tributaria o guerra, ley de
educación o racismo), la información noticiosa televisada a la audiencia venezolana es todo
un juego de tergiversaciones, de silencios o abiertas deformaciones, manipuladas por el
anunciante en su condición de verdadero e invisible informador. La «objetividad» es el
insidioso espejo deformante de la verdad, y el antídoto contra los peligros de una opinión
pública sometida a la libre dialéctica de la reflexión”. (Ob., cit., p. 354)
Las relaciones de pareja que
mantenía el presidente de la
República con su activa
Secretaria, a sotto voce
criticadas pero muy pocas
veces referidas en público, se
convirtieron en uno de los
temas tabú para los dueños
de la información.
Esos mismos medios amarillistas y
mentirosos que hoy a cualquier
venezolano, no importa la posición
que ocupe siempre y cuando les huela
a “chavista”, despellejan vivo
inventándole las más truculentas
historias guardaron silencio ante la
evidente injerencia de la señora
IBÁÑEZ en cuestiones del gobierno y
que ella, por lo demás, nunca se
molestó en ocultar.
Hasta la jerarquía eclesiástica, de suyo tan quisquillosa cuando de la “moral” de los demás se
trata [como cuando presionaron para que monseñor CALDERA prohibiera proyectar la
película “El último tango en Paris”] mantuvo silencio en una práctica que PASQUALI resume
así:
“… La Iglesia, por ejemplo (al menos la venezolana), nunca ha objetado seriamente ni en
términos principistas el problema que representa la difusión de más de 10.000 telefilms
anuales por los canales de la televisión venezolana, porque mientras por un lado se limita a
reprobar platónicamente este o aquel aspecto escabroso, por el otro se conforma con la
presencia genérica de una anémica moraleja final (el crimen que no paga) de un cierto
«pudor» (el predominio del héroe asexuado) y la prédica superficial de ciertos valores
«occidentales»”. (Ob., cit., p. 164)
Y si algún cura individualmente mostró solidaridad con la esposa del presidente, señora
Gladys CASTILLO, hostigada por la DISIP y silenciada por los medios, la respuesta
gubernamental fue contundente y definitiva.
Todo el mundo quedó calladito y las cosas continuaron su marcha “normal”, toda vez que lo
importante era el orden, el sistema, resumido en la consigna de uno de los héroes de las series
policíacas de la época, el sargento Rick HUNTER: “¡Funciona para mí!”.
Y “el orden” significa detalles como éste:
“Por otra parte, un informe del Sistema Económico Latinoamericano (SELA 1999) indica que
en el Hemisferio Occidental la situación es sólo un poco menos dramática que a nivel
mundial: Hay dos países de economías muy avanzadas Estados Unidos y Canadá, que en
1995 presentaban un PNB de $26,890 Dls. y $19,380, respectivamente. Y por otro lado, los
países de América Latina y el Caribe, todos países «en desarrollo», con un PNB per cápita
promedio de $3,320. Si se consideran los extremos, destaca que Estados Unidos tiene un
PNB per cápita 108 veces superior al de Haití ($250).
En un estudio sobre la industria audiovisual iberoamericana (Latinoamérica, más España y
Portugal), se muestra que cinco empresas concentraban casi el 90% de las exportaciones de
cine, video y televisión: Televisa, Rede Globo, Venevisión, Radio Caracas TV y RTVE. Las
exportaciones de Televisa a su vez representaban casi el 50% del total. No obstante, las
ventas de programas al extranjero constituyen todavía un porcentaje pequeño de los
ingresos de estas compañías (MR & C 1998). Aun así, el gigante mexicano de medios ha
incrementado sus ventas al exterior en los últimos años. Por ejemplo, según los informes
anuales de Televisa, sus ventas netas al extranjero evolucionaron, de 9.9% en 1993, al 17.6%
en 1997. El 75.3% del valor de sus exportaciones, y 97% de sus importaciones en 1997, se
originó de Estados Unidos (Televisa, 1998). La alta proporción de exportaciones a Estados
Unidos se explica en virtud de la manera diferencial en que se establecen los precios de
programas televisivos en el mercado internacional, en términos del «poder adquisitivo» de
cada país. Por dar un ejemplo, en 1990 Centro y Sudamérica compraron el 71% de las
horas/programa que Televisa exportó, pero esto constituyó sólo el 37% de los ingresos
recibidos. Estados Unidos, por otra parte, recibió solamente 9% de las horas de
programación y aportó el 52% de los ingresos totales por ventas al exterior”.
Enrique E. Sánchez Ruiz, Universidad de Guadalajara, México.
Intervención en el Panel “Las Industrias Culturales en las Américas”,
50 Congreso de la International Communication Association (ICA),
Acapulco, 2 al 5 de junio de 2000, cuyo texto completo puede ser consultado en
http://www2.metodista.br/unesco/PCLA/revista5/artigo%205‐2.htm
Es obvio el enfrentamiento entre distintos intereses, por un lado la pareja proxenetismo –
alienación con sus negocios aprovechándose de un bien que no le pertenece (bandas de
frecuencia) y por el otro el colectivo, expropiado y desprotegido por la complicidad de los
gobiernos con la oligarquía de la información‐publicidad.
“En este sentido, nuestra situación mirada con realismo pero con la necesaria pureza de
intenciones, ofrece como única alternativa a plazo imprecisable, la intervención de los
poderes públicos y la nacionalización de los servicios radioeléctricos de difusión. Esta
proposición carece del menor sentido chauvinista o totalitarista, y asume como modelos
concretos los grandes sistemas nacionalizados (BBC, ORTF, RAI, etc.), de los más prósperos,
cultos y libres países de Europa occidental. La libre empresa venezolana de la información
ha demostrado sobradamente, en cuarenta años de gestión de los grandes canales
informativos, su voluntad de imponer sus cánones más abiertamente anticulturales y
antisociales en el orden geográfico, intelectual y educativo, divorciándose radicalmente de
todas las fuerzas capaces de impulsar una dinámica comunicacional y cultural de nivel. En
vista de experiencias tan contundentes (cuya cuantificación hemos intentado en los
capítulos anteriores), un poder público realmente honesto no debería enfocar en lo sucesivo
otra solución que la de reabsorber y encargarse de un servicio que el Reglamento del 5‐3‐
1941 le concede con carácter de exclusividad. Culposa ingenuidad sería la de confiar en
reformismo o en rectificaciones espontáneas por parte de los actuales concesionarios de los
mass‐media, pues ello equivaldría a pedirles que renuncien voluntariamente a poderes y
privilegios tan ardientemente defendidos”. (PASQUALI, ob., cit., pp. 435‐436)
Y el “orden” de la pareja proxenetismo – alienación ocultaba,
bajo sonrisas y gestos cómplices, además del monopolio de la
información‐mercantilismo negocios muy productivos como
la evasión de impuestos, el contrabando de películas, la venta
de armas, la ocupación de tierras propiedad del Estado y
otros, hoy quizá reducidos con merma de beneficios y
privilegios presentada como “falta de libertad de expresión” y
“amenazas contra la libertad de prensa”, amén del sempiterno
llanto por “el sistema democrático”, es decir, el orden capitalista QUINO
de explotación de cuanto recurso tenga el país, comenzando
por su gente.
El gobierno nacional, con todos los errores e inconsecuencias que se le puedan señalar, tiene
una línea de acción coherente contra el desmedido poder de la oligarquía de la información y
dentro de su lucha contra ella podemos mencionar la Ley de Responsabilidad Social en la
Radio y Televisión, atacada por esa oligarquía y por sus aliados, quienes la llaman “Ley
Mordaza”. Continuar y profundizar esa lucha es parte de la tarea de los militantes
revolucionarios, por definición anticapitalistas.
El socialismo debe ser hijo legítimo de ese combate.