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América Latina enfrenta el año 2009, al igual que el resto del mundo, con las
incertidumbres propias del ambiente de crisis que experimenta la economía global. El
crecimiento esperado en nuestros países se verá sensiblemente reducido. Conforme a
pronósticos recientes, el nivel de actividad económica de la región estará entre 2% y
2,5% con presiones a la baja. El crecimiento mundial se redujo significativamente, y se
espera en el 2009 una desaceleración en todas las regiones del mundo. Estados Unidos,
epicentro de la crisis financiera, ya está en recesión y las economías europeas enfrentan
un escenario similar. Los mercados emergentes, como China e India, no estarán exentos
de este ciclo.
Las respuestas de política pública a los desafíos de corto plazo derivados de la crisis
son, al mismo tiempo, oportunidades para profundizar las tareas que se deben acometer
más allá de la etapa del ciclo económico en que nos encontramos. En este aspecto,
América latina tiene retos a mediano y largo plazo que no pueden ser relegados. La
educación es de vital importancia y la región no está brindando a sus generaciones más
jóvenes la educación que necesitan de cara al siglo XXI. Cada vez se hace más evidente
que el problema no es la disponibilidad de escuelas, sino la calidad de la enseñanza.
En una economía global, que tiene en el conocimiento el motor principal del progreso,
la alfabetización básica no es una base suficiente para el desarrollo personal, mucho
menos para el desarrollo de un país. La inversión en capital humano en América Latina
no es pues solo un imperativo social, sino una decisión estratégica en desarrollo
estructural de la región.
Al igual que en otras partes del mundo, la demanda de energía, alimentos, agua y aire
limpios amenaza el crecimiento y el desarrollo sostenibles de la región. Por ejemplo, en
el caso de la energía, se prevé que en América Latina y el Caribe aumente en un 75%
entre hoy y el 2030, lo cual abre un espacio para importantes inversiones que nos
permitan contar con mayores fuentes de energía renovable.
Los Objetivos del Milenio plantean también que en el 2015 se haya reducido a la mitad
el número de personas que a fines del milenio anterior no tenían acceso a agua potable y
saneamiento. En América Latina, la consecución de esta meta significa la extensión del
acceso al agua a alrededor de 40 millones de personas y la ampliación del acceso a
saneamiento para 60 millones de seres humanos durante los próximos siete años.
La región cuenta con la infraestructura necesaria para lograr este objetivo en el 2015;
pero requiere inversiones adicionales de US$30.000 millones en el sector. Si el objetivo
fuera alcanzar la cobertura universal, el monto de las inversiones necesarias ascendería
a US$50.000 millones. En el actual marco económico, la inversión en infraestructura
puede tener además un importante efecto contracíclico, al revitalizar la demanda y
generar empleo.
Tanto Estados Unidos como varios países europeos ya han anunciado que, más allá de
las soluciones de rescate financiero, sus estrategias de reactivación económica pivotarán
sobre ambiciosos planes de obras públicas. A mediano y largo plazo, nuestra región
debe modernizar y ampliar su capital físico para poder hacer frente a las necesidades de
un mercado global e interconectado.
El Futuro
A diferencia del pasado, la región se encuentra en un momento más sólido para hacer
frente a la crisis. Así, en los últimos cinco años América Latina ha avanzado de manera
robusta y positiva. El Producto Interno Bruto de la región ha crecido a un ritmo
promedio anual de 5,5%. Más aún, esta expansión se materializó en un contexto de
bajas tasas de inflación, sustentadas en superávits fiscales y de las cuentas externas. El
porcentaje de reservas internacionales como proporción total de importaciones aumentó
al 50% en el 2008 desde 35% del año 2000.
El BID trabaja hoy en el desarrollo de nuestros países, siendo igualmente sensible a las
necesidades particulares que la región actualmente atraviesa. Así, el Programa de
Liquidez para la Sostenibilidad del Crecimiento, creado el pasado mes de octubre, y con
una dotación de US$6.000 millones, representa una herramienta fundamental para la
región frente a las crisis, al poner a disposición de las naciones los recursos para paliar
las posibles limitaciones transitorias de liquidez. Del mismo modo, las operaciones del
Banco acompañaran prioritariamente los esfuerzos de los países para proteger a los
grupos más desfavorecidos. Debemos enfrentar la gravedad de la situación actual y ser
capaces de proteger –y profundizar- los logros conseguidos en los últimos años.
REVISTA PODER
Nº 65, 31 DE ENERO DE 2009
p.p 35-36.