Sunteți pe pagina 1din 6

FILOSOFÍA Y APOLOGÉTICA CRISTIANAS

La racionalidad de la fe cristiana

Dios y otras inteligencias


Armando H. Toledo

o creer de primera mano

Hace poco, Jorge, un joven estudiante de preparatoria, se hallaba


en la escuela luchando por entender los principios fundamentales
del álgebra. Ese día su profesor presentó a la clase una curiosa
ecuación que aparentaba ser exacta:

“Supongamos que x = y, y que ambos son iguales a uno”, comenzó diciendo el profesor. Durante
un tiempo, Jorge fue siguiendo el razonamiento matemático con tranquilidad…

x=y
xy = yy
xy = xx
xy = x2
xy – y2 = x2 – y2
y(x – y) = (x + y) (x– y)
y = (x + y) (x– y) …
(x – y)

Sin embargo, después de unas líneas de lo que a primera vista parecía ser una ecuación lógica, el
profesor llegó a una sorprendente conclusión:

…y=x+y
y=y+y
y = 2y
2 = y/y
2 = 1.

“…de modo que 2 = 1. Su tarea, mis queridos alumnos, consiste en refutar mi cálculo”, desafió el
profesor a los desconcertados alumnos.
En vista de su limitado conocimiento del álgebra, Jorge no hallaba cómo rebatirlo, pues daba la
impresión de que cada paso de la ecuación era perfectamente válido. Pero él simplemente no podía
aceptar como correcta la extraña conclusión, aun cuando el maestro fuera un experto en matemáticas. De
ninguna manera tenía que refutarlo. Su sentido común le decía que la conclusión era absurda. Después de
todo, ni su profesor ni sus compañeros cambiarían dos pesos por uno.

1
Con el tiempo, Jorge descubrió el error de cálculo que llevaba al absurdo resultado. Mientras
tanto, la experiencia le enseñó una valiosa lección: aunque alguien con conocimiento muy superior al
nuestro presente un argumento bien preparado que parezca irrefutable, no tenemos que aceptar
una conclusión incoherente solo porque en ese momento no sepamos rebatirla. En realidad, Jorge,
que era un estudiante cristiano, estaba aplicando un principio bíblico muy práctico: no creer de primera
mano todo lo que se oye, incluso cuando parezca provenir de una fuente con autoridad.
Este principio no significa, por supuesto, que debamos aferrarnos tercamente a ideas
preconcebidas. Estaríamos cometiendo un error grave si ignoramos voluntariamente aquella información
válida que puede corregir nuestras opiniones equivocadas. Pero tampoco debemos ‘perder la cabeza’
cuando alguien que dice tener mucho conocimiento o mucha autoridad nos presiona.

[Leer y estudiar:]

1ª Juan 4:1,2. _____________________________________________________________________________________________________________________________________

2ª Tesalonicenses 2:2. _________________________________________________________________________________________________________________________

Por supuesto que el profesor de Jorge solo ponía a prueba a sus estudiantes. Sin embargo, los
asuntos que se nos presentan en la vida diaria no son siempre tan inocentes. Nos hemos encontrado que,
efectivamente, algunas personas pueden ser muy ‘astutas y artificiosas cuando emplean artimañas
engañosas’.

[Leer y estudiar:]

Efesios 4:14. _____________________________________________________________________________________________________________________________________

2ª Timoteo 2:14 _________________________________________________________________________________________________________________________________


:23 _________________________________________________________________________________________________________________________________
:24 _________________________________________________________________________________________________________________________________

¿Tienen siempre razón los “expertos”?

Sin importar cuánta experiencia tengan, los especialistas de todos los campos del saber podrían
tener ideas contradictorias y hasta opiniones cambiantes. Tomemos como ejemplo el debate permanente
en la medicina sobre algo tan elemental como las causas de las enfermedades. Sabemos que hoy las
opiniones están divididas: unos, los deterministas, afirman que las personas enfermamos porque los genes
influyen decisivamente en nuestra propensión a ciertos padecimientos. Otros, los ambientalistas, dicen
que el medio en que se vive y el propio estilo de vida son los factores principales en la patología humana.
Ambos grupos echan mano de estudios científicos y estadísticas para apoyar su posición. No obstante, no
se ponen de acuerdo.

Se ha probado una y otra vez que los pensadores más importantes de la historia se equivocaron a
menudo, aunque sus enseñanzas parecían ser indisputables en su época. Por ejemplo, el gran filósofo
griego Aristóteles tuvo una influencia tan grande por más de 1300 años que virtualmente todos los
profesores de las universidades europeas de la Edad Media solo se limitaban a citarlo. No obstante, el
filósofo inglés del s. XX, Bertrand Russel, señaló en su obra Historia de la Filosofía Occidental que
muchas de sus doctrinas son completamente falsas: “En todos los tiempos modernos, prácticamente, cada
avance de la ciencia, en lógica o en filosofía, ha tenido que hacerse contra la encarnizada oposición de los
2
seguidores de Aristóteles”. Esta lucha entre ideas filosóficas y avance científico llegó a provocar una
actitud escéptica bien fuerte. Uno de los pensadores contemporáneos que más vigorosamente defendió la
actitud escéptica, fue Leonard Wolf, quien llegó a declarar:

“Pienso que es no solo mi derecho sino mi deber cuestionar la verdad de todo y la


autoridad de todos; pensar que [en el terreno de la filosofía y la ciencia] ninguna cosa es
sagrada y que ninguna cosa ha de ser considerada con religioso respeto”.
(Siembra; 1970; p. 173.)

Conocimiento Falso

Es altamente probable que los primeros cristianos hayan conocido a más de uno de los discípulos
de los más importantes filósofos de la antigua Grecia, como Sócrates, Platón o Aristóteles. Las personas
que alardeaban de poseer educación filosófica se creían superiores en el terreno intelectual a la mayoría
de los seguidores de Jesucristo. De hecho, el apóstol Pablo les hizo notar a los creyentes de Corinto que
no muchos de los discípulos de Jesús eran considerados “sabios según criterios meramente humanos” (1ª
Corintios 1:26). Efectivamente, los que se habían formado en las escuelas filosóficas atenienses opinaban
que las ideas básicas de la cosmovisión cristiana no eran más que “tropiezo” o “locura” (1:23).
Imagínense por un momento a ustedes mismos viviendo ente las comunidades de los primeros
cristianos. ¿Se habrían dejado impresionar por los agudos y elaborados argumentos de los intelectuales de
aquellos días? ¿Les habría asombrado su despliegue de sabiduría y conocimiento? (Colosense 2:4). Sin
embargo, el apóstol Pablo indicó en sus cartas a los discípulos de Jesucristo que no había ninguna razón
para reaccionar así. Les recordó a los nacidos de nuevo que el Dios y Padre del Señor Jesús ve la
“sabiduría de los sabios” y la “inteligencia de los intelectuales” de esa época como simple necedad (1ª
Corintios 1:19). Pablo dijo: “¿Dónde está el sabio? ¿Dónde el erudito? ¿Dónde el filósofo de esta época?
¿No ha convertido Dios en locura la sabiduría de este mundo?” (1:20). Es decir, que pese a todo el brillo
de su inteligencia, los sabios, los entendidos, los teóricos contemporáneos de Pablo no habían logrado
sistematizar una verdadera solución a los problemas del género humano solo por la vía de la razón.
Por lo anterior, los cristianos del primer siglo decidieron aprender a evitar lo que el apóstol Pablo
llamó “las discusiones profanas e inútiles y los argumentos de la falsa ciencia” (1ª Timoteo 6:20). Y la
razón por la que Pablo dijo que tal conocimiento racionalista-humanista era “falso” era porque carecía de
un elemento decisivo: Una fuente o punto de referencia divino-eterno sobre el cual evaluar sus propias
conclusiones filosóficas.

[Leer y estudiar:]

Job 28:12. _____________________________________________________________________________________________________________________________________

Proverbios 1:7. ________________________________________________________________________________________________________________________________

Al carecer de ese factor determinante y al haberlos cegado con la mentira el Engañador (Satanás,
el “dios de este mundo”), los que se aferraron (y hoy se aferran) al conocimiento generado solo por la vía
de la razón (menospreciando la revelación), jamás pudieron (ni podrán) hallar la verdad por sí mismos.

[Leer y estudiar:]

1ª Corintios 2:6-8. _____________________________________________________________________________________________________________________________


2:14. _______________________________________________________________________________________________________________________________
3:18-20. _________________________________________________________________________________________________________________________

3
2ª Corintios 4:4. ______________________________________________________________________________________________________________________________
11:14. ______________________________________________________________________________________________________________________________

Apocalipsis 12:9. ______________________________________________________________________________________________________________________________

El punto de referencia no racionalista

Los primeros cristianos siempre reconocieron y nunca dudaron sobre el principio de revelación:
Dios había hablado y había dicho cosas de modo proposicional acerca del universo, del hombre, la
verdad, la moralidad, y sobre su voluntad y propósito en la historia; y todo mediante la Palabra Revelada.
Esa actitud de respeto y confianza en el principio de la revelación fue una protección, pues a la larga
impidió que a los cristianos ‘se les cautivara con la vana y engañosa filosofía que sigue tradiciones
humanas, la que va de acuerdo con los principios de este mundo’ (Colosense 2:8). Hoy sucede lo mismo.
A diferencia de las opiniones confusas y a menudo contradictorias de los intelectuales humanistas y hasta
de los hombres de ciencia (la cual ha sido una moda durante los últimos cuatro siglos), la Palabra revelada
e inerrable del Todopoderoso y Sabio Dios y Padre de Jesucristo, constituye un sólido fundamento sobre
el cual podemos desarrollar y basar nuestro pensamiento, nuestras creencias y, en general, toda una
cosmovisión cristiana inteligente.

[Leer y estudiar:]

Juan 17:17. _____________________________________________________________________________________________________________________________________

1ª Tesalonicenses 2:13. ____________________________________________________________________________________________________________________

2ª Pedro 1:21. __________________________________________________________________________________________________________________________________

Sin el factor de la revelación sobrenatural nos hallaríamos ante la imposibilidad de edificar un


sistema de pensamiento cristiano que fuera sólido y consistente sobre las arenas movedizas de las teorías
y sistemas de pensamiento racionalístico-humanistas.

[Leer y estudiar:]

Mateo 7:24-27. _________________________________________________________________________________________________________________________________

Algunas objeciones a la inteligencia cristiana

En este momento, sin embargo, alguien pudiera decirnos: “Pero, ¿no es verdad que los hechos
de la ciencia han demostrado que la Biblia está equivocada o ha caído en contradicción y que, por lo
tanto, no es más confiable que las filosofías cambiantes del hombre?” Algunos detractores del
principio de revelación podrán incluso echar mano de las observaciones del mismo Bertrand Russel quien
dijo, por ejemplo, que “Copérnico, Kepler y Galileo habían combatido a Aristóteles tanto como a la
Biblia, al establecer el concepto de que la Tierra no es el centro del universo” (Énfasis mío).

Respuesta: Antes que nada, tenemos que estar conscientes que la Biblia trata básicamente con
asuntos relacionados con las profecías, la historia sagrada y el conocimiento acerca del Creador del
universo. Sin embargo, aunque la Biblia no es un libro de ciencia, cuando trata asuntos relacionados con
el verdadero conocimiento científico, lo que dice está completamente en armonía con los hechos de la
ciencia.

4
Por otro lado, un análisis objetivo de la Biblia deja claro que en ninguna parte de ella se dice que
la Tierra sea el centro del universo. Esa fue, en realidad, una doctrina popularizada por el clero católico, el
cual no acostumbraba atenerse a la interpretación literal de la Palabra de Dios. La Iglesia Católica había
sostenido por mucho tiempo que la Tierra era el centro del universo. Aquella postura se fundaba en una
interpretación errónea de textos bíblicos que dicen efectivamente que la Tierra está cimentada “sobre sus
bases, y no vacilará por los siglos de los siglos” (Salmo 104:5. Pontificio Instituto Bíblico).
Es falso pensar como Russel que ‘Galileo combatió la Biblia’. Él creía más bien que la Biblia era
veraz. De hecho, cuando halló que sus descubrimientos astronómicos contradecían la interpretación
común de ciertos versículos, llegó a la conclusión de que los teólogos no habían entendido el auténtico
significado de ciertos pasajes. Al fin y al cabo, dijo, “dos verdades no pueden contraponerse nunca”.
Galileo realmente creía que “ajustaba sus pensamientos de Dios”. Llegó también a decir:

“En cuanto a la verdad, de la cual las demostraciones matemáticas nos dan el


conocimiento, es la misma que la sabiduría divina conoce; pero […] la manera según la
cual conoce Dios las infinitas proposiciones, de las que entendemos unas pocas, es
notoriamente más excelente que la nuestra…”

Otra objeción podría ser la siguiente: “¿Qué diremos de las afirmaciones indemostrables de la
Biblia? ¿o enfrentan esas alusiones indemostrables con la ciencia empírica?”

Respuesta: Es verdad que la Biblia contiene diversas afirmaciones indemostrables, es decir, que
carecen de corroboración física externa. Por ejemplo, hace alusión a regiones invisibles habitadas por
seres espirituales cuya realidad no se puede demostrar, ni refutar, científicamente. Sabemos de casos de
hombres y mujeres de ciencia, que ahora son fuertes creyentes en la Biblia, que admiten que al principio
les resultó difícil aceptarla, pues su estricta formación empirista les impedía aceptar fácilmente algunas de
las afirmaciones de las Escrituras. Siendo hombres y mujeres de honestidad intelectual, sin embargo,
decidieron continuar estudiando la Biblia y acabaron convenciéndose de que la prueba disponible
demuestra que efectivamente es la Palabra de Dios. Tales pruebas han moderado su anhelo de que todo
dato de la Biblia se demostrara mediante prueba ajena a ella.
Por lo demás, las personas con mentalidad científica también deben estar dispuestas a examinar la
Biblia desde una óptica espiritual, o en caso contrario nunca podrán aceptar la Biblia. Y es que no se
puede esperar que la ciencia corrobore toda afirmación de la Biblia, pues ni siquiera la ciencia funciona
de esa manera dentro de su propio ámbito. Por ejemplo, cuando un científico afirma que una ley es
universalmente válida, está haciendo una afirmación que muy poco tiene que ver con la ciencia estricta,
pues para que tal afirmación sea verdadera, el científico tendría que contar con una cierta dosis de
conocimiento universal a-priori; de lo contrario tendrá que demostrar que en todas las regiones del
universo la supuesta ley es siempre válida. La ciencia también funciona sobre la base de ciertas creencias
que no pueden ser científicamente demostrables (para una ampliación de este último punto, se recomienda
leer el impresionante ensayo de Porfirio Miranda, La Farsa del Escepticismo, que puede obtener en la
Biblioteca de La UCLi).
Ahora bien, el simple hecho de que algunas de las afirmaciones de la Biblia sean indemostrables
no quiere decir que necesariamente sean falsas. En una impactante afirmación en su gran obra, La Mente
de Dios, el Dr. Paul Davies dice:
“No debemos desechar la posibilidad de que existan cosas explicables que jamás
seremos capaces de entender, e incluso otras sin explicación alguna. [...] Es un hecho
que la gente mantiene creencias, especialmente en el campo de la religión, que pueden
ser consideradas irracionales. Pero el que sean aceptadas irracionalmente no implica
que sean falsas. [...] Al explorar las fronteras de la razón y de la racionalidad
encontraremos misterios e incertidumbres y, con toda probabilidad, los razonamientos
perderán su validez en algún punto y habremos de sustituirlos por creencias irracionales
o por el agnosticismo”.

5
La inteligencia cristiana

Aunque, como hemos dicho, muchos discípulos de Jesús eran hombres y mujeres sencillos y
seguramente con pocos estudios, no obstante disponían de un recurso del cual Dios les había provisto. Sin
importar su nivel académico, todos ellos contaban con sus facultades mentales, su raciocinio, su intelecto.
El apóstol Pablo a menudo animaba a sus hermanos cristianos a aprovechar al máximo su facultad
racional a fin de no amoldarse a los sistemas de pensamiento del mundo de aquella época y mejor
experimentar la transformación “mediante la renovación de su mente”, de modo que pudieran “comprobar
cuál es la voluntad de Dios, buena agradable y perfecta” (Romanos 12: 1-2).
Con la inteligencia y su facultad de raciocinio que Dios les había dado, y siempre guiados por la
Palabra revelada que iluminaba sus razonamientos y creencias, los primeros cristianos veían claramente
que tanto las filosofías como las enseñanzas y argumentaciones que competían con la Verdad revelada en
la Palabra de Dios, eran simplemente ineficaces. En el mejor de los casos, los filósofos buscaron
racionalmente la verdad absoluta que habían intuido, y, aunque “a tientas” intentaron palpar, no la
pudieron hallar (Hechos 17:27).1 En el peor de los casos, muchos sabios según los criterios de aquellos
tiempos, decidieron, tajantemente, “con su maldad obstruir el acceso a la verdad”, y pasando por alto las
evidencias que los rodeaban de que Dios existe y es poderoso, decidieron no glorificarlo ni darle gracias,
“sino que se extraviaron en sus inútiles razonamientos, y se les oscureció su insensato corazón. Aunque
afirmaban ser sabios se volvieron necios” (Romanos 1:18-22).

Conclusión

Quienes según sus propios criterios o los del mundo actual afirman ser sabios o amantes de la
sabiduría o filósofos (de “filos”, amor y “Sofía”, sabiduría), suelen llegar a menudo a conclusiones como
estas: “No hay ningún Dios que haya creado el universo”, “si Dios existe, quiero conocerlo para
reclamarle varias cosas”, “la Biblia no es confiable porque está llena de contradicciones”, etc. Esas
conclusiones son tan absurdas como afirmar que 2 = 1 (1ª Corintios 3:19).
Así pues, sin importar cuánta autoridad se atribuyan los intelectuales racionalistas, no estamos
obligados aceptar sus conclusiones cuando claramente contradicen lo que Dios ha dicho sobre el universo,
la vida, el hombre y la historia, o contradicen las leyes del pensamiento lógico o el simple sentido común.
Por mi parte, creo que es más prudente aceptar que “Dios es siempre veraz, aunque el hombre sea
mentiroso” (Romanos 3:4).

“Por una fe inteligente…”


© 1998. La UCLi. México.

______________________
La UCLi es un ministerio de investigación y docencia de nivel superior desde 1997 que ofrece sus
servicios educativos a individuos y grupos que desean conocer las perspectivas bíblicas de los más
diversos temas de discusión académica.
La presente lección pertenece a “La Currícula de la UCLi”: Filosofía y Apologética Cristianas.
Solicite más información sobre La UCLi y su Currícula en: launiversidadlibreparacristo@gmail.com.
Visite La Biblioteca de La UCLi: www.scribd.com/Universidad Libre para Cristo (La UCLi).
El ministerio ucliniano se ha sostenido solo con los donativos voluntarios de sus estudiantes, amigos y
simpatizantes.

1
En Hechos 17:27, la palabra “palpando” traduce la voz griega psēlaphē, de psaō, “tocar”. La versión en inglés es
feel, “sentir”, o grope, “tentar”, y de cualquier manera denota una búsqueda ciega en la oscuridad, un movimiento de
las manos sobre una superficie para sentirla o, metafóricamente, una búsqueda ciega de Dios en la oscuridad
intelectual. Por lo demás, debe recordarse que Pablo está hablando a intelectuales griegos, con los cuales desde el
inicio de su carrera ministerial solía hablar “denodadamente en el nombre del Señor, y disputaba” (Hechos 9:29).
6

S-ar putea să vă placă și