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PSICOLOGÍA CRISTIANA

Teoría de las adicciones

Un enfoque psico-espiritual
sobre las adicciones
Armando H. Toledo

DEFIIEDO LA ADICCIÓ

Imagínense que oyen un ruido extraño que viene del motor de su automóvil mientras conducen por una
carretera. ¿Qué harían? ¿Se detendrían y abrirían el cofre para investigar qué pasa, o se limitarían a subir el
volumen de su estéreo a fin de ahogar el ruido? Aunque la respuesta parece obvia, ¿me creerían si les dijera
que hay quienes bajo circunstancias análogas optarían por lo segundo? Me explicaré.

Las personas que han desarrollado una adicción, siempre escogen la segunda opción, claro que no en lo
que respecta a su automóvil, sino en lo que respecta a su vida. En lugar de hacer frente a los problemas y
vencerlos, tratan de ahogar esos “ruidos” haciéndose adictos a sustancias como las drogas o el alcohol, o
incluso la comida. ¿Cómo podemos saber si somos adictos o no? Habrá primero que definir qué es una
adicción.

Fundamentalmente, el consumo de una droga o la participación en una actividad se convierte en


adicción si a pesar de que nos cause problemas en la vida, seguimos haciéndolo. Tal situación suele ser una
señal de que existe bajo el “cofre” (por continuar con la metáfora) un problema mucho más grave que habría
que investigar antes de que se pueda cambiar el comportamiento adictivo. Así, las adicciones deben verse solo
como síntomas de algo más profundo, algo que a nivel psicológico o espiritual no está funcionando bien.

LA ADICCIÓ E EL MUDO

El problema de las adicciones está muy generalizado en el mundo, y también es muy variado. Según el
Informe Mundial Sobre Las Drogas 2005, de la Oficina de Las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito,
durante 2004 consumieron drogas unos 200 millones de personas, es decir el 5% de la población mundial entre
los 15 y los 64 años de edad.

El Centro Alemán para la Lucha contra los Peligros de la Adicción, de Bonn, reporta que más de 5
millones de alemanes tienen algún tipo de adicción. De estos, 1, 400,000 son adictos a algún tipo de
medicamento, unos 120,000 a la heroína y más de 100,000 al juego. El grupo más numeroso lo constituyen sin
duda alguna los alcohólicos, pues se sabe que los bebedores alemanes son los “campeones mundiales”. El
consumo de alcohol no solo se ha triplicado en Alemania desde 1950, sino que el Centro calcula que unas 2,
500,000 personas necesitan tratamiento por causa del alcoholismo.

Una encuesta llevada a cabo en México reveló que una de cada ocho personas con edades
comprendidas entre los 14 y los 65 años es alcohólica.

En Japón proliferan los trastornos del apetito. Entre 1940 y 1965, la incidencia de los trastornos del
apetito fue aumentando paulatinamente, para dar un gran salto entre 1965 y 1981 tanto en los pacientes internos
como en los externos. Pero desde 1981 a la fecha el aumento de los casos de anorexia y bulimia ha sido
espectacular.

En China parece que la cantidad de consumidores de heroína aumenta muy deprisa. El Centro de
Investigación sobre el Consumo de Drogas de Kunming, afirma que la heroína se ha extendido desde la región
fronteriza hasta el interior, desde el campo hasta las ciudades, y está llegando a personas cada vez más jóvenes.

En Zurich, Suiza, un mercado al aire libre de carácter experimental para la compra-venta de drogas
resultó un fracaso. Pensaban que conseguirían descubrir a los vendedores, pero no fue así; y lamentan que solo
consiguieron atraer a vendedores y consumidores de lugares lejanos.

CAUSAS PRICIPALES DE LA ADICCIÓ

¿Qué creen ustedes que induce a alguien, por ejemplo, a hacerse adicto a las drogas o al alcohol? A
menudo la presión de los compañeros y la curiosidad suelen jugar un papel determinante, especialmente entre
los jóvenes. En realidad, muchas personas se hacen adictas porque se relacionan con individuos que abusan del
alcohol o que consumen drogas. De acuerdo con un sondeo hecho por el Instituto San Raffaele de Milán, el
42% de los estudiantes italianos de entre 14 y 19 años reconoce que consume drogas. Sin embargo, Mariolina
Moioli, directora general del Ministerio de Educación italiano, cree que la cifra real es mayor. Las drogas más
populares entre los encuestados son la marihuana y el hachís. El 34% de los que consumían drogas confesó
hacerlo en la escuela, el 27% en las discotecas y el 17% en casa. La encuesta también reveló que el 82% de los
estudiantes toma bebidas alcohólicas. ¿No confirma esto que es verdad que “las malas compañías corrompen
las buenas costumbres”? (1ª Corintios 15:33) Y este hecho puede también explicar los resultados de una
encuesta estadounidense que reveló que el 41% de los estudiantes de 17 años se emborracha cada dos semanas
con sus compañeros de escuela.

Ahora bien, ¿sabían ustedes que no es lo mismo el abuso que la adicción? Hay muchas personas que
abusan de ciertas sustancias, pero no son adictas a ellas. Pueden dejar de consumirlas sin sentir el impulso
irresistible de volver a tomarlas. Pero los adictos descubren que no pueden dejar el objeto de su adicción.
Además, cualquier placer eufórico que antes derivaban queda eclipsado por una sensación de angustia. Hoy
sabemos que, en el caso de los adictos, es típico que llegue un momento en que empiecen a odiarse a sí mismos
y a sentirse horriblemente atormentados por el dominio que la adicción ejerce sobre ellos.

Muchos de los que dependen del alcohol o las drogas consumen estas sustancias como una vía de
escape para sus crisis emocionales. Lamentablemente, dichas crisis son muy comunes hoy día. Y no debería
sorprendernos, pues la Biblia identifica nuestros tiempos como “los últimos días” de esta civilización malvada,
y dice que serían “tiempos difíciles”. También predijo que los seres humanos serían ‘egoístas, avaros,
jactanciosos, arrogantes, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos’, etc. (2ª Timoteo 3:1-4)
Estarán de acuerdo conmigo en que todas estas malas cualidades han creado un ambiente que es terreno
abonado para el surgimiento de las adicciones.

Cuando trabajé en colaboración con los Centros de Integración Juvenil (CIJ), conocí el caso de Susana,
una joven cuya crisis emocional fue el resultado de los malos tratos que había sufrido en el pasado, y por ello
recurrió a la cocaína. Según ella, la droga le daba una falsa sensación de control y amor propio: una sensación
de poder que no experimentaba en su vida cotidiana.
Lo anterior no debe extrañarnos, pues según un estudio efectuado con varones adolescentes adictos
reveló que más de una tercera parte había sufrido maltratos físicos. Otro estudio llevado a cabo con 178
mujeres alcohólicas sacó a relucir que el 88% había sido víctima de abusos graves de diversa índole. Todo ello
nos muestra que una persona que sufre emocionalmente debido a experiencias terribles puede buscar alivio
irracionalmente en las drogas o el alcohol.

OTRO TIPO DE ADICCIOES

Los trastornos del apetito (que algunos especialistas también califican de adicciones) a veces sirven
para desviar la atención de sentimientos desagradables. Por ejemplo, hay quienes utilizan el exceso de peso
como chivo expiatorio de contrariedades personales. Algunas personas piensan a veces que siguen obesas
porque así pueden achacar a la gordura todo lo que les sale mal en la vida. De esa forma, si no agradan a
alguien, siempre pueden decir que es por culpa de su peso.

A otros, la comida les proporciona una falsa sensación de control, y puede que sea el único campo de
su vida en el que sientan que pueden ejercer cierto grado de autoridad. Muchos de los que padecen de los
llamados trastornos del apetito son personas un tanto acomplejadas. Para aumentar su autoestima, procuran
dominar las ansias de comer; hacen de su cuerpo su ‘propio reino’ y se convierten en ‘tiranos y dictadores
absolutos’.

Pero las experiencias que he citado hasta aquí no exponen todas las causas de la adicción a las drogas,
al alcohol o a la comida. Por supuesto que puede haber otros factores. Algunos especialistas hablan, incluso, de
un vínculo genético que hace que algunos seamos más vulnerables a la adicción que otros. Pero lo que en
realidad vemos es una compleja interacción de la personalidad, el ambiente, la biología humana y la aceptación
social. No queramos engañarnos fijándonos en un solo factor. En cualquier caso, ningún adicto —sin importar
cuál sea la causa de su adicción— se encuentra física o emocionalmente condenado. Existe ayuda disponible.

LAS ADICCIOES DESDE EL PUTO DE VISTA DE LOS EUROPÉPTIDOS

Abandonar una adicción es como mudarse de la casa en la que uno ha vivido desde la infancia. Aunque
sea vieja y esté deteriorada, cuesta dejarla, pues ha sido nuestro hogar por mucho tiempo.

Cuando hemos sido adictos a algo, la adicción probablemente ha sido nuestro hogar emocional, caótico
sin duda, pero familiar. Como una vez me dijo cínicamente un hombre: “Lo normal para mi es estar borracho.
Lo que me resulta anormal es estar sobrio”. Para él, romper con la adicción fue difícil, pero el esfuerzo que
hizo mereció la pena.

Permítanme enseguida explicarles desde un punto de vista bioquímico cómo se desarrollan las
adicciones y también cómo pueden romperse.

El cerebro está hecho de pequeñas células nerviosas llamadas neuronas. Las neuronas tienen pequeñas
ramas que se estiran y conectan con otras células para formar una red neuronal. En cada lugar donde una
neurona se conecta con otra se incuba un recuerdo o un pensamiento.

El cerebro construye sus conceptos mediante la Ley de Memoria Asociativa. Así, las ideas,
pensamientos y sentimientos se construyen e interconectan en esta red neuronal, y todos se pueden relacionar
potencialmente con el resto. El concepto y el sentimiento del amor, por ejemplo, se almacenan en esta gran red
neuronal. Pero construimos el concepto del amor a partir de muchas ideas diferentes. Algunas personas
conectan el amor con la decepción. Cuando piensan en el amor, experimentan el recuerdo del dolor, la pena, el
enojo e incluso la ira. La ira puede estar ligada al dolor, que puede estar ligado a una persona concreta que a su
vez se conecta con el amor.

¿Quién está al mando cuando controlamos nuestras emociones o respondemos a ellas? Sabemos
fisiológicamente que las células nerviosas que se disparan entre sí se conectan entre unas con otras. Ello
significa que si algo se practica repetidamente las células nerviosas establecen una relación a largo plazo. Si,
por ejemplo, se enfadan a diario, si se frustran a diario, si sufren a diario, si todos los días encuentran motivo
para el victimismo en su vida, lo único que están haciendo es reconectar y reforzar esa red neuronal a diario.

Nuestras redes neuronales tienen una relación a largo plazo con esas otras células nerviosas que forman
una identidad. Pero también sabemos que las células nerviosas que no se disparan entre sí ya no se conectan
unas con otras: pierden su relación a largo plazo, pues cada vez que interrumpimos el proceso de pensamiento
que causa una respuesta química en el cuerpo, las células nerviosas que están conectadas empiezan a romper su
relación a largo plazo. Cuando empezamos a interrumpir y a observar, no mediante estímulo y respuesta y una
reacción automática, sino observando los efectos que tiene, ya no somos la conciencia emocional cuerpo-mente
que responde a su entorno de manera automática. ¿Significa eso que las emociones son buenas o malas? No.
Las emociones están diseñadas para reforzar algo químicamente en la memoria a largo plazo. Por eso tenemos
emociones. Las emociones no son más que sustancias químicas impresas holográficamente en todo nuestro
cerebro.

La farmacia más sofisticada del universo está dentro de nosotros. El cuerpo es una unidad de carbono
que fabrica unos 20 aminoácidos diferentes para formar su estructura física. El cuerpo es una máquina de
producir proteínas. Hay una zona del cerebro llamada el hipotálamo que es como una minifábrica química. Allí
se fabrican ciertas sustancias químicas que corresponden a otras tantas emociones que experimentamos. Estas
sustancias químicas se llaman péptidos. Los péptidos son secuencias de pequeñas cadenas de aminoácidos que
convertimos en neuropéptidos o neurohormonas, que equivalen a nuestros estados emocionales diarios. Hay
neuropéptidos para la ira y para la tristeza. Hay neuropéptidos para el victimismo. Hay neuropéptidos hasta
para la lujuria. Hay un neuropéptido para cada estado emocional que experimentamos. Y cuando vivimos en
ese estado emocional en el cuerpo o en el cerebro, el hipotálamo al instante crea el péptido y lo vierte en la
sangre a través de la hipófisis. Cuando está en la sangre llega a los diferentes centros o partes corporales.

Cada célula del cuerpo tiene receptores en su membrana. Una célula puede tener miles de receptores en
su superficie que se abren al mundo exterior. Y cuando un péptido se acopla a una célula, es exactamente como
una llave que entra en una cerradura. Se ubica en la superficie del receptor, se fija allí y activa el receptor como
un timbre que llama a la puerta, y envía una señal a la célula. En el exterior de la célula hay miles de millones
de receptores que recibe la información que entra. Un receptor que contiene un péptido cambia la célula de
muchas formas. Desencadena toda una cascada de sucesos bioquímicos, algunos de los cuales provocan
cambios en el mismo núcleo de la célula.

En base a lo dicho anteriormente, mi definición de una adicción es muy simple: es algo que no
podemos dejar de hacer porque estamos bioquímicamente programados a hacerlo. Atraemos situaciones que
saciarán el apetito bioquímico de las células creando situaciones que cubran nuestras necesidades químicas. El
adicto siempre necesita un poco más para alcanzar el estado eufórico o la reacción química que busca. Mi
definición implica que si no puedes controlar tu estado emocional, entonces eres adicto a ese estado emocional.

La mayoría de la gente no entiende que su adicción a las emociones no es solo adicción psicológica,
también es bioquímica. La heroína y nuestros químicos emocionales, por ejemplo, usan los mismos receptores
en las células. Es fácil ver que si podemos ser adictos a la heroína podemos ser adictos a un neuropéptido, y así
a cualquier emoción.

VECIEDO TODO TIPO DE ADICCIOES

Vencer una adicción no es imposible. Para vencer una, el primer paso es abstenerse de la sustancia o
situación adictiva. Durante un periodo breve experimentaremos una serie de síntomas desagradables calificados
como síndrome de abstinencia, que a veces se superan mejor bajo supervisión médica. Esta etapa no es más
que el comienzo de una vida de abstinencia. Pero no crean que es imposible lograrlo. Quizá podamos empezar
poniéndonos una meta que esté a nuestro alcance: abstinencia durante un mes, una semana o hasta un día. Al
final de cada periodo, sin volver a probar la sustancia adictiva, renovamos nuestra decisión.
El anterior es solo el primer paso para cambiar un comportamiento adictivo. Recuerden que estamos
reeducando a nuestro cuerpo para que deje de producir el neuropéptido asociado a una emoción determinada.
Nuestros cuerpos son como los de las ratas de laboratorio, que pueden aprender y desaprender una conducta
determinada. Nuestro cuerpo es una máquina reprogramable. Nosotros somos quienes podemos reprogramarlo
usando nuestra decisión libre. El Nuevo Testamento nos exhorta diciendo: “Purifiquémonos de todo lo que
contamina el cuerpo y el espíritu…” (2ª Corintios 7:1)

Debemos recordar también que la adicción es un trastorno que afecta al yo en su totalidad. Por lo
mismo, el tratamiento para vencer todo tipo de adicción debe dirigirse a la persona en su totalidad. Una persona
en proceso de liberación de una adicción, debe cambiar toda su escala de valores y revisar todo su sistema
conceptual. Por eso, el apóstol Pablo recomienda que ya “no se amolden al mundo actual, sino sean
transformados mediante la renovación de su mente” (Romanos 12:2). Todo ello requerirá tiempo, pero la
verdad es que no existen atajos para lograr la liberación. Cualquier promesa de recuperación rápida solo
favorece una recaída rápida.

La lucha por la liberación de nuestras adicciones es progresiva. El mismo apóstol Pablo decía: “Me doy
cuenta de que en los miembros de mi cuerpo hay otra ley [que] lucha contra la ley de mi mente, y me tiene
cautivo.” (Romanos 7:23) También escribió que los discípulos deberíamos estar completando “la obra de
nuestra santificación” (2ª Corintios 7:1). Deben ustedes saber que el término “completando” no es una
consecución repentina de la completa santidad, sino que se refiere de un proceso continuo. Es obvio, pues, que
las adicciones se van venciendo de modo gradual.

CÓMO ECOTRAR LA CAUSA DE UA ADICCIÓ

Para muchas personas, la adicción es un intento de enterrar sucesos dolorosos del pasado. Muchos
pacientes reconocen que la bulimia, por ejemplo, es un trastorno del apetito que a menudo solo distrae su
atención de los malos recuerdos de su juventud. Se convierte en su técnica de supervivencia. Pero en la
mayoría de los casos, el deseo de olvidar el pasado solo perpetúa su adicción. Lo que puede ayudar a estas
personas a cambiar su comportamiento adictivo es comprender las razones por las que actúa de esa forma.

Hay quienes pueden cambiar sus hábitos anteriores y hacer frente a la situación con éxito sin necesidad
de analizar su pasado. Otros han descubierto que los sentimientos arraigados en su entorno anterior continúan
avivando su anhelo por la sustancia adictiva. Pero ciertamente, podríamos identificarnos con lo que el salmista
escribió: “Examíname, oh Dios, y sondea mi corazón; ponme a prueba y sondea mis pensamientos. Fíjate si
voy por mal camino, y guíame por el camino eterno” (Salmo 139:23-24).

En el proceso de liberación, no necesitamos huir de nuestros sentimientos. Estos pueden constituir una
excelente fuente de información para nosotros. Los sentimientos suelen aflorar como señal “ruidosa” de que
algo bajo el “cofre” necesita que le pongamos atención. De modo que, si lo vemos necesario, analicémoslos.
¿Qué nos indican? ¿Qué tratan de decirnos? Por lo demás, no hay que olvidar que los sentimientos no son
necesariamente nuestros enemigos. Por eso, aunque al principio pueden resultar dolorosos, con el tiempo se
convertirán e una guía de por dónde debemos buscar las heridas que el pasado nos dejó.

Continuará…

“Por una fe inteligente…”


© 2007. La UCLi. México.
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La presente lección pertenece a “La Currícula de la UCLi”: Área: Psicología Cristiana.
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