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Primero deberíamos definir escuela inclusiva, porque creo que a veces damos
por echo lo que significa, una de las definiciones que más me ha convencido es la
siguiente.
¿Cuál sería la solución? Nadie tiene una receta idónea, pero creo que sería
adecuado, pensar en hablar de escuela inclusiva abarcando a alumnos de una amplia
diversidad, por lo que se exige un cambio desde lo más profundo del centro.
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• Partir de los conocimientos previos. Aprovechar lo que el alumno sabe, y
promover una mayor interacción entre alumno y profesor.
• Considerar las diferencias como oportunidades de aprendizaje, en donde
exista una retroalimentación, que consistiría, en que el docente debería
modificar la enseñanza dependiendo de las características del alumnado.
• Evaluación de las barreras de participación. Sería muy útil evaluar las
posibles dificultades que pueden presentar el alumnado, para participar
en diferentes actividades, y así proporcionar los apoyos necesarios. Los
mismos alumnos pueden ayudarnos como fuentes de información sobre
las barreras que pueden encontrar.
• El uso de los recursos disponibles. Con esto se hace referencia sobre todo
a los recursos humanos, una organización colaborativa entre maestros,
alumnos, familia., se consigue un contexto más inclusivo, contribuyendo
de esta manera a un mejor aprendizaje.
• Desarrollo de un lenguaje de prácticas, se basa en la posibilidad de los
maestros de observar el trabajo de otros compañeros, y después
reflexionar y aprender de los demás.
• Es necesario correr riesgos, es decir, los maestros deben introducir
cambios, si quieren una escuela inclusiva.
A medida que avanza la escuela en este sentido, se crea una cultura diferente, en
la que el docente percibe de otra manera, considerando al alumnado con alguna
dificultad como algo positivo. Claro estos alumnos se ven como una fuente de
retroalimentación para mejorar las estructuras existentes, y perfeccionar la atención del
alumnado.
El cambio hacia una escuela inclusiva también exige una transformación del
liderazgo tradicional, trasladándonos hacia un liderazgo repartido, en el cual el conjunto
de responsabilidades no se encuentra en unas pocas personas, y además se requiere a
docentes que utilicen sus conocimientos adquiridos en las practicas con los alumnos, y
que estas experiencias se han difundidas a los demás compañeros.
Por tanto, podemos decir que el liderazgo educativo resulta ser un elemento
clave en la creación de culturas escolares más colaboradoras, en la que los individuos
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deben ser valorizados al igual que los grupos, de los que son parte, fundamental para
una escuela que quiere ser inclusiva.
Referencia Bibliográfica