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Para captar cómo se inscribe el misterio de la salud en el marco de las fuerzas del
territorio –entendido contextualmente como hábitat– el mejor ejemplo puede hallarse en
la cultura indoamericana. La siguiente conclusión surgió de su estudio:
“Fuerzas naturales dominaban al mundo y, poco a poco, los hombres fueron personalizando esas fuerzas. Todos
los fenómenos naturales constituían, de alguna manera, la manifestación de su presencia; el viento, los truenos y
el rayo eran la voz de los espíritus irritados que había que aplacar. [...] La presencia de los malos espíritus para
explicar la causa de las enfermedades configuró la medicina y caracterizó al médico. De la misma manera como
se responsabilizaba a fuerzas naturales el origen de las enfermedades, también se atribuía a ellas la
curación.”[SEGGIARO, L., 1969, 9 y 11]
Es en este primer plexo cultural en que fundamos la razón esencial, esa episteme que
contextualiza a la geografía médica en el espectro de las ciencias del hombre.
Aclaramos que la etimología no sólo remite la palabra episteme a un conocimiento
cierto, seguro, inmutable. También lo proyecta hacia el campo crítico y, para ello,
“vincula a un conocimiento con su origen, naturaleza y límites” [GOOD, C., 1959: 203]
También buscando el conocimiento en sus orígenes, nos encontramos con otro núcleo
epistemológico que resulta fundamental en la construcción de la geografía médica como
un campo fundamental del saber. Es el que asocia las epidemias –y consecuentemente a
las pandemias– con los aspectos espaciales de su manifestación y efectos. Esta
problemática involucra globalmente a la población (del griego, epi = por arriba, y demos
= pueblo) y por sus efectos diezmantes ha sido históricamente motivo de terror, al punto
de ser considerada una de las tres parcas de la civilización, junto con el hambre y la
guerra. [SAUVY, A., 1961]
“Así, los pueblos tienen sus enfermedades y las enfermedades están influidas por las civilizaciones. Se puede
hablar de ‘parajes patológicos’: a las enfermedades rítmicas, conocidas por Hipócrates, sucedieron las grandes
pandemias medievales.” [HARANT, H., 1971: 7]
Otro móvil que sería importante tomar en cuenta, tiene una referencia más actual y se
asocia con la ecología. Es el problema del hábitat y el nicho de los agentes patógenos
(dicho en términos más sencillos, el lugar donde se desarrolla su vida y la particularidad
funcional con que abordan ese lugar; respectivamente: la “dirección” y la “profesión”
de los agentes generadores de enfermedades) [PICKENHAYN, J. A., 1982: 16]. La
inspiración remota de este campo, sin embargo, puede buscarse muy atrás, aún en los
clásicos griegos. Parménides, Aristóteles y Posidonio, ya se preocupaban por los
efectos perniciosos del clima en las fajas extremas del planeta, generando para
explicarlos, las primeras regionalizaciones que esbozó la geografía. A este debate se
sumará, con sentido crítico, Estrabón, años más tarde, opinando, en base al criterio de
sus antecesores, acerca de la inhabitabilidad de los ambientes tórridos [ESTRABÓN,
Siglo I d.C.: II.2]
El giro geografía médica tomó estado académico, y se hizo preciso definir el perfil que
los contenidos crecientes iban delineando espontáneamente. El desarrollo de estos
elementos axiomáticos, como una forma de interpretación de los científicos, representó
un doble desafío.
A los tres planteos antes esbozados –sanación, peste y miasmas– se le suma entonces
una forma de abordaje científico, inspirada en la praxis, y una forma de ver los
problemas, el enfoque de los sistemas patógenos. Es en este contexto en el que se
consolida la geografía médica tal como la entendieron los especialistas de la primera
mitad del siglo XX.
El primer tema a considerar es, precisamente, lo que involucra este cambio de nombre.
Para Ana Olivera, autora de un manual sobre la especialidad, la enfermedad y su
respuesta médica no pueden ser tratadas aisladamente de su contexto físico, social y
cultural.
“El objetivo de la disciplina debería ser avanzar en las dos grandes líneas conjuntamente, Geografía Médica y
Geografía de los Servicios Sanitarios, creando una verdadera Geografía de la Salud, porque la salud comunitaria
debe ser tratada con una visión integradora. Difícilmente se puede hacer una buena planificación en servicios
médicos si no conocemos los patrones de morbilidad de una población y de poco sirven unos equipamientos
sanitarios abundantes y subutilizados si el problema radica en los riesgos ambientales de efecto no agudo”
[OLIVERA, A., 1993: 11 y 12; CURSON,P., 1986]
Ambiente como causa, pero también ambiente como medicina. Para ello, los modelos
de salud comenzaron a resultar, desde el enfoque ambiental, tan importantes o más que
los modelos de enfermedad que la geografía clásica representaba en los mapas. “Dentro
del amplio armazón de la ecuación necesidad satisfacción –reportarían a comienzos de
la década del ‘90– algunos geógrafos médicos han explorado la simple hipótesis de que
los patrones de salud podrían reflejar patrones de enfermedad” [JONES, K. y MOON,
G., 1991: 440]. En este plan, una valorización de la ecología fue produciendo cambios
de enfoque, asociándose paralelamente con el aporte de los estudios referidos a las
desigualdades y sus consecuencias, generados especialmente desde la geografía radical.
En este esquema, puede notarse que el problema de la salud puede tomarse en cuenta
dentro del contexto de una posición militante o como una actitud de respuesta práctica
ante la necesidad de alcanzar objetivos de bienestar comunitario. Es en estos dos
parámetros que se teje la trama epistemológica actual.
Otros recursos usados con efectividad por los geógrafos fueron los fundamentos de la
Teoría General de los Sistemas proyectados hacia ámbitos concretos. A continuación se
hablará someramente de los principales:
a) Fue muy importante el uso geográfico de esa nueva forma de ver la biología a través
de la aplicación de un criterio cibernético –la retroalimentación de los sistemas, o feed
back– la que motivó la revisión del concepto de equilibro biostático. El control
homeostático así reinterpretado “es un caso significativo pero especial de sistemas
autorreguladores y fenómenos de adaptación” [BERTALANFFY, L, 1980: 167 a 169]
c) También merece nombrarse el campo de los estímulos, recortados del sistema como
aquellos elementos que un organismo está preparado para recibir desde el entorno,
considerándolos “señales capaces de generar conductas como respuesta”. Esta
estrategia, descripta minuciosamente por Uexküll, es la clave más aplicada por los
geógrafos para aislar –siempre en un número acotado, factible de estudiar con análisis
factorial– los principales elementos que correlacionan salud, ambiente, percepción y
comportamiento. [UEXKÜLL, J., 1920]
***
Mapas, lugares, procesos de difusión, sistemas, operaciones. Es en estos campos en los
que el geógrafo se viene desempeñando como agente eficiente en el proceso de
investigación de las problemáticas de la salud, tanto globales como específicas, tanto
universales como estrictamente acotadas en su condición espacial. Pero es necesario
reconocer que hay una característica que es propia de los tiempos actuales. Nos
referimos a la forma de trabajo, amparada bajo una campana de acción común,
institucionalizada.
Pero hay una diferencia –al menos una– que diferencia el accionar de los geógrafos en
su participación en este proceso complejo de triangulación entre realidad, lenguaje y
ciencia. Es la vuelta constante a las fuentes asistemáticas que ponen a su trabajo en
parentesco con los ritos mágicos del shamán, con los planteos ideológicos de una ayuda
mutua al estilo anarquista y con una sociedad que no ha podido superar, y seguramente
no superará nunca, el temor irracional por las epidemias y los miasmas. Por fortuna esto
es así. Nada mejor que creer para salvarse. Lo contrario, en una visión de optimismo
neopositivista, es lo que verdaderamente puede llamarse grave. Esto trae consigo
“...la herejía gnóstica (también en sus formas laicas), según la cual el mundo y la historia son el fruto de un error,
y sólo algunos elegidos, destruyendo ambos, podrían redimir al propio Dios; de ahí nacen las distintas formas de
superhumanismo, para las que, en el miserable escenario del mundo y de la historia, sólo los adeptos a una raza o
a una secta privilegiada podrán celebrar sus flamígeros holocaustos.” [ECO, U., 1997: 20]
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