Corriente filosófica desarrollada en el periodo helenístico y formada por los seguidores de
Epicuro de Samos (341-270 a. C.). Como tal corriente de pensamiento, se remonta ya a los inicios de la primera escuela fundada por Epicuro, primero en Mitilene en el año 311 a. C. y, al año siguiente, en Lámpsaco, donde impartió clases durante cuatro años. Posteriormente, Epicuro se trasladó a Atenas donde fundó (306 a. C.) su escuela conocida como el Jardín. Durante toda esta primera época, vinculada directamente al maestro, los epicúreos polemizaron especialmente con los platónicos, los aristotélicos, con los seguidores de las escuelas socráticas y con la naciente escuela estoica. Puesto que el sistema teórico y el ideal de vida forjados por Epicuro presentaban una gran coherencia, la mayoría de sus discípulos siguieron sus doctrinas con muy pocas modificaciones. Profesaban un gran respeto a su maestro, y entre ellos se hizo famosa la máxima: “Compórtate siempre como si Epicuro te viera”. Posteriormente, la escuela se extendió y se crearon escuelas epicúreas en varios lugares: en Asia Menor (Lámpsaco y Mitilene), en Antioquía, en Alejandría, en Italia (Nápoles) y en Galia. Durante los siglos II y I a. C. destacaron algunos autores, especialmente Lucrecio (95-51 a. C. aprox.), autor del poema De rerum natura. La Física epicúrea es atomista y mecanicista, en la tradición de Leucipo y Demócrito, y defiende que las sensaciones son provocadas por pequeños corpúsculos que chocan contra los órganos sensoriales. Epicuro anticipó la doctrina moderna de la selección natural: las fuerzas naturales dan origen a organismos de diferentes clases, y sólo las clases capaces de superarse a sí mismas y de reproducirse han sobrevivido. Cree que el alma está compuesta de pequeñas partículas distribuidas por todo el cuerpo. La disolución del cuerpo en la muerte conduce a la disolución del alma, que no puede existir fuera del cuerpo; por ello, no hay vida futura posible. Dado que la muerte significa la extinción total, no tiene sentido que la teman ni los vivos ni los muertos, porque, como afirma en la Carta a Meneceo, “cuando somos, la muerte no es, y cuando estamos muertos, no somos”. Todas estas teorías físicas tienen una orientación ética. Epicuro se propone eliminar los mitos y las supersticiones, para conseguir que el hombre pueda vivir feliz y sin ningún miedo. Sus principales adversarios son la religión popular y la teología astral de Platón. Los dioses no deben inspirarnos temor: es absurdo pensar que seres tan perfectos y felices puedan experimentar sentimientos de ira o venganza. La ética es la culminación del sistema. Es una ética hedonista: saber gozar de lo que es natural y moderado. Ese placer es la meta más importante de la vida. Se prefieren los placeres intelectuales a los sensuales, que tienden a perturbar la paz del espíritu. La verdadera felicidad consiste en la serenidad, que resulta del dominio del miedo a los dioses, a la muerte y a la vida futura. El fin de la filosofía es eliminar esos temores y llegar a la ataraxia, la ausencia de tensión, la felicidad. El centro de su ética lo constituyen la justicia, la honestidad y la prudencia, o el equilibrio entre el placer y el sufrimiento. Epicuro prefería la amistad al amor, por ser aquella menos perturbadora que éste. Su hedonismo personal mostró que sólo a través del dominio de sí mismo y de la moderación se puede alcanzar el tipo de tranquilidad que constituye la felicidad verdadera. La corriente epicúrea fue el blanco preferido de las críticas de la mayor parte de las otras escuelas filosóficas que, a pesar de sus muchas diferencias, coincidían en considerar la filosofía de Epicuro como el enemigo a batir. Contra el epicureísmo se levantaron especialmente los estoicos y los cristianos. Marx (+1883) puso de manifiesto, en su estudio sobre los sistemas de Demócrito y Epicuro, el potencial subversivo del epicureísmo. También Nietzsche (+1900) salió en defensa de Epicuro, a quien, juntamente con Pirrón, consideraba uno de los últimos verdaderos filósofos después de la traición perpetrada por Sócrates y Platón que, según Nietzsche, fueron los responsables de la inversión de los auténticos valores representados por la filosofía de los presocráticos. El epicureísmo ha resurgido en diferentes épocas pero, sobre todo, en el Renacimiento (Lorenzo Valla) y en la modernidad (Gassendi, +1656). También se ha destacado la influencia del epicureísmo en J. Bentham (+1832), iniciador del utilitarismo.