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Néstor Kohan: ¿A qué se debe este renovado interés por la obra de Lukács?
Antonio Infranca: Su obra ha sido retomada por Jameson y otros marxistas norteamericanos. También
tuvo un eco, aunque paradójico, en el Antiedipo de Deleuze y Guattari. De muy diversos modos todos
ellos han retomado últimamente núcleos de la obra más famosa que Lukács produjo en su juventud:
Historia y conciencia de clase. Pero yo pienso que si hoy hay que volver a Lukács tiene que ser más
bien por su obra madura de los años ‘60, muchísimo menos conocida: La ontología del ser social. Un
monumento del pensamiento que contiene miles de páginas. Esta última tiene más actualidad.
INFRANCA: Fundamentalmente por su estudio acerca de la "extrañación". Esta teoría de Lukács da una
posibilidad de cuestionar al capitalismo globalizado de nuestros días. Hoy muy pocos critican lo que
hace el sistema actual en el campo de la ideología, la propaganda y la publicidad. Los críticos más
ácidos de la globalización cuestionan las estructuras económicas (el desempleo, el hambre, etc.) pero
no muchos critican los modos de integración globalizada.
INFRANCA: Que todos los seres humanos se están vistiendo de la misma manera, viven en la misma
imposición urbanística, ven la misma TV y cine, la misma estructura de los shoppings y sus modos de
consumo, la misma música y publicidad. Si alguien llega enmascarado y con los oídos tapados (sin
escuchar el idioma) y se lo deja en la periferia de cualquier gran ciudad del mundo, no podría
distinguir una de otra. La lectura de La ontología del ser social de Lukács hoy nos permitiría
desarrollar, desde su análisis de los fundamentos del ser social del hombre, una crítica a todo aquello
que va cancelando los fundamentos del individuo contemporáneo.
INFRANCA: Según Lukács, Heidegger encubre con categorías abstractas la auténtica vida cotidiana.
Heidegger impediría, desde este argumento, lo que Lukács promueve: el tomar conciencia de los
problemas de la vida cotidiana. Por eso yo creo que la posmodernidad -por ejemplo la obra de mi
compatriota Gianni Vattimo- debería ser criticada desde este particular ángulo. La posmodernidad
aleja al ser humano de las preguntas fundamentales sobre el sentido del ser. De allí que Lukács
promueva en términos filosóficos una autenticidad que paradójicamente Heidegger niega, a pesar de
todo su conocido énfasis en la crítica del "mundo inauténtico". Lukács acusa a Heidegger de ser el
mayor promotor de la inautenticidad, un juicio que yo extendería desde este ángulo a todo el
posmodernismo.
N.K.: Además de estudiar su obra publicada, vos trabajaste en el Archivo de Lukács en Budapest. ¿Qué
contenía ese archivo?
INFRANCA: Yo trabajé allí entre 1984 y 1986. El archivo estaba en la casa de Lukács. Contenía su
biblioteca, sus papeles personales, sus manuscritos editados e inéditos y su correspondencia, que es
importante. Él, normalmente, contestaba todas las cartas. La mayoría de las cartas están inéditas.
Además, el archivo publicó en 1998 una especie de diario de los libros que Lukács leía en el período de
Heidelberg, el de su primera juventud. Su título es Apuntes de Heidelberg. Esto es una de las últimos
cosas que han sido publicadas.
INFRANCA: Fueron años muy interesantes para mí. Fui el único italiano en el campo de la filosofía que
pudo hacer el doctorado en Hungría. Estar en el archivo me permitió leer sus apuntes sobre la ética,
un trabajo inacabado, publicado póstumamente recién después que cayó el Muro de Berlín y también
me permitió leer algunas cartas vinculadas con los intelectuales italianos. El volumen de cartas con los
italianos era el más numeroso incluyendo su correspondencia con alemanes, a pesar de que Lukács
escribía en alemán y tenía una formación alemana. Lo cual permitiría explicar el gran interés de la
cultura italiana hacia Lukács. Pero sobre todo investigar in situ me permitió deshacerme de muchos
prejuicios que existen en Occidente sobre su obra, que están basados casi siempre en la falta de
información seria y rigurosa.
INFRANCA: No. Había dificultades para obtener los materiales. Cuando yo estuve en el archivo había en
él -y sólo allí, pues el fenómeno no se repetía en aquel momento en el resto de Hungría- un clima de
censura y de control. Eso me hizo perder mucho tiempo de investigación, al tener que esperar que me
permitieran ver el material. Lukács seguía siendo un pensador maldito para el régimen político del Este
y para el stalinismo.
N.K.:¿En tu opinión Lukács era un disidente?
N.K.: Sin embargo se lo asocia, por sus reiteradas "autocríticas", muchas de ellas forzadas, con el
stalinismo...
INFRANCA: Esa opinión proviene de Occidente. Pero estudiando a fondo su obra y biografía existen
hechos incontrastables en la dirección exactamente opuesta. En primer lugar, sus libros jamás fueron
publicados en ruso. Los stalinistas soviéticos nunca lo publicaron. Recién lo editaron en Rusia en
1989... En segundo lugar, los intelectuales occidentales que lo critican ni se imaginan lo que estaba
pasando en el Este en aquel momento. Su posición no era stalinista, sino en todo caso posibilista.
Además Lukács participó activamente en 1956 en la revolución antistalinista y por eso los soviéticos lo
apresaron junto a Imre Nagy y los deportaron a Rumania donde él permaneció recluido varios meses.
Incluso la policía stalinista también lo había apresado por sospechas en la propia URSS en 1941,
cuando él estaba allí exiliado en los años del nazismo, oportunidad donde también apresan a su gran
amigo Mijail Lifschitz, el especialista en estética. A Lukács le secuestraron entonces un libro suyo:
Goethe y la dialéctica, que se perdió. Sólo un fragmento se publicó luego en italiano.
INFRANCA: Lukács fue ministro de cultura del derrocado gobierno de Nagy. Las vicisitudes de Lukács en
su reclusión de aquel año las pude reconstruir cuando entrevisté a su compañero, también apresado
por los soviéticos, Miklós Vásárhelyi. Él me contó el comportamiento valiente de Lukács y su rechazo
de todos los intentos que los soviéticos le hicieron para cooptarlo y separarlo de los demás presos
húngaros.
N.K.: En lo que respecta a esos años, ¿acaso su libro El asalto a la razón de 1953 no fue acusado de
legitimar filosóficamente el stalinismo?
INFRANCA: Lo que no se sabe es que los materiales que conformaron ese libro él los escribió en 1933,
pero entonces no los publicó. Recién lo hizo en 1953, después de la muerte de Stalin... porque no
quería pasar por un sostenedor del stalinismo.
INFRANCA: Sí, por supuesto. Aunque en Argentina no se conocen, el archivo Lukács publicó esos
trabajos de preparación de El asalto a la razón. Además Lukács escribió El joven Hegel en 1938. No
salió publicado porque iba a contramano de la línea stalinista oficial que condenaba a Hegel
terminantemente, en toda la línea. Recién lo publicó en 1948 en Suiza, así como también El asalto a la
razón fue publicado en Suiza, es decir, en el corazón de Occidente y no en los países del Este europeo.
Por todo esto podríamos decir que en un sentido es cierto que él "convivió" con el stalinismo, pero hay
que ver también cómo y en qué condiciones históricas específicas, no siempre conocidas. En realidad
existen muchos matices que hay que descifrar evitando juicios apresurados.
N.K.: ¿Vos pensarías que esa relación con el stalinismo motivó su crítica a las vanguardias estéticas
como "decadentes"?
INFRANCA: La cuestión es más compleja. En ese punto, es innegable, Lukács se cruza con el
stalinismo, pero su posición no tiene como causa al stalinismo. Lukács siempre rechazó a las
vanguardias, ya desde su primera juventud cuando todavía no era comunista. El stalinismo entonces
no existía y ni siquiera se había producido la revolución bolchevique de 1917. Por ejemplo, Lukács
nunca se pronunció a favor del futurismo a pesar de que la ideología literaria de la revolución
bolchevique era, en sus inicios, el futurismo. Su rechazo de las vanguardias tiene otro fundamento. Lo
mismo vale para sus juicios críticos sobre Kafka, muchos de los cuales -según podemos apreciar en su
correspondencia inédita de la madurez- él mismo llegó a juzgar como equivocados.
INFRANCA: Yo tuve la suerte de estar allí en ese momento. En junio de 1989 se hizo una manifestación
por el entierro oficial del cuerpo de Imre Nagy, quien había sido el jefe del gobierno de 1956 cuando
los soviéticos invadieron Hungría. En la filosofía hubo grandes debates porque volvieron a tener
manifestaciones públicas ex discípulos de Lukács, como Mihály Vayda (el traductor húngaro de El ser y
el tiempo de Heidegger) o Itsván Fehér (quien escribió la introducción a ese libro de Heidegger),
Krisztoff Nyiri y otros disidentes. Aunque hay que aclarar que Hungría era distinta a la URSS o a
Rumania. En Budapest, antes de 1989, los disidentes no eran ni detenidos ni proscriptos. Publicaban
libros, tenían todos trabajos en editoriales y uno los podía encontrar y conversar con ellos en cualquier
lado. Pero no les permitían tener cargos en la Universidad ni hacer una carrera académica. En ese
contexto, muchos ex discípulos de Lukács giraron hacia la posmodernidad.
INFRANCA: Sí, por supuesto, pero igual giraron al posmodernismo. Por ejemplo Agnes Heller está
internándose ahora en lo que ella denomina "la ética posmoderna". Vayda, con su crítica a la
metafísica, sigue el mismo camino.
INFRANCA: Básicamente hubo dos grupos de discípulos de Lukács que se conocieron como "la Escuela
de Budapest", hoy famosa. El primer grupo se formó cuando Lukács dictaba clases en la Universidad
entre 1946 y 1949. En ese momento fue atacado por los stalinistas por ser "un filósofo medio burgués"
y fue obligado a dejar la Universidad. Después de ese ataque Lukács pasó de un día para otro de
quinientos alumnos a cinco. El filósofo stalinista que lo atacó se llamaba Jozséf Revai (antes había sido
su amigo). Revai fue alentado por Imre Lakatos, por entonces furioso stalinista, quien años después se
fue a vivir a Occidente donde se convirtió en un célebre filósofo de la ciencia... Entre los cinco que se
quedaron estaban: Agnes Heller (la más conocida en Occidente), István Hermann, Denés Zoltai -quien
me contó personalmente todo esto- Marta Mészáros y por último Ferénc Fehér.
N.K.:¿Pero Agnes Heller no cortó amarras cuando se fue a vivir a Estados Unidos?
INFRANCA: Sí, es cierto, pero lo hizo mucho antes, pues alrededor de ella se había formado la segunda
Escuela de Budapest de los "disidentes", que agrupaba a Mihály Vayda, György Markus, Sándor
Radnoti, Tamás Gaspar y Ferenc Fehér. Por eso hay prácticamente dos Escuelas de Budapest, un
fenómeno no siempre conocido, según creo. La Escuela fue expulsada de las instituciones oficiales en
1977. Hasta cuando estuvo vivo, Lukács los protegió. Escribió una carta a su editor de occidente de la
Ontología del ser social para defenderlos (aunque en realidad la escribió Ferénc Fehér y Lukács la
rubricó...).
INFRANCA: Yo creo que no. Al contrario del último Lukács, quien escribió El hombre y la democracia
[publicado en Buenos Aires, en 1989, por editorial Contrapunto], redactado entre agosto y noviembre
de 1968 -después de la primavera de Praga- pensando en reformar el régimen político del Este y
apuntando a construir un socialismo más humano, ellos no creían en esa posibilidad.
INFRANCA: No. El lo escribió y lo envió al comité central del PC de Hungría como una provocación, para
ver si ellos aprovechaban ese texto para abrir el debate y tomar distancia de la invasión rusa a
Checoslovaquia. El partido lo dejó escondido. En 1985, cuando estaba Gorvachov en la URSS, una
parte del partido húngaro lo publicó en alemán pero nunca lo vendieron en las librerías, pues lo
vetaron los antigorvachovianos. El traductor de Lukács al italiano, Alberto Scarponi, me dio la tarea de
llevar el libro a Italia, cosa que hice, y así se conoció en Occidente.
N.K.: Durante los últimos años, y a propósito de su aniversario, la obra de Goethe ha ocupado páginas
y páginas en todos los periódicos del mundo, especialmente en los de Alemania reunificada. ¿Qué
actualidad tienen, desde tu punto de vista, los análisis de Lukács sobre el Fausto?
INFRANCA: Mira, creo que hoy nos queda una obra filosófica de enorme envergadura (todavía no
completamente explorada) y un legado sumamente complejo que nos permite repensar no sólo todos
los debates filosóficos del siglo XX sino también abordar algunos de los enigmas futuros de la
humanidad.