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Marcial

Libro I. Epigrama 64

Eres guapa (lo sé) y joven (es verdad)


y rica (¿quién puede negarlo?).
Pero cuando te elogias, Fabula, en demasía,
ya no eres rica ni guapa ni joven.

El género y sus características

El epigrama, del griego ἐπί-γραφὼ, significa literalmente sobre-escribir, y se usa para


referirse a las composiciones destinadas a ser grabadas en piedra, por lo que tenían un
carácter religioso, y eran composiciones breves.

Hablamos del epigrama como un género singularmente helenístico, (aunque


anteriormente lo cultivaron Safo, Arquíloco y Simónides) cuyas características son la
brevedad, la agudeza y la fuerza expresiva. El epigrama literario cuenta con una
temática variada: epigramas eróticos, satíricos, costumbristas, festivos y fúnebres.

El epigrama llegó a Roma en torno a finales del siglo II a.C., siguiendo la moda
alejandrina (sentimientos amorosos en dísticos elegíacos); desde entonces fue cultivado
de modo esporádico hasta Catulo, que fue el primero que se valió de esta forma poética
por extenso: cabe destacar una serie de epigramas sobre su relación con Lesbia así como
críticas a sus enemigos.

El autor

El epigrama literario alcanzó su más alta cima con Marco Valerio Marcial (40 d.C-
104), siendo éste el único género que cultivó.

Nació en Bílbilis, actual Calatayud. Marchó a Roma para completar sus estudios de
jurisprudencia, y allí se estableció para pasar la mayor parte de su vida. En Roma se
puso como cliente al servicio de los Flavios, Tito y Domiciano.

Tenía un extraordinario poder de concentración cómica, similar al de Aristófanes o


Plauto, al que se unían su gran capacidad de improvisación, su ingenio agudo y sus
dotes de observación. En sus poemas ofrece una visión penetrante de la sociedad y pinta
con maestría la vida cotidiana de Roma, con sus chismes, anécdotas y sucesos.

Su intención es reflejar la sociedad de su tiempo, sin reparos; más que una intención
moralizadora, tiene como propósito mostrar los aspectos más ridículos de la realidad.
Otro rasgo que lo diferencia de los demás poetas es que no utilice el ataque personal,
constatado en el verso siguiente : Parcere personis, dicere de vitiis (Se dice el pecado,
pero no el pecador).
Asimismo, contaba con gran aceptación por parte del pueblo, mientras que era criticado
por ciertos poetas de tendencia más clasista. De lo que no cabe duda es de que la
vivacidad e ingenio de éste son los que caracterizan al epigrama actual.

Tema: La vanidad empobrece cualquier riqueza.

Respondiendo a los criterios de brevedad que deben caracterizar al epigrama, en cuatro


versos Marcial deja en ridículo la presuntuosidad de una joven, real o imaginaria, que se
cree señalada por los dioses con los dones de la belleza, la juventud y la riqueza.

El autor, utiliza el recurso de reconocer los méritos de Fabula (“lo sé”, “es verdad”,
“¿quién puede negarlo?”) para darle inicialmente la razón y terminar quitándosela.

Tanto el estilo (forma) como la argumentación (fondo), dejan poco lugar para la réplica.
La contundencia de Marcial es absoluta.

Hoy, el epigrama no se cultiva como subgénero salvo de manera testimonial


(epigramistas de Calatayud). Si bien, algunos oradores, periodistas y políticos, dotados
del arte de la elocuencia y del buen uso del idioma, introducen en sus discursos y textos,
frases y sentencias que participan de las características del epigrama clásico en cuanto a
brevedad, intención, agudeza, dotes de observación y agilidad mental del que los utiliza,
normalmente en contra de un adversario.

El estilo de Borges se muestra, en ocasiones, heredero del laconismo y sentenciosidad


de Marcial. En un texto del autor argentino se describe la injuria como un arte, y
asegura Borges que una de los más acertados insultos que escuchó en su vida fue el que
profirió un parlamentario británico contra su oponente: Su esposa, señor, con el pretexto
de regentar un prostíbulo, vende género de contrabando.

Aunque el epigrama de Marcial no tuviese un carácter moralizador, no cabe duda de que


se pueden extraer de este subgénero conclusiones de este tipo para la sociedad de
nuestro tiempo. En cualquier manual de psicología se califica la asertividad como la
afirmación del propio individuo ante su entorno y como medio de crecimiento de la
autoestima. A este respecto, Antonio Machado, en Juan de Mairena, advierte a un
alumno: «No se achique usted tanto, señor Rodríguez. Agrada la modestia, pero no el
propio menosprecio»; sin embargo, el exceso de dicha autoestima puede incurrir en el
vicio que describe, más que denuncia, Marcial.

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