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Libro I. Epigrama 64
El epigrama llegó a Roma en torno a finales del siglo II a.C., siguiendo la moda
alejandrina (sentimientos amorosos en dísticos elegíacos); desde entonces fue cultivado
de modo esporádico hasta Catulo, que fue el primero que se valió de esta forma poética
por extenso: cabe destacar una serie de epigramas sobre su relación con Lesbia así como
críticas a sus enemigos.
El autor
El epigrama literario alcanzó su más alta cima con Marco Valerio Marcial (40 d.C-
104), siendo éste el único género que cultivó.
Nació en Bílbilis, actual Calatayud. Marchó a Roma para completar sus estudios de
jurisprudencia, y allí se estableció para pasar la mayor parte de su vida. En Roma se
puso como cliente al servicio de los Flavios, Tito y Domiciano.
Su intención es reflejar la sociedad de su tiempo, sin reparos; más que una intención
moralizadora, tiene como propósito mostrar los aspectos más ridículos de la realidad.
Otro rasgo que lo diferencia de los demás poetas es que no utilice el ataque personal,
constatado en el verso siguiente : Parcere personis, dicere de vitiis (Se dice el pecado,
pero no el pecador).
Asimismo, contaba con gran aceptación por parte del pueblo, mientras que era criticado
por ciertos poetas de tendencia más clasista. De lo que no cabe duda es de que la
vivacidad e ingenio de éste son los que caracterizan al epigrama actual.
El autor, utiliza el recurso de reconocer los méritos de Fabula (“lo sé”, “es verdad”,
“¿quién puede negarlo?”) para darle inicialmente la razón y terminar quitándosela.
Tanto el estilo (forma) como la argumentación (fondo), dejan poco lugar para la réplica.
La contundencia de Marcial es absoluta.