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Todo aquel que guste de la arquitectura, tiene nociones tanto del lenguaje
utilizado, como del tiempo que puede aplicarse dentro de la historia a alguna
construcción, espacio o teoría.
Pero, ¿qué sucede cuando dicha crítica viene de quien no esta necesariamente
interesado en la arquitectura?; el término de tolerancia también es aplicable en
la arquitectura, y al definir comúnmente a la arquitectura como subjetiva, todo lo
que se diga, tanto por parte de novatos, expertos o no-arquitectos tiene valor.
Es difícil en estos tiempos dar validez a la crítica que un arquitecto pueda decir
acerca de alguna obra realizada en algún lugar del planeta, en principio, por lo
difícil de valorar algo que solo podemos ver a través de un medio impreso o
virtual. Las imágenes son tomadas por ojos que quieren ver lo mejor de algún lugar
o espacio. Las cámaras empleadas superan los defectos y pueden corregirlos, el
tiempo varía, si un espacio público sólo opera de día, ¿porque admirarse con
imágenes tomadas de noche?.
La libertad de criticar debe ser con mentalidad infantil, porque está dotada de
inocencia, seguridad y sin complicaciones. Me gusta o no me gusta, no importa si
lo hizo alguien reconocido de un país que no conozco, o una empresa con un número
de empleados que pueden caber en 5 vagones del metro. La ventaja del arquitecto o
quien gusta de la arquitectura es que para decir que le gusta o no le gusta aplica
más adjetivos y analogías, largos discursos que quieren ser poéticos y que al
final, lo toleramos y sabemos que lo que diga puede ser distinto a lo que yo
opine, total, es mi crítica y la de nadie mas.