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La libertad de criticar por carlos coronel

Todo aquel que guste de la arquitectura, tiene nociones tanto del lenguaje
utilizado, como del tiempo que puede aplicarse dentro de la historia a alguna
construcción, espacio o teoría.

Pero, ¿qué sucede cuando dicha crítica viene de quien no esta necesariamente
interesado en la arquitectura?; el término de tolerancia también es aplicable en
la arquitectura, y al definir comúnmente a la arquitectura como subjetiva, todo lo
que se diga, tanto por parte de novatos, expertos o no-arquitectos tiene valor.

Es difícil en estos tiempos dar validez a la crítica que un arquitecto pueda decir
acerca de alguna obra realizada en algún lugar del planeta, en principio, por lo
difícil de valorar algo que solo podemos ver a través de un medio impreso o
virtual. Las imágenes son tomadas por ojos que quieren ver lo mejor de algún lugar
o espacio. Las cámaras empleadas superan los defectos y pueden corregirlos, el
tiempo varía, si un espacio público sólo opera de día, ¿porque admirarse con
imágenes tomadas de noche?.

¿Qué otros aspectos influyen en un no-arquitecto cuando hace su crítica?, sí está


en un momento de ocio buscará figuritas en los aplanados, errores en las juntas de
materiales, la envoltura de un dulce en el piso inclusive. El humor que presenta
el usuario es de prisa para ser atendido en un edificio público; todo color,
forma, iluminación deja de existir, sólo la imagen se centra en la recepcionista o
secretaria y la espera de que suene el teléfono para indicar que enseguida será
atendido. ¿Dónde quedó la intención del arquitecto?.
Si hablamos ahora de escalas, pues el no-arquitecto, que vive en una casa
catalogada como un gran diseño de un gran arquitecto, puede tener dos opciones,
reconocer que su casa es el “traje invisible del rey” que solo los cultos ven, o
realmente experimentar lo bueno y lo malo de su espacio y dar su opinión. La
costumbre al espacio es una solución a olvidar los errores del arquitecto.

En otra escala, lo público implica movimiento constante, primero por la necesidad


de pasar de un espacio a otro, como la constante inseguridad humana a sentirse
observado o distraerse divagando. Los espacios públicos exteriores, que han sido
marcados como arquitectura de paisaje; maneja mayor libertad, pero menor necesidad
de soluciones arquitectónicas; ¿qué tan válido es emplear recetas que la misma
naturaleza nos ofrece sin consultarla?, se sabe que el ruido del agua relaja, que
un arbusto o árbol da sombra, oxigeno y serenidad o vitalidad, los colores de las
flores son inigualables y la fauna que lo acompaña son sosiegos en cualquier
momento.

La libertad de criticar debe ser con mentalidad infantil, porque está dotada de
inocencia, seguridad y sin complicaciones. Me gusta o no me gusta, no importa si
lo hizo alguien reconocido de un país que no conozco, o una empresa con un número
de empleados que pueden caber en 5 vagones del metro. La ventaja del arquitecto o
quien gusta de la arquitectura es que para decir que le gusta o no le gusta aplica
más adjetivos y analogías, largos discursos que quieren ser poéticos y que al
final, lo toleramos y sabemos que lo que diga puede ser distinto a lo que yo
opine, total, es mi crítica y la de nadie mas.

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