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En Torno a "La Amortajada" de María Luisa

Bombal

• En la construcción escritural de María Luisa Bombal


sobresalen tanto aspectos formales como temáticos,
conformando una interrelación que pone la estructura,
quiebres y vértigos narrativos en función de la
conformación de los personajes, en una intricada malla de
interrelaciones.
• Es así que en La amortajada es posible detectar, al
menos, tres aspectos fundamentales:

- la construcción de la protagonista en relación a los otros


personajes que la definen en su personalidad;
- el uso de inmersiones narrativas que se alejan de la
linealidad; y
- la constatación de que el rol de la mujer se determina en
función a la figura masculina, que no sólo se transforma

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en centro y motivación, sino que también dictamina los
posibles modos de ser para la mujer (madre/santa,
loca/bruja).

• El lector, desde la primera página asiste al velatorio de Ana


María, quien es visitada por aquellos que construyen su
pasado: sus familiares y conocidos. Con cada visita se le
da a conocer al lector distintas facetas del protagonista,
presentado tantas Anas Marías como relaciones.
• No hay una única Ana María estable e inmutable durante
la narración: ella cambia con el tiempo y el espacio, carece
de una esencia de la defina o determine, no adolece de
aquella dicotomía entre esencia y accidente.
• Es en cada una de las relaciones se expone un pedazo, un
trozo, de Ana María, pero no como piezas de un puzzle,
sino como un conjunto de fotografías de un mismo objeto o
paisaje, pero desde distintos ángulos y en distintos
tiempos.
• Para poder exponer las distintas facetas de la protagonista,
el narrador se sitúa en lo que sería la memoria de Ana
María, realizando un ejercicio introspectivo cada vez que
alguien se le acerca: en la linealidad de la narración se
producen exploraciones indagatorias en el pasado y,
mientras “el día quema horas, minutos, segundos”, el
tiempo psicológico se expande vertiginosamente, situando
al lector, en menos de una línea, en un pasado poco claro,
que se va (re)construyendo conforme avanza la narración.
• La memoria funciona así como una compañera de viaje:
“Alguien, algo, la toma de la mano. –‘Vamos, vamos…’
–‘¿Adónde?’ –‘Vamos’. Y va.” (Bombal, 118). Y de este
modo, cada minuto o segundo lineal, se transforma en
años, lustros, del pasado de Ana María.
• No hay un respeto por la medición cronológica del tiempo,
lo que importa aquí es la importancia que se le ha dado a
cada momento.
• Es importante señalar que este mecanismo narrativo se
asemeja mucho a un flashback o a un racconto
cinematográfico, combinado con un falso raccord: la
protagonista se sitúa en el lugar de la cámara y en el lugar

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de los hechos narrados al mismo tiempo. En otras
palabras, embauca al lector de modo magistral para
situarlo en su juego onírico, capturando la confianza en el
todo usado para narrar: el carácter intimista a modo de
reflexión y no de confesión hace que el texto se torne
verosímil a pesar de sus quiebres temporales.
• Finalmente, se puede señalar que todo lo mencionado
anteriormente delata la condición de la mujer: debe
configurarse en torno a una figura masculina.
• Cuando Ana María reflexiona con respecto a la relación
con su marido, se pregunta: “¿Por qué, por qué la
naturaleza ha de ser tal que tenga que ser siempre un
hombre el eje de su vida?” (Bombal, 142).
• Si se observa con detención, son los hombres los que más
influyen en la vida de Ana María: Ricardo, Fernando,
Antonio, sus hijos, su padre y el padre Carlos, determinan
una cartografía por la cual Ana María transita durante
toda su existencia.
• En la novela, los personajes femeninos se caracterizan por
sus ausencias (su madre, su hija, María Griselda) y es
desde ese vacío que efectúan su accionar, instalando más
inmovilidad que desplazamiento, a diferencia de los
personajes masculinos.
• El transitar de Ana María deja su huella en el cuerpo, sus
relaciones dejan marcas en su piel a modo de escritura, de
llaga y de herida (aborto, partos, arrugas). Y estas marcas
son todas en relación a dictámenes masculinos que se
imponen desde afuera, predeterminando los modos de
actuar de la mujer, señalando qué se debe desear y qué no
(aquello del paraíso), quién se debe desear y quién no,
despojando a la mujer de una autoexploración que le
permita constituir su personalidad desde sí misma y para
sí misma.
• De lo anterior se puede recalcar el carácter vanguardista y
adelantado a su época (y tal vez, también a esta) de la
narrativa bombaliana. Sus textos aun tienen eco ya que se
instala desde una posición ambigua, que permite la
exploración constante en distintos territorios que se

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configuran en relación al lector. Para esto ayuda el
carácter onírico y surrealista, logrando que la lectura y la
interpretación se sitúen no sólo en la metáfora, sino que
también en el ejercicio metonímico y sinecdótico (se trata
de una sustitución del indicio somático (síntoma) en lugar
de un estado o época de la vida).
• Es importante destacar que los temas que toca, a pesar de
los casi 70 años de distancia, no ha sido agotados ya que
exploran de un modo no acotado en la condición humana
y en la angustia de la existencia.

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