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Homeopatia

La homeopatía cumplió ya más de 200 años, sin embargo, aun se sigue discutiendo
respecto de su origen no científico. Lo cierto es que, desde mi vasta experiencia, casi
todos los niños mejoran con homeopatía su calidad de vida; muchos se curan por
completo; otros mejoran en parte y la minoría encuentra un equilibrio lábil debido al gran
daño orgánico instalado en sus cuerpecitos, equilibrio que, sin embargo, les permite curar
en gran medida su alma.

Seguramente habrá entre mis lectores muchísimos padres que se ponen en contacto por
primera vez con la homeopatía; a ellos, especialmente, quiero decirles que se trata de una
especialidad médica considerada en todo el mundo -excepto en Argentina y Rumania-
que cura por lo semejante.

Este principio data de los tiempos de Hipócrates (padre de la medicina), pero solamente
el Dr. Samuel Hahnemann supo canalizarlo con la homeopatía.

Analicemos este básico concepto: una sustancia «X» provoca en un cuerpo sano
determinada dolencia; si esa misma sustancia «X» es dinamizada y la preparamos con el
método homeopático, curará aquella misma dolencia.

Veamos un ejemplo típico: si ingerimos Belladona, estaremos mal, enrojecidos, con


alucinaciones, dolor de cabeza y fiebre... Este cuadro nos hace recordar a un paciente
insolado.

Pues bien, ahora supongamos que estamos frente a un paciente insolado con todas esas
características; entonces le prescribimos Belladona dinamizada a la 6ta. concentración
hahnemanniana (6ª CH), en dosis de 5 gotitas cada 10 minutos durante un período de 3 a
4 horas y la insolación se curará por completo. Esta es, por supuesto, una forma sencilla
de explicar al lector no experimentado cómo actúa, básicamente, la homeopatía.

En otras palabras, si damos Belladona a una persona sana, tendrá los mismos síntomas
que el paciente insolado.

Los síntomas de los diferentes remedios homeopáticos se encuentran reunidos en un


voluminoso tratado llamado «repertorio».

Además, el Médico-Homeópata cuenta en su apoyo con abundante bibliografía que


contiene lo que se llama Materia Médica y detalla cada uno de los remedios, con los
síntomas que provoca.

La homeopatía, por lo tanto, únicamente puede ser bien ejercida por profesionales
médicos, quienes deben, en un principio, llegar al diagnóstico de la enfermedad
(siguiendo los cánones ortodoxos que se aprenden en cualquier facultad de medicina) y
luego desentrañar el diagnóstico homeopático para encontrar un remedio que, por el
simílimun, cure todos los síntomas del paciente.
También se puede hacer un diagnóstico de personalidad homeopática, el que involucra
más de una consulta y generalmente provoca una muy buena relación médico-paciente, lo
que permite un conocimiento mucho más amplio del enfermo y una confianza estrecha
entre ambos.

El diagnóstico del miasma del paciente en cuestión, si bien se puede obtener por medio
de la hoy tan popular PC (u ordenador), según mi experiencia implica también varias
consultas, ya que el paciente, en la primera oportunidad no siempre se muestra
exactamente como es íntimamente y como es el medio que lo rodea, entorno que encubre
y que generalmente resulta ser el agresor constante y puede llegar a ser, en casos muy
particulares, un verdadero obstáculo para la curación definitiva del enfermo.

Cabe aclarar que el miasma es el conjunto de síntomas que nos hace pensar a los
homeópatas una característica de respuesta del organismo para diferentes noxas. O dicho
simplemente, se trata de una tendencia del organismo para resolver los diferentes
síntomas.

Y vayan unos simples ejemplos:

A) Un niño resuelve las discusiones constantes que sus padres mantienen frente a él, a
través de los intensos eccemas (en este caso, tiene en su pequeño cuerpecito un miasma
Psórico).

B) Otro niño, ante la misma agresión (llamada noxa psíquica), responde con tumores
benignos o con verrugas (miasma Psicótico).

C) Otra probabilidad de respuesta es el sangrado intenso por cualquiera de los orificios


del cuerpo del niño, del que mana sangre bastante oscura (aquí estamos frente a un
miasma Sifilítico).

D) Y por último, tenemos el caso del pequeño que no puede «parar», al que siempre se lo
ve en movimiento: de su propia casa a la casa de su amigo y luego a la casa de la abuela,
de aquí para allá, de allá para aquí todo el tiempo; nada lo conforma, nada lo contenta, de
todo se aburre muy rápidamente, pues si bien es cierto que, íntimamente, quiere estar en
su casa, enseguida se cansa y quiere salir al exterior, donde el hermoso viento lo calma,
pero sólo por un pequeño lapso (miasma tuberculínico).

Por situaciones diversas los seres humanos sufrimos enojos, depresiones, angustias,
ansiedades; con el medicamento de fondo incorporado en nuestro cuerpo, es decir, pasada
la llamada reagudización homeopática, entramos en un período de meseta en el cual nos
sentimos en equilibrio y todas esas situaciones que generaban en nosotros choques,
disgustos, impotencia, angustia, pasan por un costado de nuestra vida cotidiana.

Aprendemos a dejar de lado lo malo, no nos oponemos, con resistencia casi obstinada, al
problema que se nos presenta, lo dejamos fluir y, con una rapidez increíble, encontramos
la solución. A partir de ahí todo fluirá mucho más naturalmente.
Esto trae aparejado una disminución muy importante en el nivel del estrés al que estamos
sometidos y que antes recaía en nuestros órganos más débiles, apareciendo con mayor
frecuencia y crudeza diferentes patologías; algunas sóricas (como, por ejemplo, eccemas
en diferentes partes del cuerpo), otras destructivas (un claro ejemplo de estas son las
úlceras sangrantes de los miembros inferiores), a veces sifilíticas y otras intermedias
tuberculínicas (un asma que mejora con el viento, en la playa), como también las hay
hiper reactivas psicóticas (como podría ser el crecimiento desmedido de una regular
cantidad de verrugas en cualquier parte del cuerpo).
Con estos ejemplos claros, simples, cotidianos, en las siguientes páginas iremos
recorriendo el mundo de la homeopatía, de la misma manera que mis pacientes me han
escuchado decir muchas veces: lo más saludablemente posible, lo más naturalmente
posible, lo más homeopáticamente posible...

Esto trajo a mi memoria un texto que el Dr. Jorge Carvajal incluye en su libro Un arte de
curar, del que me permito transcribir algunos párrafos que considero extremadamente
importantes respecto del destino:

«¿Qué es el destino?.. El destino parece ser el rumbo interior en el que muchos aparentes
‘sin sentidos’ adquieren su verdadero sentido. El azar es sólo otro nombre que le damos al
destino... Perder el rumbo es, a veces, una estrategia de ese orden oculto e implícito para
hacernos recuperar el sentido de vivir.

El destino, entonces, nos lleva a comprender que cada tiempo y lugar son, aunque nos
sintamos perdidos, la mejor oportunidad para desarrollar nuestro verdadero potencial.

Es allí, en el espacio-tiempo interior del ahora y del aquí, donde aprendemos mejor las
lecciones que la vida nos tiene asignadas.

Pretender estar donde no estamos, ser lo que no somos, vivir en el pasado o en el futuro,
nos impide comprender que cuando el río va creciendo hay que esperar o tomar otro
rumbo, pero ese rumbo exterior no es más que el camino interno que nos lleva a la
oportunidad de dar de lo que somos y así encontrar nuestro potencial oculto.
El destino es esa meta invisible que da a la vida un propósito y sentido...»

Estas reflexiones de mi colega colombiano, me hicieron recordar como, por mero azar,
me adentré en la ciencia de la homeopatía; fue un par de años después de recibirme y
cuando ya estaba aburrida y decepcionada, pensando que la medicina que conocía (la
alopática) sólo estaba preparada para «encubrir» o «tapar» ciertos síntomas y no para
solucionarlos.

En la gran desesperanza y profundo desasosiego que me embargaba al tratar a muchos


pequeños que, pese a su corta edad, ya estaban «pletóricos de antibióticos y corticoides»,
apareció en mi vida la homeopatía.
Aquel grave problema que afrontaban muchos niños internados, se transformó para mí en
un obstáculo tan grande que me permitió crecer como médica intentando buscar nuevos
caminos curativos.

Precisamente de ese crecimiento profesional propio, que afortunadamente no ha


concluido, surgen las experiencias personales que me atrevo a develar al lector en estas
páginas... Espero que les sirva a todos.

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