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Niños sicarios, infancia interrumpida,

moralidad desconocida

Un fenómeno que es cada vez más conocido en el mundo entero, pero que no es
nuevo, es el de los llamados “Niños Sicarios”, que tanto en Colombia como en Italia se
han vuelto una preocupación creciente en los últimos años.
Niños de entre 9 y 11 años son entrenados, por las mafias en Italia y los grupos
de narcotraficantes en Colombia, para que cumplidos los 13 años comiencen a matar
por dinero, cambiando de esta manera las salas de clases y los juegos infantiles, por las
armas y una vida de muerte sin remordimiento en las calles.
Niños que provienen de familias desmembradas, con padres ausentes, de barrios
pobres, de ambientes de miseria y delincuencia; que al estar completamente fuera del
sistema escolar, no tienen ninguna posibilidad de empleo1 y que aceptan entrar a un
mundo de delincuencia donde muchas veces los crímenes quedan impunes y donde se
puede ganar mucho dinero.
Noticias sobre los múltiples asesinatos cometidos por menores llenan los
periódicos colombianos y aparecen en las páginas de noticias internacionales en nuestro
país, despertando así la opinión pública y el reproche por estos actos.
Pero la crítica va muchas veces dirigida a la facilidad que se les entrega a estos
jóvenes una vez que son detenidos para poder volver a las calles. Se critica por un lado
que el sistema judicial es poco estricto y severo con aquellos crímenes horrendos
cometidos por quienes aún ni siquiera alcanzan la mayoría de edad. Y por otra parte, a
las instituciones encargadas de la reinserción y resocialización de estos niños que no
funcionan de la manera debida.
El debate se abre en si ¿se debe endurecer la legislación penal que cobija a estos
niños? o en si ¿el estado les da la atención requerida cuando éstos cometen delitos
menores?
Pero no debiera ser sólo éste el tema del debate sino que redirigirlo hacia otra
arista del problema como es, por ejemplo; ¿Está cumpliendo el Estado con su
responsabilidad de proteger los derechos de niños y jóvenes?
1
Álvaro Camacho, Centro de Estudios Socioculturales de la Universidad de los Andes.
Me parece que el Estado no cumple a cabalidad con su deber de proteger los
derechos de niños y jóvenes desde el momento en que nos encontramos con niños que
no reciben educación formal, que no encuentran un lugar donde se les entreguen valores
y terminan ocupando su tiempo, y en definitiva su vida en cometer delitos y rigiéndose
por la ley del más fuerte en las calles.
Nos encontramos en la encrucijada de que, si bien en nuestro país no se da tal
situación, encontramos problemas igualmente graves como lo son los niños que roban a
mano armada, entran a hogares intimidando a sus moradores para cometer robos y
golpean a otros jóvenes – en algunos casos hasta la muerte – por riñas callejeras. Estos
son problemas que afectan a nuestro país, pero que nadie se ha preocupado de analizar
más a fondo.
Pues bien, es importante preguntarse ¿qué está pasando con aquellos niños que
muchas veces cambian los textos de estudios por actividades delictuales? ¿Qué sucede
con niños que tienen que vivir su infancia en la calle o en centros del SENAME? ¿Qué
valores reciben esos niños que los hagan diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto a la
hora de cometer un delito? ¿Tienen algún concepto de moral o al menos aprecio por la
vida ajena si no han tenido referente alguno al respecto?
El problema son estos niños y los actos que cometen, pero la causa la
encontramos en la base de la educación y cultura que reciben, y más remotamente en lo
que la sociedad toda está dispuesta a hacer para entregarles lo que en el seno de sus
familias no encuentran. Estos niños no tienen ningún respeto por la vida; porque en el
lugar en el que crecieron sólo vieron el desprecio que se tiene por ella y la facilidad con
que es posible quitarla, sin que esta acción tenga castigo severo y efectivo. Somos todos
nosotros, a través de políticas adecuadas de educación y formación personal, los que
debemos hacernos cargo de aquellos niños que no han tenido la oportunidad de crecer
en familias bien constituidas donde se les entreguen los valores y el amor necesario para
que las carencias económicas no signifiquen dedicarse a la vida en las calles y dedicar
su tiempo a cometer actos delictivos para ganar el dinero suficiente, no sólo para
sobrevivir, sino también para llenar los vicios que consumen sus vidas.
"Hay mucha mano de obra a partir de la miseria y pobreza de los jóvenes de
barriadas que se prestan al mejor postor"2, y he aquí el centro del problema, pues la
2
Álvaro Camacho, director del Centro de Estudios Socioculturales de la Universidad de
los Andes
causa última de toda esta situación es el estado de abandono y miseria en que viven
estos niños y jóvenes. Las políticas para erradicar la pobreza están siempre dirigidas a
entregar dinero o construir un mejor lugar donde vivir; y no es algo malo, pero se debe
atacar también el problema de la educación que no están recibiendo estos niños, la falta
de valores que existe en el trato que reciben y el que ellos mismo dan.
La sociedad en su conjunto debiera buscar una solución enfocada en este
sentido, en poder entregar las herramientas para que no sólo exista espíritu de
superación en estos niños, sino también reciban una formación integral, que involucre
valores morales que los lleven a tener respeto tanto por la vida ajena como por la suya.
Porque si lo miramos desde la perspectiva de la importancia que estos niños le dan a la
vida, nos encontramos con la triste realidad de que sienten un desprecio tal, que nos les
importa quitarla a una persona, o perder la suya en cualquier momento, ni mucho menos
por supuesto, crecer y terminar sus días recluidos en algún centro penitenciario.

Ahora, mirando el problema desde otro punto de vista, nos encontramos con que
las penas que reciben estos menores por los delitos que cometen no cumplen ni con un
fin preventivo especial, ni con un fin preventivo general. Las penas son muchas veces
tan poco severas que son fáciles de burlar, no tienen la capacidad de intimidar a aquellos
a quienes están dirigidas para evitar que les sean impuestas; y una vez que son
impuestas, permiten muchas veces volver al ambiente de delincuencia y seguir
cometiendo crímenes similares o aun más horrendos.
Entonces, la solución se ha presentado en imponer penas más gravosas que
hagan recibir un castigo tal, que permitan el temor a ellas, o por lo menos que una vez
impuestas, estos niños no tengan la posibilidad de volver a cometer delitos o se alejen
completamente de la vida que estaban llevando, logrando la tan esperada resocialización
y rehabilitación.

Pero debemos tener cuidado con proponer la imposición de penas más gravosas,
pues he aquí donde tenemos un conflicto moral. Tenemos que ocuparnos en encontrar la
manera de ayudar a estos niños a que salgan de la vida de delincuencia que han llevado
y puedan tener las mismas oportunidades que tienen aquellos niños que han recibido
una correcta educación y formación personal. Y ciertamente eso no se logra aumentando
las penas que puedan recibir estos niños, sino que tratando siempre de atacar el
problema de raíz.
Todo esto se condice con lo expresado anteriormente en que es deber del Estado
y de la sociedad en general, ayudar a rehabilitar a estos niños y darles una vida digna.
De no darse la solución en este sentido nos encontramos con la triste realidad de que, en
definitiva, lo más probable es que un asesino a sueldo de corta edad, muera víctima de
un enfrentamiento con la policía, producto del encargo de una pandilla rival o por orden
de su propia banda de narcos3, y el estado no estaría cumpliendo entonces con su deber
de proteger, resguardar y asegurar los derechos de niños y jóvenes.
En esta misma línea encontramos el artículo 2 de la Declaración de los Derechos
del Niño que dispone: El niño gozará de una protección especial y dispondrá de
oportunidades y servicios, dispensado todo ello por la ley y por otros medios, para que
pueda desarrollarse física, mental, moral, espiritual y socialmente en forma saludable y
normal, así como en condiciones de libertad y dignidad. Al promulgar leyes con este fin,
la consideración fundamental a que se atenderá será el interés superior del niño.4
Es así, que el Estado está obligado a promulgar leyes que se condigan con esta
disposición, y en ese sentido, buscar el completo desarrollo físico y moral de los niños
que, no teniendo las oportunidades adecuadas, han encausado su camino erróneamente
hacia la delincuencia.
Pues bien, esas políticas adecuadas van a tener que estar bañadas siempre con un
sesgo de moralidad importante, teniendo en cuenta que debemos hacernos cargo, como
sociedad, de entregarles a estos niños las herramientas adecuadas para que valoren
correctamente su vida y la de los demás, que comprendan el sentido del trabajo
dignificador y puedan redirigir sus acciones al bien común y al actuar de acuerdo con lo
que disponen la constitución y las leyes.
Debemos tener siempre en cuenta que las oportunidades que tenemos en la vida,
la educación que recibimos, los valores que nos son inculcados y el ejemplo que
recibimos de nuestro entorno es lo que nos hace ser quienes somos. Crecer en un

3
Pili Abeijón, libro "Sicarios: asesinos a sueldo"
4
Declaración de los Derechos del Niño, Art.2, aprobada por la asamblea general de las
Naciones Unidas en Noviembre de 1959
ambiente de delincuencia y marginalidad sólo crea niños y jóvenes sin expectativas de
ser diferentes a lo que han visto a su alrededor; pero es ese nuestro deber, ayudar a que
esa situación cambie, estar dispuestos a ayudar para que los niños sigan jugando y
disfrutando de la niñez y no aprendiendo a usar un arma y recibiendo dinero para
quitarle la vida a otro.
Hay que tener muy en claro que tanto el Estado como sus legisladores deben
propender a crear políticas y disposiciones, no sólo más severas, sino que tomando en
cuenta que no siempre la solución está en imponer un castigo más gravoso, sino que
tratar de atacar la raíz del problema y entregarle a la sociedad personas de bien.
Un niño sicario es un niño que ha crecido en un ambiente corrupto, no ha tenido
otras oportunidades, pero ansioso de un poco de compresión y ayuda para que un día
pueda jugar, como lo hacen el resto de los niños.

Bibliografía

• Declaración de los Derechos del Niño, aprobada por la asamblea general de las
Naciones Unidas en Noviembre de 1959.
• http://diario.elmercurio.cl/detalle/index.asp?id={6323c6ba-3034-4d5d-9dcd-
021ed4e93ae1}

• http://diario.elmercurio.cl/2009/06/14/internacional/_portada/noticias/82887d06-
109a-4afa-9d13-ab8a578a6463.htm

• http://www.elpais.com/articulo/internacional/Ninos/sicarios/impunes/elpepuint/2009
0606elpepuint_3/Tes

• http://argijokin.blogcindario.com/2008/02/08560-colombia-los-baby-sicarios-una-
aterradora-mafia-integrada-por-ninos.html

PATRICIA ARAYA HENRÍQUEZ


2009

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