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CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD
I. CONTROL DE CONSTITUCIONALIDAD
La5 Constitución establece no sólo que existe una separación entre la jurisdicción
constitucional y las otras jurisdicciones (CP arts 234, 236 y 241) sino que, además, los
jueces gozan de autonomía funcional interna y externa en el desarrollo de sus
funciones, pues sólo están sometidos al imperio de la ley (CP art 230). Estos principios
implican que, por regla general, no corresponde a la Corte Constitucional fijar el sentido
autorizado de las disposiciones legales, pues tal función es propia de los jueces
ordinarios. Igualmente, como consecuencia de los anteriores principios, es claro que el
control constitucional es improcedente cuando lo que se pretende es únicamente
interpretar y determinar el alcance de una disposición legal, pues la Corte no puede
fijar, con argumentos puramente legales, cuál es el alcance de una ley. Así, ha dicho al
respecto esta Corporación:
1 C-037/96.
2 C-432 DE 1998.
3 C-389 DE 1996.
4 C-621/01.
5 C-1255/01.
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En12 ejercicio del control que a la Corte le compete cumplir como guardiana de la
integridad y supremacía de la Constitución, es claro que éste no se realiza
confrontando las intenciones del legislador con los cánones superiores, ni la
concordancia de dichas intenciones con el texto que finalmente queda plasmado en
la ley, sino el precepto legal tal como fue aprobado por el Congreso, con las normas
constitucionales presuntamente violadas, para determinar si se adecua o no al
Estatuto Superior, tanto por su aspecto formal como por el material. Sin embargo, el
denominado "espíritu" del legislador, que está constituido por todos aquellos
argumentos que se exponen durante el trámite de expedición de la norma respectiva,
esto es, "la historia fidedigna de su establecimiento", constituye un instrumento
idóneo y eficaz para fijar el alcance y significado de una disposición cuando su
contenido no es lo suficientemente claro; de allí que en el artículo 27 del Código Civil
se establezca: "Cuando el sentido de la ley sea claro, no se desatenderá su tenor
literal a pretexto de consultar su espíritu. Pero bien se puede, para interpretar una
expresión oscura de la ley, recurrir a su intención o espíritu, claramente determinados
en ella misma o en la historia fidedigna de su establecimiento". Es este el
denominado criterio histórico de interpretación de las leyes.
Dentro del esquema de la rama judicial sólo dos órganos ejercen el control de
constitucionalidad de manera concluyente: la Corte Constitucional, en forma directa y
principal (Art. 241), y el Consejo de Estado, el cual goza de una competencia residual,
según lo prevé el numeral 2º del artículo 237 superior. No quiere lo anterior significar
que en Colombia no se ejerza control de constitucionalidad por parte de otras
entidades judiciales o, inclusive de funcionarios administrativos, pues es sabido que,
por ejemplo, la denominada “excepción de inconstitucionalidad”, derivada del
artículo 4o fundamental, es una forma de control que puede ser ejercida por cualquier
juez o autoridad administrativa; sin embargo el primero de ellos no hace parte por
ese sólo hecho la jurisdicción constitucional, y la segunda, como es sabido, no hace
parte ni siquiera de la rama judicial. La distinción es, entonces, evidente: no por
ejercer eventualmente control de constitucionalidad se hace parte en forma
automática de la jurisdicción constitucional. Los jueces de tutela, de acuerdo con la
reiterada jurisprudencia de esta Corporación, conforman jurisdicción constitucional
desde el punto de vista funcional y no orgánico.
No15 sólo los fallos emitidos para decidir las acciones públicas de constitucionalidad y
de nulidad por inconstitucionalidad, con alcance de cosa juzgada abstracta y por
ende con efectos generales, y otras declaraciones con igual contenido y naturaleza
-revisión previa y control automático- (C.P., art. 241); sino también las decisiones con
efectos inter partes emitidas ya sea por esta Corporación, en ejercicio de la revisión
constitucional de las decisiones de instancia que resuelven las peticiones de amparo,
o por los jueces y corporaciones judiciales en todas sus decisiones, en especial
cuando deciden inaplicar normas por contrariar disposiciones constitucionales, son
los mecanismos constitucionalmente habilitados para hacer efectiva la supremacía
constitucional y hacer extensivos sus preceptos en todos los ámbitos del acontecer
nacional (C.P., arts. 4º, 86 y 230).
Control integral16
15 C-739/01.
16 C-037 de 1996.
17 C-387 de 1997.
18 C-153/02.
19 Sentencia C-478 de 1998
20 Auto de sala Plena No. 174 de 2001 M.P. Eduardo Montealegre Lynnet
5
En21 los procesos de control constitucional por vía de acción, el cotejo de la disposición sólo es
posible si ha sido demandada. Dicho de otro modo, una cosa es que existan diferentes
posiciones jurídicas en relación con una norma acusada -sobre la cual la Corte efectúa una
confrontación integral con la Carta- y otra cosa es que el Tribunal Constitucional deba asumir
de oficio el conocimiento de una disposición, puesto que salvo la necesaria integración de la
unidad normativa22, no le corresponde a esta Corporación "efectuar una revisión oficiosa de las
leyes ordinarias, sino un control de aquellas normas que han sido expresamente demandadas
por un ciudadano"23.
Este margen de acción o libertad de configuración política, admite una gradación que
depende a su vez del grado de precisión con el que el constituyente perfila una
institución jurídica, y del propio desarrollo constitucional de la misma. Así, podría
decirse que la libertad de configuración del legislador es inversamente proporcional a
la precisión y amplitud con la que la Constitución regula una institución jurídica. A
mayor precisión de las nociones constitucionales, menor libertad de acción para el
legislador. A mayor desarrollo constitucional de la normatividad superior, menor
espacio de acción para la ley. A su vez, el grado de la libertad de configuración,
determina la intensidad del control constitucional:
21 C-007/01.
22 Artículo 6º del Decreto 2067 de 1991. Así mismo, puede consultarse la sentencia C-320 de 1997, la cual resumió la
doctrina constitucional en relación con el tema de la unidad normativa.
23 Sentencia C-055 de 1995. M.P. Alejandro Martínez Caballero. Al respecto, también pueden verse las sentencias C-
084 de 1995, C-527 de 1994 y C-572 de 1997.
24 C-404/01.
25Corte Constitucional. Sentencia C-531/93. M.P.: Dr. Eduardo Cifuentes Muñoz.
26 Corte Constitucional Sentencia C- 081 de 1996. M.P : Alejandro Martínez Caballero
6
27 Ibídem
28 C-048/01.
29 Al respecto, pueden consultarse, entre otras, las sentencias C-183 de 1998, T-263 de 1998, C-563 de 1997, C-247
de 1999, C-318 de 1998 y C-152 de 1999.
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Dentro de las múltiples dimensiones de ese contexto –bien sea la lingüística, que
permite fijar su sentido natural, o bien la sociológica, que hace posible apreciar sus
funciones reales- se destaca la actividad de los expertos que han interpretado los
conceptos técnicos que ella contiene y que los han aplicado a casos concretos.
Obviamente, esos expertos son los jueces y los doctrinantes especializados en la
materia tratada en la norma; dentro de ellos, una posición preeminente la ocupan los
órganos judiciales colegiados que se encuentran en la cima de una jurisdicción. Así lo
ha establecido la Constitución al definir al Consejo de Estado como “tribunal supremo
de lo contencioso administrativo” (art. 237- 1 de la CP) y a la Corte Suprema de
Justicia como “máximo tribunal de la jurisdicción ordinaria” (art. 234 de la CP). Por lo
tanto, la jurisprudencia de ambos órganos es un referente indispensable para apreciar
el significado viviente de las normas demandadas. Al prestarles la atención que su
ubicación institucional exige, la Corte Constitucional está valorando su labor
hermenéutica dentro de un mismo sistema jurídico. Obviamente, cuando no exista
jurisprudencia sobre las normas objeto del control constitucional, la Corte
Constitucional tendrá que acudir a otras fuentes del derecho para interpretar los
artículos demandados.
Así, para que de la jurisprudencia se pueda derivar un derecho viviente al cual haya
de referirse el juez constitucional, no basta con la existencia de una providencia sobre
uno de los conceptos contenidos en la norma demandada. Ello sería insuficiente para
configurar un sentido normativo completo y el juez constitucional estaría ante una
simple aplicación de la ley. Con el fin de que el derecho viviente en la jurisprudencia
se entienda conformado, se deben cumplir varios requisitos que muestren la
existencia de una orientación jurisprudencial dominante, bien establecida. Entre ellos,
son requisitos sine qua non los siguientes: (1.) la interpretación judicial debe ser
consistente, así no sea idéntica y uniforme (si existen contradicciones o divergencias
significativas, no puede hablarse de un sentido normativo generalmente acogido sino
de controversias jurisprudenciales); (2.) en segundo lugar, la interpretación judicial
debe estar consolidada: un solo fallo, salvo circunstancias especiales, resultaría
insuficiente para apreciar si una interpretación determinada se ha extendido dentro
de la correspondiente jurisdicción; y, (3.) la interpretación judicial debe ser relevante
para fijar el significado de la norma objeto de control o para determinar los alcances y
efectos de la parte demandada de una norma.
Por otra parte, la opinión de los doctrinantes puede ser valiosa para fijar el significado
de una norma, pero no basta por sí sola para que se configure un derecho viviente.
Los requisitos mencionados anteriormente son también aplicables para apreciar el
valor de la doctrina. Sin embargo, a ellos debe agregarse un elemento cuantitativo y
otro cualitativo: en cuanto al primero, no es lo mismo la opinión de un ensayista que
la coincidencia entre las tesis de muchos tratadistas; para que pueda ayudar a
conformar un derecho viviente la interpretación de los doctrinantes debe estar
suficientemente expandida; en cuanto a lo segundo, la autoridad académica del
doctrinante naturalmente le confiere un valor especial.
Pero la doctrina del derecho viviente no impide que el juez constitucional efectúe un
análisis crítico del sentido normativo, fijado jurisprudencialmente, del artículo
demandado. El derecho viviente surge de un estudio enmarcado por la órbita de
competencia ordinaria de la Corte Suprema de Justicia y del Consejo de Estado y, por
ello, se desenvuelve en el plano de la interpretación de la ley, no de la Constitución, y
es esencialmente una concreción del principio de legalidad, no del principio de
constitucionalidad. De tal manera que el valor del derecho viviente es relativo a la
interpretación de la ley demandada, lo cual no le resta trascendencia, sino que define
el ámbito del mismo. Le corresponde a la Corte Constitucional decidir si recibe y
adopta dicha interpretación. Y en caso de que la acoja proceder a ejercer de manera
autónoma sus competencias como juez en el ámbito de lo constitucional.
Control formal32
32 C-434 DE 1992.
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Se35 trata (en el caso que se estudia) de un vicio insubsanable por cuanto, según
mandato del artículo 153 de la Constitución, la aprobación, modificación o derogación
de las leyes estatutarias deberá efectuarse dentro de una sola legislatura, siendo
evidente que, al momento de proferir el fallo, el término constitucional dado al
Congreso se encuentra ampliamente vencido, según las voces del artículo 138 de la
Constitución Política.
Control material36
El principio de unidad de materia no es un vicio puramente formal sino que tiene que
ver con el contenido material. El Congreso viola la unidad de materia cuando un
determinado artículo o contenido normativo no tiene ninguna relación objetiva o
razonable con la temática general y la materia dominante de la ley de la cual hace
parte. No se trata de un vicio puramente formal, puesto que tiene que ver con el
contenido material de la norma acusada. Así, una ley puede haber surtido un trámite
intachable, por haber sido aprobadas todas sus disposiciones conforme al
procedimiento establecido por la Constitución y el Reglamento del Congreso. La ley es
pues formalmente inatacable; sin embargo, algunos de sus artículos pueden ser
declarados inexequibles por violar la regla de unidad de materia, si su contenido
normativo no tiene una conexidad razonable con la temática general de la ley. Y sin
33 C-282 DE 1995.
34 C-055 de 1995.
35 C-008 de 1995.
36 C-531 de 1995.
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El artículo 242-3 de la Carta Política que establece un término de caducidad para las
acciones de inconstitucionalidad por vicios de forma, no comprende, en modo alguno,
aquellas que se dirigen a atacar el acto por desbordamiento en el ejercicio de la
competencia. El Estado de Derecho de estirpe democrática no puede tolerar, en
ningún tiempo, los actos producidos por quien carece de competencia, por una doble
y poderosa razón: por que faltaría a su esencia de organización reglada que no puede
permitir conductas oficiales por fuera de la norma, y porque no es compatible con su
filosofía ni con su forma específica de organización, consentir que una rama usurpe
las funciones de otra, cuando no le han sido delegadas, máxime si ese hecho se
traduce en la suplantación del Congreso por el Presidente. Si las anteriores
consideraciones son válidas en abstracto, dentro de una teoría general del Estado de
Derecho, con mayor razón lo son en Colombia, donde con tanta frecuencia se opera el
fenómeno de delegación de funciones legislativas en el Presidente de la República, y,
por ende, un volumen tan significativo de la legislación está constituido por decretos-
leyes. Hacer extensiva la caducidad de la acción por vicios de forma a la
inconstitucionalidad por desbordamiento en el ejercicio de la competencia, sería dejar
sin control un acervo normativo que lo requiere, para evitar así que la democracia y el
Estado de Derecho se desdibujen y pierdan su fisonomía.
37 C-546 de 1993.
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Adviértase cómo esas exigencias (artículo 2° del Decreto 2067 de 1991) remiten al
planteamiento de un razonamiento mínimo demostrativo del cargo, razonamiento
que debe exponerse de manera objetiva, esto es, indicando las razones de la
contrariedad entre el Texto Fundamental y la norma demandada. De allí por qué en
sede de control constitucional no puedan esgrimirse criterios subjetivos o de
inconveniencia pues estos son ajenos a la naturaleza del debate constitucional ya
que éste es un juicio técnico de confrontación entre el Texto Superior y una norma
legal y no puede dar cabida a la personal percepción que el actor tenga de los
preceptos demandados o de su inconveniencia en el universo jurídico.
Requisitos mínimos40
El artículo 2° del Decreto 2067 de 1991 señala los elementos indispensables que
debe contener la demanda en los procesos de inconstitucionalidad 41. La
38 C-586/01.
39 C-183/02.
40 C-1052/01.
41 Dice la citada norma: “Artículo 2º. Las demandas en las acciones públicas de inconstitucionalidad se
presentarán por escrito, en duplicado, y contendrán: 1. El señalamiento de las normas acusadas como
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Así, si un ciudadano demanda una norma, “debe cumplir no sólo formalmente sino
también materialmente estos requisitos, pues si no lo hace, hay una ineptitud
sustancial de la demanda”43 que impide que la Corte se pronuncie de fondo. Téngase
en cuenta, además, que el artículo 241 de la Constitución consagra de manera
expresa las funciones de la Corte, dentro de las que señala que a ella le corresponde
la guarda de la integridad y supremacía de la Constitución en los estrictos y precisos
términos del artículo; de acuerdo con esta norma, “no corresponde a la Corte
Constitucional revisar oficiosamente las leyes sino examinar aquellas que han sido
demandadas por los ciudadanos, lo cual implica que el trámite de la acción pública
sólo puede adelantarse cuando efectivamente haya habido demanda, esto es, una
acusación en debida forma de un ciudadano contra una norma legal”44.
Así, tendrá que identificar, en primer lugar, el objeto sobre el que versa la acusación,
esto es, el precepto o preceptos jurídicos que, a juicio del actor, son contrarios al
ordenamiento constitucional. Esta identificación se traduce en (i.) “el señalamiento
inconstitucionales, su transcripción literal por cualquier medio o un ejemplar de la publicación oficial de las
mismas; 2. El señalamiento de las normas constitucionales que se consideren infringidas; 3. Los razones
por las cuales dichos textos se estiman violados; 4. Cuando fuera el caso, el señalamiento del trámite
impuesto por la Constitución para la expedición del acto demandado y la forma en que fue quebrantado; y
5. La razón por la cual la Corte es competente para conocer de la demanda".
42 Corte Constitucional Sentencia C-131 de 1993 M.P. Alejandro Martínez Caballero. Esta sentencia declaró la
constitucionalidad del artículo 2 del Decreto 2067 de 1991, y estableció el punto de partida de la jurisprudencia
constitucional respecto de la sistematización de los requisitos que deben cumplir las demandas de
constitucionalidad. Los lineamientos generales sobre la materia han sido desarrollados, entre otras, en las
sentencias C-024 de 1994 (M.P. Alejandro Martínez Caballero); C-504 de 1995 (M.P. José Gregorio Hernández
Galindo); C-609 de 1996 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa); C-236 de 1997 (M.P. Antonio Barrera Carbonell); y, C-
447 de 1997 (M.P. Alejandro Martínez Caballero). Ciertamente, existen muchos otros pronunciamientos sobre el
particular que desarrollan y precisan los elementos esbozados en estos fallos. Cuando sea necesario, se harán
las referencias puntuales a los textos citados.
43 Corte Constitucional Sentencia C-447 de 1997 M.P. Alejandro Martínez Caballero. La Corte se declara
inhibida para pronunciarse de fondo sobre la constitucionalidad del inciso primero del artículo 11 del Decreto
Ley 1228 de 1995, por demanda materialmente inepta, debido a la ausencia de cargo.
44 Ibíd.
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Finalmente, (iii.) tendrán que presentarse las razones por las cuales los textos
normativos demandados violan la Constitución (artículo 2 numeral 3 del Decreto 2067
de 2000). Esta es una materia que ya ha sido objeto de análisis por parte de la Corte
Constitucional y en la que se revela buena parte de la efectividad de la acción pública
de inconstitucionalidad como forma de control del poder público. La efectividad del
derecho político depende, como lo ha dicho esta Corporación, de que las razones
presentadas por el actor sean claras, ciertas, específicas, pertinentes y suficientes48.
De lo contrario, la Corte terminará inhibiéndose, circunstancia que frustra “la
expectativa legítima de los demandantes de recibir un pronunciamiento de fondo por
parte de la Corte Constitucional”49.
45 En la ya citada sentencia C-491 de 1997. En dicho proceso uno de los intervinientes solicitó la inhibición de
la Corte por una razón diferente a la de carencia de objeto actual de la demanda por agotamiento del propósito
de la ley (argumento que finalmente sustentó el fallo): consideraba que el hecho de que el actor no hubiera
presentado copia de la disposición impugnada era razón suficiente para inadmitir la demanda. La Corte
desestimó dicha solicitud, pues el actor había corregido dicho error antes del vencimiento del término para la
admisión de su escrito ya añadió el argumento que se transcribe.
46 Cfr. Corte Constitucional Sentencia C-142 de 2001 M.P. Eduardo Montealegre Lynett. Se inhibió la Corte en
esta oportunidad para conocer de muchos de los cargos formulados contra algunos numerales de los artículos
223 y 226 del Código Contencioso Administrativo, pues el actor no identificó claramente las disposiciones
constitucionales que resultaban vulneradas.
47 Cfr. Ibíd. Sentencia C-142 de 2001. En dicha oportunidad, tal y como fue referido, la falta de claridad en la
identificación de las normas constitucionales que se consideraban vulneradas, que sirvió de base para inhibir a
la Corte de realizar un pronunciamiento de fondo tuvo que ver con el siguiente hecho: el actor consideró que
las normas acusadas contrariaban 76 disposiciones constitucionales, no obstante, la Corte encontró que sólo
respecto de 10 de ellos el actor hizo manifiesta una contradicción posible entre el sentido de la disposición
constitucional infringida y las normas demandadas, sobre el que precedía un pronunciamiento de este Tribunal.
48 Cfr., entre varios, los Autos de Sala Plena 244 de 2001 (M.P. Jaime Córdoba Triviño) y de 2001 (M.P. Jaime
Córdoba Triviño). En dichas oportunidades la Corte, al resolver el recurso de súplica presentados por los
actores, confirmó los autos en los que se inadmitió la demanda por no presentar razones “específicas, claras,
pertinentes y suficientes”.
49 Cfr. Corte Constitucional Sentencia C-898 de 2001 M.P. Manuel José Cepeda Espinosa. La Corte se inhibió de
conocer la demanda contra algunos apartes de los artículos 186, 196, 208 y 214 del Decreto 1355 de 1970 por
ineptitud en la demanda.
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norma que acusa y el Estatuto Fundamental” 50, no lo excusa del deber de seguir un
hilo conductor en la argumentación que permita al lector comprender el contenido de
su demanda y las justificaciones en las que se basa.
De otra parte, las razones son específicas si definen con claridad la manera como la
disposición acusada desconoce o vulnera la Carta Política a través “de la formulación
de por lo menos un cargo constitucional concreto contra la norma demandada” 55. El
juicio de constitucionalidad se fundamenta en la necesidad de establecer si
realmente existe una oposición objetiva y verificable entre el contenido de la ley y el
texto de la Constitución Política, resultando inadmisible que se deba resolver sobre su
inexequibilidad a partir de argumentos “vagos, indeterminados, indirectos, abstractos
y globales”56 que no se relacionan concreta y directamente con las disposiciones que
se acusan. Sin duda, esta omisión de concretar la acusación impide que se desarrolle
la discusión propia del juicio de constitucionalidad57.
50 Cfr Corte Constitucional Sentencia C-143 de 1993 M.P. José Gregorio Hernández. Estudió la Corte en
aquella ocasión la demanda de inconstitucionalidad contra los artículos 16 y 20 de la Ley 3a de 1986, 246, 249
y 250 del Decreto 1222 de 1986. En el mismo sentido puede consultarse la Sentencia C-428 de 1996 M.P.
Carlos Gaviria Díaz.
51 Así, por ejemplo en la Sentencia C-362 de 2001; M.P. Alvaro Tafur Gálvis, la Corte también se inhibió de
conocer la demanda contra Demanda de inconstitucionalidad contra el artículo 5º del Decreto 2700 de 1991,
pues “del estudio más detallado de los argumentos esgrimidos por el demandante, como corresponde a la
presente etapa procesal, puede deducirse que los cargos que se plantean aparentemente contra la norma
atacada no lo son realmente contra ella”.
52 Sentencia C-504 de 1995; M.P. José Gregorio Hernández Galindo. La Corte se declaró inhibida para conocer
de la demanda presentada contra el artículo 16, parcial, del Decreto 0624 de 1989 “por el cual se expide el
Estatuto Tributario de los impuestos administrados por la Dirección General de Impuestos Nacionales”, pues la
acusación carece de objeto, ya que alude a una disposición no consagrada por el legislador.
53 Cfr. Corte Constitucional Sentencia C-1544 de 2000 M.P. José Gregorio Hernández Galindo. La Corte se
inhibe en esta oportunidad proferir fallo de mérito respecto de los artículos 48 y 49 de la Ley 546 de 1999, por
presentarse ineptitud sustancial de la demanda, debido a que el actor presentó cargos que se puedan predicar
de normas jurídicas distintas a las demandadas. En el mismo sentido C-113 de 2000 M.P. José Gregorio
Hernández Galindo, C-1516 de 2000 M.P. Cristina Pardo Schlesinger, y C-1552 de 2000 M.P. Alfredo Beltrán
Sierra.
54 En este mismo sentido pueden consultarse, además de las ya citadas, las sentencias C-509 de 1996 (M.P.
Vladimiro Naranjo Mesa), C-1048 de 2000 (M.P. José Gregorio Hernández Galindo), C-011 de 2001 (M.P. Alvaro
Tafur Gálvis), entre otras.
55 Cfr. Corte Constitucional Sentencia C-568 de 1995 M.P. Eduardo Cifuentes Muñoz. La Corte se declara
inhibida para resolver la demanda en contra de los artículos 125, 129, 130 y 131 de la Ley 106 de 1993,
puesto que la demandante no estructuró el concepto de la violación de los preceptos constitucionales
invocados.
56 Estos son los defectos a los cuales se ha referido la jurisprudencia de la Corte cuando ha señalado la
ineptitud de una demanda de inconstitucionalidad, por inadecuada presentación del concepto de la violación.
Cfr. los autos 097 de 2001 (M.P. Marco Gerardo Monroy Cabra) y 244 de 2001 (M.P. Jaime Cordoba Triviño) y las
sentencias C-281 de 1994 (M.P. José Gregorio Hernández Galindo), C-519 de 1998 (M.P. Vladimiro Naranjo
Mesa), C-013 de 2000 (M.P. Alvaro Tafur Gálvis), C-380 de 2000 (M.P. Vladimiro Naranjo Mesa), C-177 de 2001
(M.P. Fabio Morón Díaz), entre varios pronunciamientos.
57 Cfr. Corte Constitucional Sentencia C-447 de 1997 M.P. Alejandro Martínez Caballero. La Corte se declara
inhibida para pronunciarse de fondo sobre la constitucionalidad del inciso primero del artículo 11 del Decreto
Ley 1228 de 1995, por demanda materialmente inepta, debido a la ausencia de cargo.
15
Constitucional para conocer de su escrito aludiendo al numeral 3 del artículo 2 del Decreto 2067 de 2001, en
vez del numeral 5, como corresponde en realidad, no constituye un error que atente contra la naturaleza de la
acción que se ejerce. Se dijo allí: La decisión que tomó la Corte al resolver favorablemente el recurso de súplica
presentado por el actor a quien el Magistrado Ponente le había rechazado la demanda en contra del en contra
del literal a) del artículo 174 de la ley 136 de 1994, se basa en consideraciones ya contenidas en la
jurisprudencia de la C-232 de 1997 M.P. Jorge Arango Mejía (En esta oportunidad se consideró que un error
mecanográfico en la trascripción de la norma que establecía la competencia de la Corte par decidir sobre la
constitucionalidad de la norma demandada, no era de entidad suficiente para inadmitir la demanda).
64 C-758/01.
65 Sentencia C-1316/00; M.P. Carlos Gaviria Díaz. La Corte Constitucional consideró “que el numeral 5 del
artículo 1 de la ley 573/2000 y el decreto 266 de 2000, en su integridad, deben ser retirados del ordenamiento
positivo, a partir de su promulgación. El primero, por infringir el artículo 150-10 de la Constitución al señalar
una norma inexistente, como límite material de las atribuciones conferidas, tornándolas en imprecisas; y el
segundo, como consecuencia de la declaración de inexequibilidad del primero, que es la norma que le sirvió de
fundamento para su expedición”. En dicha oportunidad los magistrados Vladimiro Naranjo Mesa y Alvaro Tafur
presentaron salvamentos de voto.
66 Sentencia C-292/01; M.P. Jaime Córdoba Triviño. En esta oportunidad no se revisó si la Ley que confería
facultades extraordinarias al Presidente había seguido los límites establecidos por el artículo 150, numeral 10,
de la Constitución Política. Si bien la sentencia fue aprobada con tres salvamentos de voto, los Magistrados
Jaime Araujo Rentería, Rodrigo Escobar Gil y Eduardo Montealegre Lynett, se apartaron de la decisión mayorita-
ria respecto de otros puntos, pero compartieron la nueva doctrina allí señalada.
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2. Por estas razones, para respetar las regla básicas del procedimiento
constitucional, asegurar la efectividad de los derechos de participación y
permitir una deliberación institucionalizada, el estudio que realiza la Corte
Constitucional respecto de los decretos expedidos en ejercicio de facultades
extraordinarias debe restringirse a los preceptos acusados. Será posible ampliar
el objeto del juicio de constitucionalidad a la ley de facultades, en aquellos
casos en los que la unidad o integración normativa sea estrictamente necesaria,
esto es, cuando para ejercer el control de constitucionalidad sobre el decreto
demandado tal operación resulta indispensable, puesto que la proposición
jurídica acusada, si bien tiene un contenido propio, se encuentra tan
íntimamente ligada con contenidos jurídicos de la ley habilitante, que resulta
imposible estudiar cabalmente su constitucionalidad sin analizar la ley de facul-
tades.67” 68
67 De este modo, además de proteger el derecho de participación de los ciudadanos mediante la acción pública
de inconstitucionalidad y preservar el espacio deliberativo de dicho mecanismo, se aplica rigurosamente la
jurisprudencia de la Corte en la materia. Cfr. Corte Constitucional Sentencia C-320 de 1997 M.P. Alejandro
Martínez Caballero. Aquí se declaró la constitucionalidad de varias normas de la Ley 181 de 1995 “Por la cual se
dictan disposiciones para el fomento del deporte, la recreación, el aprovechamiento del tiempo libre y la
educación física y se crea el sistema nacional del deporte”, haciendo unidad de materia entre los artículos 32 y
61, originalmente demandados con los artículos 34, 35 y 36, indisolublemente ligados con aquellos.
68 Sentencia C-670/01; M.P. Manuel José Cepeda Espinosa (en este caso la Corte decidió limitar su estudio de
constitucionalidad a las normas demandadas, algunas disposiciones del Decreto Ley 261/00, y no incluir la ley
habilitante, Ley 573/00, porque no había sido demandada y porque no era necesario establecer unidad
normativa).
69 C-650/01.
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Una vez éste se convierta en ley de la República, puede ser objeto de la acción
pública de inconstitucionalidad por parte de cualquier ciudadano, por aspectos
distintos a los analizados por la Corte en la Sentencia.
De acuerdo con el numeral primero del artículo 241 superior a la Corte Constitucional
se le ha asignado el control de los Actos Legislativos, pero únicamente por vicios de
procedimiento en su formación, es decir, por violación del trámite exigido para su
aprobación por la Constitución y el Reglamento del Congreso. Disposición esta que
debe leerse en concordancia con lo dispuesto en el artículo 379 Ibídem, a cuyo tenor
los actos legislativos, la convocatoria a referendo, la consulta popular o el acto de
convocación de una Asamblea Constituyente sólo podrán ser declarados
70 Sentencia No. 87 de julio 25 de 1991, Corte Suprema de Justicia. M.P. Dr. Pedro Escobar Trujillo.
71 Sentencia C-080 de 1994. M.P. Fabio Morón Díaz
72 C-707/01.
73 C-011/94.
74 C-487/02.
19
Esta especial jerarquía que revisten las leyes orgánicas hace que, además de
satisfacer los requisitos generales para la aprobación de cualquier otra ley, deban
cumplir algunas exigencias adicionales, tal y como esta Corte lo ha destacado 81: (i) el
fin de la ley, (ii) su contenido o aspecto material, (iii) la votación mínima aprobatoria y
(iv) el propósito del legislador.
En cuanto al primer requisito, el artículo 151 de la Carta precisa que a ellas “estará
sujeto el ejercicio de la actividad legislativa”. Los elementos anteriormente descritos
explican entonces la finalidad de estas normas.
Por su parte, la propia Carta indica las materias que conforman la reserva de ley
orgánica, como excepción a la cláusula general de competencia en cabeza del
legislador ordinario, y que sirven para proteger procesos considerados de especial
importancia por el Constituyente, como son los de planeación, presupuesto,
ordenamiento territorial y funcionamiento del Congreso.
Por último, el propósito del legislador significa que en el propio trámite legislativo
debe aparecer clara, expresa y positiva la voluntad del Congreso de aprobar o
modificar una ley de naturaleza orgánica83. Esta exigencia busca garantizar la
transparencia en el curso del debate democrático, y abrir espacios discursivos y
participativos de control político que, en muchos casos, no tienen lugar cuando lo que
se debate es la aprobación de una ley ordinaria.
La Sala de Negocios Generales del Consejo de Estado, con ponencia del doctor
Guillermo González Charry, conceptuó:
Estos antecedentes coincidían además con las tesis sostenidas por la doctrina
coetánea en el derecho comparado. Así, Mauro Cappelletti, basándose en la
Constitución Italiana, que contiene un ordenamiento similar al colombiano,
opinó:
C- Como antecedente legislativo están los artículos 123 del Decreto Ley 1675
de 1964, 155 del decreto 294 de 1973 y el artículo 83 de la Ley 38 de 1989.
Dice este último:
Tales normas recogieron entonces los conceptos del Consejo de Estado y luego
la jurisprudencia de la Corte Suprema de Justicia.
Por ello, sólo en la medida en que la norma enjuiciada además de haber desaparecido
del ordenamiento jurídico, no se encuentre produciendo efectos, puede la Corte
abstenerse de adelantar el respectivo juicio de inconstitucionalidad por carencia
actual de objeto. Así ha sostenido esta Corporación que:
“Observa la Corte que, cuando ante ella se demandan normas que venían
rigiendo al entrar en vigencia la nueva Constitución y la demanda recae sobre
el contenido material de dichas normas, la Corporación debe adelantar el
correspondiente estudio de constitucionalidad, aunque por sentencia anterior se
hubiera declarado la constitucionalidad de los preceptos acusados, pues en
tales casos la cosa juzgada se daba frente a la Carta Política derogada, pero no
tiene valor respecto de la nueva. Cosa distinta es que la sentencia hubiera
declarado la inexequibilidad, ya que en tal evento, las disposiciones objeto de
ella habrían salido del ordenamiento jurídico, de modo que no estaban vigentes
cuando principió a regir la nueva Constitución.”93
Objeción presidencial
la cosa juzgada deben entenderse relacionados tan sólo con las razones
expuestas por el Gobierno al objetar, con los preceptos constitucionales
respecto de los cuales se ha hecho la confrontación y con los aspectos que han
sido materia del análisis explícito efectuado por la Corte.
Por tanto, la cosa juzgada es en tales casos relativa, pues la exequibilidad que
se declara no proviene normalmente de un análisis total, que agote las
referencias a la integridad de los preceptos constitucionales y que verse sobre
todos los posibles motivos de inconstitucionalidad, formales y materiales, del
proyecto sometido a su estudio.”95
Cosa distinta es aceptar, como se acepta aquí, que la formalización de una ley se
realiza mediante un proceso complejo. Así las cosas, en la expedición de una ley
estatutaria intervienen las tres ramas del poder público -legislativa, judicial y
ejecutiva, en orden cronológico-, así como el Ministerio Público -en el concepto de
rigor de la revisión constitucional- y los ciudadanos -pueden intervenir para impugnar
o defender la norma-. Se observa, pues, que sólo con la sanción presidencial el
proyecto de ley estatutaria se convierte en ley de la República. Durante el trámite de
la ley intervienen diferentes instituciones pero cada una realiza una función
específica -legislativa, judicial, de vigilancia, de participación política y ejecutiva,
también en orden cronológico-, pero no por ello se puede afirmar que todas ellas son
o se convierten en colegisladoras. No. Cada institución ejerce su función.
3. El control de una ley estatutaria es previo. Según el artículo 153 de la Carta, "dicho
trámite (del proyecto de ley estatutaria) comprenderá la revisión previa, por parte de
la Corte Constitucional, de la exequibilidad del proyecto". Se advierte pues que el
propio texto constitucional define con claridad el carácter previo del control que nos
ocupa.
4. El control de una ley estatutaria es integral. Según el artículo 241 superior, "a la
Corte Constitucional se le confía la guarda de la integridad y supremacía de la
Constitución". Ello es apenas natural en un sistema jurídico jerárquico en el que la
Constitución es norma de normas, como bien lo afirma el artículo 4° ídem. Por tanto
es posible afirmar que la Corte revisa la constitucionalidad, sólo la constitucionalidad
pero toda la constitucionalidad de un proyecto de ley estatutaria. Es más, el numeral
8° del propio artículo 241 afirma que el control de constitucionalidad, de un proyecto
de ley estatutaria se realiza "tanto por su contenido material como por vicios de
procedimiento en su formación".
Los fallos que en ejercicio del control constitucional profiera la Corte Constitucional
son, como se anotó, integrales. Por tanto, al momento de confrontar la norma
revisada con la preceptiva constitucional, la Corte analiza todos y cada uno de los
artículos del proyecto de ley estatutaria a la luz de todos y cada uno de los artículos
del estatuto superior. En este sentido, los artículos que la Corte encuentre exequibles
es porque son conformes con la totalidad del ordenamiento constitucional. Los que
encuentre inexequibles son retirados del ordenamiento jurídico. Por tanto, una vez
sancionado el proyecto y convertido en ley de la República, éste goza ya de un juicio
de constitucionalidad favorable, constatado por medio de una sentencia.
Ahora bien, las sentencias que la Corte Constitucional profiera en ejercicio del control
que nos ocupa, "hacen tránsito a cosa juzgada constitucional", según el artículo 243
antes citado. En consecuencia, una ley estatutaria no sólo goza de constitucionalidad
integral desde el inicio de su vigencia, sino que la sentencia que así lo constató goza
de la fuerza de la cosa juzgada constitucional.
Distinto sería, sin embargo, observa la Corte, el caso en el que el presunto vicio de
inconstitucionalidad surja con posterioridad al control previo que ella realizó, evento
en el cual ciertamente procede el control de constitucionalidad mediante acción
ciudadana, de conformidad con el artículo 241 numeral 4° y 242 numeral 1°.
Tratados internacionales
Por98 regla general, de conformidad con lo que establece el artículo 241 numeral 10
de la Constitución Política, corresponde a la Corte el examen de la constitucionalidad
de los tratados internacionales y de las leyes aprobatorias de los mismos. Según la
sentencia C-468 de 1997,99 las características de dicho control son las siguientes:
98 C-578/02.
99 Corte Constitucional, Sentencia C-468/97, MP: Alejandro Martínez Caballero.
100 Ver entre muchas otras, las sentencias C-378/96, MP: Hernando Herrera Vergara; C-682/96, MP: Fabio
Morón Díaz; C-400/98, MP: Alejandro Martínez Caballero; C- 924/00, MP: Carlos Gaviria Díaz.
26
“Esos decretos tenían, pues, una vigencia precaria que desaparecía cuando el
Presidente resolvía levantar el Estado de Sitio, pero podían conservar su vigor,
integrándose a la legislación ordinaria permanente, si el Congreso así lo
resolvía mediante ley.
Conforme a lo anterior, y en virtud del artículo 241 ordinal 4º, la Corte es competente
entonces, para conocer de las expresiones acusadas, por cuanto se trata de normas
que si bien fueron originariamente expedidas en uso de facultades de excepción,
fueron convertidas en legislación permanente por expreso mandato de una ley de la
República y son por ende acusables por los ciudadanos.
105 C-381/00.
106 Sentencia C- 619/97. M.P. José Gregorio Hernández Galindo
107Sentencia C-593/93. M.P. Carlos Gaviria Díaz.
108 Sentencia C-491 de 1997. MP José Gregorio Hernández Galindo. Consideración Tercera. En el mismo
sentido, ver sentencias C-593 de 1993, C-060 de 1996 y C-619 de 1997.
109 SU.1219/01.
28
110 C-560/99.
111 ibidem. Hay quienes consideran que el control de constitucionalidad en Colombia es mixto y para otros, es
integral.
29
“Los fallos que la Corte dicte en ejercicio del control jurisdiccional hacen
tránsito a cosa juzgada constitucional. Ninguna autoridad podrá reproducir el
contenido material del acto jurídico declarado inexequible por razones de fondo,
mientras subsistan en la Carta las disposiciones que sirvieron para hacer la
confrontación entre la norma ordinaria y la Constitución”.
“Y ya desde entonces los fallos que el plenario de la Corte emite en ejercicio del
control jurisdiccional, producen efectos universales, "erga omnes" y hacen
tránsito a la (sic) juzgada constitucional. Por ello el gobierno ni el congreso
pueden reproducir el contenido material jurídico del acto declarado inexequible
en el fondo, mientras subsistan en la Carta las mismas normas que sirvieron
para confrontar la norma ordinaria en el texto superior. Si así no fuere, la Corte,
por virtud de los imperativos universales que emanan de sus fallos de
inexequibilidad, se convertiría en una pequeña asamblea nacional
constituyente, en función permanente.”113
El114 artículo 243 de la Constitución Política le reconoce fuerza de cosa juzgada a los
fallos que la Corte Constitucional dicta en ejercicio del control jurisdiccional. Ello
significa que las decisiones judiciales adoptadas por la Corporación en cumplimiento
de su misión de asegurar la integridad y la supremacía de la Carta, adquieren un
carácter definitivo, incontrovertible e inmutable, de tal manera que sobre aquellos
asuntos tratados y dilucidados en procesos anteriores, no resulta admisible replantear
litigio alguno ni emitir un nuevo pronunciamiento de fondo.115
112C-131 de 1993.
113 Cfr. Gaceta Constitucional N° 36, de abril 4 de 1991, pag 26
114 C-310/02.
115 Cfr, entre otras, las siguientes providencias: Sentencias C-397/95 y C-774/200; los Autos A-174 y A-289ª
de 2001.
30
- Por regla general obligan para todos los casos futuros y no sólo para el caso
concreto.
- Como todas las sentencias que hacen tránsito a cosa juzgada, no se puede juzgar
nuevamente por los mismos motivos sino que el fallo tiene certeza y seguridad
jurídica. Sin embargo, a diferencia del resto de los fallos, la cosa juzgada
constitucional tiene expreso y directo fundamento constitucional -art. 243 CP-.
Para esta Corporación es muy claro que la respuesta a tal pregunta no es otra que la
de considerar que tal sentencia es fuente obligatoria. Así lo dispone el artículo 243
superior precitado e incluso el inciso 1° del artículo 21 del Decreto 2067 de 1991, que
dice:
Este texto es idéntico al artículo 243 de la Carta, salvo la parte en negrilla, que es una
adición novedosa del Decreto 2067.
Es de anotar que tal norma fue declarada exequible por la Corte Constitucional,
cuando afirmó:
120 Cfr. Corte Suprema de Justicia. Sentencia N° 16 de febrero 13 de 1990. Expediente 1891. Magistrado
Ponente Jairo E. Duque Pérez.
32
y los particulares". Declaración que, en rigor no quita ni pone rey, por ser
redundante. Pues el hacer tránsito a cosa juzgada, o el tener "el valor de la cosa
juzgada constitucional", no es en rigor un efecto de la sentencia: no, más bien
es una cualidad propia de ella, en general. 121
Piénsese que aún en los casos en que la Corte declara exequible una norma acusada
por vicios de forma en su creación, la sentencia hace tránsito a cosa juzgada, pues en
lo sucesivo será imposible pedir la declaración de inexequibilidad por tales vicios.
Primero, goza de cosa juzgada explícita la parte resolutiva de las sentencias, por
expresa disposición del artículo 243 de la Constitución.
Segundo, goza de cosa juzgada implícita los conceptos de la parte motiva que
guarden una unidad de sentido con el dispositivo de la sentencia, de tal forma que no
se pueda entender éste sin la alusión a aquéllos.
Son pues dos los fundamentos de la cosa juzgada implícita: primero, el artículo 241
de la Carta le ordena a la Corte Constitucional velar por la guarda y supremacía de la
Constitución, que es norma normarum, de conformidad con el artículo 4° idem. En
ejercicio de tal función, la Corte expide fallos con fuerza de cosa juzgada
constitucional, al tenor del artículo 243 superior. Segundo, dichos fallos son erga
omnes, según se desprende del propio artículo 243 constitucional.
Considerar lo contrario, esto es, que únicamente la parte resolutiva tiene fuerza de
cosa juzgada, sería desconocer que, admitiendo una norma diferentes lecturas, el
intérprete se acoja a lo dispositivo de una sentencia de la Corte Constitucional e
ignore el sentido que la Corporación -guardiana de la integridad y supremacía de
la Carta-, le ha conferido a dicha norma para encontrarla conforme o inconforme con
la Constitución. Ello de paso atentaría contra la seguridad jurídica dentro de un
ordenamiento normativo jerárquico, como claramente lo es el colombiano por
disposición del artículo 4° superior.
Ahora en respaldo de esta posición se encuentra la tradición jurídica del país, que la
Corte Constitucional recoge.
Sobre lo que es la cosa juzgada implícita dijo esta Sala en fallo dictado el 20 de junio
de 1979 lo siguiente:
123 Cfr. Corte Suprema de Justicia. Sentencia del 20 de octubre de 1916. Magistrado Ponente Juan Méndez.
Gaceta Judicial N° 25 pag 250.
124 Idem. Sentencia de julio 9 de 1928. Gaceta Judicial N° 35, pag 550.
125 Idem. Septiembre 17 de 1967. Gaceta Judicial N° 86, pags 42 y 43.
34
Sólo128 será de obligatorio cumplimiento, esto es, únicamente hace tránsito a cosa
juzgada constitucional, la parte resolutiva de las sentencias de la Corte
Constitucional. En cuanto a la parte motiva, como lo establece la norma, esta
constituye criterio auxiliar para la actividad judicial y para la aplicación de las normas
de derecho en general; sólo tendrían fuerza vinculante los conceptos consignados en
esta parte que guarden una relación estrecha, directa e inescindible con la parte
resolutiva; en otras palabras, aquella parte de la argumentación que se considere
absolutamente básica, necesaria e indispensable para servir de soporte directo a la
parte resolutiva de las sentencias y que incida directamente en ella.
En129 el entendido que es la propia Corte la llamada a fijar los efectos de sus
fallos130, en razón a su labor de intérprete directa y autorizada de la Carta, el alcance
126 Vid Consejo de Estado. Sección Primera. Sentencia de septiembre 9 de 1981. Consejero Ponente Jacobo
Pérez Escobar
127 Sentencia N° C-113/93 precitada.
128 C-037 de 1996.
129 C-310/02.
130 En la Sentencia C-113/93 (M.P. Jorge Arango Mejía) la Corte precisó que: “sólo la Corte Constitucional,
de conformidad con la Constitución, puede, en la propia sentencia, señalar los efectos de ésta. Este
principio, válido en general, es rigurosamente exacto en tratándose de las sentencias dictadas en asuntos
de constitucionalidad”.
35
Por su parte, ha entendido la Corte que hay lugar a declarar la existencia de la cosa
juzgada formal, en aquellos eventos en los que existe un pronunciamiento previo del
juez constitucional en relación con el precepto que es sometido a un nuevo y posterior
escrutinio constitucional.135 Así mismo, la jurisprudencia ha sido enfática en manifestar
que se presenta el fenómeno de la cosa juzgada material cuando a pesar de haberse
demandado una norma formalmente distinta, su materia o contenido normativo
resulta ser idéntico al de otra u otras disposiciones que ya fueron objeto del juicio de
constitucionalidad, sin que el entorno en el cual se apliquen comporte un cambio
sustancial en su alcance y significación.136 En este contexto, ha precisado la doctrina
constitucional que la cosa juzgada material se predica de la similitud en los
contenidos normativos de distintas disposiciones jurídicas y, en ningún caso, respecto
de la semejanza o coincidencia que exista entre el problema jurídico propuesto y el
que fue objeto de pronunciamiento en la decisión precedente. Al respecto, dijo la
Corte:
“[e]l fenómeno de la cosa juzgada opera así respecto de los contenidos de una
norma jurídica: [y] tiene lugar cuando la decisión constitucional resuelve el
fondo del asunto objeto de su juicio que ha sido suscitado por el contenido
normativo de un precepto, de acuerdo con el artículo 243 de la Carta Política.”
(Sentencia C-427/96).
“El fenómeno de la cosa juzgada material opera, así, respecto de los contenidos
específicos de una norma jurídica, y no respecto de la semejanza del problema
jurídico planteado en la demanda con el ya decidido en un fallo anterior.”
(Sentencia C-1064/2001).
Es de interés destacar que, frente al sentido positivo o negativo que pueda tener el
fallo, esta Corporación ha precisado que si la norma enjuiciada ha sido declarada
inexequible y, en consecuencia, retirada del ordenamiento jurídico, el efecto de la
cosa juzgada material limita la competencia del legislador, de manera que éste queda
impedido para reproducir el contenido normativo del acto mientras subsistan las
disposiciones constitucionales que dieron lugar al citado pronunciamiento. En esta
forma, se da estricto cumplimiento al mandato contenido en el artículo 243 según el
cual, “Ninguna autoridad podrá reproducir el contenido material del acto jurídico
declarado inexequible por razones de fondo, mientras subsistan en la Carta las
disposiciones que sirvieron para hacer la confrontación entre la norma ordinaria y la
Constitución”.137
Por140 otra parte, está la llamada cosa juzgada aparente. Esta ocurre cuando en la
parte motiva de una sentencia la Corte no se pronuncia en lo absoluto sobre el
contenido normativo de un texto, pero por error resuelve de fondo en relación con tal
contenido normativo.141 Sin embargo, la existencia de una cosa juzgada aparente no
depende de que determinados cargos hayan sido estudiados en la parte motiva de la
sentencia, sino de que el texto sobre el cual recae el pronunciamiento haya sido
analizado.142 Por lo tanto, no hay cosa juzgada aparente sólo porque en la parte
motiva no se haga una referencia explícita a un cargo hipotético planteado a
posteriori en relación con algún elemento contenido en una de tales disposiciones,
salvo que la inconstitucionalidad suscitada por el nuevo cargo sea evidente.
La limitación de la cosa juzgada tiene que ver con la posibilidad de que una disposición que ya
fue analizada por la Corte, pueda o no ser estudiada en el futuro. Por ende, existe cosa juzgada
relativa cuando la disposición es declarada exequible pero, por diversas razones, la Corte ha
limitado su escrutinio a los cargos del actor, y autoriza entonces que la constitucionalidad de
esa misma norma pueda ser nuevamente reexaminada en el futuro. En cambio, la
constitucionalidad condicionada consiste en que la Corte delimita el contenido de la disposición
acusada para, en desarrollo del principio de conservación del derecho, poder preservarla en el
ordenamiento. Así, la sentencia condicionada puede señalar que sólo son válidas algunas
interpretaciones de la misma, estableciéndose de esta manera cuáles sentidos de la
disposición acusada se mantienen dentro del ordenamiento jurídico y cuales no son legítimos
constitucionalmente. Pero si la Corte no limita el alcance de la cosa juzgada, entonces ese
pronunciamiento material de constitucionalidad condicionada tiene efectos jurídicos definitivos
y erga omnes.
38
DOCTRINA CONSTITUCIONAL
Poder vinculante de las Sentencias de la Corte Constitucional
La144 Corte Constitucional ha distinguido los efectos de sus fallos respecto de la cosa
juzgada y de la doctrina constitucional. Porque se tiene definido que poseen poder
vinculante la parte resolutiva de las sentencias, los fundamentos que guarden
relación directa con ella, y aquellos que la Corporación indique, en tanto el resto de la
argumentación constituye criterio auxiliar no obligatorio145. Además, la Corte ha
precisado la necesidad de distinguir su labor de intérprete autorizado de la Carta, en
virtud del cual sus pautas de interpretación obligan a todos aquellos que recurren a la
aplicación directa de la norma constitucional, de sus criterios y apreciaciones sobre la
aplicación de normas de inferior jerarquía, los que pueden ser acogidos o ignorados
por los jueces debido a que concurren con otras fuentes como criterios auxiliadores
de la actividad judicial (C.P., art. 230).146
144 C-739/01.
145 Sentencia C-131 de 1993, M.P. Alejando Martínez Caballero.
146 Al respecto resulta de gran utilidad tener presente este pronunciamiento:“ b. La doctrina constitucional.
Las normas de la Constitución política, y ésta no es una característica privativa de ellas, tienen una vocación
irrevocable hacia la individualización, tal como lo ha subrayado Kelsen al tratar del ordenamiento jurídico. De
ordinario pasan por una fase previa consistente en su desarrollo legal. Pero no todas alcanzan dicho desarrollo,
bien porque no lo requieren, bien porque, requiriéndolo, el legislador lo omite. Pero tal omisión no desvirtúa su
carácter normativo, si ya lo tienen. Pueden, entonces, ser aplicadas a situaciones específicas subsumibles en
ellas, que no están explícitamente contempladas en la ley.
Pero si la individualización de las normas legales, dada su generalidad (que a menudo deviene en
ambigüedad), aparece problemática y generadora de inseguridad jurídica, más problemática e incierta resulta
aún la actuación directa de las normas constitucionales a los casos particulares, por concurrir en ellas,
superlativamente, las mismas notas distintivas advertidas en la ley.
Parece razonable, entonces, que al señalar a las normas constitucionales como fundamento de los fallos, a
falta de ley, se agregue una cualificación adicional, consistente en que el sentido de dichas normas, su alcance
y pertinencia, hayan sido fijados por quien haga las veces de intérprete autorizado de la Constitución. Que, de
ese modo, la aplicación de las normas superiores esté tamizada por la elaboración doctrinaria que de ellas
haya hecho su intérprete supremo. (art. 241 C.P.)
Pero como la Constitución es derecho legislado por excelencia, quien aplica la Constitución aplica la ley, en su
expresión más primigenia y genuina. Es preciso aclarar que no es la jurisprudencia la que aquí se consagra
como fuente obligatoria. A ella alude claramente otra disposición, el artículo 4° de la ley 69 de 1896, para
erigirla en pauta meramente optativa para ilustrar, en ciertos casos, el criterio de los jueces. Así dice el
mencionado artículo en su parte pertinente:
"Tres decisiones uniformes dadas por la Corte Suprema de Justicia como Tribunal de Casación sobre un
mismo punto de derecho, constituyen doctrina probable, y los jueces podrán aplicarla en casos análogos
..." (Subraya la Sala).
Es claro entonces que la norma transcrita resulta armónica con lo dispuesto en el artículo 230 de la Carta del
91.
Así mismo, conviene precisar que no hay contradicción entre la tesis que aquí se afirma y la sentencia C-
131/93, que declaró inexequible el artículo 23 del Decreto legislativo 2067 del 91 en el cual se ordenaba tener
"como criterio auxiliar obligatorio" "la doctrina constitucional enunciada en las sentencias de la Corte
Constitucional", mandato, ese sí, claramente violatorio del artículo 230 Superior. Lo que hace, en cambio, el
artículo 8° que se examina -valga la insistencia- es referir a las normas constitucionales, como una modalidad
del derecho legislado, para que sirvan como fundamento inmediato de la sentencia, cuando el caso sub judice
no está previsto en la ley. La cualificación adicional de que si las normas que van a aplicarse han sido
interpretadas por la Corte Constitucional, de ese modo deben aplicarse, constituye, se repite, una razonable
exigencia en guarda de la seguridad jurídica.
Es necesario distinguir la función integradora que cumple la doctrina constitucional, en virtud del artículo 8°,
cuya constitucionalidad se examina, de la función interpretativa que le atribuye el artículo 4° de la misma ley,
al disponer:
"Los principios del Derecho natural y las reglas de la jurisprudencia servirán para ilustrar la Constitución
en casos dudosos. La doctrina constitucional es, a su vez, norma para interpretar las leyes" (Subraya la
Corte).
La disposición transcrita corrobora, además, la distinción que atrás queda hecha entre doctrina constitucional y
jurisprudencia. Es apenas lógico que si el juez tiene dudas sobre la constitucionalidad de la ley, el criterio del
intérprete supremo de la Carta deba guiar su decisión. Es claro eso sí que, salvo las decisiones que hacen
39
Son pues dos los fundamentos de la cosa juzgada implícita: primero, el artículo 241
de la Carta le ordena a la Corte Constitucional velar por la guarda y supremacía de la
Constitución, que es norma normarum, de conformidad con el artículo 4° idem. En
ejercicio de tal función, la Corte expide fallos con fuerza de cosa juzgada
constitucional, al tenor del artículo 243 superior. Segundo, dichos fallos son erga
omnes, según se desprende del propio artículo 243 constitucional.
Así mismo, conviene precisar que no hay contradicción entre la tesis que aquí se
afirma y la sentencia C-131/93, que declaró inexequible el artículo 23 del Decreto
legislativo 2067 del 91 en el cual se ordenaba tener "como criterio auxiliar
obligatorio" "la doctrina constitucional enunciada en las sentencias de la Corte
Constitucional", mandato, ese sí, claramente violatorio del artículo 230 Superior. Lo
que hace, en cambio, el artículo 8° que se examina es referir a las normas
constitucionales, como una modalidad del derecho legislado, para que sirvan como
fundamento inmediato de la sentencia, cuando el caso sub judice no está previsto en
la ley. La cualificación adicional de que si las normas que van a aplicarse han sido
interpretadas por la Corte Constitucional, de ese modo deben aplicarse, constituye, se
repite, una razonable exigencia en guarda de la seguridad jurídica.
La disposición transcrita corrobora, además, la distinción que atrás queda hecha entre
doctrina constitucional y jurisprudencia. Es apenas lógico que si el juez tiene dudas
sobre la constitucionalidad de la ley, el criterio del intérprete supremo de la Carta
deba guiar su decisión. Es claro eso sí que, salvo las decisiones que hacen tránsito a
la cosa juzgada, las interpretaciones de la Corte constituyen para el fallador valiosa
pauta auxiliar, pero en modo alguno criterio obligatorio, en armonía con lo
establecido por el artículo 230 Superior.
151 Ver, por ejemplo, entres otras, las sentencias T-13 de 1995 y C-400 de 1998.
152 Para esta práctica en derecho inglés, ver Denis Keenan. English Law. (9 Ed) Londres: Pitman, 1989, pp 130 y ss.
153 Ver al respecto la declaración de Lord Gardiner, Presidente de ese tribunal, citada en Keenan. Op-cit, p 135
42
si bien los precedentes son "normalmente vinculantes", será posible para esa
corporación "apartarse de una decisión previa cuando sea justo hacerlo". El tribunal
precisó empero que esa nueva regla sólo era aplicable a la Cámara de los Lores, pero no
a los otros jueces, que siguen entonces vinculados a los precedentes de la más alta
corporación judicial inglesa, al menos hasta que ésta no los varíe, o sean modificados
por una ley del Parlamento.
De otro lado, y debido a las funciones esenciales que juega en un Estado de derecho
el respeto al precedente, la variación de una jurisprudencia o una doctrina
constitucional no es un asunto de poca monta sino que debe ser cuidadosamente
evaluado por los jueces. Por ello, en anterior oportunidad, esta Corporación había
explicado qué requisitos debía cumplir un cambio de jurisprudencia para que fuera
legítimo. Dijo entonces la Corte:
Estos conceptos son formulados de distinta manera y con lenguajes diversos por los
autores156, lo cual ha generado a veces agudas discusiones conceptuales. Sin embargo,
su sentido esencial es relativamente claro: Así, el decisum es la resolución concreta del
caso, esto es, la determinación específica de si el acusado es o no culpable en materia
penal, si el demandado debe o no responder en materia civil, si al peticionario el juez le
tutela o no su derecho, si la disposición acusada es o no retirada del ordenamiento, etc.
Por su parte, la ratio dedicendi es la formulación general, más allá de las
particularidades irrelevantes del caso, del principio, regla o razón general que
constituyen la base de la decisión judicial específica. Es, si se quiere, el fundamento
normativo directo de la parte resolutiva. En cambio constituye un mero dictum, toda
aquella reflexión adelantada por el juez al motivar su fallo, pero que no es necesaria a la
154 Sentencia C-400 de 1998. MP Alejandro Martínez Caballero. Fundamento jurídico No 57
155 Ver al respecto Denis Keennan. Op-cit. p 134. Igualmente ver Francisco Rubio Llorente. "La jurisdicción
constitucional como forma de creación del derecho" en La forma del poder. Madrid: Centro de Estudios
Constitucionales, 1993, pp 500 y ss.
156 La terminología no es siempre idéntica. Así, algunos autores, en especial estadounidenses, prefieren
hablar del "holding", en vez de ratio decidendi, y de "disposition", que es la parte resolutiva, pero la idea es
básicamente la misma
43
decisión, por lo cual son opiniones más o menos incidentales en la argumentación del
funcionario.
Estos diversos efectos no son caprichosos sino que derivan naturalmente de ciertas
características del derecho. Así, en la medida en que el sistema judicial pretende
resolver definitivamente los conflictos que se le plantean, es natural que el decisum
obligue a las partes en el litigio, con fuerza de cosa juzgada, pues de no ser así, el
derecho no cumpliría su función básica de pacificación social. Sin embargo, por obvias
razones de debido proceso, en principio, esa decisión sólo vincula a quienes participaron
en la controversia judicial, salvo algunas excepciones, como los casos de acciones
colectivas o cuando el ordenamiento confiere efectos erga omnes a determinadas
sentencias, tal y como sucede con los procesos de control constitucional en nuestro
país.
Por ende, la existencia de una ratio decidendi en una sentencia resulta de la necesidad
de que los casos no sean decididos caprichosamente sino con fundamento en normas
aceptadas y conocidas por todos, que es lo único que legitima en una democracia el
enorme poder que tienen los jueces -funcionarios no electos- de decidir sobre la libertad,
los derechos y los bienes de las otras personas.
El anterior análisis justifica no sólo por qué únicamente la ratio decidendi es vinculante
como precedente sino que además lleva a una conclusión ineludible: el juez que decide
el caso no puede caprichosamente atribuir el papel de ratio decidendi a cualquier
principio o regla sino que únicamente tienen tal carácter aquellas consideraciones
normativas que sean realmente la razón necesaria para decidir el asunto.
La Corte, advierte que los jueces son independientes y autónomos. Subraya, también,
que su independencia es para aplicar las normas, no para dejar de aplicar la
Constitución (artículo 230 de la C.P.). Un juez no puede invocar su independencia para
eludir el imperio de la ley, y mucho menos, para dejar de aplicar la ley de leyes, la
norma suprema que es la Constitución. La alternativa, inaceptable en una democracia
constitucional, es que el significado de la Constitución cambie según el parecer de
cada juez. Entonces, será vinculante no la norma constitucional objetiva, sino la
opinión de cada funcionario judicial que puede variar de despacho en despacho y
cambiar de tiempo en tiempo, según evolucionen las tesis de cada juez. Nada más
contrario al concepto mismo de derecho. Nada más lesivo para la efectividad de un
Estado Social de Derecho. Nada que le reste más vigencia y eficacia a la Constitución.
En dicha providencia se insistió en que las pautas doctrinales que traza la Corte en
los fallos de revisión de tutelas "indican a todos los jueces el sentido y los alcances de
la normatividad fundamental y a ellas deben atenerse" (Cfr. Sentencia T-260 de
1995), por lo cual, cuando, no existiendo norma legal aplicable al caso controvertido,
ignoran o contrarían la doctrina constitucional no se apartan simplemente de una
jurisprudencia -como podría ser la penal, la civil o la contencioso administrativa- sino
que violan la Constitución, en cuanto la aplican de manera contraria a aquella en que
ha sido entendida por el juez de constitucionalidad.
163 T-715/01.
46
El artículo 36 del Decreto 2591 de 1991 dispone que “las sentencias en que se revise
una decisión de tutela solo surtirá efectos en el caso concreto”. Ello ha dado pie
para que algunas autoridades judiciales consideren que las sentencias proferidas por
la Corte en ejercicio de su función constitucional, no vincula sino a las partes en el
proceso.
En la sentencia que se viene siguiendo, se precisa que "en realidad son los jueces
posteriores, o el mismo juez en casos ulteriores, quienes precisan el verdadero alcance
de la ratio decidendi de un asunto, de suerte que la doctrina vinculante de un
precedente 'puede no ser la ratio decidendi que el juez que decidió el caso hubiera
escogido sino aquella que es aprobada por los jueces posteriores'". El juez que decide el
caso no puede caprichosamente atribuir el papel de ratio decidendi a cualquier principio
o regla sino que únicamente tienen tal carácter aquellas consideraciones normativas
que sean realmente la razón necesaria para decidir el asunto.
Si la parte de las sentencias que tiene fuerza normativa son los principios y reglas
jurídicas, ello significa que no todo el texto de su motivación resulta obligatorio. Para
determinar qué parte de la motivación de las sentencias tiene fuerza normativa
resulta útil la distinción conceptual que ha hecho en diversas oportunidades esta
Corporación entre los llamados obiter dicta o afirmaciones dichas de paso, y los
ratione decidendi o fundamentos jurídicos suficientes, que son inescindibles de la
decisión sobre un determinado punto de derecho. 173 Sólo estos últimos resultan
obligatorios, mientras los obiter dicta, o aquellas afirmaciones que no se relacionan
de manera directa y necesaria con la decisión, constituyen criterios auxiliares de la
actividad judicial en los términos del inciso 2º del artículo 230 de la Constitución. Por
supuesto, la definición general de dichos elementos no es unívoca, y la distinción
entre unos y otros en cada caso no resulta siempre clara. Sin embargo, la
identificación, interpretación y formulación de los fundamentos jurídicos inescindibles
de una decisión, son labores de interpretación que corresponden a los jueces, y
principalmente a las altas Cortes. La ratio decidendi de un caso, por supuesto, no
siempre es fácil de extraer de la parte motiva de una sentencia judicial como tal, y
por lo tanto, su obligatoriedad no implica la vinculación formal del juez a determinado
fragmento de la sentencia descontextualizado de los hechos y de la decisión, aun
cuando resulta conveniente que las altas Cortes planteen dichos principios de la
manera más adecuada y explícita en el texto de la providencia, sin extender ni limitar
su aplicabilidad, desconociendo o sobrevalorando la relevancia material de aquellos
aspectos fácticos y jurídicos necesarios para su formulación en cada caso concreto.
Con todo, los obiter dicta o dichos de paso, no necesariamente deben ser descartados
como materiales irrelevantes en la interpretación del derecho. En efecto, en muchos
casos permiten interpretar cuestiones jurídicas importantes en casos posteriores que
tengan situaciones de hecho distintas, aunque no necesariamente deban ser
seguidos en posteriores decisiones. Así, puede ocurrir que carezcan completamente
de relevancia jurídica, que contengan elementos importantes pero no suficientes ni
necesarios para sustentar la respectiva decisión, que sirvan para resolver aspectos
tangenciales que se plantean en la sentencia, pero que no se relacionan directamente
con la decisión adoptada, o que pongan de presente aspectos que serán esenciales
en decisiones posteriores, pero que no lo sean en el caso que se pretende decidir.
Adicionalmente, el juez puede observar que a pesar de las similitudes entre el caso
que debe resolver y uno resuelto anteriormente existen diferencias relevantes no
consideradas en el primero, y que impiden igualarlos, y en consecuencia, estaría
permitido que el juez se desviara de la doctrina judicial que en apariencia resulta
aplicable. A contrario sensu, puede haber dos casos que en principio parezcan
diferentes, pero que, observados detalladamente, tengan un término de comparación
–tertium comparationis- que permita asimilarlos en algún aspecto. En esa medida,
resulta adecuado que el juez emplee criterios de igualación entre los dos, siempre y
cuando la equiparación se restrinja a aquellos aspectos en que son equiparables, y
solamente en la medida en que lo sean. En este caso, el juez debe hacer explícitas
las razones por las cuales, a pesar de las similitudes aparentes, los casos no
merezcan un tratamiento igualitario o, a la inversa, debe argumentar porqué, a pesar
de las diferencias aparentes, los casos deben recibir un trato idéntico o similar. Tanto
en una como en otra hipótesis, los criterios de igualación o de diferenciación deben
ser jurídicamente relevantes, y el trato debe ser proporcional a la diferencia en la
situación de hecho.
173 Sobre los conceptos de ratio decidendi y obiter dicta ver las siguientes providencias: SU-168/99, (M.P.
Eduardo Cifuentes Muñoz), SU-047/99 (M.P. Alejandro Martínez Caballero), SU-640/98 (M.P. Eduardo
Cifuentes Muñoz), T-961/00 (M.P. Alfredo Beltrán Sierra), T-937/99 (M.P. Alvaro Tafur Galvis), Auto A-016/00
(M.P. Alvaro Tafur Galvis), T-022/01 (M.P. Cristina Pardo Schlesinger), T-1003/00 (M.P. Alvaro Tafur Galvis)
49
Las174 fuentes del derecho pueden ser formales o materiales. Las primeras son
los cauces por los que se expresa el derecho. Las segundas son los hechos sociales
que suministran el contenido del derecho. Ejemplo de las primeras son la ley, los
contratos y la costumbre. Ejemplo de las segundas son la economía, la realidad social
y política. Dice así el artículo 230 de la Constitución Política de Colombia:
Ahora bien, por la expresión "imperio de la ley" debe entenderse ley en sentido
material -norma vinculante de manera general- y no la ley en sentido formal -la
expedida por el órgano legislativo-. Ello por cuanto la primera de las normas es la
Constitución -art. 4° CP-.
Dos son, esencialmente, los caminos que pueden seguirse en la creación de las
normas jurídicas generales: el reflexivo o el espontáneo. El primero da lugar a la
legislación y el segundo a la costumbre. Es el tema que los doctrinantes de la
teoría general del derecho tratan bajo el rubro de "las fuentes formales". Con
sus habituales claridad y tino, Eduardo García Maynez 175 las ha definido como
"procesos de creación de las normas jurídicas", distinguiendo con acierto la fase
generadora, del producto que de ella resulta. Así, el proceso legislativo, tras la
reflexión y deliberación que él comporta, da lugar a la ley; y el proceso
consuetudinario, prolongado, espontáneo y anónimo, produce la costumbre,
donde a ella se le reconoce virtualidad normativa con fuerza de derecho.
Mediante esos métodos (caminos) se establecen (es decir se ponen) las normas
jurídicas que se llaman entonces derecho positivo.
"Los particulares sólo son responsables ante las autoridades por infringir la
constitución y las leyes. Los servidores públicos lo son por la misma causa y por
omisión o extralimitación en el ejercicio de sus funciones".
Por leyes, parece razonable entender -en ese contexto- todas las normas
jurídicas válidamente creadas, sujetas a la Constitución. Ahora bien: la ley 153
El primero de los artículos citados no deja lugar a dudas acerca de que es la ley
la norma que en primer término debe aplicarse cuando el caso controvertido
puede ser subsumido en ella. Y el segundo, a la vez que corrobora el mandato
anterior, designa a la costumbre, cuando satisface ciertas condiciones, como
norma jurídica supletoria, "a falta de legislación positiva". Es la que se conoce
en doctrina como costumbre praeter legem, llamada a integrar el ordenamiento,
en subsidio de la norma principal, cuando ésta no contempla la situación sub-
judice y aquélla sí lo hace.
Cabe preguntar: ¿tenían las tres últimas fuerza obligatoria? ¿La tienen aún bajo
el imperio de la nueva Carta?. Para absolver tal cuestión es preciso asignar un
valor a cada una de esas expresiones.
"Tres decisiones uniformes dadas por la Corte Suprema de Justicia como Tribunal
de Casación sobre un mismo punto de derecho, constituyen doctrina probable, y
los jueces podrán aplicarla en casos análogos ..." (Subraya de la Sala).
Así mismo, conviene precisar que no hay contradicción entre la tesis que aquí se
afirma y la sentencia C-131/93, que declaró inexequible el artículo 23 del
Decreto legislativo 2067 del 91 en el cual se ordenaba tener "como criterio
auxiliar obligatorio" "la doctrina constitucional enunciada en las sentencias de la
Corte Constitucional", mandato, ese sí, claramente violatorio del artículo 230
Superior. Lo que hace, en cambio, el artículo 8° que se examina es referir a las
normas constitucionales, como una modalidad del derecho legislado, para que
sirvan como fundamento inmediato de la sentencia, cuando el caso sub judice
no está previsto en la ley. La cualificación adicional de que si las normas que
van a aplicarse han sido interpretadas por la Corte Constitucional, de ese modo
deben aplicarse, constituye, se repite, una razonable exigencia en guarda de la
seguridad jurídica.
c. Las reglas generales de derecho. Se dijo un poco más arriba que cuando el
juez razona por analogía, aplica la ley a una situación no contemplada
explícitamente en ella, pero esencialmente igual, para los efectos de su
regulación jurídica, a la que sí lo está. Esta modalidad se conoce en doctrina
como analogia legis, y se la contrasta con la analogia juris en la cual, a partir de
diversas disposiciones del ordenamiento, se extraen los principios generales
que las informan, por una suerte de inducción, y se aplican a casos o
situaciones no previstas de modo expreso en una norma determinada.
Que a los principios así extraídos se les denomine reglas no constituye una
audacia del legislador colombiano de 1887. Tal nombre pertenece a la más pura
tradición del derecho occidental en su raíz romana. Así lo ilustra, con rigurosa
documentación, el profesor Hernán Valencia Restrepo177 en su valioso trabajo
sobre los principios generales del derecho. A propósito de la asimilación hecha
por el jurista preclásico Antiscio Labeón (año 45 a.c.) del término regla al de
norma, escribe: "Se debe aclarar que la ...sinonimia (regla = norma jurídica) no
constituyó novedad alguna, en cuanto a la significación estrictamente jurídica,
porque la regla desde siempre se había considerado extraída del derecho
vigente, del derecho positivo y, por lo consiguiente, parte integrante de éste, es
decir, norma jurídica." Y para ilustrar mejor su aseveración cita la definición de
regla dada por Paulo: "La regla es una proposición que expone brevemente el
derecho vigente. No se toma el derecho vigente de la regla sino la regla del
derecho vigente. Así, pues, mediante la regla se transmite una breve
descripción de las normas vigentes y, como dice Sabino, es como un resumen
del derecho, que si falla en algo resulta inútil".
177 Nomoárquica, principalística jurídica o los principios generales del derecho, Temis, 1993.
53
El test final y definitivo que permite establecer si una "regla general de derecho"
(denominada a veces "principio") es o no parte del sistema positivo, consiste en
verificar si resulta o no armónica con la Constitución, así ésta no la contenga de
manera explícita. En términos hartianos180, si es o no identificable como
elemento de un sistema normativo, conforme a la regla de reconocimiento. Por
eso concluye Carrió: "Nada hay en la noción de una regla de reconocimiento que
obste a que una pauta del tipo de la que dice que a nadie debe permitírsele
beneficiarse con su propia transgresión sea una regla del sistema si satisface los
requisitos establecidos en aquella regla última".
No hay duda de que quien alega su propia culpa para derivar de ella algún
beneficio, falta a la buena fe entendida como la ausencia de dolo, la conciencia
de que el comportamiento que se observa es conforme al derecho, y los fines
que persigue están amparados por éste. Ahora bien: el artículo 83 de la Carta
del 91, impone la buena fe como pauta de conducta debida, en todas las
actuaciones, tanto de las autoridades públicas como de los particulares. Y los
artículos 1525 y 1744 del Código Civil, tan anteriores en el tiempo a nuestra
Constitución actual, constituyen sin embargo cabal desarrollo de ese principio al
impedir -el primero- la repetición de lo que se ha pagado "por un objeto o causa
ilícita a sabiendas", y el segundo al privar de la acción de nulidad al incapaz, a
sus herederos o cesionarios, si aquél empleó dolo para inducir al acto o
contrato. Ejemplar es también, en esa misma dirección, el artículo 156 del
mismo estatuto, que impide al cónyuge culpable, invocar como causal de
divorcio aquélla en que él mismo ha incurrido. Tales disposiciones, justo es
anotarlo, eran reductibles inclusive a la Carta anterior que, no obstante, no
consagraba explícitamente el deber de actuar de buena fe.
178 Los principios generales del Derecho y la formulación constitucional, Editorial Civitas, 1990.
179 Principios jurídicos y positivismo jurídico, Abeledo-Perrot, 1970
180 El concepto de derecho, Abeledo Perrot, 1965
54
Sin duda alguna hay lógica en la ley 153 de 1887, pues sólo agotada la fuente
principal autoriza para acudir a la subsidiaria. Por eso el artículo 13 dispuso:
Podría discutirse, en teoría, si tal disposición resulta compatible con la Carta del
91, pero esta Corporación puso fin a todo cuestionamiento sobre el punto, al
declararla exequible en la citada sentencia C-224 de 1994. Está pues vigente en
nuestro derecho la costumbre praeter legem como fuente formal subsidiaria y
elemento integrador del ordenamiento. El juez que acude a ella, a falta de
legislación, funda también su fallo en el derecho positivo, pero, esta vez, en una
norma de carácter consuetudinario.
No hay duda de que la situación descrita, por vía de hipótesis, es una situación
límite, nada frecuente, pero demandante de una previsión del propio
ordenamiento. El nuestro, lo autoriza a recurrir a contenidos extrasistemáticos, a
los que el propio sistema refiere formalmente V.gr.: el derecho natural, la
equidad, los "principios generales del derecho", expresiones todas que claman
por una concreción material que sólo el juez puede y debe llevar a término. Se
trata entonces de principios que no satisfacen las condiciones de la regla de
reconocimiento y, por ende, no hacen parte del ordenamiento pues no son
materialmente reductibles a la Constitución. Según expresión afortunada de
Carrió "pueden ser llamados 'principios jurídicos' en cuanto se refieren a aquél
(el derecho) pero no en cuanto partes de él" Y añade: "el uso judicial de ellos
puede conferirles, en el mejor de los supuestos, el rango de candidatos a
integrar el sistema, una vez que ese uso adquiera consistencia, regularidad y
carácter normativo suficientes como para considerar que las pautas aplicadas
son normas jurisprudenciales en vigor", o se incorporen al ordenamiento
-agrega la Corte- por disposición del legislador.
Corte Suprema de Justicia como Tribunal de Casación, crea hoy, con sus fallos,
pautas plausibles de orientación a los tribunales y jueces de niveles
subalternos. Lo hacen también otras corporaciones judiciales no existentes aún
hace un siglo, como el Consejo de Estado y la Corte Constitucional. Queda dicho
ya, que las orientaciones así trazadas no son vinculantes sino optativas para los
funcionarios judiciales. Además, no resulta justificado ni razonable, en la
actualidad, circunscribir la jurisprudencia al campo del derecho común ni
atribuir sólo al recurso de casación la virtud de generarla.”.
En181 la sentencia C-083 de 1995, los vacíos legales deben ser llenados por los jueces,
para lo cual deben consultar las fuentes del derecho. La fuente suprema es la
Constitución, la cual es desarrollada por las leyes. Pero en el caso de que no exista
una ley que desarrolle la materia, habrá de acudirse a la interpretación que realice el
tribunal constitucional sobre la norma suprema, tal como lo precisa la citada
sentencia. En situaciones como la presente el operador jurídico habrá de acudir a las
sentencias de la Corte, para determinar si de la ratio decidendi de ellas se puede
extraer una respuesta al problema.
181 SU.640/98.
56
OMISION LEGISLATIVA
Concepto y alcance182
Clases
El legislador puede violar los deberes que le impone la Constitución de las siguientes
maneras:
En el primer caso, de acuerdo con la clasificación creada por Wessel, quien fue el
primero en aceptar que el "no hacer" del legislador puede vulnerar derechos
individuales, se presenta una omisión legislativa absoluta por cuanto falta la
disposición de desarrollo legislativo de un determinado precepto constitucional;
mientras que en los restantes, existe una omisión legislativa relativa porque si bien el
legislador ha expedido la ley en ella solamente ha regulado algunas relaciones
dejando por fuera otros supuestos análogos, con clara violación del principio de
igualdad.
Entre los argumentos que han expuesto los doctrinantes para oponerse al control de
las omisiones legislativas absolutas por parte de los Tribunales Constitucionales, se
destacan éstos:
De otra parte, resulta pertinente anotar que cuando existe vacío legislativo algunos
Tribunales Constitucionales, como por ejemplo el Español, han recurrido a las
llamadas "recomendaciones" al legislador, que consisten básicamente en un mensaje
o exhorto al órgano legislativo para que expida la ley que desarrolle el precepto
constitucional respectivo. Esta recomendación debe incluirse en la misma sentencia
que resuelva sobre la constitucionalidad o inconstitucionalidad de la norma legal
acusada. También existen las sentencias "aditivas" en las que se señalan las hipótesis
que debía contemplar la norma demandada.
En nuestro país este tema específico no ha sido objeto de especial atención por parte
de los doctrinantes. Por su parte, la Corte Constitucional ha sido uniforme al admitir
su competencia para conocer de las demandas de inconstitucionalidad por omisión
legislativa relativa, concretamente para proteger el derecho a la igualdad o el
derecho de defensa. (Ver sentencias Nos. 555/94, 545/94, 473/94, 108/94, 247/95,
70/96, entre otras.)
Las que sí pueden ser objeto de estudio por esta vía y, de hecho ya lo han sido, son
las llamadas omisiones relativas o parciales, en las que el legislador actúa, pero lo
hace imperfectamente, como en los casos arriba señalados, de violación al principio
de igualdad o al debido proceso.
absolutas: si no hay actuación, no hay acto qué comparar con las normas superiores;
si no hay actuación, no hay acto que pueda ser sujeto de control. La Corte carece de
competencia para conocer de demandas de inconstitucionalidad por omisión
legislativa absoluta". (Cfr. Sala Plena. Sentencia C-543 de 1996).
Debe resaltarse que, para que pueda prosperar una demanda contra una omisión
legal, es necesario que el silencio del Legislador comporte una regla implícita que
viole los preceptos superiores, en este caso, que llegue a desconocer el derecho que
es objeto de desarrollo legal expreso.
Cabe recordar que "la omisión legislativa no se puede derivar de la ausencia de leyes
por incumplimiento del Congreso del deber general de legislar" (Cfr. Sentencia C-543
de 1996, ya citada).
Conviene añadir para que pueda prosperar una demanda de inconstitucionalidad por
omisión, como consecuencia de la vulneración del derecho a la igualdad, es necesario
que la violación provenga del silencio de la disposición demandada, porque ésta ha
debido incluir de manera explícita un determinado caso o situación, con el fin de dar
un trato idéntico o similar a situaciones expresamente contempladas en esa norma. El
trato injustamente desigual ha de predicarse del mismo precepto acusado; en caso
contrario, se trataría de una omisión absoluta, sobre la cual no es pertinente hacer un
control de constitucionalidad porque se corre el riesgo de quebrantar el Estado de
Derecho (artículo 1 C.P.) al invadir la órbita del órgano legislativo (artículo 113
ibídem). Sobre el tema, bien vale la pena reiterar los siguientes criterios:
185 Idem.
186 Por todas, ver sentencia C-427 de 2000. M.P. Vladimiro Naranjo Mesa.
60
187 C-1064/01.
188 C-427/00.
61
“Pero por fuera de esta hipótesis, el legislador en general tiene una amplia
gama de configuración legislativa que sólo a él corresponde definir. Por lo cual
puede ejercerla como a bien lo tenga, en la oportunidad que estime
conveniente. La Corte Constitucional carece de competencia para exigir del
Congreso la expedición de normas legales en determinado sentido; ni para
ordenar la aplicación por extensión de normas jurídicas. Si bien la aplicación
analógica o extensiva de las leyes es un mecanismo de integración del derecho
que puede ser aplicado por los jueces al resolver sobre derechos concretos y
que está expresamente previsto en el artículo 8° de la Ley 153 de 1887 cuando
prescribe que ‘cuando no haya ley exactamente aplicable al caso controvertido,
se aplicarán las leyes que regulen casos o materias semejantes, y en su
defecto, la doctrina constitucional y las reglas generales de derecho’, en
cambio por la vía de control de constitucionalidad no es posible normatizar de
manera general sobre la extensión de la ley a situaciones de hecho no
contempladas en los textos legales. Esta función no ha sido asignada por el
constituyente a este Tribunal, y menos aún para ordenar esta aplicación
extensiva con efectos retroactivos, como pretende el demandante.” Sentencia
C-146 de 1998.
No obstante, la omisión del legislador también puede ser relativa, caso en el cual se
la denomina, llanamente, omisión legislativa. Una omisión es relativa cuando se
vincula con un aspecto puntual dentro de una normatividad específica; pero aquella
se vuelve constitucionalmente reprochable si se predica de un elemento que, por
razones lógicas o jurídicas –específicamente por razones constitucionales-, debería
estar incluido en el sistema normativo de que se trata, de modo que su ausencia
constituye una imperfección del régimen que lo hace inequitativo, inoperante o
ineficiente. De lo anterior se deduce, entonces, que las omisiones legislativas
relativas son susceptibles de control constitucional.
Esta Corporación también ha dicho que para que la juez constitucional pueda declarar
la inexequibilidad por omisión se requiere que la “norma excluya de sus
consecuencias aquellos casos que, por ser asimilables, deberían subsumirse dentro
de su presupuesto fáctico; c) que dicha exclusión no obedezca a una razón objetiva y
suficiente; d) que al carecer de una razón objetiva y suficiente, la omisión produzca
una desigualdad injustificada entre los casos que están y los que no están sujetos a
las consecuencias previstas por la norma y; e) que la omisión implique el
incumplimiento de un deber constitucional del legislador.”192.
Para que una demanda de inconstitucionalidad contra una omisión legislativa relativa
sea admisible, resulta necesario que el actor acuse el contenido normativo
específicamente vinculado con la omisión. De esta suerte, no resultan atendibles los
cargos generales que se dirigen a atacar un conjunto indeterminado de normas 194con
el argumento de que omiten la regulación de un aspecto particular, o los que se
dirigen a atacar normas de las cuales no emerge el precepto que el demandante echa
de menos.
189 C-041/02.
190 Cfr. Sentencia C-635 de 2000
191 Sentencia C-1549 de 2000.
192 Sentencia C-427 de 2000.
193 Sentencia C-543 de 1996
194 Ídem.