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Cuando se dio la vuelta para que yo lo viera era un niño de catorce años de
edad. Iba vestido con túnica blanca, en su hombro izquierdo llevaba colgada
unas alforjas de tela y en su mano derecha tenía una vara larga que lo ayudaba
a caminar.
María se quedó preocupada de ver a su único hijo como se iba de
su lado para ir a otras tierras a llevar la palabra de Dios.
Desde muy niño empezó a predicar por las sinagogas sin temor a
que los rabinos lo reprendieran por decir palabras sabias, que ellos no usaban
por temor a equivocarse. En muchas ocasiones tuvieron que hablar con José
para que reprendiera a su hijo. José les prometía que nunca más iba a suceder,
pero no era así.
Jesús cansado de que lo regañaran prohibiéndole la labor que
había empezado, decidió de irse a otros lugares de la tierra para hacer la
Voluntad de Dios y así llevar a cabo su misión. Había empezado una nueva era
mística que hacía la unión de los hombres con Dios. El movimiento había
llegado para Jesús de ir de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo llevando la
Santa Palabra y sus obras con la ayuda al más necesitado.
Los rabinos se llevaban las manos a la cabeza cuando lo oían decir
que era cierto que los mandamientos que Moisés dejó escritos eran diez, pero si
se cumplían dos, se estaba haciendo la voluntad de Dios, uno era amarás a Dios
y lo servirás, el segundo amarás a tu prójimo como si fueras tú mismo.
Para los rabinos estos dos mandamientos no eran suficientes, se
tenían que cumplir los otros ocho más. Aunque Jesús les explicaba que si se
amaba al prójimo como a uno mismo jamás se le haría algún daño, ellos no lo
entendían.
Era una mañana otoñal. Después de un día de largo camino Jesús
se había quedado a dormir debajo de un árbol. Había cerca un riachuelo que se
oían sus aguas como bajaban. Los pájaros estaban presentes con sus vuelos y
sus trinos.
En la orilla del riachuelo había un hombre de avanzada edad, en
cuclillas echándose agua en la cara con las manos. Ya había visto que debajo de
un árbol dormía un muchacho que era casi un niño. Cuando terminó de lavarse
se puso de pie y fue acercándose despacio para no despertarlo, pero Jesús ya
hacia rato que lo observaba. Se incorporó y poniéndose de pie, Jesús miraba al
anciano su rostro y barba blanca y la túnica que vestía de color marrón.
Llevaba unas alforjas de cuero colgadas al hombro.
El anciano dirigiéndose a Jesús le preguntó.
- ¿ Te he asustado ?.
- No, solo sorprendido.
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- No me ibas a entender.
- ¿ Porqué no ?.
- Pues por qué no has comprendido lo que te he dicho antes.
El anciano secó la sudor que corría por su frente con la manga de su túnica
mientras que se sentaba encima de la hierba.
Jesús hizo lo mismo se sentó junto a él.
Los dos se miraban de frente. El anciano le preguntó.
El anciano cruzó las manos mientras que miraba por todo su alrededor, y
observaba el cielo. Jesús seguía todos sus gestos.
El anciano le dijo.
- Es grandiosa toda la belleza que hay en la tierra, es seguro que la hizo Dios
para el recreo de nuestros ojos.
- ¿ Como te llamas ?.- le pregunto Jesús.
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- Siba, muchacho, ¿ y tú ?.
- Jesús hijo de José y de María, es de esa manera que me conocen.
El anciano no dijo nada más y se puso de pie. Se echó las alforjas al hombro y
empezó a caminar cogiendo un camino. Jesús le siguió hasta que lo alcanzó.
Por dónde iban pasando se encontraban con árboles majestuosos,
y con unos arbustos que daban unas flores de gran belleza. Algunos de los
arbustos daban un fruto que era comestible, cogían y comían.
El anciano llevaba un puñado de frutos que iba comiendo uno por
uno. Le preguntó a Jesús.
- ¿ Como es que tus padres han dejado que te vayas a esta edad?.
- Porqué estoy haciendo la voluntad de mi Padre.
- ¿ Te refieres a Dios ?.
- Ya te lo he dicho antes, ¿ Porqué no escuchas ?.
Había llegado la noche, y entre los arbustos se podía ver una vieja
casa de pastores dónde se veía por la ventana salir la luz de un candil. Se
dirigieron allí. Detrás de la casa había un gran corral que lo habitaban ovejas
que dormían.
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- Pasad, esta es vuestra casa.
- Coged pan y mojarlo en la leche, es todo lo que esta noche puedo ofreceros.
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El pastor se tenía que ir a dormir y dijo.
- Estoy cansado, mañana será otro día, me espera en el campo mucho trabajo.
- Estate tranquilo por tus ovejas que a ninguna le ocurrirá nada - le respondió
Jesús.
- Para ver en las estrellas quién eres, porque estoy seguro que has nacido de
una muy importante.
- Mi fecha del cielo con la de la tierra nada tiene que ver, no sacarías ninguna
conclusión conmigo.
- Me voy a dormir.
- Que descanses bien.
- Padre mío, tú que todo lo ves, mira por todas estas ovejas para que la
enfermedad que les ha venido se vaya de ellas lejos de aquí. El pastor es un
hombre bueno y es todo lo que tiene.
- Señor no sé quién eres, ni que es lo que quieres de mí, solo soy un anciano,
deja que me vaya a dormir.
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Siba entró en la casa y fue a dónde estaba la manta, se acostó
abrazado a las alforjas y cerró los ojos.
Jesús continuo el trabajo que había empezado con las ovejas, e hizo una
plegaria mirando al cielo. Salió de entre los animales y antes de entrar en la
casa rezó por Siba pidiéndole a Dios.
Jesús se despertó y miró a Siba que aún dormía. Se levantó y salió de la casa,
fue a reunirse con el pastor.
Él al verlo le pregunto.
- ¿ Ya estás de pie ?.
- Sí nos tenemos que ir dentro de poco.
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- ¿ Algo extraño dices ?.- le pregunto el pastor.
- Beberla ahora que está caliente, y coger de este pan si os apetece, si vais a
poneros en camino el cuerpo lo tenéis que tener preparado de alimento.
- Gracias por todo lo que has hecho por nosotros y recuerda que Dios te
recompensará.
- Te digo lo mismo.- le dijo Siba.
- No he hecho nada del otro mundo, si alguna vez pasáis por aquí venir a
verme.- les respondió el pastor.
- No creo que así sea, pero si lo fuera se hará, y recuerda que tus ovejas están
fuera de peligro, confía en Dios y verás que todo lo que hagas te saldrá bien.- le
dijo Jesús.
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- ¿ Entonces porqué te estás mojando ?.
Siba estaba muy cansado y no quiso responder nada más y se
puso a llorar.
Jesús lo miraba con ternura, se hacía cargo de la edad que tenía,
eran muchos años, y estaba solo vagando por esos mundos de Dios. Iba con su
catalejo, con sus libros y sus apuntes escribiendo todo lo que veía en los
planetas y en las estrellas.
Siba paró de llorar y miró a Jesús que lo observaba y le dijo.
- No me hagas caso, a veces lo tengo que hacer para desahogarme cuando
estoy en una situación embarazosa.
- Siba solo te quiero decir que escuches el agua cuando cae y que al mismo
tiempo escuches también tú corazón, dentro oirás la voz que te habla y en ella
encontrarás las respuestas a todas las dudas que tengas.
- ¿ Sigues mojándote ?.
- Es curioso, pero hace un rato que no cae sobre mí ni una gota de agua, y sin
embargo sigue lloviendo, ¿ Porqué ?.
- ¿ La quieres saber ?.
- Sí por favor.
- Pues a partir de ahora no dudarás más de mí.
Jesús había cumplido un año más. Hacía seis meses que había
dejado la casa paternal. Pensaba mucho en su madre y en lo que la quería, pero
él no había nacido para estar junto a su familia. Sabía que desde que nació que
era hijo de Dios, y que había venido a la tierra para servir a toda la humanidad.
Habían llegado a una aldea. Hacía mucho frío y Siba iba cansado y
hambriento, necesitaba que tomara algo caliente porque apenas podía caminar.
Habían cuatro casas separadas unas de las otras, humildes. Todo por allí era
triste y había mucho silencio, las gentes que habitaban esa aldea estaban
dentro de sus casas.
Jesús llamó a una puerta. Pronto fue abrir una mujer joven
vestida de oscuro y preguntó con voz desagradable.
- ¿ Qué queréis ?.
Jesús la miró, sabía que algo extraño iba con ella, pero le
respondió.
- Necesitamos beber algún caldo caliente, al menos para este anciano que ya no
tiene fuerzas.
La mujer se echó a reír a carcajadas y dijo.
- Esperar aquí que ya vengo.
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A los dos minutos salió con una palangana con agua sucia y se la
tiró encima de los dos diciendo con ira.
- No queremos mendigos aquí, iros y no volver más.
Siba fue quién se impactó más por lo sucedido que se quedó que
no podía respirar,
Jesús enfadado le dijo a la mujer.
La mujer seguía pidiendo auxilio. La poca gente que por allí vivía
estaban con ella pero sin saber que hacer, estaban todos aturdidos.
Jesús llegó hasta la mujer, y le dijo con voz serena.
- Dame a tu hija.
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- ¿ Estás arrepentida por lo que has hecho ?.- le preguntó Jesús.
- Sí lo estoy.
- Entonces Dios escuchará tu plegaria.
Llevaban dos días de camino. El temporal que hacía era malo con
lluvias y frío.
Siba estaba delicado no tenía resistencia, eran muchos años los
que tenía. Jesús sabía que se podía poner enfermo y decidió de hacer una
cabaña con todo lo que encontró para pasar allí el invierno. En solo dos días la
tuvo hecha con la ayuda que le pudo dar Siba.
Cerca había un río dónde iban para beber agua y para lavarse.
Habían pasado de esa manera casi todo el invierno.
Un día encendió Jesús una hoguera fuera de la casa. Los dos
estaban sentados en dos piedras grandes que habían llevado hasta allí para sus
tertulias cotidianas. Las llamas de la hoguera eran grandes con lenguas que
subían más de un metro de altura. Siba las miraba y también las chispas que
saltaban de la leña. Siba miró a Jesús y le dijo.
- Estoy recordando el día que llovía tanto y que estaba yo todo mojado, el agua
me hablo de ti, y sentí miedo por lo que escuché, pero con todo lo que he visto
de ti, te lo quiero decir, estoy escuchando ahora otra voz que me dice que te lo
diga.
- Ese día oí que me dijo la lluvia ó el agua no se como diferenciarlo que tú eras
el Hijo de Dios.
- Esto tienes que guardarlo dentro de ti, junto a tú corazón, y no lo tienes que
decir a nadie más, porque mi hora todavía no ha llegado. Mi Padre te ha elegido
para que estés a mi lado, Él solo sabe sus cosas.
En esos instantes apareció por encima de las llamas que ardían,
un coro de ángeles cantando alabanzas a Dios.
Siba los miraba con entusiasmo, estaba embobado y le pregunto
a Jesús.
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- ¿ Es cierto lo que estoy viendo, o es mi mente que lo hace ?.
- Estás viendo la Gloria de mi Padre que te da respuesta a tú pregunta. - le
respondió Jesús con voz cálida.
Jesús lo miraba tiernamente con amor, con esos ojos tan bonitos
que cuando miraba hacía estremecer. Jesús le respondió.
- Mi querido Siba, no lo has soñado esto te sucedió ayer por la tarde mientras
que nos calentábamos en la hoguera.
Siba lo miraba sin comprender, quería sacar conclusiones y se
puso a recordar. Pasados unos minutos dijo.
- Sé que ya soy viejo y que me falla la memoria, pero de lo que estoy seguro es
de haberlo soñado.
- Sabes mi querido Siba, ¿ Que los sueños y las visiones son una misma cosa ?.
- De sueños entiendo, pero de visiones no, respondió Siba mientras que se
sentaba en una piedra grande que había.
Los pájaros que por allí habían volaron hasta dónde estaba Jesús,
unos se le ponían en la cabeza, otros en los hombros, y en las manos. Las
mariposas que por allí pasaban volaron a su alrededor. Jesús estaba
emocionado, pues amaba la naturaleza por ser Dios quién la había creado.
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Siba cuando se encontraba solo iba buscando a Jesús hasta que lo
encontraba. Esta vez era maravilloso lo que estaba viendo, observaba con
atención todas las aves que estaban posadas sobre Jesús y tantas mariposas
que lo rodeaban. Siba dijo mirando al cielo.
- Soy el más feliz de los hombres al estar a tu lado, le dijo Siba emocionado.
- Eres bueno y humilde, un hombre de corazón transparente, es por eso que mi
Padre quiere que estés a mi lado.
- Creo que mi hora se está acercando, estoy viejo y muy cansado, es posible
que me quede poco tiempo de poder estar a tú lado.
Jesús puso sus manos sobre los hombros de Siba y mirándolo de
frente le dijo.
- Eres mago y honesto, eso hace de que puedas presentir que tu hora está
cerca, pero no tengas miedo porqué mi Padre estará contigo en ese momento.
Cambiando de tema Jesús dijo.
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que no se lastimara y cuando la tuvo en las manos la echó para que corriera.
Mientras que se alejaba Jesús le dijo a Siba.
- ¿ Has visto a esta liebre estaba atrapada por su ignorancia, creyó que por en
medio de los zarzales podría pasar ?, ha tenido suerte de que estuviéramos aquí
para sacarla de dónde se había metido.
Pues así es el ser humano que cree saberlo todo, y cae por su ignorancia,
destruyéndose a sí mismo por querer jugar a ser Dios.
Jesús miró los árboles en flor, las flores del campo, las aves que
volaban, las montañas y el cielo, seguidamente dijo.
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Jesús continuo cogiendo fresas y las comía.
Siba lo miraba con curiosidad, y también algo confuso, le
pregunto para salir de dudas.
- ¿ Quieres decir que todos los días estamos viendo a Dios tanto en su amor
como en su castigo ?.
Jesús hizo una afirmación con la cabeza mientras que miraba los
ojos de Siba.
- ¿ Entonces como se puede entender cuando dices que Dios vive en los cielos ?
.
- La mirada de mi Padre es infinita, puede estar allí y aquí. Su bondad no tiene
límites y su cólera tampoco. Se pone furioso cuando se le hace daño, se
destruye y se mata a lo que Él creó. Es como si le cortaran uno o dos dedos de
su mano.
- Pues debe estar más enfadado que contento, porque el ser humano hace lo
que le place sin mirar que daño puede causar a otro ser humano ó a la
naturaleza.
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- Ayúdame, ponte delante de él, que yo me pongo detrás se va a enterar este
de quién somos nosotros.
El compañero no hacia lo que el otro le decía y harto de verlo
jugar al ratón y al gato, le dijo.
- Ninguno, vamos a los ríos a coger peces, siempre tiramos los pequeños,
porque no los quieren quien nos lo compran.
- ¿ Entonces tenéis por costumbre de hacer lo que habéis hecho hoy ?.
- Pensamos que no estamos haciendo ningún mal.
- ¿ Llenáis los ríos de peces muertos pensando que lo que hacéis esta bien ?.
Este hombre que habló miró a su compañero y permaneció
callado.
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- Estoy seguro de que nacisteis guapos, pero vuestras malas acciones han
hecho que seáis feos.
- ¿ Es posible que una persona se ponga fea por hacer cosas que no esta bien ?.
- Así es amigo mío, todo lo que se hace de mal se refleja en el cuerpo.
- Somos ignorantes, quizás sea por eso que no te entendemos, pero desde
luego que a partir de hoy vamos a pensar mejor de lo que lo hacemos.
Hacía un rato que estaban al sol, sus ropas se habían casi secado
y decidieron irse.
- Quédate aquí que voy a ver que hay al otro lado del cerro.
- Sí hijo ves, Siba respondió con voz apagada.
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- ¿ Hermano que te trae por aquí ?. ¿En qué te podemos ayudar?.
- La paz de Dios sea con vosotros.- les dijo Jesús.
Ellos esperaban a que Jesús les dijera que quería.
- No os quiero molestar, solo pido si podéis acoger por unos días a un anciano,
que espera al otro lado del cerro.
Uno de ellos el más mayor dijo.
- Claro que sí, y el tiempo que sea necesario.
Jesús sonrió contento y les preguntó.
- ¿ Estáis sirviendo a Dios ?. ¿ No es cierto ?.
- Así es, hacemos lo que podemos, tratando de hacerlo lo mejor posible.
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- Te he dejado en buenas manos, estos oradores cuidarán bien de ti, me voy
tranquilo. El día que mi Padre te llame yo estaré contigo.
- Estarás lejos de aquí. - le respondió Siba con voz apagada.
- No lo he creído oportuno.
- Vamos ayúdame.
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cerca de él. Cogió uno, le dio un beso y lo echó al agua seguidamente
diciéndole.
El pez nadaba entre una manada mientras que Jesús los miraba
sonriendo.
Salió del río y se fue debajo de unos grandes matorrales, para
resguardarse del sol, pues era un día caluroso, se quedó dormido. No por
mucho tiempo, porqué un contacto en la pierna lo hizo despertar. Miró y vio que
se trataba de una serpiente que le iba subiendo por la pierna arriba. El animal
era grande, con cuidado cogió la cabeza, se puso de pie y la llevó a donde había
hierba alta, y la dejó allí, diciéndole.
Había un árbol alto y fue subiendo por el tronco hasta llegar a las
ramas. Jesús la observaba y dijo.
- Perfecto.
- ¿ Tú con esa edad vas a saber más que yo que soy el maestro ?
- A lo que se refiere a Dios sí.
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- ¡ Eres un impertinente !.- le dijo el maestro enfadado mientras que lo cogía
por el brazo y lo zarandeaba.
- Dile a tu padre que venga a verme, tengo que hablar con él.
Pasados dos días José fue a ver al maestro. Este le dijo que Jesús
no se portaba bien y que daba mal ejemplo a los otros niños, si no tenía un
buen comportamiento no podía seguir yendo a la escuela.
José regañó a Jesús estando delante María. Él respondió que
había aprendido a leer y a escribir y que no volvería más a la escuela.
Jesús abrió los ojos y dirigiéndose a José y a su madre dijo en voz
alta.
- Benditos seáis.
- Madre, eres tan hermosa y bella como humilde, siempre fiel estás ahí dando
luz a la noche.
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Cogió las alforjas se las echó al hombro y siguió su camino
ayudado de su vara.
La anciana tenía más de ochenta años. El rostro lo tenía marcado por las
arrugas, no veía bien porque la niña de sus ojos estaban tapadas por una fina
tela.
- Los que cuidaban de mí se fueron a vivir a otra casa mejor que esta.
- ¿ Murió tu marido ?.
- Hace años y tuvimos un hijo que murió joven de una enfermedad que le dio.
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Jesús la miraba con pena. Se acordaba también de Siba, él
tampoco tenía a nadie, pero su problema estaba solucionado. Ahora había
encontrado otra alma sola en la tierra, ¿ De qué manera iba a solucionar esto ?,
sobre todo en la soledad en que vivía.
- Sí que lo comprendo, estoy seguro que no te has ido porque quiere que me
conozcas.
- ¿ Si no sé quién eres ?.- le respondió la anciana extrañada.
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Habían árboles frutales alrededor de la casa, era de esa fruta que
se alimentaba la anciana.
Jesús se preparó para él una de las habitaciones que dejaron los
que se habían ido.
La anciana se fue pronto a dormir. Jesús buscó fuera de la casa
un lugar para la meditación. Estuvo más de una hora con la mente puesta en
Dios, y le pedía un lugar para dejar la anciana con alguien de confianza.
Amaneció un día espléndido. Habían arbustos con su flor, los
animalitos se les veían correr por el campo felices. En la huerta de la anciana
había una higuera que estaba cargada de higos. Jesús se acercó y estuvo
cogiendo, ese fue su desayuno.
La anciana lo seguía, quería estar cerca de él, buscaba poder
hablar. Ella le preguntó.
- Por la edad que tienes debes de saber que Dios creó todo lo que hay sobre la
tierra. Árboles, plantas, flores, animales y también al ser humano, pues de esa
manera hay que imaginarse a Dios.
La anciana lo miraba sorprendida y le respondió.
- No me imagino a Dios con cara de una rosa, como un árbol, y aun menos con
cara de un animal, porque Dios tiene que ser bellísimo sin punto de
comparación a nada.
Jesús la miraba satisfecho y contento, le preguntó.
- El hijo que tuvisteis a quien se parecía, ¿ A tu marido o a ti ?.
La anciana se quedó pensativa porque había comprendido lo que
Jesús le quiso decir, y respondió.
- Se parecía a los dos, pero a mí más. ¿ Entonces cuando comemos una naranja
u otra fruta estamos comiendo de Dios ?.
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Hacía varios días que Jesús estaba con la anciana. Ella creía que
se iba a quedar a vivir para siempre allí, pero Jesús tenía una misión que
cumplir, la de ir ayudando a todo el que lo necesitara.
- ¿ Tienes padres ?.
Jesús cogía fruta y respondía al mismo tiempo.
- Sí tengo padres, y también hermanos.
- ¿ Sabe ahora que estás conmigo ?.- le preguntó la anciana con curiosidad.
- Lo sabe.
- Está madrugada fui a tu habitación para ver como dormías, había en mi una
gran curiosidad y me asusté o algo raro me ocurrió al ver que a tu alrededor
donde dormías había una luz plateada parecida a una nube que te envolvía. De
tu cabeza salía una gran estrella dorada. Me fui asustada, traté de dormir pero
no pude.
Jesús la escuchaba atentamente, como estaba temblorosa y para
que se calmara le dijo.
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- Eres sabia mujer.
Ella al oírlo lanzó un grito del susto que se había llevado, no sabía
que decir, tenía las manos puestas en la boca para evitar de que salieran más
gritos, al final dijo.
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- Era un gran jardín, habían rosas muy grandes, más de las que jamás haya
visto. Eran todas de color azul fuerte. Habían también otras clases de flores que
no conozco. Estabas tú en medio de ese jardín cuidándolo con mucho esmero,
acariciabas cada flor y le hablabas, pero yo no oía lo que le decías.
Jesús la escuchaba sonriendo y feliz.
La anciana le preguntó.
- ¿ Que hacías en medio de ese jardín ?.
- ¿ El sueño quien lo ha tenido tú o yo ?.
- No veo mucho, tampoco puedo caminar con los dolores de piernas que tengo,
creo que estoy aquí mejor sola.
- No lo estarías si hubieran vecinos alrededor sería otra cosa, pero puede llegar
un desarmado y hacerte daño. Tampoco es conveniente que te quedes porque
la muerte te puede sorprender en cualquier momento en el invierno próximo.
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El hombre estaba sentado cerca en la hierba. Se puso de pie y fue
hasta ellos. Jesús le dijo.
- ¿ Quiénes son ?.
El marido, le dijo.
- Ven y cógela, llévala dentro y prepara comida.
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El labrador como no lo comprendió no dijo nada, pero había
pasado un rato y le preguntó a Jesús.
- Antes me dijiste que se me pagaría siete veces más el favor que os voy hacer,
¿ Con qué dinero me vas a pagar ?.
- No voy a ser yo quién te dará siete veces más, sino Dios Todopoderoso que
con su ojo mágico, ve lo que se hace de bueno o de malo en la tierra.
- Me voy a dormir.
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- Volveré dentro de dos días. Y tú hijo mío cuida de las tierras mientras que yo
no esté.
Seguidamente emprendieron el camino. El labrador iba hablando
del invierno pasado que habían tenido con mucho frío y que una gran parte de
las hortalizas se helaron, y que habían tenido una mala cosecha.
Jesús le escuchaba atentamente.
El labrador le preguntó.
- ¿ De qué manera se me devolverá siete veces más todo lo que estoy haciendo
por ti ?.
- ¿ Porque te preocupas tanto por eso ?.- le preguntó Jesús.
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- La bondad que ha salido de vuestros corazones es la voz de Dios.
- Entonces eso que se siente por dentro como un bienestar después de haber
realizado un hecho bueno, ¿ Es Dios ?.
- Siempre estamos todos viendo a Dios, tú lo ves cada día y no te das cuenta.
- ¿ Te refieres a la naturaleza ?.
- ¿ Y quién sino ?, de ella nacemos y a ella volvemos.
- Hablas muy bien.- le dijo el labrador mientras que mordía una manzana.
- No quiero que crean que hablo bien, sino que me comprendan lo que deseo
transmitir.
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- ¿ Porqué no me hablas de tu maestro ?.
- Antes te he hablado y no me has escuchado.
- ¿ Cuando ?.
- Te he hablado de la naturaleza y del misterio que va con ella.
- También lo puedes hacer tú y más que vives en el campo, y que puedes ver a
la tarde cuando duermen las flores, y por la mañana cuando se despiertan.
Puedes mirar la salida del sol, y cuando se pone. También si quieres puedes
seguir los ciclos de la luna, cuando está llena, los mensajes que deja al pasar.
Las nubes nos hablan con las formas que toman.
¿ Te das cuenta todo lo que puedes aprender en el sitio dónde vives ?.
- Todo lo que me has dicho lo veo a diario, pero tiene que haber algún modo de
saber y entender todos los mensajes que lleva cada cosa, ¿ Como haces tú ?.
- Antes te dije que escucharas la voz de la bondad, que es la voz de Dios, con
ella puedes hacer todo lo bueno que te propongas, y aprender de la naturaleza
será entonces fácil.
- Lo tuyo si que es tener buen corazón, y ser valiente a la edad que tienes.
- Para mi no es ningún mérito hacer esto, porque estoy haciendo lo correcto, lo
que Dios quiere que se haga dentro de su ley.
- Lo que estas haciendo con esta anciana sí que tiene mérito aunque no lo
creas, también tienes una gran responsabilidad llevándola contigo, ¿ Y si le
pasara algo ?.
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- Conmigo nada le va a suceder, la responsabilidad la tiene Dios por haberla
puesto en mi camino.
- Pues aún con eso os podría ocurrir a los dos algo malo.
Jesús miraba a los ojos del labrador con mirada tierna , después
le dijo.
- Hablas así, porque no sabes como es mi Padre, Él vela para que no suceda
nada de lo que dices.
El labrador exclamó creyendo que había comprendido y respondió.
- ¡ Ah !, ahora entiendo, tu padre está muerto y vela por ti, ¿ No es eso lo que
me has querido decir ?.
Jesús miraba a los ojos del labrador, notó que algo extraño había
en su mirada que se clavaba fuertemente, como no lo podía más resistir dijo
quejándose mientras que se tapaba los ojos con sus manos.
Jesús cogió las manos del labrador y las separó de sus ojos, y le
dijo.
- Voy a mirar para ver si nos podemos quedar por aquí, tiene que haber algún
sitio.
El labrador no dijo nada y se quedó con la anciana mientras que
los dos miraban como se alejaba Jesús. La anciana pidió al labrador que la
bajara de la borrica, porque estaba cansada de ir subida en ella.
Pronto volvió Jesús, vio como la anciana estaba sentada sobre un
tronco de árbol, cerraba los ojos porque se estaba quedando dormida. El
labrador estaba de pie junto a la borrica esperándolo. Jesús dijo.
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Jesús ayudaba a la anciana a caminar, y el labrador iba estirando
de la borrica.
Llegaron a la cueva. Dentro estaba seco, no había entrado el
agua. El labrador llevaba una manta doblada encima de la borrica, la cogió y la
extendió en el suelo para que la anciana se acostara a descansar.
La borrica tenía hambre y empezó a comer hierba, así estuvo
hasta que se hartó.
A la noche, cuando dormían el labrador y la anciana, Jesús subió
a la cima de la montaña para la oración. Allí estuvo hablando con Dios. El
tiempo fue indefinido el que estuvo orando.
Se quedó dormido en la copa de la montaña, y lo despertó la
salida del sol. Miraba al Rey astro como iba subiendo, haciendo un baile
armonioso. Jesús dijo sin dejar de mirarlo.
- Hoy estoy muy cansada, espero que lleguemos a un lugar donde pueda
descansar bien, ¿ Crees que lo vamos a encontrar?
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de la borrica, tanto ella como el animal estaban cansadas, la anciana caminaba
cojeando.
Jesús llevaba las alforjas al hombro, y la vara larga cogida de su
mano derecha. Se acercó a la primera puerta. Una mujer salía al escuchar que
alguien hablaba. Vestía de negro, llevaba en la cabeza sujeto un pañuelo
también de color negro. Aparentaba unos cuarenta años de edad. Ella miraba
extrañada a los recién llegados, pero sobre todo se fijo en la anciana en las
condiciones en que estaba y dijo.
- Es mi hija.
Era alta, con los cabellos largos y negros. Vestía una bata larga de
color gris. No se detuvo en el recinto, miró solo a Jesús, a la anciana y al
labrador, y salió de la casa sin decir nada. Su madre la llamó diciéndole.
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- No tiene a nadie y la he traído conmigo, hasta encontrar un alma buena que
se quede con ella.
La mujer paró de comer y extrañada respondió.
- Aquí termina la tierra, y ahí empieza el mar, ¿ donde quieres ir con ella ?.
- La dejaré dónde se pueda quedar.
Nadie más dijo nada. Fue la joven quien quitó la mesa y la limpió.
Seguidamente entre ella y su madre preparaban una habitación para que
durmieran los recién llegados. A la anciana le acostaron pronto, pues tenía
muchos años y estaba cansada de ir subida en la borrica.
Dentro de la casa hacia calor, salieron fuera y se sentaron en
unas banquetas de madera. En las otras dos casas también estaban quien las
habitaban sentados en la puerta tomando el fresco. No cesaban de mirar a
Jesús y al labrador, por allí era raro de que fueran gente, apenas conocían a
nadie, las tres familias estaban todo el año viviendo solos.
La dueña de la casa estaba preocupada por la anciana y le
pregunto a Jesús.
- Eres joven, y pienso que es posible que no te des cuenta en el estado en que
está la anciana que has traído, ¿ Porqué has hecho que viaje tan mayor como
es ?.
- Porque no tiene a nadie, vive sola en una casa vieja que está a punto de
caerse, cuando hubiera llegado el invierno habría muerto de frío y de hambre.
- ¿ Eres pescador ?.
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- Lo soy en cierta manera, respondió mientras que miraba a todo el pelotón de
gente que se había formado, y que lo observaban con curiosidad.
La dueña de la casa le preguntó a Jesús.
- Hablas de manera que no se te entiende, estoy segura que los que estamos
aquí no hemos comprendido lo que has querido decir.
Jesús los miró a todos y les preguntó.
- Que cosas más te ha enseñado, ¿ Nos las puedes decir ?.- preguntó otra.
- Pues que estamos aquí en la tierra para ayudarnos los unos a los otros, y para
que hagamos entre todos que la creación siga adelante, y de esa manera habrá
progreso.
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Cada vecina con sus hijos se fueron a sus casas.
Jesús se alejó para orar en el silencio. Subió hasta una meseta y
allí habló con Dios. Estuvo un buen rato, era ya de madrugada cuando bajó. Al
llegar a la casa estaba la joven en la puerta. Jesús le preguntó.
- ¿ No tienes sueño ?.
- No sé si lo que hago es orar, pero cada noche le pido a Dios que cuide de mi
padre, y también de mi madre, pero más por él, porque mi padre se pasa días y
noches en el mar. ¿ Como oras tú ?.
- Con la palabra y con el pensamiento.
38
Jesús lo esperaba fuera junto a la borrica, que la acariciaba. Jesús
le dijo.
Acabando de decir estas palabras, el sol brilló con más fuerza, los
rayos que daba iluminaban el mar y la tierra.
La joven ante tanta luz, tapó con su mano los ojos porque creía
que se quedaba ciega.
Se escuchó una voz muy potente que dijo.
- Es verdad, eres tu mi hijo, a quién he enviado, a quién amo y amaré hasta la
eternidad. También amaré a todas las criaturas que tu ames.
Todo quedó en silencio. Jesús y la joven seguían cogidos de la
mano, pero ella tenía los ojos encharcados de lágrimas que no podía retener por
la emoción que sentía en esos instantes.
Jesús la miró y le dijo.
39
Ella no decía nada porque lloraba en grandes sollozos. Jesús la
ayudó a que se sentara encima de la hierba.
Cuando se había calmado y estaba más tranquila, Jesús le dijo.
- Has oído la voz de mi Padre, y es por eso que desde ahora te pongo el nombre
de María, te llamarás así.
Jesús siguió de pie oyendo la voz de Dios, él solo.
Cuando terminó se sentó junto a María. Ella apenas si podía
hablar, se había quedado sin fuerzas. Jesús como sabía que eso era normal,
esperó a que se recuperara poco a poco. Cuando se recuperó le preguntó a
Jesús.
María levantó su mirada, era dulce y con un brillo de luz que tenía
en la niña de los ojos, le respondió a su madre.
- ¿ Como es tu madre ?.
Jesús pasó sus manos por los cabellos de María acariciándolos y
respondió con voz suave.
40
- ¿ Tu padre como es ?.
- Mi Padre es el todo, el principio y el fin de todas las cosas.
La mirada de Jesús y de María se encontraron y fue unos
momentos de magia los que hubo entre ellos dos.
María puso su cabeza en el hombro de Jesús y le dijo.
- Tendrán que pasar algunos años, hasta que yo venga a buscarte, entonces ya
no te separas más de mí.
- ¿ La anciana se quedará aquí ?, le preguntó María.
- Se quedará, y quiero que cuides de ella, pues no le queda mucho para que
entregue su espíritu.
María quitó la cabeza del hombro de Jesús y le dijo.
- Nadie sabe que ahora me llamo María, solo tu y yo, cuando te vayas nadie me
llamará así.
Jesús cogió con su mano la barbilla de María y mirándola a los
ojos le dijo.
- Cuando yo te venga a buscar y estés conmigo, todos te llamaran María, y
también te conocerán por ese nombre toda las humanidad.
María estaba muy emocionada, y lloró de alegría. Cogió la mano
de Jesús, se la llevó a su mejilla, la tuvo así unos minutos, después se la llevó a
la boca y la besó.
María dijo clavando sus ojos en los de Jesús.
- En estos instantes siento por ti amor y también dolor, ¿ Porque me
ocurre esto ?.
- ¡ Bajamos enseguida !.
41
Cuando Jesús y María llegaron a donde estaba su madre, esta los
miraba, y se fijaba en los dos. Creyó que se habían enamorado, pues conocía
muy bien a su hija, y no era la misma desde hacia solo un día.
Era cierto que entre ellos había amor, pero no el que el ser
humano piensa, el terrenal el único que conocen la mayoría de todos.
Jesús nació con el amor del universo, ese era el que iba
expresando, el que le habían enseñado. Sabía mejor que nadie como era el
amor entre un hombre y una mujer, pero este no es el que vino a mostrar.
Todo lo que el transmitía era mágico, como su propia vida y procedencia. Como
humano que era por haber nacido en la tierra sentía dentro de él, el deseo de
amar, pero eso no era su misión y tuvo que luchar en muchas ocasiones para
no caer en la tentación.
- ¿ Quienes son ?.
Ella miró a Jesús y a la anciana y respondió.
- Sé que eres agradecida, eso es honradez. También tienes más cosas buenas
que tu quizás no sepas.- le dijo Jesús.
42
Las palabras de Jesús la había estremecido, y por sus ojos
resbalaron lágrimas. Seguía cogida a las manos de él, las acercó hasta su rostro
arrugado y las besó.
La anciana mirándolo le dijo.
- ¿ Sabes hijo que te quiero ?, en pocos días te he cogido mucho cariño. Has
hecho por mí lo que hubiera hecho también mi hijo, pero mi preocupación es
que tengo ahora que volver a empezar con otras personas que no conozco.
Jesús con sus dedos secó las lágrimas de la anciana y le dijo.
- Quiero pedirte que me llevéis con vosotros en el próximo viaje que hagáis, ¿
Es posible ?.
- Por mí sí, pero tengo que contar con los demás, la barca no es solo mía, es de
los tres que salimos a pescar, le respondió el padre de María mientras que se
comía unas de las rosquillas que había hecho su hija. Cambió de tema y le dijo
a Jesús mostrándole la rosquilla que se estaba comiendo.
- Come de este manjar, no conozco a ninguna mujer que haga las rosquillas
como mi hija.
La esposa replico riendo y le dijo.
- Tu hija, siempre tu hija, también te gustan como yo las hago, ¿ No es cierto ?.
- También están buenas, pero es que mi hija lleva mi sangre, es por eso que las
que ella hace me gustan más.
Todos rieron por lo que el padre de María había dicho, les habían
hecho gracia.
Era un hombre de aspecto bonachón y alegre, lo demostraba más
cuando estaba cerca de su mujer y de su hija.
Jesús había comido una rosquilla, pero cogió otra para complacer
al padre de María. Ella lo miraba mientras que la comía y sonreía.
Jesús no era de mucho comer, y con solo un poco de comida tenía
bastante.
Cuando hubieron todos acabado de cenar, se quedó María y su
madre recogiendo la mesa y fregando todo lo que habían ensuciado.
El padre de María le pregunto a Jesús.
43
- En verdad, hace pocos días que la conozco, está sola y no tiene quien la cuide,
si la hubiese dejado donde estaba viviendo, este invierno habría muerto de frío,
porque la casa que tenía estaba en ruinas.
- ¿ Qué ocurre ?.
Jesús la cogió de un brazo y le dijo.
44
- Ahora cuando salga te voy a dar una zurra.
- Hacer lo que os digo si no queréis perderlo todo.- les dijo Jesús.
Los padres de María, ella y los otros pescadores fueron al
encuentro de Jesús. Él les preguntó.
- ¿ Los conocéis ?.
- Quieren quitarnos la mitad del dinero que hemos ganado con la pesca.-
respondió el padre de María.
- ¿ Porqué ?.
- Porque ellos no habrán pescado nada en los días que han salido a manear,
siempre tenemos la misma historia con ellos, nos piden que repartamos el
dinero que han dado por la pesca que hemos hecho.
- ¿ Veis que eso sea justo ?.- le preguntó Jesús a los tres pescadores.
- No, dijo uno.
Jesús cogió la parte delantera de la barca y les dijo con voz tranquila.
- Estáis en lo cierto, mirar como la barca se hunde.
45
Jesús volvió junto a ellos. El padre de María le preguntó.
- ¿ Hija que tienes tu que ver con todo esto ?, no son asuntos tuyos.
- Lo son aunque no lo creáis.
- ¿ Que os parece ?.
- Por mi bien.
- Porque ella tiene que comprender, si solo es una niña o casi, tampoco
entiendo yo como es que ella ha hablado de ese modo, jamás antes lo hubiera
hecho porque mi hija es muy callada.
46
- Bueno yo me voy a dormir, porque solo tenemos un día para descansar,
después volvemos otra vez al mar.- dijo el padre de María.
Entró en el dormitorio, su esposa estaba ya acostada. Él mientras
que se metía en la cama le preguntó.
- Qué tonterías dices, bueno voy a dormir porque solo tenemos unas horas para
descansar.
- Los años pasan deprisa, no te darás ni cuenta y otra vez me verás aquí,
entonces será para llevarte conmigo.
María retenía las lágrimas para no llorar, pues sabía que sus
padres estaban dentro de la casa y en un momento u otro podrían salir. Ella le
pregunto a Jesús.
- ¿ Estaremos tu y yo solos ?.
- No, habrá mucha más gente con nosotros, que al igual que tú serán también
hermanos, será una hermandad de amor, del amor que mi Padre creó para
todos los que estén a mi lado.
47
- ¿ Todos te querrán como te quiero yo ?.
- Unos sí, otros a medias, y otros no, respondió Jesús tristemente.
La madre de María salía en esos momentos de la casa. Preguntó a
su hija mientras que la observaba.
- ¿ Porqué lloras ?.
- Porque mañana al amanecer te habrás ido, me quedaré con todo este amor
que me dejas y con el amor de Dios, que sé que lo tendré, cuando hable con Él
es como si estuviera hablando contigo, eso me reconforta.
- El padre de María subía a buscarlos, para él hacia mucho tiempo que estaban
los dos solos en la meseta. Cuando estuvo cerca los vio como miraban al mar y
al cielo, se quedó donde estaba porque una fuerza lo detuvo, él no sabía que
era pero se vio sin ganas de avanzar. Observaba a su hija lo bien que se
encontraba y lo radiante y bella que era.
Jesús le dijo a María.
- Vamos a bajar, hace ya un rato que tu padre nos espera.
48
María miraba a sus alrededores buscando a su padre y como no lo
veía le preguntó a Jesús.
-¿ Donde está ?.
- Mas abajo, donde nos puede ver.
Fueron bajando, y junto a un matorral estaba el padre de María
que los esperaba. Él le dijo a su hija.
- ¿ Tiene que ver Dios con la barca de los otros pescadores para que se
rompiera ?.
- Ellos fueron castigados por su ignorancia, pero no se puede decir que sea Dios
quien lo hizo, él no está para esas cosas, su poder lo usa para hacer grandezas.
Es el ser humano que se castiga a sí mismo por hacer lo que no está bien, es
como un ciego que camina por la calle sin bastón.
49
- ¿ Sabe usted quien es el padre de él ?.
- Sí, se quien es.
- ¿ Lo conoce ?.
- Es Dios.
- Gracias hijo mío por todo lo que has hecho por mi, ten cuidado a donde vayas
y rodéate de buena gente.
Jesús sonreía por el consejo que la anciana le daba, y le dijo.
- Te llevaré siempre en mi pensamiento, porque el cariño que siento por ti es
grande, has sido una mujer muy valiente.
50
Jesús había subido a la meseta y estaba orando. Una silueta de
mujer se acercó a él. Era María que quería estar por última vez a su lado. Lo vio
como salía de la casa y fue detrás de él sin que sus padres la vieran, creían que
ella dormía.
Jesús le dijo preocupado.
- Ese día vendrá pronto aunque haya unos años por delante.
Bajaron los dos de la meseta sin hacer ruido para que los padres
de María no la vieran con él.
En la barca esperaban los tres pescadores, sus respectivas
esposas y sus hijos. María llegó con Jesús. Ella se despidió de su padre dándole
un beso en la mejilla. Él le dijo.
51
El padre de María no escuchaba lo que le decía su compañero y
miraba por todo su alrededor buscando esa voz que le había hablado. Solo se
veía el mar inmenso y el cielo de un azul precioso.
Los otros dos pescadores seguían cada uno en su faena,
dejaron de bromear porque pensaron que su otro compañero estaba molesto.
Jesús estaba tranquilo mirando como la barca avanzaba en el
mar. El padre de María lo observaba con detenimiento, al fin le preguntó.
- No lo sé, realmente no lo sé, pero quizás mi esposa tenga razón en cosas que
piensa de ti, es una mujer y ya sabes las mujeres tienen mucha intuición.
- ¿ Ocurre algo ?.
- Hace unos minutos he oído una voz.
- Bueno ya que no nos vamos a ver más ven con nosotros a tomar una jarra de
vino.
- Gracias por tu invitación, pero yo tengo que continuar mi camino y no creas
que es la última vez que nos veremos.
52
- ¿ Vendrás quizás para casarte con mi hija ?.
- En cierto modo sí.
- No entiendo nada de todo esto que me quieres decir, ¿ Sabes que me dejas
preocupado y sorprendido ?, ¿ Quizás no te has parado a pensar que para que
te cases con mi hija soy yo quien tengo que darte el permiso ?.
- ¿ Como qué ?, ¿ Acaso me quieres decir que este es de esos que se llevan a la
mujer ?.
- Estoy seguro que sí, solo tienes que mirar la cara de seductor que tiene.
53
ordeñando a sus ovejas. El pastor se dio cuenta de su presencia, y le dijo que
entrara, le preguntó.
- ¿ Qué quieres ?.
- ¿ Está tu hijo Juan ?.
- ¿ Conoces a mi hijo ?.
- Sí lo conozco.
54
La madre de Juan los miraba con curiosidad sin entender que era
lo que estaba pasando. Le preguntó a su hijo.
- Juan tengo miedo por ti de como hablas, nunca te he oído decir esas cosas. Tu
padre cuando yo se lo diga se asustará también, y puede que se enfade contigo.
Juan le dijo a su madre con cariño.
- Soy tan feliz de verlo, esperaba a que llegara este momento, sabía que un día
se iba a producir pero lo que no sabía es que fuera tan pronto.
La madre no reconocía a su hijo, y se encaró con Jesús hablándole
de malos modos.
- ¿ Que quieres de mi hijo, para que has venido ?, ¡ Vete de esta casa !.
Jesús la miraba con ternura, porque sabía lo que sentía como
madre que era. Le dijo para tranquilizarla.
- No tengas miedo mujer, tu hijo se quedará por ahora contigo, pero la próxima
vez que me veas aquí, es para que venga conmigo.
Ella se abrazó a su hijo protegiéndolo y le dijo a Jesús con rabia.
55
- ¿ Como te llamas ?.
- Jesús.
- ¿ Sabes que es una suerte de que haya venido aquí ?. ¿ Que lo hayas
conocido y hayas hablado con él ?.
- ¿ Pues quien es ?.- le preguntó su madre.
La madre de Juan hizo una buena comida que comió ella, Juan y
Jesús. El padre de Juan estaba pescando.
Cuando Jesús se iba se despidió diciendo a Juan y a su madre.
- Cuidaros bien el uno del otro.
Juan le dijo a Jesús.
- Hasta pronto Maestro.
56
Jesús dejó al perro encima de la hierba y se puso de pie. Los
higos rozaban su cabeza, estuvo comiendo hasta que se quedó bien.
Seguidamente cogió las alforjas y su vara, y emprendió el camino acompañado
por el perro que lo seguía como si lo conociera de siempre. El animal según iba
caminando miraba a Jesús, su mirada era noble pero también había tristeza en
sus ojos.
Como esa noche había dormido bien, y tampoco tenía hambre por
todos los higos que había comido por la mañana, estuvo caminando todo el día
hasta que llegó la tarde. En un árbol grande y grueso se quedó para pasar la
noche. El perro estaba cansado de haber estado todo el día caminando. Pero no
se notaba por lo contento que estaba de como lo demostraba jugando con
Jesús.
Cerca había un pequeño riachuelo, Jesús fue acompañado del
perro que no le dejaba en ningún momento, cada paso que daba Jesús, también
lo daba el animal. Estaba orgulloso de haber encontrado ese amo.
Jesús se estuvo lavando los pies y todo el cuerpo, y por último
bebió agua. El perro también estuvo bebiendo hasta que no pudo más.
Fue buscando algo para comer y encontró un moral, estuvo
comiendo de su fruto, también le dio al perro para que comiera, el animal como
tenía hambre comió lo que le dio Jesús.
La noche había llegado y se fue al árbol que había elegido para
dormir y se estiró encima de la hierba. El perro se acostó a su lado y pronto se
quedo dormido.
El cielo estaba bordado de estrellas que cada una daba un brillo
con un color diferente. Jesús las estaba mirando y las contaba.
A la mañana siguiente los rayos del sol entraban por entre las
ramas del árbol, también le daba en la cara a Jesús y se despertó. El perro
estaba sentado junto a él, esperando a que despertara. Lo cogió y lo sentó en
sus piernas. Los dos jugaron un rato.
Emprendieron de nuevo el camino, al llegar el medio día el sol
pegaba fuerte y se podía oír el ruido del agua de un río como bajaba, se dirigió
allí. Habían matorrales, y junto a uno dejó las alforjas y la vara. Se quitó la
túnica y se metió en el agua nadando. El perro iba tras de él. Estuvo bañándose
un buen rato y jugando en el agua con el perro que muy contento daba
ladridos. Los dos lo pasaron bien.
57
Jesús miraba a los cinco detenidamente después les dijo.
- Soy vuestro amigo. ¿ Porque vivís aquí, no tenéis otro lugar?.
- Vivimos aquí escondidos porque nadie nos quiere.- dijo uno.
- La gente cuando nos ven se ríen de nosotros y nos tiran piedras.- dijo otro.
- Ese nombre me gusta, no conozco a nadie que se llame así.- dijo otro.
- Es verdad, yo no he conocido a nadie con ese nombre.- dijo otro.
58
A Jesús le hacían gracia, sólo hacia un rato que había llegado y
querían saber todo acerca de él. Lo veía normal puesto que llevaban tres años
allí sin ver a nadie.
- ¿ De dónde eres ?.
- De Nazaret.
El más pequeño, pronto le cogió cariño a Jesús, se sentó a su lado
y no se separaba de él. Los otros cuatro eran más independientes.
- ¿ No tratan de buscarte ?.
- No, porque saben dónde estoy.
- Si todas las personas fueran como vosotros, no hubiera hecho falta que yo
viniera a la tierra.
- Si todos los seres humanos que habitan la tierra tuvieran más inocencia, no
habría maldad, y sería el paraíso que Dios creó, que mi Padre hizo para sus
hijos.
- ¿ De que Padre hablas ?.- le preguntó uno.
59
- ¿ Pues si Dios es bondad ?, ¿ Porque hay hombres fuertes y guapos, mientras
que nosotros nos tenemos que esconder por ser pequeños ?. - Le preguntó el
más pequeño.
Todos reían incluyendo a Jesús por lo que este último había dicho.
Jesús les dijo.
- Las flores en el campo son todas bellas, pero las más grandes el viento las
deshojan pronto. Las más pequeñas son las que más duran y siempre
permanecen bellas.
Uno dijo.
- Me gustaría hablar de Dios como tú lo haces.
- Tu también lo puedes hacer si te lo propones.- le respondió Jesús.
- ¿ Me puedes enseñar tú ?.
- Dios me ha enviado a esta cueva para que deje su luz.
Hizo una pausa. Todos lo observaban para ver que era lo que iba
a decir.
60
- Dichosos de vosotros que me habéis visto y que gozáis de mi compañía.- les
dijo Jesús.
Empezaba anochecer y decidieron salir al campo en busca de
fruta para la cena.
El perro iba delante de todos corriendo y dando saltos de lo
contento que estaba.
Encontraron frutos que daban unos árboles que habían. Comieron
hasta quedar llenos. Los cinco enanos se gastaban bromas y jugaban con el
perro. Treveles participaba en todos los juegos con sus ladridos y saltos que
daba mordisqueándoles las manos y los tobillos.
Jesús se alejó para orar y dar gracias a Dios, por los cinco que
había puesto en su camino, y que eran unas almas buenas.
La noche había llegado y como hacia rato que Jesús se había
alejado de ellos, decidieron de ir a buscarlo.
Después de estar minutos mirando por todos los sitios, lo
encontraron de pie apoyado en un árbol. No comprendían porque se había
alejado.
Cuando Jesús vio que se acercaban les dijo.
- Me gusta mucho, cada tarde la miro, está ahí a la misma hora, parece que
hable con los destellos de la luz que manda. ¿ Las estrellas tienen vida como
nosotros ?.
- Dinos algo que no veamos pero que existe.- le preguntó otro con entusiasmo.
61
Jesús los miró a todos sonriente y les hizo esta pregunta.
- ¿ Alguno de vosotros habéis visto el aire ?.
Los cinco se miraron preguntándose si alguno de ellos lo había
visto.
- Yo no.- dijo uno.
- Yo tampoco.- respondió otro.
- Voy al río.
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- ¿ Conoces la cascada que hay aquí detrás ?.- le dijo el más pequeño.
- ¿ Te lo ha dicho ?.
- No, pero lo intuyo.
- Hijo mío estás ahí por todos ellos, todos te necesitan desde el más rico al más
pobre.
Cuando la voz de Dios cesó. Jesús lloró con mucha pena y
dirigiéndose al Padre le dijo.
- ¿ Como voy a convencer a los hombres que tienen poder y que les sobran de
todo para que repartan entre los que no tienen de nada ?.
63
Volvió a oír la voz de Dios que le respondió.
- Hijo es tu misión. Si lo llegas a conseguir como si no igualmente serás
glorificado por haberlo intentado.
Jesús permaneció en silencio meditando el mensaje que le había
dado el Padre.
Pasado un rato se quitó la túnica y se metió dentro del agua y fue
nadando mientras que se daba un baño.
Treveles estaba en la orilla del río y se puso a ladrar llamándolo.
Jesús le hacia gestos con la mano para que fuera con él, le dijo.
- ¡ Ven no tengas miedo !.
-¿Dinos que era lo que estabas haciendo ?, no vas a estar aquí toda la mañana
sin hacer nada, ¡ eh !.
Jesús lo miraba tiernamente y le respondió.
64
Se fueron caminando al mismo tiempo que buscaban fruta para
comer. Por allí abundaban los árboles frutales y comieron de sus frutos.
Jesús sentía mucho cariño por los cinco, pero el que más gracia le
hacía era el pequeño. Tenía mucho humor, los otros cuatro eran más serios y
reservados.
Llegaron hasta la cueva y se quedaron fuera sentados en la
hierba. Jesús les dijo.
- Tengo que hablaros, y os quiero decir que pronto me tengo que ir con gran
pena mía por dejaros, pero otros caminos me esperan y otras gentes.
- Pues en todas las especies creadas es así, es por eso que están el macho y la
hembra.
- Los padres de todos los seres humanos, ¿ Quienes son ?.- le preguntó otro.
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Los cinco estaban entusiasmados escuchando con la boca abierta.
El más pequeño levanto el dedo porque quería preguntar algo y dijo,
- Tiene hijos que creó con la Diosa Madre. La tierra es una hija aunque la
llamamos Madre, porque de ella se nace. Los montes o montañas es un hijo que
esta unido a la tierra para crear.
- En un lugar viven un Rey con su Reina y sus hijos. También tienen muchos
servidores que esperan órdenes de ellos, son Ángeles que les sirven.
Un día el Rey miraba un lugar de la tierra y vio con pena que las
gentes que allí vivían tenían un mal comportamiento. Algunos se burlaban del
Rey, otros decían que no existía. Hacían acciones perversas. Eran avaros, iban
robando todo lo que podían.
Un día el Rey decidió mandar a doce de sus servidores para que
les hablaran y llevaran otra clase de vida mejor, y que se amaran los unos a los
otros de manera digna. La gente de este lugar se reían de los servidores del
Rey, y les tiraban piedras. Les decían que se fueran de allí sino querían que los
mataran. Un día les pegaron una paliza y les rompieron las túnicas que llevaban
puestas hasta dejarlos desnudos.
Al ver esto, el Rey se enfadó mucho, porque sus servidores no
podían aguantar más crueldad de aquellas gentes. Entonces el Rey les dijo que
volvieran porque era inútil todo lo que se estaba haciendo por ellos.
Los doce servidores volvieron otra vez al Reino. El Rey dejó de
mirar aquél lugar donde había puesto sus ojos para hacer de allí otro Reino.
Había pasado mucho, mucho tiempo y el Rey volvió a mirar de
nuevo para ver como seguían viviendo aquellas gentes. Se puso triste porque
habían muchas enfermedades, mucha pobreza. Mientras que otros vivían como
66
reyes robando todo lo que tenían los pobres. Entonces pensó de enviar a su hijo
primogénito para que llevara las buenas nuevas.
Cuando el hijo llegó se preparó para todo lo que tenía que hacer.
Les dijo a aquellas gentes, que era el Enviado, el hijo del Rey, y
que les llevaban paz y amor porque ese lugar era un paraíso y lo estaban
convirtiendo en rateros, criminales y ladrones.
No creyeron las palabras del hijo del Rey, no les interesaba
cambiar el modo de vida, y un día le dieron muerte, una muerte horrible y
perversa.
El Rey reaccionó muy mal cuando le entregaron a su hijo muerto.
Se enfureció tanto que los castigó duramente. Les dijo que serían perseguidos y
que no tendrían patria, ni país.
- ¿ Os ha gustado ?.
- Me ha gustado mucho, pero es triste.- Respondió el más pequeño.
- Pues pronto me tendré que ir para siempre y no me veréis más.- les dijo
Jesús.
El más pequeño fue corriendo hacia él. Jesús lo cogió en brazos y
le preguntó.
- ¿ Que te ocurre ?.
- Quiero que me lleves contigo, quiero ir a donde tu vayas.
Jesús lo miraba con ternura y le respondió.
- No te puedo llevar conmigo, porque tengo que hacer mucho camino, hoy
estoy aquí, mañana allí, y otro día en otro lugar de la tierra. Aquí tienes a tus
compañeros, y además tienes que cuidar de Treveles, a ti te dejo el encargo.
El más pequeño puso cara de conformidad y le respondió.
- Está bien, lo haré como tu dices.
Jesús acercó su cara a la de él, y le dio un beso en la mejilla.
Seguidamente le dejó en el suelo. Treveles seguía teniendo fiebre, pero estaba
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tranquilo, seguía a Jesús con la mirada esperando a que se sentara junto a él.
Cuando lo hizo respiró profundamente mirándolo.
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al mismo tiempo que corría de un lado a otro para ver si lo veía. Miró hacia la
montaña y lo vio que bajaba. Fue a su encuentro y le preguntó con asombro.
- Esta noche por ser la última que pasas con nosotros, ¿ Nos vas a contar una
historia ?.- le dijo el más pequeño.
- Sí os la voy a contar, pero corta porque mañana tengo que irme antes de que
salga el sol.
- En un lugar no muy lejos de aquí nació un niño muy querido por sus padres.
La madre es una mujer que tiene todo el amor del mundo. El padre es un
hombre bueno y amante de la paz.
Habían tres magos que sabían que el niño había nacido y se dirigieron hacia el
lugar. Una estrella les guiaba y de esa manera encontraron a los padres con su
hijo recién nacido. Les llevaron al niño regalos, muchos regalos, tantos que no
sabían que hacer con ellos, porque iban de un lugar a otro. Así es que la
mayoría de los regalos los dieron a otros niños que no habían recibido nada al
nacer.
El niño fue creciendo con mucha sabiduría, y cuando cumplió los catorce años
de edad, le dijo a sus padres que se tenía que ir de la casa a otros lugares de la
tierra para cumplir la misión que traía al nacer.
Los cinco esperaban que Jesús siguiera contando más, pero les
dijo.
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- ¿ No nos cuentas más ?.- le dijo el más pequeño.
- ¡ Os quiero mucho !.
70
El otoño había llegado pero no hacía frío, la temperatura
permanecía aún caliente. Había hecho mucho camino desde que dejara a los
enanos. Se había encontrado con gente que iban de camino, solo se saludaban.
Continuó estando solo más de tres meses.
El invierno había llegado. La mañana había amanecido con lluvia,
era fuerte el agua que caía. A lo lejos vio una casa grande y rústica, se dirigió a
ella y cuando estuvo en la puerta llamó con la mano dos veces. Pronto vino a
abrir una mujer que representaba cincuenta años de edad. Vestía de negro y de
largo hasta los pies. En su cabeza llevaba atado un pañuelo también negro. Al
ver al recién llegado como iba empapado de agua le dijo amablemente.
- Entra criatura.
Jesús entró. Ella cerró la puerta rápidamente por el agua y el frío
que se filtraba.
Jesús dejó su vara apoyada en un rincón del recinto, las alforjas
las depositó encima de una silla de madera y fue a la chimenea que ardía con
fuerza llena de chopos de leña. Extendió sus manos y se fue calentando al
mismo tiempo que secaba su túnica.
Ella fue hasta la chimenea observando a Jesús le preguntó.
- ¿ Que haces tan joven por aquí solo ?.
- Soy caminante. ¿ Y tu vives aquí sola ?.- le preguntó mirándola a los ojos.
- Los que tenía ya hace años que murieron , y mi madre también, la hecho
mucho de menos porque me hace falta sobre todo como respaldo nuestro y
consejera, ¡ Como se nota que no está !.
71
Ella salió de la habitación y fue hasta la chimenea donde estaba
Jesús y le dijo.
- Mi padre quiere conocerte.
Los dos entraron en el dormitorio. En la cama había un anciano
delgado y marcado por las arrugas, apenas le quedaba cabellos en la cabeza,
las manos eran largas y huesudas. Miraba a Jesús con los ojos medio cerrados y
casi sin luz. Después de estar unos instantes mirándolo le dijo.
- ¡ Hola !, muchacho, me alegro que venga gente a esta casa, hace años que no
nos visita nadie y estamos siempre solos mi hija y yo.
Jesús estaba en pie junto a su hija que escuchaba lo que su padre
decía. Jesús le preguntó al anciano.
Jesús sabía que lo que decía era cierto y le dijo cogiéndole una
mano.
- No pienses en eso porque para todos los males hay un remedio, tienes que
estar contento de que tu hija esta a tu lado cuidándote.
- Si es cierto, es muy buena conmigo, gracias a Dios que la tengo pero sigo
pensando lo mismo, pronto me iré y dejaré esta tierra que me vio nacer.
Su voz era cada vez más débil. Su hija se acercó a él, y le dijo.
- Pues aquí tienes una. Eres un buen muchacho, nunca me equivoco cuando
veo a alguien, sé si es bueno o no lo es. La tierra me ha enseñado mucho, de
ella aprendemos y de la naturaleza que es la Madre de todo.
Jesús miraba al anciano con mucho amor y le respondió.
72
bien atendido y viviera con ellos por mucho tiempo, sobre todo con ella puesto
que estaba convencido que pronto moriría.
Jesús sonreía al escuchar todo esto que el padre le recomendaba
a su hija, porque cuando él viera que ya no hacía falta allí se iría a otro lugar.
Ella salió del dormitorio y fue a donde estaba Jesús y le dijo.
- Voy a poner agua a calentar para que tomes un baño de pies.
- Gracias mujer, ¿ Como te llamas ?.
- Si me he dado cuenta y también los dos hombres que vienen cada año, este
quieren que les de una parte más. Cuando ven a una mujer sola tratan de
abusar de ella, si no es de una manera lo hacen de otra. Si mi padre no
estuviera tan mayor, no me pasaría esto.
Dentro de casa se estaba bien con el calor de la chimenea que
estaba encendida día y noche en el invierno.
73
Estaban comiendo un guisado sabroso y caliente. Jesús le dijo a
Marta.
- Ayudé a mi padre con mis hermanos a construir nuestra casa cuando era yo
un niño, estoy seguro que lo puedo hacer.
- Pues está bien, puedes empezar cuando quieras.- le dijo Marta aliviada por el
trastorno que eso le suponía.
- Mañana quiero empezar porque corre prisa.
- Pues escribió reglas dictadas por Dios para que los seres humanos tuvieran
una buena conducta, pero de esos diez mandamientos si se cumplen dos, se
han hecho todas las reglas que Dios le dio. Una es amarás a Dios sobre todas
las cosas, y la segunda amaras a tu prójimo como a ti mismo. Si se cumplen
estos dos mandamientos de esta manera estaremos amando a nuestro prójimo
como si de nosotros se tratara, le dijo Jesús.
74
- Entonces no es difícil de amar a nuestros semejantes no haciéndoles lo que a
nosotros no quisiéramos que nos hicieran, respondió Marta.
Marta no podía apartar la mirada de la de Jesús, había algo en
ella que hechizaba, con ese brillo de luz que salía de sus pupilas y penetraban
en las que tenía delante a él, era difícil de no caer en sus encantos.
- ¿ Tu madre es igual ?.
- Mi Madre es la Reina de la Humildad y del Sufrimiento.- le dijo Jesús
mirándola con ternura.
75
Jesús se aproximó al rostro del anciano y besó su frente
diciéndole.
- Creo en ti, y en todo lo que dices. Ahora sí que quiero ver el Reino de tu
Padre.
El anciano miraba frente a él, tenía mucha paz aunque las manos
las tenía temblorosas por la emoción que sentía en esos momentos.
Jesús lo miraba con entusiasmo. Pasados unos minutos, le
preguntó.
- Todo es auténtico y real, nada te has imaginado porque esa parte que has
visto del Reino de mi Padre es pequeño para todo lo que hay.- le respondió
Jesús.
Jesús dio las buenas noches al anciano y le dijo que descansara.
Salió de la casa y fue a ver a los animales, hacía rato que dormían
dentro del establo, y las gallinas en el gallinero.
Se alejó porque quería orar. El momento de la oración era mágico
para Jesús, necesitaba el silencio y la soledad para hablar con Dios o con su
Padre como él decía.
Hacia un rato que Marta lo había visto salir de la casa, como de
esto ya hacía tiempo, decidió ir a buscarlo, porque ella se quería ir a dormir, no
antes de darle las buenas noches. Lo buscaba por toda la hacienda sin
resultado. Al fin lo vio que venía caminando despacio por un camino de tierra.
Fue ella a su encuentro y le preguntó.
- ¿ Qué hacías lejos de aquí con esta noche que hace fría y oscura ?.
76
- He ido a orar.
- ¿ A orar dices ?.
- Sí.- le respondió Jesús.
- ¿ De qué hablas ?.
- De todo.
- Voy a prepararte un buen desayuno, porque para este trabajo que haces
tienes que estar fuerte.- dijo Marta contenta y entró en la casa.
Estaba preparando el desayuno para Jesús y su padre la llamó
para que fuera. Cuando estaba en el dormitorio el padre le preguntó.
77
- ¿ Le has pedido tú que lo haga ?.
- Eso ha salido de él, lo he visto trabajar y parece que lo haya hecho toda la
vida, es muy ágil y lo hace rápido.
- Es normal que lo sepa hacer y que sea de esa manera, respondió el anciano.
- Huevos revueltos y encima de la mesa hay un plato con queso, también frutos
secos.
- Está bien hija, que coma bien porque es joven, ahora vete y termina su
desayuno.
78
Cuando estaban a un metro de él, les dijo extendiendo sus manos hacia los dos
animales.
- Yo soy vuestro hermano, ¿ Me vais a morder ?.
Todos somos hijos del mismo Padre.
- Pues con el hambre que tienen no sé como no se lo han comido, decía otro.
Todo llegó a tal punto que nadie quiso saber nada sobre el
visitante y se fueron a encerrar en sus casas.
Jesús se quedó un rato más con los dos perros, hablándoles y
acariciándolos. Los animales eran dóciles y buenos, mostraban su alegría
moviendo el rabo. Cuando Jesús se fue de allí lo siguieron un trecho y después
volvieron con sus amos.
- Estaba asustada porque no venías, pensaba en toda esa gente que vive ahí, y
no las tenía todas conmigo.
- No te preocupes por mí, eso te ocurre porque no me conoces. Soy inocente
como la paloma y astuto como la serpiente.- le respondió Jesús con una
sonrisa.
79
- Todas las personas tienen temores, unos a unas cosas, y otros a otras. En el
cerebro del ser humano hay miedos escondidos que hacen que se los crean, les
dan vida y sus vidas hacen que sean un infierno.- le respondió Jesús.
- Ahora no entiendo lo que has querido decir con eso de los miedos que guarda
el cerebro, ¿ Como lo puedes tu saber ?, si el cerebro pienso yo que es la
cabeza de una persona, dijo Marta esperando otras explicaciones.
- Ha sido todo como muy especial. Yo sabía que se trataba de ti, pero tu cara
pertenecía a la de un anciano de cabellos blancos y largos, también tenía una
espesa y larga barba blanca. Iban con él o contigo, porque creo que erais el
mismo, muchos animales. Había una mujer muy hermosa que los conducía,
creo que era una pastora, aunque no iba vestida como tal, su vestimenta era
ilustre y delicada, solo se le veían los pies desnudos por debajo de la túnica
blanca que llevaba, y sobre sus hombros tenía un manto de color azul que le
cubría medio cuerpo. Sus cabellos eran dorados igual que el sol, largos y
rizados.
Marta hizo una pausa y dijo tranquila y relajada.
80
- Has tenido una revelación.- le respondió Jesús.
- Quiero conocer todos estos alrededores, estaré aquí antes de que caiga la
noche.
- Por aquí no hay mucho que ver, solo verás campos y más adelante hay unas
plantaciones de naranjos, le respondió Marta.
Jesús se giró para ver quién gritaba de ese modo. Venía hacia él
un hombre de mediana edad, y cuando estuvo a su lado le dijo con mal humor.
- Soy el capataz de esta plantación, y me ocupo de que los obreros hagan bien
su trabajo, y de que paguen las naranjas que se coman. Tú me tienes que
pagar esa que te estás comiendo.
81
- ¿ No sabes que tu amo no es el único dueño de todo esto ?.
- ¿ Conoces a otro dueño de todas estas tierras aparte de este para quién
trabajo ?.
- Conozco a otro amo que es superior al tuyo, y que dejaría que las personas
comieran de sus frutos. Además la naranja está representando al sol, ¿ No
tenemos todos derecho a coger de sus rayos de luz ?.
- Para que me pague, tengo una mujer y dos hijas, dice que hasta que no esté
toda la naranja recogida no pagará a nadie.
82
- Dentro de poco se para de trabajar, ¿ Vendrás conmigo a mi casa ?.- le
preguntó el capataz.
- Esta noche no puede ser, pero mañana por la tarde vendré aquí y me llevas
para conocer a tu familia.
- ¿ Que te ha parecido ?.
- Es una plantación bastante grande.
- Pues de aquí ya has visto todo lo que hay.
- Mañana quiero acabar de reparar el tejado.- dijo Jesús cambiando de tema.
- Puedes hacer todo lo que quieras, aquí hay mucho trabajo.- respondió Marta
mientras que se levantaba de la mesa porque había terminado de cenar.
Jesús entró en su habitación, se sentó encima del colchón con las
piernas dobladas e hizo meditación. Después se durmió.
Su despertador era el canto del gallo. Se levantó e hizo lo mismo
del día anterior. Cuando estaba clareando el día se puso a reparar el tejado.
Marta estaba ordeñando las cabras y lo observaba como
trabajaba, ella dijo en voz baja.
- Voy otra vez al pueblo, necesito hablar con esas gentes. Esta noche vendré
tarde no me esperes para la cena.
- ¿ Donde vas a cenar ?.- le preguntó Marta sorprendida.
83
- Nos han hablado de ti, dicen que hechizaste a dos perros que te echaron para
que te devoraran, ¿ Que verdad hay de esto ?.
- ¿ Creéis que soy un hechicero ?.- les preguntó Jesús.
- No tienes cara de eso, pero los ancianos que presenciaron lo ocurrido, han
dicho que ellos se fueron a encerrar en sus casas porque te tenían miedo.
- Si fueran buenos no les tendrían miedo a nadie.- respondió Jesús sonriendo.
Los dos hombres se miraron sin saber que responder, pero uno de
ellos dijo.
- Porque dicen que utilizaste un truco con los animales para que no te
mordieran.
- No hay tal truco, es la seducción que Dios puso entre el ser humano y los
animales para que entre las dos especies se amaran y se respetaran.
Uno de los hombres le preguntó al otro.
- Exactamente.- respondió.
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- Dices que nos quieres ayudar, pues aquí hay trabajo. Queremos hacer una
valla de punta a punta para que nadie que no sea del pueblo pueda entrar, ¿
Empezamos ya ?.
- No podéis hacer esto.- respondió Jesús enfadado.
- Esto que queréis hacer es de mentes atrasadas y mezquinas.- les dijo Jesús
gritando.
Uno de los hombres al oír esto que Jesús les decía, lleno de ira
cogió una piedra para tirársela a la cabeza.
Su compañero le cogió la mano y le dijo.
- ¿ De donde eres ?.
- De Nazaret.- le respondió Jesús.
- ¿ Eso es posible ?.
85
- Empezar hacerlo desde ahora y veréis que en pocos años estas tierras son
ricas. También vosotros seréis mejores y os respetareis.
- Pues bien Jesús. Teníamos miedo que vinieras al pueblo para robarnos. Somos
ignorantes ¿ Sabes ?.
- ¿ Como podemos reparar todo este daño que nos hemos hecho entre todos
para que la tierra sea fructífera ?.- le preguntó el otro hombre.
- Tenéis que ir cada uno a la parcela que os pertenece y le pedís perdón a la
tierra por todo el daño que le habéis hecho. Ella es sabia y bondadosa, os
escuchara y os dará de todas sus reservas que son muchas las que tiene.
- Quiero que vengas a mi casa para que conozcas a mi familia.- le dijo el otro
hombre con mucha ilusión.
- Si, ya verás que lo vamos hacer lo mejor que podamos.- respondió el otro.
- Pues me gustaría conocer a vuestras familias.- sugirió Jesús.
- ¿ Quién es ?.
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- No lo sé.- respondió él tranquilamente.
- Pues es un hombre como yo pero más joven, jamás te había ocurrido esto con
nadie, ¿ Te encuentras bien ?.
- Muy bien.- respondió la esposa.
- Este también es guapo, pero es muy travieso, siempre hace algo para que me
enfade con él.
- Su edad lo requiere.- le respondió Jesús mientras que acariciaba su cabeza.
El niño le respondió con una sonrisa.
- Pues con este tiempo se trabaja mal, pero hay que hacerlo, dijo el capataz.
87
Los obreros miraban lo que su jefe hacía. Estaban observando que
desde hacía dos días era distinto con ellos, les hablaba mejor y no los oprimía
tanto. Este joven al parecer le había hecho cambiar de manera de ser.
Como ya era de noche, el capataz dijo a los obreros que se
fueran.
Jesús y él se fueron por un camino que conducía a la casa del
capataz. Por el camino iban hablando, sobre la producción que daban las
naranjas.
Llegaron a la casa. La mujer del capataz y sus dos hijas, los
estaban esperando en la puerta. La menor de las hijas cuando tuvo cerca a
Jesús y lo miró, su timidez fue grande, trataba de esconderse entre su madre y
su hermana tratando de esquivar que Jesús se diera cuenta de lo nerviosa que
se había puesto.
El capataz presentó a su mujer diciendo.
- Es que desde que murió su mujer esa familia ya no es lo que era antes. Él y
su hija se quedaron destrozados.
88
Jesús la miró echándole una sonrisa, y continuó comiendo.
El capataz había comido tres cucharadas de guiso y volvió de
nuevo a preguntarle a Jesús.
- ¿ En casa del viejo Elec no vas a estar toda la vida, ¿ No es cierto ?, cuando te
vayas necesitarás para comer.
- ¿ Verdad que yo no te he pedido que me invitaras a cenar esta noche ?.
- No.
- ¿ Donde están ?.
- En Nazaret.
- No comprendo lo que quieres decir, porque si yo tengo un hijo tan joven como
lo eres tu, no lo dejaría que se fuera de mi casa.
- Es que mi padre no es como tú.
89
Jesús miraba al capataz con mirada tierna, la que él tenía, y le
respondió.
- Dios es el Rey del Justo, el Rey del Amor. Quien ama a Dios, ama también
toda su creación y se ama a sí mismo. Conocer a Dios es comprender el
universo. Estar con Dios es encontrarse bien consigo mismo.
El capataz estaba ausente de todo lo que le rodeaba, menos de lo
que Jesús le decía, escuchaba con mucha atención y le preguntó.
- ¿ Como es que sabes todo eso ?, yo siendo mayor que tu, no sé ni la décima
parte de lo que tu sabes, ¿ Porque ?.
- Ya te dije antes que trabajo para Dios desde que era un niño.
- En otra ocasión vendré y estaré más tiempo con vosotros, le dijo Jesús.
El capataz tenía cogido por el hombro a Jesús, en poco tiempo se
había hecho amigo de él, le dijo.
- Te tomo la palabra y espero que vengas más veces a quedarte un rato con
nosotros, me gustan tus palabras y como eres.
Las dos hijas sonrieron a Jesús tímidamente. Él les respondió con
una alegre sonrisa. Seguidamente salió de la casa.
- Como me dijiste que ibas al pueblo y son tan salvajes, pensé que te hubieran
hecho algo malo.
90
llegara la ocasión para saltar sobre ella y comérsela a tiras. Eso era lo que ella
pensaba de la gente del pueblo.
Jesús le dijo para que se tranquilizara.
- No son tan salvajes como parecen, solo hay que hablarles con amor y ellos
escuchan.
- No entienden de amor, solo desean mostrar a los demás que son ellos los más
fuertes.- respondió Marta elevando la voz.
- Pues si así lo crees, hoy el más fuerte he sido yo, solo utilizando palabras de
amor.
- ¿ Te han escuchado ?.- le pregunto Marta con cara de asombro.
- No solo me han escuchado, también me han llevado a casa de uno para que
conociera a su familia, y me han pedido que vuelva otra vez.
Marta estaba con la boca abierta, oyendo lo que Jesús le decía.
Ella exclamó diciendo.
- Es que eres muy joven, casi un niño, y la gente cuando conocen a esta clase
de personas como tu eres tratan de aprovecharse.
Jesús cogió una mano de Marta y estrechándola entre las suyas le
dijo con voz tierna.
- En una ciudad vivía un niño con siete años de edad. Su padre lo quería y su
madre lo adoraba porque era bueno y sabio. Iba creciendo sin dejar la inocencia
porque era lo fundamental para todo el trabajo que tenía que hacer.
Los ancianos de la ciudad llamaban su presencia para que les
hablara de otros mundos, y de esa manera ellos aprendían.
La madre del niño temía por él, pensaba que alguien se lo podía
arrebatar llevándoselo lejos, así es que ella lo acompañaba.
Un día el niño convoco a los ancianos a que se reunieran en un
lugar. Cuando estuvieron todos sentados y preparados para escuchar.- les
preguntó el niño.
91
- Porque soy el más anciano de todos los que estamos aquí.
- Que niño más listo. ¿ Crees que los pueden haber así ?.
- Sí que los hay.- respondió Jesús.
- Bueno yo me voy a dormir, estoy cansada, dijo Marta, levantándose de la
silla, y entró en su dormitorio.
Jesús apago el candil y seguidamente entró en su habitación. Se
sentó encima del colchón e hizo oración.
Había pasado algún tiempo que Jesús estaba en casa de Marta. El
invierno era frío y las lluvias abundantes. El trabajo que había hecho de tapar
las goteras fue de mucho acierto.
El padre de Marta seguía en cama ya para siempre hasta que el
corazón le dejara de latir. Ella lo cuidaba todo lo mejor que podía, tenia mucho
trabajo con su padre, pues el cuerpo no le respondía y lo tenía que limpiar y
que asear cada vez que lo necesitaba. Tampoco tomaba casi alimento, solo dos
veces al día un vaso de leche. Cuando Jesús entraba en su dormitorio para
estar un rato con él y hacerle compañía, no hablaban de nada. Al anciano no le
quedaban fuerzas ni para respirar. Marta estaba ya muy preocupada esperando
a que uno de esos días ocurriera lo que se esperaba.
92
Una vez que Marta se había ido a dormir entró en el dormitorio
del anciano, se acercó a su cama y se dio cuenta que no respiraba aunque
parecía que estuviese dormido. Cogió una de sus manos y notó que estaba fría.
Se sentó en una silla al lado de la cama y dijo implorando a Dios.
- Padre acoge en tu seno a este siervo que siempre trabajó la tierra y le puso
semillas para que dieran frutos. Acoge a este espíritu que también pensó en ti y
dio a conocer tu existencia, haz que su espíritu llegue a ti.
- ¿ Como lo sabes ?, ¿ Has ido a verlo ?.- preguntó Marta con lágrimas en los
ojos.
- Murió esta madrugada mientras que tu dormías.
- ¿ Porque no me despertaste?.
- Porque tenias que descansar, y no se podía hacer nada por él puesto que su
hora había llegado.
93
no hay que atormentarse por nada puesto que al nacer todos traemos escrito
nuestros deberes.
Marta escuchaba las palabras de Jesús pero no entendía nada,
quería saber a qué se refería y le preguntó.
- ¿ Esto que acabas de decir tiene que ver con la muerte de mi padre ?.
- Está relacionado con la vida y la muerte.- le respondió Jesús, mirándola
tiernamente.
- Pues no tienes que ser de ese modo y pregunta todo lo que tu no sepas.
- ¿ Puedo ahora decir una oración para mi padre ?.
- Claro que sí, él lo está esperando.
94
- Esta mañana tengo que salir pues necesito hacer unos asuntos que el otro día
me dejé a medias.
- ¿ Me puedes decir a donde vas ?.- le preguntó Marta.
- Voy al pueblo.
- ¿ Sabes que en este pueblo se habla mucho de ti ?. Tibedeo dice que eres
como un Dios por la fuerza que hay en ti y como llegas a conseguir lo que te
propones.
- Tibedeo es un buen amigo, sabe mirar en su corazón.- le respondió Jesús.
- Le ha dicho a todo el mundo que sabes hablar muy bien de Dios, y que por tu
boca salen palabras sabias, también dice que a tu lado se está muy bien.
- Me alegra mucho oír todo esto sobre mi.
- Estoy seguro que viste de ese modo y también de otras maneras, no siempre
es el mismo pues en él siempre hay cambios. Él creó el masculino y el femenino
de todo ser viviente. En Él todo es luz y resplandor, e ilumina a todas las
personas que hablan de Él y de toda su creación.
- ¿ Eres tu acaso un hijo de Dios ?.- le preguntó un anciano.
- No solo yo soy hijo de Dios, también lo sois vosotros y todas las criaturas que
tienen vida.- le respondió Jesús.
Los demás ancianos comentaron.
- También somos nosotros hijos de Dios, no hay que olvidarlo.
- Muy bien, eso es, me gusta que penséis de ese modo.- les dijo Jesús.
95
- Dices que Dios siempre es joven, ¿ Entonces porque envejecemos ?.- le
preguntó un anciano.
- Dios es el Gran Espíritu, y es sabiduría pura. No envejece porque superó todas
las pruebas y es inmortal. Antes de que el mundo existiera, vivía en todas
partes y en todos los lugares donde estuvo del universo, dejó hecho su trabajo.
Cuando creó al ser humano lo hizo con la condición de que al nacer también
muriera para que aprendiera de cada existencia. Porque cada vez que se vive al
nacer se trae una misión superior a la anterior vida que se ha tenido. Es por eso
que se envejece y se muere.
Cruzó una plazuela, y seguidamente venía la calle que buscaba, y pronto estuvo
en casa de Tibedeo. La puerta estaba entornada, Jesús llamó con la mano. Y
pronto vino la esposa del que buscaba. Ella al ver a Jesús se alegró y le hizo de
que entrara, los dos permanecieron en pie, Jesús le preguntó.
- Necesito verlo.
- Pues la granja está a una hora de camino de aquí.
Jesús fue a casa de Marta. Cuando estaba cerca vio que ella
hablaba en la puerta con dos hombres. Al llegar a ellos Marta le dijo a Jesús.
- Estos son los dos hombres que cada año vienen para varear la aceituna. Me
están diciendo que este año quieren una parte más. Ellos se quedarían con tres
partes y yo me quedaría con una de lo que se recoja.
Jesús miraba a los dos obreros de frente y les dijo.
96
- Si queréis trabajar aquí este año se harán cuatro partes, una para cada uno
de los que estamos aquí. Si lo aceptáis lo podéis decir ahora, si no le dará Marta
para que lo hagan a otros.
Uno de los obreros se enfureció y le preguntó a Marta enfadado.
- ¿ Este quien es ?.
Antes de que ella respondiera nada dijo su compañero.
- Se habla en el pueblo de él, dicen que es una especie de predicador y que con
sus palabras convierte a los malos en buenos.
El mal humor que tenía su compañero se convirtió en carcajadas,
le resultó gracioso lo que el otro dijo. De pronto se le encendió la cara y
aproximándose a Jesús le dijo salpicándolo de saliva.
- Tu no has conocido a tu madre, porque cuando eras muy pequeño tus padres
se divorciaron y te quedaste con tu padre y con tus otros hermanos que son
hijos de otra mujer. Se cuenta en el pueblo que a ella la maltratabas hablándola
mal.
- Pues mira quien fue hablar, también se dice de ti y yo lo he visto, como has
robado a tus padres el poco dinero que tu madre guardaba para daros a todos
de comer. Lo has gastado con mujeres de mala vida, ¿ Es mejor eso que lo que
yo he hecho ?.
97
- Es la última vez que te lo decimos, ¿ Aceptas o nos vamos ?.
- Ella no quiere que trabajéis más en sus tierras, así es que iros de aquí y no
volver más.
El obrero agresivo señalando a Jesús con el dedo le dijo
amenazándolo.
- ¿ Ahora como lo vamos hacer ?, ¿ Quien va a venir para varear las aceitunas ?
.
- Lo haré yo.- respondió Jesús.
98
- Es para trabajar en la aceituna, en la casa donde vivo con la hija del fallecido
Elec.
- ¿ Para cuando será ?.
- Pues para dentro de dos días, la aceituna está esperando a que se la cojan
porque alguna se esta cayendo por sí sola.
- ¿ Te aseguras que me pague el trabajo que haga ?. Tengo una familia que
mantener.
- Ella no paga con dinero, pero te dará en aceituna todos los jornales que
hagas. Te dará un pagaré que más tarde tendrás que cobrar.
El hombre tenía expresión de satisfacción y dijo.
- Dentro de dos días estaré por la mañana para empezar. Estoy contento que
me hayas proporcionado trabajo, ¿ Pero esto no lo hacían cada año dos del
pueblo ?.
- Así es, pero no se han portado bien con Marta, ahora como su padre ha
muerto está sola y tratan de engañarla aprovechándose de ella. Yo no lo voy a
consentir que eso suceda. Es por eso que le hemos dicho que no vengan.
- Muy bien, ¿ Pues que te parece si hacemos tres partes ?, una para ti, otra
para él y la tercera para mí, prefiero que sea de esta manera, propuso Marta
mientras que hacia sus cuentas.
- Me parece bien lo que has pensado, pero mi parte no la quiero, la repartes
entre vosotros dos.
- ¿ Porque no la quieres si lo has trabajado ?.
Jesús no quería responder de inmediato para que Marta no se
llevara un sofocón. Ella volvió a insistir en preguntarle lo mismo, esperaba su
respuesta mirándolo a la cara. Con gran pesar Jesús respondió.
99
Jesús le cogió por las manos estrechándolas entre las suyas y le
dijo con voz suave.
- Yo te prometo que cuando me vaya nadie te hará daño, serás una mujer libre
para decidir lo que mejor quieras para ti.
Marta puso su frente encima de las manos de Jesús y lloró con
gran pena. Entre sollozos ella decía.
- Lo que yo quiero para mí eres tu, deseo de todo corazón que te quedes
conmigo, eres el hijo que nunca tuve.
Jesús la envolvió en un abrazo, sabía que ella estaba haciendo de
madre y que le iba a ser difícil verlo partir. Marta se fue recuperando poco a
poco entre los brazos de Jesús, Cuando secó sus lagrimas le dijo.
- Necesitas una túnica nueva y otras sandalias. Pues el otro día vi como
reparabas las correillas que estaban rotas. También la túnica te la he
remendado.
En el pueblo hay una mujer que teje, y también hay un hombre
que hace calzado a medida. Quiero comprarte estos atuendos porque los
necesitas.
Jesús sabía que Marta tenía razón y le respondió cediendo.
- Estamos conformes de trabajar con las condiciones que nos dijiste ayer, y
queremos empezar cuanto antes.
Marta se puso a un lado porque no sabía que responder. Fue
Jesús quién respondió por ella y les dijo.
100
Marta salió fuera seguida de Jesús. Ella les dijo.
- Ya habéis oído lo que os ha dicho él, viene otro obrero para hacerlo.
El hombre que más se enfurecía se fue hacia Marta con la mano
levantada y los ojos desencajados y le respondió.
- ¿ A ti que te pasa ahora, crees que este puede hacer algo por ti?, No tienes a
nadie que te defienda, te has quedado sola, ¿ No te has enterado todavía ?.
101
En los olivos estaba ya preparado todo el material que se
necesitaba para empezar el trabajo. Habían dos varas largas y gruesas para
varear la aceituna, y dos lonas grandes que estaban puestas debajo de dos
olivos.
Jesús empezó a varear un olivo y el obrero otro. La aceituna iba
cayendo encima de la lona. Marta no hacia falta que fuera hasta que no hubiera
bastante aceituna caida. Ella se quedó preparando la comida y la cena.
Al atardecer dejaron de trabajar. Por estar lloviendo y ser el
primer día habían hecho bastante trabajo. Recogieron toda la aceituna y la
metieron en sacos que llevaban a una guardilla que había junto al establo.
Llevaban una semana de trabajo. Una madrugada los ladridos del
perro despertaron a Jesús y a Marta. Ella se puso rápidamente en pie y fue a
buscar a Jesús. Él ya estaba fuera de la casa. Los ladridos del perro iban cada
vez más en aumento.
Jesús se vio frente a los dos hombres del pueblo que venían a
robar. Esto no le cogió de sorpresa puesto que esperaba que sucediera un día u
otro. Cada uno llevaban un saco de aceitunas cargado en las espaldas.
Jesús había cogido la vara suya de caminar, siempre la cogía
cuando iba al pueblo o a la plantación de naranjos, era un soporte para él, y
esta madrugada la necesitaba con más razón.
Los dos hombres al verse sorprendidos por Jesús aligeraron el
paso para salir corriendo, pero Jesús les cortó el paso. Estaba frente a ellos con
la vara cogida por su mano derecha. Les dijo con voz seca y aguda.
- Estoy harto de que nos mande este crío. Tiene suerte que todavía no le haya
dado un escarmiento.- respondió el otro que era más agresivo.
- Parar de cotillear ladronzuelos y hacer lo que os he dicho.- les dijo Jesús
impidiéndoles el paso.
Los dos dejaron los sacos en el suelo de manera brusca hasta el punto
que las aceitunas se derramaron y fueron rodando por el campo. Se fueron
hacia Jesús con las peores intenciones aprovechando que ellos eran dos
bárbaros que podían terminar con la vida de ese joven entrometido.
Jesús tenía cogida la vara con sus dos manos esperando a que esos dos
desarmados lo atacaran. Uno le dijo al otro.
- Cógelo tu por ese lado que yo lo cojo por este, lo vamos a dejar que no lo va a
reconocer nadie.
102
Marta estaba en una esquina de la casa presenciando lo que ocurría, los
nervios no la dejaban parar e iba de un lado a otro pidiendo a Dios con las
manos cruzadas, al mismo tiempo no daba crédito a lo que estaba viendo, a dos
hombres muy brutos como los golpeaba y los lanzaba Jesús con su vara en la
lucha. Ella desconocía totalmente esa parte de luchador que era Jesús, de todo
el tiempo que hacía que lo conocía jamás lo había visto enfadado de ese modo.
Uno de los hombres no podía aguantar más los golpes que tenía en la
cabeza y en las espaldas y salió corriendo dejando a su compañero en el suelo.
Jesús paró la lucha y le dijo al que estaba tirado.
Era una mañana fresca pero con sol. Estaba Jesús sentado en el escalón
de la puerta arreglando las correillas de las sandalias viejas. Escuchó la voz del
capataz que lo saludó antes de llegar a él.
103
- Hace tiempo que no nos hemos visto y quería saludarte.- dijo el capataz
contento.
- He hecho lo que he podido, yo también estoy interesado por saber algo más
de lo que aprendí aquella noche contigo.
Marta salió de la casa porqué escuchó que alguien hablaba con Jesús. Se
encontró con el capataz. Hacía mucho tiempo que no lo veía, había ido alguna
vez para ayudar a sus padres en las tareas del campo cuando se lo pedían.
Jesús y él se pusieron en pie para dejar que Marta saliera fuera.
- Pues claro que sí, si la conozco desde hace muchos años, y a sus padres los
he respetado porque eran buena gente.
104
Marta tenía los ojos llenos de lágrimas, trataba de secárselas con el
delantal. A ella se le hacía casi imposible separarse de Jesús, no sabía como lo
iba a superar el día que se fuera. Lo miraba sin parar de llorar. El capataz sentía
pena por ella y le dijo.
- Cuenta conmigo para todo lo que necesites, pasaré amenudo a verte, ¡ mujer
no llores de ese modo !.
- Deja de llorar y recuérdame siempre tal como soy ahora, eres una mujer
fuerte y dentro de ti hay un gran corazón sincero y honesto. También hay una
cosa que quiero que comprendas, es que te amo, si Marta te amo y hasta el
final de los tiempos te amaré. También amo a este hombre y a su familia de la
misma manera que te amo a ti. El amor vive conmigo es por eso que tengo que
irme, porque en otros lugares me esperan para que de mi amor.
- Es una mujer con un carácter serio, y trabajadora, para ella lo más importante
es el trabajo y que este bien hecho, es perfeccionista y correcta aunque parezca
que es distante posee grandes sentimientos de ternura y de amor. Es la timidez
que tiene que hace que se comporte de ese modo.
105
Las hijas del capataz se acercaron a Jesús y lo saludaron. La mayor le
dijo a su madre.
Los cinco entraron en la casa. La menor de las hijas del capataz iba la
última, demostraba una gran timidez delante de Jesús y se iba escondiendo de
la mirada de él.
Comían con apetito pues el guiso era sabroso. El capataz pronto acabó
su vaso de vino, cogió la jarra y se puso otro, miró el vaso que le habían puesto
a Jesús y vio que lo tenía todavía lleno. Le preguntó.
- ¿ No bebes vino ?.
- Este vaso que me habéis llenado es suficiente para la comida.-dijo Jesús.
- Tanto no, porque puede hacerte perder la razón y a causa de eso también
puede hacer que maltrates a tu esposa y a tus hijas, ¿ te ha ocurrido eso
alguna vez ?.
- En pocas ocasiones, pero he podido parar a tiempo.
Jesús miraba a su esposa y a sus hijas, ellas comían con la cabeza baja
sin mediar palabras. El capataz se dio cuenta de lo que había dicho y de sus
actos. Le dijo a Jesús mientras retiraba el vaso de vino de su lado.
- A partir de ahora voy hacer igual que tu, voy a beber un vaso de vino en cada
comida, ni más ni menos, ¡ te lo prometo !.
- Creo en tu palabra y se que las vas a cumplir.- le respondió Jesús con una
sonrisa.
106
Esta pregunta que hacía el capataz era muy buena. Su esposa y sus dos
hijas miraron a Jesús para escuchar lo que iba a decir.
- Dios dio al ser humano al nacer el libre albedrío para que hicieran lo que
quisieran los hizo libres de hacer el bien como de hacer el mal, pero hay dos
recompensas para estas dos maneras de comportamiento, es a causa de esta
libertad mal dirigida por el hombre, que tiene que pagar sus errores.
- ¿ Se puede ser consciente del mal que se hace ?.- preguntó la esposa del
capataz.
- La mayoría de las personas saben que está mal lo que hacen, son conscientes
de la maldad que están causando a otras, el espíritu lo utilizan para hacer daño.
Estas personas son castigadas de varias maneras en vida, y saben que su
castigo es debido al mal que le han hecho a sus hermanos.
Después está el ignorante, es la persona que sin darse cuenta hace daño
u ofende a sus hermanos. Estos también son castigados de diferentes maneras
pero jamás piensan que es un castigo lo que están recibiendo.
Por último están los más ignorantes de todos, son aquellos que creen
que el mal que les está viniendo es causado por otro hermano suyo, piensan
que les están haciendo una especie de magia para destruirlos, y ellos
contribuyen de la misma manera hacia los demás.
Las dos hijas del capataz retiraron todos los platos vacíos y demás
utensilios que habían quedado en la mesa y se pusieron a bordar una alfombra
en un bastidor largo, cada una de una punta.
El capataz miraba a Jesús pensativo por lo que les acababa de enseñar.
Seguidamente le dijo.
- Quiero guardar tus enseñanzas y aplicarlas para mi, pues ahora me doy
cuenta de que soy un gran pecador conscientes de mis actos al cometerlos era
debido a que me creía superior a las personas que tenía delante y que son mis
hermanos, porque todos somos hijos de Dios. Pensaba que me verían más
fuerte que ellos y que de esa manera podría con todos.
- No necesitaba beber pero como tu corazón así lo ha creído beberé esta agua
que me has puesto.
107
- ¿ Porqué le has llevado el agua si él no la ha pedido ?.
- Ha sido por un deseo mío, le respondió la mayor.
- Siempre se están peleando por algo, no les hagas caso.- le dijo el capataz a
Jesús disculpando a sus hijas.
Al poco tiempo la hija menor entró en la casa algo más serena y se sentó
continuando el bordado. La madre se puso delante de las dos y les preguntó.
- No soy tonta, lo que pasa es que estás celosa de que le haya llevado un vaso
de agua a Jesús.- respondió la hermana mayor.
108
- ¿ Sabes lo que es el astral ?.- le preguntó Jesús.
- No se nada de todo esto ni lo que quieres decir.- respondió ella tímidamente.
- Hay varios cuerpos que trabajan con este cuerpo que tenemos, pero hay dos
que no paran de hacer cosas. Uno es el visible, el que vemos y el otro es el
invisible el que no se ve, pues ese cuerpo tuyo invisible es el que me ha dado el
vaso de agua.
- Siempre que hablas nombras a tu Padre, dices que está contigo pero nunca
hemos visto que te acompañe, ¿ Donde está?.
- Está en mí, cuando hablo es Él que habla por mi boca.
- Dime que puedo hacer para conseguir estar contigo y con Dios.
- Todo ser que desee de corazón hacer la Voluntad de Dios tiene que llegar por
mediación de la meditación, las buenas obras, la humildad, y la inocencia. No
creas que para llegar a Dios es difícil de conseguir todo esto, solo hay que
desearlo y sellarlo en tu corazón y en tu mente. Este es el escudo que te
protege contra todo mal, de esta manera dejas la puerta de tu corazón abierta
para que Dios entre.
109
- Por supuesto, todas las veces que lo necesito al día y a la noche.- le respondió
Jesús con voz suave.
- No comprendo bien lo que me has querido decir.- le dijo ella sin parar de
mirarlo a los ojos.
- Más tarde lo entenderás, ahora todavía es pronto.
Jesús se separó de ellos y entró dentro del huerto. Miraba las hortalizas
y todas las demás frutas que estaban en los árboles. El capataz iba detrás de él
observándolo y preguntándose porqué había entrado en el huerto y miraba de
esa manera todo lo que había sembrado. Al fin le preguntó.
- ¿ Entiendes de sembrados ?.
- Así es, estoy viviendo en el campo desde que tenía catorce años.- le respondió
Jesús.
110
- Este año están con retraso las hortalizas porque hemos tenido un invierno
largo y frío.- dijo el capataz.
Jesús extendió sus manos hacia todo lo que había plantado en el huerto
y dijo.
- A partir de ahora vas a tener todos los años una buen cosecha, y la tierra será
fértil para siempre.
- Estoy seguro que así será porque has sido tu quien lo has dicho.- dijo el
capataz satisfecho.
- Tu comida es excelente.
- Gracias.- respondió ella.
- ¿ Que día volverás otra vez por aquí ?.- le preguntó el capataz.
- No vendré más, pues tengo que irme pronto a otras tierras, cuidar de Marta,
id a verla para que no se encuentre tan sola, y para que ningún desaprensivo la
quiera engañar, si saben que a partir de ahora vosotros sois su familia se
mantendrán alejados de ella.
- Puedes estar tranquilo porque lo haremos. También mi mujer y mis dos hijas
la irán a ver y habrá entre nosotros una buena relación.
La hija menor del capataz miraba a Jesús con lágrimas en los ojos, no
podía contener el llanto, ella le dijo.
- Me podrás ver y también oír. Recuerda que Yo Soy la Luz que ilumina el
camino. El corazón de todos los caminantes están unidos al mío.
- ¿ A donde irás ?.- le preguntó el capataz.
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- Allí donde los pies me lleven, en donde yo haga falta estaré hasta que llegue
mi hora.
- ¿ Que hora ?.- le preguntó la hija menor del capataz.
- El aroma mío lo llevarás contigo hasta el fin de los tiempos, le dijo Jesús
acariciando su rostro.
La muchacha miró a sus padres porque no había entendido lo que Jesús
le quiso decir. El padre tampoco lo sabía y levantando los hombros hizo un
gesto de no saber.
- Hace tiempo que esperaba que alguien cogiera de mi energía, que lo hiciera
por voluntad propia como vosotros lo estáis haciendo.
Se había hecho tarde y Jesús no podía permanecer por más tiempo allí.
Miró a las dos hermanas con mirada que iluminaba en la noche, echaban rayos
de luz.
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Cuando llegó a casa de Marta era ya de noche, ella se disponía a cenar y
encima de la mesa también estaba preparado el plato de Jesús. Ella le dijo.
Jesús se sentó frente a Marta pero no tenía hambre, en casa del capataz
había comido bien, y a parte de eso sentía nostalgia por esa familia de tener
que dejarla como también tenía que dejar a Marta. Aunque no lo hiciera notar,
él lo pasaba mal cuando tenía que dejar a alguien que había conocido, sentía
mucho amor por todos.
Para complacer a Marta por la cena que había hecho comió la sopa. Jesús
la miraba con ternura. Ella como no era mujer de muchas palabras no ponía
atención a Jesús y seguía comiendo la manzana que había cogido de la cesta de
fruta que había puesto encima de la mesa.
- ¿ Porque te vas tan pronto ?, Creía que te ibas a quedar por más tiempo, no
me esperaba esto.
- ¿ Mas tiempo aquí para que ?, lo que tenía que hacer lo he hecho, piensa que
en otros lugares también me están esperando.
- No busco eso pero se que un día ha de llegar lo que dices y no lo podré evitar,
porque es la misión que mi Padre me ha dado aquí en la tierra.
Marta se puso en pie enfadada y le dijo con voz seca.
- No se de qué misión hablas, pero de lo que estoy segura es de que aquí no te
faltaría de nada y toda esta hacienda podría ser tuya, pero eso no es lo que
quieres.
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Jesús se levantó de la silla y se acercó a Marta que iba de un lado para
otro de la estancia inquieta sin saber que hacer. Jesús le dijo.
- No quiero que esta finca sea mía, si tuviera alguna posesión me ataría, me
volvería avaro y débil. Yo soy libre como el viento, hoy estoy aquí y mañana en
otro lugar.
- Porqué no te entiendo cuando me hablas, ¿ eres tan difícil de comprender ?.-
dijo Marta gritando y apretando los puños al mismo tiempo.
- ¿ Porqué te enfadas de ese modo ?, cuando llegué aquí el primer día jamás te
hubieras imaginado que venía para quedarme por un tiempo.- le respondió
Jesús tratando de calmarla.
Marta rompió a llorar con pena. Ella decía entre sollozos.
- Te he cogido mucho cariño, ahora tu eres para mi mis pies y mis manos.
Estás reemplazando a mis padres y a los hermanos que nunca tuve.
Jesús la abrazó contra su pecho para que su cabeza descansara en el
hombro suyo y le dijo.
Marta se había quedado más tranquila aunque esto último que le dijo
Jesús tampoco lo entendiera.
Era ya tarde y Marta se fue a dormir. Jesús se quedó un rato más
poniendo en orden todo lo que tenía que dejar hecho en la casa.
- ¡ Buenos días Marta !, ¿ Has dormido bien ?, Jesús la saludó de esta manera.
Ella con un gesto de cabeza respondió que sí.
- Escúchame bien lo que te voy a decir Marta. Siempre que necesites ayuda
díselo al capataz, él y su familia te vendrán a ver amenudo, tu también los
tienes que visitar y tienes que ser más sociable con ellos, los vas a necesitar
porque estás sola en el campo, ¿ Harás lo que te digo ?.
- Yo lo que quiero es que te quedes conmigo.- le respondió Marta.
- ¿ Que eres una mujer o una niña ?.- le preguntó Jesús.
Marta entró en la casa y se puso a cocinar. Quería que ese día por ser el
último que Jesús estaba allí comiera bien y cocinó de lo que a él le gustaba.
Hizo Couscous, pues la primera vez que cocinó este plato Jesús le dijo que su
abuela Ana lo hacía muy bueno, y que era uno de sus platos preferidos.
También cocinó rosquillas que tanto le gustaban a él.
Este día Jesús lo quiso pasar junto a Marta. Ella guardaba la túnica y las
sandalias viejas de Jesús las tenía en sus manos y mostrándoselas, le dijo.
114
- Me las quedo como recuerdo tuyo, necesito tener algo que haya pertenecido a
ti.
Jesús entró en su habitación y cogió las alforjas que tanto tiempo llevó
consigo, y entregándoselas, le dijo.
- Cuida de Marta y de los demás animales, también tienes tu una misión que
cumplir.
El perro movía la cola contento de escuchar las palabras que Jesús le
dijo.
Miró a Marta y dándole un beso en la frente le dijo.
- Cuídate mucho.
115
- ¡ Jesús !, ¡ Jesús !.
Jesús se dio la media vuelta y dijo adiós echándole un beso con la mano.
Llevaba una hora de camino y se encontró con un hombre que iba subido
en un carro tirado por dos asnos, al pasar por su lado Jesús le preguntó.
- ¿ A donde vas ?.
- Al desierto.- respondió Jesús.
- Pues vas a tardar dos días en llegar, yo me desvío pronto, porque voy al sur.
- ¿ Eres comerciante ?.
- Sí.
- ¿ Vendes telas ?.
- Vendo las mejores telas que hay y las más bonitas.
- ¿ Que quieres decir con que son esclavos de buena calidad ?.- le preguntó
Jesús.
- Pues que las mujeres son jóvenes, bellas y además son vírgenes. Los hombres
son altos, fuertes y están sanos, a esto me estoy refiriendo. Valen mucho
dinero pero los ricos los compran rápidamente.- le respondió el comerciante.
- ¿ Has pensado tu en comprar una esclava ?.- le preguntó Jesús.
- Ya lo creo pero se necesita tener mucho dinero para mantenerla. Estas
esclavas son de lujo y tienen que estar bien alimentadas para que se conserven
bien. También hay que vestirlas con rica seda y que lleven buenos perfumes,
hay que hacerles buenos regalos de pulseras, anillos y collares de oro y de
piedras. Estas esclavas es un manjar bueno y caro que solo un hombre rico
muy rico lo puede tener.- respondió el comerciante.
- ¿ Para que quieren tener a su lado una mujer altamente decorada ?.- le
preguntó Jesús.
- Para el vicio, a nadie le amarga un dulce, las compran para el disfrute de
ellos. Cuando yo acumule una buena fortuna que pienso solo en eso me
116
compraré una esclava. Sueño con que llegue ese día.- respondió el comerciante
riendo y mostrando la dentadura sucia y negra que tenía.
- ¿ Tienes esposa ?.
- Estoy casado y tengo dos hijos varones aproximadamente de tu edad, pero mi
mujer ya es vieja y para mantener la sangre caliente hay que tener una mujer
joven que sepa hacer caricias.
Jesús lo miraba tristemente, en todos los años que hacía que caminaba
solo se había encontrado con un hombre tan miserable. El comerciante de la
mirada que le estaba echando el joven caminante, le preguntó.
- ¿ Porque me miras de ese modo, parece que haya dicho algo que no esté
bien ?.
- En verdad te digo que eres pobre, muy pobre, porque teniendo una esposa
piensas en acumular mucho dinero para comprarte una esclava. ¿ Acaso tu
esposa no viste con sedas ?.- le preguntó Jesús.
- Mi esposa está gorda, ¿ Para qué quiere ella llevar sedas si no las puede
lucir ?. ¿ Acaso no te gustaría tener una mujer de esta clase a tu lado ?, todo
hombre sueña con eso, hay que disfrutar de la mujer cuando conserva todavía
su lozanía, después hay que dejarlas a un lado porque solo sirven para fregar y
lavar la ropa, respondió el comerciante con una risa sarcástica.
Jesús le dijo.
- Para el carro que me bajo aquí, y una cosa te advierto, trata bien a los dos
asnos que trabajan para un hombre tan indeseable como tu.
Mientras que Jesús bajaba y pisaba tierra el comerciante le dijo con rabia
y coraje.
Lo noche era fresca pero como iba tan cansado pronto se quedó dormido.
El nuevo día amaneció claro, el cielo estaba despejado y el sol hacía un
rato que había salido. Los pájaros trinaban contentos a la primavera e iban
117
llevando con sus picos ramitas que encontraban en el suelo y las subían a la
copa de los árboles para hacer sus nidos.
- Padre te doy las gracias de que te acuerdes de tu siervo que aquí en la tierra
está haciendo tu Voluntad. Las luchas que he tenido que hacer han sido
muchas, y aún son pocas para lo que me espera. Dame la fuerza de una roca
para que mi carne no se vuelva débil. Todos los seres de la tierra se pegan a mí
como las abejas a la miel. Soy consciente de que tu eres mi Padre y nada debo
de olvidar. También yo te amo Padre mío es por eso que estoy aquí.
118
Jesús bajó los brazos y respiró hondo. Su hermano de la luz estaba junto
a él mirándolo con la cara radiante y rebosante de amor.
En la edad que tenía Jesús no había sido jamás tan feliz como lo era en
aquellos momentos. Cada día que amanecía empezaba algo nuevo para él,
hasta que los designios de Dios se cumplieran. Sabía que cuando llegara y la
edad que tenía. Las luchas que lo esperaban eran muy fuertes, él era
consciente de eso.
Había cumplido veinte años de edad, y llegó el día que se tenía que ir. Le
costaba mucho separarse de su Hermano de la Luz que estuvo con él día y
noche haciéndole compañía tres años en el desierto, poniéndolo al corriente de
todo lo que le esperaba hasta que volviera otra vez al Reino de su Padre.
Jesús no respondió nada, pues tenía la mirada brillante y por sus ojos
aparecieron dos lágrimas de la nostalgia que sentía por tener que dejar a su
Hermano de la Luz. Cogió su vara y empezó de nuevo el camino, estaba
tranquilo y sereno de haber estado tres años en la paz del Todopoderoso.
- ¿ Como te llamas ?.
- Mi nombre es Jesús.
- ¿ Has visto a un joven mendigo por aquí ?.- le preguntó uno de los soldados.
- ¿ Es por ser un mendigo que lo buscáis ?.- le preguntó Jesús mirándolo
fijamente.
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El soldado llevaba el látigo en la mano y dando un latigazo al aire dijo
con rabia.
- ¿ Esos que lo van a juzgar quienes son ?.- les preguntó Jesús.
- Son jueces hombres de leyes.- le respondió un soldado indignado.
- ¿ Que haces solo por aquí ?.- le preguntó uno de los soldados.
- Llevo la Palabra de Dios Todopoderoso, Él solo es juez, Él es el único que
puede juzgar. Aquí en la tierra el juez cuando juzga tiene que estar en contacto
con Dios para no equivocarse y hacerlo bien o lo mejor posible.
Llegó a un lugar rocoso, por encima volaban dos buitres esperando poder
saltar y devorar a alguna presa que estaba a punto de morir. Fue al lugar donde
volaban los rapaces buscando si todavía podría salvar alguna vida.
Los animales al ver que alguien se acercaba retrocedieron posándose
encima de una roca.
Jesús buscaba hasta que encontró a un joven tendido encima de la tierra
herido. En la cabeza tenía varios cortes por donde le brotaba sangre, la cara la
tenía desfigurada por la paliza que había recibido. La camisa la tenía medio
arrancada y en su pecho y espalda se podía ver los latigazos que había recibido.
Lo cogió y lo puso en una buena posición para que pudiera respirar bien. Fue a
buscar hierbas en abundancia y lavó las heridas hasta dejarlas limpias.
120
Espantó a los buitres para que se fueran pues no querían abandonar el
sitio donde se habían puesto, desde allí tenían localizado al joven herido e
inconsciente para poderlo atacar de inmediato.
- ¡ No me hagas daño !.
Jesús puso su mano en la frente del joven y le dijo con voz suave.
El joven rompió a llorar sacando todo el daño que le habían hecho y poco
a poco se fue tranquilizando al ver que realmente estaba con un amigo, el joven
le dijo.
- Gracias por lo que has hecho por mí, me has salvado la vida.
- ¿ Recuerdas lo que te ha sucedido ?.- le preguntó Jesús.
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El joven cogió una piedra y en la tierra dibujo la puerta de entrada de la
ciudad de Damasco y el barrio donde ellos vivían.
- Que Dios te acompañe, y recuerda que tienes que mantenerte alejado de los
soldados.
- No te preocupes por mi.- le respondió Jesús.
Se fue con pasos ligeros mientras que el joven lo miraba como se iba
alejando.
Llevaba medio día de camino, pasó por donde habían almendros, se paró
y comió almendras frescas, estuvo partiendo con una piedra hasta que no tuvo
más gana.
El camino era largo hasta llegar a Damasco y se paró a pasar la noche
cerca de un riachuelo. Era noche de Luna llena y la luz de la luna iluminaba las
aguas limpias y cristalinas que bajaban lentamente. Se puso en meditación y
así estuvo un buen rato al mismo tiempo que escuchaba los canalillos del agua
como bajaban que parecía que fuera música celestial, seguidamente se durmió.
122
- Bueno entra, pero recuerda que solo puedes estar un día, si pasado este
tiempo te encontramos da por seguro que te quedarás encerrado en las
mazmorras hasta tiempo indefinido.
- ¿ Conocéis a Anatot ?.
Los dos niños levantaron la cabeza para ver quien les preguntaban, uno
de ellos respondió.
- Es mi hermano.
Su otro hermano llamó a su madre varias veces para que fuera. Era una
mujer que tenía entre sus brazos a un bebe llorando. Ella estaba marcada por el
sufrimiento y el dolor, era joven pero parecía que tuviera muchos más años.
Jesús se acercó a ella y le dijo saludándola.
- Pobre hijo mío, ¿ Tanto daño le han hecho ?.- preguntó la madre preocupada.
- Está herido pero pronto se recuperará de las heridas, he venido para decírtelo.
- ¿ Donde está ?.
- En un lugar donde no lo podrán encontrar porque es habitado por buitres.
- Tiene mucha fiebre hace dos días que está de esta manera y no se que hacer.
- Dame el niño, le dijo Jesús.
123
- No llores más porque tus males están curados.
- ¿ Eres médico ?.
- Médico como los que tu crees no soy, yo curo el espíritu para que el cuerpo
sane.
- Coge estas monedas y compra comida para ti y para tus hijos, os permitirán
vivir un tiempo, no te desesperes mujer que pronto todo cambiará para ti.
Ella tenía la mano abierta y miraba contenta las monedas de plata que le
había entregado ese joven.
- Dile que se cuide y que no vaya hacer otra cosa más para que no lo detengan,
dijo ella con lágrimas en los ojos.
- Le daré tu mensaje, mujer.
- Quiero darte las gracias por todo lo que has hecho por nosotros y aun más por
lo que has hecho por él.
Jesús puso sus manos encima de la cabeza de los otros dos hijos de la
mujer y dijo orando.
124
quiso pasar al raso porque el cielo anunciaba una fuerte tormenta que duró
toda la noche.
Amaneció un bonito día pero el agua que cayó había hecho muchos
destrozos, en la tierra se podían ver grandes agujeros y surcos que iban
ladeados, también había caído un rayo en un árbol y estaba medio quemado.
Jesús continuó su camino con dificultad al pisar en la tierra por la
encharcada que estaba, los pies se le hundían y las sandalias se le quedaban
pegadas en el barro.
Era pasado mediodía cuando llegó donde había dejado al joven Anatot,
vio que no estaba allí y miró por todo el alrededor para ver si lo veía. Jesús se
puso a llamarlo a gritos. Se escuchó la voz de Anatot que dijo.
- Pobre madre mía que poca suerte tuvo al elegir a mi padre como esposo.
- ¿ Porqué nos ha tocado vivir esta vida ?, hay mucha gente que conozco que
no son buenos y viven bien, ¿ Porqué ?.- le pregunto a Jesús.
- Porqué creo que solo se enriquecen los que son malos, ¿ Tan malo es el que
ayuda a los destructores ?.- le preguntó Anatot.
125
- ¿ Porqué piensas eso ?.
- Porque creo que entre ricos y pobres hay una guerra, los buenos van con los
que lo son, y los malos con los de sus bandos, los buenos nunca ganaran una
batalla.
- ¡ Te equivocas !, ¿ Me oyes ?, no vuelvas a decir eso nunca más en presencia
mía porque no es cierto. Las pruebas que te están dando, tú las estás haciendo
fracasar.- le respondió Jesús enojado.
- ¿ Porque te enfadas, acaso tiene esto algo que ver contigo ?.- le preguntó el
joven Anatot.
- Claro que sí aunque creas lo contrario, yo también estoy luchando para que el
bien venza al mal.
- Si a lo que tu te refieres es que me has salvado la vida pues puedo creer que
estás al lado del bien, pero el mal sigue haciendo y trabajando para conseguir
sus deseos.- le respondió Anatot.
- Seguirá trabajando como tu dices pero llegará un día que todas las almas que
hay en la tierra se unirán al alma universal.- le dijo Jesús convencido de lo que
decía era verdad.
- Entonces tu debes de saber en donde está Dios, y por que no actúa con los
otros.
- Para Dios tampoco es fácil es por eso que tarda tanto tiempo en cambiar las
cosas. En cada persona vive el bien y el mal, es dentro de cada uno donde está
la lucha por alcanzar el bien, por estar en paz consigo mismo para que el ego y
la maldad no coja superioridad dentro de su ser.- le respondió Jesús.
- Si es cierto, pero es el mal el que te está aconsejando para que lleves acabo
esa terrible hazaña, está esperando a que lo hagas para poder apoderarse de tu
alma. Esta es la lucha que hay dentro de cada ser. No todo en la vida de una
persona es siempre de esa manera, cuando llega un cierto tiempo todo cambia
y él que estaba arriba luego está abajo y le tiene que pedir favores al que un
día despreció.
- Si esto lo entiendo de que todos somos hijos de Dios, ¿ pero porqué yo siendo
también un hijo suyo pienso de diferente manera que tu ?.
126
- Porque cada uno somos distintos en maneras de pensar y de actuar, ¿ Te das
cuenta como para Dios es difícil de que el ser humano lo entienda ?.- le
respondió Jesús.
- Pues sí que tiene que ser difícil porque por ejemplo yo no hubiera hecho por ti
o por otro lo que tu has hecho por mí de ir hasta Damasco arriesgando tu vida
con los soldados, para llevarle un mensaje a mi madre y venir después aquí.
También de haber estado a mi lado un día y una noche curándome las heridas,
le dijo Anatot.
- Aunque no lo creas si que he obtenido beneficio.
- ¿ Cual ?, le preguntó Anatot extrañado.
- Pues tengo entendido que todos morimos, le respondió Anatot con ironía.
- Todos los que creen en Dios y en mí, permanecerán siempre vivos. Los que
mueren son esos que no obedecen a la Voz de mi Padre.
- No soy tan listo como tu y nunca entenderé todo eso que dices, pero creo que
eres alguien importante que esconde su nombre para que no lo reconozcan.
- Mírame bien y dime que ves en mi.
- Se que soy torpe pero tampoco se quien es ese tal Isaias.- respondió Anatot
algo afligido.
- Por mucho que lo miro no le encuentro nada, ¿ Será culpa mía porqué no lo se
ver ?, ¿ Quizás sus maneras de hablar es lo que le hace ser diferente a todos ?.
Jesús estuvo durmiendo una hora. Cuando abrió los ojos vio que Anatot
lo seguía mirando. Jesús se incorporó y se quedó sentado.
127
- ¿ Te duelen las heridas ?.- le preguntó Jesús.
- Mucho menos, están ya cicatrizando.- le respondió Anatot.
- ¿ Que es lo que vas hacer ahora, a donde iras ?.- le preguntó Jesús.
- No lo se, tengo que dejar pasar un tiempo hasta que pueda volver a
Damasco.- respondió Anatot pensativo.
- Hablo con Él, a parte que se lo que tengo que hacer aquí en la tierra.
- Si sabes lo que tienes que hacer es porque te lo dice, ¿ Dime cuando fue la
última vez que hablaste con Dios ?.- le preguntó Anatot muy interesado por
saberlo.
- Yo quiero verlo.
128
Anatot miraba su cuerpo, su pecho, vientre y brazos buscándolo para
ver si lo veía.
- No es así como lo vas a encontrar, tienes que mirar con los ojos del espíritu.-
le dijo Jesús.
- ¿ Como se hace eso ?.
- No creo que yo pueda llegar hacer todo eso, pues para mi es demasiado
complicado y además necesito que todo se me de rápidamente.
- No llegarás entonces a nada de ese modo, el trabajo es lento pero seguro, y el
que se propone llegar llega.
Jesús lo enseñó al igual que hizo con las demás personas que se iba
encontrando.
Hacía una semana que Jesús estaba con Anatot haciéndole compañía.
Los dos hacían meditación juntos, Jesús quiso que así fuera para que
aprendiera bien y la hiciera amenudo.
Un día Anatot le comunico a Jesús diciéndole.
- No te preocupes por eso, yo también oigo lo que dices pero mi mente está con
Dios. Eso es parte de un cultivo que tienes que ir haciendo despacio. Hay
hombres que llevan años buscando a Dios y cuando lo encuentran ya no paran
por lo bello que es ese amor.
129
- Está bien de que sientas amor por tu familia, es normal porque has nacido de
ellos, pero ese amor lo tienes que sentir por tu prójimo también.
- Es difícil de que yo sienta amor por quien me haya hecho daño, o se lo haya
hecho a mi madre y a mis hermanos.- le respondió Anatot estando seguro de lo
que decía.
- Los hijos de la Luz sienten amor hasta por su peor enemigo.
- Los hijos de la Luz como tu dices yo no se quienes son, deben ser elegidos por
Dios, pienso yo, pero a lo que a mí se refiere no podría sentir amor por alguien
que me ha hecho daño. Yo jamás podré ser un hijo de la Luz.
- Nunca más repitas eso, porque dentro de ti está la Chispa Divina, el rayo de
fuego que te creó, y si ese fuego arde con fuerza no serás tu quien lo puedas
parar.- le dijo Jesús.
- Mi madre hace muchos sacrificios, sufre mucho por la vida que le ha tocado
vivir, ¿ No será jamás recompensada por esto?.
- Todo sacrificio tiene una recompensa, no lo olvides.- le respondió Jesús.
La noche había llegado y Jesús había decidido de irse al día siguiente con
la salida del sol, y así se lo comunicó al joven Anatot.
- Mañana me iré.
130
- Antes me dijiste que hay que sentir amor por nuestros semejantes, ¿ Porqué
no me dejas que siga a tu lado ?.- le preguntó Anatot.
- Es cierto que hay que sentir amor por los demás, pero tu serás un
impedimento para mí, pues eres joven tienes cerca a tu madre y a tus
hermanos, los puedes ayudar. En lo que ahora tengo que hacer, tu no puedes
participar, ni sabrás nunca de que va. Ya te he dado mi ayuda, ahora tienes que
valerte por ti mismo.- le respondió Jesús.
- Es que hasta que no pase un poco de tiempo no puedo volver a Damasco y no
sé a donde ir.
- Yo tampoco, pero sé que alguien me espera.- le dijo Jesús mirándolo de
frente.
Jesús miraba indignado a la gallina muerta y aún más rabia le dio de ver
la cara de satisfacción que tenía Anatot, por lo que había hecho. Jesús le dijo.
- Has vuelto a robar, ahora si que es un robo lo que has hecho, porqué no era
necesario de que hicieras esto.
- He cogido la gallina para ti y para mi, hace días que solo comemos frutas
salvajes y raíces, mi estómago me pide algo más fuerte.- respondió Anatot
sorprendido porque pensaba que lo había hecho bien.
Jesús cogió a la gallina del suelo y fue hasta la puerta de la granja. Salió
el granjero, era un hombre joven y robusto. Cuando vio a la gallina muerta su
cara enrojeció de ira, pensaba que era Jesús que la había matado, se fue hacia
él para cogerlo del cuello. Jesús lo detuvo con la mano y le dijo señalando a
Anatot.
131
Jesús sacó del bolsillo de su túnica una moneda y se la entregó al
granjero junto con la gallina. Este miró la moneda y le dijo con desprecio.
- Esta moneda no vale apenas nada, la gallina cuesta mucho más, sino tienes
más dinero tendréis que pagarme con trabajo aquí en el campo.
- Estoy de acuerdo en lo que dices.- le respondió Jesús.
Jesús llamó al joven Anatot y le dijo que fuera allí. El joven obedeció y
cuando estuvo junto a los dos, Jesús le dijo.
- Tienes que quedarte aquí en la granja hasta que pagues con trabajo el precio
que vale la gallina.
- ¿ Tu te vas a ir sin mi ?.- le preguntó Anatot.
- Pórtate lo mejor que puedas y aprende que hay que respetarlo todo para que
tu vida pueda ser buena.
Anatot le dio un abrazo a Jesús y le dijo.
- Perdóname todo lo que te hecho pasar, y también te quiero decir que en los
días que hace que te conozco te quiero como si fueras un hermano mío. Si un
día nos volvemos a ver te pagaré todo lo bueno que has hecho por mi familia y
por mí.
Era la época de la siega del trigo. Había llegado a una casa rústica donde
habían tres hombres en el campo cortando el trigo. Como la calor que hacía era
sofocante, Jesús se paró en la puerta de la casa, para pedir que le dieran un
poco de agua. Salió una mujer de mediana edad que al ver a Jesús lo confundió
con alguien que iba a pedir trabajo, y como el que había era mucho, ella sin
saber que era lo que quería le dijo señalando a donde estaban los trabajadores.
- Ves allí porque hay trabajo para todo el que venga, parece que hayas caído
del cielo, te pagaré bien y te daré la comida.
- Esta bien, pero antes quiero que me des un poco de agua, respondió Jesús.
- Ahí tienes el agua, bebe toda la que quieras, le dijo ella señalando una tinaja
que había cerca de la casa.
132
La mujer le dio una hoz para que segara el trigo. Después de que
hubiera bebido agua se unió a los tres hombres en la faena de la siega.
Era pasado el mediodía cuando la dueña de la casa, les dijo gritando.
- Vengo de lejos.
- Hijo come bastante, pues el trabajo es duro y el sol pega fuerte, si te debilitas
no podrás acabar la tarea y te necesitamos.
- Los malhechores van a esconderse al desierto, saben que allí nadie los va a ir
a buscar, le dijo otro de los hermanos.
133
- Yo hago muchas cosas y todas son buenas.
- Me habéis dicho que me pagaríais cuando se acabara la siega del trigo, pero
vuestra intención es la de no darme nada, lo supe nada más llegar aquí y sin
embargo me he quedado para ayudaros. Mañana os demostraré que yo solo voy
a sacar el trabajo que hacéis los tres juntos en un día.
La madre no decía nada, solo observaba a Jesús porque había dicho que
no les iban a pagar y estaba en lo cierto. Siempre hacían lo mismo con todos
los obreros que llegaban. Como sus hijos eran fuertes y les gustaban la lucha,
pues estas eran sus armas que utilizaban para no pagar a los obreros.
Decían que con la buena comida que comían estaban pagados.
La dueña de la casa en el mismo instante que vio a Jesús se dio cuenta
de que era diferente a los demás, incluso a sus hijos, tenía algo que le hacía ser
especial a todos los que ella conocía. En muchos años habían engañado a
muchos obreros, pero ella no podía hacer esto con Jesús porque algo le decía
que una desgracia caería sobre ellos.
Ella dirigiéndose a Jesús le dijo.
134
Como este no cogía la herramienta, Jesús la dejó encima de la tierra.
Los tres hermanos se dieron cuenta del obrero que perdían, fueron a
buscar a su madre para ver ella como mujer, lo retenía allí con buenas
palabras.
La madre escuchaba desde la puerta de su casa todo lo que estaba
pasando, y entró en el casa para buscar unas monedas y dárselas a Jesús para
que se quedara. Ella con la mano abierta le enseñó cuatro monedas y le dijo.
- Esto te doy ahora, y cuando todo el trabajo se haya terminado te daré mucho
más.
Jesús estaba preparado para irse con su vara en la mano. Miró las
monedas y cogió tres, y le dijo a la dueña de la casa mirándola de frente.
135
- Si, eso es lo que muchos nos dicen, pero cuando terminamos el número y mi
hija pasa la pandereta para que nos dejen unos centavos se dan la vuelta y se
van, pocos son los que echan algo. Ahora estamos llegando a este pueblo que
se ve, pues tenemos que comer algo y solo tengo dos centavos que me queda
en el bolsillo, los cuatro no podemos comer con eso ni siquiera uno.
- Nosotros nos vamos a quedar aquí a descansar un rato hasta que la mula
coma, le dijo el hombre mientras que hacía ejercicios con las piernas y el
cuerpo. Su esposa también hacía estiramientos por otro lado.
- Si yo te la pidiera, ¿ Me la darías ?.
- No.
- ¿ Por que no ?.
- Porque sabe todos mis secretos, le respondió Jesús sonriendo.
Ella lanzó una carcajada y dijo.
- ¿ De qué manera le cuentas tus cosas ?.- le preguntó ella sin dejar de reír.
- No hace falta que le cuente nada, lo ve.- le respondió Jesús mirándola
dulcemente.
136
Su otra hermana se acercó a ellos para participar en la conversación que
tenían y dijo.
- Jesús, ¿ Y tu ?.
- Isabel, y mi hermana Aurora.
- Tenéis las dos nombres bonitos.- le respondió Jesús.
- Soy caminante.
- ¿ Y para qué caminas ?.
137
- Se que soy bonita y que los hombres me miran cuando bailo.
Jesús sabía que tenían que comer, ellos no eran como Él que se
alimentaba de fruta y otros vegetales. Se acercó al matrimonio y les dijo.
El posadero se fue y vino al poco tiempo con dos platos llenos de comida
poniéndolos encima de la mesa, con los tres siguientes hizo lo mismo. También
dejó cinco vasos de cerámica y una jarra de vino.
El matrimonio y sus dos hijas comían con apetito hasta dejar el plato
casi limpio.
Jesús los miraba contento de ver como se habían quedado satisfechos.
Le preguntó al posadero cuanto se debía. Le dio el importe y seguidamente
salieron fuera.
La hora de que ellos empezaron la actuación sería por la tarde que era
cuando más gente circulaban por allí. Empezaron a preparar las dos hijas los
vestidos que se tenían que poner para la actuación. Isabel la hija más pequeña
habló con sus padres y les dijo.
- Hoy yo no bailo.
- ¿ Porqué ?.- le preguntó su padre contrariado.
- Porque no tengo un vestido bonito, es el mismo que llevo desde hace tres
años.- le respondió la hija llorando.
138
- ¿ Que te ocurre ?, porqué nos haces esto.- le preguntó la madre enfadada.
- Porque quiero lucir un vestido nuevo y también hacerme otro peinado, este
que llevo es de niña y ya no me gusta.
- ¿ Que mosca te ha picado ?, ¿Eh ?,.- le dijo la madre sacudiéndola por un
brazo.
- ¿ Se ha enamorado ?.
- ¿ De quien ?.- le preguntó la madre pidiéndole explicaciones.
- Dile que venga que quiero hablar con ella.- le dijo Jesús.
Entró el padre en el carruaje y se encontró a su hija acostada, le dijo.
Cuando terminó de arreglarse todo lo que pudo bajo del carruaje y fue
hasta donde estaba Jesús caminando con garbo y sonriendo.
139
- Porque quiero que me vean guapa, y el vestido que tengo es viejo.
- Eres joven y muy atractiva, y por esa razón no necesitas ponerte adornos,
incluso puedes bailar ahora con este vestido que llevas puesto aunque no sea
para el baile.
Isabel al oír esto se sonrojó. Sus padres que estaban cerca y que
escucharon la conversación sintieron pena por su hija, por todas las ilusiones
que se habían hecho al enamorarse de Jesús. Se escuchó el griterío del público
como pedían que empezara pronto la actuación.
Seguidamente salió de entre toda la gente que había y se fue de allí del
pueblo. Como ya estaba cayendo la tarde cuando llegó al campo se quedó para
dormir en una tierra de olivos que había.
Estuvo caminando tres días hasta que llegó a una ciudad. Las gentes que
se iba encontrando por las calles no se fijaban en nadie pues al parecer estaban
acostumbrados a que fueran forasteros. Buscaba un templo para meditar pues
aparte de orar en la naturaleza como siempre hacía también había ido muchas
veces a la Sinagoga para leer el antiguo testamento.
En esta ciudad eran mezquitas lo que habían y cuando llegó a una plaza
grande encontró una. En la entrada estaban las babuchas de los hombres que
habían dentro. Jesús se quitó las sandalias y las dejó al lado de este calzado y
entró.
Dentro habían varios hombres que oraban. Como había entrado a otras
mezquitas sabía como se rezaba y se puso en la misma posición de los hombres
que allí habían.
Un hombre que estaba orando se fijo en Jesús, se dio cuenta de que no
era de los suyos, y cuando Jesús abandonó la mezquita lo fue siguiendo hasta
que lo alcanzó y le preguntó.
140
- Todos los templos son del mismo Dios, al igual que lo son los campos, el mar
y los ríos. Todo pertenece al mismo Creador.
- Es cierto eso que dices pero tu raza y la mía es diferente.- dijo el hombre.
- Eres un hombre rico se puede ver en tu atuendo, ¿ Porqué no dejas de pensar
como alguien que posee una gran fortuna y hablas a los más pobres de que
Dios a ellos los mira mejor ?.
- No soy un líder espiritual, solo soy un hombre que cree en Dios, para que veas
que soy bueno te voy a invitar para que vengas a mi casa y te quedes los días
que tu quieras.
- Voy de camino.- le respondió Jesús.
- Si me he dado cuenta por la vara que llevas de que eres un caminante, pero
te pido que aceptes mi invitación.
- ¿ Que interés tienes en que me quede en tu casa los días que yo quiera, si no
me conoces ?.
- No tengo interés alguno, solo te quiero demostrar que no tengo nada contra
tu raza.- le respondió el hombre.
- De acuerdo, acepto.- le dijo Jesús.
Los dos se fueron caminando hasta llegar a la gran casa que poseía este
hombre rico.
Dentro se podía ver mucha riqueza. Los techos y las paredes eran de
mármol tallado en figuras de flores, en el suelo habían grandes y espesas
alfombras limpias. Habían cojines grandes y altos para sentarse. Este hombre le
hizo una señal con la mano para que se sentara en uno de ellos mientras que él
se sentaba junto a Jesús.
Era la hora de la comida e hizo su entrada una doncella que traía entre
sus manos una gran bandeja con una fuente de buena comida, dos copas de
plata y una jarra de vino también de plata y depositó la bandeja delante de los
dos.
El hombre rico miraba a Jesús al mismo tiempo que lo invitaba para que
empezara a comer. Jesús le preguntó.
- ¿ No tienes esposa ?.
- Tengo una esposa y varias favoritas, también tengo once hijos que son de
todas ellas.- le respondió el hombre mientras que metía la mano dentro de la
fuente de plata para comer.
- ¿ Porqué ?.
- Pues porque las conversaciones de los hombres no son para que las escuchen
las mujeres.
141
Jesús también estaba comiendo y saboreando esa buena cocina.
El hombre rico miraba como comía con apetito y le dijo.
- Todo esto que te he explicado sobre mi esposa tu lo sabes porque eres judío y
yo musulmán, nuestras dos razas están conviviendo casi juntas, yo se de
vuestras costumbres como tu sabes de las nuestras.
- Exacto, por ahí vas bien.- respondió el hombre rico reflexionando en lo que
Jesús le había dicho.
- ¿ Porqué crees que he entrado en la mezquita para orar ?.- le preguntó Jesús.
Habían acabado de comer, el hombre rico dio dos palmadas más y vino
la sirvienta e hizo una reverencia esperando que era lo que quería.- él le dijo.
142
- Enséñale a mi invitado su dormitorio.
Jesús entró dentro, pues necesitaba bañarse con el calor que hacía era
insoportable. El agua que había en la bañera olía a un buen perfume, dejándolo
todo impregnado.
Salió de la casa para irse a la calle, quería conocer esa gran ciudad. La
calor que hacía era agobiante, el sol estaba todavía pegando fuerte, esa era la
razón de que en la calle apenas se veía gente pues la mayoría estaban
durmiendo la siesta. Caminaba por la sombra pues había salido del baño muy
bien y con la cabeza mojada pero pronto los cabellos se les habían secado.
Hizo un gran recorrido entrando por unas calles y saliendo por otras.
143
- ¿ Buscas a una mujer como yo ?, no te voy a cobrar caro, sígueme hasta el
reservado que tengo para mi.
Jesús la miraba con pena, con lo bonita que era que podría haber hecho
un buen matrimonio y haber tenido hijos con el hombre que amara. Iba
mostrando las tres partes de su hermoso cuerpo para vendérselo a cualquiera
que le pagara aunque fuera poco por él.
Como Jesús no se movía de donde estaba y solo hacía que observarla,
ella puso su mano en la cara de Jesús acariciándolo para obtener la conquista.
Jesús le cogió la mano y se la quitó de su mejilla diciéndole.
- Eres hermosa y quizás no sepas que ese cuerpo que tienes no es tuyo y que
llegará un día en que lo tengas que devolver.
- No se que quieres decir con eso, yo solo pretendo hacerte que seas feliz
durante un rato, incluso si no me quieres pagar me da igual porque me gustas.-
le respondió ella poniéndole la mano en el pecho.
Ella se fue y volvió con una bandeja donde había un plato de carne y de
verduras, una jarra con vino y una copa, y la dejó en el lugar donde Jesús
estaba sentado.
Jesús miraba toda aquella comida, él no tenía hambre, pues a la hora del
mediodía había comido muy bien y le hubiese gustado no haber cenado nada,
pero hubiera sido hacerle un feo. Comió pero poco el hombre rico lo observaba
mientras comía y le preguntó.
- ¿ Has ido con alguna mujer de vida fácil ?, te lo digo para que tengas cuidado
con ellas pues como van con muchos hombres tienen enfermedades.
- ¿ Has estado tu alguna vez con una de estas mujeres ?.- le preguntó Jesús.
144
- También tu y ellas estáis expuestos a enfermedades, seguro que habéis
cogido alguna, ¿ No es cierto ?.
- Sí, es por eso que te lo advierto, otras mujeres con más razón cogen estas
enfermedades más fuerte.
- ¿ Te das cuenta por lo que tu raza y la mía no se pueden llevar nunca bien ?
.- le respondió el hombre rico medio abatido.
- Solo te quiero decir que tu también eres un sirviente, vas haciendo
reverencias a tu amo para que de nada te falte al igual que lo hacen tus
sirvientes contigo. La reverencia solo hay que hacérsela a Dios, pero a nadie
más de la tierra porque tu sirviente no es más que tu ni tu más que tu
sirviente, a los ojos de Dios, todos somos pobres, sino mira tu cuerpo como
está ya desgastado y con dolencias dentro de pocos años solo servirás para
alimentar la tierra.
145
Jesús también se puso en pie para irse, pues sabía que allí nada más
podía hacer y le dijo.
- Hermano no te enojes conmigo pues siempre peco por ser justo y decir la
verdad, pero estoy aquí para eso, se que tienes un buen fondo y también
mucho orgullo y vanidad, no lo tomes como algo malo porque, ¿ por parte mía
no lo es, te estoy agradecido por este día que me has acogido en tu casa. Ahora
si me disculpas voy a la habitación a coger mi vara y me iré de tu casa.
- ¿ Quien crees que eres tu para hablarme de ese modo ?.- le dijo el hombre
rico ofendido.
- Soy un hijo de Dios y un hermano tuyo.- le respondió Jesús .
Era casi media noche, Jesús iba atravesando la ciudad, y escuchó una
voz que lo llamaba, giró y vio que se trataba del hombre rico que le decía con
voz cansada.
- No tengo casa para pasar la noche pero tampoco la necesito, hoy estoy aquí,
mañana estaré en otro lugar y pasado mañana en otro. Yo soy libre como el
viento que va a donde quiere, no padezcas por mi, hermano.
- ¿ Quien eres tu ?.- le preguntó el hombre rico mirándolo fijamente a los ojos.
- Soy un peregrino, una Hermano de la Luz. Luz que voy dando a todos esos
que lo necesitan.
- ¿ Entonces tu también eres un sirviente ?.
146
El dormitorio en donde estaba Jesús había una puerta que daba a una
terraza con jardín, salió fuera y en el silencio de la noche estuvo orando
sentado en un banco de mármol blanco. El aroma que había a Rosas y a Jazmín
hacía que la noche fuera mágica, acompañada también de un cielo lleno de
estrellas.
Estaba amaneciendo cuando Jesús se despertó fue porque fuera en la
terraza habían pájaros comiendo semillas y trinando. Desde la cama los podía
ver como saltaban de las ramas de las flores y se posaban en el suelo
picoteando.
Se puso en pie y salió del dormitorio. En el pasillo habían dos sirvientas
limpiando en silencio para no hacer ruido.
En la gran sala de estar, estaba el hombre rico desayunando y cuando
vio a Jesús le dijo amablemente.
Jesús se sentó en uno de los cojines y cogió una manzana del frutero y
la fue comiendo a mordiscos. El hombre rico le preguntó.
- ¿ Te gusta hacerlo ?.- le preguntó el hombre rico mientras que comía frutos
secos.
- Así es.
- Nuestra ley dice que el hombre puede tener más mujeres aparte de su
esposa, pero la esposa no puede tener más hombres que su marido, yo no hago
ningún mal al tener más mujeres que la mía.
147
- Cuando Dios creó al hombre y a la mujer los hizo con diferentes físicos para
que se distinguiera el varón de la hembra, pero en lo que se refiere a la ley, las
dos son iguales. Al varón le dio unas responsabilidades por la fuerza física que
tiene, y a la hembra le otorgó otras que tienen que ver con el amor, la mujer no
necesita fuerza física para amar y educar a sus hijos, y sin embargo todo esto
que te digo lo aplica con su esposo.
- Se que tienes razón en todo esto que dices, a veces observo a mis mujeres
como educan a mis hijos y pienso que yo sería incapaz de transmitirles tanto
amor en cada palabra que les enseñan y en cada caricia que les hacen, se que
solo eso lo puede hacer una mujer con la ternura que Dios les dio al crearlas,
pero sigo pensando del mismo modo, que ellas son mujeres y los hombres
somos los hombres.
- Estos son los hijos que tengo con mis favoritas, vienen a darme los buenos
días como cada mañana. Después tengo tres hijos más con mi esposa pero
nunca vienen juntos.
Jesús iba cogiendo a los niños los sentaba en sus rodillas y los bendecía
poniéndole la mano en sus cabezas. Estuvo un rato jugando con ellos y
seguidamente se fueron con sus madres que los esperaban en sus habitaciones.
- ¿ Los hijos que tienes con tu esposa los has visto ya ?, le preguntó Jesús.
- Ellos son los primeros que vienen a darme los buenos días, le respondió el
hombre rico.
- ¿ Los quieres a todos por igual ?.
- Creo que si y es más, estás invitado a una fiesta que doy dentro de tres días
por el nuevo nacimiento que ha habido de otro hijo mío con una de mis
favoritas.
- Te doy las gracias por la invitación que me haces, pero mañana a la salida del
sol tengo que irme.
148
El hombre rico lo miraba queriendo entrar si hubiese podido dentro del
cuerpo de Jesús para poder ver con más claridad lo que había en el interior de
su ser, le dijo.
- Me resultas extraño, pero admiro lo que haces hay que ser valiente y
generoso para llevar a cabo tu trabajo, ¿ Si hubieses nacido de una familia rica
habrías hecho también esto.
- Pues aunque creas que puede ser imposible, es cierto.- le dijo Jesús.
- Aunque así fuera, ¿ Como va a servir a los demás el hijo de un Rey ?.- le
preguntó el hombre rico sin creer en lo que Jesús decía.
- Los autenticos Reyes los que son elegidos por Dios, están para servir y
atender las penas y las desgracias de sus súbditos. Es por eso que Dios les
otorga ese don para que ayude a los demás.
- ¿ En verdad crees que hay tanta gente que sufre y pasa hambre ?.- le
preguntó el hombre rico.
- Si no lo crees te invito a que me acompañes y de esa manera verás todas las
penas que hay en el mundo y lamentaciones.- le respondió Jesús.
El hombre rico entró en una de sus habitaciones y salió con una bolsa de
cuero llena de monedas y se las dio a Jesús.
- Hermano te doy las gracias por todas esas personas que no tienen nada.- le
dijo Jesús mientras que cogía la bolsa entre sus manos.
149
- ¿ De que secretos hablas ?, le preguntó Jesús.
- He leido vuestras escrituras y hablan del Mesías que tiene que venir a la
tierra, estoy seguro de que tu eres el que esperan.
- ¿ En donde naciste ?.
- En Belén pero la mayoría de las veces digo soy de Nazaret porque me crié
allí.- le respondió Jesús.
- Pues Jesús hermano mío tu eres un Maestro que has venido a la tierra en
representación del Hijo de Dios, y quiero darle las gracias a tu Dios que también
es el mío por haberte puesto en mi camino.
150
- ¡ Ha vivido dos días en mi casa el Hijo de Dios !. Eso lo repetía una y otra vez.
Sus vecinos se le acercaron y le preguntaron, que era lo que quería decir con
eso. El hombre rico señalaba con la mano a Jesús que ya iba lejos y les
respondió.
- Aquél que va por allí es el Hijo de Dios, lo he tenido dos días en mi casa.
- No digas tonterías, le dijo uno de los vecinos.
Otro dijo.
- Se ha vuelto loco.
Otro comentó.
- Como puedes decir eso si Dios no tiene hijos.
Esa noche era luna llena. Jesús estaba estirado debajo del árbol y miraba
amorosamente el aro dorado que rodeaba a la luna, era parecido a la corona de
una Reina. Las estrellas de tanto como brillaban parecía que bailaran con ella
dando sus destellos de muchos colores. Seguidamente se quedó dormido.
151
he venido para morir por todos ellos dando un testimonio de amor, pero me
queda la conformidad de que el que no ame todo lo creado tampoco se les
amaran a ellos. El que no respete, tampoco se les respetara.
Dentro de mí sufres mi Divino Ser porque sabes al igual que yo, que la
evolución Divina en los seres humanos va lenta. Ellos mismos se hacen
prisioneros de sus arrogancias, creen que por estos agujeros de vanidades
tienen salida.
Jesús cerró los ojos estaba llorando, las lágrimas le caían por las mejillas
abajo.
Jesús siguió diciéndole a su Ser Divino.
- Como me gustaría que amaran al Espíritu de Dios, estoy aquí como mensajero
de Él y daré mi vida o otras más que viniera para que lo buscaran en su amor,
en todo su esplendor, ¿ Si ellos supieran ?.
Notó que le cogían la mano, abrió los ojos y vio delante de él a un niño
de unos siete años de edad. Era rubio con los cabellos largos y ondulados y de
ojos azules, llevaba puesta una túnica de color hueso y los pies los tenía
descalzos hundidos en la arena. El niño lo miraba sonriendo. Jesús lo miraba
con todo el amor que sentía dentro de él y le preguntó.
- Es que eres tu de niño, quédate toda esta noche con él y hablar de cosas que
os apetezca.
Jesús y el niño paseaban cogidos de la mano por las orillas del mar. No
decían nada, iban mirando el vuelo de las gaviotas como se pasaban encima de
las rocas para dormir. El cielo tenía su manto extendido de estrellas, el viento
les acariciaban su rostros. Iban los dos felices jugando con el agua que llegaba
hasta sus pies.
152
- El mundo es de los niños y el universo también, todos los seres humanos que
sean como niños podrán conectar con el universo y con toda la Creación y me
podrán oír y ver.
Jesús entró dentro de la ciudad, aquel lugar no lo conocía, era pobre. Las
viviendas que se veían eran chozas hechas de troncos de árbol y de ramas de
palmeras. Eran mucha gente la que se veía por allí. Habían muchos niños que
iban vestidos de mala manera. Toda aquella gente que iban cruzándose con él
no se daban cuenta de su presencia. Habían vendedores de dátiles y de otros
frutos secos que ofrecían a todos los transeúntes.
La montaña no estaba lejos y fue hasta ella. Desde allí vio la puesta de
sol y estuvo dándole gracias al Padre por ese momento tan maravilloso, y allí se
quedó a dormir. A la mañana siguiente emprendió de nuevo el camino dentro
de aquella ciudad. Llegó hasta un templo de murallas altas y de mármol blanco,
153
había mucha gente que estaba sentados fuera, vestían con túnicas viejas y
remendadas, andaban inválidos que iban con muletas y que pedían limosnas.
Aquél lugar era el más pobre que Jesús había estado, allí pasaban mucha
hambre.
Un hombre que iba con muletas se acercó a Jesús para pedirle una
limosna. Jesús quiso ese día curar la invalidez de esa persona. Puso sus manos
en la cabeza y en el cuerpo de este enfermo y pidió al Padre de que este
hombre andara bien. Después de haber puesto toda su fuerza en esta persona
le quitó las muletas y le dijo que andara.
Esto lo repetía una y otra vez. Las muletas estaban en el suelo y él iba
caminando a pasos lentos.
Jesús se fue de allí porque no le gustaba que dieran notorio a lo que él
hacía.
Toda la gente que allí habían conocían a este invalido desde hacia años.
Todos los enfermos que allí habían le preguntaban a este hombre quien lo había
curado. Él miraba entre toda la multitud que había y señalaba a Jesús que iba
alejándose y decía.
- Aquél que lleva una túnica color hueso y que sus cabellos reposan sobre sus
hombros.
Todos miraban para ver si veían al que decía este hombre pero es que la
gente que iban y que venían eran mucha y Jesús se había mezclado entre ellos.
Llegó a otro lugar de esta ciudad, allí la mayoría de gente que se
encontraba eran pobres. Había una mujer joven que estaba sentada en el suelo
amamantando a dos hijos suyos que eran mellizos. Jesús se acercó a ella, sacó
del bolsillo de su túnica la bolsa de monedas que le había dado el hombre rico y
puso en la mano de ella dos monedas. La joven las miró y le sonrió a Jesús
dándole las gracias. Seguidamente Jesús tocó las cabecitas de los dos bebes y
los bendijo.
Mas lejos había otro templo también de mármol blanco. Jesús entró pero
se descalzó antes dejando las sandalias fuera.
Dentro habían ancianos sentados en el suelo con los pies cruzados
haciendo oraciones. Jesús también se sentó del mismo modo y oró, no se oía
ruido alguno.
154
Jesús entendió perfectamente lo que el anciano le dijo y le respondió.
- Soy nuevo en esta ciudad y mis deseos son meditar con los mayores si estáis
de acuerdo.
Los dos ancianos se fueron a reunir con los otros más que esperaban
para llevarles la respuesta. Todos juntos hicieron un corro y hablaron, cuando
parecía haber llegado a un acuerdo volvieron los mismo ancianos para hablar
con Jesús y le dijeron.
- Para Dios no existen las lenguas que hablan de una manera o de otra, yo
cuando hablo con el Padre lo hago a través de mi mente y de mi corazón,
también utilizo mi palabra, pero Dios las comprende todas porque es nuestro
Divino Ser quien se comunica con Él.
Los dos ancianos al oír esto, volvieron otra vez a reunirse con los demás
ancianos para llevarles la respuesta. Ellos hicieron otro corro y se reunieron
para estudiar las palabras de Jesús. Esta vez fueron todos donde estaba Jesús y
el más anciano de todos le dijo.
- Soy un peregrino que vengo desde muy lejos, llevo la palabra de Dios y su
ley.
- Aunque seamos ancianos no conocemos cuales son los deseos de los Dioses.-
respondió otro.
Volvieron todos otra vez donde esperaba Jesús y el más anciano le dijo.
155
anciano se sentó encima de la alfombra e invitó a Jesús a que también se
sentara.
- Todos esos Dioses que me has mencionado están dentro de Dios, es Dios en
acción que ofrece todos sus dones a quien se los pide, es el Padre que le da a
sus hijos sus bendiciones.
- ¿ A que Padre te refieres ?.- le preguntó el anciano.
- Al Padre de todos esos Dioses, fue Él quien los creó.- le respondió Jesús.
- ¿ Entonces estás de acuerdo conmigo de que todos esos Dioses existen ?.- le
preguntó el anciano.
- Claro que existen, pero es Dios.
- ¿ Como puedes estar convencido de que es así, si eres todavía muy joven ?.
- No quiero llevar la contraria a un anciano pero estoy seguro de que es así.
156
A Jesús le dijo que se podía quedar allí todo el tiempo que quisiera,
Jesús se lo agradeció y le pidió que le enseñara hablar la lengua de ellos. Como
fueron muchos días los que estuvo lloviendo lo ocuparon para esta enseñanza.
La mujer fue corriendo a ver a Jesús para darle la noticia y las gracias,
iba llorando de alegría. Ella al encontrarse otra vez con Jesús le cogió las manos
y se las besó. Jesús al ver este gesto le preguntó.
La casita del anciano estaba cada día llena de gente. Unos pedían
comida, incluso gente que estaban en buena posición iban para que los
negocios les fueran mejor. Jesús a estos se enfrentaba y creaba a su alrededor
enemigos, porque no hacía lo que ellos le pedían, y era amenudo que se tenía
que enfrentar con alguien. Tampoco le dejaban tiempo para él, pues desde que
amanecía ya había gente en la puerta esperando y al mismo tiempo se
discutían entre ellos por ser los primeros, se armaba tal alboroto que ese día
Jesús no salía de casa. En vista de lo que ocurría tuvo que intervenir el anciano
enfadándose con todos los que estaban agrupados en la puerta diciéndoles que
el Maestro no iba a salir mientras que no supieran guardar la compostura y los
echaba a todos.
Llegó a oídos del Rey que había llegado a la ciudad un gran Maestro
joven y que era de otro país. Que curaba a los enfermos y que le daba de comer
a los pobres. El Rey lo hizo llamar para que fuera ante su presencia, lo quería
conocer y sentía curiosidad, quería ver con sus propios ojos si en realidad era
como se decía, que consolaba a los que estaban solos y les daba amor a los que
estaban enfermos y a los pobres.
Jesús sabía lo que el Rey se estaba tramando y no quería ir. El anciano
le dio un consejo y le dijo.
157
- No puedes desobedecer la invitación del Rey, pues se dice que es severo y
que castiga a quien no cumple el mandato que él ha dictado.
- Si lo he oído.
- ¡ Pues haz lo que te han dicho, estás frente al Rey !.- le dijo el Rey
malhumorado.
- Saluda al Rey.
- Te saludo Rey, dime para que me has hecho venir.- le dijo Jesús con
precisión.
- Porque estoy ante un hombre, no ante Dios, el que a ti te hayan hecho Rey no
tengo porqué hacerte una reverencia, ¿Dime para qué me has hecho venir ?.- le
respondió Jesús con voz suave.
158
orden al soldado para que detuviera a Jesús puesto que todo el país sabían que
era un monarca dictador y que nadie podía desobedecer una orden suya. El
anciano le volvió otra vez a hablar a Jesús por lo bajo y con voz temblorosa, le
dijo.
- No le hables de ese modo porque está a punto de estallar y nos van a arrestar
a los dos.
- He leido vuestras escrituras y en ellas dice que Dios castigó a un hijo suyo
porque no le quiso hacer una reverencia al hombre, ¿ Que me dices a esto ?.
- Te estás refiriendo al trabajo que Dios Padre hizo al dejar terminada la obra
del hombre, quiso que los Ángeles del cielo le hicieran una reverencia por lo
perfecto que lo había hecho, pero eso nada tiene que ver con el trato que un
hombre tiene hacer con otro hombre, pues tiene que ser el mismo porque a
todos los hizo de la misma manera. Un hombre solo porque tenga caudales no
puede hacer que otro que no los tenga le haga reverencias y honores porque de
esta manera lo está humillando.
159
El Rey miraba al anciano y moviendo la cabeza le respondió.
- Esto último que has mencionado es un trabajo que tu tendrías que hacer,
porque es a ti a quien te pertenece de hacer que a tus súbditos tengan cada día
para comer. Estás rodeado de riquezas banales mientras que hay muchos
pobres que se mueren en la calle porque no tienen en donde vivir ni que comer.
Ahora yo te preguntó, ¿ Eres tu un Rey justo ?.
- ¿ Quieres decir que yo también puedo llegar a conocer todos esos dones ?.
160
- También, porque el hombre está hecho del Espíritu de Dios y Él puso su
Sabiduría dentro del ser humano para que la utilizara para hacer el bien.
El Rey sonreía contento, pensando que conocería todo lo que sabía Jesús
y le propuso.
- Te invito a que te quedes aquí en mi Palacio para que me enseñes todas esas
cosas.
- No entiendo lo que quieres decir, ¿ Como voy aprender una cosa que no se ?.
- Lo puedes saber si tu lo deseas.
- Pues dime que es lo que tengo que hacer para llegar a lograr los dones esos
que tu dices.
- Lo primero que tienes que hacer es mirar a los demás como si de ti se tratara.
Lo segundo es que tienes que ofrecer a tus súbditos una vida digna para que
puedan comer cada día.
- Dudo que lo que dices sea verdad, porque cuando hablas de Dios mencionas a
uno solo y nosotros tenemos muchos Dioses, ¿ Como puede dar uno solo más
que muchos ?.- le dijo el Rey tratando de mentiroso a Jesús.
Jesús lo miraba a los ojos con un brillo especial y le respondió.
- Baja de ese trono en donde estás sentado y paséate por la ciudad y mira
todas las personas que mueren cada día de hambre y de enfermedades. Dios
solo hay uno y Reina en los Cielos desde allí ve todo lo que ocurre en la tierra, y
su mano es severa con el que no hace las cosas bien.
- ¿ Me estás diciendo con eso que me estoy portando con mis súbditos mal ?.-
le preguntó el Rey enfurecido.
- Tu mismo lo acabas de decir.- le respondió Jesús.
- Llévatelo de aquí rápidamente antes de que mande hacer con el una herejía.
- Hermano te saludo y te dejo mi paz, le dijo Jesús despidiéndose.
161
- El Rey si hubiera querido te habrías quedado arrestado quizás el resto de tu
vida.
- No tengas miedo porque todavía mi hora no ha llegado. El Rey ha estado
herido en su vanidad, tiene tanto poder con los más débiles porque no se ha
encontrado con alguien que sea superior a él, y mis palabras lo han cegado
pero ya se le pasará.
Jesús seguía a la joven, ella caminaba con pasos pequeños pero ligeros.
Cuando llegaron a la gran mansión, subieron por unas escaleras anchas de
mármol.
La joven lo condujo hasta el gran salón donde estaba su ama estirada en
un sofá. Ella era de mediana edad y estaba bastante gruesa. Cuando tuvo a
Jesús delante le mostró sus piernas llenas de llagas y le dijo.
- Te he hecho venir porque estoy segura de que me vas a curar mira mis
piernas, hace tiempo que no puedo andar y ningún medicamento de los que me
dan me hacen efecto.
- ¿ Porque crees que yo te puedo curar ?.- le preguntó Jesús.
- Porque has curado a muchos, a todos los que tocas se ponen bien de sus
enfermedades, eso es lo que llega a mis oídos.
- Que sea la Voluntad del Padre.- dijo Jesús en voz alta.
Jesús se iba y la mujer lo llamó, en sus manos tenía una bolsa con
monedas y entregándoselas le dijo.
- Cógela en señal de gratitud, se que le das a los pobres para que coman cada
día.
162
Jesús cogió la bolsa y la metió en el bolsillo de su túnica y seguidamente
se fue de allí.
Cuando Jesús llegó a casa del anciano este ya dormía pues era tarde.
Había dejado junto a donde Jesús dormía un bol con un poco de comida para
que la comiera. Después de comérsela se quedó dormido pues el día había sido
muy ajetreado y estaba cansado.
- El joven Maestro está hoy muy cansado y no va a salir, iros y no hacer ruido
porque duerme.
El anciano miró hacia atrás y vio que Jesús estaba allí. Se enfadó con él
y le dijo.
- Los tienes mal acostumbrados, tendrías que estar durmiendo porque llevas tu
solo a tus espaldas mucho peso.
- ¡ Basta ya !.
Jesús sonriendo le dijo al anciano.
- Ellos son felices con tan solo que yo toque sus cabezas y los bendiga, y que
coja a sus niños en mis brazos, esperan de mi que les diga unas palabras de
esperanza.
- Todo eso que dices está muy bien, pero es que acaba de amanecer y todos ya
están aquí.- le respondió el anciano preocupado por él.
163
Una mañana Jesús salía del templo, y un soldado del Rey lo estaba
esperando para decirle que el Rey quería que fuera a verlo. El anciano que
siempre iba con Jesús dijo que lo acompañaba. Cuando llegaron los tres a las
puertas de Palacio, Jesús le dijo al anciano.
Jesús miraba toda la riqueza que había en todo lo que llevaban puesto, y
como el Rey no decía nada Jesús le preguntó.
164
- Escúchame bien, a nadie le he tolerado jamás que me hable así de ese modo
que tu lo haces, recuerda que puedo encarcelarte.
El Rey vio que con Jesús no podía hacer nada, no le tenía miedo, incluso
lo veía superior a él, en la manera de saber estar, en como le hablaba y lo
miraba. Tenía un gusano que le roía por dentro, pensaba que jamás sabría
quien era ese joven esbelto y de mirada transparente que le decía lo que
pensaba mirándolo a los ojos.
- ¿ Donde vives ?.
- En casa del anciano que me acompañó la otra vez.
165
- Él cree en otros Dioses cosa que tú no.
- También creo, aunque no lo pienses así.
- Me gusta mucho como eres y oírte hablar, tu voz es suave. ¿Porqué has
venido de tan lejos ?.
Jesús fijó su mirada en la de la Reina y le respondió.
- He venido hasta aquí porque me necesitan.
- ¿ Quien te necesita aquí ?.
Jesús miró el vientre de la Reina y le dijo.
- Dentro llevas una niña, cuando nazca le darás todo lo que necesite para que
sea feliz. Ahí fuera en la ciudad también hay madres que tienen hijos y que no
les pueden ofrecer nada, es para ellos que he venido y son los que me
necesitan.
- El Rey no quiere una hija, quiere un hijo, se enfadaría mucho si fuera cierto lo
que dices.- le dijo ella con temor.
- Pues ahora va a tener que demostrar que es un buen padre.- le respondió
Jesús.
El Rey tenía cara de indignación y dirigiéndose a su esposa le dijo.
- No hay que hacerle caso, yo te dije que quiero un hijo y es varón lo que
nacerá.
El Rey tratando de disimular, le propuso a Jesús. Te propongo de hacer
una fiesta en Palacio e invitar a los enfermos para que los cures delante de mi y
vea como lo haces.
Jesús le respondió a esto y dijo.
- El Hijo del Hombre no ha venido a la tierra para satisfacer la curiosidad de los
humanos, sino para dar testimonio de Dios.
- Te estás burlando de mi, y eso te puede costar caro, ¿ porqué dices que eres
Rey ?, Los Reyes no se mezclan con los mendigos y viven en Palacios.
166
Jesús no respondió nada. En vista del silencio que guardó Jesús, el Rey
le dijo.
El Rey se enfureció aún más porque cada vez entendía menos lo que
decía aquél joven. Estaba sintiendo vergüenza por primera vez, que Jesús
pensara de que era torpe.
- ¿ Que ha ocurrido ?, ¿ Porqué has tardado tanto ?, Estoy que hasta las manos
me tiemblan, ¡ míralas !.
- No ha sucedido nada.
- ¿ Que era lo que quería de ti ?.
Los dos fueron caminando hacia unos campos que habían cerca, allí
podían hablar tranquilos, pero no se habían dado cuenta que a una distancia los
iban siguiendo una gran multitud de gente.
Llegaron a un llano y se sentaron. Al instante escucharon el murmullo de
mucha gente que llegaban hasta ellos. El anciano enfadado le dijo a Jesús.
- ¿ Que es lo que se puede hacer con ellos ?, ¿ Te das cuenta que te siguen por
todas partes ?.
- Nada, ellos son felices de estar cerca de mi, yo también lo soy porque se que
lo hacen de corazón y me aman. Cuando toco a uno me siento feliz de verlos a
ellos, solo esperan de mí una palabra de cariño y que los mire con ternura.- le
respondió Jesús.
- Está bien eso que dices, pero ellos te cansan aunque tu no lo digas, muchas
veces son las que te veo agotamiento en tu mirada y no solo ahí sino también
en tu cuerpo. El otro día me enfadé mucho con ellos, cuando te vi que te
rasgaban la túnica por querer tocarte, ¿ No te das cuenta de eso ?.
- Es verdad que me rompieron la túnica, pero no lo hicieron queriendo, todos al
mismo tiempo quieren estar conmigo, me quieren coger y tocar yo los
comprendo.
- Yo te comprendo a ti, pero a ellos no.- le respondió el anciano.
167
- No los comprendes porque tu estás las veinticuatro horas conmigo.- le dijo
Jesús.
- Quizá sea eso que dices, pero sufro mucho cuando veo toda la avalancha que
viene hacia ti, pienso que un día de esos nos vamos a llevar un susto.
Todos corrían por coger el sitio que estaba más cerca de Jesús, se daban
empujones por estar lo más cerca posible.
El anciano al ver esto que sucedía le dijo a Jesús.
- Que nos hable... Si eso es, que nos diga todas esas cosas que él sabe.
Jesús los miraba a todos, extendía su mirada en ellos. Empezó diciendo.
- Hoy os voy hablar del Reino de Dios, es semejante a este que estamos viendo
aquí, pero con una gran diferencia, que aquí existe el hambre, la enfermedad,
el dolor y las lagrimas. En el Reino de Dios todo esto no existe, porque todo allí
es amor. Esto evita que los Hijos de Dios sufran. Yo pertenezco a ese Reino, mi
pecho y todo mi ser está lleno de amor. Estoy aquí para daroslo, para haceros
participes, para que seáis felices. Yo tengo mucho para dar y jamás se acabará
la fuente de luz y de esperanza que llevo conmigo. Aunque pase mucho, mucho
tiempo indefinido, el fuego del amor estará vivo en mi, es la gran energía vital
que creó todo el universo y todo lo que tiene vida, quien sepa comprenderla
será para siempre feliz.
168
Jesús hizo una pausa. Había un gran silencio pero se oía por lo bajo decir
unos a los otros.
- Has llegado tarde para mi, pues tengo muchos años y pronto dejaré este
mundo, ¿ Cuantas cosas hubiera yo hecho si te hubiese conocido antes ?.
Jesús se puso en pie y fue pasando y tocando las cabezas de todos, otros
que estaban más lejos le gritaban.
Todos respetaron lo que les había dicho y se quedaron atrás pero tristes
por no poder seguir a Jesús.
Ya era tarde cuando llegaron a la casa, con todo lo que había sucedido
ese día el tiempo había pasado rápido. Era el anciano quien se ocupaba de
hacer la comida.
Jesús compraba todos los días un saco de pan y otro de fruta para
repartir a los pobres que iban cada día a pedirle para comer.
Jesús hacía cinco meses que había llegado a esa ciudad, la gente que lo
seguía hacían lo que él enseñaba y lo practicaban.
Una noche de madrugada llamaron con fuerza a la puerta. Jesús y el
anciano que dormían se despertaron. Otra vez se escucharon los golpes y fue
el anciano abrir. Era un soldado de la Reina, él le preguntó .
169
Jesús salió y el soldado le dijo.
- Ven conmigo rápidamente a Palacio.
El soldado se fue y dejó a Jesús allí solo. Una de las puertas que allí
habían era el dormitorio de la Reina, se oía a un bebe llorar. De pronto hizo su
entrada el Rey malhumorado, no esperaba ver allí a Jesús de madrugada y le
preguntó.
El Rey daba grandes pasos con las manos cogidas hacia atrás, se detuvo
ante Jesús y le dijo con voz seca y áspera.
- Yo soy el padre de esa niña y puedo hacer con ella lo que me plazca.
- ¡ Voy a matar a mi esposa y a su hija, que las dos se vayan juntas a ese
paraíso del tu hablas !.
170
- No vas hacer nada de eso, porque en el fondo tu no eres un hombre malo,
hablas de ese modo porque tienes poder, pero eres un pobre hombre a los ojos
de Dios y solo por eso perdona tus malos pensamientos.
El Rey tenía cogidas sus muñecas por las manos de Jesús y no se veía
con fuerza para deshacerse de ellas y rompiendo a llorar dijo.
- Pues que no sabría mandar y harían con ella lo que quisieran.- respondió el
Rey convencido.
- Hablas de ese modo porque no conoces a las mujeres, ellas son duras, firmes
y cuando dan una orden se tienen que cumplir, son las mejores mandatarias.-
dijo Jesús sonriendo.
El Rey se llevó las manos a la cabeza desesperado sin saber que hacer.
En esos instantes entraron un soldado con una mujer de avanzada edad. Ella
iba vestida de color marrón con la cabeza cubierta por el mismo conjunto que
llevaba. El soldado se cuadró ante el Rey y seguidamente le dijo.
- Su Majestad esperamos sus órdenes.
- Entrégame a la niña.
171
- Entrégale a su hija, ¡ Quizás la quiera conocer !.
La doncella depositó a la niña en los brazos del Rey con pena y llorando.
La Reina permanecía de pie con la mirada perdida observando que pasaría. El
camisón que llevaba puesto estaba lleno de sangre de la que ella iba perdiendo.
La doncella despacio fue depositando el bebe en los brazos del Rey. Él cuando
tuvo a su hija en los brazos miró su carita largamente. Jesús también la podía
ver porque estaba al lado de él.
Por los ojos del Rey brotaron dos lágrimas mientras que miraba a su hija.
La doncella estaba con las manos extendidas esperando a que se la entregara,
tanto ella como la Reina la desesperación que tenían era grande. Al final el Rey
puso a su hija en los brazos de la doncella mientras que le decía.
- ¿ Que ha sucedido ?.
- No ha pasado nada, pero podría haber sucedido, le respondió Jesús mientras
que iban caminando hacia la casa y le fue contando todo.
El anciano lloraba no por morirse, sino por tener que dejar a Jesús que lo
quería como a un hijo y le dijo.
- lo se amigo mío.
172
para que fuera a Palacio cuando él pudiera. Ese mismo día a la tarde se puso en
camino. El anciano se quedó acostado esperándolo a que viniera. Cuando llegó
a Palacio un soldado lo condujo hasta una gran sala, le dijo que se sentara y
esperara.
- Se que ayudas a los pobres aquí te entrego una gran cantidad de monedas
para que le des casa al que no tiene.
173
Todos los invitados que habían iban ataviadamente vestidos. El Rey había
cambiado su modo de ser con Jesús y lo presentó a sus invitados. La Reina
estaba contenta de tenerlo allí. Un sirviente vino y le ofreció a Jesús una copa
de vino, Jesús la cogió y bebió un sorbo. Los ojos de los invitados estaban
puestos en Jesús, de la forma que lo miraban daban a entender que sabían todo
sobre él.
Jesús era distinto al lado de todos, pues la túnica que llevaba era la que
Marta la había comprado y ya estaba usada de cada día ponérsela y también
que la lavaba muy amenudo. Estaba de una punta rasgada por la gente que lo
quería tocar, pero la cosió y apenas se veía. Él iba vestido del mismo modo a
todas partes.
Todos los invitados sentían curiosidad por hablar con Jesús y preguntarle
sobre las cosas que hacía. La que no se separaba de él era la Reina que se
sentía orgullosa de tenerlo allí.
Un criado anunció que la cena estaba servida. Entraron todos al gran
comedor lujosamente decorado. La Reina se sentó en un extremo de la mesa y
a su derecha se sentó Jesús. El Rey estaba en el otro extremo de la mesa y
todos los demás invitados en los dos laterales.
La hija del matrimonio se sentó al lado de Jesús. Ella era muy bonita de
cara, iba vestida de color rosa que hacía resaltar más su belleza.
Un criado iba poniendo de una jarra de plata vino en las copas, otro
criado depositaba encima de la mesa bandejas con faisanes asados. Otro criado
dejaba bandejas de verduras asadas y frutas.
Jesús miraba toda aquella mesa larga llena de buenos manjares y
pensaba en toda la gente que había en el mundo muriéndose de hambre. Todos
se ponían en sus platos de todo lo que había y comían con apetito. Los
sirvientes no paraban de entrar en el comedor para llevarse bandejas vacías e ir
dejando otras llenas.
Jesús había cogido un trozo de faisán y algo de verduras y las iba
comiendo despacio como él hacía. La joven que estaba sentada a su lado solo
hacía que observarlo, ella quería hablar con él, pero no sabía como empezar,
pues su padre estaba sentado a su lado mirándola a cada momento. Aunque
sabía que Jesús era educado y bueno, no aceptaba que su hija entablara una
conversación con él porque no era de su misma clase.
La joven con mucha astucia hizo caer su servilleta por el lado donde
estaba Jesús. Él se agachó y la cogió, y en el momento de entregársela ella le
dijo por lo bajo.
174
Cuando Jesús llegó a la casa, el anciano dormía, pero respiraba con
mucha dificultad, había una manta a su lado, Jesús la cogió y le tapó. Después
de hacer un rato de meditación se durmió, no para mucho tiempo porque solo
había amanecido cuando se oían las voces de la gente que esperaban a Jesús
en la puerta. El anciano seguía enfadándose por todo esto pero ya no podía
hacer nada porque no se podía sostener de pie.
La mitad de la gente que iban a pedirle y para que los curaran no tenían
donde vivir. Jesús a todas estas personas les dio monedas de las que le había
dado la Reina para que compraran el material necesario y se hicieran sus
propias casas. También les dio a todos para que se compraran ropa. Jesús
también hizo que le hicieran una túnica nueva para él.
Los ancianos que iban al templo ya hacía tiempo que no veían al anciano
y un día se presentaron todos para ver que era lo que le pasaba. Estuvieron un
rato alrededor de su lecho hablando con él. El anciano puso al corriente a los
demás de como era Jesús y lo que había venido a la tierra, era un elegido de
Dios.
Los ancianos lo escuchaban con mucha atención y no se perdían detalle
de lo que decía.
Uno de ellos le preguntó.
Llegó a oídos de la Reina que Jesús iba pronto a dejar esa ciudad y le
mandó un mensajero para que la fuera a verla.
Jesús fue al día siguiente a ver a la Reina. Un soldado lo llevó hasta una
gran sala y le dijo que esperara.
Al rato hizo su aparición en medio de dos de sus doncellas. Ella fue a
saludar a Jesús sonriente, pues le estaba muy agradecida y jamás olvidaría lo
175
que hizo por ella. La Reina estaba en estado de buena esperanza. Se sentó en
un sillón y le dijo a Jesús que se sentara en otro que había frente a ella.
La Reina le dijo.
- Quiero que pienses en mi, pues dentro de tres meses daré a luz y deseo que
sea del agrado del Rey.
- Lo será, esta vez lo será.- le respondió Jesús con una sonrisa.
La Reina muy contenta miró a sus dos doncellas y les dijo.
- Me manda mi amo, para que vayas todo lo rápido que puedas, pues su hijo se
está muriendo.
- Espera que quiero darte algo en gratitud de lo que has hecho por mi hijo.
El hombre entró por una puerta y salió al poco tiempo con una bolsa de
monedas en la mano, y entregándosela a Jesús le dijo.
- Cógela y repártela entre todos esos pobres que vienen a verte cada día.
Jesús la cogió y respondió.
176
Cuando Jesús llegó a la casa era ya de noche, pero toda su gente lo
estaban esperando. Ellos al verlo se pusieron contentos, uno decía.
Otro respondió.
- Sabía yo que no, porque he mirado dentro de la casa y está su vara.
Jesús se quedó junto a ellos y fue repartiendo para todos las monedas
que le acababan de dar. Después les dijo.
- Hoy es el último día que estoy con vosotros, pues mañana a la salida del sol
me voy.
- Os dejo esta casa que era del anciano para que os reunáis dentro, es de todos
vosotros a partir de ahora.
Una mujer que tenía a su bebé entre los brazos se acercó a Jesús y le
dijo llorando.
Cuando salió de la casa vio que frente estaban toda esa gente
esperándolo para decirle el último adiós.
177
Jesús llevaba su vara. Los miró a todos pero no se quiso acercar a ellos
porque sabía que no lo iban dejar partir. Cogió el camino que iba al campo y
empezó a caminar apoyando su vara en el suelo. A una distancia sus seguidores
iban detrás de él. Lo sabía pero no quería volver la vista atrás.
De pronto escuchó una canción que iban cantando todos, se la había
enseñado Jesús que decía así.
- Seguimos el sendero de la vida que Dios nos ha dado aquí en la tierra, para
que la vivamos con amor, la vivamos con alegría, por eso cantamos al sol, y a
la sabiduría que Dios nos dio. Queremos seguir adelante somos el regimiento de
Dios, que siempre va luchando con el corazón con el corazón, amándonos todos
como Él nos enseñó.
Jesús se paró, pero no quiso volver la cabeza hacia atrás porque estaba
llorando. Después de hacer una pausa siguió caminando.
Todo este rebaño que lo seguía se dieron cuenta de que el joven Maestro
definitivamente se tenía que ir, y se quedaron quietos mirándolo como se iba
alejando hasta que no lo vieron más. Andaba escuchando sus pisadas que iba
dejando en el camino y pensando en toda esa maravillosa gente que había
dejado en esa ciudad. También pensaba en el anciano en todos esos años que
habían vivido juntos y todo el miedo que le hizo pasar, siempre temeroso de
que alguien le pudiera hacer daño a Jesús por la fuerza que iba con él, y que
decía todo lo que pensaba que estaba mal, sin mirar quien tenía delante.
Jesús se sentó y cogió semillas del suelo, las puso en las palmas de sus
manos para que los pajarillos fueran a comer. Pronto dieron un corto vuelo y se
posaron en sus manos comiendo todo lo que en ellas habían.
De nuevo emprendió el camino mientras que buscaba fruta para comer.
Pasó por un pueblecito pequeño de casitas blancas, decidió de no
quedarse allí y siguió por el campo. Oía el agua bajar de un río y como estaba
anocheciendo se quedó para pasar la noche allí. Habían árboles grandes y se
quedó en uno de ellos. Se quitó la túnica y se metió dentro del agua.
Estaba bañándose en el río cuando vio a dos hombres que llegaban con
malas intenciones. Jesús salió rápidamente del río para coger su túnica , uno de
los hombres se había adelantado y la tenía cogida y a punto de echarse a
correr. Jesús dándole un grito le dijo.
178
- No la he tirado, alguien me la ha cogido con fuerza y me la ha quitado.- le
respondió su compañero con la mirada perdida.
- No digas tonterías, él estaba lejos para poder haber hecho eso, vas a ver
como me quedo yo con la túnica.
- Nosotros somos dos y tu solo eres uno, sabes que podemos quitártela a
malas, le dijo el ladrón pero guardando distancia.
- Eso es lo que espero que me la quitéis vosotros.- le respondió Jesús.
Este ladrón miró a su compañero y le dijo con rabia.
- Porque ahora la quiero a malas, ¿ Que pasa contigo, ahora resulta de que eres
un cagao ?.
- No lo soy y tu lo sabes bien, pero es que con él no quiero nada.
Jesús observaba a los dos ladrones como se discutían, los dos tenían
miedo de acercarse a él, pero uno le quería demostrar a Jesús que él cogía lo
que quería sin el permiso de nadie.
Este ladrón sin mirar a su compañero le hizo un gesto con la mano para
que se callara.
Las manos las llevaba estiradas como queriendo coger la túnica pero
temblorosas, no le quitaba ojo a Jesús.
Jesús avanzó dos pasos y cogió una de las manos del ladrón. Al instante
recibía este por todo su cuerpo grandes calambres, hasta el punto que perdió el
conocimiento y se cayó al suelo.
Jesús miró al otro ladrón y le dijo.
179
El otro se iba acercando con miedo y cuando estuvo junto a su
compañero le preguntó a Jesús.
- ¿ Está muerto ?.
- No solo inconsciente pero pronto se le pasará.
- ¿ Que me ha sucedido ?.
- ¿ No lo sabes ?.
- No recuerdo nada.
- Pues yo tampoco lo se, solo vi que te cogió por la mano y te caíste al suelo, ya
te advertí que no te tenías que acercar a él.
A la mañana siguiente con la salida del sol, Jesús se puso en camino. Iba
pensando en su madre lo contenta que se pondría al verlo, pues cuando se fue
de su casa tenía catorce años y ahora volvía con veintiocho, había cambiado
bastante en su aspecto físico pero estaba seguro que cuando María lo viera, lo
reconocería rápidamente.
- Déjame que vaya yo solo a verla.- le dijo Jesús mientras que entraba en la
cocina.
180
La cocina estaba al final de la casa. Jesús iba al encuentro de su madre y
detrás lo seguían José y su hijo con una gran emoción esperando ver a María
como reaccionaría al encontrarse con Jesús delante de ella.
- ¡ Madre !.
María se giró con rapidez, pues sabía que esa voz no era la de sus otros
hijos, cuando vio a Jesús frente a ella lo reconoció rápidamente, y con los ojos
llenos de lágrimas se abrazó a él diciendo.
- ¡ Hijo !.
Los dos estaban abrazados fuertemente, María repetía una y otra vez.
¡ Mi hijo ha vuelto !, ¡ Mi hijo ha vuelto !, Gracias Dios mío.
José y su hijo que estaban detrás de ellos viendo lo que ocurría también
lloraban de alegría.
Cuando Jesús y su madre se separaron del abrazo, María lo miraba y
decía.
- ¡ Pero si es un hombre muy guapo !. tantos años sin verte y tanto como he
llorado por ti.
María tenía un aspecto humilde y eso le daba aún más belleza, tenía cara
de virgen porque eso es lo que era. Esa noche María le quería dar a su hijo todo
lo que tenía. Si se hubiese imaginado que Jesús volvía habría hecho una gran
cena, aunque muchos recursos no tenían porque José de carpintero no ganaba
mucho. Ella empezó a buscar dentro de la alacena algo más que le pudiera
quedar para ofrecérselo a su hijo y cenar todos juntos.
Jesús seguía sus movimientos, iba detrás de ella y como vio que buscaba
algo le preguntó.
181
El hijo de José fue a llamar a sus otros hermanos para que fueran con
sus esposas a ver a Jesús.
Cuando llegaron a la casa y lo vieron. Unos estaban contentos y otros
no. A estos les dio igual que Jesús hubiese vuelto, pues era casi un niño cuando
se fue y apenas se acordaban de él. Habían vecinas que conocían bien a María y
la querían, y al enterarse que su hijo había vuelto hicieron comida para todos
poniendo lo mejor que tenían. María se lo agradeció mucho y con toda esa cena
comieron también los hijos de José y sus esposas. Esa noche fue una gran cena
donde María y Jesús estaban llenos de amor.
- ¿ Que es lo que has hecho todos estos años que faltas de casa?
- He conocido al ser humano, he ayudado al que lo necesitaba, he aprendido
mucho.- le respondió Jesús.
- Eso que has hecho en otras tierras lo podrías haber realizado aquí, también
aquí hay gente que hace falta que los ayuden.
- Es cierto hermano lo que dices, pero siendo un niño lo probé de hacer y nadie
quiso nada de mi, nadie es profeta en su tierra, ni en su familia. Ahora vengo
de nuevo a intentarlo pero tampoco me escucharan.
- ¿ Que es lo que tienen que oír de ti ?.- le preguntó el hermano con sarcasmo.
- ¿ Verdad que tu no crees en mi ?.- le preguntó Jesús.
María estaba molesta de oír al hijo de José las palabras que tenía con
Jesús e intervino diciendo.
- Si no te gusta lo que hay puedes irte de aquí, y no vuelvas más hablar mal a
mi esposa.
- Hijo no quiero que perturbéis con palabras a Jesús, hoy es un gran día para
mi, mi felicidad es grande de verlo entre nosotros.
182
María seguidamente fue a sentarse donde estaba, al lado de Jesús. Ella
le cogió una mano, y empezó a besársela mientras que le decía.
- Hace años que no te ven, pero estoy segura que te siguen queriendo como
antes.
Los hijos de José al ver como María le hablaba a Jesús cogieron celos,
pues todo lo que tenían era eso. Se pusieron en pie y se fueron de la casa con
sus esposas. El único que se quedó fue el hijo menor de José que era el que
trabajaba con él y vivía con ellos.
Jesús abrió los ojos, cogió las manos de su madre y las besó. Por los ojos
de María brotaban lágrimas mientras que sonreía mirando a su hijo.
- Tienes que quedarte aquí para ayudarle a nuestro padre, pues ya es mayor y
no tiene muchas fuerzas para trabajar la madera.
- Le ayudaré en todo lo que pueda, pero piensa que he venido también para
hacer otras cosas, le respondió Jesús .
María venía en esos momentos y vio que los hijos de José habían venido
para volver a reprocharle a Jesús cosas. Ella como era la gran mediadora fue
amansándolos con palabras tiernas, hasta que ellos se daban cuenta de lo mal
que lo hacían con Jesús.
José y María eran la humildad en vivo. María luchaba para que Jesús
fuera aceptado por los hijos de José, pues ahora que lo tenía a su lado quería
disfrutar de su compañía todo el más tiempo posible.
183
Jesús fue a la Sinagoga para orar, ocupó un sitio que había vacío. Todos
los hombres que oraban se fijaron en él y se preguntaban, quien podría ser.
Cuando salieron de la Sinagoga dos ancianos se le acercaron y le
preguntaron.
- Recuerdo cuando eras un chaval, me gustaba lo que decías sobre Dios.- le dijo
uno de los ancianos. El otro anciano le dijo.
- Pues ahora he vuelto para decir lo mismo de antes, tenéis que conocer a Dios
mejor.- le respondió Jesús.
- ¿ Según tu de qué manera ?.- le preguntó el anciano haciéndose el
importante.
- Tenéis que hacer su Voluntad y no la vuestra, tenéis que dar para que se os
de.- le respondió Jesús.
- Todo lo que dices lo hacemos ¿ Quien eres tu para hablarnos de esa manera ?.
- Mirar las escrituras y veréis lo que dice: Lo tendréis entre vosotros y no lo
reconoceréis.
- ¿ Quien es ?.
- Jesús el hijo del carpintero.- respondió uno de los dos ancianos.
- Sí lo recuerdo.- respondió el anciano.
- Pues ha vuelto de nuevo para darnos clases de ética, de como debemos amar
a Dios.- le respondió uno de los ancianos mientras que soltaba una carcajada.
- Si ya cuando era un niño lo decía, no le hacíamos caso porque pensábamos
que eran cosas de niños.
- Pues ahora no se queda ahí, sino que va más lejos, nos quiere hacer entender
de que él es el Mesías.- le respondió un anciano.
184
- ¿ Porque pensáis que el Mesías no puede haber nacido de una mujer ?.
- Porque el Mesías que estamos esperando dicen las escrituras que tiene que
nacer de una mujer virgen, que no haya conocido varón, y por lo que a nosotros
respecta María tu madre está casada con José, y cuando llegasteis aquí a
Nazaret eras tu un niño pequeño.
Iba por los pueblos hablando de Dios. En algunas aldeas hizo pequeños
rebaños que lo seguían. Todos sus seguidores sabían en donde vivía y muchas
veces lo acompañaban hasta su casa pues para ellos no había duda alguna de
que era el Mesías, y seguían sus enseñanzas a escondidas de los rabinos. Sus
seguidores se sentían muy felices a su lado, y cuando Jesús les hablaba todos
estaban en silencio escuchándolo palabra por palabra todo lo que Jesús les
decía.
Hacía dos años que Jesús estaba en casa de su madre, entre su hermano
más pequeño y él hacían el trabajo de la carpintería pero no podía estar mucho
tiempo más, porque se tenía que ir en busca de Juan, de María y de alguien
más. Él seguía viéndose con su rebaño como él los llamaba y lo hacían a
185
escondidas porque la justicia ya lo perseguía. Un día quedaban en casa de unos,
otro día en la de otros. Habían gente adinerada que lo seguían.
- Es que tengo miedo que te suceda lo peor, estoy que no duermo pensando en
tu destino.- respondió María sin poder retener sus lágrimas.
- Pues no debes de sentir miedo porque lo que tiene que pasar pasará, tu sabes
igual que yo que un día no muy lejano tendrá que suceder, le dijo Jesús
mientras que acariciaba su cabellera.
María rompió en sollozos con su cabeza apoyada en el pecho de Jesús.
Que dolor sentía de pensar que su único hijo tenía que llegar hasta el final.
El hijo menor de José se encontraba allí, Jesús le dijo.
Al día siguiente Jesús no salió de su casa para estar todo el día con su
madre llenándola de atenciones.
Pasado este día Jesús salió de su casa con la salida del sol, solo llevaba
su vara, iba en dirección del mar pues solo en dos días llegó a un puerto. Había
una barca parada y hombres que iban subiendo en ella, Jesús también subió
pues era un medio de transporte. El dueño subió también y fue cobrando a
todos el recorrido, pero era poco dinero, a cambio les pedía que tenían que
remar con él.
Cuando llegaron al primer puerto la mayoría de hombres se bajaron y
solo quedaron Jesús, el dueño de la barca y un hombre más que iba también
lejos.
Llegó la noche y esa hora era buena para pescar, el dueño de la barca lo
aprovechaba todo y sacó la red para echarla al mar. Miraba las aguas y con
decepción dijo.
- Esta noche no habrá pesca, pues sería un milagro si hubiera algún pescado
que caiga.
- Tira la red a este lado.- le dijo Jesús.
186
El pescador echó su red en donde le indicó Jesús pero sin ganas de
hacerlo, pensaba que era un tiempo perdido. Había pasado poco tiempo cuando
de pronto un peso fuerte arrastraba al pescador. Él empezó a pedir ayuda, y
entre él, Jesús y el otro pasajero que había quedado en la barca sacaron mucho
pescado que no cabía en las cajas.
Jesús había llegado al pueblo donde vivía Juan, era también hijo de un
pescador. Hacía ya años que no se veían y ahora el encuentro sería también
grande. La casa de Juan estaba ya cerca y podía ver que en el escalón de la
puerta estaba sentado un hombre. Él miró hacia abajo de la calle y
seguidamente se puso de pie. Juan había reconocido a Jesús, no tenía duda
alguna por su manera de caminar y de vestir.
- ¡ Maestro !, ya tenía ganas de volver a verte, he estado contando los días, los
meses y los años desde que viniste a verme.
La mirada de Jesús brillaba como el platino y rebosando de amor le dijo.
- Mi amado Juan, de todos los apóstoles que haga tu serás mi preferido porque
en ti vive la inocencia, no conoces el pecado al igual que yo tampoco. Todo el
que vive para el amor universal vuelve al amor, está escrito en los mandatos de
mi Padre.
- Maestro, soy tan feliz de estar de nuevo contigo, solo tu y yo conocemos
nuestra procedencia, le respondió Juan.
- Hijo eres bienvenido a mi casa pero te pido que no te lleves a mi hijo porque
moriría de dolor si no vuelvo a verlo más.
187
- No sufras por él, porque no le sucederá nada, yo también tengo una madre
que sufre mucho por mi, pero tu hijo y yo hemos venido a la tierra para hacer
la Voluntad de Dios y no la del ser humano.
Se le saltaron las lágrimas a la madre de Juan, él fue a su lado y la
estrechó entre sus brazos.
Juan era de mediana estatura y delgado, con los cabellos negros y
rizados.
188
- No se que es lo que quieres decir.- le dijo la madre de Juan.
- Pues mi dolor es por todos esos ciegos de espíritu y también sordos. Tienen
ojos pero no quieren ver, también tienen oídos pero no quieren oír.
La madre de Juan todavía tenía entre sus manos la cara de Jesús y como
no entendía lo que le quería decir miró a su hijo y le preguntó.
- ¿ Lo has entendido tú ?.
Juan afirmó con la cabeza sin responderle nada.
El padre de Juan llegaba con una barca llena de pescado. Jesús y Juan
fueron al puerto para ayudar a su padre a sacar toda la pesca. Lo iban poniendo
en cajas y lo subían arriba donde tenían que venderlo.
- ¿ Quien es ?.
- Jesús, sabes que madre te ha hablado de el.
- ¿ Porqué Juan ?.
- Porque nació para la misión que va a empezar ahora.
189
La madre de Juan lloraba en silencio. Su marido la observaba y con
miradas que le hacia a su hijo le reprochaba que su madre estaba sufriendo por
culpa suya.
Él tenía aspecto de un hombre rudo y distante pero en realidad no lo era,
tenía un corazón tierno. Jesús lo había notado pues sabía lo bueno y lo malo
que había dentro de una persona nada más conocerla.
- ¿ Tienes padres ?.
- Sí.
El padre de Juan miraba a Jesús pensativo por esto último que había
dicho y le preguntó.
- ¿ Quien eres ?.
- Ya lo has visto, te has dado cuenta.- le respondió Jesús.
- Él nos dice que escribe ahora cosas que ve, pero nunca nos lo ha mostrado
parece que sean un secreto o misterio, ¿ Tu que piensas ?.
- También nosotros somos padres elegidos por haber traído al mundo a Juan.
- Tus palabras son sabias.- le dijo Jesús mirando a los dos.
190
- No tardaremos, puede que dentro de dos o tres días.
Jesús no respondió nada, Juan tampoco, pues eran como dos gemelos
que habían nacido para vivir lo mismo los dos juntos. El amor que Juan sentía
por Jesús era grande pues si hubiese podido cambiar el destino habría muerto
en el puesto de él. Esto Jesús lo sabía era por eso que lo llamaba el Apóstol del
Amor.
La madre de Juan miraba a los dos sin entender muy bien lo que le había
querido decir Jesús. Pasado unos instantes reaccionó y se abrazó a los dos
llorando.
El padre de Juan venía en esos instantes y al ver a los tres abrazados les
preguntó.
191
La madre de Juan miró a su marido llorando y le respondió .
- Se van mañana.
- Ya lo sabía yo, le respondió él.
Juan sentía mucha pena de dejar a sus padres, pero aún más por dejar a
su madre, ella que siempre lo estaba cubriendo como las gallinas a sus
polluelos, lo iba a echar mucho en falta, pero la elección estaba echada, desde
que Juan tuvo uso de razón sabía que un día vendría el Maestro y se iría con él.
Ese día Juan no se separó de su madre, la estrechaba entre sus brazos y
le decía lo mucho que la quería.
La última cena que pasaron juntos, la madre de Juan hizo comida para
hartarse, pues quería mantener en su recuerdo los últimos momentos que pasó
con su hijo.
Al día siguiente amaneció lluvioso. La madre de Juan le estaba
esperando un buen desayuno. Cuando Juan fue a darle los buenos días, su
madre le dijo.
- Se que vas a cuidar mucho de Juan, pero te pido que lo hagas porque es la
primera vez que sale de casa.
- Sabes muy bien que lo haré, le respondió Jesús.
192
Ella se quedó en donde estaba viendo como su hijo y Jesús se alejaban
hasta que los perdió de vista.
Llegaron hasta el mar, allí tenían que coger una barca que los llevara
hasta donde vivía María.
193
hasta el final. Juan es uno de ellos y está a tu lado para entregar todo su amor
por ti, él también es un Hijo de la Luz.
Cuando regreses a la ciudad busca a un hombre llamado Juan, él bautiza
con agua con la energía del Espíritu Santo. Él sabe que tu estás a punto de
llegar y lo va proclamando.
Este Ser cesó de hablar pues había puesto al corriente a Jesús de como
iba a suceder todo.
Jesús fue junto a él y puso su cabeza reposando en su hombro. Juan de
donde estaba vio a Jesús transparente como si estuviera cristalizado. Por sus
mejillas caían lágrimas de tanto amor como sentía por Jesús y todo el que le
quedaba dentro de él.
Este Ser se despidió diciendo.
Jesús seguía mirando las aguas del mar y Juan en la misma posición que
se había quedado.
El cielo hacia rato que se había puesto nublado y pronto aparecieron
relámpagos seguidos de truenos. El mar se había alborotado y las olas venían
muy altas.
194
Jesús la miraba a los ojos con un brillo especial. La cogió por los
hombros en señal de saludo y le respondió.
- Te dije que vendría y como ves estoy aquí.
- ¿ Quien es ?.
Ella cogió a Jesús por un brazo y lo hizo entrar, Juan iba detrás contento
de ver el recibimiento que le habían hecho a Jesús.
María puso sillas alrededor de la mesa para que se sentaran,
seguidamente puso a calentar agua para que tomaran un baño de pies. Cuando
estuvo caliente la repartió en dos palanganas que puso delante de Jesús y de
Juan, los dos introdujeron los pies.
La madre de María mientras tanto hacia la cena.
Jesús presentó a Juan como su hermano, no dijo si era carnal o
espiritual. La madre de María entendió que era carnal y María espiritual. Pero
ninguna de las dos dijeron nada.
María era ella también una mujer de treinta años de edad, no se
separaba de Jesús manifestando a cada instante su alegría de verlo en su casa,
sabía a lo que había venido, también ella tendría luchas con sus padres al tener
que dejarlos.
195
Las mujeres habían entrado en la casa de María. Jesús les preguntó.
- Hay una pero está en tierra, hay que llevarla hasta el mar.
Jesús le dijo a Juan.
- ¡ Padre !, haz que mis ojos vean en la noche lo que está ocurriendo en el mar.
Cerró los ojos unos instantes, después los abrió. Vio que estaban lejos de
ellos, la barca el temporal la manejaba como quería. Jesús le dijo a Juan
señalando con la mano.
- Allí están.
Iban los dos remando como podían pues tenían que dar la vuelta hacia
otra dirección, el viento que hacía lo impedía, pero Jesús y Juan se lo habían
propuesto y la barca avanzaba. Estaban ya cerca de los pescadores y la barca
de ellos no hacía más que dar vueltas. Los pescadores al ver que una barca se
acercaba gritaban para que vieran que estaban allí, creían que no los habían
visto. Cuando la barca de Jesús estaba casi pegando a la de ellos, Jesús le grito
diciendo.
- ¡ Seguidnos !.
196
- ¡ No se puede, no podemos avanzar el agua nos lleva por donde quiere !.-
respondió uno de los pescadores.
Como había tanto ruido de oleaje y de viento apenas se les oían lo que
decían. Jesús gritando fuerte les volvió a decir.
- ¡ Hacerme caso y venir detrás nuestro, no os pasará nada !, remar los cuatro
con fuerza.
Cada pescador se fueron a sus casas con sus esposas y sus familias,
estaban demasiado agitados y nerviosos como para ver quien era los dos
hombres que los ayudaron a salir del mar.
- ¿ Quienes son ?.
- Vuestros salvadores.- le respondió su esposa.
- Gracias hombre por todo lo que habéis hecho esta noche por nosotros, pero te
digo ahora lo que te dije antes, que sigo sin entender nada, pues ahora
entiendo menos. Como habéis podido encontrarnos en alta mar, para mi sigue
siendo un misterio.
197
María no podía contenerse más y fue al lado de su padre y llorando le
dijo.
- Es el Hijo de Dios.
- Solo a Dios hay que hacerle esta reverencia, pues es verdad que soy su hijo
pero ahora soy un ser humano como otro, cuando yo vuelva a Él será porque
estoy santificado pero para eso aún falta un poco más. La madre de María salía
del dormitorio con ropa limpia pudo oír y ver lo que ocurrió. La ropa que llevaba
en las manos se la dio a María diciéndole.
Fue Jesús quien avanzó hacia ella y cogiendo la ropa le respondió con
voz suave.
- Claro que si nos la vamos a poner hasta que la nuestra se seque, gracias
mujer.
- Maestro, desde que te fuiste he subido aquí arriba todos los días y he hecho
un rato meditación, muchas veces he creído oír tu voz como me hablabas, ¿ O
era real ?.
- Mi amada María te he hablado mucho todo este tiempo. Lo que has creído oír
era verdad.
198
Juan miraba y oía feliz todo lo que ocurría entre Jesús y María, él era de
pocas palabras y cuando hablaba era lo justo.
Los tres se pusieron en meditación hacia el mar pero con los ojos
cerrados. Entre los tres había una gran energía que daba vueltas alrededor de
ellos.
Jesús abrió los ojos y miró a Juan y a María, los dos estaban en una
profunda meditación. Esperó un rato y después con voz suave Jesús dijo.
- María.
Ella abrió los ojos y Juan también. Jesús dirigiéndose a María le dijo.
- Mi amada María, desde hace años te elegí, para que seas testigo de lo que
tiene que suceder, todavía no estás al corriente de nada pero poco a poco lo
irás viviendo. Tienes que ser muy fuerte porque los hombres me llevaran a la
muerte, porque así está escrito que tiene que ser.
María lloraba mirando a Jesús y de oírlo decir todas esas cosas que le
iban a suceder, por mucho que lo pensaba no se lo podía imaginar.
- Maestro, yo te amo mucho como para verte sufrir, y aún menos para verte
morir, ¿ Porque ?.
Jesús miraba a los ojos de María con un brillo especial, cuando él miraba
de esa manera era porque estaba transmitiendo mucho amor. Jesús le
respondió.
- Porque así ha de ser, es por eso que tienes que ser fuerte precisamente
porque me amas. El Padre me pidió que muriera por la humanidad y me dejó a
elegir si quería o no, pero como yo también lo amo todo lo que me pide es una
orden para mi. El Padre también sufre pero yo soy como el cordero que matan
para dar el alimento que se necesita para seguir viviendo.
- Si, María, Juan es el Amor de Dios, lo deja a mi lado para que mi carga sea
menos pesada.
- No quiero que estés triste, porque todo lo que vive con Dios es alegría.
- Si Maestro, como tu digas.
El padre de María salía de su casa en busca de los tres como no los veía
llamó a su hija dando un grito.
199
- ¡ Padre estamos aquí arriba !, le respondió María.
Los tres bajaron del cerro y entraron en la casa. La madre de María había
hecho una buena cena, había motivos para eso.
Los otros dos pescadores querían intervenir pero uno se adelantó antes y
dijo.
Jesús los miraba a todos escuchando los relatos que entre ellos tenían y
afirmaba con la cabeza todo lo que se decía.
Jesús tenía a Juan a su lado, lo miró y le dijo.
200
- Tienen buena memoria.
- Maestro es que por donde pasas no se te puede olvidar, porque dejas huellas.-
le respondió Juan contento.
Estaba ya cerca y vio que Jesús y Juan hablaban. Ella se quedó donde
estaba para no interrumpir lo que decían. Allí donde estaba se puso en
meditación sentada encima de una piedra con los ojos cerrados. Cuando los
abrió vio que Jesús y Juan estaban junto a ella. María les sonrío, Jesús le dijo.
- Tenías que haber venido con nosotros, no quiero que esto lo hagas más
porque tu eres igual que todos, nada hay que no debas saber.
201
La madre de María estaba acabando de preparar el desayuno. Su marido
se sentó en la mesa para saborear unas deliciosas rosquillas que había hecho su
esposa. Él animó a Jesús y a Juan para que se sentaran y desayunaran. A la
caída de la tarde los tres volvieron al lugar donde oraban. Allí estaban
tranquilos y podían hablar de sus cosas.
Bajaron de aquél lugar que para ellos era hermoso y sagrado, había
mucho silencio, el que se oía era relajante, el que hacían las gaviotas, y el de
las olas del mar cuando chocaban con las rocas.
El padre de María y los demás pescadores habían salido de pesca y
estarían tres días en alta mar.
La madre los estaba esperando sentada en la puerta de la casa. María se
sentó junto a ella, la cogió por los hombros y le dio un beso en la mejilla.
Jesús y Juan habían ido hasta la orilla del mar y allí se quedaron
hablando.
La madre de María la miró sonriendo por el gesto que había hecho, sabía
que su hija era cariñosa y que muchas veces le demostraba el amor que sentía
por ella y por su marido.
Habían pasado tres días y el padre de María regresaba con los otros
pescadores después de haber vendido en el otro puerto todo el pescado que
habían pescado. Ellos les traían a sus mujeres unas buenas piezas de pescado
para que comieran de lo mejor que había en el mar.
Esa noche en casa de María cenaron pronto, pues su padre venía
cansado y solo quería comer e irse a dormir.
202
A la mañana siguiente los padres de María se levantaron, la madre vio
que su hija no estaba en la casa, entró en la habitación de Jesús y de Juan,
tampoco ellos estaban, habló con su marido y le dijo.
- ¿ Has oído ?.
- Os quiero mucho, y quiero que sepáis que soy la mujer más feliz del mundo.
203
Jesús la miraba sonriente y tras hacer una pausa le respondió.
- Mirar el mar lo limpio y hermoso que está, ahora mismo es un espejo donde el
sol se está mirando, que imagen más Divina.
- Padres, os quiero mucho a los dos, pero pronto tendré que dejaros, porque me
tengo que ir.
204
- El amor que siento por el Maestro es sublime, no lo podría explicar porque es
Dios que le ha puesto dentro de mi.
- Padre, cuida de ellos, que tus Ángeles los sirvan para que nada les falten
hasta que tu los llames a tu lado.
En aquellos instantes el sol brilló con más fuerza mientras que un coro
de Ángeles cantaban por encima de ellos en el aire. Quien los vieron y los
oyeron fue Jesús, Juan y María.
Los padres de María era extraordinarios, como también lo eran los
padres de Juan. Todos los padres que habían engendrado hijos e hijas para
estar al lado de Jesús, ellos también eran elegidos aunque esto no lo supieran.
- ¿ Cuando os vais ?.
- En el próximo viaje que hagas tu nos puedes llevar, le respondió Jesús.
- Hablaré con los demás pescadores y se lo diré, os llevaremos hasta donde tu
nos digas.
Esa noche el padre de María les habló a los pescadores y les dijo.
Fue la madre de María que intervino porque quería dejar todo muy claro
para que no hubieran confusiones mal interpretadas con su hija , ella les dijo.
205
La madre de María no sabía que responder ni como explicarlo. Jesús
respondió por ella y dijo.
- María fue elegida para dar testimonio de un acontecimiento Divino que pronto
va a suceder.
Una de las mujeres le preguntó sorprendida.
- A ella.
- No se llama María.- le respondió la mujer.
- Nunca había oído hablar a vuestra hija de esta manera, ¿ No os parece que
sea otra ?.
- ¿ Conocéis bien a Jesús como para que dejéis a vuestra hija que se vaya con
él ?.- le preguntó la misma mujer.
- Si es cierto, pero aún con eso yo no dejaría que un hijo mío que se fuera para
servir a Dios.- le respondió la mujer mirando fijamente a Jesús.
María se puso en pie y dirigiéndose a los tres matrimonios les dijo con
voz serena.
206
María fue la que se quedó sorprendida de la reacción que tuvo, seguía en
pie y miró una por una la cara que tenían todos. Se quedó fijamente mirando a
Jesús, el seguía con la cabeza baja mirando al suelo, después miró a Juan, él le
guiñó un ojo, entonces fue cuando María sonrió y se sentó respirando hondo y
tranquila.
El día que tenían que irse llegó. María fue a despedirse de sus vecinas
acompañada de su madre que no la soltaba de la mano. Una de las vecinas la
empezó a dar consejos de lo que tenía que hacer y de lo que no. María estaba
muy segura de lo que quería, pero escuchó a la mujer de uno de los pescadores
por educación y porque su madre se quedaría muchos días sola con ellas.
El padre de María no dijo nada e hizo lo que Jesús le dijo. Se sentó junto
a su hija, él le hablaba por lo bajo. María no respondía solo afirmaba con la
cabeza. Juan estaba sentado al otro extremo de la barca con la mirada puesta
en el mar.
207
Jesús y los tres pescadores remaban con fuerza solo se oía el ruido que
hacían los remos y el de el agua cuando pegaba con la barca.
El padre de María rodeó con sus brazos los hombros de su hija. Él le dijo.
- No paséis miedo por mi, porque estaré con el Maestro y con los demás
hermanos.
- Si, hija me doy cuenta, es por eso que tu madre y yo estamos más tranquilos
por dejarte ir, pero no olvides nada de lo que te he dicho.
- No te preocupes, le respondió María mientras que le daba a su padre un beso
en la mejilla.
María miraba a su padre con lágrimas en los ojos y por último le dijo.
208
- No te separes de esta vara, pues te ayudará a caminar y a muchas otras
cosas con las que te puedes encontrar.
Era noche de luna llena y todo lo que había en el campo se podía ver
bien. María estaba contenta de esta experiencia que estaba viviendo, parecía
una niña explorando todos aquellos alrededores, aunque donde ella vivía con
sus padres también había mucha naturaleza, estaba encantada de vivir junto a
Jesús y a Juan esta aventura extraordinaria. Fue junto a Jesús y le dijo.
- ¿ A que te refieres ?.
María también reía y Juan la acompañaba, los tres reían felices. María le
respondió.
- ¡ Tu lo sabes !.
- Si no me lo dices no se lo que es, le dijo Jesús sin parar de reír.
- Me refiero a todos estos años que has estado viviendo en el campo libre como
los pájaros.
- ¡ Ah !, ¿ Te referías a eso ?.
Cerca del árbol donde ellos estaban había mucho espliego, el aroma
estaba extendido y aspiraban con los ojos cerrados, Jesús dijo.
209
La luna llena hacía que todo fuera más bello y mágico pues se oía el
canto del búho y el de un grillo que no estaba lejos de ellos.
El nuevo día llegó con un sol radiante. Tenían que continuar la marcha
pero no antes de encontrar a la yegua, pues era seguro que estaba buscando a
su cría. Fueron caminando con el animal y vieron que más lejos había una
granja, se dirigieron allí. En la puerta habían dos hombres de mediana edad.
Uno hacía una soga con esparto y el otro estaba limpiando la entrada. El
hombre que limpiaba vio como se acercaban dos hombres, una mujer y un poni.
Este llamó al otro que estaba haciendo la soga y le dijo.
- Alguien se acerca.
Los dos esperaron a que los visitantes se acercaran. Jesús les dijo.
- Si, si es nuestro.
- ¿ Su madre donde está ?, le preguntó Jesús.
210
Jesús puso su mano en el pecho de este hombre deteniéndolo y
mirándolo a los ojos le dijo.
Juan y María miraron hacia atrás porque venía una yegua a galopee
seguida por más caballos. La cría vio de lejos a su madre y empezó a relinchar
para que la conociera. La yegua se paró junto a su cría majestuosa y contenta
de haberla encontrado. Los dos animales relinchaban juntos con las cabezas
pegadas acariciándose.
Los otros dos hombres que vivían en la granja, entraron dentro por
miedo a lo que les podrían suceder por haber mentido y querer adueñarse de
algo que no les pertenecían.
211
- ¿ Porque mañana ?, le preguntó María.
- Porque esta noche como vamos a dormir entre romero tendremos hermosos
sueños, y mañana me contarás lo que has soñado.
- Una noche soñé que el Maestro y yo éramos niños, y que jugábamos juntos.
- ¿ Como era el Maestro de niño ?.- le preguntó María con interés.
Jesús y Juan se miraron riendo, María los observaba con atención sin
perderse un gesto de los dos.
- Me llamo María.
212
María no vio que esta Diosa moviera los labios para hablarle pero si
escuchó que ella con voz melodiosa le dijo.
- ¿ El Maestro te conoce ?.
- Sí.
La Diosa cogió entre sus cabellos una de las perlas que llevaba y la
depositó con delicadeza en la palma de la mano de María. Ella miraba la perla y
por sus mejillas resbalaban lágrimas de alegría.
La Diosa se despidió sonriente al mismo tiempo que le decía adiós
agitando su delicada mano y desapareció.
María seguía mirando fijamente el lugar donde este Ser había estado
hablando con ella, su mano la tenía apretada y besaba su puño una y otra vez.
Miró a Jesús y a Juan, los dos seguían durmiendo.
La luna estaba radiante y brillaba aún con más fuerza que antes. Pronto
amanecería y no habría dormido nada, sabía que nada más saliera el sol
emprenderían de nuevo el camino. Se acostó sobre la hierba y se quedó
dormida con el puño cerrado y con la otra mano apretándolo.
213
- ¿ Que secreto guardas ?.
- ¿ También has visto tu a esa gran Dama alada ?. - le preguntó María con
misterio.
- Querida niña mía, ya te dije ayer que hoy hablaríamos del romero.
- ¿ Querida niña mía ?. - repitió María mientras que pensaba en las palabras
que la Diosa había utilizado para dirigirse a ella.
- ¿ Sois caminantes ?.
- Sí, y nos dirigimos a la gran ciudad.
Salió de la casa una mujer joven con su bebe en los brazos y solo hacia
que llorar.
La joven miró la cara de cansancio que tenían los recién llegados y les
dijo.
- Entrar dentro y descansar del calor, os daré agua para que os refresquéis.
214
- Maestro, tu puedes hacer que este niño pare de llorar curándolo del mal que
padezca.
- Tu también lo puedes hacer. - le respondió Jesús con mirada tierna.
- En el Nombre de Dios y del Amor hermoso pido que desaparezca el mal que te
atormenta.
María miró a Jesús y a Juan, en las tres miradas había mucho amor, y
nada más se miraban sabían lo que querían decir.
María estaba llena de felicidad de haber podido ayudar a esas tres almas
buenas que les habían acogido sin conocerlos.
María con la mirada brillante le dijo a Jesús.
215
Los tres rieron juntos de lo que Juan dijo.
Juan se puso a pensar para ver que historia iba a contar y pasados unos
instantes empezó diciendo.
- Era un matrimonio que se querían mucho, Dios les dio un hijo. Ellos lo
amaban mucho porque sabían que era un hijo del amor y un regalo que Dios les
hizo.
El niño fue creciendo con el amor de sus padres. Desde muy corta edad ya
sabía de donde venía, y cuando fue mayor también sabía a quien tendría que
seguir. Sus padres no sabían nada de esto, y un día el niño tuvo la visita de un
Ángel y lo puso al corriente de cual sería su misión en la tierra.
Llegó el día que ese joven se tenía que ir, su madre lloraba desesperada y no lo
dejaba marcharse, lo quería tanto que no lo querían perder. Entonces el joven
les dijo a sus padres que se fueran con él y así lo hicieron.
El Ángel lo esperaba en un lugar donde le había dado cita. Cuando lo vio llegar
con sus padres le preguntó al Elegido.
- ¿ Ellos están dispuestos a pasar por donde tu pises y hacer todo lo que está
destinado para ti ?, le preguntó el Ángel.
- Estoy seguro que sí, porque de lo contrario tu no les hubieras dejado venir
conmigo.
- ¿ Porque hay padres que siguen a sus hijos haciendo la Voluntad de Dios, y
otros se quedan al margen ?. - le preguntó María a Jesús con tristeza.
- No pienses de ese modo de tus padres, quizás a ellos les falta valor, es por
eso que no están preparados, pero un día llegará y los irás a buscar y vendrán
contigo, le respondió Jesús acariciando sus cabellos largos.
216
- Maestro, no se que haría si tu no estuvieras a mi lado. - le dijo María con
lágrimas en los ojos.
Ninguno de los tres dijeron nada más. Fue María en quedarse dormida la
primera.
A la mañana siguiente empezaba a salir el sol y Jesús, Juan y María
estaban de pie saludando al sol con el movimiento de sus manos.
El día sería caluroso largo y duro. Jesús llevaba los días contados para
llegar a la gran ciudad.
Emprendieron el camino acompañados por el trino de los pájaros y por el
vuelo de las mariposas. A María le gustaba estar viviendo esos días con Jesús y
con Juan. Ella iba caminando contenta hablaba con una mariposa cuando volaba
por su lado, también imitaba el canto de los pajarillos. Jesús y Juan se miraban
y sonreían de ver lo niña que era. Ella tenía aproximadamente le edad de Jesús
pero la inocencia la tenía intacta, el niño que todos llevamos dentro, el de ella
era bello y no lo había dejado crecer, porque cuando esto ocurre, puede suceder
dos cosas, una buena y la otra mala. La buena es que el niño interno crece para
hacer dentro de la persona el Trono donde Jesucristo vive. La mala es que la
persona va dejando entrar la maldad, y se encuentra bien haciendo el mal. Es
por eso que es bueno dejar al niño que juegue, que ría y que sea feliz. Es por
eso que Jesús decía.
María era inteligente, amable, y sabía muy bien lo que quería, pero por
dentro era una niña. Es por eso que cuando Jesús la vio por la primera vez
sabía que era una alma bella y la eligió para que estuviera a su lado.
Cerca de donde ellos iban pasaba un río, podían oír el ruido del agua que
hacía al bajar, fueron hasta encontrarlo, pues ya tenían ganas de bañarse.
Llegaron a las orillas y Jesús le dijo a María.
- Maestro, mira.
217
Fueron hasta donde estaba la borrica. A María le hizo recordar a sus
animales los que había dejado en casa de sus padres y fue para acariciarla,
mientras lo hacía le hablaba. Jesús y Juan miraban para ver de quien podría ser
el animal, pues por allí no había nadie. De pronto se escuchó la voz de un
hombre joven que decía mientras que iba corriendo hacia donde ellos estaban.
Cuando llegó hasta ellos iba sofocado de tanto como había corrido. Jesús
lo tranquilizó diciéndole.
- Mis padres y una hermana pequeña que tenía murieron de una epidemia, no
quise quedarme en la casa donde vivíamos y me vine aquí al campo.
218
Los cuatro iban cansados y la borrica también y se sentaron un rato a
descansar, después irían a buscar algo para comer, habían árboles con frutos
cerca de allí.
El joven no dijo nada. Miraba a los tres como hacían meditación, con la
escasa luz que había podía ver que sus mentes estaban puestas en algo que él
desconocía.
Estaba clareando el día y los despertó el rebuznar de la borrica
anunciando que el nuevo día llegaba y quería comer.
El joven se puso en pie y desató al animal para que comiera hierba.
El río seguía por donde ellos iban y fueron a beber agua y lavarse.
Había pasado un rato y Jesús dijo que se tenían que ir, y emprendieron
de nuevo el camino.
El joven no había visto a nadie orar, en verdad no sabía como se oraba y
tampoco sabía para que servía o si tenía alguna utilidad. Miraba mucho a Jesús,
le había impresionado en el momento que lo vio la primera vez, su mirada era
difícil de olvidar.
Jesús iba hablando con Juan. El joven le preguntó a María.
- ¿ De donde venís ?.
- De muy lejos.
- ¿ Me conoces ?, los que me ven por la primera vez saben pronto como soy. -
le respondió el joven contento.
219
- Seguro que alguna vez te has visto en un espejo, ¿ No es cierto ?.
- Si, alguna.
Juan y María iban escuchando las enseñanzas que Jesús le estaba dando
al joven.
El joven mirando a Juan y a María le preguntó a Jesús.
220
Había un bidón en la puerta de una casa que contenía agua. Pronto
salieron las pocas personas que vivían allí con el ceño fruncido mirando a los
recién llegados. Fue Jesús quien les dijo.
- Págame antes.
Jesús metió su mano dentro del bolsillo de su túnica y sacó una moneda
poniéndola en la palma de la mano de esta mujer. Ella miró lo que le daba y
dijo secamente.
- Esta moneda es para que beba solo el animal, si queréis beber vosotros me
tendréis que dar más.
- Mujer, está agua está para que beban los animales, la borrica va a beber ahí
pero nosotros no, te he pagado bien el agua.
- Saca el botijo.
221
La tarde estaba cayendo, por donde iban habían muchos olivos. De
pronto les salieron dos asaltantes empuñando cada uno un cuchillo. Uno se
quedó delante de Jesús, de Juan y de María apuntándolos con el arma, y el otro
apuntaba a Anaias y le dijo con voz temblorosa.
Los dos asaltantes se miraron sin comprender lo que Jesús le quiso decir,
y el mismo de antes dijo furioso.
- Queremos la borrica.
- ¿ Como puedes pedirme eso ?, ¿ No te das cuenta que quiero a la borrica más
que a nadie ?.
- La idea esta ha sido tuya, ¿ para qué queremos nosotros una borrica ?.
222
- Pues para venderla.- le respondió su compañero.
- Yo no la quiero, estoy seguro de que nos iba a traer muchos disgustos, venga,
guarda el cuchillo.
- Mira que no soy dueño de mis actos y puedo hacer contigo una barbaridad.
María ya estaba harta de ver al ladrón como apuntaba a Jesús y le dijo
gritando.
- ¿ Los dos sois del mismo padre ?.- le preguntó el ladrón con palabras
temblorosas y siguiendo con la burla.
- Los dos somos del mismo Padre, y tu también pero no te has dado cuenta.
El ladrón no podía estar por más tiempo allí porque las piernas le
temblaban y se fue corriendo.
Anaias estaba abrazado al cuello de su borrica y acariciaba su cabeza.
Cuando se quedaron solos Anaias le dijo a Jesús.
- He pasado mucho miedo, pues por un momento he pensado que le ibas a dar
la borrica, ¿ Como has podido hacer esto ?, todavía estoy temblando.
- Siempre que hablo digo la verdad, pero lo que a mi me pertenece nadie se lo
podrá llevar porque es mío, sentías miedo porque no me conoces, mira a Juan y
a María lo tranquilos que están.
Anaias los miraba y vio realmente el semblante de paz que tenían los
tres y le preguntó a Jesús.
- Me dijiste antes que eran tus hermanos, he oído a ella que te ha llamado
Maestro.
- Son mis hermanos y yo soy el Maestro.
- También hay algo que hace poco me has dicho, y que me ha chocado. Has
hablado de mi borrica. Como si fuera tuya.
223
- Así es Anaias, llegará un día que no está muy lejano donde yo entraré triunfal
subido en la borriquilla.
- Les das grandes enseñanzas, yo sin embargo no se nada de todo eso, pero
trato de ser bueno con quien lo es conmigo, ¿Tienes más discípulos ?.
- Muchos son los que me están esperando, es con alguno de ellos donde te
quiero dejar.
- ¿ Y si ellos no me aceptan ?.
- Piensas eso porque no me conoces, si yo les llevo a un hermano nuevo, lo
reciben con los brazos abiertos, el Reino de Dios es así.
224
- ¿ Esta noche cuando hagáis la meditación la puedo hacer con vosotros ?.
- Claro que puedes, dime, ¿ Porque la quieres hacer ?.
- Quiero saber lo que vosotros sentís.
- Ahora has hablado bien, eso era lo que yo quería oírte decir.
Anaias trató de hacer lo que María le aconsejó pero todo era en vano,
cuando pensaba en el sol rápidamente le invadía un pensamiento, cuando
pensaba en las estrellas le ocurría lo mismo.
Anaias volvió otra vez acercarse a María al oído y le dijo, muy bajito para
no molestar a Jesús y a Juan.
- Es lo que te digo.
Anaias hizo lo que María le dijo, pero esa noche por ser la primera que hacía
meditación no notó nada pero la sensación que sintió fue muy buena.
Habían pasado como dos horas cuando Jesús y Juan se pusieron en pie.
María y Anaias los siguieron minutos más tarde.
225
La borrica estaba tendida encima de la hierba durmiendo. Anaias se
acercó al animal en cuclillas y la estuvo acariciando.
Los cuatro se fueron a dormir, y a la mañana siguiente los despertaron el
rebuznar de la borrica y el trino de los pájaros. Ese día llegarían a la gran
ciudad y seguidamente irían a Nazaret, allí y en otros pueblecitos cercanos
habían discípulos que esperaban la llegada del Maestro.
- Inútil... inútil
226
- ¡ Hijo de Satanás !, ¿ Porque utilizas tu maldad con los humildes ?.
- ¿ A donde vais ?.
- A la gran ciudad.- le respondió Jesús tranquilo.
- ¿ Sois de allí ?.
- Yo soy de Nazaret, pero ellos no.
- No creo que ella sea hermana vuestra, antes me has dicho que ellos no son de
donde tu eres.
- Hombre te estás metiendo en cosas que no te importan, tu con lo rico e
importante que crees que eres, no llegas a la altura de la herradura de la
borrica.
El hombre rico se vio ridiculizado delante de sus criados y apretando los
puños soltó una maldición.
- ¿ Te das cuenta como está saliendo el mal que vive dentro de ti ?, esa
maldición que nos has echado es la que pronto te llegará a ti.- le dijo Jesús.
El hombre rico mirando a sus criados les dijo con mal humor.
227
El hombre rico se quería reconciliar con Jesús y sentándose en la hierba
le dijo a Jesús.
- ¿ Crees en Dios ?.
- Depende para que, creo.
- Ve tu, nosotros te esperamos aquí, pero no pierdas mucho el tiempo con él,
porque solo quiere que nosotros también le obedezcamos como hacen sus
criados.
228
Juan y el sirviente regresaron a la gran casa.
Cuando llegaron, el criado hizo pasar dentro a Juan. El hombre rico lo
miró y le preguntó.
- Imposible, ¿ Porque ?.
- Porque el Maestro jamás retrocede hacia atrás.
- Te he dicho que quiero que sea ese Maestro como tu lo llamas, lo quiero aquí.
Jamás nadie me ha hablado como él lo ha hecho, y ni me han humillado, para
haber hecho eso es porque es valiente y no le tiene miedo a nadie.
- No quiero oírte decir más tonterías y ve a decirle a ese Maestro tuyo que
venga.
Como Juan vio que la situación iba cada vez a peor le dijo al hombre
rico.
El hombre rico tenía el ceño fruncido y mirando a Juan dio dos pasos
hacia adelante con intención de agredirlo, pero se detuvo pensando en lo que
iba hacer y las consecuencias que le traería con el Maestro. Sabía que él le iba a
plantar cara y lo que fuera necesario si tocaban a uno de los suyos. Se sentó
encima de un gran cojín de terciopelo color verde que había en el suelo.
También decoraba la sala muchos cojines más de varios colores.
229
Juan permanecía de pie esperando a que le dijera algo. Este hombre
mirándolo con descaro le dijo.
Juan sabía que todo lo que le dijera sobre Dios caería en saco roto.
Recordó en unos instantes las palabras que un día le dijo Jesús. Que las perlas
no eran para los puercos, puesto que ellos no sabrían que hacer con ellas.
Estaba ahí para hablarle a ese hombre de Dios aunque no creyera lo que
le iba a decir, Juan empezó diciendo.
- Hermano si quieres oír hablar de Dios compórtate como una oveja, no como
un lobo, porque Dios es amor, y todo lo que contiene esa palabra es Dios en su
grandeza.
- Dios quiere decir libertad, el que está con él no le tiene miedo a nadie ni a
nada, porque Dios le da esa fuerza. Dios quiere decir bondad, pues si se tiene
diez monedas, se reparten la mitad con todos esos que no tienen nada. Dios le
sigue dando a esta persona para que pueda ir ayudando a los demás.
- ¿ Quieres decir que para seguir a tu Dios lo tengo que repartir todo y
quedarme sin nada ?.
- Hermano, no es necesario que tengas que quedarte sin nada, dentro del amor
y de la bondad está todo lo que debemos de poseer. El amor nos colma de todo
bien y la bondad nos hace por dentro felices. Porque eres rico te sientes
poderoso, pero para Dios eres aún más pobre que el que más, y estoy seguro
aunque tú no me lo digas que felicidad para ti no hay, y que tampoco sabes lo
que es. ¿ Dime que sientes cuando azotas a uno de tus criados ?, y los llamas
de los peores nombres que hay.
- Eres tu peor que tu Maestro, creo que contigo tengo que tener más cuidado,
él dice las cosas a la cara y tu hieres por dentro con hierro ardiendo.
- Hermano, no soy yo quien te hiere, eres tu que te vas matando y destruyendo
poco a poco, el día que seas viejo y que estés enfermo, te tiraran fuera de tu
palacio para que te acaben de matar los lobos hambrientos.
El hombre rico al oír todo esto que Juan le dijo se puso en pie y con la
mirada le quería destrozar, lo hubiera hecho en verdad y no con la mirada, sino
hubiera sido por el temor que sintió dentro de su pecho, el corazón le iba a cien
230
sin que lo pudiera controlar. Para disimular lo que le ocurría empezó a pasear
por la sala con las manos cogidas detrás de su espalda.
Juan lo iba siguiendo con la mirada apercibiendo como se encontraba.
El hombre rico sin mirar a Juan le preguntó.
- ¿ Para esto has venido a mi casa ?, ¿ Crees que puede haber algún Dios que
piense como tú?, el Dios que yo conozco es el de los ricos, él nos da cada vez
más y hace que mis criados me adoren y que se rindan a mis pies, ese es el
Dios que vive conmigo.
- ¿ Entonces que Dios tiene más poder el tuyo o el mío ?.- le preguntó el
hombre rico con ironía.
- Mi Dios también es el tuyo, no lo debes de olvidar, porque fue quien nos
formó a todos con los dedos de sus manos. El Dios mío como tu dices es
superior a todo porque todo lo empezó con amor y lo terminó también con
amor.
- Has tenido que ser tu quien ha venido para hablarme de Dios, pedí que fuera
tu Maestro, ¿porqué pensaba yo que él era peor que tu ?.- dijo el hombre rico
gritando como una hiena rabiosa.
231
- Antes has ofendido a mi Maestro, le has pegado un latigazo sin razón alguna,
solo por eso serás condenado, pues no puedes hacerte idea de quien has
maltratado.- le respondió Juan mirándolo a los ojos.
Juan se dio la vuelta para irse y cuando iba a salir de la casa el hombre
rico lo llamó y le dijo mientras que le echaba unas monedas al suelo.
- Toma esto
- Hermano, yo no las necesito pero tus sirvientes si, dáselas a ellos, ¿ No te da
pena de que trabajen para ti sin que les des un sueldo ?, esas monedas y
muchas más se las han ganado.- le respondió Juan mientras que salía de la
casa.
- ¿ Mi amado Juan, hubiese yo tanto dado de mí para que ese hombre fuera por
los caminos de Dios.
A Juan le cayeron dos lágrimas que resbalaban por sus mejillas abajo.
Jesús se las quitó con sus dedos y le dijo.
- Estás recibiendo del Padre todo el amor que has malgastado con ese hombre,
dentro de unos instantes estarás como nuevo, el amor que damos a otros y no
lo recogen, no lo perdemos, porque el Padre está al acecho para volver a
llenarnos con su amor infinito.
María y Anaias de ver a Juan, también ellos lloraron pues eran hermanos
del alma, quien se mantuvo firme fue Jesús, él tenía que ser fuerte. Juan
también lo era parecía una roca pero esta conversación que mantuvo con el
hombre rico le dejo triste.
232
Decidieron quedarse allí para pasar la noche, se habían quedado muy
cerca del río, estaban sentados encima de la hierba y veían el agua como
bajaba.
Juan necesitaba hacer meditación y se puso él solo, mientras tanto fue
María y se metió en el río y se dio un baño de pies, detrás de ella fue Anaias e
hizo lo mismo, estaban de pie dentro del agua refrescándose las piernas.
- Hace pocos días que me conoces, yo sin embargo te conozco desde toda la
vida y es por eso que te amo, tú no tanto a mí, pero llegará el día que me
amarás mucho, y sufrirás por mí.
- ¿ Porque Maestro ?.- le preguntó Anaias sorprendido.
233
- No quiero que nadie salga en mi defensa cuando ocurra, porque todo ha de
suceder como está escrito, nadie ni nada lo puede cambiar. Acordaos bien de
esto.
A la mañana siguiente con la salida del sol salieron para la gran ciudad,
y llegaron al empezar la tarde. Allí tenía amigos de clase alta y media. A casa
de ellos no podían ir con la borrica y fueron a casa de otro amigo de Jesús que
tenía animales. Era un matrimonio que tenían un hijo y una hija adolescente.
El matrimonio y sus hijos al ver a Jesús mostraron una gran alegría. La
esposa sacó comida para que comieran pues venían cansados y hambrientos.
También preparó una habitación para que esa noche durmieran Jesús, Juan y
Anaias. María durmió con la hija del matrimonio.
Estuvieron hasta de madrugada todos hablando, este matrimonio puso al
corriente a Jesús de como iban todos los grupos que él hizo, de la manera que
se veían y donde.
Era pasada bien la tarde cuando llegaron a Nazaret. Allí lo conocían todo
el pueblo, y todos los transeúntes que pasaban lo iban saludando. Llegaron a la
casa donde vivía su madre con el hijo más pequeño de José. La puerta estaba
abierta, el hermano de Jesús estaba acabando una mesa, levantó la mirada y
vio que Jesús su hermano más pequeño había llegado con más gente. Este hijo
de José quería mucho a Jesús, pues era pequeño cuando Jesús nació y los dos
se llevaban muy bien. Jesús fue corriendo para abrazarlo y le preguntó.
- Si, hermano ahora ya no me voy de aquí, mira estos son mis amigos del alma.
Este es Juan, ella es María y el de la borrica es Anaias.
234
Jesús habló con su hermano referente a la borrica y le dijo que le diera
de comer.
María, la madre de Jesús, preparó junto a la otra María habitaciones para
que en una durmieran Juan y Anaias y en la otra ella. Jesús tenía la suya, su
madre no la tocaba de como él la dejaba, solo la limpiaba.
Esa noche Jesús durmió poco, pues su madre estuvo sentada a un lado
de la cama hablando con él de cosas que habían sucedido mientras que él no
estaba. También se tuvo que levantar muy temprano porque llevaría a Juan, a
María y Anaias para que conocieran a otros hermanos donde Anaias se quedaría
con la borrica. Juan y María se quedaría a vivir en casa de la madre de Jesús,
con él y con su hermano. Los demás hermanos o discípulos y discípulas que
Jesús hizo estaban esperando de un día a otro la visita de Jesús.
La mañana era gris y lluviosa. Los cuatro y la borrica se encaminaron a
casa de un matrimonio con dos hijos pequeños que vivían en el campo con
animales, eran labradores y vivían de la tierra.
Iban llegando a la casa, y muy cerca estaban jugando los dos hijos de
este matrimonio. Los niños reconocieron a Jesús y fueron corriendo a su casa
para decírselo a su madre. Antes de que Jesús y los demás llegaran a la casa
salió al encuentro de Jesús la madre de los niños expresando su alegría de ver
al Maestro, y llamaba a su marido para que viniera también.
Cuando el matrimonio se vieron frente a Jesús lo miraban
amorosamente, en sus ojos habían un brillo especial que junto a la mirada de
Jesús, aquél momento era mágico. Todos los que seguían a Jesús lo llevaban
muy adentro, vivía en un trono dentro de sus corazones. Cuando todos se
reunían recordaban la frase que Jesús les dejó, les dijo.
- Aquí tienes a una familia, y otras más que viven en otros lugares, ya verás lo
bien que vas a vivir aquí con nosotros.
Por los ojos de Anaias resbalaron dos lágrimas, tenía suerte de haber
conocido al Maestro, y pensaba muchas veces que eran sus padres desde el
235
cielo que lo habían preparado para que así fuera. Jamás se hubiese imaginado
que todas aquellas personas eran muchas y que el Maestro había hecho
discípulos suyos y que se amaran tanto entre ellos. Cada uno vivían en un lugar
distinto pero cuando se juntaban eran una gran familia.
Anaias dirigiéndose a Jesús le dijo.
- Cada uno es libre de hacer lo que quiera, y si esto ocurre es porque no están
conformes con lo que ellos les enseñan. Todos escucharon con atención las
palabras de Anaias y se miraron pensando que había hablado con sabiduría tan
joven como era.
- En realidad saben que digo la verdad, pero ellos no lo quieren reconocer. Hay
mucho interés en lo que piensan, no le interesan como hombres que haya
mujeres que también puedan hablar de Dios y expresar sus sentimientos, el
progreso no les gusta, y nada evoluciona si no es con progreso, dijo Jesús
dirigiéndose a todos.
- ¿ Entonces si este progreso lo cortan que puede pasar ?.- le preguntó Anaias.
- Pues que mataran al enviado de Dios.- le respondió Jesús.
Juan y María eran los únicos que sabían lo que ocurriría. Los demás de
todos los discípulos de Jesús no se imaginaban el final que tendría.
Jesús empezó a despedirse del matrimonio poniendo sus manos en las
cabezas de ellos. Cogió a los niños en brazos y les dio un beso en sus mejillas.
Seguidamente se acercó a Anaias y poniendo sus manos en los hombros de él
le dijo.
- Ahora podrás ayudar a estos hermanos a cultivar las tierras y a cuidar de los
animales, ¡ a ti que te gusta tanto vivir entre ellos !.
- Hermanos, hasta dentro de dos días a la caída del sol, yo os saludo y os dejo
mi paz.
236
Juan y María se despidieron del matrimonio y de Anaias. Él tenía las
lágrimas fáciles, y de verlos como se alejaban lloraba porque les había cogido
mucho cariño y eran su verdadera familia, por Jesús sentía algo especial que ni
el mismo sabía que era.
Cuando Jesús, Juan y María llegaron a la casa ya era de noche. María la
madre de Jesús los estaba esperando para cenar y también estaban los otros
hijos de José que al enterarse de que Jesús había venido fueron para saludarlo.
Estuvieron un rato y después se fueron. Las veces que María tenía con ella a su
hijo Jesús lo mimaba, lo acariciaba y le decía frases hermosas que una madre
suele decirle a sus hijos. Aunque Jesús ya era mayor para todos esos encantos
que su madre utilizaba con él, se dejaba porque su madre se sentía bien,
dejaba que saliera el amor maternal pues había pasado muchos años lejos de
ella.
Jesús era una belleza de hombre, con gran carisma, solo con su
presencia todo se iluminaba alrededor. Su voz era delicada al mismo tiempo
que cálida.
Cuando todos estuvieron sentados Jesús empezó diciendo.
- Amigos míos y hermanos, os saludo en el Nombre del Padre que está en los
Cielos, y es testigo de lo que ahora está sucediendo aquí. Hace tiempo que
esperabais este momento, pues yo también lo esperaba y se me ha hecho
largo, pero todo llega.
El Padre ha estado preparando al Enviado para que se hiciera fuerte y
nada falle. Este pastor que soy yo cuidará bien de sus ovejas que sois vosotros
y muchos más que tienen que llegar. Cuando el hijo del hombre haya estado
bendecido por el Espíritu Santo es cuando será Rey de los hombres. Dios Padre
a Enviado a su Hijo para que sea sacrificado por ellos, para que la muerte de un
inocente lave los pecados del mundo.
Lo único que os pido a todos es que os améis como yo os amo, si no
fuera así de nada serviría que el inocente muriera. Tener en cuenta estas
palabras porque es el fundamento de todo. Amigos míos que sean guardadas
dentro de vuestros corazones.
- Maestro el otro día fui a la gran ciudad y en una plaza había un hombre que
hablaba de Dios.
237
- ¿ Que decía ?.- le preguntó Jesús.
- Dijo que había otro que era superior a él y que estaba a punto de llegar, dijo
que este le quitaría el puesto a él porque era más grande. Después dijo que iba
al río para bautizar con agua. Muchos lo siguieron para ser bautizados. ¿ Que
piensas de este hombre ?, ¿ Está diciendo la verdad ?.
- Se llama Juan el Bautista porque bautiza con agua, con el Espíritu de Dios, es
bueno y si lo veis decirle que os bautice y lo podéis seguir igual que a mi
porque al final todo quedará en una sola cosa.
- Soy yo quien tiene que ir a el, porque nació antes que yo.- le dijo Jesús.
238
- Es que yo soy muy pequeño a tu lado.- le dijo Juan el Bautista.
- Bautízame y todo quedará bien.- le respondió Jesús.
Juan hizo lo que Jesús le dijo y lo sumergió dentro del agua mientras le
decía estas palabras.
- Yo te bautizo en el Nombre del Padre, del Hijo que eres Tú y del Espíritu Santo
que fue quien te engendró.
A partir de estos momentos tu hora ha llegado.
Nada más salir Jesús del agua se abrió el cielo y bajó una paloma blanca
que se posó sobre la cabeza de Jesús, y se escuchó una voz que dijo.
Jesús y Juan se fueron de allí, los dos iban llenos del Espíritu Santo.
Jesús reconoció a uno pues se trataba de Judas Tadeo. Los dos se habían
conocido de niños y habían jugado juntos. Jesús se puso en pie y también lo
hizo Juan. Jesús acercándose a Juan el Bautista puso sus manos en la cabeza
de él y lo bendijo. También llegó a Judas Tadeo lo saludó y después de
bendecirlo estuvieron recordando los dos todo lo que hacían cuando eran niños.
Jesús dirigiéndose a Juan el Bautista le preguntó.
- ¿ Que pasa con los hombres de ley y con los de la sinagoga, te dejan que
hables ?.
239
- Soy peregrino, y lo seré hasta el final. Gracias hermano por preocuparte por
mi, no quiero dar problemas a nadie porque siempre me están persiguiendo la
justicia y no quiero que nadie se vea implicado.
Todos los demás hermanos que había hecho en esa aldea vinieron al
enterarse que Jesús estaba allí. Era de noche cuando se reunieron en casa de
este amigo.
- Hijo ayer por la tarde estuvo aquí un hombre de la ley, venía buscándote a ti,
pues se había enterado que estuvisteis en la montaña con todos los que te
siguen.
240
- ¿ Te hubiera gustado venir conmigo esta vez ?.
- Mucho Maestro.- le respondió María.
- Tengo a mi cargo una familia que mantener, si me voy y los dejo, ¿ De que
van a comer ?.
241
- A los pájaros y a las aves del cielo nadie les dan para que coman, Dios mira
para que nunca les falte, no te preocupes por ellos porque tendrán cada día
para comer.
- Desde ahora tu nombre es Pedro, que significa roca como ésta que hay aquí y
que es testigo de tu bautismo.
- Eres uno de mis discípulos desde hace tiempo, pero es hoy que he venido
para decirte que me sigas.
Anaias le hablaba a María al oído, le decía algo que le hacía sonreír. Ella
miró a Jesús y sin poderse retener le dijo.
- Hay un hombre de ley que nos busca, está cogiendo firmas para poder
detenerme, nos quiere ver a todos muertos, tener cuidado con él, pues es un
fanático de la religión, piensa que lo suyo es lo auténtico y que lo mío no vale
nada.
242
- ¿ Maestro has dicho el sábado próximo ?.
- Eso es lo que he dicho.- le respondió Jesús.
- ¿ Tu sabes que ese día no se hace nada, y se guarda para el descanso ?.- le
recordó Pedro.
- ¿ Porque tenéis que estar guardando las leyes de los hombres y no las de Dios
?. Si en sábado la borrica está pariendo y el parto viene mal, ¿ La dejareis morir
porque es sábado ?.
- Maestro, ¿ Entonces todos estos años que hemos estado respetando el sábado
no ha servido para nada ?.
- Dios, nuestro Padre le dio al hombre seis días para que trabajara, y el séptimo
para que descansara, que es el sábado, pero no quiere decir que este día no se
tenga que hacer nada, pues si sale un imprevisto se tiene que solucionar. Os he
dicho de reunirnos el sábado porque los soldados creen que ese día lo
dedicamos al descanso y no trataran de seguirnos.
- ¿ Donde quedamos ?.- le preguntó Pedro.
- En Jerusalén tengo buenos amigos que no dudarían en dejarnos su casa, pero
hay uno en particular que se llama Marcos, tanto su familia como él estarán
contentos en recibirnos. Que vaya Andrés contigo para que habléis con el dueño
de la casa si fuera preciso.
243
como siempre les hablaba del Reino de Dios, y de la venida del Mesías que era
él.
Judas Tadeo estaba sentado enfrente de Jesús, tenía entre sus manos
una lámina gruesa de papel y un trozo de carbón. Estaba dibujando al Maestro,
su rostro y parte de su cuerpo. Jesús, miró a Judas Escariote que estaba
sentado al lado de Pedro y le dijo.
- No creáis que el camino que piséis será de rosas, pues encontrareis muchas
espinas. A causa de mi nombre seréis maldecidos, ultrajados y encarcelados.
Cuando todo esto ocurra lo tenéis que saber llevar con amor. El Espíritu Santo
descenderá sobre vosotros y seréis bendecidos, porque jamás olvida lo que
hagáis por el cordero.
244
- Me gustaría hablar con él, pero no se que decirle.
- ¿ Quieres que yo le diga algo de tu parte ?.- le preguntó Juan.
Juan siguió con los demás discípulos poniendo orden para que la
muchedumbre no se acercaran a Jesús y lo golpearan como habían hecho otras
veces, para poder tocarlo.
Cuando Juan llegó junto a Jesús le dijo lo de la joven Lucrecia.
Jesús y Juan volvieron a Nazaret. Ya tenía elegidos a los que iban a ser
sus discípulos, los que darían testimonio de él, aunque fueron muchos que
también lo hicieron, incluyendo a mujeres. Les dio tantos privilegios de estar a
su lado como el hombre, porque Jesús vino para la evolución del mundo, y que
la mujer también tuviera su papel importante en la vida, porque no hay
evolución sin que el hombre y la mujer estén a un mismo nivel. Es como si a
una persona le faltara una pierna, su cuerpo no se podría mantener en pie, y
siempre estaría en un desequilibrio total.
El invierno estaba cerca. Era una mañana que llovía y hacía frío. Jesús y
Juan salieron de la casa y se dirigieron a la sinagoga, parecía un mercadillo.
Jesús se enfadó mucho y se puso furioso echando de allí a todos los vendedores
que habían. Esto no sucedió solo una vez, sino más veces, los vendedores lo
conocían y le tomaron manía.
Un día recibió en su casa a todos los discípulos, pues tenían que hablar
de sus cosas, los discípulos venían a traerle noticias de lo que estaba
sucediendo.
Felipe que era un hombre miedoso le dijo.
- Maestro, hay un hombre de ley importante que nos persigue, ¿Crees que nos
puede suceder algo ?.
- Todavía no.- le respondió Jesús.
245
Todos los demás que habían venido, también se quedaron con Jesús.
Un día iba Jesús con sus discípulos por un camino y les salieron a su
encuentro demonios disfrazados de hombres. Rápidamente Jesús los reconoció
y les dijo.
- Mira esos puercos, comen cerca de ti y no los espantas, ellos tendrían que
desaparecer de aquí.
- Los cerdos al igual que los demás animales son criaturas de Dios, no les hacen
ningún daño a nadie, comen sin ocuparse a quien tienen a su alrededor.- les
respondió Jesús.
- No asustaros por lo que habéis visto, porque esto es solo el principio, veréis
cosas peores.
Cuando llegaron a un pueblo las gentes reconocían a Jesús y lo seguían.
En todos los pueblos y ciudades donde había estado curó a muchos enfermos, y
dio vista a los ciegos, es por eso que lo conocían y lo seguían.
Tomas prestaba interés en lo que Jesús decía pero no siempre estaba de
acuerdo, siempre preguntaba el porque de esto, y porque lo otro no se hacía de
otra manera.
Jesús le decía a los demás discípulos, que había que tener mucha
paciencia con él, porque en el fondo era un hombre bueno.
Un día cuando Jesús llegó a su casa, su madre vino enseguida a su
encuentro y llorando le dijo.
- Han traído una orden para que te presentes con tus discípulos en Jerusalén,
hay un hombre de ley que te quiere interrogar.
Jesús la tranquilizó y le dijo a María.
- Ocúpate de mi madre.
María la rodeó con sus brazos y la estuvo consolando Jesús tenía que
hablar con sus discípulos para concertar la hora que iban a salir al día siguiente.
Cuando llegaron al lugar donde la orden indicaba, los hicieron esperar un
rato, después vino un soldado que los condujo a una gran habitación, allí estaba
el que los iba a interrogar. Solo había un asiento que estaba destinado al que
interrogaba.
246
Estaba sentado con el semblante serio y seco. Los ojos los tenía clavados
en Jesús con deseos malignos.
- ¿ Eres tu quien trae a la gente revuelta ?, dicen que curas a los enfermos, y
que le das vista a los ciegos, ¿ Que dices a eso ?.
- Si lo has oído por boca de ellos, es que es cierto.- le respondió Jesús.
Los discípulos lo miraron sin comprender que quiso decir. Saulo tampoco
entendió nada, y se separó de Jesús y se fue a sentar de nuevo, parecía como
si le hubiese cogido algo de miedo. Viendo que no podía hacer nada más, los
echó de allí advirtiéndole a Jesús que tuviese cuidado que iban detrás de él.
Se fueron a otra ciudad, allí tenía Jesús otro amigo que vivía con dos
hermanas suyas, él se llamaba Lázaro y sus hermanas una era María Magdalena
247
y la otra Marta. María Magdalena era distinta a Marta, pues las dos eran como la
noche y el día. Marta era hogareña y le gustaba mucho cocinar. Su hermana
María Magdalena era una joven moderna en la época en qué vivió, pues como
estaban bien situados se podía comprar buenos perfumes y bonitos vestidos,
también le gustaba ponerse colorete y rojo de labios. La gente pensaban mal de
ella puesto que una joven tenía que ir sencillamente vestida. Ella no le hacía
ningún mal a nadie yendo como a ella le gustaba.
Jesús la conocía bien porque habían sido muchas veces las que habían
estado en su casa para ver a su hermano Lázaro que sufría de una enfermedad,
que todo lo que comía lo vomitaba.
Marta era reservada y callada. María Magdalena tenía un carácter alegre
y sobretodo poseía un gran corazón, y una gran sensibilidad. Todo esto lo
escondía o no se lo sabía ver porque siempre estaba bien vestida y peinada.
Quien sabía bien como era, era Jesús, jamás le dijo que cambiara de vestidos o
de peinados, sabía que la verdad de ella vivía en su interior y un día la haría ver
al mundo. Marta como su hermana María Magdalena amaban mucho a Jesús,
pues sabían todo lo que hacía por los demás.
Como Jesús acababa de llegar con sus discípulos haciendo un largo viaje
a pie, era la tradición de ofrecer al recién llegado una palangana con agua para
que se diera un baño de pies.
María Magdalena amaba tanto a Jesús que no le ofreció la palangana con
agua sino uno de sus mejores perfumes y ella misma le quitó las sandalias que
llevaba llenas de polvo del camino, y derramó su perfume sobre los pies de
Jesús y se los lavó. Como tenía el cabello tan largo se los secó con su mata de
pelo negro. Ella era así de generosa con los que amaba, y detrás de esto no hay
nada más.
Los discípulos miraban lo que María Magdalena estaba haciendo, y Judas
Escariote al ver como ese perfume tan caro se iba derramando por el suelo le
dijo a Jesús.
248
Según iban caminando, Juan miró a Jesús y vio que estaba triste eran
pocas veces las que veía al Maestro así, pues él era de un carácter alegre y
risueño.
Se acercó a su hombro y le preguntó.
Pedro trataba siempre de reformarse, pero sin que se diese cuenta salían
las palabras mal dichas de su boca y los gestos bruscos y violentos.
Anaias vio que Jesús y Juan venían por el caminillo que iba hasta la
granja. Fue corriendo a su encuentro, y los recibió con los brazos abiertos.
Estuvo abrazado a Jesús un rato. Jesús lo abrazaba fuertemente con sus
brazos.
María escuchó la voz del Maestro, y rápidamente fue a él para saludarlo,
manifestaba su alegría al verlo.
Jesús acarició su cabeza y le dijo con la alegría que lo caracterizaba.
249
La esposa de Bartolomé fue para quitarle los niños, para que no lo
molestaran. Jesús le dijo.
- Deja que los niños se acerquen a mi, pues en ellos está la inocencia, y el
Reino de los Cielos les pertenece. Siempre os digo, que si fuerais niños podrías
ver a Dios.
- Maestro, otros rabinos dicen que Dios no se puede ver. No se hace visible a
los ojos de los humanos.- le dijo la esposa de Bartolomé.
- Dicen eso porque les falta la inocencia y con la malicia, Dios no se manifiesta
a nadi.- le respondió Jesús.
Bartolomé dejó lo que estaba haciendo y se unió a todos. Entre la esposa
de Bartolomé y María hicieron la comida. María ese día como extra hizo para
Jesús y para todos los que habían, las rosquillas que su madre hacía. Ella
pensaba mucho en sus padres, pero seguía las reglas de Jesús que decía.
- El que quiera más a sus padres que a mi, no es digno de que esté a mi lado.
Ella estaba segura porque Jesús así se lo había dicho, que cuando todo
acabara podría ir a ver a sus padres, o bien traérselos si lo prefería.
Habían con Jesús tres Marías, representando simbólicamente a la
Santísima Trinidad.
Todo lo que Jesús hizo, no fue porque quiso hacerlo, sino por que tenía
que ser de esa manera.
- Hoy no voy hablar. Nos vamos a poner todos con la mente pensando en Dios
Padre, porque Juan el Bautista está con él.
Todos pasaron la tarde juntos y en silencio.
Cuando llegó la noche Jesús se despidió de todos y les dijo que al día
siguiente se reunirían en el mismo lugar.
La muerte del Bautista afectó mucho a Jesús, y estuvo varios días sin
que se le viera la sonrisa.
- Hoy voy hablar del amor. El que ama es porque conoce a Dios, porque Dios es
amor, el que no ama es porque no sabe que Dios existe. Todo hombre que es
de Dios, se le conoce pronto porque tiene un alma generosa es bondad y se
esfuerza para ser cada día más perfecto, y de esa manera se alcanza la
felicidad.
Dios Padre me ha enviado para que enseñe lo que es el amor. Es tan
importante para Dios amar que no le importa que su hijo muera aquí en la
tierra por amor al ser humano.
250
Un discípulo le preguntó.
Jesús ese día estaba muy cansado, pues fue el día anterior que le habían
dado la noticia de que Juan el Bautista le habían matado. Hubieron varias
noches que Jesús no pudo dormir. María su madre sabía por lo que estaba
pasando, y por la noche iba a la habitación de Jesús para hacerle compañía y
hablar con él.
Pedro amaba mucho a Jesús, veía que Juan lo amaba también, quizás
más que él. Pedro la mayor parte de las veces solía ponerse cerca de Juan,
porque era él, el que estaba más cerca del Maestro. Pedro le hacía a Juan
muchas preguntas para no tenérselas que hacer al Maestro.
- Maestro, tendrían que ser castigados los que han dejado la higuera sin su
fruto.
- No amigo, los que han comido los higos seguro que lo necesitaban.- le
respondió Jesús.
251
Jesús mirando de frente a este discípulo le dijo.
- Antes querías que castigara a la hermana de mi amigo Lázaro porque lavó mis
pies con su perfume, ¿ Que quieres de mi ?, todavía no ha llegado la hora.
- Pedro ¿ Me amas ?.
- Si Maestro, te amo.- le respondió Pedro.
- Pedro ¿ Estás seguro que de verdad me amas ?.- le pregunto Jesús por
tercera vez.
- Tu Pedro eres piedra, porque ese fue el nombre que yo te di, pues esta es la
primera para que empieces a edificar mi templo.
Hacía dos días que estaban en la ciudad en casa de Marcos. Pedro vino
apresurado diciendo que había oído decir que ese tal Saulo los quería prender a
todos.
252
Fueron a un pueblo donde Jesús tenía más amigos. Estando allí uno de
los discípulos se enteró que un familiar suyo había muerto, y le dijo a Jesús.
Todos los que seguían a Jesús no dudaban de que era el Mesías. Nadie
les había hablado de la manera que Él lo hacía y nadie había dado tanto amor
como Él dio. Lo que ocurría es que habían muchos que no lo comprendían
porque utilizaba palabras supremas.
De ese pueblo se fueron a otro. Por donde iban conocían a Jesús y a sus
discípulos, sabían que ellos curaban. Al puerto este que fueron, se pusieron en
una plaza a hablar. La mayoría de veces quien hablaba era Jesús, pero cuando
estaba cansado le decía a uno de sus discípulos que hablara él.
Les traían enfermos de todas clases, en camilla y a pie. Los había que
decían que estaban endemoniados, y los traían a Jesús para que les sacara el
demonio del cuerpo. Estos enfermos padecían de epilepsia, esta enfermedad la
causa el sistema nervioso, y la persona que la padecía parecía que estuviera
loco porque se revolcaba por el suelo y ponía una cara rara. Jesús los curaba
pero sabía que esa persona no estaba poseída por el demonio, puesto que da
otras características.
Eran tantos lo que venían a preguntarle cosas, que ese día lo que
hicieron fue escuchar y curar. Jesús terminaba muy cansado, y eso que los
discípulos estaban siempre al tanto para evitar que muchos se acercaran a Él.
Pues no solo hacerle una pregunta es lo que hacían, sino que lo cogían las
253
manos y todos se las querían besar. Los discípulos no daban a basto con tanta
multitud.
- Maestro, ¿ Cuando será el fin de las cosas ?, ¿ Cuales serán las señales ?.
Pedro le preguntó.
- ¿ Porque has dicho que verán las señales ?, ¿ Acaso nosotros no las veremos ?
.
- Os estoy hablando de cuando haya pasado mucho tiempo.- le respondió Jesús.
- ¿ Tu si verdad ?.
- Si Maestro.- le respondió Juan.
254
De tantos años como Jesús estuvo viviendo en la naturaleza y durmiendo
debajo de un árbol, lloviera o no, se condolía de los huesos, lo que ahora se
conoce por artritis, y le empezó de muy joven.
Jesús se puso en pie y se alejó de los discípulos para orar, pues ellos
estaban hablando fuerte y de cosas variadas. Los discípulos sabían que cuando
Jesús se alejaba era porque quería estar solo. Cuando a veces tardaba quien iba
a verlo era Juan, pues para él no tenía nada oculto, y le podía preguntar si se
encontraba bien, o si necesitaba algo.
255
Para que su madre se quedara tranquila, Jesús mandó llenar las tinajas
de agua, y cuando estuvieron, dijo que probaran el vino.
Un mensajero vino enviado por Lázaro para decirle a Jesús que fuera
porque se encontraba muy mal. Jesús y Juan se pusieron en camino para ir a la
casa de su amigo Lázaro.
Cuando llegaron, esperaban a Jesús, María Magdalena y su hermana
Marta sentadas cerca de la cama de su hermano Lázaro. Se alegraron mucho de
verlo. Pensaban que venía para curar a Lázaro pero no fue así. Jesús sabía lo
que tenía que ocurrir, todo lo que le tenía que demostrar a muchos de sus
discípulos, porque no tenían bastante con todo lo que habían visto, quería ver
cosas más grandes.
Estuvo un rato con Lázaro y con sus hermanas y después se fue con
Juan.
Jesús estaba con sus discípulos y les dijo.
- Vamos a casa de mi amigo Lázaro.
Tomas se adelantó y le dijo.
- Maestro, hace pocos días que estuvisteis allí, ¿ No crees que deberíamos ir a
otro lugar ?.
- Hace tres días que mi hermano a muerto, si hubieras estado a su lado ahora
viviría.
256
- Llevadme al lugar donde está enterrado.
- ¡ Padre !.
Después dio dos pasos hacia adelante y dando un grito dijo.
- ¡ Lázaro !.
- ¡ Lázaro, levántate !.
Se oía el murmullo de la multitud que hablaban sobre lo que estaba
pasando. Los discípulos pedían que hubiera silencio y calma, hasta que quedó
en silencio. Dentro de la tumba se escuchó un ruido de pasos.
Jesús se acercó a la puerta de la tumba y ayudó a Lázaro a que pudiera
salir. Todos al verlo lleno de vendajes y que apenas podía caminar, se fueron
corriendo despavoridos, horrorizados de ver el cadáver de Lázaro caminando.
Entre Jesús, María Magdalena y su hermana Marta, le quitaron a Lázaro
todos los vendajes que tenía. Lázaro no comprendía que era lo que le había
sucedido y porque estaba atado con tantas vendas.
257
como hubiera caído cualquier hombre, pero Jesús no era cualquier hombre sino
el Mesías.
- Este pollino nació para hacer un gran servicio en un día grande y victorioso.
- ¿ A que te refieres Maestro ? - le preguntó Anaias.
- Cuando quede poco para que llegue el día te lo diré - le respondió Jesús
mientras que acariciaba a los dos animales.
258
Este día Jesús estaba contento y lo demostraba con su sonrisa, y con las
anécdotas que contaba de tantas cosas como les habían sucedido.
Decidieron comer en el jardín. Los hombres sacaron una mesa larga y
asientos, mientras que María y la mujer de Bartolomé ponían platos llenos de
sabrosa comida que habían hecho entre ellas dos.
Jesús dirigiéndose a Anaias le dijo.
- A partir de ahora vendrás con nosotros por los pueblos y aldeas para hablar
del Reino de Dios.
Anaias manifestó su alegría de que el Maestro le hubiera dicho que fuera
con él.
Jesús le preguntó.
- Maestro, no voy a decirte como reaccionaré porque ahora no lo se, pero estoy
seguro que mal, nadie en mi cara me va a decir que tu no eres el Hijo de Dios.
Jesús hizo una pausa y después dijo mirando a todos.
- Pues para que lo sepáis dirán que soy falso y que no digo la verdad.
Todos se miraron y callaron, pues sabían que habían muchos que iban en
contra de Jesús, sobretodo los hombres de ley, y la mayoría de los rabinos, le
tenían miedo que se llevara toda la concurrencia.
Jesús dirigiéndose a todos les dijo.
- Cuando me haya ido, muchos vendrán a vosotros para deciros que yo no era
el que ellos esperaban. No lo creáis porque no dicen la verdad, y los falsos son
ellos. Me han tenido entre ellos y no me han reconocido, que pena me dan, si
supieran lo afligido que está el Padre de ver como no aceptan a su hijo.
259
Jesús y sus discípulos no iban mucho a la gran ciudad, pues aquél
hombre de ley de nombre Saulo había cogido preso a muchos de sus
seguidores. Todos los que hablaban de Jesús el nazareno los metían en la cárcel
y eran sometidos a grandes torturas. Dejaban que se fueran los que se
arrepentían y decían que Jesús el nazareno no era auténtico. Los otros que
mantenían que era el Mesías, eran sometidos a martirios hasta que morían.
Jesús y sus discípulos sabían que todo esto estaba ocurriendo.
Un día los discípulos le pidieron a Jesús que comiera con ellos, en un
lugar tranquilo que habían elegido. Habían acabado de comer y Judas Escariote
dirigiéndose a Jesús le preguntó.
Jesús guardó silencio para no decir a los demás quien sería el que lo
entregaría a la justicia, para que no le dejaran de hablar y le tomaran manía.
- No codiciéis las riquezas, porque no sirven para nada. El dinero hace que el
hombre se pierda, y con él, su alma.
Las autenticas riquezas tienen que hallarse dentro de cada uno, hay
muchos tesoros almacenados dentro, pero no lo miran, solo ven lo superficial,
lo que no vale para nada.
- Aquí hoy conmigo sois muchos, pues uno de vosotros me entregareis a los
soldados, está pronto al caer.
260
- Maestro, estoy seguro de que yo no soy, pues daría mi vida por ti.
- Ya lo se, Pedro. No pienses más en lo que he dicho por que no va contigo.
Todos iban proclamando esa verdad y esa libertad. Antes de que Jesús
muriera ya habían hecho martirios con los cristianos, morían gritando con
alegría que la libertad estaba en el amor Divino.
Es cierto que la verdad hace libres a las personas puesto que no tienen
nada que esconder, se quitaban las cadenas que los tenía cogidos al miedo y al
rechazo.
Había veces que Anaias no iba con Jesús porque él no lo veía
conveniente. Entonces se iba a la aldea más cercana y se ponía hablar del
Mesías y de su Reino. Como daba gritos para que la gente saliera y lo
escucharan se acumuló mujeres y niños. Como no lo conocían le empezaron a
tirar los niños piedras para que se fuera y lo insultaban . Como Anaias seguía
hablando sin perder la sonrisa, le tiraban cada vez más piedras y lo hirieron en
la cabeza, de esa manera se fue de allí. Dos días después volvió Jesús y le vio
las heridas que le habían hecho. Le preguntó que era lo que le había sucedido.
Anaias se lo contó. Jesús le dijo.
261
- Siempre os digo que las perlas no son para los puercos, puesto que no saben
que hacer con ellas. Y si vais a una ciudad y no os reciben bien, sacudir el polvo
de vuestras sandalias y marchaos de allí sin volver la vista atrás.
Jesús puso sus manos en las heridas que le habían hecho a Anaias y
rápidamente curaron.
- Pronto me iré pues la hora está ya cerca. No quiero que estéis tristes porque
es la voluntad del Padre, y cuando llegue la hora para vosotros alegraos de que
así sea, porque entonces estaréis conmigo en espíritu.
262
Jesús se puso a orar por sus discípulos, y le dio gracias al Padre de que
su hora estuviera cerca para estar con Él.
Los discípulos se pusieron en pie, para estar más cerca de Jesús.
Escariote no estaba.
Uno de los discípulos le dijo.
- Mi amado Juan, tu eres el amor del Padre es por eso que me puedes consolar.
Yo soy la verdad, la resurrección y la vida.
Todos volvieron a sus casas, estaban asustados pero no de miedo,
sufrían por el Maestro estaban seguros que le quedaba poco tiempo.
Cuando Jesús y Juan llegaron a su casa, estaban llorando la madre de
Jesús y María. Él de verlas fue a los brazos de su madre y le preguntó.
- ¿ Porque lloráis ?.
- Tus hermanos han estado en la gran ciudad y se habla de ti, dicen que los
soldados te quieren prender para entregarte a la justicia.
Jesús cogió la cabeza de su madre y la estrechó contra su pecho y la
acarició. Seguidamente le dijo a Juan y a María.
- Quiero que los dos os ocupéis de ella cuando esto ocurra, también quiero que
esté a su lado María Magdalena, es una gran mujer, y como tiene experiencia
por la enfermedad y muerte que tuvo su hermano Lázaro, sabrá como
consolarla.
Juan y María escuchaban a Jesús con lágrimas en los ojos. Anaias
también lloraba presenciando lo que ocurría. El amor que sentía por Jesús era
grande. El era el más joven de todos y había sufrido mucho con la enfermedad
y muerte de sus padres y de su hermana. También tenía experiencia en lo que
era sufrimiento.
Jesús pasó con su madre varios días, ella no se quería separar de su
hijo.
Un día Jesús reunió a sus discípulos y les dijo.
- Id a la gran ciudad y decir que el próximo domingo llego, para que estén
todos esperándome.
263
- Tráeme la borrica y su pollino.
Anaias no hacia preguntas, solo obedecía lo que el Maestro le decía, y
fue a por los dos animales y los trajo.
Era el día de la marcha. La madre de Jesús iba subida en la
borrica, era Jesús quien estiraba del animal. Anaias llevaba cogido el pollino, y
María iba a su lado, los demás discípulos los seguían detrás. María Magdalena
los esperaba en la gran ciudad, había estado avisada por los apóstoles y
también Marcos. Judas Escariote estaba decidido de entregar a Jesús a los
hombres de ley. Había estado varios días meditando el hecho, y llegó a la
conclusión de que lo tenía que hacer, al mismo tiempo que el cobraba una bolsa
de monedas, le hacía también un favor al Maestro. Era lo que pensaba, pues si
Jesús se sometía a un juicio hablaría toda la verdad y al final se vería libre y
dejarían de perseguirlo. También tenía otros pensamientos sobre Jesús eran
que si al final lo condenaban, como decía que era el Hijo de Dios, se podría
salvar. Todos estos pensamientos ocupaban su mente.
Iba Jesús con todos los suyos camino a la gran ciudad, ninguno iba
triste, la que más mostraba la tristeza era la madre de Jesús. Iba a ratos subida
en la borrica y otros caminando.
Llegaron a un pueblo. Jesús conocía las gentes de allí. Como ellos eran
muchos se fueron repartiendo en varias casas para pasar la noche. También
había una posada donde se quedaron a dormir algunos discípulos de Jesús.
El dueño de la posada reconoció a los discípulos de Jesús y les preguntó,
si eran ellos los que seguían al nazareno. Unos quedaron callados y otros
dijeron que no sabían quien era. Todos tenían miedo a verse ante la justicia,
también ocurría que cuando el Maestro no estaba con ellos se sentían
desprotegidos, Él les daba todo el equilibrio que necesitaban. ¿Que harían
después sin Él ?, esa pregunta se la hacían varias veces los discípulos en caso
que Jesús faltara. Pobres, lo que les quedaban que pasar después.
A la mañana siguiente todos juntos emprendieron el camino a Jerusalén.
Se agregaron a Jesús gente de ese pueblo que querían acompañarlo y seguirlo.
Los seguidores que Jesús tenía en Jerusalén, estaban esperándolo a la
entrada de la ciudad. Unos llevaban en sus manos ramas de palmera, que tiene
que ver con el alma y con la resurrección de Cristo.
Otros llevaban ramas de laurel, que indica la victoria. Otros tenían ramas
de olivo que indica la paz.
Era un domingo soleado. Iban llegando a las puertas de la gran ciudad y
podían oír los gritos de la gente. Jesús subió sobre el pollino, y la borrica iba
detrás de su cría. Toda la multitud al verlo empezaron a gritar el nombre de
Jesús vitoreándolo al mismo tiempo que agitaban las ramas que llevaban en las
manos.
Jesús entró subido en el pollino para demostrar la humildad, y también
para hacerles a todos ver que había elegido un pollino que no había sido
montado por otro animal, al igual que Él era inocente en relación con la carne.
Todo el gentío gritaban.
- Salve a Dios - Hosanna - Bendito es el que viene, el Rey en el Nombre del
Señor.
Todos se sabían la canción que Jesús les enseñó, y también la cantaron.
María Magdalena y su hermana Marta se unieron a ellos. Lázaro también
estaba por entre la gente.
La madre de Jesús iba cogida del brazo de María y de María Magdalena.
Jesús iba delante subido en el pollino, y Juan iba a su lado. Todos los demás
apóstoles iban detrás, y también los acompañaba Judas Escariote.
264
La mitad de la ciudad salieron a recibir a Jesús con mucha alegría, aun
sabiendo que la justicia lo querían prender ellos querían estar a su lado.
Si no hubiera sido porque todo estaba escrito y la ley del Padre se tenía
que cumplir Jesús no muere, porque no había hecho nada, era totalmente
inocente.
Estuvo Jesús con los demás en procesión hasta después de la comida,
pues cuando hubo terminado su recorrido, todos venían para que los
bendijeran, también hablaban con Él, el día tan maravilloso que era ese.
Después se fueron a casa de Marcos. Su madre y sus hermanas
prepararon para todos una cena, que consistía en cordero asado y lentejas.
Todas las miradas estaban puestas en Jesús. Era posible que esa noche
fuera la última que pasaban juntos. Observaban a Jesús, sus gestos, sus
movimientos, para no olvidarlos.
Juan estaba triste, sabía que a su hermano de la luz le quedaba poco, y
puso su cabeza apoyada en el pecho de Jesús, y escuchó los latidos de su
corazón.
Jesús le dijo.
- Es mi deseo y también el del Padre, que te quedes con madre hasta que la
recoja y la lleve a su lado.
- El que beba esta noche de mi copa habrá bebido del Cáliz de la vida que Yo
Soy.
Después de haber bebido jamás tendréis sed ni hambre, porque Yo soy
la resurrección y la vida. El que quiera beber de vuestra copa que es la mía, no
se la neguéis, porque nunca más tendrá sed, y será libre porque conoce la
verdad.
También partió pan y les fue dando a todos para que comieran. Todos
bebieron menos Judas Escariote, no hizo ningún gesto para beber de su copa.
Jesús lo miró y le dijo.
265
Hicieron lo que pidió y le dieron una bolsa con monedas de plata.
Le dijeron que no estuviera lejos de ellos porque pronto lo podrían
necesitar.
Escariote volvió a la casa de Marcos, y se sentó de nuevo en la mesa.
Jesús cuando le vio la bolsa con monedas sabía que ya lo había entregado y le
dijo.
- Pedro guarda tu ira, pues esta noche antes que cante el gallo me habrás
negado tres veces.
- Yo no haré eso, Maestro - le respondió Pedro
Los soldados se llevaron a Jesús para que fuera interrogado por el sumo
sacerdote.
Los discípulos iban con Jesús pero no los dejaron entrar y se quedó cada
uno por un sitio distinto.
Era una noche que hacía mucho frío, y como iban todos los discípulos
perdidos, andaban sin saber donde ir. Pedro se quedó delante de una casa
donde habían encendido una hoguera y se quedó allí para calentarse. Una de
las mujeres que habían lo reconoció y le preguntó.
266
Pedro se enfadó y empezó a maldecir, haciendo ver que no conocía a
Jesús y dijo.
Con las manos atadas lo sacaron al balcón para que la gente vieran como
lo habían dejado. Los sacerdotes gritaban.
- ¡ Crucificarlo !, ¡ Crucificarlo !.
267
estaba muy débil, y más con las palizas que le pegaban. Lo último que comió
fue con todos en la última cena en casa de Marcos.
Judas Escariote no podía más soportar lo que estaban haciendo con
Jesús. Iba enloquecido sin saber que hacer, estaba seguro de que al Maestro lo
iban a matar. Las veces que lo habían sacado al balcón estaba ya desfigurado
por los golpes que le habían dado. Se fue al terreno que había adquirido con
una soga en la mano y en uno de los árboles que habían se quitó la vida.
Pilatos no quería que Jesús muriera, y propuso hacer un cambio entre Él,
y Barrabás. Era un asesino que hacía tiempo que estaba en la cárcel por
peligroso. Propuso a los fariseos y a todos los que pedían muerte, si querían
que muriera Jesús o Barrabás. Ellos gritaban diciendo que Jesús.
Era jueves por la noche. Tenían a Jesús en el patio, y desnudo, con la
corona de espinas clavada en la cabeza. La sangre que había perdido era
mucha. Jesús miro al cielo y vio que era luna llena, un día más como máximo
pensó para ir al Padre.
Los soldados se lo estaban pasando muy bien en el martirio que le
estaban dando a Jesús. Hacían entre ellos apuestas para ver que día acabaría
en la cruz.
La cruz la habían acabado de hacer en el mismo patio, de una madera
gruesa y fuerte. Jesús veía como la hacían delante de Él.
Los fariseos le pedían a Pilatos que la ejecución de Jesús tenía que ser
rápida, porque llegaba el viernes, y al día siguiente era sábado. Ellos lo tenían
para el descanso y la oración. Pilatos, le repetía una y otra vez lo hipócritas que
eran. Hizo un acto que fue un símbolo, de lavarse las manos, como que no era
él quien mandaba a la cruz a Jesús, sino los fariseos. Jesús ya tenía ganas de
que todo acabara, puesto que no le quedaba fuerzas ni para respirar.
La madre de Jesús, Juan, María y María Magdalena con Anaias, estaban
durmiendo todos esos días en la puerta de la casa donde estaba Jesús. Marcos
había ido varias veces a buscarlos para que se fueran a descansar a su casa,
pero ellos no querían, era como dejar a Jesús solo con sus asesinos.
268
Pedro y Anaias, iban juntos, nunca había llorado tanto en su vida, ni por
la muerte de sus padres, pues iba recordando las palabras del Maestro cuando
le decía, que lo amaría mucho, y que lloraría por Él, no pensaba que Jesús se
refería a su crucificación.
Jesús subía la calle que conducía al campo, al monte del calvario, y las
fuerzas lo abandonaron y cayó al suelo. La cruz quedó tendida al lado de él.
Venía un hombre del campo, con una espuerta en la mano de haber
estado trabajando en la tierra. Un soldado lo llamó y le dijo.
- Esto no es de mi incumbencia.
- ¡ Cállate ! y coge la cruz.- le dijo el soldado.
Este acto también se tenía que cumplir, según está escrito en la
profecía.
Iba este hombre con la cruz al hombro y Jesús caminaba despacio detrás
de él.
Una joven que iba entre los asistentes, sintió pena de Jesús y fue hasta
él, con su pañuelo blanco secó su rostro que iba cubierto de sangre, y quedaron
marcadas todas sus facciones.
Le volvieron a dar la cruz a Jesús para que la llevara hasta el final. Cayó
más veces y lo levantaron, así hasta que llegó al Gólgota.
Le quitaron la túnica y le pusieron un paño grande atado a la cintura. Lo
pusieron boca arriba encima de la cruz para clavarlo.
En aquellos instantes dos ángeles vinieron y se pusieron cada uno en el
hombro de Jesús custodiándolo. No estaba solo en aquellos momentos, el Padre
había decidido que su hijo no estuviera solo, y no sufriera más. Los Ángeles no
podían impedir a los soldados que hicieran su trabajo, pero Jesús en la cruz no
sufrió lo que se ha creído.
Pilatos escribió en un trozo de madera lo siguiente.
Jesucristo Rey de los judíos.
Mandó que se clavara ese testimonio en la cruz de Jesús. Los fariseos al
ver lo que había escrito dijeron que lo quitaran. Pilatos les respondió.
269
Los soldados buscaban que le podían dar puesto que allí no había agua.
Alguien trajo un cubo de madera que contenía vino en mal estado. Un soldado
puso una escalera y subió el cubo para que bebiera, pero Jesús lo rechazó.
Habían crucificado también a dos malhechores y pusieron cada uno al
lado de Jesús. Uno de ellos sabía que quien estaba en el medio era Jesús el
nazareno, el que decían que era el Mesías, y antes de morir, le dijo a Jesús.
En aquellos instantes todo era confusión, tanto para Pilatos como para
los sacerdotes y para los soldados. No estaban seguros si el que murió era el
que tenía que morir.
Querían irse pronto de allí por lo que estaba ocurriendo, y para estar
seguros de que Jesús había muerto, le clavaron una lanza en su costado
derecho. También le querían romper las piernas, pero Pilatos se opuso. También
con esto se cumplió la profecía.
Muchos gritaban asustados.
270
Todos pensaban en el Maestro, en todo lo que les había hablado y
enseñado , ahora eran ellos los que tenían que empezar de nuevo sin Él.
Al caer la tarde los fueron a visitar amigos que Jesús tenía que aunque
no eran discípulos lo amaron mucho. Cuando llegó la noche fueron otra vez a la
tumba de Jesús, Juan, María y Pedro, con la intención de llevarse el cuerpo de
Jesús, pero los soldados seguían haciendo guardia, Uno de ellos les dijo.
- ¿ No os parece que es tarde para que vengáis a la otra vez ?, sino os vais de
aquí llamaré a una escolta de soldados para que os detengan.
- ¡ Maestro !, ¡ Maestro !.
Juan, Pedro y María, creían que estaban soñando, pues el Maestro estaba
frente a ellos sonriéndoles. Jesús les dijo.
271
Llegó el día que se tenía que reunir hombres y mujeres donde Jesús
había anunciado. Cuando llegaron, Jesús ya los estaba esperando. Muchos de
los que iban sin dudas creyeron que era Jesús, pero hubieron otros que decían
que no lo era aunque hablara igual que Él.
Jesús dirigiéndose a todos les dijo.
272
Hacía dos meses que a Jesucristo lo habían crucificado. Juan vivía con la
Virgen María en su casa. Ella no paraba de hablar al Padre y al Hijo para que
pronto se reuniera con ellos, los días pasaban y cada vez estaba más triste y
apenas comía nada.
Juan decidió de sacarla de la casa porque habían muchos recuerdos de
Jesús. La habitación donde dormía estaba como la dejó, pasaba la mayor parte
del tiempo metida dentro.
- Come madre.
- Tu hijo era un gran amigo nuestro, muchas veces se quedó uno o dos días
para dormir en nuestra casa y descansar de un largo viaje.
María los miraba con tristeza pero en su mirada había mucho amor y les
preguntó.
- No vayáis hacer eso, pues mi hijo Jesús no quiere que así sea.
273
Los dos hermanos olvidaron la idea de ir porque la madre de Jesús se lo
había impedido.
Le preguntaron a Juan.
- ¿ Tenéis donde ir ?.
- No, iremos donde los pies nos lleven - le respondió Juan.
- Os propongo una cosa. Tenemos una casita en el campo, que tiene jardín y
huerto, os la dejo hasta que vosotros queráis estar viviendo allí.
Juan aceptó, pues era una buena solución para María que pudiera estar
entre las flores y hortalizas, esto haría que fuera olvidando poco a poco el dolor
que sentía por su hijo.
- También dijo que perdonaba al que le había traicionado, a los que le juzgaron,
y a los que le iban a matar.
María cogió la cara de este hermano con sus manos y le dijo con
palabras amorosas.
- No tienes que hacer nada, puesto que mi hijo a resucitado y su cuerpo no está
aquí en la tierra.
- ¿ Entonces cuando decía que era la resurrección y la vida, se estaba refiriendo
a esto.
274
María afirmó con la cabeza y no respondió nada.
Lucrecia miraba las almendras cogidas por las ramas del almendro, y en
sus oídos resonaban las palabras de Jesús que un día dijo.
- Nada haréis sin mi, para que todo se os cumpla tenéis que pronunciar mi
nombre y mi Padre que está en los cielos escuchará vuestra voz.
Esas palabras iban y venían a los oídos de Lucrecia. Resbalaban por sus
mejillas dos lágrimas que iban cayendo sobre la hierba.
Una mariposa se fue a posar en el almendro. Ella la miraba, era grande y
de una gran belleza, observaba las antenas que tenía también grandes, las
movía de un lado a otro, como si se quisiera comunicar con ella.
Lucrecia en esos instantes pensó en un discípulo de Jesús que un día
habló con él y decirle que aunque nunca se pronunciara hubiera querido ser una
discípula de Jesús como lo eran otras mujeres que estaban con Jesús y lo
seguían.
En su mente aparecieron aquellas palabras de Jesús y sin pensárselo dos
veces gritó.
- ¡ Jesús !, ¡ Jesús !.
Habían pasado tres días y Lucrecía había ido con una hermana suya a
comprar tela para hacerse una túnica blanca. Era un mercadillo ambulante
donde se vendía de todo.
Mientras que ella y su hermana estaban mirando telas. Su mirada se fue
a poner en un puesto donde vendían fruta. Reconoció a uno de los discípulos de
275
Jesús que estaba comprando dos manzanas. Pues se trataba de Juan. Su rostro
se llenó de felicidad, y soltó la tela blanca que miraba, y le dijo a su hermana.
- Espérame aquí, voy a hablar con ese hombre que está comprando fruta.
- ¿ De que lo conoces ?. - le preguntó su hermana.
Juan estaba pagando la fruta, y escuchó a su lado una voz femenina que
le dijo.
- Paz hermano.
Juan la miraba con amor, al mismo tiempo que por sus mejillas les
resbalaron dos lágrimas.
- ¡ Es maravilloso !, ¡ Es maravilloso !.
Juan como era muy tierno porque con el iba el amor del Padre le
respondió.
276
Tocaron el hombro de Lucrecia, era su hermana que la venía a buscar, y
le dijo.
Después fue yendo cada vez más y fue otra discípula de Jesucristo.
Marcos también se unió a ellos e iba hablando de Jesucristo con Pedro y
otros más.
Saulo no paraba de buscar seguidores de Jesucristo para llevarlos al
martirio. Fue a ver al sumo sacerdote para que le diera por escrito poder para
detener a todos los cristianos que encontrara por el camino, hombres y mujeres
y llevarlos presos a Jerusalén.
Iba de camino subido en su caballo y ya cerca de Damasco apareció
delante de él, una gran luz, tan fuerte que le dejó ciego y cayó del caballo al
suelo seguidamente escuchó una voz potente que le dijo.
Saulo había quedado abatido y sin poder moverse por el porrazo que
había recibido, y porque se había quedado sin vista y preguntó con temor.
- ¡ Anaias !.
277
Anaias al ver a Jesús Crístico reaccionó rápidamente y le respondió.
- ¿ Porque iba yo a querer traer aquí a Saulo ?, está solo y sin escolta, sería un
blanco fácil para nosotros.
Mateo y Lucas se aproximaron a Anaias y Mateo le preguntó.
278
- ¿ Pensáis que estoy mintiendo ?.
- Particularmente yo, no creo que mientas, pero también me cuesta creer que
el Maestro ponga en nuestras manos el destino de este hombre, por todo el
daño que nos ha causado y dolor, ¿Quien se puede hacer responsable de lo que
le pueda ocurrir ?.
- Sin duda alguna es el Maestro que velará para que ninguno de nosotros le
haga algo, pues también me dijo que debido a toda la persecución que tuvo
contra nosotros, será él quien estará destinado para que hable ante las
naciones y ante los Reyes del Reino de Dios.
Lucrecia iba todos los días a ver los hermanos y hermanas que se
reunían en el mismo lugar. Ella vivía con sus padres y con su hermana. No
veían con buenos ojos las amistades que se había echado, y trataban por todos
los medios de separarla de ellos. Era una familia que estaban en buena
posición. Sus padres le dieron para elegir, ellos o esos que decían que eran
cristianos, como sabían que estaban perseguidos hasta el martirio, no querían
que su hija pasara por lo mismo, pues le podría suceder al tener contacto con
ellos.
Lucrecia habló con sus padres y les dejó bien claro que ella seguiría
viéndose con sus hermanos.
Una noche cuando llegó a su casa, encontró la puerta cerrada. Llamó
pero su padre no le quiso abrir y durmió en la puerta.
Al día siguiente lo pasó en la puerta esperando de que sus padres o su
hermana le abrieran pero no fue así.
Cuando iba llegando la tarde vio en el jardín un gran resplandor que se
aproximaba a ella. Cuando se hizo visible se dio cuenta que se trataba del
Maestro, estaba segura de que era Él, ¿ Quien sino ?, pensó. No tenía el físico
de antes porque había dejado la tierra y el Padre lo había transformado en
Crístico.
Lucrecia seguía de pie mirando como Jesús llegaba hasta ella y le dijo.
- Haré de todas las mujeres que me aman mis esposas. Ve ahora donde se
reúnen todos los demás y les dices esto. Diles también que te lleven
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rápidamente a Jerusalén, a casa de María Magdalena para que vivas con ella y
con María, ellas ya son esposas mías y ahora lo eres tu también.
- Ahora resulta que todos van a ver al Maestro dándoles mensajes, es una
mujer y se lo puede haber inventado. - le dijo Pedro.
- Creo todo lo que el Maestro les ha dicho a todos quien lo han visto. - le
respondió Juan.
- Eso lo decía en broma, tu sabes que bromeaba con todo. - Dijo Pedro
- Es cierto eso que dices, pero mejor que yo no lo conocía nadie, y se que
hablaba en serio. - le respondió Juan.
- Él no era Árabe como para coger tantas esposas. - Dijo Pedro pero ya confuso
porque no estaba seguro de nada.
- Pedro, ¿ Porque desconfías de las palabras del Maestro ?, recuerda que te dejó
el cargo de su rebaño. - le recordó Juan.
- Precisamente por eso estoy en alerta. Recuerdo que un día dijo el Maestro,
que un hombre para servir bien a Dios se tenía que mantener en celibato. Eso
fue lo que Él hizo hasta el final.
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- Bueno, ahora olvida todo eso y haz lo que Lucrecia ha dicho, hay que llevarla
a casa de María Magdalena, lo más pronto posible. - le dijo Juan.
- Representa a Jesús, ha pasado por aquí para que yo lo vea. Cuando era un
niño, un día me dijo que le hubiese gustado ser un caballo blanco e ir luchando
contra todo mal.
- Madre, te voy a contar una anécdota que nos pasó a Él y a mi cuando íbamos
por los caminos.
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Jesús me dijo alegre y feliz.
- ¿ Ves esas ardillas ?, tienen otro instinto diferente al nuestro, ¿Te has fijado
que cuando acaban una nuez suben a por otra ?.
Acababa de decir esta frase, y empezó a caer del nogal tantas nueces
que no las podíamos parar, nos tuvimos que proteger la cabeza con las manos
porque nos hacia chichones. Reímos los dos a carcajadas, y comimos tantas
nueces como quisimos.
- Era igual que un chiquillo, todo le hacia gracia, todo le hacía reír, decía que la
chispa de la vida estaba en la alegría. La inocencia con la que había nacido la
mantuvo hasta el final. El sol se había ocultado dejando un cielo maravilloso de
colores.
Juan le escribía poesías a la Virgen María, y por las tardes sentados en la
puerta se las leía, alguna vez que otra le hacia saltar las lágrimas por el
contenido tan hermoso que llevaban al ir dirigidas a ella.
Este detalle que Juan hizo hacia María la colmaba de alegría, y muchas
veces lo rodeaba con sus brazos y lo besaba en las mejillas, hacia con él, lo
mismo que con Jesús. Era una madre amorosa, y llena de encantos.
Juan iba muy amenudo a la ciudad para ver a los demás discípulos y
para saber cosas nuevas que ocurrieran entre ellos.
Pablo trataba de hacerse con los demás. Pues no terminaba de encajar
por parte de la mayoría. Marcos era uno de ellos que no podía mirarlo a la cara,
porque recordaba todo lo que el Maestro sufrió antes de morir cuando iba
persiguiendo a sus seguidores. Lo recordaba llorando en silencio para él, Pablo
era una pieza que allí no encajaba, pero como el Maestro así había decidido que
fuera, se callaba y no decía nada, pero todos sabían que no estaba de acuerdo
de que Pablo estuviera con ellos.
Bartolomé y Anaias eran los que más pena sentían por él, y lo ayudaban
en cosas que él no sabía hacer. Como Pedro y Pablo se discutían tanto
decidieron entre todos de que los dos fueran juntos para mejor conocerse, pues
los dos tenían el mismo carácter, violento y agresivo.
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Juan trataba siempre de calmar la situación, y les ponía ejemplos del
Maestro, cuando decía que el amor movía montañas, y que si dos montañas
estaban separadas, se podían unir con solo desearlo.
Hacía tres años que María, la madre de Jesús y Juan vivían en la casita.
Ella cada vez hablaba más del sol, y cuando se estaba poniendo caminaba en
esa dirección como si quisiera entrar dentro del astro.
Juan veía muchas cosas y las callaba porque sabía que cuando llegara el
momento las diría y las escribiría.
Una tarde estaba Juan cogiendo fruta de los árboles frutales que habían
en el huerto, y vio como María caminaba hacia el sol. Estuvo caminando mucho,
porque una de las veces que Juan miró para ver por donde iba, vio que no
estaba. Dejó donde la espuerta sobre la hierba y salió corriendo a buscarla. La
iba llamando a gritos.
- ¡ Madre !, ¡ Madre !.
Juan la miraba con ternura y por sus mejillas resbalaban dos lágrimas y
le respondió.
María con sus dedos quitó cuidadosamente las lágrimas que corrían por
las mejillas de Juan.
María fue hasta su alcoba y depositó sobre la cómoda la Rosa, con el
aroma que tenía la habitación la dejó perfumada.
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- Te estoy impidiendo que hagas otro trabajo, pues todos los demás están por
ahí llevando la buena nueva, tu no lo puedes hacer porque te estás ocupando
de mi.
- No digas eso madre, están haciendo el trabajo que les toca hacer, y yo estoy
haciendo el que me toca a mi. - le respondió Juan tiernamente.
María entró en la casa con la cesta de flores y fue echando por encima
de su cama y por el suelo, y también las repartió por toda la casa llenándola. El
perfume que había era a Rosas y a Jazmín. Es el aroma que va con la Virgen y
con Jesús.
Juan la observaba pero no decía nada, sabía que muy pronto iba a
suceder lo que estaba previsto.
Ese mismo día antes de que se pusiera el sol, estuvo María bendiciendo
todas aquellas tierras, y mientras que lo hacía lloraba por ellas.
Esa noche cuando Juan se fue a dormir se despidió María de él como de
costumbre, lo único que hizo distinto fue darle dos besos en la mejillas.
Juan tenía sueños premonitorios, y en varias ocasiones ya le habían
hecho ver lo que iba a suceder y estaba prevenido. Esa noche soñó con María,
la vio vestida de virgen, era el mismo rostro que tenía pero muchos más joven,
lo miraba sonriendo y feliz, su belleza era cósmica. Le extendía las manos con
mirada tierna y llena de amor. Le dijo con voz dulce.
- Hijo, ya estoy donde yo tanto deseaba, vivo con mi hijo y jamás me separaré
de él, donde vaya, yo también iré porque Yo Soy su alma gemela.
Te transmito el amor de la Santísima Trinidad para que siempre te acompañe.
Paz y Amor a la eternidad.
La luz del día entraba por la ventana, Juan abrió la puerta y salió de la
casa y miró al cielo, el sol estaba radiante de luz, lo miró de frente y vio que
salían cuatro rayos. Uno daba al norte, otro al sur, otro al este y el otro al
oeste. Vio perfectamente la cruz que hacía dorada y plateada. En el centro vio
como Reinaba la Madre Universal.
Juan fue caminando por todos aquellos alrededores donde María solía
pasear todas las tardes y hablaba con el sol. Había un cerro cerca de allí donde
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María iba todas las mañanas para ver el sol salir y se sentaba en la cima, le
pasaba el tiempo sin que se diera cuenta.
Juan también fue hasta el cerrillo e hizo lo mismo que hacía María, para
él era como estar con ella recordándola en todos sus movimientos y lo que
hacía.
Al rato volvió a la casa pensando que iba hacer puesto que su destino
había cambiado ese día.
Fue a ver a sus amigos los que les dejaron la casita. Les dijo que María
se había ido. Ellos no le hicieron preguntas puesto que se imaginaban lo que
había ocurrido. Le pidieron que se quedara a vivir en la casa. Y que la tomara
como si fuera suya.
Habían pasado varios días y Juan decidió de ir a ver a sus padres para
traérselos con él como lo habían acordado cuando se fue con Jesús.
Caminaba feliz y contento, pues tenía ganas de ver a sus padres, sabía
de ellos pero hacia muchos años que no los veía y tenía ganas de abrazarlos.
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