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REFERENCIAS:
1 – KAPUSCINSKI, R. Encuentro con el Otro. ED. ANAGRAMA.
Barcelona, 2007. 3- http://www.librosdelasteroide.com/ficha_libro.php?id=40
4- http://www.lecturalia.com/libro/17783/confianza-y-temor-en-la-ciudad-vivir-
con-extrangeros
2 - http://www.lecturalia.com/autor/488/ryszard-kapuscinski
UNA GRATA LECTURA
La lectura de este libro, corto (98 páginas), es realmente grata por la calidad
literaria de su autor. Una vez más estamos ante una persona que no concibe
que el rigor intelectual esté reñido con la claridad en la expresión, con la
voluntad de ser entendido por todo tipo de personas.
Se me reprochará, tal vez, o se me acusará de impertinente sin causa por iniciar este
comentario de la obra de Kapucinski aludiendo a esos errores mínimos, a esos
pequeños fallos en su argumentación. Sobre todo, es posible, se me dirá que qué
importan esos pequeños fallos cuando, por ejemplo, la idea que encierra la frase que
he destacado en el lateral de esta página, encierra no sólo una filosofía de vida
deseable, sino sobre todo un proyecto político que debería ser horizonte
irrenunciable hacia el que habríamos de dirigirnos.
No pretendo pasar por listo, ni intentar ser original jugando a ir un poquito
contracorriente de lo afirmado por tantas otras personas. Sólo que últimamente he
podido escuchar, y compartir, tantos juicios absolutamente rendidos al texto de
Kapucinski que me ha parecido oportuno destacar esas mínimas sombras para, ante
todo, hacer referencia a lo que en el apartado anterior ya he señalado. Algo que,
pienso, a veces no tenemos en cuenta cuando nos paramos a poner por escrito lo que
pensamos y que podríamos evitar sin embridar el lógico deseo que nos mueve.
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Ya al comienzo de su discurso, Kapucinski incurre en lo que creo es un exceso de
simplificación cuando al responder a la pregunta de cómo ha actuado el ser humano
ante el otro, ante ese desconocido con el que acabas topándote, señala que son tres
las reacciones posibles (págs. 14 y 15):
Elegir la guerra.
Aislarse tras una muralla.
Entablar un diálogo.
Es decir, a las tres posibilidades apuntadas por Kapuscinski deberíamos añadirle una
más que lejos de ser simple reviste la complejidad de las paradojas patológicas.
Porque en el fondo de eso se trata, de un convivir enfermo, patológico, donde ya ni
se considera el diálogo como opción y donde la guerra (aunque se da en toda su
crudeza –pero en tierras lejanas-) adquiere los rasgos de la violencia simbólica, y
donde las murallas se demuestran día a día incapaces, insuficientes como barrera
defensiva en un mundo que, como han señalado algunos autores, como por ejemplo
Paul Virilio, ha acabado con la geografía, ha eliminado la dimensión espacial como
vector de distancias imposibles, de separación, de lejanía. Al final de este segundo
boletín me extenderé un poco más en este otro modelo, el cuarto, de relación con los
Otros. Será una breve visita a la Anatomía Patológica de un Pronombre.
Habla Kapuscinski de cuatro etapas en esa relación con los Otros (siempre
desde una perspectiva Europea):
Nada que objetar a las dos primeras etapas. Pero en lo relativo a la tercera y a
la cuarta uno no puede por menos que sentir que hay cosas que no encajan.
¿Realmente un repaso de la historia de las actitudes europeas (embebidas en
eurocentrismo) nos permite afirmar como tendencia esa apertura al Otro que
es la semilla de una relación posible en la que el diálogo preside el juego?
Y no puedo por menos que preguntarme qué
pensarían estas tres personas fotografiadas
¿Qué ven ellos cuando miran
el mismo mar que yo miro? contemplando un mar cruel desde una tierra
Roquetas de Mar. poco firme para sus aspiraciones. O esas
mujeres que al caer la tarde, y cuando ya
apenas quedan nacionales se convierten en
manchas difusas en una plaza de Zaragoza que
se llama, y no es una broma de mal gusto, Plaza
de los Donantes de Órganos.
Ciudad Jardín
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Antropólogos, Levinas y la multiculturalidad
Es evidente que desde el siglo XVIII hay una serie de procesos que afectan a las
formas de relación de ese nosotros con los otros. No negaré que la antropología (y
no sólo ella), como señala el autor, nos ha abierto un camino hacia la posibilidad de
comprender a los Otros, pero también una vía para seguir confirmándolos en su
otredad. La importancia de Levinas, de su discurso, no puedo cuestionarla; pero no
sé…, temo que los argumentos del filósofo lituano han calado poco en la Unión
Europea, en sus gobernantes, en el ministro Corbacho, en el PP, y en la inmensa
mayoría de la gente de la calle, incluidas esas buenas personas siempre dispuestas a
ser caritativas con el Otro sin querer entender que lo que ese Otro demanda no es
caridad sino justicia. Y la multiculturalidad… Horror. Cada vez me da mas miedo
esa palabra porque todo apunta a que es uno de esos términos totémicos al que nos En una calle de Viena
agarramos cuando ya no nos queda nada que decir, cuando la impotencia o el
cinismo invaden las prácticas cotidianas que definen, más que las teorías
antropológicas o filosóficas, los juegos de relación donde se producen las
exclusiones y los reconocimientos. ¿Qué queremos decir con multiculturalidad?
¿Una relación simétrica de todos con todos?
Escribo esto después de un baño de realidad, unos de esos baños que suceden, casi
siempre, fuera de los bien articulados y bien intencionados textos en los que nos
nutrimos. El martes pasado acompaño a una persona ucraniana a Extranjería. Como
no tenemos cita previa miro todo desde la fila de los Otros. Veo entrar a españoles
acompañando a extranjeros y veo a extranjeros apelotonarse, y tener broncas, para
entrar a una oficina en la que el hecho de ser el primero de la fila no supone nada.
Pero hay algo en la fila de los que se saben Otros acudiendo a la comisaría de policía
que ha de tramitar un papel que despide un cierto aroma de ansiedad-cansancio-
mebuscolavida etc. Yo, entre ellos, ni siquiera puedo fingir que soy uno de los Otros En Calafell
porque yo sé que no lo soy. Y esto, el hecho de saber que no lo soy, que si dijera yo
es otro o yo soy el otro todas las personas que me rodean me mirarían con cara de
estupor y pasarían de mí porque ellos, los Otros, saben reconocerse entre sí y saben,
también, que las palabras no curan, que las frases no dan papeles. Salgo de la
comisaría y subo al autobús. Ahora estoy entre los Nuestros. Hay Otros, pero los más
son de los nuestros. Sobre todo un camionero jubilado recientemente (deduzco de
sus palabras) que, primero, nos cuenta cómo alguien que no vio le robó el monedero “Para llamar la atención
a su señora el otro día en un autobús. No vio al ladrón, pero sabe que el ladrón era del lector, coloque aquí
uno de esos miles de extranjeros que vienen aquí no a trabajar sino a robar y que, una cita o una frase
encima, son protegidos por la policía como si fueran ladrones autóctonos (juro que
interesante del artículo”.
lo dijo, no así, pero lo dijo) Se anima el camionero y después de romperle
figuradamente la boca al próximo extranjero ladrón que le quiera robar y de
romperle la boca al comisario de policía que, seguro, defenderá al extranjero-ladrón,
demuestra que escucha la radio porque arremete contra los que han venido en ese
cayuco, más de 200, cuando hay tantos españoles en paro. Iba a levantarme para
hablarle de Levinas, de los Malinovski, de la multiculturalidad. Algo me dijo en mi
interior que mejor no le contaba nada de esto, que carecía de sentido que le regalara
el libro de Kapuscinski. Que a lo mejor podía darle un maporro, argumento que él
parecía manejar perfectamente, o lo podía insultar de alguna manera que le resultara
inteligible. Pero… Baños de realidad. Anécdotas que no lo son porque reflejan una
situación que acaba dándole una patada a nuestros deseos. (De esto sé un poco
porque soy de los que no se cansan de procrear ilusiones para que la realidad me
devuelva a mi sitio de manera, por suerte, clara pero sin contundencia)
No puedo compartir la visión predominantemente optimista de Kapuscinski. No creo
que el que hayan aumentado “el número de encuentros y contactos interpersonales”
en el mundo actual suponga un aumento de la calidad de nuestras relaciones con los Página 5 de 7
Otros” (pág. 64)
No estoy seguro de compartir la convicción de vivir “en un mundo mucho más
democratizado que nunca” (pág. 68). O al menos no creo que esa democracia le sirva
de mucho al último de la fila o al penúltimo, ni tan siquiera al primero de la fila de
extranjeros que esperan a que el policía les diga si pueden entrar o no al recinto.
No puedo compartir el análisis que sigue Kapuscinski para señalar que en el
momento actual, marcado por la globalización electrónica y el final de la guerra fría,
esté surgiendo “un mundo nuevo, más dinámico y más abierto que nunca” (pág. 61)
¿Cómo decirles a los más de 200 seres humanos hacinados en el bautizado por
algunos medios como el supercayuco que vivimos en un mundo más abierto que
nunca?
Sí estoy de acuerdo en que ahora ya no sólo hay un Otro definido desde el
eurocentrismo. Hay muchos Otros definidos desde diferentes perspectivas, pero no
El País 30.09.08
sé si esto me supone un alivio o, por el contrario, me acrecienta el escalofrío.
“La conciencia de que, al Es por esto que en líneas generales, y hechas las salvedades
hablar con Otro, tengo oportunas, uno no puede por menos que considerar la lectura de
delante a alguien que en ese este libro como un acto necesario y recomendable para nuestro
mismo momento ve y alumnado, al menos, desde 4º de E.S.O sobre todo teniendo en
cuenta los tiempos que se nos avecinan y las barbas mojadas de lo
comprende el mundo de
acaecido recientemente en las elecciones austriacas. Sobre todo hay
manera diferente a la mía,
que aplaudir, especialmente desde el ámbito escolar, a alguien que
resulta fundamental a la sostiene con claridad que:
horar de crear la atmósfera
para un diálogo positivo”. “Ninguna respuesta puede ser más que un intento
de respuesta” (pág. 60)