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5. La circularidad global/local
tribución. El valor añadido del producto está en el ajuste más cultural legitiman su estrategia de megafusiones y su entrada
fino posible entre esta última y la demanda. Las tecnologías de en una Bolsa desregulada, que atrae a los fondos de pensiones en
la información permiten producir diversidad de forma estan- su capital (A. Mattelart, 1989). «Lejos están los tiempos de
darizada. Los sistemas de registro de los productos adquiridos las diferencias regionales o nacionales», afirma Theodor Le-
y de tratamiento de los pedidos también pueden modelizar al vitt, director de la Harvard Business Review y consultor de
cliente. La transacción se convierte en el motor principal de la una gran red publicitaria británica. «Las diferencias que obe-
actividad de la empresa. Para comprender la construcción del decen a la cultura, las normas, las estructuras, son vestigios
encuentro entre la oferta y la demanda, son cada vez más las del pasado [...]. La convergencia, tendencia que tiene cual-
disciplinas llamadas a desmenuzar los hechos y los gestos de quier cosa a ser como las demás, impulsa el mercado hacia
los consumidores con fines estratégicos, y elaborar nuevas he- una comunidad global.» O más explícito aún: «Cada vez más,
rramientas cualitativas con el fin de explorar las «estructuras en todas partes, los deseos y los comportamientos de los in-
de expectativa» de los usuarios de bienes y servicios al observar dividuos tienden a evolucionar de la misma forma, ya se trate
las prácticas cotidianas de consumo (Bocock, 1993; Sherry, de Coca-Cola, de microprocesadores, de pantalones vaqueros, de
1995). películas, de pizzas, de productos de belleza o de máquinas
La «cultura de empresa» se apropia de la idea de «mesti- fresadoras» (Levitt, 1983a y 1983b). Si se produce la con-
zaje gerencial», cruce entre el habitus nacional y los esquemas fluencia hacia un «estilo de vida global», es porque los consu-
apatridas de las ciencias de la gestión (dirección por objetivos, midores han interiorizado el universo simbólico destilado des-
métodos de calidad total, reengineering). El doble trabajo de de el final de la Segunda Guerra Mundial por los anuncios
descontextualización/recontextualización hace que la propa- publicitarios, las películas, los programas de televisión, más
gación de las formas organizacionales no se limite a la com- concretamente los que proceden de Estados Unidos, ascendi-
pulsa con el modelo universal. Una misma práctica de gestión dos explícitamente a la condición de vectores de un nuevo
adquiere diferentes sentidos en las distintas culturas. La toma universalismo.
en consideración de estas interacciones participa de la bús- El mito de la globalización a todo pasto pasa por alto las
queda de la competitividad. cuestiones que, desde que existe la mercadotecnia, y a mayor
razón desde la promoción del consumidor al rango de «copro-
ductor», se plantean sus especialistas que no dejan de repetir
IMAGINARIOS DE LA MERCADOTECNIA: DE LA EMULACIÓN que los mercados están segmentados, diferenciados. Cuestión que
GLOBAL A LA «GLOCALIZACIÓN» oportunamente recuerda el sociólogo Frank Cochoy: «¿Cómo
puede defenderse el mercado unitario y, a la vez, difractarlo
¿Acaso existen objetivos globales? ¿Hay que detectar las localmente? ¿Cómo pueden obtenerse simultáneamente ajus-
semejanzas antes que las diferencias, lo global antes que lo lo- tes macrosociales entre la oferta y la demanda global, y pre-
cal? «The bigger, the better» contestan a partir de 1984 los servar la particularidad local de los agentes y de los objetos
grupos publicitarios anglosajones en pos del tamaño crítico. que intervienen en el intercambio?» (Cochoy, 1999, pág. 9).
Es la época en la que las agencias de publicidad se rebautizan Una vez pasada la fiebre de las grandes maniobras de me-
como agencias consultoras en comunicación. La función «co- gafusión de la primera generación de las llamadas redes glo-
municación» depende de las instancias decisorias. Sus argu- bales, se impone una observación: la empresa debe gestionar
mentos acerca del fin de la heterogeneidad y la convergencia la diversidad y, por ello, articular el nivel local y global (Cos-
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ta y Bamossy, 1995). Los teóricos nipones de la gestión em- el 80 % del poder adquisitivo y de las inversiones mundiales.
presarial le han dado un nombre a esta forma de proceder: el Para las categorías no solventes, sólo el deseo es universaliza-
acrónimo «glocalización». El enfoque unificado en el plano ble. Los expertos en estudios de mercado reconocen que hay
estratégico se conjuga con las modalidades tácticas de una más similitudes entre grupos que viven en ciertos barrios de
autonomía capaz de amoldarse a los pliegues y repliegues de Milán, París, Sao Paulo, o Nueva York, que entre un habitante
territorios, contextos y universos simbólicos diferentes. La de Manhattan y otro del Bronx. De ahí el auge, al conocerse el
adaptación de los spots publicitarios de las marcas globales, anuncio de los mercados únicos, de las tipologías de estilos de
tales como Coca-Cola o Marlboro, en función de los imagina- vida o de «mentalidades socioculturales», que segmentan a los
rios nacionales y de las distintas aculturaciones, a las referen- individuos solventes en «comunidades de consumidores» (con-
cias de la globalización, así lo atestigua. Lo que «arrasa» en sumption communities) transnacionales en función de sus con-
Moscú o en Pekín es muy distinto de lo que engancha en París diciones de vida, su sistema de valores, sus gustos, su trabajo.
o en Sao Paulo. Los ingenieros de lo social de los años sesenta veían en
La oscilación entre lo global y lo local es la regla de los los medios el vector de una «revolución de las esperanzas cre-
llamados medios globales si quieren aumentar sus audiencias. cientes» que conducía necesariamente a los llamados países
La competencia con las nuevas cadenas de vocación regional, atrasados hacia la modernización. Con el bombardeo intensi-
incluso mundial, les empuja en esa dirección. CNN, figura so- vo de las imágenes de la opulencia y de las asimetrías crecien-
litaria de la televisión global en la época de la primera guerra tes se ha abierto la caja de Pandora de la «revolución de las
del Golfo, se ha «descentralizado» desde entonces, para llegar frustraciones crecientes». En una entrevista publicada por Le
en su lengua a los telespectadores europeos, asiáticos y latino- Monde el 1 de septiembre de 2002, el escritor peruano Alfredo
americanos. Articulándose, si es preciso, con grupos locales, Bryce-Echenique expresa a su manera esta disociación: «Ya
como es el caso en España y en Turquía. Estas cadenas a ve- no hay clase media en mi país, sólo pobres abajo y corruptos
ces se ven obligadas a ello para soslayar una ley que prohibe a en la cima. Y sobre todo, la vulgarización ha ganado la parti-
los inversores extranjeros superar determinados porcentajes da. El mal gusto ha penetrado en todas las capas de la socie-
de participación en el capital. Pero en caso de crisis mayor, en dad. Incluso aquí, la gente paga mucho dinero por imitaciones
la que están implicados los Estados Unidos, como sucedió con la de arte colonial en plástico antes que conservar los originales.
segunda guerra del Golfo, aun cuando la CNN no sea la ofici- Está la agresión de la miseria y la de la estética» (pág. 9).
na de propaganda de la Casa Blanca, como ocurre con la Fox
News, sus delegaciones regionales no destacan precisamente
por sus posiciones disidentes o susceptibles de ser tachadas Pensar en el nuevo mundo de las alteridades
de «antipatrióticas» por el gobierno norteamericano. La ra-
pidez con que autentificó el término «coalición» es un indicio DE LAS MEDIACIONES Y DE LOS USOS
de ello.
Claro que el centro del objetivo global es el universo de No hay cultura sin mediación, no hay identidad sin traduc-
los sectores solventes. Los que pertenecen al «poder de la tría- ción. Cada sociedad retranscribe los signos transnacionales,
da» (América del Norte, la Unión Europea, Asia Oriental) y a los adapta, los reconstruye, los reinterpreta, los «reterritoriali-
los enclaves homólogos repartidos por el mundo: como mu- za», los «resemantiza». Todo ello en distintos grados según
cho, la quinta parte de los habitantes del globo, que concentra los ámbitos, según el «coeficiente de internacionalización»,
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del latín a las lenguas vernáculas. Y la traducción ejem- mas narrativas melodramáticas. Es lo que explica, por ejem-
plar del sánscrito al chino para el inmenso corpus bu- plo, el florecimiento de los estudios sobre el modo de produc-
dista, y también al coreano o al japonés. Es en un ción, la circulación y la recepción de las telenovelas o folleti-
fenómeno de este tipo en el que pienso cuando evoco nes latinoamericanos (M. Mattelart y A. Mattelart, 1987; Ortiz
los intercambios entre legados culturales y espirituales y otros, 1989; Vasallo de Lopes, 2004). Este retorno a las for-
en busca, hoy en día, de un lenguaje común. Este len- mas locales está en línea con la aparición de nuevos polos de
guaje común no será, tal y como lo soñaron en el si- industrias de la cultura, de nuevos actores en los mercados re-
glo XVHI, una lengua artificial que no podría volverse a gionales o mundiales. Así lo acredita la creciente internacio-
traducir a las lenguas naturales que tienen su propia nalización de las producciones de los grandes grupos multi-
complejidad. Lo que la traducción puede producir son media de Brasil (Globo) o México (Televisa), entre otros. Por
universales concretos en busca de ratificación, de apropia- último, se exploran las vías, ampliamente clandestinas, a tra-
ción, de adopción, de reconocimiento» (Ricceur, 2004, vés de las cuales los flujos transnacionales, y más o menos in-
pág. 19). deseables, de comunicación se infiltran en las sociedades y
«No permanecer prisionero de la noción de identi- desafían a los regímenes autoritarios (T. Mattelart, 2002).
dad colectiva que se refuerza actualmente debido a la El nuevo proyecto antropológico ya no se identifica con lo
intimidación de la inseguridad», insiste el filósofo, que lejano sino con los «mundos contemporáneos», según la ex-
propone la noción de «identidad narrativa». Una noción presión del antropólogo Marc Auge (1994). La exploración
capaz de traducir la historia de las colectividades vivien- del mundo penetra en la intimidad de todas las sociedades,
tes, garantía del intercambio entre las culturas. tanto de fuera como de dentro. El medio urbano, los barrios,
los suburbios, y también las empresas y las administraciones,
se convierten en objetos de estudio sobre las relaciones de po-
bolos globales (Gripsrud, 1995). Los telespectadores las rese- der y las relaciones de sentido. La inversión in domo de la ob-
mantizan en función de inscripciones en culturas específicas servación antropológica permite ver cómo el lugar reservado a
(nacional, étnica, familiar, etc.). La influyente escuela británi- las culturas inmigrantes por las sociedades de acogida consti-
ca de los Cultural Studies se ha internacionalizado a través de tuye el revelador de la aptitud de cada una de ellas para abar-
sus estudios sobre la recepción de la ficción televisual trans- car al mundo en sus diversidades. Se redescubren escuelas de
nacional (Morley, 1992). Y al intentar abrir la caja negra de la pensamiento atentas a la alquimia de las relaciones intercultu-
recepción fue cuando los antropólogos se implicaron en los es- rales. Ya a comienzos del siglo pasado, el sociólogo Georg
tudios sobre la cultura mediática, a partir de los años ochenta Simmel observaba cómo los emigrantes, al inventar nuevas
(Dayan, 1992). Por el lado de la emisión, la atención se centra formas de reinterpretación de su universo cotidiano, construían
en las industrias de la cultura nacionales y regionales. Se im- una visión subjetiva e híbrida del mundo. La noción de comu-
planta una «visión periférica» de la televisión global (Sinclair, nidad es, así, objeto de revisión. «Comunidad» no significa
Jacka y Cunningham, 1996). Se estudian las formas adoptadas «identidad», sino «alteridad», señala el italiano Roberto Espo-
localmente por la cultura de masas. Lo que interesa es com- sito, especialista en filosofía moral y política, al término de su
prender las interacciones de la producción nacional con las desmontaje del concepto de «Comunidad/communitas»: «El
culturas populares locales y con los géneros mediáticos mun- comunitarismo quiere recluir a los hombres en grupos de per-
dialmente consagrados. Se redescubre así la variedad de for- tenencia colectiva. Se equivoca en relación con el sentido de
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MESTIZAJES/MISCELÁNEAS: OTRAS MODERNIDADES «Sorbona de lo viviente.» Así es como habla Georges Ba-
landier, antropólogo del África negra, de lo que este continen-
Pensamiento mestizo, lógicas mestizas, hibridación, «crio- te le ha enseñado (2004). Diversidad anclada en la duración.
llización»: la lengua de los intercambios entre culturas se ha en- Resistencia cultural en la simbología de la tierra, la oralidad,
riquecido en las dos últimas décadas (Amselle, 1991, 2001; la transmisión mediante la palabra.
Bhabha, 1995; Bénat-Tachot y Gruzinski, 2001). Se debe en
gran parte a los estudios poscoloniales. Estos conceptos distan
mucho de concitar la unanimidad; algunos ven en el registro Las trampas del relativismo cultural
semántico de la hibridez al caballo de Troya de una ideología »:.: i
neocolonial (Chow, 1993; Van der Veer, 1997). De hecho, se EL CONSUMO: UN LOGOTIPO QUE TAMBIÉN PUEDE INHIBIR
reproduce la misma controversia en torno al concepto de «crio- EL PENSAMIENTO
llización» cultural, acertadamente utilizado por el antropólogo
Ulf Hannerz en su estudio de los flujos transnacionales (1992). La El movimiento de fondo que privilegia a la etnografía de
ambivalencia parece ser parte integrante del recurso a las nume- los usos de los flujos transfronterizos como lugar de «resisten-
rosas metáforas inventadas para designar la mezcla de culturas. cia» no está exento de derivas que se pagan con la pérdida de
Las investigaciones sobre la conexión entre lo particular y la razón crítica y con el desmoronamiento de la reflexión so-
lo universal hacen que aparezcan otras figuras de la moderni- bre la circularidad global/local. Si los intercambios anudan
dad, nacidas en la encrucijada de lo «tradicional» y de lo «mo- tantos vínculos como los que deshacen, no anulan las condi-
derno». El acercamiento a la lengua criolla por parte de los es- ciones desiguales que determinan el nuevo ensamblaje resul-
critores e investigadores de las Antillas o del océano índico es tante. Es difícil compartir el entusiasmo del antropólogo ar-
altamente simbólico. La lengua criolla, otrora amordazada, gentino, residente en México y autor de numerosos trabajos
considerada como dialecto bastardo y derivado, alcanza un es- sobre la «hibridación cultural», Néstor García Canclini, que,
tatuto de lengua de pleno derecho, factor de ordenación lin- en 1991, titula triunfalmente uno de sus trabajos: «El consumo
güística, lengua administrativa y oficial y lengua de creación sirve para pensar». Si el interés prestado a los lazos de las
artística. Una lengua que se constituye a partir de una serie de mediaciones, negociaciones e hibridaciones ha permitido, sin
tensiones, entre oralidad y escritura, ruralismo y urbanismo, duda alguna, romper con los esquemas dicotómicos de las re-
clase cultivada y popular, arcaísmo y modernización (Laplan- laciones de poder, también ha permitido remedar la protesta al
tine y Nouss, 1997). Este descentramiento revela la búsqueda esquivar cualquier crítica dirigida a las causas estructurales de
de una modernidad en plural y una liberación respecto de la los grandes desequilibrios del mundo. El precio del rescate, en
modernidad logocéntrica, reflejo de la experiencia euroame- el punto culminante de la ofensiva ultraliberal durante las dé-
ricana. De rebote, abre camino a otra forma de leer la historia cadas de 1980 y 1990, ha sido el vaciamiento de la reflexión que
de Occidente y le invita a escudriñar la historia de las idas y acreditan la deformación y maltratamiento de los pensamien-
venidas (Sauquet y otros, 2004). Por ejemplo, la de los inter- tos rebeldes. El pensamiento de Michel de Certeau ha servido
cambios con el mundo de las antiguas colonias (Thiong'o, así de aval, en todas las latitudes, a iniciativas situadas en las
1993; Mbembe, 2003), o, fenómeno sensible en ese período antípodas de sus corrosivos análisis sobre los mecanismos de
en que Occidente se busca un chivo expiatorio, con Oriente la subversión/dominación de los «practicantes» de los dispo-
(Goody, 2004). sitivos culturales y mediáticos (Ahaerne, 1995). Sospechosa,
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la noción de «dominado» ha sido borrada de la cartografía modo alguno puede significar en el plano sociológico. Esta
cognitiva, al mismo tiempo que la de relaciones de fuerza. A extrapolación resulta todavía más abusiva si se tiene en cuen-
falta de la suficiente perspectiva en relación con este nuevo ta que una plétora de discursos sobre la actividad del receptor
sentido común, se ha producido, en torno a la noción de «re- se basa en la observación de muestras extremadamente tenues,
ceptor activo», una curiosa convergencia entre la llamada in- cuando no inexistentes. De este modo se han podido construir
vestigación universitaria y las demandas de la investigación catedrales teóricas sobre la globalización y la glocalización,
administrativa, procedentes de la industria y de la mercado- sin el respaldo de fuentes de primera mano o de encuestas dig-
tecnia. La heroización neopopulista del receptor resistente ha nas de este nombre. A cargo de investigadores que no habían
coincidido con la apología neoliberal de la soberanía absoluta descubierto la internacionalización de las culturas hasta la lle-
del consumidor atomizado (Ang, 1990). De hecho, el desliza- gada del pensamiento global de confección. De ahí su «olvi-
miento hacia el «populismo cultural» ha suscitado en los cír- do» de la historia y la resignación ante el presente.
culos anglosajones acerbas polémicas sobre la desviación de Con este régimen, no es de extrañar que los dispositivos
los Cultural Studies (Morris, 1988; McGuigan, 1992; Frank, de producción mediática y cultural se hayan metamorfoseado
2001; Le Grignou, 1996; A. Mattelart y Neveu, 2003). El mis- en un no man s land, en un territorio neutro en el que la ideo-
mo tipo de controversias acerca de las derivas de los estudios logía —Barthes decía la mitología— ya no tiene cabida toda
culturales en su versión latinoamericana agita a los sectores vez que le ha cedido el paso a la transparencia. Ha muerto
de la investigación en el subcontinente (Schmucler, 2001; Fo- la vieja noción de fetichización de las relaciones sociales en la
llari, 2003; Papalini, 2004). Una visión irenista, y hasta reli- sociedad mercantil. Mientras, y cada vez más, se asiste al auge
giosa, del estatuto activo de las audiencias: ésta es la imagen de los procesos de concentración y de privatización de los
que reflejan numerosos estudios sobre el vínculo transnacio- medios para producir no sólo opinión, sino también cultura, se
nal y más concretamente aquellos que tienen por objeto la in- abre paso la necesidad de construir un contrapeso democráti-
teracción con las series de televisión, tipo Dallas o Dinastía co frente al control de las potencias políticas y financieras, y
(Ang, 1985; Katz y Liebes, 1993). La noción de «cultura nor- se movilizan los colectivos ciudadanos para reapropiarse esta
teamericana» se asume sin disimulo como un «operador de esfera del espacio público.
universalización», so pretexto de que cada cultura puede orien- ¿Frente a qué y por qué resistir? Ésta es la verdadera pre-
tarse perfectamente y redefinirse sin perder su alma al hacerla gunta de naturaleza antropológica. La respuesta no puede abs-
suya. ¡El imperialismo cultural ha muerto, viva la globaliza- traerse del cuestionamiento acerca del tipo de sujeto y de sub-
ción! La ideología de la globalización se aseptiza, entra en la jetividad que requiere la continuación de la nueva fase del ca-
naturaleza de las cosas y extrapola al globo entero una visión pitalismo integrado.
del mundo propia de los grupos sociales integrados en sus be- ¿Qué tipo de fabricación psíquica, qué formateo mental
neficios. También ha muerto la interrogación sobre las nuevas para el habitante de la nueva sociedad del control flexible de
modalidades de hegemonía cultural y de ejercicio de la vio- la que habla Gilíes Deleuze? La liberación de la creatividad
lencia simbólica. Queda trazada, pues, la vía a la creencia en del productor y la soberanía absoluta del consumidor son los
el sinsentido de las políticas públicas que intentan sustraer del mitos que sientan las bases de la servidumbre voluntaria, de la
librecambismo el derecho de los pueblos a la diversidad cultu- implicación forzada. Justifican la doble expropiación del sa-
ral. Se le atribuye a la observación etnográfica sobre micro- ber-hacer y del saber-vivir. Se trata, señala el filósofo Bernard
prácticas aquello que, por su objeto y por sus métodos, en Stiegler, de la «proletarización generalizada» por empobrecí-
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miento de las existencias: «Como la del productor, la proleta- nación siempre es el mecanismo indispensable para la traduc-
rización del consumidor afecta a todas las clases sociales, mu- ción de ideas a normas aplicables y aplicadas. Y en el territo-
cho más allá de la "clase obrera". Conduce al estado de con- rio nacional siempre se anclan el contrato social y el Estado de
sunción que resulta de la captación y de la malversación de la derecho. Todo ello, incluso si la creciente interdependencia
economía libidinal por parte de las tecnologías de la mercado- de los sistemas nacionales —técnicos, científicos, económicos,
tecnia: la explotación racional de la libido por medios indus- culturales, sociopolíticos, civiles o militares— obliga al actor
triales agota la energía que la constituye» (Stiegler, 2004, pág. estatal a redefinir sus funciones reguladoras en cuanto repre-
15). Gilíes Deleuze y Félix Guattari decían lo mismo cuando, sentante del interés colectivo. Confundir este nuevo despliegue
en El Antiedipo (1972), hablaban del deseo confinado en el con la realización efectiva de la promesa ultraliberal -—trans-
«espacio de la miseria»; orientar el deseo hacia el «gran temor ferir las decisiones a una escala en la que la democracia polí-
de la carencia». Evidentemente, se está muy lejos de las cele- tica ya no puede ejercerse— linda con el mito. Lo mismo ocu-
braciones amnésicas relativas al fin de los «enfrentamientos rre con la creencia en el poder de una sociedad civil global
maniqueos entre consumidor y ciudadano» cuya cota ha subi- soberana, electrónicamente conectada, liberada de las fronte-
do con la intensificación de la utopía del libre mercado y el de- ras y de las grandes maquinarias establecidas, y que se enfren-
bilitamiento de las resistencias ante el nuevo orden de la mer- ta sola a los megagrupos transnacionales. Simultáneamente, a
cancía. partir de los Estados y fuera de ellos, se construye un espacio
público embrionario de dimensión mundial.
El Estado-nación también es el instrumento del poder. No
LA DESTERRITORIALIZACIÓN: EL INENCONTRABLE ESPACIO hay firma global «apatrida», es decir, que no se aproveche de
POSNACIONAL la logística institucional del territorio del que es originaria. Cine,
informática, armamentos, algodón, acero, agricultura, medio-
En el inventario de las mediaciones, un gran ausente: el ambiente: en todos estos sectores el proteccionismo desmien-
Estado-nación. Normal, toda vez que se anuncia su fin. Una te la retórica del librecambismo sobre la disminución del Es-
omnipresencia: lo posnacional, noción de perfil borroso. Las tado. El resurgimiento del intervencionismo, tanto en la vida
teorías de lo posmoderno coinciden, en este punto, con las del civil como militar, a raíz de los atentados del 11 de septiembre
management global (Ohmae, 1985, 1995; Giddens, 1999). de 2001, resquebraja el discurso encantado en el corazón mis-
¿A qué representación del Estado se refiere la tesis de su mo de Estados Unidos desde donde se ha abatido la ola de des-
fin? A una idea cuasimetafísica, separada de su inscripción en regulaciones y privatizaciones. La idealización del mercado
la diversidad de los modos de gobernar, de la «gubernamenta- libre es para uso externo. Del otro lado de la línea de demar-
bilidad», ese concepto bajo el que Michel Foucault agrupaba cación del desarrollo, la aparición de nuevas potencias como
el «conjunto constituido por las instituciones, los procedi- China y la India, con regímenes ideológicamente contrasta-
mientos, análisis y reflexiones, cálculos y tácticas que permi- dos, sólo es concebible si está respaldada por políticas indus-
ten ejercer esa forma muy específica del poder, que tiene a la triales de Estado con componentes altamente nacionalistas, re-
población como principal objetivo, a la economía política co- levadas, si fuera preciso, por extensas diásporas, como es el
mo forma superior de conocimiento, a los dispositivos de se- caso de la primera.
guridad como instrumento técnico esencial» (1978, pág. 655). El poder a escala planetaria puede parecer, si se atiende a
En esta diversidad de la «gubernamentalización», el Estado- las tesis de la caducidad del Estado-nación, «complejo, vola-
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