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Miraba por última vez revisando no haberse


olvidado nada dentro del armario ni en la mesita de
noche. El balcón del dormitorio estaba abierto con la
cortina blanca de encaje echada, entraba una brisa suave
que refrescaba la alcoba. Era el mes de mayo y los
pronósticos de tiempo que habían dado en televisión
anunciaban que el verano sería caluroso.
Los muebles del dormitorio eran de un estilo
antiguo, las paredes estaban tapizadas con dibujos de
flores grandes ya desgastados porque necesitaba ser de
nuevo tapizadas, del techo colgaba una lámpara araña de
seis brazos de globos blancos, el suelo también estaba
resguardado para el frío con madera recia color castaño.
En este bloque de pisos había bastante ruido
con las pisadas de tacones y de golpes que se oía
amenudo por parte de los vecinos.
Claire Duabil iba de un lado a otro del
dormitorio dejando oír las pisadas de sus tacones
mocasines marrones, que hacían juego con la falda y el
jersey beig. Trataba no dejarse nada aunque no se iba
lejos de París y su esposo Gilbert Candrier se quedaría
en el piso y la iría a ver a menudo a Fontaine Bleau.
Donde habían comprado una casa antigua en la campiña,
que habían restaurado hacia poco tiempo los antiguos
propietarios, la compra había sido buena, Claire
necesitaba esa casa lejos del ruido rural porque la
editorial para la que trabajaba le había pedido escribir
varias novelas de intriga, necesitaba mucha

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concentración y estaba segura que en ese lugar que
había elegido era el ideal.
Gilbert estaba de pie apoyado en una de las
esquinas del armario, se fijaba en la silueta esbelta de
Claire, y miraba sus cabellos negros y brillantes como
el azabache, recogidos atrás de la nuca por un lazo
ancho marrón.
Gilbert en la postura que estaba apoyado, lo
hacía varonil y embellecía su físico aún más de lo que
era. Sus ojos azules buscaba la mirada de azabache de
Claire.
Hacia diez años que estaban casados, habían
abandonado la idea de tener hijos que tanto deseaban
haber tenido. Era la primera vez que se iban a separar
por algún tiempo. Claire y Gilbert habían nacido en
París.

En la mente de los franceses seguía el


recuerdo y se comentaba por paseos y bulevares la
muerte absurda y suicidio del cantautor de origen
israelita Maike Brand en Julio de 1973. Su último disco
que un mes después de su muerte saliera al mercado con
el single, Feeling. Fue un éxito mundial. La causa del
suicidio jamás se supo, la policía indagaban que fue lo
que lo pudo ocasionar pero nada confirmaban los
motivos, porque era joven, guapo, y con una voz
espléndida, con un don perfecto para componer. Claire
escribió varios artículos en los periódicos y revistas de
Francia explicando cómo había sido su vida hasta la
última noche que la pasó con una antigua amiga en su
piso de París.

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Claire abrió su bolso que lo tenía sobre la
mesita de noche y sacó su barra de labios, la abrió y fue
hasta el espejo del armario y se retocó ligeramente, y
después peinó sus cabellos. Gilbert estaba muy
enamorado de ella, avanzó dos pasos y se puso detrás de
Claire abrazándola por la cintura mientras que la besaba
en el cuello repetidas veces. Claire lo miraba por el
espejo sonriendo y al mismo tiempo acariciaba la cabeza
y cabellos rubios de su esposo.
El timbre de la puerta sonó dos veces. Claire
trataba que Gilbert la soltara y entre juegos y risas
seguía besándola.
El timbre volvió a oírse dos veces más, Claire
se deslizó de los brazos de Gilbert y con voz amorosa le
dijo.

- Cariño es el señor Sapier, es la hora que hemos


quedado.
- ¿ Ya son las diez ? - Preguntó Gilbert con gesto de ser
incomodado.
- Sí ya son las diez, ¿ No te habías dado cuenta ? - Dijo
Claire soltándose de su mano.
- Qué lástima, ¡ ahora que deseaba besarte con todas mis
fuerzas ! - Respondió Gilbert sacudiendo su cabeza por
la pasión que sentía en esos instantes.

Fue él quién salió del dormitorio y se dirigió a


la puerta y la abrió.

- ¡ Buenos días señor Candrier ! - ¿ Está su esposa


preparada ?.

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- Sí claro, lo está esperando - Respondió amablemente -
Entre por favor.
- ¿ Viene también usted ? - Preguntó el señor Sapier.
- ¡ Oh ! no, yo no puedo porque empiezo mi jornada
después del medio día, pero ya me gustaría ir.
Hizo su presencia en la entrada, Claire con el
bolso colgado en su hombro izquierdo, y llevando en su
mano derecha las llaves de su automóvil.

- ¡ Buenos días señora Candrier ! - saludó el antiguo


propietario de la casa.
- Buenos días señor Sapier, le estábamos esperando mi
esposo y yo, y le agradecemos que venga conmigo para
acompañarme a la nueva casa - Dijo Claire con un gesto
de cortesía.

- Ya les dije que podían contar conmigo, y créanme que


lo hago con mucho gusto.
- Gracias otra vez - Respondió Claire.

En la entrada habían dos maletas grandes y


una bolsa de viaje. Gilbert cogió la maleta que pesaba
más y la bolsa, y dirigiéndose al señor Sapier le dijo.

- ¿ Quiere coger esta maleta que pesa menos ?.


- Claro que sí, por supuesto.

Claire fue la primera en salir del piso y se


dirigió al ascensor y lo llamó. Gilbert cerró con dos
vueltas de llave.

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Se dirigieron a un automóvil Renault gris que
había aparcado en la puerta. Claire abrió el maletero
para que se metieran las maletas, seguidamente abrió las
dos puertas delanteras y en su asiento dejó caer el bolso.

Gilbert y el señor Sapier hablaban de pie a un lado del


automóvil y se dirigía de esta manera al señor Sapier.

- Hay varios trenes al día que pasan por Fontaine Bleau,


después de que mi esposa haya dejado las maletas en la
casa lo acompañará a la estación.

- Muy bien, eso era lo que habíamos acordado, también


tengo los horarios, todo irá bien - Respondió el señor
Sapier.

- Se debe vivir bien en esa casa lejos del ruido, yo tengo


que conducir toda esta semana el talgo, sinó hubiese ido
con ella - Dijo muy a pesar suyo.

- ¿ Se gana bastante en la renfe ? - Preguntó con


curiosidad el señor Sapier.

- Tengo un buen sueldo pero son muchas noches las que


tengo que conducir, y no puedo estar con mi esposa,
todos los trabajos tienen sus convenientes e
inconvenientes, pero no me puedo quejar.

- ¿ Siempre ha sido conductor de trenes ?.


- Sí siempre, me examiné en la escuela para esta
profesión que tanto me gusta.

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Claire estaba junto a ellos escuchando la conversación e
intervino diciendo.

- Pronto van a ser las once y tenemos una hora para


llegar a Fontaine Bleau.

- Es cierto señora Candrier, el tiempo pasa rápidamente


- Respondió el señor Sapier.

- Gracias otra vez - Dijo Gilbert extendiendo su mano al


señor Sapier, agradeciendo con una sonrisa.

El señor Sapier seguidamente se dirigió a la puerta del


automóvil y abriéndola entró y se sentó, mientras que
Claire y Gilbert se despedían.

- La semana que viene iré a verte amor, ¿ Sabes que es


lo que vas a escribir en esta nueva colección que te
piden de intriga ?.

- Tengo algunas ideas pero cuando esté sola y en el


silencio del campo las ideas me vendrán como chorros
de luz - Respondió Claire mientras que abrazaba con
fuerzas el cuerpo de Gilbert - ¿ Cuando me llamarás ? -
Repuso.
- Mañana y me dirás como has pasado esta primera
noche en esa casa tan grande que hemos comprado.

- Lo mismo no me despierto hasta las doce del


mediodía, ¿ Sabías que el trino de los pájaros me hacen

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dormir más? - Dijo mientras que le daba un abrazo
fuerte.

Gilbert y Claire se dieron un beso largo como


despedida. Él no la soltaba de las manos y Claire le dijo
quejándose.

- Deja que me vaya, sino estaremos hasta esta noche


aquí despidiéndonos.

- Adiós mi amor te quiero mucho - Le dijo Gilbert


soltándola de las manos.

Claire entró en el automóvil, cerró la puerta pero la


ventanilla la tenía bajada. Gilbert aprovechó para
introducir su cabeza y besarla de nuevo.

- Te voy a echar mucho de menos, pero la semana que


viene volaré como el aire para llegar pronto y poder
estar contigo - Le dijo Gilbert como forma de piropo.

Claire puso la llave en el contacto y fue arrancando


despacio.

- Ten cuidado al conducir, no vayas rápida porque no


tienes prisa para llegar, no te metas con los conductores
ni los insultes - Le iba aconsejando Gilbert poniendo en
cada palabra mucho cariño.

- Eres un pesado, siempre me dices lo mismo cuando


soy yo quien conduzco.

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Gilbert se cruzó de brazos y con cara de resignación le
respondió.

- Es que tengo solamente una mujercita y no quiero que


le suceda nada, ¿ Qué podría hacer yo sin ti ? - Le dijo
mirando el automóvil cómo se alejaba.

El automóvil había arrancado y Claire se disponía a


coger la calle principal. Gilbert corría detrás como si de
un niño se tratara.

- ¡ No hagas más el ganso y vuelve a casa ! - Le


recomendó Claire entre risas.

Según iba corriendo cerca de la ventanilla le dijo en


broma.

- ¿ Que te apuestas que llego yo antes que el automóvil a


Fontaine Bleau haciendo una carrera ?.

Claire reía con ganas sin poder parar, puso la segunda


marcha y sacando la mano por la ventanilla le dijo adiós
agitando su mano, hasta que Gilbert paró de correr tras
el automóvil.

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Claire intentaba atravesar París con toda la


aglomeración de automóviles que hay a todas las horas
del día y más a las once de la mañana, era un
movimiento espantoso de semáforos y de conductores
que hacían trampa para poder pasar el primero. El señor
Sapier miraba a Claire con atención y le hizo una
observación.

- No se ponga nerviosa señora Candrier, no tardaremos


mucho en salir de este barullo, también yo tengo que
tener paciencia muchos días cuando tengo que venir al
centro.

- Más que nerviosa estoy indignada de ver el mal trato y


poco respeto que hay entre los conductores - Respondió
sin quitar la mirada del atasco que había.

- Su esposo la quiere mucho, lo he estado observando -


Dijo el señor Sapier para que se relajara, aunque era
cierto lo que había visto, pero se lo dijo para que
pensara en otra cosa.

- Si es cierto lo que dice, yo también lo amo a él, nos


conocimos cuando éramos adolescentes en la escuela de
profesionales - Dijo mirándolo por el rabillo del ojo.

- Serían ustedes muy jóvenes, ¿ No es cierto ?.

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- Él tenía veinte años y yo diecisiete y desde entonces
no nos hemos separado.

- Lo de ustedes fue un flechazo - Afirmó el señor


Sapier.

- Un flechazo y de los grandes, hace diez años que


estamos casados y parece que fuera ayer de lo
enamorados que estamos el uno del otro - Respondió
con una sonrisa que el señor Sapier agradeció.

- ¡ Mire ese imbécil lo que está haciendo !, se cree que


las calles son suyas - Dijo Claire con rabia contra un
conductor que le había cortado el paso.

- Es que la ha visto y cuando el hombre se da cuenta que


quien conduce es una mujer la va a molestar todo lo que
puede - Dijo el señor Sapier sin darle mucha
importancia al acto que hizo el conductor.

- Las estadísticas dicen que, quien menos accidentes


cometen son las mujeres, ¿ Se da cuenta porqué ocurren
tantos ? - Aclaró Claire mientras que respiraba
profundamente.
El señor Sapier no le dio importancia a esto
último que Claire dijo y mirándola de lado recordó
diciendo.
- ¡ Ah ! se me olvidaba decirle que dentro de la nevera
encontrará algunas verduras que cogí del huerto y un

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poco de fruta. Hace quince días estuvimos mi esposa y
yo el fin de semana.

- ¿ Hace mucho que sembró hortalizas ?.

- En el mes de Febrero pero como la casa ya estaba en


venta hice poca siembra, tiene para algún tiempo judías
verdes, tomates y lechugas, también hay en un trozo de
tierra que salen todos los inviernos acelgas sin
sembrarlas.

- Pues será de lo que más coma yo, acelgas, porque no


tengo maña ni tiempo para sembrar - Dijo más tranquila.

- Su esposo cuando la venga a ver, ¿ no puede trabajar la


tierra ?.

- Mi marido de agricultura sabe menos que yo, él solo


sabe conducir trenes. En París nadie tiene un terreno
para cultivar - Dijo sonriendo.

- Que lástima porque habiendo tierra buena como la hay


no puedan comer de sus frutos - Dijo lamentándose el
señor Sapier.

- ¿ Los árboles frutales hay que trabajarlos ? - Pregunto


Claire.

- Hay que fumigarlos como mínimo una vez al año y la


tierra hay que trabajarla alrededor del árbol y regarlo.

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- Eso sí que lo puede hacer mi esposo, por lo menos
comeremos fruta de nuestra tierra - Respondió ya más
relajada.

- Echaremos mucho de menos esa casa mi esposa y yo -


Aclaró el señor Sapier.

- ¿ Porqué la han vendido ?.

- Porque nosotros ya somos mayores y nos cansa ir los


fines de semana.
- Usted nos dijo que tenía hijos.

- Sí pero se han ido casando, tienen hijos y además que


ellos no les tira el campo, son parisinos y les atrae la
vida de la ciudad - Contestó el señor Sapier con
resentimiento.

- La cocina, ¿ Como está de gas butano ? - Preguntó


Claire.
- Precisamente esta última semana que hemos estado, he
puesto una bombona llena, y la otra que está vacía se
pone dentro del garaje y cuando vaya al pueblo la coge
llena, está todos los días abierto donde las almacenan -
Dijo el señor Sapier dándole todos los detalles.

- Me doy cuenta que es usted un hombre organizado y


precavido - ¡Uy !... al fin hemos salido de París, creía
que íbamos a estar aquí todo el día - Dijo Claire aliviada
y respirando profundamente.

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Cogió la carretera central que salía de París hacia otras
direcciones.

- Esta casa le va a gustar y estará bien, pues es un lugar


tranquilo fuera de todo ruido. ¡ Sí, algunos tendrá por la
mañana !, los pájaros la despertaran con sus trinos - Dijo
alegremente el señor Sapier mientras que lanzaba una
ligera sonrisa.

- Necesito paz y silencio para poder escribir, es por eso


que hemos comprado la casa.

- ¿ Es bonito lo que escribe ?.


- A mí me gusta es... ¡ Esa niña que hace ahí en medio
de la carretera ! - Dijo Claire exaltada sin terminar de
responder a la pregunta y al mismo tiempo dando un
frenazo.

Claire abrió la puerta del automóvil y salió fuera con la


cara desencajada por el pavor que sentía, faltaba un
metro para llegar donde había visto a una niña. El señor
Sapier bajó también del automóvil sin comprender que
era lo que había sucedido y le preguntó extrañado.

- ¿ A qué niña se está refiriendo ?.


- ¿ No la ve ?, está ahí mirándonos en medio de la
carretera.

- Señora Candrier, por aquí hay muchos arbustos y


árboles con largas ramas, ¿ no habrá confundido a una

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niña con las ramas de estos árboles que se desdoblan por
encima de la carretera ? - Dijo totalmente horrorizado.
Claire tuvo que avanzar varios pasos hasta llegar al
lugar donde estaba la niña. La niña le sonrió con mirada
traviesa y perturbadora, y seguidamente desapareció
ante la mirada exaltada de Claire.
El Señor Sapier avanzó unos pasos y se puso
junto a Claire mirándola con preocupación.

- La niña estaba aquí - Dijo Claire señalando el lugar


con su mano.
- No es posible que una niña esté precisamente en medio
de la carretera, puesto que por aquí no hay casa alguna,
todo es campo, monte y ese acantilado que está a nuestra
izquierda.

- Me ha sonreído antes de desaparecer, y me ha parecido


muy rara, su sonrisa me ha hecho enfriar hasta los
huesos ¿ Sabe ? - Dijo Claire totalmente confundida.

- ¿ Cómo era la niña de grande ? - Le preguntó el señor


Sapier por decirle algo, pues hacía cómo si no
entendiera y no fuera verdad lo que Claire le estaba
diciendo.
- Tendrá alrededor entre siete u ocho años.
- ¿ Cómo iba vestida ?.

- Con un vestido azul, y calzaba zapatos blancos, era


rubia y de cabellos rizados, su mirada me ha traspasado
como si de una espada se tratara, con los ojos de un
azul muy claro, casi transparente, no me cree ¿ Verdad?.

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- Si le soy sincero, no, porque yo no he visto a esa niña
cuando usted me la ha señalado, creo que todo está en su
imaginación, y perdone que me dirija a usted de ese
modo.
- ¿ Porqué me ha dicho que he debido de confundir a la
niña con las ramas de los árboles ? ¿ Cree que una niña
se puede confundir de esa manera. Dijo Claire algo
molesta.

- Se lo he dicho porque sólo hay una razón.


- ¿ Qué razón es esa ?.

- Se lo he dicho antes, todo es producto de su


imaginación y no se moleste si se lo digo otra vez, pero
esta es la única causa que le encuentro a este suceso.

- Quiere decirme con eso de que estoy loca, ¿ No es


cierto ? - dijo algo alterada.

- Señora Candrier no le de más importancia y no vaya a


pensar que yo creo que está loca, por favor le tengo
mucho respeto para que piense algo así de usted - Le
respondió el señor Sapier con gran pesar.

- Si mi esposo hubiese estado aquí quizás me hubiese


comprendido.

- Es usted una mujer con una gran fortaleza, y también


puedo asegurarle que por el tiempo que hace que la
conozco, tiene las ideas muy claras - argumentó el señor
Sapier.

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- Me alegra mucho de que tenga usted de mi, esa
opinión.
- Vamos al automóvil y olvide este incidente, ¿ Ha visto
la hora que es ? y todavía tenemos que pasar por
Fontaine Bleau y cruzar el pueblo para llegar a la casa.

- Sí creo que tiene razón, entremos en el automóvil, hoy


tengo mucho trabajo con las maletas, quiero guardar
toda la ropa que llevo, en los armarios - Respondió
Claire decidida a coger el automóvil.

Los dos se habían sentado cerrando las puertas, Claire lo


puso en marcha el automóvil. No habían advertido que
detrás de ellos venía a una gran velocidad un
descapotable rojo, que conducía un hombre joven.
Claire cuando lo advirtió era ya demasiado tarde y solo
le dio tiempo de ponerse un metro a la derecha, pero no
fué lo bastante rápida por la velocidad que traía el
descapotable, y no le dio tiempo de frenar y cayó por el
acantilado cómo si de una piedra se tratara.
Delante de Claire como a dos metros estaba la
niña en la carretera mirándola fijamente y con el ceño
fruncido, la miraba con severidad. Al final decidió
hablar y le dijo con voz seca que parecía que quien
hablaba era una anciana.

- Bienvenida seas Claire - ¿ Te das cuenta que has


matado a un hombre ?.
- No...yo...no he sido. Por favor quiero despertar de esta
pesadilla - Claire gritaba sin medidas, ante la mirada
sonriente de la niña que se regocijaba en su pena.

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- ¿ Quién eres, dime tu nombre ? ¿ Porqué eres una niña
y tienes voz de anciana ? - Por favor no me atormentes
más, te lo suplico - Claire lloraba suplicando a la niña,
cubriendo con sus manos el rostro.

- Señora Candrier, ¿ A quien le está usted hablando ? -


Le preguntó el señor Sapier, cogiéndola por el brazo
izquierdo.

- A la niña, ¿ La ve usted ahora ?.


- Lo siento pero no veo nada de lo que me dice, tengo
que llamar a la policía ahora mismo para que vengan
con una ambulancia.

Mientras que los dos se acercaban al acantilado el señor


Sapier sacó su móvil del bolsillo interior de su
americana y marcó el número de la policía. Estaba de
pie en el borde de la carretera hablando con ellos. Claire
se había puesto a su lado y la niña detrás de los dos.
Tenía intenciones de empujar al señor Sapier al vacío,
Claire se percató de lo que la niña quería hacer y
rápidamente intervino advirtiendo al señor Sapier
diciéndole.

- ¡ Váyase de aquí, échese hacia atrás porque está a


punto de caerse dentro del acantilado !.

- No señora, ¿ Porqué exagera ?, aquí donde estoy no


me puedo caer ni corro peligro.

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La niña mantenía en su cara diabólica una sonrisa de
malicia que hacía ver sus intenciones satíricas. Dejó de
sonreír y dirigiéndose a Claire le dijo con voz cruel.

- No vuelvas hacer eso otra vez, porque la que va a caer


por ese enorme agujero oscuro eres tú, ¿ Sabes que he
estado un año y medio soportándolo a él y a su familia
?.

- ¿ De qué me hablas ?, no entiendo lo que me quieres


decir, aclárate por favor - Dijo Claire completamente
aterrada.

- Claire, ¿ Me tienes miedo ?.


- Porqué me llamas Claire, ¿ Cómo es que tú sabes mi
nombre ? - Dijo Claire con voz desgarrada.

- La última vez que estuvo con su mujer en la casa


hablaron de ti, ¿ Estás satisfecha ? - Dijo la niña con
sarcasmo.
- ¿ De mi ?.
La niña afirmó.

El señor Sapier había acabado de hablar con la policía,


se dio la vuelta y vio a Claire muy nerviosa y alterada,
se acercó a ella y le dijo tratando de tranquilizarla.

- Señora Candrier cálmese, la policía viene rápidamente,


le decimos lo que ha sucedido y no pasa nada, verá que
todo vuelve a la tranquilidad.

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La niña miraba al señor Sapier con mirada
perversa y mostraba dientes largos y afilados. Claire al
verla se llevó una mano a la boca impidiendo que saliera
un grito de su garganta, pero no pudo impedir que la
niña diera un salto y con sus largas uñas rotas lo cogiera
por la nuez tratando de arrancársela de cuajo. Mientras
que la niña gritaba y solamente Claire la podía oír.
- ¡ Esto por todo el mal que me has causado tu y tu
familia, molestándome día y noche !.
El señor Sapier luchaba contra algo que no
veía pero que trataba de acabar con él. Con una mano
protegía su garganta, con la otra intentaba coger a Claire
para que lo ayudara, la cara la tenía a punto de que le
explotara de hinchada y roja, los ojos se le iban a salir
del hueco, la boca la tenía abierta y de su garganta salía
un ruido ronco. Quería avanzar pero no podía, la
respiración le iba desapareciendo.
Claire mientras tanto seguía el hecho
escabroso que estaba cometiendo ese ente. Iba de un
lado a otro buscando la manera de acabar con eso pero
la ansiedad se había apoderado de ella y empezó a gritar
muy fuerte.
En esos instantes se escuchó la sirena del
coche de la policía, Claire al verlo empezó a saltar en
todas las direcciones agitando sus manos mientras que
pedía auxilio. La niña estaba como loca queriéndose
llevar con ella la vida del señor Sapier, pero decidió
bajar al suelo y mirando a Claire le dijo con rabia.

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- Dile a este que se vaya pronto de aquí y no vuelva más
a la casa, ahora te tengo a ti para hacer lo que yo quiera
contigo.

Al terminar esta frase la niña desapareció. El señor


Sapier se puso derecho, con las manos, limpiaba su cara
y las lágrimas que habían salido de sus ojos, con voz
ronca le dijo a Claire.

- No sé que es lo que me ha podido suceder, había algo


en mi garganta que me impedía tragar, por unos
instantes pensé que me ahogaba, ¡ Qué mal lo he
pasado!.

Claire no respondió nada, era tanto el terror que sentía


que sus labios se habían pegado y no podía articular
palabra alguna.

El coche de la policía se paró delante del automóvil de


Claire, eran dos agentes que venían y se dirigieron a
donde estaban Claire y el señor Sapier.

- ¡ Buenos días ! - Saludaron los dos agentes - ¿ Donde


ha ocurrido el accidente ?.

Claire no estaba para responder porque no había salido


del shock que le había producido la niña, y también el
accidente. Fue el señor Sapier que paulatinamente fue
explicando lo que había sucedido con el descapotable
rojo. Uno de los agentes cogió su walkie-talkie y llamó a

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la central pidiendo más ayuda y la presencia de los
bomberos y la ambulancia. El otro policía preguntó.

- ¿ De quién es ese Renault color gris ?.

Claire levantó la mano mientras que tragaba saliva y


pasados unos instantes respondió.

- Es...mío.
- ¿ Son ustedes familia ?.

- No - Respondió el señor Sapier.


- ¿ Donde se dirigían ?.

- A una casa que le he vendido a la señora Candrier a las


afueras de Fontaine Bleau.
- Su permiso de conducir por favor - Le pidió el policía
a Claire.

Ella fue hasta su automóvil, abrió la puerta y cogió su


bolso que estaba en el asiento. Lo abrió y sacó su carnet
de conducir y lo llevó, entregándoselo al policía. Él lo
estuvo examinando y en una libreta de apuntes anotó
todos los datos, y seguidamente se lo devolvió.

- ¿ Nos podremos ir pronto ? - Preguntó Claire


preocupada.

- ¡ Señora tranquilícese que no pasa nada !, tendrán que


esperar aquí hasta que venga el comisario que no tardará

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en llegar ¿ A qué se dedica usted ? - Le preguntó el
policía.

- Ya habrá visto en mi carnet de conducir que mi


profesión es escritora - Respondió Claire con voz
cansada.
- ¿ Has cogido los datos de los dos ? - Le preguntó el
otro policía a su compañero.
- Los de la señora sí, pero los del caballero no, ahora
mismo lo hago.

El señor Sapier extrajo del bolsillo interior de su


americana, su cartera, la abrió y le entregó al policía su
carnet de identidad. Este después de apuntar sus datos se
lo devolvió.
Claire volvió de nuevo a ir a su automóvil,
dejó dentro de su bolso sus documentos, sacó su móvil y
marcó un número, mientras tanto los dos policías
estaban poniendo señales en la carretera para los otros
turismos que iban y venían.

- ¡ Hola ! cariño, ha habido un accidente - Dijo Claire


hablando en el móvil.

- ¿ Estás bien tú ? - Preguntó Gilbert preocupado.


- Estoy bien y también el señor Sapier, ha sido algo
horrible, no te puedes imaginar lo que ha sucedido.

- ¿ Hay alguien que haya muerto ?.


- Un hombre joven que venía a gran velocidad, ha caído
por un acantilado.

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- ¡ Es terrible ! - Respondió Gilbert exaltado.
- Está aquí la policía esperando a que llegue otra unidad,
y los bomberos.

- ¿ Estás segura de que ha muerto un hombre ?.


- Sí porqué este acantilado no se le ve el fondo, los
bomberos tienen que bajar con cuerdas, eso es lo que ha
dicho un agente de policía.

- ¿ Necesitas que yo esté a tu lado ?, buscaré a un


compañero que no trabaje hoy y me quiera reemplazar,
¿ Sabes mi amor ?.

- No es necesario, creo que pronto llegará el comisario y


nos hará unas preguntas y nos podremos ir.

El coche de la otra patrulla de policía y de los bomberos


llegaban en esos instantes y se pararon delante del otro
coche de policía.

- Cariño tengo que dejarte porque ya están aquí - Dijo


Claire.
- Te llamaré esta tarde, ¿ De acuerdo ? - Respondió
Gilbert.

Claire cerró la línea telefónica y fue a donde estaban la


policía con los bomberos, llevaba el móvil en la mano.
El comisario estaba ya al corriente de lo que había
sucedido y dirigiéndose a Claire le preguntó.

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- ¿ A quién llamaba usted ?.
- A mi esposo, le he contado lo que ha sucedido - Le
dijo Claire algo más tranquila.

- ¿ Su dirección es esta que tiene el agente apuntada ?.


- Sí señor.

- Esta bien, ustedes dos se pueden ir y estar preparados


por si hace falta que les llamemos para declarar.

- De acuerdo señor comisario - Respondió Claire


respirando profundamente y aliviada.

Claire y el señor Sapier subieron en el automóvil y se


fueron. Claire iba conduciendo despacio, llevaba los
ojos cansados, se le podía apreciar las grandes ojeras
que le habían producido tantos encuentros nefastos en
tan sólo una hora de tiempo.
No estaba en esos momentos segura de lo que
estaba haciendo ni de lo que iba a hacer, tenía miedo de
volver a ver de nuevo a esa niña y le preguntó al señor
Sapier.

- ¿ Cree que esta casa y el lugar será bueno para mí ?,


como mujer que soy tengo la intuición de que algo malo
va a suceder.

- Como ese accidente que hemos visto hay muchos -


Respondió el señor Sapier tranquilizándola.

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- No sólo me estoy refiriendo al accidente sino a esa
niña que ha aparecido de repente en la carretera - Dijo
con voz apagada.

- ¿ Todavía tiene esa idea en la cabeza ?, por favor no


hay por aquí niña alguna, ya le dije antes que es fruto de
su imaginación - Respondió el señor Sapier convencido
de que era cierto lo que decía, aunque en el fondo
conocía la verdad de todo.

- Usted no cree que existe pero hace un rato estuvo a


punto de ahogarlo.

- A mí, no señora Candrier, seguro que tragué polvo de


la carretera y me dejó la garganta seca, ¿ Cómo puede
creer en algo que no existe ? - Puntualizó el señor
Sapier.

- No cree usted porque no la ha visto pero yo sí, y el mal


que podría haber causado, y en estos momentos usted no
estaría aquí hablando conmigo.

- No...no... para mí es difícil de creer en algo así, yo


tengo los pies sobre la tierra, y pienso tenerlos así hasta
que me muera.

- ¿ Esta casa la hizo construir usted ?.


- Cuando la compré hacía cincuenta años que la habían
construido.

- ¿ A quién se la compró ?.

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- ¿ A donde quiere usted llegar ?, dígame exactamente
lo que piensa.

- Pues se lo voy a decir, ¿ no sería a un matrimonio que


debieron perder a su hija con siete años de edad ? ¿ Y
que ellos la habían adquirido a otras personas antes ?.

El señor Sapier miraba extrañado a Claire y trataba de


recordar exactamente lo que pasó, después de hacer una
pausa le respondió diciendo.

- Este matrimonio no tenían hijos, los padres de él que


también vivían con ellos murieron en una circunstancias
algo extrañas, es lo que se comentaba en aquella época,
todo fue muy confuso.

- ¿ Y no se sabe de qué murieron ? - Preguntó Claire


intrigada.

- Seguro que los hijos si que lo sabrían, pero cómo le he


dicho antes no dieron a conocer las causas del
fallecimiento. Esta historia se hizo bastante popular en
Fontaine Bleau y hasta incluso llegó a París.
- ¿ Pero usted de cuantos años me está hablando ?.
- Pues ...yo era un niño, pero oía a mis padres hablar de
este tema. Entonces cuando compramos esta casa, fue
cuando supe que se trataba de este caso escabroso que
nunca se supo la verdad.
- Por lo que veo ahora seguro que me voy a encontrar
con algo desagradable - Dijo Claire afirmando.

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- ¿ Porqué ? ¿ Que tiene que ver eso con usted ? - Dijo
el señor Sapier levantando los hombros.
- ¿ Ha oído usted hablar de los espíritus ?.
- ¿ Que quiere usted decir con eso ? - Dijo el señor
Sapier frunciendo el entrecejo.
- Pues que existen, ¿ y si ese matrimonio mayor no
estuvieran enterrados donde deben ?.
- Señora Candrier, por favor no sé hasta donde quiere
usted llegar, antes le he dicho que no creo en nada de
esto ¿ No es usted escritora ?.
- Si, y también médium.
- ¡ Aaah ! yo pensaba que la persona que escribe libros
no se dedica a estas cosas tan ... raras.
- Pues no se debe usted alarmar, porque una cosa puede
ir unida con la otra, y yo me dedico a las dos.
- El señor Sapier guardó silencio, y miraba a Claire de
lado observándola, examinándola, tratando de ver en
ella algo diferente a las demás personas.
- Entonces señor Sapier usted no cree en los espíritus ?.
- Si le digo la verdad no, hemos estado muchos años
viviendo en esa casa con mis hijos cuando eran más
pequeños y jamás sucedió nada. Para mí el que está
muerto no se levanta más.
- Por supuesto que el cuerpo no se levanta más, pero el
espíritu está viajando continuamente con mucha rapidez
y se mueve de un lado para otro - Dijo Claire afirmando-
Repuso - Pues no es así como usted dice, porque jamás
se muere y el que se tiene que ir añora mucho a las
personas queridas que ha dejado, muchas veces son las
que vienen para vivir con ellos un tiempo hasta que más
tarde se van para siempre.

27
- ¿ Entonces es usted médium ? - Preguntó el señor
Sapier riendo.
- ¡ Ya le he dicho antes que sí.

- No me imaginaba yo a una señora tan elegante como


usted hablando con los muertos - Respondió el señor
Sapier guardando las distancias.
- ¿ Cree que tendría que ir mal vestida y sucia ?.

- Pues no lo sé, nunca he conocido a ninguna.


- Me da la impresión que me tiene miedo - Dijo Claire
mirándolo a la cara.

- No lo crea señora Candrier, he hecho la guerra y he


visto a mucha gente morir - Dijo con desparpajo
tratando de disimular la angustia que sentía en esos
instantes.

Habían llegado a Fontaine Bleau y estaban


pasando frente al Palacio que hizo construir Francisco I
en el año 1528. El señor Sapier cambiando de tema le
dijo señalando al Palacio con la mano.

- Bonita y buena arquitectura, ¿ No le parece ?.

- Sí realmente asombrosa, cinco siglos que hace que lo


construyeron y está que es digno de ver.
- Es que nosotros los franceses somos muy
conservadores y aún más cuando se trata de un
monumento histórico - Dijo el señor Sapier con orgullo.

28
- Sí es cierto - Dijo Claire sin más.

En la cabeza de Claire sólo había un


pensamiento, era el accidente que habían visto con el
descapotable. Había sido terrible ver como el automóvil
se lanzaba al vacío, no recordaba oír siquiera el ruido
que pudo producir el golpe y haciendo un inciso le dijo
al señor Sapier.

- Estoy segura que no encontrarán el cadáver de ese


pobre hombre, que ha caído por el acantilado, ¿ No
cree?.

- Los bomberos son expertos en rastreos y en descensos,


yo por el contrario que usted estoy seguro que sí.

- Muchos son los bomberos que han muerto en estos


intentos, yo conozco varios casos - ¡ Y de la niña que he
visto, ¿ Sigue sin creerme ? - Le preguntó Claire
esperando que hubiera cambiado de idea.

- Es que no creo que haya visto a ninguna niña, y si así


fuese, sus padres no estarían lejos, seguro que debía de
haber un automóvil aparcado entre los árboles, y no lo
hemos visto ¿ Pero porqué yo no la vi ? - Respondió el
señor Sapier aún más incrédulo que antes.

- ¿ Sabe que esa niña lo quería matar ? - Afirmó Claire.


- ¿ A mi ? ¿ Porqué razón ?.

29
- Por el sólo hecho de que usted no le gustaba - Dijo
Claire segura.

- Va hacer que me eche a reír y no lo quiero hacer por


respeto a su persona - Respondió el señor Sapier
conteniéndose la risa.

- Tengo mucha imaginación, es por eso que me dedico a


escribir, pero yo estoy segura de lo que he visto.

- Si, si, yo no le quito su idea, adelante con ella -


Respondió mientras que emitía una leve carcajada.

- ¡ Al fin hemos llegado ! - Alegó el señor Sapier


contento.

30
3

El automóvil se detuvo delante de la casa. El


señor Sapier fue el primero en salir y poner los pies
sobre la tierra. Claire salía después con el bolso abierto
mientras que cogía las llaves de la vivienda. Se paró
junto al señor Sapier mirando la fachada de dos pisos y
de una construcción antigua.

- Aquí va a estar muy bien, es un sitio tranquilo - Dijo el


señor Sapier afirmándolo.
Claire se dio la vuelta y miró todo el bosque, como
estaba rodeado de pinos y de matorrales y respondió.

- Sí realmente era lo que yo buscaba, toda esta arboleda


transmite mucha tranquilidad, esperemos que así sea.
- Bueno, si usted se quiere complicar la vida es asunto
suyo, nosotros hemos vivido aquí muchos años y más
paz de la que hay no la va a encontrar en otro lugar, eso
se lo puedo afirmar.

- Aquí en invierno tiene que hacer mucho frío, ¿ No es


cierto ? - Preguntó Claire mientras que introducía las
llaves en la cerradura de la puerta.
- Sí por supuesto, pero para eso hay una gran chimenea
de leña que tendrá que tener encendida las veinticuatro
horas.

- ¿ Donde se pide la leña ?.

31
- En el pueblo hay de todo, de nada escasea, cuando
vaya a la gasolinera pregunte, porque ellos abastecen
esa clase de combustible.

- Perdone señor Sapier si le hago tantas preguntas, es


que me quiero asegurar bien de cómo funciona todo.

- Claro que sí, es por eso que estoy aquí, ¿ quiere que
entremos para que le muestre cómo funcionan los demás
utensilios ? - Dijo el señor Sapier con cortesía.

Claire le quitó dos vueltas a la llave y abrió la puerta.


Antes de entrar algo hizo que girara la cabeza a su
derecha y vio en un monte que había cerca, una gran
mansión que sobresalían los tejados por encima de los
árboles, preguntó con interés.

- ¿ Está habitada esa casa ?.


- Sí, y creo por lo que me han dicho en el pueblo, vive
un señor sólo, que es muy rico - Respondió el señor
Sapier mirando detenidamente la mansión y disimulando
cómo si no la conociera.

- Por lo que se puede apreciar parece más que una casa,


un Palacete - Dijo Claire.
- Es un Palacete - Afirmó el señor Sapier.
- Bueno, entremos para mirar cómo está todo - Dijo
Claire.

Abrió la puerta y delante había un largo


pasillo con cristaleras a la derecha y al final estaban las

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escaleras que daban al piso de arriba. A la izquierda se
encontraba el gran salón - comedor todo equipado con
muebles algo usados. Dentro del salón había una puerta
que daba a la cocina, había otra puerta que daba al
sótano y al lado había un pequeño aseo.
El Señor Sapier estaba mostrándole a Claire
donde estaba el contador de la luz y el del agua y en
esos instantes se escuchó un gran estruendo que hizo
girar el rostro de Claire algo asustada. Miró al señor
Sapier y le preguntó.

- ¿ Ha oído eso ?.
- ¡ Va !, no es nada, ha tenido que ser el golpe de una
puerta, Cómo la de fuera está abierta ha debido haber
corriente de aire - Respondió el señor Sapier ajeno a lo
que Claire había oído.
No había acabado de decir esta frase que otro
estruendo se volvió a escuchar tan fuerte que hizo
temblar los cristales del pasillo y la lámpara del salón se
movió de un lado a otro.
Claire al ver lo que ocurría se protegió la cabeza con sus
manos y cogiendo al señor Sapier por un brazo le dijo -
muy asustada.

- ¡ Algo está ocurriendo ! ¿ Se ha propuesto de tirar la


casa ?.
- Señora Candrier no ha sido nada, sólo es el viento que
ha chocado con la puerta y la ha cerrado pegando un
golpe - Respondió el señor Sapier tratando de aplacar la
fuerte tensión que Claire tenía en esos momentos.

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Claire se tranquilizó y volvió a la normalidad
y puso mucha atención a todo lo que el señor Sapier le
estaba mostrando. Claire se fijó en un cuadro que estaba
colgado al lado de la chimenea pintado al óleo con el
rostro de un hombre mayor de cabellos largos y blancos,
también tenía una barba larga. Claire sólo hacía que
mirarlo, le intrigaba ese rostro de mirada perversa, tenía
la nariz larga y gruesa, sus facciones eran duras y a los
dos lados de la boca se le pronunciaban dos arrugas
espesas. Para salir de duda Claire le preguntó al señor
Sapier.

- ¿ Quién es este señor del cuadro ?.


- ¡ Ah !, no lo sé, cuando compramos esta casa ya estaba
ahí. Mi esposa decía que había que dejarlo donde está
porque parecía que estaba vigilando la casa, y ahí sigue.

- Es que no me gusta de la manera que mira parece que


de un momento a otro, nos vaya a echar una bronca
enfadándose mucho.

- Si no quiere que esté ahí lo quita, sólo hay que hacer


eso - Dijo el señor Sapier convencido de que lo quitaría.

- ¿ Me ayuda a entrar las dos maletas por favor ?.

- Claro que sí, ya las cogeré yo, usted ocúpese de su


máquina de escribir.
Salieron los dos fuera de la casa y se
dirigieron al automóvil, Claire abrió el maletero y el
señor Sapier cogió el equipaje que Claire traía. Ella

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antes de entrar dentro de la casa miró por los
alrededores, cómo estaba lleno de vegetación, habían
pájaros que iban volando y se posaban en las ramas de
los árboles, también se oyó maullar a un gato. Claire
sonrió y dijo para sí. Voy a estar rodeada de toda clase
de animales.

- Señora Candrier, ¿ Dónde le dejo las maletas y esta


bolsa ? - Preguntó el señor Sapier con la voz cansada
por el esfuerzo que estaba haciendo del peso de las
maletas.

- Las deja en el piso de arriba, en mi alcohoba, por


favor.

Cuando bajó el señor Sapier de dejar las maletas le


preguntó a Claire.

- ¿ Necesita que le haga algo más ?, le digo esto porque


ya es hora de que me vaya.

- Todo está bien, ahora lo acompaño en el automóvil


hasta la estación del tren - Respondió con decisión.

- Creo que no es necesario que lo haga, hemos tenido


una mañana bastante difícil y agitada, lo mejor es que se
quede deshaciendo las maletas y que se haga de comer
algo - Dijo el señor Sapier convencido.

- ¿ No le será una caminata larga ir hasta la estación ?.

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- Cojo un sendero que hay aquí enfrente que lleva hasta
la estación y en media hora estoy allí.

- ¿ Quiere compartir antes de irse la comida conmigo ? -


Le propuso Claire.

- No gracias, he desayunado bien, y mantendré así hasta


que llegue a mi casa.
- Insisto en que debe quedarse, es la una y media y ya
sabe que a esta hora los franceses hemos comido -
indicó Claire con insistencia.

- Tiene razón que la hora nuestra de la comida ya ha


pasado, me quedo pero sólo estaré una hora - Indicó el
señor Sapier.

Claire empezó a mirar en los armarios de la


cocina para ver que encontraba para hacer rápidamente
y exclamó diciendo.

- Aquí hay dos paquetes de pasta precocinada que sólo


hay que calentarla ¿ Que le parece ?.
- Está bien, lo que sea es bueno - Respondió el señor
Sapier con deseos de acabar pronto.

Claire se disponía a coger una cacerola del de un cajón


de abajo del armario y de pronto se escuchó un gran
estampido acompañado de un grito que parecía felino, se
detuvo y miró al señor Sapier que se había quedado
sentado en un sillón del salón. Claire con los ojos cómo
platos le preguntó.

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- ¿ Ha oído esta vez ?.
- Sí, y ha sido fuerte el crujido que se ha sentido, pero
no tenga miedo porque el viento cuando aquí sopla lo
hace fuerte - Respondió el señor Sapier mientras que se
levantaba del sillón y miraba en dirección al techo.

- ¿ No es extraño ? - Preguntó Claire manteniendo la


cacerola en su mano derecha y el paquete de pasta en la
izquierda.

- ¿ Me permite que suba al piso de arriba y eche una


ojeada ? - Preguntó el señor Sapier preocupado.

- Sí desde luego, quiero que se aclare todo este ruido


que se está oyendo.

El señor Sapier salió del salón y caminó por el


pasillo hasta el final y seguidamente subió las escaleras
del piso de arriba. Claire oía las pisadas que él hacia,
como la madera crujía. Encontró en un cajón del
armario de la cocina, unas tijeras y cortó el paquete de
pasta poniéndolo dentro de la cacerola y cubriéndolo
con agua, se disponía a encender el fuego, cuando se
escuchó la voz del señor Sapier que repetía varias veces
con voz agitada.

- ¡ Sal de aquí ! - ¡ Vete ! - ¡ Vete !.

Claire soltó la cacerola encima del fogón apagado y


salió corriendo del salón gritando asustada.

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- ¿ Qué ocurre ? - ¿ Qué está pasando ?.

El señor Sapier estaba en el último escalón de la


escalera. Claire lo miraba exaltada y descompuesta y le
preguntó.

- ¿ Qué pasa ?.

El señor Sapier bajaba las escaleras rápidamente con el


semblante blanco y le respondió.

- Es un gato que se ha metido en una de las habitaciones,


voy a buscar un saco para sacarlo porque el animal tiene
miedo y no quiere salir de donde se ha metido.

- ¿ Cómo ha podido entrar y subir arriba ? - Pregunto


Claire más tranquila.
- Es fácil, porque por aquí hay muchos, viven en los
árboles, mantenga siempre la puerta cerrada para que no
le entre ninguno - Le aconsejó el señor Sapier.

- ¿ Donde va a encontrar un saco ? - Preguntó Claire.

- En el sótano tiene que haber, he traído varios con


patatas.

El señor Sapier pasó ante la mirada inquietante de Claire


y se dirigió al sótano, encendió la luz, que estaba a la
izquierda y bajó las escaleras estrechas de madera
bastante gastadas por los años que tenían.

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Claire lo esperó abajo de las escaleras del primer piso
hasta que volvió, no se atrevía a subirlas no fuera a ser
que el gato saliera y se le tirara encima.

Habían pasado un poco más de cinco minutos cuando el


señor Sapier venía con un saco viejo, agujereado. Le
recomendó a Claire.

- No suba ni se quede tampoco aquí, porque el animal


está bastante nervioso y la puede arañar.
Claire siguió el consejo y se fue a la cocina para
continuar haciendo la pasta.
En la habitación que el gato se había metido
habían dos camas de una sola persona, cada una estaba
pegada a la pared y en el medio había una mesita de
noche con una pequeña lámpara.

El señor Sapier se encerró en la habitación con


el gato con ganas de atraparlo. Abrió el saco y lo puso
boca abajo mirando donde se había metido el felino.
Miró debajo de una cama y vio que allí no estaba, ahora
era fácil sólo podría estar debajo de la otra. Se puso de
rodillas mirando, con el saco abierto. En el fondo
brillaban dos ojos que daban miedo verlos, mientras que
daba unos alaridos desgarradores que salía de la
garganta del gato avisándole de que estaba en peligro. El
señor Sapier metió su mano hasta el fondo para coger la
cabeza del animal. El gato dio un salto que levanto la
cama un palmo del suelo y se tiró a su mano
desgarrándosela.

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- ¡ Ay mi mano !, me la ha destrozado este animal -
Gritaba el señor Sapier.

Claire subió las escaleras con cautela y con la mirada


puesta en la puerta de la habitación donde estaba
ocurriendo este desafío entre el hombre y el animal.
Llegó a la puerta y cogió la manilla para abrir, al mismo
tiempo que preguntaba al señor Sapier.

- ¿ Está usted bien ?.


- ¡ No entre señora Candrier por favor !, el gato se ha
vuelto loco y está hecho una fiera y ya es principio de
honor para mi, y quiero terminar con esta lucha lo más
pronto posible.

- ¿ No le parece que debería de renunciar a esta batalla


absurda ? - Le respondió Claire por detrás de la puerta.

- Ya le he dicho que está en prueba mi condición de


hombre, e iré hasta el final - Dijo con autoridad y con
voz alterada.

Claire no insistió más porque de seguro sabía


que el señor Sapier le quería demostrar al gato que él
estaba por encima suyo. Claire fue bajando las escaleras
de una en una mientras que volvía la cabeza hacia atrás
inquieta y desconcertada mirando la puerta que
permanecía cerrada.
Llegó a la cocina sin saber que debería hacer,
si continuar cocinando la pasta que había preparado para

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comer o bien esperar para ver cómo terminaba la guerra
entre el señor Sapier y el felino. Ella se dijo para sí.
- Lo tiene claro, encerrado con un gato salvaje. Seguro
que va a dimitir cuando esté todo arañado y destrozado.

Oía desde la cocina los golpes y alaridos que el gato


daba, también se le escuchaba a él maldecirlo y quejarse
de los destrozos que le estaba produciendo. Se le oyó
gritar con desespero diciendo.

- ¡ Mis ojos, se me ha tirado a los ojos !, ahora si que


voy hacer contigo un desastre. ¡ Después de matarte te
voy arrancar la piel, hijo del diablo !.

Claire salió corriendo de la cocina cruzando el salón y


se dirigió al piso de arriba, subió las escaleras
rápidamente, tenía que terminar esa batalla sin cuartel
que no tenía sentido alguno. Llegó a la puerta, cogió la
manilla y sin pensarlo la abrió de par en par, lo que vio
fue horrible, el señor Sapier tenía la americana
arrancada a trozos y su camisa a jirones, el rostro, los
brazos y las manos estaban repletas de heridas, los
cabellos los tenía tiesos y alborotados, la mirada
perdida, la voz embrutecida. El gato pegaba unos saltos
que llegaban al techo, se tiraba a las paredes
arañándolas, se colgó de la cortina y la descolgó
mientras que daba terribles alaridos y el pelo lo tenía
todo erizado de ira.
Tan enloquecido estaba el señor Sapier que no
se había dado cuenta de la presencia de Claire. Ella al
ver esa lucha entre el hombre y el animal, no encontró

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diferencia alguna entre los dos. Los dos se estaban
comportando del mismo modo, como dos animales
salvajes.

- ¡ Basta ya !, señor Sapier - Dijo Claire muy enfadada


dando un grito.

Él giró la cabeza en dirección a la puerta y entonces fue


cuando se dio cuenta de que Claire estaba allí,
mirándolo. Tenía la respiración muy agitada apenas si
podía hablar, no podía pronunciar palabra alguna, sólo
se manifestaba haciendo gestos con las manos.

En esos instantes salió el gato de la habitación


como una flecha, y erizado de tal manera que hacia el
tamaño de tres, bajó las escaleras de un salto, y como la
puerta de la casa estaba abierta salió echando chispas y
se dirigió al bosque y desapareció entre los árboles.

Claire miraba en las condiciones que había


dejado el gato al señor Sapier y le recomendó.

- Vayamos al cuarto de baño a ver si encuentro agua


oxigenada y algodón para curar las heridas que tiene,
hay que desinfectarlas.
- No hace falta, entraré yo solo y me lavaré bien -
Respondió el señor Sapier con mal humor y con voz
ronca.

Entró en el cuarto de baño que había en ese piso y cerró


la puerta tras de él.

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Claire bajo a la cocina y puso en el fuego la cacerola
con pasta para que se hiciera, mientras se hacía dijo para
sí.

- Es terrible lo que ha podido suceder, a tiempo he


llegado de subir y de abrir la puerta para que el gato se
fuese, porque de lo contrario hubiese acabado con la
vida del señor Sapier. En esos instantes entraba él en la
cocina, había lavado sus heridas, pero aún seguían
sangrándole las manos, los brazos y la cara. Se había
quitado la americana y la llevaba en la mano como si de
un trapo viejo se tratara. Claire lo miraba contrariada y
bastante afectada. Como vio que en su rostro había
mucha ira y rabia no se atrevía a decirle que se quedara
a comer. Fue él quién dijo con la voz aún cansada.

- Señora Candrier me voy ahora mismo, no quiero


perder más tiempo.
- ¿ Se ha dado cuenta que lleva heridas profundas en el
rostro, en los brazos y en las manos ?, debería vérselo
un médico, ¿ no le parece ?.

- Antes de nada quiero llegar a mi casa, mi esposa hace


rato que me espera, mientras me voy por ese camino
estrecho la llamaré por el móvil para que no se inquiete -
Dijo con semblante desolador.

- Bueno, pues muchas gracias por haberme acompañado


y de verdad que siento mucho lo que ha sucedido - Dijo
Claire extendiendo su mano para despedirse de él.

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- Señora Candrier, no le voy a dar mi mano porque las
tengo ensangrentadas y es desagradable tocarla, ¿
verdad que lo comprende ?.

- Por supuesto señor Sapier, y créame que siento mucho


todo lo ocurrido - Dijo Claire bastante afectada.

Los dos salieron de la cocina y cruzaron el salón y


llegaron a la puerta de la casa que seguía abierta, pues el
tiempo que hacía era bueno y el sol entraba dando calor
y claridad.
- Señora Candrier que siga bien y que disfrute de la casa
- Dijo el señor Sapier despidiéndose de Claire.

- Muchas gracias y dele recuerdos a su esposa - Dijo


amablemente.

El señor Sapier cogió el sendero que había enfrente y


fue caminando con pasos ligeros ante la mirada de
Claire.
Dejó la puerta abierta y se dirigió a la cocina,
la pasta estaba a punto para comer. Tocó su estómago
con la mano en señal de tener hambre y mirando la hora
que había en su reloj de pulsera, pronunció.

- Son las tres de la tarde, es casi la hora de cenar.


Cogió un plato llano del armario de la cocina, y se puso
de la cacerola una buena cantidad de pasta, abrió el
cajón del armario de la cocina y extrajo un tenedor, y lo
puso dentro del plato y lo fue a poner encima de la mesa
del salón. Se dirigió hasta el televisor y lo puso en

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marcha. Estaban dando una película de la historia de los
Reyes de Francia. Se sentó y se dispuso a comer, se dio
cuenta después que necesitaba líquido para beber, fue
hasta la cocina y miró dentro del frigorífico si había
alguna bebida fresca. Quedaba una botella de cerveza de
las de litro y otra de gaseosa empezada. Cogió la botella
de cerveza y la abrió girando el tapón, se sirvió de un
vaso y lo llenó llevándolo a la mesa y la botella de
cerveza también.
Llevaba medio plato de pasta comido cuando
de pronto se oyó la voz ronca de alguien que estaba
cerca de ella, se giró para mirar sobresaltada y al ver la
figura tan desgarbada que había en la entrada del salón
gritó desmesuradamente mientras que se ponía en pie.

- ¡ Haaaaaa !
- ¡ Señora por favor !, perdone si la he asustado.

Claire seguía mirando al hombre que había delante de


ella con el rostro marcado por la viruela, con la cabeza
medio calva y los pocos cabellos que le quedaban le
reposaban por debajo de los hombros, su cuerpo era
pequeño y gordo, llevaba una escopeta cargada al
hombro derecho, parecía que hubiese salido, con el
uniforme que llevaba ajustado al cuerpo, de un campo
de militares mal organizados. Claire seguía mirándolo
totalmente desconcertada, preguntó con voz poco
segura.

- ¿ Quién... es usted ?.

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- Soy el guardabosques, la puerta está abierta y el
automóvil que hay fuera no pertenece al señor Sapier, es
por eso que he entrado para saber quien había dentro.

Claire se fue calmando y cuando pudo hablar se acercó


al guardabosques y le respondió.

- Soy la señora Candrier, la nueva propietaria de esta


casa, es hoy el primer día que vivo en ella.
- ¿ Sólo es usted quien vivirá aquí ? - Preguntó el
guardabosques con la mirada puesta en los ojos negros
de Claire.

- Prácticamente sí, pero mi esposo vendrá cada vez que


pueda, ¿ Porqué me lo pregunta ?.
- Se lo digo porqué, por aquí se ven cosas raras, y muy
extrañas, pero que yo sé de donde vienen. Yo cuando
anochezca me voy, mi jornada habrá acabado -
Respondió el guardabosques susurrándole cerca del
oído.
- ¿ Que cosas raras son esas ? - Preguntó Claire algo
asustada.

- Es que es usted una mujer y no le quiero hablar de esto


por si coge miedo.
- No soy miedosa aunque a usted se lo parezca - Dijo
tranquila y con voz serena.

- ¿ Se ha enterado del accidente que ha habido esta


mañana en el acantilado ? - Dijo el guardabosques a
media voz.

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- Sí, y lo he presenciado, ha sucedido mientras que
veníamos el señor Sapier y yo aquí, es que me ha
acompañado hasta la casa, para enseñarme cómo
funcionaba todo.

El guardabosques miraba a Claire con


curiosidad y también con cautela, retrocedió dos pasos
hacia atrás y le preguntó.

- ¿ Provocó usted este accidente ?.


- ¡ Por supuesto que no ! - Respondió Claire enfadada
dando un grito.

El guardabosques fue caminando hacia afuera


y se quedó en la puerta de la entrada de la casa. Claire lo
iba siguiendo a pasos lentos sin dejar de mirarlo y le
preguntó con voz firme.

- ¿ Sabe si han sacado el cuerpo del hombre joven que


conducía ?.
- Creo que no, esas son las últimas noticias que me han
llegado, piense que es un acantilado de muchos metros
de profundidad y de difícil acceso. Incluso para los
bomberos que son expertos en estas búsquedas les son
difícil de encontrar lo que buscan. Bueno tengo que
irme, pues antes de acabar mi jornada subo a la casa que
hay arriba en la colina para ver si todo sigue en orden.

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- ¿ A qué se refería antes cuando me dijo que por aquí se
ven cosas raras ? - Le volvió Claire hacer la misma
pregunta de antes.

- No he dicho que se ven, si no que hay cosas ocultas


que no quieren que se sepan.
- ¿ Porqué no me dice una de ellas ?, usted lo sabe, ¿ no
es cierto ? - Le preguntó Claire con certeza.

- No... señora yo no sé nada, y si saben que he hablado


de esto con usted me cortaran el cuello - Respondió el
guardabosques haciendo una señal con el dedo pulgar en
su garganta.

- ¿ Tan grave es lo que ocurre ? - Preguntó Claire


desconcertada.
- ¡ Perdone señora pero me tengo que ir ! - Respondió el
guardabosques dando la media vuelta y yéndose hacia la
izquierda para subir a la gran mansión que había en lo
alto de la colina.

Claire miró su automóvil y pensó que donde mejor


estaría sería dentro del garaje. Entró en la casa y fue a
buscar las llaves que las había dejado encima de la
mesa, al mismo tiempo que las cogía se fijó en el plato
de pasta que había dejado a medio comer, con asombro
vio que estaba vacío y casi limpio de cómo lo habían
dejado. Si que pasan cosas extrañas, dijo para si, al
mismo tiempo que pensaba si no fué ella quién acabó el
plato. La visita del guardabosque la dejó algo
bloqueada.

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Salió fuera de la casa, abrió la puerta del
automóvil y puso la llave en el contacto y dio marcha
atrás. El garaje estaba a la izquierda de la casa, era un
cuarto que habían construido sin puerta. Dentro habían
muchos utensilios que no servían para nada, una rueda
de automóvil pinchada, una bicicleta vieja, dos sillas de
madera que les faltaba a una, una pata y a la otra el
asiento y un bidón pequeño vacío. El garaje no era muy
grande y para que el automóvil entrara tenía que tocar
con las ruedas delanteras todos estos trastos que no
servían para nada.

- ¿ Cómo es que no han tirado todo esto que no sirve ? -


Dijo Claire en voz alta y algo enfadada.
Después de meter al fondo el automóvil y
dejarlo seguro de la lluvia que pudiese caer. Entró de
nuevo en la casa cerrando la puerta con llave y se
disponía a coger el plato para llevárselo a la cocina
cuando sonó el móvil. Lo tenía dentro de su bolso, lo
abrió y cogió el telefonillo.
- ¿ Dígame ? - Respondió Claire con voz algo alterada.
- ¿ Cómo esta mi amor ? - Se escuchó la voz de Gilbert.

- ¡ Hola ! cariño ya tenía ganas de oírte - Dijo Claire


más aliviada.
- ¿ Se te ha pasado el susto ? ¿ Sabes algo de este
accidente ?.
- Nada, he tenido la visita del guardabosques y me ha
contado que por aquí suceden cosas terroríficas.

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- ¿ A qué cosas terroríficas te refieres ?.
- Exáctamente no lo sé, porque no me lo ha querido
decir, por miedo a lo que le pueda suceder a él.

- ¡ Me dejas intranquilo ! ¿ No has podido sacarle


palabras más directas ?.
- Tiene un miedo que piensa, que si dice algo de lo que
sabe, lo matan, figúrate hasta que punto tiene que ser de
grave.

- Ja, ja, ja, ¿ Me estás contando una de tus novelas ? -


Respondió Gilbert con grandes carcajadas.
- Quiero que esto te lo tomes en serio, porque no está
sacado de una novela mía, sino de la realidad - Dijo
Claire algo molesta.

- ¿ Cómo es ese guardabosques ? - Preguntó Gilbert


todavía riendo.
- En el momento de verlo me asustó, porque tiene un
aspecto feo y desagradable - Dijo Claire con voz
despreciativa.
- ¡ Bueno pues ya está !, ha querido impresionarte
porque se ha dado cuenta de que estabas sola. Este
comportamiento ruin suelen tenerlo algunos hombres
para que la mujer les coja miedo y puedan hacer con
ellas lo que quieran. Cuando vaya yo a verte lo iré a
buscar y le enseñaré cómo se debe comportar con una
mujer, créeme, se va acordar de mí - Dijo Gilbert
malhumorado.

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- ¡ Cariño, lo que piensas no es eso ! este hombre tenía
miedo de verdad ¡ Es cierto lo que te digo, tenía mucho
miedo !.
- ¡ Vamos a ver ! ¿ Qué puede haber de malo en ese
lugar en dónde estás ? si todo lo que hay son pinos y
plantas preciosas.

- De la niña no te he hablado - Dijo Claire con voz


áspera.
- ¿ A qué niña te refieres ? - Preguntó Gilbert
desconcertado.
- A la que vi en la carretera poco antes de que ocurriera
el accidente - Respondió Claire al mismo tiempo que
tragaba saliva.

- Estaría con sus padres cruzando la carretera - Afirmó


Gilbert convencido.
- No, no estaban sus padres, sólo ella.
- Pues si la has visto hoy, seguro que la verás más veces.
Tu energía ha fluido ya por esos campos y montes.
- Si, y ahora pienso que son los espíritus los que me han
traído aquí. Estoy segura que tiene que haber una gran
reserva. No quiero pensar lo que me espera - Dijo Claire
con voz cansada.
- Amor, es tu trabajo, desde que yo te conozco lo estás
haciendo, naciste con ese don - Dijo Gilbert intentando
de aliviar el pesar de Claire.

- Cariño, prefiero creer que es un espíritu bueno y que


necesita luz.

51
- Espero que no te dé mucho trabajo, y que lo que sea
salga pronto.

Claire no pudo retener lo que sentía en esos momentos y


lloraba con pena, sin poder pronunciar palabra alguna.
Pues el día lo había empezado mal, primeramente con la
visita de la niña en la carretera, y seguidamente con el
accidente del descapotable, y por si fuera poco la lucha
que mantuvo el señor Sapier con el gato.

Gilbert oía como lloraba y le hablaba para que le dijera


algo.

- Mi amor estaré contigo lo más pronto posible, no llores


porque ya sabes que no puedo verte llorar. Todo tiene
una explicación, ¿ Me oyes ? - Dijo Gilbert con la voz
ronca.

- Sí que te oigo y no quiero decirte más cosas porque


este día ha sido muy fuerte para mi. Estoy esperando ya
a que llegue el día en que vengas, tenemos que hablar de
tantas cosas y necesito tenerte conmigo, aunque sea sólo
para un día. - Respondió Claire más tranquila.

- ¿ Hay más cosas de las que sabes y no me quieres


contar ?.
- Sí, pero no te las voy a decir hasta el día en que
vengas.
¿ Estás contenta con la casa ? - Le preguntó Gilbert para
cambiar de tema.

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- Hace pocas horas que vivo en ella pero, hay cosas que
quiero cambiar.
- ¿ Como qué ?.
- Los cuadros, en particular hay uno que está pintado al
óleo con el busto de un hombre mayor, parece que sea
de época antigua, cuando lo miro me dan escalofríos.

- ¿ Quién puede ser ?.


- No lo sé, pero lo quiero quitar y hacerlo desaparecer -
Dijo Claire con decisión.

- ¿ Fue todo bien con el señor Sapier ? - Le preguntó


Gilbert para que Claire pensara en otra cosa.
- Fue terrible, ya te lo he dicho antes lo que ocurrió,
pero eso te lo contaré cuando vengas, porqué es muy
largo, y el miedo que he pasado por él. ¿ A quién se le
ocurre encerrarse en un dormitorio con un gato salvaje ?
Cuando lo pienso todavía me pongo a temblar. ¿ Sabes
que el gato podría haber matado al señor Sapier ?.
- Me estás asustando, ¿ Tan grave ha sido ?.
- No te preocupes por nada más, porque todo quedó en
un susto pero podría haber sido grave.

- Cuéntame algo.
- Cariño ahora tengo que dejarte porque ha sido un día
muy ajetreado el que he tenido y tengo que vaciar las
maletas y poner toda mi ropa en orden dentro del
armario - Respondió Claire con voz cansada.

- De acuerdo mi amor, recuerda que siempre estoy


pensando en ti - Dijo Gilbert con ternura.

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- Un beso cariño y hasta pronto.

Claire seguidamente cerró el móvil y lo dejó encima de


la mesa. Miró el plato vacío dónde había dejado la mitad
de la pasta, y lo llevó a la cocina, lo puso dentro de la
fregadera y lo limpió dejándolo escurrir. Oyó un ruido
en los cristales de la ventana del comedor, como si
hubiesen tirado una piedrecita, salió para ver que era,
miró por la ventana del salón y en esos instantes pasaba
un mercedes negro con matrícula de París, se dirigía a la
mansión que había en la colina.

Se le había quedado la garganta seca y se


sirvió un vaso de cerveza que aún seguía encima de la
mesa, después de beberlo lentamente llevó la botella al
frigorífico y el vaso lo estuvo lavando y lo dejó para que
escurriera.
Había dentro de la casa mucho silencio, se
encontraba inquieta, tenía muchas cosas que hacer, pero
no hacía ninguna, ese mismo nerviosismo no la dejaba
trabajar como ella quería. Necesitaba oír música, dentro
de su bolso llevaba siempre una radio pequeña portátil
que ponía en donde estuviera.

54
4

Era necesario que tomara una ducha, pues


tenía sudor en todo su cuerpo y también dentro de la
casa hacia calor. Cogió la pequeña radio y le dio al
botón de contacto, había una música divertida que oía
muchas veces en esa emisora, Radio Montecarlo. Era
mucha variedad la que había de música, por eso que
siempre la tenía conectada ahí, el volumen de la radio lo
había puesto alto. Subió al piso de arriba y sacó de una
maleta dos toallas de color azul, una de baño y la otra
más pequeña, de la bolsa de viaje que había traído cogió
gel y champú, seguidamente se dirigió al baño que
estaba al lado del dormitorio, se oía una canción de
Françoise Hardy - Tout les garçons et les filles. Claire la
iba canturreando mientras que entraba en el baño, y
conectó con el grifo de la ducha y se puso debajo. Se
puso champú en los cabellos mojados mientras que
frotaba dándose masajes, después se enjabonó con gel
el cuerpo.
En esos instantes llamaron al timbre de la
puerta dos veces seguidas, y con el ruido que hacía el
agua no lo oía. Pasados unos segundos volvieron de
nuevo a llamar otra vez, pero tres veces seguidas, y
llamaron sin cesar durante un minuto, entonces fue
cuando Claire lo oyó, se estaba acabando de duchar,
cerró el grifo del agua y salió fuera con la toalla
pequeña enrollada en la cabeza y la más grande rodeaba
su cuerpo por debajo de las axilas. Se oía ahora en la
radio una canción que cantaba Jacques Brel, ne me
quitte pas. Claire iba bajando las escaleras para ir abrir

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la puerta. Antes de llegar volvieron a llamar de nuevo
con mucha insistencia, el timbre temblaba.

- ¡ Ya voy ! - Dijo Claire dando un grito.

Cuando llegó a la puerta, la abrió y no vio a nadie, salió


fuera y miró por los alrededores, miró en el garaje y ahí
todo estaba tranquilo, rodeo la casa mientras que decía
en voz alta.

- ¿ Hay alguien ? ¿ Quién ha llamado ?.

Cuando se cansó de mirar volvió al jardín se sentó en un


grueso tronco de árbol que había delante de la puerta y
que hacía el servicio de asiento, se quitó la toalla que
rodeaba su cabeza para que los cabellos se le secaran
con el aire y con el sol que quedaba. La radio se oía
como daban las informaciones, puso atención porque le
interesaba oírlas. Hablaba de la bolsa, de la subida que
había habido con el petróleo, también de política y
después hablaron de deportes.

Claire cogió los cabellos entre sus dedos y los estuvo


sacudiendo, para que se secaran antes. Su mirada se
posó en la mansión de la colina y pudo advertir a una
silueta de hombre que la miraba por un catalejo.
Rápidamente se puso en pie y entró en la casa cerrando
la puerta con llave. Fue a mirar por la cristalera que
había en el pasillo, desde allí se podía ver mejor el
lugar, el hombre que había visto antes ya no estaba, lo

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había visto perfectamente entre dos árboles, vestía de
negro, era alto y delgado.
Subió al piso de arriba y entró en el cuarto de
baño despojándose de la toalla que cubría su cuerpo,
seguidamente peinó sus cabellos mirándose
detenidamente en el espejo, con asombro vislumbró un
rostro que estaba cerca de ella y que pertenecía a la niña
que había visto en la carretera, estaba riendo y la miraba
con altanería y arrogancia. Claire dio un grito mientras
que ponía sus dos manos en sus pechos. La cara la tenía
descompuesta y los ojos parecían que iban a salir de sus
huecos. La niña con una mano la cogió por la barbilla
levantando su cara y le dijo con voz de anciana rabiosa.

- ¡ Claire !, ¿ Porqué has venido a perturbar mi paz ?.

Claire quería gritar pero no podía, la niña le tenía la


barbilla encajada y no podía abrir la boca. Hacía gestos
con los ojos, las lagrimas le caían por las mejillas
mientras que trataba de respirar con dificultad.

- ¡ Te das cuenta de lo que has provocado ! - Dijo la


niña con voz áspera - ¡ Claire ...! ¡ Quiero que te vayas
de esta casa, me pertenece, es mía desde hace tiempo !
¿ Porqué te quieres apoderar de la casa donde viven los
espíritus ?. Entre todos te vamos a destrozar, el
desgraciado de Sapier se dio cuenta tarde, cuando vio
que un día yo le causaba a su esposa un paro cardíaco,
queriendo arrancarle el corazón.

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Claire la miraba a través del espejo, sus facciones eran
las de una niña pero en realidad parecía un monstruo. Su
mirada era oscura y perversa, sus dientes y sus labios
afilados como un cuchillo de sierra.

La niña soltó la barbilla de Claire con un gesto brusco y


le dijo con voz seca

- ¿ Te irás de aquí ?.

Claire cuando se vio liberada quiso salir rápidamente del


cuarto de baño, pero la niña fue más rápida y de un
golpe cerró la puerta, se enfureció y cogiendo a Claire
por los cabellos le estiraba fuerte, le advirtió.

- ¡ No utilices trucos conmigo !. Pues soy peor de lo que


aún crees, te crees muy lista, porqué eres médium, pero
tu sabes muy bien que los espíritus podemos coger
diferentes formas y hacer mucho daño sino nos dejan en
paz.

Claire se había quedado clavada delante de la puerta sin


poderse mover, miró al espejo y vio su cuerpo desnudo
como temblaba de miedo. La niña la miraba riendo con
ironía y con desprecio. Claire sabía que estaba atrapada
en un callejón sin salida a merced de lo que quisiera
hacer con ella ese ente maligno. Sabía que pedir piedad
sería banal y también una perdida de tiempo ante algo
que no tenía sentimientos, solo deseos de destruir y de
matar, quería vengarse, porque había ido a habitar la

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casa en donde vivía, y quizás habían más cosas que
Claire no sabía, hasta que no llevara más tiempo.

Pensó que tal vez con el diálogo podría llegar


a alguna conclusión, tragó saliva y trato de serenarse, se
dio cuenta de que si no manifestaba tenerle miedo y
reaccionaba normalmente sería todo mejor. Se puso
derecha, su rostro volvió a la normalidad y mirando
fijamente a la niña le preguntó.

- ¿ Si vivo aquí contigo te puedo molestar en algo ?.


¡ Claro que sí ! - Respondió con rebeldía.
- ¿ En qué ? - Le preguntó Claire con voz serena.

- ¿ No oyes la radio como la tienes de alta ?, el ruido me


molesta, el ir y venir de los vivos también.
- ¿ Entonces el señor Sapier conocía tu existencia ? -
Preguntó Claire esperando una respuesta positiva.

- Claro que sabían que vivía aquí, y no soy yo sola quien


vivo, hay más - Respondió la niña mientras que miraba
abajo y después por los alrededores.

Claire se quedó pegada a la puerta sin poder respirar


cuando escuchó lo que le dijo. Se volvió despacio para
no demostrar que sentía temor y abrió la puerta del
cuarto de baño, salió fuera y bajó las escaleras mirando
de reojo por si la niña la seguía. Al llegar al pasillo se
dio de bruces con ella que la esperaba, y la miraba
desafiante. Claire quería quitarse de encima el temor que
sentía, porque de lo contrario podría hacer la niña con

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ella lo que quisiera y le preguntó mirándola de frente y
con la cara alta.

- ¿ Dices que hay más espíritus, son también niños cómo


tú ?.
- ¡ Je, je, je ! ¿ Quieres que te lo diga ? Pues lo tendrás
tu que descubrir sola, porqué irán llegando a ti como
cada uno quiera, y sin contar sino has traído tu alguno
siguiéndote - Respondió la niña con voz seca.
- ¿ Donde están los demás ? - Dijo Claire sin darle
importancia a lo que la niña le acababa de decir.

- Los tienes que encontrar tú, o que ellos vengan a ti,


pero aquí quien manda soy yo.

Claire hizo una pausa para pensar como le podría hablar


para llegar con ella a un acuerdo, rápidamente se dio
cuenta que si se ponía a un nivel más pequeño de lo que
la niña se creía, podría sacarle muchas cosas más y le
preguntó poniendo voz de inocente.

- ¿ Cuantos años tienes ?.

La niña la miraba con desprecio y empezó a dar vueltas


alrededor de Claire, cada vez las vueltas eran más y más
rápidas. Claire se estaba mareando, la mirada se le iba
para todos lados y los ojos los tenía medio cerrados, le
costaba abrirlos. La niña giró y giró cada vez más fuerte,
Claire no podía controlar su cuerpo ni su cabeza, quería
decir algo pero la voz no le salía. Tanto giraba la niña
alrededor de Claire que ésta empezó a chocar con las

60
paredes, iba de una pared a otra pegándose golpes en los
brazos y en la cabeza hasta que cayó al suelo perdiendo
el conocimiento tras la mirada sonriente y agresiva de la
niña. Miró a Claire con fuerza y la fue levantando hasta
que se quedó en pie, seguía sin conocimiento con los
pies torcidos puestos en el suelo, con los brazos caídos a
lo largo de su cuerpo, se iban moviendo hacia atrás y
hacia adelante. De su garganta salió un grito sin
necesidad de abrir la boca. La niña tenía el poder y el
control de Claire. Sólo con mirarla la fue poniendo
contra la pared hasta que se quedó su cuerpo recto pero
la cabeza la tenía doblada a la derecha de su hombro. La
música de la radio aún seguía, la niña no la pudo
soportar por más tiempo y lanzó una mirada perversa a
la radio y explotó en el aire cayendo a trocitos por el
suelo del salón.
Lentamente fue Claire abriendo los ojos hasta
que se dio cuenta en el estado en que estaba, vio a la
niña que se encontraba frente a ella mirándola con una
sonrisa de maldad tenebrosa.
Claire con sus manos tocó su cuerpo desnudo y entonces
empezó a recordar lo que había sucedido con la niña en
el cuarto de baño. Vio que estaba delante de ella con la
intención de volver hacerle más daño.

- ¡ Me querías engañar !, ¿ No es cierto ? - Le preguntó


la niña con burla.

A Claire le costaba pronunciar las palabras, pero tenía


que conseguir decir algo para que no fuera todo a peor,

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porque la niña estaba dispuesta por lo que se advertía, ir
hasta el final de todo.

- No...quiero...hacerte daño, ni que abandones esta casa -


Dijo Claire con voz muy cansada - Estoy acostumbrada
a vivir con espíritus y me tendré que hacer a ti y a los
demás.

La niña la miraba con curiosidad casi aceptando la


propuesta que Claire le acababa de hacer y le respondió.

- ¿ Te has fijado ya en la mansión que hay arriba en la


colina ?, pues no te se ocurra subir, ¿ Me oyes bien ?
¡No se te ocurra !.

- Sí.... de acuerdo ... no subiré - Respondió Claire con


voz cansada - ¿ Puedo hacerte una pregunta ?.

- ¡ Vale ! pero que sea algo que no me haga enfadar -


Dijo la niña con voz ronca y seca.

- ¿ Porqué el señor Sapier negó que te conocía ?


Todavía no conozco su fondo y del porqué me quiso
esconder esta evidencia ¿ Él te vio alguna vez ?.

- Pues claro, no seas ridícula, ¿ Porqué crees que se


fueron de aquí ?, te ha engañado como un bellaco, pero
en dos ocasiones les di una reprimenda a él y a su gorda
mujer, me hubiera gustado que la hubieses visto rodar
por estas escaleras, parecía un saco de patatas - Dijo la

62
niña dando grandes carcajadas parecidas a las de una
anciana de ciento cincuenta años.

Claire la miraba con desesperación y con


desprecio, ¿ Qué podría hacer, irse de la casa ?,
¿ abandonar el proyecto que le había llevado allí ?,
nadie la iba a creer, el propio editor pensaría de ella que
debería estar loca.

La niña fue caminando por el pasillo, y a la


mitad se dio la vuelta y con una mirada severa le
advirtió a Claire.

- Recuerda que estoy por toda la casa y por los


alrededores.
Claire asintió tristemente. Y seguidamente la niña
desapareció de su vista.

Claire sabía que estaba vigilada y sepa Dios por cuantos


espíritus malignos y otros quizás menos. La situación en
la que se encontraba era difícil, no deseaba más en esos
instantes que Gilbert estuviera con ella, seguro que él la
iba a comprender y ayudar.

Subió al dormitorio y buscó en una de las maletas un


pijama para ponerse, quería estar cómoda, también la
luz del día ya se iba yendo y lo anunciaba aún más un
grillo que no paraba de cantar en el jardín de la casa.

Fue al salón y se encontró con los trozos de la pequeña


radio esparcidos por el suelo. No vio lo que había

63
sucedido pero se lo imaginaba. El espíritu de esa niña
era maligno y cruel, pero le había dejado una pista
importante para acabar con ella o para que se fuera a
otra parte.

Recogió todos los trozos que quedaba de la


radio y los tiró. Estaba dispuesta a luchar y a derribar de
cualquier modo a esa estúpida niña que se había
interpuesto en su camino y en su vida. Ella no
pertenecía a la tierra y por lo tanto, no tenía que estar
allí, en el mundo de los vivos. Se arremangó las mangas
del pijama y abrió una de las puertas del armario de la
cocina, necesitaba tomar un café para recobrar la energía
que había perdido. Encontró una cajita que contenía té
en bolsas, sólo quedaban dos, era suficiente para pasar la
noche, al día siguiente tendría que ir al pueblo de
Fontaine Bleau para comprar previsiones para toda la
semana.
Fue a sentarse en un sillón del salón con la
taza de té en la mano, lo iba bebiendo paulatinamente.
Conectó el televisor más bien para ver las informaciones
de las ocho, quería saber si hablaban del accidente que
ocurrió en la carretera y que aún todavía la policía no le
había dicho nada. Cuando llegaron a la página de
sucesos dijeron que los bomberos habían abandonado
por ese día la búsqueda del cadáver y que continuarían
al día siguiente buscando con plena luz del día. El
automóvil lo habían recuperado gracias a la grúa pero
estaba inservible, todo era chatarra. En esos momentos
sonó el móvil, Claire bajó el volumen del televisor y lo
cogió.

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- ¿ Diga ?.
- ¡ Buenas noches mi amor !, ¿ Estás escuchando las
noticias ?.

- Sí y precisamente están hablando del accidente, ¿ no te


parece raro que no hayan encontrado el cuerpo de ese
hombre ? - Respondió Claire con voz nerviosa.
- ¿ Que te ocurre ?, te noto rara, ¿ estás bien ? - Le
preguntó Gilbert preocupado.
- Me han sucedido cosas que por teléfono no te las
puedo contar - Dijo Claire bajando la voz.
- No quiero que me ocultes nada, ya sabes que si algo te
ocurre me presento rápidamente, ¡ dime lo que te
preocupa ! - exigió Gilbert.

- Cariño, te he dicho que no te lo puedo decir por


teléfono - Dijo Claire con voz más tranquila.
- ¿ Porqué ?, ¿ Qué secretos ocultas ?.
- Porque me están escuchando - Dijo con voz cortada.

- ¿ Quién ? - Preguntó Gilbert desconcertado.


- Cariño, te he dicho que no puedo decir nada - Dijo
Claire con paciencia.

- ¿ Quieres decir que no estás sola ?.


- Exacto, eso es.
- ¿ Te estás inventando algo para no decirme la verdad
de lo que te ocurre ? - Preguntó Gilbert algo enfadado.

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- Por favor cariño no me hagas más preguntas ahora -
Insistió Claire con voz cansada.
- Muy bien, pues este fin de semana voy a verte, aunque
no puedo porque tengo que estudiarme bien el examen
que tengo el lunes, pero estoy dispuesto a no aprobar si
no sé que te está sucediendo - Respondió Gilbert con
decisión.

- Prefiero de que estudies y que apruebes, pues este


cursillo es para ti muy importante, hace tiempo que lo
estás esperando - Dijo Claire negándose a que fuera.

- ¿ No puedes tu llamarme desde otro lugar que no sea la


casa ?, me quedaría yo más tranquilo.
- Mañana lo haré - Respondió Claire positivamente.
- De acuerdo, mañana espero tu llamada y cuídate
mucho, porque sólo te tengo a ti, mi amor. ¡ Que
duermas bien !.

- Buenas noches cariño - Se despidió Claire.

Cerró el móvil y lo dejó encima de la mesa.


Necesitaba irse a dormir pronto, porque al día siguiente
quería irse temprano al pueblo, pues tenía muchas cosas
que comprar. Apagó el televisor y también la luz del
salón y fue al piso de arriba y entró en su dormitorio.
Tenía tantas cosas que hacer que sólo de pensarlo se le
iban las ganas de tocar nada.

Desde el balcón de su dormitorio podía verse


la mansión de la colina, estaba iluminada la entrada por

66
una espesa luz. Claire miraba por detrás de los cristales
del balcón. ¿ Porqué la niña le había prohibido de que
fuera allí ? ¿ Qué era lo que se escondía ?. De hecho era
un lugar misterioso donde por la noche podrían suceder
hechos escalofriantes. Eso era lo que ella pensaba, y
recordó las palabras del guardabosques.

De pronto advirtió una figura oscura que no


pertenecía a la del ser humano. Estaba más abajo de la
casa y se dirigía a esta. La noche había llegado, la luna
estaba en su tercera fase para estar llena. Claire no era
miedosa pero sentía verdadero pánico con todo lo que le
había sucedido, estaba sóla en medio del campo y a
merced de lo que le quisieran hacer esos espíritus que
iban sin luz y dispuestos a hacerle la vida imposible.
Fue rápidamente hasta la mesita de noche y apagó la luz
de la lamparilla que reposaba encima. De nuevo volvió a
mirar por detrás de los cristales para ver si podía
advertir alguna forma de esa criatura que cada vez
estaba más cerca de donde ella estaba. Con la luz de la
luna que había le era imposible averiguar qué podría ser.
Necesitaba hablar con alguien, estar en la compañía de
otra persona, jamás se hubiese imaginado que lo iba a
pasar tan mal y con tanto miedo. Se dio cuenta de que
estaba temblando, que no podía controlar su cuerpo ni
sus emociones, tenía ganas de gritar con fuerza pero lo
evitaba para no ser más descubierta. Un ruido tremendo
la hizo reaccionar y dirigió su mirada latente hacia la
entrada del dormitorio. Por unos instantes el sonido
desagradable se había calmado, pensó que lo que fuera
se había ido de allí. Salió del dormitorio con cautela y se

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dispuso a bajar las escaleras sin hacer ruido, cuando
estuvo abajo miró de lejos por la cristalera del pasillo,
parecía que todo estuviera en calma. Más confiada se
fue acercando poco a poco a la cristalera para mirar de
cerca, que era lo que se podía ver en el jardín y los
alrededores. Miraba confiada y de inmediato saltaron
sobre los cristales dos perros lobos, con las mandíbulas
abiertas, mostrando sus colmillos largos y afilados, los
ojos en la noche les brillaban como cuchillos de dos
filos. Estaban abiertos de patas y de manos queriendo
traspasar los cristales.

Claire aterrorizada se echó hacia atrás y chocó


con la pared quedándose inmóvil. De su garganta salió
un grito desgarrador y seguidamente otro. En esos
instantes no sabía que hacer, su mente se había quedado
vacía de pensamientos. Los dos perros arañaban los
cristales tratando de romperlos. Claire en esos instantes
lo único que pensó fue de subir al dormitorio y
encerrarse con llave. Sin dejar de mirar a los dos
animales subió las escaleras tropezando con los
escalones varias veces, cuando llegó al último escalón
cayó de rodillas al suelo, hizo un gesto de dolor pero se
puso en pie rápidamente, entró en el dormitorio cerrando
la puerta tras de sí y echando dos vueltas de llave. Se
quedó de pié detrás de la puerta con la respiración muy
agitada, puso su mano derecha en el corazón tratando de
calmarse. Los dos perros lobos todavía seguían lanzando
aullidos desgarradores queriendo a la fuerza romper con
sus cabezas y manos la cristalera.

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Claire estaba con el semblante rojo a punto de
estallarle, tenía una calor que no la podía resistir, se
dirigió hasta el balcón y abrió las puertas de par en par,
necesitaba con urgencia tomar aire porque se estaba
asfixiando. Se cogió a los hierros de la barandilla y
cerró los ojos tratando de aspirar todo el aire posible que
pudiera. Se escucharon voces de varios hombres que
gritaban. Claire abrió los ojos espantada de nuevo y
miró en la dirección que se oían. Vio que venían
corriendo dos hombres hacia su casa llevando cada uno
en la mano un palo grueso. Ella sintió miedo por los dos,
se iban a enfrentar a dos fieras rabiosas que sólo
deseaban poder devorar a quien se pusiera por delante,
no apartaba la mirada de ellos, iban llegando a donde
estaban los animales que con los ladridos que daban y
aullidos no se habían percatado de la presencia de los
hombres, hasta que no estuvieron muy cerca y por las
voces que iban dando contra los dos animales uno decía
con voz desgarrada.

- ¡ Hay que darles muerte a estas dos bestias !, no los


podemos dejar con vida, pues acabará con nosotros dos.

- Tenemos que tener mucho cuidado porque están


rabiosos - Dijo el otro mientras que levantaba con fuerza
el palo que llevaba en la mano.

Claire miraba toda esa escena con espanto


porque se anunciaba que iba a suceder algo terrible. Ella
gritaba a los hombres para que la oyeran, pero con el
griterío que había de ellos y de los perros su voz no se

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oía. Los quería avisar del peligro que estaban corriendo
enfrentándose a los dos animales sólo con un palo.

Claire no pudo retener un grito cuando los


hombres se acercaron por detrás a los perros y
empezaron a pegarles golpes en el lomo, mientras que
lanzaban por sus bocas palabras de locura y
desagradables.
Los perros al sentirse atacados por las espaldas
se giraron, uno con sus largos colmillos cogió el palo de
uno de los hombres y se lo quitó de las manos y
seguidamente y rápido como un rayo se tiró a él
rasgando las mangas de la chaqueta. Se le tiró al pecho y
le rompió la camisa mordiéndole el vientre. Este hombre
había perdido todo control con el animal, las manos las
tenía ensangrentadas daba gritos pidiendo auxilio.

Su compañero trataba de mantener con el palo


al otro perro a una distancia de la suya, no tenía tiempo
de mirar a su compañero porque con un sólo descuido
sería presa del animal con el que mantenía la lucha.
Claire estaba desesperada de presenciar todo el
horror que estaba ocurriendo, no podía hacer nada, por
un instante pensó de llamar a la policía, pero se acordó
que el móvil lo había dejado abajo, encima de la mesa
del salón, también el teléfono estático estaba en el
mismo lugar. Tenía que abrir la puerta del dormitorio y
bajar las escaleras, pero si lo hacía se encontraría de
lleno con el peligro que había, estaba aterrorizada, ¿ Y si
los cristales de la galería los rompían ?, se dijo para sí.

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- ¿ Porqué no viene nadie a socorrer a estos dos
hombres? - Decía gritando.
Al fin no lo pensó más y abrió la puerta del dormitorio
con mucho miedo y se asomó por encima de las
escaleras para ver el peligro que había desde allí, pronto
se dio cuenta que tenía que seguir encerrada por el
peligro que corría fuera. Pues los cristales se iban
bamboleando haciendo chasquidos fuertes.
Entró en el dormitorio con las manos puestas en la
cabeza buscando una solución. La luz de la mesita de
noche hacía un rato que la había apagado y dentro no se
veía nada, sólo se escuchaban los gritos desesperados
que daban los dos hombres y el rugir de los perros, ellos
querían huir y no podían porque estaban cogidos por las
garras de los animales. Claire estaba segura de que no
debía pasar mucho tiempo para que los animales
devoraran a los dos hombres. Estaba desesperada, había
perdido hasta la razón, pues en su mente ya no le
entraban ideas, el miedo que sentía era aterrador.
Reaccionó de un modo inesperado y encendió la luz de
la lámpara que colgaba del techo, de esa manera había
luz en el jardín porque salía por el balcón, corrió para
mirar y se cogió a la barandilla mientras que le gritaba a
los perros.

- ¡ Fuera de aquí !, ¡ iros lejos !.

Vio que bajaban por el monte tres hombres que venían


corriendo y llevando en sus manos palos largos y en el
extremo un aro de alambre grueso para poder atraparlos
por el cuello a los dos animales. Cuando estuvieron

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cerca, los perros se percataron de lo que los hombres le
querían hacer, y huyeron corriendo sin dejar rastro.
Claire fue a prisa hasta la puerta del
dormitorio y la abrió, bajó las escaleras rápidamente y
dirigiéndose a la puerta de la casa la abrió, y encendió la
luz de fuera, salió y fue a donde estaban los cinco
hombres. Los tres últimos que habían llegado trataban
de incorporar a los otros dos que habían sido atacados
por los perros.
Claire les dijo con la cara descompuesta.

- Entren dentro para lavarles las heridas.


- Señora es mejor que llame usted a una ambulancia, no
sabemos que heridas tienen - Respondió uno de los
hombres.
- Sí desde luego, ahora mismo voy - Dijo Claire
enérgicamente entrando en la casa.

Los hombres se quedaron fuera comentando lo sucedido,


los dos heridos se quejaban de las mordeduras.
Claire volvió a salir y dijo más animada.

- La ambulancia viene enseguida, eso es lo que me han


dicho.

Uno de los hombres que vino en ayuda le recriminó a


Claire.

- ¿ Porqué no llamó a la policía cuando vio lo que estaba


pasando ?.

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- Cuando vi a los dos perros que arañaban los cristales
queriéndolos romper, me llene de terror y me fui al piso
de arriba encerrándome en mi dormitorio con llave, el
móvil lo olvidé aquí abajo - Respondió Claire desolada.

- ¿ Sabe que los perros los podían haber matado ? -


Siguió recriminando el hombre con insistencia.
- Créame, no pude hacer otra cosa, el miedo se apoderó
de mi de tal manera que por un instante no sabía yo
quién era. ¿ Estos perros pertenecen a la casa que hay
arriba ? - Preguntó Claire.

- Sí, son los que guardan la entrada de la gran mansión,


y de pronto sin saber porqué se escaparon y vinieron
hasta aquí - Respondió el hombre con pesadumbre.

- Venían a atacarme a mí, o a la casa, ¿ Porqué ? -


Preguntó Claire con miedo.
- Por aquí suceden cosas muy extrañas, ¿ Vive sola ? -
Le preguntó otro de los hombres que se ocupaba de uno
de los heridos.
- Así es, pensaba yo que no sería miedosa pero me doy
cuenta que estaba equivocada - Dijo Claire con
resentimiento.
- Señora, ¿ Está usted al corriente de que los propietarios
que habían antes se fueron porque sucedían hechos
difíciles de explicar ?, fueron cosas que jamás contaron
a nadie por miedo a las represalias - Dijo al mismo
tiempo que afirmaba.

- Lo sé - Respondió Claire convencida.

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- ¿ Lo sabe ? ¿ Quién se lo ha dicho ? - Preguntó el
hombre extrañado esperando una respuesta.
- ¿ Quién... vive en la casa de arriba ? - Preguntó Claire
desviando la pregunta.
- El señor Montsir, pero no me ha respondido a lo que le
he preguntado, ¿ De quién tiene usted miedo?.

En aquellos momentos se escuchó la sirena de la


ambulancia haciendo presencia. Bajaron un médico y un
enfermero y fueron rápidamente a ver que heridas tenían
los dos hombres. Decidieron llevárselos al hospital para
ser curados allí.

Cuando se fue la ambulancia, el mismo


hombre que estaba hablando con Claire le aconsejó.

- Es mejor que no viva usted aquí, porque un día la van


a encontrar... de mala manera, hágame caso que sé lo
que digo. ¡ Buenas noches señora ! - Se despidieron de
esta manera los tres hombres llevándose consigo todas
las herramientas que habían llevado.

Claire entró en la casa muy preocupada, miró el reloj de


pulsera y marcaba la una y media de la madrugada. No
tenía sueño, con todo lo sucedido se le había quitado y
tenía que ir al pueblo a la mañana siguiente, era
necesario que conociera a más gente, aparte de todas las
compras que quería hacer. Tampoco se podía quitar de
la mente a la niña cuando le dijo que estaba por toda la
casa, sabía con seguridad que la estaba vigilando por
algún rincón del dormitorio o donde ella estuviera.

74
Se dirigió al salón y cogió el teléfono móvil
por si algo pudiera ocurrir, ya no iba a pasar más lo de
antes e iría con él a todas partes. Apagó la luz del salón
y llegó a la galería, miró por los cristales para ver si veía
algo raro, después de comprobar de que todo estaba en
calma fue subiendo las escaleras despacio una por una.

Cuando llegó al piso de arriba apagó la luz de


la galería y entró en el cuarto de baño. Se estuvo
lavando los dientes y seguidamente después hizo un pis.
Se fue directamente al dormitorio y encendió la
lamparilla de la mesita de noche, cerró el balcón y
rápidamente se acostó.

Habían dos grillos que no paraban de cantar,


esto no le quitaba el sueño sino lo contrario, nada más
echarse en la cama se quedó dormida.
El dormitorio estaba oscuro pero por los
cristales del balcón entraba la luz de la Luna en su
tercera fase. Se oía perfectamente la respiración de
Claire de cómo dormía. Se formaron a su alrededor
muchos ojos grandes que vigilaban y miraban cómo era
su sueño.
Uno de estos ojos se acercó a su rostro y la
observó de muy de cerca. Los demás ojos que habían
empezaron a pelearse, pertenecían a un cuerpo pero no
lo querían mostrar, sólo enseñaban los ojos y se
paseaban por todo el dormitorio. Este ojo que se había
puesto muy cerca del rostro de Claire, anunció a los
demás, que lo hacía porque quería saber que era lo que

75
Claire pensaba y también lo que soñaba. La discusión
que se formó fue grande, todos iban en contra del ojo
que miraba a Claire. Según los otros que la miraban
cómo dormía Claire pertenecía a la niña porque era la
que la había visto primero. Se decían insultos, palabras
groseras y se maldecían de un modo que daba
escalofríos de oírlo, las palabras que utilizaban era de lo
más sucio. Los gritos que daban eran tantos y fuertes
que despertaron a Claire que dormía plácidamente. Se
movió en la cama y se cambió de postura dándose la
vuelta.
Se escuchó una voz desagradable que dijo.

- ¡ Susssch !, bajar la voz.

Cuando se cansaron de mirar a Claire se fueron todos


del dormitorio saliendo a través de los cristales del
balcón.
La radio despertador se activó dando las
informaciones, Claire se despertó y miró el reloj, dijo
con cara de sueño.

- Son las nueve, tengo que levantarme porque hoy es un


día de mucho trabajo.

Saltó de la cama haciendo un estiramiento de brazos


mientras que miraba por los cristales del balcón el día
que hacía. Se anunciaba un día gris pero no parecía que
fuera a llover, el cielo estaba cubierto de nubes blancas
que iban corriendo a una gran velocidad.

76
Salió del dormitorio y entró en el cuarto de
baño y tomó una ducha de agua templada. Cuando hubo
acabado no se detuvo para mirarse en el espejo que
estaba encima del lavabo porque aún tenía en su mente
la visión de la niña, la había dejado traumatizada pero
quería hacerse la valiente, no podía mostrar que sentía
un gran pavor, porque la niña estaría mirándola por
algún lugar de la casa. Le tenía preparada una sorpresa
que la dejaría sin fuerzas para actuar. Ese mismo día
empezaba la guerra entre ellas dos.

Bajó a la cocina y puso agua a calentar en una


tetera de aluminio, en una taza depositó la última bolsita
que quedaba de té, y en la cocina fue bebiéndolo a
pequeños sorbos, cuando la acabó depositó la taza
dentro del fregadero, y subió a su dormitorio para
vestirse. Eligió un vestido color hueso de poco escote y
de mangas largas. Se retocó los labios y los cabellos,
cogió su bolso y las llaves de su automóvil y bajó las
escaleras rápidamente dirigiéndose a la puerta, cuando
estuvo fuera cerró con dos vueltas de llave. Fue al garaje
y entró en su automóvil, dando marcha atrás, y se dirigió
a la carretera que conducía a Fontaine Bleau.

77
5

Llegó a la gasolinera que se encontraba a la


entrada del pueblo y pidió que le llenaran el depósito de
gasolina, pagó con tarjeta y se fue al centro. Allí
también era difícil de aparcar, habiendo automóviles que
ocupaban todas las líneas de las calles, estuvo dando
vueltas por varios sitios hasta que al final encontró en
una plaza. Era grande y las tiendas abundaban.
Primeramente se fijó en una que era de televisores y de
radios, esto era lo que Claire iba buscando aparte de
otros géneros que los conseguiría en otros comercios.
Entró en la tienda de electrodomésticos y
pronto vino un empleado y amablemente le preguntó.

- ¡ Buenos días señora !, ¿ Qué desea ?.

Claire miraba distraída por todas las estanterías del


comercio buscando lo que quería comprar. Se fijó en
una, donde sólo habían radios eléctricos y de pilas y fue
hasta ese departamento. El empleado la seguía detrás
con resignación. Volvió a preguntarle de nuevo.

- ¿ Ha visto ya lo que desea comprar ?.


- ¡ Oh !, no me había dado cuenta de que estaba usted
aquí - ¿ Tienen cinco aparatos de radio como ese ? -
Preguntó Claire señalando uno que hacía de largo
quince centímetros y siete de ancho.

78
- Creo que cinco no tenemos pero dos ó tres es posible -
Respondió el empleado extrañado.

Claire advirtió el gesto que hizo de levantar las cejas y


le preguntó.

- ¿ Es difícil lo que pido ?.


- Bueno señora un poco sí, porque nadie nos pide esa
cantidad, al menos que sea una demanda por antelación,
pero si necesita cinco que sean iguales, la semana que
viene los tendrá - Respondió el empleado suavemente.

- Los quiero hoy mismo, si no los tienes todos del


mismo tamaño, me llevaré otros aunque no sean iguales,
eso no importa - Dijo Claire acercándose a otro tamaño
más grande.

- Es posible que pueda reunir cinco radios de diferentes


tamaños, espere por favor unos minutos para que vaya
otro empleado a mirar en el almacén - Respondió el
dependiente y seguidamente fue hasta otro obrero que
estaba abriendo cajas y sacando utensilios eléctricos y le
dijo lo que tenía que ir a buscar.

Claire mientras tanto iba por todas las estanterías


mirando el género que allí se vendía.
Habían pasado diez minutos cuando el dependiente la
llamó. Encima del mostrador habían cinco aparatos de
radios de tres modelos diferentes, él le dijo.

- Es lo que hemos podido conseguir - ¿ Qué le parece ?.

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- Perfecto, ahora póngale pilas a todos - Dispuso Claire.

El dependiente se puso a hacer lo que Claire había


mandado. Cuando estuvieron todos empaquetados,
extendió el empleado la factura diciendo.

- Señora son cuatrocientos francos, ¿ Cómo va a pagar


en efectivo o con tarjeta ?.

- Con tarjeta - Respondió Claire mientras que la sacaba


de su bolso junto con su carnet de identidad y se la
entregaba.

- ¿ Hay que llevar este paquete a algún lugar ? -


Preguntó el dependiente.

- Sí, a mi automóvil, venga conmigo por favor.

Claire salió de la tienda seguida del dependiente que


sostenía entre sus dos manos el paquete con las radios.
Llegó al automóvil y abrió el cofre y le dijo al
dependiente.

- Puede dejarlos ahí dentro y gracias por las molestias -


Dijo Claire amablemente.

El dependiente depositó el paquete dentro del cofre y


seguidamente entró en la tienda.
Claire se dio la vuelta para mirar todos los comercios
que habían y se fijó en uno que era de alimentación.
Cruzó la plaza y decididamente entró. En una silla había

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sentada una señora de mediana edad que tenía sobre su
regazo durmiendo dos cachorros de perritos, uno era
negro y el otro blanco con manchitas marrones. La
dependienta dejó con cuidado a los dos cachorros sobre
la silla y dijo a la clienta que acababa de entrar.

- Buenos días señora.


- Buenos días - Dijo Claire mirando los cachorros -
¿ Qué tiempo tienen ? - Preguntó Claire sonriendo
mientras que se acercaba a ellos para acariciarlos.

- Apenas tres meses, ¿ Son felices no es cierto ? - Dijo la


mujer mirándolos tiernamente.
- Si realmente lo son, son una preciosidad - Respondió
Claire mientras que acariciaba con cuidado la cabecita
de los dos.

- Hay uno que quiero dar - ¿ Conoce a alguien que lo


quiera ?.
- ¿ Realmente quiere regalar uno ? - ¿ Son de usted ?.
- De un hijo mío, tiene una perra que ha tenido cinco
cachorros, tres los ha regalado él, y estos dos que ve
aquí, el negrito que es macho quiero quedármelo yo, y la
blanquita que es una hembra se la quiero dar a alguien
que cuide bien de ella - Respondió la dependienta con
sinceridad.

Claire cogió a la hembra en brazos, la miraba con


dulzura y besó dos veces su cabecita, era tierna y
maravillosamente delicada, parecía que fuera de
peluche, y desprendía todavía olor a leche, seguramente

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de la madre. Claire no evito poder estrecharla contra su
pecho. Estaba decidida a quedársela, necesitaba la
compañía de la perrita, seria su alegría.

- Me quedo con la perrita - Dijo Claire decididamente.


- Estaré tranquila de saber que la tiene usted - Dijo la
dependienta contenta y sonriendo - Me gusta usted
porqué se le ve una gran señora ¿ No es del pueblo
verdad ?.

- Soy parisina, y hace solamente un día que vivo en una


casa que está en el campo, a diez minutos de aquí en
automóvil.
- ¿ Por qué lugar está ? - Preguntó la dependienta
frunciendo el entrecejo.
- Por un camino ancho que conduce hasta la estación del
tren. La casa donde vivo tiene el nombre marcado en la
fachada se llama villa Clunix.

- ¿ Ahí vive usted ? - Exclamó la dependienta con cara


de espanto.
- Por lo que se ve conoce bien la casa, ¿ Sabe usted que
es lo que ocurre dentro y fuera de la vivienda ? -
Preguntó Claire con deseos de saber mucho más.

- En esa casa exactamente no sé que es lo que ocurre, el


matrimonio que vivían la pusieron en venta hace un año,
los dos venían a comprar aquí y se les veían gente
buena, pero muy reservados, hablaban lo mínimo,
compraban lo que necesitaban y se iban.

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- ¿ Sabe quien vive en la gran mansión que hay en la
colina ?.
- Un señor rico que todos lo conocemos por el nombre
de señor Montsir. Es un hombre misterioso que esconde
cosas extrañas, se dice que tiene poderes para hacer
daño a quien se le atraviese por medio - Respondió la
dependienta hablando despacio y acercándose al oído de
Claire.

Claire seguía con la perrita en sus brazos y la fue a


poner en el asiento de la silla junto al otro cachorro,
pues se había quedado dormida.

Estaba interesada en lo que la dependienta le estaba


contando y quería saber más sobre el señor Montsir y
apoyando los brazos en el mostrador le preguntó.

- ¿ Conoce a este señor ?.


- Claro por supuesto, he nacido aquí en Fontaine Bleau y
él también, hace como veinte años que hizo construir la
gran mansión en lo más alto del monte rodeado de altos
pinos. Quien sabe mucho más de él es el guardabosques,
el hombre siempre tiene miedo y no quiere hablar -
Respondió la dependienta llevándose una mano a la
garganta como queriéndola proteger.

- Anoche....,anoche ocurrió algo terrible con..., dos


perros lobos. Intentaron entrar en mi casa como dos
fieras salvajes. Vinieron a cogerlos dos obreros del
señor Montsir y pobres hombres cómo quedaron de las
mordeduras que les hicieron. Llamé a la ambulancia y se

83
los llevaron al hospital para curarlos de las heridas -
Dijo Claire con miedo a que alguien más la oyeran.

- Es que según me ha dicho un obrero que ya no trabaja


para él, porque se tuvo que ir por causas que jamás
contó, él es quien ha amaestrado a los perros para que
ataquen y devoren a quien se acerque a su mansión, pero
usted si lo ve en alguna ocasión no le diga nada de esto,
porque va tras de su presa - Respondió la dependienta
poniendo cara de espanto.

- No por favor, puede usted dormir tranquila que aunque


hablara con él, no le mencionaría nada de esto.

- Eso es, y es mejor conversar con él amigablemente, de


todas maneras son vecinos y los únicos que viven en ese
lugar, ¿ Me entiende ? Hace un año que murió su
esposa y su hija en un accidente de automóvil cerca de
aquí, en una curva que hay antes de llegar a la
gasolinera - Dijo la dependienta moviendo la cabeza
tristemente.

- ¿ Cuando dice que ocurrió el accidente ? - Preguntó


Claire con el semblante transformado.
- Año y medio o, va para dos - Respondió la
dependienta afirmativamente.

- ¿ Qué edad tenía la niña ?.


- Yo no la llegué a conocer, pero creo que entre seis a
siete años, eso es lo que me han comentado.

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Claire se quedó sin palabras, dio unos pasos con
nerviosismo, la tendera la observaba extrañada sin saber
que decir y haciendo un gesto con su mano derecha le
preguntó.

- Señora, ¿ Le ha molestado que le hablara del


accidente?.
- No, sólo estoy emocionada por lo que ocurrió -
Respondió Claire algo más tranquila.
- Bueno no voy hablarle más de este tema y dígame que
es lo que quiere - Dijo la dependienta dispuesta a
despachar.

Claire abrió el bolso y sacó una lista de todo lo que


necesitaba y se la entregó a la dependienta diciéndole.

- Todo esto necesito.

La dependienta con la lista en la mano empezó con


agilidad a poner encima del mostrador los paquetes de
alimento que habían apuntados. Cuando hubo acabado
lo fue metiendo en dos bolsas grandes de plástico.
Seguidamente hizo la cuenta y dándosela a Claire
amablemente le dijo.

- Son ciento cincuenta francos por favor.

Claire sacó de su bolso el billetero y le entregó esa


cantidad a la dependienta - esta preguntó.

- ¿ Se queda usted con la perrita ?.

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- Por supuesto que sí, las dos nos necesitamos - ¿ Qué le
da de comer ?.
- Come de todo, tiene una boca que devora lo que le
pongan, hace pocos días que les estoy dando este pienso,
que es fundamental para su crecimiento - Dijo la
dependienta al mismo tiempo que alcanzaba un paquete
de una estantería.

Claire cogió a la perrita entre sus brazos mientras que la


mimaba de caricias.

- ¿ Donde tiene el automóvil para que le lleve las dos


bolsas? - Preguntó la dependienta.
- Está en frente, ¿ Ve ese automóvil gris ?.

Claire se adelantó para llegar hasta el coche. Abrió el


maletero y señalándole a la dependienta le indicó.

- Ponga las bolsas junto a esa caja grande por favor.

La dependienta se acercó a la perrita y le dijo mientras


que besaba su cabecita y la acariciaba.

- Te voy a echar mucho de menos princesa, pórtate bien


- Y dirigiéndose a Claire le dijo amablemente.
- Señora espero volver a verla pronto por mi tienda y
encantada de haber hablado con usted, tenga mucho
cuidado allí arriba, no es que le quiera meter miedo, sino
que hay que tener precaución.

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- La tendré, no se preocupe, es posible que dentro de
poco tiempo vuelva para contarle algún suceso -
Respondió Claire con resignación.

La dependienta hizo otra caricia a la perrita y regresó a


la tienda. Se quedó en la puerta mirando como Claire
arrancaba el automóvil y se iba de allí.

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6

A los diez minutos llegó a su casa, paró el automóvil


delante de la puerta y lo primero que hizo fue salir con
la perrita en brazos y la dejó en el jardín para que
corriera y conociera su nuevo hogar. Manifestaba su
alegría corriendo por entre la hierba y las flores y
oliéndolo todo, se paraba hasta en una piedrecita
pequeña. Se fue alejando mientras corría detrás de una
hoja caída de un árbol.

Cuando Claire hubo metido toda la compra en la casa


salió fuera para coger a la perrita. No sabía cómo
llamarla porque no le había puesto nombre. De pronto
le vino a la mente el nombre de Luna, le gustó. Luna era
un nombre bonito para una perrita, además que ella era
blanca como la nieve y las orejitas blancas y marrones,
las orejitas le colgaban a lo largo de su carita y estaba
graciosa.
- ¡ Luna ! - ¡ Luna ! - Repetía Claire su nombre para
llamarla, la iba buscando al mismo tiempo. La vio que
subía corriendo por el monte - ¡ Luna ven aquí !.
Fue Claire quién tuvo que ir corriendo para cogerla
antes de que subiera más arriba. Cuando la llegó a
alcanzar la cogió entre sus brazos, le dijo mientras que
jugaba con ella.

- No puedes separarte de mi lado, ¿ Lo vas a


comprender?.

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Entró dentro del automóvil con Luna y la dejó sentada
en el asiento continuo, mientras metía el automóvil en el
garaje.

Entró en la casa y dejó a Luna sentada encima de un


sillón mientras que hacía algo de comida, pero antes
abrió la caja donde estaban los transistores, cogió uno,
lo puso encima de la mesa de la cocina y lo conectó con
radio Montecarlo, esta emisora le chiflaba por todas las
canciones bonitas y buenas que ponían durante el día.
La melodía que se estaba transmitiendo la cantaba
Christophe, Aline. Subió el volumen de la radio. Claire
iba cantando la canción al mismo tiempo que el
cantante.

Se disponía a preparar arroz con verduras


cuando escuchó un golpe en el salón. La perrita se llenó
de miedo y se le escuchaba como lloraba. Claire la fue
a buscar y se la llevó a la cocina dejándola en el suelo
junto a ella, el pobrecillo animal estaba temblando. Luna
se puso de pie y con sus manecitas se cogía a la pierna
de Claire diciéndole que quería estar en sus brazos. Ella
la miró y le dijo.

- Cariño mío, ahora no te puedo coger, cuando acabe de


hacer la comida comeremos las dos. ¿ De acuerdo ?.
Luna no entendía lo que Claire le quería decir, seguía
llorando y queriendo subir en sus brazos.
En el salón se oyó un golpe fuerte de algún objeto
grande que se había estrellado contra el suelo. Se dio
prisa para ver que era y vio que estaba, hecho cisco un

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gran jarrón que servía de adorno, y que en su interior
habían flores altas y secas. Al ver esto Claire se
enfureció y fue corriendo a la cocina donde había dejado
la caja con los transistores, los sacó todos. El que había
puesto en el cocina se oía alto. Puso otro en el salón en
la misma emisora, también el volumen estaba al
máximo. Todo lo hacía rápidamente, pues no tenía
tiempo que perder. Y los otros los repartió en los
dormitorios de los invitados, en el piso de arriba. Entró
en su dormitorio y conectó la radio despertador, y el
volumen lo subió al máximo. Al sótano era la primera
vez que bajaba sola, pero estaba llena de valor y quería a
todo coste terminar cuanto antes con tanta insolencia
que había por parte de ese espectro cruel, y cómo se
había dado cuenta que la niña se alojaba en ese lugar, la
última radio que le quedaba la fue a poner allí. La casa
parecía que tuviese altavoces, hasta las paredes
retumbaban, pero quería probar de este modo para ver si
llevaba alguna ventaja.

Luna era muy pequeñita y miedosa, ante tanto alboroto,


como habían tantas emisoras a la vez, lloraba y corría
detrás de Claire asustada.

Había un baúl cerrado y viejo, puso encima la


radio. Al otro extremo del sótano había una silla de
madera llena de carcoma, y muchos trastos que no
servían, en una de las paredes había apoyado un espejo
viejo y manchado. El ruido que había era insoportable,
incluso Claire no lo podía aguantar, pero estaba obligada
a hacerlo, a ver si de una vez por todas la niña

90
abandonaba la casa. No quiso pararse más y subió las
escaleras rápidamente, apagó la luz y cerró la puerta del
sótano.
Luna la estaba esperando llena de pánico, su
cuerpecito temblaba aceleradamente, la cogió entre sus
brazos y la protegió contra su pecho. Al instante recordó
que le había prometido la noche anterior a Gilbert que lo
llamaría para contarle muchas cosas malas que le había
sucedido. Dentro del bolso estaba su móvil, quería
cogerlo y salir fuera de la casa para llamarlo, fue al
salón, el bolso se lo encontró abierto, miró dentro y vio
que el móvil le había desaparecido. Claire se desesperó
y lanzó al aire un grito desgarrador - ¡ Noooooo !.

-¡ No podrás conmigo espectro repugnante y asqueroso!,


y no me iré de esta casa, ¡ Porqué es mía ! ¿ Me oyes ?.

En ese mismo instante el bolso voló por lo alto del salón


mientras que se iba vaciando por los aires cayendo al
suelo todos los objetos que habían dentro. Un cuadro se
descolgó de la pared e iba lanzado a la cabeza de Claire.
Ella se agachó y le pasó rozando.

Salió corriendo de la casa con la perrita en brazos y fue


a sentarse sobre el tronco de árbol que había frente de la
casa. Claire estaba desesperada sin saber que iba a
hacer, en su mente se acumulaban un montón de ideas,
todas destructivas hacia esa niña que le estaba haciendo
la vida imposible. Miró a la fachada blanca de la casa,
porque en la pared se estaban formando letras grandes,

91
hechas con carbón. Iba leyendo - Déjame vivir aquí, te
prometo que te dejaré tranquila.

Claire leía una y otra vez aquellas frases, aterrorizada


más de lo que ya estaba. ¿ Cómo iba a vivir con un
espíritu destructor y que se manifestara en cualquier
momento ? - pensaba para sí. Era desconcertante lo que
le estaba sucediendo, no había conocido un caso similar,
y también para ella era la primera vez que se enfrentaba
a un espíritu tan indeseable.

De pronto se escucharon golpes de metales


que se rompían contra el suelo y al poco tiempo los
transistores cesaron de emitir, y todo quedó en silencio.
Claire se puso de pie mientras que miraba en el interior
de la casa para ver que era lo que había sucedido. Estaba
segura que la niña la engañaba con el mensaje que le
había escrito en la pared. Necesitaba entrar y hacer lo
que tenía previsto para comer. Luna la miraba con carita
de inocencia, estaba pegada a su pecho, allí se
encontraba protegida.

Claire avanzó unos pasos para entrar dentro de la casa,


pero Luna no quería, lo manifestaba llorando, y
mostrándose inquieta.

- ¡ Buenas tardes señora !.

Claire se estremeció dando un brinco y un ligero


chillido, se giró para ver quien era y delante estaba el
guardabosques, la miraba con ojos de ternero degollado,

92
mostrando su enorme vientre que le molestaba para
caminar. Se alegró de verlo por el momento tan fatal que
estaba pasando.

El guardabosques se acercó a la perrita y con la mano


pequeña y dedos gruesos la quiso acariciar. Claire se
movió hacia un lado para que no la llegara a tocar. Ese
hombre le daba repeluzno, transmitía suciedad, también
la olor que desprendía era de abandono, y de no lavarse
lo suficiente.

- Tengo un gran problema - Dijo Claire.


- La creo pero yo no soy el adecuado para poderla
ayudar, ¿ Sabe que siempre nos están vigilando ? -
Respondió el guardabosques bajando la voz.
- Mire lo que hay escrito en la fachada de la casa - Le
sugirió Claire para que mirara.
- ¿ Qué hay ?. Yo no veo nada - Respondió el
guardabosques levantando los hombros.

- ¿ Me lo dice en serio ? - Preguntó Claire confusa.


- Ya le dije la otra vez que nos vimos que aquí pasan
cosas raras, malas y muy raras.
- ¿ Qué sabe usted del accidente que tuvieron la esposa
y la única hija que tenía el señor Montsir ?.

- Le ruego que me perdone pero tengo que irme -


Respondió el guardabosques asustado.
- ¡ Por favor ayúdeme !, me encuentro en un rincón sin
salida. Dígame, ¿ donde están enterradas la madre y la
hija ?.

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- En el cementerio, como todo el mundo - Respondió
con voz medio cortada.
- Dígame la verdad y no tenga miedo, es necesario que
yo lo sepa.
- ¿ Por qué ?, ¿ Qué piensa usted hacer ?.
- No se lo puedo decir, pero necesito saberlo.

- ¿ Sabe usted que si hablo un poco me cortan la cabeza


a distancia ? - Dijo con el semblante blanco y los labios
morados de miedo.

- ¿ Están enterradas cerca de la gran mansión ? -


Preguntó Claire segura.
- ¡ Si !.
- ¿ Dónde ?.
- Pues en el cementerio, pero por favor no diga nada,
porque tanto usted como yo lo vamos a pagar caro. El
señor Montsir es cruel desde que ocurrió este accidente,
y en su mente sólo hay una idea, matar también.
- ¿ Cuanto tiempo hace que trabaja para él ?.
- Va para once años, me hubiera gustado que lo hubiese
conocido antes de pasar esta desgracia. Era un señor
educado, correcto y cortés. Ahora apenas si se le puede
hablar, mira con desprecio y con rabia, todos los obreros
que trabajamos para él, le tenemos miedo y apenas lo
podemos mirar a los ojos, porque nos maldice -
Respondió el guardabosques con terror.

- ¿ Sabe algo de los dos hombres que anoche fueron


mordidos por lo perros ?.

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- Señora, me está haciendo preguntas que yo no quiero
responder, ¡ Si supiera el miedo que siento en estos
momentos ! no me preguntaría nada, tampoco para usted
es bueno de que sepa tanto acerca del señor Montsir -
Dijo con pavor.

- ¿ Porqué razón ? - Le preguntó Claire con astucia.

El guardabosques fue dando la vuelta con la mirada por


todos los alrededores, se quedó fijamente mirando la
gran mansión. Sacó del bolsillo de su pantalón de pana
un pañuelo a medio ensuciar, y llevándoselo a la cara
secó la sudor que le corría por la frente y las mejillas,
acabando por la garganta. Miró fijamente a Claire y le
respondió con voz algo temblorosa.

- No ... tendría que contarle esto porque hay oídos por


todas partes y ojos también que vigilan las veinticuatro
horas todo lo que se hace y se dice cerca de aquí. No
tendría usted que saber lo que el señor Montsir hace
porque es el demonio quien actúa a través de él, créame
que le estoy hablando con sinceridad.

- ¿ Porqué le tiene tanto miedo ? ¿ Todos le temen de la


misma manera que usted ? - Le preguntó Claire con
sagacidad.
- Yo aún trabajo fuera de la casa. Vigilando el bosque,
porque las tres partes de lo que ve aquí le pertenece,
pero quien menos suerte tienen son los cinco hombres
que le trabajan el jardín que rodea toda la casa, los trata
peor que a sus perros, para cada uno tiene un insulto, y

95
no digamos el personal que trabajan dentro - Dijo
mirando por todo su alrededor con inquietud.

- ¿ Porqué no se despiden y se van a trabajar a otro


lugar? - Le preguntó Claire con indignación.
- Es fácil para usted decir esto, porque no lo conoce. No
hace mucho se fue un obrero porque le hacía la vida
imposible, pero al cabo de los seis meses se volvió loco
y al poco tiempo murió. Todo el pueblo sabe algo de lo
que ahí arriba ocurre, pero no la totalidad. Ni yo ni otro
de los obreros queremos correr ese riesgo, ¿ Me
comprende ?.

- ¿ Tantos poderes tiene el señor Montsir ? - Le preguntó


Claire con picardía, pues lo quería saber todo acerca del
señor que vivía en la gran mansión.
- ¡ Bueno !, usted es que no sabe nada - Respondió el
guardabosques mientras que se santiguaba.
- Me han hablado de él, como un gran señor amable y
sonriente.
- Porque lo debieron conocer antes de que murieran su
mujer y su hija. Es más, y es lo último que le voy a
decir. Cuando ocurrió el accidente hizo traer de África a
un hechicero y hace más de un año que vive en la gran
mansión - Dijo mientras que su cuerpo temblaba de
escalofríos.

El rostro de Claire se transformó al escuchar esto, su


nerviosismo fue tanto que no se dio cuenta que tenía
abrazada contra su pecho a la perrita, y la estrujó
fuertemente. Luna dio varios chillidos de dolor, fue

96
entonces que se dio cuenta de su reacción y aflojó las
manos, y besó su diminuta cabecita. El guardabosques
observó lo sucedido y le dijo señalando a la perrita.

- ¡ Le ha hecho usted daño!, también, usted está


sintiendo el terror en su cuerpo, y eso que no sabe nada.
Tengo que continuar, que tenga usted señora un buen
día - Dijo el guardabosques despidiéndose.

Claire se quedó de pie sin poder pronunciar palabra.


Necesitaba entrar dentro de la casa y tenía que entrar, la
comida se la había dejado a medio hacer, el estómago le
pedía alimento, pues eran más de las dos de la tarde y
sólo había tomado por la mañana un té.
Fue avanzando a pasos lentos hasta que llegó
al escalón de la puerta, se detuvo allí, y se asomó para
ver que destrozos habían. El pasillo estaba limpio, por
ahí no había pasado la niña , sólo estaba la radio que
dejó funcionando, rota, abierta en dos trozos. El salón
era lo que peor estaba, habían pedazos esparcidos del
jarrón que la niña había roto, la radio también estaba
rota, y en todos los sitios donde puso una, estarían de la
misma manera. Estaba segura de que este espíritu la
estaba mirando cómo reaccionaba por algún lugar de la
casa. Respiró hondo y seguidamente entró mirando a
donde pisaba.

Dejó a Luna encima de un sillón del salón, y se puso a


recoger toda la basura que había esparcida por el suelo y
en la cocina, seguidamente se puso a terminar de hacer
el arroz con verduras. Claire no advirtió la presencia de

97
la niña que la miraba sonriendo con maldad en un rincón
del techo de la cocina.

Comió con ganas el plato de arroz que se puso, y lo


acompañó con dos trocitos de queso variado. Para Luna
había comprado un pienso especial para cachorros, le
puso en un platito un puñado y se lo comió sin dejar
nada. El teléfono del salón sonó, Claire lo cogió y
respondió.

- ¿ Diga ?

La voz de Gilbert se escuchó que dijo algo alarmado.

- Amor, he estado toda la mañana esperando tu llamada,


¿ No te acordabas que me tenías que llamar ?.

- Sí cariño, baja la voz porque se te oye muy fuerte -


Respondió Claire algo turbada.
- Dime ahora mismo que es lo que te está ocurriendo
porque de lo contrario me voy a presentar ahí
inmediatamente, aunque tenga que decirle adiós a todo
el proyecto que tengo, ¿Me has comprendido ? - Dijo
Gilbert sin querer razonar.

- Tengo que contarte muchas cosas pero no sé por donde


empezar, estoy totalmente desolada.
- Empieza por donde quieras, pero empieza ya, ¡ Ah !
otra cosa se me olvidaba decirte, te he estado llamando
al móvil varias veces y siempre estaba ocupado ¿ Con
quién hablabas ? - Preguntó Gilbert con indignación.

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Claire no pudo más y explotó a llorar, del pecho le salía
una gran congoja que no podía parar. La voz de Gilbert
se le oía acelerada preguntando.

- ¿ Porque lloras de ese modo ? ¿ Hay alguien que te ha


hecho daño ? ¡ Claire amor mío respóndeme por favor !.
- Cariño ... estoy, pasando por momentos muy difíciles,
si llego a saber lo que hay en esta casa no la compramos
- Respondió Claire más tranquila pero aún llorando.

- Tranquilízate y dime que es lo que te ocurre, necesito


saberlo, tengo que saberlo porque soy tu marido y si
tengo que partirle la cara a alguien, se la parto,
¿ correcto ? - Dijo Gilbert con fuerza y con rabia.

- Sí cariño lo he entendido, pero ahora no se trata de una


persona de carne y hueso, tengo... problemas con los
espíritus, ¿ me has comprendido ? ahora ya no puedo
decirte nada más - Respondió Claire con decaimiento.

- ¿ Que tú tienes problemas con los espíritus ? pero si


eres la mejor médium del país, me dejas asombrado, con
la experiencia que tú tienes, ¿ Entonces el móvil quien
lo tiene ? ¿ Tú no verdad ?.

- No, y necesito encontrarlo porque tengo dentro datos


importantes de mucha gente que conozco.
- Ahora lo entiendo. Me comentaste la última vez que
hablamos, de una niña que vistes en la carretera, ¿ Estoy
en lo cierto ?.

99
- Sí, eso es, pero creo que no está sola, hay algunos más
con ella.
- Pues vas a necesitar ayuda de otras médiums, ¿ No
crees ?.
- No, esta vez voy a resolver el problema yo sola.

- ¿ Sabes a lo que te enfrentas ? ¿ Verdad ?.


- Lo sé, y créeme estoy preparada para todo.
- Me da miedo todo esto que me estás contando -
Respondió Gilbert con voz quebrada.

- El asunto es delicado y está muy extendido - Dijo


Claire con firmeza.
- Bueno, veo que en esto yo no te puedo ayudar porque
no tengo las facultades que tú tienes, pero te puedes
echar hacia atrás siempre que tú quieras - Dijo Gilbert
animándola.

- No lo voy hacer, iré hasta el final - Respondió Claire


con terquedad.
- Sé que eres valiente y que lo harás - Bueno amor tengo
que dejarte, por esto de los estudios ¿ Sabes ? me
gustaría aprobar.
- Desde luego cariño, ¡ Ah ! ¿ Sabes que tengo una
perrita ?.

- Me alegro mucho por ti, pues te hará mucha compañía,


¿Como es ?.

100
- Blanca con manchitas marrón claro, le he puesto de
nombre Luna, es preciosa y muy buena, ahora es un
cachorro - Dijo Claire muy contenta y animada.

- Me gusta que tengas compañía, un beso mi amor -


Respondió Gilbert despidiéndose.

Claire colgó el teléfono suavemente, estaba segura que


la conversación que había mantenido con Gilbert le iba a
traer graves consecuencias, pero ella se había vestido
con una armadura de hierro, deseaba que todo terminara
pronto y para eso le tenía que echar mucho valor y
estaba segura de tenerlo, no podía por más tiempo ir
escondiéndose de un lado a otro, de todas maneras
sabían donde estaba y encontrarla.

Al día siguiente amaneció lloviendo, y hacía


frío dentro de la casa. Salió Claire de la casa en chandal
y se dirigió al garaje porque allí habían troncos de leña
para la chimenea, tenía que encenderla para encontrarse
mejor. Luna estaba enroscada encima del sillón tiritando
de frío.

Claire entró en el garaje y se dirigió directamente a


donde estaba la poca leña que quedaba. Cogió un
brazado de chopos delgados y, los llevó hasta la
chimenea y la encendió. La llama empezaba a subir
cogiendo fuerza, Claire miraba la llama tratando de
imaginar cómo podría quemar todo lo que allí dentro
había y que no servía para nada. Se quedó fijamente
mirando al cuadro del hombre que siempre la miraba y

101
que a ella tanto le molestaba, no podía soportar por más
tiempo su mirada cruda, seca, rígida y vigilante.

Claire se puso frente al cuadro mirando fijamente ese


rostro que la observaba sin compasión. En esos instantes
sintió un gran escalofrío que corría todo su cuerpo
mientras que temblaba con gran nerviosismo, gritó al
descarado rostro diciéndole con furia.

- ¡ Fuera de aquí y vete al infierno que es donde ahora


mismo te voy a enviar !.

Claire tenía los ojos que se le iban a salir del sitio, su tez
estaba blanca como el papel, su cuerpo se movía que
parecía que fuera de mimbre sin poderlo controlar, sus
manos giraban por lo alto de su cabeza como espirales.
Cogió con fuerza el cuadro por el grueso y
viejo marco y lo descolgó de la gruesa alcallata oxidada
donde estaba, y lo empezó a golpear en el borde de la
chimenea mientras que lanzaba gritos diciendo.

- ¡ Te voy a quemar en estas llamas para que ardas para


siempre !.

Claire golpeaba una y otra vez el marco hasta que salió


la parte de arriba volando por los aires. Lo fue
rápidamente a coger y lo echó a la chimenea entre los
troncos que ardían, se escuchaban las chispas de esta
vieja madera como ardía. El cuadro lo dejó encima de la
leña que ardía y lo miraba hasta que se acabó de
quemar.

102
Volvió a recobrar la tranquilidad en pocos instantes y
rápidamente pensó en Luna, sintió miedo por ella y fue
hasta el sillón donde la había dejado y con asombro vio
que no estaba. Empezó a buscarla por todo el salón y en
la cocina, mientras que la llamaba.

- ¡ Luna !, no tengas miedo, ¿ Dónde estas ?, ¡ Luna !


¡ respóndeme !.

Escuchó como lloraba la perrita igual que un cachorro.


Iba siguiendo el hilo de su voz, y se dio cuenta de que se
había escondido debajo del sofá, con muchos mimos y
palabras cariñosas que Claire le decía, Luna fue saliendo
poco a poco de su escondite. Cuando la tuvo en sus
brazos le quitó los temblores, con caricias y palabras
cariñosas.

103
7

Llamaron al llamador de la puerta que había


de hierro con forma de mano. Claire miró por todo el
salón el alboroto que había, había confusión en su
rostro. ¿Quién podría ser ?. Esa fue la pregunta que se
hizo. Con Luna en los brazos llegó rápidamente hasta la
puerta y la abrió sin pensar más. Delante de ella habían
un chico joven y una muchacha.

- ¡ Buenos días señora ! - Se adelantó diciendo el joven


amablemente.

La joven la miraba y sonreía inocentemente.

- ¿ Qué desean ? - Preguntó Claire sorprendida por la


visita.
- Verá, nos envía la señora Bardelec, buscamos dos
habitaciones para quedarnos a vivir por un tiempo.
- ¿ Quién es la señora Bardelec ? - Preguntó Claire con
el ceño fruncido.
- La señora del colmado, somos estudiantes y al mismo
tiempo trabajamos en Fontaine Bleau. La pensión donde
vivimos ahora la van a tirar para hacer un hotel, ella nos
habló de las posibilidades que aquí tendríamos sólo para
dormir, si llegamos a un acuerdo.

- Haber, entren por favor y explíquenme que es lo que


quieren realmente.

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Entraron los jóvenes, Claire estaba incómoda por lo
desarreglada que tenía la casa y dijo excusándose.

- Perdonen el desorden que hay, pero es que hace poco


que vivo aquí, y me estoy quitando de encima muchas
cosas que no sirven. Sentaos aquí en el sofá por favor.

Los dos jóvenes ocuparon el sofá, y Claire se sentó en


uno de los sillones frente a ellos, Luna se había quedado
dormida en los brazos de ella y Claire la dejó descansar
sobre su regazo. Los dos jóvenes esperaban escuchar
que era lo que Claire les iba a decir. Los estuvo
observando unos instantes y después les preguntó con
amabilidad.

- ¿ Qué estudiáis ?.
- Yo estudio para empresario - Respondió el joven.
- Yo artes - Dijo a continuación la joven.

- ¿ En qué rama ? - Preguntó Claire.


- Sobretodo en pintura - Respondió la joven con una
sonrisa.
- ¿ En qué eslabón pones a Leonardo Da Vinci ? - Le
preguntó Claire con admiración.

- En el más alto porque aparte de ser el mejor en pintura


y en escultura, era un ser maravilloso, misterioso que
sabía guardar los secretos mejor escondidos. Los
plasmaba con un pincel sobre el lienzo. Hay obras de Da
Vinci que se puede ver tanto en pintura como en

105
escultura sus secretos más íntimos y también todo lo que
pensaba puestos al descubierto, pero que muy pocos lo
sabemos o no nos damos cuenta, yo la primera.

- ¿ Qué piensas de Miguel Ángel ? - Le preguntó Claire.


- Es uno de los mejores artistas, tenía mucha
personalidad para hacer lo que más le convenía. No era
fácil de hacerlo volver en razón cuando estaba seguro de
lo que quería. Los dos tenían un talento excepcional. Me
hubiese gustado haber nacido en ésa época - Respondió
la joven exaltada de admiración.

- ¡ Ah !, mi nombre es Claire - Dijo sonriendo y


acariciando al mismo tiempo la cabecita de Luna que
dormía plácidamente.

- Yo también me presento, me llamó Marie Lebrier, y


tengo veintidós años.

- Perdone si no hemos sido más correctos, pues teníamos


que habernos presentado antes. Mi nombre es Pierre
Lambriere voy a cumplir dentro de un mes veinticuatro
años.

- Muy bien Pierre y Marie. Yo vivo sola con mi perrita y


mi marido que vendrá de vez en cuando, soy escritora y
he elegido este lugar porque está en medio de la
naturaleza, pero también tiene sus inconvenientes que
estoy tratando de arreglar - Dijo Claire mientras que
movía la cabeza con pesimismo.

106
Los dos jóvenes la miraban pensativos sin comprender
que razones podría tener, pero ninguno se atrevió a
preguntarle nada puesto que era algo personal.

- La casa tiene cuatro habitaciones arriba y un cuarto de


baño, para mi sola la casa es grande, no he pensado de
alquilar ninguna de las habitaciones, porque no lo
necesito - Dijo Claire amablemente.

- No le íbamos a dar ninguna clase de trabajo, y


tampoco haríamos ruido, porque estamos todo el día
trabajando y venimos a la noche, y nos tenemos que
poner a estudiar - alegó Marie .
- Además - dijo Pierre - yo le ayudaría los fines de
semana a mantener limpio el jardín y lo que haga falta.

- Me doy cuenta de que sois los dos muy majos, pero


aquí hay un movimiento en la casa que vosotros
desconocéis, que es con lo que yo quiero acabar lo más
pronto posible - Dijo Claire haciendo un gesto con la
boca mientras que apretaba los labios.
- ¿ No puede decirnos un poquito de qué se trata ? -
Preguntó Marie con una leve sonrisa y con curiosidad.

- Imposible - Respondió Claire muy tajante.


- ¿ No cree que si tiene problemas serios debería de ir a
la policía y contárselos ? - Le aconsejó Pierre tratándola
de ayudar.

- Ja.ja.ja. no tienes ni la más remota idea de que se trata


- Respondió Claire riendo y algo alterada.

107
Tanto Pierre como Marie la miraron extrañados mientras
que la observaban detenidamente.

- Sé lo que estais pensando, creéis que estoy loca ¿ No


es cierto ? - Les preguntó Claire con una sonrisa
sarcástica.
- No. No. Le aseguro que no es eso lo que yo pienso al
menos - Dijo Marie con respeto.
- Yo tampoco lo pienso ni lo creo - Se adelantó Pierre a
decir justificándose.

- ¿ Cómo se llama la perrita ? - Preguntó Marie


interesada en saberlo, y para cambiar de tema.

- Luna, se llama Luna. Es un encanto, gracias que la


tengo a ella porque me hace mucha compañía y no me
encuentro tan sola.

- ¿ Se da cuenta que nosotros la podríamos ayudar en


muchas cosas ? - Dijo Pierre animándola para que
cambiara de opinión.
- ¿ Habéis oído hablar alguna vez de los espíritus ? - Les
preguntó Claire mirando al mismo tiempo a los dos y en
voz baja.

Pierre se removió en su asiento mientras que trataba de


poner sus manos en algún lugar de su cuerpo para
protegerlo y poniendo cara de asombro se quedó
mirando a Marie.

108
Marie se mantuvo firme, pero miraba fijamente los ojos
negros de Claire que se movían, sin parar de mirar a
todos lados.

- Pierre, ¿ Tienes miedo por lo que he dicho ? - Le


preguntó Claire sin parar de mirarlo fijamente.
- Es que no estoy acostumbrado a oír hablar de este tema
- ¿ Ha hablado usted en serio ? - Preguntó Pierre con
recato.

Claire no respondió, miró a Marie y le preguntó.

- ¿ Sabes lo que es un hechicero ?.


- No, yo solo conozco la palabra pero no sé lo que
significa - Respondió Marie quitándose con los dedos la
sudor que tenía por debajo de sus mejillas.
- Me doy cuenta de que no estais preparados para vivir
en esta casa ¿ Os apetece una taza de café ?, antes de
que vinierais iba a hacer - Dijo Claire desviando la
conversación.

- ¡ La puedo hacer yo ! - Dijo Marie poniéndose en pie.


- La cocina es la puerta de la derecha, encontrarás todo
lo necesario en el armario de la izquierda - Puntualizó
Claire.

La presencia de Claire, y del modo cómo miraba y de lo


segura que parecía estar. Pierre sentía respeto y al
mismo tiempo estaba utilizando la cautela. No hacia más
que mirar la puerta de la cocina por donde había entrado
Marie, en sus gestos se podía adivinar que el miedo lo

109
invadía ante la fuerte mirada de Claire que no paraba de
observarlo con una sonrisa benévola.

- ¿ Has nacido en París ? - Le preguntó Claire.


- No señora soy de Nemours - Respondió Pierre más
tranquilo y sonriendo.
- Así es que perteneces al Loiret, se conoce esta región
por su gran fauna, y por su riqueza forestal. Por lo que
veo, a ti no te gusta la agricultura, y has preferido los
estudios, pero tus padres deben ser agricultores, ¿ No es
cierto ?.

- Ellos ya están retirados y viven tranquilos, viajan con


la tercera edad, cuando les apetece, pero trabajaron
mucho tiempo en la tierra, y también con los animales,
para criarnos a los seis hermanos y hermanas que somos
- Respondió Pierre con orgullo.

- ¿ Entonces tu madre te tuvo a ti de mayor ? - Le


preguntó Claire.

- Tenía cuarenta y cinco años, y soy el menor de los seis


hermanos - ¿ Conoce Nemours ? - Preguntó Pierre con
más desenvoltura y confianza.

- Sí, estuvimos en dos ocasiones mi marido y yo, para la


exposición que hicieron maravillosa de plantas y flores,
tienen un arte especial para trabajarlas.

La puerta de la cocina se abrió y salió Marie sosteniendo


en las manos una bandeja grande, donde había una

110
cafetera ancha de cristal que contenía café hasta la
mitad, también tres tazas grandes y cucharilla y un
azucarero lleno de azúcar en terrón. Depositó la bandeja
encima de la mesa del salón. Claire la miró satisfecha
por la atención que había tenido, y le gustó mucho que
Marie se ocupara de ese menester, en esos instantes,
sintió el cariño maternal que nunca pudo dar porque el
destino no le concedió hijos.

Claire se inclinó para poner café en cada una de las


tazas, una vez que acabó dejó la cafetera sobre la
bandeja y fue hasta la cocina, volviendo rápidamente
con un plato de bizcochos para mojar, lo depositó con
suavidad sobre la mesa al lado de la bandeja y dijo.

- Comer, son de una marca buena.

Mientras que los tres iban tomando el café a pequeños


sorbos Claire dirigiéndose a Marie le preguntó.

- ¿ Donde trabajas ?.
- En la zapatería que hay en la gran avenida, muy cerca
de la tienda de muebles donde trabaja Pierre.

- ¿ Donde viven tus padres ? - Le preguntó Claire


haciéndole un análisis.
- En Vitry - sur seyne, ellos nacieron allí y yo también -
Respondió Marie mientras que dejaba la taza de café
sobre la bandeja.

111
- Vitry está a siete kilómetros de París ¿ Cómo es que
no te has quedado a trabajar en la ciudad ? en París
tienes más posibilidades de trabajar mejor que en
Fontaine Bleau ¿ No te parece ? - Le dijo Claire sin
comprender mucho la razón que la había llevado hasta
allí.

- Sí, estoy totalmente de acuerdo con usted, pero si me


quedo a vivir con mis padres no haría lo que yo quisiera,
de esta manera voy a donde me apetece sin tener que
darle cuentas a nadie - Respondió Marie convencida de
que hacia lo correcto para que ella se encontrara mejor.

- Eres mayor de edad, y puedes hacer lo que quieras con


tu vida - Le respondió Claire.
- Es cierto, y así tendría que ser pero sobretodo mi padre
se ponía furioso y me regañaba mucho cuando llegaba a
casa tarde.

- No creo que allí hicieras diferente de lo que vas hacer


aquí, porque aunque te quedaras a vivir en esta casa no
podrías llegar tarde - Le respondió Claire como una
advertencia.

- ¿ Porqué no ? Pierre y yo nos quedamos algunas


noches en casa de unos amigos para hacer un poco de
fiesta, y solemos terminar sobre las tres de la madrugada
¿ Qué hay de malo en eso ?.

- No hay nada de malo, lo peor es para volver aquí de


madrugada - Respondió Claire mirando a los jóvenes.

112
- ¿ Qué puede suceder si un día venimos a las dos o las
tres de la madrugada ? - Preguntó Pierre algo
desorientado.

- Pueden sucederos muchas cosas y malas ¿ Sabéis lo


oscuro que está el bosque de noche ? - Respondió Claire
con reparo.

- Tengo automóvil, y desde el pueblo aquí son diez


minutos - Dijo Pierre con la intención de aclararlo todo.

Claire se puso en pie llevando con ella en los brazos a


Luna, que se había despertado y quería irse al suelo, la
complació y Luna fue hasta los pies de Marie y empezó
a oler sus zapatos, seguidamente hizo lo mismo con
Pierre, y a continuación olía todo lo que había a su
alrededor.
Claire quería ser lo más amable posible con Pierre y con
Marie, se volvió de nuevo a sentar en el sillón y mirando
a los dos de frente les dijo.

- Es imposible que aquí os podáis quedar, porque


ignoráis totalmente lo que se esconde detrás de muchas
formas.
- Desde que hemos llegado nos ha hablado dos veces de
espíritus y de hechiceros tratando de asustarnos - Dijo
Marie reprochándole sus palabras.

- Yo no creo en nada de eso - Aclaró Pierre.


- Pues como yo soy responsable de todos mis actos os
digo que no os podéis quedar, lo hago por vuestro bien

113
para que estéis tranquilos sin que no os pueda suceder
nada desagradable.

Marie se acercó a Claire y le cogió una mano


cariñosamente para que los aceptara, al mismo tiempo
que le sonreía.

- Bueno está bien ¡ Mira que os lo estoy advirtiendo ! -


Dijo Claire sumisa y sin poder hacer nada.

Cuando Marie vio que Claire había aceptado le preguntó


llena de alegría.

- ¿ Cuanto pagaremos por las habitaciones al mes ?.


- Aún no lo sé, cuando pasen algunos días os lo diré
hasta ver qué ocurre.
- ¿ Podremos traernos hoy por la tarde nuestras maletas?
- Preguntó Pierre con el semblante rebosando de
satisfacción.

Claire los miraba mientras que movía la cabeza y


sonreía, no sabían en donde se habían metido, ni los
problemas que tendrían, eran jóvenes y desconocían
totalmente donde estaba el peligro.

- Claire, se ha quedado usted callada, pero le aseguro


que no se arrepentirá de tenernos como huéspedes - Le
dijo Pierre con naturalidad.
- Tenía ya ganas de poder vivir en una casa en medio de
la naturaleza, y al fin ese deseo lo he conseguido - Dijo
a continuación Marie satisfecha.

114
- Es mejor que entréis de ese modo, pensando que
estaréis bien aquí - Agregó Claire.
- Nosotros nos vamos ahora y volveremos si es posible
antes de que se haga noche, traeremos nuestro equipaje
y todas nuestras pertenencias ¿ Claire le parece bien ? -
Dijo Marie.

- Sí, estoy de acuerdo, podéis venir a la hora que queráis


porqué yo me voy tarde a dormir, pero recordar que la
noche es peligrosa en el bosque - Recalcó Claire con
sinceridad.

Claire salió con Pierre y Marie fuera de la casa para


despedirlos, y los dos jóvenes subieron en un coche 4 L,
blanco que Pierre conducía. Marie sacó la mano por la
ventanilla y dijo adiós muy contenta.

115
8

Claire también les dijo adiós de la misma manera. Se dio


la vuelta para entrar en la casa, y delante de la puerta la
estaba esperando rabiosamente enfadada y con cara de
demonio, la niña. Claire sintió pavor al verla, miró a su
alrededor buscando a Luna pero allí no estaba, se había
quedado dentro de la casa, lo más seguro acostada en un
sillón. Eso fue lo que pasó por la mente de Claire.
El desafío había empezado entre ellas dos, quería
terminar con esa historia absurda que parecía surrealista
e incómoda de vivir. Gritó llamando a la perrita.

- ¡ Luna ! ¡ Luna !, ven conmigo.

Oía a la perrita cómo lloraba dentro de la casa. La niña


la miraba cruelmente manteniendo en su boca
deformada una sonrisa despiadada.

- ¡ Qué le has hecho a mi perrita ! - Gritó Claire con


fuerza, poniendo cara de sanguinaria y dispuesta hacer
cualquier cosa.
- ¡ Ven a buscarla ! entra tu misma y la coges si en
realidad la quieres tanto. ¡ Vamos ! ¿ No tienes valor ? -
Le respondió la niña con desprecio.

- ¿ Qué te hecho para que me hagas esto ? ¿ No tienes


bastante con invadir mi casa ? - Preguntó Claire
fríamente.
- ¿ Has olvidado el pacto que hicimos ?.

116
- ¿ A qué pacto te refieres ? - Preguntó Claire con sangre
fría mientras que la miraba con deseo de acabar con ella.

- ¡ Uy ! ¡ tienes poca memoria ! ¿ Puede ser que te estés


burlando de mi ? esto sería malo para ti. Sé que eres una
buena médium, pero lo peor no lo sabes - Relató la niña
tratando de ocultar algo que había más grande y con más
fuerza.

Claire se dio la vuelta mirando a la redonda, tratando de


encontrar algo que le sirviera para hacer desaparecer a
ese espíritu burlón e insolente.

Luna seguía llorando pero no se la veía, no podía saber


donde podría estar el pobre animal. Claire trató de venir
en razón mayormente por Luna, para que la liberara de
la tortura a la que la estaba sometiendo esa criatura, sin
escrúpulos y malvada. Le preguntó.

- ¿ Porqué estás enfadada conmigo ?.


- ¿ No me digas que no lo sabes ? te voy a recordar el
pacto. Te dije que me dejaras vivir tranquilamente en la
casa, y yo a cambio no te molestaría ¿ Lo recuerdas ?.

- Sí, soy consciente de ello, y lo llevaré a cabo -


Respondió Claire.
- ¡ No te creo !. Te crees más lista que yo, pero he
estado de pie junto a la chimenea viendo y oyendo lo
que hablabas con esos dos imbéciles que van a venir
esta noche para quedarse a vivir aquí. El trato que hice
contigo era de vivir tu y yo solas - ¿ Porqué no lo has

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respetado ? - Gritó la niña mientras que con sus uñas
rotas arañaba la puerta de la casa.

- Te aseguro que no te van a molestar, ellos no saben de


que tu existes - Respondió Claire con voz tranquila para
apaciguar a ese espíritu que su alma vivía atormentada.

- Se van a enterar de que existo porque voy a destrozar


sus vidas. Esa niñata está deseando de vivir entre pinos,
pero se irá corriendo cuando vea todas las cosas raras
que le ocurrirán - Luna te está llamando con su llanto,
¿No la oyes ? - Dijo la niña con sarcasmo.

Claire estaba asustada y su corazón latía aprisa, jamás se


había encontrado en una situación tan desesperante
como la que estaba viviendo en esos momentos.

Luna la necesitaba y no podía por más tiempo quedarse


parada. Armándose de valor llegó hasta la puerta. La
niña estaba muy cerca de ella mirándola con malicia y
con rencor, como si Claire tuviera la culpa de todo lo
que a ella le pasaba.

Claire levantó su pie derecho para subir el primer


escalón de la entrada de la casa, cuando de súbito la niña
se lanzó sobre ella desgarrándole el chandal, mientras
que daba grandes gritos.

Claire trataba de deshacerse de ella, y trató salir de la


casa pero la niña no la dejaba, tenía la fuerza de un
tanque que pisaba y aplastaba. Cogió a Claire por la

118
cabeza y la lanzó por el suelo del pasillo como si de una
hoja de papel se tratara. Cuando su cuerpo chocó con la
pared quiso incorporarse rápidamente, pero la niña se lo
impedía, era rápida como el rayo, en su forma infantil
engañaba por la agilidad que utilizaba.

Cogió de nuevo a Claire por el cuello y la sacudió


fuerte, su ira no tenía fin. Claire se debatía con mucho
coraje y al mismo tiempo desafiaba con la mirada a la
niña transmitiéndole - No podrás conmigo y te destruiré.

La niña tenía la mirada fuera de sí, estaba segura que


Claire le había transmitido la verdad y luchaba para que
fuera ella quien abandonara la casa. De la misma tensión
que Claire tenía en esos instantes, fuerzas psíquicas se
oían crujir, las paredes y las puertas como si estuviese
alguien golpeándolas. Hubo gritos que procedían de
otros entes y que eran espectadores de lo que estaba
sucediendo.

Claire no resistía más toda la violencia que este espíritu


perdido estaba cometiendo con ella, y cogiendo energías
de dentro de sus entrañas la miró fijamente con fuerza
diciéndole con voz potente.

- ¡ Fuera de esta casa ! ¡ Estás muerta y tienes que


encontrar la luz pero lejos de aquí ! ¡ Fuera !.

La niña clavó sus ojos nublados en los de Claire, no


quería dejarla que se pusiera de pie, aunque ya no la
tocaba, la mantenía quieta como si de una estatua se

119
tratase. Claire era consciente de todo lo que podría
suceder en un instante si la niña apercibía en ella sólo
un poco de temor. Sin dejar de mirarla, con severidad
fue moviéndose muy despacio y con astucia, hasta que
consiguió salir del pequeño trecho donde la niña la había
metido. Fue caminando despacio hasta llegar al salón.
Luna la estaba esperando escondida debajo del sofá
llorando. Se agachó y la cogió entre sus brazos besando
su cabecita y acariciándola hasta que paró de llorar.
La niña se presentó ante Claire, la miró con odio y se
dirigió a la puerta que daba al sótano, la abrió y bajó las
escaleras encerrándose dentro dando un portazo.
Ahora sabía Claire que la niña también vivía en el lugar
más bajo de la casa, era posible de que ese fuera su
lugar.
Tenía que bajar cuando recobrara las energías que había
perdido con tanta lucha psíquica, y debía encontrar su
escondite, seguro que tenía uno en algún rincón del
sótano.

Necesitaba tomar el aire para relajarse y salió de la casa


con Luna en los brazos, se fue a sentar sobre el tronco
que había frente de la casa.

Cerró los ojos para aspirar mejor el aire que venía con
aroma a rosas. En el jardín habían rosales que daban
rosas de diferentes colores, también se levantaba alto y
espeso un árbol de jazmín, sus flores también repartían
su perfume en el ambiente, dando un bienestar
agradable.

120
Se había quedado medio dormida con Luna en los
brazos. La sacó del sueño una llamada de teléfono.
Abrió los ojos y se puso en pie y entró en la casa llegó al
salón y descolgó el teléfono.

- ¡ Dígame ! - Preguntó Claire.


- ¿ Qué estás haciendo ahora mi amor ? - Se escuchó la
voz de Gilbert con palabras melosas.

- ¡ Hola cariño ! Necesito tanto de que estés a mi lado,


no te puedes imaginar cómo te hecho de menos, me doy
cuenta lo mucho que te quiero - Respondió Claire con
voz nostálgica.

- Amor, algo desagradable te ha vuelto a ocurrir ¿ No es


cierto ?.
- Así es, y bastante desagradable que por poco tienes
que asistir a mi entierro - Respondió Claire con voz
apagada y temblorosa.
- ¡ No me asustes ! Cuéntame que ha pasado.
- Cosas mías ¿ Sabes ? me estoy refiriendo a los
espíritus ¿ Recuerdas la niña de que te hablé ? pues
hemos tenido hace pocos minutos una lucha muy fuerte.
- ¿ Cómo de fuerte?.
- Pues...quería acabar conmigo. ¿ Sabes cariño que yo
soy muy fuerte ? y mis fuerzas psíquicas han podido
más que ella, pero estoy a la expectativa porque aunque
ahora no la vea, sé que nos vigila y oye lo que estamos
hablando.
- ¿ Entonces paramos esta conversación ?.
- Sí cariño.

121
- ¿ Encontraste el móvil ?.
- Sí, lo tenía dentro del bolso.
- Entonces no es lo que tu pensabas, sino que lo metiste
sin darte cuenta, creo que fue eso - Dijo Gilbert
totalmente convencido.
- No, ya te dije el otro día que la niña que anda por aquí,
me lo escondió - Respondió Claire algo contrariada.
- Bueno amor no te enfades, yo sólo quería darte una
solución.
- ¿ Sabes que esta noche vendrán para quedarse a vivir
aquí dos jóvenes ? un chico y una chica - Dijo Claire
algo más alegre.

- ¿ Cómo ? ¿ He oído bien ? - Dijo Gilbert totalmente


desconcertado.
- Sí cariño has oído muy bien - Respondió Claire con
voz tranquila y relajada.
- ¿ Porqué ? y ¿ Quiénes son ?.
- Dos jóvenes que trabajan en el pueblo y por la noche
estudian.
- No comprendo la razón que te ha llevado a que los
admitas, estás mejor viviendo sola, el libro que estás
escribiendo requiere mucho silencio y concentración -
Le respondió Gilbert extrañado y al mismo tiempo
dándole un consejo.
- ¿ También tu estás en contra de mi ?.

- ¿ Qué quieres decir con eso ? ¿ Quizás hay otra


persona que no esté de acuerdo con tu decisión ? -
Preguntó Gilbert perplejo y molesto.

122
- Cariño, también hay alguien además que tú que no está
de acuerdo con lo que he hecho - Respondió Claire
medio en burla y medio en serio.
- ¿ Quién es ? necesito que me digas su nombre - Exigió
Gilbert.
- ¿ De verdad quieres saber quién es ?
- Sí - Respondió Gilbert con firmeza.
- Es mejor que no te diga nada porque no me ibas a
creer.

- ¿ Que es lo que me escondes aparte de esa niña por la


que estás obsesionada ?.
- ¿ Entonces crees que lo mío es una manía que invade
mi mente ? ¿ Es a eso a lo que te refieres ? - Respondió
Claire enfadada y a punto de explotar.
- No...no te enfades mi amor, supongo que debe haber
algo, que yo veo confuso, es que para mi es difícil de
llegar hasta donde tu ves - Dijo Gilbert con palabras
suaves.

- Nunca antes has dudado sobre la mediumnidad mía


¿Porqué lo haces ahora ? - Le interrogó Claire.
- Porqué jamás te ha ocurrido lo que te está sucediendo
ahora. ¿ No estoy haciendo lo correcto ? - Respondió
Gilbert sumiso.
- Me estás describiendo a un marido que no ama a su
esposa.
- ¡ Cómo puedes pensar eso ! si de sobra sabes que yo
veo por el cristal que tu miras, lo que ocurre es que
como ser humano que soy tengo mis defectos -
Respondió Gilbert con temor de haberla ofendido.

123
Claire comprendió perfectamente la reacción de Gilbert,
de alguna manera lo entendía, pero no estaba totalmente
satisfecha con la reacción que había tenido. Demasiado
mal lo estaba pasando para que él la llamara y le diera
un sermón, sin saber que estaba sucediendo.

124
Necesitaba tomar aire fresco y con Luna en los
brazos volvió a salir de la casa, y se dirigió al pequeño
huerto que había, y los pocos árboles frutales donde
abundaba la fruta, estaban cargados, a punto de coger,
cerezas y albaricoques. Estaba cogiendo un ramillete de
cerezas cuando de pronto la sorprendió una voz varonil
que estaba detrás de ella.
- ¡ Buenas tardes señora !.

Con sorpresa, Claire se dio la vuelta, y vio que delante


de ella había un señor bien vestido con elegancia, de una
estatura más bien alta, moreno de piel, de facciones
agradables pero algo duras. Lo hacía aún más
interesante las canas que sobresalían de sus sienes.
Aparentaba tener alrededor de cincuenta años de edad.

Claire se imaginaba de quién se podría tratar, y el


nerviosismo que tenía, lo fue reduciendo hasta que lo
llegó a mirar serenamente.

- Perdóneme señora que la haya asustado, mi nombre es


señor Montsir Arthur, vivo en la gran mansión, como
somos vecinos he venido para disculparme de lo
ocurrido la otra noche con mis perros.
- Mi nombre es Claire Candrier.

Claire lo observaba con detenimiento, no le parecía que


fuese tan malo y tan cruel como le habían contado, de
que era con sus empleados, y de otras cosas más que no
se atrevían a contar por el miedo que le tenían.

125
- Buenas tardes - Dijo Claire con amabilidad - Pues
hasta la noche no esperaba a nadie.
- Me han comentado que es usted escritora ¿ No es
cierto ?.
- ¿ Quién se lo ha dicho ? - Preguntó Claire sorprendida
puesto que nadie de allí lo sabía.
- Un día me encontré paseando por el bosque al señor
Sapier, él fue quien me lo comunicó me habló de usted,
de que escribía y de que iba a venir a vivir aquí.

Claire quedó unos instantes sin responder puesto que el


señor Sapier le había hablado de él como alguien que no
entraba en conversación con otras personas, y que
apenas se le veía, al parecer no era así, puesto que podía
apreciar que era comunicador. Tampoco a ella le
coincidía lo que le había contado de él, el
guardabosques. Le parecía que era conversador, a parte
de elegante, atractivo y correcto.

- Si es cierto, me dedico a escribir hace ya bastantes


años.
- ¿ Que es lo que escribe ?.
- Me interesa entrar en todos los campos, pero lo que
más me gusta, es la novela de intriga, y fantástica.
- ¿ Qué clase de intriga ?.
- Me gusta, indagar en todo, hasta que creo que acierto.
- ¿ Se puede saber lo que está escribiendo ahora ?.
- Sí. Por supuesto, es sobre la infancia de una persona
que acabó mal.

126
- ¿ Mal ?.
- Así es.
- ¿ No puede revelar nada más ?.
- Sobre drogas, y otras cosas que la llevaron al suicidio.
- ¡ Ah ! el tema es delicado.
- Mucho, es por eso que aquí necesito tranquilidad y no
la tengo.
- ¿ Qué quiere decir ? - Preguntó Arthur frunciendo el
entrecejo.
- Creo que lo sabe.
- Por favor señora Candrier, soy un caballero, si lo
supiera no se lo hubiese preguntado.

- Estoy segura de que usted sabe de lo que hablo, y más


aún de esta casa. ¿ Que es lo que ocurre dentro y fuera
de ella ?.

- Es que no sé a qué se refiere ¿ Ha visto o ha oído algo


que esté fuera de lo normal ?.

- Séame usted sincero, señor Montsir.


- Llámeme Arthur por favor, de esta manera me siento
más cómodo con usted puesto que somos vecinos y a lo
que me ha preguntado no le puedo responder puesto que
no concreta la pregunta.
- Es que es difícil para mi de contarle con pelos y
señales lo que ocurre dentro de mi casa. Si tenía la
amistad que dice con el señor Sapier, estoy
completamente segura de que tuvo que hablar del
problema, del gran problema que hay.

127
Arthur miraba el rostro de Claire, empezó por la frente,
los ojos, la nariz, la boca y la barbilla, ella estaba
incómoda por la manera que él, la estaba mirando y sin
poderlo aguantar más le preguntó.

- ¿ Porqué me mira de ese modo ?.


- Señora Candrier, es usted una mujer muy bella, y la
belleza es un recreo maravilloso para los ojos.
- Claire sonrió, agradeciendo el piropo y le dijo - Me
puede llamar Claire.
- Claire perdóneme si soy indiscreto, desde que la he
visto he observado un morado que tiene al lado derecho
de la frente, y otro en el mentón, por lo que apercibo es
reciente ¿ Se ha caído ?.
- A todas estas cosas extrañas es a lo que me estoy
refiriendo que ocurren en esta casa - Respondió Claire
mientras que pasaba su mano izquierda por su rostro.
Deseaba contarle todo lo que le había sucedido con la
niña, pero lo acababa de conocer y era un tema que
necesitaba mucha cautela, precaución y tacto.
- ¿ Quiere darme a entender que no es usted quién se ha
golpeado por accidente ? - Le preguntó Arthur mientras
que examinaba de cerca los moratones.

- ¿ No me cree verdad ?.
- Por supuesto que no le voy a decir que no la creo
porque estoy delante de una señora, y jamás diría algo
que fuera nefasto para contrariarla.

- Ya entiendo, lo que usted utiliza es la galantería con


las damas ¿ me equivoco ?.

128
- Más o menos, piense que estamos viviendo en el
campo y tanto de noche como de día se oyen ruidos
extraños pero por la noche aún más, cuando parece ser
que todo duerme, hay muchos animales nocturnos que
viven de noche - Le respondió Arthur reconfortándola
para que se le fuera el miedo.

- ¡ No se trata de los animales ! sino de personas que ya


no existen - Dijo Claire al fin.
- Usted... usted ¿ no es médium ? si fuera un espíritu o
ente, como lo quiera llamar, sabe afrontar la situación,
¿No es cierto ?.
- ¿ Quien le ha dicho que soy médium ?.
- ¿ Que quién me lo ha dicho ?.
- Sí, que soy médium.
- No lo recuerdo bien ahora, puede que fuera el señor
Sapier - Respondió Arthur no dándole mucha
importancia.
- El señor Sapier no se lo ha podido decir puesto que fui
yo quien se lo dije el mismo día que me trasladé a vivir
aquí, es imposible que fuera él.
- Claire ¿ Porqué está usted tan segura ?.
- Pues porqué mi condición de médium me lo asegura.
Creo más en el primer pensamiento que tengo, que en lo
que una persona me pueda decir.
- Me gustaría conocerla más a fondo, estoy seguro de
que es usted una gran mujer, de esas que un hombre le
es difícil de olvidar.

129
- Le quiero hacer recordar que tengo un marido, y que
los dos nos amamos mucho - Le advirtió Claire como
recordatorio para que no fuera más adelante.

- Perdóneme si en algo la he podido ofender, quizás he


utilizado palabras poco apropiadas al tema que nos
lleva, nuevamente le pido perdón y me pongo a sus pies
- Dijo Arthur con naturalidad y modestia.

En esos instantes se escuchó el maullido de un gato que


mostraba rabia e ira. Unos minutos más tarde eran varios
gatos que daban fuertes alaridos, deseosos de atacar y
devorar a quien se pusiera por delante.

Claire se llevó un sobresalto que hizo estremecer a Luna


que dormía tranquila en sus brazos, y se despertó,
miraba desorientada a su dueña y a todo lo que había
cerca de ella. Claire le acarició la cabecita para que se
tranquilizara.

- ¡ No tenga miedo, sólo es un gato ! - Le dijo Arthur


para tranquilizarla.
- No solamente hay uno, son varios, y me han dado un
susto de muerte.
- Yo diría que ellos están más asustados que usted. Mire
aquí, en esta nota le apunto mi número de teléfono por si
lo necesitara, llámeme por favor si piensa que estuviese
en apuros - Le recomendó Arthur después de sacar del
bolsillo de su americana una tarjeta y entregándosela.

130
- Gracias por este detalle que ha tenido, espero no tener
que llamarlo para nada - Claire miró la tarjeta, y el
número de teléfono, y la metió en el bolsillo del
pantalón del chandal.

- ¿ Ha podido usted hablar aparte de mi con alguna otra


persona ? - Le preguntó Arthur con interés y argucia.
- ¿ Porqué me lo pregunta ? - Le respondió Claire con
reserva.
- Pensará que me estoy metiendo en cosas que no me
importan, pero es que tengo algunos empleados que
hablan mal de mi.

- Si tiene la conciencia tranquila no tiene porque temer a


los comentarios, puesto que siempre se comenta algo de
cada uno de nosotros.

- Es que la vi ayer hablar con el guardabosques, no es


hombre de fiar ¿ Se ha fijado en el aspecto que tiene ?.
- Claire no dio mucho crédito a las palabras de Arthur y
pasó a preguntarle otra cosa.
- Ayer precisamente un hombre alto que vestía de negro
vi como me observaba mirando por un catalejo ¿ Era
usted ? - Le preguntó Claire mirándolo fijamente a los
ojos con espontaneidad.
- ¡ No ! yo soy un señor y no espío a una dama con un
insignificante catalejo a distancia - ¿ Pudo ver el color
de su piel ?.
- Era imposible comprobar que color tenía, porque como
ya le he dicho iba vestido de negro y estaba bastante

131
lejos de mi, eso me molestó ¿ Sabe ? ¿ Porqué tiene
miedo de que hablen mal de usted ?.
- No le voy a hablar con rodeos e iré directamente a la
cuestión. Hace un año y medio tuve la desdicha de
perder a mi esposa y a mi única hija en un accidente de
automóvil, desde ese tiempo hacia acá estoy sufriendo
mucho, no hay día y noche que no piense en ellas dos,
pero sobretodo a quien no puedo sacar de mi cabeza es a
mi esposa. Estoy atormentado por todo lo que me rodea,
y daría todas mis riquezas por saber quien fue el mal
nacido que provocó el accidente y después se echó a la
fuga - Arthur terminó de hablar mirando al suelo, por
sus mejillas resbalaban dos lágrimas.

Claire lo miraba con compasión, era un hombre rico,


muy rico, que lo tenía todo pero el destino se ocupó de
que no fuera feliz, en esos instantes no sabía que decirle
para ayudarle, aunque estaba al corriente de lo que había
sucedido.

- ¿ Qué edad tenía su hija ? - Le preguntó Claire con voz


serena.
- Siete años acabados de cumplir. En el armario de su
dormitorio todavía siguen colgados sus vestiditos, y en
el zapatero están bien colocados sus zapatos. Guardo
conmigo sus muñecas que era con lo que ella más
jugaba - Respondió Arthur con voz triste y apagada.

- ¿ Porqué guarda sus muñecas ?.

132
- Cuando las miró y las toco creo que quien tengo entre
mis brazos es a ella, y lloro con mi rostro pegado en las
caras de las muñecas.

En el dormitorio nuestro hay dos armarios,


uno tiene los vestidos, los abrigos y toda la ropa que
utilizaba mi esposa. Aún les queda algunos de sus
vestidos restos de sus perfumes.
- ¿ Porque hace eso ? ¿ No se da cuenta que cada día que
pasa se está usted atormentando cada vez más ? y no
deja que esos espíritus encuentren la paz, por favor deje
ya de hacerse tanto daño, y de hacérselo a estos dos
espíritus que vagan de aquí para allá y no encuentran el
descanso - Dijo Claire con un tono de voz alto y
enérgico.

- Daría todo por ser como antes era, me conformaría con


vivir en una casita humilde pero junto a mi esposa y a
mi hija.
- No se puede hacer cambiar el destino queriendo ir
hacia atrás, lo hecho, hecho está y no le de más vueltas -
Le aconsejó Claire.

Había anochecido sin que se dieran cuenta. Les llamó la


atención el coche 4 L blanco que acababa de pararse a
un lado de la casa. Arthur miró detenidamente a los dos
jóvenes que descendían y le preguntó a Claire.
- Veo que tiene visita ¿ Son familiares suyos ?.
- Les he dejado dos habitaciones, por un cierto tiempo,
son estudiantes que trabajan en el pueblo. Cuando nos
conozcamos usted y yo más, le contaré cosas increíbles

133
que me ocurren, y el miedo mío es que ellos les pueda
suceder algo irreparable.

Pierre y Marie advirtieron que Claire estaba en el huerto


con un señor y se desplazaron sonrientes y contentos
hasta ellos.
- Hemos venido un poco antes para poder colocar
nuestro equipaje en los armarios - Dijo Marie
dirigiéndose a Claire.

Arthur miraba sonriente a la joven que todavía no le


habían presentado y que con su mirada seductora había
recorrido su rostro y todo su cuerpo en un instante.
Claire se dio cuenta de la manera que Arthur la había
mirado y sin perder más tiempo pasó a presentárselos.

- Pierre y Marie. El señor Montsir o Arthur - Dijo Claire


amablemente.

- Me pueden llamar Arthur, es más corriente y da paso a


que haya más confianza, necesito rodearme de buenas
amistades, y aún más cuando son jóvenes - Respondió
Arthur con galantería.

Claire le echó una mirada de recelo, pues hacía diez


minutos que estaba llorando por su esposa y su hija, y
sólo con ver aparecer a Marie le hizo sonreír e incluso
estaba segura de que había olvidado a su fallecida
familia.

134
- Perdone Arthur pero tengo que enseñarles las
habitaciones que van a ocupar, todavía no las han visto.
- Me hago cargo y los dejo, y a usted Marie le digo que
aquí tiene a un amigo para todo lo que necesite, mi
morada es esa gran mansión que se puede ver entre los
pinos. Un día daré una fiesta para celebrar la llegada de
los nuevos vecinos. ¿ De acuerdo ? - Repuso Arthur
muy cortés.
- Por mi sí, las fiestas me gustan y seguro que asistiré -
Dijo Marie mostrándose muy contenta y nerviosa a la
vez.

Claire había observado las miradas que se echaron


Arthur y Marie, había química entre los dos. Arthur por
la edad que tenía podría ser su padre, pero era un
seductor y también atractivo, podía enamorar fácilmente
a una jovencita de veinte años.

A Pierre no le había pasado desapercibido, el encuentro


de miradas que mantuvieron Marie y Arthur, y pensó
que quizás hubiese habido un flechazo entre ese hombre
mayor y Marie. Él que era tímido para demostrarle y
decirle que la quería había llegado a la conclusión de
que no tenía nada que hacer para conquistarla, pues no
le podía ofrecer nada y en cambio Arthur era rico y tenía
clase. Se fijó en la mirada y en la sonrisa que Marie
mantenía ante ese hombre apuesto y seductor, lo decía
todo. La batalla, él la tenía perdida y el mundo y sus
ilusiones se les vinieron abajo, todo ocurrió en el
transcurso de cinco minutos. Pierre mostraba en su
rostro juvenil su enfado y malestar de hombre

135
enamorado. Rompió el círculo que había y se dirigió a
su modesto coche, abrió el maletero y sacó las
pertenencias de Marie depositándolas en la entrada de la
casa. Quiso ser correcto y volvió a donde seguían ellos
tres. La única que había seguido todos sus pasos fue
Claire que rápidamente se dio cuenta de la situación.
Sintió pena por Pierre, por todo el bochorno que estaba
pasando y por lo ridículo que se podría sentir, pero es
que el amor que sentía por Marie sólo lo sabía él, y
nunca se atrevió a decírselo a ella. Pierre se acercó a
Claire y le dijo con voz lánguida.

- Gracias por haberme dado la oportunidad de vivir en


su casa pero no me puedo quedar.
- ¿ Qué dices ? - Repuso Marie extrañada al escucharlo
decir esto.

A Claire no le cogió de sorpresa y lo único que le


respondió fue.

- Me hago cargo de la situación que estás viviendo, y si


cambiaras de idea que supongo que no, aquí tienes a una
amiga.

- ¡ Pero que mosca te ha picado ! - Dijo Marie mientras


que tocaba con su mano el hombro de Pierre.

- ¡ Buenas tardes a todos ! - Dijo Pierre sin responder y


despidiéndose.

136
Llegó hasta su coche y subió en él. Marie trataba de
alcanzarlo con pasos ligeros mientras que le decía
gritando para que la oyera.

- ¡ Necesito una explicación de porqué haces esto !,


¿ Me oyes ?. ¡ Suponía que eras mi amigo, el único
amigo que tengo !.

Pierre dio la media vuelta con el vehículo y se fue de allí


dejándose oír el ruido cansado y viejo del motor.

- Señorita Marie, no le ruegue, es un hombre y sabe lo


que tiene que hacer - Dijo Arthur con firmeza.

- ¡ Es que no comprendo porqué ha reaccionado de este


modo ! - Le respondió Marie mientras que volvía a
donde ellos estaban.

- ¡ No le de más vueltas créame ! - Dijo Arthur con


satisfacción y con un ademán que sólo Claire pudo
comprender por la experiencia que tenía.

Marie estaba molesta y preocupada, no se le podía quitar


de la cabeza lo ocurrido con el único amigo que tenía.
Claire cerró la visita con Arthur despidiéndose
amablemente.

Esa noche Claire estuvo escribiendo hasta de


madrugada. Había estado oyendo a Marie como
colocaba su ropa en el armario y todas las pertenencias
que se había llevado. Aunque tenía veintidós años se le

137
veía a la legua que era una muchacha demasiado
inocente e ingenua. Ahora tenía un problema que quizás
ella no había visto, Pierre no estaba para llevarla al
pueblo cada día donde trabajaba. No sólo era una
situación mala para ella sino también para Claire porque
se sentía responsable. No se le iba de la mente el
comportamiento que Arthur tuvo hacia Marie, no creía
seriamente que él se hubiese enamorado de ella, porque
le dio a entender minutos antes de conocerse, que seguía
enamorado de su esposa. Él había maquinado algo que
escondía y que no era del todo claro.

Claire empezó a sentir por Marie pena, aunque aún no


conocía la razón, pero estaba segura de que iba a caer en
la trampa que Arthur realizó nada más la vio. Él era muy
rico, apuesto y cortés, sabía como le tenía que hablar a
una mujer para que ella lo siguiera hasta el fin del
mundo.

A las siete de la mañana Claire bajó a la cocina en


pijama, estuvo preparando café y tostadas para que
Marie desayunara con ella antes de irse a su trabajo.
Pensó por unos instantes que estaba haciendo de madre
sin ella saberlo.

Marie se presentó en el comedor vestida para irse. Los


ojos los tenía algo hinchados de no haber dormido lo
suficiente y también quizás de haber llorado.

- ¡ Buenos días Marie ! - La saludó Claire saliendo de la


cocina y llevando en sus manos dos tazas altas que

138
contenían café con leche, le ofreció una a Marie con una
sonrisa.

- Gracias Claire, es usted muy buena conmigo - Le


respondió, cogiendo la taza y llevándosela a la boca.

- ¿ Te has parado a pensar como harás por la noche


cuando vengas de trabajar ? hay media hora a pie de
aquí al pueblo, y el camino es solitario. No se porqué,
pero tengo miedo por lo que te pueda suceder - Dijo
Claire con temor.

- Quizás si le pidiera a Pierre que me acompañara lo


haría, hace dos años que nos conocemos y nuestra
amistad es grande, ¡ Es que no entiendo lo que le ha
podido suceder ! - Respondió Marie bastante confusa.

- ¿ No se ha declarado nunca a ti ?.
- ¿ Se refiere a su amor por mi ?.
- Eso es.
- Jamás he visto a Pierre que estuviese enamorado de
mi, puede que quizás sea porque yo no lo estoy de él, y
nunca lo podría estar, porque ante todo es un gran amigo
- Respondió Marie mirando fijamente a los ojos de
Claire.

- Antes de que Arthur se adelante, que ya lo ha hecho,


tendrías que hablar con Pierre y dejar las cosas claras,
porque más tarde no vas a poder - Le dijo Claire dándole
un consejo.

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- ¿ Usted cree que le gusto a Arthur ? - Le preguntó
Marie con espontaneidad.

- ¿ Te gusta a ti ?.
- Creo que si, y me doy cuenta de que me dobla la edad,
pero es difícil resistir a su encanto y seducción -
Respondió Marie con satisfacción.

- Entonces dalo por hecho, ¿ Has tenido alguna vez


novio ?.
- Novio lo que se entiende por novio no, sólo he tenido
amigos con los que he salido algunas veces, pero nada
más - Dejó aclarado Marie.

- Estoy segura de que él se ha dado cuenta de que eres


totalmente inocente. ¡ Ten cuidado a ver donde pisas !
- le advirtió Claire.

- ¿ Me está advirtiendo de que puedo estar en peligro ? -


Le preguntó Marie recelosa.

- Quiero que sepas que un hombre si realmente quiere a


una mujer, y aún más con la edad que tiene, no busca la
virginidad de ella - Le dijo Claire con sinceridad y
franqueza.

- ¿ Sabe que se parece usted a mi madre dándome


consejos ? ¿ De qué conoce a Arthur ? - Le preguntó
Marie con un ademán de querer ya irse.

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- No lo conozco de nada, puesto que solo hace unos días
que vivo aquí, ayer fue cuando lo vi por la primera vez,
igual que tu - Respondió Claire cogiendo la taza vacía
que Marie había dejado encima de la mesa.

Se oyó el ruido suave de un automóvil que se paraba


delante de la puerta, y seguidamente las pisadas de
caminar por encima de los guijarros, llamaron a la
puerta con el llamador de la mano de hierro.

Claire se adelantó y abrió, a su lado estaba Marie que se


disponía a salir. Delante de ellas dos había un hombre
que vestía con uniforme azul marino y gorra de plato del
mismo color, que llevaba en su mano derecha,
representaba unos cincuenta años de edad.

- Buenos días señora, soy el chofer del señor Montsir, y


me ha pedido que venga a buscar a la señorita Marie
para llevarla en su automóvil donde ella desee - Dijo el
chofer presentándose correctamente.

Marie, miró a Claire sonriendo, sus ojos brillaban de la


emoción que sentía en esos momentos. No cabía en el
vestido azul claro que llevaba puesto y que hacía juego
con el color de sus ojos, y de sus cabellos dorados,
peinados a lo largo de su rostro y reposando sobre sus
hombros. Parecía que se hubiese quedado muda, no le
salía palabra alguna de su boca, estaba esperando a que
Claire le diera el visto bueno, no quería parecerse a una
chica fresca que se estaba aprovechándose de la ocasión
y deseando de coger el sitio.

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Claire no salía de su asombro por lo rápido que Arthur
había actuado. Tenía delante de ella a Marie que en esos
momentos radiaba de felicidad y que sólo pensaba en lo
bien que le iban a ir las cosas a partir de esos instantes.

- Marie, puedes ir con el chofer de Arthur, si eso es lo


que tu quieres - Le dijo Claire animándola.

- Sí, desde luego. Que pase un buen día - Respondió


Marie saliendo de la casa, acompañada por el chofer
que, le abrió la puerta trasera del automóvil para que
subiera. Claire podía percibir de que algo raro estaba
pasando, hacía muy poco que conocía a Arthur pero era
lo suficiente para darse cuenta de que a Marie le había
preparado una trampa, de esto estaba segura. Tenía que
hablar con él para hacerle varias preguntas, y en el
relato que le diera comprendería mejor la situación, ella
se negaba a que él se aprovechara de una joven que no
tenía malicia alguna, ni tampoco experiencia.

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10

Después de haberse duchado y arreglado para


subir a la gran mansión, Claire dejó a Luna encima de
un sillón. Acarició su blanca cabecita dándole un beso
en ella, Luna la miraba con mirada dulce y tierna, lo
entendía todo sabía que su dueña se iba y la dejaba sola
hasta que volviera.

Había atravesado un camino de cruce y se disponía a


subir por entre los pinos, el camino era más corto que si
cogía la carretera que terminaba en la gran mansión. Iba
pensando en las preguntas que le haría a Arthur, parecía
que fuese la madre de Marie para interrogarle a cerca de
su hija. Lo que hubiese a partir de ahora entre ellos dos
no le importaba puesto que Marie era mayor de edad
para saber lo que tenía que hacer, pero como le
molestaba de que esta clase de hombres hicieran de la
mujer una víctima, era por eso que necesitaba oír a
Arthur responder a las preguntas que le tenía preparadas.
También pensaba en Marie cuando le dijera que había
ido a hablar con su pretendiente seductor para conocerlo
mejor, estaba segura de que se enfadaría por
entrometerse en lo que no le importaba.

Subía la pendiente pensando en todos estos


detalles, cuando de pronto oyó un ruido de ramajes que
procedían de los árboles. Se paró a mirar y con gran
sorpresa vio, que el alto y grueso pino movía sus ramas
para todos lados, parecía que fuera el viento que las

143
moviese pero no era así, porque viento no había y miró
girando en su redonda a los demás árboles, y todos
estaban tranquilos y reposando.

Claire giraba su mirada con rapidez por todos lados


asustada, aún le quedaba bastante trecho hasta llegar a la
gran mansión. Quería hacerle frente a este fenómeno
pero no sabía cómo hacerlo, porque las ramas espesas
del árbol le impedía ver lo que se escondía dentro. De
súbito escuchó la voz de la niña que le preguntó con
crueldad.
- C.l.a.i.r.e. ¿ A dónde vas ?.

Claire en esos instantes se puso tan nerviosa y turbada


que no sabía que hacer, si seguir hacia adelante o
retroceder y volver a su casa.

- Ja. Ja. ja. ¿ me tienes miedo ? ¿ Recuerdas que te dije


el otro día que no vinieras aquí ? ¿ Porqué no me haces
caso, eres mala, muy mala ?.

Claire pensó que lo mejor sería volver y olvidar todos


aquellos apuntes que llevaba en la cabeza. Estaba
bajando la pendiente y notó que algo con mucha fuerza
la rodeaba por la cintura sujetándola fuerte, miró y tocó
con sus manos y comprobó que se trataba de una rama
del árbol que se movía, y que debería medir entre cinco
y seis metros, la rama trajo a Claire hacia atrás hasta
llevarla junto a su tronco, allí fue cuando vio a la niña
que muy afanada la estaba atando con la rama al grueso
árbol.

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Al ver Claire lo que le estaba ocurriendo perdió el
control de sí misma, sujetada al árbol grito con voz
desgarradora.

- ¡ Auxilio ! ¡ Socorro ! que alguien venga en mi ayuda.

- ¡ Estás muy lejos para que te oigan ! te voy a dejar


aquí atada para que aprendas - Dijo la niña con voz
ronca y rota.

Claire trataba de quitarse de la cintura las tres vueltas de


rama que tanto la oprimía y le estaba causando un gran
dolor en el pecho, le iba faltando la respiración y sus
fuerzas se le iban agotando.

- ¡ Por favor ! - Imploró llorando.

- ¿ A qué ibas a la gran mansión ? - Le preguntó la niña


formando en su voz un gran estruendo.

- Quiero hablar con el señor Montsir.


- ¿ Acerca de quién ? - Le preguntó la niña con voz
quisquillosa.
- Son asuntos privados.
- No me lo quieres decir pero de todas maneras lo iba a
oír, porque yo estaría allí escuchando.
- No se trata de ti, si es eso lo que necesitas saber -
Respondió Claire agotándosele la paciencia.

145
- ¿ Porqué te portas tan mal conmigo ? ¿ No sientes un
poco de pena por mi ? - Le preguntó la niña con voz
desgarrada.

- ¡ Basta ya ! ¿ No te das cuenta de que estás muerta ? -


Dijo Claire restregándoselo bien.
- ¿ Sabes quién es el señor Montsir ? - Le preguntó la
niña con ironía e ignorando al mismo tiempo las
palabras que le había dicho.
- No, pero me gustaría saberlo y en ello estoy -
Respondió con voz cansada.
- No .. es .. bueno, lo mejor que puedes hacer es dejarlo
todo tal como está, porque de lo contrario todo esto que
yo te estoy haciendo no es nada en comparación a lo que
él, te iba a hacer, si te entrometes en su vida - Le
respondió la niña mirándola muy de cerca.

- ¡ Quítame esta rama, que no la soporto más ! - Dijo


Claire gritando, aunque su voz se oía medio apagada.
- Me gusta tu perrita ¿ sabes ? - Dijo la niña ajena a los
gritos que Claire daba, mientras que reía con descaro.
- ¡ No te acerques a ella ! Si le haces algún daño puedes
estar segura de que acabaré contigo, y te mandaré al
infierno, que es donde deberías estar - Respondió Claire
sacando fuerzas de su garganta.
- Cuando te has ido ahora, la he ido a ver y la he cogido
entre mis brazos, me ve ¿ Sabes ? me ha ladrado con esa
vocecita que tiene tan diminuta, no quiere nada
conmigo, le doy miedo. No le he hecho ningún daño
porque me recuerda a un perrito blanco de peluche que

146
yo tenía - Dijo la niña riendo a carcajadas que Claire oía
cómo hacían eco.

- Nadie te ha querido, porque si así fuese te quedaría un


poco de sentimientos - Le dijo Claire sin fuerzas.
- ¡ No vuelvas otra vez a decir eso ! ¿ Me oyes ? - Le
gritó la niña, mientras que al mismo tiempo cogía otra
rama del mismo árbol y pasó muy aprisa dando vueltas
alrededor de Claire hasta que la enrolló por la altura del
pecho.
- ¡ Espíritu perdido vete a la luz ! - Gritó Claire mirando
a la niña la maldad que tenía .
- No sé muy bien lo que ocurrió el día que iba con mi
madre en el automóvil, lo único que recuerdo es que
seguí a un grupo de gente que iban caminando por un
lugar oscuro y que después se convirtió en un laberinto
para mi ¿ Me lo podrías tú decir ?.
- Te he dicho antes que estás muerta, no tienes físico,
solo te puedo ver yo porque tengo esa facultad, pero
aparte de mi no te ve nadie más. Si te dejas yo te puedo
ayudar a que te vayas al sitio que te corresponda.

- ¿ Este no es mi sitio ? pues aquí vivía yo antes,


¿ Porqué mi padre no me presta atención cuando le
habló ? sólo está obsesionado con mi madre.
- ¿ Entonces sabes donde está tu madre ? ¿ Porqué no
vas con ella ? - Le dijo Claire para ver si decía la
verdad.
- No puedo verla como está, porque me da pavor,
prefiero vivir en el sótano de tu casa que en el palacio de
mi padre - Respondió la niña con temor.

147
-¿ Me estás diciendo que tu madre está en la gran
mansión ? ¿ Tú también estás allí ? ¿ Las dos estais con
tu padre en el lugar que vivíais antes ?.
- No puedo hablarte de esto, tienen que ser los vivos,
alguien como tu y otras personas que ejercen el poder,
es quien lo tienen que descubrir - Respondió la niña
atemorizada.
- ¿ Porqué le tienes tanto miedo a tu padre ? Cuando te
hablo de él te transformas en una figura rara ¿ Porqué ?.
- Ya antes te he dicho que sois vosotros los vivos quién
lo tenéis que averiguar, te lo podría decir pero después
tendré revancha con el hechicero, que vigila el día y
sobretodo la noche.
- Te entiendo que no me quieras aclarar nada - Le dijo
Claire - ¿ Cómo te llamas ?.

- No serviría de nada que yo te dijera cómo me llamo,


seguro que mi padre lo va proclamando con pena, pero
no hay que tenerle lástima, porque lo que hace es peor
que si lo hiciera la bestia - Respondió la niña con rencor.
- ¿ Porqué le tienes tanto miedo y odio al mismo
tiempo?.
- Ya lo descubrirás por ti misma, has dicho antes que me
ibas a ayudar ¿ Lo harás ? - Le preguntó la niña algo
más tranquila.
- Desde luego que lo haré, pero ahora quítame estas
ramas que me oprimen tanto - Respondió Claire con voz
jadeante.
- Está bien lo haré, pero dime antes si vas a ayudar
también a mi madre, creo que ella lo necesita más que

148
yo - Dijo la niña mientras que se disponía a separar las
ramas que tenía atada a Claire.
- Te prometo que haré todo lo que pueda - Respondió
Claire con la voz casi apagada.

Estaba Claire medio desatada cuando entremedio de los


árboles apareció el guardabosques que iba vigilando la
zona. La niña sintió miedo y subió al árbol como si de
un gato se tratara y se encaramó encima observando con
mirada despiadada lo que de ella se fuera a decir.

El guardabosques quedó impresionado al ver a Claire, a


la nueva vecina cómo trataba de despojarse de unas
ramas que cubrían su cuerpo. Se dio prisa para llegar
pronto, resbalándose con sus pies torpes en la pendiente
que había. Cuando llegó a donde estaba, Claire se
sacudía con sus manos la falda color marrón y la blusa
gris que llevaba puesta.

- ¿ Señora que le ha ocurrido ? ¿ Está bien ? - Le


preguntó el guardabosques alarmado.
- Sí, no se preocupe, estoy bien gracias - Respondió
Claire todavía algo turbada.

- ¿ Qué hacia por aquí ?.


- Dando un paseo.
- ¿ Se ha caído ?.
- Sí, he tropezado con esa piedra que hay ahí. - Dijo
Claire señalando una piedra, que había cerca de ella.

149
- Si va a la gran mansión tiene que llamar por teléfono
antes, y el señor Montsir le dará cita - Dijo el
guardabosques informándola.
- Mi intención era de llegar hasta arriba, pero ahora no
me encuentro con ánimos de subir.
- Desea conocer la gran mansión, ¿ no es cierto ?.
- Sí, me gustaría saber como es.

- Ya le dije el otro día que el señor Montsir no tiene


amigos, ni los quiere. Desde que su mujer y su hija
murieron se despojó de todos, hay alguien que lo vienen
a ver, pero son gentes muy raras, tan raros son que yo
tengo miedo de todos ellos.

- ¿ Sabe en qué lugar del cementerio están enterradas su


mujer y su hija ? - Le preguntó Claire bajando la voz.
- No tengo ni idea, pues el día que las enterraron yo no
vine a trabajar ¿ Porqué quiere usted saberlo ?.
- Déjelo - Dijo Claire.

Algo ocurrió de súbito que hizo gritar a Claire,


mientras que el guardabosques luchaba con un gato
pardo que se le había tirado a la cabeza y lo tenía
clavado dando fuertes alaridos. El guardabosques no
podía quitarse el animal de encima pues si lo hacía de un
tirón se arriesgaba a que su cabeza calva quedara herida,
de hecho ya le corría por la frente un hilo de sangre.

Gritaba sin cesar, daba fuertes lamentos de dolor y


maldecía al animal, el suelo era pendiente, el
guardabosques no se sostenía con sus pies, y la lucha

150
que mantenía con el gato. Salieron rodando campo abajo
los dos, pero aún con eso, el gato pegó un saltó y un
fuerte alarido y salió corriendo como si llevara fuego en
la cola.

Claire miraba con terror todo el proceso que llevó la


lucha entre el hombre y el animal. Sabía que era una
venganza de la niña por haber hablado de ella, miró al
árbol donde había subido con la rapidez del rayo, y vio
sus ojos desbordantes de venganza entre las ramas del
árbol. Claire dirigiéndose a la niña le preguntó.

- ¿ Porqué lo has hecho ?.


- ¿ Prefieres que te lo hubiese hecho a ti ? - Le
respondió la niña con voz despiadada.
- Te gusta hacer daño, y ver cómo sufren las personas.
Quieres que te ayude pero tu no haces nada para
conseguirlo - Le dijo enfadada con el entrecejo fruncido.
- Nunca pude soportar a ese hombre desaliñado, sucio y
torpe, y ahora que lo tenía precisamente debajo era el
momento de reírme de él, viéndolo como se debatía el
miserable con el gato rabioso - Le respondió la niña con
voz despreciable.

El guardabosques se puso en pie y sacando un pañuelo


del bolsillo de su pantalón, se lo llevó a la cabeza y
limpió la sangre que el gato le había producido.

Claire bajó la pendiente y fue a su encuentro, estaba


desolada por lo que le había pasado. El guardabosques

151
la miraba con desespero, seguía todavía muy agitado y
nervioso, le dijo con voz cansada.

- Gracias que no le ha ocurrido a usted este percance.

- ¿ Cómo se encuentra ? - Le preguntó tratándolo de


ayudar.
- Poco a poco me iré recuperando del susto. Por este
paraje nos podemos encontrar con todas estas clases de
sorpresas desagradables, pues en los árboles viven
muchos gatos y todos son salvajes.

- ¿ Nunca antes le había ocurrido este accidente ?.


- Con todos los años que hace que trabajo aquí, es la
primera vez que me ocurre, debía ser una gata que
estaba en celo, ahora es la época - Dijo el guardabosques
terminándose de limpiar las últimas gotas de sangre que
le quedaba en la cabeza.

- Tendría que lavarse las heridas no vaya a ser que se le


infecten. - Le recomendó Claire.

- Son sólo unos arañazos, pero iré a una fuente que hay
más abajo de su casa, me lavaré la cabeza allí -
Respondió no dándole mucha importancia.

Claire miró en dirección de donde estaba el árbol donde


la niña había subido, quería comprobar si aún seguía
allí. Todo estaba tranquilo aparentemente, como ya la
conocía, sabía sus maneras poco limpias de actuar, y en
cualquier momento podría aparecer en cualquier lugar.

152
Claire estaba acostumbrada a tratar con espíritus
mandándoles a la luz, pero este de la niña era
imprevisible e indomable, de pronto podía estar en un
sitio que en otro, es lo que se le llama un espíritu burlón,
que se divierte mucho haciéndoselo pasar mal a los
vivos, son rebeldes y no aceptan de que están muertos,
aún que saben que lo están.

Claire tenía que llevar mucho cuidado en lo que hacía y


lo que decía, porque rápidamente podía la niña
transformarse en un bicho feo, malo y cruel.

Claire estudiaba la manera de cómo hacerlo con ella


para que no fuese muy problemático, pues en unos de
los arrebatos que a la niña le daba, le podría hacer
mucho daño, y si no se lo hizo antes es porque ella iba
con cautela, y la mayoría de veces se mostraba tranquila
y sin miedo.

153
11

Claire había pasado toda la tarde metida en su


despacho escribiendo su novela en el ordenador portátil.
Luna estaba sentada y dormida encima de una silla de
madera que Claire había puesto cerca de ella para
poderla vigilar mejor.

La noche se había echado encima sin que se diera


apenas cuenta. Estaba cansada y necesitaba cenar algo
aunque fuera poco para que su mente se despejara.
Cogió a Luna en brazos y bajó con ella las escaleras. En
el comedor la dejó de pie en el suelo, mientras que hacia
algo de comida.

Marie no tardaría en regresar, y seguro que lo hacía


acompañada por el chófer de Arthur. La noche prometía
abundante lluvia, pues los relámpagos acompañados de
los truenos hacían acto de presencia. Un ruido aterrador
y los lloros de Luna hicieron salir a Claire de la cocina y
mirar que ocurría. El viento se había levantado y las
ramas de los árboles que habían en el jardín azotaban los
cristales de los grandes ventanales que daban al
comedor - salón.

- ¡ Luna, no ocurre nada para que tengas tanto miedo,


deja de llorar ! - Le dijo Claire a la perrita mientras que
acariciaba su cabecita para tranquilizarla.

154
Fuertes maullidos de dos o de muchos gatos se oían no
muy lejos de la casa. Este maullar espantoso hizo que
Claire mirara por los cristales para ver si advertía algo.
Los gatos se escondían dentro de los árboles, con el
movimiento de las ramas pudo ver a varios gatos que se
agarraban con uñas a las fuertes ramas.

Dos focos grandes venían de frente que pertenecían al


automóvil de Arthur y que paró cerca de la puerta de la
casa.

La lluvia caía con fuerza, Claire desde la ventana vio


como el chófer salía rápidamente del automóvil para
abrirle la puerta a Marie, para que no se mojara. Ella lo
hizo con rapidez, sólo tenía que andar varios pasos para
llegar a la entrada de la casa. Claire la estaba esperando
con la puerta abierta para que no se mojara. Lo primero
que hizo fue mirar su rostro para ver que perfil daba.

Marie estaba contenta y sonriente.

- ¡ Hola ! ¿ Que tal día has pasado ? - Preguntó Marie.


- Regular - Le respondió Claire mientras que cerraba la
puerta.
El chófer volvió a entrar de nuevo al mercedes
y desapareció en la oscuridad de la noche.
Marie llegó hasta el salón - comedor y dejó su bolso
encima de la mesa, seguidamente se sentó en un sillón
cómodamente manifestando su alegría y próxima
felicidad.

155
- ¿ Sabes que hoy he tenido un día maravilloso ?
¿Adivina quien ha venido a la tienda esta mañana, y ha
comprado dos pares de zapatos de los más caros ? - Dijo
Marie utilizando palabras adivinatorias.

- Haber, déjame pensar - Dijo Claire con una sonrisa -


¿ Puede que haya sido Arthur ? ¿ Me estoy
equivocando? Seguro que está enamoradísimo de ti. Ya
te he dicho que andes con cuidado, pues no es normal
que un señor de su clase vaya al siguiente día de
conocerte a comprarse zapatos.
- Pues sí, ha sido Arthur quién ha venido ¿ Cómo lo
sabías ? - Le preguntó Marie inocentemente y sin una
pizca de malicia.
- Era fácil de adivinar, puesto que la araña ha empezado
ya a devorar a su víctima - Le respondió con voz
apagada, mientras que entraba a la cocina para terminar
de preparar la cena.

Marie no comprendió lo que le quiso decir y la siguió


para preguntarle - ¿ Porqué no le cae bien Arthur ?.

- Todavía no te puedo responder a esa pregunta, y deseo


desde el fondo de mi alma que esté equivocada de todo
lo que pienso de él.
- Me hubiera gustado que hubiese visto el recibimiento
que los dueños de la zapatería le han hecho cuando lo
han visto entrar. La dueña quería que fuese atendido por
ella, pero Arthur dirigiéndose a mi, le dijo amablemente
- Quiero que sea Marie.

156
Yo no me encontraba incómoda sino todo lo
contrario, me encontraba muy bien teniéndolo delante
mío, y de la manera como me miraba, parecía un
enamorado de veinte años.

- Veo normal en una joven como tu que se haya


enamorado de un hombre tan atractivo y galante, pero
vuelvo a insistir, lo tienes que conocer más, eres una
joven sin experiencia, y sobretodo genuina, estoy segura
que él busca alguien como tú, y lo ha encontrado - Dijo
Claire haciéndole ver por si ella no se había dado cuenta
que la seducción de Arthur hizo efecto en ella.

- Creo que estoy enamorada de él, no sé si es por su


físico o por lo caballero que demuestra ser.
- ¿ Has podido hablar con Pierre ? - Le preguntó Claire.
- Lo he visto a la hora de la comida, pues los dos vamos
a un pequeño bar que hay cerca de nuestro trabajo a
comer. No he creído que era el momento de decirle
nada, me ha mirado y se ha ido a sentarse en una de las
mesas que hay en el fondo del bar. Su semblante era
serio y triste. Yo jamás le di paso a nada, ni le demostré
en ningún momento que me podría gustar, he sido yo la
primera sorprendida - Seguidamente repuso - Voy arriba
al cuarto de baño, necesito una ducha de agua templada.
- Está bien. He hecho para cenar arroz hervido y carne
en filetes ¿ Te apetece ? - Le preguntó Claire.

- No tengo mucha hambre pero comeré un poco, será


por la alegría que siento por todo esto que me está
sucediendo ¿ Claire, cree usted que Arthur me pedirá en

157
matrimonio ? - Le preguntó Marie con la intención de
oír decir sí.

- ¿ Crees que si no te lo pidiera te iba a enviar a su


chófer ? - Le respondió Claire con un poco de picardía
en su mirada.
- Me ha respondido, me ha dicho que sí - Dijo Marie
saliendo de la cocina, cogió su bolso y se dirigió al piso
de arriba.

La tormenta seguía con más fuerza que antes, y el aire


se dejaba oír dando fuertes silbidos. La luz se apagó una
vez y seguidamente vino, pero no estaba segura, daba
diminutos apagones.

Claire dejó en la cocina los platos que había preparado y


fue hasta la chimenea, puso leña y avivó el fuego. Al
menos si la luz se iba quedaba la de las llamas, también
la temperatura había bajado y dentro de la casa hacía
frío.

Se escucharon unos gritos de ansiedad que provenían de


Marie, llamaba a Claire desesperadamente y sus
chillidos se hacían cada vez más grandes y agudos.
Claire fue corriendo en su ayuda. Encontró a Marie en la
mitad de las escaleras tratando de mantener el equilibrio
para no caerse.
Claire miraba aterrorizada la cantidad de centenares de
largas y gordas cucarachas negras rojizas y amarillas
que inundaban las escaleras, iban bajando como si de

158
una expedición se tratara, había una inmensidad tan
grande que no se podía subir o bajar las escaleras.

Luna al oír como Claire gritaba también, fue a ver que


era lo que le sucedía, y de inmediato se metió en medio
de esa gran marabunta.
Marie seguía en el mismo lugar sin poder moverse, las
cucarachas iban cubriendo sus pies y subiendo por sus
piernas. Bajaban por las escaleras cada vez más, habían
alcanzado el pasillo donde Claire estaba temblorosa y
tratando de chafar con sus pies todas las que podía, eran
tantas las que habían que unas morían y muchas más
iban apareciendo. El miedo se había apoderado de ella y
gritaba como una histérica, los gritos de ella y los de
Marie llegaban al bosque y alcanzaron la gran mansión.

Luna estuvo pronto rodeada de cucarachas que iban


subiendo por sus manos, sus pies, hasta que llegaron al
lomo y a su cabecita, lloraba mientras que trataba de
quitarse con la boca tantos bichos.

Claire no se había dado cuenta de que tenía a la perrita


detrás de ella. No podía entender de donde salían tantos
insectos repugnantes, quería ir en ayuda de Marie que
seguía enloquecida gritando y saltando de un escalón a
otro. Le gritó diciéndole.

- ¡ Baja las escaleras rápidamente que te están ganando


! ¡ Pronto tu cuerpo será cubierto de todos estos
asquerosos insectos !

159
Por el cuerpecito de Luna iban corriendo las cucarachas
y el animalito seguía llorando sin saber que hacer. De
pronto Claire rodeó la cabeza y la vio que estaba llena
de todos esos bichos, y fue corriendo a quitárselos.
Tenía a Luna cogida con sus manos en el aire, la sacudía
todo lo que podía pero esos insectos estaban cogidos a
su pelo blanco, lloraba sin cesar y se retorcía
queriéndose sacar todas las cucarachas que había
cubierto su cuerpo.
De súbito escuchó Claire unas carcajadas despiadadas y
crueles con voz deformada, entre persona y animal.
Rápidamente miró a lo alto de las escaleras y vio que la
niña estaba mirando con burla, todo lo que estaban
pasando.

- ¡ Cómo me gusta veros sufrir ! ésta que tanto grita y


que se quiere convertir en la esposa de mi sanguinario
padre le voy a dar lo que se merece.
- ¡ Déjanos tranquilas y vete de esta casa, miserable
ente, que sólo buscas y haces el mal por donde pasas ! -
Le gritó Claire totalmente desconcertada por todo lo que
les había traído, sepa Dios de donde.

Marie había perdido el control de sí misma y temblaba


igual que una hoja que se desprende del árbol y va
cayendo y girando por donde el aire la lleva. Claire
seguía con Luna entre sus manos quitándole las
cucarachas, y del cuerpecito de Luna empezaron a subir
por los brazos de Claire, también por el vientre y el
pecho lo tenía lleno, no sabía a donde acudir, se daba
cuenta que la casa se estaba llenando de esos

160
cochambrosos insectos. La que peor estaba era Marie
que no sabía si subir las escaleras o bien bajarlas. La
niña estaba riendo con una malicia que le nublaba la
mirada, y esperaba a Marie que subiera las escaleras.

Claire estaba en todos lados observando cada


segundo lo que pasaba, Marie, como parecía que había
enloquecido no servía de nada gritarle para decirle que
bajara las escaleras, y en un arranque por no saber lo
que hacer, Marie empezó a subirlas, dando gritos y
brincos hasta que de esa manera llegó al último escalón
de arriba, quiso correr con la idea de meterse en su
habitación pero... la niña la estaba esperando con mirada
perversa y sonrisa mezquina. La empujó con rabia y la
lanzó casi por los aires escaleras abajo. Seguidamente
soltó una terrible carcajada que hizo eco en toda la casa
y que sólo Claire pudo oír.

El cuerpo de Marie fue a parar a los pies de


Claire que fue quién la detuvo. Habían tantos nervios
exaltados en su cuerpo que se puso en pie rápidamente,
quería correr pero no sabía por donde, al fin alcanzó la
puerta de la casa y salió fuera pidiendo auxilio a gritos.
Claire corría también hacia la puerta con Luna entre sus
manos, había conseguido quitarle las cucarachas que
corrían por su cuerpecito blanco.
A Luna la había dejado en el suelo pero el
animal no se alejaba de los pies de Claire, pues seguía
temblando de miedo.

161
Marie había alcanzado el bosque corriendo en dirección
a la gran mansión, mientras que iba pidiendo socorro a
gritos. Claire miraba cómo se iba alejando en la noche y
perdiéndose entre los árboles, entre rayos y truenos y
con una lluvia que caía torrencial. Necesitaban que
alguien fuera para acabar con todos aquellos bichos, no
podían entrar en la casa hasta que no estuviera limpia.
Claire oía ladrar a los perros de la gran mansión
respondiendo a los gritos de auxilio que iba dando
Marie, sintió miedo por ella, no fuera ser que los perros
estuvieran sueltos y la atacaran.

La lluvia había cesado un poco, los campos estaban


mojados. El viento que hacía sacudía las gruesas y
largas ramas de los árboles haciendo caer la lluvia que
había caído encima, la noche se presentaba fría y
húmeda. Luna tenía frío y su cuerpecito temblaba pero
era por la humedad que sentía en sus pies.
Claire la cogió en brazos y la acurrucó contra su pecho
para darle calor. Las luces de la casa estaban encendidas
las del salón - comedor, la de la cocina y la galería.
Claire se fue acercando poco a poco con la perrita entre
sus brazos y miraba para ver por donde iban las
cucarachas y cuantas quedaban. Avanzaba con pasos
lentos mirando de derecha a izquierda, subió los tres
escalones que tenía la entrada de la casa sin que
advirtiera nada, pero su asombro fue terrible al ver que
al final del pasillo a la derecha, por un huequecito
supuestamente pequeño que había en el suelo iban
entrando haciendo cola las últimas cucarachas que
quedaban.

162
- ¿ Donde iban a esconderse ?- Se dijo para sí. Lo más
creíble es que pudieran estar escondidas entre el techo
del sótano.

Fue avanzando por la galería hasta llegar al hueco o


entrada de estos insectos, se inclinó para mirar de cerca
y lo que vio fue una rendija agrietada. Quiso seguir
buscando y empezó a subir a paso lento el primer
escalón de las escaleras, estaba todo limpio de bichos. Y
siguió subiendo escaleras arriba, una a una, tampoco allí
habían rastros de esos insectos. Llegó al primer piso y
miró dentro de su dormitorio, la puerta estaba abierta y
con la luz encendida, ella cada vez que salía de su
dormitorio lo dejaba cerrado y no recordaba haber
subido antes, pero como el espíritu de la niña estaba por
toda la casa se había adueñado de ella.
Dentro del dormitorio todo estaba perfecto, igual que
ella lo había dejado. Salió y se dirigió a la puerta que
estaba cerrada y que pertenecía a su despacho, donde
ella escribía, su mirada se posó en la maneta dorada de
la puerta, estuvo unos segundos pensando abrir o no,
decidió de abrir, le dio la media vuelta a la maneta y
dando un empujón la puerta se abrió de par en par. Su
rostro se llenó de terror cuando descubrió que la niña
estaba sentada en el lugar donde ella escribía en una
silla de escritorio, delante tenía la máquina de escribir y
estaba dándole a las teclas, escribiendo por supuesto.

163
La niña levantó la cara de la máquina y echó una mirada
escalofriante y llena de rencor a Claire, y dirigiéndose
con un tono de voz agudo le dijo.

- Tenías que haber llamado antes de entrar, me has


dejado a medias con la palabra que estaba escribiendo,
¿Sabes que me estás molestando ? ¡ Vuelve a cerrar la
puerta y vete !.

El cuerpo de Claire se descompuso, el semblante lo


tenía pálido, la sangre en sus venas corrían más de lo
que le era permitida, su rostro iba cambiando de tonos y
cogió un color rojizo, estaba a punto de explotar. Se
enfureció de tal manera que con un gesto rápido entró en
su dormitorio, dejó a Luna sobre su cama y salió
cerrando la puerta, volvió a su despacho donde la niña
estaba ocupando su lugar.
La niña se mostraba indiferente y seguía escribiendo de
un modo rápido y sin unir las palabras, lo que escribía
no decía nada, la hoja de papel que estaba saliendo tenía
letras sueltas.
Claire con rabia e ira cogió con sus dos manos la
máquina de escribir y levantándola con fuerza la tiró a la
cabeza de la niña, mientras que le decía gritando.

- ¡ Fuera de esta casa, asquerosa y embustera ! ¿ Qué


líos te traes ahora ?.

La niña reaccionó con locura, y su mirada era oscura y


fría, su boca de labios finos y deformados desafiaban a
Claire con la peor intención. Dio un chillido agudo y

164
rápidamente empezó a correr sin control por el
despacho, cuando se encontró con la pared la subió
hasta la mitad y corría a gran velocidad por las cuatro
paredes. Claire estaba en el medio, con la mirada
perdida, viendo pasar corriendo a la niña. Estaba ya
harta de tanta insolencia y de aguantar a esa niña
estúpida y rebelde, estaba segura que tenía una razón
para comportarse de ese modo, ella la quiso ayudar
desde el primer momento pero, era un espíritu burlón y
vengativo que lo único que quería era quedarse sola en
la casa, también habían otros espíritus con ella que no
habían encontrado la luz, y que estaba segura que
deberían vivir también dentro de la casa. A partir de
ahora la iba a tratar de diferente manera, se acabó de
hablarle bien y de tratarla mejor, se había asustado
mucho con las cucarachas que le había mandado, y las
retiró también cuando ella quiso.
Lo sentía más por la pobre Marie que aún
todavía no había regresado, estaba a punto de volverse
loca, también le daba mucha pena la pobrecita Luna, era
sólo un cachorro y lo estaba pasando terriblemente mal,
le había tocado vivir junto a ella una terrible pesadilla
pero, no dejaría que la niña ni nadie le hiciera el menor
daño.

La niña seguía girando y corriendo por las paredes.


Claire cogió una silla y tranquilamente se sentó, se
cruzó de brazos y cada vez que veía a la niña pasar le
decía una frase distinta para humillarla.

165
- ¡ Baja de ahí niña tonta ! - Eres despreciable - ¡ Estás
ridícula !.

La niña se daba cuenta de que estaba perdiendo fuerza,


pues, Claire ya no le temía y se burlaba de ella. Bajó de
las paredes con la cara amoratada, el contorno de los
ojos lo tenía azulado oscuro, la mirada la tenía hundida,
y su cuerpo de niña se iba transformando en un
esqueleto vestido.

Claire sintió compasión por ese espíritu que iba perdido


pero que por alguna razón, no quería dejar la casa ni ese
lugar. De pronto la niña desapareció de la vista de
Claire. Se puso en pie y lentamente fue poniendo orden
en el despacho, todo lo que había sido desplazado lo iba
poniendo en su lugar. Escuchó a Luna como lloraba
dentro de su dormitorio, la fue a buscar, y aún seguía
subida en la cama pero temblorosa del miedo, que tenía
por todo el ruido que estaba oyendo.

Claire se acercó a ella y con suavidad la cogió en brazos


y la estuvo acariciando su cabecita y la besó repetidas
veces diciéndole.

- No tengas miedo, ya todo ha pasado.

Miró la hora que era en el reloj despertador


que había encima de la mesita, y vio que marcaban las
once de la noche. Su preocupación era grande, pues
hacia más de una hora que Marie había salido corriendo
hacia la gran mansión, y aún no había ido nadie para ver

166
que era lo que sucedía. En ese instante el teléfono sonó,
Claire bajó las escaleras con Luna en los brazos, cuando
llegó a donde estaba el teléfono lo descolgó con la mano
derecha y con la izquierda sostenía a la perrita.

- ¡ Dígame ! - Dijo Claire suavemente pero al mismo


tiempo intranquila.
- ¡ Hola ! Claire soy Marie - Se oyó la voz de la joven
tranquila y sosegada.

- ¿ Donde estás ? - Le preguntó Claire.


- Esta noche me voy a quedar a dormir en casa de
Arthur, me ha aconsejado que no vuelva ahí, y le ha
ordenado a su servicio que preparen un dormitorio para
mi, ¿ Cómo está usted ? ¿ Se ha tranquilizado todo ? -
Dijo Marie como si nada hubiese ocurrido.

- Escúchame Marie, ¿ Has dicho a Arthur lo que ha


ocurrido con las cucarachas ? - Le preguntó Claire sin
comprender bien lo que ocurría y, el cambio tan grande
que Marie había hecho.

- Sí, cuando llegué y pude hablar con él, se lo conté, y


no le dio importancia, me dijo, que pronto se irían pero,
que yo me quedara esta noche aquí. Ya hablaremos de
todo esto mañana.

Estas fueron las últimas palabras que dijo Marie porqué


seguidamente cogió el teléfono Arthur y con voz
delicada dijo.

167
- ¡ Buenas noches Claire ! no tema por Marie porque
está bien.
- Arthur dígale que se ponga al teléfono, porque le
quiero preguntar algo más - Respondió Claire algo
decepcionada y con voz cansada.
- No está, se ha ido para su dormitorio - Dijo Arthur
firmemente.
- ¿ Que quiere decir con que se ha ido a su dormitorio ?
¿Es que ella tiene un dormitorio ahí en su casa ? - Le
preguntó con asombro.

- Claire no se ponga nerviosa y tranquilícese. El sábado


próximo doy una fiesta y queda usted invitada, será por
la tarde, espero que venga y si es posible acompañada,
verá que bien lo vamos a pasar - Dijo Arthur con voz
tranquila y seductora.
- Está bien, estaré - Respondió por último Claire, y
seguidamente colgó el teléfono.

La puerta de la casa había quedado abierta y por ella


entraba frío y humedad. Claire dejó a Luna de pie en el
suelo, y fue a cerrarla.
El estómago le pedía alimento y Luna lo necesitaba
también, pues oía sus tripas como chillaban. Le puso en
su comedero una ración de pienso que la perrita iba
comiendo despacio. Claire había dejado en la cocina ya
hecho antes de que empezaran las cucarachas a salir,
carne y arroz, se sirvió un plato y lo fue a comer al
comedor, era ya tarde para cenar pero tenía que comer
algo para apaciguar su estómago.

168
El viento se había vuelto a levantar y la tormenta volvía
a aparecer, de nuevo las ramas de los árboles estaban
pegando en los cristales de los dos ventanales. Luna
cogió miedo y no terminó de acabar la ración de pienso
que Claire le había puesto, y fue a sentarse junto a los
pies de ella.

Los silbidos del viento se filtraban por entre las rendijas


de los cristales y el frío se introducía dentro de la casa.
Había una rama larga de un árbol que estaba a tres
metros de la casa y que llegaba fácilmente a azotar los
cristales de una de las ventanas del comedor, haciendo
un gran estruendo cada vez que pegaba. La lluvia caía
sin cesar aporreando las paredes de la casa y el tejado.
De donde estaba sentada Claire podía ver la luz gruesa y
casi dorada que iluminaba la entrada de la gran mansión.
De pronto un rayo apareció en el horizonte que iluminó
los alrededores del monte, seguidamente después le
siguió un fuerte trueno que hizo la casa temblar y, la luz
se fue de inmediato. Luna empezó a llorar y a querer
trepar por las piernas de Claire, ella la cogió y la sentó
sobre su falda mientras que acababa de comer el plato
de arroz con carne, a oscuras. Sólo había pasado un
instante del rayo que había caído en el monte cuando de
sorpresa se iluminó el comedor por otro rayo que caía
cerca de la casa, el trueno que lo siguió fue
horriblemente fuerte, pues parecía que la casa se
levantara de sus cimientos.
De súbito se escuchó un fuerte golpe en los cristales de
la ventana del comedor, fuera no se veía nada pero,
Claire con gran espanto estaba aterrada viendo a través

169
de los cristales varias figuras oscuras clavadas en los
vidrios y sólo podía percibir varios puntos luminosos
que la miraban.

Se quedó donde estaba sin poder pronunciar palabra


alguna. Luna trataba de meter su cabecita para
esconderse debajo de uno de los brazos de Claire y, la
pobrecita temblaba despavoridamente.
Claire no quitaba la mirada del ventanal y tratando de
averiguar que cosas raras eran aquellas figuras oscuras
que intentaban entrar por los cristales. Rápidamente lo
averiguó al caer otro rayo, se trataba de tres gatos que
sin cesar arañaban los cristales para poder entrar en la
casa. No tardó ni dos segundos que en la ventana
continua, de súbito se clavaron también varios gatos
maullando y dando alaridos, el trueno que siguió fue
aterrador y los gatos de las dos ventanales pegaban
fuertes saltos para cogerse a donde fuera. El viento
cuando azotaba a través de las ramas del árbol iban
sacudiendo todo lo que había a su alcance y a los gatos
los golpeaban con furia.

Claire estaba que no sabía que hacer, sus manos


temblaban de pavor, aunque la chimenea estaba
encendida el frío que hacía dentro de la casa era
insoportable, los pies los tenía helados, el cuerpo y las
manos también.

- ¿ Porqué no acaba esta tortura pronto ? - Gritó Claire


con la mirada traspuesta y con la voz desgarrada.

170
De pronto se escuchó en la puerta de la entrada el
maullar de muchos gatos y sus uñas que arañaban la
puerta, estaba rodeada de felinos que al parecer estaban
aterrados por la fuerte tormenta y se querían refugiar
dentro de la casa. Eso era lo que Claire pensaba, sentía
pena por todos los gatos que vivían en el bosque y por lo
mal que lo estaban pasando. La tormenta estaba con
toda su fuerza y los rayos eran cada vez más grandes y
fuertes y con más intensidad, los gatos estaban rabiosos,
por los maullidos que daban se podía apreciar que su
furia era aterradora. Rápidamente se agarraron también
a la cristalera de la galería, cada vez venían más, seguro
que el bosque se había quedado sin ellos para ir a la casa
de Claire.

Tan grandes eran los golpes que daban y los maullidos


feroces que lanzaban que Claire pensó por un instante
que romperían los cristales, y entrarían en la casa. Este
pensamiento que tuvo la llenó de terror y, seguía
inmóvil sentada en la silla con Luna entre sus brazos,
parecía que quisiera protegerse con ella, miraba a todos
lados totalmente descontrolada.

En el monte a donde estaba la gran mansión,


todo se veía negro, la luz allí también se había cortado,
Claire no tenía tiempo ni capacidad para pensar de cómo
estaría Marie, seguro que por mal que lo estuviese
pasando no sería peor de cómo se encontraba ella.
Claire llegó hasta la chimenea y se puso cerca
de las llamas para calentarse.

171
- ¡ Tenemos que ser las dos valientes ! pronto vendrá la
luz y todo habrá acabado - Le decía a Luna.

Claire dejó a Luna en el suelo, la perrita lloraba, pues,


sólo quería estar en brazos, era sólo un cachorro de dos
meses y medio, muy pequeñita para padecer tanto.

- ¡ Vaya por Dios, ahora me sucede esto ! - Exclamó


mientras que trataba de coger a Luna. Al fin la alcanzó
con las manos temblorosas. Su afán era de buscar velas,
y tantear donde estaba la caja de cerillas, trataba de abrir
la caja con cuidado para no derramarla.
Sacó una cerilla y la rascó en el papel de lija,
con la humedad que había la cerilla no se encendió y el
fósforo se rompió. Los gatos seguían maullando con
fuerza y arañando la puerta y los cristales de los
ventanales y los de la galería, Luna también lloraba
cogida a uno de los pies de Claire, porque ella la había
de nuevo depositado en el suelo. Volvió a abrir la caja
de cerillas y sacó otro fósforo. Se concentraba todo lo
que podía para que esta vez no se le rompiese, rascó la
cerilla con suavidad y a las dos veces se le encendió,
pero vino un aire, y la apagó ¿ Porqué me ocurre esto ? -
Dijo rabiosa. Al fin dejó la caja de cerillas en el suelo y
encendió la vela con la llama que había en la chimenea,
dejando chorrear la cera sobre los chopos ardiendo.

- ¡ Por fin he atinado y tenemos luz, aunque sea de la


vela !. La fué a poner encima de la mesa del comedor
que parecía más que un comedor, una iglesia, con la olor

172
que había quedado a cera quemada, y la luz media que
daba la vela.
En un lateral de la chimenea habían más
troncos de leña que había ido a buscar por la tarde al
garaje, se había prevenido de combustible antes de que
la tormenta empezara, pues la veía venir. El cielo había
oscurecido antes del anochecer, y por el horizonte, ya
iban apareciendo relámpagos sin mucha intensidad.
La llama que daba la chimenea, se avivó más,
y ya podía ver mejor, lo que sucedía dentro. Pudo ver
mejor a los gatos que rodeaban la casa, se acercó a los
ventanales con mucha cautela, podía verles mejor los
ojos que la miraban con desespero, sus dientes y uñas
afiladas.

- ¡ Iros de aquí ! ¡ Ya está bien ! ¡ El bosque es vuestro


lugar ! - Gritó desesperadamente.

Claire iba de un lado a otro repitiendo estas frases.


La tormenta iba perdiendo fuerza, los rayos eran ya cada
vez menos y los truenos se oían cada vez más lejos. La
lluvia aún caía espesa y abundante. Claire había
recobrado más serenidad pero las piernas y las manos le
seguían temblando. Luna la iba siguiendo por el
comedor - salón pero ya no lloraba.

173
12

De pronto una luz iluminó el exterior de la


casa. Claire oyó el ruido del motor de un automóvil que
se paraba. Con ansiedad se acercó a una de las ventanas
para ver quién era, aunque el motor lo podía reconocer
por las veces que había subido en ese automóvil. La
ansiedad que tenía le desapareció de inmediato cuando
pudo comprobar que los gatos se habían ido de allí.

Llena de entusiasmo y de satisfacción pudo


ver en la oscuridad de la noche el automóvil de Gilbert.
Claire golpeó los cristales de la ventana varias veces,
con su dedo índice cerrado de su mano derecha,
llamando la atención de Gilbert y para que la viera, que
aún seguía sentado dentro del automóvil, cerrando la
llave de contacto, y también la de los focos.
Se apresuró rápidamente a la puerta para
abrirla, vio que Gilbert salía del automóvil cerrando la
puerta con llave, y llevando un maletín en su mano
izquierda.
Claire estaba esperando con la puerta abierta,
con una gran sonrisa y con los brazos abiertos para darle
un gran abrazo. Jamás había tenido tantos deseos de
verlo como en esos instantes, junto a él se sentía segura,
y si alguna vez había sentido miedo por algo, que era
raro en ella, todo se le iba cuando Gilbert le hablaba.
Sus palabras eran de mucha satisfacción y
reconfortantes, siempre conseguía que se sintiera fuerte

174
y con mucho empuje para hacer y conseguir todo lo que
ella se proponía.
Gilbert había dejado en el suelo a un lado de la
entrada su maletín, para poder abrazar y besar con ganas
a Claire, a su gran amor. Los dos estaban enlazados en
un fuerte abrazo que seguían de besos y de caricias. Era
la primera vez que se habían separado para tantos días y
para ellos parecía de que fuera una eternidad.
Les hizo despertar de ese sueño de amor que
tenían, los débiles ladridos de Luna que los hacía a la
presencia de Gilbert. Él intentaba poner en orden los
cabellos negros y largos de Claire, también ella hacia lo
mismo con el cabello rubio y rizado de Gilbert.

- ¿ Qué bolita blanca es esta ? - Preguntó Gilbert


mirando hacia abajo.
- Es Luna, una noche por teléfono te hablé de ella,
gracias que la tengo, ella me da mucha compañía - Dijo
Claire sonriendo y aún besando los labios de Gilbert.

- Entremos dentro, porque nos estamos quedando los


dos aquí helados de frío, y nos estamos mojando.
Tengo que contarte muchas cosas que me han
sucedido - Repuso Claire cogiendo la mano a Gilbert y
estirando de él hacia dentro de la casa. Él hizo un gesto
rápido para coger su maletín, y tras de él cerró la puerta.

Luna seguía con sus ladridos de cachorro tratando de


defender a Claire, de ese intruso que acababa de
introducirse en la casa, para que se callara, Claire la
cogió en brazos y le dijo mirándola muy de cerca.

175
- ¡ Es bueno, es mi marido, no te enfades con él !.

Gilbert miraba a Claire y a Luna contento y feliz, le


gustaba que ladrara, de esa manera Claire no se
encontraba tan sola. Se frotó las manos en señal de que
tenía frío, se dio la vuelta y miró la chimenea y los dos
palitos que estaban acabándose de quemar.

- Cariño hay que ir al garaje y coger leña, pues con la


tormenta que hay, yo no he podido salir, y aunque
hubiera querido, los gatos me lo hubiesen impedido -
Dijo Claire mirando la llamita que quedaba.

- ¿ Los gatos ? ¿ Qué gatos son esos ? - Preguntó Gilbert


girando la cara para mirarla.
- Son gatos que viven en los árboles del bosque, y como
la tormenta ha sido descomunal, creo que los animales
tenían miedo, y se querían refugiar dentro de la casa -
Respondió Claire mostrando en su mirada restos del
miedo que había pasado.

- ¿ Te han asustado los gatos ? - Le preguntó Gilbert


algo desconcertado, pero creyendo en lo que Claire le
decía, al ver su rostro aún todavía asustado.
- También tu hubieses tenido miedo si los hubieras visto,
son gatos salvajes que están desde que nacieron en el
campo, no tienen contacto con las personas, y al menor
gesto se tiran - Respondió Claire mientras que miraba
con reparo los ventanales y la puerta de la casa.

176
- ¿ No estás exagerando ? - Preguntó cogiendo con sus
manos el rostro de Claire, al mismo tiempo que le daba
un beso en los labios.
- ¡ Mira las marcas que han quedado en los cristales, en
todos los cristales ! si te fijas bien, hay manchas de
sangre que se han hecho ellos mismos al querer entrar
por las ventanas, y por los cristales de la galería,
también la puerta tiene que estar deplorable, mañana con
luz del día se verá bien ¿ No me crees ? - Dijo Claire
frunciendo el entrecejo.

- Amor, sabes que me creo todo lo que tu me dices, pero


jamás he oído decir a nadie, que unos gatos querían
romper los cristales de una ventana para colarse dentro
de una casa - Respondió con suavidad para no alterar el
nerviosismo que hacía pocos minutos se había
apoderado de ella - Repuso - Amor, voy a buscar leña al
garaje para hacer un buen fuego, y espero que la luz la
den pronto.

La lluvia había cesado, y se oía el ruido de las gotas de


agua que caían de los árboles al suelo. Había de la casa
al garaje cuatro metros aproximadamente. Gilbert entró
con cuidado porque no se veía nada, escuchó un ruido
misterioso que no podía bien distinguir que era, parecido
a un ronquido y aullido al mismo tiempo. Habían por
medio muchos trastos con los que tropezó, y que iba
apartando con los pies. De pronto oyó un fuerte alarido
que al parecer procedía de debajo del automóvil, dobló
una rodilla poniéndola en el suelo, y se dispuso a mirar
que era lo que había. En ese instante, un maullido

177
acompañado de un zarpazo, le arañó, haciéndole varias
heridas, en la mano derecha que la había dejado
reposando en el suelo.

- ¡ Maldito animal ! - Gritó Gilbert, al mismo tiempo


que rápidamente se ponía en pie, y empezaba a dar
patadas por debajo del automóvil - ¡ Fuera de aquí ! -
Gritaba.

Por la parte trasera del coche de Claire empezaron a


salir más de una docena de gatos asustados. Gilbert salió
a prisa para ver donde se dirigían, y vio que cada uno
corría para un sitio distinto, dentro del bosque.
Entró a buscar la leña, y cogió un brazado y
rápidamente entró en la casa. Lo primero que hizo fue
poner chopos en la chimenea. Llamaba a Claire para
contarle lo que le acababa de suceder con los gatos, ella
estaba en la cocina haciendo café, al oír que Gilbert la
llamaba fue para ver que era lo que quería.

- ¡ Mira lo que me han hecho los gatos ! - Dijo Gilbert


indignado, al mismo tiempo que le mostraba la mano
ensangrentada.

- ¿ Dónde estaban ? - Le preguntó Claire asustada.


- En el garaje, debajo de tu coche - Respondió Gilbert.
- ¡ Vamos rápidamente al baño para lavarte las heridas,
no vaya a ser que te se infecten y tengamos problemas
!.

178
Para subir al piso de arriba se ayudaron de la vela que
había encendida. Claire la cogió, y con la vela en la
mano, fue ella la primera en subir las escaleras, seguida
de Gilbert que iba teniendo cuidado donde ponía los pies
para no caerse.

Depositó la vela encima de la repisa que había


entre el espejo y el lavabo, abrió el grifo del agua, cogió
la mano de Gilbert y la puso debajo, la estuvo frotando y
lavando con jabón hasta que la sangre le desapareció.
Seguidamente con una gasa y agua oxigenada, estuvo
desinfectando las heridas.

- Bueno ya está desinfectada - Dijo Gilbert, no dándole


importancia a lo ocurrido y al mismo tiempo haciéndose
el fuerte para no alarmar a Claire más de lo que ya lo
estaba.

Claire estiró de uno de los cajones que habían en el


cuarto de baño y sacó una toalla blanca bien doblada, la
abrió y con cuidado estuvo secando la mano de Gilbert,
él la observaba con mirada tierna, y con un brillo
especial que emitía sus pupilas.

En ese mismo instante la luz apareció, y la mitad de la


casa se iluminó, dando vida y tranquilidad.

- ¡ Al fin, tenemos luz ! - Exclamó Claire contenta.

- ¡ Sí, al fin, ahora me doy cuenta lo mal que lo pasaban


nuestros abuelos, y aún peor, nuestros tatarabuelos

179
cuando por la noche se tenían que alumbrar con un
candil - Respondió Gilbert, estrechándola entre sus
brazos - No estamos acostumbrados a la vida de antes -
Repuso, mientras que salía del baño y se dirigía a la
puerta de al lado que estaba cerrada.

- ¡ Cariño, tengo que decirte algo - Dijo Claire antes de


que abriese la puerta.

- Sí, ¿ Que es ? - Respondió al mismo tiempo que abría


la puerta y daba al botón de la luz - ¿ Esta maleta y toda
esta ropa que hay encima de la cama de quién es ? -
Preguntó, mirándola mientras que Claire hacía su
presencia en la habitación.

- Eso era lo que te quería decir, es de una joven que me


pidió de quedarse a dormir aquí; En realidad eran dos,
¡ bueno ! me estoy haciendo un lío, y te lo iré
explicando poco a poco - Respondió llevándose las
manos a la cabeza como queriendo aclarar sus ideas.

- No tienes que alquilarle habitaciones a nadie, ¿ Qué te


ha llevado a hacer esto ? - Preguntó totalmente
desconcertado.

- No la he alquilado, puesto que no hemos hablado de un


alquiler, creo que me convencieron porque me
demostraron que eran buena gente - Dijo haciendo una
mueca con la boca, mientras que se encogía de hombros.

- ¿ Que son dos chicas ? - Preguntó interesándose.

180
- No, y es largo de explicarlo ahora, sólo se ha quedado
una joven pero, tampoco es seguro que se vaya a quedar
- Respondió con voz cansada.

- ¿ Dónde está ahora ? ¿ Porqué no está aquí ? -


Preguntó mientras que echaba una mirada al vestido
granate, y la chaqueta color marfil, que había bien
colocado sobre la cama.

- Se fue huyendo al empezar la tormenta, y al salir tantas


cucarachas, el miedo se apoderó de ella y fue a pedir
ayuda al señor Montsir - Dijo algo abatida, dando
muestras de cansancio.

- Mi amor, me estás contando una historia rara, rarísima,


que no sé por dónde cogerla, ¿ De qué cucarachas estás
hablando? jamás te he visto antes tan nerviosa como lo
estás ahora, ¿ Crees que estás en peligro de algo que no
me has contado ? - Le preguntó cogiendo con su mano
derecha la barbilla de ella, y levantándola para que lo
mirara a los ojos.

- Es que no me ibas a creer si te lo cuento, incluso para


mi es difícil de asimilar, jamás antes me han sucedido
hechos tan escabrosos, como están sucediendo ahora.

- ¡ Quiero que me lo cuentes todo, ¿ me oyes ?- Dijo


Gilbert.
- ¡ A ver, por donde empiezo ! - Respondió algo
enfadada y levantando la voz, porque no podía más

181
soportar tantas rarezas y crueldad, que el espíritu de la
niña estaba cometiendo con ella.

- ¿ No hay nada que yo pueda arreglar ? - Preguntó


tranquilo para apaciguar la situación.

- ¿ Todavía no has comprendido que son los espíritus


burlones, quien mandan todas estas cosas y otras más ? -
Respondió mirándolo profundamente a los ojos.
- Pensarás que me estoy entrometiendo en tu trabajo,
¿No es cierto ? y que tus cosas, con los espíritus yo no
las sé arreglar. Es así, pero sufro cuando te veo que lo
estás pasando mal, y ahora estás en ese momento, me
gustaría ayudarte pero, no sé cómo - Dijo moviendo la
cabeza - Repuso - ¿ Cómo se llama la joven que tiene
aquí su ropa?.

Claire lo siguió, y cuando los dos estuvieron fuera, cerró


la puerta sólo con el pestillo, y seguidamente le
respondió - Se llama Marie, ¿ Porqué ?.

- Por nada, sólo por saberlo. Dices que se fue a pedir


ayuda al señor.... ¿ Cómo has dicho que se llama ?.

- Montsir, señor Montsir - Repitió Claire dos veces, ya


bajando las escaleras.
- Este señor, ¿ No es el que vive en la mansión que hay
en la colina ? - Preguntó, fijándose en el modo en que
Claire bajaba las escaleras.

- Si, es él.

182
- ¿ Lo conoces ?.
- Lo he visto una vez, hace dos días.
- ¿ Qué impresión te ha causado ? - Le preguntó
entrando ya los dos en el salón.
- La impresión no es mala, eso es lo peor - Respondió
Claire sentándose en un sillón.

- ¿ Porqué no eres más explícita y me cuentas los


detalles ? Claire amor, realmente no te reconozco, ¿ Que
ha sucedido en estos días que yo no he estado a tu lado ?
- Le preguntó Gilbert aturdido y confuso - ¿ Como es ? -
Agregó, mientras que se sentaba en el brazo izquierdo
del sillón, donde Claire estaba sentada, para estar más
cerca de ella.

- ¿ Cómo es quién ? - Preguntó levantando la cabeza y


poder mirar a Gilbert.

- Estamos hablando del señor Montsir, ¿ Lo recuerdas ?


- Dijo Gilbert con palabras pasivas, y al mismo tiempo
tiernas.

- ¡ Ah ! si. Pues es un señor bastante apuesto, galante,


educado y simpático, ¿ Que te parece ? - Dijo Claire
mientras que sonreía.
- ¿ Que edad tiene aproximadamente ? - Preguntó con
impaciencia.

- Cariño, ¿ Estás celoso ? - Le preguntó Claire


echándole una mirada llena de picardía, y riendo al

183
mismo tiempo de ver la cara de, desasosiego que se le
había puesto.

- Sabes muy bien que tengo celos de todo lo que te


rodea, y aún más de un seductor empedernido, como
parece ser el vecino de la colina - Dijo mientras que se
acercaba lentamente al rostro de Claire, y besaba sus
labios.

- Cariño, mira la hora que es - Dijo Claire mostrando su


reloj de pulsera, que marcaba las dos de la madrugada.

- Las dos para ti, no es nada, puesto que muchas noches


estás escribiendo hasta las cuatro y las cinco ¿ En qué
trabaja el señor Montsir ? - Preguntó Gilbert haciéndose
un sitio en el sillón donde Claire estaba sentada, para
estar mucho más cerca de ella.

- No lo sé, cariño, pero creo que no debe de trabajar en


nada, puesto que es muy rico, eso es lo que me han
comentado. ¿ Porqué te interesas tanto por él ? - Dijo
frunciendo el entrecejo, mientras que cogía con su mano
derecha el rostro de Gilbert.

- Porque ahora yo estoy más lejos de ti, y él está más


cerca y porque eres inteligente, y sabes seducir con tu
mirada - Respondió Gilbert apretándola entre sus brazos.
- El señor Montsir, de mi no busca nada como mujer, su
deseo está en otro lugar - Dijo tranquilizándolo.

184
- Más le vale, puesto que mi mujer, sólo es mía - ¿ En
qué lugar dices que está el deseo del señor Montsir ? -
Preguntó algo desconcertado.

- Cariño, el tema es muy delicado, pero estoy segura que


ha conseguido engañar a Marie, que aún es inocente y
no conoce la maldad de los hombres, no como él, que se
le ve un viejo zorro - Respondió mirándolo fijamente a
sus ojos azules.

- Amor, me dejas parado, ¿ Estás segura de que no está


enamorado de Marie ?.

- Estoy totalmente segura, aunque es un hombre


atractivo, su manera de mirar dan escalofríos, causa
pánico y terror, su porte de señor y su sonrisa
despiadada parecen salir de las tumbas - Respondió
Claire moviendo la cabeza de un lado a otro con
pesadumbre.

- ¿ Crees que Marie está enamorada de él ?.


- Mucho, aparte de verlo atractivo, piensa que a su lado
se ha labrado una vida llena de comodidades, y que lo
tendrá todo, que de nada le va a faltar, es una chica que
viene de una familia humilde, está pagándose unos
estudios con su trabajo, y de golpe, conoce al señor
Montsir que le pone un automóvil, y un chofer en la
puerta, ¿ Que te parece ?.

- ¿ Le has hablado a ella de él cómo lo estás haciendo


conmigo ?.

185
- Le he dicho algo, pero tan claro no, porque me
expongo a mucho.
- ¿ Cómo sabes tu tanto del señor Montsir ?.

- El guardabosques conoce su vida, hace diez años que


trabaja para él - Respondió Claire bajando la voz.
- ¿ Porqué haces eso, porqué bajas la voz ? ¿ Quien nos
puede oír ? - Pregunto apretando los labios y
encogiéndose de hombros.
- No sabes nada de lo que aquí ocurre, de lo que en esta
casa está sucediendo, desde el primer día que vine a
vivir. Sabes que he hechos trabajos difíciles de resolver
con los espíritus, pero lo de ahora, no sé que nombre
darle - Dijo con la mirada puesta en todos lados
esperando ver algo que se moviera.

- Amor, me estás asustando, estoy pasando miedo por ti,


por lo que te pueda suceder, mañana te vienes conmigo
a París - Dijo totalmente decidido, acariciando sus
cabellos.

- No, cariño, voy a llevar toda esta trama hasta el final,


lo que el señor Montsir está haciendo, no tiene nombre,
¿ Sabes que ha hecho venir a un hechicero negro de
África ? está viviendo en la mansión con él - Afirmó con
fuerza y furia.

- ¡ Uy...Uy...! esto ya no me gusta nada, ¿ Para que ha


hecho venir a un hechicero ? - Preguntó aterrorizado, y
levantándose del sillón mimbreando su cuerpo.

186
- Eso es lo que quiero sacar, y lo voy a descubrir.
- ¿ Aunque pongas tu vida en peligro ? ¿ Eso es lo que
quieres hacer ? - Le dijo enfadado.

- Cariño, no lo comprendes, estoy segura que han sido


los espíritus los que me han traído a esta casa, para que
acabe pronto con toda la obra macabra que el señor
Montsir está llevando a cabo.

- No quiero oír hablar más de esta historia, que va


acabar en tragedia, aunque no soy vidente te lo puedo
asegurar - Dijo rotundamente Gilbert haciendo una señal
lavándose las manos.

Luna dormía plácidamente en un extremo del sofá, ajena


a lo que se decía en el salón. Claire la miró con ternura y
señalándola con el índice, le dijo a Gilbert.

- Este pobrecito animal, ha padecido ya lo suyo, esta


noche estaba llena de cucarachas que invadían su
cuerpecito, no quiero ni pensar si le llega a pasar algo
del mismo miedo que tenía.

- Lo tuyo es surrealismo puro, sabes que puedes


abandonar y no quieres, estás buscándole las tres patas
al gato, ¿ Porqué no me haces caso, y te vienes conmigo
mañana ? ¿ Acaso crees que yo voy a estar tranquilo de
saber que estás aquí sola ? - Dijo dando un grito, y
despertando a Luna que miró, que era lo que pasaba.

187
- Mira, son las tres de la madrugada, y quiero dormir un
rato, ¡ Porque vaya nochecita ! - Respondió Claire
levantándose del sillón, y estirando los brazos.

- Sé que no puedo hacer nada, y que todo lo que te diga


es en vano, esperemos ver, que sucede - Dijo
modestamente, y resignado.
- Venga ven, vamos a dormir, tu también estás que te
caes de sueño - Repuso Claire pasando su mano
izquierda alrededor de la cintura de Gilbert, y con su
mano derecha iba apagando luces hasta que entraron en
el dormitorio.

188
13

Marie había sido muy bien acogida esa noche


en casa de Arthur, había sido para él un caramelo que
vino solo a ponerse dentro de su boca sin que lo fuera a
buscar. Cuando el mayordomo, un hombre alto y
delgado, con los cabellos blancos, bien peinados hacia
atrás de su nuca, y de mirada fría, le fue a anunciar que
la señorita Marie, muy asustada preguntaba por él, no se
hizo esperar y bajó rápidamente al salón donde el
mayordomo la llevó para que esperara.

Marie era la primera vez que entraba en una


casa tan ordenada ricamente amueblada de época. El
tapizado de las paredes de un color dorado viejo y el
techo del mismo color, hacían resaltar los cuadros de
pintura al óleo que ocupaban colgados en las paredes, de
tonos claros figurando madres jóvenes, que paseaban
con sus hijos por praderas, un día soleado. Marie estaba
estudiando arte, y miraba de cerca todas aquellas obras,
que por los rasgos que tenían habían sido pintadas por
una mano experta. Estaba leyendo la firma cuando la
puerta se abrió y apareció Arthur sonriente y cortés.

- ¡ Buenas noches mi encantadora Marie ! - Dijo


avanzando hacia ella con las manos extendidas, y con
una gran sonrisa que hacia mostrar sus dientes fuertes y
blancos. Vestía cómo de costumbre con un traje negro,
hecho por un sastre, bien definido. La camisa era

189
también negra de seda natural, y los zapatos de charol
negros brillantes.

- Perdóname, que no me haya puesto corbata para


recibirte, cómo tu te mereces - Agregó después.
- No... importa, eso es lo de menos, estoy aquí porque
necesitamos ayuda rápidamente - Respondió Marie
tratando de poner sus cabellos alborotados en orden.
Arthur la miraba con una sonrisa de oreja a
oreja, maquinando en su cabeza alborotada lo que iba
hacer.
- Esta noche te quedas a dormir aquí, con esa gran
tormenta que hay, no se puede hacer nada - Dijo Arthur
al mismo tiempo que estiraba de un grueso cordón
dorado que se hallaba junto a un lateral de la ancha y
larga ventana, cubierta por dos cortinas de un tisú
grueso verde laurel.

Una sirvienta vestida de riguroso negro, de


aproximadamente cincuenta años de edad, con la tez
blanca, los ojos oscuros y hundidos, y de cabellos
canosos, hizo la entrada en el salón, se quedó quieta a
dos metros de donde estaban Arthur y Marie, y esperó
órdenes.
- Gertrudis, prepárele la habitación de invitados de color
rojo para la señorita, esta noche se quedará a dormir
aquí - Dio la orden Arthur con voz potente y distante,
que Marie observó algo perpleja, pero que tampoco le
dio mucha importancia, porqué se estaba dirigiendo a un
miembro de su servicio.

190
- Si, señor, inmediatamente - Respondió la sirvienta con
voz recia y seca.

Marie había ido a la gran mansión a pedir


auxilio, y lo que no se imaginaba era quedarse a dormir
allí. Sentía remordimiento por dejar a Claire sola con el
batallón de cucarachas que salían por las escaleras y por
todos sitios donde miraban. Reflexionó unos instantes,
el aturdimiento que tenía era grande, se habían sentado
Arthur y ella por recomendación de él, en el sofá de tres
asientos, estilo Luis XVI.
Arthur estaba sentado muy cerca de Marie, su
rodilla derecha rozaba la rodilla izquierda de ella. La
manera de mirarla era empalagosa y descarada pero, sin
deseo alguno de tenerla entre sus brazos, y menos de
besarla.

- ¿ Has cenado ? - Le preguntó con tono delicado.


- Si gracias. Estoy preocupada por Claire, está
enloquecida por todo lo que ha sucedido - ¿ No puedes
mandar a alguien de tus criados para que la ayuden ? -
Dijo con tristeza.
- No te preocupes por ella, es una mujer fuerte que está
acostumbrada a que le ocurran cosas más fuertes que
esta. La has oído por teléfono, lo firme y entera que
estaba, no parecía que estuviese asustada - Respondió
Arthur no dándole importancia.

La luz se apagó y se encendió tres veces. Habían pasado


solo ocho o diez minutos cuando la puerta del salón se
abrió, y entró una sirvienta llevando en su mano derecha

191
un candelabro de plata, de cuatro largas y gruesas velas
encendidas y lo fue a depositar sobre una mesa del
mismo estilo del sofá.

Marie se fijó en el aspecto que tenía esta sirvienta,


seguro que había pasado de los sesenta años. Su rostro
era de facciones largas, y con dos profundas arrugas en
la comisura de su boca, los ojos los tenía redondos y
saltones, aunque no se pudo fijar mucho porque la mujer
no los miraba.

Los cabellos que no eran muchos, los que le quedaban y


los llevaba casi blancos recogidos atrás por un pequeño
moño. Su uniforme color negro y largo tapando sus pies,
empeoraba aún más su descuidado y feo físico. Esta
sirvienta no mencionó palabra alguna y salió de la
estancia en silencio, igual que entró, y cerró la puerta.

- Necesitas conocerme bien, y es por eso que quiero que


a partir de este momento, te quedes aquí a vivir, porque
de mi vida no conoces nada - Dijo Arthur pasando
revisión con su mirada el rostro de Marie, que reflejaba
una felicidad sin manifestarla demasiado.

- Arthur, quiero que me comprendas, necesito ir a ver a


mis padres, y contarles todo esto que nos está
sucediendo. Sólo hace dos días que nos conocemos, ¿No
te parece que vas demasiado rápido ?.

La luz acabó por apagarse, y el salón quedó iluminado


por las llamas de las cuatro velas. Los relámpagos ahí en

192
el monte se veían con más fuerza, y los truenos hacían
retumbar los cristales de las ventanas, que parecía fueran
a estallar en cualquier momento.

- Marie, permíteme que te diga que, siento por ti un


fuerte amor, desde el otro día que te vi. Tus ojos azules
me cautivaron, y desde ese momento, sólo pienso en ti,
y en que seas mi esposa ¿ Te quieres casar conmigo ? -
Dijo Arthur haciéndole una reverencia con la cabeza.

Marie estaba deslumbrada, su corazón iba a cien por


hora, no sabía si reír o llorar, por tanto amor cómo le
estaba demostrando Arthur. Sería, señora de Montsir,
uno de los hombres más ricos de Francia. Tendría lo que
jamás tuvo, servidumbre, varios mercedes con chófer,
una de las mansiones más caras que había en el país,
vestidos, joyas y zapatos, todos los que quisiera.
Pensaba que su vida era un sueño, en el que no
quería despertar, ¡ por si acaso estuviera dormida !.

- Te doy la respuesta de inmediato. Sí, quiero casarme


contigo, también tu me gustaste, y estos dos días he
pensado mucho en ti - Dijo con una sonrisa tímida, que
hizo enrojecerse, y sus mejillas cobraron un bonito color
rosado.

- Querida, no tienes que sentir pudor cuando hables de


amor, porque es lo más natural que hay - Dijo Arthur
cogiéndole una mano y besándola con delicadeza.

193
- Es que jamás he tenido novio, ni nadie que me hable
del modo que tú lo haces, me doy cuenta que conoces
bien a las mujeres. ¿ Es verdad que estuviste casado ?
¿Y que tu esposa y tu hija murieron en un accidente ?.

Al oír estas dos preguntas y sobretodo la


última, cambió el rostro de Arthur. Soltó la mano de
Marie, y la miró fijamente a los ojos con rabia y
desprecio, su mirada era perversa y despiadada. Marie
no supo ver este cambio tan radical que hubo en él, pero
si advirtió un cierto malestar, y con voz algo débil le
dijo.

- No ha sido mi intención molestarte, ni abrir viejas


heridas, estoy segura que la querías mucho, ¿ No es
cierto ?.

Trataba con disimulo sonreír, para no levantar


sospechas, y poder casarse con Marie lo más pronto
posible.

- Has hecho bien querida, de preguntarme por mi


pasado, yo sin embargo no puedo hacer lo mismo
contigo, porque pasado no tienes, sólo presente, pero no
quiero quedarme con la duda ¿ Eres virgen ?.

Marie volvió a sonrojarse de nuevo, pues no esperaba


que le hiciese esa pregunta, pero también lo entendió
porque era un noble señor y ella una humilde obrera.
- Por supuesto que soy virgen.
- Bueno, esto me tranquiliza más.

194
En esos instantes Marie recordó las palabras
de Claire. Que un hombre de su edad y de su clase no
buscaba para casarse a una joven virgen, sino a una
mujer que realmente estuviese enamorado de ella.

- ¿ Es para ti realmente esencial que yo sea virgen ? - Le


preguntó tímidamente.
- Mucho querida. Cuando me casé con mi esposa, ella lo
era también, un hombre es más feliz con una mujer, si
ha sido él, el primero.

- ¡ Ah ! entonces me lo has preguntado por tu felicidad,


¿ Estoy equivocada ?.

- Por mi felicidad, y por la tuya querida. ¡ Espero que


este contratiempo, no te haya afectado !.

- No, en absoluto.
- Te trataré cómo a una gran señora, y dejaré que
mandes y ordenes al servicio, pero por causas justas.
Debes de guardar distancia con los criados, no debes de
hablar con las doncellas sino es para darles una orden.
¿ Lo sabrás hacer ?.

- Ahora mismo no te puedo responder a eso, porque no


me hago la idea de lo que es, pero estoy segura de que
no te voy a defraudar - Dijo con voz apagada.

- También quiero que sepas que en el contrato de


nuestro matrimonio, que va a ser por lo civil, voy a

195
poner separación de bienes, por si algún día te hartas de
mí, y me quieres dejar, puedes irte pero sin nada - Dijo
mirándola fríamente.

- Quiero casarme por la iglesia y de blanco, mis padres


también lo desean. Por lo demás, que me has hablado,
no me importa, porque quiero estar a tu lado para
siempre.

- Querida, veo que eres romántica, me gusta el


romanticismo, porque es parte de la elegancia.
Perdóname si te contradigo, pero nuestro matrimonio
será por lo civil.

- ¿ Porqué razón ? - Preguntó bastante desolada.


- Porqué ya me casé una vez por la iglesia.
- Pero... ahora estás viudo, y puedes casarte la segunda
vez también - Dijo Marie temblorosa y con mirada
triste.

Arthur se dio cuenta de que Marie no se encontraba bien


debido a la contrariedad por la que estaba pasando, y
amablemente le dijo.

- Voy a llamar para que te acompañen a tu dormitorio,


tienes sueño, y necesitas descansar querida.
Se puso en pie y fue hasta la ventana donde estaba el
llamador para el servicio. Estiró dos veces del grueso
cordón dorado.

196
Marie lo observaba detenidamente. Le gustaba cómo
hombre, pero según su corta experiencia, había algo, un
misterio quizás que ella no sabía ver.

- Mañana, tengo que volver al trabajo, al menos para


despedirme de todos, han sido conmigo buenas personas
y les estoy agradecida - Dijo Marie mientras que se
ponía en pie, y avanzaba unos pasos para llegar a donde
estaba él.

- La futura señora Montsir, no irá más a trabajar; ya me


ocuparé yo de dejarlo todo bien arreglado.

- Mi maleta con mi ropa y con todas mis pertenencias,


están en casa de Claire, y las necesito.
- No querida, aquí no necesitas nada de lo que tenías
antes, puesto que de todo te va a sobrar.

En ese instante, se abrió la puerta del salón, y entró la


criada que vino antes a traer los candelabros, no dijo
nada y esperó a que el señor le diera una orden.

De pronto la luz vino, y el salón lujosamente amueblado


se iluminó. Marie hizo un gesto de alegría y sonriendo
miró la gran lámpara de pedrería que colgaba del techo.

Arthur fue hasta donde estaba la vieja sirvienta, y le


habló algo por lo bajo. Ella asintió con la cabeza, con la
mirada fría puesta en Marie, que aunque daba señales de
cansancio, la sonrisa no le desaparecía de la boca,

197
mostrando que empezaba para ella, una nueva y feliz
vida.

Arthur esperaba a que Marie se aproximara a ellos,


después de que le hiciese un gesto con los dedos de su
mano derecha para que fuera. Ella tuvo que andar tres
metros aproximadamente, hasta quedar, al lado de
Arthur y de la vieja sirvienta. Parecía una niña pequeña,
cuando está a punto de que le vayan a dar una golosina.
Su fantasía, su gran fantasía jugaba con su imaginación,
haciendo ver cosas y hechos que iban a transcurrir de
diferentes formas.

- Querida, sigue a Berta, ella será la que se ocupe de ti.


Te deseo que pases una feliz noche, mañana nos
veremos en el desayuno, que se sirve, a las nueve - Dijo
cogiéndole la mano derecha y besándola.

- Gracias Arthur, mañana te contaré como he dormido -


Contestó Marie, mirándolo sonriente.

La sirvienta miraba el rostro de Arthur, sin apenas


comprender que era lo que estaba sucediendo. Él le echó
una mirada, y con una sonrisa leve asintió con la cabeza.

La sirvienta cruzó el ancho y largo vestíbulo, iluminado


por falsas antorchas que embellecían las paredes
tapizadas color marfil. Subió las anchas escaleras de
mármol rosado, seguida por Marie que no daba crédito
a tanto lujo cómo veía en cada detalle.

198
Al llegar al primer piso, habían dos pasillos largos que
al final se unían a la redonda. Una alfombra roja, cubría
el suelo. La sirvienta fue por el pasillo de la izquierda,
había un silencio que a Marie la hizo estremecer, y
miraba extrañada dos armaduras de hierro que hacían
guardia de pie. Se quedó parada frente a una observando
si había alguien dentro. La sirvienta se giró al sentir que
no la seguía, y se detuvo mirándola con un gesto de
paciencia. Marie advirtió que la estaba esperando y sin
dejar de mirar la armadura fue hasta ella.

La vieja sirvienta se detuvo delante de una de las puertas


y cogiendo la maneta, la abrió. Primeramente entró ella
y encendió la luz que estaba a la derecha de la entrada,
se dio la media vuelta, y miró a Marie que esperaba en
la puerta, esperando tímidamente a que le dijera que
entrara. Desde que empezó a subir las escaleras, no era
todo igual, sentía algo de miedo, quizás temor, había
algo, una duda, una sospecha, o bien un presentimiento,
no sabía bien cómo definirlo, por la frialdad que había
en toda la estructura de la mansión.

La casa, o Palacete era de lujo, había habido mucho


gusto en decorarlo, y en amueblarlo, la persona que se
encargó de hacerlo tenía mucho gusto, y conocía el
confort. Sobretodo el salón era manos femeninas quien
lo había ordenado.

También sentía algo de temor, si así se le podía llamar a


la presencia de Berta, no le gustaba de la manera que la
miraba, parecía que le estuviese reprochando un mal que

199
ella estuviera haciendo, el carácter rígido que parecía
que tenía, su mirada fría, seca, y desgarradora. Tampoco
sabía cómo era el timbre de su voz, puesto que no había
hablado nada las dos veces que Arthur la llamó.

Marie estaba delante de la puerta mirándola, no tenía


muchas ganas de entrar en el dormitorio, y quedarse
sola. Según lo iba pensando, el miedo se iba apoderando
cada vez más de ella, y de pronto sintió un escalofrío
que le recorrió toda la espalda.

La sirvienta captó ese momento de tensión y con media


voz le dijo con sequedad.

- Señorita, entre, son las dos de la madrugada, y tiene


que descansar, pues mañana se tiene que levantar a las
ocho.

Marie obedeció y entró. Se quedó de pie mirando el


confort y el lujo del dormitorio. Se fijó en la cama que
tenía cuatro columnas de un metal dorado, y estaba
techada con un tisú de terciopelo rojo pasión. Las
sabanas y la colcha remarcaban por su color blanco cal,
en la almohada habían bordadas a mano unas iniciales
en los laterales. Por un lado pudo ver M.A. por el otro
lado M.E. Era un bordado grueso y bien apuntado, de un
azul cielo que hacía bastante resaltar.

En los dos extremos de la cama habían, dos mesitas de


noche, de época, que hacían juego con dos sillones que
adornaban el dormitorio por sus dibujos de flores muy

200
concretas. En el otro extremo del dormitorio había una
cómoda con tres cajones, y las manetas doradas del
mismo estilo, un espejo arqueado y trabajado con
dibujos de flores pequeñas a su alrededor, también
encima de la cómoda habían tres perfumes diferentes de
marca francesa, y a la derecha un peine y un cepillo
color marfil para los cabellos. Delante de la cómoda
había una silla del mismo estilo.

Marie parecía que estuviese en otro mundo, uno que


quizás fuera de fantasía, de esa fantasía que a veces veía
en su mente. Seguía con la boca media abierta mirando
más rincones para descubrir, las paredes tapizadas de
un claro carmesí, habían bien colocados dos cuadros
medianos de acuarela de tonos claros, figurando
jardines.

La sirvienta cerró la puerta del dormitorio y se quedó


dentro con Marie. Se dirigió a una puerta cerrada, y la
abrió, dio al interruptor de la luz, era el cuarto de baño,
abrió el grifo de la bañera, y empezó a llenarse. De uno
de los armarios blancos extrajo dos toallas, de tamaño
grande y de un blanco que brillaba, las dejó en las dos
barras de metal dorado que se hallaban, en cada extremo
de la bañera. De otro armario sacó de uno de los
cajones, un camisón de dormir de encaje color crudo
arena, salió del baño con el camisón en las manos,
cogido por los hombros y lo fue a colocar encima de la
cama.

201
Marie la seguía con la mirada todo lo que hacía, escuchó
el ruido del agua cómo caía, y fue hasta el cuarto de
baño para ver que pasaba. Al ver la bañera que ya estaba
a medio llenar, salió aprisa para asesorarse - ¿ El agua
de la bañera para qué era ? - La sirvienta estaba sacando
de un cajón de la cómoda ropa interior que iba
desdoblando y dejando sobre uno de los sillones. Estaba
abriendo el armario ropero cuando Marie se le acercó y
le preguntó bastante desconcertada.

- ¿ El agua de la bañera para quién es ?.


- Por supuesto para usted señorita.
- ¡ Es que yo no me quiero bañar ahora !.
- Pues lo va a tener usted que hacer - Le respondió la
sirvienta con voz seca, y mirada distante.
- ¡ Le digo, que ahora, yo no me quiero bañar ! ¿ Lo ha
comprendido ? - Dijo Marie levantando la voz y algo
nerviosa.
- Yo sólo comprendo las órdenes que me dan.

- ¡ Quiero hablar con Arthur rápidamente ! - Dijo Marie


moviéndose con nerviosismo por el dormitorio.
- El señor, duerme ahora, y no se le puede molestar -
Dijo Berta con voz callada pero firme.
- Yo si que puedo, puesto que muy pronto nos vamos a
casar - Dijo poniendo su mano derecha en el hombro
izquierdo de Berta.

- Señorita, hágame usted el favor de ir quitándose la


ropa que lleva puesta, y me la va dando.

202
- ¿ Que está sucediendo aquí ? - Gritó Marie con
desespero mientras que corría para llegar a la puerta de
salida.
- No intente salir, puesto que la puerta está cerrada. Son
cerca de las tres de la madrugada y, yo tengo que ir a
descansar - Dijo la sirvienta mientras que sacaba del
armario un vestido con aire juvenil.

Marie miraba haber por donde podía salir, y su mirada


se paró en el balcón. Fue corriendo y lo abrió con las
manos temblorosas, y salió fuera dispuesta a pedir
auxilio. La boca la tenía abierta y la cara desencajada, se
agarraba con fuerza a la baranda ancha de granito.

Con la oscuridad de la noche, y con la lluvia pequeña


que aún caía, no podía ver nada. Quería gritar, hacía
esfuerzos para pedir auxilio, pero la voz se le había
apagado en la garganta. Un aire fino y frío vino de
repente, entrándole por la boca, y dejó seca su garganta,
con una sensación muy extraña que jamás antes había
experimentado.

Se escuchó un grito desgarrador que no se podía bien


distinguir, si era de una niña o de una mujer. El terror, se
apoderó de ella, y el miedo iba aumentando cada vez
más. Se llevó sus dos manos a la garganta, queriéndola
proteger.

El grito que se oyó alertó a los perros que custodiaban


los jardines y la entrada, a la gran mansión. Los
animales aullaban igual que lobos. Marie seguía de pie,

203
con los cabellos alborotados por el viento que hacía.
Algún relámpago que otro aparecía en el horizonte, los
iba siguiendo, esperando ver con su rayo de luz alguna
casa que estuviese cerca. Sabía que la casa de Claire, no
estaba lejos, se podía ver por encima de la copa de los
árboles el balcón de su dormitorio, pero estaba segura de
que, aunque pudiese gritar con fuerzas no la oiría. De
pronto, un rayo cayó a la derecha del horizonte, con
rapidez pudo ver, dos estatuas altas y blancas en la
lejanía, y también le había parecido ver, lápidas blancas,
y una forma de mujer vestida con un camisón blanco
que flotaba por el aire, con los cabellos largos y
revueltos.

Sintió un miedo espantoso pues estaba segura


de haber visto la figura de una mujer como si volara. El
terror seguía apoderándose de ella, sentía en su mente
vibraciones extrañas que la hacía enloquecer. Su mente
y su cuerpo no lo podía dominar, y de súbito vio cómo
se levantaba en el aire, y pasaba por delante de sus ojos
aterrorizados, un fluido largo y fino, azul y negro
brillante, que giraba alrededor de la gran mansión. Esta
vez hizo un gran esfuerzo para gritar.

- ¡ Quiero irme de aquí ! ¡ Por favor que alguien me


ayude !.

Los ojos los tenía desencajados, cayéndole lágrimas


cómo puños, por su boca salía espuma, que era toda la
saliva que retenía, el rostro enrojecido, a explotar, las
venas de su garganta aparecieron gruesas igual al dedo

204
meñique. Las palpitaciones que sentía en el pecho eran
grandes, y cada vez el corazón le latía más aprisa.

- ¡ Que alguien venga en mi ayuda ! - Seguía gritando.

En ese instante sintió que la cogían del brazo, el


histerismo superó todas sus fuerzas, y dándose la vuelta
gritó de terror, mirando a la sirvienta que estaba delante
de ella, y que era quién la sujetaba.
La cogió esta vez por los dos brazos, y zarandeándola le
dijo con voz aguda y seca.

- ¡ Señorita, cállese, y deje la locura que tiene para otra


ocasión, porque la va a necesitar.

A todo esto los perros no cesaban de ladrar, y lanzaban


fuertes aullidos que se extendían por todo el inmenso y
cerrado bosque.

Marie lloraba desconsoladamente. El pánico se había


apoderado de ella, cuando, la vieja sirvienta, con rostro
feo, arrugado y con mirada seca la obligaba a bañarse, a
las tres de la madrugada, pero más pánico sintió cuando
empezó a sacar del cajón de la cómoda, ropa interior
para que se la pusiera. Marie se fijó y vio que esa ropa
estaba usada, aunque prácticamente nueva, también se
fijó que era de su talla, pero lo que más pavor le produjo
fue el vestido que estaba sacando del ropero, también
era de su talla. El camisón de dormir que había bien
colocado sobre la cama, era también de su medida, y
tampoco era nuevo. Quiso salir de allí, de aquella casa

205
que guardaba un gran misterio y desaliento, que ella
desconocía, donde se sentía atrapada. Cuando realmente
enloqueció fue al querer salir del lujoso dormitorio, y la
puerta estaba cerrada. Se trasladó rápidamente hacia el
balcón y lo abrió con mano temblorosa buscando allí
una salida.
La sirvienta trataba sacarla del balcón e introducirla en
el dormitorio, tanto a buenas cómo a malas, era delgada
y de manos huesudas, en ella más que fuerza había
nervio, un nervio que al coger a Marie de los brazos le
producía dolor.

- ¡ No me toque y suélteme ! - Le decía Marie gritando.


- ¡ Señorita, va usted a despertar al señor, y créame que
se va a enfadar mucho ! ¡ Necesita un baño de agua
caliente ! ¡ Venga conmigo !.
- ¿ Ha oído ese grito desgarrador ? - Le preguntó Marie
mientras que intentaba deshacerse de las huesudas
manos de la sirvienta.

- Señorita, recuerde que estamos en medio del bosque, y


en él, viven muchas criaturas diurnas y nocturnas, y es
normal de que haya oído un aullido.

- No ... no era ese grito de un animal, sino de una


persona que no se bien si era de niña o de mujer - Dijo
mirándola fijamente a los ojos.

- ¡ Señorita, hágame usted caso y venga al baño, no voy


a estar aquí hasta que amanezca, pues yo también tengo

206
que descansar, y tengo que estar de pie mucho antes que
usted !.

- ¡ No me quiero bañar, ni tampoco irme a dormir !


¿Qué es lo que está ocurriendo ? ¡ Usted me pone
enferma y todo lo que me rodea ! - Gritó Marie.

- Siento que por culpa mía se sienta de esta manera -


Contestó la sirvienta tratando de cogerle las manos.

- Dígame, ¿ De quién es esa ropa interior ? - Preguntó


señalando con el índice.

- Señorita, son más de las tres de la madrugada, y aún se


tiene que bañar, ¡ No me haga perder más tiempo !.

- ¿ Este camisón a quién pertenecía ? - Gritó Marie


yendo hasta la cama, y cogiéndolo de un puñado.

- ¡ Señorita, si el señor se despierta, no le va a gustar


nada todo esto, y va a gritar !.
- ¡ Me da igual que se despierte o no ! ¡ Es más, quiero
que se despierte y que venga aquí ! - Dijo con rabia
señalando con su índice al suelo, mientras que daba
cuatro pataletas en el suelo.

- Señorita, le aseguro que si el señor se despierta, se va


usted acordar de esta noche, no crea que se lo digo para
asustarla, es que conozco demasiado bien al señor.
- ¿ Quiere decir con eso que es violento Arthur ? -
Preguntó Marie acercándose al rostro de Berta.

207
- Señorita, está luchando contra unas fuerzas que
desconoce, si es usted lista e inteligente, puede vivir
aquí muy bien, mientras que no haga preguntas.

- Está usted al corriente de todo, ¿ No es cierto ?.


- Más o menos.
- Dígame Berta, Porque ese es su nombre ¿ no ?.
- Sí.
- ¿ A quién pertenecía este vestido, y esos perfumes ?.
- Señorita, está usted agotando mi paciencia.
- ¿ Cuantos años hace que trabaja para Arthur ?.

- Hace veinte años que trabajo para el señor, ¡ Y ya está


bien, señorita de hacerme tantas preguntas !.
- Pues con veinte años que hace que trabaja aquí, tiene
que saber un montón de cosas sobre Arthur, ¿ No es
cierto ?.
- Señorita, yo no sé nada acerca del señor, sólo recibo
órdenes.
- ¿ Entonces, llegó a conocer a su esposa ? incluso
trabajó para ella, ¿ No es cierto ?.

- Sí. Le ruego que no siga preguntando.


- Le tiene miedo a Arthur, ¿ Verdad ?.
- No señorita, el señor es todo un caballero.

- ¿ Era bella la señora Montsir ?.


- Sí, señorita, era bella y muy hermosa, y también muy
delicada.
- ¿ Se parecía en algo a mi ?.

208
- En el carácter, por supuesto que no.
- ¿ Sabe que creo ?.
- No.

- Pues que de estatura, era igual que yo. ¿ Se parecía


físicamente a mi ?.

De pronto se abrió una puerta que había en una de las


paredes del dormitorio, que disimulaba bien que fuera
otra entrada, y apareció Arthur, vestido igual que
cuando Marie lo dejó. Tenía el semblante serio y mirada
mezquina. Marie no se esperaba que en la pared hubiese
una puerta, y cuando vio que entraba Arthur con pasos
rápidos, y se aproximaba a ella, lanzó un chillido de
terror.

- ¡ Aaaahhhhhhh !.

- Querida, eres desagradable, y poco disciplinada. La


futura señora Montsir tiene que obedecer las órdenes
que se le impone, ¡ y deja de gritar como una
arrabalera!. - Le dijo Arthur con voz seca y ruda, su
mirada severa se clavó en la de Marie, que lo miraba
llena de espanto y de temor.

- Arthur ... me ... has ofendido, me has llamado


arrabalera, me has dicho que soy desagradable, y
también indisciplinada - Le hizo recordar balbuceando y
con lágrimas.

209
Arthur cambió de gesto, y también de timbre de voz, la
sonrisa apareció en su boca, necesitaba a Marie, no la
podía dejar escapar, ahora que tenía una hermosa presa
en sus manos, tenía que ser astuto para que ella no se
diese cuenta de nada. Había demostrado ser sutil y
perspicaz.

Marie tenía veintidós años, y sin ninguna experiencia


que contar. En eso era lo que se había fijado Arthur,
buscaba una joven virgen para otros actos. Pronto se dio
cuenta que aunque fuese una joven inocente, tenía un
gran carácter, una visión clara sobre las cosas, y
sobretodo lo que más remarcaba era su astucia,
sagacidad e inteligencia, tenía que ir con guantes para
que ella no se diese cuenta de sus actos.

- Querida, todo esto lo hago por tu bien, para que sepas


y conozcas cómo somos, los de alta sociedad.
Demasiado sabes que me gustas, y que muy pronto
vamos a contraer matrimonio. Dentro de pocos días te
llamarás señora Montsir - Dijo Arthur recalcando, con
una sonrisa esforzada y distante al mismo tiempo.

La vieja criada seguía de pie escuchando la


conversación de los dos, pero sin prestar mucha
atención, porqué ese era su deber. Entró en el cuarto de
baño, y salió dos minutos después, se dirigió al señor
Montsir y le dijo.

- Señor, el agua de la bañera, se ha enfriado, ¿ vuelvo a


llenarla de nuevo ?.

210
- Por supuesto, la señorita tiene que tomar su baño antes
de irse a dormir, la relajará y se sentirá mejor.

Marie era rebelde de carácter, no se quería someter a


ninguna clase de disciplina, ella jamás se había bañado
antes de irse a dormir. La ducha era lo que tenía por
cotidiano, pero se duchaba después del desayuno.

- ¡ Arthur, me estás tratando cómo si yo fuera una niña !.


¿ No te parece que soy yo quien tengo que coger mis
propias decisiones ?. He dicho que no me quiero bañar,
y no lo haré.
El rostro de Arthur se transformó en cólera, su mirada
era perversa. Tanto fue que Marie retrocedió unos pasos
hacia atrás asustada. Él se aproximó a ella, y cogiéndola
por la barbilla con fuerza, y con sus dos dedos pulgar e
índice, la miró a los ojos con furia y desafío, y le dijo
con voz seca y potente.

- Querida, ya es tarde para retroceder, no sigas


contrariándome, porqué haré que te vuelvas loca, y que
te encierren en un manicomio para siempre. Recuerda
estas palabras, y que no se te olviden.

Marie se llenó de terror, y en esos momentos no sabía


que hacer, tampoco podía hacer nada, estaba lejos de la
civilización. La persona más cerca que tenía era Claire,
y estaba segura que no la podría tampoco ayudar.
Recordó rápidamente los consejos que le había dado
precisamente esa noche, ¿ Porqué no la escuchó ?. Era

211
feliz con el trabajo que hacia, vendiendo zapatos en una
zapatería. Recordó con nostalgia a Pierre, era un obrero
cómo ella pero, la amaba de verdad.

Se oía el agua cómo caía dentro de la bañera.


La vieja y fiel sirvienta había sacado de uno de los
armarios del baño, un tarro de cristal ancho y redondo
que contenía una especie de granulado de tres colores,
azul, amarillo y rojo. Sujetaba el tarro con las dos manos
y empezó a volcar de ese contenido dentro de la bañera,
y se iba mezclando con el agua, y disolviéndose, iba
cogiendo un tono verde mar, extendiendo un aroma a
flores.
Marie se había sentado en uno de los sillones que
enriquecían lujosamente el dormitorio. Tenía el rostro
cubierto con sus dos manos, y lloraba por lo bajo.

Arthur la observaba con desprecio. Se acercó hasta ella


y le dijo con sequedad.

- Querida, estás ridícula, no te pareces en nada a la


señora Montsir. Ella tenía porte, y sabía bien estar,
porque era una señora con clase.

- Por favor, quiero irme de aquí, necesito ver a mis


padres - Imploró llorando.

- Claro querida que los vas a ver. Mañana te pondrás en


contacto con ellos, por teléfono, y les dirás lo que yo te
dé por escrito. ¿ Me has entendido ahora ?.

212
- ¿ Que está ocurriendo ? yo no quiero casarme contigo,
es más, cuando hable con mis padres les diré todo lo que
me está sucediendo, toda la verdad, e irán a la policía.

- Ja, ja, ja. Seguro de que quieres a tus padres ¿ no ?.


- Si, mucho.

- Pues si no quieres que los encuentren degollados, harás


todo lo que yo te pida. Recuerda de que soy un hombre
poderoso, y sólo tengo que mover un dedo para que se
realicen mis deseos.

- ¡ Entonces, tu no me amas !.
- ¡ Por supuesto que no, querida ! ¡ no seas ridícula !. He
amado y amaré hasta el final a mi esposa. Ja, ja, ja.
¿Cómo te podría yo a ti amar, si eres casi una niña y de
baja cuna ?.
La sirvienta salió del baño, y dijo mirando a Arthur.

- Señor, el baño está preparado.

Marie, miró con recelo a Arthur, y su actitud cómo era.


Él la observaba simplemente, ya la había advertido del
peligro que corrían sus padres, si no hacia su voluntad.
Ella no sabia rezar, porqué no la habían enseñado, en su
casa las oraciones no se hacían, quizás porqué no eran
creyentes, pero en esos instantes necesitaba
encomendarse a Dios, pero no sabía cómo hacerlo, y lo
primero que le vino fue hacer la señal de la cruz
santiguándose.

213
Arthur, no perdía un detalle de sus movimientos, y
cuando la vio persignarse hizo un ligero movimiento de
cabeza, levantó los hombros, y sonrió levemente. Marie
entró en el cuarto de baño seguida por la sirvienta, que
se había arremangado las mangas del uniforme hasta los
codos. Nada más entrar, se puso delante de ella
desabotonando su vestido. Marie hizo un gesto brusco
con las manos para que no la tocase.

- Señorita, déjese que la desvista, también la tengo que


ayudar a bañarse.

Marie, no respondió nada, y se dejó hacer, pues sabía


que la batalla la tenía perdida, mientras que por sus
mejillas corrían dos lágrimas gruesas. Tenia un cuerpo
bonito y bien formado. La sirvienta no reparaba en
ninguno de estos detalles, y sólo cumplía con las
órdenes que el señor Montsir le había dado.

Arthur desde el dormitorio oyó bien cuando Marie entró


en la bañera. Extrajo del bolsillo de su smoking, una
llave y abrió la puerta principal del dormitorio, y salió,
volviéndola a guardar en el mismo lugar que la sacó.
Salió del pasillo y bajó las escaleras aprisa, dirigiéndose
a una puerta, que tampoco se apreciaba que la hubiese, y
que estaba debajo del hueco de las escaleras, con una
llave larga y dorada la abrió y entró despacio sin apenas
hacer ruido. Habían otras escaleras estrechas de caracol,
las bajó muy despacio, pues la luz que había venia de
abajo. Era un estudio bastante grande de escultura lo que
había.

214
En el fondo del estudio un hombre de raza negra estaba
sentado de espaldas en un taburete, delante de él había
una figura que estaba trabajando de mujer, con barro. A
la derecha de esta figura había una fotografía en grande
de una novia vestida de blanco encaje que posaba en
uno de los jardines de la gran mansión. Su parecido
físico era muy semejante al de Marie, y también de
cuerpo, eran bastantes parecidas. Sus cabellos largos y
rubios, estaban recogidos atrás en la nuca por unos
gruesos rizos, sobre su cabeza había una diadema de
diamantes, lucía unos pendientes pequeños, y una
gargantilla también de diamantes que hacía resaltar aún
más su belleza, con el tono de sus ojos azul cielo.
Sostenía en su mano derecha una rosa blanca, y su mano
izquierda la tenia graciosamente puesta cómo si
estuviese pidiendo algo, con una sonrisa.

- Lumba. ¿ Queda mucho para terminarla ? - Dijo Arthur


acercándose a la figura para mirarla desde cerca.

- ¡ Ah ! no lo había oído llegar - Respondió el hechicero,


con un acento Francés bien pronunciado - Repuso - Aún
queda, y eso que trabajo todas las noches.

- También de día podrías proseguir, la necesito que esté


pronto, ¿ Porqué sólo esculpes de noche ?.

- De día todo está en movimiento, la naturaleza vigila


cada palabra que se dice, y cada gesto que se hace,
mientras que en la noche, todo duerme, a excepto del

215
señor de la oscuridad que es el que manda - Dijo con
voz profunda y despiadada. Su mirada oscura y mitad
nublada, la fijó en la de Arthur que sonreía con
crueldad.

- ¿ Podrías llegar hacer que se mueva y ande ?. Deseo


con todas mis fuerzas que me vuelva a hacer feliz cómo
antes, y ser amado por ella, y yo amarla también.

- Quiero que recuerde, lo que exige el señor de la


oscuridad, para que se produzca tal acontecimiento -
Respondió Lumba mientras que metía su dedo índice en
uno de los ojos de la mujer de barro para hacerle el
hueco.

- Si, si, no te preocupes por eso. Tengo reservada ya,


una joven virgen, que es muy parecida a mi queridísima
Helene.

El señor de la oscuridad es exigente, pide vírgenes,


auténticas vírgenes. ¿ Estás seguro de que esa joven lo
es ? - Preguntó Lumba mientras que metía otra vez su
índice en el otro ojo para formar el hueco.

- Sólo con mirarla sé que lo es, para eso tengo buen ojo,
aparte de que ella me lo ha asegurado, es una joven
inocente.

- Amigo mío, pues no te vayas a equivocar, porqué el


señor de la oscuridad, te lo hará pagar caro. Él sólo
conoce la crueldad y la pone en práctica. Somos en sus

216
manos cómo hojas que caen del árbol, y las recoge con
sus gruesas y peludas manos, y las aprieta fuertemente
hasta que las aplasta y las hace migas, si alguien le
miente, y se siente defraudado, actúa de este modo.

- Tu lo conoces ¿ No es cierto ?.
- Si.
- ¿ Cómo es ?.
- ¿ Realmente lo quieres saber ?.
- Eso es.
Lumba dejó de trabajar en la figura de Helene, la
espátula que tenia en su mano derecha, la dejó sobre una
mesa cuadrada de madera, donde habían otros utensilios
que los usaba para trabajar. Lo primero que hizo fue
mirar frente a él, después a su izquierda, seguidamente a
la derecha, y por último miró hacia atrás. Sus
movimientos eran inquietos, y mostraba gran
nerviosismo, no estaba seguro de que no lo oyera el
señor de la oscuridad, puesto que siempre estaba al
acecho, mirando que alguno de sus esclavos no lo fueran
a vender.

Arthur lo iba siguiendo con la mirada, también


apreciaba estar preocupado y confuso. Hizo un gesto
para rectificar lo que había pedido, pero al instante lo
dejó pasar, y con gran interés esperaba que Lumba
hablara. Lumba se puso de pie y se acercó más a Arthur
y le dijo con voz natural.

- De nada sirve que te hable por lo bajo, pues, en la


noche siempre vigila lo que se dice de él. El señor de la

217
oscuridad, puede coger muchas formas, puede aparecer
igual a un gran señor, pero siempre vestido de negro,
cuando adopta esta forma es apuesto y educado, todo
depende de lo que venga a exigir.

- Por ejemplo, ¿ Yo me puedo parecer a él ? - Cortó


Arthur para preguntar y estar seguro.

- Exacto, también tu tienes semejanza - Y continuó


Lumba diciendo - También puede aparecer con aspecto
de mendigo pidiendo, lo que la persona le quiera dar, es
para nutrirse de ella, absorbiendo su energía. Por último
la otra manera que más conozco, es la peor - Lumba
sintió un gran temor al recordar esta tercera forma y se
quedó callado, con un gran escalofrío que recorrió toda
su espalda, se sentó en el taburete y cogió la espátula
para seguir su trabajo.

Arthur, estaba endiabladamente emocionado escuchando


el relato del hechicero. Quedó sorprendido cuando paró
de hablar, esperaba con sonrisa sanguinaria la otra forma
que tanto miedo le causaba, lo animó para que
continuara.

- ¡ Vamos, dime que viene después !.

Lumba miraba al vacío pensativo. También los negros


se ponen blancos en una determinada y temerosa
situación, su rostro había cogido un tono beig, y sus
gruesos labios se habían quedado de un tono gris claro.

218
Arthur lo miraba y no comprendía su reacción puesto
que venia de África, y estuvo viviendo todos esos años
de hechicero en la selva practicando vudú.

Lumba volvió a dejar de nuevo la espátula sobre la mesa


cuadrada, y se puso otra vez en pie, sus manos le
temblaban ligeramente, miró de cara a Arthur y le
preguntó con voz medio apagada.

- ¿ En verdad quieres oírlo ?.


- Si.
- Amigo mío, esto es largo de contar pero voy a ser lo
más breve posible. Cuando yo era niño, me gustaba
andar por la selva en busca de serpientes, les cortaba la
cabeza con un cuchillo de caza que llevaba, lo hacía en
el mismo sitio donde las encontraba. La cabeza la dejaba
tirada en la maleza, y cuando las serpientes dejaban de
sangrar me las colgaba al cuello. Tenia yo mucha
habilidad en capturarlas, iba después al pueblo y las
vendía a los traficantes que utilizaban su piel, ¡ ya sabes
para qué !.

- ¿ Dímelo tú ? - Dijo Arthur.


- Pues, para bolsos, zapatos, cinturones, etc, etc -
Continuó diciendo - Había un brujo, era anciano, y
hacía tiempo que me iba siguiendo, había visto en mi
mucha fuerza, y una gran energía, que podía romper lo
que me propusiera. Un día salió a mi encuentro, acababa
de cortarle la cabeza a un reptil. - ¡Hola muchacho ! -
Me dijo extendiendo sus manos hacia mi. Yo al verlo
me quedé sorprendido por su aspecto, el pelo lo tenia

219
blanco y abundante, que reposaba sobre sus hombros. Su
frente la rodeaba una cinta o un trozo de tela usada que
llevaba atada por detrás de la nuca, en la cinta me
sorprendió ver pintado un ojo que parecía mirar en todas
direcciones. Sólo llevaba cómo atuendo un taparrabos.
Era anciano pero su cuerpo estaba joven, no tenia
arrugas por ningún sitio. Yo lo miraba embelesado
manteniendo a la serpiente que acababa de matar en mis
manos, no sabía que decir, tampoco le tenía miedo, pues
me miraba, creía yo con admiración.

- ¿ Quiere esta serpiente ? - Le dije ofreciéndosela.


- No. Sólo te quiero a ti - Me respondió.

- ¿ Para qué ?.
- Quiero hacer de ti un gran hechicero.
- ¿ Eso que es ? - Le pregunté inocentemente.
- Ya lo verás, según vayan pasando los años, te verás
más y más fuerte. Si quieres ser un hombre rico, lo
serás, si quieres ser guapo, lo conseguirás, si lo que
deseas es que las mujeres caigan rendidas a tus pies,
también lo lograrás. Todo lo que te propongas lo vas a
conseguir.

- ¿ Qué tengo qué hacer ? - Le pregunté entusiasmado.


- Ven a verme lo más pronto posible a la cueva que hay
debajo de esa montaña, es donde vivo. ¡ Ah ! y de esto
no digas nada a nadie.
- ¿ Porqué ?.
- Para que no se rompa el maleficio.

220
- Mi familia espera cada día el dinero que me dan por
las serpientes, ¿ podré seguir cazando ?.
- Por supuesto que si - Me respondió con una sonrisa.
Tardé varios meses en ir a verlo, no sé porqué
fue de ese modo, quizás porque no sabía de qué se
trataba, y no le di importancia. Ocurrió un día que yo
estaba cerca de la cueva haciendo mi trabajo y me
encontré de cara con él. Otra vez me volvió a
impresionar cómo la primera vez que lo vi. Seguía igual,
con el cuerpo joven, los cabellos de anciano, y la larga
barba blanca que tapaba su garganta.

- ¿ Has decidido venir ? - me dijo amablemente


sonriendo mostrando su dentadura sana y dientes
blancos.
No sabia qué responder pues estaba allí por
otra causa, tampoco me acordaba de lo que habíamos
hablado el día que nos conocimos. Tenía yo nueve años
y era el mayor de cuatro hermanos, era el que mantenía
a todos, pues mi padre se iba muchas veces y dejaba a
mi madre sola, con sus hijos pequeños, y volvía unas
veces a la semana y otras a los quince días, cuando se le
había terminado el dinero. Esto fue lo que más fuerza
me dio para quedarme ese mismo día con el anciano.
Sobretodo lo hacía para poder tener dinero, mucho
dinero, porque nosotros éramos pobres y a mi madre le
quería ayudar, con mucha más abundancia que lo que
recibía.

Entré en la cueva con él, dispuesto a aprender todo lo


que me mandara. Se estaba cociendo en un caldero de

221
cobre un brebaje encima de la leña que ardía. Me
acerqué al caldero humeante y pude aspirar una olor a
hierbas que me dejaron medio atontado, el mareo me
vino seguidamente después y me caí encima de una piel
de tigre que había extendida en el suelo, y que la hacia
servir cómo cama y para sentarse. No recuerdo el
tiempo que estuve drogado por esas hierbas que aspiré.

Arthur intervino para decir.

- Déjate la época de la niñez y cuéntame que te enseñó


el anciano brujo.

- Te lo estoy contando. Cuando volví en sí, ya no era el


mismo, alguien me había trabajado, y mis pensamientos
tampoco eran los mismos que tenía antes. Me sentía
igual a un Dios, sabía que podía hacer grandes
prodigios. Empecé a crecer más rápido de lo normal,
tenia por aquella época catorce años, y los jóvenes que
tenían veinte me respetaban, aparte que tenia una gran
fuerza física y una gran musculatura. Las mujeres
venían a mi pidiéndome que las consolara,
demostrándome el gran amor que sentían hacia mi. Yo
las complacía y ellas me pagaban muy bien el trabajo
que les hacía, me hacían regalos caros, sobretodo oro,
mucho oro.
Llegué a recoger una gran fortuna, y con ese dinero
compré una casa grande para mis padres y mis hermanos
que vivían en una choza. Venían a diario gente de la
región, gente importante y rica para que le hiciera vudú
y conseguir trabajos y placeres importantes. También

222
llegué a recoger otra gran fortuna prestando mis
conocimientos para todos estos actos.
Para mi compré un hotel de dos pisos, era un hotel de
lujo donde sólo iban gente de dinero, de mi país cómo
de otros lugares, que llegaban, unos para vacaciones y
otros para negocios. Yo me convertí en un hombre rico
de la noche a la mañana, vivía una vida de lujo,
derrochando dinero en todo lo que me gustaba.

A todo esto, mi madre tuvo una larga enfermedad muy


dolorosa, y murió reprochándome cosas que hice mal.
Una de ellas me acusaba y me hacía responsable de sus
dolencias, de su extraña enfermedad que los médicos no
pudieron ver. Yo por mi parte tampoco pude hacer nada
por salvarla, porque uno de los pactos que hice fue que,
no interviniera en las desgracias que a mis más
allegados les viniesen. Sufrí mucho de ver a mi madre
cómo se retorcía en el dolor. Ella sabía lo que yo hacía,
no porque yo se lo dijera. Ella era una mujer que seguía
una religión, y alguien que también sabía la puso al
corriente, de porqué era yo tan rico, y tenía tantos
poderes.
Mi padre un día, atravesando la calle, un automóvil lo
atropelló, pasándole por encima, y lo cortó en cuatro
pedazos. Uno de mis hermanos, el más pequeño, me
buscó para decírmelo. Yo lo sabía porque me lo
advirtieron de lo que iba a suceder, y me prohibieron de
que fuera a verlo.

Este precio tuvieron que pagar mis padres, por mi culpa,


por querer ser rico y poderoso. Tuve miedo por mis

223
hermanos, y hable con el señor de la oscuridad. Le
supliqué que no hiciera ningún daño más, y que ya había
bastante con los sufrimientos que pasaron mis padres.

- Está bien - No los tocaré - me dijo. Si me proporcionas


cada noche un bol con sangre, vendré de madrugada a
beberla, deja el bol dentro de tu dormitorio, encima de la
mesa de noche, me sentaré contigo un rato a hablar hasta
que me la beba. Tu me haces cada noche esta ofrenda y,
yo te daré cada vez más riquezas, te conseguiré mujeres,
todas las que quieras, y de las más bellas que tu jamás
hayas soñado, te daré más fama de la que tienes, y todos
te aceptaran, y se rendirán a tus pies, y serás envidiado
por todos, aunque no te lo hagan ver. Les gustaría ser
cómo tu, pero de esta manera cómo tu eres, ya se nace,
es por eso que te he estado buscando tantos años.

Ese mismo día iba yo buscando que sangre le podía


llevar. Cómo en África hay muchos perros que no tienen
amo, y que andan perdidos, cogí uno y lo llevé a la
cueva que yo compartía con mi maestro el brujo. No
sentí compasión por el animal, y le corté con mi cuchillo
de hechicero la yugular. El bol lo puse debajo del cuello
del animal y se llenó de sangre, seguidamente lo llevé
al sitio donde me dijo que lo dejara.
Esa madrugada llegó vestido de riguroso negro, se sentó
a mi lado y fue bebiendo la sangre despacio
saboreándola cómo si de un manjar se tratara. Cuando la
terminaba de beber hacia varios eructos y decía.

224
- Está buena, y caliente, que es cómo me gusta.
Seguidamente se levantaba y se iba diciéndome.

- Espero que mañana, la sangre que me cogas sea tan


buena cómo esta. Era de un perro bastante joven
¿No ?.
- Sí.

Hizo de mi su esclavo, pues todos los días tenía que


buscarle un perro grande, y que fuera joven, y metido en
carnes, un perro que comiera bien. Los perros cachorros
eran los que más le gustaba, porque decía que su sangre
era nueva, y no estaba ensuciada con ningún alimento
estropeado que hubiese comido.

Dejé aquellos parajes sin perros, pero esto no era el


problema, porque estaba harto de beber sangre de perro,
o de cualquier otro animal. Una noche me pidió sangre
humana. Me dijo que, quería probarla de uno de mis
hermanos. Yo me negué rotundamente, diciéndole que,
eso no lo iba a hacer, ni de tampoco de otro ser humano.

Se enfureció mucho, y daba aullidos aterradores. Hacía


unas transformaciones que eran horribles, daban un
miedo espantoso de verlo y de oírlo cómo hacia rechinar
sus dientes. Mi maestro el brujo intervino para decirle
que la sangre humana la conseguiría él, y todo quedaría
bien. No lo aceptó y se enfadó aún más, tan fuerte fue
que cogió una forma que yo jamás la había visto antes.
Su rostro era espantoso con unos ojos de mirada oscura
y perversa. Cuando hablaba lo hacía saltándosele las

225
babas, sus dientes eran muy pequeños, más que las
encías negruzcas, que casi los cubrían. Su cabeza era del
tamaño de una calabaza mediana, con mucho pelo negro
y muy corto. Encima de la cabeza le había salido dos
cuernos, cómo de diez centímetros cada uno. Estaba
completamente desnudo, el pecho y las espaldas las
tenía pobladas de pelo sudoso. No tenía ni brazos ni
piernas, parecía que las tuviera cortadas por encima de
las rodillas, también peludas, y la olor que desprendía
era horrible. Empecé a dar arcadas, hasta el punto que
me salía por la boca un líquido blanco, que no pude
analizar que podría ser.
Estaba delante de mi exigiéndome cada vez más y
recordándome, que había sido él, quién me había hecho
rico y poderoso, y que si no hacia su voluntad me lo
quitaba todo, y me quedaba pobre y débil cómo antes lo
era. También me dijo que yo no iba a salir bien
amparado, porque cuando él cogía a alguien era para
siempre. El alma le pertenecía, y la mía era de él.
Esa misma noche me armé de valor para hablarle, pues
ya no quería seguir siendo su esclavo, y se lo dije,
arriesgando mi vida, pero mi vida para mi ya no tenía
ningún valor, es más, preferiría estar muerto, a ser
mandado por telepatía, que era la forma que más
utilizaba para comunicarse conmigo a distancia, para
que hiciese lo que él quisiera, su voluntad era la mía.

El último pacto que hice fue, que le entregaba todas mis


riquezas, y también mi fama, a cambio de que a mis
hermanos los dejara tranquilos y no les hiciese ningún

226
daño. No sé hasta donde él puede mantener su palabra,
puesto que si piensa o decide hacer otra cosa, lo hará.

Arthur estaba perplejo por toda esa historia que Lumba


le había contado, y con desconfianza le dijo.

- Contacté contigo porque me aseguraron de que eras


uno de los mejores hechiceros negros de las Antillas de
San Martin. - ¿ Has perdido tus poderes al desconectar
con el señor de la oscuridad ?.

- Los poderes los sigo utilizando al igual que antes, pero


no puedo exigir una gran cantidad de dinero, ni tampoco
regalos caros. Me llamaste, y aquí estoy, sólo por la
vivienda que me ofreces y la comida, no te he pedido
nada más. Más yo no soy quien le va a pagar al señor de
la oscuridad, sino tu. Ese es el pacto que he hecho con
él, de este pacto ya te puse al corriente nada más llegué
aquí - Asintió Lumba con la cabeza.

- ¿ Sabes para que pide una joven virgen ? - Preguntó


Arthur con interés, sin dejar de mirar, la mirada triste de
Lumba.

- No lo sé, el día que la necesite, puede que nos


enteremos, o quizás no. Es posible que la haga su
esclava para sus placeres o, que beba su sangre, que es
lo que más le gusta.
- Según tu que lo conoces bien, que le podría suceder a
la joven virgen que he rescatado, ¿ Podría morir ?.

227
- ¡ Te digo que no lo sé !, y no me hagas más preguntas
sobre este tema, porque ya, te he puesto al corriente de
todo - Respondió Lumba excitado, y mostrando mucha
inquietud. Se puso a dar pequeños paseos por el estudio,
totalmente ausente del trabajo que tenía delante.
Arthur lo observaba con impaciencia.

- Dejo que te tranquilices, me voy, pero esta historia que


me has contado, me gusta, y seguiremos otro día
hablando del tema, para que me pongas al corriente de
más detalles que para mi, son importantes - Dijo Arthur
dándole una palmada en el hombro.

En su mente llevaba una idea que lo estaba molestando


desde que Lumba le habló, y le preguntó si estaba
seguro de que la joven que tenía reservada era virgen.
Miró la hora que era, en su reloj de pulsera de oro
macizo, y de cuatro diamantes pequeños que tenia en los
cuatro puntos de la esfera. Marcaba las seis de la
mañana. Subió las escaleras de caracol, hasta llegar a la
puerta, la abrió con llave y salió, volviéndola a cerrar
tras de él, también dándole dos vueltas de llave. Se
dispuso a subir las anchas escaleras de mármol para
llegar al primer piso. Caminó por el pasillo alfombrado
de la derecha, y al pasar por la puerta del dormitorio de
Marie, se detuvo, y volvió de nuevo a revisar la hora en
su reloj. Marcaba, las seis y ocho minutos, no se oía
ruido alguno pero, estaba seguro de que Marie no
dormía, era imposible de que durmiese después de todo
el engaño, por el que se la había hecho pasar. Tenía que
asegurarse sin perdida de tiempo, si era virgen, había

228
una sola manera de saberlo, y lo iba a llevar a cabo
inmediatamente, la idea lo seguía atormentando cada
minuto que pasaba. La llave que llevaba en el bolsillo de
su smoking era una llave maestra. La sacó y la introdujo
en la cerradura y abrió la puerta. Con la luz de la luna
que entraba por los cristales de la ventana del balcón,
pudo ver, que Marie no ocupaba la cama. El
nerviosismo se apoderó de él y, rápidamente le dio al
interruptor de la luz, y la encendió. La buscaba por toda
la habitación, sin resultados, miró con desesperación
dentro del cuarto de baño, sin que hubiese huella de ella.
Se quedó pensando donde podría estar, y pensó en el
balcón, fue con pasos largos, y su semblante cambio al
verla que se hallaba sentada en un rincón, con la barbilla
apoyada en las rodillas, y sus manos cruzadas por
delante de las piernas. Llevaba puesto el camisón que la
vieja sirvienta sacó para que se lo pusiera, los pies los
tenía descalzos. Se movía de un lado a otro cómo si se
estuviese balanceando, con la mirada ausente. Arthur
llegó hasta ella, se agachó y cogiéndola por los brazos le
dijo con voz tranquila, para no alterarla.

- Querida, vamos dentro, aquí hace frío y podrías


enfermar.

Marie no replicó, todo le daba igual, es más, prefería


morir antes que pasar por todas las aberraciones que
Arthur le tenía preparadas. Cuando se dio cuenta era
demasiado tarde, había entrado dentro de la boca del
lobo, y sólo veía oscuridad que la iba destrozando poco
a poco.

229
Cuando estuvieron dentro del dormitorio, Arthur cerró la
ventana del balcón. En un lateral de las cortinas, había
un grueso cordón color verde que colgaba, era el timbre
para llamar a alguien del servicio. Cogió el cordón con
su mano derecha y estiró dos veces.

Marie se había sentado en uno de los sillones, sin hacer


aprecio al que la tenia secuestrada. Se puso a temblar de
miedo, pues no sabía lo que ahora su cerebro despiadado
había maquinado de nuevo contra ella. Su mente estaba
desconectada de emociones, y de sensaciones, se daba
cuenta de que tenia un cuerpo pero su cerebro no le
respondía, es cómo si hubiese muerto, aunque para ella
estaba muerta, la vida le daba igual, y en su mente sólo
veía oscuridad y una gran tristeza que le destrozaba el
alma. Sólo notaba en su interior, un gran vacío.
Deseaba y esperaba que su corazón dejara de latir, lo
deseaba con todas sus fuerzas.

Arthur mientras tanto, revisaba cómo había quedado el


cuarto de baño después de que Marie se bañara. El
ambiente seguía perfumado a flores. Todo estaba
correctamente ordenado en el lugar que le correspondía.
Salió del cuarto de baño, y se fue a fijar en la cama, con
gran claridad había señales de que Marie se había
acostado. Giró la cabeza para mirarla, y su rostro daba
muestras de una gran desesperación, por sus mejillas
resbalaban dos lágrimas.
La puerta del dormitorio se abrió y apareció la vieja
sirvienta, con los ojos la mitad pegados por el sueño, y

230
con sus manos trataba de poner bien sus cabellos
blancos.

Arthur la miraba con ira, la soberbia lo dominaba.


Dentro de sí, sentía deseos de liarse a golpes con la vieja
sirvienta, por no hacer bien su trabajo, por no haberlo
obedecido, Arthur le preguntó con desconfianza.

- ¡ Berta !, ¿ A qué hora te has ido del dormitorio de la


señorita ?.
- Señor, eran ya casi las cinco de la mañana, me estaba
cayendo de sueño, y me fui a descansar - Respondió la
sirvienta con voz apagada por el miedo.
- ¿ Dejaste a la señorita durmiendo ?.
- No señor, pero la dejé acostada.
- ¿ Porqué no te has quedado con ella ?.
- Señor, pensé que no era necesario.
- ¿ Desde cuando tu piensas en esta casa ? te dije, que si
era necesario, te quedaras con ella toda la noche, ¿ Por
qué me has desobedecido ? - Dijo Arthur indignado
mientras que avanzaba tres pasos hacia ella, con la
mirada llena de ira.

- Señor, soy una vieja torpe, perdóneme, pues no


volverá a suceder nunca más - Contestó con la voz
medio cortada por el pánico que sentía en esos
momentos.

- Está bien, por esta vez te perdono, pero si lo vuelves


hacer otra vez, te llevaré yo mismo a la habitación más

231
baja que hay en el sótano, y te encerraré allí para
siempre, ¿ estamos ?.

- Si señor, lo he entendido bien - Respondió la sirvienta


con voz apagada y agachando la cabeza.

- Quiero que dentro de una hora, estéis aquí Gertrudis y


tu, ¡ Ah ! tenéis que estar bañadas, y con otra ropa
limpia. Ahora te puedes ir.

Berta salió del dormitorio cerrando la puerta.

Marie estaba aterrorizada por lo que acababa de oír,


sentía un miedo incontrolable, por lo que a ella le
pudiese suceder. Miraba a Arthur de reojo sin atreverse
a pronunciar ninguna palabra. Arthur la observaba con
una sonrisa maliciosa, que Marie podía distinguir,
aunque lo estuviese mirando de medio lado, y
acercándose demasiado a su rostro le dijo con voz
suave.

- Querida, no debes de tener miedo, piensa, que dentro


de muy poco, serás la señora Montsir, ¿ no era eso lo
que tu buscabas ?.

Marie no respondía, hacía cómo si no le hablase a ella, y


seguía sentada en el sillón con la cabeza baja.

- ¡ Querida, quiero que se me responda cuando yo hablo!


¿ porqué permaneces callada ?.

232
- ¿ Para qué haces venir a tus dos criadas ? - Se dignó a
preguntar haciendo un esfuerzo por levantar la cabeza
para mirar a su secuestrador.

- Nuestras criadas, querida, también están para servirte a


ti, cuando te hayas repuesto de este susto, te iré
presentando a otros criados más. Gertrudis es el ama de
llaves, ella es quien gobierna la casa desde hace
veinticinco años. Berta es tu doncella, y está aquí sólo
para ti, lo que tu le pidas ella lo hará. Ahora he tenido
que mostrarme duro con ella, porque había olvidado sus
obligaciones.

- No le tenias que haber hablado de ese modo tan


injusto, ella ha cumplido con su deber, he sido yo, quien
no la he escuchado, y me he levantado de la cama
cuando ella se ha ido a descansar.
- Lo sé, querida lo sé, pero esta noche no te tenía que
haber dejado sola. No quiero que defiendas de esa
manera tan vulnerable al personal, puesto que con tus
sencillas y dóciles palabras, les puedes crear muchos
conflictos, y en ellos puede haber muchas confusiones.

- ¿ Es cierto lo que le has dicho ?.


- ¿ Qué ?.
- Que la encerrarías si volviese a ocurrir, de dejarme
sola.
- No, sólo se lo he dicho para asustarla. Ella fue la que
se ocupó de mi adorable Helene, ¡ uy ! se me ha
escapado, no te tenía que haber hablado de ella,

233
dejándote a ti en segundo lugar, ¿ me lo sabrás
perdonar? - Dijo con una sonrisa sarcástica.

- Por supuesto que si, es normal que aún la recuerdes.


Marie advirtió en Arthur que hablándole y
respondiéndole de modo natural y sin mostrarle miedo,
podrían llevar una conversación coherente sin dificultad.
Con la poca experiencia que tenía, había visto en él, que
era un hombre enfermo. Amó tanto a su esposa en vida,
que las tres partes de él se habían ido con ella, y aunque
pasaran muchos años, la seguiría amando, pero había
una incógnita que Marie desconocía, era, hasta donde
quería llegar con la esquizofrenia que padecía. Hablando
con él, no se advertía que padeciese tal enfermedad,
pues se mostraba respetuoso, sobretodo con las damas.
Era capaz de enamorar a la mujer que le gustase, por su
galantería, sus buenas maneras, y su sonrisa de
conquistador.

Marie llegó rápidamente a una conclusión, tuvo que


trabajar su mente a la velocidad del rayo, y despejarla de
todas las dudas y dificultades que aparecían en su
cabeza. Tenía que salvar su vida, aún era demasiado
joven para morir dentro de aquella cárcel de grandes
riquezas.

De pronto se encendió una luz en su cerebro, que le hizo


ver las cosas de otro modo, no iba a ser necesario que
Arthur le escribiese en una hoja de papel, lo que tenía
que decirles a sus padres cuando hablara por teléfono
con ellos. Iba a ser natural en todo lo que hiciese, tan

234
natural, que hasta el sutil Arthur, no lo iba a notar.
Había sido una joven valiente sagaz y emprendedora,
¿ Porqué ahora se iba a venir abajo, que tenía un nuevo
mundo ante ella para explorar ? ¿ No quería vivir
lujosamente con todas las comodidades ? pues iba a
empezar a partir de esos instantes.

Marie se puso en pie, miró a Arthur con una sonrisa de


confianza, fue hasta el tocador, se sentó en el taburete
forrado de un fino terciopelo rosa, y se miró al espejo
frotando sus mejillas con las yemas de los dedos,
seguidamente cogió el cepillo blanco nacarado, y lo fue
pasando por sus largos y rubios cabellos.
Arthur la observaba sorprendido, incluso frunció el
entrecejo tratando de captar los detalles de ella, y sus
ademanes y comportamiento. De repente le pareció ver
en ella, a una mujer feliz, a una futura esposa de un
multi, multi, millonario.
Arthur se puso por detrás de ella poniendo sus manos
encima de sus hombros, y mirándola a través del espejo
le dijo amablemente.

- Querida estás radiante, tus ojos me hacen recordar el


cielo en un día de verano.

Marie hizo un esfuerzo y llevó su mano derecha a la


mano de él, y la cogió con suavidad, respondiéndole.

- Me gusta tu galantería, sabes cómo conquistar a una


mujer.

235
En esos instantes la puerta del dormitorio se abrió, y
entraron Berta y Gertrudis cerrándola tras de si. Arthur
las podía ver por el espejo, observó unos instantes a las
dos sirvientas, que vestían de riguroso negro, como él
exigía, los botines que portaban también eran negros,
sobresalían las puntas por debajo de los uniformes, los
cubría un delantal negro de raso brillante. Sus cabellos
los habían peinado cuidadosamente, y en sus rostros no
habían rasgos de cansancio por no haber dormido.
Las dos esperaban una al lado de la otra con las manos
cruzadas a la altura del estómago esperando órdenes.

Arthur después de haber revisado a las dos sirvientas de


la cabeza a los pies, se quedó mirando el bello y juvenil
rostro de Marie. Quitó las manos de sus hombros y la
invitó a que se pusiera en pie, cogiéndola con delicadeza
de la mano y diciéndole.

- Querida, no te extrañes por lo que voy a mandar hacer


que hagan Gertrudis y Berta. Son las dos mujeres en las
que he depositado toda mi confianza.

- ¿ De qué se trata ? - Preguntó Marie asustada, y


retrocediendo unos pasos.

- Nada, es una prueba que para mi tiene mucha


importancia, es necesario que se lleve a cabo - Contestó
Arthur con voz tranquila y melosa, pues trataba de no
asustarla, ahora que parecía que las cosas entre ellos dos
iban saliendo bien - Repuso - Querida échate encima de
la cama boca arriba, y te abres ligeramente de piernas.

236
- ¿ Para qué ? - inquirió con la voz quebrada por el
miedo que sentía.

- Quiero estar totalmente seguro de que eres virgen - le


aseguró con un leve movimiento de cabeza.

Arthur miró a Gertrudis y a Berta diciéndoles a


continuación - Tocar con cuidado y verificar si su
virginidad está intacta.

Marie no insistió y fue a pasos lentos hacia la cama, se


quitó las zapatillas chanclas rosas aterciopeladas, y las
dejó sobre la moqueta roja y, seguidamente hizo lo que
Arthur le pidió. Él seguía de pie observando como
Gertrudis y Berta se acercaban a la cama cada una por
un lado.

Marie aunque no lo hacía ver, estaba horrorizada, ¡ qué


prueba más difícil y rara le quería hacer pasar ese ser
inmundo !.

Estaba contraída y rígida, mirando con ojos aterradores


a las dos mujeres, que cada una por su lado, con una
mano tenían cogidos los muslos tratando de separarlos
más.

Arthur iba siguiendo toda la escena con riguroso


silencio y poniendo mucha atención en los gestos y
tocamientos de las dos mujeres. Sólo duró unos
segundos. Gertrudis anunció mirando al señor Montsir.

237
- Es virgen.

Arthur respiró profundamente cómo habiéndosele


quitado un peso de encima. Ordenó a las sirvientas.

- Acompañar a la señorita al cuarto de baño para que sea


bien aseada.
14

El despertador radio anunció las noticias de las


nueve de la mañana. Claire seguía durmiendo
plácidamente boca abajo. Gilbert hacia rato que estaba
despierto, se había incluso levantado antes de que el
despertador dieran las noticias, y abrió los dos postigos
de la puerta de cristales que daba a la terraza, se quedó
unos minutos mirando el paisaje que había quedado
después de una noche de fuerte tormenta, habían
grandes ramas de varios árboles que yacían tiradas y
deshojadas en el suelo, había quedado un cielo limpio y
azulado, el sol tardaría en llegar hasta donde ellos
estaban. Volvió de nuevo a la cama y se acostó con
cuidado para no despertar a Claire, cogió la postura boca
arriba y puso sus manos cruzadas por detrás de la nuca.
Oía la respiración del sueño profundo en el que estaba
sumergida Claire.

Gilbert miraba al techo, pensando en la noche tan


ajetreada que ella había tenido, con fuertes pesadillas, y
la de veces que gritó en sueños.

238
- ¡ No la toquéis, dejarla en paz ! ¡ Marie sal de esa
casa!.

Se había levantado en sueños dos veces, y las dos


consecutivas se dirigió al balcón de la terraza y lo abrió.
Hablaba, y al parecer con alguien, entre palabras que no
se le entendía. Gilbert jamás en diez años que hacía que
estaban casados la había visto de ese modo tan extraño.
Las dos veces él la siguió hasta el balcón, pues tenía
miedo por lo que le pudiera ocurrir. En estas dos veces
Gilbert no vio a nadie, más, todo estaba tranquilo, sólo
se veían aparecer de vez en cuando, un leve relámpago
por el horizonte.

Lo sacó de estos pensamientos, Luna, que con sus


manos puestas en el borde de la cama, trataba de
alcanzar con su boca dando saltitos, los cabellos
revueltos de Claire, mientras que lloraba.
Gilbert saltó de la cama y fue hasta el otro lado, la cogió
por el pecho con una mano, y la llevó con él
volviéndose a acostar con ella, la puso encima de su
vientre, la estuvo acariciando mientras que jugaba con la
perrita. Tanta juguesca le dio, que empezó a dar
pequeños ladridos buscando más juego. A los ladridos
de Luna Claire despertó y empezó a removerse en la
cama, dándose la vuelta, y miró con los ojos entornados
a Gilbert cómo se divertía con la perrita haciéndole
rabiar.

- ¿ Qué hora es ? - Preguntó Claire medio dormida.

239
- Las nueve y media - Respondió Gilbert, dejando a un
lado de la cama a Luna. Alargó su mano y acarició el
cuello de ella, y pasó seguidamente sus dedos por entre
los cabellos de Claire, hasta llegar a la nuca dándole un
ligero masaje.
Claire tenía los ojos cerrados, saboreando relajada el
masaje y el contacto suave y delicado de la mano de
Gilbert.

- Amor, ¿ Qué tienes que hacer hoy aparte de escribir ? -


Se oyó su voz cómo un eco de campanillas,
susurrándole al oído.

Ella sonrió y abrió los ojos, tenía el rostro de Gilbert


muy cerca de su boca, le gustaba el olor que desprendía.
Acercó su cuerpo al de él, y estuvieron besándose largo
rato. Cuando se separaron Claire le preguntó contenta y
bromeando.

- ¿ Para qué quieres saber lo que hoy voy hacer ?.


- Quiero que salgamos a comer fuera, ¿ Que te parece ?.
- Estoy de acuerdo, ¿ Pero pagas tu ? - Dijo Claire
llevando la broma.

- ¿ Que te ha ocurrido esta noche ? - Le preguntó Gilbert


algo intranquilo y con el semblante serio.

- ¿ A qué te refieres ? - Preguntó extrañada frunciendo


el entrecejo, sin dejarlo de mirar a los ojos.

240
- Hablabas entre sueños, te levantaste dos veces, fuiste
hasta el balcón, y lo abriste, a todo esto seguías
manteniendo una conversación con alguien. Las dos
veces salí contigo, miré y no vi a nadie, y cerraba cada
vez el balcón cuando volvía a la cama. ¿ Porqué ? ¿Hay
algo que te preocupe cómo para que hagas
sonambulismo ?.

- Claire lo miraba con tristeza y pesar. Al instante


recordó un sueño o quizás fuese una visión, en la que no
quería pensar, y mucho menos contársela, porque ese
día por la tarde se iba, y no quería causarle algún temor
que pudiese tener a causa de ella.

- Por lo visto, es la primera vez que me levanto dormida


- Contestó sin darle más importancia - Repuso para
cambiar de tema - El sábado próximo da una fiesta
Arthur ¿ Podrás venir ?.

- El fin de semana próximo trabajo, ¡ Lo sabes bien !


¿Porqué me lo preguntas ?. No me has respondido a lo
que te he preguntado, y mantengo lo que te dije anoche,
me quedaría más tranquilo si te vinieses hoy conmigo a
París.
- Tengo aquí muchos asuntos que resolver - Respondió
levantándose de la cama, cogió un albornoz de raso
blanco que tenía doblado en el respaldo de la silla, y se
lo puso, atándoselo con un nudo y seguidamente hizo un
lazo, se dio la media vuelta buscando la chancla que le
faltaba.

241
Tenía una chancla puesta, y la otra la estaba buscando,
sobresalía la punta por debajo de la cama, miró a Luna
que era la causante de todo, seguía al lado de Gilbert, la
perrita miraba todos los gestos que Claire hacía con
carita de inocente.

- ¿ Porqué no me dejas que te ayude ? - Dijo Gilbert


abandonando la cama totalmente desnudo, y
descolgando un albornoz marrón de un tejido algo
grueso, que había colgado en una pequeña percha en la
pared.

- Cariño, en qué me puedes ayudar, no conoces mi


trabajo, ¿ Te das cuenta que incluso te es imposible
entenderlo ?.
- No, y tanto que no lo entiendo, tengo a una mujer, a la
que adoro, y no vivimos en la misma casa, y por si fuera
poco, en otra ciudad, ¿ Que te parece ? - Dijo Gilbert
enfadado, mientras que se disponía a bajar las escaleras.

- Cariño, no te enfades, es que no quiero darte


problemas, yo sé cómo atajarlos o, creo saberlo -
Contestó ella siguiéndolo detrás.

Claire entró en la cocina y se dispuso a preparar el


desayuno, sería algo ligero, pues eran ya más de las diez
de la mañana, y a la una del mediodía harían la comida
en un restaurante de Fontaine Bleau.

242
Gilbert se entretuvo en hacer una hoguera en la
chimenea, pues el viento y la lluvia caída la noche
anterior había dejado fría la casa.

Claire salía de la cocina con una bandeja y dos tazas


rústicas y altas llenas de café con leche, y un plato de
postre con dos bizcochos, depositó la bandeja encima de
la mesa del salón.

El fuego estaba avivado y los troncos ardían con fuerza


haciéndose oír el chisporroteo que hacían al quemarse.
Claire saboreaba a pequeños sorbos la taza de café con
leche mientras que observaba a Gilbert cerca del fuego
calentándose las manos. Sabía que estaba enfadado o,
quizás, tal vez contrariado, porque no aceptaba que ella
se quedase sola en la casa, estaba bastante aislada, y
también le preocupaba, las visitas o visiones de la
extraña niña que le hacia la vida imposible, dentro y
fuera de la casa.
Claire cogió la otra taza que había quedado en la
bandeja, y se la fue a llevar a Gilbert a la chimenea,,
donde había cogido asiento en uno de los sillones.

- Cariño, tómate el café con leche antes de que se enfríe.

Gilbert cogió la taza por el asa con tres dedos, y se la


llevó a los labios, y en tres sorbos se la bebió,
manteniendo la taza vacía entre sus manos, giró la
cabeza para mirar a Claire. Ella le sonrió y le dijo con
voz tierna.

243
- ¿ Crees que no te he contado toda la verdad de lo que
me está ocurriendo ?.

- ¡ Exacto, ahí quería yo llegar ! ¿ Porqué me ocultas


todo o casi todo ? ¿ Qué soy yo para ti ?. Desde que
vives en esta casa has cambiado mucho tu manera de
ser, incluso creo que ya no me quieres cómo antes, ¡ y
eso me hace daño aquí ! - Señaló con sus dedos índice y
corazón, el lado izquierdo de su pecho.

Claire se sentó en el brazo del sillón, y con su brazo


rodeó el cuello de Gilbert, acariciándolo y, acercándose
a su boca lo besó una y otra vez con pasión y deseo, y le
hizo una proposición.

- Cariño, te propongo de que te vengas a vivir aquí


conmigo, ¿ Te parece bien ?.

- ¡ Me parece fatal la idea !.


- ¿ Me das una razón de porqué no quieres ?.
- Es que no hay razones que valgan, sabes que vivimos
al lado de la estación, y para mi es muy importante tener
el trabajo cerca.

- ¿ Porqué estás enfadado ?.


- Porqué ...me he pasado toda la noche despierto
escuchándote, y viendo lo que hacías, quiero que me des
una explicación aunque sea pequeña de lo que te ha
sucedido, soy tu marido y lo debo saber.

244
Claire seguía sentada en el mismo lugar, tenía abrazado
a Gilbert fuertemente entre sus brazos, haciéndole
caricias, dándole mimos, y besos.

- ¿ Realmente quieres saber lo que me ha sucedido ?.


- Claro que si, estoy intranquilo porque pienso que te va
a suceder algo extraño y desagradable.

- Esta madrugada cuando dormía, o creía que dormía


estaba en un estado de trance cuando oí que llamaban
con fuerza a los cristales del balcón, me levante o, creí
hacerlo, y cuando estuve fuera vi que habían en concreto
cuatro mujeres de mediana edad, bastante desaliñadas,
con los cabellos alborotados, sus rasgos físicos, estaban
arañados y marcados. También se encontraban junto a
ellas dos hombres casi ancianos, tenían pocos cabellos,
y los que conservaban eran escasos. Vestían con
vestiduras viejas, tanto las mujeres cómo ellos. Cuando
me miraron, lo hicieron con desespero, la mirada la
tenían apagada y oscura pero, alrededor de sus pupilas
había un color ensangrecido, que daban terror mirarlos.

Gilbert escuchaba este relato totalmente aterrador,


miraba a Claire con verdadero asombro, tenía los labios
pegados, y en su garganta se podía apreciar cómo
tragaba saliva, una y otra vez.

Claire advirtió el miedo que él, tenía, no estaba


preparado ni lo estaría jamás para oír estas verdades que
habitan en lo oculto. Puso los labios en su mejilla
sonrosada y lo besó. Él, reaccionó al instante, saliendo

245
de ese mundo confuso que pensaba que era, y al mismo
tiempo cruel.

- ¿ Todo esto que me estás contando lo has visto esta


madrugada cuando saliste al balcón ? - Le preguntó con
gran pavor.

Esa es una parte de lo que vi pero, otra es lo que me


dijeron dando gritos al mismo tiempo que saltaban
enfurecidos, ¿ Lo quieres oír ?.

Gilbert dudó unos instantes en responder, no dejaba de


mirar a Claire a los ojos con mucha incertidumbre.
Después de estar pensándolo le respondió algo excitado.

- ¿ No me quitará el sueño ? ¿ Crees que también yo los


puedo ver ?, porque si es así, prefiero que no me lo
cuentes.

- Cariño, ¿ Tienes miedo ?.


- La verdad, que de esto si.
- Son espíritus que nos vienen a visitar, sólo pueden
hacerles daño a quien los ve o, por el contrario nos
pueden beneficiar, depende por lo que están pasando.

- Amor, nunca has sido tan explícita hablándome del


más allá cómo lo estás haciendo ahora. Según tú, yo no
tengo posibilidades de verlos ¿ No es cierto ? - Preguntó
más aliviado y tranquilo.

246
- Yo así lo creo, pero nunca se puede saber. ¿ Estás
preparado para escuchar lo que me dijeron ?.

- Si, adelante, no creo que sea más fuerte de lo que he


oído.
- Unos y otros daban saltos estirándose de los pelos y
arañándose unos con otros. Me gritaron todos a una sóla
voz.
- ¡ Venimos a buscar lo nuestro ! ¡ Nos lo prometiste !
¡La niña es la que se quiere encargar de ti ! pero le
hemos dicho que también queremos nuestra parte.

Gilbert tenía los ojos cómo platos, las orejas se le habían


encendido, y sus manos temblorosas fueron a buscar las
de Claire que rodeaban su cuello. La respiración la tenía
agitada. Le preguntó con voz cortada.

- ¿ Porqué dicen que vienen a buscar lo suyo ? ¿ Que le


has prometido ? ¿ Has hecho algo que no esté en regla ?.

Claire no dejaba de mirarlo, y moviendo la cabeza negó,


después dijo.

- Son trucos que los espíritus que están enfrentados entre


si, utilizan con los que los oyen, con las médium para
que los saquen de dónde están.

- ¿ Las dos veces que saliste al balcón te dijeron todo


eso ?.
- Esto fue la primera vez. La segunda, me prevenían del
peligro que está corriendo Marie, y que la gran mansión

247
es habitada por demonios. ¡ Sálvanos a nosotros y te
daremos más información ! - Me dijeron.

- Estaba yo contigo y no vi ni oí nada, estaba todo


tranquilo y en silencio, sólo vi aparecer por el horizonte
uno que otro relámpago, pero débiles. ¿ Que está
ocurriendo con esa niña que dices que ves ?, estos
espíritus te hablan de ella como un rival. ¿ Que es lo que
están esperando todos ellos ? ¿ Lo sabes ?.

- No me lo han confirmado pero, por sus maneras de


actuar tanto ellos como la niña, están viviendo en los
bajos astrales, cómo vulgarmente diríamos, las cloacas.

- ¿ Porqué ? - Preguntó confuso y sin entender las


razones que los llevasen a caminar por lugares tan bajos
y sucios.

- Los motivos pueden ser varios. Uno, no aceptar de que


están muertos, y prefieren vagar por lugares oscuros.
Otro, haber hecho en vida atrocidades sin poner reparo
alguno. Hay bastantes variantes que los pueden llevar
después de muertos a sitios espantosos. Quiero que
sepas que sólo les ocurre esto, a los espíritus rebeldes.
Hay muchos espíritus que han alcanzado la luz, por ellos
mismos, es lo que yo digo de estos que son almas bellas.

Gilbert miró su reloj de pulsera y exclamó diciendo.

- ¡ Amor, son las doce y cuarto, y nos tenemos aún que


duchar !, quiero llevarte a comer a un buen restaurante,

248
¿y si nos duchamos los dos juntos ?, iríamos más
rápidos ¿ no ?.

- Puede que si, cómo puede que no, pero yo procuraré


que estemos pronto preparados - Respondió Claire con
una sonrisa mientras que le guiñaba un ojo.

Gilbert reía moviendo la cabeza, y cogiéndola con un


brazo se la echó al hombro, y entre risas y juegos subió
con ella las escaleras, y la dejó en el suelo al llegar a la
puerta del baño.
La ducha fué rápida.
Bajaban las escaleras. Claire vestida con traje, pantalón
y chaqueta, verde oscuro, abotonado hasta donde
empieza el canalillo. La seguía detrás Gilbert que ese
día se habían puesto un pantalón gris con un jersey
blanco de sport y sacado por fuera del pantalón. Luna
los estaba esperando en el pasillo de la galería, estaba
inquieta de ver que se iban y de que se quedaba sola.
Los fue siguiendo hasta la puerta con la cabecita
agachada, y lloriqueando. Al momento de salir de la
casa, Claire se dio cuenta que los seguía, se agachó, y la
cogió en brazos llevándola a uno de los sillones del
salón, le acarició la cabecita diciéndole.

- ¡ Quédate aquí, y no te muevas, que pronto volvemos


!.

Gilbert la esperaba dentro de su automóvil, que lo había


dejado aparcado la noche anterior a un lado de la casa.
Claire bajaba el escalón que separaba el salón de la

249
galería, y de súbito escuchó cómo se cerraba de un golpe
la puerta que daba al sótano. Luna dio un salto, y fue
corriendo a ponerse junto a los pies de su protectora, con
lloros bastantes fuertes, su cuerpecito de bola de nieve
temblaba a un ritmo acelerado. Claire tenía su mirada
puesta en la perrita, y al mismo tiempo en la puerta del
sótano. Estaba segura que la niña había estado toda la
mañana escuchando la conversación que Gilbert y ella
mantuvieron. Luna seguía a sus pies, llorando, la cogió
en brazos y trató de calmarla, pero sus pensamientos no
eran de dejarla sola, pues los latidos de su corazón iban
rápidos, y le podría ocurrir un desenlace producido por
su propio miedo, y aparte que Luna veía a la niña,
cuando trataba de llegar hasta donde se encontraba
Claire, la misma olor que desprendía a ocre, la perrita la
sentía a larga distancia, y se ponía a llorar.

- Amor, ¿ Cómo es que tardas tanto ?. Hace quince


minutos que estoy esperándote dentro del coche - Entró
Gilbert en la casa algo nervioso, y señalando con su
dedo índice la hora que era en su reloj de pulsera -
Repuso - ¿ Qué haces con la perrita en brazos ?.

- No la podemos dejar sola - Respondió Claire con cara


de circunstancias.
- ¿ Porqué ? ¿ Qué ocurre ahora ?.
- La niña está otra vez molestando, tenemos que
llevarnos a Luna con nosotros, pues el corazón le va a
cien por hora, está muy asustada.
- ¿ Porqué sabes que está aquí la niña ? - Preguntó
aturdido y desconcertado.

250
- Está ahora en el sótano - Afirmó con la mirada puesta
en la puerta vieja de madera, comida por la carcoma.

- ¡ No hace ni veinticuatro horas que estoy contigo, y no


has parado en todo ese tiempo de hablarme de los
espíritus !. Se que los ves, que te hablan, y que te hacen
fechorías, ¿ Pero por un sólo día que quiero estar a tu
lado, no puedes hablarme de otra cosa ? - Contestó
Gilbert bastante alterado, y mostrando una ira en su
rostro que Claire desconocía.
- ¿ Te das cuenta de lo aterrado que estás ?.
- ¿ Quien, yo aterrado ?. Ja, ja, ja - ¡ Eres tu quien me
pones de los nervios ! ¡ Deja a la perra en la casa y
vámonos ! - Respondió arrebatándole de los brazos a
Luna, y dejándola en el suelo llorando y temblando de
miedo.

- ¡ Se acabó ! ¡ No voy contigo a ningún sitio, si quieres


comer vete solo ! - Dijo enfadada, dejando encima de la
mesa el bolso de piel marrón.

Gilbert se había puesto de medio lado con la mano


apoyada en la pared, la cabeza baja y el semblante serio,
meditando quizás, el alboroto que había llevado a cabo,
por no prestar más atención y saber entender mejor los
problemas por los que Claire estaba pasando. Hizo un
gesto de arrepentimiento y fue hasta donde estaba ella,
de espaldas a él, con los brazos cruzados. Puso sus dos
manos sobre los hombros de Claire y con voz más
tranquila dijo.

251
- Amor, siento mucho lo que ha sucedido, tu sabes que
yo no soy así, pero no sé lo que me ocurre dentro de esta
casa, estoy inquieto, esta noche apenas he dormido
vigilándote a ti.

Claire se dio la vuelta, y aún con cara de enfado, puso su


frente en el pecho de Gilbert, abrazándolo por la cintura.

- ¿ Cuanto tiempo hacía que no nos discutíamos de esta


manera ? - Dijo Gilbert riendo y besando los cabellos de
Claire con cariño.

- De antes de casarnos, ¿ Te acuerdas de German ?.

- Fui más listo que él. Todavía no me habías dado el sí,


y si me descuido, hoy estarías casada con él. También te
amaba German. ¿ Recuerdas la que os lié porque
estabais los dos apunto de daros un beso ? ¿ Te llegó a
besar en otra ocasión antes de ese día ? - Preguntó
apretándola fuertemente contra él.
- No, nunca, yo tenía puestos mis ojos en ti. No creo que
me hubiese casado con él, puesto que era mi mejor
amigo, en él, podía confiar porque estaba segura de que
jamás me defraudaría. ¡ Pobre German ! lo acepté de
pretendiente para que nos vieras, y pensaras en mi, para
que fueras detrás mío.

- ¡ Como puedes decir eso, e iba detrás tuyo cómo un


perrito faldero !.

252
- Si, es cierto, pero te costaba trabajo declararte, dabas,
una de cal y otra de arena. ¡ Reconócelo !.
- No te puedes imaginar, lo loco que iba por ti, es que
me traías de cabeza, llevaba un disloque, un montón de
ideas que no sé de donde las podía sacar. Me invadían
los miedos porque pensaba que te perdía.

- Yo por parte mía, no sentía miedo por esa causa, pues


estaba convencida que me casaría contigo, pero tenía
que esperar que te espabilaras, y vieras que había otro
que, quería compartir su vida conmigo.

- ¡ Amor que mal lo pasé !, veía a German cómo a un


gran enemigo mío y, yo siempre me hacia la misma
pregunta. ¿ Cómo es posible que se fije en un chico que
es más bien pequeño de estatura, y delgado cómo un
cigarrillo ?, es que no compaginaba contigo - Dijo
besando con suavidad el esbelto cuello de ella.

- Agregó Claire - Sentí pena por German cuando se dio


cuenta de que era a ti al que quería - Hace dos días que
nuestra historia me la hicieron recordar, Pierre y Marie,
no es lo mismo pero, en si se parecen ¡ Pobre Pierre !.

- ¿ Quién es ese tal Pierre ? - Preguntó mirando los ojos


negros y profundos de Claire.
- Un joven. El que venía a quedarse a vivir aquí con
Marie, en distintas habitaciones.

- ¿ En qué se parece en lo que nosotros vivimos en


nuestra juventud ?.

253
- Pues, en que Pierre está muy enamorado de Marie,
pero ella, no lo está de él, es su mejor amigo.
- ¡ Ah !. Si supierais las mujeres realmente lo que
queréis, nos daríais menos trabajo a los hombres, pues
nosotros lo vemos fácil o, sencillo a lo que a la
conquista de una mujer se refiere, pero, vosotras lo
ponéis difícil ¿ Porqué ?.

- Porqué nos gusta que el hombre nos seduzcan y, nos


demuestren su amor. ¡ Son los instintos femeninos
cariño ! - Contesto mientras que buscaba la boca de
Gilbert para besar sus labios. Él, lo deseaba con ganas y,
los dos se besaron con verdadera pasión.

La preocupación que sentía Gilbert por lo que le pudiese


ocurrir a Claire, era grande, no se lo manifestaba de esta
manera para no preocuparla más de lo que ya lo estaba.
Esa niña de la que le hablaba, y que parecía que jamás
se podría liberar de ese espíritu, que iba errante de allá
para acá y, las fechorías que decía que le hacia. Era una
gran médium y, esta era la primera vez que la veía tan
sumida y desconcertada al mismo tiempo en su trabajo.
Pensaba por momentos de pedirle, aunque fuera de
rodillas que, abandonara esa casa donde vivía sola
totalmente aislada pero, no se atrevía a hacerlo, porque
ella ante todo era una mujer libre, y de trabajar en lo que
le gustaba y entendía.

254
Supo cuando el editor le pidió que escribiese una
colección de obras relacionadas con la intriga, entrando
en un mundo interno, donde no iba a ser fácil para ella.

Claire había advertido tristeza en el rostro de Gilbert


que, aunque seguían besándose sus pensamientos
estaban lejos en esos momentos.

- ¿ Que te ocurre ? - Le preguntó algo inquieta y con


pesadumbre.
- Amor, las ideas que vienen a mi mente me atormentan
y, realmente no sé lo que tengo que hacer - Respondió
algo triste y abatido.
- Explícamelo todo, quiero que me cuentes tus temores.

- Mis temores y mis miedos eres tu, nunca he sentido


tanto pánico o terror a lo que a ti se refiere. Me gustaría
que no fueras el sábado a la fiesta que va a dar Arthur,
no lo conozco, sin embargo, no apuesto ni un céntimo
por él, no me gusta nada, además, ¿ No te has parado a
pensar porqué Marie no ha vuelto ?.

- A mi tampoco me gusta pero, le dije que iría a su fiesta


e iré. Necesito ver a Marie y, hablar con ella, creo y
estoy segura que es él quien no la deja salir de la gran
mansión. Se ha precipitado mucho esta chica, con este
hombre ¿ no te parece ?.

- Si, ¿ Porqué lo ha hecho ? ¿ lo sabes tu ? - Le


interrogó perplejo.

255
- Arthur es un hombre muy rico, y Marie viene de una
familia obrera, se está pagando sus estudios con el
dinero que gana con su trabajo y, al conocer a Arthur y,
conocer también su situación, los ojos se le han llenado
de millones. ¡ Que quieres, es una chica que sólo tiene
veintidós años, y sin ninguna experiencia de la vida !.

- Es fácil caer en la trampa por esa vía, ella sola se ha


metido en las garras del lobo. ¿ Pero estás segura de que
Arthur la tiene secuestrada ? - Inquirió guardando sus
dudas.

- Lo que siento aquí dentro, me lo confirma - Respondió


Claire llevándose su mano derecha al pecho, y miró a
Gilbert fijamente a los ojos sin parpadear.

- Entonces, por lo que me das a entender, ¿ estás


dispuesta a ayudarla ?.

- Sí, desde luego, aunque tiene veintidós años, es sólo


una niña, porque no ha vivido nada, y desconoce
totalmente la idea que llevan los hombres y, aún más
desconoce las intenciones del mundano Arthur. Es por
eso que tengo que ir el sábado a esa fiesta.

De súbito, llamaron dos veces seguidas al llamador de la


puerta. Tanto Gilbert cómo Claire pararon la
conversación, y los dos miraron a la vez a la puerta. Sin
mediar palabra Gilbert fue abrir seguido de Claire.

256
Abrió rápidamente la puerta, había de pie un joven con
una caja de metal ancha, larga de quince centímetros de
altura. El joven que vestía con un uniforme blanco, en el
ribete del bolsillo del pecho de la chaqueta, había
bordado con hilo rojo el nombre del restaurante, París,
de Fontaine Bleau.

- ¡ Señores, aquí tienen la comida que han pedido, está


caliente y a punto para comer ! - Dijo el joven con
amabilidad.

Y mostrando la factura siguió diciendo - Son ciento


veinte francos, por favor.
Gilbert y Claire se miraron sin comprender nada de lo
que estaba sucediendo. Claire se adelantó y le preguntó
al joven que aún seguía con la caja de metal en las
manos.

- ¿ Quien ha pedido esa comida ?.


- No lo sé señora, yo sólo soy el repartidor, me la han
dado para que la traiga, y aquí está - Respondió el joven
echando una ojeada a la caja que tenía en las manos.

- ¿ Que comida es la que hay dentro ? - Preguntó Gilbert


con recelo, y con el ceño fruncido.
- Tampoco lo sé señor, el cocinero es quien se encarga
de ponerlo todo bien, en los recipientes de aluminio.
¿ Está bien esta dirección que han escrito en la factura ?
- Preguntó el joven sorprendido - ¿ Son ustedes los
señores Candrier ?.

257
- Si, somos nosotros, y también es esta la dirección,
pero, no hemos pedido comida a domicilio, íbamos a ir a
comer a un restaurante pero se nos ha hecho tarde, y lo
habíamos aplazado - Le aclaró Gilbert al joven.

- Intervino Claire - Entra, y deja la caja encima de la


mesa, y miraremos que es lo que hay dentro.
- ¿ Ustedes no han pedido esta comida ? - Preguntó el
joven algo cansado de esperar, y de que le hiciesen
tantas preguntas y sin decidirse a cogerla.

- Ya te lo hemos dicho antes, no hemos pedido nada -


Dijo Claire negando con la cabeza.
- Es que si no me pagan antes, no puedo abrir el calienta
platos, me lo tienen prohibido. Es por cuestión de
higiene, ¿ saben ?.

- ¡ No me fío cariño ! - Le hizo saber Claire a Gilbert,


con un movimiento de cabeza, y apretando los labios.

Gilbert asintió, tratando de entender.

- ¡ Que pasa ! ¿ Se quedan con la comida, si o no ? -


Inquirió el joven con el semblante serio.
- ¡ No ! - Respondió Claire decidida, y con voz firme -
Perdona esta equivocación - Siguió diciendo. - ¿ Has
venido alguna otra vez a esta casa para traer comida ?.

- No, señora, es la primera, me han tenido que hacer un


plano para llegar aquí, ¡ mírelo está detrás de la factura !
- Respondió el joven mostrándosela.

258
Gilbert metió su mano en el bolsillo de su pantalón y
sacó un puñado de billetes de francos, doblados, buscó y
extrajo uno de cinco francos, y dándoselo al joven le
dijo.

- ¡ Cógelo, es por el servicio que has hecho de venir


hasta aquí !.
- Gracias señor, pero tengo que decirle, que nadie me ha
hecho retornar la comida que han pedido, son ustedes
los primeros.
- Estamos mi esposa y yo, convencidos de ello, pero es
que no hemos pedido nada - Volvió a recalcar Gilbert
con paciencia y naturalidad.
El joven retrocedió varios pasos hacia atrás, y fue hasta
donde tenía su motocicleta, y en una repisa de metal
oscuro que había atrás, colocó y ató bien la caja que
contenía la comida, y seguidamente se fue en dirección
al pueblo.

Claire y Gilbert se miraban sin mediar palabras, para


ella este suceso lo podía entender o eso era lo que ella
creía. Todo lo achacaba a la niña, ¿ Pero cómo lo había
hecho para pedir un menú ?.

Para Gilbert este procedimiento estaba más confuso él,


no alcanzaba a comprender que un espíritu pudiese
hacer tal hecho, puesto que un espíritu era alguien que
estaba muerto y le era imposible razonar, y tampoco
tenia cuerpo, y menos presentarse en un lugar cómo era
un restaurante o, coger un teléfono para pedir que

259
llevasen comida para dos. Habrían pagado el menú que
había en la caja de metal, sólo por curiosidad de ver qué
era lo que había dentro, pero Claire no accedió, no fuera
a ser que fuera una pésima sorpresa. No ponía en duda
que el cocinero que preparó el menú no lo hiciese bien,
y seguro de que habían pedido una comida exquisita,
pero la niña tenía malas intenciones y podrían encontrar
revueltos entre los alimentos unas cucarachas, o quizás
arañas o incluso, moscas muertas o ratas. La ansiedad
tan grande que tenía de vengarse de ella, era enorme.
Estaba haciendo todo lo posible para que abandonara la
casa, pues desde que ella llegó, pensaba que su
existencia era un calvario.

- Son las dos de la tarde, y tenemos el tiempo justo para


poder comer en algún sitio - Dijo Gilbert mirando la
hora en su reloj.

- Si cariño, ya estoy lista, haremos como he dicho antes,


nos llevaremos a Luna y la dejaremos dentro del coche -
Replicó Claire cogiendo en ese instante su bolso
colocándolo en su hombro izquierdo, y a Luna la llevaba
cogida por debajo del vientre y pecho, apoyada al pecho
de Claire.

260
15

Después de estar en varios restaurantes y no


poder quedarse porque estaban al completo, tomaron la
opción de ir a uno donde en la puerta se anunciaba en
una carta dos menús. La fachada era mediocre, y en su
interior todo era sencillo, mesas largas con sostén de
hierro, y superficie de mármol blanco algo gastado.
Había bastante murmullo de las personas que comían,
sus gritos y carcajadas era un ir y venir que molestaban
a las personas tranquilas y de oído sensible.

Una mujer de unos cuarenta años de edad, con falda


oscura, blusa marrón, y un delantal blanco atado atrás de
la cintura. Se acercó a Claire y a Gilbert y les preguntó
evocando una leve sonrisa - ¿ Van a comer ?.

- Si por favor, si es posible - Respondió Gilbert.

261
- Pueden sentarse en esta mesa - Dijo la camarera
señalando una donde había un mantel de papel, dos
cubiertos, dos copas, y dos servilletas de papel de un
tamaño grande.

- Amor, no era a este lugar donde yo te quería traer a


comer, estoy de verdad desolado - Dijo Gilbert cogiendo
las manos de Claire, y mirándola con resentimiento.
- ¿ Recuerdas ?. Cuando estábamos solteros, e íbamos a
comer algunas veces a sitios cómo este, no íbamos
sobrados de dinero, y nos sabía la comida a gloria, y nos
reíamos un montón - Contestó con una sonrisa.

La camarera llegó con la carta en la mano y se la ofreció


a Gilbert para que eligieran, mientras que ella esperaba
junto a la mesa.

- Amor, ¿ Qué menú de los dos cogemos ? - Preguntó


Gilbert para que eligieran, mostrándole la carta a Claire.
- Me da igual, el que tu elijas.
- Cogemos, las lentejas de primero, y el beef con patatas
fritas de segundo ?.
- Sí.
- Para beber ¿ Que van a tomar ? - Preguntó la camarera,
cogiendo la carta.
- Tráiganos una botella del mejor vino que tengan.
- ¿ Tinto ?.
- ¡ Por supuesto !.

262
- Cariño, las lentejas están exquisitas, hacía tiempo que
no las comíamos pues siempre voy a lo rápido, porque el
tiempo está contra mi - Argumentó Claire.
- Pues entonces no hemos hecho mal en venir a comer
aquí.

En esos instantes se escuchó la voz gruesa y


desagradable del dueño del restaurante, que desde atrás
de la barra decía asomando la mitad de su abultado
cuerpo - ¡ fuera de aquí chucho !.

Claire giró la cabeza extrañada por lo que ese hombre


rudo decía, y con asombro descubrió que a quien se
dirigía groseramente era a Luna, que había llegado hasta
la mitad del pasillo, y los iba buscando nerviosa con la
mirada.
Gilbert advirtió lo que sucedía cuando Claire se levantó
de la mesa y fue rápidamente a coger en sus brazos a
Luna, que temblaba de miedo.

- ¡ Oiga señora, aquí no pueden estar con ese animal, la


entrada está prohibida a los perros ! - Dijo el dueño del
restaurante con voz desagradable, y mirada
perturbadora.

Gilbert se había puesto de pie, y fue hasta el mostrador


con el semblante serio, estaba frente al desagradable
dueño, y poco entendedor de modales.

- No le hable a mi esposa en ese tono - Le dijo Gilbert


malhumorado.

263
- Pues si no quiere que se lo diga a ella, se lo diré a
usted - ¡ Salgan de aquí con ese perro ! - Este es un
establecimiento para personas - Recalcó el necio
hombre.

- Si claro, en eso estoy de acuerdo, pero lo que no


comprendo es, porque usted se ha puesto de ese modo,
porque las cosas se pueden decir razonablemente y con
buenos modales.
- Pagenme rápidamente lo que han consumido y váyanse
de aquí con ese animal, yo pago el derecho de admisión
y en mi local entra quién a mi me da la gana
¿ Entendido? - Dijo el dueño dando una palmada con su
mano gruesa encima del mostrador.

Claire había cogido su bolso y lo tenía colgado en su


hombro izquierdo. Con Luna en brazos se aproximó a
Gilbert y le dijo parecido a una súplica.

- Cariño págale y vámonos.

Gilbert rodeó la cabeza y miró el rostro confuso de


Claire, estaba aturdida al igual que lo estaba él, por no
saber que era lo que estaba sucediendo en esos
momentos, puesto que a Luna la habían dejado dentro
del automóvil, con las dos ventanillas delanteras abiertas
cinco centímetros, por esas pequeñas rendijas era
imposible que saliera, aparte de que sólo tenía dos
meses y medio, era obediente y tranquila.

264
Cuando llegaron al coche, las ventanillas estaban de la
misma manera que ellos las habían dejado. Claire estaba
segura de que la niña había intervenido, y era la
causante de ese hecho.
Gilbert miraba una ventana y otra, sin dar crédito a lo
que sus ojos estaban viendo.

- ¿ Entiendes algo de esto ? - Le preguntó totalmente


desconcertado, siguiendo de pie junto a la ventanilla del
coche.
Claire asintió con la cabeza.
- ¿ Quieres decir que sabes la procedencia de todo este
enredo sin fundamento ?.
- Si cariño.
- No te entiendo, ¿ Me lo quieres explicar ?.
- La niña cariño, la niña.
- ¿ Quieres que yo me crea que una niña que está muerta
puede sacar a este animalito por estas rendijas ? -
Respondió dándose un golpe en la frente con su mano
derecha abierta.
- Lo creas o no, es así.

- Amor, no quiero pensar de que estás delirando, ¿ Me


estás hablando en serio ?.
- Perfectamente en serio, incluso digo algo más -
Aunque no hubieran estado las ventanillas abiertas cinco
centímetros, la hubiese sacado igualmente del
automóvil.

Gilbert negaba con la cabeza, manteniendo en su boca


una suave sonrisa.

265
- ¿ Me estás manteniendo de que no es verdad lo que te
estoy diciendo ? - Preguntó algo enojada.
- Amor, demasiado sabes que creo todo lo que me dices,
pero esta acción es sobrenatural, y el poco conocimiento
que tengo sobre el tema, se me escapa, no puedo creer
igual que tu, perdona si me sonrío.
De pronto pasó junto a Claire un aire frío, y en su oído
izquierdo zumbó un estruendo que era una voz ronca y
desgarrada.
- ¡ Haaaaaauuuuff !

Rápidamente se llevó la mano al oído tapándoselo,


haciendo un gesto con la boca molesto.
- ¿ Que te ocurre ? - Le preguntó Gilbert preocupado.
- No es nada, ya ha pasado. Esa niña trata matarme.
- ¿ No es mejor que hables con la policía y se lo cuentes
todo ?.
- De nada serviría, puesto que en estos casos no pueden
hacer nada. Con el tiempo todo lo pondré en su sitio.
- Amor, tienes que recapacitar, jamás antes te había
ocurrido algo tan tremendo, creo que esto es muy grave,
esta tarde tengo que irme y tengo miedo de dejarte sola
con los espíritus.

- Cariño, no les tengo miedo, también la rabia que tienen


es esa actitud mía ante ellos. Están muertos y piensan
que aún pueden seguir mandando en los que estamos
vivos.

Por la acera iban y venían chicas y chicos que se


dirigían a sus trabajos, también hombres y mujeres de

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mediana edad. Entre estos, caminaba la niña a paso
lento. El vestido lo llevaba rasgado y sucio, los pelos
alborotados, la mirada oscura y perversa, la boca medio
abierta, los labios secos y cortados, los pies sucios y
descalzos.

Claire la había visto, la niña se dirigía hacia donde ellos


estaban. Gilbert seguía hablando del mismo tema que
habían empezado. Advirtió que Claire no estaba por la
conversación, y que su mirada la tenía puesta en la gente
que se aproximaban a ellos. Él la siguió con la mirada
para descubrir que era lo que seguía.
Él, no veía nada más que gente que se dirigían algún
lugar, unos caminaban más aprisa y otros lo hacían más
despacio, pero nada había de incorrecto o extraño en
ellos.

La niña salió de entre el pelotón de gente y fue


directamente a ponerse enfrente de Claire. Con las dos
manos extendidas, sucias, las uñas largas y rotas. Le
hacia un ademán para pedirle que le diera algo,
cualquier cosa, Claire estrechó fuertemente entre sus
brazos a Luna, el animal había empezado a llorar nada
más vio a la niña llegar, incluso la olió antes de que se
acercara, y ahí fue cuando mostró su intranquilidad.
- ¿ Que está ocurriendo ? - Preguntó Gilbert exaltado,
mirando el rostro de Claire y su reacción, también el
comportamiento que estaba llevando la perrita de
intentar esconder su cabecita bajo el brazo de Claire,
llorando.

267
- ¡ Vete ! no te voy a dar nada - Dijo Claire dándose la
vuelta, tapando su parte delantera a Luna, con el cuerpo
de Gilbert.
- ¿ Quieres decirme de una vez, que está sucediendo ? -
Gritó Gilbert inducido por los nervios.

La niña estaba cada vez más cerca de Claire. Alargó su


mano izquierda y de un puñado cogió por el brazo
derecho la manga de su blusa dándole un estirón -
¡Quiero que me escuches, y que..... me des.... !.
- ¡ No voy a darte nada, tampoco te quiero escuchar !
¡ Déjame tranquila ! - Chilló Claire desesperadamente.
- ¡ Exijo que me digas que está sucediendo ! - Volvió a
gritar Gilbert cogiendo con sus manos los hombros de
Claire, y sacudiéndola para que viniera a razones.
- ¡ La niña está aquí, delante de nosotros ! - Contestó
ella muy enfadada.
- ¡ Donde ! ¡ Dime donde, porque yo no la veo ! - Siguió
gritando, mirándola exaltado.
- ¡ Es inútil que te siga hablando de ese ente !.
- ¡ Dime que es lo que quiere !.
- ¡ No lo se ! quiere que le de algo pero no sé de que se
trata, y tampoco me importa, sólo quiere hacerme la
vida imposible, pero te aseguro que no lo va a
conseguir.
- ¡ Pregúntale ya de una vez, que es lo que quiere y que
se vaya !.
- ¡ No es así, no es una persona ! lleva un juego macabro
con ella, y está jugando conmigo para que me vaya de la
casa.

268
- ¡ No tenias que haberte movido de París !, que idea
tuviste más desastrosa al querer venir a vivir a esa casa
que sólo nos está dando problemas.
- Los problemas, me los están dando a mi, porque tu no
vives en esa casa, pero te aseguro que voy a sacar toda
la podredumbre que guarda en su interior - Contestó
Claire algo más calmada, pero con enfado.

Cuando Claire miró la niña ya no estaba, siguió con la


mirada a toda la gente que pasaba, por si estuviese entre
ellos caminando cómo un zombi.
- Cariño, vámonos - Dijo Claire más relajada.
- ¿ Vámonos ? ¿ Donde ? ¿ A esa casa que para mi está
maldita ? ¿ Quieres otra vez enfrentarte a esos fantasmas
que viven dentro ?. Vamos a ir y vas hacer tus maletas,
esta tarde te vienes conmigo a París - Dijo decidido,
dirigiéndose a la puerta del automóvil y abriéndola.

- No sé porqué te aferras a que vaya contigo, si sabes


que no lo voy hacer - Contestó Claire abriendo la puerta
del coche y entrando dentro.
- Me voy a ir de aquí fatal, sabiendo que lo estás
pasando mal ¿ Porqué eres tan cabezota ?.

Gilbert arrancó el automóvil y salió a gran velocidad,


enfurecido por sus nervios, al girar a la derecha no se
dio cuenta que en esos momentos atravesaba una señora
mayor.
- ¡ Cuidado cariño has estado a punto de atropellar a esa
señora ! Deja de mirarme y concéntrate en la carretera -

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Le advirtió ella señalando con el dedo a una anciana que
a paso lento cruzaba por un paso de peatón.

16

- Cariño, la puerta no se abre - Decía Claire al mismo


tiempo que empujaba con fuerza.
Gilbert llegaba al primer escalón de la entrada de la
casa, y se detuvo a dos palmos de donde estaba Claire
con la llave desechada y empujando con las dos manos.

- ¡ A ver, déjame a mi ! con la lluvia que hubo anoche


puede que se haya hinchado la madera - Repuso,
tratando de dar un sólo golpe para que la puerta se
abriera.
Al fin, la puerta se abrió con dos fuertes empujones,
pero sólo un palmo, había algo pesado detrás que
impedía la abertura. Gilbert introdujo su brazo
izquierdo, tratando de palpar con la mano que era lo que
impedía que se abriera.

270
Claire estaba a su lado con cara de asombro y con el
entrecejo fruncido, moviendo la cabeza de un lado a
otro.
- ¿ Puedes tocar que hay detrás ? - Preguntó con la
paciencia desgastada.
- ¡ Trato de averiguarlo, no me atosigues ! - Respondió
con voz trémula - Repuso - ¡ Ya lo tengo, sé lo que es !.

- ¿ Qué ? - Preguntó exaltada.


- El sillón del salón que está bloqueado entre la puerta y
la pared, voy a tratar de separarlo.

Con mucho esfuerzo y maniobras que tuvo que hacer


con el brazo y la mano, lo pudo desbloquear, y entraron.
Estaba la casa parecida a una buhardilla de ladrones, con
todos los muebles amontonados unos sobre otros. El
sillón yacía caído en el suelo, el diván volcado hacia
atrás, la mesa del comedor tenía las cuatro patas hacia
arriba. Los cuadros que decoraban las paredes, habían
caído al suelo, y los marcos estaban rotos y separados.
La pantalla de televisión había recibido un gran golpe, y
parecía que hubiese explotado, el vidrio estaba repartido
por el suelo en pedazos.

- ¿ Quien ha hecho este desastre ? - Dijo gritando


Gilbert haciéndose paso entre los muebles .

Claire tenía los ojos cómo platos, no podía creer lo que


estaba viendo.

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- Cariño, tranquilízate, todo este desorden lo ha llevado
acabo la niña - Le respondió totalmente desolada.

- ¿ Le llamas desorden a todo este amontonamiento de


muebles, que caen unos sobre otros ? - Contestó
llevándose las manos a la cabeza.
- Si perdemos la calma será peor, hay que actuar con
mucha cautela, si mostramos nuestro nerviosismo
habremos retrocedido, y los espíritus avanzaran más.

- ¡ No quiero saber nada de toda esta maraña que se


tienen formada, vaya usted a saber cuantos espíritus son,
porque esto no creo que lo haya hecho uno sólo ! - Voy
arriba a preparar nuestras cosas y nos vamos de aquí
rápidamente - Dejó dicho Gilbert, mientras que salía del
comedor - salón, y se dirigía para subir las escaleras y
acceder al piso superior con rabia y furor.

Luna lloraba en el pasillo de la galería, se encontraba


indefensa ante tanta tragedia para ella, pues era tan
pequeñita que parecía una bola de nieve entre tanto
atadijo. Sus lloros llegaron a los oídos de Claire, y
despreocupándose del desorden que había, llegó hasta
ella y la cogió en brazos, esa era la manera que tenía
para tranquilizarla. Oía el ruido que Gilbert estaba
formando en su enloquecido arranque.
Claire, subió las escaleras, y se quedó en la
entrada del dormitorio viendo a Gilbert cómo preparaba
sus cosas y también la maleta de ella. Las dos puertas
del armario las tenía abiertas, y sacaba ropa de Claire
para meterla en una maleta que tenía abierta encima de

272
la cama. Parecía que acabara de salir de un manicomio,
con los cabellos en la frente tapándole los ojos, con la
cara descompuesta por el pavor que estaba sintiendo, y
que le era difícil controlar.

Los dos cajones que tenía la mesita de noche, los había


volcado encima de la cama, había toda clase de objetos
de necesidad que Claire necesitaba.

- ¡ Cariño ! - Dijo ella sin obtener respuesta - ¡ Gilbert !


- Le gritó para que la oyera y se tranquilizara.
Él levantó a medias la cabeza, y siguió haciendo la
maleta de Claire cómo si nada - ¡ Nos vamos
rápidamente de aquí ! - Dijo nervioso y con miedo.
- Yo no me voy a ninguna parte, y deja mi maleta donde
estaba - ¡ Me has oído Gilbert ! - Gritó muy enfadada.
- ¿ Quieres quedarte en medio de tanta suciedad ? - Le
preguntó meneando la cabeza, y con la cara enrojecida.

- ¡ Sí, eso es lo que quiero ! ¿ Sabes que aquí hay


muchos que me necesitan ? ¡ Acabo de llegar, y todavía
no sé por donde empezar, pero te aseguro que acabaré
con todo esto que me persigue ! - Le contestó
avanzando, y parándose a los pies de la cama.

Gilbert, la miraba de un modo extraño, cómo si no la


conociera, cómo si Claire ya no fuera ella. Movió la
cabeza y mirándola de frente, le preguntó, medio ironía
y medio sonrisa.

- ¿ Sabes cómo te llamas ?.

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- ¿ Qué ?.
- Que si sabes cómo es tu nombre.
- Deja de decir tonterías, y vuelve ha dejarlo todo tal
cómo estaba ¿ Me has oído, Candrier Gilbert ? - Recalcó
con destreza.

- ¿ Sabes lo que creo ? - Dijo sacudiéndose las manos -


Qué el ente ¡ esa niña ! se ha apoderado de ti, y es ella
quien te tiene presa y a su merced para hacer contigo
todo lo que le venga en gana, ¿ Te has enterado ?.
- Si, está muy bien todo lo que dices, pero ahora vamos
a bajar al comedor - salón y me vas a ayudar a poner
todos los muebles en pie - Agregó saliendo del
dormitorio.
- No es a la primera persona que le entra un espíritu
dentro, le dice y le manda todo lo que quiere que haga, y
lo hace esclavo suyo - Insistía Gilbert ayudando a Claire
a poner el sofá en pie.
Claire lo escuchaba y comprendía el miedo que sentía
por ella. Lo hacía porque no entendía el mundo de los
muertos. Ella estaba tan acostumbrada a tratar con tantos
espíritus que lo veía normal, aunque jamás le había
sucedido tanto percance cómo la niña le había hecho.
Estaba segura que había detrás de todo esto otra cosa
que la niña no le quería contar o, no se atrevía a
decírselo.

Claire también veía el caso chocante. La primera vez


que vio a la niña en la carretera, iba bien vestida, y su
rostro era también diferente, aunque en sus facciones se
marcaban la maldad y crueldad que poseía. Este día la

274
había visto en la calle con la cara transformada, sucia, y
el vestido desgarrado, es lo que una médium dice un
alma en pena. ¿ Pero porqué no se dejaba ayudar ? Todo
esto y mucho más era lo que Claire quería aclarar y
descubrir. Marie también necesitaba ayuda, aunque no
había hablado con ella, estaba segura que si no lo estaba
pasando mal, no tardaría. Claire tenía una gran fuerza
interior fuera de lo normal, era esa fuerza que se
convertía a veces en una voz que le decía todo el trabajo
espiritual que tenía que llevar a cabo.

Todo este gran tema no lo hablaba con Gilbert, él aparte


de conducir trenes, y conocer todo el proceso, no sabía
nada más. Eran muchas veces las que repetía - Cada cual
su trabajo. En esto tenía razón.

Estaban todos los muebles otra vez en su sitio, por el


comedor - salón se podía andar sin dificultad. Aparte
que la televisión no servía para nada, y Gilbert la llevó
hasta su automóvil y la metió en el maletero para
después tirarla cuando se fuera.
Claire había entrado en la cocina para preparar algo de
cena, y comer los dos juntos antes de que él se fuera.
- ¿ Cariño, te apetece de primero un plato de sopa ? - Le
preguntó Claire desde la cocina.
Gilbert leía el periódico Le Monde, que había traído la
noche anterior, y sin cerrar la página por donde iba
leyendo le contestó - ¿ Es de sobre ?.
- Si, por supuesto, no he tenido tiempo de hacer caldo.
- ¡ Entonces no ! - Respondió enfadado.

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- Yo lo voy hacer para mi, necesito algo caliente. Las
lentejas que comimos en el restaurante ¿ Donde estarán
ya ?.

Gilbert dobló el periódico y lo deposito encima de la


mesa del salón, se puso en pie y fue hasta la cocina.
- Amor perdóname que haya sido tan brusco contigo,
pero es que no puedo sacarme de la cabeza, por todo lo
que estás pasando, aunque no lo creas, yo también lo
paso mal - Dijo apoyado su hombro en el borde de la
puerta, mirando cómo Claire disolvía en una cacerola
con agua un sobre de sopa de pollo.

- Después de las sopa comeremos filetes de ternera que


he sacado hace un rato del congelador, y una ensalada
con queso - Dijo Claire sonriendo, tratando de hacerle
ver que estaba tranquila, aunque no lo estuviera.

- ¡ Qué carne más buena ! ¿ A dónde la has comprado ?


- Preguntó Gilbert masticando un trozo de filete.
- ¿ Te gusta ?.
- Si, ¿ A dónde la compras ?.
- Llamo por teléfono al supermercado del pueblo y me
la traen aquí, con otras cosas más que necesito, no tengo
que salir a comprar nada, sirven a domicilio.
La hora había llegado, que tenía que irse Gilbert. Su
maletín lo tenía preparado y puesto encima de la mesa
del salón. Miró su reloj de pulsera y en la esfera
marcaban las nueve de la noche.

276
- Ahora sin televisión no podrás mirar las
informaciones, ¿ Te comprarás otra ? - Le preguntó
abrazándola y despidiéndose de Claire.

- Tengo poco tiempo para mirarla, pues el libro lo llevo


con retraso por todo esto que ha surgido, lo que me
extraña, es que no me haya llamado mi editor para
preguntarme cómo va, y cuando lo pienso acabar.
¡ Tengo un lío enorme en la cabeza que no sé, cómo lo
voy a sacar !.
- No quiero hablar más del tema, porque es inútil, ahora
estoy más tranquilo, y no me quiero poner nervioso,
pero cuando llegue a casa, empezará mi cabeza a
cavilar, hasta que no te vea a mi lado, no estaré
tranquilo.
Claire acompañó a Gilbert hasta el automóvil, seguida
por Luna que no se separaba de los pies de ella.
Era el último beso y abrazo que se daban antes de que
subiera Gilbert al coche. No había amado a nadie más
que a él, había sido su primer y único amor.

277
17

Claire trataba de poner todas sus cosas en orden, estaba


en su dormitorio colocando los vestidos, las faldas y
blusas en las perchas, que Gilbert había sacado, para que
se fuera con él a París, y poniéndolas dentro del armario.
Cuando llamaron a la puerta de la entrada, miró el reloj
despertador que posaba sobre la mesita de noche, y vio
que marcaban las doce y treinta minutos de la
madrugada. Volvieron a insistir de nuevo. Antes de
bajar se asomó al balcón y con asombro pudo
comprobar que se trataba de dos policías, el coche lo
tenían aparcado en la puerta.
Bajó las escaleras con rapidez, y alargó sus pasos en el
pasillo de la galería. Iba pensando en Gilbert, su

278
nerviosismo creció y su mano tembló al coger la llave
para darle la vuelta, abrió la puerta.

- Buenas noches ¿ Es usted la señora Candrier ? - Dijo


uno de la policía, manteniendo su cabeza descubierta, y
con la gorra en la mano. Su compañero se mantenía a su
lado con la cabeza también descubierta.

- Si, soy yo la señora Candrier - Respondió con voz


nerviosa y mirada inquieta.
- ¿ Señora podemos entrar ? - Inquirió el policía.
- Si, desde luego, vayamos al salón.

Los dos policías entraron y se quedaron de pie en el


salón. Claire los miraba con ansiedad, deseosa de que le
dijeran la razón de su visita, aunque algo grave había
pasado por su cabeza.
- Señora - Dijo uno de los policías - Tiene que ser fuerte
para lo que le voy a decir - Un poco antes de las diez de
la noche, ha tenido su marido un accidente con su
automóvil, y lamentablemente la muerte ha sido
instantánea - Quedó el policía observándola para ver su
reacción.

Claire se quedó quieta, sin reaccionar, miraba a los dos


hombres cómo si con ella no fuera ese asunto. De súbito
aparecieron dos gruesas lágrimas resbalando por sus
mejillas. Los dos policías se miraron, y uno meneó la
cabeza al mismo tiempo que apretaba los labios.

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- ¿ Dónde está ? - Preguntó Claire con la voz apagada.
En su garganta tenía un nudo que no podía tragar, e hizo
un esfuerzo de dolor para que le bajara la saliva.
- En París, en la morgue. Mañana a partir de las nueve
puede usted ir para reconocer su cadáver.
- Tomen asiento por favor - Dijo Claire anegada de
lágrimas.
Los dos agentes se sentaron cada uno en un sillón, con
el tronco del cuerpo echado hacia delante, con la gorra
del uniforme en las manos. Claire se fue a sentar en el
sofá frente a ellos.
- ¿ Saben cómo ha sucedido ? - Preguntó inundada por
el dolor.
- Hay varios testigos que lo presenciaron, y todos
coinciden en las mismas declaraciones - Dijo el policía -
Iba conduciendo a ochenta o cien por hora, por una
carretera que no se podía, la autopsia revelará las
causas.
- ¿ Venía de aquí ? - Le interrogó el policía.
- Si, habíamos cenado, y poco después me dijo que se
tenía que ir, porque mañana a las ocho de la mañana
tenían una reunión los conductores de trenes, con los
delegados - Dijo secándose las lágrimas.

Luna entendió perfectamente que algo grave había


sucedido, su dueña lloraba desconsoladamente, era algo
inhabitual en ella. Se puso de pie con las manos puestas
en las rodillas de Claire, llorando para que la cogiera en
su regazo. Escuchó su petición y la sentó sobre sus
rodillas.

280
- Señora ¿ Había bebido su marido algo de alcohol
durante la cena ? - Le preguntó uno de los policías con
tacto y suavidad.
Con tanto aturdimiento que tenía en la cabeza, y tanto
pesar, miró al policía tratando de recordar, al fin afirmó
con la cabeza y después dijo.
- Abrió una botella de vino. Cenamos de primero sopa
pero no bebió, se sirvió una copa que fue tomando a
pequeños sorbos con el filete de carne nada más - ¿ Que
han dicho los testigos que presenciaron el accidente ?.
- Tenía que pasar por dos columnas de piedra, pero
calculó mal y se fue a estrellar contra una de las
columnas. El automóvil ha quedado para chatarra, y
perdone que se lo tenga que decir de esta manera - Dijo
el policía con pesar - Su marido recibió un golpe mortal
con el parabrisas.
Claire tenía sus manos puestas en la cabeza y lloraba por
lo bajo desconsoladamente.

- ¿ Habían ustedes discutido ? - Le inquirió el policía.


- Si, un poco, pero lo que más tenía era nerviosismo,
quería que me fuera con él a París, pero yo me negué
porqué tengo que arreglar varias cosas aquí.
- No la entiendo, ¿ Que quiere usted decir ? - Replicó el
policía.
- Estaba preocupado por mi.
- ¿ Podemos saber la razón ?.

Claire se secaba las lágrimas con un pañuelo de bolsillo,


después de haberse sonado la nariz, miró a los dos
policías y entre suspiros les preguntó.

281
- ¿ Creen ustedes en los espíritus ?.

Los dos se miraron extrañados por la pregunta que les


acababa de hacer. El que la estaba interrogando giró la
cara hacia ella y le preguntó.

- ¿ A qué viene eso ahora ?.


- ¿ Ustedes no quieren saber porque se fue enfadado ?.
- Así es - Replicó el policía.
- En esta casa hay espíritus.
- ¿ Y usted cómo lo sabe ?.
- Tengo la facultad de médium, los veo, y puedo hablar
con ellos. Hoy al mediodía hemos estado comiendo en
un restaurante del pueblo, hasta allí me fueron
siguiendo, y cuando volvimos a casa, estaban los
muebles patas arriba. Mi esposo sintió miedo de que me
quedara sola, y me ocurriera lo peor.

- Entonces, por lo que yo entiendo - Dijo el policía - Su


marido se fue asustado. ¿ Porqué no quiso usted irse con
él ?.
- Por la causa que le he dicho antes, y porque yo no les
tengo miedo. Hace pocos meses compramos esta casa,
para yo venirme a escribir un libro que llevo a medias, y
me encontré con toda esta maraña que no me esperaba.

Los dos policías miraban sorprendidos el techo, las


paredes y todo el amueblamiento que había en el
comedor - salón.

282
El policía que escribía en una libreta las declaraciones
de Claire le preguntó algo inquieto.

- Aquí ... en ... dónde estamos ahora. ¿ Hay también


espíritus ?.

- Sí, la casa está llena - Contestó Claire secándose las


lágrimas.
- ¿ Y a usted le gusta vivir aquí ? - Le preguntó el
policía que la interrogaba.
- No sé que decirle - Respondió Claire - Ni me gusta ni
me deja de gustar. Fui yo quién eligió esta casa por lo
alejada que está del pueblo, buscaba silencio para
escribir.
El policía meneó la cabeza mordiéndose el labio inferior
sin dejar de mirarla, pasados unos instantes le preguntó.
- Señora, ¿ Quién vive en la casa que se alza en lo alto
de la colina ?.

Claire tardó unos treinta segundos en responder, bajo las


miradas atentas de los dos agentes, asintió con la cabeza
pensando en lo que iba a decir al mismo tiempo que
humedecía sus labios.

- El ... Señor ... Montsir ... Arthur Montsir. Pertenece a


la alta sociedad, es un señor muy rico.

- ¿ Con quién vive ?.


- Bueno ... todo ... esto es largo de contar, y no sé por
donde empezar.

283
- Señora, si se encuentra usted con ánimos puede
responder a mi pregunta, y sino, lo puede dejar - Le
aconsejó el policía.
- Prefiero ... responder - Dijo Claire - Hace algo más de
un año, su esposa y su única hija perdieron la vida en un
accidente de automóvil, en la carretera que pasa por
delante de la gasolinera, entrando en Fontaine Bleau.
- Sí lo recuerdo - Interrumpió el policía - En la patrulla
que mandaron para este accidente mortal, iba yo con
otro compañero. Fue horrible de ver a esas dos criaturas
chafadas entre chatarra y hierros - ¡ Continúe señora por
favor ! - Repuso el agente.

- El señor Montsir vive solo, pero con un gran personal


de servicio que trabajan sólo para él. Y hasta aquí voy a
llegar ¿ Me entiende ?.
- No señora, si no es usted más explícita. ¿ Le está
escondiendo algo al señor Montsir ? - Preguntó el
policía algo perplejo.

- No señor, lo que pasa es que, hasta que no salgan a la


luz otras cosas, no puedo hablar. Por favor, no quiero
que me hagan más preguntas, estoy muy cansada, y
tengo que ocuparme de llamar ahora a la familia de mi
marido para darles la noticia, y también a la mía. ¡ Así
es que, si me disculpan !.
- Si señora, no faltaría más, y créame que lo sentimos
mucho.
- Gracias, han sido amables y considerados.
- Buenas noches señora, ya sabe que puede ir mañana a
la morgue a partir de las nueve.

284
Claire despedía a los dos agentes de policía en la puerta.
Subieron en el coche y se alejaron de allí.
No podía creer que Gilbert hubiese muerto, por más que
lo pensaba, no se hacía la idea. Esperaba escuchar el
teléfono sonar, y oír la voz alegre y juguetona del que
había sido su gran amor, jamás amaría a otro hombre,
pensaba sentada en un sillón llorando amargamente.
Se culpabilizaba del accidente, si no lo hubiese dejado
marcharse sólo a París. ¡ Él que tenía tanto miedo por lo
que a ella le pudiese ocurrir !. No se podía percatar que
la muerte estaba jugando con él, y lo estaba acechando a
que estuviera sólo para cogerlo y llevárselo con ella.
¡Era demasiado guapo, y simpático, tenía carisma ! Era
un hombre que se dejaba amar, era por esa razón que
Claire lo amaba, y lo amaría hasta que los dos se
encontraran en el más allá, en la eternidad. Allí jugarían
cómo cuando eran adolescentes y se perderían entre
jardines repletos de rosales para besarse a escondidas.

Deseaba poder verlo, y lo buscaba por toda la casa


llamándolo. Sabía que no podía estar lejos de ella, pues
hasta los tres días del momento que se muere, está el
espíritu con sus familiares, concretamente con las
personas que más han querido, y Gilbert a quién más
amó fue a ella. Claire lo llamaba y lo buscaba por toda
la casa, toda la noche se la pasó de esa manera, sin
obtener resultados ¿ Tan enamorada estaba la muerte de
él que esperó esa noche para llevárselo con ella ?.

285
De pronto el teléfono sonó. Claire corría todo lo que sus
pies le permitían para llegar hasta donde estaba el
auricular. Sus pensamientos les decían, cuando
descuelgues el teléfono escucharía la voz de Gilbert
diciéndole - ¿ Cómo está mi amor ? - ¿ Dígame ? - Dijo
al mismo tiempo que descolgaba el teléfono con la mano
y la voz temblorosa.

- ¡ Hija mía ! ¿ Cómo le ha podido suceder esto a mi


hijo? ¡ Me quiero morir con él ! - Se escuchó la voz de
la madre de Gilbert hablando con mucha pena.

- ¡ Janette, tranquilízate ! - Dijo Claire con la voz


apagada - Mañana tenemos que estar más tranquilas, ya
no se puede hacer nada, sólo rezar por su alma. Trata de
descansar aunque sean dos horas pues lo vas a necesitar,
y yo también.

- ¿ Cómo estás tu ? - Le preguntó sollozando.


- ¡ Muy mal, cómo quieres que esté !.
- Bueno hija mía, sólo quería hablar contigo dos
palabras lo necesitaba ¿ Sabes ?.
- Si, te entiendo.

Seguidamente Claire colgó el teléfono. Se sentó a un


lado del sofá y rompió en sollozos. ¿ Porqué no me
llamas ? - Repetía una y otra vez - ¡ Quiero oír tu voz !.

286
18

Todo pasó rápidamente. En el acto religioso que le


hicieron a Gilbert, no faltaron nadie de su familia, ni de
la de Claire y muchos amigos que los acompañaron.

El cuerpo de Gilbert fue incinerado, por decisión de


Claire, y las cenizas les fueron entregadas. Esperaba un
día especial para ir a echarlas al río Sena. Siempre quiso
quedarse en París para siempre.

Hacía sólo dos días que el cuerpo de Gilbert


había sido incinerado. La pena y el dolor que Claire

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sentía era grande, pero no se podía esconder detrás de su
desgracia, sería demasiado egoísta si lo hacía.
Sabía a fondo fijo que Marie estaba en peligro, y que la
necesitaba. Sentía fuertes palpitaciones en su pecho, y
había veces que parecía cómo si la ahogaran. Tardaría
mucho tiempo en reponerse y recobrar la ilusión que
había perdido con la pérdida de Gilbert, su gran amor.
Esas palpitaciones que sentía y que había veces que le
faltaba la respiración, lo achacaba a que Marie la
llamaba de tal manera que su voz retumbaba en su
pecho, haciendo eco.
Corría prisa de que acabase pronto todo. Desde el día
que estuvo con Gilbert comiendo en el restaurante, y
también el mismo día de su muerte no había visto a la
niña, estaba segura de que ese espíritu había provocado
el accidente. Recordaba una y otra vez el momento en
que la vio en la calle totalmente horrible y destrozada,
pidiéndole algo que Claire en esos instantes no
comprendió que era. No sólo pedía una vida, también
pedía la vida de los dos. Su intuición y su fuerza hizo
que no se fuera con él, esa noche, aunque esto ella se lo
estuviese reprochando a cada momento.

Faltaban dos días para que terminara el mes de mayo. La


luz del día estaba hasta bastante tarde, las nueve y algo
de la noche.

Eran las seis y treinta minutos de la tarde, y Luna se


quedaría sóla en la casa, la tranquilidad de Claire era
más segura al quedar aún varias horas de luz. No le
gustaba dejarla sóla porque era sólo un cachorro y había

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cogido mucho miedo por todo lo que le había ocurrido
con el espíritu de la niña, era tan pequeñita y buena que
no se sabía defender contra nada, esto era lo que hacía
que Claire estuviese siempre con ella, y la llevara a
todas partes. Su interés porque se hiciese adulta era
grande aunque crecer, no crecería mucho, pues venía de
dos razas pequeñas. Era por esa razón que Claire la
protegía tanto.

Desde las cinco de la tarde no habían parado de pasar


automóviles en dirección a la gran mansión, el tumulto
de invitados que debían de haber, era grande. La fiesta
que Arthur iba a dar, incluyendo cena tenía que ser
sonada, aseguraba a fondo fijo que anunciaría el enlace
matrimonial entre Marie y él. No estaba sorprendida de
que no fuese a darle el pésame por la muerte de Gilbert,
ni siquiera por teléfono, se esperaba todo de él, pues este
suceso llegó a todo el pueblo de Fontaine Bleau, y en el
diario local se hablaba.

Claire se vistió sencilla y muy clásica, con un vestido


plisado marrón, también calzaba mocasines de tacón
marrones. Sus cabellos largos y negros los había
recogido atrás de la nuca con un ancho pasador. En sus
labios había dado un ligero toque de carmín rosa pálido.

Fue hasta el garaje y sacó su automóvil, sería cuestión


de cuatro minutos en llegar a la gran mansión.
La entrada era fabulosa, rodeada de jardines y de altas
columnas que hacían torres. Los perros que una noche la
fueron atacar a su casa, estaban atados con cadenas en el

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lateral de la izquierda de la gran mansión, no paraban de
ladrar cuando veían que un automóvil se aproximaba.

La puerta de la entrada se componía de dos partes, de


madera maciza, trabajada por un buen escultor que había
dejado la huella de su mano artística, con bonitos
dibujos tallados. Y en la entrada esperaba a los invitados
un empleado vestido con smoking negro, camisa blanca
y pajarita negra, calzaba zapatos negros que brillaban de
lejos.
Alto y delgado con semblante serio, hizo un esfuerzo
para sonreír y amablemente hizo un gesto de cortesía
para que Claire entrara.

La iluminación que había era grande por el largo pasillo.


Del techo colgaban grandes lámparas, y en los dos
laterales habían colgados cuadros de un gran valor.
Claire andaba por la larga alfombra roja que terminaba
donde empezaba el gran salón. Otro hombre del servicio
de Arthur y que vestía de la misma manera que el de la
puerta, era el que recibía a los invitados, y los conducía
junto a los demás. Este empleado llegó hasta donde
estaba el señor Montsir y le dijo por lo bajo, que había
llegado una invitada. Arthur asintió con la cabeza.
Le echó una mirada a Claire de medio lado, y
con disimulo continuó hablando con un matrimonio de
mediana edad y que vestían sencillamente. Marie estaba
con ellos, parecía una Reina. Con un vestido rosa de
encaje, un poco acampanado, sus cabellos estaban
recogidos y repartidos por la cabeza con rizos. Lucía
una gargantilla de diamantes, y pendientes pequeños, y

290
en su muñeca derecha tenía una pulsera que pertenecía
al mismo conjunto.
Calzaba zapatos anacarados de medio tacón.

Habían tres camareros llevando una bandeja en la mano,


uno llevaba copas de champan, otro vasos anchos con
whisky, y el tercero vasos altos con refrescos. Iban
pasando entre los invitados ofreciéndoselos. La mayoría
eran de la alta sociedad, y de la edad aproximadamente
de Arthur. Había un gran derroche de dinero, en joyas y
en atuendos.

Claire cogió un vaso de limonada, le dio un pequeño


sorbo para hacer algo, pues se encontraba cómo una
gallina en un garaje. Al fin Arthur vino a su encuentro,
sólo.

- ¡ Buenas tardes Claire !, creía que no vendría por lo


sucedido ¿ Sabe ? Siento mucho la perdida de su
marido, perdóneme que no la haya llamado, pero es que
he estado muy ocupado estos días, preparando esta gran
fiesta.
- Entiendo, no se preocupe, le dije que vendría y aquí
estoy - Contestó Claire mostrándose serena, y mirando
frente a ella a Marie, aunque su belleza resaltaba, no
podía disimular la tristeza y el desamparo que mostraba
su rostro.

Arthur se percató de la mirada que Claire lanzó a Marie,


aunque estaba de espaldas a ella vio en la mirada de
Claire mucha sutilidad y perspicacia. Se giró para mirar

291
a Marie y le sonrió haciendo un leve movimiento de
cabeza. Marie no le correspondió y se puso a hablar con
el matrimonio que había a su lado, se le notaba
claramente de que estaba nerviosa, y no sabía como
actuar.

Arthur se volvió hacia Claire y levantando los ojos para


mirarla le dijo.

- Son los padres de Marie, ha ido mi chófer a buscarlos


para que nos conozcamos, también les voy a pedir la
mano de mi dulce Marie, quiero casarme con ella lo más
pronto posible, y que me dé hijos - Dijo sabiendo que
mentía, que todo lo que había montado era una falsa
para acaparar a Marie a otro destino cruel y salvaje.
- ¿ Es feliz ? - Preguntó mirándolo cómo si le estuviera
adivinando el pensamiento.
- ¿ Quién, ella o yo ? - Respondió con sarcasmo y al
mismo tiempo en acto de desafío.

- Quiero decir Marie, ¿ Es feliz ?.


- ¡ Por supuesto, muy feliz ! ¿ No lo sería usted si se
fuera a casar con alguien que es sumamente rico ?.
- No, yo no lo entiendo de ese modo. Cuando me casé lo
hice por amor, ¿ Está usted enamorado de Marie ?.
- Claire ¿ Sabe que me confunde ? no puedo entender su
pregunta, por supuesto que si.
- Puede que así lo sea ¡ Tengo que hablar con Marie !
¿Puedo ?.
- ¿ Ahora ?.

292
- Si.
- Hablará con ella después de que haya anunciado que
nos vamos a casar.
- ¿ Porqué no ahora ?.
- Claire, soy sumamente, extremadamente galante con
las mujeres, no haga usted de que yo pierda la paciencia.
Cuando doy una orden se cumple ¿ me entiende ?.
- No y espero que me lo explique para que yo lo
entienda.
- Por favor Claire, es usted una mujer inteligente ¿ No
cree que debería retirarse ? - Le replicó con el rostro
transformado por la ira.
- Señor Montsir ¿ Porqué me tiene miedo ? - Le
preguntó Claire mirándolo de frente de la misma manera
que él la miró a ella antes.
- Ahora señora Candrier, no haga gestos o intenciones
de querer llegar hasta donde está Marie. Todos estos
amigos que ve aquí, me respetan porque saben que soy
un señor, no me obligue a que me porte mal con usted
delante de todos.

- ¿ Qué esconde usted señor Montsir ? ¿ Porqué tiene


miedo de que hable con Marie ? ¿ Quizás porque es
usted peligroso ? ¡ si así es, es usted muy peligroso !.
- ¡ Señora por favor, está usted acabando con mi
paciencia !.
- ¿ Sabe que Marie tiene su ropa en mi casa ? ¿ Porqué
no la ha dejado que la vaya a buscar ?.
- Porque aquí tiene mucho que ponerse, más vestidos de
los que ella puede desear.
- ¡ Son los vestidos de su difunta esposa ¿ No es cierto ?

293
- Señora, le pido por favor que se marche
inmediatamente de aquí.
- Si me da una razón convincente, lo haré.
- No tengo que darle ninguna, lo único que quiero es que
se vaya de mi casa.
- ¿ Ve usted en esta gran mansión a su esposa ?.
- ¿ Que quiere decir ?.
- Eso, si ve a su difunta esposa.
- Me niego a hablar de tal tema, eso a usted no le
incumbe.
- ¿ Y a su hija la ve ? - Preguntó Claire queriendo llegar
hasta el final, aunque sabía que no lo iba a conseguir,
pero le quería asegurar a Arthur que no le tenía miedo y
que para ella él, era menos que nada. Era por eso que
Arthur estaba tan indignado porque nadie se había
atrevido jamás hablarle y a plantarle cara como Claire lo
estaba haciendo.

Arthur con indignación meneó la cabeza negando el


hecho de la pregunta, sus nervios estaban a punto de
explotar y los estaba reteniendo por no liar un
escándalo.
- Ella si lo ve a usted, y está muy enfadada, no le gusta
lo que hace con su madre.
- ¿ Porqué dice eso, quién es usted, para hablarme de ese
modo ?.
- Médium, y hablo con los que ya no están entre
nosotros, y puedo verlos, si son desdichados o no.

- ¿ Ha visto a mi hija ? ¿ Ha hablado con su espíritu ?.


- Si.

294
- ¿ Dónde está ?.
- Tiene cogida mi casa, pero también viene a la suya, y
va a ver a su madre. Me dijo que no le gustaba lo que
usted le estaba haciendo, y que lo detesta, lo detesta
tanto y con mucha furia, que no sé por dónde va a
disparar su enloquecimiento, es tal, que hace estragos
enormes en mi vida.

El rostro de Arthur iba a cada instante que pasaba


cambiando de color, la furia la tenía presente y la
venganza también, su corazón negro cómo el carbón
pedía matar en ese mismo momento a Claire, ella sabía
mucho, demasiado para que siguiera estando viva.

Claire se armó de valor y dejó a un lado a Arthur para ir


a encontrarse con Marie que seguía de pie junto a sus
padres, con una copa de champan que mantenía ella y su
madre, en la mano.

- ¡ Hola Claire tenía ganas de verla ! necesito hablar con


usted . Le presento a mis padres.
- Encantada, señor y señora de conocerlos.
- El mismo gusto es el nuestro - Respondió la madre de
Marie, una mujer de mediana de edad no muy alta y
delgada, de cabellos rubios y melena corta.
El padre de Marie escuchaba lo que su esposa
decía, con un vaso de whisky en la mano. Hombre de tez
marcada por el trabajo, parecía que fuera más mayor por
el traje oscuro que vestía.

295
Arthur se reunió con ellos en esos instantes. La cólera
llevaba encendido su rostro, pero trataba de desimularlo
todo lo máximo que le era posible. Con voz trémula se
dirigió a los padres de Marie diciéndoles con una sonrisa
apagada.

- La señora ... Candrier ... oh perdón, viuda de Candrier


los ha querido saludar, antes de marcharse porque ya se
iba.

Marie lo miraba sorprendida aunque de él se lo esperaba


todo, estaba obligada a callar porque de lo contrario la
vida de sus padres estaba en peligro. Lo creía capaz de
mandar hacer degollarlos. Eso fue lo que le dijo sin
ningún escrúpulo y capaz de llevarlo a cabo, si decía
algo de lo que allí viera o, si no se quería casar con él.

La mirada profunda de Marie estaba puesta en la de


Claire, que no quitaba los ojos de ella, estaba leyendo en
sus pupilas todas las maldades a las que estaba siendo
sometida.

- ¿ Conoce usted a nuestra hija ? - Le preguntó a Claire


la madre de Marie, con una sonrisa inocente.
- Si señora, la conozco de hace poco tiempo, pero la
conozco bien ¿ Han venido a la fiesta sus otros hijos ?.

Arthur intervino inmediatamente. Estaba tan fuera de si


que no se daba cuenta el tic que tenía en su mano
continuamente, dijo dirigiéndose a Claire.

296
- ¡ Acaban de llamar desde su casa para que vaya lo más
pronto posible !.

Claire lo miró fijamente y meneó la cabeza,


seguidamente respondió.
- ¿ No se habrá confundido con otra señora ?.
- ¡ No, señora Candrier, quiero que se vaya de aquí ! -
Le dijo por lo bajo.

Arthur hizo una señal al mayordomo para que se


acercara, cuando estuvo allí Arthur le dijo - Acompaña a
la señora hasta la puerta.

Claire sabía que no era el día ni el momento de actuar y


esperaba otra ocasión más propicia. Con mucho temple
se dirigió a los padres de Marie que observaban sin
entender nada de lo que estaba sucediendo diciéndoles.

- Vivo en la casa que hay más abajo, les ruego que pasen
un día para recoger la maleta de Marie y todas sus
pertenencias.

El padre iba a decir algo, cuando Arthur intervino


diciendo - ¡ Mañana mando a mi chófer para que lo
recoja todo y lo traiga aquí !.

- ¡ Si, mejor es así ! - Respondió la madre de Marie con


una sonrisa agradeciéndole a Arthur la atención que
había tenido. Marie cogió una mano de Claire y con
tristeza le dijo - No me olvide, y recuerde que estoy
aquí.

297
- Hija mía, tienes que estar más alegre, hoy es un día
feliz para ti, y también para nosotros - Dijo el padre de
Marie con una sonrisa ancha.

- Señor Montsir ¿ Me quiere acompañar hasta la salida?


- Le pidió Claire con temple y tranquila, no había
acabado de hablar con él, aún tenía muchas más cosas
para decirle, cosas que él ignoraba y que ella sabía.
- Si, desde luego - Respondió con cortesía, pero
mirándola de reojo.

Claire echó una última mirada a Marie, y con la cabeza


afirmó, con una leve sonrisa - ¡ Buenas tardes señora ! -
Despidieron de este modo los padres de Marie a Claire -
Buenas tardes, que pasen una feliz velada - Contestó
Claire.
A la mitad del pasillo, Arthur se detuvo cuando Claire se
quedó parada, mirándolo de frente. Antes de que ella
hablase, se adelanto él, advirtiéndole con una amenaza.

- ¡ Deje a Marie en paz, pronto será mi esposa y no


quiero que nadie se acerque a ella, de lo contrario se las
tendrá que ver conmigo ! ¡ Y recuerde que no soy
bueno, sino todo lo contrario !, soy de lo malo, lo peor.
- ¿ Sabe usted que no me asusta ? ¡ No les tengo miedo a
los cobardes cómo usted ! - Tenemos que hablar de
muchas cosas malignas que hay dentro de esta casa, y
que usted con otra persona llevan a cabo.

- La invito un día a que venga para que la enseñe toda la


casa, rincón por rincón, habitaciones y todo lo que

298
quiera, para que vea que todo es fruto de su
imaginación.
- ¿ Habla en serio ?.
- Más que nunca. ¿ Lo acepta ?.
- Sí, lo acepto ¿ Para cuando será ?.
- Para dentro de quince días, Marie y yo ya estaremos
casados, y vendrá a tomar el té con nosotros, visitará
conmigo toda la casa, y se quedará tranquila !.
- Lo estaré cuando haya visitado el sótano.
- ¡ El sótano ! ¿ Porqué ? - No hay nada allí - Respondió
sorprendido y alarmado.
- Señor Montsir, en su fiesta he estado mirando por
todos lados para ver si lo veía, y no lo he conseguido
¿ Dónde está ?.
- ¿ Quién ?.
- El hechicero que ha traído de África ¿ En donde lo
esconde ?.
- No sé de quien me está usted hablando.

- ¿ Ah no ? ¿ Hace vudú ?.
- ¿ Qué ?.
- ¡ Qué si hace magia de la mala, que si así fuera, podría
matar a distancia !.
- ¿ Cómo se ha llegado usted a enterar de todo esto ?.
- La manera no importa, lo que realmente me interesa es
hablar con él. Sólo que hable diez minutos sabré, si es
bueno o malo.
- ¿ Quién ha sido el chivato que se lo ha dicho ? ¡ Lo
voy a castigar severamente por meterse en mis asuntos.

299
- No me lo ha dicho nadie, en el pueblo se comenta, por
lo visto lo han visto con usted comprando regalos en una
tienda.
- No es cierto, eso no ha ocurrido jamás, se lo está
inventando usted para poder sacarme muchas más cosas,
pero créame que no lo va a conseguir.

A Claire pocas cosas le asustaba, pues había pasado casi


por todas las más grandes aberraciones que un espíritu
perdido pudiese hacerle. Tampoco Arthur vestido de
riguroso negro, y con la cara desencajada y excitada, la
iba a asustar. Era una mujer con una fuerza interior muy
fuerte, decía muchas veces en broma - Aunque pase una
apisonadora por encima de mi, vuelvo a resurgir de
nuevo, igual que el ave Fénix de sus cenizas.

El temple que tenía superaba por encima de muchas


cosas. Estaba decidida a terminar con el maligno señor
Montsir. Daba una imagen muy distinta a lo que
realmente era, podía engañar con su buena educación y
sus buenos modales a la persona más inteligente de la
tierra. Sería una lucha mortal entre el bien y el mal.
Ahora ya nada la podía detener puesto que Gilbert no
estaba para impedírselo. Cuando lo hacía era por miedo
a que a ella le ocurriera un mal desenlace.

300
19

Claire llegó pronto, aún era de día, y entró directamente


el coche en el garaje. Mientras que sacaba del bolso las
llaves de la casa, echó una mirada a la gran mansión y
sus alrededores, podía ver la fila de automóviles bien
colocados en lo alto de la meseta, y todas las luces de
fuera encendidas iluminando hasta la mitad de distancia
que había entre su casa y la gran mansión. La sacó de
sus pensamientos los lloros de Luna que detrás de la
puerta la estaba esperando. Introdujo la llave en la
cerradura y quitándole dos vueltas abrió la puerta. Luna
salió corriendo a su encuentro, y siguió llorando a sus
pies esperando a que la cogiera en brazos y la consolara.
Cuando consiguió su propósito dejó su cabecita
recostada en el hombro de Claire, esperando a que le
diera mimos.

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Se encontraba en la cocina preparándose algo
ligero para cenar. El llamador de la puerta se escuchó
dos veces, Luna avisaba con sus pequeños e infantiles
ladridos de que alguien había llegado queriendo invadir
el hogar.
Vació de la pequeña sartén al plato una tortilla francesa
de dos huevos y fue rápidamente a abrir la puerta.

- ¡ Buenas noches Claire ! - Dijo saludando Pierre.


- ¡ Ah ! muy buenas, entra Pierre - Exclamó sorprendida
y contenta de volver a verlo.
- ¡ Instálate cómodamente en el sillón ! - Claire se sentó
a un lado del sofá.
- Supe del accidente que le costó la vida a su marido, y
hoy sin falta he venido para decirle que lo siento mucho.

- Muchas gracias Pierre, te lo agradezco en el alma.


- Lo estará usted pasando muy mal, que fatalidad más
grande - Dijo sinceramente con la mirada triste.
- Ha sido para mi la pérdida más grande que he tenido,
pero ha sucedido de esa manera, y no se puede hacer
nada.
- ¡ Si desde luego nada ! También quiero brindarme a
cualquier cosa que necesite, se lo digo con el corazón.
- Lo sé Pierre, está escrito en tus palabras y en la forma
de mirar, que eres un chico formidable, muy honesto.
¿ Te apetece tomar algo ? Yo ahora me disponía a cenar,
pero poca cosa porque no tengo mucho apetito.
- No gracias pues antes de venir he cenado en el
restaurante donde como cada día. Cene usted y no se
preocupe por mi.

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Claire se puso en pie y fue hasta la cocina, extrajo de un
cajón del armario un tenedor y lo puso dentro del plato
donde había puesto la tortilla. Llenó un vaso de agua del
grifo y lo llevó todo a la mesa del salón. Luna se había
puesto de pie, y tenía sus dos manos puestas en las
rodillas de Pierre, movía la cola sin parar por lo contenta
que estaba, lo recordaba la noche que estuvo allí con
Marie. Buscaba que Pierre la acariciara, hasta que lo
consiguió.
- ¿ Pierre donde vives ahora ? - Le preguntó mientras
que se iba comiendo la tortilla despacio.
- Todavía estoy en el mismo lugar, pero sólo para una
semana, tengo que buscarme otro sitio para dormir, es el
ultimátum que me han dado - Dijo al mismo tiempo que
jugaba con Luna engrescándola.
- Sabes que puedes venir aquí, arriba está la habitación
que había preparado para ti.
Hubo tres minutos de silencio, sólo se le oía a Luna
engrescada mordiendo la mano de Pierre.
- ¿ Sigue Marie viviendo aquí ? - Preguntó con voz algo
agitada por la pregunta que acababa de hacerle.
- No querido, sólo durmió aquí una noche, la segunda la
pasó en casa del señor Montsir.

- ¿ La segunda noche ? ¿ Porqué ? - Preguntó extrañado.


- Hace un rato, he venido de la gran mansión, y la he
visto allí, sus padres también estaban. El señor Montsir
está dando una fiesta en estos momentos.
- ¿ Los padres de Marie están allí ? ¿ Qué fiesta se
celebra ? - Inquirió mientras que se levantaba del sillón

303
para sentarse en una silla cerca de la mesa donde Claire
estaba cenando.

- La pedida de mano de Marie, eso es lo que él dice -


Contesto Claire mirándolo de frente, y moviendo la
cabeza.
Pierre no dijo nada, miraba perplejo los ojos de Claire
quizás buscaba en ellos la verdad de todo pues ella
tampoco lo veía claro.

- ¿ Es Marie feliz ? - Preguntó.


- No lo es.
- ¿ Cómo dice ?.
- ¡ Digo que Marie no es feliz !.
- ¿ Se lo ha dicho ella ? - Le pregunto totalmente
confuso.
- No he podido apenas hablar con Marie, pero si de una
cosa estoy segura es de que no es feliz, incluso, ella no
se quiere casar con el señor Montsir.
- ¡ No entiendo nada de todo esto que me está diciendo!
¿ Que ha podido pasar ?.
- Pierre, voy a tener que necesitar tu colaboración.
- ¿ Mi ... colaboración ? ¿ Para qué ?.
- Estoy segura que necesitaré ayuda de alguien, y quien
mejor que tú que, aún sigues enamorado de Marie ¿ No
es cierto ?.

Pierre miraba a Claire pensativo, y al mismo tiempo


afirmando con la cabeza. ¿ Que es lo que yo puedo
hacer? - Preguntó.

304
- Aún no lo sé, tu desconoces totalmente este mundo, y
lo tendría yo que pensar y estudiar bien para que nada
falle.
- Claire, ¿ Cuando dice este mundo al que yo no
conozco a qué se está refiriendo ?.

Claire dejó el tenedor dentro del plato vacío. Cogió el


vaso y bebió un sorbo de agua, y volvió a dejar el vaso
encima de la mesa. Pierre iba siguiendo con su mirada
cada gesto que ella hacia, esperando con impaciencia la
respuesta.
- Me estoy refiriendo al mundo de los espíritus, a lo
desconocido, a la hechicería. Todo lo que está
relacionado con lo sobrenatural.

Pierre miraba a Claire atónito con los ojos muy abiertos


y la boca también. Y moviendo la cabeza de un lado a
otro. ¡ Jamás ... he ... oído ... hablar de todo esto ...
¿ Pero Marie que tiene que ver ? ¿ Me está diciendo que
la han embrujado ?.

- Creo que eres la persona adecuada para que me ayude


en esta tarea tan difícil, pero no tienes que ser cobarde y
tienes que luchar con valor. A Marie no la han
embrujado todavía. Lo que han hecho con ella es mucho
peor.
- ¿ Peor ? ¿ Cómo que ? mi inteligencia no llega a
alcanzar todos estos conocimientos ¡ Por favor Claire,
explíqueme algo más !.
- ¡ Escúchame bien lo que te voy a decir ! Marie está
secuestrada por el señor Montsir, que posee una mente

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enferma, maligna y diabólica. Se trata del mismo
diablo, no podemos saber la oscuridad y diabolismo que
oculta dentro de su mente para hacer maldades.
- Usted lo sabe de cierto ¿ o es que lo supone ?.
- ¡ No me supongo nada, lo reafirmo !.

- ¿ En qué se basa para estar en lo cierto ? ¡ El señor


Montsir tiene que ser un hombre muy inteligente para
poder llevar a cabo tanto conocimiento maligno ! ¿ No
cree ?.

Claire asintió con la cabeza mirando los ojos de Pierre


profundamente con misterio - Creo que lo vas
entendiendo - Le dijo - ¡ No actúa él sólo !.
- ¿ Hay alguien más ? - Preguntó con voz estridente.
- ¡ Pierre no grites y trata de mantener la calma !.
- Si de acuerdo, perdone, es que se me ha escapado,
¡ Estoy tan indignado !.
- En estos casos hay que estar tranquilo, porque tenemos
que utilizar el cerebro. Hay un hechicero que hizo venir
de África para hacer vudú con él, que es quién lo trabaja
todo y lo dirige, un hechicero negro, en los dos sentidos,
de raza negra, y que es un brujo que hace magia negra.

Pierre tenía los brazos cruzados puestos encima de la


mesa, los ojos cómo platos, y la boca medio abierta. Le
costaba comprender todo aquél misterio del que jamás
había oído hablar. Estuvieron los dos un minuto
mirándose sin decirse nada. Claire observaba la reacción
instantánea que tuvo Pierre quedándose sin palabras.

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- ¿ Que te ocurre, porque no dices nada ? ¿ tienes miedo
Verdad? - Repuso Claire con sutileza.
- Claire ... ¿ Usted ... cree que yo la puedo ayudar en
este peligroso y quizás mortal rescate ? - Balbuceó.
- ¡ Estoy segura que si !, y te reto, a llevar la misión más
importante y peligrosa de tu vida.
- ¿ Porqué está tan segura sino me conoce ? Sólo nos
hemos visto dos veces.
- Amas a Marie ¿ No es cierto ?.
- Así es, pero estoy tratando de olvidarla, porque me
demostró, que por mi ella no sentía lo mismo. Entonces
pienso ¿ Porqué pierdes el tiempo ?.
- Sí, tienes razón, pero piensa que cuando todo esto
acabe será distinto. Ella es una chica ingenua, y con
mucha fantasía. Buscaba al hombre atrevido, valiente,
un ser superior, y todo esto lo vio en el señor Montsir,
por su caballerosidad, por el magnetismo que tiene con
las mujeres, y por otras cosas más que utiliza con el
género femenino.
- Claire, ¿ Me quiere usted decir que ella me amará ?.
- Sí, y estoy segura, cuando más tarde se dé cuenta de su
error.
- ¿ Porqué está tan segura ?.
- La ingenuidad, y la fantasía habrán muerto en ella, por
el sufrimiento y martirio por el que habrá pasado,
entonces, verá en ti a su liberador. Recuerda, que todo
esto es un secreto que queda entre tu y yo.
- Si, por supuesto. Claire, ¿ No cree que debería de
hablar con la policía y contarle todo lo que está
ocurriendo ? - Dijo llevándose las manos a la cabeza
alisándose el pelo.

307
- Eso después, ahora no encontrarían pruebas de nada.
Marie por lo que sea, que ignoro lo que es, está callando
y pasando por el tubo. Tal cómo es este hombre la ha
tenido que amenazar de muerte para que calle.

- ¿ Tan mal la ha visto usted ?.


- Si, muy mal. Han pasado sólo unos días desde que
vinisteis a quedaros aquí, y no es ni la sombra de ella.
Era risueña y alegre. Hoy la he visto medio muerta, con
la sonrisa apagada, y la mirada perdida. Soy médium, y
nací con esta facultad, puedo leer en la mirada y en los
labios.
- Yo no sé que es lo que tengo que hacer, ni cuando -
Dijo Pierre con los codos puestos encima de la mesa, y
las manos tocando su frente.
- Cuando llegue la hora te avisaré, pero será pronto.

Pierre miraba a Claire con admiración, hacia dos


minutos que la estaba observando viendo en ella cosas
entrañables. El corte de cara que tenía le gustaba, le
hacía recordar a una tía suya, hermana de su madre y
que hasta hacia poco tiempo había sido musa de un
célebre pintor inglés. Se parecían las dos bastante
físicamente, pues poseían una gran belleza.
- Claire, ¿ Cómo surgió lo suyo ? Lo de médium
¿ sabe?.
- Lo mío que recuerde fue desde siempre - Sonrió
recordando y moviendo la cabeza - Tenía yo siete años y
vivíamos en una calle corta donde habían ocho o diez
casas. Al final de la calle en una casa pequeña vivía una
anciana sóla y estaba ciega.

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- ¿ No tenía familia ? - Interrumpió Pierre con asombro.
- No, estaba sóla en el mundo. La niña de sus ojos eran
blancas grisáceas. Nadie la iba a visitar porque decían
que no pertenecía a este mundo por lo rara que era.

- ¿ No salía a la calle ?.
- Si que salía, iba a hacer sus compras acompañada de
su viejo y negro bastón, pero pronto volvía a su casa.
Recuerdo que habían vecinas que se cruzaban con ella y
no la saludaban, pero Isabela que era cómo se llamaba,
decía - Buenos días Angelines, de esta manera la vecina
la saludaba obligada, dándose cuenta que la había
reconocido, quizás en la manera de pisar o en el olor que
desprendía.
- ¿ Era ciega y las reconocía ?.
- Si, tenía un sexto sentido muy desarrollado, conocía a
las personas por la olor que desprendían, y por el ruido
de sus pasos.
- ¿ Cómo era la casa de Isabela, fue usted alguna vez a
visitarla ?.
- Fui muchas veces. Pierre no me llames de usted,
prefiero que me tutees ¿ De acuerdo ?.
- Sí Claire cómo quieras, sigue por favor que me gusta
la vida de esta anciana.
- La iba a ver a escondidas de mi madre, aunque me lo
tenía prohibido.
- ¿ Porqué ?.
- Pues, porque decía que hablaba con los muertos, y que
los veía.
- ¿ Era verdad ?.

309
- Por supuesto que si. Me gustaba ir a su casa para
hablar con ella. La puerta nunca la tenía cerrada con
llave, y cuando yo la habría y entraba me decía.
- Clarette, coge una silla y siéntate cerca de mi, que hoy
te voy a contar un corto pasaje de mi vida ¿ sabe tu
madre que estás aquí ?.
- No, le respondía yo - Bueno, sólo estarás un ratito y
después te irás.
- ¿ No te daba miedo de quedarte a solas en la casa con
esa anciana ?.
- No, porque Isabela era amable y tranquila. Era
invierno y la chimenea la tenía encendida, porque era
donde se hacía su comida, no tenía otra clase de cocina.
En casa de mis padres y en las otras casas, tenían
cocinas de carbón, pero este sistema era complicado
para ella, y era por eso que tenía chimenea de leña.

En un cazo ponía leche, le agregaba unos trocitos de


chocolate y lo ponía a calentar hasta que el chocolate se
derretía. Cogía de una estantería dos tazas grandes y las
llenaba. Las dos tomábamos el chocolate sentadas al
calor de la chimenea en silencio, sólo se oía el
chisporrotear de la lumbre.

- ¿ Había alguien que le encendiera la chimenea ? -


Preguntó Pierre maravillado por el talento de esta
anciana.
- Isabela, no necesitaba a nadie para que le hiciera las
cosas. De todas maneras no tenía familia, y a las vecinas
les causaba respeto o, quizás miedo, estoy segura que
era miedo.

310
- Claire no entiendo porqué a ti no te causaba miedo
siendo una niña ¿ Cuantos años me has dicho que
tenías?.
- Siete, y estuve yendo a su casa hasta los diez años, que
fue cuando mis padres se cambiaron de ese pueblo para
irnos a vivir a París.
- ¿ Y después supiste algo de ella ?.
- No, nada más, pero ella me enseñó todo lo que sé.
- ¿ Con sólo siete años te hablaba de los espíritus ? -
Dijo Pierre asombrado.
- Así es.
- ¿ Que te contaba Claire ?.
- Me hablaba del más allá. Me dijo al principio de ir a
visitarla, que yo era un alma libre, y que podría entrar
por donde me lo propusiera.
- ¿ A qué se refería ?.
- Al mundo invisible, al mundo de los muertos, a lo
desconocido, al más allá.
- ¿ Cómo te enseñó Claire ?.
- Me contó que ella estaba casada, y que tenía un hijo y
una hija, y eran aún pequeños. Su marido era espiritista,
pero jamás lo dio a conocer a los demás porque estaba
en aquella época mal visto, pero ellos dos lo ejercían
dentro de su casa a puerta cerrada. Tenían conexión con
los familiares y conocidos que habían muerto, hablaban
con ellos, y les daban luz a los que no tenían.

- Esto no lo entiendo ¿ Que quiere decir ? - Preguntó


Pierre confuso.
- Cuando un espíritu va por el astral caminando igual
que un vagabundo va por la tierra, es un espíritu perdido

311
que no ha encontrado la luz, o sea, su lugar. Entonces
hay que hablarles y decirles, que sigan la luz y no se
tuerzan. Algunos escuchan y lo hacen, otros siguen
caminando sin rumbo.
- ¿ Isabela te hablaba a los siete años de todo esto ?.
- Si Pierre, a los siete años, a los ocho, a los nueve, y a
los diez.
- ¿ A qué hora ibas a verla ?.
- Siempre por la tarde, pues durante el día iba al colegio.
- ¿ Por las noches cuando te ibas a dormir, no te causaba
miedo estas historias ?.
- Si, al principio si, pero lo superé. Un día se lo dije, y
cogiéndome las manos me dijo con suavidad - ¿ Te doy
miedo yo ? . No le respondí - ¿ Tu crees que estoy viva
o muerta ? - Viva - Le dije - ¿ Y si no fuera así ?.

Yo miraba sus ojos blancos que apuntaban a la altura de


mi cabeza - Pues no tengas miedo me dijo - porque lo
mismo que es arriba es abajo, y estamos viviendo en un
lugar cómo en otro.
- Es sorprendente todo esto que me estás contando, creo
que yo, no hubiese tenido valor, ni siquiera de ir a
visitarla una sóla vez. - Dijo Pierre con asombro y
miedo.
- Pierre, ¿ Quieres que continúe ? ¿ No te va a causar
pavor este relato de la anciana que despertó en mi, la
mediumnidad con la que yo había nacido ?.
- Por favor Claire continua, aunque debo confesarte que
estoy un poco aterrado, en mi mente se están
acumulando en estos momentos un montón de imágenes,
¿ Crees que esta noche podré dormir bien ?.

312
- Todo está en tu mente, cómo tu lo has dicho, depende
de cómo lo pienses y utilices los pensamientos.
- ¡ Ya ! - Dijo Pierre moviendo la cabeza y apretando los
labios.
- El marido de Isabela tuvo un accidente laboral, y
estuvo muerto durante cinco minutos. Cuando regresó a
su casa del hospital, que transcurrió una semana, le dijo
a Isabela su mujer - Los cinco minutos que dicen los
médicos que estuve muerto, no es así. Me he reunido
con mis padres, ellos están juntos y los vi felices. Me
han dado noticias malas para nosotros y nuestros hijos.
He visto mi muerte real, moría de un infarto. Te vi muy
afligida con nuestros hijos a medio criar. Más tarde, o
sea, dentro de cinco años aproximadamente estallará una
guerra, nuestro hijo se irá a combatir y nunca más
volverá porque lo mataran. Tu te quedarás ciega por
causas que no he podido ver. Nuestra hija se volverá
rebelde, y no querrá saber nada de ti, se irá lejos a otro
país, y nunca más sabrás de ella. Te encontrarás sóla
aquí en la tierra, pero yo velaré por ti, el día que tu
mueras te estaré esperando.
- ¡ Que dolor más grande, saber todo eso de si mismo y
de los tuyos ! ¿ No te parece Claire ?.

- Si Pierre, es muy duro de asimilar. Es por eso que yo


la iba a ver todos los días, era un alma caritativa y
buena.

- Claire, también tu, eres buena y das caridad. Hace sólo


unos días que has perdido a tu marido, y hoy has
empezado ayudar a los demás.

313
Claire asintió lanzando un suspiro. Cruzó las manos y
las puso en la frente, con los codos apoyados encima de
la mesa. Pierre la observaba en silencio, con mucho
respeto. Claire, levantó la cabeza y se sacudió los
cabellos haciéndolos girar de un lado a otro. Miró a
Pierre lo atento que estaba mirando cada movimiento
que hacía.
- Claire, ¿ Tu madre se llegó a enterar de estas visitas
que le hacías a Isabela ?.
- Un día se me escapó, y se lo tuve que decir, se enfadó
mucho conmigo y me prohibió rotundamente de que la
volviera a ver, pero yo seguía yendo. Me fascinaba todo
lo que me enseñaba, pues para mi fue mi maestra.
- ¿ Que fue lo que pasó Claire ?.
- Era un día por la tarde, me había despedido de ella
hasta el día siguiente. Salí de su casa y había oscurecido.
Me paré para dejar pasar a muchas mujeres ancianas
que, iban vestidas de negro, en fila de dos, en la mano
derecha sostenían un cirio blanco encendido, y se
dirigían a la iglesia. Las estuve observando un rato, el
tiempo que tardaron en desaparecer de allí, por la calle
abajo. Fui corriendo a mi casa para contárselo a mi
madre - ¡ Mamá ! - Le dije - Ven a ver a muchas
mujeres ancianas que van con vestidos negros, y
descalzas por la calle, llevan en su mano una vela blanca
encendida .
- ¿ Cuando las has visto ? - Me preguntó completamente
desconcertada y con cara de incrédula.
- Hace sólo diez minutos, habrán llegado ya a la iglesia.

314
- Claire, cariño, estás confundida, lo has debido soñar
¿Donde has estado ? ¿ De donde vienes ahora ?.
- De la casa de Isabela, al salir las he visto de frente.
En esos instantes recapacité de haberle dicho
del lugar de dónde venía, pero ya era demasiado tarde.
- Te digo cada día que no la vayas a ver - Me dijo
enfadada - ¿ Te habla de los muertos ?. No sabía yo que
responderle y le dije.

- No lo sé
- ¡ De qué te habla, responde ! - Me dijo sacudiéndome
por el brazo.
- De ... de ... muchas cosas - Respondí con voz trémula.
- ¡ Dime que son esas cosas ! - Me preguntó con voz
chillona.
- Ya no sabía que responderle, pues mi madre es
autoritaria en carácter y tenía miedo a que me castigara,
y me diera también un cachete. Ella me miraba alterada
esperando a que yo respondiera, tenía que decirle algo, y
buscaba en mi cabecita una respuesta contundente. De
pronto le dije - Me invita a tomar leche caliente con
chocolate, todas las tardes, para que le haga compañía,
porque está muy sola.
- ¡ Ah ! ¿ No te habla de su marido ? - Me preguntó más
tranquila soltándome el brazo, que se me había quedado
dormido, de tanto cómo me había apretado - Un día me
dijo que su marido había muerto, pero nada más.
- Claire, ¿ Tu madre se lo creyó ? - Pregunto Pierre
emocionado.

315
- Si, las madres creen todo lo que sus hijos les dicen,
pero me volvió a repetir de nuevo que no la fuera a ver
más.
- ¿ Y no fuistes ?.
- Si, al día siguiente, yo quería saber cada vez más y
más. Fue este día que le conté a Isabela con tranquilidad
porque ella me comprendía, le comenté lo del día
anterior con las ancianas que vi. Ella estuvo unos
minutos sin hablar con los ojos puestos en mí, cómo si
me estuviera viendo. Seguramente que pensaba en lo
que yo le acababa de decir.

Las dos estábamos sentadas frente a la hoguera de la


chimenea en sillas bajas de madera, con los asientos de
aneas. Las dos nos mirábamos de lado. Buscó con su
mano derecha, mi mano izquierda y la cogió apretándola
suavemente con las suyas, y me dijo - Clarette hija mía,
has visto a la Santa Compaña, son pocas personas que la
ven, y cuando esto ocurre, pocas son las que sobreviven.
Yo jamás la he visto, pero mi marido cuando era joven,
la vio - ¿ Cómo eran ? - Me preguntó.
- Ancianas vestidas de negro hasta los pies, que los
llevaban descalzos, en la mano derecha sostenían un
cirio blanco encendido, iban todas caminando en fila de
dos y en silencio.
- ¿ Vistes sus rostros ? - Me preguntó Isabela con miedo.
- No, porque iban por la calle que da a la iglesia, y las vi
primeramente de lado, y después de espaldas.
- ¡ Ah ! bueno - Respondió más tranquila, pero de todas
maneras me dijo - Es posible de que enfermes. Ojalá que
no sea nada grave, rezaré por ti.

316
- Claire ¿ Que edad tenías ? - Preguntó Pierre
interesándose, con cara de afligido.
- Ocho años, ocho y algo más.
- ¿ Enfermaste ?.
- Si, y estuve a punto de morir, cuando iba a cumplir los
nueve años.
- ¿ Cuando los cumples ?.
- ¿ Que ?.
- ¡ Qué cuando cumples los años !.
- -¡ A si ! La noche de Reyes.
- ¿ Es posible que fueran los Reyes Magos quién
hicieran el milagro para que no murieras ?.
- Si, es posible - Respondió Claire con una sonrisa.

Pierre la miraba con los codos apoyados en la mesa, y


las dos manos puestas en sus mandíbulas. Ella lo
observaba de la misma manera, con los brazos cruzados
encima de la mesa. De pronto se escuchó un portazo que
provenía de la puerta del sótano. Pierre se asustó, y
rápidamente se dio la vuelta en su asiento mirando que
era. La puerta estaba cerrada, pero estaba seguro de que
alguien había entrado o salido por ella. Miró a Claire, y
encogiéndose de hombros le preguntó despacio, pero
con la voz algo alterada.

- ¿ Hay alguien aquí a parte de nosotros dos ?.


- Está la niña, y también otros más que se esconden para
que yo no los vea, pero los encontraré y los sacaré de
esta casa.

317
Pierre se llevó su mano izquierda a la boca, y se cogió el
labio inferior y lo apretó sin darse cuenta con la boca.
Miraba a Claire con ojos de terror. Ella intervino, para
tranquilizarlo.
- Son espíritus que viven aquí.
- Dices ... que ... viven ... contigo ... ¿ Espíritus ?.
- Si, desde siempre, pero ahora más - Dijo sin darle
importancia.
- ¿ Dices que hay una niña que ocupa esta casa ?.
- Si, y tengo que ponerte al corriente de quién se trata
para que de esa manera, me puedas mejor ayudar.
- Creo ... que ... yo ... no estoy preparado para afrontar
este delicado trabajo.
- Ahora no, pero lo estarás, verás que cuanto más entres
en el mundo de los espíritus, más te gustará, y después,
por nada lo vas a dejar.

- Me doy cuenta de que tienes tu confianza puesta en mi,


pero yo, no sé, si voy a poder corresponderte. Claire,
¿Sabes que te admiro ?. A quién yo le diga que estoy en
una casa donde habitan espíritus, no se lo van a creer.

- No sucede nada, sólo es acostumbrarse, sólo buscan


impresionar para que nos vayamos.
- ¿ Quién es esa niña ?.
- Era hija de Arthur, que murió con su madre en un
accidente de automóvil, llegando a Fontaine Bleau, en
esa curva que hay tan peligrosa, antes de llegar a la
gasolinera.
- ¿ Porqué no se va a la gran mansión con su padre ?.

318
- Hay veces que va, pero algo que seguramente es
dañino, que estoy segura que lo es, porque algo maligno
deben hacer el hechicero y Arthur con el espíritu de su
madre. Es por eso que he llegado a la conclusión que es
un espíritu rebelde se va enfadada de la gran mansión, y
viene aquí peor. No quiere a su padre, lo detesta.
- ¿ Cómo sabes todo eso ?.
- Porque la niña me lo ha contado.
- ¿ Hablas con ella cómo lo haces conmigo ?.
- Prácticamente si, cuando está de buen humor.
- Y cuando no lo está ¿ Cómo es ?.
- ¡Umm! Es peligrosa, puede hacer mucho daño, puede
sacar bichos, y lo que sea para vengarse, me ha lanzado
varias veces por el suelo, después se ríe dando
carcajadas diabólicas.

Pierre metió su mano derecha dentro de su pecho, y


cerró el puño cómo si guardara algo de mucho interés y
valor.
- Es una cruz que llevo hace años, creo que me protege
de todo mal ¿ Crees tu lo mismo que yo ?.
- Si, también tengo yo una, está en el cajón de mi
mesita.
- ¿ Te ha hecho daño a ti la niña ? - Prosiguió
manteniendo la cruz dentro de su mano.
- Lo ha intentado en varias ocasiones, cómo ya te he
dicho antes, me podría haber matado si hubiera querido.
- Con todo y con eso ¿ No le tienes miedo ?.
- No, y ella lo sabe, le he prometido ayudarla a ella y a
su madre, lo está pasando peor que la niña, es por eso
por lo que se porta de ese modo, y hace tantas maldades.

319
Cuando estos dos espíritus estén liberados, se irá de esta
casa para siempre.
- ¿ Entonces el daño que va haciendo es para que el
espíritu de su madre sea libre ?.
- Así es, se manifiesta con ruidos y con violencia, para
llamar mi atención, e intervenga.
- ¿ Cómo sabes tu que el espíritu de su madre está mal ?
¿ La has visto a ella ?.
- No, pero la niña me lo dice. Su padre está haciendo
cosas raras, feas y malditas con este espíritu inocente, es
lo que se entiende por un espíritu sumiso y sufrido.
- ¿ Que crees que está haciendo ?.
- No lo sé, pero lo sacaré todo a la luz.
- ¿ Se lo has preguntado a la niña ?.
- En una ocasión, y se puso muy violenta, su reacción
fue terrible, parecía que pasaran dos huracanes a la vez,
destrozando todo lo que se ponía por su paso.

Pierre se quedó con esto último que Claire le dijo, y la


miraba pensativo al mismo tiempo que movía la cabeza
en señal de alerta, de peligro.

- Realmente Claire, me estás hablando de unas fuerzas o


energías que yo desconozco ¡ A mi si que me pueden
matar, pueden acabar con mi vida en un instante !.
- Si, es verdad lo que dices, pero no estarás sólo, yo
estaré contigo y presente en cada instante.
- ¿ El señor Montsir es tan malvado cómo dices ?.
- Mucho más de lo que tu puedes imaginar, su maldad y
destrucción, no tiene límites. Yo conozco los perfiles de
estas personas, si así se les pueden llamar, y la ansia que

320
tiene por devorar y destruir todo lo que es inocente, es
enorme, se vestiría de ángel para engañar.
- ¡ Lo mismo es un ángel !.
- Si, pero un ángel maligno.
- Es a esa clase de ángeles que yo me refería ¿ Cómo ha
podido Marie caer en sus garras ? Yo la tenía por una
chica inteligente y sensata, que sabía lo que hacía.
- No podemos decir que no sea inteligente, lo que pasa
es que ha vivido poco, y tiene poca experiencia de la
vida. Es muy joven, ella vio en Arthur su liberador, su
príncipe encantado. No hay que olvidar que es ingenua y
soñadora. Ha sido una presa fácil para él.
- ¿ Pero él, que gana haciéndole daño queriéndola
destruir ?.
- Todo lo hace por su mujer, la difunta.
- ¡ Claire, de verdad que no te entiendo !.
- Para ti es difícil de entender, pero para mi es fácil.
Confía en mi, tenemos que sacar a Marie de las garras
de su peor enemigo, antes de que acabe con ella o, antes
de que podamos lamentar una tragedia irreparable.
- Otra vez te vuelvo a repetir ¿ No será mejor de que
vayamos a la policía y se lo contemos ?.
- ¡ El qué le vamos a contar ! ¿ Que ha dado una fiesta
para pedir la mano de Marie ? ¿ Y que se quiere casar
con ella ?. Es normal, lo hace a la vista de los demás, si
le decimos esto a la policía, se echarán a reír. Todo
sucede dentro de la gran mansión a puertas cerradas.
- ¿ Y si decimos que ha traído de África a un hechicero
que hace magia de la mala y está viviendo en la gran
mansión ? ¿ Que te parece ?.

321
- Pierre, las cosas no son así, el puede tener en su casa a
quién quiera, puede decir que es un invitado o amigo.

- ¿ Y cómo piensas afrontar este grave problema ?. Yo


estoy dispuesto a hacer lo que tu me digas, ahora deseo
más que nunca poder liberar a Marie, no lo hago para
que ella me ame, no, lo hago, porque quiero hacer algo
útil en la vida. Antes cuando me has estado contado lo
de Isabela y tu, he sentido por momentos envidia de ti,
y pensaba ¡ es maravillosa !.

- Muy bien Pierre, me alegro de que te hayas decidido,


verás que no te arrepentirás de nada de lo que hagas,
este trabajo reconforta mucho, y sobretodo enseña cómo
amar.

Pierre miró un viejo reloj que había colgado en la pared


cerca de la chimenea y dijo señalando con la mano - Son
las dos de la madrugada, es hora de que me vaya.
- Si, es hora de que nos despidamos, pues si seguimos
hablando de este tema nos amanece aquí sentados - Dijo
Claire poniéndose en pie. Pierre hizo lo mismo y fue
hasta la salida seguido por ella.

- ¿ Sigue en pie tu oferta ? - Dijo Pierre sosteniendo la


puerta medio abierta con la punta de su pie.
- ¡ Recuérdame que era !.
- ¡ Lo de venir aquí a vivir !.
- ¡ Ah ! si, por supuesto, la habitación está preparada, es
la continua a la que se iba a quedar Marie. Aún lo tiene
todo cómo ella lo dejó.

322
- Mañana es muy precipitado para que me venga, pero al
día siguiente estaré aquí por la tarde con todas mis
pertenencias, y hablaremos del tema del alquiler.
- De eso no vamos a hablar, puesto que no pienso
cobrarte nada, vamos a trabajar los dos en equipo, ¿ De
acuerdo ?.
- Si, muy bien, lo veo bien. ¡ Vamos a ver cómo se me
va a dar todo esto - Dijo moviendo la cabeza, sin estar
muy convencido.
- Poco a poco te iré poniendo al corriente, y sin que te
des cuenta estarás trabajando con fuerza.
- ¿ Seguro que será así ?.
- Cierto.

Pierre se dirigió hasta su 4 L, subió en el coche y


arrancó, desapareciendo por la estrecha y oscura
carretera que iba a Fontaine Bleau.

20

La fiesta había terminado, los invitados se


fueron yendo contentos por la velada tan atractiva y
original que Arthur les había ofrecido. Los padres, los
hermanos y hermanas de Marie se quedaron a dormir en
la gran mansión, para ellos era más que un hotel de
cinco estrellas, aunque nunca habían estado en un hotel
de estos, ni de tres, y ni de dos, pero sus mentes flotaban
en ese sueño que estaban viviendo en realidad.

323
Marie apenas habló, ni sonrió. Sus padres que eran los
que más pendientes estaban, y no se separaban de ella,
no advirtieron nada, puesto que en Arthur, veían que era
un gran señor con mucha ética, y además era muy rico.
Sólo pensaban en la suerte que su hija había tenido al
conocerlo.

Les dieron para dormir habitaciones lujosas que ellos


jamás soñaron. Marie era feliz. Eso era lo que ellos
pensaban, con doncellas, aunque mujeres mayores,
estaban a su servicio para lo que pidiera.
- Señorita, estoy yo aquí para ayudarla a desvestirse,
¡No lo haga de esa manera que va a rasgar el bonito
vestido ! - Dijo Berta con voz nerviosa.

Marie respiró profundamente, y haciendo un gesto de


paciencia se quedó quieta a que Berta le bajara la larga
cremallera que cerraba atrás de su espalda.
- No me ha dejado hablar con mis padres, no, nos ha
dejado ni un sólo momento a solas. ¿ Me oyes ? - Dijo
Marie con lágrimas, y la voz cortada por la congoja.
- Si, señorita.
- ¿ Berta, que harías tu en mi lugar ?.
- No lo sé, porque no lo estoy - Dijo sacándole el vestido
por los pies.
- Estoy desesperada, ¿ Sabes ?.
- Si.
- Este vestido pertenecía a Helene. ¿ No es cierto ?.
- Voy a quitarle la diadema de diamantes con cuidado.
- ¡ Berta no me has respondido ! ¿ Este vestido era de
Helene ?.

324
- Señorita, yo sólo soy una doncella, si desea saber más
cosas, se lo pregunta al señor.
- ¡ Lo detesto con todas mis fuerzas ! ¿ Sabes Berta ?.
- Si, señorita.

Arthur se hallaba en su confortable dormitorio tendido


encima de la cama escuchando por un auricular de un
sofisticado invento, la conversación que Marie mantenía
con Berta.
Sonreía con ironía moviendo la cabeza con expresión
que diría - ¡ No sabes pequeña lo que te espera !.
- Berta, quiero ir al dormitorio donde duermen mis
padres, necesito hablar con ellos - Dijo Marie
poniéndose el camisón blanco de raso para dormir.
- Señorita, no puedo hacer eso.
- ¿ Que tiene de malo que quiera ir y estar un rato con
ellos?.
- No me pida nada que yo no pueda hacer, por favor.
. Entonces dime tu, en que habitación están, y yo iré.
- No lo sé.
- ¿ Quién ha preparado los dormitorios y los han
conducido a ellos ?.
- Entre Gertrudis y yo. Señorita, y no me haga más
preguntas, que no puedo responder.
- ¿ Os trata a vosotras mal Arthur ? me lo puedes decir,
no se va a enterar.
Marie iba detrás de Berta haciéndole
preguntas, era con la única que podía hablar.
- Señorita, ya tiene la cama abierta y se puede acostar.
Recuerde que son las cuatro de la madrugada, y que a

325
las nueve se sirve el desayuno, tiene sólo cinco horas
para dormir.
- No me acostaré hasta que haya hablado con mis padres
- Dijo Marie firmemente.

Marie fue hasta la puerta, estiró de la maneta con fuerza


para abrir, pero la puerta no daba indicios de que se
abriera. Estiraba y estiraba enraviscada, hasta que sus
manos las cogió Berta con las suyas.

- Señorita lo que está haciendo, no esta bien, ni el señor


lo permite. ¡ Tranquilícese que es por su bien !.

Marie recordó que la otra vez Arthur entró por una


puerta oculta que había en la pared. Se dirigió a ese
ancho de pared, y empezó a palpar con las manos
buscando la puerta secreta. De pronto la puerta se abrió.
- Berta gritó - ¡ No entre, no entre dentro, señorita por
favor !.

Era ya demasiado tarde, pues la puerta se cerró dando un


pequeño portazo y Marie se quedó dentro, parada sin
saber que hacer, sentía un gran escalofrío que corría por
su cuerpo.
En los dos laterales del largo y estrecho pasillo, había en
la mitad de las paredes dos lámparas de globo
iluminando de un amarillo oscuro. El suelo hacía
bastante bajada y tenía que sujetarse con las manos en
las dos paredes para no bajar demasiado rápido. En el
fondo del pasillo podía ver una puerta de madera color
caoba. El miedo se apoderó de ella y quiso dar marcha

326
atrás y volver. El pasillo lo iba subiendo con dificultad,
apoyando firmemente los pies en el oscuro suelo, y las
manos en las paredes. Volvió por donde había bajado,
tocaba el muro pegando con las palmas de su mano con
una gran tensión, palpaba al mismo tiempo para
encontrar la junta de la puerta, y gritaba llamando a
Berta repetidas veces con voz agitada.
- ¡ Berta ! ¡ Berta ! ¡ Ábreme por favor !.
Paró de golpear la pared cuando oyó la voz suave y
tranquila de Arthur, que dijo - Querida ¿ Qué ocurre ?.

Marie se giró quedándose clavada en el suelo con los


brazos y las manos abiertas, los ojos grandes cómo
platos con las pupilas dilatadas, y la boca abierta.
Abajo con la puerta abierta Arthur la observaba, llevaba
puesto un batín a rayas blancas y negras, atado a la
cintura con un nudo, su pecho quedaba la mitad al
descubierto, en los pies portaba unas chanclas zapatillas
haciendo juego con el batín.

- Querida ven, y ten cuidado al descender, pues, podrías


caer, y no quiero que sufras algún daño - Le dijo con
voz tierna haciéndole un gesto con la mano para que se
acercara.
Marie seguía inmóvil, aterrorizada, temblaba todo su
cuerpo y su respiración era agitada, le faltaba aire, no
podía respirar y se ahogaba.
- ¡ Querida no seas estúpida y haz lo que te digo ! Todo
hubiese sido más simple si no hubieras puesto
impedimentos.

327
Salía la luz que había en el dormitorio iluminando la
mitad del pasillo, dejando en el suelo marcada la sombra
de Arthur. Marie sabía que no podía escapar de las
garras de él. Le estaba ocurriendo lo mismo que la
noche de la tormenta cuando fue a pedir ayuda. Las
piernas y los brazos se le quedaron helados y flojos,
tenía la sensación de estar en el interior de un
frigorífico, como estaba segura de que allí no tenía
escapatoria fue bajando a paso lento apoyándose con las
manos en la pared.
- Entra querida, este pasillo ha sido siempre muy frío.

La puerta la cerró Arthur tras de ella, echando dos


vueltas de llave. Miraba la silueta esbelta de Marie con
ojos de malicia y de maldad, giró alrededor de ella
mirándola de la cabeza a los pies con sonrisa mezquina.
Se acercó más, y aspiró el perfume en su cuello, ansioso
de devorarla a besos.

- ¡ Mmm ! es mi perfume preferido !.

Marie lo miraba tímidamente, con un miedo que no


podía contener y que le transmitía.

- Ja .. ja.... ja ... Querida, eres mi gatita, y en estos


momentos puedo hacer contigo lo que quiera. Recuerda,
que cuando pasen quince días vendrá el juez a casarnos
aquí, todo habrá sido consumado esta noche, lo quieras
o no, pero es que tu belleza sobresale de lo normal.

328
Marie no sabía que hacer, estaba tan acelerada que
miraba por todo su alrededor, sin saber que miraba ni
que buscaba. Estaba en el dormitorio de Arthur o, en
uno de sus dormitorios lujosamente decorado, con
muebles de época, en la pared que estaba enfrente había
desde el techo hasta el suelo un gran espejo de tres
metros aproximadamente de alto y también de ancho era
un espejo cuadrado. Se sobresaltó cuando sintió que
Arthur le quitaba el camisón blanco de raso, y lo dejaba
caer en el suelo, por encima de sus pies, dejando al
descubierto su cuerpo desnudo.
- ¡ Maravilloso, es idéntico ! ¡ Parece que las dos fuerais
gemelas !.

- Arthur, por favor, deja que me vaya, y te prometo que


seré buena esposa para ti - Dijo Marie con lágrimas.
- ¡ Querida, estás estropeando esta feliz velada, no hagas
que me enfade ! - Dijo besando uno de los hombros de
ella, y volviendo a aspirar el perfume que tanto le
cautivaba, porqué Helene, su esposa lo llevaba siempre
que él se lo pedía.

Se quitó el batin y se quedó desnudo. Puso su cuerpo


pegado al de Marie abrazándola fuertemente, con una
mano en su espalda y la otra en el glúteo mientras que
besaba su boca desesperadamente, y repetía de modo
perturbador - ¡ Helene mi amor ! ¡ Helene !.
- ¡ No así no ! ¡ Deja que me vaya ! - Decía llorando
Marie y empujando con sus manos los hombros de
Arthur.

329
Sonaron con fuerza dos golpes en la puerta - ¡ Están
llamando ! - Dijo Marie separando a Arthur de ella, con
la esperanza de que alguien la fuera a liberar.
- No puede ser, nadie puede llamar a esta hora, has oído
mal - Dijo Arthur cogiéndola de nuevo para llevarla a la
cama.

Esta vez llamaron tres veces seguidas. Arthur giró la


cabeza en dirección de la puerta con la mirada
atravesada, con el ceño fruncido. Recogió del suelo su
batín que lo había dejado tirado, y se lo colocó
atándoselo por la cintura. Con paso rápido fue hasta la
puerta y con rabia la abrió de un tirón. Delante estaba
Lumba, con el semblante serio y contrariado.
- Señor Montsir, no lo puede hacer - Dijo con sequedad.
- Sólo quería tenerla entre mis brazos y besarla nada
más - Agregó bajando la voz.
- Tiene que dejarla que se vaya a su dormitorio, y no
volver a tocarla más, de lo contrario, el señor de las
tinieblas se va a enfurecer, está reservada para él, ¿ Lo
recuerda ?.
- Si, si desde luego. ¿ Cómo lo has sabido ?.
- ¿ Ha olvidado de que puedo ver y oír a distancia ?.
Buenas noches señor Montsir - Se despidió Lumba con
rapidez.
- Buenas noches Lumba, mañana hablaremos de todo
este tema y de cómo va tu trabajo.
Arthur cerró la puerta del dormitorio, con mirada de
rabia que lanzó a Lumba en el momento que se daba la
vuelta y se alejaba.

330
- Querida, ponte el camisón, ahora vendrá Berta para
que te acompañe a tu dormitorio y recuerda, no digas a
nadie lo que esta noche ha pasado aquí, no intentes
contar nada a tus padres, la vida de ellos dependen de ti.
¡ Recuérdalo ! - Dijo Arthur ayudándola a ponerse el
camisón.

Llamó a un timbre, e inmediatamente se escuchó la voz


de Berta - ¡ Diga Señor !.
- ¡ Berta, ven a mi aposento y trae una bata para la
señorita Marie.
- Voy rápidamente señor.

Arthur miraba a Marie con deseo, la iba observando


mientras que ella se colocaba bien el camisón, incluso
los gestos que tenía eran muy parecidos a los de su
adorable Helene. Hubiese dado una gran parte de su
fortuna sólo por pasar una noche entera con ella.

- Arthur, tu no me quieres, y yo a ti tampoco, no veo la


razón de que nos tengamos que casar - Dijo Marie con
sutileza y tacto para no enfadarlo.
- ¡ Estoy seguro que tu a mi no me amas !, pero yo no
puedo dejar que te escapes, eres mi última carta.
- ¿ Para qué soy tu última carta ?.
- Para que yo vuelva a tener de nuevo a mi lado a mi
dulce Helene.
- No sabes lo que dices, Helene está muerta - Dijo con
voz débil - Y tu estás loco ¿ Cómo puedes pensar algo
semejante ?

331
- ¡ En esta vida todo se puede comprar con dinero, y a
mi, el dinero me sobra ! Y lo que me estoy proponiendo,
lo voy a llevar a cabo.
- No es posible que quieras decirme que una persona que
está muerta la vayas hacer venir porque tienes dinero. ¡
Está muerta y no hay nada más !.
- Te crees inteligente ¿ no ?. Pues que sepas que no lo
eres, de lo contrario no estarías ahora aquí - Le habló
con desprecio hasta comprobar que Marie lloraba.

La puerta se abrió y entró Berta con una bata blanca de


raso bien doblada en el brazo izquierdo.
- ¡ Berta, acompaña a la señorita a su dormitorio, y
procura que a las nueve, esté en el comedor para el
desayuno !.
- Si señor.

Desdobló la bata, y caminó varios pasos hasta llegar


donde estaba Marie, le puso la bata por los hombros y la
ayudó a ponérsela. Seguidamente salieron del
dormitorio de Arthur.
Marie estaba enfurecida, y no se iba a callar la violencia
con la que Arthur la quería asaltar con la violación.
- Es un salvaje, ¿ sabes que me quería violar ?.
- No me cuente nada señorita, y trate ahora de dormir.
En pocas horas serán las nueve, y tendrá que estar abajo
en el comedor desayunando con todos ¡ Buenas noches
señorita!.

- Que descanses Berta.

332
Cerró el interruptor de la luz al salir del dormitorio, y
echó dos vueltas de llave y la guardó en el bolsillo de su
largo uniforme.

Arthur había quedado furioso y lleno de ira. En su


interior la maldad diabólica le corrompía, y quería
explotar cómo fuese. Salió de su dormitorio, y cruzó el
gran salón iluminado por falsas antorchas. Cuando llegó
al hueco de las anchas escaleras, extrajo la pequeña
llave que abría la puerta secreta que había debajo de las
escaleras, entró, y volvió a cerrarla. Descendió las
estrechas y empinadas escaleras de caracol. Al fondo de
la estancia muy iluminado con cuatro focos grandes, se
hallaba Lumba de pie y de espaldas dando los últimos
toques al busto bien realizado de Helene. La expresión y
el físico era el mismo que tenía en la fotografía de
novia.

Arthur aún no había llegado a donde se encontraba


Lumba. Cuando él le dijo con voz recalcona - Buenas
noches señor Montsir.
- ¿ Cómo sabías que estaba detrás tuyo ? - Dijo Arthur
turbado y algo perplejo.
- Sabía que vendría para espotrillarse conmigo, aunque
también lo vi salir de su dormitorio.
- No me asustas nada ¿ Sabes ? En absoluto. Tu mirada
perdida en la oscuridad, me da igual.
- Me alegro de que así sea, no es mi intención asustarlo.
Yo sólo estoy aquí haciendo un trabajo, y cuando lo
termine, me marcharé lejos.

333
- Si no hubieses interrumpido habría sido mía - Dijo
Arthur con voz seca y potente, muy cerca del oído de
Lumba.
- Demasiado sabe que ahora no puede ser, pero podrá
hacerla suya después que el señor de las tinieblas haya
consumado una noche con ella. Las quiere vírgenes.

Parecía que Arthur se hubiera calmado, y se puso muy


cerca del rostro sonriente de Helene con deseos de besar
sus labios.
- Todavía no está acabado, por favor señor Montsir,
retírese - Dijo Lumba espontáneamente.
- ¡ Quiero que le pongas más brillo en la cara y en las
manos ! - Dijo Arthur excitado y con arrogancia.
- Lo siento señor Montsir, pero no puede ser, todo está
realizado como exige la fotografía.
- ¡ Está bien, pero yo quiero que tenga más brillo porque
de esa manera será más real y tendrá más vida !.
- Tiene el brillo necesario, y aparte que los días están
contados para recibir al señor de la oscuridad. Todo este
trabajo que he hecho lo tendría que deshacer para hacer
lo que usted me pide.
- ¿ Cuando será el día que llega el señor de la
oscuridad?.
- Por supuesto antes de que la señorita Marie sea su
esposa, si es que se llega a realizar.
- Quiero hacer un trato contigo Lumba - Dijo Arthur sin
darle mucha importancia a las últimas palabras de este.
- ¿ Dígame de que se trata ?.
- Haber ... cómo te lo voy a decir. ¿ Podría saber yo, lo
que tu sabes ?.

334
Lumba con mirada perturbadora, el semblante serio y las
pupilas hacia arriba tapando la mitad el párpado superior
le preguntó - ¿ A qué se refiere ?.

- A poder ver y oír a distancia. ¿ Lo podría conseguir ?.

Después de estar observándolo detenidamente dijo.


- Se tiene que someter a un pacto.
- ¿ Que clase de pacto es ?.
- El que yo le imponga, el que se hace para estas
peticiones.
- Lo aceptó. ¿ Cuando será ?.
- La primera noche de luna llena.
- ¿ Cuando es ?.
- Dentro de dos días.
- ¿ Me aseguras que podré ver y oír lo que me
proponga?.
- Si, se lo aseguro.
- ¿ Que se necesita ?.
- Quince velas grandes y negras. Hay que realizarlo
fuera, al aire libre, a partir de las doce de la madrugada,
cuando la luna llena nos está enfocando.
- ¿ Para qué tantas velas ?.
- ¡ Ya lo verás !.

Arthur lo miró detenidamente, pues había pasado en


llamarlo de usted, a tutearlo. Se mordió el labio inferior
haciendo un movimiento de cabeza.
- ¿ No te gusta que te tutee ? - Preguntó Lumba con
ironía mirando el gesto que había hecho.

335
- Puedes hacerlo, pero me tenías que haber pedido
permiso.
- Dos que ejercen la misma profesión, y que trabajan
para el mismo patrón, es comprensible que no haya
tapujos entre ellos. ¿ No te parece ?.
- Puede ser, podría ser.
- Pues para esa noche estará tu bella y encantadora
Helene preparada para recibirte en sus brazos.
- Estoy deseando de que llegue ese momento. Me voy a
dormir que sólo tengo tres horas.

El desayuno estaba servido. El comedor bien iluminado.


En dos mesas grandes estaban minuciosamente
equipadas con platos de tostadas, magdalenas y
cruasanes, calientes y crujientes recién salidos del horno
de la gran mansión.

Gertrudis servía las tazas de café en la mesa que


ocupaba Arthur y Marie y a dos metros, los padres y los
hermanos de Marie desayunaban en otra mesa, y era
Berta quién le servía café o té.

En un lateral del comedor en una mesa larga habían dos


jarras de naranjas exprimidas. En una bandeja, jamón
cocido cortado a lonjas y bien colocado, en otra bandeja
varias variedades de quesos, y en la tercera, huevos
cocidos.

Los padres y los hermanos de Marie sólo tenían que


pedir a Berta lo que desearan para ser servidos.

336
Marie había cogido una tostada, y la untó con
mantequilla y mermelada de frambuesa. Trataba de
comer para no inquietar a sus padres, tenía que pasar por
las mayores aberraciones, por todos los ultrajes que
Arthur la quisiera someter, para que a su familia no le
sucediera nada. Estaba segura de que Arthur cumpliría
sus amenazas, y las llevaría a cabo con la crueldad más
horrible que pudiera haber.

El silencio se hacia eco escuchando el sonido de las


cucharillas moviendo el café y dejándolas en el platito, y
el crujir de las tostadas untándolas con mantequilla.
Todo era rígido, tanto cómo las miradas de observación
que Arthur echaba a Marie y a su familia.
Los padres de Marie, no vieron nada extraño durante el
desayuno, pues Arthur era un gran señor, y en la
mansión había orden, es más, eran felices porque Marie
pronto se iba a casar, con uno de los hombres más ricos
de Francia. Todo estaba a punto para que el chofer de
Arthur los condujeran a Vitry, al piso humilde donde
habitaban.
- Marie hija mía, en pocos días estaremos otra vez aquí.
Ojalá seas muy feliz, porque te lo mereces, tengo ganas
de verte vestida de novia - Dijo la señora Lembrier
besando las mejillas de su hija Marie.
- ¡ Y anímate, que te veo apagada, recuerda de que vas a
vivir en un palacio ! - Agregó el señor Lembrier,
estrujando contra su pecho a su hija con modales
campechanos, y también algo rudos.

337
Marie se limitó a sonreír, bajo la mirada torturadora de
Arthur que no le quitaba ojo de encima.

- Ojalá pudiéramos nosotros tener nuestra propia casita


¿ Será posible de que eso ocurra un día ? - Dijo la madre
de Marie mirando a Arthur parecido a una petición.

- ¡ Porqué no, señora ! un día no muy lejano verán


realizado su sueño - Contestó Arthur con una gran
sonrisa mostrando sus dientes blancos.
- ¿ Has oído hija lo que ha dicho tu futuro marido ? -
Exclamó con alegría la señora Lembrier.

Marie sonrió y asintió - ¿ Que te ocurre, estás muy


callada ? ¿ Porque no dices nada ? - Le preguntó su
madre.
- Es la emoción señora - Contestó con rapidez Arthur.
- Será feliz al lado de usted, estoy segura. Ella es muy
joven, le sabrá comprender, si no acierta en algunos de
sus gustos, es porque le falta experiencia.
- No se preocupe por eso señora, que todo se aprende.
¿Verdad querida ? - Se dirigió a Marie para que dijera
alguna palabra.
- No os preocupéis por mi, que estoy bien - Se limitó a
decir.
- Arthur está muy pendiente de ti - Le dijo su hermana
más pequeña al despedirse.
Marie levantó los hombros y le echó una sonrisa para
que se fueran contentos.

338
El largo y ancho mercedes desapareció en la carretera
seguido por la mirada triste y llorosa de Marie.

- Son abrumadores querida, ¿ No te parece ? - Dijo


Arthur acosando a Marie.
- No quiero que hables mal de mi familia, ellos son todo
lo que tengo, te guste o no - Se limitó a decir con pena.
- Ja ... ja ... ja .. Los he tenido que soportar dos días, me
ha parecido una eternidad, y aún me quedan otros pocos
días más, el día que tu y yo nos casemos. ¿ Te quieres
casar conmigo ? - Dijo Arthur con burla.
- ¡ Eres malo, muy malo, que pena que no te conozcan !
- Dijo Marie llorando.
- Tu madre cree que les voy a comprar una casa. Es más
inocente que tu. No me gustan ¿ Sabes ?. Su clase no es
la nuestra, no saben comportarse y tampoco hablar
correctamente.
- Son gente sencilla igual que yo - Alegó Marie con
lágrimas.

Hacía un día soleado, en el jardín de la gran mansión.


Marie necesitaba tomar el aire pero cómo no podía salir
sola, Arthur la acompañó, se estaba bien, hacía días que
Marie no había salido fuera y el sol la reconfortaba.
En esos instantes Gertrudis llegó - Señor tiene una
llamada urgente de París.

La casa de Claire se podía ver desde donde


Marie estaba. Fue caminando a paso lento hacia el borde
de la meseta, con los deseos de poderla ver. En esos
instantes salía Claire de su casa y subía en su

339
automóvil. La voz de Arthur la hizo temblar, y a punto
estuvo de caer al vacío.
- ¿ Querida, que miras ?, entremos dentro, pues puedes
coger frío.
- Quiero pasear por el bosque, necesito que me dé el aire
fresco, hace muchos días que estoy encerrada y no
salgo.
- No seas niña y obedéceme, una dama no camina por el
bosque, y además, no tengo tiempo de ocuparme de ti,
tengo que marcharme inmediatamente, pero a la noche
estaré de regreso aquí.
- ¡ Vamos querida, entremos !.

Lo miró, y sin responder entró en la gran mansión


seguida de Arthur. Al llegar al gran salón él, la cogió
con fuerza de un brazo y atrayéndola hacia él le dijo con
voz suave pero amenazante.
- ¡ No se te ocurra escapar mientras yo no esté aquí,
pues me enfadaría mucho !.
- Te estaré esperando cómo una amante esposa -
Contestó mirándolo con desprecio.
- ¡ No vuelvas más a hablarme en ese tono sarcástico !
¿Lo has comprendido ? - Apretó con fuerza el brazo
derecho de Marie hasta el punto de causarle dolor.
Ella lanzó un quejido, y seguidamente se resignó -
Repuso - Cuando vuelva esta noche quiero que estés en
tu dormitorio, se acabaron la niñerías que tienes.
Berta estaba presente viendo lo que ocurría, con la
mirada baja, y las manos cruzadas por debajo del
vientre.

340
- Berta, te vas a ocupar todo el día de la señorita, para
vigilarla hasta que yo vuelva esta noche. Si desea ir a la
biblioteca, acompáñala todo el rato que quiera estar, no
te separes de ella ni un sólo instante. Si te pide visitar la
terraza de la gran mansión, vas con ella, pero no debe
salir fuera a los jardines - ¡ Esas son mis órdenes hoy
para ti !.
- El señor será complacido cómo desea - Asumió Berta.
- Me voy querida, pórtate bien - Susurró Arthur con la
boca pegada al rostro de Marie. Le soltó el brazo
quedándole marcada alrededor su mano. Sonrió al ver la
marca roja, y miró a Marie asintiéndole con la cabeza
contento de poderle demostrar el poder que ejercía sobre
ella. Besó su frente - ¿ Lo has comprendido querida ? -
Dijo al despedirse. Marie asintió, con los ojos
enrojecidos por las lágrimas.

21

Claire ponía en orden la habitación que Pierre


iba a ocupar, necesitaba una buena mano de limpieza, y
poner sábanas a la cama, manta y colcha. El teléfono del
salón sonó. Dejó lo que hacía y bajó las escaleras
rápidamente seguida de Luna que lo hacía de una en
una.
- ¿ Diga ?.
- ¡ Hola Claire ! ¿ Estabas comiendo ?.
- ¡ Ah Pierre, no te había conocido ¿ Que ocurre ?.

341
- Te llamo para una tontería pero estoy seguro de que no
lo es cuando te diga de que se trata.
- ¡ A ver dime !.
- Hoy a las cinco de la tarde, va haber un concurso de
cachorritos, en Nemours. Luna es preciosa, y estoy
seguro de que ganaría.
- ¡ Pierre, cómo has podido pensar en eso ! a los
cachorritos hay que presentarlos lavados y bien
peinados, a Luna la he lavado sólo una vez, desde que la
tengo.
- La quieres mucho, y se que harás todo lo posible para
estar esta tarde en el salón de concursantes con ella.
- ¿ Pierre ... Donde estás ahora ?.
- En mi trabajo, te he llamado porque sé que te gustaría
presentar a Luna, es un cachorro precioso.
- Gracias por gustarte la idea, pero ya es tarde, si me lo
hubieses dicho un día con antelación la hubiera
preparado.
- Sólo son las doce del mediodía, si lo quieres lo puedes
hacer. Nemours está a una hora de aquí, con el coche
llegas rápidamente.
- Está bien Pierre, no quiero desairar esta idea brillante
que has tenido. ¿ Donde dices que se celebra el
concurso?.
- En el mismo sitio de siempre, en la plaza mayor.
- De acuerdo, esta noche cuando vengas te contaré cómo
ha transcurrido todo.
- ¡ Eso es, hasta luego !.

Rápidamente cogió Claire a Luna en brazos, subió las


escaleras y entró en el cuarto de baño, pues tenía que

342
lavar y peinar con gracia a la perrita, aunque la idea no
le gustaba, pero no quería hacerle un feo a Pierre que
tanto interés se había tomado para que Luna ganara el
concurso.
A las tres de la tarde cogió el automóvil, Luna iba
sentada en el asiento de al lado, blanca bien peinada
cómo un copito de nieve.

Los aparcamientos estaban difíciles en Nemours igual


que en todos sitios. La feria que había debía ser
importante, por la cantidad de gente que circulaban, y
por los vehículos que estaban aparcados. Un guardián
del parking de calle ponía orden dirigiendo por donde
tenían que ir los conductores.
Claire seguía la cola de automóviles con poca paciencia.
Miró la hora en su reloj de pulsera, y con espanto vio
que eran las cinco menos cuarto. Al fin pudo encontrar
una plaza libre de alguien que se iba.
Con el bolso al hombro y Luna en brazos aligeró el paso
hasta llegar a la plaza mayor. Conocía bien el lugar,
pues estuvo en varias ocasiones con Gilbert, en otros
concursos y exposiciones que hacían de flores.
Al lado de la entrada, una puerta alta y ancha de barrotes
de hierro, había una taquilla para comprar la entrada.
Una mujer de aspecto recio, cara gorda y rojiza miraba
esperando que Claire pidiera.
- Una para el concurso de cachorros, por favor - Dijo.
- Señora, está usted equivocada, hoy no hay concurso de
cachorros, se hizo la semana pasada.
- He tenido una llamada de teléfono donde me lo han
confirmado - Dijo Claire muy convencida.

343
- ¿ De aquí no ha podido ser ?.
- No, de un amigo.
- No ha debido de informarla bien, pues hoy el concurso
que hay y que acaba de empezar es de perros grandes,
son de ataque, perros entrenados para la defensa
personal.

Se separó de la taquilla para dejar paso a la siguiente


persona. Salió de entre el bullicio un hombre de aspecto
rígido cómo de treinta años de edad, moreno y con el
pelo negro peinado hacia atrás, vestía con traje negro y
camisa también negra.
- Viene conmigo y está con los concursantes - Dijo
dirigiéndose a la mujer que vendía las entradas.
- ¡ Bien que pase ! - Contestó la mujer dirigiendo al
mismo tiempo la mirada a la otra persona que esperaba
detrás de Claire.
- ¿ Quien es usted ? - Preguntó Claire extrañada, al
hombre vestido de negro.

La cogió de un brazo y la apartó de un estirón.


Inesperadamente le arrebató a Luna de entre sus brazos
y se fue corriendo con ella.
- ¡ Policía, policía ! - Gritaba Claire corriendo detrás del
individuo.
- ¡ Auxilio ! - Seguía gritando.

Un agente de policía llegó al auxilio de Claire.


- ¡ Que le sucede señora ! - Le preguntó.

344
- ¡ Vaya por favor detrás de ese hombre alto, delgado y
vestido de negro, que va corriendo, me ha robado a mi
perrita !.
Claire corría también detrás del policía, le palpitaba el
corazón a cien por hora, no estaba dispuesta a perder a
Luna por nada del mundo ¿ Quien sería ese hombre
miserable que se dedicaba a robar cachorros ? Luna era
un gran tesoro que ella tenia, y nadie se la iba a
arrebatar.
- ¡ Cojan a ese hombre que lleva la perrita ! - Seguía
Claire gritando mientras que corría, sin apenas poder
respirar. Con la mano izquierda sostenía el bolso, y la
mano derecha la llevaba puesta en su pecho cómo si
quisiera mantener el corazón en su lugar.
El policía corría y hacía sonar su silbato dándole el alto
al ladrón.
La gente que circulaba y que venían de lejos,
intervinieron al darse cuenta de lo que pasaba. El ladrón
al verse acorralado, dejó caer a Luna en el suelo, y
siguió corriendo hasta que se perdió entre la gente.
Un transeúnte que fue testigo de la escena cogió a Luna
y la apoyó en su pecho con una mano. Cuando el policía
llegó al lugar, esperó que Claire también llegara.
- ¡ Pobrecita mía ! - Dijo Claire al coger a Luna, que
estaba temblorosa y llorando de miedo en sus brazos.
- ¿ Lo conoce usted ? - Dijo el policía con voz cansada
de tanto cómo había corrido.
- No señor, no sé quién es - Replicó Claire dándole
besitos a Luna en su cabecita, para tranquilizarla.
- ¿ Porqué razón quería llevarse su perrita ? ¿ No lo
conoce de nada ? - Volvió a recalcar el policía.

345
- No señor, ya se lo he dicho, pero intuyo quien lo ha
debido mandar.
El agente extrajo del bolsillo trasero de su pantalón una
libretita y un bolígrafo.
- Señora, dígame el nombre de esta persona, para que
quede su nombre registrado en comisaría.
Claire negó con la cabeza mirando fijamente los ojos
pardos del policía que esperaba con agotamiento un
nombre.
- No voy a decir nada, pues todavía no estoy segura,
pero cuando realmente lo sepa pondré una denuncia.
- Muy bien, está en su derecho de hacerlo o no, pero le
aconsejo que es mejor que lo denuncie lo más pronto
posible, para que esto no le vuelva a suceder más.
- Lo tendré en cuenta, gracias por todo lo que ha hecho
por mi.
- Es normal señora, cuido de la ciudadanía, es mi
trabajo.

El policía le hizo un saludo con la mano, y se alejó.


¡ Cómo he podido caer en este error ! iba pensando
Claire de regreso a su casa mientras que conducía el
Renault gris. A Luna todavía no se le había ido el
miedo, y no quería quedarse en el asiento de al lado,
buscaba a Claire continuamente para ir a refugiarse y
estar más segura en su regazo. Claire la admitió y
conducía con Luna encima de su falda.
Estaba segura y apostaba la carta, de que Pierre no tenía
nada que ver con este peligroso incidente, ni siquiera
sabría de que ella ni la perrita habían estado en
Nemeurs, su pueblo natal. ¿ Pero quien había podido

346
imitar su voz en el teléfono ?. Quién lo hizo estaba al
corriente de que Pierre iría a vivir con ella. ¿ Y para qué
querían a la perrita ?. Pues lo que iban buscando era
quitarle a Luna ¿ Para qué ?. Quería llegar a su casa y
serenarse, más tranquila vería las cosas mejor, y en su
cabeza entrarían ideas más claras. También deseaba
poder ver a la niña, era un espíritu que iba de un lado a
otro, y estaba al corriente de lo que se hacía y se decía
en varios sitios. Si la veía tenía que estar de buen humor
para responder a las preguntas de Claire.

En el trayecto, Luna se había quedado dormida, y


respiraba tranquilamente al abrigo de quien la quería. De
repente, un frenazo hizo parar el automóvil al entrar por
la estrecha carretera que llegaba a la casa de Claire, y
terminaba en la gran mansión. La niña la esperaba en
medio de la carretera con dos espíritus más que Claire
desconocía. Vestían de mala manera y caminaban al
encuentro de Claire arrastrando los pies, la niña iba
delante de estos dos espíritus desgreñados.
La niña la miraba con ojos saltones y nublados. Claire
descendió del coche llevando en sus brazos y
protegiendo a Luna.
- ¿ No sabías que el mal puede coger las formas que
quiera, y adoptar también las voces que le plazca ? -
Dijo la niña mirando descaradamente a Claire, con los
labios blancuzcos y secos, mostrando una dentadura rota
y sucia.
- Nunca más que ahora deseo con todas mis fuerzas que
me digas quién está detrás de todo esto - Pidió Claire
con la mirada llena de ira, y voz despiadada.

347
- Tranquila ... Claire ... tranquilízate. ¡ No vayas a
pensar que voy yo también a caer en una trampa !.
También mis deseos son de poder sacar a mi madre de
donde está, me dijiste que lo harías. ¿ Cuando lo harás ?.
- Sabes que estoy esperando el momento, tengo que
entrar en la gran mansión, y romper el maleficio que han
hecho, ahora hay dentro mucho poder, poder malo y
destructivo. Estoy yo sola luchando contra esas energías
malignas ¿ No quieres decirme nada ? ¿ No me quieres
ayudar ?.
- ¡ No sé como va a acabar el espíritu de mi madre, ni
quien se lo va a llevar !. Es mejor que yo calle.
- ¿ No crees que si me dices lo que sabes todo terminará
antes ?.

La niña negó con la cabeza tratando de traspasar con su


mirada la de Claire.
Los otros dos espíritus habían avanzado, y muy cerca de
Claire extendieron las manos despellejadas y con
agujeros pidiéndole una limosna.
- También os ayudaré a vosotros a que encontréis
vuestro lugar, al mismo tiempo que a la niña y a su
madre. Este valle quedará limpio de espíritus que vagan
durante el día y la noche ¡ os lo prometo !.
La niña no paraba de mirarla fijamente, con el ceño
fruncido, y el sonido de su respiración parecido a latas
que arrastran por el suelo. Se alejó de la carretera
seguida por los otros dos espíritus y desaparecieron en el
bosque dejando tras de ellos un humo oscuro, que se
extendió entre las copas de los árboles.

348
Claire al llegar a su casa se encontró con Pierre que le
estaba esperando en el jardín, apoyada su espalda en un
lateral de su coche, la maleta y una bolsa oscura de
deporte que yacían en el suelo a un metro de él. Hizo un
saludo con la mano al ver llegar en su automóvil a
Claire. A través del parabrisas ella le correspondió.
El coche lo metió directamente en el garaje,
dejando una plaza para que entrara el coche de Pierre.
- ¡ Hola Pierre ! ¿ Hace mucho tiempo que esperas ? -
Lo saludó. A Luna la dejó en el suelo para que corriera
en el jardín, y oliera todo lo que encontraba a su
alcance.
- Hace treinta minutos que estoy esperando, pero no
importa, la noche es clara, y aquí fuera se está bien.
¿Has ido de compras ? - Le preguntó.
- No. ¿ Sabes que me podían haber robado a Luna ?.
- ¿ Quien ? - Preguntó alarmado con los ojos muy
abiertos.
- Al mediodía recibí una llamada telefónica. Era un
hombre imitando tu voz, y haciéndose pasar por ti. Me
dijo que hoy a las cinco de la tarde había en Nemours un
concurso para cachorros, y que fuera a llevar a Luna
para que concursara, yo no quería, pero insistió tanto
que no me pude negar para no dejarte mal.
- ¿ A mi ?.
- No al otro que se hacia pasar por ti. ¿ Me sigues ?.
- Si, si ahora lo entiendo.
.- Me acerqué a la taquilla para preguntar en qué salón
se celebraba el concurso para cachorros. De súbito un
hombre alto, delgado y vestido de negro me sacó de la
taquilla y me arrebató de los brazos a Luna.

349
- ¿ Para qué ?.
- No lo sé, salió con ella corriendo entre la gente. Yo
gritaba y gritaba todo lo que mis pulmones daban de sí.
Llamaba a la policía a gritos, y pidiendo auxilio. Vino
un agente en mi ayuda y corría tras de él, dándole el
alto, y la gente que pasaban también contribuyeron a
que dejara a la perrita en el suelo. Él huyó, tenía mucho
miedo, me di cuenta por su manera de correr.
Pierre escuchaba haciendo movimientos de cabeza,
asombrado y también aturdido por el hecho que le había
sucedido.
- ¡ Estoy alucinando ! ¿ Sabes Claire ? ¿ Quién ha
podido imitar mi voz ?.

Claire miró en dirección de la gran mansión, y


señalando con la cabeza, dijo.
- De allí viene todo, pero lo que no sé es para qué
pueden necesitar a un cachorrito.
Introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta, dio al
interruptor de la luz que estaba a la derecha.
- Pierre, ve subiendo con tu equipaje al piso de arriba, la
tercera puerta es tu habitación, mientras tanto voy a
coger a Luna y entrarla dentro, no vaya a ser que me la
quiten.

350
22

En los sótanos de la gran mansión, en una


mazmorra de tres metros cuadrados, y una puerta de
barrotes de hierro, discutían Arthur, Lumba y el hombre
delgado vestido de negro.
- ¡ Eres un inútil ! - Decía Arthur al hombre delgado,
con el semblante acalorado y sin compasión - Repuso -
¿ Cómo ha podido más que tu, los gritos de una mujer?.
Lumba te va a castigar por no saber hacer bien tu
trabajo, mereces la muerte. ¡ No me gustan los

351
perdedores, y tu has perdido conmigo ! - Gritaba con
tanta fuerza que su saliva salpicaba a la cara del
desgraciado hombre.
- ¡ Qué me va a hacer, que va a hacer conmigo Señor
Montsir ! - Decía llorando y desesperado. Señor
Montsir, le he pedido mil veces perdón ! ¿ Dígame que
puedo hacer para reparar el mal que he causado ?.
- ¿ Que tienes preparado para él, Lumba ? - Dijo Arthur
sarcásticamente con una carcajada.
- La sangre de este - Dijo Lumba - no la quiere el señor
de la oscuridad. Si se la damos, sabe con certeza de que
nos estamos burlando de él, y su venganza será terrible.
- ¡ Entonces que podemos hacer con este !.
- Por el momento lo dejaré atado con estas cadenas que
hay incrustadas a la pared, y ya veremos después.
- ¿ Porqué estás tan seguro de que la sangre de este no le
puede gustar ? - Preguntó Arthur arqueando una ceja.
- Prefiero no dársela, por lo que pueda suceder. De lo
que si estoy seguro es de que le gusta la sangre de los
cachorro, y de este todavía más, por pertenecer a alguien
que trabaja en el sitio contrario.
- ¿ Y porqué de este ?.
- Porque pertenece a una hija de la luz.
- ¡ Señor Montsir, deme otra oportunidad, se lo pido de
rodillas ! - Gritaba el hombre delgado con voz
desgarradora - Esta vez no fallaré, le quitaré el cachorro
a esa estúpida mujer.
- ¿ Sabes lo que te digo gran imbécil ? ¡ que el estúpido
y que no sirve para nada eres tu !. Ella ahora estará
pendiente del animal. Es muy lista, incluso estoy seguro

352
que sus pensamientos están dirigidos aquí, a mi persona,
¡ Es muy astuta !.
- ¡ Señor Montsir por favor ! iré al bosque, dentro viven
muchos animales, le traeré un cachorro. ¡ Por favor se lo
pido, deme otra oportunidad y verá que no le voy a
defraudar !.

La mirada de Arthur se cruzó con la de Lumba, y


estuvieron unos instantes pensándolo.
- No es mala idea - Dijo Lumba - Después de todo que
podemos perder. Dentro del bosque hay animales
salvajes, si las cosas no le salen bien, una madre lo
despedazará.
- Conforme, mételo en el bosque.
Y dirigiéndose al hombre delgado le dijo advirtiéndole
- No se te ocurra huir, porque los ojos de Lumba ven en
la oscuridad, y puede saber donde te escondes, no creas
que es fácil escapar de sus garras.
- ¡ No huiré señor, no lo haré. Antes del amanecer estaré
aquí, con uno o dos cachorros !.

A la Luna le faltaba un día para llegar a su cuarta fase, y


el bosque estaba iluminado. Corría por entre los
matorrales el desdichado hombre delgado, iba bajando
pendientes, enloquecido para robar un cachorro a una
madre.
Abajo en un punto apartado habían dos perras con cruce
de lobo. Las dos habían olfateado la olor al hombre, y
empezaron a buscar. La camada de las dos perras
dormían tranquilos y ausentes a todo lo que les

353
acechaban, puesto que sus madres vigilaban para que
nada les ocurriera.
El hombre delgado sabía que del bosque no iba a salir
vivo. Tampoco nadie lo iba a echar a faltar, pues había
elegido vivir una vida corrupta, indecente y miserable
desde hacía años, y es por eso que iba a acabar mal.
Eligió morir en el bosque degollado por las dos perras,
mejor que en la mazmorra atado con cadenas, y dejado
allí para siempre.

Arthur había perdido la razón, sus deseos de poder eran


tan grandes que lo llevó a la locura. Había perdido toda
ética y elegancia, él no se daba cuenta del
comportamiento que tenía hacia los demás. Lumba sólo
deseaba terminar su trabajo para irse lejos de la gran
mansión o palacete, aunque cada vez se cuestionaba más
cómo librarse de Arthur. Él que poseía grandes poderes
y conocimientos se había convertido toda esta historia
en una pesadilla. Temía por lo que pudiera ocurrir con
Arthur al comprobar que su amada Helene, la estatua
que hizo con barro, no se moviera, ni le hablara, todos
esos deseos que tenía eran parte de su locura.
Lumba se sentía un hechicero atrapado en sus
propios poderes, y en los de Arthur por todas las
riquezas tan grandes que poseía. Podía pagar a los
mejores matones para que acabaran con la vida de la
persona que le estorbara.
La noche siguiente tan deseada por Arthur llegó.
Buscaron una llanura cerca del cementerio. Habían ido
en uno de los automóviles que Arthur poseía, lo
conducía él.

354
Lumba fue quién preparó todos los elementos que
necesitaba. La Luna iluminaba con su gran resplandor,
en un cielo cargado de estrellas, siendo una noche
serena.
El gran círculo con las velas encendidas, y Arthur y
Lumba dentro totalmente desnudos los dos, pues la
magia que Lumba iba a trabajar exigía este
requerimiento, mostrarse a la naturaleza desnudos igual
que nacieron. Dentro del círculo había posado en el
suelo un gran bol ancho, estaba lleno en sus tres partes
de sangre de un cerbatillo que Lumba había salido al
bosque a cazar para esa noche.
Arthur esperaba con impaciencia y al mismo tiempo con
la cara llena de alegría, esa noche representaba para él,
lo mismo que el día que se casó con Helene, era cómo
volver a casarse de nuevo.
Lumba estaba preparado para iniciar a Arthur en la
magia del poder. Sus manos las colocó por la palma en
el pecho de Arthur. Los dos se miraban fijamente a los
ojos. Se oyó cómo del bol bebían. Arthur hizo un gesto
para mirar quién se estaba bebiendo la sangre. Lumba
movió la cabeza prohibiéndoselo, y empezó a decir
palabras que sólo entendía él, pues las pronunciaba en el
argot de los hechiceros. Las frases que había aprendido
de su maestro. Arthur no sabía qué querían decir todas
aquellas palabras mitad habladas y mitad cantadas con
una voz potente y al mismo tiempo oculta, entre la tierra
y el más allá.
Arthur tenía que seguirlo pronunciando y cantando con
él. La ceremonia duró más de una hora.

355
- Ya eres también tu un hechicero - Anunció Lumba
separando las palmas de sus manos del pecho de Arthur
- ahora te llamaré hermano, y tu a mi también.
Arthur tenía un especial interés por ver que era lo que
había ocurrido con el bol. Se llenó de sorpresa al
comprobar de que estaba vacío y señalando con la mano
le dijo a Lumba.
- ¿ Ha sido el señor de la oscuridad ?.
- Si.
- ¿ Porqué no me has dejado que lo conozca ?.
- Es una orden que he recibido de él, que todavía no sea.
- ¿ Cuando lo podré conocer ?.
- Cuando se ponga delante de ti y te hable.
- No he entendido nada de todas esas palabras que he
pronunciado contigo. ¿ Vale lo mismo aunque no las
entienda ?.
- Valen, ahora tu tienes los mismos conocimientos y
poderes que yo ¡ hermano !.
- Ahora mismo, no siento ni sé más de lo que sabía
antes. Espero que me hayas dicho la verdad.

Se oyeron los aullidos de varios perros salvajes,


aullaban a la luna, estuvieron así como quince minutos,
y después se escuchó una gran pelea que los perros
habían provocado, y parecían por los alaridos que
daban, que se estuviesen devorando los unos a los otros.

Arthur mostraba una gran inquietud por volver a la gran


mansión. Lumba lo observaba con mirada arrogante y
sonrisa sarcástica, cómo si esperara que llegara el

356
momento, el gran momento de vengarse, por haberlo
tratado igual que a un esclavo.
- Tenemos que volver a la gran mansión, mis deseos se
hacen cada vez más grandes por tener entre mis brazos a
mi dulce Helene - Dijo Arthur con voz excitante y el
pecho acelerado dándole fuertes palpitaciones al
respirar, mientras que salía del círculo de velas.

- ¡ Las velas ! - Le señaló Lumba con la mirada, dentro


del círculo, pues todavía él no había salido.
- ¿ Las velas ? ¿ Qué quieres decir ? - Pregunto Arthur
desconcertado y al mismo tiempo distraído.
- Las tienes que apagar y recoger, meterlas en la bolsa
que venían, y guardarlas dentro del coche. ¡ Ah !
Recuerda que me tienes que llamar hermano, cuando te
dirijas a mi.
- Las velas son cosa tuya - Inquirió Arthur, perplejo y
confuso.
- A partir de ahora, todo lo vas a tener que hacer tu, es
un regalo que te hace el señor de la oscuridad ¿ No
querrás que se enfade verdad hermano ? - Dijo Lumba
con rintintin.
- Por ... supuesto ... que no ... ¿ Es malo si se enfada ? -
Dijo balbuceando.
- Muy malo, no puedes hacerte una idea de lo malo que
es cuando no se atiende a sus órdenes, y se rompen sus
reglas. Lo has comprendido ¿ Verdad ?.
- Si ... y ...
- Venga, recógelo todo y después nos iremos. ¡
Recuerda que te espera tu dulce Helene ¡ ¿ Qué has
pensado hacer con Marie ?.

357
- Ahora mismo no tengo las ideas en su lugar para
responderte, creo que algo ha debido suceder en mi
cerebro, siento miedo, y no tengo fuerzas para seguir.
- Recuerda que ofreciste a Marie al señor de la
oscuridad. Cuando la reclame que será de inmediato, la
cogerá para él. No quiere que te cases con ella. La
quiere sólo para él.
- Pues si esos son sus deseos, serán cumplidos.
- ¿ Lo amas ?.
- ¿ A quien ?.
- Al señor de la oscuridad.
- Si ... creo ... que si - Respondió Arthur con la voz
debilitada.
- Pues ahora quiere otra cosa de ti y de mi.
- ¿ Qué ?.
- Quiere que tu y yo durmamos en el mismo dormitorio
en ataúdes negros. ¿ Te gusta la idea que ha tenido ?.
- Viniendo de él, si - Contesto con la voz pesada.
- ¿ No estarás abatido por algo ?. Te noto cansado y
poco dispuesto. ¿ Te encuentras bien ?.
- Es cierto de que tengo pesadez, pero debe ser debido al
poder que he recibido. ¿ Estoy en lo cierto ? - Dijo
apagando las velas y recogiéndolas.
- Por supuesto, estás en lo cierto - Contestó el hechicero
apoyado en la ventanilla del automóvil, mirando con una
sonrisa cómo hacía de criado.
- Helene ... Helene ... - Musitó Arthur.
- ¿ Has dicho algo ? - Preguntó Lumba poniendo el oído
esperando una respuesta.
- No. Nada señor - Contesto sin pensarlo.

358
- Tienes que ir pronto a encargar los ataúdes. ¿ Que te
parece mañana ?.
- Si señor así lo haré.

El hechicero reía felizmente, había conseguido


adueñarse de la voluntad de Arthur, podía mandarlo a
hacer todo lo que quisiera, pues lo obedecería. Arthur no
sabía las frases que pronunciaba al hacer el pacto. Eran
frases de gran poder que los hechiceros de tribus
conocían para saber lo que una persona pensaba en cada
momento. Para mandarle por telepatía todo lo que
querían conseguir de estos individuos. Lumba estas artes
las conocía muy bien. El brujo que le enseñó fue para él
cómo un padre.

Tenía que ir también con mucho tacto, pues si pasaba de


las normas y era demasiado exigente lo podía perder
todo, incluso podría acabar en tragedia.
De regreso a la gran mansión, Lumba condujo a Arthur
abajo a la gran estancia donde esperaba la figura de
Helene. Majestuosa, parecía de que fuera de un
momento a otro a hablar y a caminar entre jardines, su
belleza resaltaba, la mirada brillante, y la sonrisa jovial.

Arthur se iba aproximando despacio, con los ojos


humedecidos por las lágrimas, y en la boca una sonrisa
congelada. Lumba lo iba observando a su lado con una
mirada de astucia y perspicacia. Le había dado lo que le
pidió, pero no exactamente. Se aprovechó de un hombre
enamorado y roto por el dolor. No utilizó ninguna clase
de escrúpulos porque Arthur era un hombre tirano, el

359
más, tirano de su tiempo. Tanto dinero tenía que creía
poder comprar el mundo, su ignorancia lo había cegado.
Lumba lo iba reteniendo cogido por el brazo derecho,
parecía un tigre de bengala caminando con el vientre
arrastrando por el suelo para satisfacer sus más grandes
deseos.

- ¡ Helene mi vida ! - Gritó a un metro de la figura.

La miraba con ansia esperando a que Helene le


respondiera.
- ¿ Porqué no me habla ? ¿ Porqué no me dice nada ? -
Se giró preguntando al hechicero.
- Quizás sea pronto.
- ¿ Pronto ?. Hemos hecho el pacto, ha venido el señor
de la oscuridad y se ha bebido la sangre que ha exigido
¿ Porqué no me habla Helene ?.
- Siéntate en esta silla y descansa, y cuando te vayas a
dormir, ella vendrá, y la verás en tus sueños. Podrás
hablar con Helene y os podréis amar todo el tiempo que
queráis.

23

Dentro de la casa todo estaba en silencio.


Claire dormía y Luna también en el suelo, al lado
izquierdo de la cama, encima de una alfombra.
Pierre había dormido durante una hora, un ruido de
golpes en la pared hizo que se despertara. Tenía con la
mano cogida la perilla de la luz que acababa de

360
encenderla, miraba de un lado a otro comprobando que
podría ser. Los golpes hacía un segundo que habían
cesado, no le dio más importancia imaginando que
quizás lo hubiera soñado. Apretó el botón de la perilla
con su dedo pulgar y apagó la luz. El sueño se le había
pasado y puso sus dos manos cruzadas por detrás de la
cabeza, cerró los ojos procurando dormir. Por los
cristales del balcón entraba la luz de la luna y la
habitación quedaba medio iluminada. A la izquierda de
la cama se hallaba el armario, con dos puertas a los dos
lados y un espejo en medio.

El sueño no llegaba y Pierre se impacientó abriendo los


ojos. El techo pintado de blanco fue lo primero que
miró, con gran sorpresa y pavor vio sombras que se
reflejaban en él. Parecían sombras humanas que
caminaban lentamente. Estaba tan ensimismado en esos
movimientos que iban y venían cómo si pasearan, que
no oyó el tambaleo del armario que se movía hacia
adelante y hacia atrás. De pronto el armario cayó encima
de la cama, y Pierre quedó debajo totalmente oprimido.
Con gran esfuerzo trataba de salir de esa ratonera, y
gritaba al mismo tiempo llamando a Claire.

Luna oyó los gritos que Pierre daba y se puso a ladrar


con la cabecita puesta en el borde de la cama avisando a
Claire.
- ¿ Qué ocurre ? - Dijo Claire exaltada, sentada en la
cama mirando a la perrita.

361
Se vio sorprendida al ver a Pierre que entraba en el
dormitorio con el pijama rasgado, los cabellos
alborotados y la cara blanca.

- ¡ Claire ... algo ... extraño pasa dentro de mi


habitación!.
- ¿ Qué ? - Dijo frotándose los ojos.
- ¡ El ... armario, ha caído encima de mi cama ! - Decía
sofocado.

Claire saltó de la cama y metió sus pies dentro de las


chanclas doradas y el salto de cama se lo iba colocando
hasta llegar al dormitorio de Pierre.

- ¡ Vamos ayúdame a poner el armario derecho ! ¿ Te


has hecho daño ?
- Me ha dado un golpe en el brazo izquierdo, en el
pecho, y también en las rodillas.
- Claire, cuando yo diga a la de tres, lo ponemos
derecho, ¿ Vale ? ¡ Una, dos y tres !.
- ¡ Uh ! pesa mucho, creo que yo no voy a poder, es un
armario antiguo de madera gruesa - Se quejaba Claire
haciendo grandes esfuerzos, cogiendo de un extremo y
Pierre del otro.
- ¡ Volvamos otra vez, una, dos y tres ! ¡ arriba !.

El armario se quedó derecho. Claire respiraba cansada,


con las manos puestas en medio del pecho tratando de
calmar la agitación.
- Claire, antes de que el armario se cayera, oí ruido
cómo de golpes, no sé cómo describirlos, quizás unos

362
golpes pequeños o arañaduras, provenían de esta parte
de la pared donde está el armario.
- Aquí en esta habitación no había sucedido nada antes,
puede que sea porque no he venido tanto - dijo mirando
la pared por el hueco del armario.
- Otro suceso que creo que no es producto de mi
imaginación - Dijo Pierre palpándose el pecho y el brazo
izquierdo.
- ¿ Cual ?.
- Cómo te he dicho, el ruido me despertó y no me pude
dormir. La luna iluminaba el dormitorio, y yo miraba el
techo, he visto o he creído ver varias sombras reflejadas
en él y se paseaban de un lado a otro. ¿ Puede ser ?.
- Es posible pero, esto último lo desconozco. ¿ Cómo
eran esas sombras ? - Preguntó Claire frunciendo el
ceño.
- No te sabría bien decir, pero creo tenían formas
humanas, de personas mayores. ¡ puede !.

De pronto se oyeron lamentos y gritos desesperados


dentro de la habitación, cómo si estuvieran
descuartizando a varias personas a la vez. El armario
volvió otra vez a moverse de manera violenta cómo si lo
empujaran por todos lados. Un ruido espantoso y
aterrador se oía en las escaleras.

Claire y Pierre no sabían a donde acudir, sino sujetaban


el armario, lo arrastrarían por toda la habitación.
- ¡ Cuidado, Claire cuidado !. El armario se te cae
encima. En sólo un instante si Claire no se aparta, el

363
pesado mueble le hubiese caído encima del cuerpo. El
ropero quedó tirado a lo largo del suelo.

El ruido en las escaleras iba cada vez más en aumento.


Rápidamente los dos se trasladaron a ese lugar de la
casa. La niña iba por el techo deslizándose de cara,
imitando a una oruga, con los ojos ensangrentados, la
boca abierta con una sonrisa sarcástica. Con ella iban
otros espíritus haciendo lo mismo, se iban desplazando
por la espalda, y por sus bocas lanzaban palabras
horribles, que daban escalofrío oírlas.

- ¿ Claire, cuando nos vas a liberar de mi malvado


padre, y de ese hechicero cruel que quiere apoderarse de
nuestras almas, para alimentar a su señor de la
oscuridad? ¿ Vas a tardar mucho ?.

Pierre estaba aterrado y abrazaba a Claire fuertemente


con sus brazos.
- Claire no nos dejes y ayúdanos, el hechicero viene
detrás nuestro para llevarnos con él - Decía un espíritu
de mujer de mediana edad, y que se trasladaba de un
lado a otro con facilidad.
Los golpes y los gritos seguían en el dormitorio de
Pierre. Claire no daba abasto a recorrer varios lugares de
la casa a la vez, de todos los rincones habían salido
espíritus que andaban confusos, y con un gran desorden
haciendo de la casa un infierno.

Pierre fue a la habitación, no sabía igual que Claire lo


que ocurría pero, iba a ayudar en la medida que pudiera.

364
Los gritos y lamentos aún se oían más fuertes, y
provenían de la pared donde había estado el armario
colocado muchos años. Esos gritos lo aterraba, se tapaba
los oídos con las palmas de las manos, sin saber que
hacer.
Claire se encontraba en el pasillo al filo de las escaleras
apaciguando los gritos e insultos de la niña y sus
seguidores. Pierre no podía más y bajó las escaleras de
dos en dos buscando un martillo, o un objeto punzante
con peso para picar la pared y echarla abajo. Primero
fue a la cocina y abrió todos los armarios y cajones
buscando ese objeto, iba dislocado sacando cacerolas y
utensilios y los tiraba al suelo, hasta que se dio cuenta
que en la cocina no había herramientas que sirvieran
para derribar la pared.
Al sótano nunca había bajado, y pensó que en
ese lugar era posible que encontrara lo que buscaba. Se
deslizó rápidamente hasta la puerta del sótano y la abrió.
Dio al interruptor de la luz y bajó las escaleras de dos en
dos. Empezó a revolver todo lo viejo que había y que no
servía para nada, debajo de una mesa de madera llena de
carcoma vio que salía por un lado un pico, era para
trabajar la tierra pero también servía para romper una
pared.
Lo cogió por el mango de madera y subió corriendo las
escaleras, y después las otras que daban al piso de
arriba. Cuando se cruzó por delante de Claire, ella se
quedó sorprendida, pues parecía que fuera a matar a
alguien.
Entró en su habitación y empezó a golpes con la pared.
Se volvió loco dando golpes, y más golpes hasta que la

365
pared iba cediendo y cayendo a trozos. Su sorpresa fue
grande al descubrir que había otra pared detrás y que
entre pared y pared había una zanja de un metro de
ancho.

Los gritos y las lamentaciones cesaron cuando la pared


cayó al suelo.
Pierre se metió dentro de la zanja buscando una prueba
del porqué de los lamentos y gritos. Estuvo revolviendo,
trozos de yeso caído. Iba sacando con el pico y con las
manos tierra y yeso. De repente palpó con los dedos
trozos de huesos. Con desespero los miró de cerca y
comprobó que se trataba de huesos humanos. Estaban
enredados entre todos los escombros, mechas de pelos
rubios y enredados con pelos blancos estropajados. Lo
primero que pensó era que habían emparedado tiempo
atrás a dos personas; eso fue lo primero que le vino a la
mente por hallar dos colores de cabellos.

Dentro de la zanja y cómo si de un robot se tratara sacó


hacia fuera todo lo que había. Encontró un machete
oxidado junto con los huesos. No paraba de mover la
cabeza de un lado para otro sorprendido de lo que se iba
encontrando. ¡ Un machete ! - Dijo para si - Han
enterrado el arma del crimen con estos dos desdichados.
Su pie derecho tropezó con algo duro miró para ver que
era y con sorpresa y espanto vio que se trataba de dos
calaveras.

Fuera Pierre oía a Claire hablar en alto con los espíritus,


y dar grandes pasos moviéndose de un lado a otro.

366
Claire también estaba enloquecida. Por los golpes del
pico que Pierre daba en la pared y por el ruido que hacía
al caerse el muro, sabía con seguridad que por lo menos
una de las paredes la había echado abajo. Desconocía
los motivos pero, si lo había hecho tenía una gran razón.

- ¡ Pierre que ocurre ahí ! - Dijo Claire dando un grito.


- ¡ Cuando puedas ven, no me lo puedo creer ! - Se oyó
la voz de Pierre gritando también.
- ¡ Ven aquí y dímelo, no puedo dejar todo esto cómo
está !.
Pierre eligió varios huesos y el manojo de
pelos enredados, también el machete, lo puso todo en la
palma de su mano izquierda, y en la derecha llevaba una
calavera, salió de la habitación.
- ¡ Claire mira esto ! - Dijo con los ojos muy abiertos.

Ella enormemente sorprendida puso las manos en sus


mejillas, y llena de espanto exclamó.
- ¿ Qué son ? ¡ Huesos !, ¿ Esto que es, un machete ?...Y
esto ¿ Una calavera ?.
- Si. Los huesos que quedan de dos desgraciados que
emparedaron.
- ¿ Qué pared has echado abajo ?.
- La del armario. Estos desgraciados fueron
emparedados y asesinados con esta arma. ¿ Porqué ?,
que les llevaría a hacer tan horrendo crimen ?.
- ¿ Pierre ves algo ?.
- Si a lo que te refieres es a los espíritus, no. Te oigo
cómo hablas con ellos deteniéndolos. Están por aquí,
¿ Verdad ?.

367
- Están por todos lados. ¿ Porqué antes me dijiste que
habías visto sombras de figuras humanas en el techo ?.
- Es lo que creo, pero tampoco estoy seguro a un cien
por cien.
- ¿ Te sorprendió verlas ?.
- ¡ Mucho, muchísimo, ya te dije !. Pero lo que me
despertó fueron los golpes, que luego me di cuenta de
que salían de la pared. ¿ Vas hablar con la policía ?.
- No creo que ya puedan hacer algo, pues han pasado
muchos años, y es posible que quién cometiera el
crimen haya incluso muerto. No quiero más líos, ya
tengo bastantes con esto. Lo que si vamos a hacer es
enterrar todos los huesos para que esos espíritus
encuentren la paz.

- ¿ En el cementerio ?.
- No creo que nos lo permitan hacer. Aquí hay mucho
campo. Meteremos todos los huesos y los mechones de
pelo en una bolsa de tela. Haremos un agujero profundo
en la tierra y la meteremos dentro.
- Claire, he oído decir a alguien que los espíritus para
que encuentren la paz si han sido asesinos, tienen que
hacerles justicia, porque de lo contrario cuando muera
quién lo asesinó va tras el espíritu, y la guerra entre ellos
no tiene fin . ¿ Es cierto eso ?.
- Si, pero es muy posible, que desde hace años vayan
persiguiéndose en el astral.
- Que mundo ¿ no ?.
- Es parecido al que ahora estamos viviendo aquí en la
tierra, si alguien nos debe algo vamos tras de esa
persona y no paramos hasta que nos pague ... ¡ Basta !

368
¡Llévate contigo todos esos espíritus ! - ¡ Pronto
terminará todo el mal que hay en la gran mansión ! -
Dijo agitada gritando a la niña cuando de un salto se
quería tirar a Pierre. Con los ojos enrojecidos, y la boca
torcida por la maldad.
- ¿ Qué ha ocurrido ? - Preguntó Pierre sobresaltado.
- La niña, cómo no había bastante con ella se ha traído a
un ejército - contestó Claire sin darle mucha importancia
para que Pierre no se asustara más de lo que ya lo
estaba.

- ¿ Has pensado de ir al párroco de la iglesia del pueblo


y contárselo ?.
- Si, varias veces, pero tampoco podrá hacer nada, está
la casa inundada, hay por todos los rincones. Están
como endemoniados, y todo ha sido desde que el
hechicero vino de África y se instaló en la gran mansión.
No queda mucho para que acabe todo esto, el final ya lo
veo venir.

- ¿ Qué me dices de estos que emparedaron hace años ?.


- Va todo junto, unos atraen a los otros.
- Cuando estos huesos estén enterrados y el hechicero
haya desaparecido, todo volverá a la normalidad, es él,
quién atrae el demonio aquí.
- Puedes decirle al párroco de la iglesia que venga a
bendecir la casa con agua bendita. ¿ No es buena idea ?.
- Si podría venir, pero, el mal que hay dentro no se irá
con agua bendita, porque es muy profundo. El espíritu
de la niña está cogido por el demonio. La balancea de un
lugar a otro, la hace ser mala sin serlo. Es por eso que

369
está tan violenta conmigo porque desde el principio vi
que se trataba del maligno que hace el mal a través de su
espíritu.

Pierre pegó la espalda contra la pared cerrando los ojos


y soplando con la boca, con un movimiento de cabeza.
De pronto Claire recordó que su crucifijo lo tenía en el
cajón de la mesilla de noche. Se trasladó rápidamente a
su dormitorio, y con las manos temblorosas cogió el
pomo del cajón de la mesita, y lo abrió. Buscó entre
varias cosas el crucifijo y cuando lo tuvo entre sus dedos
respiró profundamente llevándoselo al pecho. Cuando se
dio la vuelta para salir su estremecimiento fue enorme al
encontrarse cara a cara de pie en la puerta riendo a
carcajadas sádicas, a la niña. Le dijo con voz ronca y
temerosa.

- ¡ Claire !... ¿ Porqué no te portas bien ? ¡ Porqué me


tienes que hacer siempre enfadar ! ¡ me estás
desafiando, acércate a mí !.

La respiración de Claire era agitada, sus manos y su


cuerpo temblaba. Desde que habitaba en la casa era la
primera vez que sentía miedo ante la niña, le dio
escalofrío verla con la espalda en el techo arrastrándose
igual que una serpiente, con la cara endemoniada. Había
traído o ya estaban otros espíritus también poseídos por
el mal.

Claire cogió el crucifijo por el extremo de abajo, respiró


profundamente y lo puso delante de su rostro. Por los

370
dos extremos donde están los brazos de Jesucristo
miraba a la niña, mientras que caminaba lentamente
hacia ella, con su mirada clavada en la de la niña, que
cada vez su cara se iba transformando en un animal feo
y peludo. Sus gruñidos eran terribles, cuando abría la
boca para dar estallidos, mostrando sus largos dientes
afilados y encías sangrientas.
Al llegar Claire a donde ese monstruo cruel estaba, ella
le dijo con voz firme y serena.
- ¡ Apártate de mi camino, y quémate en el infierno hijo
de satanás !.

Bramaba con fuertes alaridos echando espumarajos por


la boca, sus grandes manos peludas y sus uñas gruesas y
largas las acercaba al cuerpo de Claire que se iba
acercando cada vez más a ella.
- Apártate de mi camino, y vete de esta casa ! - Decía
Claire muy cerca de la bestia.

En ese instante Pierre aparecía detrás del maligno con el


cuerpo doblado hacia adelante dando arcadas. Un
espíritu de hombre anciano le tenía los dedos índice y
corazón metidos en la boca, sádicamente riendo
provocándole los vómitos, y devolvía todo lo que ese
día había comido. Pierre era inconsciente de todo este
mal trance que se lo estaba provocando un espíritu. Se
ponía las manos en la boca del estómago para evitar
seguir devolviendo, pero el espíritu le empujaba más
con los dedos hasta el fondo de su garganta.

371
Claire estaba viendo todo lo que le ocurría a Pierre,
pero, no podía intervenir en esos instantes pues, el
demonio le tenía cortado el paso. Ella caminaba segura
con el crucifijo a la altura de su rostro. Le quedaban sólo
cinco pasos hasta llegar a la bestia que no había parado
de berrear y dar grandes aullidos, retorciéndose en la
desesperación porque sentía que Claire era más fuerte, y
tenía mucho coraje y lo iba a destruir.

La rabia que la bestia sentía era porque tenía que


abandonar la casa sin apoderarse del alma de Claire, que
era a lo que había venido, poseyendo el espíritu de la
niña. Tenía que abandonar la casa, pues Claire lo
perseguiría con el arma más eficaz, el crucifijo y su
mente, sabía que puesta en Dios no podría dar un paso
hacia adelante estando ella mirándolo con la cruz, y sin
manifestarle algún miedo. Esto último, lo devoraba, su
cólera no tenía fin. Ella lo ignoraba, lo estaba
desafiando con cautela. En otras ocasiones había vivido
otros casos donde el demonio estaba presente, pero
como esta vez no. Quería conseguir llevarse con él, el
alma de Claire para que trabajara en su ejército. Ella era
valiente y no tenía miedo a nada, sería una buena
diablesa guerrera.
Le quedaba dar un paso para llegar al mismo lugar de
donde estaba el demonio. Este la miraba con los ojos
atravesados, con berridos que hacían ensordecer los
oídos de Claire. Ante este plante de la bestia de cómo
rugía y se retorcía cómo si sufriera grandes dolores,
sabía que la batalla la tenía ganada, sólo esperaba que
saliera cómo un estampido de la casa.

372
Cuando Claire se disponía a dar el último paso, el
crucifijo se juntaría con la cara malvada del demonio y
en ese momento podrían suceder cosas terribles. La
bestia estaba pendiente del pie derecho de Claire al
mismo tiempo que rugía amenazándola con las manos
abiertas para clavar sus afiladas uñas en la cabeza. Al
levantar el pie, Claire tocaría las pezuñas del demonio, y
lo que era peor, es que este tendría que besar el
crucifijo.
El desafío era terrible a vida o a muerte pero Claire
sabía que no había otro camino para deshacerse de la
bestia maligna, y confiaba con mucha seguridad y las
esperanzas vivas, que pronto acabaría para ella ese
sufrimiento, cuando la bestia fuera destruida.

En el momento que Claire iba a posar el pie, el demonio


lanzó un rugido estremecedor y retrocedió con violencia
hacía atrás.

Pierre seguía vomitando, pues ese espíritu se divertía


metiendo los dedos en su boca. De pronto Pierre se vio
lanzado por los aires, pegó un golpe en el techo y luego
cayó cómo una piedra al suelo del empujón que le dio la
bestia.

Claire vio cómo el demonio dejó el espíritu de la niña y


convirtiéndose en una centella, salió por la escaleras,
rompiendo los cristales de la galería al salir de la casa.
Ella lo había seguido con el crucifijo en el pecho hasta
donde empezaban las escaleras. Su cuerpo, tembló al oír
el estruendo cuando la cristalera saltó en mil pedazos.

373
Pierre había recibido un tremendo golpe en la cabeza y
en todo el cuerpo, trataba de ponerse en pie si podía, se
quejaba de dolor llamando a Claire para que fuera en su
ayuda.
La niña se había quedado junto a Claire
mostrándose más tranquila. Claire se volvió hacia ella, y
poniéndole el crucifijo delante le dijo.

- Es a él, a quién tienes que seguir ahora. Cógelo y él te


llevará al lugar que te corresponde.

La niña hizo lo que Claire le dijo, después le devolvió el


crucifijo, y seguidamente bajó las escaleras. Cuando
estuvo abajo se dio la vuelta y sonriendo, agitó la mano
diciendo adiós a Claire. Ella le correspondió del mismo
modo, mientras que susurraba - Que Dios te ilumine.
Los demás espíritus que quedaron en la casa, Claire les
fue ofreciendo el camino para que siguieran a la niña.
Pierre acongojado seguía llamando a Claire. Ella hizo un
movimiento de cabeza mordiéndose el labio inferior por
todo lo que había ocurrido. Pierre yacía en el suelo de
lado tocando su cabeza haciendo gestos de dolor.

- ¡ Vamos Pierre no te derrumbes, ya ha pasado todo ! -


Le dijo Claire dándole ánimos y ayudándolo a que se
pusiera de pie.
- ¿ Que me ha sucedido ? ¿ Que ha pasado ? - Repetía
una y otra vez con voz dolorida.

374
- Los espíritus, y el mal estaban dentro de la casa pero,
ya se han ido. Trata ahora de incorporarte, has recibido
un fuerte golpe pero te pondrás bien.

Claire se puso en cuclillas y cogió el brazo de Pierre


echándolo por detrás de sus hombros. Cuando estuvo de
pie y trató de dar el primer paso, las caderas parecían
rompérsele del dolor.
- Vamos a tu cama allí podrás descansar.
A pasos lentos y dolorosos llegaron hasta la habitación ,
que estaba en un lamentable estado envuelta en trozos
de yeso y escombros. Lo ayudaba para que se acostara,
se oyó a Luna que lloraba. Rápidamente fue Claire a su
dormitorio, era allí donde la había dejado cuando
empezó la lucha con el mal. Claire se puso de rodillas y
buscó a Luna debajo de la cama. Estaba en el fondo, en
un rincón llorando y temblando de miedo.

- Luna, tesoro ven conmigo - Decía Claire metiendo el


brazo debajo de la cama para sacarla. Cuando la tuvo
con ella, Luna besaba la barbilla de Claire mostrándole
su agradecimiento.

- ¡ Ya está bien, tranquilízate ! - Dijo Claire dándole un


beso en su cabecita. La cogió en los brazos y fue al
dormitorio de Pierre. Él miraba desolado la habitación
que había quedado después de echar la pared abajo.
Quedó una gran zanja que tenían que reparar para que
no salieran bichos.
Claire se sentó en el borde de la cama con Luna en su
regazo. Pierre la miraba con intensidad y admiración.

375
- Me podría haber sucedido algo, que no hubiera podido
contar, quizás la muerte. ¿ No es cierto Claire ?.
- Si. Pero Dios ha querido de que no sea así y vivas -
Contestó haciendo un movimiento de cabeza.
- ¿ Has estado tu en peligro en algún momento ? -
Preguntó ajeno a lo sucedido.

Claire movió la cabeza y con la mirada puesta en los


ojos de temor que aún no lo había abandonado, le dijo.
- No he muerto porque Dios ha estado aquí con
nosotros. Me ha dado una fuerza y valentía que yo
desconocía en mi.

- ¿ Has visto lo que a mi me ha sucedido ?, porque yo no


me he dado cuenta de nada. A lo primero me dieron
arcadas y devolví, me ocurrió de repente. Después sentí
un remolino que me llevaba por donde quería, de pronto
me vi arriba en el techo, y después bajé igual que una
piedra. ¿ Pudiste ver algún espíritu que me lo
provocara?.

Claire asintió con la cabeza y después dijo - El demonio.


- ¿ Cómo dices ? - Pregunto aterrorizado con las manos
puestas en la cabeza.
- El demonio se metió en el espíritu de la niña para
seducirme y que le entregara mi alma.
Pierre escuchaba lo que Claire decía lleno de pánico.
Estaba sentado en la cama y la espalda pegada en la
pared.

376
- La cristalera de la galería la ha hecho saltar en mil
pedazos cuando abandonó la casa.
- ¿ Salió por los cristales ?.
- Si, y llevaba tras de él una cola de fuego que daba
miedo.
- ¿ Crees que volverá ?.
- No. Ahora está en la gran mansión. ¡ Pobre Marie lo
que le espera !.
- Me dijiste que la íbamos a rescatar, ¿ Cómo podremos
hacerlo ahora que el maligno está allí ? ¿ Llegará a
adueñarse del alma de ella ?.
- No lo creo, de todas maneras nosotros llegaremos a
tiempo y la traeremos aquí, pero tenemos que esperar
porque está a punto de ocurrir algo muy fuerte.
- ¿ Cómo lo sabes ?.
- Intuición mía - Siguió diciendo - Sólo quedan unas
horas para que amanezca. Iré temprano al taller de
cristalería para que vengan a tomar medidas de la
galería. También avisaré al albañil para que cierre esta
zanja.
- ¿ No piensas hacer nada sobre lo que había dentro ?.
- Nosotros no tenemos nada que ver con esos
desgraciados que emparedaron, ve a saber cuando.
Mañana limpiaremos todo esto bien, y los huesos los
iremos a enterrar al campo para que estos espíritus
encuentren la paz.

377
24

Hacía dos noches seguidas que Arthur soñaba


con su difunta esposa Helene, tal como le había
anunciado Lumba. El encuentro entre ellos eran

378
amorosos, él llegaba a consumir con ella el acto sexual.
Se sentía más feliz y su manera de tratar al servicio
había mejorado, así es que la obsesión que tenía por
Marie había también cambiado, pero no la dejaba por
eso salir de la gran mansión. Él no sabía exactamente
que era lo que le ocurría, estaba ausente de pensar en
algo que se lo pudiese producir. Su pensamiento lo tenía
demasiado puesto en Helene y en todo lo que habían
vivido esa noche.
El dormitorio de Arthur había cambiado todo el
decorado. Al día siguiente de hacer el pacto con Lumba,
y con el demonio encargó dos ataúdes negros siguiendo
el mandato del hechicero.
La cama y los muebles estilo Luis XVI habían
sido llevados a otro dormitorio de invitados, y en su
lugar se habían puesto los dos ataúdes. En uno dormía
él, y en el otro Lumba. Al preguntarle Arthur porqué
tenía que ser así, Lumba le dijo que lo hacía para velar
sus sueños y estuviera cada noche con su adorada
Helene.
Las gruesas cortinas doradas de los dos balcones, las
quitaron, y en su lugar cubrieron los balcones con un
grueso tisú negro, al igual que las paredes y el techo.
Para iluminarse cuando Lumba lo creía necesario,
encendían dos gruesos cirios negros que habían
instalado en cada extremo de los ataúdes.
Lumba se había adueñado y el demonio aún más del
alma de Arthur, y por las noches mientras dormía y
soñaba con su dulce Helene. Lumba le hacía vudú para
que le dejara por escrito ante notario, sus bienes y todas

379
sus riquezas, y que hiciese todo lo que le mandara por
telepatía.
Lumba creía al principio de conocer a Arthur que, se
había desviado del camino de la oscuridad, y nada más
acabara el trabajo que había ido a hacer, acabaría todo
ahí para él. En el fondo sabía que no era verdad, puesto
que su alma le pertenecía al señor de las tinieblas desde
hacía muchos años, y le estaría perteneciendo toda la
eternidad.

Arthur había dejado de pagar al personal. Esto nunca él


lo había hecho, pues había sido en cuestión de pagos, un
hombre generoso, y pagaba incluso antes de que acabara
el mes. Ahora habían pasado ya quince días, y en lo que
menos pensaba era en pagarle a los empleados, tampoco
les daba para la comida y otras necesidades.
Gertrudis que era el ama de llaves, no se atrevía a
pedirle nada, pues ella estaba al corriente de todo lo que
estaba sucediendo con el señor Montsir y con Lumba, y
era la primera vez en veinticinco años que trabajaba para
él que, estaba aterrorizada.

Frederic el mayordomo era el único que tenía acceso al


dormitorio cuando el señor Montsir lo llamaba para una
necesidad importante, pero no se fijaba en nada de lo
que allí había porque siempre estaba vigilado por la
siniestra mirada de Lumba.

Gertrudis llegó a un acuerdo con el cocinero y cocinera


para que consumieran hasta la última reserva que
quedaba en las despensas hasta ver que pasaba.

380
Berta tampoco ignoraba nada, y se mantenía al igual que
todos sus compañeros lejos del señor Montsir y de
Lumba. Entre Gertrudis y Berta no hacían comentarios,
quedándose al margen de lo que sucedía. Sólo se
limitaba Berta a cuidar de Marie. Ahora no era el señor
Montsir quién le daba órdenes, sino que era Lumba que
con mirada penetrante y voz recia y seca le
recomendaba. Sobretodo que Marie no saliera de su
dormitorio, y que la vigilara las veinticuatro horas.
Berta era una mujer mayor, y la peor parte se la había
llevado ella. Tenía miedo de quedarse dormida y de que
Marie se escapara. Su final ya lo sabía si esto ocurriese
aunque ya todo le daba igual, incluso prefería que
acabaran con ella lo más pronto posible, pues esa
situación no la podía seguir llevando por más tiempo,
pues se quedaba dormida hasta de pie. Marie la miraba
con pena cómo luchaba con su propio cuerpo para seguir
despierta. Era consciente por lo que Berta estaba
pasando y aunque tuviese la oportunidad no iba a huir,
pues jamás se perdonaría y se sentiría culpable de la
muerte horrible que le darían, quizás la dejarían cómo
un día dijo Arthur encerrada en un cuarto del sótano
hasta que muriese.

Lumba había cortado todas las líneas de teléfono de la


gran mansión, para que nadie pudiese pedir ayuda. Se
había adueñado de la gran mansión, de Arthur y de todo
el personal de su servicio.

Arthur hacia varios días que no iba al dormitorio de


Marie, ni daba órdenes a ninguno de sus empleados.

381
Lumba lo seducía con palabras amables que resultaban
ser diabólicas.

Una mañana un notario llegó a la gran mansión


acompañado de uno de sus ayudantes. Frederic los
condujo al salón donde estaban esperando Arthur y
Lumba sentados cada uno en un sillón.

El notario, un hombre de cincuenta años


aproximadamente, alto y algo obeso, de semblante serio
y pelo algo canoso. Extendió la mano a Arthur que
acababa de ponerse en pie al ser anunciado por Frederic.
El ayudante del notario llevaba en su mano izquierda un
pequeño maletín que era la máquina de escribir, y con la
otra mano saludó a Arthur y a Lumba. El ayudante era
de unos treinta años de edad, media estatura, delgado,
pelo negro y peinado todo hacia atrás. Por las señales
que daba era la primera vez que entraba en una casa de
la categoría cómo era la gran mansión. Sólo tenía ojos
para mirar por todo el salón, sus riquezas. El notario y
su ayudante se sentaron en el sofá y Arthur y Lumba se
quedaron en los sillones frente a ellos.

- Señor Broderic - Dijo Arthur vestido de la cabeza a los


pies de negro - Lo he hecho venir porque quiero anular
el testamento anterior puesto que mi esposa y mi única
hija murieron en un accidente de automóvil.

- Lo lamento señor Montsir - Cortó, diciendo el notario.


- Pues cómo mi única familia directa ya no viven, quiero
dejarle todas mis posesiones y mis riquezas a mi gran

382
amigo Lumba Jepson. Sería yo feliz de que todas mis
riquezas las manejara él, cómo dueño único.

El notario escuchaba a Arthur con el ceño fruncido, veía


todo eso que estaba pasando muy extraño. Hacia años
que conocía a Arthur por cuestiones burocráticas y ese
día lo notaba raro, quizás extraño, estaba seguro de que
no era él, quién pedía hacer ese nuevo testamento. Algo
tenía que ver y mucho el hombre de raza negra que
estaba sentado junto a él.

- Señor Montsir, ¿ seguro que lo que quiere hacer es un


nuevo testamento a nombre de este señor ?.

Lumba se puso de pie y le dijo con voz seca - ¿ Pone


usted algún inconveniente ?.

- ¡ No por favor ! - Respondió el notario mirándolo al


mismo tiempo miraba también a Arthur - Repuso -
¿Señor Montsir, esa es su última voluntad ?.

- Si, y quiero que sea cerrado para que el señor Jepson


aquí presente pueda manejar mis intereses antes y
después de mi existencia.

Lumba se volvió a sentar, pero mantenía su torso recto,


con la mirada fija y desafiante puesta en el
desconcertado notario. Él, al igual que Arthur vestía
totalmente de negro, con la mirada sombría parecida al
zombi que sale de las tinieblas.

383
El notario no estaba tranquilo ni seguro en la gran
mansión. Era la primera vez que iba por exigencias de
Arthur. Lo miraba, y también veía en él, la misma
manera de mirar que Lumba.

Le recorrió por la espalda un gran escalofrío,


removiéndose en el sofá, llamando la atención de su
ayudante que giró la cara para mirarlo - ¿ Ocurre algo ?
- Le preguntó con inocencia.

- No, todo está bien. Ponga la máquina de escribir donde


el señor Montsir le diga - Le respondió con deseos de
terminar lo más pronto posible.

Lumba fue quien dirigió donde tenía que ponerse el


secretario, y eligió la mesa del salón que estaba en
medio de ellos cuatro. No tardó mucho en escribir las
palabras que Arthur redactó, puesto que el texto era
corto.

25

Lumba se había convertido de la noche a la


mañana dueño y señor de todos los bienes y riquezas
que Arthur había heredado de sus antepasados, y se
había convertido en un muñeco de trapo en manos del
hechicero, que también su mente la dirigía a su antojo.
Por no tener, no tenía nada, no era dueño de su persona
y ni siquiera de un automóvil.

384
El servicio estaba aterrorizado, apenas comían ni
dormían para no enfurecer al nuevo amo que, los
vigilaba continuamente pasando revista, uno por uno.

Arthur permanecía prácticamente las veinticuatro horas


metido en su dormitorio, con la luz de los dos cirios.
Cuando se consumían ponía otros.

La noche tan esperada por Lumba de entregar


a Marie al señor de las tinieblas llegó. Al atardecer
Lumba se presentó de súbito en su dormitorio entrando
por la puerta secreta que comunicaba con el dormitorio
de Arthur.

Marie y Berta se hallaban sentadas cada una en un


sillón. Con la violencia en que Lumba abrió la puerta, y
sin que ellas lo esperaran rebotaron las dos en sus
asientos. Berta que era una mujer delgada, ahora se le
podían ver los huesos del rostro y de las manos, parecía
un esqueleto en pie. Marie también había adelgazado
mucho, y aún parecía más joven de lo que era, su
aspecto era la de una niña tímida y reservada.
Berta se puso a temblar al ver entrar al hechicero. Con
los años de experiencia que tenía sabía que estaba allí
para algo erróneo que tenía preparado para Marie, y
quizás también para ella. Sólo Dios sabía las malas
intenciones que ese ser diabólico maquinaba.
Lumba se dirigió al armario superior, y abrió las puertas
de un estirón. Con el entrecejo fruncido hacia correr con
las manos las perchas donde estaban colgados todos los

385
vestidos que habían pertenecido a Helene. Una sonrisa
maliciosa apareció en sus gruesos labios. Descolgó el
vestido de novia que Helene lució el día que contrajo
matrimonio con Arthur.

Marie y Berta miraban con pavor y sorprendidas el


vestido que Lumba tenía entre sus manos. Él se dirigió a
la cama y lo dejó estirado encima.
- ¡ Berta ven aquí ! - Dijo con exigencia.

Berta temblorosa se acercó - Diga ... señor - Dejó oír


con voz apagada.
- Esta noche a partir de las doce tiene que estar Marie
vestida y preparada con este vestido.
- Si, señor.

Lumba sacó del bolsillo de su chaqueta una diadema de


diamantes y los pendientes haciendo juego, que Helene
lucía el día de su boda.
- También le pones estas joyas - Dijo poniéndolas en las
manos de Berta.

Le echó una mirada a Marie acompañada de una sonrisa


perversa y descarada, seguidamente abrió la puerta
oculta y salió cerrando tras de él.

Marie miraba a Berta con un movimiento de cabeza, y


dos lágrimas gruesas que resbalaban por sus mejillas. Se
acercó a la sirvienta y puso la frente en el hombro de
ella llorando desconsoladamente. Berta la rodeó con sus

386
débiles brazos, queriéndola proteger de algo realmente
malo y terrible.
- Berta, ¿ porque quiere el hechicero que me ponga el
vestido esta noche ? - Preguntó Marie entre sollozos.
- Señorita, no lo sé exáctamente pero, si fuera lo que me
supongo, es cruel - Respondió con los ojos bañados por
las lágrimas.

- ¿ Este vestido pertenecía a Helene ?.


- Fue con el que se casó.
- ¿ Pretende Arthur esta noche que contraigamos
matrimonio ? ¿ Porque no ha venido él ? ¿ Y mis padres
por que no están aquí ? ¿ Y porqué es nuestro patrón es
ese brujo descarado y sin escrúpulos ? ¿ Qué sabes de
todo esto ?.
- Lo justo, pero quiero que sepa que no me voy a separar
de su lado, pase lo que pase la defenderé cómo a una
hija.
- ¿ Es que crees que me va ha suceder algo malo ?.
- Mi intuición me dice que si, pero prefiero morir antes
de ver cómo a usted la martirizan para crearle placer, a
este hechicero maligno y al señor suyo de las tinieblas.
Yo, ya soy vieja, he vivido lo suficiente, cómo sé que de
aquí no voy a salir más, voy a impedir de que alguien la
toque con sus sucias manos.

En el tiempo que hacían que las dos vivían,


prácticamente juntas, sentían una hacia la otra un
especial cariño. Berta daba el tipo de mujer fría y
distante pero, en la realidad no era así. Se comportaba

387
de ese modo por la disciplina que tenían que llevar todo
el servicio que trabajaban en la gran mansión.

26

Arthur estaba lleno de temores, hacia el


exterior daba una apariencia pero, dentro de él, los
miedos se le iban acumulando. Sentía un gran temor
hacia Lumba, siempre vigilándolo con mirada oscura y
hablándole hechos horrendos del maligno, hechos que

388
eran realmente ciertos, y que hacía que Arthur temblara
al escuchar historias que le producían un gran terror.
También estaba ya harto y temeroso de tener que dormir
en el ataúd al lado de Lumba, con una oscuridad
absoluta. De soñar con Helene cada noche lo mismo lo
llevó hasta la desesperación, no la tenía en físico que era
lo que él pensaba y lo que Lumba le había prometido. Se
veía defraudado, despojado de todos sus bienes y sin
que nadie lo quisiera.

Las ganas de vivir se le habían ido, se sentía peor que un


ser despreciable. Rebobinaba hacia atrás todo lo que
había sido su vida, en las riquezas que había vivido, en
las fiestas glamurosas que había dado en la gran
mansión en vida de Helene. Otro pensamiento que le
venía amenudo era lo mal que se había portado con
Marie, teniéndola engañada y secuestrada desde hacía
un tiempo. Llegó a analizar que el diablo entró en él, y
ocupaba su cuerpo, desde que hizo venir al hechicero de
África.
Lumba no sabía que Arthur escondía un puñal y su
revólver dentro del ataúd. Se había preparado porque
sabía que algo horrendo tenía que ocurrirle con el
hechicero, su paciencia había llegado hasta el final de
sus límites y estaba decidido a terminar con todo, de la
manera que fuera. La lucha sería a muerte, era
consciente de ello, pero no le importaba morir, no quería
seguir viviendo en el estado en que estaba, y estaba
seguro de que sería Lumba quien lo venciera. Era un
hombre fuerte criado en la selva, y bastantes años menos
que él. La derrota la tenía asegurada, pensaba

389
concretamente, incluso sentía asco de él mismo, los ojos
sólo los tenía para llorar.

Lumba lo veía que había cambiado, ya no hablaban por


las noches dentro de los ataúdes como hacían otras
veces.
Arthur creía que Lumba no lo oía llorar pero, estaba al
corriente del estado en que se encontraba. No sentía
ninguna compasión hacia la persona de Arthur, puesto
que su mente estaba vacía a toda clase de sentimientos,
los había perdido en su infancia o adolescencia, la
primera vez que entró en el mundo de las tinieblas.

Llegó la hora que Lumba había anunciado, cuando


regresó al dormitorio de Arthur éste lo fue espiando y
quería averiguar para qué había ido al dormitorio de
Marie. Tuvo que superar la prueba con grandes
esfuerzos para preguntarle a qué había ido allí. El
hechicero se sorprendió al oír la pregunta que Arthur le
hizo.

- ¿ Qué ... idea ... te ... ha llevado al dormitorio de


Marie? - Preguntó Arthur con un tono de voz bajo y
tembloroso.
- ¿ Desde cuando haces tu preguntas ? ¿ Quien crees que
eres ? ¿ El señor de la oscuridad ? - Dijo Lumba con voz
tenebrosa.
- Sabes bien ... que no lo soy, y que me siento muy
pequeño a su lado. Por nada del mundo quisiera que te
enojaras conmigo. ¿ Pero no te parece que deberíamos
dejarla que se fuera ?.

390
Sin que Arthur se lo esperara sintió en su mejilla un
revés procedente de la mano del hechicero que le hizo
girar la cara y sangrar el labio inferior.

- ¿ Cómo te atreves a quererle quitar al señor de la


oscuridad lo que tanto tiempo está esperando ? ¡ Eres un
degenerado y un traidor, no mereces estar vivo !.

- ¡ Quiero que me mates ! - Suplicaba Arthur abriéndose


la chaqueta del pijama negro - ¡ Te lo pido por favor !.
- ¿ Te das cuenta que un tirano es más honorable que tu?
¿ Porqué te arrastras de ese modo ? ¡ el señor de la
oscuridad está muy descontento contigo ! ¡ Nosotros no
somos piadosos con nadie y si somos muy orgullosos !
¡ Qué ridículo eres !.

Arthur se llevó las manos a la cabeza llorando, llorando


desesperadamente, y la movía de un lado a otro
gritando. - Sé que mi alma está perdida y por eso te pido
que acabes conmigo, cuanto antes.
- ¡ No te acerques a mi ! - Gritó Lumba - ¡ No queremos
a los débiles ! ¡ Mira lo que hago contigo !.
Le empezó a pegar patadas en el pecho, en la boca del
estómago y en sus genitales. Arthur cayó al suelo de
rodillas y vomitando y de esa manera se quedó doblado.

Los gritos que Lumba daba se oían dentro de la gran


mansión y también fuera, alarmando a los perros que
empezaron a ladrar desesperadamente. Estaban cogidos
con cadenas, de los estirones que daban las rompieron y

391
corrían por los campos despavoridos dando grandes
ladridos. Los animales se habían descarriado y corrían
sin rumbo huyendo quizás del mal que, hacía tiempo lo
estaban oliendo.

Todo el personal de la gran mansión se pusieron en


alerta, algo grave estaba ocurriendo en el dormitorio del
señor Montsir. El mayordomo y Gertrudis, la ama de
llaves, estaban esperando que un mal trance ocurriera de
un momento a otro, puesto que el demonio se había
apoderado de la gran mansión, el mismo día en que el
hechicero llegó a la casa.

Marie y Berta esperaban a Lumba que apareciese en


cualquier momento por la puerta oculta.
Marie vestida de novia, con el rostro triste y llorando,
estaba de pie, a los pies de la cama aterrorizaba, con las
manos cogidas a las de Berta. Berta tenía la mirada
perdida y fuera de sí. Sabía que esa noche sería la última
de su vida.

27

Claire había llevado la maquina de escribir a


la mesa del comedor, se encontraba allí escribiendo
mejor que en su despacho. La noche era fría, pero en la
chimenea ardían gruesos troncos de leña, estaba el
comedor caldeado. Le quedaba poco para terminar el
último capítulo de la novela que estaba escribiendo.
Pronto la podría entregar al editor, que no hacía más que

392
llamarla a su móvil para comprobar cuanto faltaba para
la entrega.
Luna dormía plácidamente a sus pies, y tenía
su cabecita encima de un pie de Claire, de esa manera se
encontraba mejor, sin perder el tacto.

Pierre hacía rato que se había ido a dormir y, la casa


estaba en silencio, sólo se oían las teclas de la máquina
de escribir, y el chisporroteo que hacían los chopos de
leña al quemarse.

La casa se había quedado limpia de espíritus. La niña


encontró su lugar y los demás espíritus también. El que
le preocupaba a Claire era la madre de la niña, Helene,
que su espíritu estaba atrapado por el hechicero, pero
estaba segura de que pronto estaría liberada y al fin
encontraría la paz.

Quien más le preocupaba era Marie, pobre chica, el


calvario que estaría viviendo con esos dos seres
repugnantes cómo eran Arthur y Lumba. Hizo varios
intentos de llamar a la policía para que con una orden
pudiesen entrar en la gran mansión, y ver que era lo que
allí pasaba. Después pensaba de que el momento no
había llegado, y esperaba para que los cogieran
cometiendo un delito, el más terrible que ellos dos
maquinaban.

El sueño le vino de pronto y pudo más que todo lo que


ella quería hacer. Paró de escribir y dejó la hoja de papel
dentro de la máquina a medio escribir.

393
Luna ya conocía los movimientos de Claire, y
rápidamente se puso en pie mirándola a que se levantara
de la silla y subiera las escaleras a su dormitorio. Al
llegar al primer piso se podía bien apreciar la respiración
de Pierre durmiendo.

Entró en su dormitorio seguida de Luna, que sabiendo


donde estaba su cama fue directamente a ponerse
encima de la alfombra. Claire estaba muy cansada, y el
agotamiento era tanto el que tenía, que trataba de dormir
y le era imposible conciliar el sueño. Apagó acostada en
la cama la perilla de la luz, y se quedó boca arriba
pensando en tantas y tantas cosas que le habían sucedido
desde que llegó a esa casa. Pensaba - Quizás si se
hubiese quedado en París, Gilbert estaría vivo - Quizás
también si se hubiese ido con él a París la noche que
sufrió el trágico accidente era posible que viviera, pues
se fue muy preocupado dejándola sola con los espíritus.
Se culpaba a medias, de que Gilbert se hubiese ido para
siempre. Jamás pudo imaginar de que esto pudiese
ocurrir. Creía que su cariño lo tenía para siempre y que
jamás le iba a faltar. Se culpaba a medias porque
también lo hacía responsable a él, por no prestar
atención en la manera de conducir que tenía cuando iba
sólo. Esa noche no pensó en ella, no se acordó que tenía
una esposa que lo amaba con todas sus fuerzas, y que lo
seguiría amando hasta que se encontraran en el más allá.
Quizás tuviese que suceder de este modo tan inesperado,
sólo Dios tenía la respuesta.

394
En el dormitorio la única luz que entraba por los
cristales del balcón, era la de la media luna menguante,
qué majestuosa brillaba a medias en el cielo. En el
dormitorio cómo en toda la casa, estaba todo tranquilo,
el único sonido que se apreciaba era la respiración de
Luna durmiendo.

Mientras que Claire había estado escribiendo en su


máquina, había oído ladrar a los perros de la gran
mansión. ¡ Algo está ocurriendo ! - Pensó en esos
instantes. Después pasado un tiempo no se volvieron a
oír más. Incluso paró de escribir, y fue a mirar por la
cristalera de la galería y miró, pero no vio nada, todo
parecía estar tranquilo.

Claire seguía con los ojos cerrados, y por los dos lados
de la cara, le resbalaban dos gruesas lágrimas que iban
llegando al final de sus mejillas.
De pronto el dormitorio se fue iluminando hasta quedar
una luz débil pero perceptible acompañada de una voz
que Claire reconoció al instante y que jamás olvidaría.

Luna empezó a ladrar y movía su colita. Todos sabemos


que los animales tienen desarrollado el sexto sentido, y
captó a la perfección la visión de Gilbert.
Claire abrió los ojos humedecidos por las lágrimas, y su
sorpresa fue inmensa, y descomunal al ver que en
posición vertical estaba mirándola con una sonrisa
Gilbert.

- Amor - le dijo - no sufras cómo lo haces.

395
Claire sintió que el corazón le salía de la caja. Quiso
esbozar un grito de alegría, pero su garganta no
respondió impidiéndole escuchar su voz. Quería hablar
pero no podía. Su cuerpo se había quedado adormecido,
hizo un gesto para levantar las manos y tocar el rostro
tranquilo y bello de Gilbert, pero sus musculos no
respondieron. Dentro de si sentía una rabia e impotencia
que la observara en aquellos instantes. Sentía que su
cuerpo y todos sus miembros pesaban toneladas que era
imposible de mover. Tenía allí delante al que había sido
y seguiría siendo su gran amor. Probaba de mover la
cabeza de un lado a otro para comunicarse de ese modo
con él.
Lo miraba, y lo miraba, aún más porque era lo único que
iba a tener de él. Lo aceptó cómo un regalo que Dios le
acababa de hacer.
Seguía inmovilizada pero, por dentro tenía una gran
fuerza que la empujó a querer mover la boca para
hablar, pero de su boca no salía palabra alguna. Trataba
de mover los ojos, pero había una fuerza superior a la
que ella poseía que no la dejaba. Sus lágrimas habían
llegado hasta la almohada dejándola mojada.
Jamas antes le había sucedido este incidente cruel en su
cuerpo, con otro espíritu delante.

Los brazos reposaban cómo mazos, a lo largo de su


cuerpo tendido y pesado. Los dedos de sus manos
hacían leves movimientos para moverlos, pero ningún
miembro de su cuerpo le respondía.

396
- Presta atención a lo que te voy a decir - Siguió
diciendo Gilbert sin perder la sonrisa graciosa que le
caracterizaba - Esta noche es el terrible desenlace y caos
en la gran mansión. Cuando yo desaparezca te podrás
levantar. Llamarás a la policía, puede que lleguen a
tiempo antes de que ocurra lo que tu siempre pensabas
que sucedería con Marie. Estaré a tu lado en cada
momento, amor.

Gilbert se aproximó al rostro de Claire, y juntó sus


labios a los de ella. Después se fue elevando y
desapareció.

Los golpes que daba Pierre en la puerta del dormitorio la


hizo venir en su estado normal. Claire se sentó en la
cama, puso sus chanclas en sus pies, se colocó el salto
de cama y se aproximó a la puerta y la abrió. Delante
estaba Pierre, en pijama, con los pelos revueltos.
- ¿ Qué ocurre Claire ? ¿ Porqué ha ladrado Luna ? -
Dijo frotándose los ojos.
- Ya te lo explicaré más tarde. Ahora voy a llamar a la
policía mientras que tu, te vistes - musito saliendo de su
dormitorio.
- ¿ Te encuentras bien ? - Le preguntó al notarle algo
raro, y la precipitación de querer llamar a la policía.
- Estoy muy bien - Respondió bajando las escaleras.
- Llegó al salón y descolgó el teléfono, y seguidamente
marcó el número de la policía de Fontaine Bleau.
- ¿ Policía óigame ?.
- Soy la ... señora Candrier ... Claire, viuda de Candrier.
Tienen que ir rápidamente a la gran mansión que,

397
pertenece al señor Montsir - Dijo con la voz todavía
balbucienta.
- ¿ Quién ha dicho usted que es ? - Preguntó el policía
tranquilo y sin pausa.
- Se lo vuelvo a repetir, viuda de Candrier - Recalcó con
voz lenta.
- ¿ Y que dice que ocurre en casa del señor Montsir ?.
- No puedo darle detalles pero, si no se dan prisa se van
a encontrar cadáveres esparcidos por toda la casa.
- ¿ Cómo sabe usted eso ? ¿ Desde donde nos llama ?.
- Desde mi casa, que es la vivienda que está situada más
abajo de la gran mansión.
- ¡ Ah si ! ¿ Es usted la escritora ? - Seguía preguntando
con lentitud.
- Exacto.
- ¿ Ha visto algo extraño en la gran mansión ?.
- Oiga, ¿ Usted no es policía ? - Dijo Claire algo
nerviosa.
- Por supuesto señora, pero antes de que nos
desplacemos allí a estas horas de la noche, queremos
estar seguros de que está ocurriendo algo inevitable.
¿ Me comprende ?.
- Si desde luego, yo los he prevenido y ahora hagan lo
que quieran.
- Señora, el señor Montsir es un hombre respetuoso, y si
nos presentamos allí para ver que es lo que ocurre en su
casa, con la mano que tiene, que lo puede mover todo,
se nos cae el pelo, si lo vamos a molestar a estas horas,
eso es lo que le quiero hacer entender.
- No puedo explicarme mejor de lo que lo estoy
haciendo, hagan lo que quieran, buenas noches -

398
Terminó diciendo Claire, y dejó seguidamente el
teléfono en la horquilla.
Pierre estaba de pie escuchando, vestido, y con los
brazos cruzados haciendo un movimiento de cabeza.
- ¿ Se niega la policía a ir a la gran mansión ? - Preguntó
frunciendo el ceño.
- Tienen miedo de ir y que no se encuentren con nada
grave. Eso es lo que me ha dado a entender el policía -
Dijo Claire mirando a Pierre pensativa.
- ¿ Sabes tú lo que está sucediendo ?.
- Cuando has oído a Luna ladrar, lo hacía a Gilbert, Ha
estado en mi dormitorio y me ha dejado este mensaje -
Replicó con los ojos llenos de lágrimas.
- ¿ Qué podemos hacer ?.
- Voy a hacer lo que tu has hecho, vestirme para estar
preparada.
- ¿ Crees que vendrá la policía ? - Preguntó Pierre
arqueando una ceja.
- Supongo que si, aunque se mantengan lejos. Es el
trabajo de ellos - Dijo Claire levantándose del sillón y
saliendo del salón dispuesta a subir las escaleras para
entrar en su dormitorio y vestirse.

399
28

Marie y Berta, esperaban encerradas en el


dormitorio, aterradas y descompuestas oyendo los gritos
tan espantosos que el hechicero y Arthur daban. Berta
sentía que la muerte llegaba en cualquier momento,
cuando la puerta oculta se abriera y apareciera Lumba, y
le tratara de impedir llevarse a Marie. En sesenta y dos
años que tenía jamás había luchado por nada ni por
nadie, ahora era la ocasión de demostrarse a si misma de

400
que tenía valor y coraje, se acabó de estar siempre
escuchando con la cabeza baja repitiendo a cada instante
- Si señor lo que el señor mande.

Miró a Marie reflejada en el dolor, aún así estaba


hermosa y bella, vestida de novia. Berta reaccionó de un
modo rápido y decidido, entre tantos gritos y golpes que
se oían, y posando sus manos arrugadas y huesudas en
los hombros de Marie le dijo con voz apagada y tierna a
la misma vez.
- Señorita, le voy a quitar el vestido y todo lo demás, no
tiene que estar esperando a ese hechicero degenerado a
que se la lleve, porque eso no va a suceder, yo no lo voy
a consentir.
- ¿ Berta, sabes a lo que te expones si lo haces ? -
Exclamó Marie sujetando las manos de la criada.
- Si, y me da igual. He vivido ya lo suficiente y tengo
ganas de irme a descansar. Usted no conoce mi vida
llena de privaciones y de humillaciones, he dicho ¡ alto !
Quiero que sea de este modo, a tener que vivir con el
diablo eternamente.

Los sentimientos de Marie habían cambiado desde que


llegó a la gran mansión. El sufrimiento hace que las
personas se vuelvan más indulgentes, vulnerables y
responsables, humildes y bondadosas, es un revés hacia
lo positivo, que en el momento que está ocurriendo no
se entiende hasta que no ha pasado un cierto tiempo y la
mente va uniendo los trocitos rotos, y compone una
figura llena de amor.

401
El vestido de novia había sido colgado en la
misma percha, en el armario, por Berta. La diadema y
los pendientes de diamantes, los había colocado a un
lado del tocador. Marie se había puesto el mismo
vestido que llevara antes, y abrazada a Berta las dos
esperaban.

Se escuchó un fuerte golpe de puerta, procedente del


dormitorio de Arthur. Marie y Berta se miraron
aterrorizadas, pero deseaban que todo acabara lo más
pronto posible, pues ese infierno duraba demasiado
tiempo, habían llegado a un estado que sus cuerpos no
resistían más suplicio. Oyeron las fuertes zancadas que
el hechicero daba al subir por el pasillo. La puerta oculta
se abrió, con un brío descargando una gran violencia, y
en el umbral apareció la figura aterradora e inquietante
del vengativo hechicero. Buscaba con mirada asesina a
Marie vestida de novia.

Gruñó cómo la bestia al descubrir que las dos mujeres


estaban abrazadas junto a los pies de la cama, y que
Marie no estaba preparada cómo el esperaba. Berta y
Marie habían desobedecido sus órdenes, sobretodo
Berta.
- Grrrr - ¡ Malditas mujeres ! ¿ Porqué no habéis hecho
lo que yo he dicho ? - Maldijo enloquecido acercándose
a ellas y cogiendo con furia el débil brazo de Berta para
separarla de Marie.

402
- ¡ Demonio, no dejaré que te la lleves, has de mi lo que
quieras, puesto que soy vieja ! - Gritaba Berta apretada
al cuerpo de Marie.

Lleno de furor, con las manos separó los cuerpos de las


dos mujeres empujando a Marie al suelo. Con su mano
izquierda sostenía en el aire cogida por el cuello a la
inofensiva Berta. Los pies de ella estaban a la altura de
las rodillas del hechicero. Con su mano fuerte y grande
le quitaba a la vieja sirvienta los últimos alientos de su
vida.

Marie yacía en el suelo inmóvil por el terror que estaba


viviendo en esos momentos, con los puños apretados
mordiéndolos con la boca. Su llanto era desgarrador con
gritos que se podían oír por toda la casa. Sus ojos
bañados por las lágrimas pedían auxilio.
- ¡ Déjala ! ¡ No le hagas más daño te lo suplico ! -
Decía con voz ronca.

La cabeza de Berta cayó a un lado de su hombro, con


los ojos abiertos y llenos de espanto, y la boca abierta,
dejó de respirar.
Lumba la dejó caer al suelo mirándola con desprecio y
diciendo con un gesto de asco.
- ¡ Vieja estúpida, has tenido lo que merecías !.
Marie iba reculando hacia atrás, con la mirada perdida,
con un puño dentro de su boca ahogando los gritos que
no podía evitar.

403
Lumba la miraba con crueldad y sanguinismo, movía la
cabeza con los labios apretados. Alargó una mano para
cogerla de un brazo y levantarla del suelo. En esos
instantes se escucharon fuertes golpes que daban los
demás criados al otro lado de la puerta del dormitorio y
gritos que decían.

- ¡ Abrir la puerta, porque sino la echaremos abajo !.

29

Claire acompañada de Pierre llegaron en el


coche de él, y aparcó a un lado de la gran mansión. A
Claire no le cogió por sorpresa que las puertas

404
estuvieran abiertas de par en par y todas las luces
encendidas. Desde fuera podían oírse los chillidos que
estaban dando el personal del servicio, parecía una casa
de locos donde cada uno la estaba formando a su modo.
La policía decidió de ir seguidamente de que Claire
terminara de hablar por teléfono con ellos. Claire no
quiso esperar a que el coche de la patrulla llegaran, en
caso que lo hicieran. Marie estaba en peligro y la tenían
que sacar de la gran mansión cómo fuera, iban para
liberarla del malvado Arthur y del cruel hechicero.
Claire y Pierre cruzaron el umbral con pasos
agigantados, iban corriendo, y subieron las anchas
escaleras de mármol rosa del mismo modo. Cada vez los
gritos se oían más cerca, Claire seguida de Pierre
llegaron al pasillo, delante de una puerta estaba el
personal del servicio que trabajaban en la gran mansión.
El mayordomo pegaba golpes con el puño cerrado, y
decía en un tono de voz alto.

- ¡ Abrir la puerta ! ¡ De todas maneras la vamos a echar


abajo !.

Claire y Pierre se encontraban detrás de los sirvientes,


que no habían advertido su presencia, estaban
encendidos por el hecho y tragedia que estaban seguros
se estaba cometiendo con Marie y Berta. Había llegado
la revolución y empujaban con fuerza golpeando con el
hombro y con los pies, querían romper la puerta, e
invadir el dormitorio de Marie.

405
- ¡ Quiero hablar con Marie ! - Repetía Claire una y otra
vez, pero el griterío que tenían los criados acallaban su
voz.
Pudo coger el brazo de Gertrudis, que colaboraba con
sus compañeros levantando la voz y los brazos pidiendo
que se abriese la puerta.
- ¡ Señora ... está ocurriendo una tragedia ! - Dijo
Gertrudis alborotada al reconocer a Claire.
- ¿ Donde está Marie ? - Preguntó sofocada.
- ¡ Pensamos que está en este dormitorio, si no se la han
llevado a otro lugar !.
- ¡ Necesito hablar con ella y sacarla de aquí ! -
Reafirmó Claire tratando hacerse paso entre los criados.
- ¡ Esta puerta la echo ahora mismo abajo ! - Gritó el
mayordomo.
Claire se había colocado delante de la puerta, y con las
dos manos abiertas, llamaba y llamaba dando fuertes
gritos.
- ¡ Marie ! ¡ Marie soy Claire ! - Repetía continuamente.

Antes de que pudiese decir otra palabra, la puerta se


abrió y apareció sombrío y con mirada demoníaca,
Lumba, el hechicero. Sus frías pupilas traspasaron las de
Claire suaves y aterciopeladas dejando en ella un
escalofrío que recorrió todo su cuerpo. No se derrumbó
por eso, pues varias noches antes se había enfrentado
con el mismo demonio, y su energía pudo mas.
- ¿ Quién me está molestando ? - Dijo con voz ronca y
aguda.
- Quiero que me des a Marie - Exigió Claire con mirada
firme.

406
- Eres una insignificante mujer en mis manos. ¿ Cómo te
atreves a hablarme en ese tono ? ¿ No sabes quien soy ?
- Dijo con palabras, pero que eran más gruñidos.
- ¡ Alguien despreciable, cobarde, y rastrero ! ¡ Que
tiene un cruel pacto con el mal ! ¡ Se bien quien eres !.
- Grrr ¡ Maldita mujer ! ¿ Quieres acabar igual que esa
estúpida criada que hay muerta en el suelo ? - Dijo
arqueando las dos cejas y mirada cruzada, mientras que
con violencia abría más la puerta para que viera que lo
que decía era cierto.

El pobre cuerpo viejo de Berta yacía tirado en el suelo


sin vida, también pudo Claire observar a Marie de pie,
con la espalda apoyada en la pared, con el rostro hacia
arriba, y los ojos cerrados, parecía un alma en pena.
- ¡ Marie ! - Grito Claire - ¡ Ven aquí rápidamente !
¡Este ser inmundo no se atreverá a hacerte nada, porque
su amo satán, se lo ha prohibido! ¡ no le tengas miedo !
¡ Abre los ojos y mírame !.

Marie fue girando despacio la cabeza hacia su izquierda.


Dos gruesas lágrimas le resbalaban por las mejillas, su
mirada era triste y desoladora. Estaba quieta, muerta, sin
intención de avanzar un sólo paso. El hechicero seguía
delante de la puerta impidiendo que alguien entrara o
saliera. Pierre se había quedado detrás de Claire, pero
por encima de su hombro pudo ver a Marie, lo
desfigurada que estaba, no era ni sombra de lo que había
sido.
Fue el amor que había sentido por ella que hizo que
saliera de donde se había escondido, y sin que nadie se

407
lo esperara salió de detrás de Claire y pegó al hechicero
un gran empujón que lo echó hacia atrás, pegando con el
trasero en el suelo. Pierre no era muy alto pero si hábil,
y en cinco zancadas llegó a donde estaba Marie. Ella lo
miraba cómo hipnotizada y no supiera quien era.

Pierre no podía perder más tiempo, porque era lo que


tenía a su favor o en su contra. Cogió a Marie por la
muñeca y estiró de ella hacia la puerta, y antes de salir
el hechicero lo miró, y dando un salto se puso en pie,
corrió hacia Pierre con la intención de quitarle la vida,
pues lo que no iba a soportar es que una mujer y un
joven, se burlara de él. Se tiró al cuello de Pierre,
maldiciendo todo lo que sabía y pasaba por su mente.
Claire entró aprisa al dormitorio, sabía que a ella no le
iba a tocar, pues así fue cómo se lo dijo Gilbert esa
misma noche. Su seguridad era aún mayor porque
también le dijo, que estaría con ella, en cada momento,
cuando se iba aproximando al hechicero. Arthur
irrumpió en el dormitorio por la puerta oculta que
Lumba había dejado abierta, tenía el pelo revuelto, la
camisa rota, y los pantalones rasgados por la
entrepierna. Buscaba con desespero, y corrió con pasos
largos y cansados a donde estaba Lumba, que trataba de
ahogar a Pierre, que luchaba con desespero poder quitar
de su cuello las manos fuertes del hechicero que lo
aprisionaba.

Arthur cogió a Lumba con rabia, por la espalda, tenía


cogido fuerte el cuello de su chaqueta negra y estiraba
de él hacia atrás.

408
-¡ Maldito hechicero ! - Decía dándole patadas en donde
podía - ¡ Te voy a matar, voy a acabar contigo, falso
embustero !.
Lumba soltó la garganta de Pierre, y con mirada llena de
odio, se giró. Su fuerza era descomunal, incontrolable.
Había levantado a Arthur por los hombros dispuesto a
estrellarlo contra la pared, echando por la boca mil
aberraciones.

Entre Claire y Pierre sacaron del dormitorio a Marie que


seguía sin que se diese cuenta de lo que estaba
sucediendo. Arthur y Lumba siguieron una lucha que no
tenía fin. Se golpeaban el uno al otro sin miramiento,
según se lanzaban contra la pared y el suelo, el uno al
otro. Salieron del dormitorio por la puerta oculta,
llegaron a empujones y puñetazos hasta el dormitorio de
Arthur. Los dos grandes cirios estaban encendidos.
Arthur buscaba dislocado dentro de su ataúd el revólver,
rebuscaba entre la tela negra aferrado por el miedo,
poder encontrarlo lo más rápidamente posible, pues si
Lumba lo cogía, ya no podría hacer nada, a parte de que
estaba agotado y las fuerzas lo estaban abandonando,
Lumba era mucho más fuerte que él, y su fuerza lo
superaba, y con manos temblorosas lo encontró, apuntó
y disparó a Lumba dos veces, que estaba cómo a tres
metros de él. Lumba tenía unos hábiles reflejos y las dos
veces que le disparó, las balas dieron contra la pared y
cuando fué a disparar la tercera bala, no salió, porque
eran sólo dos las que tenía. Arthur, se echó encima de su
ataúd buscando desesperadamente el puñal que
guardaba. Lumba advirtió rápidamente que escondía

409
otra arma y se echó encima de Arthur tratando de
quitárselo.
Arthur ya con el puñal en mano se dio la
media vuelta y entre luchas se lo clavó a Lumba en el
vientre, en ese mismo instante Lumba no sintió ningún
dolor y siguió luchando tratando quitarle el arma. Arthur
esta vez se la clavó en el estómago, aquí fué cuando
Lumba se dio cuenta de que ensangraba, pero seguía
luchando con fuerza, una fuerza que para Arthur era
difícil de dominar. Volvió a clavarle así en su cuerpo
diez veces más, y cuando vio que ya estaba en el suelo y
no se movía quiso salir del dormitorio tambaleándose,
los brazos y el cuerpo los llevaba a todos lados y
arrastró con él a uno de los cirios que estaba encendido,
y en esos instantes los cirios que ardían cayeron sobre
los ataúdes, y rápidamente se prendió la tela y de ahí
pasó a las cortinas, todo ocurrió en un segundo. La
madera de los ataúdes ardían como si de un papel se
tratara.
Arthur tenía cogido en su mano derecha el
puñal. Su locura ya no tenía límites, había perdido todo
control. Su nariz sangraba, y su boca también, las manos
las tenía ensangrentadas, buscaba la salida pero con la
locura que llevaba no la encontraba y el humo hizo
oscuro el dormitorio. La puerta estaba cerrada con llave
que Lumba guardaba en el bolsillo de su pantalón. El
estaba herido de muerte y poco podía hacer por salvarse,
y el humo acabó por asfixiarlo, y su cuerpo empezó a
arder, estaba envuelto en llamas, y se fue quemando con
todo lo que había en el dormitorio.

410
Arthur salió a grandes penas por la puerta que conducía
a la puerta oculta, del dormitorio donde había estado
Marie. El fuego también a él lo perseguía, y llegaba con
largas lenguas por el pasillo hasta que llegó al
dormitorio y se prendió. La puerta la había cerrado
Gertrudis con la llave maestra. Después de que sacaran
el cuerpo de Berta.

Arthur se encontró, que no podía salir, y el humo no lo


dejaba respirar. Estaba dislocado, y miraba con espanto
el fuego que corría de una manera rápida por todo el
dormitorio, la cama se estaba quemando con mucha
rapidez y los demás muebles. Iba medio asfixiado, y le
era difícil de respirar - ¡ El balcón ! - pensó apoyado en
la pared y sin fuerzas.
La camisa la llevaba destrozada, iba ensangrentada, y
por las muñecas le corría la sangre de Lumba

El fuego quemaba los tapices de las paredes, y la espesa


moqueta roja, la cama se había quemado.

Con el nerviosismo y enloquecimiento, estiraba con


pocas fuerzas de la manilla de la puerta del balcón, pero
no conseguía abrirla. La calor del fuego la había
bloqueado, pues las ventanas también estaban ardiendo.
Con la mirada perturbada veía por los cristales dos
coches de la policía, y varios agentes que miraban sin
poderlo creer, cómo se estaba quemando la gran
mansión. No daban crédito a lo que sus ojos estaban
viendo, una casa robusta y bien edificada, llena de

411
recuerdos y frecuentada por gente de la alta sociedad, se
venía totalmente abajo por las llamas.

Los bomberos no daban abasto con tres mangueras


disparando agua a los tejados, a los balcones y grandes
ventanales, sin poder controlarlo. El fuego salía por la
puerta principal y se repartía por los laterales corriendo
a gran velocidad. Era estremecedor oír cómo las vigas
de madera ardían. Los campos estaban iluminados por
las llamas que iban alcanzando los jardines y parte de la
vegetación. Tres coches que pertenecían a Arthur
explotaron con la calor que llegaba y se incendiaron.
Arthur quedó atrapado en su propia trampa, pues no
pudo salir de la gran mansión.

El espíritu de Arthur salió de entre las llamas, e iba


perturbado, mirando con terror cómo su cuerpo ardía.
Desde el balcón miraba sin entender cómo habiendo
cinco agentes de la policía, y muchos más bomberos, no
veían que estaba allí entre las llamas. De un salto se
colocó abajo, y fue a ponerse detrás de Marie, que se
hallaba sentada en la tierra mirando despavorida la gran
mansión en llamas. A un lado de ella se encontraba
Claire, y en el otro lado Pierre

Los rasgos de sanguinario no le habían


desaparecido, ni su deseo de seguir haciendo el mal
tampoco. Puso sus manos en la cabeza de Marie, y
acarició sus cabellos. Marie seguía semi-inconsciente,
miraba cómo la casa se terminaba de quemar, pero no se
daba cuenta, no reaccionaba a nada. Lo que había vivido

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era tremendo en un mes y medio, todo lo que tuvo que
padecer, viendo que muerte llegaba de un momento a
otro, por un sacrificio al diablo.

De pronto Marie se sintió mal, y empezó a gritar,


sacudiendo sus cabellos con las manos. Parecía que
hubiese enloquecido, y gritaba desesperada con los ojos
cerrados meneando la cabeza.

A Claire no se le escapaba nada, y cómo habían dos


hombres en el interior de la casa quemándose, pues los
espíritus seguramente se estaban manifestando,
cogiendo a Marie que en ese momento era la más débil,
y aparte de eso había estado en el punto de mira de
Arthur y del hechicero.

Claire cogió la cabeza de Marie y la protegió contra su


pecho hasta que poco a poco se fue calmando. El
espíritu de Arthur volvió otra vez a subirse al balcón, y
observó todo lo que sucedía fuera. De pronto miró al
monte y descubrió a Lumba que le hablaba a Marie
pegado a su cabeza, que protegía Claire.

Arthur pegó un salto, y con la rapidez del rayo, se


instaló junto a Lumba, con la cara encendida, con una
violencia feroz, deseoso de volver a matarlo de nuevo,
Lumba lo descubrió, y los dos allí en el monte se
volvieron a pegar, y a maldecirse.

El uno perseguía al otro queriendo de nuevo darse


muerte. Dos ráfagas de humo gris oscuro corrían

413
alrededor de Claire, Pierre y Marie, por encima de sus
cabezas. Claire advirtió que se trataba de los espíritus de
Arthur y el hechicero persiguiéndose el uno al otro. De
esa manera estarían hasta que sus almas no encontraran
la paz. Vio cómo dos rayos oscuros se alejaban
cruzándose entre sí, pegándose latigazos y
desaparecieron por las alturas del cementerio.

30

414
Dos días después de lo ocurrido, la policía se
presentó en casa de Claire para tomarle declaración de
los hechos.

- Señora Candrier, ¿ Cómo sabía usted que iba a suceder


la tragedia de hace dos noches en la gran mansión ? - Le
preguntó el comisario, sentado en uno de los sillones del
salón, con una libreta en la mano izquierda, y el
bolígrafo en la derecha.
Claire lo miraba fijamente moviendo la cabeza.

- ¿ Alguien la puso al corriente de que este desgraciado


suceso iba a ocurrir ?. Porqué usted nos llamó por
teléfono y nos lo advirtió - Repuso el comisario
esperando una respuesta.
Llamó su atención su compañero que se le oyó
hacer un sonido con la garganta como si tuviera
carraspera. El agente sentado en el otro sillón meneó la
cabeza negando que ocurriera algo.

- ... Mi ... marido ... me lo dijo ... mi marido - Se oyó la


voz de Claire algo débil y cansada, sentada en el sofá, y
junto a ella escuchaba con atención Pierre, pues también
iba a ser interrogado.
- ¿ Usted no es viuda ? - Replicó el comisario extrañado
y lleno de dudas.
- Si.

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El comisario y su compañero se miraron. El comisario
levantó los hombros al mismo tiempo que hacía una
mueca. Su compañero asintió.
- Señora Candrier ¿ Quiere ser más explícita ? - Dijo el
comisario haciendo un gesto con la mano.
- Si desde luego, voy a ser lo más clara posible con
ustedes - Dijo removiéndose en su asiento, y quitándose
con la yema de los dedos algo que le molestaba en el ojo
derecho.
- La noche que mi marido murió en el accidente - Dijo
Claire respirando profundamente - Dos policías vinieron
a darme la trágica noticia, en la declaración les dije que
ese día habíamos estado molestados por los espíritus que
vivían en esta casa.
- ¿ Quiere decir que esta casa está ocupada por
espíritus? - interrumpió el comisario con las pupilas
puestas en las de Claire.
- Estaba. Si le cuento todo el relato no vamos a acabar
en un mes, porque la historia es larga.
- Entonces. ¿ Quién veía los espíritus, su marido o
usted? - Dijo el comisario moviendo la cabeza sin
comprender.
- Yo. Los veía, y los seguiré viendo yo, porque nací con
esa facultad. Cómo les iba diciendo, ya presté
declaración a dos de sus compañeros, y los puse al
corriente de mi mediumnidad.
- A ver a donde quiere llegar porque todavía no la
entiendo.
- La noche que ocurrió la tragedia en la gran mansión
estaba yo acostada pero, no tenía sueño. Tenía la luz
apagada ... y el espíritu de mi esposo que en gloria esté,

416
vino y me habló. Me dijo lo que iba a suceder esa misma
noche en la gran mansión. Me advirtió también de que
los llamara a ustedes. Eso es todo.

El comisario de ojos pequeños y de pupilas brillantes, se


echó hacia atrás del sillón, tratando de imaginar cómo
podría ser un espíritu, y el relato tan increíble que Claire
estaba dando.
- Señora Candrier - Dijo el otro policía llamando su
atención ¿ No les tiene miedo ?.
- No - Negó con la cabeza.

El policía miró al comisario levantando los hombros con


gesto de confusión y quizás también de miedo.
- ¿ Porqué se presentó usted y el señor Lambriere aquí
presente en la gran mansión antes que la policía ? -
interrogó el comisario.
- El tiempo avanzaba, e iba en contra de Marie que la
tenían secuestrada para hacer un sacrificio satánico con
ella.
- ¿ Cómo sabe usted también eso ? - Preguntó el
comisario abriendo espantosamente los ojos.
- Dentro vivía un hechicero que tenía contacto con el
diablo, y la señorita Marie era el cebo. ¿ No saben
ustedes que al diablo le ofrecen sacrificios humanos ?.
- ¡ Si, si, claro que estamos al corriente !. De hecho
hemos esclarecido dos casos de estos rituales
espantosamente odiosos. ¿ El señor Lambiere vive aquí
con usted ? - Le preguntó, al mismo tiempo que miraba
a Pierre.
- Si.

417
- ¿ Desde hace mucho tiempo ?. Que me responda él por
favor.
- Dos semanas aproximadamente - Respondió Pierre con
las manos apoyadas en sus rodillas, y mirada lánguida.
- ¿ Conocía usted a la señorita Marie Lembrier ?.
- Si. Trabajaba en Fontaine Bleau. En la gran avenida en
una tienda de zapatos y, yo también en la misma
avenida en una tienda de muebles. Éramos grandes
amigos, ella también iba a vivir aquí.
- ¿ La señorita Lembrier y usted juntos ?. Quiero decir,
¿ en la misma habitación ?.
- No. Solo éramos amigos. Marie tenía una habitación y
yo otra.
- ¿ Que causa la llevó a la gran mansión ?.

Pierre miró a Claire para que fuera ella quién


respondiera. Claire respiró profundamente quitando con
las yemas de los dedos una débil pero extendida sudor
que cubría su frente. Miraba cansada al comisario.
- A las dos noches de estar durmiendo aquí - Dijo Claire
- Marie subía las escaleras para irse a dormir. No había
pasado ni diez segundos cuando la oí que gritaba
desesperadamente llamándome. Me apresuré a ir y,
cuando llegué a donde empiezan las escaleras, era
horrible lo que había. Las escaleras estaban que
rebosaban por las baldosas y por los filos, de inmensas
cucarachas de tres colores, las había rojizas, negras y
amarillentas, creo que debían medir, unos cinco
centímetros, con largas antenas que causaban pavor.
Marie tenía cubiertos los pies por esos asquerosos
insectos, gritaba enloquecida pegando saltos, bajaba un

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escalón y subía otro, pero daba igual porque el pasillo
de arriba y las escaleras estaban repletas de grandes e
inmensas cucarachas. Ella me pedía que la ayudara, pero
es que yo no podía subir, le repetía una y otra vez que
bajara las escaleras. Cuando al fin bajó dando saltos,
salió huyendo de la casa, y al salir por la puerta me dijo
- Que iba a pedir ayuda al señor Montsir.

La luz se cortó por la tormenta que había esa noche. El


señor Montsir la retuvo con mucha astucia, porque sabía
muy bien mentir sin que se le notara.

El comisario y su ayudante escuchaban esta larga


declaración que con angustia pudo Claire acabar. Pierre
estaba horrorizado con el semblante transformado en
tragedia y los ojos bañados en lágrimas - ¡ Pobre Marie !
- Debió pensar.
- ¿ Cómo acabó esta historia de las cucarachas ? -
Preguntó el comisario con precaución.

- Cuando hubo pasado quizás una hora de que Marie


huyera a la gran mansión - Aclaró Claire - Se fueron
retirando y entraron por un rincón de la galería que se
comunica con el sótano. Hay una grieta y por esa rendija
se fueron de dos en dos.

- Entonces tienen que estar en el sótano - Afirmó el


comisario.
- No sé exactamente, porque al día siguiente de este
suceso, bajé, y estuve mirando por todos lados sin
resultado. Fue la niña quién las atrajo aquí.

419
- ¿ A qué niña se refiere ? - inquirió el comisario algo
confuso.
- Al espíritu principal que habitaba esta casa, a la hija
del señor Montsir - Respondió al mismo tiempo que
afirmaba con la cabeza.
- ¿ La niña que murió en el accidente con su madre ?.
- Esa.
- No debe de ser fácil para usted seguir a los espíritus, y
que la sigan - Dijo el comisario comprendiendo la
situación de Claire.
- Estoy acostumbrada - Dijo con un suspiro.
- Quiero que volvamos ahora a la señorita Lembrier. He
oído de que iba a contraer matrimonio con el señor
Montsir ¿ Es cierto ?.
- Si. Pero esa es otra historia - Dijo Claire cerrando los
ojos y cubriendo las sienes con sus dedos tratando de
relajarse - Repuso pasado treinta segundos - Cuando la
señorita Lembrier esté recuperada de este trauma, se lo
podrá contar ella misma.
- Esta mañana la hemos ido a ver a casa de sus padres
donde se está recuperando, nos recibió su padre el señor
Lembrier. Nos ha comentado que su hija Marie se
encuentra mal, y no está para prestar declaraciones.
Creo que este asunto, nos va a llevar varios meses de
investigación, cómo todos los que presentan grandes
problemas. ¿ Ha podido usted hablar con ella ?.
- Todavía no, espero a que se recupere porqué lo
sucedido es muy fuerte y estará traumatizado para
mucho tiempo.

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Habían transcurrido seis meses de la tragedia
ocurrida en la gran mansión. Pierre iba con frecuencia a
visitar a Marie, y le hablaba de cosas que la hiciera reír,
pero jamás le comentaba nada sobre Arthur ni de lo que
ocurrió.

Las visitas cotidianas de Pierre le alegraban, aunque


sentía vergüenza por todo lo ocurrido, se sentía bastante
culpable por haberle dado pie a Arthur guiada por la
codicia. De lo que sufrió, y tuvo que soportar mes y
medio que duró su encarcelamiento. La hizo ser más
razonable y responsable, antes de hablar pensaba en lo
que iba a decir, medía sus palabras y sus frases. Estaba
trabajándose a si misma para no volver a errar, había
pagado muy caro sus aires de princesa. Y una de las
cosas ocurridas en la gran mansión y que no olvidaría,
era a la pobre Berta. La de noches que no podía ir a
dormir porque tenía que quedarse para vigilarla a ella.
El miedo que pasó por su culpa, y lo que es peor el
modo en el que murió, en manos de un hechicero
endemoniado y asesino.

Había llegado a un punto de comprensión de estar


segura de que ese error suyo lo pagaría, si no antes
después. La vida es justa y no se queda con nada de
nadie. La experiencia que recibió en un mes y medio, es
la que una persona puede obtener cuando llega a los
ochenta años de edad.

422
Pierre seguía enamorado de Marie, y se lo demostraba
día a día con su paciencia y su entrega total. Sabía que
tardaría dos ó tres años, en que ella le dijera el sí quiero.

Claire había empezado a escribir otro libro. El primero


que escribió en la casa había tenido mucho éxito. Ahora
su editor le daba prisa para que acabara pronto la
biografía en novela de Gilbert y de ella, que relataba dos
grandes amores con mucha pasión.

Era el mes de diciembre, el bosque estaba gris oscuro y


algo desolado, con los árboles sin hojas, el frío si que se
dejaba ver y también las grandes lluvias que bajaban
cómo torrentes del monte.

La gran mansión estaba empobrecida sólo con el


esqueleto de las paredes ennegrecidas, por el fuego y el
humo.

Claire se había deteriorado y envejecido por el


sufrimiento que le dieron los espíritus en esta casa, y
aún todavía lo que es más tremendo, la muerte
inesperada de Gilbert. Pensaba en él, constantemente. El
destino podía cambiar la vida de una persona en un
instante, cómo le sucedió a ella.

Frente a la chimenea había puesto la mesa del salón y


encima la máquina de escribir. En la casa hacía bastante
frío, este invierno se anunciaba con muchas heladas.
Apenas salía de la casa y cuando la nevera y la despensa

423
se quedaban vacías, hacía una llamada al supermercado,
y daba una lista de lo que necesitaba y se lo llevaban.

Esta biografía novela le estaba costando mucho


escribirla, eran muchas veces las que paraba porque los
ojos se le inundaban de lágrimas, recordando los
momentos felices vividos con Gilbert.

Luna era un gran consuelo para Claire que no soportaba


verla llorar. Luna también lloraba cuando Claire no se
podía contener, y pedía lloriqueando que la subiera en
su regazo para tranquilizarla y darle besitos.
Pierre seguía viviendo en casa de Claire, iba sólo a
dormir por las noches, y había veces que se iba a dormir
tarde por hacerle compañía y hablar con ella de cosas
profundas que Claire iba sobrada y a Pierre le faltaba.

Llovía sin parar, la lluvia aporreaba sin piedad


los tejados, los cristales de los grandes ventanales, y de
la galería. La luz empezaba a hacer estragos con
temblores que venían y desaparecían, y pequeños
apagones que duraban tres segundos.
Eran las dos de la madrugada y Claire paró de escribir,
no lo hacía porque tuviese sueño sino porque de un
momento a otro se iba a quedar sin luz eléctrica.

En el brazo de un sillón había dejado doblada una manta


a cuadros de dos colores rojo y amarillo. Desdobló la
manta cuidadosamente y se cubrió el cuerpo, se fue a
sentar en la mecedora que posaba a un lado de la
chimenea.

424
Luna dormía en una pequeña alfombra a un metro del
fuego. Abrió los ojos cuando Claire se sentó en la
mecedora, la estuvo observando unos instantes y optó
por levantarse e ir con ella, era consciente de que Claire
se encontraba muy sola, y sólo se tenían la una a la otra.
Se puso de pie con las manos en las rodillas de Claire
pidiendo que la subiera en su regazo. Cuando lo
consiguió empezaron sus juegos habituales mordis-
queándole las manos, al mismo tiempo que le daba
besitos. Todavía era cachorro, sólo tenía nueve meses, y
no crecería más. Pesaba entre tres y cuatro kilos, para
Claire era un alivio tenerla. Con la perrita jugaba largos
ratos y le hacía olvidar sus penas.

La luz se apagó, al parecer Claire no se dio cuenta o la


tenía sin cuidado porque se lo esperaba. Con Luna en
brazos miraba la llama que ardía de tres troncos gruesos.
La voz de Pierre la hizo volver a la realidad.
- ¡ Hola Claire ! ¿ Tampoco tu puedes dormir ? - Dijo
entrando en el salón, con pijama, un batín de felpa
marrón atado con dos nudos a la cintura, y zapatillas de
paño a cuadros marrones.
- ¿ El agua que cae no te deja dormir ? - Dijo Claire
volviendo la cara - Repuso - Acerca el sillón y
charlaremos un rato.
Pierre obedeció la sugerencia de Claire y trajo el sillón
cerca de ella.
- ¿ Sabes una cosa Claire ? - Dijo Pierre sentado en el
sillón a medio metro de distancia de ella.
- ¿Qué ?.

425
- Pues que siempre he pensado preguntarte si sabes que
es la ouija. ¿ Qué tontería no ? preguntarte eso a ti.
- ¿ Y tu sabes lo que es la ouija ?.
- Sólo de oídas, pero por lo que me han comentado,
tiene que manejarla y dirigirla alguien que sepa. Me han
contado casos de gente joven e inexperta que se sienten
atraídos por ese juego, yo lo llamo así porque no sé
exactamente lo que es.

Claire escuchaba al mismo tiempo que asentía con la


cabeza.
- ¿ Qué has oído decir de la Ouija ? - Preguntó Claire
con el entrecejo fruncido.
- Un día me contó un amigo mío, que tenía por
costumbre reunirse una vez al mes, con otros amigos y
amigas, para hacer la ouija. Hacían preguntas y la ouija
respondía. Una noche, un joven que tenía por costumbre
de asistir, llevó con él a una chica y la presentó a los
demás cómo su amiga. Ella quería averiguar de que se
trataba y su curiosidad era grande de ver cómo
invocaban a un espíritu. Cuando empezaron la sesión, el
vaso apuntaba a la chica varias veces, después el vaso se
paró en cuatro letras. Puta. Todos se alarmaron porque
desde el tiempo que hacía que lo practicaban esa noche
era la primera que se insultaba a alguien.
Cuando terminaron la sesión, todos se fueron, este joven
vino con la moto con esta chica, y al irse tuvieron un
accidente. Él quedó ileso, y la chica murió en el acto -
Terminó Pierre el relato asintiendo y apretando los
labios.

426
- Parecido a este hecho conozco varios. La curiosidad es
la peor enemiga para un espíritu, detesta que se le
observe, y aún menos que vengan a reírse personas sin
cualidades psíquicas, porque todo este mundo es
desconocido para ellos, y entran sin saber en la psique
de los espíritus. Es peligroso hacer la ouija sino se sabe
hacer o sino se tiene respeto.
- ¿ Has hecho tú alguna vez la ouija ? - Preguntó Pierre
llevando sus manos a la cabeza para alisar su abundante
pelo.
- Cuando era joven la hacía yo sola, o con otros
médium. Jamás dejé que entraran en estas sesiones
personas que no tuvieran cualidades. Hace bastantes
años que no la práctico, no lo necesito.

- ¿ Cómo te sentías cuando hacías una ouija ?.


- Me sentía bien, muy bien - Dijo riendo.
- ¿ Te atreverías hacer ahora una ?.
- ¿ Yo sola ó contigo ?.
- Tú y yo.
- ¿ Sientes curiosidad ?.
- Creo que lo mío no es curiosidad, me gustaría saber lo
que se siente. ¿ Entiendes lo que te quiero decir ?.
- Si. Y creo que estás preparado para hacer una sesión,
pero no de ouija sino de espiritismo.
- ¿ No es lo mismo ? - preguntó removiéndose en el
sillón con deseos de empezar.
- No lo es. La ouija es para principiantes que esperan
obtener una respuesta por mediación del vaso y de las
letras que lo compone. Y el espiritismo se entra

427
directamente con la psique del espíritu, si es que quiere
venir cuando se le llama ¿ Nos preparamos ?.
- ... Si ... ¿ Crees que no me voy a desvanecer si siento o
veo algo que no estoy acostumbrado ?.
- Todo es empezar, y tienes que ir acostumbrándote,
porque te veo con muchas facetas de médium. Vamos a
la mesa del comedor - Dijo Claire depositando a Luna
en el suelo.
- ... no ... hay luz, ¿ es bueno que no la haya ?.
- Mejor así - repuso mientras que se sentaba en la silla
que ocupaba la mesa.
Pierre se sentó a su lado , pero Claire le recomendó que
se sentara frente a ella.

Empezó a levantarse mucho viento, que hacía traer la


espesa lluvia a los cristales de los grandes ventanales,
parecía por momentos que alguien llamara en los
vidrios. La luz de un relámpago iluminó el salón, y un
segundo después el estruendo del trueno hizo temblar
los cristales. Luna se asustó y corrió a los pies de Claire
pidiendo protección.
- ¡ Luna, no te asustes, sólo es un trueno ! - Le dijo para
tranquilizarla al mismo tiempo que la cogía y la sentaba
en la silla que había a su lado.
- Claire, ya me dirás que es lo que tengo que hacer -
Dijo Pierre mirando su rostro que lo podía ver por el
reflejo de las llamas de la chimenea.
- El espíritu de Helene está todavía sin haber encontrado
la paz. Ahora es el momento de invocarla, a ver si se
quiere manifestar, esperemos que esté en buenas

428
condiciones, me refiero a que no esté demasiado
transformada por el mal.

En ese mismo instante otro rayo cayó muy cerca, y al


segundo otro trueno hizo temblar la casa. La puerta
vibró, y con un gran zumbido se abrió de par en par
golpeando varias veces, la pared. Tanto Claire como
Pierre saltaron de su asiento poniéndose de pie. Luna
empezó a chillar llena de terror.
La lluvia entraba en gran cantidad y la galería se estaba
encharcando. Con pasos rápidos Pierre fue a cerrar la
puerta, y en el momento que la estaba ajustando, una
gran fuerza la abrió de nuevo, y Pierre salió despedido a
la mitad del pasillo, se quedó sentado en el suelo con la
cara descompuesta. Claire corrió en su ayuda, pero antes
de llegar a donde él estaba. La silueta de Helene
desmarañada y con mirada derrotadora, el entorno de los
ojos, rojizo, los labios morados y secos, desafiaba a
Claire. Avanzaba hacia ella lentamente, con los pies
descalzos, las manos abiertas y mirando todo lo que se
podía cruzar en su camino.
Pierre se había puesto en pie y fue de nuevo a cerrar la
puerta.

- ¡ Pierre, quédate donde estás ! - Le gritó Claire.


- ¿ Qué ocurre ? - Dijo Pierre después de cerrar la puerta
y entrando en el salón. No comprendía porqué Claire le
había dicho gritando que se quedara quieto.

429
La veía cómo a tres metros de la chimenea de pie y
mirando hacia donde él estaba. No podía ver con
claridad que ocultaba su rostro.
- Pierre, coge un leño ardiendo y ven a donde yo estoy.
- ¿ Que coja qué ? - Contestó Pierre desconcertado sin
entender lo que Claire le decía.
No tuvo tiempo a que Claire le sugiriera nada más,
porque estaba detrás de Helene, que se volvió hacia él, y
lo cogió de un puñado por las solapas del batín, y lo
lanzó al otro extremo del salón. Pierre cayó de bruces
contra la pared, se quejaba de la cabeza y llevaba sus
manos para comprobar que no tuviese una herida, al
mismo tiempo que decía asustado. ¿Que está pasando
Claire ?.
- ¡ no te muevas ! - Gritó de nuevo.
- ¿ Porqué ? ¡ Dime que me está pasando ! esta maldita
luz tendría que haber venido hace ya rato !.

Claire iba rodeando despacio a Helene que la miraba


con desesperación y con ansia de cometer un acto
trágico. Claire quería llegar hasta la chimenea y coger
un palo de los que estaban ardiendo. Los espíritus tienen
también su inteligencia, y con malicia la iba observando,
conocía cuales eran sus intenciones.

La mesa del salón con la máquina de escribir


encima, saltaron por los aires. Claire no miraba lo que
Helene iba tirando por su paso, trabajo tenía de no
quitarle la mirada de encima. El espíritu de Helene era
cruel y despiadado, sus perversos deseos era matar.
Lumba y Arthur la destruyeron y la endiablaron. Helene

430
no tenía la culpa de cómo se comportaba su espíritu. Un
hechicero que trabajaba para el mal, la había satanizado.
Para que Helene encontrara la paz tenía que arder para
que su espíritu se purificara y encontrara la luz.

Un reloj colgante que decoraba la pared de la chimenea


Helene lo descolgó y con furia lo tiró en medio del
comedor rompiéndose en pedazos. Todo lo iba haciendo
despacio mientras que seguía a Claire para que no se
acercara al fuego. Pierre había seguido el consejo de
quedarse en donde estaba, no veía lo que estaba
sucediendo. Miraba a Claire de lejos y en la oscuridad,
no entendía porqué no hablaba, y se desplazaba tan
lentamente. Suponía que debía haber entrado en la casa
un espíritu que fue quién lo tiró por los aires dos veces
haciéndole un daño tremendo, y ahora tiraba mesas,
relojes, sillas y cuadros colgados en la pared.

Claire estaba junto a la chimenea, observando a Helene


para no perderla de vista mientras que de reojo miraba el
tronco ardiendo que para ella fuera más fácil de coger y
no quemarse.

Helene estaba a un metro de Claire, la miraba con


osadía esperando sin prisa que se acercara al tronco de
leña ardiendo.
Claire, al principio quiso tener una leve
conversación telepática con Helene, pero se dio cuenta
de que era imposible, no atendía a razones y sólo quería
hacer el máximo daño. Estaba preocupada por Luna,
hacia rato que no la había visto ni oído chillar. Estaba

431
haciendo el gesto de inclinarse de medio lado en el
borde de la chimenea para coger un tronco de pino que
ardía y que ella pudiese manejar - Dijo a media voz -
Pierre, ¿ Luna está contigo?.
- Si Claire, la tengo en mis brazos - Respondió Pierre
con voz floja para no asustar a un espíritu que él no veía,
y que seguro estaba allí.

Helene se distrajo mirando a Pierre, y se dio la media


vuelta para volver de nuevo a hacerle daño. Ese era el
momento que Claire actuara. Cogió por la punta de
abajo un trozo de pino que ardía con llama, fue tras de
Helene. En esos instantes Helene se volvió hacia Claire,
y Claire puso la llama en la cara de Helene.

Se le prendieron los pelos estropajados que tenía, la cara


según se iba quemando se transformaba en rostros
distintos de ella, de cuando era niña, y adolescente, y un
poco antes de que tuviera el accidente. Gritaba con voz
sorda de ultratumba.

Helene enloquecida iba tras de Claire con las manos


abiertas y la boca también gritando. Claire caminaba de
espaldas hacia la puerta y de cara a
Helene que cada vez iba quedando menos de ella.

Claire abrió la puerta con la mano por detrás de la


cintura. Fuera llovía a cántaros y salió para bañarse con
agua caída del cielo, y esperaba inquieta que saliera lo
poco que quedaba de Helene. Era una línea azulada,
salió de la casa, subió hasta el monte por encima de los

432
árboles y desapareció en el aire. Claire la seguía con la
mirada y dijo.

- Helene, ahora eres libre, busca la luz, y en la luz


encontrarás la paz.
Claire seguía con la mirada al punto que subía cada vez
más al cielo, y se convertía en un puntito de luz
brillante. Al quemarse el fantasma de Helene, su espíritu
se liberó de todos los males.
Claire necesitaba una ducha de agua de lluvia, y nada
mejor que la gruesa y espesa agua venida del cielo, para
ella era lo mismo que si se duchaba con agua bendita.
Con los pies descalzos y el rostro mirando al cielo se
pasó unos minutos hasta que salió fuera Pierre con Luna
en los brazos. Claire le hizo un gesto con la mano para
que se aproximara a ella. Iba sin batín y sin calzado, lo
había perdido dentro de la casa con la lucha que Helene
descargó sobre él.

- Claire ¿ Era el espíritu de Helene ?.


- Sí.
- ¿ La has visto ?.
- Si se ha querido manifestar, y me hubiera gustado que
tu también la hubieses visto. Tenia ganas de matar y la
tomó contigo porque sabía que tu no la podías ver, no
pude hacer nada cuando te lanzaba de un lado a otro,
bastante trabajo tenía yo de no perderla de vista, pues si
me hubiera distraído es posible que me hubiese hecho
peor de lo que a ti te ha hecho.
- Yo soy un hombre y no tengo la sensibilidad que tienes
tu para ver a un espíritu. Desde el primer momento que

433
fui a cerrar la puerta y me lanzó a tres metros, supe que
se trataba de su espíritu. Estaba seguro que no se trataba
de los espíritus que nos encontramos sus huesos
emparedados en el muro de mi dormitorio.
- También tienes tu dotes de médium, de lo contrario no
hubieses llegado a esa conclusión tan rápidamente.
- No sé exactamente si lo mío es esa energía que tu
tienes de médium, y que está trabajando contigo las
veinticuatro horas, yo no veo a los espíritus como tú -
Dijo quitándose con una mano toda el agua que le
chorreaba por la cara, las orejas y la barbilla. Luna
también estaba mojada, pero menos, porque Pierre
cubría su cuerpecito con el de él, sólo su cabecita la
tenía al descubierto.
- Estoy segura que tu también eres médium, de lo
contrario el espíritu de Helene no se hubiese fijado en ti.
Puedes ser médium sin ver a los espíritus, no todos los
médium los ven, pues para eso hay que ser videntes.

Pierre se quedó con esto que Claire le dijo, le gustaba la


idea de entrar en ese mundo fascinante y desconocido
para él, aunque el espíritu de Helene lo tratara mal
seguro que todos los espíritus no eran lo mismo -
Pensaba. Y si Claire le había dicho que tenía esa
facultad, es que era verdad. Una médium de toda la vida
cómo era ella, en esto no se podía equivocar. Se quedó
mirando al monte en el lugar donde seguía la gran
mansión en ruinas y desolada.

434
- Claire ¿ Has visto el espíritu de Arthur ? - Preguntó
Pierre sin mirarla, con la vista puesta en lo que quedaba
de la gran mansión.

- No, pero estoy segura que debe de estar en donde tenía


sus bienes. Su espíritu estará dentro de las ruinas de la
gran mansión, donde tenía su caja fuerte y sus ricas
pertenencias.
- ¿ Porqué ocurre eso ?.
- Pues, porque una persona avara cuando muere quiere
llevarse consigo todas las riquezas que poseía, pero
cómo eso no puede ser, hace guardia para que nadie se
las lleve.
- Pero sino queda nada, se quemo todo.
- Si, pero estos espíritus no lo ven de esa manera,
observan los montones de billetes que habían tenido,
joyas y demás riquezas.
- ¿ Aunque ya no estén ?.
- Así es, para ellos era el lugar donde se hallaban todas
sus riquezas.

Pierre miraba el lugar de la gran mansión quemado al


mismo tiempo que asentía con la cabeza, asimilando las
palabras de Claire. La miró y le preguntó.
- ¿ También el hechicero está con él ?.
- Puede que si, que todavía estén peleando juntos, es una
guerra que los espíritus emprenden por desavenencias en
la tierra, y cómo este espíritu estaba cogido por el mal y
pertenecía al diablo, estará llevando toda la existencia
que le quede, luchando para derrotar a los que fueron

435
sus enemigos, aquí en la tierra, es una guerra que jamás
acabará entre el bien y el mal.

436
32

Las relaciones entre Pierre y Marie habían


llegado a un buen termino, incluso habían hablado de
boda. Pierre que creía que sería más difícil de que Marie
saliera y se moviera en la sociedad, no fue así. Un
psiquiatra y un psicólogo la ayudaron mucho a olvidar
lo que había pasado, pues por ella misma le era
imposible, y le hicieron comprender que los crueles y
despiadados culpables estaban muertos, y nada podía
temer de ellos, con esa conclusión llegó Marie a un
acuerdo consigo misma.

Respondió a todas las preguntas que la policía le hizo.


Lo pasó bastante mal cuando tenía que recordar los días
y las noches que pasó con la pobre Berta. Intentaba
olvidar la imagen que le venía de Berta muriendo
ahogada por la mano asesina de Lumba. Esa imagen es
la que la iría atormentando todo el resto de su vida.

Claire estaba al corriente de la decisión que habían


tomado Pierre y Marie de contraer matrimonio. Cada
noche Pierre hablaba con Claire de Marie, estaban los
dos muy enamorados. Claire en una ocasión que fue a
visitar a Marie a casa de su padres, se lo manifestó. La
encontró con fuerzas para seguir viviendo, le habló de
proyectos de boda con Pierre con una gran ilusión.
Había madurado bastante en sólo seis meses que hacía
que había pasado el gran terror al que fue sometida.

437
Estaba en los pensamientos de Claire de
hacerles un gran regalo para que de ella se acordaran
siempre, igual que ella jamás los olvidaría - Ojalá sean
felices y tengan los dos una larga vida - les deseaba.
Una mañana temprano Claire salió de la casa y llevaba
con ella a Luna, montaron en el automóvil, y la
dirección era París. El piso que había compartido diez
años con su gran amor Gilbert, iba para recoger todas las
pertenencias de ellos dos, y recuerdos que habían vivido
con ellos tantos años, se los llevaba a la casa de
Fontaine Bleau. La ropa, chaquetas, pantalones, camisas
y jerseys juntos con los varios pares de zapatos, los
llevó a una parroquia para que lo repartieran entre los
pobres.
El piso lo dejó amueblado cómo ellos lo tenían a punto
de ser habitado de nuevo. Antes de salir del dormitorio
echó la última mirada, en sus oídos resonaban las
palabras dulces y cariñosas que Gilbert, le decía cuando
los dos se estaban amando. La visión de los dos le venía
y le era difícil mantenerse quieta allí delante, la energía
de Gilbert aún seguía allí viva. Acarició el dormitorio
con sus manos cómo si estuviera acariciando el rostro
cálido y risueño de Gilbert, sus ojos estaban inundados
por las lágrimas. Se hubiese quedado esa noche a dormir
en la cama donde ellos tanto se amaron infinidades de
veces, pero tenía que regresar a la casa. Esa noche tenía
que acabar el último capítulo de la biografía que estaba
escribiendo de Gilbert y de ella, le había prometido al
editor que dos días después se le entregaría. Estaba
contenta porque pudo escribir pasajes de su vida cuando

438
era muy feliz, cuando pensaba que a Gilbert lo había
puesto Dios en su camino para que caminaran juntos, les
dio un soplo y se enamoraron.

La festividad de Navidad había llegado, los campos y


montes resplandecían de nieve lisa, y sin señales de
hombre o animal que caminaran por encima. Los padres
de Claire hablaron por teléfono con ella. Varias veces
para convencerla que se fuera unos días con ellos y no
se encontrara sóla en estas fechas tan solemnes, a Lyón
que era donde ellos se habían hecho una casa y vivían
retirados. Claire se negó a ir, alegando y era cierto, de
que estaba bien en su casa, no tenía entusiasmo de que
llegaran estas fiestas, poco deseadas por ella, puesto que
la persona con la que había compartido tantas navidades
ya no estaba, y para ella era un absurdo.

Pierre por seguir la costumbre familiar fue a casa de sus


padres a Nemours, al pueblo donde había nacido, sólo
para el veinticinco de Diciembre cómo observaba en la
tradición.
El día uno de Enero amaneció con un sol espléndido.
Los campos aún conservaban la nieve escarchada por el
frío que día y noche guardaba.
Claire observaba los montes blancos por detrás de los
cristales de la ventana del salón, con una taza de café
humeante en la mano derecha que iba bebiendo a
pequeños sorbos.
Los cabellos los había peinado ligeramente y sujetos
atrás de la nuca con una cinta marrón. Encima del
pijama llevaba un salto de cama atado a la cintura con

439
un nudo y un lazo, era de un tisú grueso, blanco, con
florecitas rojas y amarillas, y unas zapatillas cerradas
marrones.
Luna dormía plácidamente estirada encima de su
alfombra frente a la chimenea. Desde que había
empezado las grandes nevadas ese era su lugar.
El timbre del teléfono sonó. Claire retembló al
escucharlo, estaba sumergida en el panorama que
ofrecían los campos, y en sus pensamientos. Sonó dos
veces más hasta que llegó y descolgó.

- ¿ Diga ?.
- ¡ Claire feliz año ! - Era la voz de Pierre.
- ¡ Feliz año Claire ! - Se oyó seguidamente la voz de
Marie.
- Feliz año para vosotros. ¿ Cómo estais ? - Dijo Claire
más animada.
- Bien, bastante bien - Dijo Marie - Repuso - Hemos
pensado Pierre y yo de ir esta tarde a hacerte una visita,
sabemos que estos días no te has movido de la casa,
también, queremos darte una sorpresa que sabemos te va
a alegrar.

- Ya sabéis que estoy encantada de recibiros - Dijo


Claire con voz risueña - Pues sois parte de mi familia.
- Iremos pronto, justo después de que hayamos comido
con mi familia. Pierre tiene que volver a traerme y
después volver ahí.
- Me gusta la idea y también verte a ti, y daros otra
sorpresa que os tengo yo preparada.
- Bueno, pues entonces nos despedimos hasta la tarde.

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-. Hasta luego cariño - Dijo Claire poniendo el teléfono
en el horquilla.

La mañana pasó rápidamente. Estuvo Claire metida en


la bañera tres cuartos de hora, se había preparado un
baño con agua caliente y sales relajantes con perfume a
lavanda. De esa manera calentaría sus huesos y le daría
vigor a su cuerpo.

Estaba esperando por detrás de los cristales de la


ventana del comedor la llegada de Marie y Pierre en sus
dos caballos gris. La carretera estrecha que llegaba hasta
la casa, debía de mantener aún nieve, pues Claire hacía
bastantes días que no cogía el coche. Escuchó el ruido
del motor cansado por la pendiente y miró la hora en la
esfera de su reloj, y marcaba las cuatro de la tarde. Los
focos del pequeño vehículo aparecieron reflejados en el
suelo del invernal jardín. A esa hora la luz del día se
estaba yendo y el frío apretaba más.

El sonido del claxon hizo a Claire sonreír y agitar la


mano, al verlos por detrás del parabrisas, fue hasta la
puerta y la abrió.
Marie estaba delante de Pierre sonriente y
feliz, algo más mayor, no por los años, porque seguía
teniendo veintidós, sino por la experiencia que había
tenido y que la hizo envejecer interiormente, pero este
reflejo se notaba también en su físico.
Claire era muy expresiva y abrió los brazos
todo lo largo que le daban para acoger en ellos a Marie y
a Pierre, los tres se fundieron en un abrazo. Cuando se

441
despegaron, Claire les dijo manifestando su alegría, y
cruzó por delante de su pecho, la chaqueta beig de lana
que llevaba puesta, y debajo una blusa de seda azul
marino haciendo juego con la falda y mocasines.
- ¡ Entrar dentro, que aquí fuera hace frío !.
Las facciones de Marie seguían igual de bellas, pero con
más firmeza en su mirada y cuando sonreía. Claire
desde el primer día que la vio advirtió en ella una mujer
de gran fortaleza y gran luchadora.
- ¿ Hacemos café ? - Ofreció Claire sentada en un sillón,
y Pierre y Marie en el sofá.
- Para nosotros no, no hace mucho que hemos
terminado de comer y de tomar café - Dijo Marie con su
sonrisa habitual. Vestida con traje de chaqueta gris, y
jersey blanco de cuello alto.

Pierre no perdía detalle de todo lo que Marie decía o


gestos con las manos que hacía. Claire se fijaba en lo
enamorado que estaba de Marie y la sonrisa de felicidad
que aparecía a cada instante.

A su vez, Marie también le echaba miradas de


complicidad.
- Claire, hemos venido para estar un rato contigo y darte
una grata noticia - Dijo Marie sonriéndole y mirando al
mismo tiempo a Pierre que deseaba oír las palabras de
ella con alegría.
- ¿ Pues decirme que es ? - Dijo Claire con mirada
sagaz, esperando oír lo que ella pensaba que iba a decir.
Marie cogió la mano de Pierre, y después de mirarse los
dos con ternura anunció.

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- Nos vamos a casar dentro de tres meses.
- ¡ Oh ! ¿ Sabéis la fecha ya ?.
- El veinticinco de Abril - Contesto Pierre - Repuso - En
estos tres meses tenemos que darnos prisa a encontrar
una vivienda, tan difícil cómo está.

Claire los miraba con cariño y recordaba los tiempos de


ella y de Gilbert cuando también pensaban en casarse.
Se levantó del sillón y fue a un lado de la chimenea, en
la pared, en una punta habían colgados por los aros dos
manojos de llaves, uno era de ella y otro de Gilbert, del
piso de París, que la policía le entregó dos días después
del accidente con otras pertenencias.
Cogió un manojo en cada mano, fue en donde estaban
sentados Pierre y Marie, se puso delante de los dos, y
ofreciéndoles a cada uno un manojo les dijo con un
bonito temple de voz.
- Estas son las llaves del piso de París, quiero
ofreceroslo, y que habitéis los años que os convenga
hasta que podáis compraros una vivienda.
Pierre y Marie tenían los ojos cómo platos y la boca
abierta, sin asimilar el gesto tan generoso que Claire les
estaba ofreciendo.
- ¡ Venga coger cada uno un manojo ! - Les dijo, porque
ninguno se atrevía a hacerlo.

Marie fue la primera en decidirse, y con el manojo de


llaves en su mano lloraba mirándolo, la emoción había
inundado su pecho y se le escapó un sollozo. Pierre la

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rodeó con su brazo y besó su mejilla húmeda por las
lágrimas. Pierre le susurró con cariño.
- ¿ Te esperabas esto ?.
Marie negó con la cabeza.
- Esta era mi sorpresa - Dijo Claire paseando cada una
de sus manos por la cabeza de Pierre y de Marie.
- Claire, ¿ Piensas quedarte aquí en esta casa ? - Dijo
Pierre.
- Así es, este es mi lugar, vivo en medio de la
naturaleza. En primavera y en verano es maravilloso con
tantas flores que me rodean, los árboles empezarán
pronto a echar sus hojas nuevas, y poco después sus
flores, y perfume que inunda el valle a tomillo y
romero, incluso ahora que es invierno hay un paisaje
digno de una postal.
- Habíamos hablado Marie y yo de que tu fueras una de
los testigos de nuestra boda - Dijo Pierre sosteniendo el
manojo de llaves en su mano derecha.
- Claire se había bien acomodado en el sillón, contenta y
satisfecha de la donación que había hecho tan justa.
- Si, yo también deseo de ser testigo de vuestro enlace, y
disfrutar vuestra felicidad. Y os deseo de todo corazón
que seáis siempre felices como lo fui yo. Y ojalá que los
hijos que tengáis los enseñéis a saber caminar por la
vida, y a que sepan defenderse de todo mal.

- Claire te voy a decir un secreto que no me atreví a


confesártelo en el poco tiempo que nos vimos - Dijo
Marie restablecida de su emoción.
- Si es un secreto me voy - Dijo Pierre en broma.

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- Quédate a mi lado - Le dijo Marie cogiéndolo de la
mano.
Claire esperaba atenta a oír lo que Marie le quería
confesar.
- El primer día que te vi - Dijo Marie haciendo una
pausa para tragar saliva - me pasó por la cabeza que me
hubiera gustado haber sido tu hija, lo imaginé varias
veces como hubiese sido mi vida a tu lado. ¡ Te vi con
tanta personalidad y seguridad en ti misma !.
- Me alegra mucho que me hayas contado este pequeño
secreto tuyo. Si Gilbert y yo hubiéramos tenido hijos,
ahora tendrían la edad vuestra, así es que
simbólicamente sois cómo mis hijos.
- Claire ¿ Piensas mucho en tu marido ? - Dijo Marie
después de mirar unos instantes un cofre de madera
color marrón que posaba encima del buffet del comedor.
- Si, no hay día que no recuerde un hecho de nuestra
vida.
- ¿ Están sus cenizas dentro de ese cofre ? - Dijo
señalando con la mirada.
- No. Un día las llevé al Sena y las eché al río - Dijo
Claire mirando el cofre.
- ¿ Te lo dijo en vida ? ¿ fue su voluntad ?.
- Nunca habíamos hablado de la muerte, éramos
demasiado felices para pensar en eso.

Pierre escuchaba con atención las preguntas y


respuestas que las dos mantenían.
- ¿ Porqué quisiste echarlas al Sena ?, y no esparcirlas
por estos alrededores, estaría al lado tuyo.

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- Él siempre lo está. Noto su presencia en cada rincón de
esta casa, y su aroma me persigue, es cómo tenerlo
conmigo pero no lo puedo tocar. Eché sus cenizas al río
Sena porque nació en París, amaba París, y Pígale.
Íbamos muy amenudo a cenar a un restaurante de este
Boulevard donde había un pianista que tocaba, y una
joven principiante cantaba canciones de Edith Piaf. Son
muchos y muy buenos recuerdos los que compartimos
juntos.
- ¿ Fué un buen amante ? - Preguntó Marie.
- Si, muy bueno, aunque en este terreno no conocí a otro
hombre, creo y estoy en lo cierto que era el mejor.
Pierre advirtió en los ojos de Claire dos lágrimas que
resbalaban por sus mejillas. Cogió entre sus manos la
mano de Marie, y le susurró.
- Cariño, no le hagas más preguntas sobre Gilbert.
- No importa Pierre - Dijo Claire - Esto sirve para
recordarlo, mis lágrimas no son de pena.
- Me hubiera gustado conocerlo - Siguió diciendo Marie
- Tendría que ser un hombre muy interesante.
- Si, lo era, y aparte de ser interesante, era amable, jovial
y muy simpático, siempre me hacia reír, aunque el
hecho fuera pequeño.
- Sigues enamorada de él, y cuando una mujer lo está
como tú, es que él valía la pena.
- En esto estás en lo cierto. Pero tu también tienes suerte
de tener a tu lado a Pierre, y de que os vayáis a casar.
- Claire ¿ En qué calle de París está el piso ? - Preguntó
Pierre para romper la conversación que las dos
mantenían. Desde que Marie le empezó hablar de

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Gilbert, los ojos de Claire estaban encharcados por las
lágrimas.
- Número ciento cinco, Rue Le Blanc, distrito dieciséis.
Es un ático precioso con mucha luz, y además, que es,
un barrio tranquilo. El piso está equipado de todas las
comodidades, pues es de alto standing, vais a estar muy
bien. Y además que los sábados está el mercadillo a la
vuelta de la esquina, donde se puede comprar de todo.
Desde carne, pescado, verdura y fruta de la mejor
calidad, y también ropa para vestir.
- Claire, es un precioso y valioso regalo que nos has
hecho, jamás tendremos ocasión de recompensarte este
maravilloso gesto tuyo.
- Ojalá os entendáis cómo Gilbert y yo nos
comprendimos, y ojalá vuelvo a repetir que seáis felices.
A Marie le resbalaba una lágrima por la mejilla. Jamás
en la edad que tenía había conocido a alguien tan
generosa cómo Claire, y al mismo tiempo humilde, pues
con todo lo que sabía, siempre se quedaba a la misma
altura que la persona que tuviese delante, para no
intimidarla.

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33

Marie resplandecía vestida de novia. El


atuendo sencillo, un vestido de raso blanco inmaculado
hacía resaltar su belleza angelical. Un escote sin
adornos, redondo, el vestido entallado a la cintura y
ligeramente acampanado hacia los pies, donde sólo
podían verse la punta de sus zapatos blancos, una
pamela campestre de encaje blanco dejaba ver los rizos
de sus cabellos dorados reposar sobre sus hombros, sus
manos enguatadas de encaje blanco sostenían un ramo
de aromáticas azucenas amarillas y blancas. Sus labios
estaban retocados de un rosa pastel. Para Marie era el
día más feliz que había vivido en su vida, rebosaba
satisfacción, en su manera de mirar y de sonreír, parecía
que estuviera subida en una nube y no controlaba lo que
había a su alrededor.

La boda se celebraba primero por lo civil a las nueve de


la mañana, y por la iglesia a las once, dos horas después.
Pierre estaba guapo, sólo tenía ojos para Marie que con
un brillo especial en sus pupilas la miraba enamorado.
Con traje marrón claro, camisa blanca y pajarita de seda
negra, zapatos marrones con brillo, peinado hacia atrás.
Hacían los dos una pareja maravillosa.

El órgano de la iglesia tocaba la marcha nupcial al


tiempo que Marie entraba sonriente del brazo de su

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orgulloso padre que miraba de un lado a otro el rostro
de los invitados.

Claire había sido elegida, por demanda de Pierre y de


Marie a que fuera una de los testigos de su enlace, junto
a una hermana de Marie. La elegancia de Claire
resaltaba en lo clásico, lucía un vestido de talle princesa
gris perla, mocasines negros de tacón. Esta vez había
recogido sus largos cabellos negros con un moño
cerrado a la nuca de donde caían largos rizos.

Fué una boda sencilla pero apoteósica, donde las dos


familias se unieron, la de Pierre y Marie.

El verano había llegado, y los campos estaban vestidos


de las más bellas flores. El jardín de Claire parecía el
paraíso. Venían aves de diferentes razas y colores a
cantar por los alrededores, y se iban a posar a los rosales
y nardos del jardín.
Claire estaba acabando de escribir el tercer libro desde
que vivía en la casa. La puerta estaba abierta y entraba
hasta la mitad de la galería un rayo espléndido de sol.
Luna sentada en la entrada de la casa tomaba de esta
energía. Las teclas de la máquina de escribir de Claire se
oían hasta en el jardín. A este libro que le quedaba poco
para acabar, hablaba de los dioses mitológicos. Era una
bella historia de amor entre Orfeo y Euridice. También
ella disfrutaba de ese acariciador sol que entraba por la
ventana del salón y que le daba en la espalda.

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Los ladridos de Luna la sacaron de la historia en que
estaba sumergida profundamente. La miró y vio que se
había puesto en pie, y ladraba moviendo su cola. Claire
se levantó de la silla y fué a ver que era. Desde que llegó
la primavera se veían algunos excursionistas que
cruzaban el ancho campo, y pensó en que fuera un grupo
que estaban atravesándolo.
Llegó a donde estaba Luna que seguía
ladrando contenta. Miró fuera, y su sorpresa fué
extremadamente emocionante cuando vio la silueta
juvenil de Gilbert, que esperaba con el hombro apoyado
en el filo de la puerta. Su sonrisa era encantadora, y su
mirada dulce. Claire tenía los brazos caídos a lo largo de
su cuerpo, y los ojos inundados por las lágrimas, sus
labios temblaban de emoción.

- ¿ Cómo estás amor ? - Escuchó Claire las palabras de


Gilbert en su mente.

- Sigo viviendo con tu recuerdo - Claire le habló


también con su mente.
Pues cuando una médium habla con un
espíritu lo hace con la mente, puesto que el espíritu que
esta desencarnado no tiene cuerpo, y se comunica a
través de su alma.

- Amor, vengo a decirte, que dejo este lugar para subir a


otras esferas superiores, pero siempre estaré contigo y te
estaré esperando.

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- ¡ Que el amor te conduzca al lugar que te mereces
cariño ! - Decía Claire con las lágrimas que le goteaban
por encima del vestido a la altura de su pecho.

Gilbert se aproximó a ella y con su mano derecha


transparente rozó la mejilla de Claire, queriéndole quitar
una de las lágrimas. Sonrió, y afirmó con la cabeza. Se
fué alejando caminando hacia atrás, de cara a Claire,
hasta que ella no lo vio más.
Su llanto había cubierto su rostro de lágrimas, pero se
sentía feliz. Advirtió que Luna había salido de la casa y
se hallaba a la mitad del jardín mirando por donde
Gilbert había desaparecido. Claire bajó los dos
escalones y salió fuera, cogió entre sus brazos a Luna y
se sentó con ella en el tronco del árbol que había encima
de la hierba. Le dijo acariciando su cabecita y
besándola.
- Tu también lo has visto. ¿ Verdad que sigue igual de
guapo ? ¿ A que yo tenía razón de estar enamorada de
él?.

CLARA EISMAN PATON

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