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Domingo 15 de agosto – Fiesta de la Asunción

Nos dimos una zambullida matinal en las límpidas aguas a orillas del lago Como y al son de las campanas
de las 9:30 partimos del Camping Mec donde habíamos pernoctado. Luego de cruzar a Suiza para pasar
por Lugano, donde cargamos diesel, comenzamos a descender hacia el sur. Después de pasar Pavía por la
autostrada tangenziale, tomamos la S35 y entramos al mediodía a Verrúa por el sureste, no por
Mezzanino, sino por el extremo opuesto.

Verrúa está en medio de una planicie donde se cultiva principalmente maíz y hemos visto también franjas
cultivadas con plantas bajas de tomates entre los maizales. Se divisan unas montañas bajas a unos diez
kilómetros al sur. El Po se divide al sureste de Pavia y uno de los fluyentes pasa cerca de Verrúa, al
noroeste. Por ruta hay que recorrer unos seis kilómetros para llegar al largo puente de hierro que cruza
este brazo del río. El puente fue hecho después de la segunda guerra, en el cincuenta del siglo pasado, con
fondos nacionales para la reconstrucción según rezan las leyendas a ambos extremos. Verrúa tiene un
poco más de mil trescientos habitantes y es una poblado (paese) extendido. Hay mucho espacio,
generalmente cultivado, entre casa y casa en los alrededores del cono urbano que se nuclea entre la casa
comunal y la Iglesia. Nos dijo Amelia que no es un pueblo muy viejo porque fue edificado en lo que era
antiguamente el curso del fiume. No es viejo en comparación con otros pueblos en Italia que son casi
todos medievales, pero evidentemente más viejo
que Leones y muy probablemente que Santiago
del Estero. Tiene algunas casas centenarias, casi
todas bien actualizadas y muchas otras que se ve
son del siglo XX. No hemos visto pasadizos o
calles angostas en el sentido de las viejas callejas
de los pueblos italianos o españoles, “para circular
a pie o a caballos”. El Po es un río ancho con
buena correntada, con alguna que otra barca
circulando y dicen que peligroso para bañarse. La
forma en general plana del terreno y los brazos en
que se divide el río algunos kilómetros curso
arriba, poco antes de Verrúa, hace plausible la idea
de que el curso haya sido mucho más ancho o que
antiguamente haya corrido un poco más al sur.

Retomando el relato de nuestro aterrizaje inicial, al llegar al primer grupo de casas, estacionamos detrás
del edificio donde funciona la Escuela Elemental y el Municipio, en un parking en el que hay un bar y a
escasos cien pasos de lo que fue la casa natal de Don Juan Leandro. Todo ello sin tener ni idea de que allí
había un bar, ni que era el edificio de la escuela y del municipio, ni que el Cortillo dei Ravasi estaba en el
área; ya que aparcamos en ese sitio porque vimos que había un espacio reservado a tal efecto fuera de la
vía de circulación y necesitábamos empezar a desplazarnos a pie y hacer algún contacto humano.
Preguntamos a los que estaban a la sombra, fuera del bar, si conocían a una familia Ravasi . . . ¿Ravasi? E
¡Giordano e un Ravasi! Acto seguido, un joven nos dijo que Giordano vivía a pocos metros de allí. Nos
desplazamos hasta el sitio indicado y no había señales de vida. Más bien todo indicaba tiempo de siesta.
No se escuchaba nada, no volaba ni una mosca. No nos animamos a arrimarnos ni siquiera a leer los
cartelitos de los buzones de los timbres. Hacia mucho calor. Fuimos caminando por la acera en sombras
hasta la Iglesia, que está a unos cien metros. Estaba abierta, pero tampoco parecía momento propicio para
encuentros ya que “no había verruinos en la costa” ni detrás de ventana alguna, detectable para nosotros
al menos. A continuación, siguiendo los carteles indicadores nos desplazamos hasta el “cimitero” que
estaba abierto: ¡no tienen miedo que se escapen! Entramos y en la primera galería a la izquierda
encontramos la tumba de Giuseppe Ravasi y su esposa María Ferrari, cada una de las lápidas dice “i
fligli” debajo del nombre, lo que indica que han tenido hijos. En el momento que estábamos tomando
nota de las fechas y datos que figuran en las lapidas, entró una mujer en sus cincuentas, y le preguntamos
si conocía algún Ravasi, o si sabía dónde era la casa de los Ravasi. Dijo que ya no quedaba ningún Ravasi
en Verrúa, pero nos indicó que el Cortillo dei Ravasi está cerca del Municipio, donde era la oficina postal,
allí habitaban todos los Ravasi en Verrúa, ma sono tutti morti. ¡! Nos contó que su nono se había afincado
en la Ciudad de la Paz ¿?, en Argentina y que su padre hacía ya muchos años lo había mandado a llamar y
que el vecchio en respuesta les había enviado una carta en la que le decía “acá como, bebo y canto: yo no
retorno a la Italia” y nunca más supieron de él.
Realizada nuestra primera social en Verrúa y dejando a la amable signora cumplir con su visitación, la
que vimos celebrar contra la reja del mausoleo más próximo, recorrimos sin sombrero el cementerio y no
fuimos capaces de encontrar rastros de otros Ravasi. Había tumbas con apellidos conocidos como Ricotti
y de presuntos o posible familiares como Del Bó y Panatti, muchos Rovati, pero no fuimos capaces de dar
con la Capeleta de los Ravasi, de cuya existencia aún no teníamos indicios.

Con la bocha bullente por la bravura del mezzogiorno, bajo el peso de los tantos en contra de este primer
round, con hambre por la hora y por hábito, partimos hacía el Molino Rizzo, donde pernoctaríamos las
dos siguientes noches. Llegamos y la Giovanna no tenía ni idea de que habíamos hecho la reserva, pero
dijo “io sono cui, el molino e cui: no a problema. Benvenuti e avanti”. Pedimos permiso para usar la
tabola del comedor “per il pranso”; comimos, nos mojamos la testa con agua fredda y nos fuimos a hacer
una siesta para compensar la insolación y la noche de acampada a orillas del Como, que había sido
bellísima, pero un tanto breve por la dureza del piso sobre el que decidimos dormir: nosotros el del auto y
los tres alpinos en la carpa del Benjí que recibía así sus primeros . . . digamos la dormida de bautismo.

A la tarde, al ver nuestro cognome, il signore Murizio nos dijo que Ravasi era un apellido de la zona. (la v
la pronuncian muy marcada y la s casi como una y muy suave) Entonces le explicamos la razón y
cometido de nuestra estancia allí y las primeras desandanzas del mediodía en el antico alveo del Po.
Mauricio gentilmente hizo unas búsquedas en internet e imprimió una decena de páginas con direcciones
y teléfonos de apellidados como nosotros, los cuales figuran en el apéndice de direcciones. Dos en Verrúa
Po. Acto seguido llamamos al 0385 97296 y al 0385 97079. En el primer caso dijeron que Giordano había
muerto en el dos mil y que todos habían muerto de viejos, que no quedaba ningún Ravasi en Verrúa y que
ella era una señora que habitaba en esa casa pero no sabía nada. En el segundo número, al que llamamos
dos veces, después del “pronto” inicial, no había más intercambio verbal alguno . . . tu tu tu. ¡! Mauricio y
Giovanna, el matrimonio propietario del Molino Rizzo, nos explicaron que los viejos, por temor a ser
timados son muy reacios a cualquier tipo de contacto con personas que no conozcan. Segundo round: el
tanteador todo contra cero. Además nos enteramos que por el
feriagosto, que a nuestros oídos suena ferragosto, nadie estaba en su
casa a estás alturas del mes. ¡Promisorio el panorama! Decidimos ir
al día siguiente al Municipio y a la Iglesia a ver si alguien nos
dejaba poner el cuadro que portábamos como testimonio de
agradecimiento a esta tierra y hasta pensamos en pasar sólo esa
noche en estos lares que al momento resultaban . . . ¿cómo
diríamos? . . . ¡con un impetuoso efecto flit! Pero ¡no está muerto
quien pelea! dijo el Porlo.

Esa noche nos fuimos a Trevosso a tomar un helado en la plaza


donde todo el pueblo se hallaba en una tómbola popular cuyos
premios consuelos eran botellas de tinto regional. Nos atendieron
muy amablemente: Agustín agregó al menú una pizza, Benjí un
sándwich tostado de prosciutto cotto y formaggio y Joaquín un
doblete de gelatto, que son un espectáculo ferreresco en toda Italia.

Lunes 16 de agosto – Feriado por la fiesta del Paese en Verrúa


En realidad en agosto hay fiestas, sagras en todos los pueblos, ya que es el mes de vacaciones y en este en
particular, por radio anunciaban que veinticinco millones de italianos estaban de vacanza. Al entrar en
Verrúa desde Mezzanino pasamos frente al cementerio donde había dos autos estacionados. Los
alrededores de la Iglesia estaban colmados de bicicletas en el cordón de la vereda o contra los muros
porque había un oficio de difuntos. Volvimos a estacionar al lado del Municipio y nos dirigimos al bar,
esta vez hasta el mostrador mismo, ya que si bien todos los viejos que estaban sentados afuera “tenían
cara de Ravasi”, queríamos preguntar . . . digamos en una situación menos informal: ya era la tercera vez
que nos veían merodear por los alrededores. La señora, que estaba secando un bicchiere, nos empezó a
explicar y al punto se levantó una jovencita de una mesa y nos acompañó hasta la bocacalle de ingreso al
Cortillo, y nos dijo que allí a la derecha en la primera puerta queda la casa de Giordano. Todas las
indicaciones recibidas señalaban que estábamos aproximándonos al objetivo. La casa fue construida hace
siete años, tiene una entrada muy elegante, como se puede apreciar en la foto, portero eléctrico, etc, un
palazzo principesco, al decir de la Melia . . .
por el momento, como respuesta sólo recibimos loas de un mastín .
. . de veinte centímetros de alto que ladraba como la madre que lo
parió. Esta casa es la primera a la derecha entrando en esta calle sin
salida, que no tiene más de cincuenta metros de fondo y a cuyos
lados hay una hilera de casitas de dos plantas, todas muy parecidas,
alguna con un galponcito; dos a continuación de la entrada de la
casa del Giordano y cinco al frente. Al fondo, cerrando la U que
forma el Cortillo, hay un galponcito y una quinta arbolada.

Junto enfrente del portón de la Villa del Giornado, en la


ventana de la planta alta de la primera de las casitas en
serie, que luego nos confirmarían es una de las seis o siete
que constituyen (-yeron) el Cortillo de los Ravasi y donde
vivieron todos los viejos, vimos que había una persona
adentro. Le hicimos seña y, como dice la canción, salió al
balcón, indicándonos gentilmente que allí enfrente
efectivamente habitaba il signore Giordano Ravasi y que
estaba en casa, que si no contestaba era porque había
salido, pero que esperáramos porque seguro regresaría y
nos atendería.

A unos metros, en la calle que arranca frente al edificio del


municipio y pasa por el lateral izquierdo de la Chiesa, a pocos
metros de la esquina con la calleja de los Ravasi y la misma
acera, hay un Tabaquino (kiosco de puchos y por el estilo) que
estaba abierto. Nos dirigimos allí y el señor que lo atiende nos
dijo que había visto esta mañana a Giordano y a su mujer, y que
su hija Laura vivía en Mezzanino, a unos tres kilómetros en la
primera villa (casa grande) rosada sobre la margen izquierda de
la calle, yendo desde Verrúa, luego de cruzar el puente sobre el
camino a Mezzanino, un poco después del cartel que indica el
ingreso al ejido de este poblado. Que tal vez estaba de la hija, ya
que los había visto pasar en aquella dirección.

Montamos en la mula . . . y pasando frente al cementerio donde seguían los dos autos estacionados, uno
de los cuales resultaría ser el mercedito de Giordano, nos dirigimos a la Vía del Palazzo 24, que esa es la
dirección de la casa de Laura en medio de los maizales. Esta vez el dogo era blanco, medía casi un metro
de alto y mostraba unas fauces voraces poblada de dientes muy sugestivos cada vez que daba uno de sus
constantes y alentadores (para rajar) ladridos. Del lado de adentro de la puerta de rejas había tres viejas
cacerolas de aluminio llenas de agua, y del lado de afuera, junto al tacho para residuos que estaba vació,
un cucharonazo de mango prolongado con palo de escoba como para llenar las ollas del can a través de
las rejas a distancia segura. La casa se notaba cerrada como para salir de vacaciones.

Nos cruzamos pues, a la hacienda que hay justo al frente, donde nos atendió una amable señora quien dijo
que Laura efectivamente vivía allí, que tenía dos hijos varones de la edad de Benjí y que ella tendría unos
cuarenta. Que Giordano y su esposa habían estado esta mañana bagnando ei fiori y que los había visto
partir en dirección al poblado. ¡Bingo! El sapo casi ha completado la vuelta. Como se puede colegir, o lo
tienen bien controlado al Giordano, o en Verrúa nada escapa a los ojos populares . . . ¡Come in cassa!

Agradecimos la gentileza y regresamos cerca del Cortillo a montar guardia. Esta vez estacionamos en la
banquina de la ruta, contra el muro de una casa, fuera y frente al parking, a tiro de piedra de la bocacalle
de entrada al Cortillo, debajo de un frondoso albero, por su sombra y “porque en el bar ya estaban
apostando a ver quién acertaba el lugar en el que estacionaríamos” jejejeje. De este modo podíamos ver el
movimiento de entrada y salida al Cortillo y el de la calle principal hasta la Chiesa.

Minutos después empezó el desfile de sesentonas y octogenarias ciclistas que regresaban de la Iglesia y
una vechia pedestre con una bolsa de compras en cada mano que enfilaba hacia el Cortillo que se paró a
charlar con otra contemporánea, justo en la bocacalle bajo nuestro control. Mientras se desarrollaba la
platica entrambas, entraron algunos caminantes y un auto con un matrimonio al que saludaron
sonoramente (es decir como hablan siempre y/o ¿para que nosotros escucháramos?). Esperanzados en que
alguno de los ingresantes pudiera ser el que estábamos buscando (los chicos dijeron “es ese viejo del
Mercedes”), iniciamos el avance dejando nuestro móvil donde estaba, con vidrios bajos y todo a mano; y
la señora de las bolsas, que como nos informarían luego, es inquilina del Giordano y habitante de una de
las casas de los Ravasi, al tenernos a su lado, sin preludios ni introitos, espetó: “ustedes están buscado a
Giordano” “ese que acaba de entrar es Giordano”, y al punto, como llevando chico al baño salvó los
veinticinco metros que nos separaban del portón de la Villa y comenzó a gritar reiteradamente hacia
adentro: “Giordano, estos son tus parientes de la Argentina que te han estado buscando toda la mañana”.
Al menos cuatro veces vociferó la consigna, tornándose rítmicamente hacia nosotros para intercalar entre
ellas “ese es el Giordano y esa la sua moglie”. Cuando la signora de Ravasi se apersonó en la línea
propietal, la encomendada recogió la bolsa de la derecha que había dejado en el suelo para realizar las
mandatorias gesticulaciones protocolares que la trascendencia del caso demandaba, y se esfumó sin
darme apenas tiempo a ringraziarli por su gentil y clave comedimiento. (A todos nos gusta tener algún rol
protagónico . . . y con qué gusto cuando es a costilla ajena . . . jejeje) Sea como sea Doña Inquilina fue
nuestro ángel presentador: el pórtico al ponte sul fiume del tempo.

Se acercó la mujer de Giordano, que ya se había bajado del auto mientras il padrone lo entraba al garaje.
La señora, sin cruzar el linde, preguntó quiénes éramos y qué queríamos, en tanto llegaba a paso ágil el
Giordano, que cruzó la línea maginot dejando a su mujer del lado de adentro mientras el portón se
cerraba. Nos presentamos uno a uno en orden creciente y tensión controlada, él nos saludo con cortesía y
el característico nerviosismoMR, intercambiamos las protocolares interjecciones y miradas que acompañan
a los “somos tales y cuales, de aquí y de allá, vivimos en . . ., il mío bisnono nato a Verrúa nel . . . e siamo
cercando per ei parenti . . .” . . . Unos minutos después nos invitó a cruzar el umbral, guardó el can y nos
recibieron en los sillones de la primera estancia de la casa entorno a una mesita ratonera. La señora
inmediatamente trajo una silla y unas latas de gaseosa fresca, nos sentamos y empezó la plática, que se
desarrolló entre un “me dices que sos un Ravasi . . ., yo soy un Ravasi . . ., pero no somos nada, no somos
parientes”, “¿qué andas buscando?” hasta un “grazzia di cuore” de final despedida al pie de la machina.

Tengo que hacer un gran esfuerzo para recordar lo más textualmente posible la secuencia de apreciaciones
y momentos que se sucedieron. Ruego disculpas a aquellos que distraigo con las interpretaciones y
pareceres estrictamente subjetivos que se cuelan en el relato; pero es de desear que sea factible separar la
paja del trigo, y que haya un poco de trigo según el parecer y gusto de cada uno. Y sino les remito a la
frase final del reporte Joaquín . . . jejeje. Creo que se entenderá como margen normal, el que de alguna
forma, no es posible dejar de ser “reportero de la corona”, sea cual sea ella . . . jejejeje, después de todo es
allí donde se encuadra y recorta el horizonte perceptivo de cada uno, pero también lo que hace rico,
estimula y sostiene el intercambio.

Giordano está jubilado. Fue hotelero de su propio


establecimiento en Spotorno. Su mujer se llama María Luisa y
su hija, como ya fue mencionado, Laura. Decía que le
habíamos encontrado por casualidad, ya que casi nunca está en
esta casa, donde suele venir los fines de semana o alguna vez
durante las vacaciones. Que esta casa es de su hija y que en no
sabe nada de la historia ni de las historias de los viejos Ravasi.
Que la que nos podría aportar algunos datos es la Melia, una
tía, viuda de Silvio Ravasi, que si estuviera en casa seria bueno
hablar con ella. Que queda un hijo de Lino, llamado Ángelo,
pero que está un poco tocado de la cabeza, “matto, ma non
pericoloso”. Según nos contaron, Doña Fernanda, la esposa de
Lino y madre de Pierángelo, padeció una enfermedad muy complicada, Lino falleció después que ella y el
Ángelo terminó perdiendo la cordura.

Decía que, cuando él era chico, todos eran muy pobres en la campiña de Verrúa, que le hacían a los chicos
un par de suecos al principio del invierno y que cuando la madera se había gastado, ya llegaba la
primavera y andaban descalzos hasta fin del próximo otoño.

“Vos me has convencido, sino yo no atiendo a nadie. Después de ciento cincuenta años, que se fueron
sacudiendo los talones contra el piso . . . sos el primero que se toma esto en serio. No sé, no sé . . .” decía
el Giordano. “Debes estar realmente interesado . . . ¡venir hasta acá para ver si hay parientes!”
El nombre secular del padre de Giordano, fue Gino y el de pila Luigi, nació en 1903 y murió 1978.

Gino, Lino, Silvio. Augusta y otra mujer cuyo nombre no se acordaba, eran hermanos y fueron los hijos
de Erasmo Giovanni Ravasi y Luigina Bongiorno. Erasmo era el nombre de pila y Giovanni el nombre
por el que fue llamado toda la vida y el que figura en su lápida.
Erasmo Giovanni había nacido el 30 de mayo de 1873 y murió el 3
de septiembre de 1950. Era hijo de Luigi y según nos confirmó
luego la zia Melia, hermano de Leandro Giovanni y de Giuseppe.

Al fin de la mañana, fuimos caminando hasta la Vía tre Martiri


partigiani, donde se sitúan las casas de Silvio y Lino. En la que
fue de Silvio, vive su esposa Amelia Poggi vedova di Ravasi, y
la que perteneció a Lino es habitada por Ángelo Ravasi,
Pierángelo de pila.

Albertina Piccanello Fernanda Oggioni se


fue la esposa de llamaba la madre de
Gino Ravasi, y Pierángelo y esposa
Giordano el único de Lino.
hijo que tuvieron.

Al Ángelo lo encontramos en su casa, y saludo por medio, nos dijo que Melia no estaba en casa.
Caminamos de todos modos hasta el 43 de la Vía Tre Martiri para ver la casa cerrada y regresamos al
auto, donde nos despedimos de Giordano con la promesa mutua de escribirnos y por qué no de una visita.
Nosotros le invitamos a Valencia y a Argentina si se anima a ir y él nos pidió que le llamemos con tiempo
la próxima vez para que podamos comer algo. Una visita sin comida no es una visita. Riéndose y
emocionado nos saludo y nos marchamos por esa tarde de Verrúa Po.

De regreso al hostal, pasamos por Il bosco, una azienda vinícola o cantina


como le llaman a lo que nosotros llamamos una bodega. Impecable el
establecimiento y exquisitos los vinos, que elaboran a partir de ciento
cincuenta hectáreas de varios tipos de uvas, cuya cosecha se realiza entre
fines de agosto y mediados de octubre, y a cuya degustación no podíamos
negarle al atento guía.
Martes 17 de agosto – Día de San Jacinto – Verrúa Po

El martes tempranito partimos hacia el Municipio de Verrúa, donde


había un vigilante en la puerta, pero ni el Sindaco ni el secretario se
encontraban. En la planta alta funciona la oficina de Registro y allí
encontramos al señor Giapiero Liberali, que como verán nos atendió
muy amablemente.

Empezamos por contarle quienes somos y por qué razón estábamos


en Verrúa. Al enseñarle los pasaportes, él mismo nos dijo que estamos
anotados allí y confirmó en el ordenador que efectivamente era así,
nombre por nombre. También nos dijo que había muchos Ravasi empadronados en Verrúa.

Le pedimos el strato di nascita de Leandro Giovanni y al recorrer el índice del libro, encontramos otros
Ravasi anotados en el mismo; ante lo cual le preguntamos si nos podías dar copias también de otras
partidas. Me preguntó con qué finalidad quería esos papeles, le dije que estaba haciendo una
investigación histórica sobre los Ravasi en Verrúa, y si me autorizaría a continuar la búsqueda de otros
documentos en otra oportunidad, ante lo cual nos dio su dirección completa y dijo que no habría ningún
inconveniente.

Después le mostramos el presente que deseábamos dejar en gratitud a esa tierra, ante lo cual, como todos
los otros que lo han visto, se sorprendió gratamente y él mismo nos acompaño hasta la biblioteca para que
quede expuesto en la misma.

El collage, sugerido por el Nono Rafa, realmente resultó una buena iniciativa y amerita un breve relato.
Resulta que unas semanas antes de partir, le llamé al Pare y a la Mare para pedirle algún dato o referencia
sobre los ancestros. Una semana después nos llegaba una misiva del Nono con datos, fotocopias de un
mapa de la zona con lugares marcados y unas fotos, con la sugerencia del testimonio de gratitud.

Empecé a darle vueltas en la cabeza a la idea, preguntándome cómo armar el collage y finalmente una
semana antes de salir de viaje, como suele ocurrir, me senté, escribí algo y empecé a pegar algunas fotos.
Al imprimirlo con la impresora que tenemos no resultaba algo, a mi parecer, decoroso, ya que no se veía
muy bien y el tamaño no era proporcionado a la finalidad. En eso, Gustavo Gamond, un tío postizo que
tenemos acá, me dice que sabía de una casa en el centro donde llevándole lo que uno quería hacer, podían
imprimirlo con buena calidad y en otros tamaños.

El miércoles, escoltado y guiado por Gustavo, nos fuimos al frente de la estación Nord de Valencia y
efectivamente logramos que en un par de horas, imprimieran previo retoque, un póster tamaño A3 con el
contenido preparado. Al día siguiente le dije a Don José Luis Yago, el Señor que hace el mantenimiento
en la escuela y se rebusca haciendo unas extras en un taller de enmarcados, si podría ponerle un marco . .
. para mañana, ya que el jueves era el último día que trabajábamos.

Al día siguiente, José Luis nos acercó el cuadro, con un marco que yo no podría haber elegido mejor. Pero
ese detalle no fue todo, sino que, diciéndome que lo había leído al armarlo y que le parecía un gesto muy
noble y poco común, nos regalo el enmarcado en honor a la familia.

Parecida reacción tuvieron al verlo, Giordano y los empleados del Registro, y Melia, que si bien no lo vio
porque ya lo habíamos dejado para ser colgado en la Biblioteca, y nos dijo que iría a chequear al día
siguiente que ya lo hubiesen puesto. Al relatarle la interacción con Liberalli, ya que lo encontramos en el
Cimitero, llegado el momento del tema del cuadro, ella preguntó ¿pero ustedes trajeron eso?. Al volver a
explicarle la intención, la Melia emocionada dijo que eso era un
gesto muy lindo, “acá todos vienen a buscar algo, pero nadie trae
nada”. Cuitas más, cuitas menos, creo que vale compartir el relato
de estos pormenores. ¡Marche otro poroto para el Nono!

Como fue mencionado, Don Liberalli nos acompaño a la


Biblioteca, luego de lo cual nos despedimos, él regresó a la
comuna y nosotros hicimos una visita a la Iglesia, que está casi enfrente de la biblioteca, como despedida
de nuestra estancia en Verrúa.
Salíamos ya como para marcharnos cuando lo cruzamos al
Ángelo, frente a la entrada del Cortillo de i Ravasi, que iba
caminando en dirección a su casa. Paramos para saludarlo y le
preguntamos si sabía si la Amelia estaba en casa, ante lo cual nos
dijo que sí estaba, que fuéramos que nos iba a recibir.

Avanzamos los
cien metros que nos faltaban para llegar a la Vía Tre
Martiri, doblamos a la izquierda y estacionamos sobre la
margen derecha de la calle, en el portón del patio de la
cada de Amelia. La puerta del patio estaba abierta.
Tocamos timbre y se sentían unos ruidos, como alguien
que está moviendo cajones o corriendo una mesa. Al
tercer grito de ¡Melia!, apareció en el patio y nos saludo
efusivamente ¡ei mio parenti!

Allí nomás nos hizo pasar a la cocina y empezamos a charlar. Efectivamente, si bien ella como dice, no es
una Ravasi di sangue, tiene amplios conocimientos sobre la familia y devoción por su finado esposo el
Silvio, que falleció en el dos mil.

Nos contó que el Giordano nunca había querido saber nada de la familia; que ella hacía tiempo había
recibido una carta de Argentina, al parecer de Gerardo, con la foto de Juan Leandro, Adelina y e i fligli;
que Juan B. había estado en esa misma mesa con el Silvio, el Guglielmo y la Bruna el día antes del
trágico alud en el que murieron, el Guglielmo, su yerno y su nieto; la historia del Ángelo, y otras yerbas
que si Dios quiere irán saliendo con el tiempo.

Amelia contaba que habían quedado


impresionada con la visita del Porlo,
porque hablaba con Silvio en el dialecto de
Verrúa, cosa que a esa altura parece que
casi nadie hacia ya, y luego porque
apareció en televisión en un programa de la
Dante que ellos había visto. Según ella, se
veía que era un hombre inteligente como
todos los Ravasi que ella había conocido.
La Melia reiteraba que la inteligencia de los
Ravasi era fuera de lo común, “non e
consciuto nesuno torpe ni bruto”, y citaba
el ejemplo de Giuseppe, que con tercer
grado elemental, fue el que trazó y dirigió
la construcción de las carreteras en la zona
de Verrúa.

El terzo elementale, parece que era todo lo que había en la escuela de Verrúa. Hoy hay hasta quinto
elementale y después lo tienen que mandar a otro pueblo. De todos modos la escuela tiene diez alumnos.
Este es un tema que da pavura: no hay niños, son pueblos que se van quedando sin gente. ¿Qué cosa han
pasado estas gentes para hacer semejante corte? ¡Qué miserias habrán vivido!

Contó que Juan B. Les había mandado desde Argentina una carta muy sentida, escrita en italiano, después
de su visita. Que la Bruna Ravasi, la única hija de Guglielmo, se había terminado tirando por una finestra,
de pena y desesperación por la muerte de su hijo de veinticuatro años, de su padre y de su esposo, después
de intentar quitarse la vida con barbitúricos.

Guglielmo, hijo de Giuseppe Ravasi y de María Ferrari, primo de Juan Bautista y de Silvio, sobrino de
Leandro Giovanni y de Erasmo Giovanni, había tenido cuatro hermanas: Angelina, Ernesta, Vice
(Victoria) y María.
También nos dijo que el Nono de Silvio, Don Luiggi, padre de Juan Leandro, había muerto como
consecuencia de un incendio. No se sabe dónde esta su tumba.

La Luigina, esposa de Erasmo Giovanni, su suegra, era según ella ¡un carabiniere!. ¡Parecido concepto al
que yo he escuchado de la Dilo! Y que tal vez diga algo del temperamento de la Giuseppa Delbó, que
según aparece en la partida de nacimiento de un tal Pietro Ravasi, fue la esposa de Luiggi, contadini
ambos. Con lo cual, parece que Leandro, Giuseppe y Erasmo, tuvieron al menos un hermano más, este
llamado Pedro nacido el 18 de abril de 1870.

Las partidas de Leandro Giovanni, nacido el 26 de febrero de 1866 “a la one dieci antemeridiane”, y la
del Pietro, dicen que el declarante de los nacimiento es “Luigi fu Giovanni”, y según Liberalli, el “fu”
indica que Luiggi era hijo de un Ravasi llamado Giovanni. Si esto es correcto, estaríamos en condiciones
de sostener que un tal Giovanni fue el Nono de Leandro, y que Juan Leandro tenía en Verrúa tíos y
primos, según se colige a partir de las otras dos partidas que nos dieron, que corresponden a unas mellizas
llamadas María Carolina y María Giacinta, anotadas a las nueve de la mañana del 12 de febrero de 1868,
por un tal Ravasi Paolo fu Giovanni casado con una mujer llamada Depaoli Giuseppa fu Michelle,
campesinos naturales de Verrúa Po.

El cognome de la Nona Dilo, cuyo nombre de pila, muy probablemente fuese María Adelina, era Panatti
Depauli. Bien podría ser originariamente Depaoli su apellido materno, castellanizado como lo fue el
nombre del Nono Juan Leandro. No es esta la ocasión para especular sobre vínculos familiares más allá
de los mencionados. Ya veremos si a alguien más le interesa y ayudándonos podemos agregar algunas
piezas más a este interesante rompecabezas.

¡Guarda il temperamento di Leandro! Que cuando fue llamado al servicio militar y no fue admitido
porque no le daban las medidas, volvió muy disgustado y se marchó a la Argentina ¡col Signore e la
Madonna! porque no tenía nada. Y a los años volvió para casarse con una mujer de Verrúa. Él ya tenía
unos treinta años y ella sólo dieciocho. Se casaron y se fueron para nunca más volver ¡Guarda il coraggio
di lei! Estas son expresiones de la Melia: lo que me acuerdo textual como lo dijo y lo otro . . . como se ve,
en castellano lo que entendí.

Entender, se entiende todo y nos entienden bien. Pero


no deja de ser dura la torpe experiencia de expresarse
en media lengua, ya que il nostro italiano e povero, per
non dirte poverisimo. De todos modos esta lengua de
los ancestros suena tan familiar y próxima que no nos
deja de asombrar. Además creo que siempre fuimos
atendidos, usando el término en lo que cabalmente
significa, con la mayor cordialidad. La presencia
familiar y sobre la de los críos es un factor que
conmueve a los viejos, quienes ven en sus rostros, tal
vez más imaginaria que efectivamente, rastros de sus
seres queridos y depositan en ellos ese cariño que les
inspiran. ¡Oh il mio ravasigno!, les decía Melia a los
chicos. ¡Tu sei tutti Ravasi!

De los Delbó, viejo apellido que especulo puede haber sido originalmente un gentilicio toponímico, como
suele ser el caso de muchos apellidos, que indicaban la zona procedencia, “del Pó”, así como de los
Panatti, no encontramos supervivientes en Verrúa. Hay varias tumbas y probablemente rebuscado
encontremos algunos parientes. La reserca dei Ravasi, agotó nuestro margen de tiempo en este viaje.
Queda mucho pendiente, pero tal vez también quede algo en el tamizador que interese a alguien más y
eso ya justifica la giornata.

Además de todo el repaso histórico, fuimos con Amelia hasta el cementerio a ver la Capeleta de los
Ravasi, y aunque habíamos quedado en marcharnos luego de la salida, nos invitó a comer una fritanga,
que es como una omelet de huevos batidos y queso, con ensalada de tomate y uvas de su propia quinta de
postre.

Un poco más tarde de lo previsto, pero con el corazón reconfortado por el encuentro, zarpamos hacia la
próxima y última estación prevista para el viaje, llevándonos de Verrúa un sabor muy especial.

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