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Espacio antropológico

De Enciclopedia Symploké, la enciclopedia libre.

El concepto de espacio antropológico es originariamente un concepto gnoseológico que


intenta determinar, de un modo crítico, el ámbito en el que se mueve la Antropología.
Decir, por ejemplo, que la Antropología «se ocupa del hombre» es mantenerse en una
perspectiva gnoseológicamente acrítica e ingenua: también la Física o la Primatología se
ocupan del hombre.

Además, la Antropología se ocupa de contenidos que pueden llamarse humanos y que


no son hombres, por ejemplo, de todos aquellos que se incluyen en la llamada «cultura
extrasomática». Estos contenidos, junto con otros muchos, constituyen el «material
antropológico», que presenta siempre un aspecto físico, y un aspecto «espiritual»;
distinción gnoseológicamente imprescindible, puesto que los aspectos físicos caen
también en campos distintos de las ciencias antropológicas.

La «contaminación» constante, al intentar designar estos dos aspectos, con presupuestos


metafísicos –refiriendo el aspecto físico, por ejemplo, al «cuerpo» y el aspecto cultural
al «espíritu»– han aconsejado utilizar símbolos neutros: φ –phi o fi, inicial de physis– y
π –pi, inicial de pneuma–. (Ver características del material antropológico.)

Pero es imposible reducir el campo de la antropología a este «material antropológico»


que, desde luego, forma la región originaria de ese campo, el círculo central del campo
antropológico.

Espacio antropológico. Diagrama I


A todos los términos, relaciones y operaciones que se mantienen en la «inmanencia de
lo humano» podremos considerarlos dispuestos en torno a un mismo círculo de
contenidos y nos referiremos a el como eje circular precisamente para evitar recaer en
determinaciones excesivamente precisas, a fin de caracterizar a esa inmanencia de un
modo lo más neutral posible (eludiendo determinar el «círculo inmanente humano»
como social, o intracultural, o espiritual, o económico, o lingüístico).

Es evidente que el eje circular puede reivindicar siempre las funciones de un primer
analogado del campo antropológico. Pero no es concebible una antropología racional
que se mantenga en la inmanencia circular sin hacer referencia a entidades exteriores al
material antropológico. Así, la antropología toma siempre, de hecho, en cuenta,
contenidos dados fuera de esa inmanencia circular, es decir, contenidos de naturaleza no
humana, como puedan serlo el medio ecológico o astronómico. Y se toman en cuenta
estos contenidos no humanos no solamente a través de la presencia emic que estos
contenidos alcanzan en las diversas sociedades investigadas (por ejemplo, los mitos
sobre el arco iris o sobre las Pléyades) sino también por la influencia etic en ellas de
aquellas realidades naturales sobre los contenidos «circulares».

Todas estas entidades no humanas, pero que la antropología no puede dejar de


considerar, forman por tanto parte de su espacio, del espacio antropológico. Si los
círculos constituidos en este espacio representaban los contenidos inmanentes del
material antropológico, podríamos representar estos otros contenidos que lo desbordan
como puntos que se disponen en radios que atraviesan aquellos círculos. Podría
pensarse que sería suficiente un espacio bidimensional, es decir, un espacio
antropológico con un eje circular y un eje radial.

Tal sería, traducida a estos términos, la propuesta, no sólo de la filosofía hegeliana (por
su división en filosofía de la naturaleza y filosofía del espíritu) sino también la
propuesta del materialismo cultural (por su distinción entre naturaleza y hombre).

Espacio antropológico. Diagrama II


Pero la propuesta de un espacio plano, de dos ejes, obligaría a situar a todos los
contenidos del espacio antropológico ya en el eje circular, ya en el eje radial, ya en
ambos: los dioses o los númenes, por ejemplo, que son contenidos indiscutibles de la
antropología empírica, habrían de ser reducidos o bien al eje circular (los dioses son
hombres o relaciones entre hombres, o acontecimientos psíquicos internos de los
hombres) o bien al eje radial (los astros, o la cúpula celeste será ahora lo divino).

Pero esta reducción, dados los supuestos que ella implica (y principalmente el postulado
de rectificación sistemática de todos los contenidos emic del campo antropológico que,
desde su condición emic piden, por una suerte de argumento ontológico, la referencia a
entidades numinosas que no cabe reducir al eje circular ni al radial) no puede tomarse
como un punto de partida, a lo sumo, ello sería un punto de llegada.

En el punto de partida, el «espacio antropológico» debe contener la posibilidad al


menos de distinguir un eje radial, en torno al cual podamos disponer todas las relaciones
directas y recíprocas que los contenidos circulares puedan mantener con otras realidades
no humanas pero objetuales o impersonales (al menos desde la perspectiva etic de las
ciencias modernas: rocas, árboles, montañas, astros, ...) y un eje en torno al cual quepa
disponer todas las relaciones directas o recíprocas que los contenidos circulares puedan
mantener con contenidos no humanos, pero no objetuales, sino subjetuales, es decir, con
entidades tratadas etic como sujetos operatorios finitos (aunque emic estos sujetos
operatorios se presenten como dioses, demonios, ángeles, &c.).

Con objeto de preservar en lo posible la neutralidad filosófica nos abstendremos


también de calificar a este eje, al modo como lo haría un antropólogo metafísico
cristiano, como «eje de la trascendencia» o simplemente como «eje demonológico» o
«zoológico», y nos referiremos a él con el nombre de eje angular (tomando la
denominación de un diagrama en el que, una vez representados los círculos y los radios
correspondientes a los ejes circulares y radial, se representen por puntos intermedios,
que determinan ángulos entre los círculos y los radios).

En la medida en que, según la doctrina de referencia, se juzgue que es pertinente para el


tratamiento de las cuestiones antropológicas tan importantes como puedan serlo las
cuestiones sobre la religión disociar del eje radial o circular los contenidos angulares,
introduciremos un eje angular en el espacio antropológico. La determinación de la
naturaleza de los términos que constituyen este eje angular, desde una perspectiva no
meramente emic, no corresponde propiamente a la Antropología (como tampoco
corresponde a la Antropología determinar la naturaleza de los términos del eje radial, a
saber, por ejemplo, la naturaleza de la influencia de las lunaciones en las mareas o en el
crecimiento de los árboles cultivados por los hombres).

Un teólogo podría entender el eje angular como un eje no vacío, desde luego, sino
poblado por dioses, arcángeles o ángeles, con decisiva influencia sobre los asuntos
humanos (por tanto, con significado antropológico real y no solo imaginario); un
ufólogo podría interpretar el eje angular como poblado principalmente por «sujetos
extraterrestres» cuya pertinencia antropológica se fundamentaría en la supuesta
influencia que tales sujetos habrían tenido o tienen en la vida y el desarrollo de la
cultura humana (estos sujetos habrían enseñado a los hombres acaso el lenguaje, el uso
del fuego o incluso el de la energía nuclear).

La teoría del espacio antropológico que aquí mantenemos, y que es una teoría
materialista, considera mitológica la pretensión de realidad de los sujetos teológicos,
angélicos o demoníacos, y considera no probada suficientemente la realidad de los
sujetos extraterrestres, ateniéndose por tanto a los únicos sujetos no humanos que hoy
día son admitidos unánimemente por todas las ciencias biológicas, y particularmente
por la Etología (que considera a los animales dotados del sistema nervioso como sujetos
inteligentes y no como sistemas automáticos o máquinas).

Por tanto, el eje angular de nuestro espacio antropológico, considerado desde una
perspectiva etic estará constituido por las interrelaciones que los hombres mantienen
con ciertos animales en la medida en que estas interrelaciones (cuando los animales
desempeñan las funciones de númenes) configuran un sistema sui generis de conceptos
organizados principalmente en torno a las religiones características de las más diversas
sociedades humanas (desde la perspectiva emic de la mayor parte de estas sociedades
los númenes se aparecerán como fenómenos muchas veces distintos de los animales
linneanos, a veces como espíritus puros –angélicos, demoníacos–, aún cuando
supondremos que tanto los animales no linneanos –los extraterrestres– como los
espíritus puros son transformaciones culturales de animales linneanos y del propio
hombre).

Habida cuenta de la influencia mutua que se da entre los tres ejes, de tal forma que los
cambios acaecidos en uno de ellos repercuten en los otros y dado también que un
concepto puede llegar a modificarse esencialmente según el eje al que sea referido, el
espacio antropológico se nos muestra como un instrumento de análisis enormemente
fructífero, que permite no solo diferenciar conceptualizaciones muy diversas de las
determinaciones antropológicas, sino también discriminar y discutir distintas teorías y
doctrinas de la antropología filosófica.

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