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Y yo creo que el último eslabón que hay en esas dificultades es el eslabón

político. Y por supuesto que soy conciente de que la política determina aspectos
importantes de la vida, tanto de los alumnos como de los profesores, como de los
espacios educativos. Pero las cosas que suceden en la política son siempre
derivadas de otras. Son mucho más importantes siempre las cosas que suceden en el
ámbito de la cultura. Porque los políticos no hacen más que seguir lo que está en
el ambiente, y de manera bastante superficial. Por supuesto que pueden crear
enormes dificultades, todos sois conscientes. Está el tema de la Educación para la
Ciudadanía. Está el tema de las Ciencias para el Mundo Contemporáneo, tan grave o
más que el de la Educación para la Ciudadanía, puesto que en esas supuestas
ciencias, donde se define qué es una ciencia y qué no lo es y, por lo tanto, qué
tendría que quedar fuera de la escuela, se excluye cualquier conocimiento basado
en la tradición; cuando, además, el conocimiento científico también es un
conocimiento basado en la tradición, y es mucho menos apodíctico de lo que los
científicos tienden a suponer, por ejemplo.

Con sólo ese presupuesto, ya se transmite todo un mundo de presupuestos sobre qué
es la vida, qué es la verdad, qué es ser hombre, o qué es ser mujer, cuáles son
las relaciones entre hombre y mujer, qué es la familia, qué es el cuerpo…, toda
una serie de contenidos que están en contradicción explícita con lo que nosotros
sabemos por haber conocido a Jesucristo, y con lo que nosotros sabemos con una
certeza incomparablemente más grande que la que nos puedan dar los libros de texto
sobre estas materias, por una razón muy sencilla.

Mirad, la experiencia de la Iglesia tiene en su haber muchísimos tropezones,


muchísimos pecados, muchísimas miserias, pero si uno mira a lo que es verdadero y
grande en la experiencia cristiana, esa experiencia produce una humanidad tan
bella que no tiene comparación ni parangón alguno en la historia humana. Mientras
que el tipo de humanidad que produce esa ideología del positivismo moderno que
excluye totalmente del ámbito del saber todo lo que no sea conocimiento positiv (y
que excluye, por lo tanto, cualquier presencia de lo religioso, cualquier espesor
de la realidad que pueda ir más allá de lo medible y de lo cuantificable), de
momento no ha producido más que un par de guerras mundiales y poco más, y millones
y millones de muertos, que dejan a las cruzadas y a la inquisición, y a otros
pocos puntos de retórica que se pueden señalar ahí, al nivel de novicias de
ursulinas comparado, por ejemplo, con lo que ha sido la II Guerra Mundial, o lo
que ha sido en China la revolución cultural, con setenta millones de muertos, que
se dice pronto. Pensad en setenta millones de personas sacrificadas, asesinadas,
como si no sucediera nada… No daría la vida humana para pensar ese número rostro a
rostro, poniendo a cada rostro una familia, una historia, un corazón humano. Esa
es la verificación histórica de los frutos de un determinado tipo de educación.

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