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Amadeo Bordiga
Escrito: 1919.
Primera edición:Revista Avanti!, n. 255, 14 de sept. de 1919.
Edición electrónica: Marxists Internet Archive, marzo de 2000.
Aquellos que afirman que el destino de la revolución rusa no será seguida por la
revolución en otros países y en Italia, son lógicos como para ir tranquilamente a las
urnas. Pero aquellos que quieren - en la III° Internacional - practicar la solidaridad
activa con el proletariado ruso y de otros países «subordinando las exigencias
nacionales del movimiento a las generales», deben estar por la movilización de las
fuerzas comunistas para poder abrir las hostilidades en el momento oportuno. Es por sí
mismo evidente, que la acción de la papeleta de voto sea incompatible en el período de
las hostilidades; lo que nosotros sostenemos es muy distinto: la acción electoral es
incompatible con la movilización del proletariado para conseguir su doctrina. Ahora
bien: o se hace esta movilización o se renuncia a ella, y entonces es necesario decirlo
claramente a los compañeros de otros países que esperan nuestra entrada en acción.
Sin embargo nos interesa la lógica y la experiencia, que demuestran ampliamente cómo
los parlamentarios socialistas han hecho siempre una defensa de las prerrogativas y de
las normas parlamentarias y de todo el sistema.
Sólo proponer votar a los proletarios ya destruye todas las más elocuentes exposiciones
del programa comunista. Votar quiere decir, en el régimen actual, delegar durante un
cierto período la propia parte de pretendida soberanía, agotar la intervención del
individuo en la política durante todo ese tiempo. Pero se dice a los electores que esto no
debe ser as!. Y entonces es necesario concluir: no votar. La propaganda del programa y
del método comunista no es algo simple, sus conceptos fundamentales no son
adquiridos fácilmente por la conciencia colectiva. La antítesis entre ellos y los
principios de la democracia burguesa debe ser expuesta con la más lúcida evidencia.
Entonces el partido debe colocarse en una condición de hecho que demuestre cómo su
propaganda no sea más que la proyección anticipada de acontecimientos que deben
realizarse. Sólo el abstencionismo en las elecciones puede responder a esta delicada
exigencia. De otro modo, la objeción ingenua de que el maximalismo no es más que una
fraseología para entusiasmar a las masas y obtener los votos, si no fuera verdadero, sin
embargo será la traducción de una verdad más completa pero análoga. ¿La abstención es
un acto negativo? No, si ella equivale a proclamar tangiblemente el pasaje de las fuerzas
del partido al terreno de la realización de la conquista del poder político. La abstención
parece negativa sólo a quien ve erróneamente la fase positiva de la acción
revolucionaria tan sólo en el momento insurreccionar no a quien se da cuenta de que
éste debe estar precedido por todo un período de actividad política del partido, tal como
para requerir todas sus fuerzas. Como votar está en deplorable contradicción con la
preparación espiritual de la dictadura proletaria (también en ésta se votará, es verdad:
pero sin burgueses) es pues, esencial, negar no el voto sino el sistema de votar en
igualdad de derechos burgueses y proletarios, y por esto es necesaria la abstención;
también lo es la existencia de una representación parlamentaria del partido.
Los diputados dirán lo que quieran; pero lo dirán exactamente con el mismo título de un
diputado burgués, y el efecto de su propaganda será el de confundir y no el de clarificar
los conceptos del programa comunista.