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A MODO DE INTRODUCCION

JUAN R. GONZALEZ Y ESTEBAN MERCATANTE

Los textos que presentamos en esta selección exponen de


forma sencilla los conceptos fundamentales de la teoría econó-
mica marxista, indispensables para comprender las bases del
funcionamiento de la sociedad capitalista. Nuestro objetivo es
que los trabajadores y los jóvenes que despiertan a la vida polí-
tica, accedan a las herramientas para pensar una perspectiva
que vaya más allá de sus reivindicaciones económicas inmedia-
tas. Porque aunque cotidianamente el término explotación, es
utilizado como sinónimo de los “abusos” propiciados por los
empresarios sobre la mayoría de los trabajadores y, más allá de
que dichos “abusos” existan y sean moneda corriente, nuestra
intención es demostrar que la explotación es independiente de
esos “excesos” del capital, constituyendo el fundamento mismo
de la existencia del sistema capitalista.
A pesar de que los textos que aquí se presentan fueron
elaborados en distintas épocas y circunstancias, y aunque el
capitalismo ha pasado por importantes cambios desde enton-
ces, creemos que los conceptos centrales desarrollados en es-
tos escritos siguen manteniendo plena vigencia a la hora de
explicar las leyes básicas del funcionamiento de la economía
capitalista. En ellos podemos encontrar las claves para enten-
der los mecanismos mediante los cuales obtienen su ganancia
los empresarios; o lo que es lo mismo, dejar al desnudo cómo
nos explotan los capitalistas.
El primero de los textos de esta compilación, es Intro-
ducción a la Teoría Económica Marxista, de Ernest Mandel
(1923-1995), quien fuera un importante dirigente de origen
belga, que se consideraba parte de los continuadores de la
corriente marxista revolucionaria fundada por León Trotsky.
6 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

Mandel, a su vez, desarrolló importantes trabajos y aportes teó-


ricos en el plano de la economía. El texto que publicamos está
basado en una serie de conferencias que dio el autor en el año
1963, orientadas a la formación de nuevos militantes.
A partir de su publicación como folleto al año siguiente,
varias generaciones de militantes revolucionarios se han ini-
ciado en los rudimentos básicos de la economía marxista con
este texto, que logra gran sencillez al explicar los fundamentos
económicos del modo de producción capitalista. Hemos deci-
dido publicar los dos primeros capítulos porque, a nuestro
entender, ellos conservan todo su valor para dar una primera
explicación sobre la explotación bajo el capitalismo. No he-
mos publicado el capítulo 3 de Introducción a la Teoría Eco-
nómica Marxista, que el autor denominó Neocapitalismo, por-
que nos parece que los conceptos allí abordados exceden los
objetivos de este folleto1.
1
Mandel, por otro lado, a diferencia de los dos primeros capítulos, ya
no sigue, en el tercero, el desarrollo de las categorías de Marx, sino que rea-
liza definiciones propias sobre la economía posterior a la Segunda Guerra
Mundial que no compartimos, y que nos parece que se han mostrado históri-
camente incorrectas. Mandel opinaba que los mecanismos de la explotación
capitalista que describe en los primeros capítulos, quedaban limitados por la
prosperidad económica. Dada la nueva relación entre el Estado y los capita-
les privados establecida luego de la crisis de 1929 y la Segunda Guerra Mun-
dial, opinaba que este nuevo rol jugado por el Estado capitalista en la econo-
mía, y sobre todo en la innovación, permitía atenuar en gran medida las
crisis capitalistas. Por eso, fenómenos como la desocupación en gran escala
no volverían a aparecer, y el capitalismo tampoco tendría necesidad de ata-
car las conquistas que los trabajadores habían logrado, como los salarios al-
tos percibidos en los países desarrollados, y en cierta medida en algunas
semicolonias, durante el boom de posguerra. Como puede verse hoy en día,
Mandel sobreestimó los cambios ocurridos en el capitalismo de posguerra, y
esto le impidió prever que justamente la crisis de los setenta, impondría con
fuerza la necesidad, para sostener el crecimiento capitalista, de terminar con
las concesiones hechas a los trabajadores durante los años del boom, por lo
cual se desató la brutal ofensiva neoliberal. Quienes quieran consultar el
trabajo completo de Ernest Mandel podrán remitirse a Introducción a la Teo-
ría Económica Marxista, Era, México D.F. 1973.

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 7

El segundo trabajo que publicamos es Salario, Precio y Ga-


nancia, de Karl Marx (1818-1883). Este folleto tuvo su origen en
un debate al interior de la Iª Internacional, que en la segunda
mitad del siglo XIX agrupaba al naciente proletariado moderno,
expresado por las trade-unions (sindicatos) inglesas, así como
obreros alemanes, franceses y de otros países de Europa. En las
sesiones de su Consejo General realizadas durante abril de 1865,
Marx debió responder al planteo de un obrero llamado John Weston.
En el marco de una gran oleada huelguística que recorría
el viejo continente, exigiendo aumento de salarios y el acorta-
miento de las extenuantes jornadas laborales, Weston planteaba
que la lucha por mejorar la situación de los obreros no tendría
ningún resultado, ya que a un aumento de salarios arrancado a
los patrones, le seguiría inevitablemente un aumento de los pre-
cios de las mercancías que neutralizaría dicha mejora salarial.
En una carta a Engels sobre el asunto, Marx da pistas reve-
ladoras sobre la importancia de este folleto. “Un buen anciano,
el viejo owenista Weston (carpintero), ha presentado las dos te-
sis. El público espera naturalmente, que yo le conteste. En rigor
debería preparar mi respuesta... pero me ha parecido más im-
portante seguir escribiendo mi libro (Se refiere a El Capital, Nd
E) y tendré, por tanto, que confiarme a la improvisación”. Esta
última referencia a la improvisación podríamos tomarla como
una ironía, ya que como él mismo aclara, se encontraba dando
los trazos finales a El Capital: “La segunda parte del trabajo con-
tiene, en forma sumamente concisa y, sin embargo, relativamente
popular, muchos nuevos conceptos tomados de mi libro”.
En el transcurso del debate, Marx refuta las ideas de Weston
demostrando que la consecuencia de un aumento generalizado
de salarios no será, a largo plazo, un aumento de los precios de
las mercancías, sino una baja de la tasa de ganancia de los capi-
talistas, razón por la cual sostiene la necesidad de impulsar con
firmeza la lucha por elevar el nivel de vida de las masas traba-
jadoras. Pero no se detiene allí. Contra la idea de que es posible
luchar por la distribución de la riqueza hasta alcanzar el bienestar

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8 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

de todos los miembros de la sociedad sin sobrepasar los límites


del capitalismo, o de que sólo hay explotación de los obreros cuan-
do los patrones pagan salarios de miseria, ideas propagadas por
sindicalistas y reformistas de todo tipo hasta nuestros días, Marx
demuestra cómo la apropiación gratuita de trabajo ajeno es inse-
parable de la existencia del sistema capitalista. Por esta razón,
dirá Marx, es imposible alcanzar la utopía de un salario justo, por
lo que es necesario que la clase obrera se plantee como objetivo
final de su lucha la abolición del trabajo asalariado y la construc-
ción de una sociedad sin clases ni explotación.
En el mismo sentido se expresa Friedrich Engels (1820-
1895), el antiguo amigo y colaborador de Marx, en el trabajo que
publicamos, que consiste en la Introducción a la edición en for-
ma de folleto de una serie de artículos de Marx reunidos bajo el
título de Trabajo Asalariado y Capital. El interés de esta Intro-
ducción radica en que en ella Engels realiza una exhaustiva ex-
plicación de la diferencia entre trabajo y fuerza de trabajo. Esta
distinción fue un hallazgo de Marx posterior a la redacción de
los artículos reunidos en Trabajo Asalariado y Capital y signifi-
có un elemento clave para develar el mecanismo de la explota-
ción de los trabajadores en el modo de producción capitalista.
Queremos dejar en claro que no nos proponemos discutir
aquí la evolución histórica del capitalismo hasta la actualidad,
con todas sus complejidades. Han pasado más de cuarenta años
desde que Mandel elaboró su texto y más de cien desde que
Marx y Engels escribieran los suyos, y desde entonces el capi-
talismo ha pasado por grandes cambios. En la transición del
siglo XIX al siglo XX, por ejemplo, la transformación del capi-
talismo en imperialismo2 provocó grandes debates entre los
2
Lenin definió al imperialismo como “...el capitalismo en aquella etapa
de desarrollo en que se establece la dominación de los monopolios y el capital
financiero; en que ha adquirido señalada importancia la exportación de capita-
les; en que empieza el reparto del mundo entre los trusts internacionales; en
que ha culminado el reparto de todos los territorios del planeta entre las más
grandes potencias capitalistas.” V. I. Lenin, El Imperialismo, etapa superior del
capitalismo, Obras Escogidas, Tomo III, Cartago, Bs. As. 1974, pág. 457.

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 9

marxistas agrupados en la II Internacional. Esta metamorfosis


del capitalismo en imperialismo derivó en grandes hechos his-
tóricos como las dos guerras mundiales –guerras imperialistas
por el reparto de las colonias y los mercados– o grandes revo-
luciones como la de octubre de 1917 en Rusia, que diera lugar
al primer estado obrero de la historia.
A esto debemos agregar los cambios que se dieron luego
de la Segunda Guerra Mundial, con el llamado boom de la pos-
guerra o más cerca en el tiempo, las profundas transformacio-
nes en la economía mundial provocadas a partir de la ofensiva
“neoliberal” que comenzó en los ochenta y que alcanzaron su
apogeo en los noventa, conocidas popularmente con el nom-
bre de globalización; y ni hablar de la complejidad de la actual
situación internacional, con la crisis del imperialismo norte-
americano, cuya decadencia como potencia dominante se ha
acelerado luego de la última invasión a Irak en el año 2003.
Sería absurdo intentar dar cuenta de todos estos temas,
materia de profundos debates desde la época de Marx hasta
nuestros días, solamente con estos conceptos básicos elabora-
dos hace largo tiempo y referidos esencialmente al funciona-
miento básico de la economía capitalista y a la relación que se
establece entre el trabajo asalariado y el capital. Pero más allá
de la profundidad y el alcance de los cambios por los que ha
pasado la sociedad capitalista hasta nuestros días, en su base,
siguen funcionando los mismos mecanismos y leyes que tan
bien exponen los textos que estamos presentando.
Es notable que muchos de los debates planteados en es-
tos trabajos vuelvan a resurgir en la actualidad, cuando veni-
mos presenciando una lenta pero sostenida recomposición de
las fuerzas de la clase obrera. Nuestra intención es entonces
acercar algunas herramientas fundamentales para volver a dis-
cutir todas las potencialidades que puede desplegar la lucha
de los trabajadores así como algunos aspectos muy importan-
tes de la relación entre la lucha por sus demandas inmediatas
y la lucha por terminar con la explotación capitalista.

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10 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

En lo que sigue de esta presentación se intentará destacar,


a modo de guía de lectura, aquellos temas de los textos seleccio-
nados que nos han parecido centrales. En cada caso hemos in-
dicado la página de esta edición, en que dichos temas pueden
encontrarse en su desarrollo. En modo alguno es nuestra inten-
ción abarcar en esta presentación el conjunto de los aspectos
tratados en los textos, por el contrario creemos que es indispensa-
ble el estudio atento y paciente de los mismos, que permitirá al
lector tanto profundizar sobre los aspectos a los que aquí hare-
mos referencia, como avanzar sobre otros aquí no mencionados.
Queremos señalar que, tanto para la elaboración de esta
presentación como para la selección de los textos que publi-
camos, hemos tomado como referencia la experiencia de nu-
merosos cursos de economía marxista que realizamos en los
últimos años junto a trabajadores en la zona norte del Gran
Buenos Aires. También han sido muy valiosos los aportes y
opiniones de dirigentes y militantes, muchos de ellos, obre-
ros, del Partido de los Trabajadores Socialistas, en algunos
casos propagandistas que brindan cursos de marxismo a traba-
jadores y estudiantes. Agradecemos la colaboración de Paula
Bach, un aporte fundamental para la elaboración de este libro.
Por último, hemos agregado un anexo elaborado por noso-
tros sobre los mecanismos para la extracción de plusvalía
(plusvalía absoluta y plusvalía relativa), ya que se trata de un
aspecto de mucha importancia, con poco desarrollo en los textos.

I. PRODUCTO NECESARIO Y PRODUCTO SOCIAL


XIIIIIIIEXCEDENTE. EL ORIGEN DE LAS CLASES SOCIALES
En Introducción a la Teoría Económica Marxista, Mandel
comienza con una definición clave: “Todos los progresos de la
civilización están determinados, en última instancia, por el
aumento de la productividad del trabajo”(pág. 39); o dicho de
otra forma, por la capacidad de los hombres para apropiarse de
y dominar la naturaleza, de la cual son parte.

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 11

Efectivamente, si vemos como ha sido el desarrollo de


las primeras sociedades humanas, de las antiguas comuni-
dades primitivas que eran mayormente grupos de cazado-
res–recolectores o agricultores, notaremos que durante mi-
les de años, las distintas organizaciones sociales se han ca-
racterizado por un bajo nivel de desarrollo de sus fuerzas
productivas3, donde la clave estaba puesta en lograr la su-
pervivencia del grupo social. En estas sociedades, “en tanto
que la productividad del trabajo es tan baja que el producto
del trabajo de un hombre sólo alcanza a cubrir su propia
manutención, no se registra tampoco una división social,
no hay diferenciación en el interior de la sociedad. En tal
caso, todos los hombres son productores, todos se encuen-
tran en el mismo nivel de indigencia” (pág. 39).
Como Mandel desarrolla en esta y otras obras4, estas so-
ciedades se hallaban expuestas constantemente a las fuerzas
incontrolables de la naturaleza y aunque conocían períodos
de abundancia, estos eran resultado más bien de factores ca-
suales como condiciones climáticas favorables o una buena
temporada de caza. Lejos de un mundo idílico donde todos
los miembros alcanzaban un desarrollo pleno, estamos frente
a grupos sociales altamente inestables, amenazados constan-
temente por hambrunas y catástrofes naturales, donde salvo
excepciones, se “socializaba” la miseria y la indigencia.
3
El concepto de fuerzas productivas se refiere a una compleja rela-
ción entre los distintos factores que incrementan la capacidad de los seres
humanos para transformar la naturaleza por medio del trabajo; incluye tan-
to los medios de producción, como la técnica que potencia el poder del
hombre sobre la naturaleza, y los aspectos sociales de la organización del
trabajo. Dice Marx en El Capital: “La fuerza productiva del trabajo está
determinada por múltiples circunstancias, entre otras por el nivel medio
de destreza del obrero, el estadio de desarrollo en que se hallan la ciencia y
sus aplicaciones tecnológicas, la coordinación social del proceso de pro-
ducción, la escala y la eficacia de los medios de producción, las condicio-
nes naturales”. Marx, Karl, El Capital, Siglo XXI, Madrid 1975, pág. 49.
4
Ver por ejemplo Ernest Mandel: Tratado de Economía Marxista,
Era, Mexico D.F, 1977.

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12 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

Con el desarrollo de las fuerzas productivas, se da un pro-


ceso contradictorio en el que dicho avance no significa nece-
sariamente, el de todos los miembros de la sociedad. Mandel
continúa su explicación, revelando la tensión fundamental que
atraviesa todo el desarrollo de la historia humana y que alcan-
za su clímax en la economía capitalista: la contradicción entre
la cada vez mayor capacidad del género humano para moldear
y dominar la naturaleza, y la apropiación de esos beneficios
sólo por un sector de la sociedad.
Fue el propio desarrollo de las fuerzas productivas el que
en un momento determinado, permitió la diferenciación en
clases al interior de la sociedad. Esto se debe a que todo au-
mento en la productividad del trabajo por encima de ese bajo
nivel que describimos anteriormente, permite la división del
trabajo y crea la posibilidad de la lucha por el reparto del pro-
ducto del trabajo excedente. “A partir de ese momento, la tota-
lidad del trabajo de una colectividad no está destinado exclu-
sivamente a la manutención de los productores. Con una parte
de ese trabajo es posible liberar a un sector de la sociedad de la
necesidad de trabajar para subsistir” (pág. 39).
Es aquí cuando aparece la posibilidad del surgimiento de
las clases sociales, de que un sector de la sociedad se transforme
en clase dominante, caracterizada precisamente por haberse libe-
rado de la necesidad de trabajar para lograr su manutención me-
diante los más variados métodos e instrumentos, aunque siempre
apoyándose de manera fundamental en el monopolio de la fuer-
za. Con la aparición de estos sectores, ya sean clases o castas do-
minantes, “el trabajo de los productores se descompone en dos
partes. Una parte de ese trabajo sigue efectuándose para proveer a
la subsistencia de los productores; lo llamamos trabajo necesario.
Otra parte de ese trabajo sirve al mantenimiento de la clase domi-
nante; lo denominamos trabajo excedente” (pág. 40).
Mandel se detiene a ver esta relación entre trabajo necesa-
rio y excedente en las sociedades esclavistas y feudales. Este
enfoque tiene la virtud de meternos de lleno en la cuestión

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 13

central que ha caracterizado a las distintas formas de organiza-


ción social que se sucedieron en la historia: esto es, las relacio-
nes de explotación, y la dependencia de estas, en última instan-
cia, del desarrollo de las fuerzas productivas. Partiendo de esta
característica común al conjunto de las sociedades, pasa ense-
guida a ver cómo se expresa la relación entre trabajo necesario y
trabajo excedente en la sociedad capitalista.

LA MERCANCIA: VALOR DE USO Y VALOR DE CAMBIO


Para avanzar sobre los fundamentos mediante los cuales el
marxismo explica la explotación en el capitalismo, Mandel se
detiene brevemente en las definiciones de valor de uso y valor de
cambio. El valor de uso representa el elemento común a la pro-
ducción de todos los tipos de sociedades que han existido hasta
nuestros días. Como dice Mandel, “normalmente, todo producto
del trabajo humano debe tener alguna utilidad, debe poder satis-
facer una necesidad humana. Se dirá entonces que todo producto
del trabajo humano posee un valor de uso” (pág. 42). Podemos
decir que en las sociedades anteriores al capitalismo la produc-
ción está constituida fundamentalmente por simples valores de
uso, es decir, “productos destinados al consumo directo de quie-
nes se los apropian (productores o clases dirigentes)” (pág. 42).
Pero en el modo de producción capitalista, como Marx seña-
la en El Capital, la riqueza social está constituida por un “inmen-
so arsenal de mercancías” 5. Esto significa que el capitalismo es
una sociedad en la cual, la inmensa mayoría de los valores de uso
que se producen no están hechos para el consumo directo de
quien los elabora (o de quien se los apropia) sino para ser
5
Marx, Karl, op. cit., pág. 43. Es absolutamente cierto que la pro-
ducción de mercancías existe desde los orígenes mismos de las socieda-
des humanas. Sin embargo, dicha producción ocupaba un lugar marginal,
en modo alguno dominaba el conjunto de las relaciones sociales de pro-
ducción. Recién desde el momento en que la producción de mercancías
se generaliza, es decir, desde el momento en el cuál la amplísima mayoría
de los productos que se elaboran están destinados al intercambio, pode-
mos hablar de la existencia del modo de producción capitalista.

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14 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

intercambiados en el mercado o, dicho de otro modo, para ser


vendidos. Dicho esto, y apelando a Ernest Mandel, podemos
adelantar una primera definición de mercancía como “un pro-
ducto que no ha sido creado con el fin de consumirlo directa-
mente, sino con el de cambiarlo en el mercado” (pág. 42). Por
supuesto, toda mercancía, para que alguien esté dispuesto a
adquirirla, debe tener un valor de uso, debe tener alguna utili-
dad. Pero lo notable es que no es esa utilidad el factor por el cuál
la mercancía se intercambia. Ella se intercambia por otro valor
que es el que se denomina valor de cambio.
La pregunta que surge de inmediato es: ¿qué es lo que deter-
mina ese valor de cambio? ¿Qué es lo que permite que valores de
uso completamente diferentes se intercambien entre sí en deter-
minadas proporciones? Tiene que haber algo común a todas las
mercancías que permita hacer efectivo este proceso de cambio.
Dice Marx: “…lo primero que tenemos que preguntarnos es esto:
¿cuál es la sustancia social común a todas las mercancías?” (pág.
121). Respondiéndose luego que esa sustancia común “Es el tra-
bajo.” De modo que el valor de cambio de una mercancía está
determinado por la cantidad de trabajo socialmente necesario para
producirla, cantidad de trabajo que se mide según la duración del
tiempo durante el cual se produjo. Las palabras “socialmente ne-
cesario” tienen una gran importancia porque no es cualquier can-
tidad de tiempo de trabajo el que determina el valor de cambio,
sino el tiempo medio que, bajo determinado desarrollo alcanzado
por las fuerzas productivas, la sociedad asume como necesario
para producir la mercancía en cuestión.
El valor de cambio o el valor es entonces, simplemente el
tiempo de trabajo socialmente necesario que se incorpora en los
productos durante las distintas etapas de su elaboración. Dicho
esto podemos adelantar una definición un poco más completa de
mercancía que, como señala Mandel “…es un producto que no
ha sido creado con el fin de consumirlo directamente, sino con el
de cambiarlo en el mercado. Por tanto toda mercancía debe tener
a la vez un valor de uso y un valor de cambio”(pág. 42).

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 15

II. LA EXPLOTACION EN EL CAPITALISMO: LA VENTA DE


XXXXXIXIFUERZA DE TRABAJO Y LA PLUSVALIA
El análisis con el que Mandel inicia su Introducción..., lo
conduce casi inmediatamente a referirse a la plusvalía, es decir a
la modalidad que adopta la apropiación del trabajo excedente en
el capitalismo y que constituye la fuente de la ganancia de los
empresarios. Mandel dirá inicialmente, que la plusvalía no es
más que la forma expresada en dinero del producto social exce-
dente (pág. 41). Pero ¿cómo hace el capitalista para sacarle este
excedente al trabajador? El modo en que este proceso se lleva a
cabo tiene la característica, a diferencia de anteriores sociedades
de clases, de no ser transparente en lo más mínimo. Es por ello
que el capitalismo es la más perfecta de todas las sociedades cla-
sistas, justamente por ser la única en la que, como Marx señalaba,
hasta el trabajo no pagado aparece como retribuido. Este carácter
oculto del robo de trabajo excedente exige analizar detallada-
mente el problema; daremos aquí algunos elementos.
Antes mencionamos que el capitalismo es un modo de pro-
ducción en el que se ha generalizado la producción de mercan-
cías y, por lo tanto, también su intercambio. Sin embargo, una
simple mirada a nuestro alrededor mostrará que la amplia mayo-
ría de la población no cuenta con los medios de producción nece-
sarios para producir mercancías y llevarlas al mercado. Esa am-
plia mayoría, en realidad, sólo tiene para ofrecer su capacidad de
trabajar, su fuerza de trabajo. De modo que, lanzados al merca-
do cotidianamente, millones de seres humanos se ven en la obli-
gación de vender la única mercancía (pág. 68) que poseen, su
fuerza de trabajo, a algún capitalista 6.
6
Aunque es más correcto decir que intentan venderla, ya que no
siempre pueden hacerlo. Como cualquier otra mercancía, la fuerza de
trabajo no tiene garantizada su compra. De hecho, en todo momento hay
una proporción de la población trabajadora que no consigue quien le com-
pre su fuerza de trabajo. Siempre existe un ejército industrial de reserva y
cuando adquiere una magnitud considerable, hecho recurrente en el ca-
pitalismo, permite a la burguesía presionar a la baja de los salarios.

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16 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

En Salario, precio y ganancia, Marx expone en forma sen-


cilla lo que él mismo consideraba uno de sus aportes funda-
mentales para la comprensión del mecanismo del robo del tra-
bajo excedente en el capitalismo: la diferencia entre trabajo y
fuerza de trabajo. Veremos que se trata de una diferencia clave.
Marx plantea a su auditorio que “todos vosotros estáis con-
vencidos de que lo que vendéis todos los días es vuestro
trabajo...”(pág. 129). Efectivamente, es común pensar que el tra-
bajador vende su trabajo en el mercado a cambio de un salario y
que el capitalista al combinar ese trabajo con las máquinas y
herramientas que adquirió previamente logra producir un pro-
ducto que le pertenece. ¿No es acaso lógico y natural que quien
puso el dinero para comprar salarios, materias primas y máqui-
nas sea el legítimo propietario de los productos que esos bienes
combinados producen? Además, como el obrero recibe el pago
de su salario después de haber trabajado, percibe que el patrón
le paga por todo el trabajo que realizó (es decir por todas las
horas trabajadas). El obrero se imagina “que el valor o precio de
su fuerza de trabajo es el precio o valor de su trabajo mismo”
(pág. 134). Pero Marx logró demostrar que toda esta apreciación
de la realidad no es más que una ilusión, dado que existe una
diferencia fundamental entre lo que el obrero cree que vende (y
lo que el sentido común de la mayor parte de la sociedad cree
que el obrero vende) y lo que él realmente vende. Esta diferen-
cia radica en que “lo que el obrero vende no es directamente su
trabajo, sino su fuerza de trabajo, cediendo temporalmente al
capitalista el derecho a disponer de ella” (pág. 129). En esta apa-
rentemente “pequeña” diferencia entre trabajo y fuerza de tra-
bajo, se encierra todo el secreto del capital. Porque el obrero en
realidad cobra sólo una parte del trabajo que realmente realiza.
El resto del trabajo que lleva a cabo se lo embolsa el capitalista
sin otorgar por él contraparte alguna. Veamos como es esto.
Dijimos que el obrero no vende su trabajo, es decir todo
el producto de su trabajo en un lapso dado de tiempo sino
que vende su capacidad de trabajar es decir, su capacidad de

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 17

poner en movimiento sus músculos, sus nervios y su cere-


bro. Esta capacidad de trabajar se denomina la fuerza de tra-
bajo que en el capitalismo, como referencia Mandel, “…es
una mercancía, y su valor, como el de toda otra mercancía,
equivale a la cantidad de trabajo socialmente necesario para
producirla y reproducirla, es decir, al costo del mantenimiento
del obrero, en el sentido amplio del término”(pág. 58)7. Este
valor de la fuerza de trabajo es lo que se expresa en el salario.
Para resaltar esta diferencia agregándole un poco de iro-
nía dice Marx: “el valor diario o semanal de la fuerza de tra-
bajo y el ejercicio diario o semanal de esta misma fuerza de
trabajo son dos cosas completamente distintas como el pien-
so (alimento, NdR) que consume un caballo y el tiempo que
puede llevar sobre sus lomos al jinete” (pág. 133). La fuerza
de trabajo es en realidad una mercancía, inseparable del tra-
bajador, quien a través de su venta, la pone a disposición del
capitalista por un tiempo determinado, para que la utilice
como le plazca. El uso que puede darle el capitalista, no tiene
en principio más límite que lo que el obrero pueda soportar.
Una vez que el capitalista contrata a un trabajador, es
decir, compra su capacidad de poner en movimiento sus mús-
culos, nervios y cerebro (su fuerza de trabajo), la combina
con maquinarias y materias primas, poniéndola a trabajar
durante una jornada de, por ejemplo, ocho horas. Con una
parte de su trabajo, supongamos cuatro horas, el trabajador
produce el equivalente a lo que el capitalista gasta en sala-
rios. Pero como ha vendido su capacidad de trabajar por una
jornada completa, el obrero está obligado a seguir trabajando
el tiempo restante. Estas horas trabajadas por encima de la
cantidad necesaria para producir el equivalente a su salario,
7
Es necesario señalar que la fuerza de trabajo es una mercancía
muy particular. Si bien su valor se determina, como el de cualquier otra
mercancía, por el tiempo de trabajo socialmente necesario para producir-
la y reproducirla, ese “tiempo” encierra, como se mencionará más adelan-
te, un elemento “histórico y moral”.

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18 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

son directamente apropiadas por el patrón, sin dar nada a cam-


bio. Este robo descarado de horas de trabajo es la única fuente
de las ganancias de los capitalistas.
Muchos trabajadores se sorprenden porque piensan que
el capitalista obtiene ganancias pagándole a los trabajadores
un salario “de miseria”, muy por debajo de esa “canasta fami-
liar” de la que siempre se habla. Sin embargo, aunque el capi-
talista pague por la fuerza de trabajo un salario que cubra sus
necesidades básicas8 es decir, por ejemplo, un salario al nivel
de lo que hoy se denomina la “canasta familiar”, obtiene bene-
ficios. La ganancia del capitalista no depende de pagarle al
obrero menos de lo que vale su fuerza de trabajo. Depende,
pura y exclusivamente de la ya mencionada diferencia entre la
cantidad de trabajo que el obrero efectivamente realiza (que
podemos denominar su trabajo) y lo que cuesta la reproduc-
ción de su vida (que podemos denominar el valor de su fuerza
de trabajo o su salario). De este modo, la ganancia capitalista
se funda en la existencia misma del trabajo asalariado.
También es muy común la creencia de que la ganancia
surge porque al costo de producción de las mercancías, el
capitalista le agrega arbitrariamente una suma adicional, un
recargo sobre lo que le cuesta producirlas. Esta es otra creen-
cia completamente falsa. Como mencionamos más arriba, la
ganancia surge porque los capitalistas, comprando la fuerza
de trabajo, obtienen la única mercancía que durante su uso,
es decir durante el proceso de trabajo, produce nuevo valor;
valor que es mayor al necesario para reponer el costo de la
8
Cuando hablamos de necesidades básicas incluimos en ellas el ya
mencionado elemento histórico y moral. Como dice Marx “…hasta el volu-
men de las llamadas necesidades imprescindibles, así como la índole de su
satisfacción, es un producto histórico y depende por tanto en gran parte del
nivel cultural de un país, y esencialmente, entre otras cosas, también de las
condiciones bajo las cuales se ha formado la clase de los trabajadores libres,
y por lo tanto de sus hábitos y aspiraciones vitales. Por oposición a las demás
mercancías, pues, la determinación del valor de la fuerza laboral encierra un
elemento histórico y moral”. Marx, Karl, El Capital, op. cit., pág. 208.

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 19

vida del obrero. La verdad es que, poniendo en movimiento


la fuerza de trabajo, el capitalista obtiene al final del proceso
más valor del que efectivamente invirtió. Pero el contenido
de ese valor extra (plusvalor), deviene de la diferencia entre
lo que al capitalista le cuesta la fuerza de trabajo y lo que esa
fuerza de trabajo efectivamente produce (su trabajo). De modo
que, en definitiva, lo único que le interesa al capitalista es
que la utilización de la fuerza de trabajo que contrata rinda
más valor del que le cuesta.
Mandel concluye entonces que “la plusvalía es la dife-
rencia entre el valor producido por el obrero y el valor de su
fuerza de trabajo” (pág. 59). Vimos que, durante una jornada
completa de trabajo, el obrero utilizará sólo una fracción de
ésta para reponer lo desembolsado por el patrón en su salario,
mientras que el resto de la jornada será trabajo no pagado, tra-
bajo excedente apropiado gratuitamente por el capitalista. Re-
petimos: este robo de trabajo, que se denomina plusvalía, cons-
tituye la única fuente de la ganancia capitalista.
Lo mismo da que el capitalista ponga la fuerza de trabajo
a producir bienes materiales, o que la haga desempeñarse en
determinadas ramas del sector de servicios, que incluye áreas
claves para el desenvolvimiento de la economía capitalista
como lo son por ejemplo los transportes y las comunicaciones.
Este trabajo excedente expropiado a los trabajadores es
lo que permite que el capitalista reciba en dinero, cuando
vende sus mercancías en el mercado, un precio mayor al que
le costó comprar y poner en movimiento todos los elementos
necesarios para producirlas (medios de producción, materias
primas y fuerza de trabajo). Por eso Mandel plantea que “la
plusvalía no es otra cosa que la forma monetaria del producto
social excedente” (pág 59). Vale agregar aquí que ese dinero
que los empresarios obtienen bajo la forma de ganancia y en
el que está representado el trabajo excedente por el que no
pagan un peso a los trabajadores que lo producen, constituye
la fuente de la acumulación del capital.

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20 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

LIBERTAD, IGUALDAD, PROPIEDAD …


Hemos visto entonces en qué consiste la igualdad entre
estos poseedores de mercancías: unos poseen el dinero y otros
la fuerza de trabajo. En el mercado cada uno entrega al otro lo
que posee bajo la más estricta de las equivalencias: cada uno
da y recibe según el valor de su mercancía. Se esconde aquí
bajo una apariencia engañosa la verdadera relación de explo-
tación entre el capital y el trabajo, dado que hasta el trabajo no
pagado aparece como retribuido. Como dice Marx, “aunque
sólo se paga una parte del trabajo diario del obrero, mientras
que la otra parte queda sin retribuir, y aunque este trabajo no
retribuido o plustrabajo es precisamente el fondo del que sale
la plusvalía o ganancia, parece como si todo el trabajo fuese
trabajo retribuido. Esta apariencia engañosa distingue al traba-
jo asalariado de las otras formas históricas del trabajo”. Y si-
gue: “(...) en el trabajo de los esclavos parece trabajo no retri-
buido hasta la parte del trabajo que se paga. (...) el campesino
siervo (...) trabajaba, por ejemplo, tres días para él mismo en la
tierra de su propiedad o en la que le había sido asignada, y los
tres días siguientes los destinaba a trabajar obligatoriamente y
gratis en la finca de su señor. Como vemos, aquí las dos partes
del trabajo, la pagada y la no retribuida, aparecían separadas
visiblemente, en el tiempo y en el espacio, y nuestros liberales
rebosaban indignación moral ante la idea absurda de que se
obligase a un hombre a trabajar de balde (...). En el primer caso
(el del obrero y el capitalista, NdR) el trabajo no retribuido
parece entregado voluntariamente y, en el otro, arrancado por
la fuerza. Tal es toda la diferencia”9.
Pero esta diferencia es fundamental porque sobre ella se
estructura todo el sistema jurídico e ideológico sobre el que
descansa el sistema capitalista. Gracias a un “contrato libre”
9
Que esta igualdad es sólo una apariencia bajo la cual se esconde
una relación de explotación, queda ya de por sí revelada en el hecho de
que aquellos trabajadores que no logran vender su fuerza de trabajo al
capitalista, son condenados al hambre y la miseria de la desocupación.

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 21

el asalariado acuerda trabajar bajo las órdenes del capitalista


observando ciertas condiciones y durante cierta jornada laboral
a cambio de un salario. Este intercambio es igual al que pue-
de entablarse entre un vendedor de muebles y otro de libros,
es decir entre productores privados e independientes que dis-
ponen libremente de sus mercancías.
¿En qué sentido se dice que los trabajadores en el siste-
ma capitalista son libres? En primer lugar lo son desde el
mismo momento en que no están sujetos, como en el pasado
histórico, ni a un dueño como en el esclavismo, ni a una rela-
ción de vasallaje como bajo el feudalismo. Pero son libres tam-
bién bajo otro aspecto muy distinto, en la medida en que han
sido “liberados” de todo medio de vida. Así la libertad signi-
fica que carecen de medios de producción. Mandel, en la se-
gunda parte de su Introducción…(pág. 70), señala justamente
este aspecto como central para el surgimiento del capitalis-
mo. El propio Marx lo destaca en el texto que publicamos:
“¿de dónde proviene ese fenómeno extraño de que en el mer-
cado nos encontramos con un grupo de compradores que
poseen tierras, maquinaria, materias primas y medios de vida.
(…) y de otro lado, un grupo de vendedores que no tienen
nada que vender más que su fuerza de trabajo, sus brazos
laboriosos y sus cerebros? ¿Cómo se explica que uno de los
grupos compre constantemente para obtener una ganancia y
enriquecerse, mientras que el otro grupo vende constante-
mente para ganar el sustento de su vida? La investigación de
este problema sería la investigación de aquello que los eco-
nomistas denominan “acumulación previa u originaria”, pero
que debería llamarse, expropiación originaria. Y veríamos en-
tonces que esta llamada acumulación originaria no es sino
una serie de procesos históricos que acabaron destruyendo la
unidad originaria que existía entre el hombre trabajador y
sus medios de trabajo…”(pág. 130). Es esta “libertad” la que
explica la necesidad de todo asalariado de vender su fuerza de
trabajo si es que quiere procurarse los medios de existencia, y

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22 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

por ende su falta verdadera de libertad. Por supuesto el obre-


ro tiene la “libertad” de morirse de hambre él y su familia si
no está conforme con el salario o con las condiciones de tra-
bajo. Incluso es posible que cualquier obrero bajo el capita-
lismo, de forma individual, pueda dejar atrás su condición y
ascender socialmente, pero sólo si el conjunto de la clase de
trabajadores asalariados no lo hace.
Pero incluso la libertad que permite el contrato entre igua-
les que establecen en el mercado el capitalista y el obrero, se
termina una vez traspasada la puerta de la fábrica. Allí, como
dice Marx, “(...)se transforma en cierta medida, según parece,
la fisonomía de nuestras dramatis personæ (personajes). El
otrora poseedor de dinero abre la marcha como capitalista, el
poseedor de la fuerza de trabajo le sigue como su obrero; el
uno, significativamente, sonríe con ínfulas y avanza impe-
tuoso; el otro lo hace con recelo, reluctante, y como alguien
que lleva su propia piel al mercado y lo único que puede
esperar es... la curtiembre”10.
Efectivamente, el contrato con el capitalista despoja al
obrero de su libertad e igualdad, por el tiempo que dure su
jornada de trabajo. Durante este lapso, debe aceptar el man-
dato absoluto del capitalista sobre todos sus actos, o por lo
menos así lo ve el capitalista. Allí en el taller, en la fábrica o
en la empresa, donde se producen, se transportan y se orga-
nizan todos los bienes y servicios que posibilitarán a la socie-
dad su reproducción, la gran mayoría de la población se ve
sometida al despotismo del capital, a la disciplina férrea, y
carece en su gran mayoría de alguna posibilidad de ejercer la
democracia incluso en cuanto a la producción y los procedi-
mientos de elaboración de los bienes. Todo le viene dado,
estandarizado, cronometrado, normalizado y sólo tiene que
obedecer. “Las masas de trabajadores apiñadas en las fábricas
son organizadas militarmente. Como soldados industriales
rasos se los pone bajo el control de una completa jerarquía de
10
Marx, Karl, op. cit., pág. 214.

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 23

suboficiales y oficiales. No sólo son siervos de la clase bur-


guesa y del estado burgués; cada día, cada hora, están atados
a la servidumbre de la máquina, del capataz y sobre todo del
burgués dueño de la fábrica. Ese despotismo es más mezqui-
no, odioso e irritante en la medida en que declara abierta-
mente que su finalidad es el lucro”11. Y aunque en la actuali-
dad, como explicamos en el anexo sobre los mecanismos para
la extracción de plusvalía, la burguesía haya implementado
“nuevos métodos de trabajo”, como el denominado toyotismo,
que disfrazan de alguna manera este despotismo de fábrica,
en esencia el mecanismo sigue siendo el mismo.
Esta relación de dominación y explotación que se verifica
en la producción se reproducirá en el conjunto de la vida social,
donde la miseria creciente en un polo y la riqueza en el otro,
genera desigualdades en la participación real como ciudadanos
“libres”. Así los trabajadores a pesar de tener formalmente dere-
chos políticos, en la práctica están condenados a dedicarle to-
das sus energías al trabajo. El tiempo de la participación social
está reservado sólo a determinadas porciones de la población,
como los capitalistas y algunos estratos de las capas medias. La
desigualdad económica genera una desigualdad sustancial en
la participación activa en la política, el arte o el estudio.
El “contrato libre de trabajo” es la expresión jurídica bajo
la cual se oculta el hecho de que sólo despojándose de esa
libertad y de esa igualdad el trabajador puede conseguir los
medios para vivir. De esta manera su libertad se reduce a la
potestad que tiene de elegir bajo qué capitalista será explota-
do, y eso cuando tiene la posibilidad de conseguir un trabajo,
como mencionamos anteriormente.
Mientras el capitalista, mediante el contrato libre de traba-
jo pretende considerar a los trabajadores como fuerza de traba-
jo, es decir como una mercancía más, de igual rango que un
rollo de tela o un torno, reconoce al mismo tiempo y sin quererlo
11
Marx, K. y Engels, F., Manifiesto Comunista, Obras Escogidas,Tomo
I, Cartago, Bs. As. 1987, pág 99.

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24 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

que él se considera en la producción como “su amo y se-


ñor”, con los mismos derechos de posesión y dominio que
ejerce sobre el rollo de tela y el torno. Reconoce por lo tanto
lo que pretende ocultar, que la relación del capitalista con
el trabajador posee una jerarquía especial, y que impera un
orden profundamente despótico y autoritario en la sociedad
capitalista.
Justamente la lucha sindical se ha desarrollado inicialmente
para acotar este despotismo patronal en la fábrica, además de
para conseguir mejores salarios, limitar la duración de la jorna-
da de trabajo y reglamentar el trabajo infantil y el femenino. Al
organizarse colectivamente la clase trabajadora niega parcial-
mente su carácter de mercancía “libre”. De hecho frente a la
libertad de contratación, la clase trabajadora va imponiendo con
sus luchas toda una serie de derechos que niegan esa libertad, al
negar el derecho del capital a contratar bajo condiciones que
desciendan de un mínimo establecido. Al conquistar esos dere-
chos mediante la acción colectiva reconocida, se niega también
el contrato como acto estrictamente individual.
Las conquistas laborales fueron conseguidas mediante
una lucha feroz y le costó muy caro al proletariado cada uno
de los derechos alcanzados. Sólo bajo el peligro de perder
todo, y de prever consecuencias demasiado peligrosas para
su propia existencia, los capitalistas aceptan otorgar conce-
siones, con la firme convicción que pasado el peor momento
retornarán a su antigua situación, es decir, intentarán volver
a una relación de fuerzas favorable a sus intereses, mediante
derrotas en la lucha de clases a los trabajadores. Esto, a su
vez, intentarán plasmarlo también en el terreno jurídico, de-
rogando leyes y reglamentos “no competitivos”.

EL DERECHO DE HUELGA
La conquista del derecho de huelga reviste interés no
sólo económico sino también político e ideológico, porque
niega parcialmente la “libertad” del contrato de trabajo. “Entre

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 25

derechos iguales y contrarios, decide la fuerza”, decía Marx12 . Y


efectivamente esta contradicción se desenvolverá a lo largo de
la historia de la lucha de clases, pues tanto los trabajadores
organizados en los sindicatos y partidos obreros, como los pa-
trones organizados en sus federaciones, partidos y el mismo
aparato estatal burgués, dejarán de ir al mercado individual-
mente, para hacerlo colectivamente e imponer cada uno su
fuerza social, pasando de la participación individual a la pre-
sión colectiva bajo la identificación de su propia clase social.
Cuando el obrero se lanza a la huelga lo hace contra el
contrato que se vio forzado a aceptar en condiciones económi-
cas distintas a las presentes. En los hechos pretende modificar
con la fuerza las condiciones pactadas. Los capitalistas han
respondido no solo apelando a la utilización de la “fuerza pú-
blica”, sino también utilizando la debilidad económica de su
oponente. Por ello el fondo de huelga permite a los trabajado-
res “liberarse” por el lapso de tiempo que dura la huelga, de su
obligación de trabajar.
El debate sobre el derecho de huelga encierra una contra-
dicción más profunda aún, la inestable coexistencia de dos pers-
pectivas opuestas y contradictorias, que oscilan según las rela-
ciones de fuerza en presencia. De un lado el capitalista se aferra
al contrato individual, porque en ese ámbito privado es amo y
señor para imponer su voluntad frente a una nula o muy escasa
capacidad de resistencia. Del otro lado, las conquistas obreras,
impuestas mediante la lucha, han logrado en muchos terrenos
relaciones jurídicas que sobrepasan el derecho privado del con-
trato individual para dar paso a reglamentos laborales, conve-
nios colectivos y toda una serie de leyes que regulan la contrata-
ción y estipulan las normas de trabajo y seguridad laboral de modo
que aunque el contrato sigue siendo individual, igual que la ca-
pacidad de rescindirlo, en los hechos la reglamentación moderna
del trabajo implica un reconocimiento de su carácter social y de
su organización colectiva en oposición al contrato individual.
12
Marx, Karl, op. cit., pág. 282.

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26 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

El reconocimiento, a regañadientes por supuesto, del


derecho de huelga es entonces un elemento más de este so-
brepasar el contrato individual. Este ejercicio implica el de-
recho de abandonar el trabajo y negarse, mientras dura el
conflicto, a hacerse cargo de sus obligaciones contractuales,
en nombre de un interés superior, el interés colectivo de la
clase trabajadora como portadora del trabajo social. El dere-
cho de huelga como acción colectiva se da de lleno contra el
contrato libre e individual.
En respuesta al poder creciente de los explotados de pa-
ralizar las empresas, la clase capitalista ha enarbolado su de-
recho opuesto, el de la “libertad del trabajo”. Si no pueden
negar el derecho de huelga, los capitalistas se aseguran el
poder de ejercer el chantaje legal mediante presiones econó-
micas y amenazas abiertas a las consecuencias funestas que
podrían caer sobre los trabajadores que vayan a la huelga. Su
juego es el de incentivar el comportamiento como carneros
(rompehuelgas) de al menos un sector de los trabajadores. El
rompehuelgas “cree poder jugar en los dos tableros y ganar
en cada ocasión: si la huelga fracasa no pierde nada; si triun-
fa, se beneficia del triunfo como los otros”13. Sin embargo la
idea de que el trabajador individual estaría predispuesto, en
beneficio de sus intereses, a regresar a las formas más primi-
tivas de contrato individual y tentado de hacer de rompe-
huelgas, no toma en cuenta que este comportamiento “entra
en contradicción con las represalias más o menos abiertas
que sufrirá de parte de sus camaradas mucho más allá de la
duración de la lucha”14 , es decir de la acción colectiva de los
trabajadores que comportan ciertas tradiciones, conquistas y
conciencia de clase. Es esa organización y esa tradición la
que pretende eliminar la burguesía cada vez que se le presenta
la ocasión. Sólo rompiendo la acción colectiva y reintroduciendo
13
Bensaïd, Daniel, Marx Intempestivo. Grandezas y miserias de una
aventura crítica, Herramienta, Bs. As., 2003, pág. 216.
14
Idem, pág. 217.

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 27

la lógica de solución individual a lo que es en verdad un


conflicto colectivo, puede la clase capitalista alistar en oca-
siones a una fracción de trabajadores como rompehuelgas a
su servicio.
Pero la acción de la burguesía para quebrar el poder cre-
ciente de los trabajadores organizados colectivamente, aún en
el terreno de los sindicatos, no se limita a la utilización de rom-
pehuelgas en los momentos de conflicto. Mediante una serie de
medidas, que incluyen desde las políticas de cooptación de los
dirigentes obreros y la reglamentación de los sindicatos por par-
te del Estado capitalista, la imposición de leyes restrictivas al
derecho de huelga, la contratación en negro o bajo formas de
empleo precario, la propaganda masiva e insistente utilizando
el monopolio de los medios de comunicación en manos de la
clase dominante, la amenaza de la desocupación y los perma-
nentes intentos de enfrentar a los obreros desocupados con los
ocupados, hasta la utilización de la “fuerzas del orden” –gracias
al monopolio de la fuerza estatal que detenta la clase dominan-
te–,busca constantemente imponer situaciones favorables a sus
intereses, quebrando la resistencia de los trabajadores.

III. SALARIO, PRECIO Y GANANCIA: MARX Y LA


XXXXXXINECESIDAD DE SUPERAR EL SINDICALISMO
Como decíamos al principio Salario, Precio y Ganancia
es una larga alocución dada por Marx en respuesta a quienes,
en el marco de las sesiones del Consejo General de la Iª Inter-
nacional, planteaban la inutilidad de la lucha por aumentar
los salarios con el argumento de que de nada servía pelear por
dichos aumentos, ya que luego de concederlos, los capitalistas
incrementarían proporcionalmente los precios, y los trabaja-
dores encontrarían entonces, que su salario aumentado les
permitiría comprar la misma cantidad de bienes que antes.
Con argumentos muy precisos, a la vez que didácticos, Marx
sostiene que si bien un aumento general de salarios provocaría

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28 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

en lo inmediato un aumento general de precios, más tarde,


por una compleja relación que se establece entre el movi-
miento de los capitales y el mercado, los precios tenderían a
volver al nivel previo al aumento de salarios. La conclusión
de Marx entonces es que un aumento general de salarios
acabaría dando por resultado no un aumento general de pre-
cios es decir, no un proceso inflacionario, sino una baja ge-
neral de la tasa de ganancia de los capitalistas (pág. 100).
Por eso Marx apoya fervientemente la lucha de los trabaja-
dores por mejorar sus condiciones laborales. Demuestra que
el salario es un terreno permanente de disputa entre el tra-
bajador y el capitalista. Es decir es un terreno de lucha por
la apropiación de una parte del trabajo excedente produci-
do por los trabajadores.
Mientras que el valor de la fuerza de trabajo, como el
valor de cualquier otra mercancía, se determina por el tiem-
po de trabajo necesario para producir los bienes de consumo
que el trabajador necesita para subsistir, y siendo su límite
más bajo, el nivel fisiológico mínimo que permita sobrevivir
al obrero y su familia, al mismo tiempo es escenario de con-
troversia. La mercancía fuerza de trabajo es, como ya men-
cionamos, una mercancía muy particular. Su valor, incluso
el de las llamadas necesidades imprescindibles, encierra un
elemento “histórico y moral”15 , que incluye la satisfacción de
necesidades nuevas de acuerdo al desarrollo de las fuerzas
productivas y a las condiciones históricas, sociales y cultura-
les, y que los capitalistas quisieran no reconocer. Si la bur-
guesía logra bajar el salario hasta un nivel mínimo o si la
clase obrera logra aumentarlo más allá de ese nivel, es algo
que depende de la lucha de clases.
El capitalista sólo concede aumentos de salarios cuando
se halla presionado, ya sea porque necesita contratar más tra-
bajadores y subproducto de un momento de ascenso econó-
mico, no dispone de una oferta importante de mano de obra,
15
Marx, Karl, op. cit., pág. 208

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 29

o porque éstos, fuertemente organizados, logran arrancarle


dichos aumentos. Generalmente para lograr aumentos impor-
tantes de salarios, deben darse juntas las dos condiciones.
Cuando los trabajadores exigen aumentos de salarios, en la
inmensa mayoría de los casos, no están más que respon-
diendo a una rebaja salarial previa y exigiendo que los capi-
talistas paguen la fuerza de trabajo por su valor. Pero apenas
sobreviene una crisis, y los empresarios despiden masiva-
mente, no dejan pasar la oportunidad para recuperar terre-
no, y terminar con los aumentos y las mejoras concedidas.
Por eso, el trabajador en general no termina nunca, en los
momentos de crecimiento, de recuperar lo que pierde con
las crisis. La lucha sindical por salario, no puede ofrecer
más que mejoras momentáneas y representa en la mayoría
de los casos, como señala Marx “…la reacción de los obre-
ros contra la acción anterior del capital” (pág. 151).
Por otra parte, como también dice Marx en otro trabajo,
“… ni el salario nominal, es decir, la suma de dinero por la que
el obrero se vende al capitalista, ni el salario real, o sea, la
cantidad de mercancías que puede comprar con este dinero,
agotan las relaciones que encierra el salario. (...) El salario se
halla determinado, además y sobre todo, por su relación con la
ganancia, con el beneficio obtenido por el capitalista: es un
salario relativo, proporcional (...) El salario real expresa el pre-
cio del trabajo en relación con el precio de las demás mercan-
cías; el salario relativo acusa, por el contrario, la parte del nue-
vo valor creado por el trabajo, que percibe el trabajo directo, en
proporción a la parte del valor que se incorpora al trabajo acu-
mulado, es decir, al capital”16.
Hay ocasiones en las que la clase trabajadora consigue
aumentos salariales que permiten incluso aumentar el salario
real, es decir aumentar la capacidad adquisitiva de los trabaja-
dores con lo cual cada obrero podrá comprar más bienes que
16
Marx, Karl, Trabajo asalariado y Capital, Planeta Agostini, Barce-
lona, 1985, pág. 25.

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30 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

antes. El obrero se dirá “si seguimos así cada vez más podremos
conseguir aumentos de salario real e iremos acortando las
diferencias entre los ricos y los pobres”17.
Sin embargo esta creencia no es más que una ilusión ya
que el nivel en que los salarios pueden aumentar dentro del
modo de producción capitalista, tiene un límite preciso: no
puede anular la ganancia de los capitalistas, no puede anular
el robo de trabajo excedente es decir, no puede anular la ex-
plotación. Pero más aún, como el capitalista ve en el salario
un límite fundamental para satisfacer su insaciable sed de
ganancias, busca permanentemente la manera de reducir el
peso del salario en el total que puede embolsarse por cada
mercancía producida. Y cuando presenciamos un ciclo de
17
Sólo a modo de ejemplo y sin pretender con esto ni mucho menos
dar cuenta del desarrollo del capitalismo en los más de 100 años que
separan a Marx de nuestros días, es interesante resaltar que esta ideología
se hizo sentir a fines del siglo XIX en el seno de los partidos socialistas y
en el siglo XX, en la Segunda Posguerra Mundial, momentos de bonanza
económica. En esas oportunidades las ideas reformistas se hicieron
fuertes, surgían siempre los que negaban las tendencias a la miseria cre-
ciente explicada por Marx y dibujaban un panorama en el que las contra-
dicciones de clase irían suavizándose. Como telón de fondo estaba la idea
de que se podían obtener importantes conquistas para la clase trabajadora
y que esas conquistas que el ciclo ascendente de negocios y la explotación
del mundo semicolonial permitían, lograrían la reducción de las desigual-
dades delineando un horizonte de progreso y equidad. Las grandes con-
quistas sociales de esa época, sobre todo durante el período que se conoce
como “boom de posguerra”, parecía darles la razón. Nunca la clase trabaja-
dora había conquistado las posiciones que alcanzó, por ejemplo, durante el
consumo masivo del fordismo norteamericano de posguerra.
Ahora que no sólo en el mundo semicolonial las condiciones de
vida de las masas han caído fabulosamente, sino que también se han visto
deterioradas en los países centrales, es fácil mostrar las falsas ilusiones
que entrañaban esas ideas. En realidad incluso en períodos de pleno em-
pleo y mejoras salariales, en la gran mayoría de los casos se da lo que
Marx denominaba la ley de la miseria creciente, es decir que el salario
relativo, comparado con el crecimiento de la ganancia capitalista impone
una brecha cada vez mayor, un empobrecimiento relativo cada vez mayor
de uno respecto del otro.

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 31

recesión y crisis, en el que aumenta el desempleo, observa-


mos que el trabajador no sólo se empobrece en relación con
el capitalista, sino incluso, en relación con el ingreso que él
mismo percibía poco tiempo atrás.
Retomando el análisis de Marx lo que él quiere demostrar
no es que en todo momento o lugar el salario tenderá a la baja o
que inexorablemente y bajo cualquier circunstancia la miseria
de la clase trabajadora aumente en forma absoluta. En ocasiones
esto efectivamente sucede. Pero Marx no lo estableció como
una ley inevitable. Es decir que si bien la resultante de un
proceso expansivo, en el que los trabajadores en su jornada
producen más mercancías, puede ser un aumento del salario,
a pesar de ello, los trabajadores nunca logran participar de la
misma manera que el capitalista de la nueva riqueza creada.
Lo que ocurre la mayoría de las veces es que el capitalista, si
existe suficiente presión obrera, a lo sumo dejará que los trabaja-
dores participen de una parte mayor de la nueva riqueza, pero la
parte del león será siempre embolsada por el burgués para acre-
centar la acumulación de capital y poner en movimiento en un
nuevo ciclo, un nivel mayor de producción. Esto implica que si
bien los trabajadores avanzaron en su posición con respecto a sí
mismos, porque ahora pueden adquirir más valores de uso, con
respecto a los capitalistas en su conjunto, se empobrecieron, por-
que más se agranda la distancia entre ellos y el capital.
Para que al obrero se le hiciera progresivamente partíci-
pe de la nueva riqueza creada, no sólo debería poder adquirir
más bienes con su salario sino que, además, debería tender a
participar de forma cada vez más ventajosa en el reparto total
de la denominada “torta” que no es más que esa riqueza total
creada. Para los capitalistas, esto significaría que los trabajado-
res empezaran a quedarse con lo que al principio denomina-
mos, su propio trabajo excedente. En ocasiones, los trabajado-
res pueden avanzar sobre parte de la ganancia capitalista, es
decir, pueden quedarse con una parte de su propio trabajo exce-
dente. Pero esto no puede, bajo ningún modo, ser un proceso

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32 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

lineal y acumulativo en el cual los trabajadores se van que-


dando progresivamente con todo el trabajo excedente que pro-
ducen. Porque, como dijimos, el robo de trabajo excedente es la
única fuente de la ganancia de los capitalistas. De modo que, si
los trabajadores no se dejaran robar el trabajo que realizan, y
que excede al trabajo necesario para su manutención, los capi-
talistas comenzarían a ver desaparecer sus ganancias y no en-
contrarían, verdaderamente, ningún incentivo ni para realizar
nuevas inversiones ni para mantener las existentes. Señala tam-
bién Marx: “Como el capitalista y el obrero sólo pueden repartirse
este valor, que es limitado, es decir, el valor medido por el traba-
jo total del obrero, cuanto más perciba el uno menos obtendrá el
otro, y viceversa. Partiendo de una cantidad dada, una de sus
partes aumentará siempre en la misma proporción en la que la
otra disminuye. Si los salarios cambian, cambiarán, en sentido
opuesto, las ganancias. Si los salarios bajan, subirán las ganan-
cias; y si aquellos suben, bajarán éstas.” (pág.141).
La conclusión es que, en las luchas salariales, en la in-
mensa mayoría de las veces el trabajador no logrará participar
proporcionalmente de la nueva riqueza. El salario, en conse-
cuencia, tiene un límite preciso dado por la ganancia capitalis-
ta. Si el salario avanza “demasiado” de forma tal que el capita-
lista empieza a percibir ganancias inferiores o muy inferiores a
las que estaban en sus cálculos percibir, esto se convertirá en
uno de los factores de la crisis y sobrevendrán los cierres y los
despidos. Por eso Marx señala que los líderes sindicales no
tenían argumentos, desde la propia lógica capitalista, para re-
futar las quejas patronales. Así los acuerdos salariales implica-
ban un aumento siempre menor que el crecimiento de la pro-
ducción por jornada. El sindicalismo choca con ese límite in-
salvable del modo de producción capitalista que impide un
aumento progresivo permanente del nivel de vida de las ma-
sas. Y en períodos de crisis debe enfrentar una feroz ofensiva
que revierte lo que parecían conquistas duraderas. Como tam-
bién remarca Marx refiriéndose a los grandes “límites” históricos

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 33

que los trabajadores le han puesto a los capitalistas tales como


la reducción de la jornada de trabajo: “Sin la constante presión
de los obreros desde fuera, la ley jamás habría intervenido. En
todo caso, este resultado no podría alcanzarse mediante con-
venios privados entre los obreros y los capitalistas. Esta nece-
sidad de una acción política general, es precisamente la que
demuestra que, en el terreno puramente económico de lucha,
el capital es la parte más fuerte” (pág. 156).
Más aún, hacia el final del texto del que estamos hablan-
do Marx hace referencia a una ley fundamental del capitalis-
mo según la cual, con el desarrollo de las fuerzas productivas
del trabajo, se acelera la acumulación del capital. A medida
que esta acumulación se acelera se produce un cambio en lo
que se denomina la “composición del capital”. Esto es que, los
capitalistas tienden a invertir mayor cantidad de capital nue-
vo en maquinarias, materias primas y medios de producción
que en comprar fuerza de trabajo. De modo que, señala: “…al
desarrollarse la industria, la demanda de trabajo no avanza con
el mismo ritmo que la acumulación del capital. Aumentará,
pero aumentará en una proporción constantemente decrecien-
te, comparándola con el incremento del capital” (pág. 158). Una
consecuencia muy importante es el incremento del “ejército in-
dustrial de reserva” es decir, sectores de trabajadores que se ven
privados de vender su fuerza de trabajo. El capital, a su vez,
utiliza la existencia de los desempleados para presionar a la baja
el valor de la fuerza de trabajo fomentando la competencia entre
trabajadores ocupados y trabajadores desocupados. De este modo,
reduciendo el salario de los ocupados y aumentando sus ritmos
de trabajo e incluso su cantidad de horas trabajadas, aterrori-
zándolos con el desempleo, como también mediante la utiliza-
ción de tecnología superior18 , consigue aumentar la explotación
extrayéndoles más cantidad de trabajo excedente. De modo que,
el desarrollo de las fuerzas productivas de la humanidad que, si
olvidamos por un momento la existencia del modo de producción
18
Ver Anexo: Mecanismos para la extracción de plusvalía, pág. 173.

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34 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

capitalista, permitiría a los hombres librarse cada vez más de la


necesidad de trabajar jornadas extenuantes para sobrevivir, en
manos de los capitalistas y de su búsqueda incesante de ganan-
cias, actúa como un arma contra los trabajadores.
De este modo, la discusión sobre la “distribución del
ingreso” sin afectar la base en la que se apoya el progreso de
la miseria en un polo y de la riqueza en el otro, no pasa de ser
un deseo de buena voluntad. Y peor, porque oculta la evidencia
de que es en el proceso de la producción capitalista donde
nacen las desigualdades. No existe un “interés común” entre
los capitalistas, los obreros y las masas empobrecidas de la
sociedad. Las desigualdades crecientes son el resultado de la
misma sociedad capitalista, por lo tanto, dichas desigualda-
des no pueden superarse más que acabando definitivamente
con el sistema de trabajo asalariado19.
Podemos ahora adelantar una conclusión de peso: la
exigencia de la clase trabajadora de mantener su posición
social relativa frente al capitalista, de detener la tendencia
histórica a su empobrecimiento relativo, le impone destruir
las fronteras de la ganancia capitalista, sobrepasando los lí-
mites del sistema capitalista.
Por supuesto la lucha sindical por evitar el empobrecimien-
to y perseguir una mejora constante de su nivel de vida sigue
siendo una tarea imperiosa. Pero dirá Marx: “…el propio desarro-
llo de la moderna industria contribuye por fuerza a inclinar la
balanza cada vez más en favor del capitalista y en contra del obre-
ro, y que, como consecuencia de esto, la tendencia general de la
producción capitalista no es a elevar el nivel medio de los sala-
rios, sino, por el contrario, a hacerlo bajar, o sea, a empujar más o
19
La teoría gradualista que prescribía que mediante la lucha parla-
mentaria y sindical se irían borrando las desigualdades sociales, se hizo
añicos, por ejemplo, frente al ataque neoliberal que mostró el verdadero
rostro del capitalismo. No hay más que observar el deterioro de las condi-
ciones de vida de los últimos aproximadamente 25 años para darse cuen-
ta dónde terminaron las ilusiones del reformismo.

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J. R. González y E. Mercatante – INTRODUCCION 35

menos el valor del trabajo a su límite mínimo. Pero si la tendencia


dentro de este sistema, es tal, ¿quiere esto decir que la clase obre-
ra deba renunciar a defenderse contra las usurpaciones del capi-
tal y cejar en sus esfuerzos para aprovechar todas las posibilida-
des que se le ofrezcan para mejorar temporalmente su situación?
Si lo hiciese, veríase degradada en una masa uniforme de hom-
bres desgraciados y quebrantados, sin salvación posible” (pág.158).
Sin embargo, continúa Marx, “la clase obrera no debe exage-
rar a sus propios ojos el resultado final de estas luchas diarias”.
No debe olvidar que la lucha constante de los trabajadores es con-
tra las causas y no contra las consecuencias que originan el des-
censo de su clase y las desigualdades crecientes. “No debe, por
tanto, entregarse por entero a esta inevitable guerra de guerrillas,
continuamente provocada por los abusos incesantes del capital o
por las fluctuaciones del mercado” (pág.158). El motivo más
profundo de los sufrimientos de la clase trabajadora se encuen-
tra en el propio sistema capitalista en el cual la ganancia de unos
pocos está fundada no, como se escucha muchas veces, en la
“inteligencia”, la “astucia”, la “audacia” o la “disposición al tra-
bajo” de esos pocos, sino pura y simplemente en el robo. Y, más
precisamente, como hemos enunciado, en el robo del trabajo
excedente de aquellos que sólo tienen para vender en el merca-
do su capacidad de trabajar. No hay por tanto posibilidad de un
“salario justo” ni de “justicia” en un sistema basado en el robo.
La selección de textos que presentamos al lector será de
gran utilidad aún si sólo contribuye a la meta de otorgar fuer-
za a esta idea que, a pesar de haber transcurrido más de 120
años desde la muerte de Karl Marx, aún habiendo sufrido el
sistema capitalista enormes cambios y transformaciones como
hemos enunciado al principio de esta introducción, mantie-
ne plena vigencia. En consecuencia, nuestra selección será
de gran utilidad si el lector comienza a vislumbrar que no
hay otro camino para emancipar al trabajo de sus cadenas que la
abolición del sistema capitalista. Toda lucha parcial, toda rei-
vindicación económica o democrática contra los capitalistas y

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36 PARA ENTENDER LA EXPLOTACION CAPITALISTA

su Estado debe inscribirse por lo tanto como parte de la lucha


de fondo por suprimir de raíz, mediante la revolución obrera y
socialista, la sociedad basada en la explotación del hombre por
el hombre. Marx termina su exposición afirmando que la clase
obrera “debe comprender que el sistema actual, aun con todas
las miserias que vuelca sobre ella, engendra simultáneamente
las condiciones materiales y las formas sociales necesarias para
la reconstrucción económica de la sociedad. En vez del lema
conservador de ‘¡Un salario justo por una jornada de trabajo jus-
ta!’, deberá inscribir en su bandera esta consigna revoluciona-
ria: ‘¡Abolición del trabajo asalariado!’ ” (pág. 158).

Juan R. Gonzaléz y Esteban Mercatante


Marzo de 2006

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