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La singularidad de la Biblia
Introducción
Cierto día me encontraba dando un curso sobre historia de la literatura a un grupo de estudiantes de
bachillerato. El tema del día giraba en torno a la literatura hebrea. Profundizaba en el subtema de la
singularidad de la Biblia y su supervivencia a lo largo de los siglos, cuando una de las estudiantes
se mostró escéptica a mucho de lo que se decía allí.
En esta ocasión abordaremos algunas de las muchas preguntas que la gente hace
relacionadas con la Biblia. Al final, descubriremos que las Escrituras no han sido solo un libro más
en las bibliotecas de los más destacados hombres y mujeres de ciencia, literatos y pensadores de
todos los tiempos sino que es el Libro de Dios y el depositario de la Verdad revelada y del mensaje
más grande jamás dado a la humanidad.
1. “¿Quién escribió la Biblia?”
La Biblia no es un solo libro escrito por “alguien”. Es una colección de 66 libros que tardó en estar
completa más de 1600 años: desde 1513 a. C. hasta 99 d. C. Es sorprendente su unidad temática, ya
que los autores de los libros que la componen jamás se pusieron de acuerdo para consultarse, y
algunos de sus libros fueron escritos al mismo tiempo a miles de kilómetros de distancia por una
variedad de escritores de diversas épocas, clases sociales o estatus religioso. Algunos de estos
libros los escribieron monarcas, otros eran sirvientes de monarcas, algunos eran padres de familia,
otros eran poderosos profetas. Con todo, los 66 libros que forman la Biblia tienen un solo tema y
forman un todo coherente sin contradicciones en su estructura interna.
Decimos que a pesar de semejante variedad la Biblia es “una unidad” porque todos ellos al escribir
fueron guiados por el Creador para registrar ciertas verdades eternas de vital importancia, como el
hecho de que Él existe, nos ama y desea salvarnos a través de Jesucristo. En fin, podríamos decir
que aunque los autores materiales de los manuscritos fueron humanos, el autor espiritual de la
Biblia es divino.
Yo creo que nadie puede decir que está verdaderamente educado si desconoce la perspectiva que la
Biblia ofrece sobre los más variados temas en estudio. La Biblia ha sido aclamada como la obra
más importante que jamás se haya escrito. Aquel prestigiado erudito norteamericano de principios
del s. XX, William Lyon Phelps, por ejemplo, solía decir: “A todo el que conozca bien la Biblia
puede considerársele verdaderamente culto. No hay ninguna otra clase de saber o cultura, por
extensa o elegante que sea, capaz de sustituirla.” La Biblia es una verdadera biblioteca, de la cual el
mismo profesor Phelps alguna vez dijo: “Nuestras ideas, nuestra sabiduría, nuestra filosofía,
nuestra literatura, nuestro arte y nuestros ideales se basan más en la Biblia que en todos los demás
libros juntos. [...] Creo totalmente en la educación universitaria; [no obstante] también creo que el
conocimiento de la Biblia sin estudios universitarios es aun más valioso que los estudios
universitarios sin un conocimiento de la Biblia.”
Por su parte, el profesor y Premio Nobel de Física, y quien fuera director del prestigiado Caltech
(Instituto Tecnológico de California, USA), Dr. Robert Milikan, expresó de la siguiente manera su
convicción de que solo la Biblia puede producir individuos verdaderamente educados: “Considero
que un conocimiento íntimo de la Biblia es una cualidad indispensable de una persona bien
educada.”
Por su parte, aquel genial escritor alemán, Johann Wolfgang von Goethe, dijo: “Cuanto más
progresa un pueblo intelectualmente, mayor es la posibilidad de emplear la Biblia como
fundamento e instrumento de la educación.” Y el activista del siglo XIX que luchó contra la
esclavitud, William H. Seward, opinaba que “toda esperanza de progreso humano depende de que
aumente la influencia de la Biblia.”
Henrich Hein, poeta alemán del siglo XIX, confesó: “Dicho sencillamente: debo mi iluminación a
la lectura de un libro: la Biblia. Bien lo llaman Sagradas Escrituras. Quien haya perdido a su Dios
puede descubrirlo de nuevo en este libro.”
Y el gran filósofo alemán, Emanuel Kant, uno de los intelectos más grandes que ha dado el
occidente, francamente opinaba que “la existencia de la Biblia, como libro para el pueblo, es el
mayor beneficio que la raza humana jamás haya experimentado. Todo intento de desprestigiarla es
un crimen contra la humanidad.”
Por ejemplo, según las cifras publicadas por las Sociedad Bíblica Británica, la Biblia, completa o
en parte, se ha traducido ya a 2,377 idiomas frente a los 6,500 idiomas que se hablan en el planeta.
De esta manera, si tomamos en cuenta que muchas personas son bilingües, se calcula que la Biblia,
completa o en parte, se ha traducido en suficientes idiomas como para que el 90% de la población
mundial pueda leerla. Según la edición de 1988 del Guinnes Book of World Records se calcula que
entre 1815 y 1975 se imprimieron 2 mil 500 millones de ejemplares de la Biblia. Por su parte, la
revista Biblereport de junio de 2002 calcula que hasta ese año se distribuyeron unos cinco mil
millones de ejemplares en todo el mundo. Ningún otro libro de la historia siquiera se acerca a este
permanente Best Seller en cifras de distribución.
Los masoretas también fueron otros copistas de las Escrituras Hebreas que vivieron entre los siglos
VI y X d. C. Ellos heredaron la labor que antes realizaban los soferim. El nombre “masoreta” se
deriva de una palabra hebrea que significa “tradición”. Básicamente ellos también eran escribas
encargados de conservar el texto hebreo tradicional. Eran individuos exageradamente meticulosos.
Ejemplo de ello es que el masoreta tenía que usar como texto maestro una copia debidamente
autenticada, y no se le permitía escribir nada de memoria. Hasta llegaron a calcular cuántas veces
aparece en las Escrituras Hebreas cada letra y cada palabra de ese alfabeto. Ellos sabían ya que las
Escrituras hebreas tienen 815,140 letras en total. ¿Se imaginan el grado de exactitud y
confiabilidad garantizada por tal minuciosidad?
La Enciclopedia Americana dice que “el concepto de una Tierra esférica no se aceptó
extensamente hasta el Renacimiento”, pero ya en el siglo VIII a. C. La Biblia había dicho acerca de
Dios que “Él reina sobre la bóveda de la tierra.” (Isaías 40:22)
Salomón escribió sobre hormigas que poseían graneros subterráneos donde almacenaban semillas
para el invierno. (Proverbios 6:6-8) Los críticos de la Biblia negaban la existencia de un nivel tal de
organización de las hormigas, hasta que los naturalistas británicos del s. XIX descubrieron estas
especies de insectos, sus graneros y su compleja organización social.
El salmo 136:16 refleja conocimiento del código genético: “Tus ojos vieron mi cuerpo en
gestación: todo estaba ya escrito en tu libro...”
Las personas con mentalidad científica también deben estar dispuestas a examinar la Biblia desde
una óptica espiritual, o en caso contrario nunca podrán aceptar la Biblia. Y es que no se puede
esperar que la ciencia corrobore toda afirmación de la Biblia, pues ni siquiera la ciencia funciona
de esa manera dentro de su propio ámbito. Por ejemplo, cuando un científico afirma que una ley es
universalmente válida, está haciendo una afirmación que muy poco tiene que ver con la ciencia
estricta, pues para que tal afirmación sea verdadera, el científico tendría que contar con una cierta
dosis de conocimiento universal a-priori; de lo contrario tendrá que demostrar que en todas las
regiones del universo la supuesta ley es siempre válida. Tomemos también el caso de aquel
intelectual cientifista que decía que “solo lo empíricamente demostrable era científico”. Alguien le
preguntó: “¿Podría usted demostrar empíricamente que ‘solo lo empíricamente demostrable es
científico’?” Ni siquiera tuvo que contestar: la respuesta era obvia: lo que él acababa de hacer era
una afirmación filosófica, no científica, y por lo tanto no requería demostración empírica alguna…
La ciencia también funciona sobre la base de ciertas creencias que no pueden ser científicamente
demostrables.
Ahora bien, el simple hecho de que algunas de las afirmaciones de la Biblia sean indemostrables no
quiere decir que necesariamente sean falsas. En una impactante afirmación hecha en su gran obra,
La Mente de Dios, el Dr. Paul Davies dice: “No debemos desechar la posibilidad de que existan
cosas explicables que jamás seremos capaces de entender, e incluso otras sin explicación alguna.
[...] Es un hecho que la gente mantiene creencias, especialmente en el campo de la religión, que
pueden ser consideradas irracionales. Pero el que sean aceptadas irracionalmente no implica que
sean falsas. [...] Al explorar las fronteras de la razón y de la racionalidad encontraremos misterios e
incertidumbres y, con toda probabilidad, los razonamientos perderán su validez en algún punto y
habremos de sustituirlos por creencias irracionales o por el agnosticismo.”
Yo creo que la Biblia no se opone a que los individuos usemos nuestra mente. El hacerse cristiano
no significa cometer un “suicidio intelectual”. De hecho Jesús instó a sus seguidores a ‘amar a Dios
con toda la mente’. (Marcos 12: 30) El ministerio público de Jesús mostró el profundo interés que
tenía en los acontecimientos de su época (Lucas 13:1-5), en la biología (Mateo 6:26,28; Marcos
7:18,19), en la agricultura (Mateo 13:31,32) y en la naturaleza humana (Mateo 5:28; 6:22-24). Las
ilustraciones pedagógicas que usó reflejan una clara comprensión de los principios que aparecen en
la Palabra de Dios y de los antecedentes y el modo de pensar de sus oyentes y reflejan que él pensó
en la manera de hacerlos confluir.
Por su parte el apóstol Pablo pidió a los cristianos que rindieran un servicio a Dios mediante un
‘culto inteligente’. (Romanos 12:1) También animó a los tesalonicenses a que ‘no perdieran la
cabeza ni se alarmaran por ciertas profecías’ falsas. (2ª Tesalonicenses 2:2) Tenía conocimientos de
poesía y filosofía griega y cretence. (Hechos 17:27,28; Tito 1:12), así como de equipos y
procedimientos militares (Efesios 6:14-17; 2ª Corintios 2:14-16) Además, se preocupó también por
tener presente las costumbres locales. (Hechos 17: 22,23)
La Biblia recomienda la plena utilización de nuestras facultades mentales, pero no sin límites.
Recordemos que es el cristiano individual quien tiene la responsabilidad de conformar su
pensamiento al de Dios. Por ejemplo, ¿recuerdan cuando un nutrido grupo de efesios renunció
públicamente a sus prácticas espiritistas y abrazó el cristianismo? Pues Pablo no asumió la
responsabilidad de quemar sus libros. Más bien dejó que “un buen número de los que practicaban
la hechicería juntaran sus libros en un montón y los quemaron delante de todos.” (Hechos 19:19)
Ahora bien, ¿por qué creen que se sintieron impulsados estos cristianos a quemar sus propios
libros, aun ‘cuando calcularon el precio de aquellos libros, y resultó un total de cincuenta mil
monedas de plata? Pues porque cuando los cristianos rehúsan entretener la mente en pensamientos
inmorales, alusivos al espiritismo o las doctrinas equivocadas o filosofías erradas, no lo hacen por
temor a que esas ideas puedan ser superiores a las verdades bíblicas, sino por evitar cualquier cosa
que les conduzca en una dirección equivocada o directamente al pecado.
Estamos de acuerdo en que no está bien mantener una postura sin atender las pruebas en su contra.
Es más, uno nunca debiera adoptar una decisión firme sin examinar desprejuiciadamente todas las
pruebas disponibles. La verdad a medias nos ata a este punto de vista, pero una verdad a medias
representa una falsedad completa. Es decir, ¿vale la pena mantener un ‘amplísimo criterio’ cuando
la razón nos dice que solamente puede haber una conclusión? Esto equivale al error cometido en la
misma crítica del ‘criterio estrecho’. ¿Por qué? Pues porque la ‘amplitud de criterio’ es el criterio
más estrecho de todos porque elimina de tajo la consideración del punto de vista absoluto. Por
ejemplo, ¿qué pasaría si fuera verdadero el punto de vista del absoluto?
¿Se dan cuenta? La supuesta ‘amplitud de criterio’ no puede ser realmente verdadera a largo plazo
a menos que esté tan abierta para aceptar algunos absolutos reales innegables. Un cristiano que
está desarrollando “la mente de Cristo” (1ª Corintios 2:16) no debe confundir la amplitud de
criterio con la ausencia de criterio. Uno no puede seguir abierto a una segunda alternativa cuando
solamente una puede ser verdadera.
La Biblia insta a los cristianos a fijarse la meta de “traer cautivo todo pensamiento a la obediencia a
Cristo.” (2ª Corintios 10:5) Esto no se consigue con la imposición de restricciones por parte de los
líderes religiosos, sino ejerciendo autodominio en el plano individual y amando y conociendo a
Dios y sus principios de vida a través de la Biblia. Con la consecución de estos objetivos, se
obtiene la verdadera libertad de pensamiento, una libertad que solo las instrucciones de Dios para
la vida pueden limitar y que se ve realzado por la alegría de saber que podemos agradar a Dios
incluso con nuestra inteligencia.
11. “¿Se han hecho versiones bíblicas a conveniencia?”
Estoy de acuerdo con Sakae Kubo y Walter Specht, quienes en su obra So Many Versions?
[¿Tantas versiones?] dicen que “ninguna traducción de la Biblia puede jamás considerarse
definitiva. Las traducciones deben mantenerse al día con el progreso de la erudición bíblica y las
transformaciones del lenguaje”. Creo que el problema surge cuando los traductores alteran u
omiten secciones enteras de las Escrituras para justificar su punto de vista político o religioso.
Por ejemplo, a fin de apaciguar a los defensores de los derechos de la mujer, los traductores de The
ew Testament and Psalms: An Inclusive Version [El Nuevo Testamento y Salmos: Una Versión
Inclusiva] no llaman Padre a Dios, sino Padre-Madre, y a Jesús lo llaman “el Ser Humano”, en
lugar de “el Hijo del Hombre”.
Otro ejemplo es el del doctor Svend Lings, médico danés que escribió y publicó una nueva versión
de las Escrituras Hebreas (Antiguo Testamento): en ella omite de plano toda referencia a Dios.
Lings opina que Dios y la fe “son cosas del pasado que solo nos limitan.” Ha señalado también que
muchas personas se sienten desdichadas y solitarias. “Vivimos en una cultura judeocristiana
―dice―. Por lo tanto, a ella tiene que deberse nuestra infelicidad.” La meta de Lings es que esta
nueva versión de la Biblia “sacuda los fundamentos de nuestra cultura”. En su ‘Biblia sin Dios’,
Génesis 3:12 dice: “Adán pensó para sí: ‘La mujer que está conmigo me dio del fruto del árbol, y
yo comí’”. Me parece que Lings ha hecho algo así como copiar el experimento de aquel tonto que
intentó extraer el agua de la nieve para ver lo que quedaba…
Como cabía esperar, El código secreto de la Biblia generó bastante polémica. Pero Dave Thomas,
físico-matemático, demostró que el análisis informático de cualquier texto dado produce aparentes
mensajes crípticos. Cuando aplicó dicho sistema al propio texto de Drosnin, Thomas obtuvo las
palabras “código”, “tonto” y “fraude”, entre otras. Thomas ha indicado que los ‘mensajes ocultos’
pueden encontrarse en todas las obras, con tal de que uno esté dispuesto a dedicar tiempo y
esfuerzo a examinar el inmenso campo de las probabilidades.
Dado que una computadora posee la capacidad de realizar un sinfín de cálculos, es probable que
encuentre algunas combinaciones de letras que bien podrían considerarse una especie de
predicción. Pero es tan solo una coincidencia, y no prueba en modo alguno que la Biblia contenga
mensajes ocultos.
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Armando H. Toledo es graduado en psicología por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (México). Es investigador y
profesor de filosofía y apologética cristianas. Ha publicado artículos de corte teológico y filosófico en varias revistas de circulación
nacional e internacional y sitios Web. Para solicitar más información sobre este y otros temas o para hacer cualquier otra solicitud,
pregunta, comentario o aportación al mismo, sírvase hacer contacto con el autor en prepaenlinea@hotmail.com o en
launiversidadlibreparacristo@gmail.com