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moderna del arte moderno y las vanguardias, a la luz del desenclave entre la
modernidad histórica y la artística.
cuanto mayor es la precisión con que se enfoca un problema, tanto mas confusas resultan para los
individuos afectados las zonas de conocimientos que lo rodean y menos probabilidad hay de que
éstos sean capaces de prever las consecuencias de su aportación más allá de la esfera concreta de su
aplicación. Así se pueden llegar a provocar resultados no pretendidos, imprevistos e incontrolables.1
1
Anthony Giddens, Modernidad e identidad del yo. (Barcelona: Península, 1995), 47.
formas sociales de sentido local y su imbricación en procesos de reorganización técnico-
productiva de la vida en sistemas abstractos e indefinidos espacio-temporalmente.
Desde la cobertura sociológica mencionada, el arte moderno y, principalmente, las
vanguardias (incluso las neovanguardias) pueden ser interpretados como una modalidad
reactiva de expresión y constitución del hombre moderno consciente de las contradicciones
de la modernidad. La reacción del artista moderno ante la modernidad, se da en un proceso
relacional dialéctico y recursivo. ¿Qué significa esto? Que las vanguardias son negación
del arte y el artista de una tradición que en el contexto de la modernidad ha perdido su
sentido y al mismo tiempo, es afirmación de un arte «nuevo», original, autónomo,
emancipado de la sociedad. Esta emancipación negadora da al arte su unidad y vocación
universal, constituyéndose así en verdadera «vanguardia» de la modernidad, en grupo
privilegiado, en arriesgado comando al servicio del proceso histórico de control y
organización en nombre de la libertad más radical. Como lo apunta Peter Bürguer, la
destrucción vanguardista iba unida «al convencimiento de impulsar un poco con ello al
renqueante proyecto de la Modernidad misma, a la ilustración y la liberación del hombre» 2.
La modernidad se revela definitivamente como un proceso de ordenamiento masivo
técnico-reproductivo que contradice la pretensión de autonomía y originalidad del arte
moderno, por ello, la modernidad radical de la vanguardia está condenada a fracasar.
Reciclada de modo continuo y ambivalente por la institucionalización de lo novedoso, la
negación vanguardista, finalmente, se convierte en afirmación paradójica de la dinámica
social política dominante.
No obstante, aún en la afirmación del arte como objeto de moda, su asunción
consciente como mercancía, en el pop art por ejemplo, sigue guardando un resto de
negación vanguardista inalineable totalmente: el arte pop afirma el mundo de la mercancía
y el mercado en lo que tiene de efímero y provisional, poniendo(se) un espejo ante la
sociedad ¿No es esta espejización un acto de reflexión que fisura el bloque del mercado
cultural? ¿Y si nos preguntamos que hay detrás del espejo? 3 En este sentido, se comprende
la extraña teoría de Adorno del «encriptamiento» de la obra de arte, como modalidad de
resistencia infinita a la integración del «arte verdadero» al sentido común, negación
absoluta de la «realidad establecida» de la que, paradójicamente, forma parte. Se concibe
así al arte moderno «como la única instancia que todavía mantiene la exigencia de verdad y
de crítica»4, que gracias a su enmudecimiento, desamparo e inutilidad, a su carácter
enigmático, guarda un resto inagotable por la interpretación asimiladora, un «misterio» que
lo torna, en última instancia, incomprensible. Y en esta incomprensión última, está el
sentido de la «auténtica» obra de arte.
El arte moderno asume y niega la modernidad al mismo tiempo. ¿Por qué la asume
y por qué la niega? La asume porque es «su tiempo». La niega porque la «realización» del
tiempo traiciona su «sentido propio». ¿Cuál es ese sentido propio? El horizonte abierto por
las revoluciones científica, política e industrial: la sociedad humana del conocimiento, la
libertad y la felicidad. En los 30 años que preceden a la revolución de 1848 hubo una
unidad y coherencia fundamental de los intelectuales y artistas en torno a los ideales
revolucionarios: el arte y la literatura son vistos como espejo del proceso histórico de
presión de las fuerzas populares en el curso del movimiento revolucionario burgués y
expresión activa del pueblo5. Pero luego del fracaso de la revolución se produce una
2
Peter Bürguer, Teoría de la vanguardia (Barcelona: Península, 1987)
3
Cf. Edward Lucie-Smith, "Pop art", en Conceptos de arte moderno, compilación de Nikos Stangos (Madrid:
Alianza, 1991), 186-195.
4
Konrad Liessman, Filosofía del arte moderno (Barcelona: Herder 2006), 139.
5
Mario De Micheli, Las vanguardias artísticas del siglo XX (Madrid: Alianza, 1988), 13-15.
irreversible separación entre la modernidad como momento de la historia de occidente
(progreso científico tecnológico, desarrollo industrial) y modernidad como concepto
estético6. Esta escisión, que se ha hecho patente y real en las dos grandes guerras europeas
del siglo XX, configura el marco histórico espiritual en el que acontece la transformación
artística denominada «arte moderno». El artista de finales del siglo XIX, del siglo del
Progreso, «siente» que las promesas de la Razón se están cumpliendo monstruosamente.
Para Baudelaire, visto con el fusil al hombro entre los insurgentes de 1848, la democracia
moderna, principalmente la americana, es el triunfo de aquello que constituye lo más
natural y lo peor del hombre (egoísmo, agresividad, instinto gregario)7.
El desarrollo material se descoyunta de su sentido «espiritual». El «gran arte» es
una burla estética y una insoportable camisa de fuerza. La ruptura es una necesidad, lo
«nuevo» adviene como verdad redentora. Pero, ¿de dónde sacar lo nuevo?
Paradójicamente, de lo «contra-moderno» o de lo «super-moderno», de Van Gogh al
expresionismo y de Rimbaud a la Bauhaus. Lo «contra-moderno» puede entenderse como
aquella actitud que niega la efectividad histórico-social del orden burgués y sus valores,
por medio de la evasión a un «mundo diferente»: la interioridad del artista, los «mundos
primitivos» étnicos e infantiles, la «esencia eterna de la naturaleza» detrás del velo de las
apariencias, el «orden aleatorio» de la locura o los paramundos oníricos. Lo «super-
moderno» por el contrario, realiza su negación mediante la pureza y claridad de la razón
como fuerza productora de formas configuradoras de la vida y el trabajo de la sociedad
futura. Espontaneidad e ingenuidad, por un lado, abstracción-concreción y forma-
funcionalización, por el otro, son los principios de una nueva configuración estética. Nueva
configuración que encuentra su unidad vital en el postulado de la «libre imaginación
productiva». Imaginación libre, tanto del orden y del discurso sociopolítico dominante,
como de las constricciones de la Academia del arte. Libre finalmente, del mismo concepto
de obra de arte y de artista8. Esta libertad, puede entenderse positivamente como liberación
de la capacidad creativa, tanto para la expresión como para la construcción, tanto para
soñar como para formalizar la realidad. Sueño y formas, realidades alternativas y posibles.
El sentido de la posibilidad triunfa sobre el sentido de la realidad 9.
6
Matei Calinescu, Cinco caras de la modernidad: modernismo, vanguardia, decadencia, kitsch,
posmodernismo ( Madrid: Tecnos, 1991), 50.
7
Ibid., 66.
8
Werner Hofmann, "Hacia la situación actual", en Los fundamentos del arte moderno (Barcelona: Península,
1992), 419-442. Hofmann habla de una «deslimitación», para referirse a la difuminación de los límites
establecidos por la tradición y la conciencia burguesa entre arte y no arte, artista y receptor, obra y realidad,
valor de uso y valor de exposición.
9
Ibid., 430.
10
K. Liessman, Op. cit.
la gente es víctima del despótico poder del hábito y la tarea del artista es eliminar sus efectos
inhibidores en materia de imaginación, debe sorprender al público, luchar contra el gusto académico
oficial y prejuicios originados por una incomprensión de la tradición11.
Bibliografía
12
Leyendo Complejidad de Roger Lewin (Barcelona: Tusquets,1995) me complace percibir una cierta
analogía entre la explosión de las formas de vida en el Cámbrico en la que se observa una pauta de
innovación única en la historia de la vida y el movimiento vanguardista de principios de siglo XX, y entre la
ulterior renovación de especies del Pérmico y las neovanguardias, en las que ya no hay invención de temas
sino variación sobre temas anteriores.