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Este nuevo intento poderoso y avasallador del capitalismo moderno exige que el cuerpo
docente latinoamericano, de todos y cada uno de los niveles y modalidades educativas,
establezca sus referentes teóricos y políticos, genere las comunidades educativas y
organizacionales necesarias para su acción crítica y sea reconocido como los nuevos
intelectuales orgánicos del cambio educativo.
Es obvio que existen obstáculos y presiones para que el trabajo docente y su proyección
político –cultural, llegue a ser una acción intelectual para el cambio. Por un lado, están los
intentos permanentes del sistema político de desprofesionalizarlo. Contradictoriamente, en
este intento coinciden los liberales que lo quieren convertir en “funcionario de la nueva
hegemonía” y los autocalificados como socialistas, que lo quieren proletarizar”, esto es,
desintelectualizarlos en su acción orientadora del educando y dejarlos como trabajadores o
servidores públicos que reivindican sólo mejoras salariales o condiciones laborales estables.
Por otro lado, están los propios analfabetismos del cuerpo docente, que nacen de los miedos
a ser protagonistas. Por una parte, el miedo a ser castigado, por otra el miedo a lo incierto
del cambio. En ambos casos hay un bloqueo, un silencio, una ausencia de la palabra crítica
o alternativa a la educación establecida. En ambas manifestaciones analfabetas, es como
decir “yo haré lo mismo que los operadores de una máquina… yo haré lo que otras personas
piensan y deciden. Otras personas harán el trabajo intelectual, yo sólo lo pondré en práctica,
aplicaré sus recomendaciones o recetas a la práctica” 1
Lo que no pueden olvidar los profesores y las profesoras de América Latina es que la
Escuela Pública es una expresión de las clases sociales y los grupos étnicos diversos que
conforman al pueblo, y es en torno a la socialización curricular que en ella se realiza, que las
relaciones de producción capitalista y el consumo individualista se siguen desarrollando. En
este sentido, la discusión sobre el conocimiento que debe incluirse en el currículo; de los
valores que deben internalizarse en las interrelaciones escolares del lenguaje o lenguajes
que deben viabilizar la comunicación pedagógica; la organización de la relaciones de poder
y del cómo éste debe circular desde la sala de clase para el resto del sistema escolar; en fin,
la manera como se consideran el cuerpo, la creencias, los afectos y las racionalidades en la
configuración intercultural de la institución educativa, debieran ser las preocupaciones y
acciones también, y en la medida que su valoración y legitimación social sea la de un
intelectual orgánico del cambio educativo, reivindicar por mejores salarios y nuevas
condiciones laborales.
Sin duda, la intelectualidad de la escuela es una realidad en todo momento histórico, pero lo
que no se puede confundir es el carácter político y contextual de sus decisiones educativas.
Si se toma linealmente la cita de Gramsci, la especialización y jerarquización puramente
administrativa y pedagógica que responde al qué y al cómo formar intelectuales.
Naturalmente, el análisis dialéctico de la escuela, situada en un contexto histórico y social
2
Recomendamos ver, particularmente A. GRAMSCI, Los intelectuales y la organización de la cultura. Ediciones
Nueva Visión, Buenos Aires, 1997
3
M. APPLE, op.cit., p.7
4
A. GRAMSCI, op. cit., p 15.
como el de América Latina, obliga a que el profesor y la profesora tendrán autonomía política
cuando decidan sobre los qué, los para qué y los hacía dónde se deben formar los
intelectuales. En palabras de Freire “…entender con claridad a favor de qué y quién se
educa”5
Es decir, la escuela y los profesores y/o profesoras, formarán intelectuales para el cambio
en la medida que desarrollen la capacidad de intervenir en las decisiones políticas que
vinculan el currículo, en cuanto instrumento organizado del transcurrir escolar, con la realidad
social y con el interés de lograr una sociedad democrática que apunte al bien común de su
pueblo. “ Esto significa no sólo una comprensión sociológica de cómo la escuela constribuye
o puede contribuir a la igualdad o a la desigualdad social, sin o que también una
comprensión de cómo la enseñanza debe procurar dotar a todo el alumnado de recursos
culturales e intelectuales socialmente con clara conciencia de cuáles son las bases
culturales que debe proporcionar la escuela”6, procurando garantizar que en la organización
del currículo escolar se dé la representación equilibrada de la interculturalidad étnico -
cultural y de lo popular social, al mismo tiempo que los conocimientos significativos para
entender y proyectarse como protagonista latinoamericano en el contexto de la globalización
científico-técnica, cultural y comunicacional del mundo social actual.
Pero ¿cómo avanzar, de un colectivo docente que se configura y ha sido modelado como
funcionario técnico de la reproducción cultural oficial, hacia un profesional o intelectual
colectivo del cambio educativo?
Desde la publicación del libro de L. Stenhouse sobre “El Proyecto del Currículo Humanista”
en 1970, y que relata la experiencia australiana de la escuela media, en la que el colectivo
docente asume una función investigativo/reflexiva de su práctica de enseñanza y en el
proceso reflexivo va cambiando el currículo escolar, existe una verdadera explosión literaria
explicativa sobre: las características del profesor reflexivo7; la formación del profesor
reflexivo8; el contenido de la reflexión de la práctica9; entre otras posibilidades.
Sinceramente, pareciera que sobre el tema, es poco lo que queda por saber más bien existe
la impresión generalizada que, cuando se habla del profesor reflexivo, es una reiteración
mitológica, ya que con tanta literatura, tanta palabrería, tanta reflexión y argumentación sobre
el profesor reflexión, tendrían que haber desaparecido de los sistemas escolares los
docentes reproductores y prescriptores del conocimiento oficial. No obstante, como dice B.
5
P. FREIRE, 1998, Pedagogía de la Autonomía, op. cit., p75.
6
M. APPLE, El trasfondo ideológico de la educación, op. cit., p. 10
7
Entre otros: J. GIMENO SACRISTÁN, El curriculum;: una reflexión sobre la práctica, 1998; Daniel FELDMAN,
Currículum, maestros y especialistas, 1994; María Teresa GONZALEZ y J.M. ESCUDERO, Profesores y
Escuelas, 1997.
8
Entre otros: Roberto BAROCIO Q., La formación docente para la innovación educativa, 1993; D. P. LISTON y
K.M. ZEICHNER, Formación del profesorado y condiciones sociales de la escolarización, 1993; José
MARCELO, 1992, Aprender a enseñar: un estudio sobre el proceso de socialización de profesores principiantes.
9
Entre otros: Jorge CATALÄN AHUMADA, 1997, La profesión según las teorías subjetivas de los Formadores,
Tesis de Doctorado en Educación, Pontifica Universidad Católica de Chile; C.MARCELO, 1987, El pensamiento
del profesor.
Berstein, “La patología de las instituciones educativas actuales es que siguen modelando una
pedagogía reproductiva del conocimiento oficial”10
10
Ver B. BERNSTEIN, 1997, Conocimiento oficial e identidades pedagógicas, op. cit., pág. 24
Se trata en consecuencia, de organizar la acción docente como una actividad de reflexión y
creación pedagógica continua, y en esta perspectiva, como un proceso de especialización
cognoscitiva en un ámbito que le es propio a su ser profesional: saber educar, y así se
legitimen como intelectuales orgánicos para la pedagogía crítica latinoamericana.
Para ilustrar los sentidos más actuales de estos dispositivos reflexivos, se detallan algunos
rasgos de su hacer:
A lo largo de los últimos diez años de Reforma Educativa en América Latina, se ha producido
un campo contradictorio para el docente. Por un lado, la compulsión de tener que aceptar el
significado de un cambio político y teórico de la educación, en torno al proceso de hacer
funcional la educación al modelo de modernización capitalista, en cuya definición él no ha
participado, y que los enmarca en un estilo pedagógico de pensar y hacer la reforma
educativa y curricular según la conducción del mercado. Esto es, una cierta identidad y
curricular según la conducción del mercado. Esto es, una cierta identidad educativa de lo
innovador, según el modelo impuesto a la escuela por la modernización capitalista. Por otro
lado, una creciente ilusión del docente por una autonomía regulada, que inserta la acción
pedagógica en una escuela totalizante, que no integra lo diverso, sino que homogeniza o
subordina lo local, lo micro, el aula, a las orientaciones y normas curriculares establecidas
por los niveles de autoridades centrales de la Educación Nacional. Esto es, “ (…) el
establecimiento escolar ya no es solamente el eslabón de una cadena burocrática: está
obligado a construir una política que ajusta las prácticas de los docentes y de los alumnos,
imponiéndoles una tarea de adoptar y contextualizar lo normativo al ámbito del entorno local.
La escuela, en cuanto a identidad pedagógica emergente, se encierra sistémica de lo re-
definible, de lo re-construible, de lo re-significable, pero jamás de la autonomía de lo
definitorio, lo construible y/o lo significativo11. Es decir, este proceso de normalizar, enmarcar
y decretar la autonomía del centro educativo y del docente, es una manera más sutil de
controlar la práctica formativa, modelando un estilo pedagógico ya tradicional en los sistemas
dependientes de la dominación económica y política capitalista.
Pues bien, este campo intelectual y normativo que se instaló en la educación oficial
latinoamericana, debe convertirse en uno de los objetivos del análisis que debe desarrollar la
capacidad reflexiva del docente colectivo en la región. Tal análisis debe procurar que la
profesora y el profesor latinoamericanos, descubran y comprendan los sentidos
contradictorios de los cambios o innovaciones o reformas educativo – curriculares que
enmarcan sus prácticas docentes, En esta perspectiva, sería importante que comprenda las
paradojas que estos cambios conlleven, entre otras variables. 12
Para avanzar en esta perspectiva, pareciera útil recordar aquí que la existencia de la
multiculturalidad y la interdisciplinariedad en el trabajo escolar, podría ser una posibilidad de
ruptura y de deconstrucción de la actual cultura escolar reproductiva. Desde este punto de
vista, habría que aceptar la hipótesis que el proceso de construcción de una nueva identidad
personal, profesional y social del docente es sólo posible en una acción intersubjetiva, en una
acción comunicativa fundada en la razón crítica no paramétrica.
Esto es, entender que la vida de los seres humanos y los procesos de cambio en vías de
mejorar sus formas de ser y estar con y en el mundo, están indiscutiblemente donde tales
relaciones, necesariamente son intersubjetivas. Más aún, tal intesubjetividad es lo único que
construye espacios y tiempos de convivencia diferentes. En este sentido, si se quiere que la
cultura produzca otros procesos formativos, otras posibilidades de crecimiento humano y
otras estrategias para organizar la enseñanza y el aprendizaje, no se puede dejar de lado el
hecho que, en torno a la escuela, hay otros factores culturales aparte de los eruditos, y hay
otras formas de ser y estar, en y con el mundo, que los puramente cognoscitivo –
intelectuales. El mundo de la vida latinoamericana muestra que en la realidad escolar y en
su entorno inmediato, hay formas de ser y de calidades de vida que actualmente, no son
tomadas en cuenta por la cultura escolar reproductiva.
13
H.ZEMELMAN, 1998, op.cit.
principal instrumento racional que posee la humanidad para controlar los afanes de dominio
de unos individuos sobre otros”14 (16). En ambos autores, se destaca el potencial crítico del
ser humano. Zemelman, en función de la emancipación, de la recuperación de la
racionalidad propia con el fin de develar lo que oculta la globalización, y desde Ferrada, es la
forma de cuestionar, o ir cuestionando los antiguos consensos por otros, en función de
mejorar las condiciones de vida en la escuela.
En este sentido, la escuela no sólo tiene “(…) las funciones que cumplen las actividades
orientadas al entendimiento de la necesidad de la reproducción del mundo de vida, de la
tradición funcional, sino que también, como coordinación de la acción comunitaria de cambio
y, bajo el aspecto de nuevas formas de socialización debe abrirse a la renovación del saber
cultural y a las posibilidades que se formen nuevas identidades personales y sociales”16
14
Donatila FERRADA, 1998, op, cit.
15
Gimeno LORENTE, Paz, 1194, “¿Puede la institución escolar contribuir en la construcción de sociedades
más racionales? La institución escolar a la luz de la teoría de acción comunicativa”, en Revista Teoría de la
Educación, vol. VI, México, págs. 93-126
16
Gimeno LORENTE, op. cit., p. 103.
17
Íbidem, p. 109.0
18
GADOTTI, M., 1996, Pedagogía de la Praxis, Miño y Dávila Editores, Buenos Aires
frente a la formación crítica, es aquí donde se puede tergiversar este sentido, justamente
situándose en lo estratégico más que en lo comunicativo, y esto ya es una materia
relacionada con el poder, con lo político, es decir, cuáles son los fines que persigue, cuál es
la racionalidad del currículo, cuáles son los actores que genuinamente argumentan y deciden
sobre el currículo.
2. Por otro lado, pareciera difícil plantear desde ahora una acción comunicativa en la
acción pedagógica dominante en la escuela, más bien debiera iniciarse lo pedagógico como
potencialidad comunicativa, donde docentes y alumnos forman para ello; donde se entregan
los requerimientos para ello, es decir, es un aprendizaje que se debe estimular. En este
sentido, no existiría una total simetría profesor-alumno, la idea es alcanzar aquello. La
perspectiva de la interdisciplinariedad vinculada a temáticas o problemas complejos
provenientes o seleccionados desde la realidad, podría ser una buena posibilidad de
aprendizaje colaborativo.
Por último, cabe cuestionar la existencia del ejercicio genuino intersubjetivo como un ejercicio
intelectual: ¿quiénes son intersubjetivos, quiénes llegan a conseso? Al parecer, la condición
de la acción comunicativa respecto de la simetría no es tal en todos los niveles, o al menos
es cuestionable. En ese sentido, pareciera estar relacionado con el tema de la legitimidad de
quien argumenta, ¿es su capacidad argumentativa o son otros procesos de corte material,
como status o posiciones, los que legitiman el argumento? Dentro del ámbito educativo,
estos cuestionamientos son fundamentales y exigen posturas reflexivas de los profesores y
las profesoras, acerca del funcionamiento social del trabajo pedagógico en la escuela.
La práctica profesional docente es, sin duda, un contenido cultural de gran relevancia para
reflexión crítica del profesor y la profesora latinoamericanos.
Como contenido, la práctica profesional es un objeto cognoscible que debe estar presente en
todas las instancias de reflexión colectiva del docente. Se trata de un conocimiento de la
realidad docente que el sujeto, individual y social, debe ir asumiendo y aprendiendo como
posibilidad de irle dando nuevos significados, de acuerdo a los escenarios regionales,
nacionales y locales que la contextualizan. De esta manera, la práctica profesional es un
conocimiento y un conocimiento y un proceso cognitivo que va permitiendo al docente
apropiarse de su realidad y resignificarla más cercanamente a su propia vivencia profesional
y social.
Es decir, cómo se es actor organizado en los diversos ámbitos de la vida social, y actor
significa decidir y actuar con sentido de futuro.
“Si la inercia es el rasgo epistemológico de nuestra época, resulta claro que el desafío reside
en pensar el presente histórico como potencialidad desde una utopía historizada en la que
apoyar la reflexión sobre nuestra actualidad compleja sin superditarla a esquemas
apriorísticos, ni a una teorización apresurada por el temor a quedar desguarnecidos de
sistemas y solos en el apuro esfuerzo de pensamos como Prometeos de la cotidianeidad”19
“el contexto actual de la globalización económica complica lo que decimos en la medida que,
hasta dentro de sus parámetros, pierde sentido la realidad exclusiva de grupos particulares”.
Resulta interesante la propuesta de Zemelman, respecto de pensar en la identidad social que
le pertenece al sujeto latinoamericano, desde aquí, recuperarla y construir el futuro.
La historia latinoamericana del gremio docente, aunque se asuma de forma individual, está
en relación con los otros gremios. Los demás actores de América Latina forman parte de la
historia, esto es lo que da continuidad al sujeto colectivo y le entrega la seguridad y la
afirmación que se requiere del otro para construir identidad personal y social. El sentido de
pertenencia, que depende de las afiliaciones colectivas sociales, es otro proceso base de la
posibilidad del educador latinoamericano de estar y ser en y con el mundo popular.
Por otro lado, el fin hacia donde lleva todo este proceso organizacional, queda al servicio de
la indeterminación. Después de romper parámetros, de resignificar, de poner la teoría entre
paréntesis, queda pendiente el “cómo se logra este proceso”
5.3.6 Por último, las acciones reflexivo-transformativas que debieran desarrollar las
profesoras y los profesores latinoamericanos
19
ZEMELMAN, Hugo, 1998, Sujeto: existencia y potencia, Anthropos, España, p.29.
Sin duda, son muchas las acciones-funciones que debiera potenciar un docente crítico-
transformativo para la nueva posibilidad innovativa de la educación oficial latinoamericana.
Según la dimensión teórico-crítica que se adopte para orientar la acción/función del docente,
se podrían reconocer las siguientes:
j) En fin, agente promotor del cambio educativo. Este cambio educativo se expresa en
el clima institucional, en la práctica formativa, en las estructuras pedagógicas, así como en la
búsqueda permanente de un mayor compromiso colectivo de los profesores y las profesoras
para influir en el cambio de la sociedad.
El sentido permanente de ser educador en América Latina, es estar consciente de que la
profesión docente es una posición y situación de intelectual, en una sociedad de clases.
Como intelectual colectivo, y a veces organizado en gremios, no pude ser neutral: o su
práctica profesional contribuye a la liberación de las clases populares de América Latina,
transformando la escuela en un espacio político y social multicultural, o sigue al servicio de la
permanencia del capitalismo dependiente, afirmando la escuela como espacio político y
social de la reproducción subordinada de diversidad de tipos de discriminación cultural.