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Joan Ripollès Iranzo. Cuatro bombas bien puestas. Carlos M. Camba. Carta Muda.
Joseph Bofil. Esculturas. Ana Laguna. Silencio.
José Morfus. Silencio. Lena Yau. Paradojas del silencio.
Marga Grima. En el color no hay silencio. Música. La Marca de Caín.
Juajo García Sancho. Un buen trago de silencio. (Tierra, trágame) Carlos Santos Nieto. “S”.
Noemí Días Patiño. Itrynottothink. Gemma Vegas. Silencio.
Silencio de entreguerras. Óscar Varona. Amaya Rebolledo, la estocada.
Juan Carlos Cardesin. Voces que nadie escucha. Mónica Freak. Silencio.
Ana Patricia Moya. No somos Nadie. John Grochalski. Cuidado con lo que piensas.
Juan José Romero. Fotografías. Óscar Varona. Impurus Vs. Delirio.
Paz Juan Robledo. Sinestesia en re menor. Teatro. De liras y Delirios.
Revista Groenlandia. Susana Boettner. Silencio, se crea.
Música. Entrevista a Telekinesis. Hugo Izarra. Tres cerditos.
Valerio Compagnone. El silencio impuesto. Simulacra. Mute.
Jonás Casquero. Fotografías. Rocio España. Tras mi silencio.
Gemma Pellicer. Y ahora ¿qué? Aída Miró. Silencio.
José Luis Gracia Enguita. Amor de verano. Eva Caballé. Un grito desde el silencio.
Paco Martos. Silencio. David Palma. Silencio.
Dani Serrano. Me canso y me silencio. Joseba Molina. Sin palabras.
Música. La Cosecha del Olvido, por Lou Skombro. Selene. Silencio.
Angelo Volpe. Silencio. Caótica&Buenrollista.
Juanjo Márquez. Silencio, se vive. Directorio.
Raúl Gaitán. Silencio. Standdart.
Kebrantaversos Pérez Blanco. Poemas.
Luis Urdaneta. Nunca.
Joan Aragó. Silencio.
Francisco Peral Bárcena. Silencio.
Ally Malinenko. El silencio es un lugar solitario.
Portada: Paco Martos.
Dirección y edición: Aída García Corrales.
Maquetación y diseño: Aída García corrales,
Paco Martos.
Coordinación: Aída García Corrales, Óscar
Varona y Paco Martos.
Redacción: Aída García Corrales y Óscar
Varona.
Estamos solos tú y yo, tal vez con la luz apagada, espero que en
completo silencio. Sólo te pido eso. Apaga la música, la televisión y ese
estúpido programa que están dando a estas horas. Escucha únicamente
mis palabras en tu cerebro y, tal vez, aquello que el ruido nunca te dejó
oír. Y ahora que estamos tú y yo y que nada nos perturba, o al menos
nada procedente del exterior, déjame que te cuente algo.
Tienes ante ti el cuarto número de Delirio. Tanto si eres nuevo como si
nos llevas siguiendo desde el primer instante, agradecerte que estés con
nosotros. Eso es lo más importante y principal. Sin ti esto no sería lo
mismo. Te has unido a otras cinco mil personas que se han descargado
nuestro anterior número y que hacen de Delirio un sueño que cada vez
tiene más consistencia; un ectoplasma salido de la oreja de unos pocos
en una sesión de espiritismo que no deja de tener su parte dolorosa.
Como un parto o la extracción de una muela. ¡Pero qué bien te quedas
cuando ves el trabajo terminado! En silencio. Sin más compañía que la
propia satisfacción del que ve su trabajo recompensado con tu vista
pegada a la pantalla del ordenador.
Todo acto artístico requiere su parte dolorosa.
Y silenciosa.
Estamos creciendo, ampliando nuestros horizontes conforme los
números van apareciendo. Y no sólo en volumen, como podrás
comprobar a continuación, sino traspasando fronteras en cuanto a
artistas y seguidores. Esto nos da fuerzas suficientes para continuar y
plantearnos nuevos retos para el futuro. Pero de eso ya hablaremos. En
silencio, tú y yo.
Este cuarto número que tienes ante ti y que estás a punto de descubrir
está dedicado al silencio. Y como siempre, los artistas-colaboradores
han interpretado de diferentes formas tal estado: como una liberación,
como algo cercano a la muerte en vida, como un encierro permanente…
El silencio… Quizá nunca te diste cuenta de que realmente existía. Para
ello, para que te familiarices con él, tienes delante más de cien páginas
de auténtico arte plasmado en escultura, pintura, fotografía, cine,
música y literatura. Para que lo disfrutes, lo paladees, lo mastiques y te
lo tragues con el placer de quien lo realizó y amoldó a sus intereses
artísticos.
No te entretengo más. Seguro que ya has pasado algunas páginas.
Recuerda, solo estamos tú y yo, y quizá el silencio que nos rodea.
Disfruta del mutismo que fluye por estas páginas que hemos hecho para
ti.
Querida Amanda, nunca fueron tus ojos el mejor
escondite y ya no volveré a refugiarme en ellos. No hay
en esta ciudad un sólo lugar donde resguardarse de
las ínfulas de la buena conciencia. En el metro nos
acribillan con señales acústicas y con la patraña de
las pantallas planas, lo mismo que a la hora del menú
en el restaurantito gallego. Y una mala música, que
nunca necesité para pensar ni conversar conmigo
mismo, se me viene encima al sentarme en la barra del
bar a beberme mis secretas intenciones. He imaginado
muchas veces que te abría con lentitud de escarabajo
y perseveraba en el rosa calmo y húmedo de tus
grutas sin eco, sin tu flor de gemido ni la espuela de
un verbo lúbrico. Entraba en ti, reduciéndonos los dos
a cuatro sentidos eucarísticos, apartados de ese
disturbio perpetuo de ciudades nubladas por un
pólipo atmosférico biliar. Te llenaba de mi y absorbía
tu alma de sudores en la más absoluta distensión,
desprovisto de tono, intensidad y vibraciones. Envidio
en ese amago la intangible invasión del Espíritu Santo
que embaraza a María sin que ni siquiera ella se note
irradiada de la simiente del Eterno, aunque el último
don que deseo para mi tallo de rabia es la feracidad.
Prefiero acaballarte sin percusión, amainado en
manantial sin remolinos, en una claridad de lumbre
sin crepitación, sin el chasquido de la leña que se
consume amargada en asfixias de rancia humareda.
Tus ojos ya no me sirven de cueva, sino de espejo,
centelleante azogue que reclama la atención de todo el
mundo, y huyo con pie suave y un frío inaudito como
de pausado helado que se derrite, amébico,
hipotalámico, anélido, como un esparto dócil que
nunca se roza en medio del escándalo de aristas y
mentiras que perpetran a diario negocios, aparatos,
transportes, medios, sujetos objetivados y privatizadas
vías públicas. Me enyeso, me rebozo con una gruesa
capa de vómito amarillo que encapsula mis líneas
disparejas de pensamiento premeditadamente afónico:
bajo continuo de la prolepsis. Sospecho que mucho
más abajo o demasiado por encima de la agudeza de
grajo del presidente del gobierno, del jefe del estado,
banqueros atorados, funcionarios,
sacerdotes, maestros, sindicalistas,
comerciantes, artistorros,
politicastros, solidarios de si
mismos, memorialistas,
desmemoriados, cantamañanas,
badulaques de la broma inocua,
especuladores de lo que no es,
secantes del todo por la nada...,
detrás, encima o debajo de ese
bazofial mantecoso, envueltos en la
cobija de una costra de siglos, se
teje y desteje, maneja y desmadeja
el bien de todos ellos. La vana
alharaca del espectáculo diario les
sirve de cegador y de película. Y
pienso, para mi sólo, Amanda,
pienso para mi sola comprensión,
ya sin consuelo, que la única
solución tal vez pase por volver a
hacer temblar el piso y los
cimientos, por engendrar una
silábica mántrica, un poemo de
graves tal que no le quede al
mundo más remedio que precisar
un instante en blanco, un
reseteado, una tabula rasa sobre la
que poder escribir los nombres y
los cargos, los delitos y las
condenas. Pienso, Amanda, que
cuatro bombas bien puestas tal vez
lo dirían todo. Tápate los oídos, yo
me he arrancado los tímpanos con
tus horquillas y ya no soy ni seré
ciudadano de patria inteligible.
A solas, en tus llantos, cuando recuerdas que hay palabras que pueden
matar.
Al rotar esta tierra sus caras que ofrece al sol y pensar que el siguiente
amanecer puede volver a ser único.
Dibujo, Juan Carlos Cardesin
Ilustración, Aída García corrales.
Descubrí el placer del silencio, sin interrupciones ni sobresaltos.
Busqué razones y esperé a oír el ruido del silencio, ver color en la oscuridad y dejarme llevar hasta la saciedad.
Rompí el silencio y vencí el miedo para perderme contigo y dar rienda suelta al derroche de colores, que se mezclan y me hacen los honores.
Ahora la pintura me acelera, es generosa y viajera, de entregas incondicionales y de emociones contenidas.
En mi tiempo y espacio intento silenciar largos caminos de soledad, que desembocan en un despertar de los sentidos, e irremediablemente el
silencio se convierte en una danza de colores.
Entonces soy feliz
Todos hemos pasado por una situación similar. Da igual el entorno, las palabras empleadas, tener más o menos confianza entre los
interlocutores…
No recuerdo si es la típica frase célebre de agenda regalada por Navidad o una estrofa de una canción: “si lo que vas a decir no es más bello que un silencio,
no lo vayas a decir”…
- Ahora es cuando los seguidores del Último de la Fila exigen mi cabeza -.
El caso es que alguna vez hemos puesto en la balanza el silencio y abrir la boca y hemos apostado por la peor opción.
Mi particular caso ocurrió en Bruselas.
Desaprovechar el silencio tan lejos de casa no sé si fue por mi vicio por viajar o simplemente por bocazas.
Cuando viajo prefiero hacerlo solo, además de para no discutir con nadie, porque quiero que la ciudad y yo nos quedemos a solas, sin nada en absoluto que
nos interrumpa.
Analizo relajada y pausadamente todos los datos que la desconocida ciudad me pueda aportar y si me gusta, repito. Me centro tanto en eso que de vez en
cuando paso por alto otros detalles más importantes.
En la plaza principal de la ciudad había montado un festival de música, todo estaba engalanado para la ocasión. No era precisamente del silencio de lo que
se pudiera disfrutar, pero no me importaba.
No sé si eran fiestas patronales o nacionales lo que celebraban. De hecho, creo que aún lo están decidiendo.
Entre tanto gentío y música a todo volumen, en una de las calles coincidí con un profesional del silencio. Un mimo. Nada de particular. De hecho ya los
había visto en muchas otras ciudades. Pero mis revolucionadas hormonas hicieron que me percatara en los preciosos ojos azules de LA mimo.
Representaba a una “simple” estatua de bronce que no recordaba a nadie en especial. Cuando dejabas unas monedas, hacía algún juego malabar. Lo típico.
Me quedé apoyado en la barandilla de una cafetería cercana observándola. Unos veinte minutos. Aporté unas monedas a su causa y se movió sin apenas
mirarme. Le hubiera pagado más por otro tipo de movimientos, pero tenía la esperanza de no llegar a recurrir a la prostitución.
Allí estaba yo, plantado como un pasmarote.
Dudo que se diera cuenta de mi presencia, hasta que el destino jugó a mi favor.
Entre ella subida a un cajón y la pared a su espalda, había suficiente espacio como para que pasara un matrimonio de ancianos. El señor tuvo la ingeniosa
idea de pellizcar el culete a la chica.
Óscar Al no esperárselo, dio tal respingo que su gorra cayó a apenas un metro de mis pies.
Varona. Ella rió la “gracia” pero con aspavientos daba a entender que, al menos, el viejo le recuperara la gorra.
Antes de ninguna reacción, ya la tenía yo en la mano ofreciéndosela. Al recogerla, esta vez sí me miró y me sonrió. Habíamos conectado. En silencio.
Pude haber forzado algo más la situación, pero entonces pensé…la chica está currando y mi siempre inoportuno bloqueo me impide articular palabra
alguna, en un idioma que muy probablemente ella desconozca, así que me largo.
En apenas unos segundos yo ya había girado la esquina.
Esa misma tarde volví a pasar por el mismo lugar. Mi ritual de viajero requiere pasar por cada sitio al menos un par de veces. Si no puede ser el mismo día, pues la misma semana o al año siguiente. Pero esta vez
quería reencontrarme con mi mimo. Con la mimo de ojos imposibles.
Llegué justo cuando ya estaba desmaquillándose con la ayuda de algodones, un espejo y un líquido especial.
Justo enfrente, una tienda de suvenires. Entré y salí con dos “cacolas” frías – por si no se pueden decir marcas – Le ofrecí una esperando que se acordara del gentil muchacho que había recuperado la gorra para ella.
Era la excusa perfecta para romper el hielo y comenzar una conversación.
Aceptó la “cacola”, me miró, sonrió…y empezó a hacer gestos…muy pocos eso sí….incomprensibles para mí…incompresibles si desconoces su idioma…incomprensibles porque eran los gestos de una sordomuda.
Al ser materialmente incapaz de proseguir una conversación coherente con la muchacha, le devolví la sonrisa pensando, tierra trágame, y me alejé de allí lo más rápido que pude.
MORALEJA: Más de una historia de amor se habrá ido al limbo por culpa de unos inoportunos silencios, pero este caso, nunca mejor dicho.
Condensar, o resumir, en apenas un par de páginas todo un movimiento Hablar del cine
cinematográfico como el expresionismo alemán, tan importante en la historia expresionista alemán,
cultural de aquel país como en la del resto del mundo, se hace una tarea ardua es hablar de la
y difícil que quizá terminé por cojear en más de un punto en concreto. productora UFA
Enfoquémoslo pues como una breve introducción hacía uno de los cines más (Universum Film
extraños, apasionantes e influyentes del pasado siglo. Aktiengesellschaft)
Tras la derrota de Alemania en la I Guerra Mundial, el arte alemán, y más creada en 1917 con un
concretamente el cine, intentó plasmar en imágenes algo tan abstracto como propósito meramente
el alma de todo un país dándole un carácter enigmático. Algunos de los propagandístico. Tras
calificativos que acompañaron a esas películas fueron macabro, siniestro la guerra, y viendo que
o mórbido, haciendo que el cine alemán renovase sus temas tras un de nada le servía ya al
periodo arcaico de escasa calidad, que pasaría sin pena ni gloria a la gobierno, éste deja su
historia del cine. Se trata de un movimiento que intenta alejarse de participación en manos
lo que hasta ese momento es la pieza clave del arte en general: el privadas, más
naturalismo. El expresionismo es una deformación de la concretamente en el
realidad que intenta plasmar de forma subjetiva el alma del Deustche Bank, y con
hombre. Y no es extraño que a raíz de los desastres y ello se dio salida a un
consecuencias de una guerra tan cruenta como la que fin más comercial, con
llevó a Alemania a la derrota en 1918, tanto la pintura lo que se produjeron
como el cine y otras artes (destacando la arquitectura o películas de carácter
el teatro, cuya principal figura, Max Reindhardt, fue sexual o
el precursor de ciertas técnicas que los cineastas de superproducciones
la época se apropiarían después para sus propias pseudo-históricas que el
películas) reflejasen la mentalidad de un pueblo público alemán
hundido que había dejado de creer en sus devoraba con avidez.
dirigentes. Esto no significa que hubiese un Con El Gabinete del Dr.
carácter nacional fijo. Como dice Caligari (1919) se inicia
Kracauer en su libro De Caligari a lo que denominamos
Hitler: “La descomposición de expresionismo en el
sistemas políticos deriva en la de cine, aunque otras
los sistemas psicológicos, y, en el películas anteriores
caos subsiguiente, las como El Estudiante de
tradicionales actitudes Praga, dirigida por Paul
internas ahora liberadas Wegener en 1914, se
están destinadas a surgir y convertirían en claros
actuar, se las rechace o se las antecedentes del
acepte.”
Hablar de Caligari y de su realización daría
para mucho más que una breve reseña en un
artículo, siendo el pistoletazo de salida de
un movimiento y una forma de entender el
cine como arte. Sus autores, Carl Mayer y
Hans Janowitz, vieron, en cierta forma,
cómo sus aspiraciones eran traicionadas
primero por la inclusión de un prólogo y
un epílogo que cambiaba
completamente lo que los autores
quisieron decir con su historia. Así, lo
que en un principio pretendía reflejar
“lo absurdo de una autoridad social”
se redujo, por mediación del propio
Robert Wiene, director de la
película, a las meras
alucinaciones de un loco.
Además, Mayer y Janowitz
pretendían que los decorados
fuesen realizados por Alfred
Kubin, cuyas visiones habrían
sido aún más tenebrosas y
alucinantes. Sin embargo, se
terminó encargando el
proyecto a dos pintores que
bebían directamente del
expresionismo: Walter Röhrig
y Walter Reimann.
Es en este punto donde se ve la importancia que en el cine alemán tiene el decorado, y que junto con el director y
el equipo técnico, da lugar a lo que Rotha describe como constructivismo de estudio: “ese curioso aire de
integración, de finalidad que rodea cada producto de los estudios alemanes”. Esto supuso que en Alemania no
tuviese un movimiento vanguardista en el cine como si lo hubo por ejemplo en Francia (con excepción de cierto
cine abstracto). O como dice Kracauer “por medio de su constructivismo de estudio, no menos que por su
iluminación, el cine alemán reveló que ellos preferían tratar sucesos irreales desplegados en una esfera
fundamentalmente controlable”.
A partir de Caligari surgirían un amplio número de películas que trataron de imitarla tanto en temática como en
realización. Los temas derivados de la película de Wiene serían básicamente tres:
- La tiranía a la que se enfrenta el alma, reflejado en películas tan importantes como Nosferatu (F.W.
Murnau – 1922), Vanina (Carl Mayer – 1922), El Doctor Mabuse (Fritz Lang – 1922), (éste último bebiendo
directamente de las fuentes de Caligari), y El Hombre de las Figuras de Cera (Paul Leni – 1924), película que
cierra el ciclo de tiranías
- El destino: temática que quedaría mostrada en dos auténticas obras maestras del séptimo arte dirigidas
por el maestro Fritz Lang: Las Tres Luces (1921) y Los Nibelungos (1924)
- El caos: en el que se pone de manifiesto los impulsos y apetitos desbocados en un mundo caótico. Las
realizaciones más importantes de esta temática vendrían de los escritos de Carl Mayer – Escalera de Servicio y El
Raíl (ambas de 1921), La Noche de San Silvestre (dirigida por Lupu Pick en 1921) y El Último, película que
culmina esta serie centrada en la temática del caos y cuyo éxito se debió al equipo formado por Carl Mayer, F. W.
Murnau y Karl Freund.
Otros temas de igual importancia a los anteriormente citados, aunque de un modo tangencial, serían el doble o
dopplegänger (presente en películas como Caligari, Nosferatu, El Estudiante de Praga, Metrópolis o El Golem), la
relación paterno-filial, y el monstruo como figura tiránica o subyugada.
Aparte de la temática, y mucho más importante que ésta en el movimiento expresionista, sería la estética, como
bien hemos visto anteriormente con el constructivismo de estudio. Tendrían especial relevancia dos aspectos
fundamentales que caracterizarían este movimiento: La luz, con la que los alemanes se convirtieron en auténticos
descubridores y maestros de la fotografía cinematográfica (que más tarde sería imitada en géneros tan diversos
como el terror o el cine negro), y los decorados, pieza clave en cada una de las películas expresionista y que, a
diferencia de otros cines que se producían en Europa, obligaban a los directores a hacer películas con decorados
interiores.
A partir de 1924 y con una situación social y económica más estable en Alemania, el cine derivó hacia otro tipo
de películas que intentaban competir con aquellas que venían de Hollywood. La UFA hubiese quebrado si no llega
a ser por la ayuda recibida por la Paramount y la Loew’s Inc. (Metro-Goldwyn). Los americanos vieron en
Alemania un país donde introducirse e inundarlo con sus propios productos. Se hicieron con grandes salas
cinematográficas y establecieron sus propias agencias de distribución. Todo esto conllevó a una americanización
del cine alemán, y como consecuencia, el fin de un movimiento artístico que había dejado de interesar.
Habitación número trece del
Tanatorio Provincial. Reunión
familiar por la muerte del abuelo.
Los hijos y las hijas, las nueras y
los yernos, y los nietos mayores
velan al difunto. Diversas
manifestaciones de dolor, en
silencio, roto de vez en cuando por
sollozos. En el ataúd, el rostro
pálido del fallecido es escudriñado
por todos los presentes: ha muerto
sin dolor, ha tenido una larga vida.
En la estancia, algunos están
sentados en confortables sillones,
mirando el reloj, algo nerviosos;
otros se pasean de lado a lado, con
gesto meditabundo; los adictos al
tabaco esperan fuera de la sala,
fumando ansiosos un cigarro tras
otro. Faltan unas horas para
trasladar el féretro al crematorio.
Quemarán su cuerpo hasta
transformarlo en cenizas. Los allí
congregados no están consternados
por la inminente incineración del
abuelo: están deseando que el
abogado haga acto de presencia
para otorgar la herencia a las
hienas, a los vástagos de un
hombre rico que murió en un
geriátrico, abandonado, a falta de
cariño desde que surcaron las
primeras arrugas: ahora todos,
todos le aman. La naturaleza
humana es drama, tragedia, y
comedia. La sangre no une. Ni el
cariño.
Une el egoísmo
En el silencio de la noche
Hace calor.
Las sábanas se me pegan
a esta piel llena
de cicatrices
invisibles.
El insomnio está
acabando
conmigo.
El sudor
me lleva a ti.
Se me repite
tu voz
empalagosa,
de susurros encadenados,
de lujuria
asomando en tus dientes
verdugos de mis hombros
y mi cuello.
No te extraño:
es dura la ausencia
de cariño
II
Le lloras a la almohada
y a mí, en silencio.
¿O mi conciencia?
Amazon ha dicho del disco “influenciado a partes iguales por canciones atemporales
de los años 60 y 70, y la indolencia y la brevedad del rock indie clásico.” ¿Estás de
acuerdo con esta descripción? ¿Cuáles son realmente tus influencias?
Sí, diría que es bastante certera. Me encantan los Kinks, la música pop francesa de los
60 con gente como France Gall, Jacques Dutronc, etc. Pero sí, creo que la música pop
de los años sesenta y setenta tiene una gran influencia en mí a la hora de ponerme a
escribir canciones.
¿Cómo es tu método de trabajo? Me refiero a cuando escribes y finalmente grabas una canción.
Es realmente raro. Normalmente empieza conmigo solo en el estudio, trasteando con diferentes
instrumentos. Suelo grabar una demo primero en mi portátil. De este modo tengo una maqueta
completa al final del día. Por lo general todo empieza con una melodía de guitarra o un acorde y
partir de ahí surge todo.
Hablemos de otra de tus pasiones: la fotografía. Cuéntanos qué significa para ti.
Es algo que me encanta hacer. Ser músico te da la oportunidad de viajar mucho,
y documentar esos viajes con la fotografía es genial. Soy un apasionado de las
cámaras antiguas. Polaroids y viejas cámaras de 35 mm. Me encantan. Me
mantienen sano.
No se si tendré fuerzas,
yo también me canso,
y estoy cansado
......
muy cansado
......
me duermo
......
callado
......
y solo.
Ilustración, Óscar Varona
El invierno se acerca y las gaviotas son decapitadas
en el silencio del verano muerto... la mente en blanco,
el deseo en llamas y la realidad, imploro, que
desaparezca de mi vista agrietada. Un café cargado,
un beso púrpura lanzado al viento sangre, y una
canción... “LágriMas dE soleDad” de La Cosecha del
Olvido.
Una banda provocativamente joven –sus integrantes-
una banda adolescentemente adulta –su música-,
una banda fascinante –su leyenda-.
Formados en ese purgatorio
anímico, en esa
hardboiled city que es
Benidorm, La Cosecha del
Olvido está a punto de
celebrar –al escribir estas
líneas, en vísperas de ello,
12 de septiembre en el
Alto nivel compositivo, con la experimentación y la aniquilación de Abraxas- su premier
prejuicios como ingredientes básicos, con el riesgo que eso supone mundial en directo, tanto
en estos tiempos donde las melodías líricas a cámara lenta de la consolidada banda
parecen relegadas al silencio, residentes a perpetuidad en la en su formación, como de
conjura de los necios, ignorancias que se autoprotegen a base de su primer disco: Op.
lo más fácil: el desprecio. Sí, amigo, lo que no se conoce, se Óptica (opus óptica)
rechaza, asusta, cuando precisamente lo que hace es abrir
nuevos caminos, nuevas perspectivas… ¿nuevos sentimientos?
José Luis García (guitarra y voz), Jordi Matet (batería), Sebastián
Carmona (flauta), Juan Palacio (guitarra) y Héctor Sánchez (bajo) saben que han
apostado por lo más difícil, por ellos mismos, por lo que creen, y esa fuerza camina con La Cosecha del Olvido.
No, no es fácil lo suyo… rock sinfónico regenerador, matices celtas, oleajes y tormentas mediterráneas, proto-after’punk mutante,
ambientaciones densas y a la vez cristalinas, bandas sonoras que cuentan historias escritas con sangre, fogonazos de luz en el túnel
laberíntico de la existencia, siguiendo sus sombras, llegando al silencio… y a la paz.
Actualmente la expresión "alternativo" no significa absolutamente nada -y no creo que significase algo alguna vez- hasta que surgió cierto
elixir proveniente de La Cosecha del Olvido, una propuesta que, de momento, produce adicción. Un elixir que hay que saber saborear, sin
prisas, agrietando los barrotes que tienen encarceladas a la imaginación y al riesgo, lejos, muy lejos de cualquier fundamentalismo. La
música es mucho más grande que las palabras, así que callémonos y prosigamos escuchando...
Tanto la biografía de la banda como sus canciones las tienes disponibles en su myspace: www.myspace.com/lacosechadelolvido
Ojala el sonido en directo haga justicia a la belleza, a la desolación y a la tristeza que conviven en ese valle ubicado entre el alma y el
corazón, allí donde brota silenciosamente en libertad La Cosecha del Olvido.
Las reservas son señales, son indicaciones, son una cita, una alusión enmascarada.
El silencio es provocación.
Concebir esos mutismos es más comprometido que hablar por hablar, establecen una
complicidad más sincera que las manidas palabras una y otra vez repetidas hasta la saciedad
con el único ánimo de persuadir sin argumentos, desaprobadas por la falta de credibilidad perdida a
golpe de estribillo. El final de todo, llenar el silencio con palabras vacías.
Oídos
..Y para qué decías que era esto?
-Si, esos que haces aquí dentro, que luego rompes, me gustaría que
alguien los viera, tu psiquiatra dice que es una buena terapia.
..A eso voy...que le hubiera costado decir hola?, o un gesto con la cabeza,
como quien no quiere la cosa.
...No fue nada personal, si no lo conocía...
pero no me arrepiento de lo que le hice, fue un arrebato, supongo que el
que está loco piensa que los locos son todos los demás...
..Vale....va
me llamo Joan, y soy una persona normalita, mas bien poca
cosa....
J o a n A r a gó
A r t i st a a n a l f a b et o - a u t i st a p o l i f a cét i co ( 1 9 7 1 - 2 0 3 3 )
El silencio es un lugar solitario
Una isla con un solo árbol
Plantado desnudo en la palma de mi mano.
El silencio es espacio
Como el amor es espacio,
Como la música es la perdición, la
devoradora de espacio.
Naufragaban los silencios
en nuestra despensa de látex.
La primavera de los halcones
había dado paso al otoño,
y sin embargo seguíamos
cayendo bajo fuego amigo.
JUAN
CRESPO
GETE
no me hagas hablar no pienso hablar no pienso decirte cosas de las que
arrepentirme no quiero que sepas porque no mereces saber no mereces
tener la suerte de conocer lo que pienso en secreto dentro muy dentro
que no son solo palabras vanas son recuerdos son miradas son los
puertos de bajada y subida sin prisa por los que anduve y te perdí y
ahora me siento así con tanto vacío que no he pedido y que no debería
tener pero fue caer perder llover en mis ojos y sin sentido sólo por haber
perdido aunque no es seguro ahora porque pienso que mejora la cosa sin
ti pero lo pienso porque al fin me hago fuerte aunque sé lo que se siente
cuando uno se desprende de algo tan sensible de forma impredecible
como si te arrancan la piel y lo ves y es como una violación una tortura
de dolor por eso callo y no quiero que sepas por eso callo y me guardo
mis miserias por eso callo y te mantengo en la ignorancia para que sepas
cómo se pasa para que creas que todo es igual y resulta ser un final
desagradable y espontáneo por el que has trabajado creando sumisiones
y maldiciones que a oscuras en mi cuarto susurraba esperando que
nadie me escuchara y por eso callo porque lo hice siempre y funcionó
siempre y no verte será el modo será el camino que se andará solo
esperando que el tiempo lo arregle esperando que el tiempo me arregle
que el tiempo me espere y me recoja a la vuelta de la próxima esquina y
aunque mi cuerpo ahora tirita luego estará bien y nada te diré porque no
mereces saber no mereces tener la suerte de conocer lo que pienso en
secreto y por eso lo mantengo en silencio no mereces alcanzar mis
secretos y por eso los mantengo en silencio y el silencio no es un juego el
silencio no es mi miedo el dolor es lo que temo y por eso me mantengo en
silencio y te olvido y te callo y me quedo en silencio y te lloro y me lo
guardo y me quedo en silencio y al final los días pasan las noches se
acaban y me quedo en silencio otra vez en silencio en el abrigo del
silencio.
mentir. 1. intr. Decir o manifestar lo contrario de lo que se sabe, cree o piensa. (Mentir con
mayúsculas). 2. intr. Inducir a error. (Intencionadamente). 3. tr. Fingir, aparentar. (Disfrazar,
engañar, manipular). 4. tr. Falsificar algo. (Todo). 5. tr. Faltar a lo prometido, quebrantar un
pacto. (Traicionar a alguien que ha depositado su confianza en ti).
necio, cia. 1. adj. Ignorante y que no sabe lo que podía o debía saber. 2. adj. Imprudente o falto
de razón. 3. adj. Terco y porfiado en lo que hace o dice. 4. adj. Dicho de una cosa: Ejecutada
con ignorancia, imprudencia o presunción.
callar.1. tr. Omitir, no decir algo. 2. intr. Dicho de una persona: No hablar, guardar silencio.
Calla como un muerto. 5. intr. Abstenerse de manifestar lo que se siente o se sabe.
ocultar. 1. tr. Esconder, tapar, disfrazar, encubrir a la vista. (Empeñándose, con esfuerzo). 2. tr.
Reservar el Santísimo Sacramento. (Nunca mejor dicho). 3. tr. Callar advertidamente lo que se
pudiera o debiera decir, o disfrazar la verdad. (Es un delito).
delito.1. m. Culpa, quebrantamiento de la ley. 2. m. Acción o cosa reprobable. 3. m. Der. Acción
u omisión voluntaria o imprudente penada por la ley.
negar.1. tr. Decir que algo no existe, no es verdad, o no es como alguien cree o afirma. (Negar la
evidencia, injustificable) .2. tr. Dejar de reconocer algo, no admitir su existencia. 3. tr. Decir que
no a lo que se pretende o se pide, o no concederlo. 5. tr. Olvidarse o retirarse de lo que antes se
estimaba y se frecuentaba. 6. tr. Dicho de un reo preguntado jurídicamente acerca de un delito
de que se le hace cargo: No confesarlo. 7. tr. Desdeñar, esquivar algo o no reconocerlo como
propio. 8. tr. Ocultar, disimular.
Yo sé algo que no quiero que tú sepas y no te lo voy a decir, lo voy a
negar hasta el final. ¿Y por qué? Porque soy un dictador y un
manipulador.
Dolor, rabiar de ~. 1. loc. verb. coloq. Dar gritos o quejidos por un vehemente
dolor.
Después del hombre, la mosca es el animal más estúpido. También el más molesto y el más innecesario. Dios debió de crear
a las moscas con el único afán de alimentar a las arañas. O tal vez para recordar al hombre lo mal que olía.
La habitación de Jánoš Kopka se convierte cada verano en un enjambre artificial de moscas domésticas. Puede mirarlas
recorrer durante horas su techo boca abajo, tropezando entre sí, repitiendo una y otra vez los mismos pasos con esa
parsimonia exasperante que las caracteriza.
Jánoš Kopka va camino de convertirse en una mosca más. No ha vuelto a acercarse a una bañera desde que descubrió a su
madre colgada de una cuerda en el columpio del jardín. Desde aquel día, ha habido veces en que el vacío que le invade es
tan profundo que ha llegado a olvidarse hasta de su propio nombre.
Aquí es Bridgeville. Un pequeño pueblo sin más atractivo que la tranquilidad y el silencio, insólito y perdido en medio del
vasto condado de Humboldt, al norte de California. La nada.
Hasta que a Karol Kopka se le ocurrió la brillante idea de suicidarse, Bridgeville tenía veinte habitantes. Ahora tiene sólo
diecinueve. Pero pronto serán menos. La mayoría de ellos son viejos y Bridgeville no es lo que se dice un paraíso. No es
uno de esos lugares por los que merezca la pena apurar un poco más la existencia. Ni mucho menos.
El pueblo con vida más cercano se llama Dinsmore. Se puede llegar a él por la carretera 36, en dirección a Forest Glenn.
Hacia el oeste se encuentra Fortuna. Y un poco más al sur, Capetown y South Fork. Pueblos desérticos y miserables.
Así que se puede decir que Bridgeville es el sitio perfecto para consumirse hasta la náusea. Para pudrirse como hace
Jánoš. Como hizo Karol. Como hacen los otros dieciocho habitantes del lugar. Como han hecho los habitantes de
Bridgeville desde que existe.
El pueblo lo componen un total de diez casas, una oficina de correos, un almacén y una carnicería. Jánoš es el carnicero
del pueblo. Hasta hace diez años, su madre lo fue. Ahora su madre está muerta. Y Jánoš no recuerda que se llama Jánoš,
ni tampoco que sus vecinos le llaman Jay.
—Treinta y siete.
Porque se ha pasado la tarde contando las moscas que surcan el cielorraso. Ha contado las moscas que vuelan y las que permanecen estáticas en
cualquier esquina. No importa cuántas sean. Sólo repite:
—Treinta y siete.
Jánoš no tiene treinta y siete años como cabría deducir. Tiene cuarenta y tres, aunque ahora no lo recuerde. Su madre se suicidó el mismo día en
que los cumplió: El 4 de julio. Pero no hay que culparla por eso; ella no sabía ni qué día era. Tenía tanta prisa por irse que ni siquiera dejó una
nota.
Aquello sucedió hace un mes y tres días. Jánoš no lo sabe porque ha estado ocupado contando moscas en el salón de su casa, pero ha pasado más
de un mes desde entonces.
Del buzón del jardín brotan cartas como enredaderas. Algunos sobres han caído al suelo y se han llenado de tierra. Con un poco de suerte, el
cartero los sacudirá y los volverá a colocar sobre el buzón cuando vuelva. O tal vez no. Tal vez los ignore y deje caer los nuevos a su lado.
Es probable que Jay no se acuerde de lo que ocurrió el día de su cumpleaños. Se llama shock post-traumático. Es una reacción común y bastante
lógica. A nadie deja indiferente ver a una madre ahorcada. A nadie normal, claro.
Quizá tendrán que recordarle que a las once y media de la mañana del martes 4 de julio, después de oír gritos en el jardín de al lado, la señora
Edgecomb llamó al servicio de ambulancias de Dinsmore con la voz entrecortada.
Le dirán que la ambulancia tardó dos horas en llegar. Que George, el hijo de la señora Edgecomb, tuvo que reducirle en pleno ataque de ansiedad
cuando los enfermeros comenzaron a descolgar el cuerpo de su madre. Si son discretos, no le dirán que Karol Kopka se había hecho sus
necesidades encima. Pero lo más probable es que no lo sean. Se lo dirán, de todas formas.
También que se encerró en casa y que bajó las persianas de todas las habitaciones menos una. Que destrozó a patadas el teléfono de la entrada y
que cerró por primera vez la puerta del garaje. Que encendió instintivamente el televisor pequeño del cuarto de mamá para fingir que nada había
cambiado.
Que tardó tres días en quedarse dormido y luego dos en despertarse. Que, cuando lo hizo, descubrió que se había hecho encima sus
necesidades, igual que el cuerpo sin vida de su madre.
Es muy probable que Jánoš Kopka, el carnicero huérfano de Bridgeville, tarde en asimilar que su madre no volverá a guisar carne
los domingos, ni a lavar su ropa con suavizante, ni a jugar con él a las cartas. Lo normal en estos casos es pensar que sólo ha sido
un sueño. Un mal sueño.
Pero no lo ha sido: Durante todo este tiempo, el televisor ha estado encendido para nadie. Sólo las moscas han visto los programas
de televisión por cable. Mientras tanto, Jay ha vivido en el extremo sur de la casa, entre el baño, el salón y la cocina. Como si
ignorando la realidad pudiese devolver la vida a su madre. Como si mirando al techo de la habitación pudiese contemplar la bóveda
celeste. Todavía no se ha despertado de su pesadilla.
Por la noche, las moscas desaparecen como por arte de magia. Sólo las muertas permanecen, boca arriba, en un último gesto de
desesperación, sobre el alféizar de la ventana. Así se siente Jay ahora: Como una mosca que lucha por encontrar a través del
cristal un camino hacia el exterior. Igual de impotente y de aturdido.
Prácticamente cada mañana, en cuanto el sol se asoma, se dedica a recoger los pequeños cadáveres del suelo y del alféizar y los
deposita sobre un papel descolorido. Es un dibujo que hizo siendo muy niño. Hay un sol radiante que sonríe al mundo y tres árboles
del tamaño de una persona bailando al viento. No tienen boca, pero se puede intuir su sonrisa. En segundo término hay una casa
pintada de blanco con dos ventanas, sin puerta y con chimenea.
Ésa es, para él, la representación del paraíso. Jánoš sólo concede a sus amigas el destino que merecen. Las coloca con cuidado
sobre lo que un día fue un cielo azul. Con la delicadeza de quien escoge notas para una canción. Al terminar, las cuenta:
—Treinta y siete.
No importa cuántas sean: Para Jánoš serán siempre treinta y siete. No importa si su ritual funciona: Éste es el regalo divino y ésta
su forma de retornarlas al lugar del que proceden. Treinta y siete moscas, mártires del cristal, habitando el cielo de los bichos.