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Walter Antillon
Grupo Soberanía
La idea de escribir este ensayo nació a mediados del año 2008, en el seno de la
“Asociación para el Pensamiento Crítico”, particularmente al impulso de las reflexiones que
surgieron de la postulación del principio marxiano: el ser humano es el ser supremo para
el ser humano glosado y analizado por el profesor Franz Hinkelammert. El punto era,
entonces ¿cómo relacionar dicho principio con la explotación a escala planetaria que hoy
sufre una gran parte de la Humanidad? Si el hombre nace libre ¿por qué hoy lo vemos
en cadenas? preguntaba ingenuamente Rousseau.
Una vieja cuestión: Los capitalistas modernos son los descendientes vivos de los
depredadores de la Edad de Bronce. Obviamente no en sentido genético, sino en sentido
psico-sociológico-político. El estilo ha cambiado un poco (no demasiado) pero la actitud es la
misma: egoismo, voracidad, menosprecio hacia la víctima.
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corporales en particular, para la explotación individualista de la tierra. Este es el origen de
una nobleza de conquistadores…" (Max Weber: Historia económica general; Fondo de
Cultura; México, 1956; pág. 61.
Esas violencias de los dominadores para reducir a otros seres humanos a la servidumbre
fueron con el tiempo cambiando de forma; pero han mantenido su esencia a través de la
Historia, hasta nuestros días.
Claro que el pensamiento de los dominadores ha ido cambiando, desde la época en que
creían pertenecer a una estirpe divina, pasando por la época en que se mantuvo la idea de
la superioridad racial, la pureza de la sangre, etc., hasta el presente, en que el pasaporte
para el ingreso a la aristocracia es el dinero (y lo demás se te dará por añadidura); y donde
la consigna de los "ganadores" es despreciar a los débiles y progresar a toda costa en la
carrera hacia la fortuna.
Lo que intriga, en un primer momento, es por qué las clases subalternas han soportado esta
dominación que ha malogrado sus vidas. Se puede hipotizar con un gran margen de
seguridad que la mayoría de la humanidad no ha llevado una vida plena, feliz, sino por el
contrario una vida llena de dolor y frustraciones, con frecuencia interrumpida por accidentes
o enfermedades derivados de las malas condiciones de vida; y sin embargo todavía hoy se
echa de menos un movimiento de rebeldía y de rechazo de la situación de esas mayorías
marginadas, aunque hay síntomas de que eso podría cambiar.
El Estado de Derecho
Pues bien, en ese contexto quiero situar la aparición del fenómeno llamado "Estado de
Derecho", que nace como una peripecia más en aquel proceso de agresión clasista.
¿Cuál es el origen del Estado de Derecho? Podemos decir, siguiendo a Luigi Ferrajoli, que la
idea del Estado de Derecho tiene múltiples y variadas ascendencias, entre las cuales:
"…la idea, que se remonta a Platón y Aristóteles, del "gobierno de las leyes"
contrapuesto al "gobierno de los hombres"; la doctrina medieval del fundamento
jurídico de la soberanía; el pensamiento político liberal sobre los límites de la
actividad del Estado y sobre el Estado mínimo; la doctrina jusnaturalista del respeto
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de las libertades fundamentales por parte del derecho positivo; el constitucionalismo
inglés y norteamericano (expresado en la famosa sentencia del juez Marshall); la tesis de
la separación de poderes (recogida y perfeccionada por Montesquieu); la teoría jurídica
del Estado elaborada por la ciencia alemana del derecho público del siglo pasado, y
después por el normativismo kelseniano…" (Derecho y Razón. Teoría del Garantismo
Penal; Trotta, Madrid, 1995; pág. 855-6)
Ahora bien, me parece que es a partir de la Revolución Francesa, y a lo largo del Siglo XIX
cuando se concreta la idea fuerza de "Estado de Derecho" en el sentido primigenio de
sometimiento formal de la actuación de los órganos del Estado a la ley. Pero ¿en cuáles
términos se va a plantear y se va a materializar ese sometimiento del poder a la regla
abstracta de la ley? De momento, el asunto fue planteado en el plano de la mera declaracion
de principios. Creo que es importante y fecundo en posibilidades heuristicas buscar la
respuesta en el campo de la experiencia juridica laboral.
En efecto, el devenir del derecho laboral durante los Siglos XIX y XX puede tomarse como
un gran laboratorio para observar las diferentes fases del desarrollo de aquella idea fuerza y
de sus diferentes interpretaciones, aplicaciones y negaciones, porque el derecho laboral
constituye sin duda una zona crítica del Estado de Derecho del capitalismo.
Obsérvese nada más que cuando las leyes inglesas de los Siglos XVI a XVIII, que conducen
a la abolición del vínculo de los campesinos a la tierra, y las desregulaciones operadas en
ese campo por la Revolución Francesa dejan al futuro obrero a merced de las leyes del
mercado capitalista, se abre el capitulo del llamado "Capitalismo Salvaje", una de las
vergüenzas del género humano. Y esto tiene lugar bajo aquella primera forma del Estado de
Derecho que postula fundamentalmente el sometimiento del poder político a la ley. Aunque
diéramos por cierto que en la Inglaterra victoriana el poder estaba sometido a la ley,
tendríamos que preguntar ¿a cuál ley? Y la respuesta es: a la ley que garantiza plena
libertad de contratación a un patrono y un trabajador que jurídicamente están en perfecta
igualdad; a la ley que proscribe los sindicatos porque imponen vínculos a los obreros y
limitan su derecho a la plena libertad.
Hay una contradiccion profunda entre el ideal de la justicia que esta' en la base de la
Declaracion de los derechos del hombre y del ciudadano, que es uno de los pilares del
Estado de Derecho, y la conducta depredadora y opresora de una clase gobernante que, ello
no obstante, gusta exhibirse como sometida al derecho. Marx explica claramente el
fundamento de dicha contradiccion:
«Ninguno de los llamados derechos del hombre trasciende, por lo tanto, el hombre
egoísta, el hombre como miembro de la sociedad burguesa, es decir, el individuo
replegado en si mismo, en su interés privado y en su arbitrariedad privada, y disociado
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de la comunidad. Muy lejos de concebir al hombre como ser genérico, estos derechos
hacen aparecer, por el contrario, la vida genérica misma, la sociedad, como un cuadro
externo a los individuos, como una limitación de su independencia originaria. El único
nexo que los mantiene en cohesion es la necesidad natural, la necesidad y el interés
privado, la conservación de su propiedad y de su persona egoísta.>> (pag. 244/5)
Porque, en efecto, en aquellos tiempos de fines del Siglo XIX las organizaciones obreras y
campesinas europeas y norteamericanas crecian y presionaban para que sus derechos
fueran reconocidos; gravitaban en los procesos electorales de las flamantes democracias;
fundaban uniones y confederaciones sindicales y partidos clasistas, y obtenian finalmente su
reconocimiento legal por parte de los Estados.
Muy pronto sin embargo, ya a comienzos del Siglo XX, al lado de los partidos socialistas de
base marxista surgieron los partidos socialdemócratas, revisionistas, 'fabianos', amigables
con la clase gobernante bajo diferentes formas y grados; y estos partidos 'moderados' pronto
llegaron a participar significativamente en los parlamentos: impulsaron leyes de seguridad
social y de garantias laborales; y propiciaron la intervencion correctora del Estado en la vida
economica. Entonces el Estado de Derecho pasó a ser el Estado Social de Derecho.
En las páginas que siguen hago una breve reseña y un análisis elemental de ese proceso en
Costa Rica, mostrando cuánto de verdadera lucha de clases y cuánto de agresión unilateral
de clase ha habido en él; y extrayendo algunas conclusiones que nos devolverían a la
reflexión sobre el principio "el ser humano como el ser supremo para el ser humano".
1. Antecedentes:
Los movimientos precursores (1890-1920).
La crisis de 1929-1936 y la Segunda Guerra Mundial (1939-1945).
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Estudios Sociales Germinal (Joaquín García Monge, Omar Dengo, Carmen Lira,
Gonzalo Montero) que tuvo lugar en 1912, desde el cual se impulsa al año siguiente
la fundación de la Confederación General de Trabajadores, de orientación anarco-
sindicalista.
b) Por otra parte, durante la Primera Guerra Mundial y en los años sucesivos se
incrementa la formación de diversos sindicatos profesionales, y debido a su
presencia y a su beligerancia (y talvez con el propósito adicional de captar el voto
obrero con fines electorales por parte del político Carlos María Jiménez, diputado
proponente) se crea la Secretaría de Trabajo y Previsión Social, a la que se asigna
como su tarea principal la preparación de un proyecto de Código de Trabajo. Pero
hay que advertir que dicho buen propósito se quedó en el papel impreso del Diario
Oficial.
d) Ahora bien, la intensa legiferación laboral y de seguridad social que tuvo lugar en
Costa Rica en los años cuarentas del Siglo XX, es el resultado de todos esos
factores, pero tuvo como telón de fondo la profunda crisis económica que padeció el
mundo capitalista a partir del 'crack' de la Bolsa de Nueva York en 1929; crisis que
se repite pocos años después a consecuencia del estallido de la Segunda Guerra
Mundial (1939). Ambos fenómenos economicos, de repercusiones mundiales,
golpean fuertemente una economía de monocultivo cafetero como la costarricense,
altamente dependiente de los mercados norteamericano y europeo. Dichas crisis
castigaron las finanzas del Estado, afectaron seriamente a los grandes cafetaleros y,
de rebote, al comercio y a la incipiente industria del País; pero sobre todo arruinaron
a los pequeños agricultores y repercutieron con gran dureza en la situación de los
campesinos pobres, de los empleados y de los obreros.
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1) La legislación laboral.
f) De las tres fuerzas que logran, al comienzo de los años cuarentas, la promulgación
de la legislación social (el Gobierno, la Iglesia y el Partido Comunista), la única que
espontánea y sinceramente quería desde muchos años antes un auténtico y
completo código de trabajo con su legislación complementaria, era el Partido
Comunista, como lo demuestran su “Programa Mínimo”, aprobado en 1932, que en
materia de defensa de la persona y previsión social recomendaba:, entre otras cosas,
el seguro social, la abolición del trabajo de los menores; igualdad de salario de
hombres y mujeres, obligación general de trabajar de acuerdo con las capacidades
físicas e intelectuales de cada uno, jornada de ocho horas, salario mínimo;
organización sindical; derecho de huelga; vivienda limpia y digna para los
trabajadores. Etc.
En lo que atañe al Presidente Rafael Angel Calderón Guardia, es cierto que al iniciar su
mandato en Mayo de 1940, él había declarado que orientaría su gobierno en la línea del
cristianismo social; pero ocurrió que, siendo parte de la oligarquía y habiendo sido arropado
inicialmente por ella, lo único que hizo en los dos primeros años en beneficio de los
trabajadores fue encargar (Mayo de 1941) la elaboración del proyecto legislativo de la Caja
Costarricense de Seguro Social; cuya ley se promulgó más de dos años después, en
Octubre de 1943. Y no fue sino hasta el mes de Mayo de 1942, en medio de la
impopularidad, cuando precisamente enfrentaba un momento de amenaza de golpe de
Estado y de grave crisis de su mandato; y como un recurso extremo para
sostenerse en el poder (y no por afinidad ideológica, porque Calderón Guardia había sido
siempre un anti-comunista visceral) que aceptó la propuesta del dirigente Manuel Mora de
recibir el apoyo del Partido Comunista (conjurando por esa vía la amenaza de un golpe de
Estado proveniente de la derecha, que en ese momento era un secreto a voces) con la
condición de que se comprometiera a incorporar las garantías sociales en la Constitución, y
a promulgar el Código de Trabajo.
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Tenemos entonces que, de hecho, en ese proceso se dieron importantes desniveles en los
enfoques y las motivaciones de los tres mencionados partícipes en la reforma; y esos
desniveles se manifiestan, en el plano legislativo, en muchas de las indecisiones y
debilidades del texto de las garantías sociales en la Constitución y del propio Código de
Trabajo.
Pero además de lo anterior, tuvo un considerable peso negativo el hecho, apuntado antes,
de que se trata de una legislación que no fue obtenida como resultado del triunfo en la lucha
de grupos de obreros y campesinos fuertemente organizados y concientizados, frente a la
clase patronal y al Estado mismo. Porque lo cierto es que fue más bien el resultado de un
acuerdo puramente coyuntural entre el Partido Comunista y el Gobierno de Calderón
Guardia, con la aprobación de la Iglesia Católica. Es decir, se trató de una legislación
'otorgada' desde el poder, y no conquistada por las bases obreras y campesinas.
Porque hay que tomar en cuenta que en los años cuarentas del Siglo XX Costa Rica no
tenía industria; y el propio sector de servicios era incipiente, consistiendo sobre todo en el
artesanado, un mínimo sector manufacturero y el pequeño comercio de las ciudades; y
consistiendo también en una burocracia incipiente, reducida, propia del modelo liberal de
gobierno. La inmensa mayoría de los trabajadores del País eran en realidad jornaleros del
campo. En consecuencia, no habiendo existido entonces entre nosotros (ni entonces ni
ahora!) una nutrida masa obrera con conciencia de clase y organizada en sindicatos, cuando
vinieron los años difíciles el Código quedó solo, inerme frente a sus enemigos. Pero me
estoy anticipando.
3. La encrucijada (1943-1948):
1.
EEn vista de que el artículo 74 de la Constitución, además de declarar
irrenunciables las garantías sociales, las caracteriza como formando un
nivel mínimo de protección, un piso sobre el cual asentar nuevos logros a
favor de los trabajadores, me parece indudable que los diputados
progresistas que pasaron por el llamado Congreso Constitucional (ahora
Asamblea Legislativa) entre 1943 y 1947, se esforzaron por aclarar y
mejorar el texto del flamante Código de Trabajo, introduciéndole sendas
reformas en cuarenta y ocho de sus artículos, en medio de las imaginables
crecientes dificultades generadas por la intensificación de la Guerra Fría a
partir del final de la Segunda Guerra Mundial en 1945. Pero a pesar de
ese laudable esfuerzo, el Código conservó debilidades estructurales que
facilitaron, en los años siguientes, numerosos asaltos reaccionarios
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dirigidos a neutralizar o vanificar los derechos y beneficios consagrados en
él en favor de los trabajadores.
2.
CCreo que las mayores debilidades del Código se radican en el campo del
derecho colectivo, que es, en la opinión unánime de la doctrina laboralista,
el más importante de todos para el desarrollo de las reivindicaciones de la
clase trabajadora. Quiero mencionar los siguientes, sólo como ejemplo:
3.
LLas numerosas limitaciones y condiciones que rodean al derecho de
huelga consagrado en el artículo 61 de la Constitución y mezquinamente
desarrollado en los artículos 373, 375 y 376 del Código; lo que llevó al
escarnecedor resultado de que en Costa Rica ha sido prácticamente
imposible obtener de los jueces una declaración de huelga legal. Y en
relación con la huelga en el sector público, estaban además los arts. 333
(abandono del cargo) y 334 (incitación al abandono de funciones públicas)
del Código Penal.
4.
LLa desprotección del dirigente sindical, durante los cincuenta años
siguientes a la promulgación del Código (hasta la promulgación del
Capítulo III del Título V del Código, en 1993), fue la llave maestra para una
persecución sindical impune y sin tregua, que culmina en la erradicación
total de los sindicatos en la empresa privada costarricense, excepto en las
zonas bananeras, en las que se llega a un virtual equilibrio de las fuerzas
entre el sindicato y la patronal.
5.
EEl llamado arreglo directo de los conflictos colectivos; mecanismo mal
regulado en los artículos 504 a 506 del Código; el cual, a impulso de una
interpretación sesgada y complaciente, ha permitido a los patronos
explotar privadamente, sin ningún control superior, sus ventajas naturales
sobre los trabajadores en la etapa inicial del conflicto.
6.
LLa exclusión del sindicato como parte procesal lógicamente necesaria
en los procedimientos de arreglo directo, de conciliación y de arbitraje
(504, 507 y 526 CT), y su sustitución por la asociación solidarista..
7.
EEl régimen de los delitos y las faltas laborales del art. 608 y sigtes.,
es completamente antifuncional, puesto que a partir de un proveído
administrativo dirigido a declarar la comisión de la falta y la legitimación
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para recurrir a los tribunales laborales, se inicia un procedimiento judicial
que puede durar entre dos y seis años.
Y lo grave del asunto es que la lucha judicial se reveló (negativamente) como decisiva en el
proceso de consolidación de las organizaciones sindicales. Y es que en el campo judicial la
batalla ideológica resulta preeminente, siendo que lo jurídico es esencialmente ideológico,
puesto que las leyes son textos que contienen proposiciones normativas destinadas a ser
leídas e interpretadas por los abogados y los jueces. Y entonces el resultado de esas
interpretaciones depende del equilibrio de fuerzas entre las ideologías progresistas
defendidas por los intelectuales de izquierda apoyados por organizaciones obreras y
campesinas militantes, y las ideologías conservadoras defendidas por intelectuales de
derecha al servicio de las oligarquías y de los políticos que las apoyan. Uno podría pensar
que en este campo lo que está en juego es solamente la coherencia lógica de la
interpretación de un texto legal; pero eso, aunque es cierto en principio, no es
completamente cierto en su totalidad. Al análisis lógico del texto precede una opción
axiológica preñada de emocionalidad, que da la pauta a una 'lectura' específica de dicho
texto. No es lo mismo leer el texto a través de una lente progresista que a través de una
lente reaccionaria. El pensamiento hermenéutico es en gran medida wishfull thinking:
pensamiento condicionado por los deseos e intereses del intérprete.
Pero, precisamente, ese es el punto débil de los códigos otorgados desde el poder, sin que
medie una lucha victoriosa de la clase obrera. En esos casos la vida del código no va
acompañada de la conciencia clasista de los trabajadores organizados; y entonces surge el
peligro de que las interpretaciones regresivas o incluso derogatorias provenientes de la
“inteligenzia” pro empresarial no sean suficientemente contrastadas con el pensamiento y la
acción del sector laboral. Y eso es lo que yo creo que, entre otras cosas, le pasó a la
legislación laboral de Costa Rica; porque, en realidad, ya desde aquellos mismos años 40
del siglo pasado, muchos personajes de la política en ejercicio del poder, así como muchos
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empresarios, con la ayuda de sus abogados y la complicidad de jueces, inspectores y otros
funcionarios, esgrimiendo la bandera de la democracia y la libertad, y azuzando en el pueblo
el temor del “comunismo totalitario”, se dieron a la tarea de desacreditar, invisibilizar y
desvirtuar las garantías sociales y el Código de Trabajo, buscando siempre el camino de
regreso al tiempo del antiguo capitalismo desregulado.
4. Los agentes:
a) Porque resulta que los abogados y los jueces (operadores del Código de Trabajo),
provenientes generalmente de la pequeña burguesía, han mostrado historicamente
una tendencia a 'mirar hacia arriba', es decir a asimilarse socialmente con las clases
ricas y a un correlativo distanciamiento de la clase trabajadora. Por consiguiente,
surgen a la vida profesional como potenciales cortejantes del poder y la riqueza, y
proclives a absorber las consignas que los medios reaccionarios vienen repitiendo
desde hace más de cincuenta años contra el comunismo, los sindicatos, los partidos
de izquierda y la causa de los trabajadores. Tales personajes sólo necesitaban un
pretexto para asumir posiciones favorables a los intereses patronales, y la prensa de
la época les daba ese pretexto cuando satanizaba a la lucha obrera y a los sindicatos
como instrumentos del totalitarismo comunista soviético; y por el contrario, cuando
elogiaba las posiciones democráticas y pronorteamericanas de los patronos y de sus
políticos. Con esa bendición a su favor, los profesionales juristas en general tomaron
partido “por los buenos”, es decir, por los patrones, sin cargo de conciencia
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5. Los agentes:
La Guerra Fría que se declaró entre el bloque capitalista y el bloque socialista a partir de
1945 produjo otro resultado en nuestro País: la defección del Estado y de la Iglesia
costarricenses de las posiciones que habían sido sostenidas por el Presidente Calderón
Guardia y el Arzobispo Monseñor Sanabria en los años cuarentas. De modo que nunca más
volvimos a ver en Costa Rica un estadista (presidente, ministro) o un alto prelado católico
comprometidos a fondo con la causa de los trabajadores.
Y repito aquí, para que se tenga presente, que todos esos elementos negativos han sido
particularmente dañinos en países en que, como ocurrió en Costa Rica según quedó
explicado arriba, las garantias sociales y el Código de Trabajo no fueron una conquista
producto de la organizacióin y de la lucha de una clase trabajadora consciente y unida, sino
de decisiones desde el poder del Estado, tomadas en una coyuntura propicia. De modo que
al retirarse aquella protección oficial, precisamente en el momento en que una revoluciòn
triunfante, con José Figueres a la cabeza, proscribe y persigue al partido y a los sindicatos
de los comunistas, se dieron las condiciones favorables para desestimular o impedir en la
clase trabajadora todo esfuerzo de ampliación de los derechos laborales, y para iniciar más
bien la contraofensiva.
El caso del tres veces presidente José Figueres Ferrer es singular: es cierto que después de
la Revolución de 1948 él, como presidente del gobierno de facto, mantuvo las garantías
sociales, la Caja Costarricense de Seguro Social y el Código de Trabajo en circunstancias
en las que la oligarquía apostaba fuertemente por su derogatoria; y eso fue, sin duda, una
buena contribución de su parte a la justicia y a la paz social.
Pero por otro lado recordemos que Figueres fue quien puso fuera de ley al Partido
Comunista, persiguió a los sindicatos comunistas (que entonces eran mayoritarios) y
patrocinó un sindicalismo subordinado al Partido y a los gobiernos de Liberación Nacional,
de orientación inicial socialdemócrata, pero después neoliberal. Y además, toleró lo que
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sería la prolongada etapa de la interpretación derogatoria de los derechos laborales,
organizada desde el Ministerio de Trabajo y los tribunales laborales. Con esas acciones y
omisiones, Figueres perjudicó mucho la causa de los trabajadores, pues terminó anulando
prácticamente las fuerzas sociales cuya presencia y cuya beligerancia habrían frenado
aquellas interpretaciones derogatorias, así como las persecuciones obreras y sindicales que
las fuerzas reaccionarias desataron impunemente desde entonces.
La hegemonía del Partido Liberación Nacional a partir de los años cincuentas significó la
construcción de un modelo discreto de Estado de Bienestar, con la nacionalización de la
banca, los ferrocarriles, la electricidad y las telecomunicaciones y, en fin, el desarrollo de un
importante sector de empresas públicas (Hay que recordar que la educación superior, los
seguros convencionales y el sistema obligatorio de la seguridad social estaban
nacionalizados desde antes). Sin embargo, dicho partido hizo mucho daño al sindicalismo,
porque trabajó para cooptar y manipular el movimiento, para ajustarlo a los intereses
empresariales de su clientela burguesa y pequeñoburguesa, librando una guerra a muerte
contra el sindicalismo clasista.
6. Los agentes:
Como una prueba de la seriedad de los propósitos del Estado de proteger a la parte débil de
las relaciones entre patronos y trabajadores, se crearon la Inspección General de Trabajo
adscrita al Ministerio de Trabajo, y el cuerpo de Inspectores de la Caja Costarricense de
Seguro Social.
Pero los órganos de inspección tenían una debilidad institucional: dependían, directa o
indirectamente, de la jerarquía politica (presidente, ministro), la cual se fue inclinando cada
vez más a la protección de los intereses patronales. De modo que los propios inspectores
generales y, a través de ellos, los inspectores cantonales, fueron 'orientados' a asumir
posiciones inocuas y tolerantes con las infracciones de los patronos, y eso desvirtuó sus
importantes funciones.
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El vacilante diseño normativo del derecho de los trabajadores a la huelga dio lugar a
interpretaciones judiciales que, de hecho, casi impidieron que se pudiera declarar legal una
sola huelga obrera. Algunas hubo que fueron declaradas legales, pero no llegan al 2% de las
que plantearon los trabajadores entre los años 1943 y 2008.
Tales resultados se deben en buena parte a las dificultades colocadas en el propio Código
(artículos 373, 375 y 376); porque a pesar de que los sindicatos están legitimados para
negociar con el patrono, si éste se niega, lo que sigue es plantear el conflicto; y los conflictos
no puede presentarlos el sindicato, sino un grupo de trabajadores que represente el 60% de
los que laboran en la empresa.
Pero falta un elemento particularmente eficaz en esta tarea de destrucción del derecho del
trabajo: la perversión del proceso jurisdiccional instituido para la solución de los
conflictos individuales del trabajo.
Porque estoy convencido de que los abogados y los jueces han hecho una lectura
aberrante del Código que los ha llevado, en el término de unos diez años desde su
promulgación, a la plena entronización, en la materia laboral, del modelo procesal
correspondiente al viejo ‘juicio civil ordinario de mayor cuantía’, formalista, escrito,
plagado de incidencias, movido por instancia de parte, etc. Hasta el punto de que es
completamente normal que un proceso laboral dure cinco años; y algunos han durado
diez y quince.
En realidad, una lectura inteligente y de buena fe del articulado comprendido dentro del
Capítulo II del Título Sétimo del CT permitiría resolver en primera instancia un conflicto
individual de trabajo de mediana complejidad en el término de un mes.
Lo cual demuestra que, con otro talante, animados del propósito de hacer justicia pronta
y cumplida, aquel articulado puede ser interpretado y aplicado para producir un proceso
a la altura de la norma del art. 17 Código de Trabajo, que dice:
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“Para los efectos de interpretar el presente Código, sus reglamentos y sus leyes
conexas, se tomarán en cuenta fundamentalmente, el interés de los trabajadores y
la conveniencia social.”
Pero el fracaso histórico del proceso laboral ha sido posible, además, porque los jueces
han dejado de aplicar algunas reglas básicas propias y características de esa disciplina,
que estaban presentes en el Código, tales como
ii) o la que les permite prevenir a las partes que suplan la falta de bases o pruebas
para resolver adecuadamente (según el art. 489)
iii) o la que les manda apreciar la prueba ‘en conciencia’, es decir, sin sujeción a las
barreras y condicionamientos de la prueba civil (art. 493).
Pero lo más grave de todo sigue siendo haber convertido en un procedimiento formal, escrito
y engorroso lo que estaba diseñado para ser un proceso ágil y expedito, dominado por las
reglas de la oralidad.
El llamado arreglo directo es una institución menor dentro del Código de Trabajo, de la cual
se apoderaron en un momento dado los abogados y jueces servidores de los intereses
patronales; quienes consiguieron hipertrofiarla para, en manos de comités obreros
provenientes de las asociaciones solidaristas, suplantar, sabotear y abortar la celebracion de
convenciones colectivas de carácter económico-social.
“...a partir de 1982 se reducen las convenciones colectivas, y los arreglos directos
experimentan una alza casi exponencial en el sector agrario Se aprecia, igualmente
que en los primeros cuatro años las negociaciones se incrementan en casi un
setecientos por ciento, en relación al período 1977 a 1981, tendencia que se ve en
crecimiento hasta el año 1996. Nótese que cuando se promulga la ley 7360 (1993)
empieza a notarse el agotamiento del recurso a las Asociaciones Solidaristas, y
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expresamente se les prohíbe la suscripción de arreglos directos con el patrono, lo
cual provoca que para el período 1997-2001 no se haya presentado al Ministerio de
Trabajo ningún Arreglo Directo. Sin embargo, se ha mantenido la frecuencia
relativamente estable de suscripción de Convenciones Colectivas, aunque reducidas
en cuanto a los períodos anteriores, esta tónica también se aprecia en los demás
sectores. Nótese también que la incidencia de los arreglos directos es mayor en el
sector agrario que en los demás, precisamente por ser aquel en el que
tradicionalmente el movimiento sindical ha tenido más presencia y ha sido más
beligerante la promoción del solidarismo...”
Porque ocurrió que durante muchos años nuestros sindicatos se quejaron reiteradamente
ante la OIT por la persecución y otras formas de agresión que sufrían de las patronales, ante
la pasividad de las autoridades. Visto lo cual, la OIT se había contentado con hacer
exhortaciones y advertencias al Estado costarricense.
Hasta que un buen día, cuando los sindicatos habían formulado la décimo-cuarta denuncia,
la central sindical norteamericana conocida como AFL-CIO tomó cartas en el asunto, en vista
de lo cual la OIT decidió pasar a la acción, y acompañar sus recomendaciones con una visita
que haría una delegación oficial a Costa Rica, para apreciar las cosas in situ y reunirse con
las partes. Pues bien, de esa visita resultaron las reformas que contienen las leyes números
7348 y 7360 de 1993, las cuales, entre otras cosas, crean un nuevo capítulo del Código de
Trabajo (el Capítulo III del Título V) dedicado a la protección de los derechos sindicales.
Uno de los expedientes más socorridos de los patronos para neutralizar a los sindicatos que
defienden auténticamente los intereses de la clase trabajadora fue el de patrocinar la
formación de falsos sindicatos, o 'sindicatos blancos', que son organizaciones montadas con
empleados 'colaboradores', a fin de colocar a dichos sindicatos como los interlocutores de la
patronal en las negociaciones de carácter economico-social, eliminando de ese modo la
participación de los sindicatos verdaderos.
Ahora bien, el recurso a los sindicatos blancos de viejo formato se tornó innecesario
cuando, en 1982, se empezó a utilizar a los llamados 'comités de trabajadores' provenientes
de las asociaciones solidaristas de las empresas como interlocutores de la patronal en la
firma de arreglos directos sustitutos de las convenciones colectivas de carácter económico
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social. El efecto fue aplastante en el sector agrícola, donde entre 1982 y 1996 se firmaron
652 arreglos directos, y apenas 45 convenciones colectivas; pero, como quedó expuesto en
el texto transcrito, la mencionada Ley 7360 de 1993 constituyó el principio del fin de esa
situación, al dar lugar a la prohibición de aquella práctica.
e) la flexibilización.
En la visión de la sociedad mundial del futuro, los neoliberales incluyen a un grupo (que será,
seguramente, muy reducido) de empresas sobrevivientes que producen en condiciones
óptimas (desde el punto de vista empresarial), a costa de la vida, la salud, la dignidad y la
seguridad de millones de trabajadores y sus familias; y ¿quiénes recogen las ganancias?
El TLC
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Como ha sido muchas veces observado, el objetivo principal del llamado Tratado de Libre
Comercio (Cafta-DR) no es el 'libre comercio'. Si hay un nombre adecuado a su verdadera
naturaleza, sería algo así como: 'Acuerdo para facilitar las inversiones y las ganancias de las
transnacionales norteamericanas en Centroamérica y República Dominicana'.
En lo que atañe al campo laboral, el CAfta-DR se ocupa del tema en un capítulo especial: el
Capítulo 16 (Laboral), que contiene calurosas adhesiones a los principios de la OIT. Sin
embargo, importantes analistas (citadas por María Eugenia Trejos en Tratado de Libre
Comercio. Estrategia de tierra arrasada; Euned, San José, 2005; pág. 117 y sigtes.) han
observado que el instrumento en cuestión privilegia al comercio sobre el trabajo (16.2.1); y
que al redefinir la normativa laboral (16.8), admite como lícito el trabajo infantil (16.8.d) y
reduce las garantías de los trabajadores a la lista de la OIT (16.8), con lo que degrada al
resto de las garantías que nuestro Código de Trabajo contempla, y que no son mencionadas
en el TLC, entre las cuales podemos enumerar:
• La organización sindical.
• Las reglas mínimas sobre el contrato de trabajo.
• Los reglamentos internos.
• El derecho a la seguridad social.
• La regulación del despido y la indemnización correspondiente.
• El régimen de los descansos.
• El aguinaldo.
Pero creo que lo más grave no está en lo explícito, sino en lo que se oculta o apenas se
insinúa. Tengamos presente siempre que se trata de un convenio impulsado por las
transnacionales, con el objeto de colocarse en una posición de ventaja sobre los propios
Estados partes (y, con mayor razón, sobre los ciudadanos de dichos Estados). Quien se
incline a creer que el CAfta-DR es un convenio amistoso hacia el sector laboral, puede
preguntarse por qué razón este Capítulo 16, dedicado a dicho sector, no menciona ni una
sola vez las palabras “sindical” o sindicato”.
Es de todos conocido que en su política de impulso a los tratados de libre comercio las
transnacionales y el gobierno de los Estados Unidos han tenido la oposición de sus propias
centrales sindicales, afectadas por el traslado de muchas empresas norteamericanas a
países donde se pagan bajos salarios y existe poca protección para los trabajadores locales.
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Entonces, frente a dicha oposición, el TLC contiene declaraciones (artículo 16.1 y 16.2)
dirigidas a tranquilizar a los sectores sindicales, a sabiendas de que, dado el caso, nada
impedirá de hecho las diferencias de salarios y otros derechos entre uno y otro país
(artículos 16.2, 16.3 y 16.8).
CONCLUSIONES
Me parece que las conclusiones que se puede extraer de lo anterior están a la vista. En
Costa Rica promulgamos un Código de Trabajo que, por su ambigüedades génesicas, salió
a la luz con grandes lagunas; y por la difícil época en que le tocó desenvolverse, fue objeto
de una constante tergiversación por parte de quienes estaban llamados a desarrollar sus
potencialidades para que sirviera de base a un proceso de progresiva expansión de los
derechos y las garantías de los trabajadores.
Y aquí es donde la ausencia de una visión clara sobre la importancia de la lucha ideológica
pudo influir negativamente en el destino de la causa proletaria y sindical. Me parece que las
dirigencias políticas y sindicales de izquierda nunca valoraron suficientemente la importancia
de planear, organizar y vencer la batalla ideológico-jurídica que se libraba ante la opinión
pública, pero también, simultáneamente, en la palestra judicial y ministerial. Cedimos el
terreno ideológico a la derecha, que lo ha usado a discreción.
Esa ausencia produjo un efecto negativo general: dejó a los juristas operadores del derecho
y el proceso laboral, que por su extracción social y su ideología se inclinaban a favorecer los
intereses patronales, con las manos libres y la conciencia tranquila para cumplir la triste
misión de vanificar muchos de los principales derechos, resguardos y garantías contenidos
en la Constitución y en el Código de trabajo a favor de los trabajadores y de los sindicatos.
Pero en términos más específicos, aquellos jueces, abogados y profesores laboralistas de
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signo claramente reaccionario, hicieron prevalecer en dichas contiendas su "lectura"
reductiva o ablatoria del Código de Trabajo y las garantías sociales constitucionales.
¿No era urgente, entonces, proponer un modelo de proceso laboral expedito y garantista, y
desechar aquella antigualla reaccionaria?
Pero precisamente EL HECHO DE QUE HAYAMOS PASADO SESENTA Y CINCO AÑOS
SOPORTANDO LA BEFA Y EL ESCARNIO QUE DICHO PROCESO JURISDICCIONAL
REPRESENTA PARA LOS DERECHOS LABORALES, sin haber intentado nunca el
esfuerzo consistente y sostenido de organizar y emprender la lucha para conseguir su
adecuada reforma, es una prueba más de la inercia y el despego que las dirigencias de
izquierda han mostrado ante la cuestión ideológica. No queriamos enterarnos de que los
autos y las sentencias de los jueces no eran solo un conjunto de ideas contenidas en frases
impresas en papel de oficio, sino una fuerza real que golpeaba a los trabajadores y sus
familias con el beneplacito de la comunidad.
Acosados de esa manera, los sindicatos clasistas dejaron de reivindicar sus principios
ideológicos y adoptaron resignados las tácticas 'economicistas', en un intento de lavarse la
cara ante una sociedad fuertemente prejuiciada contra ellos; mientras que al mismo tiempo
buscaban presentar una oferta atractiva a los atemorizados y vacilantes trabajadores. Pero
en el plano 'economicista' los sindicatos no podían competir con los dueños del capital, que
propagandizaron alternativas económicamente superiores (como por ejemplo 'el
solidarismo').
En todo caso, esa
claudicación, ese sometimiento no impidieron que los patronos continuaran practicando
abiertamente la persecución sindical y el uso de las listas negras, a vista y paciencia de la
Inspección General del Trabajo y de los tribunales laborales. Porque los patronos, salvo
casos de grave peligro para sus intereses, quieren que los trabajadores subsistan e incluso
prosperen, siempre y cuando no estorben el funcionamiento de las instituciones establecidas
para aliviar su sed insaciable de ganancias. Y precisamente el sindicato clasista configura,
por definicion, ese estorbo.
Es cierto que la reforma legislativa de 1993 nos ofrece ahora una base normativa
considerablemente más consistente, pero no bastan las normas colgadas en sus textos; y no
en vano han pasado cincuenta años de masacre de las ilusiones reivindicativas y
transformadoras de varias generaciones de trabajadores.
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En síntesis, es mi parecer que la dirigencia política y sindical de la izquierda, acosada hasta
el límite de la supervivencia, no vio clara la importancia de organizar y librar la batalla
ideologica por los derechos laborales. Desdeñó o subestimó la cuestión ideológica y, tal
como antes se dijo, se concentró en la agitación obrera dirigida a la defensa económica del
trabajador, sacrificando cada vez más el objetivo principal: la preparación de la clase
trabajadora para la toma del poder.
14. Soluciones.
Una consecuencia obvia que se extrae de lo anterior, y que no se limita al Derecho del
Trabajo, sino que tiene alcance general, es que los códigos no se aplican solos, sino que
requieren que el juez los descifre, los defina en sus contenidos y límites y los aplique
autoritariamente, a través de un proceso de interlocución con las partes y sus abogados. Es
cierto que en ese proceso el juez padece la sugestión que emana de sus interlocutores, pero
la decisión final es sólo suya; y en esa decisión se encuentra la ley, no en sí misma, en su
mismidad y pureza, sino como la ha leído el juez. Por ello, visto en su esencia, el verdadero
código es el juez; y esta verdad nunca ha sido claramente entendida y apreciada para la
elaboración de una estrategia garantista a favor del trabajador.
En el campo laboral del capitalismo esto tiene una particular importancia, dado el carácter
estratégico de la lucha que allí se desarrolla. En otras palabras, en la aplicación judicial del
derecho del trabajo del régimen capitalista se representa el drama crucial de la lucha de
clases en la forma de una lucha ideológica. La ausencia de un sector de jueces, inspectores
y abogados no digamos ‘progresistas’ o 'de izquierda', sino, simplemente profesos de una
visión dignificadora del ser humano que los torne, por lo menos, imparciales e
independientes en el ejercicio de sus funciones, llevará al fracaso cualquier legislación, por
buena que parezca.
Lo cual significa que, si no esperamos que en el corto plazo una revolución popular cambie
todo, otorgando efectivamente al ser humano aquella condición suprema que le asignaba
Marx; quienes nos esforzamos por contribuir a la existencia de las condiciones para que
esos cambios se produzcan, debemos aplicarnos paciente y metódicamente a reclutar entre
los jóvenes graduados, los futuros cuadros que ocuparán las curules parlamentarias y los
sitiales de los jueces en los juzgados laborales; y los futuros cuadros que patrocinarán como
abogados la defensa en juicio de los trabajadores; y los que defenderán en la arena política
y en los medios de comunicación la causa del socialismo.
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APÉNDICE
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SINDICATOS Y FLEXIBILIZACIÓN
Está en la esencia íntima del Capitalismo, al igual que en los sistemas clasistas anteriores a
él, el dogma (religioso o pseudocientífico) según el cual los seres humanos estarían
colocados jerárquicamente en comunidades preordenadas y regidas por una 'mano invisible';
tendrían desigual condición, y la consecuencia natural de ello para los subordinados es que
deberán sustentar con sus limitaciones y desdichas la prosperidad de sus amos, en la
esperanza de un mundo mejor (...pero fuera de éste).
Pero en Costa Rica el derecho a la libertad de fundar sindicatos o de ingresar en ellos sin
presiones ni represalias, está consagrado en el Código de Trabajo desde 1943; y asimismo
en la Constitución de 1949 (art. 60) y en el Pacto de San José de 1969 (art. 16). Y entonces
hay que aceptar que aquel ámbito de las armonías naturales (mano invisible) fue sustituido
por el orden normativo de la Constitución, el Tratado y la Ley, vinculante para todos: obrero,
campesino, empresario, funcionario público.
Frente a ese dato de 'derecho objetivo', los patronos tenían que haberse inclinado
obedientes, como buenos ciudadanos; y los funcionarios públicos tenían que haber vigilado
celosamente que las normas laborales se cumplieran, como buenos funcionarios. Pero en
vez de eso, lo que tuvo lugar fue una resistente, enconada actitud de infracción, de violación
del derecho vigente de parte de los primeros; y una actitud connivente de parte de los
segundos.
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El acoso constante a los sindicatos ya consolidados; la pulverizaciòn de los que se acaba de
fundar; el despido fulminante de los trabajadores que en ello participen; las listas negras
para que nadie les diera trabajo, todo ello a vista y paciencia del Ministerio de Trabajo y de
los Tribunales: tal ha sido el orden imperante en el País desde hace más de cuarenta y cinco
años.
En efecto, durante todo ese período: ¡prácticamente medio siglo! diferentes gobiernos de
Costa Rica han sido coautores y complices de la clase empresarial en la persecución de los
sindicatos de trabajadores, y eso ha valido para que Costa Rica fuera denunciada ante la
OIT ya desde comienzos de los años sesenta; y para que la OIT, observando las garantías
del debido proceso, constatara las casi un centenar de violaciones cometidas por aquellos
gobiernos.
¿No es enorme, escandaloso e intolerable que un país con prestigio continental se revele
como multireincidente pertinaz en la violación de las leyes laborales en daño de sus propios
trabajadores? ¿Cómo se explica lo que ha pasado con Costa Rica, siendo que, por otra
parte, tiene fama de legalista y democrática? En sustancia es lo mismo que ha pasado, en
general, de una u otra manera, en casi todo el mundo capitalista: que los gobiernos
gobiernan para la oligarquía; y si tienen que transgredir la ley en beneficio de la oligarquía, la
transgreden: que el Estado y sus ciudadanos carguen con la deshonra.
Aún hoy, a pesar del reciente ultimátum de la OIT, el gobierno maniobra en la Asamblea
Legislativa para impedir que se apruebe el proyecto de Ley de Garantías Sindicales Número
13.475, que tiene dictamen afirmativo unánime desde hace más de diez años; mientras que
trata de consolidar su Plan Escudo, que consagra la flexibilización laboral en una normativa
que, según ellos, tendria como fin “la protecciòn del empleo en momentos de crisis”.
Durante el auge del capitalismo salvaje en el Siglo XIX los patronos disponían en su
provecho de un generoso margen de flexibilidad. Pero vinieron las luchas obreras, la
legalización de los sindicatos y de la huelga, las garantías sociales y los códigos del trabajo;
y vinieron también a causa del temor que desató la Union Soviética, a partir de la primera
Postguerra Mundial. Pero los capitalistas, por su negativa a considerar a los trabajadores
personas iguales, absolutamente iguales que ellos, siguieron añorando durante todos
aquellos años la flexibilidad de que gozaban en la época del capitalismo salvaje: todo el
tiempo sintieron las garantías constitucionales y los códigos laborales como incómodos
aperos que les chimaban por todas partes; y cuando se viene el derrumbe del Socialismo
Real, ven el momento de sacudirse por fin aquella incómoda legislación; y lo plantean a sus
gobiernos y a los entes económicos internacionales, solapándose bajo el eufemismo de la
'flexibilización laboral'.
El pretexto es ahora la crisis: pero ésta había empezado en los países ricos ya en la época
en que las grandes industrias empezaron a trasladar masivamente sus fábricas a países
pobres, para ganarse la diferencia de salarios, sembrando en sus propios países un
panorama de desempleo, crisis sanitaria y desintegración de las familias.
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Y la crisis financiera y económica que estamos sufriendo no la provocaron los obreros de las
fábricas ni los jornaleros de las fincas: la provocaron los directores de la finanza mundial y
los grandes especuladores con el afán de enriquecerse más y más, aprovechando las
desregulaciones de un gobierno cómplice. Y la provocaron incluso los inversionistas del
Tercer Mundo, cuya desmedida codicia los hizo caer en la trampa de los especuladores.
Entonces, si estamos en crisis ¿por qué sólo hablamos de flexibilización laboral? ¿por qué
no hablamos de flexibilizar las empresas? ¿de flexibilizar la propiedad privada?
BIBLIOGRAFÍA
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Manuel Alonso Olea, et al: Sindicatos y relaciones colectivas de trabajo; Murcia, 1978.
Walter Antillon: El TLC: un ataque a los derechos del pueblo; Juricentro, San José, 2007.
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José, 1995.
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José, 2005.
Tiziano Treu (ed): Sindicato y magistratura en los conflictos del trabajo; Il Mulino, Bologna, 1975.
SUMARIO
1. Premisa: lucha de clases o agresión unilateral?
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El Estado de Derecho en la perspectiva de los trabajadores
2. La legislación laboral
Producto de un compromiso y otorgado desde el poder: un Código
con debilidades.
3. La encrucijada (1943-1948)
La carrera contra el tiempo por mejorar y reforzar el Código
5. Los agentes
i) Abogados y jueces (expertos en lo jurídico) provienen de la pe-
queña burguesía.
6. Los agentes:
ii) repliegue del gobierno y de la cúpula eclesial
7. Los agentes:
iii) Los inspectores del trabajo y de la seguridad social
Conclusiones
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