Documente Academic
Documente Profesional
Documente Cultură
RESUMEN EJECUTIVO
del
1970
999
Sin embargo, vale destacar que el proceso penal sobre estas temáticas ha
mostrado un comportamiento desigual a lo largo del tiempo. Como puede
observarse en el siguiente gráfico la evolución del número de sentencias tiende a
caer con el transcurso del tiempo, tendencia que parece acompañar a la evolución
observada del tema en la agenda pública.
100 98
90 85
81
80
74 76 69
60
46
40
20 17 12
7
0
1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001
Elaboración propia en base a datos del Instituto Técnico Forense del Poder Judicial.
En suma, en principio parecería claro que el Poder Judicial parece responder a las
denuncias de corrupción en forma aceptable. La información que disponemos no
permite aventurar conclusiones sobre su eficacia y eficiencia. Asimismo, hemos
encontrado que: a) los delitos más comunes en nuestro país son los de peculado,
fraude y concusión; b) el número de procesamientos ha ido cayendo con el
transcurso del tiempo; c) esa caída está fuertemente asociada con la caída del
tratamiento del tema de la corrupción en la agenda pública.
Tabla 2.2
Número de licitaciones tramitadas y observadas (1997-2000)
Año Licitaciones tramitadas Licitaciones observadas Porcentaje de observaciones
1997 796 253 32 %
1998 843 278 33 %
1999 1066 313 29 %
2000 667 248 37 %
TOTAL 3372 1092 32 %
Fuente: elaboración propia en base a datos del TCR.
Entre los años 1997 y 2000 el Estado uruguayo tramitó 3372 licitaciones, de las
cuales 1092 fueron observadas por el TCR. Esto quiere decir que en el 32% de las
licitaciones hechas por el Estado – en 3 de cada 10- el gasto no se ajustó a las
normas legales. Si nos fijamos en los montos, se licitaron aproximadamente U$S
3.297,4 millones y se observaron U$S 855,2 millones, un 26%. Estas cifras dan un
panorama de la magnitud de las irregularidades en los procesos licitatorios en el
Uruguay (ver tablas 2.2 y 2.3).
Tabla 2.3
Monto tramitado y observado en U$S (1997-2000)
Monto Monto
Año licitado observado Porcentaje de observaciones
1997 804:709.178 278:250.682 35 %
1998 1.077:806.913 332:729.198 31 %
1999 1.012:224.222 159.504.206 16 %
2000 402:740.446 84:710.812 21 %
TOTAL 3.297:480.760 855:194.898 26 %
Fuente: elaboración propia en base a datos del TCR.
5%
0%
1997 1998 1999 2000
% de licitaciones % de monto
Fuente: elaboración propia en base a datos del TCR.
45,9%
Drogas 57,5%
50,2%
54,1%
Pobreza y desigualdad 69,8%
57,0%
35,4%
Problemas salud 45,8%
36,2%
42,1%
Carencias educación 40,5%
33,2%
30,1%
Falta de vivienda 36,6%
52,3%
71,3%
Desocupación 71,5%
77,5%
56,9%
Violencia y delincuencia 65,0%
61,3%
66,0%
Crisis económica 59,6%
67,8%
68,9%
Corrupción 73,3%
68,9%
55,5%
Contrabando 37,8%
47,2%
De las opiniones de los tres públicos surge como primera impresión que el
porcentaje de encuestados que opta por la respuesta “nada de corrupción” es
prácticamente marginal. En consecuencia, e independientemente de la extensión,
parece existir un consenso generalizado en admitir la presencia de la corrupción
en los más variados ámbitos. La única excepción parcial parece estar constituida
por el Poder Judicial desde la perspectiva tanto de los funcionarios públicos como
de los empresarios en la medida en que el porcentaje en este caso, si bien es
pequeño, se ubica muy por encima de los demás.
Para lograr una mejor comparabilidad entre públicos y ámbitos, se buscó generar
un indicador cuantitativo del “grado de corrupción” existente en cada uno de los
ítems incluidos en el estudio. Para ello se creó una escala de 0 a 10 que se
computa ponderando las proporciones de respuestas en cada ítem de acuerdo a
la siguiente forma: nada de corrupción 0; poca corrupción 3,33; bastante
corrupción 6,66; y mucha corrupción 10. De esta forma, si la totalidad de los
encuestados respondiera “nada” para un ítem determinado el “grado de
corrupción” correspondiente sería 0 y si la totalidad respondiera “mucha” el valor
sería 10.
5,23
Intendencia 3,80
5,15
5,24
Impositiva 4,25
5,82
7,29
Aduana 5,78
6,76
6,02
Policía 5,16
6,98
3,79
Poder Judicial 2,85
5,96
5,39
Medios 5,26
5,66
4,97
Sindicalistas 4,29
5,46
5,32
Empresarios 4,96
6,68
6,84
Burocracia 5,78
7,41
6,89
Políticos 6,25
8,20
0,00 1,00 2,00 3,00 4,00 5,00 6,00 7,00 8,00 9,00
20,6%
Org. de coop. Intnal. 20,9%
43,0%
32,1%
Inversionistas extranjeros 32,8%
55,5%
34,0%
Empresarios locales 39,1%
60,0%
51,7%
Sector público 41,7%
71,0%
Por otra parte resulta particularmente interesante comparar las respuestas de los
funcionarios públicos respecto a la extensión de prácticas irregulares en general y
específicamente en la propia oficina del encuestado. Los porcentajes de
respuestas que se aprecian en el siguiente gráfico muestran claramente que la
percepción generalizada de fenómenos de corrupción en el sector público cae
fuertemente cuando se la pretende asociar a la propia dependencia del
encuestado. Sin embargo la brecha varía significativamente según el sector de la
administración de que se trate, alcanzando un máximo en el Poder Judicial y un
mínimo en la Administración Central.
En su trabajo
Gráfico 3.4 Extensión pago sobornos
En el sector Público
15,4%
Intendencias
50,0%
6,4%
Poder Judicial
40,5%
9,0%
Entes
36,4%
26,0%
Adm. Central
43,7%
Cuadro 3.4
24,4%
Complicidad 29,3%
15,7%
30,6%
Insignificancia 36,5%
20,9%
70,3%
Temor 61,9%
47,7%
18,7%
Aceptación 26,5%
9,0%
62,2%
Impunidad 64,9%
43,0%
83,7%
Falta de pruebas 65,7%
67,2%
63,6%
Complejidad 56,5%
34,0%
55,0%
Desconocimiento 57,3%
35,8%
De este resumen surge con claridad que el factor que casi consensualmente
obstaculiza la presentación de denuncias es la falta de pruebas, lo que reafirma la
noción de que los actos de corrupción se producen de forma discreta. En un
segundo lugar tanto el temor como la impunidad aparecen como factores
significativos para inhibir la denuncia. Sin embargo, estos dos factores se ubican
en una posición distanciada respecto de la anterior para los funcionarios y los
empresarios, mientras que para los usuarios revisten prácticamente la misma
importancia que la falta de pruebas. Llama la atención que la proporción de
usuarios y empresarios que considera relevante para no denunciar la asunción de
riesgos que el acto conlleva, sea significativamente mayor a la de los funcionarios
que manifiestan igual posición, siendo que estos últimos son quienes se
encuentran más próximos al fenómeno.
En un tercer escalón, aun significativo, el desconocimiento y la complejidad de los
procedimientos también parecen constituir obstáculos para la presentación de
denuncias para la tercera parte de los funcionarios encuestados. Estos dos
factores son aun mucho más importantes para los usuarios y los empresarios,
donde la mayoría absoluta los considera “importantes” o “determinantes”. Esta
diferencia parece mucho más comprensible que la anterior en la medida en que
sugiere que los procedimientos de denuncia resultan más lejanos para los
usuarios y los empresarios que para los funcionarios. Finalmente, los factores que
implican una cierta aceptación de la corrupción (la justificación o la insignificancia
de los actos y la consideración de la denuncia como una traición) son
considerados como importantes por un porcentaje menor de los entrevistados,
aunque nuevamente la proporción de usuarios que asigna relevancia a estos
factores es considerablemente superior a la de funcionarios, mientras que, en este
caso, los empresarios se ubican en una posición intermedia.
6,2%
Bajos salarios 35,5%
28,9%
39,7%
Falta de controles 23,5%
29,8%
17,7%
Poca idoneidad o vocación 9,8%
16,2%
18,2%
Complicidad de superiores 11,0%
3,8%
14,4%
Influencia de los políticos 17,8%
17,0%
3,8%
NS/NC 2,5%
4,3%
4. CONCLUSIONES
Este estudio ha pretendido avanzar en un terreno hasta ahora muy poco transitado
por las ciencias sociales uruguayas, como el del abordaje sistemático del
fenómeno de la corrupción en el país. Esta circunstancia genera una serie de
restricciones para el análisis y sus conclusiones, derivadas entre otras cosas de la
falta de acumulación de información y de datos sistemáticos de referencia nacional
sobre el tema. En consecuencia, las conclusiones deben colocarse y ser leídas en
ese marco de restricciones. No obstante ello, esta necesaria cautela para nada
debe significar la imposibilidad de delinear algunas ideas a partir de los resultados
encontrados.
Estos diferentes apuntes, no son más que algunos componentes de una pendiente
y necesaria política nacional de lucha contra la corrupción, en la que deben
converger y coordinarse los diferentes instrumentos disponibles tanto en el Estado
como en la sociedad civil.
(junio de 2002)