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Los millones de muertos por causa del tabaquismo superan todas las cifras de
muertes por guerras, catástrofes, tráfico, terrorismo, sida y otras drogas, siendo
considerado por los médicos el enemigo público nº 1. Sin embargo, al ser una droga
legal, la gente no le da importancia y se transforma en hábito, con lo cual deja de luchar
contra ella y la acepta como algo normal. Pero, como diría Maslow, el hecho de que
haya mucha gente que lo haga no significa que eso sea lo normal, sino que mucha gente
lo está haciendo mal. El hecho de que una droga sea legal no implica que sea lícita,
porque el ser humano sólo tiene derecho legítimo a aquello que conquista por su
esfuerzo.
Nuestra programación viene dada por las palabras que configuran nuestras
experiencias. Así, los que se denominan fumadores, tienen etiquetado el tabaco como
placer, mientras que los no fumadores lo tienen etiquetado como veneno, vicio,
adicción, droga dura, enfermedad, muerte, etc. Nuestras etiquetas son gratuitas, por lo
que se trata tan solo de ser consciente de cómo tenemos etiquetados los estímulos a los
que diariamente nos enfrentamos en nuestra vida. Si las etiquetas son positivas, nuestra
reacción también lo será, y lo contrario si no lo son. La buena noticia es que a nuestro
cerebro le da igual las etiquetas que le hayamos programado, simplemente obedece
órdenes, las cuales mediante la continua repetición, se convertirán en hábitos. Del
mismo modo aprendimos a hablar, a andar, y a comportarnos de formas determinadas
en distintos contextos.
Preguntemos a las personas adictas a la nicotina: fumas, ¿en lugar de qué? ¿qué
cosas estás sustituyendo con el tabaco? ¿qué recursos necesitarías tener para no
necesitar recurrir a tu autodestrucción? Muchas no podrían responder, porque al
convertirse en un hábito, la persona deja de ser consciente de lo que hace, y el
automatismo le impele a ejercitar las mismas acciones una y otra vez, por lo que la
persona se convierte en víctima de sí misma, sujeta a un incontrolado autosabotaje.
Propongamos pues a los adictos a la nicotina, unas sencillas técnicas, tareas para
“andar por casa”, de modo que aprendan lo rápidamente que su cerebro responde a las
instrucciones que recibe.
1º) Dejar de autodefinirse como “soy fumador/a”, y en lugar de ello decir que “suelo
fumar cuando me apetece”. La forma de etiquetarnos con el uso del verbo “ser” afecta
directamente a nuestro nivel de Identidad, uno de los más elevados entre nuestros
niveles neurológicos. Hay que tener un cuidado exquisito al usar ese verbo en primera
persona y poner solamente detrás adjetivos calificativos positivos y estimulantes. Eso
formará parte de nuestra nueva programación. Ejemplo: soy perfecto, soy maravilloso,
soy único e irrepetible, soy una gran persona, soy hijo de Dios, soy un ser consciente, y
repetirlo constantemente a partir de ahora. Lo único que un fumador no podrá nunca
decir es “soy libre”. Es el más grande de los placeres que el tabaco le impide saborear.
4º) Cuando lo hayas hecho durante varios días, para convertirlo en un nuevo hábito,
tómate unos minutos, siempre que no estés conduciendo, ni en actividad de riesgo, para
crearte una imagen mental acorde con tus nuevas afirmaciones de identidad. Ha de ser
una imagen que cuando la proyectes mentalmente, esté situada enfrente de ti o a la
derecha (izquierda si eres zurdo), en un plano algo más elevado que tu visión normal.
Intenta hacerlo con los ojos cerrados al principio, para crearla con todo detalle.
En esa imagen tienes que estar tú solo, de momento, de cuerpo entero, sonriente,
alegre feliz y sano, y has de crear una imagen con mucho brillo, con colores fantásticos,
los que más te gusten, nítida, clara, estando tú como figura central. Puedes ponerle un
entorno atractivo y un bonito marco, todo ello muy luminoso. Ha de ser la imagen de tu
“yo” interior soñado, esa persona que sabes que debes llegar a ser. Verás como te sale
fácilmente.
Puedes añadirle una música que te motive o unos sonidos que te gusten mucho.
Al mismo tiempo, elige una palabra que signifique para ti tu “yo puedo” , “yo soy yo”,
“yo valgo”, “yo merezco”, “soy diferente”, “adelante”, o algo que en tus etiquetas sabes
que funciona para estimularte positivamente. Procura que sea una palabra corta y
contundente, muy motivadora.
5º) Ya tenemos todos los elementos listos para pasar a la acción y empezar a dar
órdenes nuevas a tu cerebro, para crear otro nuevo hábito, el cual poco a poco, irá
sustituyendo al anterior. Falta añadir la guinda: tu creencia de que va a funcionar, tu
creencia en el poder de la mente, que es el mismo que te ha mantenido vivo
inconscientemente hasta ahora: tu mente biológica. Vamos pues a hablar con ella en su
propio lenguaje: el analógico.
6º) Cierra los ojos, y recuerda cómo haces para iniciar el gesto de fumar. ¡Cuidado! No
quiero que te “veas” fumando, sino lo primero que haces: buscar los cigarrillos, abrir el
paquete, encender una cerilla… Detén esa imagen como una foto fija, tal como se da en
la realidad, para que puedas darte cuenta de todos los detalles que ocurren justo antes de
que tu mano logre llevar el cigarrillo a tus labios. Para ahí y congela esa imagen.
Y ahora, sobre esa imagen mental, clara y “real” de la parte que fuma, al inicio
del proceso, haz que la otra imagen seductora y motivadora que has creado, esa imagen
fantástica de tu “yo” auténtico, aparezca delante, entre tú y la otra imagen, ocupando
toda tu pantalla mental, mientras dices en voz alta la palabra elegida y respiras
profundamente, todo a la vez. Haz ese proceso lo más rápido que puedas, cada vez más
rápido, pero siempre iniciando el proceso de la misma forma: sobre la imagen del
proceso de empezar a fumar, colocarás la imagen tuya motivadora que ocupará toda tu
pantalla mental, mientras dices tu palabra mágica y respiras muy profundamente.
Todo lo aprendemos por repetición. La primera vez a nadie le gusta fumar, sólo
que su “razón” para hacerlo le incita a repetirlo hasta que se acostumbra. Lo mismo con
ciertos sabores, comidas, actitudes, etc. Luego sabemos cómo hacemos para aprender.
Ahora estás usando ese mismo proceso para aprender otro hábito, pero éste no es
destructivo sino saludable y beneficioso para tu salud y la de los demás. Es el primer
paso para recuperar tu libertad, el don más preciado del ser humano: tu libre albedrío.
Repite el proceso muchas veces, hasta que se convierta en algo automático que
puedas hacer con los ojos abiertos, es decir, se habrá convertido en un pensamiento, que
por repetición se hará cada vez más fácil y automático, hasta pasar a tu sistema de
creencias, y ese es el proceso de la mente humana: pensamiento-palabra-acción. Si
quieres, puedes. No hay nada ni nadie que te lo pueda impedir.
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