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Pero, al ser ellos quienes al mismo tiempo develan lo que no es moral, el problema se
complica al aportar a la legitimación del cinismo. Así los cruces de acusaciones o
denuncias generan un torbellino en el que no se sabe quién es quién ni lo que está
bien o mal, la credibilidad se esfuma. Ya no estamos, entonces, ante un problema
específico, se trata más bien de un componente transversal confuso que cruza todo lo
que existe y vive. Ello nos obliga a repensarnos a partir de otra mirada ética adecuada
a estos tiempos difíciles que nos ha tocado vivir asumiendo ese rol paciente y
pensante de hacer visible lo que debemos corregir en medio de tanta incertidumbre.
Los salvadores ya no sirven, más bien empañan el panorama hasta el punto de crear
oscuridad para que sus debilidades se mantengan en secreto. Es decir, cuando
hablamos de ética debemos entender otra lógica de información e interpretación que
requiere ser develada con empeño, tratando de explicarnos lo que nos pasa. Tampoco
el periodismo tiene la verdad pero debe buscarla como un reto permanente,
comprometiendo a más actores y otras estrategias que nos renueven como sociedad
que intenta auto conducirse.
1
CORTINA, Adela. “El mundo de los valores, ética y educación”. Editorial EL BUHO LTDA. Bogotá
1997. Página 42
La comunicación se ha instrumentalizado. Pero al mismo tiempo el periodismo se ha
quedado en la noticia. En los públicos se nota una separación entre información y
opinión. Se ha perdido el sentido del aprendizaje, se ha deshumanizado. Ni uno ni otro
buscan la reflexión y la construcción de conocimiento, tampoco el compromiso, se
quedan encarcelados en su propia una función. Una perspectiva ética requiere de una
integración de ambos campos profesionales comprometiéndose juntos con el cambio
en la sociedad.