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Periodismo y ética en compromiso con la sociedad

Rosa María Alfaro Moreno.


A.C.S. CALANDRIA

Los énfasis de las ponencias anteriores se orientaron a subrayar el compromiso y la


voluntad ética de comunicadores y periodistas, a nivel individual resaltado por Javier
Darío Restrepo y a nivel de la construcción del “nosotros” como comunidad por
Susana Nuin. Caminos ambos legítimos y definidos en una valiosa perspectiva
humanista. Quisiera resaltar de manera complementaria el lugar de la ética en la
sociedad, en relación con los mismos actores con el fin de evitar un exclusivo énfasis
voluntarista en la mirada. Con el ánimo de aportar a que esa perspectiva no decaiga
en simplificaciones confrontativas entre lo bueno y lo malo, o hacia un juicio
intransigente y no comprensivo de la complejidad que nos habita, dentro y fuera de
nosotros mismos. Si bien los comportamientos están ligados a dimensiones objetivas y
subjetivas en interacción, la ética va más allá de ellos. Es necesaria una ampliación de
la visión del mundo y la interacción disciplinaria, borrando fronteras que parcelan un
compromiso ético más ambicioso e integral. Sus horizontes, es decir ese “recuperar el
alma” del periodismo supone algo más que la ética centrada sobre sí misma.

Algunos puntos de partida


No se puede instalar la ética en comunicación y periodismo si ésta no se sustenta en
la búsqueda del cambio en la misma sociedad. Si bien la ética depende de una
sociedad más equitativa e incluyente, ella es funcional a la transformación porque
puede ser un motor para construir una nueva sociedad. Se trata de descentrarla del yo
y el nosotros hacia la sociedad. La ética, entonces, no se explica por sí misma supone
compromiso con cambios en la sociedad. En todo caso sería su inspiración y guía. Le
daría al cambio social un sentido diferente y de continuidad, con sentido de futuro.
La sociedad adolece de una gran fragmentación y los vínculos entre las personas son
cada vez más débiles o inexistentes (Lechner). El otro es visto como sospechoso, un
agresor posible. Estamos ante una pérdida del sentido de comunidad. Cada persona
es un micromundo egocéntrico del “sálvese quien pueda”. Estamos ante fenómenos
altamente preocupantes: la desigualdad y lo discriminatorio; la corrupción; los
desentendidos entre las competencias y responsabilidades de lo estatal, lo
empresarial y la sociedad civil; el vaciamiento de la política de su sentido social;
aquellos procesos de despolitización a favor del crecimiento persuasivo y de imagen.
La incertidumbre y los miedos crean climas de inseguridad. Es decir, los conflictos y
desafíos éticos están en la misma sociedad, lo que la hace altamente compleja. Sin
embargo, hay un sentimiento colectivo de apostar por el cambio. Se percibe una
tendencia significativa a convertirnos en sociedades en movimiento como desde las
migraciones, las explosiones de protesta, la creciente solidaridad (el terremoto en
Perú), las organizaciones sociales y los emprendedores que surgen del ámbito popular
y transforman los territorios y hasta la economía. Estamos ante un terreno
contradictorio de avances y estancamientos. El reto estaría en cómo conjugar estos
aspectos aparentemente contradictorios para promocionar una mayor responsabilidad
en construir esas transformaciones que requiere la humanidad, ubicándonos
comunicadores y periodistas en esas intercepciones.
El sujeto también está desmembrado (Shantal Mouffe, El retorno a lo político).
Posicionamientos varios del sujeto en la sociedad determinan comportamientos éticos
diferenciados: la sala de prensa, la familia, la amistad, el partido político, el gremio,
entre otros. A veces llegamos a ser sujetos diferentes en cada espacio perdiendo
nuestra propia integración, caminando sin brújula alguna. Es importante ser
comprensivo frente a ello. La ética comunicativa funcionaría más bien como gestora de
ese tejido que reconstruye al sujeto, en proceso de cambio y hacia una mayor
integración personal y colectiva. Pero, el periodista también es una víctima de tal
fragmentación a quien se debe apoya más allá de talleres de ética, es decir ayudarlo a
reconstruirse como sujetos éticos e integrados. Es este el papel que debiera asumir
también la comunicación y el periodismo con respecto a la sociedad. Lo ético no
puede ser ajeno a estos dilemas de conjunto. Ese clima que origina desconfianza y
autodefensas o intolerancias frente a la crítica son problemas básicos a considerar,
más allá del periodista, es decir al interior del medio mismo desde su práctica
periodística cotidiana. La ética sería integradora de ese jarrón roto en mil pedazos
hasta reconstruirlo. Motivar al ciudadano a conocerse a sí mismo como ciudadano en
proceso de conversión, genera signos de cambio y esperanza sobre la propia
resurrección, convirtiéndose ésta en una tarea ética de carácter histórico. No hay
buenos ni malos absolutos, se trataría de agudizar la mirada para reconocernos en
avances y conflictos. Al no haber persona ni espacio puro, la propia comunicación
alternativa comete graves errores éticos también en la medida que está vive y participa
en una sociedad sumamente complicada y que nos atraviesa a todos.
La propia democracia pintada como un paraíso de la convivencia es siempre una
paradoja, en la medida que en ella se develan conflictos y no se les oculta como sí
suelen hacerlo las dictaduras o los neo populismos. Es el espacio donde la ética es
también visible en su cumplimiento y en sus violaciones. El antagonismo entre
sujetos, grupos sociales o políticos, esta ya instalado y nos hace daño. De allí que se
asientan y justifican sentidos de guerra, donde el objeto es eliminar al contrincante, lo
más antidemocrático existente. La intolerancia frente a la crítica está en todas partes y
es otro signo de nuestras falencias comunicativas. Mientras que algunos sólo viven de
ella para cuestionar a los demás. Representarse como el mejor gobernante, periodista,
líder o académico es el mejor reflejo de un narcisismo colectivo que nos impiden
escuchar, dialogar y mejorar. Es también una responsabilidad para el periodismo ese
develamiento e importancia de la democracia que no compete sólo a “los grandes”
sino a todos. Necesitamos persuadirnos que la democracia va más allá de la
representación y del hecho de gobernar desde diversos poderes. Está especialmente
ligada al cómo convivimos con respeto y sentido de pluralidad.
La ética depende de otras cuestiones. No sólo está y depende de la voluntad personal.
Es decir, no se trata de una moralidad individual sino de cambios que instalen
condiciones éticas para ejercerla en la práctica cotidiana. El modo de producir noticia y
la fuerza del rating por sobre la responsabilidad social, no crean climas favorables a la
producción ética. En sociedad de incertidumbre y contrapunto se necesita otra mirada
enlazada a nuevas prácticas más cercanas al compromiso ético. La crítica y la
denuncia son discursos insuficientes, hace falta reorganizar las bases de la producción
informativa y de opinión a favor de propuestas e iniciativas de cambio. O crear formas
alternativas para compensar ese sentido predominante de actuar desde lo fácil o de la
importancia de una abundancia noticiosa y de todo lo que atrae a ojos y sensibilidad.
El tiempo corto nos impide pensar y decidir. La separación radical en tipos de noticias
frente a la confusión o esa separación entre información y opinión, no facilitan la
gestación de ciudadanos informados.
El fracaso de la propuesta socialista y de la neoliberal es evidente. Dos columnas
centrales construidas históricamente, como justicia y libertad, necesitamos
recuperarlas (Fraser) como compatibles e interactuantes, para reordenar los sentidos
éticos del cambio social y comunicativo. Así la propuesta humanizadora tiene doble
vía: comunicar para humanizar y humanizar para comunicar. Son valores éticos y
sociales integradores. La primera fue un aporte del socialismo y la segunda una
producción liberal. La interacción entre ambos conceptos nos está permitiendo
enriquecerlos y flexibilizarlos a ambos, porque sin ellos no hay sociedad ética que
pueda sobrevivir. Si le damos una mirada al mundo podemos afirmar que la existencia
de tanta pobreza y desigualdad significa una escandalosa ausencia de justicia. Y las
concentraciones de poder en pocas manos, sea económicas y políticas nos hablan
también de injusticia, pero a la vez pone en el borde del precipicio a la libertad. Hay
quienes no tienen cómo ejercerla y se someten a otros regalándoles la propia libertad,
vía sumisión o por corrupción que sigue y sigue creciendo. De allí tanto populismo en
estos tiempos en una democracia mentirosa y devaluada, tan poco exigente consigo
misma. En ese sentido el ser de izquierda o derecha, afirmaciones mas bien
ideológicas pierden peso. Históricamente ambas aplicaciones por separado han
fracasado. Hoy podemos analizar nuestras sociedades desde ambos principios y sus
interacciones en la vida real que llevamos y entonces veremos cuánto nos falta por
hacer. Ni hay justicia, tampoco libertad. Los periodistas deben insertar ambos
principios en sí mismos y promover su instalación en la sociedad. Surge entonces la
pregunta ¿si estamos ante una calidad ética o comunicativa? Puede ser lo mismo,
siguiendo a Susana Ruin, pero habría que trabajar más esta asociación.

Una brecha en el camino: entre avances y retrocesos


La ética en comunicación, al fin se hizo pública. Hay cambios en algunos medios.
Están apareciendo observatorios, veedurías, tribunales éticos dentro de asociaciones
mediáticas, defensores del público, asociaciones de anunciantes que vigilan la ética
publicitaria y de medios, también asociaciones libres para sopesar desequilibrios, u
otros, que son signos de una intencionalidad positiva aunque poco clara e incluyente.
Muchos hablan de ella aunque pocos la tomen en cuenta para su vida y ejercicio
profesional. A la vez, su enunciación suele padecer de tal simplificación que la coloca
al borde de ese peligroso precipicio que es el abandono de principios éticos por
inviables y no posibles. Nuestras sociedades suelen remplazar la ética por una
normatividad legal excesiva que no orienta ni compromete, más bien crea condiciones
para infringirla. Esta aparición creciente y variada de corrupciones que atraviesa toda
la sociedad y se trata de ocultar, compromete también a medios y periodistas,
involucrándolos. Hay muchos casos donde el discurso ético es sólo propaganda. Y las
instituciones o estrategias de autorregulación asumidas no llegan a nutrir un diálogo
ético de los medios con la sociedad.

Pero, al ser ellos quienes al mismo tiempo develan lo que no es moral, el problema se
complica al aportar a la legitimación del cinismo. Así los cruces de acusaciones o
denuncias generan un torbellino en el que no se sabe quién es quién ni lo que está
bien o mal, la credibilidad se esfuma. Ya no estamos, entonces, ante un problema
específico, se trata más bien de un componente transversal confuso que cruza todo lo
que existe y vive. Ello nos obliga a repensarnos a partir de otra mirada ética adecuada
a estos tiempos difíciles que nos ha tocado vivir asumiendo ese rol paciente y
pensante de hacer visible lo que debemos corregir en medio de tanta incertidumbre.
Los salvadores ya no sirven, más bien empañan el panorama hasta el punto de crear
oscuridad para que sus debilidades se mantengan en secreto. Es decir, cuando
hablamos de ética debemos entender otra lógica de información e interpretación que
requiere ser develada con empeño, tratando de explicarnos lo que nos pasa. Tampoco
el periodismo tiene la verdad pero debe buscarla como un reto permanente,
comprometiendo a más actores y otras estrategias que nos renueven como sociedad
que intenta auto conducirse.

La ética supone un proceso de conquista


Es cierto que ante el fracaso de la política y la imposibilidad de resolver tantas
inequidades sociales, se ha transferido a los medios una inmensa cuota de
responsabilidad pues debiera llenar esos múltiples vacíos que los partidos no pueden
asumir ni saben hacerlo. Tampoco el Estado y el mundo empresarial ha sido capaz de
generar justicia, equidad y desarrollo humano. En la medida que la sociedad decae,
los medios crecen en importancia social, cultural y políticamente, presentando y
representando lo que somos. Una buena dosis de humildad sería éticamente
significativa en nuestros medios. Es emblemático que en época de caos como el
terremoto vivido en el Perú, la gente usara los medios para develar las mentiras de sus
gobernantes sobre la ayuda prestada. El periodismo abría micros y cámaras como
presión social ineludible. Pasaron del escándalo al reclamo de derechos, escucharon a
a la gente. Sin embargo, los medios no estaban preparados para una responsabilidad
mayor que vaya más allá de la participación ciudadana simple. Tales desafíos
transferidos a medios dirigidos por empresas no competentes en estos campos es un
mal presagio. Probablemente requerimos de compromisos éticos e históricos mayores,
para los que no estamos preparados. Y con lo poco que se hace se asume que se
está siendo fiel a las verdades y necesidades del país. Qué disfraz. Los medios y el
periodismo no pueden recobrar su lugar ético sin construir un “nosotros” más amplio y
de proposición. Ese nosotros como capital social (klisberg) y cultural existe pero debe
crecer.
Para muchos ciudadanos ética es lo mismo que moral y en muchos casos se entiende
desde una perspectiva moralista determinada. Si bien lo moral se refiere a la vida
propia de personas e instituciones, la ética alude a formas de pensar y aplicar la
misma. “La moral entonces es un tipo de saber, encaminado a forjar un buen carácter,
que ha formado y forma parte de la vida cotidiana de las personas y de los pueblos.
Por eso podemos decir que no la han inventado los filósofos, mientras que la ética, por
el contrario sería filosofía moral, es decir una reflexión sobre la moral cotidiana”1. Le da
sustento a la moral, permite pensarla y evaluarla. Mientras que el moralismo suele ser
un comportamiento intransigente y poco comprensivo que se aplica como normas
deterministas y atemporales. Por ello es mejor ubicarse en el ámbito de la ética, para
saber pensar la moral desde la práctica de estos tiempos, que garanticen una
apropiación colectiva que no vaya contra la pluralidad de opciones. La normatividad
debía ser un resultado ético natural y no un dogma a seguir. Estamos más bien ante
convicciones que se van definiendo en nuestro quehacer comunicativo. Por ello,
diremos que el compromiso moral sin sustento ético no sirve. Medios y periodismo
deben construir una filosofía de la moral periodística, es decir su propio sentido ético.
La verdad y la libertad no son absolutas, sino campos de decisión. Lo ético supone
esfuerzo, trabajo diario, insistencia, porque ella multiplica problemas. Pensar siempre
que es la sociedad la que debe beneficiarse.

¿Periodismo diferenciado de la comunicación?


Es significativa esta tajante diferenciación establecida entre periodistas y
comunicadores que sigue creciendo. Unos desprecian a los otros y viceversa,
repitiéndose la confrontación entre escuelas o facultades especializadas en una u otra
definición. Ambos se enorgullecen de su opción diferenciada. Lo que le falta al
periodismo es también comunicación. Y a la comunicación necesita de información.
Ambos se nutren de teoría y práctica, pues sin pensamiento no se puede vivir. El
periodismo no se define como actor ético y desprendido de su rol comunicativo y
diferente a la gestión empresarial. Y los comunicadores más bien se entrampan en un
punto de partida, restringido en los gustos de la gente en tanto públicos de los medios
y no como ciudadanos. También notamos separaciones en instituciones de iglesia,
fundaciones y ongs, repitiendo la diferenciación entre prensa y comunicación. Esta
separación no nos ayuda a mejorar la comunicación en la sociedad.

1
CORTINA, Adela. “El mundo de los valores, ética y educación”. Editorial EL BUHO LTDA. Bogotá
1997. Página 42
La comunicación se ha instrumentalizado. Pero al mismo tiempo el periodismo se ha
quedado en la noticia. En los públicos se nota una separación entre información y
opinión. Se ha perdido el sentido del aprendizaje, se ha deshumanizado. Ni uno ni otro
buscan la reflexión y la construcción de conocimiento, tampoco el compromiso, se
quedan encarcelados en su propia una función. Una perspectiva ética requiere de una
integración de ambos campos profesionales comprometiéndose juntos con el cambio
en la sociedad.

Periodismo y ciudadanía, una relación por construir


Es evidente que el periodista escribe, lee o improvisa y produce imágenes en torno a
sucesos del momento para convertirlos en noticia. Hay quienes desarrollan opiniones
e interpretaciones utilizando lo que saben o han investigado, que son los menos
especialmente en televisión. Pero, raras veces el referente periodístico es el público
como tal, en sus demandas explícitas, en sensibilidades y gustos críticos reactivos o
en aquellos que quedan más al fondo de su ser. Rara ve se les toma en cuenta en
cuanto esas necesidades de aprender que todo ser humano busca facilitando formas
de conseguirlo. No se les reconoce ni trata como actores de la sociedad y el sistema
democrático, mas bien se les regala el rol que se otorga a los inferiores, el de víctima.
Aún el periodismo está más en función del poder que del ciudadano. Tampoco pintan
sus carencias, debilidades o defectos, durante los escasos diálogos que se permiten.
No es que sean reducidos de su identidad ciudadana a la de público, que también lo
hacen, peor aún se los constituye como cifras del encendido de aparatos, válido para
la compra de productos específicos. Se les incentiva tan poco a aprender y mejorar,
más bien se les piensa como un objeto estancado al que hay que darle lo que le gusta
y sabe, por siempre jamás. No tiene voz que reclama, menos que propone y crea, ni
siquiera que responda yendo más allá de lo que una pantalla permite. Son sujetos de
la otra orilla, están para escuchar, leer o ver y basta. Los ciudadanos son objetos de
persuasión que optan por ubicarse en el acuerdo/desacuerdo simplista de las
encuestas.
Los ciudadanos tienden a ignorar o despreciar las opciones contrarias, y sólo
suscriben las que coinciden con ellos. Así pueden surgir patologías sociales como la
anomia (alienación con respecto a la sociedad) trufada de magias, redes caciquiles,
sectas o terrorismos subversivos” (Victor Sampedro). Tiene que haber una intención
educativa. Se debe gestionar el reconocimiento de los actores sociales como gestores
de opinión pública. Para ello el periodismo debe aprender a interpretarlos como
también a interpelarlos para ayudarlos a pensar y tomar decisiones. En ese sentido
muchos medios comunitarios o educativos sobreprotegen al pueblo y reducen su papel
a sólo darle voz sin motivarlos a una construcción de discursos éticos.

La Televisión hizo más cercana la relación entre información y entretenimiento. Los


formatos y géneros antes independientes o provenientes del cine y la radio emigraron
hacia la información. Cuando preguntamos a sus públicos sobre mejores y peores
programas como también buenos conductores del entretenimiento televisivo,
nombraban también a locutores de noticias y a reporteros famosos. El toque
farandulero había ingresado legitimando un estilo que también migró a sus noticieros
emparentándose con la prensa amarilla. Queda aquí sellado el alejamiento entre
periodismo y ciudadanía. Si bien se roza en el estilo, se trata de un alejamiento
revestido de acercamiento. Comprobamos día a día el alejamiento del periodismo con
respecto a ese público que en primer lugar es ciudadano en proceso de formación
permanente.

Libertad de expresión con bases éticas


El principio de libertad de expresión ha sido el gran “leite motive” de los medios de
comunicación durante gran parte de su existencia. Es el que ha organizado de manera
exclusiva toda la ética periodística, resumiéndola en dicho principio. Tal centralización
ha impedido un mejor desarrollo de otras facetas éticas tan o más importantes que
ella. Para otro sector periodístico, más responsable, el segundo eje estaría en su
fidelidad a la verdad, tal como cada uno la entienda pues la libertad seguiría siendo el
valor más importante. Pero el darle la libertad de expresión al ciudadano no constituye
un principio valorado, negándoles así su sentido de derecho humano universal.

El des balance existente entre responsabilidad y negocio evidencia que esa


supremacía de la libertad de expresión está también encubierta por otra, que es la
libertad de empresa, confundiéndose ambas en la primera formulación. De allí que se
justifique constantemente que se asuma una línea noticiosa de tal o cual manera,
porque “a la gente le gusta”. Y el rating no nos remite evidentemente al público y sus
necesidades de información o comprensión de lo que sucede sino al ingreso
económico publicitario que es el que marca la ganancia.

La reducción del público a determinados gustos y al negocio impide que la


comunicación se sienta responsable frente a su público. Se lo asume como una
reacción de sintonía o de compra del periódico, es decir como un simple consumidor.
Ello significa que se informa para ganar dinero fundamentalmente.

Construir lo público articulador: un campo ético periodístico


La propia realidad nos desafía. A pesar de tanta comunicación instrumental a la que
tenemos más acceso cada vez. Lo público o la esfera pública qué es? Sigue siendo un
concepto confuso e impracticable. El periodismo no se percibe como gestor importante
de la creación de una esfera pública democrática. Ni acumula capacidades para crear
una cultura deliberativa. Ser y estar en los medios para que la sociedad y sus
miembros se desarrollen y convivan mejor, para que la justicia se ejerza, requiere de
construcciones de temas e intereses públicos, de todos. Supone una apertura a la
pluralidad existente, respetándolo, buscando algunos consensos con respecto al
cambio social y la resolución de conflictos.
La construcción de lo público, es por lo tanto un nuevo reto periodístico y un desafío
para los medios. La conexión entre esfera pública que gestionan los periodistas,
políticos y encuestadoras, debe conectarse con la esfera social y la participación
ciudadana de calidad. La esfera privada crece pero no la pública. En el campo de los
alternativos, la responsabilidad frente a pobres y discriminados justifica todo. Lo
deliberativo versus la protección debe ponerse en discusión.

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