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El problema de la homosexualidad
¿problema sexual, político o humano?

Octavio Obando Morán

El problema de la homosexualidad es un problema político, ideológico, moral y


humano. Y ha de ser evaluado desde el punto de vista de que la esencia del ser humano
lo es el conjunto de sus relaciones sociales, es decir la personalidad.

Nosotros, materialistas de orientación marxista, hemos tenido una visión


profundamente errada sobre este grupo humano -y decimos grupo, así sea
aparentemente muy pequeño, porque sugieren algunos comentaristas del tema que el
número de homosexuales explícitos en el país es elevado, y mucho más el número de
homosexuales implícitos-, una visión feudal sobre ellos. Hemos tenido una visión
homofóbica, que ha de ser profundamente denunciada. Y criticada.

El problema homosexual es político, en tanto en cuanto ellos forman parte, como


las demás clases, estratos y capas sociales, al sector de los explotados o de los
explotadores, por consiguiente discriminarlos por ser homosexuales, es decir por
razones sexuales, no es relevante, es torpe.

Otra cosa es si ellos desean militancia en un partido político, es problema de cada


partido. Cada estructura y sistema partidario tiene sus reglas de juegos que rige dentro y
fuera de él.

En el orden moral el problema homosexual es simple: el hecho de ejecutar sexo


anal, oral o de cualquier otra naturaleza, el hecho de ser psicológicamente invertidos
sintiendo atracción por su propio sexo ¿los hace seres discapacitados o incapacitados?.
La respuesta es negativa. La homosexualidad no impide que se pueda ser o aspirar a ser
un ser humano pleno, y como tal ha de ser valorado.

Por analogía, es lo mismo que el problema de la virginidad ¿una mujer vale más o
menos por tener la membrana de marras? La respuesta correcta es la siguiente: en tanto
ser humano o que aspira a ser un humano pleno, dotada de cualidades y defectos, el
problema de la virginidad es irrelevante.

No podemos valorar al homosexual por su decisión, conducta, actividad y atracción


sexual. Hay que valorarlo y respetarlo por su capacidad y derecho a ser un ser humano
pleno desde su condición homosexual.

Y desde el ángulo humano, ellos como los heterosexuales, son seres que precisan
del afecto humano. Por tanto cualquier tipo de exclusión o represión o maltrato
psicológico o moral solamente conlleva a acentuar y negarles este derecho, que, como
en el caso de cualquier heterosexual, lleva a actitudes torpes, irracionales, agresivas,
absurdas, sicosomáticas, por carencia emocional. Ese derecho me parece
profundamente injusto negárselo socialmente a nadie en “nombre de...”

Persistir en actuar como vigilantes o policías de la cama del otro no es correcto. Es


propio de cristianos. La sexualidad de cada quien es completamente privada mientras no
altere el conjunto de las relaciones sociales y humanas.
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Se ha de aceptar a la homosexualidad como un problema concreto que se ha de


enfrentar de la mejor manera. Y nada mejor que sus propias identidades representativas
y mecanismos para saber de sus demandas en aquellos que no están organizados.

La sexualidad humana no es estática como nada lo es en el universo. Y es bueno


que así sea y los estudios e investigaciones sobre el punto han de continuar, y han de
continuar sin represiones ideológicas.

Desde el punto de vista de la experiencia histórica en los países socialistas o del ex-
sistema de los países socialistas, nosotros nos mantenemos en una posición en la cual se
ha de estudiar más intensamente la experiencia.

Por los casos que nos ha sido posible saber por medios diversos nos mostramos
completamente contrarios a las llamadas políticas de “reeducación”. No es otra cosa
que persecusión, humillación y carcelería, unida ciertamente a cualquier forma de
represión, exclusión o ‘guettización’ o a ser tratados o considerados dementes. Mucho
menos avalamos la justificación de cualquier forma de linchamiento físico, moral,
laboral, legal, político, militar, religioso, etcétera.

Se suele decir que el homosexual no es bueno para la guerra, más se ignora un


hecho elemental: que cualquier padre o madre heterosexual u homosexual puede
vivenciar sin problemas, cuando se ama a un hijo se le ama por sobre todas las cosas, y
dar la vida por el ser que se ama forma parte de ella.

Ocurre de manera similar con el par que se ama. En el caso de guerra, según nuestra
lógica son buenos para el combate, porque el homosexual morirá junto a su par que ama
antes que dejarlo morir. Y sabrá valorar mejor a sus camaradas de combate,
afectivamente, si estos asumen su condición sin humillaciones, es decir, como un
camarada más en quien confiar su vida.

Es un hecho que el homosexual posee una sensibilidad afectiva muy elevada y la


razón es simple. La fuerte represión y humillación en el cual se mueven los hace tener
muy aguzado el olfato en este aspecto. Es como el caso del huérfano que responde
positivamente cuando es bien querido y sabe destacar a aquellos que lo aman como si
fuesen ‘padres’. Y llevado del temor de perder ese afecto ejecuta acciones erradas y
egoístas.

Es el caso también de los artistas cuya sensibilidad mal comprendida y despreciada


en la sociedad los torna más celosos de proteger esta sensibilidad como un ‘bien’. Y al
hacerlo potencian otras cualidades, que los hace, precisamente, destacar socialmente
desde su preciado ‘bien’.

Los ambientes afectivos amplios, sin represiones, protegidos de cualquier tipo de


humillación favorecen amplia y colectivamente el elevamiento de la sensibilidad
afectiva, estética y moral en los cuales se ha de ser muy celoso para que no prospere
cualquier forma de sociofobia y humanofobia o idolatría de la praxis o idolatría de la
ideas.
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No es la represión religiosa, enferma de sexofobia, la que ayuda a eso. Por el


contrario, la sexofobia lleva a que la sensibilidad afectiva al sexualizarse fusione y
potencie las confusiones psicológica y corporales, y, por tanto, las enfermedades
sociales que derivan en mentales sean como patologías de lo normal o anormal.

Estimamos a los homosexuales como a los heterosexuales aptos para cualquier tipo
de actividad, desde la actividad laboral, pasando por la militar y llegando a la clerical en
altos como medios y bajos cargos de la sociedad. Y como cualquier ciudadano en la
actividad laboral ha de tener sus derechos protegidos y no ser causa de cualquier tipo
de discriminación.

Es bastante claro que esta capa no va por el mundo pensando en seducir a medio
planeta, tal cual sí es fácil observar en los heterosexuales masculinos respecto al género
femenino.

Tal cual los heterosexuales, poseen también sus formas de acercamiento y


esparcimiento. Utilizar ejemplos negativos para referirse a ellos, no es la mejor forma
de negar sus derechos y posibilidades humanas, aunque sí resulta efectista; como
tampoco resulta correcto aludir a ejemplos delincuenciales para referirse a ellos, o,
ejemplos en los cuales se dan exageradas manifestaciones de la conducta homosexual.
Exageraciones propias, y bastante generalizadas y profundamente groseras y
socialmente aceptadas, también, del mundo heterosexual.

Por el contrario hemos de abogar, como en el caso de la mujer, para que las
minorías homosexuales no sean presas de las tres cadenas que oprimen a la mujer:

- La cadena del estado y sus leyes opresivas.


- La cadena de la tradición y la ideología que los subvalora.
- La cadena de la afectividad que abusa de ellos, subordina y hace vulnerables a la
explotación sexual.

Todos estos casos, son válidos para heterosexuales y homosexuales, y especialmente


para el caso de las mujeres. En suma, se ha de trabajar intensamente contra la ideología
del machismo que estigmatiza todas las formas que no imiten al macho animalesco,
grosero y brutal, es decir a un ser humano primitivo.

Ha llamado la atención Marco Aurelio Denegri que en el ámbito de la sexualidad el


ser humano de género masculino además de egoísta, es soberanamente torpe e
ignorante, por no decir brutal, para satisfacer las necesidades sexuales de su propia
compañera o eventual compañera.

Y la experiencia empírica masiva constatada por nuestras referencias indirectas,


indica que el inicio sexual de buen número de mujeres peruanas no es placentera y sí
bastante vulgar, grosera y agresiva. Sin hablar de buen número de nuestros jóvenes del
sexo masculino que tienen su iniciación sexual en prostíbulos (o que persisten en
frecuentarlos aun teniendo par sexual).

El homosexual en buen número de casos no rompe con la ideología tradicional en la


cual se mueve, y no pocas veces se torna un aliado de estas viejas formas, de estas
viejas cadenas.
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Mal se hace desde la perspectiva materialista y marxista en alimentar una actitud


defensista de ellos hacia nosotros, y de nosotros hacia ellos. Es poco sostenible afirmar,
igualmente, que su condición homosexual los haga mental y moralmente próximos al
lumpen.

Si asumimos al lumpen como aquel que no escatima medios para obtener lucros,
mecanismo que lo ha llevado a una conducta sistemática (o asistemática) y que
socialmente afecta en diverso grado, entonces, es difícil que se encuadre al
homosexual en esa categoría como capa social. No es improbable que actúen dentro de
esa capa filamentos que sí lo sean. Pero no es diferente a cualquier otra capa, sector,
estamento o clase social.

Por lo demás, la frontera entre usar medios socialmente admisibles para obtener
lucro y aquellos que no lo son, reitero, es una frontera que no existe más. El delincuente
de saco y corbata que especula en la bolsa ignorando por completo las consecuencias
sociales, practica, en términos generales, una conducta delincuencial y las universidades
están llenos de potenciales sociópatas. No es diferente en términos empresariales o
corporativos.

Actualmente se discute fuertemente si los homosexuales pueden o no adoptar niños,


el argumento que se utiliza usualmente es que estos padres homosexuales van a
fomentar la homosexualidad en sus hijos, o que al no haber identificación psicológica
masculina serán inevitablemente homosexuales.

Aquí hay implícita la idea de que el homosexual, de una u otra manera, fomenta la
homosexualidad. Es probable que haya ejemplos y contraejemplos. Pero si ese fuese el
caso, las adopciones heterosexuales no están liberadas de problemas y también tienen
ejemplos y contraejemplos. Exhibir un contraejemplo como argumento para eliminar
una perspectiva, solamente lleva a exasperar su contraria.

Sin embargo así como puede ser eso cierto, no es menos cierto que también el
respeto por ellos, de los hijos por parte de éstos, es bastante claro. De hecho la ausencia
de referente masculino no conduce necesariamente a la delincuencia, homosexualidad,
drogadicción o prostitución, como aman los cristianos católicos meterle en la cabeza a
los infelices que caen dominados por sus ideas. El determinismo grosero que subyace
tras estas cuestiones es manifiesto.

En todo caso, más que horrorizarse por la existencia de homosexualidad, sería más
interesante desenvolver estrategias multilaterales apropiadas para evitar los altos
índices de violencia sexual contra niños. De lo cual se dice poco o nada.

Para lo cual se tienen que prohibir instituciones que fuerzan a sus miembros a ser
castos y célibes pero que han probado una larga hipocresía sexual en materia
homosexual, pederastía y abortos clandestinos. Tornándolos seres peligrosos para los
infantes.

Habría que denunciar a la iglesia por guardar silencio y proteger esas infamias. Sin
contar otros crímenes por los cuales tendrían que pagar socialmente, por ejemplo la
prédica para el no-uso de condón que estimula el crecimiento de enfermedades de
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trasmisión sexual, o, que el sistema de la iglesia pague un estipendio mensual a las


madres que no abortaron por razones de creencia en sus prédicas pero no saben como
mantener a su hijo. Y así otras cosas más.

Cuando se afirma que los niños que se desenvuelvan sin referente masculino,
entonces, devendrán homosexuales masculinos, es como fomentar la idea que si no
existe el referente femenino entonces las niñas serán necesariamente homosexuales.

En ambos casos se usa una lógica mecanicista, determinista. No se tiene porque


pensar implícitamente que los matrimonios homosexuales violentarán necesariamente
la orientación sexual de sus hijos.

Así como los heterosexuales son dramáticamente groseros en este aspecto, en el


caso homosexual es probable que, sí, sean más preocupados y, también, permisivos.
Mas o menos como los hogares ateos que se muestran permisivos en el momento de
orientar a los hijos en cuestiones religiosas.

Si esa lógica implícita no funciona en la relación de los matrimonios heterosexuales


con sus hijos, no es válido aplicarlo implícitamente para las relaciones entre padres
homosexuales y sus hijos. Es, nuevamente, una lógica mecanicista, determinista.

Estimo que es correcto que los matrimonios homosexuales, sujetos a rigurosos


chequeos económicos, psicológicos, legales, etcétera, tal cual en el caso de los
matrimonios heterosexuales que adoptan niños, puedan también hacerlo.

[Sobre la transexualidad]

No resulta justo el tratamiento que reciben los transexuales en la medida que su


problema, en efecto, es de identidad sexual, pero al asumir la condición transexual es
más que obvio que escogieron el camino de la propia y coherente identidad consigo
mismos.

Legalmente resulta incorrecto, por razones laborales y de sobrevivencia, que se


ponga trabas legales a su nueva condición. La ley se muestra, una vez más,
conservadora y agresiva con aquello que no entiende o entiende mal.

Incluso este tipo de problema hay que verlo con elasticidad porque el cambio de
sexo más que ser una causa es una consecuencia. Por tanto, la modificación legal de un
hombre para mujer o a la inversa, es un problema presente antes de cualquier cirugía. E
incluso no necesitaría de cirugía para solicitar su cambio de identidad.

Es claro que psicológica, médica y legalmente se imponen los mecanismos


apropiados para la realización de estos procedimientos, que no han de ser largos,
engorrosos y principalmente humillantes. Satisfacer sus demandas legales con rapidez
los ayuda a colocarse competitivamente, de igual manera, en el campo laboral.

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