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Daniel
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Daniel

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El comentario del Dr. Bailey acerca del libro de Daniel ofrece un análisis perspicaz de este precioso libro, mostrándonos qué sucede con las personas, la nación o un individuo que honra al Señor. Todos los que escojan la sabiduría, la pureza de corazón, y la justicia prosperarán y eventualmente serán honrados por el Señor. A través de las páginas de este libro, usted experimentará la emoción del descubrimiento a medida que el Dr. Bailey claramente desenvuelve los misterios escondidos acerca de eventos presentes y futuros en Europa y el Medio Oriente. Al caminar progresivamente con nosotros por el libro de Daniel, él hábilmente provee llaves valiosas para abrir la cerradura del tesoro de verdades contenidas en este.
LanguageEspañol
Release dateJun 11, 2020
ISBN9781596656291
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    Daniel - Dr. Brian J. Bailey

    EL PERÍODO HISTÓRICO

    Capítulos 1-6

    Parte 1

    CAPÍTULO UNO

    EL APRENDIZAJE DE DANIEL

    DANIEL 1:1-2

    Daniel 1:1-2 dice: En el año tercero del reinado de Joacim rey de Judá, vino Nabucodonosor rey de Babilonia a Jerusalén, y la sitió. Y el Señor entregó en sus manos a Joacim rey de Judá, y parte de los utensilios de la casa de Dios; y los trajo a tierra de Sinar, a la casa de su dios, y colocó los utensilios en la casa del tesoro de su dios. Normalmente el contexto o trasfondo histórico no tiene una gran importancia para comprender un libro, pero con el libro de Daniel, sin embargo, es necesario que entendamos su contexto en la historia porque se hacen muchas referencias al tiempo en que transcurren los acontecimientos.

    Se nos dice en Daniel 1:1 que durante el tercer año del reinado de Joacim, Nabucodonosor vino a Jerusalén y Dios entregó a Joacim los utensilios del templo en sus manos. Ese fue el primero de los tres principales cautiverios que Judá experimentó y ocurrió en el año 605 a. C. Esa es una fecha importante porque a partir de allí empezaron los 70 años de cautividad. También es necesaria una cronología de los reyes de Judá para poder entender la revelación profética de Jeremías, Isaías y Daniel, quienes profetizaron con referencia a ese periodo.

    Debemos recordar la verdad de que Dios entregó a Su pueblo a los gentiles cuando ellos escogieron no caminar rectamente, y hay muchos pasajes de la Escritura que lo respaldan. Durante la primera Cautividad en el año 605 a.C., Daniel fue llevado cautivo a Babilonia; en la Segunda Cautividad bajo Joaquín, el profeta Ezequiel fue hecho prisionero. Por lo tanto, durante ese periodo de tiempo había dos de los mayores profetas en el exilio en Babilonia. Isaías ya había profetizado y su ministerio y su vida terminaron cuando fue martirizado durante la primera parte del reinado de Manasés. Isaías había profetizado plenamente acerca de la caída de Jerusalén y también de la caída de Babilonia; también profetizó acerca de los medos y los persas.

    Le siguió Jeremías, que profetizó en Jerusalén desde el decimotercer año del rey Josías hasta la caída de Jerusalén. En Babilonia los otros dos profetas mayores estaban actuando: Daniel bajo el reinado del rey Joacim y Ezequiel bajo el del rey Joaquín. (Por cierto, Joaquín fue el único rey que fue a la cautividad voluntariamente. Sedequías fue llevado con cadenas).

    Reyes de JudaLos setenta Anos de Cautividad

    Consideremos ahora algunas cosas referentes al trasfondo de Nabucodonosor. Babilonia, que formaba parte del Imperio Asirio, empezó a rebelarse contra Asiria y finalmente, en el año 612 a.C. Nabopolasar, a quien podríamos denominar el primer rey del nuevo Imperio Babilónio, marchó contra Nínive, capital de Asiria, y la capturó.

    En el año 605 a.C. todavía era rey pero, como suele pasar con frecuencia, trajo al príncipe heredero a gobernar, y su príncipe heredero era Nabucodonosor. De esta manera Nabucodonosor era en realidad rey juntamente con su padre, Nabopolasar, en el tiempo del primer cautiverio de Jerusalén.

    DANIEL 1:3-4

    "Y dijo el rey a Aspenaz, jefe de sus eunucos, que trajese de los hijos de Israel, del linaje real de los príncipes, muchachos en quienes no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, sabios en ciencia y de buen entendimiento, e idóneos para estar en el palacio del rey; y que les enseñase las letras y la lengua de los caldeos".

    Ésa era una práctica común en cualquier imperio. Por ejemplo, el Imperio Turco en el siglo XIX era un imperio musulmán. Cuando los turcos conquistaban otros países y especialmente si esos países tenían jóvenes cristianos, los llevaban a sus cortes y a sus escuelas, donde los educaban, los enseñaban el idioma turco y los ponían nombres musulmanes. Entonces enviaban a esos jóvenes entrenados y educados de vuelta a sus provincias de origen como gobernadores, y de esa manera sentían que estaban asegurando su imperio.

    Map-Babylon

    Los británicos hicieron exactamente lo mismo; educaban a la gente de las colonias en Oxford y Cambridge y la mandaban de regreso a sus propios países para ocupar altos puestos. Eran hechos ingleses y se les enseñaban las maneras y costumbres de los ingleses. Ése era el mismo proceso que Nabucodonosor estaba empleando. Intentaba que aquellos judíos se hiciesen babilonios. Quizá veamos al Anticristo haciendo lo mismo en los últimos tiempos.

    Echemos una ojeada a la clase de personas que Nabucodonosor escogía. Sabemos por los historiadores que los jóvenes que se escogían estaban entre los 14 y 16 años de edad, en general. A esa edad todavía se les podía moldear, y se les escogía de entre la familia del rey y los príncipes. Por tanto sabemos que Daniel era de familia real, y se nos dice que los jóvenes debían ser muchachos sin ninguna tacha. En aquellos tiempos se creía que la perfección física y la belleza acompañaban a la pureza y la capacidad intelectual.

    Podemos encontrar un interesante paralelo en la revolución de Camboya hace unos años. ataban a cualquier persona que llevase lentes porque se identificaban con la inteligencia, y el objetivo era destruir a los intelectuales de Camboya.

    DANIEL 1:3-5

    Los muchachos que los babilonios escogían debían ser enseñados en toda sabiduría porque estaban destinados a gobernar. Debían tener la capacidad de hacer elecciones correctas, pues eso es de sabios; también debían tener aptitud para aprender, ser extremadamente inteligentes y entender la ciencia. Además, debían ser idóneos para estar en el palacio del rey porque en el futuro llegarían a ser sus consejeros. Eso ocurrió más tarde en el libro de Daniel.

    Hay una verdad en esto: cuando uno aprende otro idioma, el espíritu de ese pueblo también está en ti. Al enseñar a aquellos judíos el idioma de los caldeos intentaban que ellos llegaran a ser babilonios. Ese aprendizaje del idioma de los caldeos causaría que el espíritu de los caldeos estuviese en los jóvenes judíos. Esto es importante para aquellos que sirven al Señor en un país extranjero; es necesario aprender el idioma y entender el espíritu de la gente para poder comprenderlos.

    El rey de Babilonia asignó a los jóvenes una porción diaria de su comida, lo que era una práctica común que encontramos en varios lugares en la Palabra de Dios. Por ejemplo, cuando Joaquín fue elevado por el malvado Merodac, sucesor de Nabucodonosor, se le permitió comer de la mesa del rey. Era una práctica común el que el rey alimentase a los oficiales de la corte. También encontramos esto mismo en relación con el rey David en 2 Samuel 9:7.

    Para aquellos muchachos judíos, esa costumbre contenía un problema inherente; todos los manjares de carne que el rey comía provenían de animales sacrificados dejando su sangre en sus cuerpos y ofrecidos a dioses paganos. El comer tal comida iba en contra de la Palabra de Dios. Igual que para nosotros, estaba mal que los muchachos judíos comiesen carne con su sangre (Hechos 15:20). Ellos adoptaron una actitud firme en sus creencias y se negaron a comer la carne de la mesa del rey, lo que suponía una tremenda prueba de fe para aquellos jóvenes de 17 ó 18 años de edad. Ellos rechazaron la extraordinaria tentación de esa corte extranjera. Recordemos que ninguno de ellos estaba bajo el control de sus padres, y todas las riquezas del reino de Babilonia estaban a su disposición cuando ellos lo quisieran, ya que eran la élite que estaba siendo enseñada y entrenada para ocupar el gobierno. En su entrenamiento no se habría prescindido de nada, y todos los lujos de la corte de Babilonia estaban delante de ellos. Aunque no les habrían negado nada, ellos tuvieron el coraje y la determinación moral de rechazar todos aquellos placeres.

    DANIEL 1:6-12

    Es interesante que Daniel y sus compañeros fueron alimentados durante un periodo de tres años. El tres habla de la perfección divina tal como lo vemos al pensar en los tres atributos de Dios: omnisciencia, omnipresencia y omnipotencia. El tiempo se divide en tres partes: pasado, presente y futuro; la capacidad humana tiene tres aspectos: pensamiento, palabra y obra; también sabemos que hay tres reinos: mineral, vegetal y animal. Así que, en cierto sentido, el tres nos habla de la plenitud o perfección divina. Ese fue el periodo de tiempo de entrenamiento asignado a aquellos muchachos.

    Veamos este tema de la numerología. Daniel 1:6 dice: Entre éstos estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías. Al considerar la numerología de los nombres judíos de esos cuatro amigos, debemos recordar que en hebreo y en griego cada letra del alfabeto tiene un número equivalente; cada letra en cada palabra tiene un valor. Por lo tanto, cada palabra tiene un valor numérico que es igual a la suma de los valores de sus letras. El valor numérico total de las letras en el nombre de Daniel es 95, en el de Ananías 120, en el de Misael 281 y en el de Azarías 392. Si los sumamos, el valor total de los nombres es 888, que es también el valor numérico del nombre Señor Jesucristo. Numéricamente, esos nombres tienen significado en el idioma hebreo, pero cuando los cambiaron por nombres babilonios dejaron de tener un significado en particular.

    Veamos ahora Daniel 1:8: Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía; pidió, por tanto, al jefe de los eunucos que no se le obligase a contaminarse. Daniel hizo eso para no tener que participar de la comida que había sido ofrecida a dioses paganos o que tenía sangre en ella.

    En el versículo 9 vemos que Dios había dado a Daniel favor ante el jefe de los eunucos. Podemos compararlo con la ocasión en que José tuvo favor con los oficiales que estaban con él en la cárcel (Gn. 39:21). Para llevar a cabo Sus propósitos, Dios da a Su pueblo favor con los que tienen autoridad.

    En los versículos 10-12 leemos: Y dijo el jefe de los eunucos a Daniel: Temo a mi señor el rey, que señaló vuestra comida y vuestra bebida; pues luego que él vea vuestros rostros más pálidos que los de los muchachos que son semejantes a vosotros, condenaréis para con el rey mi cabeza. Entonces dijo Daniel a Melsar, que estaba puesto por el jefe de los eunucos sobre Daniel, Ananías, Misael y Azarías: Te ruego que hagas la prueba con tus siervos por diez días, y nos den legumbres a comer, y agua a beber.

    Numéricamente el diez es el número de la perfección o el orden divino. En toda la Palabra de Dios encontramos este concepto de orden. Vemos a Noé, que era la décima generación desde Adán y Abraham era la décima generación desde Noé; es interesante que la tierra de Abraham tenía diez naciones (Gn. 15:19-21). Hubo diez plagas en Egipto cuando Israel era liberado y también hubo diez pruebas en el desierto (Nm. 14:22). Hay diez mandamientos y el diezmo que le pertenece a Dios es una décima parte. Incluso durante el reinado del Anticristo el número diez seguirá reapareciendo, como veremos después en Daniel.

    DANIEL 1:13-20

    Veamos algo más de la numerología en este pasaje de la Escritura. Fueron cuatro los amigos que fueron llevados cautivos a Babilonia, y en la Biblia el número cuatro habla del testimonio universal. El número cuatro aparece en la naturaleza, hay cuatro puntos cardinales: norte, sur, este y oeste; hay cuatro partes principales en que se divide el día: mañana, mediodía, tarde y noche, y hay cuatro estaciones: primavera, verano, otoño e invierno.

    De la misma manera en la Palabra de Dios el número cuatro es recurrente. Hay cuatro Evangelios, y en la visión de Ezequiel había cuatro criaturas vivientes: el león, el buey, el hombre y el águila. En Génesis 2:10 leemos: Y salía de Edén un río para regar el huerto, y de allí se repartía en cuatro brazos. Así que el número cuatro nos habla de testimonio universal.

    Vimos que el diez es la perfección del orden divino y por lo tanto, la prueba de Daniel y sus amigos es un testimonio de orden para todos los hombres en todos los lugares de las bendiciones de Dios para todos aquellos que se mantienen firmes en cuanto a la santidad.

    En el versículo 16 leemos: Así, pues, Melsar se llevaba la porción de la comida de ellos y el vino que habían de beber, y les daba legumbres. Las legumbres son lentejas. Recordemos que durante tres años ellos estuvieron rodeados de todo el lujo de la corte y sin embargo, tuvieron la determinación moral de rechazar la comida del rey. Dios honró su consagración.

    El versículo 17 dice: A estos cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Ellos estaban capacitados para aconsejar, ya que eran idóneos para estar en el palacio del rey. Aprendieron el idioma de los caldeos, lo que muestra que tenían fluidez para hablar. Tenían cinco capacidades: sabiduría, conocimiento, entendimiento, consejo y capacidad para hablar.

    Numéricamente el cinco es el número de las capacidades, y nosotros debemos pedirle a Dios esas cinco mismas cosas. Podemos poner excusas diciendo: bueno, yo tengo dificultad para hablar. Charles Spurgeon venció una gran dificultad para hablar cuando era joven, y se convirtió quizá en uno de los predicadores con más fluidez y talento de todos los tiempos. No importa cual sea nuestro punto de partida, lo que importa es que nos encontremos con Dios, y Él nos dará la capacidad de tener fluidez de palabra, lo que es muy importante para un predicador y un maestro. Esas cinco capacidades coinciden con cinco de los siete Espíritus del Señor. La primera es la capacidad para predicar (Is. 61:1); luego está el espíritu de sabiduría, entendimiento, consejo y conocimiento. Dios puede impartirnos esa unción de igual manera que la impartió a Daniel y a sus tres

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