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(13) Loc. cit., pág. 165 a 167. (14) El Apolo de Marsac, versión de El Tiempo, Bogotá,
abril 25 de 1943.
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sentido de las formas, porque la mujer sabe hasta El traje masculino en cualquier época, busca siem-
dónde el hombre es impresionable por los ojos. pre desdibujar las formas y cuando pareciera que se
La historia de los trajes de la mujer es también la quisieran ostentar, es porque una corriente de ura-
historia de lo que el hombre a través de las épocas nismo predomina entonces. Así en el siglo XVIII y en
ha deseado ver. los tiempos socráticos.
Unas veces el traje ha consistido en hacer resaltar Hay una profunda significación espiritual en el
una forma, encubriéndola; otras en resaltarla, de- hecho de que el sacerdote se asemeje a la mujer en
jándola al desnudo. Cuando el tacto se aguza, cuan- el uso del traje talar. El sacerdote de ciertos cultos,
do el varón desea ejercitarlo, entonces crea las modas para quien el celibato es obligatorio, usa ese traje jus-
en que la forma encubierta se revela. Entonces es tamente en la medida en que por medio de él está
porque el hombre se ha afeminado. En cambio, en tanto más lejos de revelar la forma de su cuerpo des-
las épocas más heroicas de la humanidad, la mujer nudo. En cambio, la mujer lo lleva para evitar la irri-
siempre ha podido descubrir algunas de sus formas. tación siempre pronta en el varón por las imágenes
En el siglo XVI, edad de héroes, de guerras y descu- visuales. El hombre puede llegar a usar, para la vida
brimientos, los teólogos católicos llegan a coincidir cotidiana, por mera comodidad, el pantalón que es
en que el busto semidesnudo no implica pecado. más cercano a las formas, pero en el que hay poco pe-
Cuando la moda femenina es demasiado recatada, ligro, ya que la mujer es tan poco apta para la vista.
el hombre está como nunca, dispuesto a la caricia. El hombre feminoide es, en la mayoría de los ca-
La mujer, a su turno, necesita el contacto material sos, exhibicionista. Incluso cuando no está tocado de
de las manos del varón. Por esto en la estación inver- inversión sexual, cree con error que seduce y atrae a
nal y en los climas fríos del trópico, la mujer es tan la hembra con la exposición de su cuerpo. El sím-
impresionable a los contactos, y el hombre tan gene- bolo del perfecto varón está por eso en aquellos em-
roso en las caricias. bozados de edades románticas que, sin mostrar ape-
nas su rostro, se llevaban a la dama y obtenían de
La riqueza visual varonil ha permitido que la por-
ella hasta la posesión total.
nografía de la visión sea siempre para el varón y a
costa de la mujer. El varón desnudo, no tiene, en El mundo de los ojos es un mundo totalmente de-
época de una sexualidad normal, a quién impresio- bido a la creación y a la imaginación de los varo-
nar. La mujer no le sirve de clientela, no sólo porque nes (15).
el hombre no la busque como tal, sino por la escasa (15) "En los ojos y con los ojos aparece la luz como el otro
capacidad en ella para ser seducida por los ojos. polo de la visión. Y por más que el pensamiento abstracto que
medita sobre la luz se empeñe en eliminarla y anularla, susti-
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Quién sabe hasta dónde la plasticidad del cuerpo En suma, puede decirse que el mundo circundante
de mujer sea menos primitiva y natural de lo que del varón es muy distinto del de la mujer.
se podría pensar a primera vista. Parece que es el en- Y donde mejor se advierte el objeto de intereses
canto visual del hombre el que ha hecho que la que constituyen los respectivos mundos circundantes
mujer sea, ante todo, bella; mientras que la capaci- de ambos sexos, tiene que ser, por motivos obvios, en
dad auditiva y tacto-pasiva de la mujer ha llevado lo que el sexo opuesto ostenta a los sentidos y en lo
al hombre a superar sus gestos y a afinar su expre- que oculta.
sión, con mengua de sus posibilidades apolíneas. Sin que sea necesario compartir ninguna especie
de panerotismo, todo ser humano lleva en su persona
luyéndola por un cuadro de ondas y rayos, la vida, la reali-
dad de la vida queda desde ahora circunscrita y envuelta en
signos dirigidos hacia el sexo contrario, que busca
el mundo lumínico de los ojos...". serle grato, e incluso, atraerlo. Consciente o incons-
"Para solaz de sus ojos evoca el hombre los edificios y trans- cientemente es apenas natural que la tensión extre-
forma en relaciones luminosas la percepción táctil y corpórea ma en que se mantienen hombre y mujer, el uno res-
de la tectónica. Religión, arte, pensamiento, han nacido paraa
pecto del otro y que es tan antigua como la especie,
servir a la luminosidad; y las únicas diferencias consisten en
que unas formas se ofrecen a los ojos del cuerpo y otras a lo* tenga buena parte en lo que somos como formas sen-
'ojos del e s p í r i t u ' . . . " . sibles.
"Y los residuos de esos otros mundos sensibles, mundos de 1 La peculiar selección de los ojos femeninos ha
sonidos, de olores, de calores y fríos, han hallado acomodo en
constituido al hombre, tal como hoy lo vemos y tal
e1 espacio visual como 'propiedades' y 'efectos' de las cosas ilu-
minadas. El calor se desprende del fuego 'que vemos'; la rosa como ha sido, en sus diferentes cambios, a través de
q u e contemplamos en el espacio luminoso despide su fragan- la historia.
cia y a nuestros oídos llega el sonido de un violín. Y por lo que
se refiere a los astros, nuestras relaciones con ellos se limitan
a verlos. . .".
"El 'yo' es un concepto visual. Desde este instante, la vida
del yo es una vida al sol. La noche adquiere cierta afinidad
con la muerte. Y así se forma un nuevo sentimiento de terror,
que absorbe todos los demás: el terror a lo invisible, a lo que
sólo podemos oír, sentir, adivinar; a las cosas cuya actuación
percibimos sin poderlas, empero, v e r . . . "
"Por eso el pensamiento humano es pensamiento de los ojos,
y nuestros conceptos son abstraídos de la visión, y la lógica en-
tera es un mundo imaginario de luz." (O. Spengler. La deca-
dencia de Occidente. T. III, págs. 17, 19 y 20. Espasa Calpe,
1926.)
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de un marcado tipo fisiognómico, cuando se miran
de cerca sus ejemplares individuales, las diferencias
son fuertemente acusadas. Pero ni las culturas, ni las
razas, ni el ambiente social hacen variar mayormente
a las mujeres. Beatriz en el siglo XIV, Madame de Re-
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camier en el siglo XVIII, Norma Shearer en el siglo xx
son como familiares muy próximas. Los artistas va-
Como ya se expresó, la mujer es poco visual. De | rones del cine, por ejemplo, se conocen a primera
esto depende que el varón sea por lo común tosco vista; a las mujeres no siempre es fácil distinguirlas.
y rudo en su apariencia somática. Pero lo es, no sólo Y cuando se va a llevar a la pantalla o al teatro a
porque la mujer no aprecia suavidad en el varón, personajes históricos los tropiezos se encuentran en
sino sobre todo, porque éste sabe que con estas for- hallar el varón parecido a Luis XIV o a Napoleón o
mas suaves no atrae a la mujer. Por esto cultiva el Mussolini, que no a la mujer que nos recuerde a Ca-
músculo fuertemente desarrollado, el pelo y la barba talina o a María Antonieta o a Eugenia. Es que la
hirsutos y los movimientos enérgicos y violentos. mujer no crea un típico rostro en el varón, no lo im-
El mundo de los colores lo desprecia la mujer en pone porque este aspecto que es visual, no le inte-
el varón en cuanto es su mundo circundante: las ves- resa para nada. El hombre, en cambio, de acuerdo
tiduras masculinas más usuales han sido por eso de con los tiempos, determina hasta el detalle, la fiso-
colores sin tono, como el blanco, el gris y el negro, o nomía de sus mujeres. Según esto, lo del gusto mascu-
de aquellos colores con tono más disminuido y dis- lino es, justamente, lo femenino; y lo del gusto feme-
creto. nino es, justamente, lo que llamamos masculino (16).
La estatura del varón ha sido a través de las épo- Si nos detenemos a mirar cómo caminan los hom-
cas, siempre oscilante: desde los más descomunales bres, pocos hallaremos que se asemejen. En cambio,
gigantes hasta las formas liliputienses, pasando por es frecuente confundir a una mujer con otra por su
infinidad de términos medios, y éstos, conviniendo manera de andar, y por su ritmo visible. El hombre
todos en una misma agrupación cultural o racial. Las enamorado encuentra que la silueta y el ritmo de
mujeres, en cambio, muestran siempre una mayor (16) "Mercurio—Los hombres, como los dioses, se imaginan
uniformidad en la estatura. Y es que los gustos varo- que las mujeres no les ven sino de frente. Se adornan con bi-
gotes, con pecheras de plastrón, con colgantes. Ignoran que las
niles se forman a través de los ojos y por eso imponen mujeres fingen quedar deslumbradas por esta cara reluciente,
una estatura también determinada a las mujeres. La pero espían con todo disimulo la espalda. En la espalda de sus
mujer es como si nada supiera de esto. Lo mismo se amantes, cuando éstos se levantan o se retiran, en la espalda
enamora del enano que del hombre corpulento. que no sabe mentir, agobiada, encorvada, es donde ellas adivi-
nan su flaqueza o su cansancio" (J. Giraudoux Anfitrión 38.
Por igual razón, los rostros del varón, en un mismo
Versión de Rev. de Occidente números 84, 85 y 86. 1930.)
grupo social, son todos diferentes. Incluso entre los
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(21) La mujer, más que el hombre, tiene muy precisa con- Q u e el h o m b r e sea poco táctil explica precisamen-
ciencia del lugar donde se halla; y esto, en su primer origen, te esta tendencia suya hacia la tersura de las super-
se deriva del tacto. Spengler escribe: "Lo que nosotros hoy, ficies; su goce está en otras zonas de los sentidos, y
habiendo llegado a un alto grado de evolución, llamamos en ge- el tacto necesita acompañarse del sentimiento estéti-
neral tocar (tocar con la vista, con el oído, con el entendimien-
co para q u e le produzca un auténtico placer. P o r
to) es la denominación más sencilla que aplicamos a la mo-
esto el m u n d o del tacto no se hace cultura sino m u y
vilidad de los seres y, por tanto, a la necesidad de determinar
incesantemente !a relación del ser con el ambiente. La palabra avanzada la evolución, c u a n d o el varón se ha espiri-
determinar significa, empero, definir el lugar. Por eso, todos tualizado lo bastante. T a l l e y r a n d decía q u e Mme.
los sentidos, por muy desarrollados que estén, por mucho que Grand, su mujer, "possédait les trois charmes q u i ren-
se hayan alejado de su origen primario, son propiamente sen- dent u n a femme parfaite: u n e peau douce, u n a halei-
tidos topográficos: no hay otros. La percepción, sea cual fuere
ne douce et u n e h u m e u r n o n moins douce" (23). (De
su índole, distingue lo propio de lo extraño; y para determi-
nar la posición de lo extraño con respecto a lo propio, sirve esta misma mujer dijo el barón de Frénilly el juicio
el olfato del perro lo mismo que el oído del ciervo y los ojos
(22) El retrato de Dorian Grey, pág. 145 (Espasa Calpe,
del águila. El calor, la claridad, el sonido, el olor, todas las
1938). •
especies posibles de percepción, significan distancia, lejanía, (23) Cit. Franz Blei. Talleyrand, homme d'Etat, pág. 6.
extensión" (Op. cit. Tomo III, pág. 15 a 16.).
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dando gusto a la vista, no hay arte ninguna que re-
más justo: "au font c'etait une bonne femme la bello
sulte ser puramente objeto del sentido de tocar. Bien
et la bete tout ensamble.") (24).
sea por ser predominantemente táctil, la mujer no ha
Pero así como la mujer es suave al tacto y se rodea
creado las artes; o a la inversa, por ser las artes emi-
de cosas suaves a este sentido, todo porque el mundo
nentemente visuales, podríamos decir que la mujer
circundante del hombre en la zona del tacto es lo
no tiene apenas acceso a ellas. Otra cosa será de las
suave y lo terso, de la misma manera el varón es rudo
artes acústicas como veremos después.
en su cuerpo y en sus adornos, porque la mujer es
Continencia llamaba Aristóteles a la virtud que
atraída por lo áspero; la aspereza está en el objeto
consiste en vencer las incitaciones del placer de to-
de su caricia. Para contrastar con su propio cuerpo,
car; y lo más extraño es que añada que por la debili-
pide al de su mundo circundante que sea lo opuesto
dad de la mujer que no puede vencerse en este sen-
al suyo. Por esto la imagen clásica de la mujer que
tido, esa virtud no sea de ella sino puramente varo-
acaricia nos la presenta siempre poniendo la mano en
nil (25).
la cabeza del varón, cuyo pelo es por lo común hir-
suto y tosco. (25) El lugar de Aristóteles dice así: "Pero cuando se deja
La mujer, más táctil que el hombre, no por ello es uno vencer en los casos en que los más de los hombres pueden
resistir, y no es capaz de sostener la lucha, entonces no tiene
más sutil en sus goces táctiles; en esto es puramente defensa, a menos que esta debilidad (la incontinencia) nazca
primitiva; no ha llegado a combinar la sensación de de una organización particular o de alguna enfermedad, como
palpar con el sentimiento estético. Busca la sensación en los reyes de los escitas, en quienes la molicie era una he-
rencia de familia, o como las mujeres, que son, naturalmente,
en sí, en su primitiva rudeza y objeto. La mujer co-
mucho más débiles que los hombres" (Moral a Nicomaco,
lérica tiende a desgarrar, a arañar, con lo cual deja Lib. VII, cap. VII; ver también lib. III, cap. XII, págs. 213 y 105
ver hasta dónde para ella la afirmación de su perso- de la edición de Espasa Calpe, 1942.). Santo Tomás comenta
nalidad está en destruir las posibles superficies tersas ese pasaje de Aristóteles así: " . . . e t secundum hoc quia foemi-
na secundum corpus habet quamdam debilem complexionem,
que encuentra a su paso. fit ut in pluribus quod etiam debiliter inhaereat, quibuscum-
Siendo el arte una creación debida a la capacidad que inhaeret: etsi raro in aliquibus aliter accidit, secundum
de objetivar lo concreto valioso, capacidad que es illud Pro. ult. 10: Mulierem fortem quis inveniet? Et quia id
quod est parvum, vel debile, reputatore quasi nullum, inde est
evidentemente mayor en el varón, es explicable así quod Philos, loquitur de mulieribus, quasi non habentibus
que apenas haya artes que sean puramente táctiles. judicium rationis firmum, quamvis in aliquibus mulieribus
Si prescindimos de los trajes que son más visuales contrarium accidat; et propter hoc dicit, quod mulleres non
dicimus continentes; quia non ducuntur quasi habentes solidam
que palpables, de los adornos de seda y de las super-
rationem, sed ducuntur quasi de facili sequentes passiones"
ficies bruñidas por ser tales juegan en ellas las luces (Summa Theologica, 2a, 2ae. Q. CLVI. Art. 1: (Desclée).