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q=node/2675
Sin embargo, el proceso actual iniciado en el siglo XXI, y que se visualizará con los siglos
como una revolución más profunda aún que la de la modernidad, completará la dimensión
representativa con una democracia participativa fiscalizadora que se articulará
novedosamente, sin eliminarlas, a las estructuras de la mera representación. No será ya
representación “o” participación, sino representación “y” participación.
La potestad participativa no sólo fiscaliza, sino que, en el quinto nivel del ejercicio
delegado del poder como Potentia, la comunidad en la base “se pone” (en un acto
autorreferente) como decisiva y ejecutiva en los quehaceres cotidianos de ella misma
(cuestiones de drenaje, agua, comunicaciones, seguridad, educación de la juventud, etc.),
contando con recursos asignados. Todo esto garantizado constitucionalmente (como
pretendía estipularlo el artículo 184 de la fracasada enmienda de la Constitución
venezolana en 2008). Aquí la autoridad puede ser rotativa, sin partidos políticos,
extremadamente compartida, cercana a la utopía anarquista de la asamblea permanente
(pero institucionalizada e inevitablemente debiendo elegir a los miembros del poder
ciudadano, en el segundo, tercer y cuarto nivel político-institucional, fundamento de su
legitimidad). La participación, aunque parezca una contradicción, no podrá evadir tener
una cierta representación en los niveles que se alejan del ejercicio directo de la base
comunitaria. Pero es una representación sin partidos políticos, desde organizaciones más
espontáneas de la sociedad civil, de las comunidades o asambleas en la base, etc..
* Filósofo