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Jessica Korder
Es bien sabido que el siglo XX trajo consigo un desarrollo tecnológico muy importante en
cuanto a las redes de comunicación. Esta tendencia ha seguido su curso hasta el siglo XXI,
volviendo la rápida comunicación, información y entretenimiento algo cotidiano y
transportable. Sin embargo: ¿Se puede decir que estas nuevas tecnologías hayan afectado
de forma profunda la cultura y esencia de una sociedad?
En un primer lugar, hay que definir lo que comprende la palabra cultura. Según Daniel Bell
es: “el ámbito de la sensibilidad, la emoción y la índole moral, y el de la inteligencia, que
trata de poner orden en esos sentimientos. (1977). Es decir, el conjunto de experiencias y
hábitos que a través de un proceso de razonamiento adquieren un estatus de sentimiento
común, unidad entre cierto individuos. No obstante, ante un flujo tan grande de
información, un “saqueo del almacén mundial” (Bell, 1977,); las experiencias vividas por
una generación no serán las mismas que las de la generación que le sigue. Esto causa una
falta de unidad en una sociedad. Marshall Berman opina que, tal cantidad de información,
de imágenes y sonidos acabo por confundir al individuo, quien poco a poco pierde las
nociones que lo unen a su cultura para integrarse a una masa uniforme y a veces segregada
que es la globalización. Guy Debord apoya este punto de vista pero lo expresa de forma
diferente. Para él, la sociedad se ha transformado en “una representación” de lo que alguna
vez fue. Sin embargo, añade que hay otro factor muy importante que se debe considerar en
cuanto a estos cambios: la Economía. Según este autor, la sociedad es la representación del
desarrollo económico de un país, por lo que no solamente se debe juzgar a los flujos
interminables de información como únicos responsables de los cambios culturales o
aculturaciones de ciertas sociedades.