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Lenguaje y Poder en la

Sociedad del Conocimiento

El Paradigma del Caleidoscopio

Roberto Meza Antognoni


2009
El escritor y periodista Roberto Eduardo Meza Antognoni estudió Filosofía, Periodismo y
Composición Musical en las universidades de Concepción y de Chile. Es licenciado en

Ciencias de la Comunicación, mención Política, de la UDLA -Laureate International


Universities; Magíster en Comunicación y Educación de la Universidad Católica de Chile
y de la Universidad Autónoma de Barcelona, donde se postgraduó con la tesis
“Metodología de Capacitación en Manejo de Información e Inteligencia de Negocios
para Comunidades de Práctica Telemáticas”.

Socio-director fundador de El Diario Financiero, ha sido periodista especializado en


Economía, Política e Internacional en los diarios El Mercurio y La Segunda de Santiago,
las revistas Ercilla, Negocios y Entretelones; comentarista económico en Canal 5 de la
UC de Valparaíso, Canal 11 de TV; Radio Universidad de Chile, Radio Nacional de Chile
y corresponsal de Fohla de Sao Paulo, entre otros.

Actualmente es director-gerente de las empresas Comunicación Total y Editorial Rema,


con las que ha prestado asesorías a instituciones y empresas privadas y públicas; es
panelista del programa “Pensamiento Hablado” de radio Universidad de Chile; asesor
en Manejo de Información de empresas nacionales, consultor-analista económico y
político de firmas europeas y profesor de Metodología en Manejo de Información en la
Escuela de Periodismo de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago
de Chile.

Coautor del libro “100 Años de Minería en Chile”, también realizó clases en la Escuela
de Comunicaciones Mónica Herrera y recibió el Premio Diego Portales de la Cámara
Nacional de Comercio al Mejor Comunicador Social del año 1990, entre otras
distinciones de organizaciones sociales y gremiales.
ÍNDICE

Agradecimientos 4
Introducción 6
Consideraciones Generales 13
La Trampa del Lenguaje 16
La Palabra Sagrada 22
Poder y Juego, Ideología y Mentira 28
Lo que Pensamos No Es la Verdad 37
Paradigma del Caleidoscopio 49
Poder y Lenguaje: Ordenando Mundos 62
Lenguaje y Conocimiento: El Papel de la Autoridad 77
Verbo y Número 96
Una Metarrealidad Continua 106
Lenguaje, Poder y Sociedad del Conocimiento 111
Conclusiones 179
Referencias Bibliográficas 185
AGRADECIMIENTOS

El presente ensayo es el resultado de un largo proceso de maduración acerca del


lenguaje, la influencia del poder en sus significaciones y el nuevo contexto creativo que
se abre para ambos fenómenos en la sobreviniente Sociedad de la Información y del
Conocimiento. Tales son los objetos centrales de este estudio, tras varias décadas en
las que he trabajado con ellos como periodista, redactor creativo, publicista y
guionista; escritor de ficción, poesía y teatro; director y editor de medios escritos
(diarios y revistas) y audiovisuales TIC tradicionales (radio y TV) y nuevos (Internet-
Web); asesor de comunicaciones políticas y de mercado, de instituciones de Gobierno
y privadas, gremiales y partidistas; editor, corrector y “ghost writer” de discursos y
libros y, en fin, la amplia gama de actividades que cierta fama de buen uso del
lenguaje me facilitaron.

Tras haber realizado estudios de Filosofía en la U. de Concepción, trasladarme a


Periodismo de la misma casa de estudios, suspenderlos en 1973 y continuarlos, sin
cerrar el ciclo, en la Universidad de Chile en 1975, durante un par de décadas dediqué
mis esfuerzos a la práctica del periodismo escrito y audiovisual económico, político e
internacional en diversos medios nacionales y extranjeros, al tiempo que fundé y
mantuve varios medios y pequeñas empresas de comunicaciones, con las que
desarrollé una intensa actividad como editor y consultor que me permitieron observar
en terreno las diferencias entre los diversos modos en que se puede utilizar el lenguaje
en las comunicaciones, según sus intenciones.

El interés por ordenar académicamente mi experiencia y poner al día mis


conocimientos, me impulsó, cuando ya muchos piensan en una tranquila jubilación, a
terminar el ciclo de estudios de pregrado en comunicación social y realizar un Magíster
en Comunicación y Educación. En él pude reflexionar con excelentes profesores e
inteligentes compañeros sobre aquellos conjuntos ordenados de signos auditivos,
visuales y gestuales, “objetos mentales” de existencia psicosocial, sincrónicos y
diacrónicos consensuados y normados según pautas de relaciones propias, con los que
la especie humana “construye” pensamientos conceptuales, conocimientos, sociedad y
visión de mundo: los lenguajes.

Agradezco lo aprendido y madurado en el Magíster UC y de la U. Autónoma de


Barcelona, a su directora, Mar de Fontcuberta, su cuerpo docente y compañeros.
También a mi esposa, la periodista Pilar Bernstein; a mi maestra, la comunicóloga y
Doctora en Educación, Mónica Herrera y a mis buenos amigos periodistas, escritores y
ensayistas, Iván Witker, PhD en Comunicaciones; el periodista Gabriel Enos; a mi
compañero de Magister, Daniel de la Fuente; al escritor Rafael Ruiz, a José Luis Jarpa,
Mauricio de Nordenflycht y al doctor en semiótica de la Ecole des Hautes Etudes en
Sciences Sociales de París, quienes leyeron y criticaron el texto con duras pautas de
exigencias, pero que tomaron la misión con el cariño y afecto indispensable para obviar
ciertas audacias incluidas en este trabajo, las que dada su cualidad, pudieran ser
puertas abiertas a otros jardines del conocimiento, en los que Humpy-Dumpty no
tenga la llave del poder con la que discrecionalmente se nos impida saltar de un vergel
a otro.

R.M.A.
INTRODUCCIÓN

La hipótesis del presente trabajo es que el lenguaje, instrumento a través del cual los
hombres individual y colectivamente generan sus visiones del mundo y explican sus
modos de relaciones sociales, observará un cambio cualitativo de proporciones junto
con el desarrollo de la nueva Sociedad de la Información y del Conocimiento. Aquel
está siendo expuesto -como nunca antes en la historia - a un impacto hermenéutico
que, surgido del avance de las ciencias y fuerzas de producción de bienes y servicios,
reajustará no sólo sus significados, sino también significantes y hasta su propia
estructura. Acuciado en las diversas hablas por el aumento de circulación de
información de todo tipo, el sostenido incremento del conocimiento científico, la
interculturalidad y los artefactos tecnológicos convergentes multimediales, el lenguaje
natural está sufriendo una violenta mutación en las formas de uso, tanto en la
habitualidad, como en sus diferentes ámbitos de transmisión de conocimiento
organizado como corpus especializados.

Conocemos a través del lenguaje. Las miradas religiosas, morales, filosóficas, políticas,
económicas, científicas y estético-artísticas se alimentan y expresan mediante aquel.
Lo que no puede nominarse nos es desconocido o indiferenciado. Nuestro conocimiento
no puede ir más allá de nuestros conceptos-imágenes o ideas y éstas, muy poco por
sobre nuestras propias hablas. Como señala Heidegger, “vivimos en el lenguaje” y éste
no es sino una representación coyuntural cultural de un entorno que, aún cuando
presenta regularidades que el cerebro humano ha sido capaz de captar y generalizar
como leyes de conductas previsibles, es también, en sus distintas frecuencias, único,
irrepetible, caótico, azaroso, condición sine qua non para sus incesantes e
indispensables ajustes homeostáticos como sistema.

El lenguaje fonético –natural- se nos presenta como un fenómeno que es posible


percibir materialmente a través del sentido de la audición y del sonido que el oído
decodifica mediante ondas longitudinales con espectro, amplitud y velocidad que se
desplazan en el medio por diferencias de presión del aire. Para que una onda sea
apreciable por el oído humano debe tener una frecuencia de entre 20 Hz y 20.000 Hz,
o sea, oscilar entre 20 y 20.000 veces por segundo. El resto es perceptible para el
hombre sólo mediante instrumentos. Algo similar ocurre físicamente con la visión
respecto de su papel en la lecto-escritura.
El cerebro, asiento neurobiológico del lenguaje, además de limitaciones sobre las
frecuencias de realidad inteligibles, muestra “cegueras” culturales y/o de contextos y
otras de carácter genético que tienden a engañar nuestras escuchas u observaciones,
según lo constatan múltiples experimentos de laboratorio. Como hoy se sabe, más que
un órgano receptor, el cerebro se comporta como seleccionador y ordenador de
experiencias al disponer de no más del 2% de sus esfuerzos a la tarea de atender lo
“exterior”. El resto lo dedica a procesar la enorme cantidad de información percibida
consciente e inconscientemente.

Por consiguiente, lo que tendemos a fijar mentalmente como “la cosa en sí” es sólo
una reproducción ceñida, almacenada mediante conceptos-palabras, imágenes y
emociones asociadas, de una realidad dinámica e irrepetible, que se ha resistido a ser
confinada dentro de los diversos paradigmas que el hombre se ha dado a través de la
historia, transformando al lenguaje en una metarrealidad continua que acopia cultura y
conocimiento, comunica relatos, discursos, coordinaciones y compromisos entre los
sujetos que conviven socialmente, pero también en un instrumento ideológico que
busca “naturalizar” ciertos ordenes del mundo, predefinidos por los poderes que los
significan, sean estos punitivos-normativos, de seducción-recompensa, referencia o de
autoridad experta.

Pero estos poderes han sido, son y serán desafiados por nuevas interpretaciones que,
realizadas también a través del lenguaje y su tándem dialéctico con los nuevos
entornos eco-sociales que siguen evolucionando merced al desarrollo de fuerzas
productivas incesantes, el dinamismo de la naturaleza, de sus elementos y la propia
acción humana, terminan siempre por modificar la forma en que dichos colectivos se
habían organizado, mediante un anterior acuerdo social.

La Sociedad de la Información y del Conocimiento, fundada en un modo de producción


en el que el bien abundante es, por primera vez en la historia, la información, aún en
sus primeros pasos ya nos está mostrando aspectos de los cambios que vendrán.
Destacan, desde luego, la desmaterialización creciente del dinero, el principal de los
actuales símbolos de intercambio, de poder, prestigio y fama, y el abismante aumento
en su velocidad de circulación, gracias a su digitalización y transferencia electrónica.
El impacto de las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones (NTIC)
también se observa en el fuerte aumento de la productividad económica y cambios en
las formas de empleabilidad, gracias a la posibilidad de traslado instantáneo de
recursos de capital y conocimiento a donde se requieran y un sustantivo incremento de
los medios, intensidades y ritmos de comunicación de la información científico-técnica,
social, económica, política y cultural. La nueva sociedad cuenta para ello con Internet,
la red de computadores y servidores autónomos descentralizados que comparten un
mismo protocolo de comunicación TCP/IP, y la World Wide Web (www), propuesta en
1989 por Timothy Berners-Lee, científico de la computación del CERN (Ginebra), quien
la desarrolló como solución de manejo de información para vincular documentos
electrónicos sobre el tema específico de la física de partículas entre laboratorios del
mundo entero, en preparación para la reciente materialización del experimento que
inauguró las noticias del siglo XXI: la construcción del Colisionador de Hadrones.1

La rapidez de contaminación hacia la economía real que mostró la crisis financiera que
está afectando al mundo desde el 2008 y que se inició en EE.UU. tras una moratoria de
créditos hipotecarios “subprime” (de mayor riesgo) que habían sido integrados a
paquetes de productos financieros derivados, es otra evidencia de cómo opera esta
mayor y más eficiente interconexión mundial que caracteriza a la nueva sociedad, la
que, como veremos, tiene grandes beneficios y provee de enormes expectativas, pero
también altos costos asociados e incertidumbres que deberán ser abordadas.

La Sociedad de la Información y del Conocimiento también está viendo emerger


efectos sobre los tradicionales modos de relación económico-social, dado el nuevo tipo
de gestor productivo a que obligan la NTIC y sus nuevas exigencias cognitivas,
actitudinales y conductuales en educación, ciencia y trabajo. Tales estructuras están
evolucionando desde una enraizada verticalidad de mando autoritario de corte
industrial, hacia una cualidad de horizontalidad comunitaria que comienza a observarse
en diversos ámbitos de la actividad humana. Estas son sólo algunas consecuencias del
impacto que las NTIC y vertiginoso aumento del conocimiento científico están teniendo
y tendrán en las próximas décadas en la vida de las personas y, en consecuencia,
sobre uno de los principales instrumentos del poder que las coordina y ordena: el
lenguaje.

1 Del griego hadrós, "denso", partículas subatómicas que experimentan interacción nuclear fuerte. Los
quarks, antiquarks, gluones, neutrones y protones son ejemplos de hadrones.
Creemos que las significaciones y significantes del lenguaje natural, sus denotaciones y
connotaciones, paradigmas, hablas y lenguas, como los conocemos hasta ahora, se
verán transmutadas, tanto por la creciente cantidad de comunicaciones telemáticas
interculturales, como por la variedad de medios convergentes multimediales
disponibles a bajo costo para un cada vez mayor número de personas, las que ahora
pueden coordinar comunicaciones prácticamente sin limitaciones geográficas,
temporales, etáreas, sociales, culturales o de género.

Estos fenómenos obligarán a las estructuras de poder a recurrir a toda su inteligencia,


ingenio (o fuerza), para validar posiciones, en un entorno de democratización y
personalización progresiva, estimulada por el incrementado acceso a estas nuevas
fuerzas productivas y del conocimiento. La desvalorización de la política partidista
tradicional, por ejemplo, es indiciaria de este nuevo estado de ánimo de las personas
en relación al Estado y otros poderes políticos y económicos. Para numerosos
ciudadanos del mundo, los Estados se comportan como “free raiders”2, un conjunto de
personas que actúa en la sociedad sin reciprocar los aportes que aquellos entregan en
la forma de impuestos y apoyo al orden de las cosas.

La eclosión de creatividad e innovación que acompaña al proceso, pondrá –y está


poniendo- en jaque los tradicionales conceptos, interpretaciones y valores de la
sociedad industrial, mientras que el conocimiento más profundo de la naturaleza, la
biogenética, neurobiología, nanotecnología, ciencias de los nuevos materiales, la Web,
Internet y otras NTIC, impulsarán un salto hacia una reconfiguración de relaciones
sociales, económicas, políticas y culturales, acorde con dichos avances, es decir, el
establecimiento de una sociedad en la que el conocimiento será el bien abundante y en
la que dicho bien estimulará la reinterpretación paradigmática del ser y las cosas.

Las NTIC ya están afectando también las concepciones de Escuela (paradigma de la


transmisión de conocimientos), así como sus currícula y corpus de saberes pertinentes
en múltiples ámbitos de la actividad. La velocidad de circulación de la información y
creación de conocimientos hace imposible instituciones educativas que consigan estar
permanentemente “al día” respecto de las exigencias de los mercados del trabajo. En
el pasado hemos asistido ya a dos grandes revoluciones en este orden: la provocada
por la reorganización de los Estados europeos, la imprenta de tipos móviles de
2 Individuos que sólo reciben los favores y beneficios de otros y nunca los otorgan de vuelta. “Las dos caras
de Adam Smith: egoísmo y altruismo”. Vernon Smith en “Nuevos Paradigmas al Comienzo del Tercer
Milenio”. Editor Alvaro Fisher. El Mercurio-Aguilar.2004
Gutemberg y la que indujo la Revolución Industrial y el correspondiente paradigma
mecanicista que la sustentó.

En la emergente Sociedad del Conocimiento, hija del nuevo paradigma relativista del
siglo XX, la innovación, como exigencia, hace más relevante “lo que no se conoce” que
lo que “ya se sabe”, mientras la demanda económica universal se hace cada vez más
plural, cualitativa, segmentada o personalizada, lo que genera una dinámica que
requiere de especialistas en áreas laborales que son inimaginables desde los
imperturbables escritorios de burocracias que definen desde el poder estatal o
académico, el “correcto conocer” y las carreras técnicas o profesionales pertinentes a
esta nueva época.

En las sociedades más avanzadas, el giro reciente ha sido hacia una “educación en
competencias” cognitivas, emocionales y/o actitudinales. Será a través de ellas y no de
la memorización –la memoria ya se “externalizó” en la Web- que los estudiantes y
trabajadores de la Sociedad de la Información y del Conocimiento realizarán sus
“adecuaciones contingentes”, cuando técnicas y conocimientos que habían aprendido y
operado en sus últimos cinco años hayan caído en obsolescencia y deban seguir
capacitándose en las nuevas.

Pero aquello no ocurrirá en organizaciones osificadas en currículas de tipo industrial,


destinadas a transmitir “lo que ya se sabe”, sino en instituciones flexibles
(probablemente las propias empresas o en escuelas y universidades redefinidas), que
pondrán en la innovación, es decir, en lo que no se conoce, en la creatividad,
investigación y trabajo de grupos, los focos para el subsiguiente desarrollo de las
personas y su mejor ajuste a los diversos entornos ecosociales.

El impacto productivo y social que tienen estas nuevas tecnologías se puede advertir
en los cambios de los contingentes de empleo en sociedades desarrolladas. Según
Business Week de febrero de 2009, en EE.UU. los empleos en el sector “tangible”
(industria, construcción, minería y transportes) cayeron en casi 1,8 millón entre
diciembre de 2007 y noviembre de 2008, mientras que el sector “intangible”
(creativos, científicos, ingenieros, diseñadores y otros) aumentó en 500 mil plazas.
Esta es una tendencia que se detecta en ese país desde la década de los 90, mientras
en Chile, un fenómeno similar ocurre desde hace al menos 10 años.
Para organizar la defensa de esta propuesta he recurrido a múltiples autores clásicos,
modernos y postmodernos en diversos campos del saber científico y filosófico,
reconocidos como representantes válidos de sus respectivas escuelas. Los he citado de
modo ecléctico y –probablemente- considerando afirmaciones y/o apreciaciones que
“convienen” a la consistencia del ensayo. Es decir, he operado buscando probar la
hipótesis, pero también escudriñando en la belleza de la coherencia y armonía interna
de un trabajo que, como todo ensayo, es mezcla de hechos científicos más o menos
estables y admitidos y cierta creación estética.

La convicción sobre el advenimiento de estos cambios surge no sólo de la experiencia


en el ámbito de la evolución de los significados en el lenguaje en los últimos 30 años,
según las intenciones de los poderes que lo esgrimen para sus estrategia de dominio,
sino también de la constatación histórica de que los cambios de paradigmas científicos,
concepciones de mundo y significados de las palabras han estado encabezados-
acompañados por avances en las ciencias y técnicas, que se expresan luego en fuerzas
de producción y aquellas en las hablas y visiones del mundo de quienes las incorporan.

Estas innovaciones, empero, no aparecen generalmente impulsadas desde la jaula del


lenguaje ideologizado y de significaciones estáticas impuestas por el statu quo de los
grupos de poder, sino por la curiosidad infinita del hombre respecto de los misterios de
la naturaleza y su ímpetu libertario, anclado en el aún más profundo y determinante
pulso biológico: la supervivencia.

La historia de complejización creciente de la vida ha sido la de unidades que, de un


modo aún no del todo explicable (que no sean teorías matemáticas como las Máquinas
de Turing o el Juego Life, de J. Conway), se agrupan y relacionan, creando mediante
aumentos en cantidad y saltos en cualidad, nuevas formas de existencia, en un
proceso infinito de intercomunicaciones y acoples estructurales intra e intersistémicos.

A nivel material, estas adecuaciones han requerido de señales físico-químicas que


hagan posible estos ajustes entre sistemas que, desde los unicelulares, no pueden
interactuar sin un elemento de “irritación” del otro para establecer una comunicación
comprensiva de sus intenciones, en un universo en el que la supervivencia y la
reproducción parecen constituirse en “mandatos” básicos y que desde su simpleza
original explicarían la actual complejidad de la vida. Una de estas herramientas, en el
caso de la especie homo sapiens, ha sido su lenguaje.
Tal complejización creciente se observa también en la historia del conocimiento: como
en un caleidoscopio, la humanidad, a través de la lengua, crea nuevos mundos en cada
movimiento de las piezas expuestas a la luz, gracias a la visión tetraédrica que el
adminículo de las “bellas imágenes” hace posible merced a los tres espejos a través de
los cuales se observa el fenómeno, como anunciándonos que la riqueza y estética de
las cosas se consolida y expande en la conjunción de la luz reflejada por diversas
miradas.

CONSIDERACIONES GENERALES

Todos los fenómenos materiales que conocemos parecen surgir de la combinación de


poco más de un centenar de alcalinos, metales, no metales y gases descubiertos hasta
ahora y ordenados en la Tabla Periódica de Elementos, según criterios como peso o
número atómico y configuración electrónica. Sus “letras” sistémicas –no obstante
conocerse algunos metales por miles de años- comenzaron a ser colocadas en cierto
orden en el siglo XVII por el alquimista Henning Brand, quien descubrió el fósforo.

Luego, en el XVIII, Lavoisier listó sus primeras 33 sustancias denominadas “simples”, y


en el XIX, Mendeleiev y Meyer, trabajando por separado, desarrollaron un orden de los
64 elementos conocidos hasta entonces, basado en la variación de sus propiedades
químicas y físicas. Mediante esta suerte de “abecedario” material, la dinámica químico-
física de la Naturaleza ha estructurado y complejizado –según sus regularidades y
anomalías- millones de formas y apariencias en un proceso de alrededor de 13.700
millones de años de historia del Universo.

En la Tierra, candente roca de unos 4.500 millones de años, compuesta también por
esos elementos y gases mixturados (amoníaco, oxigeno, metano e hidrógeno) como
atmósfera primitiva, surgieron las primeras cadenas de aminoácidos, constituyente
fundamental de las proteínas (bases de la vida), tras una larga exposición de su
superficie al impacto de la energía de las tormentas eléctricas, tal como
experimentalmente lo probara Stanley Miller, en 1953.

Animada la materia en nuestro planeta mediante la energía eléctrica de los rayos, la


dinámica detonada llevó a la formación de agrupaciones de moléculas orgánicas, como
los nucleótidos, compuestos de azúcar de cinco carbonos, un grupo fosfato y bases
nitrogenadas -guanina, timina, citosina, adenina-, las “letras” con que el ADN (ácido
desoxirribonucléico) ha d-escrito las millones de formas de vida protohistóricas y
actuales, entre ellas, al propio hombre, una especie cuyo atributo diferenciador
respecto de las demás que pueblan el globo es su capacidad de “constituir lenguajes”,
como dijera Saussure, unos sonidos y diseños visuales arbitrarios que, articulados y
ordenados según pautas propias, han generado un “segundo sistema de señales”3

Dicho sistema de señales ha terminado por ser su “habitación”4 y su modo de conocer,


explorar, coordinar sus acciones con otros y “ordenar” un entorno caótico (en el
sentido de incontrolable e impredecible) e indiferenciado (desde una perspectiva
sistémica, es decir, todo se relaciona con todo), pero en el que la especie ha
conseguido determinar regularidades que alternan y se dinamizan con anomalías, en
una constante relación entre azar y necesidad. Como señalara Heráclito, en la realidad
“nunca nos bañamos en el mismo río”.

En el lenguaje también han bastado, al menos en castellano, 27 sonidos-letras


diferenciados, más la “CH”, “LL” y la “RR”, para crear las decenas de miles de palabras
contenidas en el Diccionario de la Real Academia Española, mientras la hispanidad en
toda su amplitud geográfica y estructuras sociales, continúa construyendo significantes
y significados, metáforas y resignificaciones sobre dichos sonidos arbitrarios, como
manteniendo esa lógica autoreproductiva que se observa en las entidades que
denominamos “vivas”.

Es decir, poco más de un centenar de elementos base (112)5, cuatro nucleótidos y una
treintena de sonidos diferenciados, conforman el conjunto de “códigos” físico-químicos
que hacen posible la existencia del hombre, especie que, a su turno, se hace conciente
de su ser y crea lenguajes mediante los cuales ha ido nominando, conociendo,
interpretando y ordenando la enorme complejización de la materia, de los fenómenos
físicos y psicológicos. El conocimiento –fundado en el lenguaje-, como la vida, emerge

3 I. P. Pavlov. Los Reflejos Condicionados. Ediciones Pavlov, México DF. 1942


4 Martin Heiddeger. Ser y Tiempo, trad. Jorge Eduardo Rivera (Santiago: Editorial Universitaria, 1997).
5 Al 12 de junio de 2009, la Unión Internacional de Química Pura y Aplicada (IUPAC) informaba al director
del Centro de Investigación de Iones Pesados (GSI) en Darmstadt, Alemania, Sigurd Hofmann (uno de sus
descubridores), sobre la inclusión de un nuevo elemento en la tabla periódica, el que también es el más
pesado. Más de 13 años después de su descubrimiento, la IUPAC confirmó la introducción del elemento 112,
277 veces más pesado que el hidrógeno, la sustancia química más liviana. Los descubridores debían
encontrar aún un nombre para el elemento. En el descubrimiento participaron 21 científicos de Alemania,
Finlandia, Rusia y Eslovaquia.
así como un proceso negantrópico6 (opuesto a la entropía, tendencia natural de la
materia a la pérdida de orden o enfriamiento del Universo), basado en elementos que,
según el modo en que éstos se organizan, hacen surgir lo nuevo.

Si imagináramos hace unos 150 mil años a los primeros homo sapiens con todas las
mutaciones características de su actual estado filogenético, tras su más larga historia
como especie homínido7, podríamos ver a pequeños grupos familiares de no más de
cincuenta personas –de piel oscura, gracias a la melanina- recorrer las sabanas centro-
africanas recolectando frutos o cazando animales de menor tamaño, nada muy distinto
al resto de los animales coexistentes en su ecosistema.

Sin embargo, por primera vez, se trata de un tipo biológico que trae genéticamente la
capacidad de modular su aparato fonoauditivo e intercomunicar experiencias mediante
sonidos distintos a los gruñidos o cantos de los pájaros: suertes de parapalabras
monosilábicas con las que el grupo transmite señales que designan cosas, hechos y
fenómenos, comprensibles para todo el grupo (sólo para ellos) y que lo transforman en
una soberbia máquina de trabajo en equipo.

Si como afirman recientes estudios basados en la investigación del ADN mitocondrial


(femenino), estos sucesos comenzaban a ocurrir efectivamente hace unos 150 mil
años, cuando nuestra Eva prehistórica marcaba las primeras mutaciones que hacen
posible definir su tipo como homo sapiens, la especie habría sobrevivido desde
entonces, estando a punto de desaparecer en la última glaciación de Würm, en Europa
y Wisconsin, en Norteamérica, hace unos 100 mil años, y que se extendió hasta hace
unos 13 a 15 mil años. En este periodo, el número de homo sapiens se habría reducido
dramáticamente, contrayendo su dispersión genética original.

La sobrevida de nuestro filum de hablantes habría dependido pues, del ingenio de un


pequeño grupo que superó la prueba y que, encabezados por menos de una decena de
hijas de esa Eva y Padre míticos, comenzó hace entre 45 a 70 mil años una
peregrinación desde el centro oeste de África hacia el noreste y noroeste del Paraíso
perdido, buscando nuevos espacios para comer y cazar, iniciando la repoblación del
mundo por la especie. Según datos recientes del laboratorio de antropología celular de
6 P. Teilhard de Chardin. El Fenómeno Humano. 5ª Edición, Taurus, Madrid, 1971
7 Es decir, con manos en las que su pulgar se opone al índice permitiéndole el uso de la pinza; un neocortex
cerebral ya desarrollado, derivado del conjunto de células del aparato olfativo como base de su capacidad de
abstracción y memoria de corto y largo plazo; así como cambios en la estructura fono-lingüística que le
permiten articular sonidos mediante el flujo aéreo pulmonar pasando por cuerdas vocales, lengua y labios.
Douglas C. Wallace (Universidad de Emory), el homo sapiens tras surgir en África,
migró hace unos 70 mil años a Asia y, desde Medio Oriente habría colonizado Europa
hace unos 50 mil años. Desde Asia, en tanto, habría pasado a América en diversas
oleadas migratorias a través del congelado Estrecho de Bering.

De acuerdo a estos estudios genéticos, los europeos provienen sólo de siete mujeres,
conocidas como las “siete hijas de Eva”. La más antigua habría vivido hace unos 45 mil
años y la más moderna hace unos 15 mil. Así, los casi 6,6 mil millones individuos que
actualmente habitamos el planeta, todas las razas, culturas y lenguajes, estaríamos
hermanados por aquellas madres primigenias, cuyos descendientes no se habrían
mezclado con formas arcaicas como en Neanderthal o el homo erectus.

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