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Barbarie o globalización

La crisis de los imperios a través de una interpretación ecológica y


social

Julio Carreras (h)

Tesis

La expansión imperial surgió en una etapa avanzada de la evolución humana. Esta


solución emprendida por las clases dominantes tuvo su contracara en sociedades
denominadas "bárbaras". Las más coherentes de estas sociedades bárbaras terminaron
derribando a los imperios.
Estos fueron socavados también por el proletariado interno, en rebeldía ante condiciones
extremas de explotación.
En una primera etapa, durante el esclavismo, actuaron a modo de recambio imperial.
Más tarde, con la caída del Imperio Romano, fueron provocando transformaciones
sociales trascendentes. Allí comenzó la denominada Civilización Occidental, que
potenció técnicamente las tendencias imperialistas. Globalización es el nuevo nombre de
estas tendencias imperialistas, expresado hoy por el capitalismo tecnocrático.
Nuevas tribus de "bárbaros" amenazan la hegemonía imperial de Occidente. Hoy las
constituyen países que han sido capaces de conservar su identidad e independencia, con
otros que luchan para no perderlas. A ellos se une la pujante fuerza de movimientos
revolucionarios, junto al muy amplio espectro de resistencia global que se articula, con
vitalidad creciente, bajo el nombre genérico de
"antiglobalización".
Introducción

En 1845 Domingo Faustino Sarmiento, exiliado en Chile, publicó Civilización y


Barbarie. Con el tiempo este libro se convertiría en un clásico argentino,
cambiando su título original por el de "Facundo". Considerado un texto
esencial, se lo utiliza obligatoriamente en 1º o 2º año del Ciclo Básico de las
escuelas secundarias. Esto es, cuando el niño ingresa en la adolescencia y se lo
considera maduro para recibir lo que se denomina como "instrucción cívica".
Tal criterio considera paradigmáticos los argumentos desarrollados a lo largo
de esta obra literaria. Veamos cuáles son esos argumentos.
Básicamente que existen dos modos en que pueden vivir los humanos: uno es
deseable, hermoso, elevado; el otro repudiable, feo, bajo. El primero se llama
"civilización" y es el ostentado por los pueblos europeos -Inglaterra y Francia en
primer lugar. El segundo, la "barbarie", supuestamente se había impuesto por
entonces en la Argentina, llevándola a compartir tal "desdicha" con otros
pueblos del mundo "subdesarrollado". Como un ejemplo de ello, Sarmiento
compara el amor a los caballos del gaucho con parecidos sentimientos en el
pueblo árabe, y los considera irracionales, propios de pueblos primarios. (1)
Veamos ahora de un modo sucinto cuál es el sistema considerado "barbarie" por
Sarmiento a mediados del siglo XIX. Gobierna la Argentina Juan Manuel de
Rosas, un caudillo que ha decidido postergar el pago de la incipiente deuda
externa, contraída con Inglaterra por Rivadavia, su antecesor liberal. Ha
expropiado a los grandes ganaderos, intentando crear una clase media rural con
la distribución gratuita de esas grandes extensiones en pequeñas y medianas
parcelas. Fuertemente apoyado por los caudillos del interior -entre ellos
Facundo- la Confederación Argentina alienta la exportación de productos
nacionales, protegiendo a la vez la agricultura y ganadería, por medio de una
Ley de Aduanas. Los obstáculos impuestos a la importación de bienes,
propiciaron que hacia el fin del periodo de Rosas existiesen en Buenos Aires 106
fábricas. Entre ellas, 3 de cerveza, 3 de pianos, 2 fundiciones de metal. Además,
existían 743 talleres artesanales y 2.008 casas de comercio. A estas se agregaban
las industrias de Córdoba, donde se fabricaban zapatos y prendas tejidas. El
Cuyo proveía a todo el país de vinos, cueros y sedas. La Rioja y Catamarca
producían telas, bebidas alcohólicas y aceites. Salta hilaba algodón, harina y
también un tipo especial de vinos. Tucumán tenía 13 ingenios que superaban
las necesidades internas de azúcar y comenzaban a dirigirse hacia la
exportación. Corrientes construía industrialmente barcos. (2)
Los "ilustrados" amigos de Sarmiento, que conspiraban en el extranjero, querían
establecer un sistema encajado perfectamente en la civilización del mundo
europeo. En 1843 Florencio Varela viaja a Inglaterra, solventado por el
"gobierno de la defensa de Montevideo", para solicitar a los ingleses
intervención directa.(3)
Literalmente se les pedía: "...derrocar al bárbaro gaucho de Buenos Aires". Por
medio de este favor "los civilizados volverían al gobierno" y los ingleses -
"civilizadores"- se cobrarían los servicios prestados con la libertad de comercio
y la libre navegación de los ríos para sus barcos mercantiles.
El 18 de noviembre de 1845, una escuadra anglo-francesa viajó para atacar las
baterías argentinas. Era la misma que acababa de librar la triste Guerra del
Opio. Su propósito era quitar las cadenas que Rosas había mandado cruzar
sobre el río, para impedir el ingreso de barcos europeos. Pese un triunfo formal
de los invasores, la Argentina obtuvo finalmente ventajas en el acuerdo final,
celebrado en 1849. Finalmente, luego de 15 años de dura lucha contra enemigos
internos y externos, siempre aliados entre sí, "la barbarie" cayó. Su debacle
sucedió en Caseros, batalla librada en 1852 entre una coalición de poderosos
terratenientes del interior, antiguos aliados de Rosas y los conspiradores
liberales del exilio. Pero el triunfo definitivo de la civilización se iba a establecer
en 1862, comienzo del periodo en que se sucederían como presidentes
Bartolomé Mitre y Domingo Faustino Sarmiento.
La historia oficial nos dice que "promovieron la educación, la inmigración
europea y la explotación agrícola. [...] se avanzó en la ocupación de la Patagonia
[...] ...adaptaron la política, la economía y la sociedad de la República Argentina
a las formas de vida de los países más desarrollados del mundo".
La educación fue desarrollada, es cierto, pero sobre la base de premisas que no
nos pertenecían. La inmigración europea se promovió bajo condiciones
humillantes para los habitantes originales de esta nación, quienes fueron
considerados inferiores a los recién llegados. La ocupación de la Patagonia fue
parte del genocidio practicado poco antes sobre los caudillos del interior. En
este caso se trató del exterminio de los aborígenes, verdaderos dueños de la
tierra que se ocupó. La "adaptación a las formas de vida de los países más
desarrollados del mundo" fue el mismo argumento que después usarían
presidentes como Menem para someter la nación a los dictados del Fondo
Monetario Internacional. Durante el menemismo se denominó a esta entrega
"ingreso en el Primer Mundo".
Pues bien. La civilización resultó triunfadora en la Argentina, a diferencia de lo
ocurrido en Estados Unidos, donde los "bárbaros" habían echado a los
"civilizadores". Los resultados de estos hechos simétricamente opuestos saltan a
la vista. Pues el establecimiento de tal civilización, en la Argentina, resultó ser
un huevo infeccioso, del cual emergería una república políticamente débil,
económicamente dependiente, en permanente contradicción con sus recursos
naturales privilegiados.

(1) Domingo Faustino Sarmiento. Facundo. Introducción. Editorial Kapeluz,


Buenos Aires, 1959.
(2) Víctor M. Sonego. Las dos argentinas. Ediciones Don Bosco, Argentina, 1983.
(3) Un descendiente directo de Florencio Varela, el coronel Héctor Benigno
Varela, comandó en 1921 las fuerzas militares que torturaron y asesinaron a
cientos de trabajadores por su prolongada huelga. Nucleados en los sindicatos
frigoríficos del Sur, empleados de las estancias patagónicas junto a pequeños y
medianos ganaderos, resistían la opresión económica de los terratenientes
sumisos al imperialismo inglés. El militar asesino fue ajusticiado varios años
después, por un anarquista en Buenos Aires. Osvaldo Bayer ha inmortalizado la
gesta de los obreros del sur, en su obra "La Patagonia Rebelde".

1. Los cimientos de Roma

En el año 9 de nuestra era los queruscos, comandados por Arminio, tendieron


una emboscada a las poderosas legiones romanas. Marchaban los
conquistadores a través de la selva de Teutoburger, cruzando lodazales y
retamas durante una tormenta, cuando los germanos lanzaron sobre ellos una
granizada de jabalinas. La tempestad se prolongó durante todo el día siguiente
y los ataques también. Hasta que los romanos ya no pudieron contenerlos. El
comandante, Publio Quintilio Varo, y sus oficiales superiores, se suicidaron. Los
legionarios que no murieron en la lucha fueron crucificados, enterrados vivos o
sacrificados a los dioses germánicos. (1) Aunque Arminio nunca lo supo,
acababa de poner fin a la expansión del Imperio Romano, y marcar el inicio de
su decadencia.
Roma venía de haber impuesto su dominación al espacio terrestre más
civilizado que se conocía, fusionando bajo su égida los antiguos territorios
griegos, africanos y asiáticos. Herramienta clave para su victoria fue la legión,
sistema militar ideado por sus generales, como respuesta a la hasta entonces
exitosa falange griega. Sobre este blindaje cuadrangular de escudos, por tras de
los cuales asomaban largas lanzas, los romanos agregaron un ejército de
tiradores. Agrandaron, además, los escudos, perfeccionaron espadas y
jabalinas, incorporaron nuevas tácticas guerreras. Esta eficaz técnica militar que
combinaba el máximo efecto destructivo de los proyectiles -disparados desde
una distancia segura- con un sólido equipo para luchar cuerpo a cuerpo, era
sumamente disciplinado, versátil, y adecuado para todo tipo de lucha conocida
hasta entonces. Debido a esta ventaja técnica, Roma arrebataría a sus
competidoras, Grecia y Cartago, el dominio del Mediterráneo, y se convertiría
en la mayor potencia imperial del mundo antiguo.
Otra clave fundamental para el expansionismo triunfal de Roma debemos
buscarla en el poder económico acumulado previamente. Habiéndose
apropiado durante una primera etapa de todas las tierras provechosas de Italia,
un ambicioso núcleo de mercaderes, marinos y militares romanos se lanzaron a
conquistar el mayor espacio posible hacia el exterior. Lo hicieron aplicando para
ello las inmensas riquezas disponibles, favorecidos también por la feracidad de
sus propias tierras, que les permitieran dicha acumulación original.
Una vez derrotados los cartagineses, apropiándose de España, Sicilia, y todos
sus espacios coloniales, siguió un período de nuevo crecimiento económico
para Roma. Por todas partes en este amplio territorio, se instalaron granjas
explotadas por soldados, sumando nuevas ciudades o el gobierno de las más
antiguas.
Más tarde le tocaría el turno a Grecia. Ciento veinte años después de haber
derrotado a Cartago en Zama, Roma había crecido lo suficiente como para
necesitar mayor espacio para su población y sus abundantes recursos
económicos. En un periodo relativamente breve se adueñó, uno a uno, de los
antiguos reinos griegos, fundados por los generales de Alejandro Magno. Las
legiones -imbatibles y mortíferas- fueron lanzadas en todas direcciones, tan
lejos como podían apoyarlas las técnicas y las comunicaciones de aquel tiempo.
Unos cincuenta años antes de la Era Cristiana el Imperio Romano había llegado
a lo que sería su máxima expresión. Sus inmensas posesiones, robadas para los
ciudadanos romanos por sus legiones, dieron posibilidades extraordinarias a lo
que se dio en llamar "el modo de vida romano".

(1) Mariscal Montgomery. Historia del Arte de la Guerra. Traducción de Juan


García Puente. Editorial Aguilar. España, 1969.

2. Quiénes eran los bárbaros

Había pueblos a quienes no les interesaba adoptar la civilización romana. Eran


los denominados "bárbaros". Muchos de estos habían sufrido el despojo de sus
tierras por las legiones, otros desarrollaban sus propias formas de vida, en los
bosques más alejados de la Germania, o en las estepas del Este. Como todos los
imperios desde que se originaran los modelos egipcio y babilónico, Roma había
puesto las inmensas extensiones conquistadas al servicio de la ciudad.
Solemos usar el término "bárbaro" para referirnos a gente de cultura violenta,
rústicos y sin refinamiento, insensibles a lo bello, más semejantes en algunos
casos a los animales que a los humanos. Pero cuando Aristóteles o Ptolomeo
usaban esta palabra lo hicieron con un sentido diferente. En su interpretación
los bárbaros eran simplemente personas que no se habían acostumbrado a vivir
en ciudades, debido a lo cual adoptaban una organización económica y social
diferente. La característica principal de la vida bárbara consistía en obtener el
sustento en base a la naturaleza de la región que habitaban. Los bárbaros eran
granjeros o pastores, vivían en unidades familiares o tribus estrechamente
relacionadas. Y eran autosuficientes. No estaban acostumbrados a los
refinamientos y lujos de las ciudades. Debido a ello sus modales podían parecer
rústicos a quienes fueran educados en la civilización (civis = ciudadano). Sin
embargo, los bárbaros tenían sus propios códigos culturales, sutiles, adecuados
a su vida nómade o rural, pero no menos elaborados que los modales propios
de la ciudad.
También en las artes los pueblos bárbaros creaban sus propios lenguajes. A
medida que la civilización fue distanciándose de aquellas culturas, dejó de
consignar tales aspectos de pueblos considerados poco interesantes. La
arqueología en cambio nos ha provisto, más o menos recientemente, de
numerosos elementos artísticos, demostrativos de la belleza que eran capaces
de crear los bárbaros del Mediterráneo o el Asia Central. Tapices, pinturas,
elementos de uso diario labrados con exquisito gusto, demuestran un alto
desarrollo estético, inimaginable si uno se guía únicamente por las crónicas.
Ahora bien, el modo de vida bárbaro no se adecua a acumulación poblacional
excesiva. Estos pueblos suelen practicar un tipo de agricultura extensiva,
usando la tierra para proveer, además, otras necesidades de la existencia
humana. La comunidad siembra su propio trigo, cría su propio ganado, recoge
sus propias hierbas, produce las materias primas para sus moblajes y
vestimenta. Su intercambio comercial suele combinar el trueque con otras
formas de compensación mutua. Mas un carácter esencial de su cultura está
relacionado con la satisfacción emotiva, provista por el uso de grandes espacios
abiertos para su desenvolvimiento social. Las costumbres y tradiciones de los
bárbaros están adaptados a una vida en espacios libres. Debido a ello, es que las
comunidades conformadas por estas culturas no pueden ser demasiado
numerosas.
Con tales características la movilidad puede ser una de las alternativas
frecuentes para los pueblos bárbaros. Por una parte para escapar de condiciones
climáticas desfavorables o el apiñamiento ante un crecimiento poblacional
excesivo. En otros casos al sufrir invasiones, de otros pueblos bárbaros o
imperios en expansión.
En realidad, todos los pueblos fueron bárbaros originalmente, sólo que algunos
se convirtieron en ciudades-Estado, mientras que otros tendieron a conservar su
condición ancestral. Las civilizaciones griega, cartaginesa y romana surgieron
de ciudades-Estado construidas por tribus sedentarias de pueblos bárbaros. Al
crecer estas ciudades, sus clases dominantes optaron por la guerra, como una
forma de ampliar sus posesiones y elevar su nivel económico de existencia.

3. La civilización romana

Siguiendo las premisas históricas manifestadas por los imperios, Roma presentó
el fenómeno paulatino del despoblamiento en el campo y la superpoblación de
la ciudad. Esta es la consecuencia inevitable de alimentar a grandes poblaciones
urbanas a través de la agricultura masiva. Roma y otras grandes ciudades
obtenían el trigo de Sicilia, Egipto y lo que ahora es el granero de Rusia:
Ucrania.
Hacia el siglo II ya la mayor parte del proletariado urbano era alimentado
gratuitamente por el Estado, para evitar rebeliones. Pero
los recursos comenzaban a resultar insuficientes, y el excedente de población
era rechazado por las ciudades. Los historiadores contemporáneos nos hablan
de piquetes de saqueadores vagabundos, formadas por campesinos, tan
numerosos, que ciudades antes pacíficas debieron levantar murallas para
protegerse de ellos.
Enfrentada al crecimiento ingobernable, Roma tenía tres opciones para evitar
una grave crisis social:
a) encontrar más tierras, para conquistarlas o comerciar;
b) incrementar los recursos mediante la innovación técnica;
c) mantener los privilegios de las clases gobernantes reprimiendo a las masas.
Los romanos habían agotado la opción de obtener más tierras cuando la
República se convirtió en Imperio, quedándose con pocas oportunidades de
traficar hacia el exterior. Su comercio se limitaba principalmente a artículos de
lujo, importados de Oriente. Quedaba el camino del ingenio técnico o la
represión. Las clases dominantes eludieron buscar soluciones técnicas, pues
preferían el trabajo esclavo a las máquinas. Después de los primeros éxitos de
su civilización sobre tierras bárbaras, no habían intentado nada nuevo,
negándose sistemáticamente al desarrollo técnico. Esta falla del sistema
mantuvo siempre muy alto el nivel de pobreza. E imposibilitó el surgimiento de
una amplia variedad de niveles entre las clases medias.
Roma dependía de talleres y no de una industria de producción masiva, incluso
para fabricar armas de guerra. Una fábrica de armas en el Imperio Romano era
simplemente un sitio donde se obligaba a trabajar a numerosos esclavos,
confeccionando a mano lanzas, espadas, escudos y todo lo que la legión usaba
para sus combates.
Explotaban las canteras con martillos y cinceles, alzaban los bloques hasta las
cimas de altos edificios, valiéndose sólo de la fuerza de estos pobres hombres.
De tal manera explotaban cantidades extraordinarias de seres humanos, en
condiciones de opresión feroz, sin aumentar el rendimiento productivo. El
único recurso conocido para afrontar obras de magnitud era incrementar el
número de los esclavizados. La ingeniería casi no existió, tampoco los
educadores.
Los banqueros y comerciantes eran muy pocos. No había información pública,
un administrador era un mero capataz de esclavos. De modo que la alternativa
de crear espacios prósperos para las clases medias mediante el ingenio técnico,
tan frecuente en las sociedades occidentales modernas, fue desconocida por los
romanos.
Para evitar rebeliones nacidas en la pobreza crónica de las masas, aplicaron sólo
la represión. La represión se les había impuesto, desde los primeros tiempos,
pues habían basado su crecimiento en las lanzas, las espadas y el terror. La
República Romana legó al Imperio un Estado ya sostenido en la esclavitud, la
represión y el miedo.
Cada apelación a la fuerza social contribuía de hecho a ese fracaso técnico, que
exigía contener a las poblaciones proliferantes a través de un nuevo uso de la
fuerza. Cuando una sociedad esclaviza a una gran cantidad de pobres tiene
pocas posibilidades de ser técnicamente ingeniosa: ¿para qué inventar una
máquina si hay músculo barato para hacer el trabajo? La gran represión social a
fines del Imperio nos indica que las posesiones romanas estaban atiborradas.
Las clases medias veían cerradas toda posibilidad de progreso o incluso
ocupación, por el gran apiñamiento existente en las ciudades.
Para mantener los extraordinarios recursos que manejaban sus clases
dominantes, Roma oprimía a las masas de un modo brutal. Pero tenía que
alimentarlas gratuitamente y pagar espías y soldados para evitar alzamientos.
Los gastos de gobierno eran elevadísimos y sólo podían costearse con
impuestos, sobre los pequeños ingresos de una industria y una agricultura
primitivas. El dinero nunca alcanzaba, de modo que se rebajó el valor intrínseco
de la moneda, se precipitó una inflación indetenible y se arruinó a las clases
medias.
A pesar de ello lograron hacer perdurar por siglos su Estado civilizado, a través
de un sistema social altamente represivo y dividido en castas. Esta necesidad
represiva se fue incrementando a medida que aumentó la población. Hacia sus
últimos déspotas, los gobiernos romanos eran verdaderos estados policiales,
donde los habitantes tenían temor hasta de hablar en las calles, debido al
inmenso aparato represivo existente.

4. Nuevas técnicas guerreras

Ya durante un periodo temprano del imperio los romanos tuvieron signos de


una amenaza decisiva que terminaría por derribarlos. En tiempos de Julio César
-100 - 44 a. C.- un grupo de legiones fue totalmente destruido en Partia, hacia el
Este europeo. El método militar que logró neutralizar la capacidad hasta ahora
invencible de las legiones, fueron los arqueros a caballo.
Los arcos usados por estos jinetes eran potentes, curvos y laminados, aún más
poderosos que los conocidos por los persas. Las legiones marcharon contra ellos
a pie, en largas travesías por tierras áridas. Los jinetes exploradores se abrían en
abanico a su frente, para buscar a los enemigos y dar la alarma. Los
exploradores romanos vieron grupos de jinetes partos retrocediendo
paulatinamente frente a las legiones, vigilando su avance pero sin acercarse.
Algunos lanceros romanos tendrían la primera e ingrata comprobación de lo
que podían hacer esos arqueros a caballo cuando uno de ellos se volvió en la
silla para disparar contra su perseguidor, con turbadora precisión. Muchos
lanceros romanos recibieron así un flechazo en el vientre. De modo que el
disparo hacia atrás desde un caballo al galope ganó una fama formidable con la
denominación de "flechazo parto".
Vigilados por estos jinetes partos, las legiones avanzaron con su disciplina
metódica, experta, largamente estudiada. De noche construían sus defensas,
zanja y empalizada, durmiendo sanos y salvos pese al número de arqueros que
rondaban en la campiña local.
Pero sin que supieran con certeza cómo había ocurrido esto, llegó un día en que
estuvieron completamente rodeados por los jinetes partos.
Confiando todavía en su monumental masa guerrera, los romanos formaron
para el combate e intentaron arrasar con el movedizo enjambre. Cuando llegó la
tarde de ese fatídico día, las tres cuartas partes de su ejército habían sido
aniquiladas.
Esta batalla demostró algo que no sería desmentido ya: una legión clásica no
estaba preparada para resistir a un ejercito de miles de arqueros, atacando sobre
terrenos amplios. Su único recurso contra tales ataques, en el futuro, sería evitar
que las legiones fueran sorprendidas en espacios abiertos.
Si bien la derrota de Carras quedaría superada y el imperio continuaría su
crecimiento, el antecedente no sería olvidado por los pueblos bárbaros. Pues
algunos siglos más tarde, serían otros guerreros a caballo los que demolerían,
poco a poco, la colosal estructura bélica del imperio.

5. Caída de Roma

La población de Roma, hacia el siglo III, dependía completamente de los


alimentos que se producían fuera de sus muros. También todas las grandes
ciudades del Imperio, pobladas por multitudes, entre las cuales prevalecían los
pobres. Esto era particularmente inquietante, debido a que para evitar
insurrecciones, el gobierno acostumbraba repartir alimentos gratuitos a las
masas famélicas. El imperio sería destruido cuando los bárbaros que lo
atacaban consolidaran una técnica guerrera superior a la ejercida por los
romanos. Y con ello adquiriesen poder suficiente, como para interrumpir las
vías por donde se trasladaban los alimentos de primera necesidad.
Esto comenzaría a ocurrir con la derrota de Valente, el último emperador que se
atrevió a salir con sus ejércitos en busca de los bárbaros, con la intención de
ahuyentarlos. Las legiones romanas, uno de los ejércitos más poderosos de la
historia antigua, fueron ampliamente derrotadas en Adrianópolis (año 378).
Los germanos habían desarrollado un tipo particular de caballería. Esta
combinaba los recursos partos del arco y la flecha con la tradición persa de la
caballería blindada. Jinetes acorazados, que podían alinearse para una carga
masiva, fueron los nuevos argumentos bélicos de los industriosos godos. Los
romanos intentaron imitar estas fuerzas, pero debieron valerse para ello de
mercenarios germanos. Esto terminaría por volverse en su contra.
Cada vez más numerosos ejércitos de bárbaros libres comenzaron a lanzarse
contra el imperio, propinándole derrotas frecuentes.
Treinta y dos años después de la batalla de Adrianópolis, los godos ocuparían
por primera vez la mismísima Roma. Luego de una semana de sitio, la gran
ciudad desmoronó su resistencia. La clave de esta derrota -extremadamente
rápida- residió en la interrupción de sus vías de comunicaciones, lo cual
impidió el ingreso de alimentos esenciales. Los godos habían bloqueado el río
Tiber, deteniendo el paso de las embarcaciones que traían el grano del África.
Acosadas desde fuera por grandes multitudes de bárbaros que contaban con
una técnica superior, sometidas a la insatisfacción constante del proletariado
interno, las clases dominantes no tardarían en abandonar su territorio, para
establecerse en Oriente. Esta sería también una reafirmación de su identidad
cultural. Ya que -a diferencia de lo que suele enseñarse ahora- los romanos
jamás se sintieron parte del Occidente Europeo, sino continuadores de la
civilización oriental.
Por aquellos tiempos la civilización era considerada un patrimonio de las
culturas provenientes de Egipto, Babilonia y Persia. La amorfa cultura de las
bárbaras tribus europeas, jamás fue siquiera lejanamente considerada como
pariente cercana por los aristocráticos romanos. En esto no hacían más que
seguir la tradición griega. Como se sabe, cuando Alejandro Magno conquistó
Persia, cambió sus vestidos por el estilo persa, y obligó a sus funcionarios no
sólo a adoptar las vestiduras, sino también los hábitos culturales y sociales de
los persas, pues se los consideraba propios de una cultura superior. Tampoco es
real que los romanos y griegos fueran rubicundos, de ojos celestes, como nos los
muestran hoy las películas norteamericanas. Eso es fruto del narcisismo
germánico y anglosajón. Lo más probable es que tanto romanos como griegos
fueran normalmente morenos, más bien bajos de estatura, del tipo que hoy son
más o menos los italianos del sur.

6. Nacimiento de la Civilización Occidental

Desaparecido el poder de Roma en Europa, las tribus germánicas se


establecieron por todos sus antiguos dominios. En tiempos del imperio las
tierras fértiles estaban organizadas para una producción masiva, destinada a
alimentar poblaciones distantes. En sí mismas estaban habitadas apenas, por
pequeñas cantidades de agricultores, condenados a la alienación. Pues su
trabajo servía sólo para alimentar a personas que nunca verían. Los nuevos
conquistadores las aplicaron directamente al sostenimiento de sus pueblos, con
lo cual efectuaron un aprovechamiento mayor de los terrenos ocupados.
Mientras tanto, la gente de las ciudades emigraba al campo, ante la escasez
reinante por la interrupción del sistema imperial. Décadas de privaciones
fueron despoblando aceleradamente los centros de la anterior civilización,
dando lugar al surgimiento de un nuevo orden: el feudalismo.
Los bárbaros ya asentados, fueron descubriendo que habían conquistado
regiones privilegiadas para la explotación agrícola, incluso equipadas con
hermosas construcciones, que pasaron a su propiedad. Desde el comienzo
debieron luchar para evitar que se las arrebatasen otros bárbaros, especialmente
los mongoles, que caían como langostas de tanto en tanto, surgiendo de las
estepas orientales. Pronto tuvieron que defenderse, también, de la expansión de
una nueva cultura imperial: el Islam. Mas para evitar apartarnos de nuestra
línea de razonamiento central, declinaremos ocuparnos de esa cultura en el
presente ensayo.
El avance decisivo de la civilización occidental se basaría principalmente en la
habilidad y el ingenio técnico de sus fundadores, los pueblos nord-europeos. La
iglesia cristiana, configurando en un solo haz a las diversas poblaciones y
orientándolos hacia una cultura común, dotaría de la cohesión necesaria para
que la característica mencionada pudiese prosperar, convirtiéndose en
argumento decisivo de su posterior actitud imperial. Los jefes guerreros
bárbaros fundaron un nuevo orden social, desde los cimientos, distinto en
absoluto de la antigua burocracia romana. No ocuparon las atestadas ciudades,
sino que se esparcieron por sus campos, creando un ordenamiento basado en la
autosuficiencia alimentaria.
La relación de las clases dominantes feudales con quienes producían los bienes
sociales, ya no era el esclavismo. Si bien el vasallaje podía resultar asfixiante,
para una mirada actual, constituyó un avance, en el sentido de proveer un
espacio de libertad inimaginable para los pobres, acostumbrados a ser
propiedad absoluta de sus amos. Esto contribuyó a incentivar, posiblemente, el
ingenio técnico. Si bien las tierras se consideraban propiedad de los señores
feudales, en la práctica quienes los habitaban ejercían su dominio cotidiano.
Dentro de esta realidad, cualquier avance técnico que facilitara las labores,
aumentando la producción, beneficiaba directamente a los trabajadores,
permitiéndoles mayor disponibilidad de tiempo y comodidades crecientes.
Los reinos feudales que vencieron a Roma comenzaron su era con armamento
avanzado. La tosca caballería que venciera a las legiones de Adrianópolis se
había convertido en elaborados escuadrones cubiertos por perfectas corazas,
temibles para los ejércitos musulmanes.
Hacia 1600, los reinos feudales se habían convertido ya en populosas estados
nacionales, y habían echado los cimientos de todos nuestros avances técnicos
modernos. Por medio de la agricultura racionalmente organizada, era posible
suministrar alimentos más baratos a la mayor parte de una creciente población.
La aplicación de avances técnicos en la industria estaba provocando una
acumulación de capital nunca vista en la antigüedad, en manos de una nueva
clase: la burquesía.

7. Expansión de Occidente

Los primeros reinos europeos que se convertirían en potencias imperiales serían


España y Portugal. Pero ambos sucumbirían muy pronto ante el pujante
desarrollo de otra potencia: Inglaterra. Esta concentró y desarrolló al máximo la
utilización del recurso clave creado por los bárbaros, la técnica. Debido a su
cercanía y admiración por las tradiciones romanas, los ibéricos habían ido
desechando paulatinamente este recurso. Los ingleses, en cambio, férreamente
limitados por su realidad geográfica, iban a desarrollar al máximo su
aprovechamiento.
Inglaterra era hacia el siglo XVII una isla densamente poblada, que habían
convertido en un organizado sistema de producción alimentaria. Se habían
esforzado por desarrollar al máximo la agricultura, la industria y el comercio,
para satisfacer las demandas de una población creciente hasta la asfixia.
Este crecimiento poblacional abrumador obligó la reflexión de las clases
dominantes, que obtuvieron respuesta a sus preocupaciones en la exportación
masiva de ingleses a otros territorios. En A Plain Pathwy to Plantations
(publicado en 1624) Richard Eburne escribió:
"En verdad, es algo casi increíble de relatar, e intolerable de contemplar, cuán
grande es, en cada localidad y ciudad, sí, en cada parroquia y aldea, el número
de personas que, por falta de sitios cómodos donde habitar, levantan casuchas
junto a la carretera y meten las cabezas en todos los rincones. Esto provoca
sobrecarga y abatimiento en los vecindarios invadidos al presente, y acarreará
desorganización y conflictos en la comarca entera en un futuro muy próximo de
continuar su tendencia si no se afronta el problema. Esto último podría hacerse
ventajosamente desde el gobierno, si tales personas fuesen trasladadas hacia
otras regiones externas, donde podrían incrementar notablemente sus
propiedades y aliviar y despoblar las nuestras al mismo tiempo."
Los hombres más influyentes de Inglaterra aprobaron esta solución y la
convirtieron en política de estado. A partir de entonces comenzó la exportación
de ingleses hacia otras tierras. Para posibilitar ello debían conquistarlas y lo
hicieron. Mediante la ocupación de América los ingleses pudieron garantizar,
entonces, la continuidad de su civilización. Las contradicciones entre clases que
había comenzado a preocuparlos hacia 1600 encontrarían pues, en las colonias,
una válvula de escape excepcional.
Las tierras de América fueron codiciadas y ocupadas por otros europeos en
expansión. Franceses y holandeses habían emprendido más o menos
simultáneamente la conquista. Entonces los colonizadores ingleses debieron
ocuparse también de consolidar un espacio adecuado para el desarrollo de su
nicho particular. La técnica aplicada exitosamente en Inglaterra para maximizar
la productividad fue exportada intacta al nuevo mundo, lo cual produciría a
mediano plazo réditos extraordinarios.
Dos siglos de crecimiento sostenido provocaron la independencia de los colonos
norteamericanos, que se lanzaron entonces a la conquista soberana de todo
aquel ancho territorio. Para ello debieron despojar completamente a los
americanos originales, diversas comunidades aborígenes que fueron
exterminadas por la combinación fatal de una civilización para ellos
inextricable, con recursos bélicos de superioridad abrumadora.
Simultáneamente los conquistadores fueron desembarazándose, también, de los
demás ocupantes europeos del territorio que ambicionaban. En 1803 compran a
Napoleón I, por 15 millones de dólares, el territorio de la Luisiana. En 1819
logran que España les venda Texas. En 1867, bajo intensa presión de los Estados
Unidos, Rusia cede Alaska. El hegemonismo económico y militar de los
ambiciosos anglosajones se perfilaba de un modo evidente. La expansión
territorial se consolidaría con el despojo a México de más de mitad de su
territorio original (1), y el asentamiento de sus pretensiones a través de la
instalación de bases militares en Cuba y Puerto Rico.
El imperio fundado por los norteamericanos ha sido sin lugar a dudas el más
poderoso y afortunado de toda la historia, hasta hoy. Conocedores de técnicas
adecuadas para extraer a la naturaleza el máximo de beneficios posibles,
contaron además con inmensas extensiones de tierras, que pudieron usurpar
prácticamente sin esfuerzo, debido a la disponibilidad de un ejército altamente
preparado para la guerra de conquista.

(1) El 24 de marzo de 1846, una fuerza militar estadounidense al mando del


general Taylor cruzó el río Nueces y avanzó por territorio mexicano. Era el
comienzo de uno de los mayores latrocinios de la historia, que culminaría dos
años después con la anexión de Texas, Nuevo México y California. 1.350.000
kilómetros cuadrados de tierra feraz, prácticamente sin explotar, donde "poco
antes" los estadounidenses habían descubierto "por casualidad" los mayores
yacimientos de oro de todo el Norte de América.

8. Cima y decadencia

El imperio norteamericano llevaría un ritmo creciente a lo largo de todo el siglo


XIX y la primera mitad del XX. Tiempos de prosperidad y optimismo, parecía
que todo lo que se propusieran les resultaría posible. Participando con astucia
en las dos guerras mundiales, a las que ingresaron cuando el enemigo ya estaba
desgastado, lograron convertirse en los garantes de Europa y los árbitros del
mundo.
Desde entonces ubicaron a la cola de sus proyectos a sus aliados europeos y
todavía más a las naciones vencidas, Alemania y Japón.
Estados Unidos se convirtió entonces en el país más rico y avanzado del
mundo, el lugar donde cualquier persona con un poco de ambición y voluntad
podía llegar a ser feliz, según su extendida propaganda subliminal.
Pero no todos los recursos necesarios para seguir ampliando el confort
norteamericano podían alcanzarse con técnica o astucia. Pronto el crecimiento
demográfico provocaría en los estadounidenses esta sensación de apiñamiento
que se les ha hecho familiar hoy. A finales de la Segunda Guerra Mundial se
comenzaban a sentir tales síntomas, que fueron enfrentados con una inteligente
política por parte de las clases dominantes. Se le llamó "New Deal". Un flujo de
capitales sin precedentes se volcaría entonces para mejorar la performance
tecnológica de todas las empresas estadounidenses, lo cual produjo una
disponibilidad de recursos extraordinaria, renovando las esperanzas de
prosperidad ilimitada. Hacia 1970 se habían agotado los recursos para este
intento: su talón de Aquiles no tardó en aparecer. Se llamaba -se llama-
"recursos energéticos". O, más específicamente, "petróleo".
El bienestar de Occidente se construyó sobre el requisito de la energía barata.
Todas las civilizaciones anteriores usaron energía cara, por lo general mano de
obra humana complementada con algo de trabajo animal. La energía es poder
para efectuar el trabajo.
Resulta imprescindible para la construcción de un nicho humano amplio y
civilizado.
La incapacidad para descubrir fuentes de energía alternativa condujeron al
estancamiento del Imperio Romano. Dependían de esclavos para fabricar y
trasladar cosas, así como para prestar servicios imprescindibles en una sociedad
altamente civilizada. Esto exigía que un altísimo porcentaje de la población
estuviera condenada a ser siempre pobre. Este elevado costo de la energía
provocaba, además, un índice de productividad industrial extremadamente
bajo. Hasta el punto de resultar insuficiente, al convertirse las ciudades en
verdaderos hormigueros humanos, con crecientes demandas de suministros
variados. Los negocios romanos difícilmente podían permitir la acumulación
suficiente para generar un gran capitalismo. Tales ingresos, proporcionalmente
modestos, significaban coeficientes impositivos restringidos. Lo cual traía como
consecuencia gobiernos con bajos presupuestos, estancamiento en la tecnología
militar y desmoronamiento progresivo de la inmensa estructura, montada
durante las conquistas. Una civilización pobre en energía, es incapaz de
solventar los costos de una burocracia grande y compleja, abasteciendo,
además, a una población creciente.
Tarde o temprano tiene que entrar en crisis, y para intentar una salida puede
empezar a dar golpes desesperados.
Los bárbaros que derribaron a Roma contaban, a poco de iniciar su proceso
civilizatorio, con una base tecnológica considerable. Una vez establecida la
Revolución Industrial, esta civilización descubrió que las Américas podían
absorber los habitantes que sobraban. La multiplicación sin límites de la
población europea, a la vez que despojaba de sus espacios vitales a otras
sociedades menos tecnificadas, constituiría pronto la base sobre la que se
consolidaría el exitoso modelo occidental de desarrollo. Habiendo descubierto
cómo utilizar el carbón fósil y el petróleo, para hacer el trabajo que en
civilizaciones anteriores hacían los esclavos, multiplicando su efectividad en
millones, sentaron las bases para la acumulación de riquezas nunca conocidas.
Fue este botín de energía fósil lo que permitió a Occidente llegar casi a la
eliminación de la pobreza en sus territorios, pese a una población en constante
crecimiento. Una gran parte de sus ciudadanos se volvieron ricos,
acostumbrándose a vivir en un nicho muy amplio y confortable, provisto por
las nuevas tecnologías. Si uno compara el nivel de confort disponible para un
obrero francés del siglo XX, con el de un señor feudal de diez siglo atrás, puede
calibrar la magnitud del progreso económico obtenido. Pero todo esto -desde el
teléfono hasta la calefacción, pasando por los alimentos- ha sido posible gracias
a la disponibilidad de un gran caudal de energía barata.
El ascenso de los bárbaros occidentales dependió esencialmente de su
capacidad para producir alimentos económicos. En tiempos del feudalismo, el
bajo costo dependía de nuevas técnicas agrícolas, relacionadas con especies
vegetales nuevas y rotación de los cultivos. Esto era suficiente para poblaciones
moderadas, pero no hubiese alcanzado jamás para las inmensas
concentraciones urbanas que se fueron desarrollando. Luego se obtendría el
gran excedente alimentario proveniente de las colonias americanas, lo cual
contribuyó de un modo importante a la concentración de los habitantes
europeos en las ciudades, su creciente especialización técnica y una elevación
en su nivel de vida.
El gran hallazgo, que originaría la posibilidad de producir alimentos en gran
escala, sería la aplicación de la energía barata a la explotación agropecuaria.
Tractores, cosechadoras, sembradoras, y sobre todo los fertilizantes químicos,
redujeron los costos de la producción alimentaria, incrementando
simultáneamente la provisión total. El bajo costo de los alimentos, pues, pasó a
depender por completo del caudal de energía barata que se pondría al servicio
de Occidente. El desarrollo trajo una nueva agricultura, sobre un sostén
químico, dependiente absolutamente de la energía barata, obtenida
principalmente del petróleo.
¿Hasta qué punto dependen los países industrializados del petróleo y sus
derivados? Esta pregunta puede responderse señalando todo lo que se fabrica
en base a los hidrocarburos: aceite para calefacción, grasas, ceras, asfaltos;
además, aeronaves, automóviles, embarcaciones, pegamentos, resinas plásticas,
pintura, ropa de poliéster, zapatillas deportivas, juguetes, tintes, aspirinas,
desodorantes, maquillajes, discos, computadoras, televisores, teléfonos. Cada
día, millones de personas usan gran parte de los más de cuatro mil artículos o
productos derivados del petróleo que han puesto su signo en la vida
contemporánea.
La ingeniería ecológica que permitió elaborar las variedades alimentarias
contemporáneas puede sostenerse, únicamente, si no se interrumpe el gran flujo
de energía barata utilizada hasta hoy.
Esto es, como se sabe, absolutamente imposible. El botín de combustible fósil
sobre el que se construyó la prosperidad de los países industriales está llegando
ya a su final. Cerca de la mitad del petróleo fue consumido ya por Occidente.
Los mejores yacimientos carboníferos están agotados. Mientras tanto,
poblaciones muy numerosas se han acostumbrado a la corriente eléctrica, los
automóviles, los alimentos híbridos, el confort tecnológico, en fin, todos
elementos para cuya producción o sostenimiento se requieren índices
elevadísimos de combustibles fósiles. Pero a la exorbitante absorción de energía
de Occidente se suman con velocidad creciente los requerimientos de inmensas
masas poblacionales del Tercer Mundo, como las de China, América Latina o La
India, arribando un poco tarde pero no por ello con menos apetencias al nicho
occidental.
De tal modo, el mundo se está quedando ya sin disponibilidad de energía
barata, tendencia que no hará otra cosa que acentuarse más y más. Los precios
del petróleo alcanzarán en un corto plazo niveles que resultarán inalcanzables.
Salvo que se domine los últimos yacimientos y se los administre
despóticamente, para favorecer solamente a las naciones dominadoras.
Junto a esta elevación en los costos energéticos viene el encarecimiento,
también, de los alimentos y el costo de la vida en las franjas civilizadas. Aún las
especies vegetales híbridas serán cada vez más caras, impidiendo incluso que
puedan disponer de ellas los países pobres. Y al mismo ritmo en que se vayan
abandonando los cultivos de estas especies se producirá un alza creciente de los
precios en el mercado, multiplicando la pobreza en el mundo entero.
Ante este panorama, la humanidad tiene al parecer únicamente dos caminos
posibles. Uno es reducir y redistribuir sus potenciales energéticos, llevándolos a
niveles admisibles, mientras emprende con decisión la sustitución de recursos.
O cae bajo el control de los países más ricos y mejor armados, que establecerán
áreas de prosperidad temporaria, junto a suburbios cada vez más pauperizados
y carentes de toda tecnología.

9. Guerra nuclear

Desde el comienzo de la utilización masiva de dos inventos chinos -la imprenta


y la pólvora- (1) llevadas a su máximo desarrollo en Occidente, ninguna nación
imperialista ha podido conservar ventajas técnicas el tiempo suficiente como
para asegurarse una conquista.
Los alemanes, con Hitler a la cabeza, estuvieron a punto de lograrlo por última
vez. Pero ni siquiera con su fulminante blitzkrieg, lograron evitar que sus
enemigos aprendieran sus métodos y encontraran otra solución militar, en un
tiempo suficientemente breve como para derrotarlos.
Mas la invención de bombas nucleares, volando hacia sus objetivos en cohetes
teledirigidos, ha cambiado sustancialmente las condiciones de la guerra. Este
potencial terrible permite destruir a distancia y sistemáticamente la resistencia
militar de un país, incluyendo a su población. Por cruel que parezca, esto puede
resultar una ventaja adicional para el conquistador (los imperios pocas veces se
detuvieron por consideraciones morales en su historia). Una victoria veloz, un
territorio con poca gente habitándolo: tales fueron los objetivos ideales de toda
conquista militar imperialista, siempre.
El ataque nuclear liberaría, pues, a los conquistadores del engorroso problema
de dar ubicación u ocuparse del status social de los derrotados. Sólo habría que
desembarazarse de sus cadáveres.
Ahora bien, podríamos preguntarnos si es apetecible, para un país agresor, la
ocupación de un país impregnado radioactividad. Los estrategas ya contestaron
esta inquisición, luego de un análisis concienzudo de la realidad. Y su respuesta
es "sí".
Una vez que el país elegido como víctima fuera convertido en un cementerio
radioactivo, es posible aprovechar la mayor parte de su territorio en un lapso de
sólo veinte años. Este periodo resulta pequeño, si consideramos los periodos de
tiempo normales en que suele desarrollarse cualquier proceso histórico.
Comprobaciones empíricas han demostrado que veinte años después de haber
sido bombardeada masivamente con armas nucleares, la tierra recupera su
fauna y su flora prácticamente con la misma vitalidad previa a su destrucción.
Los estrategas han señalado incluso que, si los atacantes apuntaran
exclusivamente a las ciudades, para eliminar a la población, los campos de
cultivo podrían ser utilizados casi inmediatamente después de terminado el
exterminio de ciudadanos enemigos.
Ahora bien, si el objetivo es el dominio de fuentes de energía, como el petróleo,
el carbón o el gas, una buena parte del país conquistado podría utilizarse de
inmediato. La riqueza subterránea permanecería intacta, luego de cualquier
ataque nuclear, por intenso que este fuese. Y difícilmente alguien se interesaría
por enfrentarse con un país que exhibiese tamaña capacidad de destrucción.
Razón por la cual una blitzkrieg nuclear ha venido a significar hoy el camino
más conveniente para las potencias con capacidad para efectuarla. Máxime
teniendo en cuenta que el problema principal que aflige a dichas potencias, hoy,
es el agotamiento a muy corto plazo de sus reservas energéticas estratégicas. Y
el peligro que representa para ellas la multiplicación de la demanda de energía
en los incipientes sistemas tecnificados de las ciudades tercermundistas.

(1) ...en 751... a orillas del río Chu... salieron vencedores los árabes[...] Entre los
prisioneros chinos [...] había algunos que conocían el secreto de la fabricación
del papel (técnica descubierta en China al menos seiscientos cincuenta años
antes). [...]...la manufactura del papel se extendió a Samarkanda y a Bagdad,
desde allí pasó a Damasco, El Cairo y Marruecos y posteriormente entraría en
Europa a través de Italia y España. (Historia Universal. Tomo 2.
"El mundo medieval". John A. Garraty y Peter Gay, de la Universidad de
Columbia, EE.UU. Bruguera, España, 1981.
[...]...en 919, los chinos descubrieron la pólvora. (Isaac Asimov. Cronología del
mundo. Ariel Ciencia. Colombia, 1991.
Segunda Parte

10. Los bárbaros contemporáneos

El año 2.000 encontró a la humanidad embarcada dentro de un proceso en el


cual pueden señalarse tres características nítidamente destacadas: 1) La inmensa
acumulación de riqueza en las clases dominantes de los países civilizados,
contrastando con la creciente pauperización de sectores cada vez mayores de la
población mundial.
2) El crecimiento inusitado de las comunicaciones, creando una sensación de
simultaneidad para todos los sucesos ocurridos en cualquier lugar del planeta.
3)El desarrollo acelerado de una nueva oleada revolucionaria mundial,
conocida de un modo generalizador como "el movimiento antiglobalización".
Estas tres características sobresalientes de la realidad actual interactúan,
generando sucesos que van contrastándose continuamente, en un proceso que
puede explicarse en sus elementos centrales bajo el cristal de la lucha de clases.
Mientras las burguesías de los países centrales y sus subordinadas tratan de
mantener o acrecentar el nicho de prosperidad ilegítima que les da cobijo, los
proletariados de todo el mundo combaten con diferentes métodos para
recuperar, en algunos casos ampliar el espacio que por derecho les corresponde.
En el proceso arrollador de dominación imperialista, que culminó en el siglo
XX, las revoluciones socialistas ocurridas en Rusia, China, Corea, Cuba y
Vietnam fueron avanzadas de la civilización futura, llamada a sustituir a un
régimen social inferior con otro más perfecto. Pero semejantes a los intentos de
Arminio o los partos, cuando el imperio romano estaba aún en pleno ascenso,
fueron neutralizadas en algunos casos, o en el caso de los países otrora
integrantes de la Unión Soviética, llevadas prácticamente a un estado de
hibernación impotente.
No es el caso de Cuba, que con su revolución triunfante e intacta, pese a los
furiosos embates de que ha sido objeto en los últimos cuarenta años, se ha
convertido en el principal ejemplo para los nuevos movimientos
revolucionarios. Consideramos que es una pieza clave en el ordenamiento y
desarrollo de las potencias subterráneas que bullen hoy a lo largo y lo ancho de
la Tierra, buscando por diferentes medios derribar al gigante opresor del
imperialismo capitalista. A diferencia de países como Libia o Egipto, que en su
momento ejercieron cierta resistencia capaz de poner en aprietos transitorios a
la potencia imperial y sus aliados, Cuba posee características particulares, las
cuales permiten colocarla en condiciones de liderar futuros movimientos
revolucionarios mundiales. Las principales son:
a)Una infraestructura económica autosuficiente, capaz de resistir con modestos
recursos a cualquier asedio energético.
b)Un conocimiento y manejo de las tecnologías de un nivel potencialmente
superior al de todas las naciones contemporáneas.
c) Una identidad cultural y educación política sin fisuras, con proyectos
políticos claramente determinados y en renovación permanente.
Los nuevos bárbaros que amenazan al Occidente imperialista provienen hoy de
numerosísimos ángulos y presentan características extraordinariamente
variadas. Tanto los guerrilleros de Al Qaeda, el Hizbollah, la resistencia iraquí,
los fedayines de Irán, los combatientes marxistas leninistas del ELN colombiano
o las FARC, el Zapatismo mexicano, como la intifada en Palestina, los
piqueteros en
la Argentina, los activistas por la paz en Europa y Estados Unidos, junto a los
innumerables movimientos étnicos, ecologistas, de género o de clase,
incluyendo numerosos sindicatos aún fieles a los trabajadores agremiados,
comparten, aunque fuese en diferentes grados y con matices, un objetivo
común: impedir el predominio del imperialismo capitalista.
El periodo actual es de grandes enfrentamientos, entonces, entre dos grandes
corrientes mundiales: el capitalismo salvaje, coordinado por el gobierno de los
Estados Unidos y la creciente oleada antiglobalizadora, cuyo referente principal
está hoy -y lo estará, posiblemente, cada vez más- referenciada por Cuba.

11. El capitalismo en crisis

De acuerdo al diario Wall Street Journal -como se sabe un fiel exponente de los
intereses empresarios estadounidenses- Estados Unidos había entrado en
recesión durante junio de 2001. Es decir, cinco meses antes de lo indicado por
Bush, quien señaló esta como una consecuencia de los atentados del 11 de
septiembre y la "guerra iniciada por el terrorismo". Hay evidencias de que el
sistema capitalista norteamericano se venía debatiendo desde unos tres años
atrás en situaciones ingobernables. ¿Es descabellado pensar, entonces, en los
atentados del 11 de septiembre de 2001, considerados como una oportunidad
para salir de la crisis por un capitalismo desesperado? (En el momento de los
atentados) "El actual ocupante de la Casa Blanca (enfrentaba) una debacle
financiera, un escándalo por la fuga de Carlos Lehder, el fundador del cartel de
Medellín, de una prisión de Florida, y un soborno a la Suprema Corte de
Justicia con dinero del mencionado cartel, dinero que fue canalizado a través de
Jebb Bush (hermano de George Walker) y Hugh Rotham (hermano de Hillary
Clinton)", dijo Tom De Venice, escritor de discursos políticos para varios
dirigentes norteamericanos de la oposición.
Michael Ruppert, ex miembro de la División antinarcóticos de la policía de Los
Angeles, agrega sospechas. Citando a "Stratfor" la prestigiosa revista militar y
de inteligencia, se pregunta: "¿Es posible que las explosiones secundarias en el
WTC hayan sido causadas por cargas explosivas puestas en los edificios antes
de los ataques?" Ello sería explicable si nos atenemos a las afirmaciones
difundidas por Sherman H. Skolnick, fundador del "Comité para Sanear las
Cortes" y anfitrión del programa televisivo "Broadsides" de Chicago. El
destacado personaje afirma que la inteligencias de Francia e Israel corroboraron
reportes, recibidos de otras fuentes, indicando que "colaboradores de ex
miembros de la inteligencia de Irak habían permanecido varias semanas dentro
del World Trade Center, sin que la seguridad del edificio mostrara sorpresa
alguna".
Skolnick y De Venice coinciden en que al terminar la Guerra del Golfo en 1991,
George Herbert Walker Bush se trajo a los Estados Unidos más de 4,000
soldados iraquíes, muchos de ellos del servicio de inteligencia de Saddam
Hussein. Unos 500 viven en Nebraska y otros dos mil y sus familias residen en
Oklahoma.
Por su parte De Venice asegura que "ex miembros del ejército iraquí y de la
inteligencia alemana asistieron a los piratas en la introducción de armas en los
aviones secuestrados".
Desde su radicación en los Estados Unidos, dicen, "esos ex militares iraquíes
han sido usados primero por Bush (padre) luego por Bill Clinton y ahora por
George Walker Bush".
Skolnik avanza aún más al afirmar que Bush, "Clinton y Oliver North,
trabajaron juntos en el negocio del narcotráfico de la CIA en los estados del sur,
especialmente en Mina, Arkansas".
El policía Ruppert apunta además que el violento incidente del World Trade
Center "ocurrió sólo días antes de que las economías mundial y nacional se
sacudieran con la explosión de la monstruosa burbuja de derivativos de más de
treinta trillones de dólares (en la bolsa de valores) orquestada por JP Morgan y
Chase. Y el escándalo que el nueve de octubre provocaría la noticia proveniente
de una Corte de Distrito de Boston, donde el Gold Anti-trust Committee está
haciendo una demanda por manipulación del precio del oro, en la que están
involucrados el Departamento del Tesoro y Goldman Sachs".
Otros autores se han unido a la tesis de un autoatentado, que arrojaría múltiples
beneficios para el gobierno estadounidense y sus representados, los grandes
bancos y capitales multinacionales.
Ciertamente los hechos fueron muy funcionales con los intereses del
capitalismo mundial pues, a saber:
1) Proveen de una excelente excusa para apropiarse de la estratégica región
afgana, paso obligado para el inmenso oleoducto cuya concreción se disputan
desde hace años numerosos intereses internacionales. Esta obra permitiría un
negocio fenomenal, el cual consiste en la provisión exclusiva de gas y petróleo a
toda Europa y a Rusia. Las empresas a las cuales asesora Bush padre y el actual
vicepresidente de los Estados Unidos, es la principal interesada en esta
construcción y ya ha dado pasos importantes al iniciarla.
2) Permiten blanquear una situación de crisis generalizada en el capitalismo
mundial, declarada ya mucho antes de los sucesos del 11 de septiembre,
descargando su recomposición sobre las espaldas de los países más pobres y
sus castigados habitantes. En tal sentido avanzan las afirmaciones de los
funcionarios del Banco Mundial y el FMI, diciendo que "la guerra contra el
terrorismo tendrá como consecuencia inevitable un aumento de la pobreza en el
mundo".
3) Esta novedosa circunstancia económica representa además una inmejorable
oportunidad para canalizar de una manera legal una inmensa acumulación de
capitales en negro, mantenidos hasta ahora por los grandes bancos
internacionales al amparo de "paraísos fiscales". El City Bank y otros de su
magnitud, suficientemente señalados como lavadores de dinero, pueden ahora
introducir sus activos ilegales en Estados Unidos convirtiéndolos en un flujo
necesario para la reactivación de los sectores dañados.
4) A raíz de los atentados del 11 de septiembre, los Estados Unidos y sus aliados
pueden expandir su poderío militar en casi todos los países del mundo donde
haya algún tipo de insurgencia. Con el pretexto de "perseguir terroristas" el
imperialismo tiene una "justificación" suficiente para atacar países o
comunidades opuestas a sus proyectos, hasta donde le sea posible (que es
mucho).
5) La reducción drástica de las libertades individuales y los derechos humanos
que impulsa hacia el mundo la reforzada política derechista de Bush, intenta
controlar de una manera estricta al incipiente pero ya poderoso movimiento
pacífico de la antiglobalización. Este era un grave problema para los
dominadores del mundo, ya que les era imposible evitar sus embates sin chocar
groseramente con "sus propios principios", como quedó claramente demostrado
en las manifestaciones de Génova y el asesinato policial que allí ocurrió.
Hay otras numerosas conveniencias colaterales que esta situación trajo para el
capitalismo (no es la menor la extraordinaria revalorización que proporciona a
las industrias armamentísticas y energéticas, entre otras), mas en honor a la
brevedad y sencillez nos conformaremos con estas. Todas ellas constituyen
razones poderosísimas para creer que pudo haber una trama siniestra originada
en el propio seno de sus beneficiarios, con el objeto de proporcionar la excusa
imprescindible: los atentados.
Por otra parte, aunque confluyendo con estas hipótesis, está la necesidad
estratégica de los Estados Unidos de controlar el petróleo del mundo. A esta
altura de los acontecimientos es lícito decir que los atentados de Nueva York y
Washington podrían formar parte de una guerra que parece no ser otra cosa
que un enfrentamiento ínter corporativo financiero y económico global. El 18 de
septiembre de 2001 -siete días después de los atentados- el diario La Nación de
Buenos Aires señalaba en una nota lo siguiente: "[...] Las autoridades
financieras alemanas, japonesas y norteamericanas confirmaron que investigan
una serie de extrañas operaciones bursátiles concretadas días antes de los
ataques que conmocionaron al mundo.[...] La voz de alarma fue dada en
Frankfurt, donde los operadores recordaron con sospecha la caída en hasta el 15
% del valor de las acciones de Munich-Re, la compañía aseguradora más grande
del mundo, la semana anterior a la tragedia. [...] Uno de los datos que más
intrigan a las autoridades es que la reaseguradora suiza Swiss Re y la francesa
Axa también hayan experimentado bruscas caídas en las jornadas previas a los
atentados. Esto es algo rarísimo, ya que su sector es lo que se considera un
"título defensivo", es decir que suele mantenerse firme cuando los mercados
entran en un período de baja."
Los montos totales de seguros a pagar como consecuencia de los ataques a los
Torres Gemelas, una vez resuelto el juicio que se entabló, podrían llegar a los
71.000 millones de dólares, lo que significaría un verdadero crash para el sector.
Por consiguiente, cualquier inversor en papeles del rubro seguros hubiese
querido retirarse antes de los ataques del 11 de septiembre, y si las acciones de
las aseguradoras y de las reaseguradoras más grandes cayeron, como dice La
Nación, en un 15 por ciento como promedio, ello sólo pudo ser posible si alguna
fuente calificada avisó con tiempo suficiente, para poner a los inversores en
conocimiento de que algo catastrófico estaba por suceder. Y esas filtraciones de
información solamente pueden tener lugar en los escritorios más importantes
del mercado bursátil internacional, es decir entre las grandes agencias
especializadas y entre los grandes bancos de inversión, los mismos que manejan
la suerte de las economías de los países subdesarrollados, eufemísticamente
llamados mercados emergentes.
Mientras las acciones de las aseguradoras bajaban "inexplicablemente", las de
las petroleras trepaban en la misma proporción, y siguieron trepando a una
semana de los atentados. En ese mismo sentido cabe recordar que a los pocos
minutos de ser golpeadas la Torres Gemelas, el precio del barril de crudo
llegaba a un precio impensable veinticuatro horas antes: 30 dólares por unidad.
A la vez que recomendaban vender papeles del sector seguros, los mismos
agentes bursátiles y los bancos de inversión sugerían comprar acciones del
sector petrolero. Cuando los informantes desde Wall Street anunciaron el lunes
17 que la bolsa de Nueva York reabría con la peor caída de su historia, estaba
mintiendo en realidad, pues cayeron únicamente las acciones de los sectores
que no pertenecían a la economía del complejo industrial-militar de los Estados
Unidos. En el resto de las grandes bolsas del mundo sucedió algo parecido;
repuntaron los papeles de las empresas directa o indirectamente vinculadas al
negocio de la guerra. Llegaríamos así a una conclusión aterradora: los salvajes
atentados del 11 de septiembre último pudieron haber sido sólo simples aunque
macabras operaciones de los mercados financieros y bursátiles
internacionales.
12. Barbarie y resistencia global

Se abre un panorama acelerado y complejo, donde casi todas las cosas pueden
ser mañana mismo algo muy distinto de lo que estamos percibiendo hoy. Ese
torbellino es impulsado a veces por el capitalismo salvaje, que ambiciona
emerger de sus crisis y eliminar a sus contrincante por medio de audaces
movimientos, a veces convulsivos.
Aún antes de los atentados en Estados Unidos y su posterior campaña bélica, el
escenario de la guerra se extendió al ciberespacio donde, sin ejércitos ni armas,
se libran cada día cientos de batallas electrónicas. Mientras Bush ordena la
vigilancia en la red, cientos de hackers asedian las principales páginas web de
su gobierno. En esta confrontación virtual los antiimperialistas atacan con virus
los sistemas de defensa de Estados Unidos y Gran Bretaña, en tanto que policías
cibernéticos y neonazis realizan su cruzada contra los musulmanes bloqueando
páginas web árabes e islámicas. Un tercer frente, menos espectacular pero no
por ellos menos efectivo, está constituido por los ciberactivistas que se oponen a
las guerras estadounidenses. Semejantes a los desnudos jinetes partos que
enfrentaban sólo con arcos y flechas al Imperio Romano, los hackers
(especialistas en informática) utilizan sus computadoras para combatir a las
grandes corporaciones financieras o a los gobiernos más poderosos del mundo.
Estos guerreros virtuales no necesitan armas ni tener dinero para convertirse en
una "potencia" del ciberespacio, sólo su conocimiento en sistemas de
información.
La actividad de los hackers es tan vieja como Internet. La mayoría de ellos
forman una comunidad relacionada con otros movimientos sociales. Por
ejemplo, ante la guerra en Afganistán, los partidarios de la paz utilizan la
comunicación electrónica para coordinar acciones y circular miles de cartas y
manifiestos dirigidos a gobiernos, políticos y organizaciones de todo el mundo
para difundir su mensaje humanista.
De la misma manera, gobiernos, servicios de inteligencia, empresas y grupos
terroristas o racistas la utilizan para difundir sus ideas, conocer los secretos de
sus enemigos y atacar sus flancos débiles. Todos ellos han ampliado su
capacidad y velocidad de respuesta con la utilización de tecnología de punta. Al
depender de la red, la mayor parte de los servicios vitales del mundo se han
vuelto más vulnerables. Así las comunicaciones, centro de la economía y la
seguridad mundiales, se han convertido en un objetivo militar.
De esta manera, el ciberespacio es el teatro de operaciones donde se libran
algunas de las batallas militares y de inteligencia más importantes del mundo
moderno, tanto en la guerra de propaganda como en el bloqueo de los sistemas
de información y defensa de algunos países. Basta ver cómo los bombardeos
estadounidenses en Afganistán
tenían como primer objetivo inutilizar el sistema de comunicaciones del
régimen talibán.
En contraste, si un pequeño grupo de personas penetra las computadoras que
controlan la red podrían cortar la electricidad e intervenir los principales
servicios de una ciudad causando el caos.
Pero la red ha sido utilizada por los grupos antiglobalización y revolucionarios
de un modo más comunitario y constructivo. Muchas de las más grandes
movilizaciones, así como la organización del Foro Social Mundial, tuvieron su
apoyo en comunicaciones organizativas por medio de Internet.
Comunidades indígenas, organizaciones pacifistas, comunidades informativas
como Indymedia, basadas en la participación libre a través de internet,
sindicatos clasistas, movimientos políticos progresistas, grupos religiosos, junto
a países opuestos a la globalización, constituyen hoy el frente de los nuevos
bárbaros que amenazan la perduración del imperialismo contemporáneo. Es
necesario que así sea. Pues la permanencia de un sistema corrupto sólo puede
continuar derramando sobre la humanidad desdichas y violencia.
Una nueva sociedad mundial, basada en la redistribución de recursos, el
pacifismo y la tolerancia, así como en la educación universal y un progreso
tecnológico racional y sustentable, será posible sólo después del triunfo de estos
nuevos bárbaros que ha suscitado la actual globalización.

Autonomía, Santiago del Estero, Argentina, 18 de febrero de 2004.

Fuentes consultadas y bibliografía

Historia Universal. John A. Garraty y Peter Gay, de la Universidad de


Columbia, EE.UU. Bruguera, España, 1981.
Víctor M. Sonego. Las dos argentinas. Ediciones Don Bosco, Argentina, 1983.
Mariscal Montgomery. Historia del Arte de la Guerra. Traducción de Juan
García Puente. Editorial Aguilar. España, 1969.
Isaac Asimov. Cronología del mundo. Ariel Ciencia. Colombia, 1991.
Jurgen Kuczynzki. Breve historia de la economía. Editorial Cartago, México,
1984.
Marta H. Cavilliotti. Yrigoyen. La causa contra el régimen. Centro Editor de
América Latina, Argentina, 1968.
Diego Barros Arana - Raúl Larra. Historia de América. 3 tomos. Ediciones
Ánfora, Argentina, 1973.

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