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Tesis
3. La civilización romana
Siguiendo las premisas históricas manifestadas por los imperios, Roma presentó
el fenómeno paulatino del despoblamiento en el campo y la superpoblación de
la ciudad. Esta es la consecuencia inevitable de alimentar a grandes poblaciones
urbanas a través de la agricultura masiva. Roma y otras grandes ciudades
obtenían el trigo de Sicilia, Egipto y lo que ahora es el granero de Rusia:
Ucrania.
Hacia el siglo II ya la mayor parte del proletariado urbano era alimentado
gratuitamente por el Estado, para evitar rebeliones. Pero
los recursos comenzaban a resultar insuficientes, y el excedente de población
era rechazado por las ciudades. Los historiadores contemporáneos nos hablan
de piquetes de saqueadores vagabundos, formadas por campesinos, tan
numerosos, que ciudades antes pacíficas debieron levantar murallas para
protegerse de ellos.
Enfrentada al crecimiento ingobernable, Roma tenía tres opciones para evitar
una grave crisis social:
a) encontrar más tierras, para conquistarlas o comerciar;
b) incrementar los recursos mediante la innovación técnica;
c) mantener los privilegios de las clases gobernantes reprimiendo a las masas.
Los romanos habían agotado la opción de obtener más tierras cuando la
República se convirtió en Imperio, quedándose con pocas oportunidades de
traficar hacia el exterior. Su comercio se limitaba principalmente a artículos de
lujo, importados de Oriente. Quedaba el camino del ingenio técnico o la
represión. Las clases dominantes eludieron buscar soluciones técnicas, pues
preferían el trabajo esclavo a las máquinas. Después de los primeros éxitos de
su civilización sobre tierras bárbaras, no habían intentado nada nuevo,
negándose sistemáticamente al desarrollo técnico. Esta falla del sistema
mantuvo siempre muy alto el nivel de pobreza. E imposibilitó el surgimiento de
una amplia variedad de niveles entre las clases medias.
Roma dependía de talleres y no de una industria de producción masiva, incluso
para fabricar armas de guerra. Una fábrica de armas en el Imperio Romano era
simplemente un sitio donde se obligaba a trabajar a numerosos esclavos,
confeccionando a mano lanzas, espadas, escudos y todo lo que la legión usaba
para sus combates.
Explotaban las canteras con martillos y cinceles, alzaban los bloques hasta las
cimas de altos edificios, valiéndose sólo de la fuerza de estos pobres hombres.
De tal manera explotaban cantidades extraordinarias de seres humanos, en
condiciones de opresión feroz, sin aumentar el rendimiento productivo. El
único recurso conocido para afrontar obras de magnitud era incrementar el
número de los esclavizados. La ingeniería casi no existió, tampoco los
educadores.
Los banqueros y comerciantes eran muy pocos. No había información pública,
un administrador era un mero capataz de esclavos. De modo que la alternativa
de crear espacios prósperos para las clases medias mediante el ingenio técnico,
tan frecuente en las sociedades occidentales modernas, fue desconocida por los
romanos.
Para evitar rebeliones nacidas en la pobreza crónica de las masas, aplicaron sólo
la represión. La represión se les había impuesto, desde los primeros tiempos,
pues habían basado su crecimiento en las lanzas, las espadas y el terror. La
República Romana legó al Imperio un Estado ya sostenido en la esclavitud, la
represión y el miedo.
Cada apelación a la fuerza social contribuía de hecho a ese fracaso técnico, que
exigía contener a las poblaciones proliferantes a través de un nuevo uso de la
fuerza. Cuando una sociedad esclaviza a una gran cantidad de pobres tiene
pocas posibilidades de ser técnicamente ingeniosa: ¿para qué inventar una
máquina si hay músculo barato para hacer el trabajo? La gran represión social a
fines del Imperio nos indica que las posesiones romanas estaban atiborradas.
Las clases medias veían cerradas toda posibilidad de progreso o incluso
ocupación, por el gran apiñamiento existente en las ciudades.
Para mantener los extraordinarios recursos que manejaban sus clases
dominantes, Roma oprimía a las masas de un modo brutal. Pero tenía que
alimentarlas gratuitamente y pagar espías y soldados para evitar alzamientos.
Los gastos de gobierno eran elevadísimos y sólo podían costearse con
impuestos, sobre los pequeños ingresos de una industria y una agricultura
primitivas. El dinero nunca alcanzaba, de modo que se rebajó el valor intrínseco
de la moneda, se precipitó una inflación indetenible y se arruinó a las clases
medias.
A pesar de ello lograron hacer perdurar por siglos su Estado civilizado, a través
de un sistema social altamente represivo y dividido en castas. Esta necesidad
represiva se fue incrementando a medida que aumentó la población. Hacia sus
últimos déspotas, los gobiernos romanos eran verdaderos estados policiales,
donde los habitantes tenían temor hasta de hablar en las calles, debido al
inmenso aparato represivo existente.
5. Caída de Roma
7. Expansión de Occidente
8. Cima y decadencia
9. Guerra nuclear
(1) ...en 751... a orillas del río Chu... salieron vencedores los árabes[...] Entre los
prisioneros chinos [...] había algunos que conocían el secreto de la fabricación
del papel (técnica descubierta en China al menos seiscientos cincuenta años
antes). [...]...la manufactura del papel se extendió a Samarkanda y a Bagdad,
desde allí pasó a Damasco, El Cairo y Marruecos y posteriormente entraría en
Europa a través de Italia y España. (Historia Universal. Tomo 2.
"El mundo medieval". John A. Garraty y Peter Gay, de la Universidad de
Columbia, EE.UU. Bruguera, España, 1981.
[...]...en 919, los chinos descubrieron la pólvora. (Isaac Asimov. Cronología del
mundo. Ariel Ciencia. Colombia, 1991.
Segunda Parte
De acuerdo al diario Wall Street Journal -como se sabe un fiel exponente de los
intereses empresarios estadounidenses- Estados Unidos había entrado en
recesión durante junio de 2001. Es decir, cinco meses antes de lo indicado por
Bush, quien señaló esta como una consecuencia de los atentados del 11 de
septiembre y la "guerra iniciada por el terrorismo". Hay evidencias de que el
sistema capitalista norteamericano se venía debatiendo desde unos tres años
atrás en situaciones ingobernables. ¿Es descabellado pensar, entonces, en los
atentados del 11 de septiembre de 2001, considerados como una oportunidad
para salir de la crisis por un capitalismo desesperado? (En el momento de los
atentados) "El actual ocupante de la Casa Blanca (enfrentaba) una debacle
financiera, un escándalo por la fuga de Carlos Lehder, el fundador del cartel de
Medellín, de una prisión de Florida, y un soborno a la Suprema Corte de
Justicia con dinero del mencionado cartel, dinero que fue canalizado a través de
Jebb Bush (hermano de George Walker) y Hugh Rotham (hermano de Hillary
Clinton)", dijo Tom De Venice, escritor de discursos políticos para varios
dirigentes norteamericanos de la oposición.
Michael Ruppert, ex miembro de la División antinarcóticos de la policía de Los
Angeles, agrega sospechas. Citando a "Stratfor" la prestigiosa revista militar y
de inteligencia, se pregunta: "¿Es posible que las explosiones secundarias en el
WTC hayan sido causadas por cargas explosivas puestas en los edificios antes
de los ataques?" Ello sería explicable si nos atenemos a las afirmaciones
difundidas por Sherman H. Skolnick, fundador del "Comité para Sanear las
Cortes" y anfitrión del programa televisivo "Broadsides" de Chicago. El
destacado personaje afirma que la inteligencias de Francia e Israel corroboraron
reportes, recibidos de otras fuentes, indicando que "colaboradores de ex
miembros de la inteligencia de Irak habían permanecido varias semanas dentro
del World Trade Center, sin que la seguridad del edificio mostrara sorpresa
alguna".
Skolnick y De Venice coinciden en que al terminar la Guerra del Golfo en 1991,
George Herbert Walker Bush se trajo a los Estados Unidos más de 4,000
soldados iraquíes, muchos de ellos del servicio de inteligencia de Saddam
Hussein. Unos 500 viven en Nebraska y otros dos mil y sus familias residen en
Oklahoma.
Por su parte De Venice asegura que "ex miembros del ejército iraquí y de la
inteligencia alemana asistieron a los piratas en la introducción de armas en los
aviones secuestrados".
Desde su radicación en los Estados Unidos, dicen, "esos ex militares iraquíes
han sido usados primero por Bush (padre) luego por Bill Clinton y ahora por
George Walker Bush".
Skolnik avanza aún más al afirmar que Bush, "Clinton y Oliver North,
trabajaron juntos en el negocio del narcotráfico de la CIA en los estados del sur,
especialmente en Mina, Arkansas".
El policía Ruppert apunta además que el violento incidente del World Trade
Center "ocurrió sólo días antes de que las economías mundial y nacional se
sacudieran con la explosión de la monstruosa burbuja de derivativos de más de
treinta trillones de dólares (en la bolsa de valores) orquestada por JP Morgan y
Chase. Y el escándalo que el nueve de octubre provocaría la noticia proveniente
de una Corte de Distrito de Boston, donde el Gold Anti-trust Committee está
haciendo una demanda por manipulación del precio del oro, en la que están
involucrados el Departamento del Tesoro y Goldman Sachs".
Otros autores se han unido a la tesis de un autoatentado, que arrojaría múltiples
beneficios para el gobierno estadounidense y sus representados, los grandes
bancos y capitales multinacionales.
Ciertamente los hechos fueron muy funcionales con los intereses del
capitalismo mundial pues, a saber:
1) Proveen de una excelente excusa para apropiarse de la estratégica región
afgana, paso obligado para el inmenso oleoducto cuya concreción se disputan
desde hace años numerosos intereses internacionales. Esta obra permitiría un
negocio fenomenal, el cual consiste en la provisión exclusiva de gas y petróleo a
toda Europa y a Rusia. Las empresas a las cuales asesora Bush padre y el actual
vicepresidente de los Estados Unidos, es la principal interesada en esta
construcción y ya ha dado pasos importantes al iniciarla.
2) Permiten blanquear una situación de crisis generalizada en el capitalismo
mundial, declarada ya mucho antes de los sucesos del 11 de septiembre,
descargando su recomposición sobre las espaldas de los países más pobres y
sus castigados habitantes. En tal sentido avanzan las afirmaciones de los
funcionarios del Banco Mundial y el FMI, diciendo que "la guerra contra el
terrorismo tendrá como consecuencia inevitable un aumento de la pobreza en el
mundo".
3) Esta novedosa circunstancia económica representa además una inmejorable
oportunidad para canalizar de una manera legal una inmensa acumulación de
capitales en negro, mantenidos hasta ahora por los grandes bancos
internacionales al amparo de "paraísos fiscales". El City Bank y otros de su
magnitud, suficientemente señalados como lavadores de dinero, pueden ahora
introducir sus activos ilegales en Estados Unidos convirtiéndolos en un flujo
necesario para la reactivación de los sectores dañados.
4) A raíz de los atentados del 11 de septiembre, los Estados Unidos y sus aliados
pueden expandir su poderío militar en casi todos los países del mundo donde
haya algún tipo de insurgencia. Con el pretexto de "perseguir terroristas" el
imperialismo tiene una "justificación" suficiente para atacar países o
comunidades opuestas a sus proyectos, hasta donde le sea posible (que es
mucho).
5) La reducción drástica de las libertades individuales y los derechos humanos
que impulsa hacia el mundo la reforzada política derechista de Bush, intenta
controlar de una manera estricta al incipiente pero ya poderoso movimiento
pacífico de la antiglobalización. Este era un grave problema para los
dominadores del mundo, ya que les era imposible evitar sus embates sin chocar
groseramente con "sus propios principios", como quedó claramente demostrado
en las manifestaciones de Génova y el asesinato policial que allí ocurrió.
Hay otras numerosas conveniencias colaterales que esta situación trajo para el
capitalismo (no es la menor la extraordinaria revalorización que proporciona a
las industrias armamentísticas y energéticas, entre otras), mas en honor a la
brevedad y sencillez nos conformaremos con estas. Todas ellas constituyen
razones poderosísimas para creer que pudo haber una trama siniestra originada
en el propio seno de sus beneficiarios, con el objeto de proporcionar la excusa
imprescindible: los atentados.
Por otra parte, aunque confluyendo con estas hipótesis, está la necesidad
estratégica de los Estados Unidos de controlar el petróleo del mundo. A esta
altura de los acontecimientos es lícito decir que los atentados de Nueva York y
Washington podrían formar parte de una guerra que parece no ser otra cosa
que un enfrentamiento ínter corporativo financiero y económico global. El 18 de
septiembre de 2001 -siete días después de los atentados- el diario La Nación de
Buenos Aires señalaba en una nota lo siguiente: "[...] Las autoridades
financieras alemanas, japonesas y norteamericanas confirmaron que investigan
una serie de extrañas operaciones bursátiles concretadas días antes de los
ataques que conmocionaron al mundo.[...] La voz de alarma fue dada en
Frankfurt, donde los operadores recordaron con sospecha la caída en hasta el 15
% del valor de las acciones de Munich-Re, la compañía aseguradora más grande
del mundo, la semana anterior a la tragedia. [...] Uno de los datos que más
intrigan a las autoridades es que la reaseguradora suiza Swiss Re y la francesa
Axa también hayan experimentado bruscas caídas en las jornadas previas a los
atentados. Esto es algo rarísimo, ya que su sector es lo que se considera un
"título defensivo", es decir que suele mantenerse firme cuando los mercados
entran en un período de baja."
Los montos totales de seguros a pagar como consecuencia de los ataques a los
Torres Gemelas, una vez resuelto el juicio que se entabló, podrían llegar a los
71.000 millones de dólares, lo que significaría un verdadero crash para el sector.
Por consiguiente, cualquier inversor en papeles del rubro seguros hubiese
querido retirarse antes de los ataques del 11 de septiembre, y si las acciones de
las aseguradoras y de las reaseguradoras más grandes cayeron, como dice La
Nación, en un 15 por ciento como promedio, ello sólo pudo ser posible si alguna
fuente calificada avisó con tiempo suficiente, para poner a los inversores en
conocimiento de que algo catastrófico estaba por suceder. Y esas filtraciones de
información solamente pueden tener lugar en los escritorios más importantes
del mercado bursátil internacional, es decir entre las grandes agencias
especializadas y entre los grandes bancos de inversión, los mismos que manejan
la suerte de las economías de los países subdesarrollados, eufemísticamente
llamados mercados emergentes.
Mientras las acciones de las aseguradoras bajaban "inexplicablemente", las de
las petroleras trepaban en la misma proporción, y siguieron trepando a una
semana de los atentados. En ese mismo sentido cabe recordar que a los pocos
minutos de ser golpeadas la Torres Gemelas, el precio del barril de crudo
llegaba a un precio impensable veinticuatro horas antes: 30 dólares por unidad.
A la vez que recomendaban vender papeles del sector seguros, los mismos
agentes bursátiles y los bancos de inversión sugerían comprar acciones del
sector petrolero. Cuando los informantes desde Wall Street anunciaron el lunes
17 que la bolsa de Nueva York reabría con la peor caída de su historia, estaba
mintiendo en realidad, pues cayeron únicamente las acciones de los sectores
que no pertenecían a la economía del complejo industrial-militar de los Estados
Unidos. En el resto de las grandes bolsas del mundo sucedió algo parecido;
repuntaron los papeles de las empresas directa o indirectamente vinculadas al
negocio de la guerra. Llegaríamos así a una conclusión aterradora: los salvajes
atentados del 11 de septiembre último pudieron haber sido sólo simples aunque
macabras operaciones de los mercados financieros y bursátiles
internacionales.
12. Barbarie y resistencia global
Se abre un panorama acelerado y complejo, donde casi todas las cosas pueden
ser mañana mismo algo muy distinto de lo que estamos percibiendo hoy. Ese
torbellino es impulsado a veces por el capitalismo salvaje, que ambiciona
emerger de sus crisis y eliminar a sus contrincante por medio de audaces
movimientos, a veces convulsivos.
Aún antes de los atentados en Estados Unidos y su posterior campaña bélica, el
escenario de la guerra se extendió al ciberespacio donde, sin ejércitos ni armas,
se libran cada día cientos de batallas electrónicas. Mientras Bush ordena la
vigilancia en la red, cientos de hackers asedian las principales páginas web de
su gobierno. En esta confrontación virtual los antiimperialistas atacan con virus
los sistemas de defensa de Estados Unidos y Gran Bretaña, en tanto que policías
cibernéticos y neonazis realizan su cruzada contra los musulmanes bloqueando
páginas web árabes e islámicas. Un tercer frente, menos espectacular pero no
por ellos menos efectivo, está constituido por los ciberactivistas que se oponen a
las guerras estadounidenses. Semejantes a los desnudos jinetes partos que
enfrentaban sólo con arcos y flechas al Imperio Romano, los hackers
(especialistas en informática) utilizan sus computadoras para combatir a las
grandes corporaciones financieras o a los gobiernos más poderosos del mundo.
Estos guerreros virtuales no necesitan armas ni tener dinero para convertirse en
una "potencia" del ciberespacio, sólo su conocimiento en sistemas de
información.
La actividad de los hackers es tan vieja como Internet. La mayoría de ellos
forman una comunidad relacionada con otros movimientos sociales. Por
ejemplo, ante la guerra en Afganistán, los partidarios de la paz utilizan la
comunicación electrónica para coordinar acciones y circular miles de cartas y
manifiestos dirigidos a gobiernos, políticos y organizaciones de todo el mundo
para difundir su mensaje humanista.
De la misma manera, gobiernos, servicios de inteligencia, empresas y grupos
terroristas o racistas la utilizan para difundir sus ideas, conocer los secretos de
sus enemigos y atacar sus flancos débiles. Todos ellos han ampliado su
capacidad y velocidad de respuesta con la utilización de tecnología de punta. Al
depender de la red, la mayor parte de los servicios vitales del mundo se han
vuelto más vulnerables. Así las comunicaciones, centro de la economía y la
seguridad mundiales, se han convertido en un objetivo militar.
De esta manera, el ciberespacio es el teatro de operaciones donde se libran
algunas de las batallas militares y de inteligencia más importantes del mundo
moderno, tanto en la guerra de propaganda como en el bloqueo de los sistemas
de información y defensa de algunos países. Basta ver cómo los bombardeos
estadounidenses en Afganistán
tenían como primer objetivo inutilizar el sistema de comunicaciones del
régimen talibán.
En contraste, si un pequeño grupo de personas penetra las computadoras que
controlan la red podrían cortar la electricidad e intervenir los principales
servicios de una ciudad causando el caos.
Pero la red ha sido utilizada por los grupos antiglobalización y revolucionarios
de un modo más comunitario y constructivo. Muchas de las más grandes
movilizaciones, así como la organización del Foro Social Mundial, tuvieron su
apoyo en comunicaciones organizativas por medio de Internet.
Comunidades indígenas, organizaciones pacifistas, comunidades informativas
como Indymedia, basadas en la participación libre a través de internet,
sindicatos clasistas, movimientos políticos progresistas, grupos religiosos, junto
a países opuestos a la globalización, constituyen hoy el frente de los nuevos
bárbaros que amenazan la perduración del imperialismo contemporáneo. Es
necesario que así sea. Pues la permanencia de un sistema corrupto sólo puede
continuar derramando sobre la humanidad desdichas y violencia.
Una nueva sociedad mundial, basada en la redistribución de recursos, el
pacifismo y la tolerancia, así como en la educación universal y un progreso
tecnológico racional y sustentable, será posible sólo después del triunfo de estos
nuevos bárbaros que ha suscitado la actual globalización.