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Al parecer a Carol la mantiene sostenida la relación con la hermana, que viene a ocupar el
lugar de lo que Maleval llama Un-padre, que puede ser encarnado en una figura paterna,
que no es el padre simbólico, sino un elemento aislado, desconectado que surge fuera de lo
simbólico, y que puede servir de sostén al sujeto, hasta que se dé una situación que lo
confronte con esa ausencia del nombre del padre. La hermana era quién llevaba las riendas,
pareciera que había en Carol una identificación a ella y es ésta la que le permite la relación
con el mundo externo, con la realidad.
“Las identificaciones imaginarias son más frágiles que las suplencias. Alguien que se va
puede bastar para conmover las primeras, mientras que las segundas no dependen de una
presencia.” Para Carol la noticia del viaje de su hermana empieza a desencadenar en ella
una cantidad de síntomas, (grietas en las paredes, mutismo en el trabajo) que van
anunciando su resquebrajamiento psíquico. La ausencia de su hermana la dejó sin recursos
para continuar una vida que hasta entonces parecía normal. Pero además aparecen otras
circunstancias como la presencia del novio de la hermana, que lo siente como un invasor,
como un rival también empieza a generar síntomas (visión del hombre en el espejo,
repulsión por los objetos masculinos que hay en el baño).
El encuentro con el deseo del Otro puede ser desestabilizador para el psicótico. Lacan
concebía el desencadenamiento de la psicosis a partir de una coyuntura que “reproduce” el
momento culminante del complejo de Edipo y que revela su fracaso. Consideraba que en
estas circunstancias el objeto paterno de la identificación edípica no conseguía superar al
objeto de deseo. La protagonista presenta alucinaciones con un hombre que la violaba, sin
embargo, vive en las alucinaciones lo que no admite en la realidad, no sabe cómo
responder cuando el joven la corteja, se queda perpleja frente al beso del hombre, como sí
no entendiera que significaba o como debía responder.
Finalmente se podría resumir con las palabras de Maleval: “Se requiere de la conjunción
entre el desfallecimiento de la suplencia y la confrontación con la incompletud del Otro
para que se dé el desencadenamiento.”
La caída de ese sostén imaginario pone a Carol frente a su vacio, a esa forclusión del
nombre del padre, a esa falta de significante que la conecte con el discurso del otro, la lleva
al desencadenamiento hasta llegar al estado catatónico.
Delirios de persecución, cuando veía que las luces se prendían y sentía ruidos, para que
luego llegara su abusador. Aquí es interesante observar como en lo real aparece un asunto
que en la realidad Carol no sabe como asumir o que le produce repulsión.
Paso al acto cuando asesina a su pretendiente y al dueño del apartamento. Tal vez es la
forma de querer buscar una tranquilidad con ese goce que se hace insoportable.
En el caso de Carol, las alucinaciones son ese advenimiento de lo real, cuando ella se
confronta con una realidad a la que no puede responder, porque los recursos que tenía para
sostenerse han caído. Las alucinaciones son la forma en que lo real invade, se fija en
imágenes o voces, Las paredes resquebrajadas como derrumbamiento de su ser y su mundo,
el hombre invasor y abusador, todo ello como muestra de lo que significa la forclusión del
nombre del padre. De la forma como el sujeto psicótico establece su relación con el
mundo, o mejor como se vuelve objeto pasivo de la invasión de lo real.
BIBLIOGRAFÍA
Alvarez, José María. Las alucinaciones: fenómenos y estructura. Uno por Uno. Revista
Mundial de Psicoanálisis. No 45, 1997.