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El núcleo de la
hipótesis
Acusación
convertida en
Acaecido todo lo anterior: a) la hipótesis, con
acusación es,
b) los correspondientes datos de apoyo, y c)
según Taruffo
sus respectivas fuentes, podrá transformarse
el hecho a
en un acto de acusación dotado de aptitud
probar
para la apertura de la fase de enjuiciamiento
Los comunes elementos fácticos que A partir de esta clasificación de Taruffo puede
forman el material probatorio, para hablarse de:
Taruffo son el objeto de prueba. (a) Medios probatorios directos: no porque
Por lo general el thema probandum aporte un conocimiento directo de lo que se
estará dotado de cierta complejidad, prueba (lo que no es posible al tratarse de
que demandará su descomposición en eventos pasados), sino porque el enunciado
segmentos que plantearán la necesidad se expresa sobre el propio hecho imputado.
de trabajar con subhipótesis, y ello (b) Medios probatorios indirectos: cuando el
porque no se prueba de una sola vez enunciado en que se concreta está referido a
sino en una secuencia probatoria elementos circunstanciales del hecho
principal, que remiten a este de manera
incidental.
Motivar no es develar algo oscuro del inconsciente del juez, sino verbalizar el modo que
se operó con la información obtenida, la manera como la misma ha sido tratada. No es
algo que le “ocurre” al juez sino un proceso cognoscitivo que este debe conducir
consciente y racionalmente de cara a su justificación.
Agrega IBAÑEZ que el juzgador sólo es imparcial, si, partiendo de la inocencia, explica
en los fundamentos probatorios de la decisión, el porqué –razonado- de su
convencimiento a favor de la culpabilidad. El deber de motivar es garantía de rigor de la
vigencia real de la presunción de inocencia y del principio in dubio pro reo, algo que se
logra aplicando el “máximo nivel de lucidez de conciencia” si se trabaja con la
objetivación del discurso mediante la escritura.
Esto permite entrever dos cosas: a) no todo lo acusatorio es valioso, obsérvese el
posicionamiento de la íntima convicción en procura de erradicar la prueba legalmente
condicionada, y b) no todo lo inquisitivo es desechable, el valor de la escritura,
generalmente despreciada por quienes ven en la grafía una rémora inquisitorial, en
rigor preserva los derechos fundamentales del acusado.
El último postulado acorta las distancias entre los dos mundos jurídicos conocidos en
occidente:
(a) Civil law: el principio in dubio pro reo.
(b) Common law: la culpabilidad más allá de toda duda razonable. La culpabilidad
lo es en términos de certeza práctica, no se trata de evitar toda duda lógica,
sino de un buen conocimiento probable (i.e. situados en esta perspectiva
gnoseológica, la propia del saber empírico, no existen motivos racionales para
dudar de la conclusión probatoria alcanzada). La similitud con el “civil law”
radica en que, decir que el imputado se presume inocente, significa que la
acusación debe probar la culpabilidad más allá de toda duda razonable.
Excursus: La Corte Suprema de EE.UU., en los fallos “Victor v. Nebraska” y
“Sandoval v. California”, respecto del estándar “más allá de toda duda razonable”,
sostuvo:
(a) Las instrucciones al jurado: La Constitución no ordena utilizar una fórmula
particular de palabras para informar al jurado acerca de la carga de la prueba
del Estado. El problema estriba en que algún miembro del jurado entienda que
se permita un fallo de culpabilidad basado en un grado de prueba por debajo
del límite exigido constitucionalmente. La cuestión correcta “no es si las
instrucciones ‘pudieron haber’ sido aplicadas inconstitucionalmente, sino si
existe una probabilidad razonable de que el jurado ‘efectivamente’ las haya
aplicado inconstitucionalmente.”.
(b) Evidencia moral y certeza moral: En estos casos se definió la “duda
razonable” como “no una mera duda posible, sino una que depende de la
evidencia moral, de manera que los miembros del jurado no puedan decir que
sienten una convicción perdurable, con certeza moral, acerca de la verdad de
la acusación”. La idea de “evidencia moral” es un anacronismo, pero no por
ello desechable, implica “evidencia basada en la observación general de la
gente, más que en lo que es demostrable”, no es un uso problemático, pues al
jurado no se le indicaba que examinaran los hechos desde la ética o la moral,
sino a la evidencia empírica. La “certeza moral”, atada a la anterior, implica la
necesidad de alcanzar el estado subjetivo de certeza próximo de la
culpabilidad, no puede desvincularse de la evidencia del caso.
(c) Mera duda posible: Los acusados atacaron en estos casos la noción de que
“una duda razonable no es ‘una mera duda posible’”. Lo posible se utiliza allí
en el sentido de “extravagante”, todo está expuesto a dudas imaginarias, y ello
no puede conducir a absoluciones.
(d) Duda real y sustancial: La “duda razonable” se definía en estos casos como:
1) una duda que no permitirá una convicción perdurable, con “certeza moral”
acerca de la culpabilidad del acusado, y 2) una “duda real y sustancial” que no
se excluya por las sólidas probabilidades del caso. Los acusados entendían
que la equiparación entre “duda razonable” y “duda sustancial” exageraba el
grado de duda necesario para absolver, pero la equiparación se refiere, en rigor
a rechazar una “duda originada en una mera posibilidad, en la pura
imaginación, o en una conjetura extravagante”.
(e) Certeza moral: implica una convicción perdurable de la culpabilidad, tiene que
haber convencimiento de aquella, luego de una consideración total, justa e
imparcial de toda la evidencia. La guía debe ser únicamente la evidencia, y no
permitirse especulaciones, conjeturas o inferencias infundadas.
(f) Probabilidades sólidas: No subestima esto inconstitucionalmente la carga del
Estado, pues las probabilidades deben ser sólidas como para probar la
culpabilidad más allá de toda duda razonable.
Por otra parte, la instrucción, tiene una inevitable relevancia objetiva, no puede
desplazar al juicio, pero debe hacer posible un debate con algún rigor a partir de
disponer de caudal de información. Dicho de otra forma, salvo en los delitos naturales,
donde se trata de acciones elementales cometidas en presencia de testigos, en los que
instruir equivale a la fácil constatación provisional de elementos de singular plasticidad,
el proceso no puede contar con una liviana investigación, es preciso verificar con algún
detenimiento la concurrencia –o no- de datos prima facie hábiles para formalizar una
hipótesis acusatoria dotada de aptitud explicativa (en ocasiones puede ser compleja si
hay pluralidad de intervinientes, dilatado tiempo, diversidad de escenarios, etc.).
IBAÑEZ señala que no hay nada de aporético en postular la centralidad del debate e
insistir en contar con una instrucción dotada de calidad, esta no debe prevalecer sobre
aquel, pero la cuestión debe analizarse sobre el plano epistémico (del proceso como
medio de adquisición de conocimiento), en la instrucción se trata de comprobar si hay
base empírica para elaborar con rigor una hipótesis acusatoria, que en caso positivo,
será trasladada a un ámbito de discusión, el juicio oral, frente a un sujeto imparcial
§7.- Conclusión.
El texto del juez del Superior Tribunal Español campea sobre la necesidad de obtener
elementos probatorios, pero también prácticas probatorias, que reporten datos obtenidos
legítimamente. Ello proporciona un procedimiento limpio y proscriptor de malas
prácticas judiciales.
Asimismo, el respeto de los derechos y contar con un sistema penal más justo y
humanista.
La necesidad del imperio de la legalidad, pero por sobre todo, de la Constitución (i.e. de
los derechos fundamentales) es el costo a pagar para ganar en libertades, y por ende en
un Estado Democrático de Derecho, aunque se pierda en el camino la posibilidad de
hallar la verdad, pero supeditado a regirnos por los dogmas de un Estado de Policía.
Considera la verdad así obtenida, como verdad de calidad, y finalidad del
enjuiciamiento.
Conecta esta función del proceso con el amplio juego del principio de la duda y el in
dubio pro reo, estableciendo entre estos factores una relación directamente
proporcional: cuanto más dudas se despejen en forma previa al pronunciamiento sobre
la verdad de un hecho considerado como delito, y la identidad de su autor, mayor
calidad de verdad se obtendrá y consecuentemente mayor será la calidad de
enjuiciamiento.
Mittermaier refiere que resulta la probabilidad, a) cuando las pruebas que debieran por
sí mismas establecer la verdad no se presenten a primera vista con las condiciones
necesarias, b) cuando en oposición a los motivos suministrados por ella existen otros
también muy fundados en sentido contrario, c) o cuando la convicción no descansa sino
en ciertos datos que a pesar de su reunión, no son todavía lo suficientemente poderosos
para producir la certeza. Siempre queda lugar a la duda cuando no se desvanezca la
posibilidad de lo contrario1.
Esta obra que examinamos de Perfecto Ibañez, es técnicamente muy fina: a) resalta
virtudes del inquisitivismo y vicios del principio acusatorio, dando cuenta así de la
necesidad de no encumbrar un sistema sino de flexibilizarlos y extraer de cada uno sus
elementos de interés, b) apunta de manera precisa el rol de juez de cara al perito, cuya
posición no es la de técnico superior en la materia de que se trate, sino el de calibrador
del proceso a través de la valoración judicial, además puntualiza que no puede
permanecer puramente pasivo de cara a dicha prueba lo que no va en desmedro de su rol
1
Mittermaier, C. J.; Tratado de la Prueba en Materia Criminal, Biblioteca Jurídica de la Revista de
Legislación y Jurisprudencia, Madrid, 1877, pág. 63.
de tercero imparcial, c) fija el marco probatorio, apuntando con agudeza el proceso de
conocimiento judicial, y que en última instancia, la prueba no aporta de manera directa
los hechos sino que brinda indicios que deben eslabonarse, subrayando la
responsabilidad del juez al razonar sobre el marco probatorio global.