Sunteți pe pagina 1din 23

GENERALISIMO EMILIO AGUINALDO (1869-1964)

Drama histórico por Edmundo Farolán

NARRADOR:

Generalísimo Emilio Aguinaldo. El decía: "La verdad está siempre encima de toda la
decepción y la falsedad de este mundo."

Durante toda su vida, existía un montón de detractores que escribieron y hablaron


falsedades contra este hombre, y en particular, en su papel extraordinario durante la
Revolucion Filipina de 1896.

Pero Aguinaldo, hombre humilde, hombre religioso, rehusaba confrontarse ante estos
críticos porque sabía que un día, la historia, la historia verídica y objetiva, le
vindicaría.

Escena 1.

La escena comienza en un estado de alegria, movimiento, efluvio. Hoy es el dia de la


Independencia Filipina. Hora: 1600 hrs. Dia: 12 de junio 1898. Lugar: Kawit,
Cavite. En el fondo: la casa solariega de Aguinaldo. Aguinaldo se levanta
orgulloso en su balcón. En ambos lados, la bandera filipina. El generalísimo está
acompanado por sus consejeros y visitantes especiales, en particular, el delegado
norteamericano, el Coronel Johnson, representante del Almirante Dewey. Bullicios,
aplausos, música alegre, cohetes explotando con frecuencia,todo en un ambiente
festivo. Todo el auditorio en plena comoción. Los actores participan con los
espectadores a celebrar esta ocasión. Nota para el director escenico: Hay que
preparar a los espectadores para que participen en toda la accion escénica. Todo el
auditorio está lleno de banderas filipinas, y las calles están llenas de soldados,
veteranos victoriosos de la guerra contra los espanoles. En medio de los generales
de la revolucion, Aguinaldo, 29 anos, manda leer a Rianzares Bautista, 68 anos, la
Acta de la Proclamacion de la Independencia del Pueblo Filipino.

BAUTISTA: Proclamamos y declaramos con solemnidad en nombre de los


habitantes de Filipinas que tienen el derecho de ser libres e independientes; que son
libres de toda obediencia de la corona de Espana; y que toda relacion con ella
anulada...teniendo firme la confianza en la proteccion de la Divina Providencia,
garantizamos el apoyo de esta declaracion nuestras vidas, fortunas, y la posesión mas
sagrada que tenemos: EL HONOR! Firmada por: Rianzares Bautista, Aurelio
Tolentino, Felix Ferrer, Felipe Buencamino, Fernando Canon, Ladislaw Diwa, L.M.
Johnson, Mariano Trias,Artemio Ricarte, Baldomero Aguinaldo, Mariano
Noriel,Pantaleon Garcia, Esteban San Juan, Felipe Topacio,
Juan Caillas, Daniel Tirona..

Continua leyendo otros nombres. Mientras tanto, los espectadores y los actores en
el auditorio empiezan a gritar "MABUHAY SI HENERAL AGUINALDO!
MABUHAY ANG KALAYAAN FILIPINAS! VIVA AGUINALDO! VIVA
FILIPINAS!"El himno nacional filipino se toca y todos cantan:

“Tierra adorada/hija del sol de Oriente/su fuego ardiente/en ti


latiendo esta.Tierra de amores/ del heroismo cuna/ los invasores/ no te
hallaran jamas.En tu azul cielo, en tus auras/ en tus montes y en tu
mar/esplende y late el poema/ de tu amada libertad.

Tu pabellon que en las lides/ la victoria ilumino/ no vera nunca apagados sus
estrellas ni su sol.Tierra de dichas, de sol y amores/ en tu regazo dulce es vivir/es
una gloria para tus hijos/ cuando te ofenden por ti morir!”

Otra vez se oyen gritos:VIVA FILIPINAS! VIVA AGUINALDO!


MABUHAY ANG FILIPINAS! MABUHAY ANG KALAYAAN! MABUHAY SI
AGUINALDO!

Aguinaldo ahora se levanta solo en el balcón, las luces del auditorio y la música
empiezan a disminuir junto con el festejo. Cuando todo es silencio, solo a Aguinaldo
se enfoca en el centro del balcón. Los otros actores hacen MUTIS. Los
espectadores y actores en el auditorio toman sus asientos. Cuando todos están
sentados y las luces en el auditorio se apagan, Aguinaldo, solo, con un foco especial
iluminando su presencia, dirige las siguientes palabras, con su normal
modestia, tono tranquilo, pero con mucha deliberación:

Escena 2.

AGUINALDO:

La historia de la humanidad: avaricia, egoismo.


La historia de las naciones: imperialismo,expansionismo, violencia. Más que todo, la
violencia, las guerras, la crueldad entre hombre y hombre. La fuerza y los fuertes
explotando a los débiles.
Nosotros los filipinos hemos sido víctimas y títeres de las naciones que se orgullecen
en llamarse 'democráticas': España. Los Estados
Unidos de Norteamerica. Éramos los filipinos, los peones en sus guerras. Ellos
decidieron, teorizaron, planearon, y nosotros, los pobres explotados, luchamos sus
guerras. Idealismo. Todo por el idealismo. El idealismo
de aquel sueño de que si se pudiese existir algún ideal que se llamara
'democracia'enseñada a nosotros por estos extranjeros.

Pero ya era demasiado tarde cuando nos dimos cuenta que nos manipulaban. Hoy
día, los extranjeros nos siguen manipulando con su propaganda de la democracia y la
libertad. Sí, compatriotas filipinos, la democracia y la libertad. Pero no para
nosotros. Para ellos. La democracia y la libertad para ellos, los blancos,y no para
nosotros, los indios. Cuando los blancos hablan de la 'libertad de los pueblos del
mundo', quieren decir la libertad suya, la
libertad blanca, la democracia de los blancos del mundo.

Yo era joven, demasiado joven. Éramos en aquel tiempo los idealistas, los jóvenes
idealistas. Agoncillo, Basa, Tolentino, Ferrer, Canon.
Creíamos sinceramente al cabrón viejo Dewey cuando nos dijo: "Los Estados Unidos
hemos llegado a Filipinas para proteger a los nativos y
soltarles del yugo de Espana!"

Los Estados Unidos de Norteamerica es riquísima en sus territorios,


su dinero. No necesitan colonias. Creíamos al viejo Almirante Dewey, gringo
victorioso contra la armada naval de los ineptos
españoles en la Bahía de Manila.

¿Por qué? Porque éramos jóvenes, jóvenes e idealistas. Luego, nos


dimos cuenta de la manipulación maquiavélica,política. Derramamos nuestra sangre
india para proteger los interese de los blancos, los blancos con sus pieles delicados,
los blancos pieles de los conquistadores norteamericanos.

Escena 3.

La escena traslada a otra parte del escenario. Aqui vemos al


joven Aguinaldo, 29 años, recibiendo los honores de un
Generaíisimo abordo el OLYMPIA. El Almirante Dewey, 62 años, le saluda junto
con una sección de los guardias marinas de honor.Después de las ceremonias, los
dos se sientan y hablan.
AGUINALDO: ¿Es verdad que envió Vd. todos esos telegramas al
Consul Pratt en Singapore, asegurando la Independencia Filipina bajo la protección
naval de los Estados Unidos?

DEWEY: Claro que sí. Nuestro propósito de venir a Filipinas es protegeros de


España. No hay duda ninguna de parte nuestro sobre el asunto del
reconocimiento de la independencia filipina por los Estados Unidos. Todo lo que
pedimos es que Vd. convenza y urja a los filipinos que se levanten contra los
españoles y que lo hagan en una campaña corta y decisiva.

AGUINALDO: (en voz baja y modesta) Los acontecimientos hablarán por sí


mismos. Nuestro problema de momento es material. No tenemos bastantes armas.
Todavia estoy esperando el primer envío de armas del Consul Wildman de Hong
Kong. No podré comenzar la campaña hasta que lleguen estas armas.

DEWEY: Tenemos que hacer algo urgente sobre ese asunto. Lo que voy a hacer para
Vd. es enviar un barco en seguida a Hong Kong para sacar esas armas.
Mientras tanto, utilicen las armas confiscadas de los barcos de guerra de los
españoles, y los 62 fusiles y municiones traidos por el Petrel de
Corregidor.

AGUINALDO: Gracias Almirante. (Pausa. Con un tono tranquilo y modesto, pero


con una deliberación aguda y directa:) Antes de salir de Hong Kong, la colonia
filipina allí tuvimos una junta donde discutimos la posibilidad de que, después de la
derrota española, los norteamericanos no reconocerán nuestra independencia, y la
posibilidad también de que sucederá otra guerra, esta vez contra los norteamericanos.
Naturalmente, los norteamericanos nos derrotarán. Hemos sufrido mucho en las
batallas contra los españoles. Ademas, faltamos armas y municiones y claro, los
norteamericanos, con sus armas superiores y abundantes municiones, nos derrotarían
fácilmente. Siento mucho por esta franqueza, pero mi pregunta es ésta: en su
opinión, ¿tiene alguna base estas preocupaciones nuestras?

DEWEY: (riendo con urbanidad) Me alegro que es Vd. franco y abierto conmigo.
Yo creo que los filipinos y los nortemericanos debieran actuar como amigos y
aliados, ¿no cree Vd.? Debemos quitar todo obstáculo en este camino hacia una
alianza mutua, es decir, toda duda y todas las dificultades. Le aseguro a Vd. que los
Estados Unidos reconocerán la Independencia del pueblo filipino, garantizado por la
palabra de honor de los nortemericanos que vale mucho más que cualquier acuerdo
escrito por los españoles, como lo que pasó hace poco en el pacto de Biak na Bato.
Ademas, yo creo que sería menester que la bandera filipina se alzara a la vez que la
de los Estados Unidos para ganar el respeto y la estima de las otras naciones.

Las luces desaparecen de esta escena. El foco ahora al NARRADOR

Escena 4.

La perfidia norteamericana. Perfidia y traición. Los norteamericanos después de este


acontecimiento con Aguinaldo, se sentaron tranquilos en sus barcos en la Bahía de
Manila mientras sus "pequenos hermanos morenos" lucharon sus batallas
contra los españoles. Pero nuestro general actuaba de buena fe. Tomó las armas y
municiones de los yanquis y siguió la lucha porque pensaba en la patria, pensaba en
nuestra independencia. Fue un hombre de honor, un hombre de su palabra. Creía
que los demás fueron como el--honrado. Nunca jamás pensaba que los
norteamericanos iban a volver atrás en su palabra. No le ocurría ni pensaba en
decepciones. Idealismo. Naiveté, ¿quizas? Cuando habló con sus consejeros en
Hong Kong, tenía aún esa fe en los Estados Unidos.

Apunta a otra parte del escenario donde se ilumina una escena que toma lugar en
una casa en Hong Kong. Los exilios están discutiendo planes para la
Independencia Filipina. La fecha: 4 de mayo 1898.

Escena 5.

AGUINALDO:

Tengo absoluta confianza en el espíritu norteamericano. Su historia y su tradición lo


prueba. Los norteamericanos lucharon por su independencia y la abolición de la
esclavitud. Han sido siempre los campeones y libertadores de
los pueblos oprimidos.

AGONCILLO:

Estoy de acuerdo. Creo que los Estados Unidos reconocerán nuestra independencia.
En Cuba, ¿acaso no declararon la guerra contra España para liberar al pueblo
cubano? No veo cómo actuarían de otra manera en nuestro caso.

SANDIKO:
Tienes razón. Si el gobierno norteamericano propone a llevar a cabo los principios
fundamentales de su constitución, es muy improbable que colonizarán o anexarán las
islas.
Yo creo que reconocerán nuestra independencia.

ALEJANDRINO:

No lo sé. Soy un poco sospechoso. Es un riesgo, creo yo. Un gran riesgo confiar
totalmente en los norteamericanos. Un peligroso riesgo, creo yo, aceptar su
invitación en lo que llaman una 'lucha común' contra los españoles. Pero
parece que no tenemos otro remedio. No tenemos armas; no perdemos nada.
Ademas, son los únicos dispuestos a vendernos armas y municiones, y la
ayuda de algunas tropas.

AGUINALDO:

Dewey quiere que volvamos a Filipinas para urgir a los filipinos levantarse contra
los espanoles. Nos aseguró su cooperación en cuanto a las armas y municiones que
necesitamos. Me dijo que aunque él no tenía la autorización, sin embargo y sin duda
me aseguró que nuestra libertad está garantizada como la de Cuba, con la única
condicion que cooperemos con ellos.

Escena 6.

NARRADOR:

Los cubanos. Y mira lo que paso a Cuba. Comunista y anti-americano. Otra vez,
otra perfidia norteamericana contra los cubanos. Otra vez, la cuestion del
expansionismo, el expansionismo norteamericano. El chauvinismo blanco, la
arrogancia intelectual, la intimidacion de los fuertes contra los debiles--estos son los
instrumentos de los yanquis en los paises del tercer mundo.

Volviendo ahora a la escena filipina. Pues, como se esperaba, los Estados Unidos dio
la espalda a Filipinas. Su moto, "Libertad a Cuba", no se aplicó en Filipinas. El
presidente McKinley no supo lo que sucedio despues porque murió durante su
presidencia en manos de un asesino. Filipinas fue víctima de lo que se llamó
”Manifest Destiny" que algunos de sus consejeros como Teodoro Roosevelt y Russell
Alger inventaron para justificar el abandono de la politica extranjera estadounidense
de "no intervencion" en los asuntos de otras naciones.
He aqui algunos comentarios de unos "distinguidos" norteamericanos sobre su
politica de expansion, o mejor dicho, en términos más bien eufemísticos,
"la politica del destino americano". Primero, el Capitan Mahan:

Los actores estan situados en diferentes partes del auditorio. Foco especial a cada
uno cuando llega su turno de hablar.

Escena 6.

MAHAN:

La expansion norteamericana no era un complot premeditado. Nuestros deseos no


tenían nada que hacer con ningún complot. Fue cosa natural, necesaria e irreprimible.

NARRADOR:

Ahora canta el Secretario del Interior, John M. Hay.

HAY:

Ningún hombre, ningún partido político podría luchar con éxito contra una tendencia
cosmica.

NARRADOR:

Otro expansionista yanqui, Chauncey Dephew, dijo con certeza lo que era el destino
norteamericano.

DEPHEW:

Está en nuestra sangre ansiar posesiones coloniales; ningún poder mundial puede
impedirlo.

NARRADOR:

Y ahora, el joven impetuoso, el secretario auxiliar del departamento de Marinas, que


después llegó a ser presidente, Teodoro Roosevelt.

ROOSEVELT: (con puño cerrado, rabioso)


El presidente McKinley no tiene firmeza en sus decisiones. Es necesario
una guerra contra España para liberar a Cuba. No importa los intereses comerciales!

NARRADOR:

Otro miembro del gabinete, el Secretario de Guerra, Russell Alger, general en la


guerra civil estadounidense.

ALGER:

El Presidente Mckinley debe declarar la guerra contra España. Si no lo hace, sería un


gran error. Se arruinará no solamente su reputación como presidente, sino también la
reputacion del partido republicano. No importa los deseos del pueblo
norteamericano. El congreso debe declarar guerra sin su consentimiento.

NARRADOR:

Pues, en fin, el congreso norteamericano declaró la guerra contra España por el


asunto de Cuba, con el apoyo de Mckinley, gracias a los consejos de su
gabinete de expansionistas. Pero lo que no adivinaba McKinley fue el hecho de que
la guerra cubana, a pesar de su propaganda de la libertad de los cubanos oprimidos
por España, etcetera, dio justificación al astuto Roosevelt y compania a hacer lo
mismo en el Pacífico. La excusa ahora fue que era necesario prevenir un ataque de
la flota española estacionada en Filipinas contra la costa pacífica de los Estados
Unidos. Es decir, una justificacion sin que lo sepa McKinley, para tomar control de
las Islas Filipinas. Si, damas y señores, la astutez norteamericana!

Pero ¡qué gran broma porque todo el mundo sabía que la flota española en el Pacífico
no valia para nada! Eran unos tres o cuatro barquitos de guerra que no podía ni
viajar entre isla a isla en Filipinas. ¿Cómo entonces podia viajar esta flota
hasta la costa pacífica de los Estados Unidos y más aún atacarla? Mucho antes de la
guerra Hispano-Norteamericana, los expertos navales de Asia ya habían dicho que la
flota española en Manila era deplorable y que estuvo compuesta de viejos y
decrépitos barcos de guerra incapaces de cruzar el Pacifico. La flota no ejercía
ninguna amenaza a la costa norteamericana. La victoria de Dewey contra Montojo
ya fue concluido mucho antes de la actual batalla en la Bahia de Manila.

Filipinas, geograficamente, fue muy ideal. La puerta a la expansion del Oriente. Y


los Estados Unidos, siempre expansionista, siempre andando con
negocios, veía al Oriente como otro gran negocio.
Si, senores, Filipinas, el trampolín para luego saltar y dominar el mercado asiático.

El profesor George Taylor en su libro America en el Nuevo Pacifico tiene este que
decir.

TAYLOR: (tono de profesor)

China y Japón tenían que entrar el mercado mundial para nuestro beneficio.

NARRADOR:

Lo mismo fue pronunciado por W.H. Seward.

SEWARD: (mirando hacia el porvenir, con un tono profético)

Asomamos hacia un estado más sublime que lo del progreso nacional--la expansion
de nuestras riquezas y el agrandecimiento rápido de nuestros territorios. El comercio
internacional ha traído a nosotros los antiguos continentes, y han creado necesidades
para nuevos puestos y conexiones. Quizas, colonias alla! (apuntando al horizonte)

NARRADOR:

Puedo seguir con numerosos comentarios de los politicos expansionistas que


hablaron del sueño norteamericano, el sueño de la expansión económica, pero ya
hemos oido bastantes comentarios que servirán de base para seguir con
este pequeño documentario historico del Generalisimo Aguinaldo, víctima de
circunstancias, víctima de la historia filipina. Víctima porque era el presidente en
esta época y claro, responsable de las derrotas, angustias, frustraciones y
sufriemientos del pueblo filipino, y siendo el caudillo, como decía el Presidente
Truman, "the buck stops here".

Ademas, cuando consideramos el hecho de que la historia filipina fue escrita por los
historiadores filipinos educados en los Estados Unidos, uno se da más cuenta del por
qué los americanos siempre han sido los "buenachones" en las historias escritas sobre
Filipinas, y los españoles, siempre los malvados.

Y asi que nuestro héroe era, en realidad, el anti-héroe de estos historiadores. Sí


señores, Aguinaldo, el martirio, llevaba en sus hombros los errores cometidos por sus
compatriotas. Aguinaldo, el peón de las fuerzas imperialistas.
Escena 7.

En casa de FELIPE AGONCILLO, el primer diplomático filipino. Agoncillo está


escribiendo una carta. Mientras escribe, el magnetofón en OFF suena lo siguiente:

MAGNETOFON: (voz de Agoncillo, mientras escribe)

27 de mayo de 1898.
Distinguido Generalísimo Aguinaldo. Hay que saber las verdaderas intenciones de
los norteamericanos. Ya les hemos informado que les ayudaríamos a luchar
contra los españoles con el fin de que obtengamos nuestra independencia de España.
Ahora si ganan con la ayuda nuestra, y no reconocen nuestra
independencia e insisten en esclavizarnos o vender nuestro país, entonces tenemos el
derecho de luchar contra contra ellos para el bienestar de nuestra patria. Tenemos
que enviar un representante a los Estados Unidos para verificar las verdaderas
intenciones de los norteamericanos.
Felipe Agoncillo.

Escena 8.

En el despacho de Aguinaldo en Kawit. Aguinaldo, sentado, escribe.

MAGNETOFON: (OFF mientras escribe voz de Aguinaldo)

7 de Agosto de 1898.
Distinguido amigo, Don Felipe. Es menester que vaya Vd. a Estados Unidos lo más
pronto posible para que sepa el gobierno de McKinley la verdadera situación aquí en
Filipinas.
Dígale al presidente Mckinley que no debiera ignorar los sentimientos del pueblo
filipino.
Emilio Aguinaldo.

Escena 9.
"Oval Room" de la Casa Blanca en Washington. Octubre, 1898. Agoncillo y
Mckinley están sentados. Al lado de Mckinley, un intérprete también sentado.
Traduce al inglés simultáneamente en voz baja mientras habla Agoncillo .

AGONCILLO:

Señor Presidente. El gobierno filipino, igual que los Estados Unidos, es un gobierno
democrático. Fue sancionado por el pueblo filipino y nuestro jefe el general Emilio
Aguinaldo fue elegido por sus compatriotas, los ciudadanos
filipinos. Vengo como representante de nuestro gobierno y nuestro jefe el General
Aguinaldo para informarle otra vez a Vd. y al gobierno estadounidense del hecho de
que existimos como una república tal como la de ustedes, una república soberana e
independiente. Esperamos que esta nación norteamericana lo reconozca en su total
soberanía.

MCKINLEY:

I'll see to it that the American peace commissioners in Paris will take this matter into
serious consideration. Meantime, I suggest follow up the matter when you go to
Paris. (Dando la mano) Welcome to the United States of America!

INTERPRETE: (traduciendo simultáneamente al español)

Voy a enviar su mensaje a la delegación norteamericana en París. Le aconsejo que


vaya Vd. Allá para confirmarlo. Bienvenido a los Estados Unidos!

AGONCILLO:

Gracias, señor Presidente.

(Hace mutis.)

MCKINLEY: (al ínterprete, con tono de patrón)

If there were more Filipinos like that chap Agoncillo, there would be
no question about their right to govern themselves.

Escena 10.
(Conferencia de la Iglesia Episcopalia, Washington, D.C. Octubre 1898.
Los delegados entran y toman sus asientos en el auditorio junto con los espectadores.
Una bandera grande lee: "AMERICAN EPISCOPAL TRIENNIAL CONVENTION”

MODERADOR:

Buenos días señores y señoras. Bienvenidos a la conferencia de la iglesia


episcopalia. Esta mañana, tenemos a un huésped especial, el Embajador de la
República de las islas Filipinas, quien nos va a dirigir unas palabras sobre la
situación en Filipinas. El embajador su excelencia Don Felipe Agoncillo.

(Aplausos)

AGONCILLO:

Gracias, Sr. Moderator, y gracias, damas y caballeros, por esta calurosa recepción.
Siento muy honrado hablar aquí sobre la situación política en Filipinas. Como sabéis
muy bien, declaramos hace cuatro meses nuestra independencia de España. Los
Estados Unidos, después de la victoria del almirante Dewey en la Bahía de Manila,
nos ayudó con otras victorias después. Antes de esta victoria, sin embargo, nuestro
Presidente, General Emilio Aguinaldo había luchado y ganado varias batallas contra
los españoles .

El gran problema que existe hoy día es que hay facciones en la política
norteamericana que no reconocen nuestra aindependencia. Ambos gobiernos los de
Norteamerica y España por medio de sus delegados están ahora en París para firmar
un tratado que se va a ratificar el diciembre de este año.

La ironía aquí es que Filipinas es una nación soberana, y no formamos parte de las
negociaciones. Es decir, no reconocen a Filipinas como una nación independiente.

Hablé hace unos días con el Presidente McKinley y me urjo ir a París y hablar con
los delegados americanos allá.

Enonces, les ruego a Vds., por parte del gobierno de la Republica de Filipinas en el
verdadero sentido del espíritu cristiano, a apoyarnos en esta lucha de reconocer la
soberanís de nuestro país. Gracias por su atención.
Un aplauso cortés del auditorio. Las luces se disminuyen en el auditorio y en el
escenario. Los delegados (en el auditorio junto con los espectadores) comentan en
voz baja. Muchos dan comentarios positivos del discurso de Agoncillo.

Escena 11.
Delegados de la conferencia en grupos de dos o tres dando la enhorabuena a
Agoncillo, otros dandole la mano. Otros tomando café y galletas. El Senador
Chandler se acerca a Agoncillo. Centro del escenario.

CHANDLER:
¸
Sr. Agoncillo, soy Senador Chandler. Eso fue un discurso muy emocionante.

AGONCILLO:

Gracias, Senador.

CHANDLER:

¿Cuándo se marcha Vd. Para París?

AGONCILLO:

Mañana.

CHANDLER:

Mi colega, el Senador Davis, es uno de los miembros de la Comisión de la


delegación estadounidense. Le voy a escribir y si no es inconveniente por su parte,
lléveselo y déselo a él personalmente.

AGONCILLO:

Claro que sí, Senador. No es ninguna inconveniencia.

CHANDLER:

Lo que diría en la carta es que apoyo vuestra causa y que se debiera reconocer
vuestra nación como nación independiente.
AGONCILLO:

Gracias, Senador. Lo aprecio mucho.

Las luces se apagan.

Escena 12.

McKinley está en su campaña para la re’elección. Banderas norteamericanas y


banderas con las palabras "VOTE MCKINLEY" , "VOTE REPUBLICAN" por todos
lados del escenario y el auditorio. McKinley dirige su discurso a los delegados de
una conferencia de la Iglesia Metodista. Hay una bandera grande encima del centro
del escenario que dice: "METHODIST CONVENTION".

El Moderator, con micrófono en el podio, centro. Los delegados gritando “Mckinley


for president!"etc.

MODERATOR: (entre gritos)


Damas y caballeros, tengo el gran honor de presentarles el Presidente de los Estados
Unidos, el president McKinley!

(Gritos y silbidos, y una orquesta tocando la marcha presidencial)

MCKINLEY:( Con una gran sonrisa en su cara, sus manos señalando la ¨V¨para
¨Victoria¨. Más gritos y silbidos del auditorio.)

Gracias, señores, muchas gracias damas y caballeros.

(Una mujer en el auditorio grita: “Te queremos, Sr. Presidente”. Más gritos y
silbidos)

Gracias, muchas gracias. Igualmetne, os quiero mucho. (gritos y silbidos)

Es un gran honor dirigirles, los delegados de esta conferencia. En el sentido


verdadero del espíritu cristiano, de los metodistas, quisiera comenzar a contarles un
sueño que he tenido.

Hace semanas que he debatido sobre la cuestión de Filipinas. He pedido consejos por
todos lados. Noche tras noche, caminaba en los pasillos de la Casa Blanca, y una
noche, antes de acostarme, después de tantas noches sin dormir, me arrodillé y rezaba
a Nuestro Señor Dios Todopoderoso (Se oyen unos “Amen” entre los
delegados)...Recé y le pedía que me guíara, y cuando me acosté aquella noche, tuve
un sueño. Dios me habló en ese sueño, y me dijo: "No devuelvas las Islas Filipinas a
España. Eso será cobardía y un acto deshonrado. Tampoco dársela a Francia o
Alemania--- Eso será mal negocio. No dejes que se gobiernen por sí mismos. No son
capaces de gobernarse. Habrá anarquía y caos peor que lo de España. Hay que
apoderarse de todas las islas y educar los filipinos, civilizar y cristianizarles.."

Ese fue el mensaje de Dios Todopoderosos que me habló en ese sueño. Desde
entonces, ya podía dormir bien.

Las luces se apagan lentamente.

Escena 13.

Se ilumina una parte del escenario. El “Oval Room” de la Casa Blanca. Mckinley
está haciendo una llamada al Senador Davis en Paris. Otra sección del
escenario.Davis en su despacho en París. Contesta el teléfono.

DAVIS:

Buenas tardes, Sr. Presidente.

MCKINLEY:

¿No querrás decir “Buenos días”, Senador?

DAVIS:

Ah, sí, perdón, Sr. Presidente. Siento. Es que son las 4 de la tarde aquí.

MCKINLEY:

Ah, sí, sí, claro. Se me olvidó. La diferencia de hora ahí

DAVIS: (riendo)

Dos diferentes horas, dos diferentes mundos.


MCKINLEY:

¿Cómo andan las discusiones?

DAVIS:

Muy bien, muy bien. Los españoles necesitan dinero. Están casi desesperados. Piden
treinta millones de dólares para Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

MCKINLEY:

Ofréceles diez. Y si quejan, ofréceles veinte millones como última oferta.

DAVIS:
Comprendo, señor.

MCKINLEY:
¸
Y otra cosa. Hay un tipo que se llama Agisillo o algo por ese estilo, no sé pronunciar
su nombre. A ver si te causa problemas. Quiere formar parte del comisionado. Æ

DAVIS:

No se preocupe, Sr. Presidente. Yo me encargo de eso.

MCKINLEY:
¸
Bien. Entonces, termina todos los trámites lo más pronto posible, págales, y retírate.

DAVIS:

Comprendo, señor.

MCKINLEY:

Bueno, Senador. Nos vemos en el Club de Chavales aquí en Washington.

DAVIS: (riendo)

Sí, señor. ¿Pagará Vd. por las bebidas?


MCKINLEY: (riendo)

Claro que sí. Pagará la Casa Blanca.

(Los dos riendo mientras se apaga lentamente las luces escénicas.)

Escena 14.

Paris. December 10, 1898. Ambas comisiones, española y norteamericana, están


listos para firmar el Tratado de Paris. Agoncillo tiene la carta de Chandler en su
mano. Entra Davis con otros miembros de su delegación.

AGONCILLO:

Senador Davis, soy Felipe Agoncillo representante de Filipinas. Tengo aquí una
carta para Vd. del Senador Chandler.

DAVIS:

Ah, sí, sí. Mucho gusto, Sr. Aguisillo. El Presidente McKinley habló bien de Vd.

AGONCILLO:

¿De veras? Muy agradecido y muy amable del presidente. Señor, el Senador
Chandler me pidió que entregara esta carta a Vd. en persona. (Le entrega la carta.)

DAVIS:

Ah, claro, mi buen amigo Chandler.


(Lee la carta)
Sr.Aguisillo, comprendo muy bien sus preocupaciones. Sr. Chandler expresa sus
simpatías. Todo lo que puedo hacer es mencionar esto al comisionado para una
posible discusión. Es que hay otros temas más importantes que tenemos que discutir
con la delegación española. Y ahora mismo me están esperando.

AGONCILLO:
Un pequeño favor, Senador. ¿Me permite participar en las discusiones, o a lo menos,
observar las charlas?

DAVIS:

Voy a ver lo que puedo hacer. Adiós por ahora.

(Mutis)

(Las luces se apagan. Se nota la frustración en Agoncillo.)

Escena 15.

(Dentro de la sala de conferencias. Los delegados españoles y norteamericanos se


sientan alrededor de una mesa rectangular.)

DAVIS: (dirigiéndose a los españoles)

Bueno, señores, necesito vuestras firmas en este tratado. Pero antes, me gustaría dar
un breve resumen de los puntos claves en que nos acordamos. Primero: España cede
las islas de Filipinas, Guam y Puerto Rico a los Estados Unidos. Segundo: Los
EE.UU. pagará a España un total de $20.000000 Tercero: España cede su soberanía
sobre Cuba. Y último: El estado civil y político de los residentes de estos territorios
será determinado por el Congreso de los EE.UU.

(Davis entrega el tratado a la delegación española. Tiene una sonrisa, más bien
sardónica, en sus labios, como si fuera victorioso en una jugada de poker. Los
españoles, resignados, firman, sabiendo que no hay otra alternativa. Después de las
firmas, entra un camarero con champán, y todos hacen un brindís.)

DAVIS:

Señores, un brindís al tratado de Paris.

DELEGADO ESPAÑOL:

Salud y pesetas!
(Todos se ríen y beben el champán. Las luces se apagan.)

Escena 16.

Esta escena se puede en una de tres maneras. O una combinación de las tres,
porque es un discurso bastante largo. Primero, Agoncillo puede leer sucarta de
protests, levantado ante un podio, como si hablara directamente a la Comisión de
delegados españoles y norteamericanos que firmaron el Tratado de Paris. O puede
estar sentado escribiendo esta carta, y suena una “voz OFF” mientras escribe. Y
tercero, puede hacer el discurso de memoria frente la Comisión (o el auditorio).

AGONCILLO:

Excelencias, delegados de la Comisión Hispana y estadounidense. En mi capacidad


como representante oficial de Presidente Emilio Aguinaldo y la República Filipina,
protesto con vehemncia las resoluciones aprobadas por la comisión al ir estas contra
la independencia y soberanía de la república filipina. Mi gobierno no puede aceptar
estas resoluciones porque la comisión no ha oído ni ha sometido sus deliberaciones al
pueblo filipino, un pueblo que tiene el derecho sin cuestión de entrevenir en asuntos
que afecterán su porvenir. Firmando el tratado es un señal claro que se ha
sobrepasado la personalidad jurídica, política e independiente del pueblo filipino, y
yo protesto cualquier atentado de cualquier forma de imponer en nosotros
resoluciones sin nuestra aprobación. Nosotros como nación independiente somos los
únicos que legalmente podemos decidir nuestro porvenir.

España es absolutamente incapaz de cualquier estado y poder de decidir la cuestión


de ceder las islas Filipinas a los Estados Unidos porque sus fuerzas armadas fueron
completamente derrotadas por las fuerzas armadas de Filipinas, y el gobierno español
cesó de mantener su dominio en Filipinas por hecho y derecho. La única autoridad
que existe ahora en Filipinas es un gobierno constituido por el pueblo filipino, con la
sancción solemne del voto democrático, el único fuente legal de los poderes
modernos.

Bajo estas circunstancias, los delegados españoles en Paris no tenían ningún derecho,
dentro de los principios de la ley de naciones, a ceder o transferir posesiones de las
cuales no se les pertenencen. España perdió su dominio y posesión de las Islas
Filipinas en la revolución entre 1896 y 1898.
Al ser derrotada, fue menester por parte del gobierno español reconocer al pueblo
filipino y por consecuencia, sus derechos de decidir su propio porvenir. En el caso de
los comisionados de los Estados Unidos, ¿qué derecho tienen de connsiderarse
árbitros en el asunto del futuro de Filipinas? Debieran actuar con honradez y de
buena fe. Si lo hiciesen, lo cual no lo hicieron, hubieran reconocido el estado
político e independiente de la República Filipina.

Lo que es de mal gusto es el hecho de que los americanos dieron al General Emilio
Aguinaldo y los otros líderes filipinos la impresión de que eran aliados en nuestra
lucha por la independencia contra España. Por ejemplo, el Capitán Wood,
comandante del USS Petrel, antes del comienzo de la guerra Hispanoamericana,
pidió la cooperación de los filipinos. Igualmente, los consules americanos, en
Singapore, el Consul Pratt, y el consul Wildman en Hong Kong, y Williams e Cavite,
ofrecieron a reconocer la independencia de la nación filipina en el momento de
triunfarse contra las fuerzas españolas.

En siete ocasiones, General Aguinaldo fue asegurado por los representantes del
pueblo estadounidense de la independencia filipina.

Primero, el barco de guerra McCulloch fue puesto por orden de Dewey, a la


disposición de los líderes filipinos en exilio.

Segundo, el çalmirante Dewey no negó al General Aguinaldo y a sus compañeros las


promesas hechas por sus colegas a los líderes filipinos cuando subieron en su barco
en la Bahía de Manila.

Tercero, el Almirante Dewey recibió al General Aguinaldo cono honores dignos de


un jefe supremo de un ejercito aliado, y a la vez, jefe de una nación soberana.

Cuarto, aceptó la cooperación eficaz del ejercito filipino.

Quinto, Dewey reconoció la bandera filipina, y la mandó subir en mar y tierra, y


consintió que los barcos filipinos navegaran con su bandera en lugares bloqueados
por la marina estadounidense.

Sexto, recibió notificación de la proclamación formal de la independencia filipina


sin protestar contra ella, ni oponer su existencia.

Séptimo, Dewey entró en relaciones con el pueblo filipino, sus generales y oficiales
nacionales de nuevo gobierno filipino, reconociendo sin cuestión de este cuerpo
incorporado y la soberanía autónoma del yugo español por medio de su propia fuerza
al derrotar el ejército español.

Permitidme hacer un punto perfectamente claro: los filipinos no lucharon como


soldados pagados y mercenarios de los Estados Unidos.he United States. Cuando
llegaron de Hong Kong, los líderes filipinos recibieron sólo un pequeño número de
armas dados por orden del almirante Dewey.only a small number of arms which were
delivered to them by order of Admiral Dewey. Los armas, municiones y provisiones
no eran regalos de los Estados Unidos. Fueron restos de la guerra Hispano-filipina,
algunos de los cuales adquiridos por galantería, y los demás, por medio de fondos
privados de los patriotas filipinos. En otras palabras, los filipinos no debieron nada a
los norteamericanos.

Es verdad que Manila cayó en manos de los norteamericanos, pero sin la ayuda y
cooperación de los filipinos, y los previos ataques de las tropas de Aguinaldo, ¿creen
Vds. que los norteamericanos hubieran tomado posesión de Intramuros con tanta
facilidad?

El almirante Dewey destrozó la flota española en la batalla de la bahía de Manila,


pero no tenía tropas de desembarco, y bajo estas condiciones, el apoyo que recibió de
los filipinos fue sin duda una ventaja positiva.

Para resumir: Si los españoles no hubieron transferido a los norteamericanos los


derechos que, en primer lugar, no poseían; si al tomarse Manila fue el resultado de
las previas victorias del ejército filipino; si los oficiales y representantes del gobierno
estadounidense reconocieron la independencia y la soberanía de Filipinas, ¿cómo es
que los norteamericanos ahora se consideran a sí mismos los árbitros en controlar y
administrar el futuro gobierno de las Islas Filipinas?

Pero me confunden las intenciones del Presidente McKinley: ¿Fue la verdad cuando
el Presidente McKinley declaró con toda solemnidad que no tenía ninguna intención
de la expansión territorial en lucharse la guerra contra España? ¿Fue la verdad
cuando declaró que la guerra contra España era por principios de la humanidad?
¿Fue la verdad cuando dijo que tenía la solemne obligación de liberar a los pueblos
oprimidos? Y en fin, ¿dijo la verdad cuando declaró que su deseo era proclamar los
derechos de soberanía de aquellos países liberados del yugo de España?
He dicho.

(Las luces se disminuyen)


Escena 17.

McKinley y Davis hablando por teléfono.

DAVIS:

Sr. Presidente, ¿ha leído la carta de protesta del Sr. Agoncillo?

MCKINLEY:

Sí, bastante largo. ¿Qué dicen los españoles?

DAVIS:

Ya tienen su dinero. Ya no les importa.

MCKINLEY:

Como dice Shakespeare, "What's done can't be undone". Lo hecho ya no se


deshecha. Lo importante es que ya le hemos pagado a los españoles, y aceptaron
nuestro dinero. Compramos esas islas con los impuestos pagados por el hombre
común estadounidense. Además, como les dije a los metodistas en aquella
conferencia, el Todopoderoso me habló en un sueño y me dirigió a apoderarse de
esas islas, educar a esos chonggos para que hablaran la lengua del cristiano, o sea, el
inglés.

(Se disminuye el foco de McKinley y en otra parte del escenario, la luz se enfoca al
NARRADOR)

Escena 18.

NARRADOR:

Pues, ahí lo tienes, damas y caballeros. Una breve historia de la traición española y
norteamericana. ¿Y los víctimas? Aguinaldo y companía. Es decir, nosotros, los
filipinos. Las pequeñas naciones manipuladas por las grandes y ricas naciones. Y,
¿detrás de todo esto? El negocio. Los negocios multinacionales. Sí, señores y
señoras, desde que se inventó el dinero, el dinero empezó a hablar. Y habla fuerte.
En particular, el gran dinero. Y se repite el refrán otra y otra vez: los ricos se
enriquecen más y los pobres se empobrecen más aún. Los ricos explotan a los
pobres. Los pobres se cansan de la explotación y empìezan una revolución. Y si
ganan los pobres, ahora se convierten en los ricos, pero los viejos ricos son siempre
ricos porque tienen su dinero en los bancos suizos. Siempre listos para pequeñas
cosas como una revolución, o una guerra. Y nunca lo pierden porque tienen mucho
del gran Don Dinero.

Y así va la historia, repitiendo en refranes, en pequeñas verdades, todo parte de la


historia de la humanidad, una historia de explotación, decepción, avaricia, etcetera,
etcetera. Y lo que habéis visto aquí es un microcosmos de la historia humana
aplicada en la historia de la revolución filipina, y su víctima, el presidente Emilio
Aguinaldo.

FIN

S-ar putea să vă placă și