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Desde una óptica general, América Latina durante la década de 1980, tuvo un entorno
sociopolítico muy complejo, a partir de lo cual puede inferirse una multiplicidad de factores
que han incidido negativamente en la región. En el contexto de los años sesenta han surgido
distintas corrientes relacionadas con formas desarrollistas, que a su vez han marcado
indicios de populismo, donde posteriormente han conducido al fracaso total finalizando la
década de los 80, debido a las diferentes contradicciones internas en los mecanismos de
poder. Un acercamiento a las formas de totalitarismo que han sucedido en Latinoamérica,
nos permite visualizar de qué manera los regímenes autoritarios se han pronunciado a
través de dictaduras militares, cuya característica esencial radica en una constante coacción
a sus gobernados, bajo el discurso de una supuesta democratización que tuvo una tendencia
a socializar los medios de producción, pero que en realidad era el control casi absoluto del
Estado sobre los mismos; dichas políticas con el paso del tiempo fracasaron porque fueron
sustentables con el paso del tiempo, además del clima de inestabilidad política que
obviamente tuvo un fuerte protagonismo en aquel entonces, lo que originó falta de
continuidad institucional, y como consecuencia, a la falta de eficiencia en la ejecución de
políticas públicas.
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sanciones severas en cuanto a mecanismos para adquirir bienes o servicios a causa de la
deuda que tiende a crecer con el transcurrir del tiempo; un entorno de dependencia,
básicamente se ha orientado como una estructura definida de relaciones de dominación,
donde se visualizan claramente las economías autónomas y las economías dependientes. A
mi juicio, el principal factor que ha llevado a los países de America Latina a la crisis han
sido los diferentes ajustes macroeconómicos cuya consecuencia no sólo ha marcado los
diferentes momentos coyunturales, sino también las peores condiciones de subdesarrollo en
América Latina, es indudablemente la deuda externa, que puede ser un arma de doble filo,
porque por un lado radica en las diferentes obligaciones que un país posee con otros cuando
se da un intercambio de tecnología o cuando se otorgan diversos recursos para producir
otros bienes o servicios, pero por otro, cuando surgen las dificultades para cubrirse, por
razones obvias impacta directamente, de una forma drástica en el desarrollo de un país o de
un conjunto de naciones por completo.
“Dos fenómenos bastan para ilustrar esta crisis social. Por un lado, la
pérdida del dinamismo de los dos motores claves del desarrollo y la
integración social hasta entonces, cuales son el sector público y el sector
industrial urbano. Ello se expresó entre otras cosas, en el aumento de
ocupaciones menos productivas, reducción de salarios, desempleo y
precarización del empleo, que afectaron sobre todo a la población joven, y mas
a la urbana que a la rural”.1
Hay que recalcar que todo este contexto se enmarca desde el aumento drástico de los
precios del petróleo cuando en 1973 triplica su precio, lo que trae como consecuencia que
se cuadrupliquen las tasas de interés, donde se ven más perjudicados los países mas pobres.
Esto se traduce en una caída del comercio a raíz de unas deudas cada vez mas difíciles de
cubrir, teniendo repercusiones en el aumento de la inflación, que a su vez conlleva a más
restricciones por parte de las naciones que otorgan los bienes y su posterior imposibilidad
para acceder a nuevos créditos; como la deuda, así como las tasas de interés tienden a
aumentar constantemente, las naciones perjudicadas quedan confinadas al
empobrecimiento.
1
Garretón. (1992). p. 5.
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2. Comente los graves efectos de la deuda externa sobre el crecimiento de
América Latina en la década de 1980.
Los efectos producidos al aplicar las medidas por parte del Fondo Monetario
Internacional, tuvieron efectos contraproducentes en las condiciones de vida de la
población. Los beneficios del crecimiento, que fueron raramente positivos en términos per
cápita, no fueron distribuidos equitativamente. Las estadísticas de los países en desarrollo
tanto en desempleo como en distribución del ingreso son razonablemente poco confiables,
pero no se cuestiona mucho que aún cuando los mercados de valores de Latinoamérica
estaban prosperando mucho, se elevaban las tasas de desempleo y como consecuencia, la
pobreza aumentaba de manera asombrosa. Según la CEPAL, las cifras sobre la pobreza son
reveladoras al comienzo de la década de los noventa. El número de pobres se había
incrementado aproximadamente en 50 millones; por estas razones este período queda
denominado como la década perdida.
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Durante la década de los 90, la tasa de crecimiento anual del PIB para América Latina se situó en
promedios del 3%, registro superior al promedio del 1% conseguido en la década de los 80. La inflación se
redujo a cifras de dos dígitos en casi todos los países de la región, en contraste con las cifras de hasta tres
y cuatro dígitos en algunos países. También se observa una tendencia a reducir el déficit, como
consecuencia de la austeridad impuesta por los gobiernos en el control del gasto público.
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En el ámbito laboral se observaron cambios dramáticos: Desplazamiento de trabajadores
de productividad relativamente elevada a actividades de menor productividad; menor
seguridad en el empleo, crecimiento de la informalidad y una mayor flexibilidad de los
costos de la mano de obra causada por el deterioro de los salarios reales, aspecto que
explica el incremento de los niveles de pobreza, tanto en número de personas como en
número de hogares. Es evidente que los efectos se han concentrado en el deterioro de la
calidad del empleo y que los grupos más afectados continúan siendo los jóvenes entre los
15 y los 19 años de edad y las mujeres. Uno de los aspectos que alarma al observar la
estructura del mercado laboral en América Latina es la creciente absorción del empleo por
el sector terciario de la economía, lo cual señala una pérdida de la participación del sector
industrial en la generación de empleos productivos.
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Conformado en su momento a mediados de los ochenta por el gobierno de los Estados Unidos, el
Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
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La liberación de los mercados financieros y la elevación de las tasas de interés en los
países de América Latina atrajeron durante los 90 a los inversionistas extranjeros. El
problema de fondo es que los recursos provenientes del exterior se concentraron en buena
medida en la refinanciación de la deuda externa, y en los circuitos especulativos del sistema
financiero y no en la inversión directa en actividades productivas como se esperaba. Los
resultados fueron un estancamiento de la productividad del sector, el deterioro de los
términos de intercambio comercial y bajas tasas de crecimiento del PIB que no han logrado
compensar los enormes costos financieros y sociales.
Las crisis vividas en países como México, Venezuela y Ecuador en algún momento de
hace dos décadas, no se explican por la combinación de factores políticos internos y crisis
de gobernabilidad como muchos han pretendido justificar, aunque éstos tienen su cuota de
contribución, sino por la vulnerabilidad de los mercados financieros que se levantan y
desaparecen repentinamente durante las relaciones de libre mercado entre economías
técnicamente desarrolladas y economías con estructuras de mercado no competitivas. A
partir de los acontecimientos ocurridos en esos países, muchos gobiernos de los países de la
región piensan que, sin pretender volver a las políticas intervencionistas del pasado, deberá
volverse a las atracciones de los controles del capital.
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Bibliografía
Garretón, M. (2004). America Latina en el siglo XXI. Hacia una nueva matriz
sociopolítica. LOM Ediciones.
Referencias Electrónicas
http://revistas.ucm.es/emp/11316985/articulos/CESE9595110243A.PDF
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/08146282288281351910046/207874_0003.pdf
http://www.revistapolis.cl/polis%20final/22/doc/art09.doc
http://revistas.ucm.es/emp/11316985/articulos/CESE9595110243A.PDF