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Atención al paciente grave desde una


perspectiva psicológica

ATENCION AL PACIENTE GRAVE DESDE UNA PERSPECTIVA

PSICOLOGICA

Lic. Arelys Peñate Gaspar

Msc.María Isabel Martinez Martín

El entorno peculiar de las unidades de cuidados intensivos

(UCI) que llega a resultar habitual para su personal de

servicio, se revierte en miedo, ansiedad, depresión, trastornos

del ritmo sueño-vigilia y en última instancia desorientación y

agitación entre el 30 y 70% de los enfermos que son

admitidos en las mismas.

Estas expresiones patológicas del estado psíquico pueden

ocurrir si consideramos que en estas unidades el paciente se

encuentra sometido a situaciones que condicionan la pérdida

de su autonomía haciéndolo dependiente, de manera casi

absoluta del equipo de salud, y por otra parte lo limitan de la

compañía de sus familiares,de su ambiente habitual debiendo


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intimar con personas que le son desconocidas hasta el

momento del ingreso.

Los pacientes con estas alteraciones psíquicas adicionan un

nuevo problema que repercute de forma importante en su

recuperación llegándose a comprometer algunas funciones

vitales, por lo que en los retos de la medicina intensiva se

hace cada vez más frecuente la atención psicológica al

paciente crítico.

La vigilancia de la esfera psíquica para la detección precoz

de sus alteraciones debe ser práctica habitual en las UCI.

La organización de la atención psicológica se dirige a tres

vertientes fundamentales.

a) Paciente en situación de amenaza vital.

b) Personal asistencial

c) Acompañante y familiar del grave.

a) El paciente en situación de amenaza vital.


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Los pacientes admitidos en las UCI están sometidos a

estrés por motivos muy diversos considerándose entre ellos

los factores intrapersonales, interpersonales y

extrapersonales.

Los factores intrapersonales estan dados por la frustación

ante la restricción de la actividad, los abordajes venosos

periféricos o centrales, drenajes, la toma de conciencia ante

la restricción expóntanea entre otros aspectos en el orden

fisiológico, mientras que en los psicosociales y culturales más

importantes se encuentran las explicaciones insuficientes y la

mala interpretación de las actuaciones médicas así como la

incapacidad para cooperar activamente en el tratamiento.

Los factores interpersonales se relacionan con el

recibimiento por parte del paciente de incoherentes

explicaciones, incapacidad para comunicarse, pérdida de

confianza y críticas al cuidado de la enfermera.

El paciente crítico habla frecuentemente de sí mismo, pero

difícilmente verbalice sus preocupaciones, deseos, fracasos,


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amenazas y decepciones de mayor compromiso emocional

cambiando de manera radical la idea que hasta ese momento

ha tenido sobre su futuro .

El estilo de enfrentamiento del enfermo a su situación

depende en gran medida de cómo se produzca la

comunicación con el personal médico deduciéndose aquí la

importancia de ese acto.

Varios estudios confirman el hecho de que se hace más

daño callando la información que comunicándola. Los

pacientes que sienten que no se les ha dicho lo suficiente, a

menudo sufren un sentimiento de inseguridad debido no tanto

a la limitación respecto a su diagnóstico y pronóstico, como

por falta de información acerca de lo que puede suceder en

un futuro inmediato.

La decisión de callarse el diagnóstico no hace desaparecer

la enfermedad. Es ésta y no la desagradable experiencia de

ser informado lo que va a consternar al enfermo.Lo que

resulta dilemático es cómo brindar dicha información.


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El derecho a la verdad es reivindicado como un derecho

fundamental de la persona y es expresión del respeto que se

le debe. Negando la verdad al enfermo grave se le impide

vivir como protagonista de una fase trascendental de su vida.

Decir la verdad a un paciente no siempre resulta fácil. Esto

no significa que sea necesario mentir, sino que no es siempre

necesario y en cualquier lugar decir la verdad, sin importar

como se diga. Se puede permanecer callado, no decir nada

pero nunca mentir. La perspectiva de un fin próximo puede

constituir una etapa de crecimiento. En la conciencia de la

muerte se pueden tomar decisiones importantes (legales,

económicas, humanas), establecer diálogos esenciales con el

cónyuge, los hijos, los amigos, aplazados por toda una vida y

constituyen momentos de una espiritualidad particularmente

intensa.

Por último los factores extrapersonales se relacionan con las

manipulaciones que se realizan para la monitorización,

extracción de la analítica hemática, aseo y cambio de la ropa.


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La administración dolorosa de ciertos medicamentos, la

incomodidad que provoca el tubo endotraqueal o la

traqueostomía, aspiraciones e hipoxía, extubación, ruido del

respirador y miedo al medio que los rodea. Al respecto

diversos investigadores han estudiado las vivencias de los

pacientes al recordar su estancia en una UCI demostrando

como experiencias más estresantes los tubos endotraqueales

y nasogástricos entre otras técnicas que se realizaban.

Destacándose también el deterioro de la movilidad física

relacionada con dispositivos externos de monitorización o

soporte(cables, catéteres, drenajes, tracciones, etc). Se hace

necesario considerar que la respuesta ante estos factores

estará matizada por la edad y la personalidad premorbida. Es

frecuente la estructuración de estados hipocondríacos y

depresivos en personas ancianas y maduras,

incrementándose la sensación de ensimismamiento por la

muerte irreversible que se aproxima.


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En los jóvenes las regularidades del desarrollo de su

personalidad se caracterizan por una estructuración de su

proyecto de vida y considerar entonces la posibilidad de la

muerte se acompaña regularmente de ansiedad, miedo,

agitación y en ocasiones de acciones suicidas, en un segundo

momento estas crisis pueden sustituirse por la conformidad o

inevitabilidad de la muerte matizada por apatía y plena

indiferencia hacia lo circundante.

Por otra parte las manifestaciones vivenciales están en

íntima relación con la estructuración personológica.

Además de estos factores existen otros a consecuencia de

las características del espacio donde se encuentran

ingresados; es decir el entorno.Tanto el exceso como la

monotonía de estímulos produce una búsqueda del sujeto de

estimulaciones alternativas que activan el sistema reticular.

Las alteraciones sensoperceptivas derivadas de estas

situaciones pueden producir manifestaciones en las personas

tales como la desorientación en tiempo, espacio, persona,


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confución aguda, riesgo de violencia hacia sí mismo o contra

los demás, riesgo de traumatismos, irritabilidad y

estrechamiento perceptivo, etc.

b) Personal asistencial en la atención al paciente grave.

Las unidades de medicina intensiva han sido consideradas

como un entorno de fuerte estrés psicológico, pues el cuidado

del paciente grave está a menudo relacionado con la

emergencia, decisiones difíciles, frecuentes fallecimientos,

atmósfera ruidosa y dilemas éticos.

La literatura muestra trabajos relacionados con esta

problemática en el personal de enfermería, sin embargo son

muy escasos los referentes a los médicos intensivistas. En los

últimos tiempos se ha descrito como el evento más

comprometedor el derivado del cansancio a que están

expuestos estos profesionales que puede conducirlos a

sentirse quemados, el llamado burning-out síndrome,

motivado por varias circunstancias, expuestas en varios

trabajos realizados en España, destacándose las siguientes:


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1. Las características de los pacientes que van a ser

atendidos,cuyo estado grave va unido a estrés o

sobrecarga emocional, representativo por un lado del

escaso margen de tiempo del que se dispone para la

actuación diagnóstica y terapéutica.

2. El trabajo irregular e inesperado, apenas sujeto a

programación, en que se mezclan períodos de calma con

situaciones de gran tensión.

3. El ámbito donde se desarrolla su actuación con personal en

el equipo no entrenado.

4. La escasa disponibilidad de medios adecuados a su

alcance.

5. La falta de reconocimiento de la especialidad por parte de

otros especialistas del ámbito hospitalario.

6. Escaso reconocimiento social del quehacer profesional del

intensivista.

7. La atención continuada asistencial a los pacientes graves

lleva a situaciones de deprivación de sueño y de descanso


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con escaso tiempo para dedicar a otras actividades

docentes y de investigación.

8. Las vivencias frecuentes ante la muerte.

9. Escasa formación en situaciones en que se deben tomar

decisiones éticas.

10. Formación compleja y amplia a nivel teórico y en

habilidades técnicas unido al rápido avance de la medicina.

11. Sentimientos de responsabilidad ante los familiares de

los pacientes ingresados.

12. La no existencia de armonía en el equipo sanitario con

una comunicación no totalmente fluida y organizada entre

los profesionales implicados en el cuidado y tratamiento

del paciente grave.

13. La presión asistencial con mayor demanda que oferta a

nivel de recursos (es decir, el concepto de la última cama).

Si bien se han realizado publicaciones recientes

investigando el síndrome de burnout en intensivistas, a

través del método de encuestas con el cuestionario


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modificado para médicos Maslach Burnout Inventary (MBI)

escalas validadas de Burnout de Pines aval Aronson (BPA),

también existen estudios donde se demuestra a través de

parámetros bioquímicos y hormonales este estrés generado

por las situaciones descritas anteriormente documentando

que el trabajo en una unidad de cuidados intensivos es más

estresante que en otros lugares del hospital.

Por otra parte la relación médico paciente en los últimos

años ha cambiado mucho a propósito de la información

suministrada al paciente sobre su diagnóstico, tratamiento y

la evolución de su enfermedad. Las relaciones entre el

personal asistencial y sus pacientes se basan cada vez con

mayor frecuencia en el consentimiento informado a propósito

de exámenes y tratamientos. Considerando las características

de la medicina intensiva este se realizará en una situación

muy comprometida y difícil de manejar.

Se encuentra así el médico solo y desprovisto de recursos

para hacer frente a tan delicada situación. Además en nuestra


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cultura latina con inusitada frecuencia los familiares se

oponen a que informemos al enfermo y presionan al médico

en este sentido. Sin embargo estudios realizados confirman

que de la manera en que se informa al paciente de su

situación dependerá en gran medida el devenir de

este,muchos de los acontecimientos que se sucedan van a

depender de la información recibida cualitativa y

cuantitativamente.

En la medicina de hoy muy tecnificada hay gran carencia de

comunicación que también depende de la falta de tiempo,de

la insuficiente formación en técnicas de comunicación en la

enseñanza de pregrado. Sin embargo la vulnerabilidad y la

inseguridad son factores que caracterizan a los enfermos

que tienen amenazada su vida y ejercen una influencia

significativa en el curso de su enfermedad. Una correcta

relación médico enfermo puede atenuar el temor, la ansiedad

y la incertidumbre que hacen tan vulnerables a estos

enfermos. La falta de comunicación conduce al


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distanciamiento doloroso y alienación del paciente. No debe

permitirse que con el aumento tecnológico de las opciones

terapéuticas del médico se deje de utilizar la palabra

(comunicación verbal), sus manos (comunicación no verbal) y

su humanidad (empatía) en su relación con el enfermo,

disminuyendo así su capacidad para curar o aliviar.

Por tanto el objetivo es: no más mentiras piadosas sino

formas más piadosas de decir la verdad que permita al

enfermo grave actuar con protagonismo en esta etapa de su

vida.

Este proceso de comunicación es individualizado pero se

hace necesario considerar algunos elementos que nos

orienten para diseñar estrategias de soporte a la hora de

intercambiar con el paciente.

1. Estructura psicológica de la personalidad premórbida del

paciente. En este sentido resulta imprescindible conocer los

estilos de enfrentamiento del enfermo ante situaciones de


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compromiso vital y las reacciones emotivo-afectivas que

han provocado,previendo así las posibles respuestas del

paciente ante el proceso de intercambio con su médico de

asistencia. Es muy importante resaltar el valor que tiene la

familia pues en alguna medida la relación del paciente

dependerá también de las características de la dinámica en

que esté insertado.

2. Gravedad de la enfermedad. Al médico le resultará más

fácil establecer el proceso comunicativo con su paciente

cuanto más posibilidades de recuperación tenga el mismo.

También varía la comunicación con el paciente en virtud de

los cambios que se producen en la situación psicológica de

este en la medida en que aparecen los primeros síntomas

de la enfermedad,cuando aparecen las complicaciones o

cuando se toma conciencia de que existen escasas

posibilidades de recuperación.

3. Edad. Son marcadas las diferencias que existen en la

comunicación que se establece con un anciano portador de


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una patología grave, pues en nuestra cultura la vejez de

por sí se percibe como una enfermedad. Lo contrario

sucede con pacientes jóvenes que por el hecho mismo de

ser jóvenes se intentarán tratamientos más agresivos y por

lo tanto se hace necesario extendernos más en la

información pues resulta de vital importancia la

participación activa del mismo en el proceso terapéutico

aprovechándose toda su potencialidad psicofísica.

4. Reacción emocional ante la parte enferma: este elemento

es muy importante considerarlo fundamentalmente en

pacientes politraumatizados que requieren con mucha

frecuencia de las atenciones de las UCI. Algunas partes del

cuerpo tienen un importante significado simbólico, por

ejemplo: el rostro, los genitales y considerando las

características de nuestra cultura debemos presuponer que

no todo el mundo adopta una posición consecuente cuando

se le da a elegir la cantidad sobre la calidad de su vida.

Muy relacionado con esto se encuentra entonces el tipo de


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tratamiento que se va a realizar el cual mientras más

mutilante sea nos obligará a ser más explícitos en la

información que se brinde. En similar situación nos

encontramos ante los efectos secundarios en determinados

tratamientos.Al paciente si su estado lo permite se le debe

explicar previamente el por qué de estas conductas, en su

mayoría desagradables.

5. Rol social: es pertinente tener en cuenta el papel que

socialmente desempeña el paciente, sus proyectos de vida,

perspectivas futuras, para preguntarnos el efecto que

puede tener en él no disponer de la información necesaria

que le provoque incertidumbre respecto a su futuro y el de

su familia.

Considerar las cuestiones anteriormente expuestas nos

explica que en la comunicación del médico con su paciente e

incluso con los familiares del mismo no existe una fórmula.

Ningún médico que actúe con conocimiento de causa usaría la

misma técnica para todos los pacientes. Su experiencia


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profesional, su dimención humana y formación cultural serán

los instrumentos que dispondrá para enfrentar esta situación.

c) La familia del paciente grave.

Cuando la familia llega al servicio de cuidados intensivos lo

hace con inestabilidad en su dinámica emocional, primero

porque uno de sus miembros ha enfermado con peligro

inminente para la vida y porque la organización de los

servicios médicos con la que entra en contacto le impone

respeto y puede que en ocasiones miedo pues la atemoriza el

desconocimiento de los procederes médicos que limitan su

autonomía.

Enfrenta la familia una crisis caracterizada por:

1. Estrés, ansiedad, temor, incredulidad y desasosiego.

2. Cambios en la distribución de roles en el seno familiar.

3. Trabas burocráticas existentes en el sistema de salud.

4. Desinformación.
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5. Limitaciones en la comunicación con su familiar.

Es importante considerar que al perder la familia su

equilibrio y funcionabilidad esto puede repercutir en el

enfermo por tanto es tarea del personal asistencial ayudarla a

conducirse con la autonomía típica del sistema que constituye

para ayudar así a su paciente.

Una frase, una palabra, incluso formas de comunicación no

verbal pueden disminuir los niveles de ansiedad de una

familia.

Cuando se ignoran estas consideraciones en la familia, se

puede producir reacción de cólera:

- Contra el enfermo: se consideran causas reales o

imaginarias de la enfermedad;el abandono a la familia (en

caso de muerte); por los asuntos pendientes; por haber

introducido con la enfermedad la desgracia en el círculo

familiar.
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- Contra otros familiares: en razón de viejas heridas;

sentimientos de culpa (por ejemplo en caso de un

accidente; familiares y amigos que al extenderse en el

tiempo la enfermedad van abandonando paulatinamente al

paciente).

- Contra los profesionales de la salud: contra decisiones

tomadas, contra la incapacidad o limitaciones de las

ciencias médicas para curar a su familiar; por anunciar

malas noticias; por tener el control de la situación;

dificultades en la comunicación (escasa capacidad de

escucha, falta de sensibilidad, indiferencia).

- Contra el “mensajero” que anuncia las malas noticias.

- En razón de su pérdida de influencia sobre la situación

teniendo de ahora en lo adelante el poder los médicos y los

enfermeros.

- A causa de un déficit de comunicación (falta de escucha,

frialdad, falta de sensibilidad,indiferencia).


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- Contra fuerzas exteriores o el azar.

- Cólera contra el lugar del trabajo a la profesión del

enfermo, justificado o no.

- Contra Dios, contra su abandono.

Sucede con mucha frecuencia que los familiares

acostumbrados a abordar el problema suponiendo que en su

familiar paciente ignora la gravedad de su estado y lo

reservado de su pronóstico por lo que hay que evitar que se

entere de cualquier manera posible solicitan del médico su

solidaridad en la conspiración del silencio que establecen en

relación a su familiar. Cuando el médico se hace partícipe se

establece entre él y su paciente una incomunicación. Por

tanto el médico debe enfrentar la negativa familiar y llevarlos

a reflexionar de lo importante que resulta compartir la verdad

para reducir de manera importante los niveles de tensión, ál

menos podemos mantener la promesa y la esperanza que

trasmite la seguridad que su familiar no será desatendido.


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Todos estos elementos entran en análisis cuando se realiza

la evaluación y el diagnóstico de la dinámica familiar. Este

diagnóstico debe ser rápido, dinámico, certero, causal,

longitudinal y evolutivo para la regulación del sistema de

acompañantes.

Para los pacientes que se encuentran en las UCI, el

acompañante cumple una función muy importante desde el

punto de vista afectivo. Este familiar debe evaluarse teniendo

en cuenta:

- Niveles de estados patológicos (ansiedad y depresión).

- Antecedentes de la relación comunicativa afectiva con el

paciente y caracteristicas de la dinámica familiar.

El personal asistencial debe orientar a la familia antes de

pasar a ver a su familiar en relación a normas comunicativas

con el mismo. Dichas normas son fáciles de cumplir y deben

estar encaminadas a:
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 Procurar no fatigar al familiar insistiendo en preguntas

sobre su estado de salud.

 Hablarle siempre con términos positivos y de confianza,

contener sus emociones, no expresando pena en presencia

de él.

 Intentar orientar a la familia sobre el día y la hora así como

de los sucesos que le hagan estar en contacto y unido a su

entorno familiar, pues con frecuencia los pacientes se

desorientan.

 No se le debe hablar de problemas ni de preocupaciones, la

angustía, el estrés y la depresión pueden alargar la

estancia en la unidad e incluso empeorar el cuadro.

 Unifique sus criterios en los posible con el personal

sanitario, pues la meta es común: la curación del enfermo.


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